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Nieve, la fría nieve empezaba a volver a caer del cielo para seguir cubriendo todo con su blanco abrazo. -¿Por qué me encuentro en esta isla tan fría pudiendo estar en el East Blue donde la mayor parte del tiempo está soleado?- me preguntaba mientras iba andando sin rumbo por las calles de una ciudad de la isla Sakura, a la vez que me intentaba dar calor frotándome las manos. La gente a mi alrededor iban de un lado a otro de la calle, algunos yendo a casa a resguardarse del frío, otros a comprar y también estaban las típicas parejitas dando sus rutinarios paseos.
Que envidia me daban esas parejas... hacía ya tiempo que no recibía el calor de una fémina. Ya anhelaba el exquisito aroma del perfume de sus cuerpos que estimulaban de gran forma mi sentido del olfato. La última vez que estuve en el lecho de una joven damisela fue hace dos semanas, gracias a mi manejo del violín, conseguí conquistar a una bella joven de cabellos rojos como el ocaso y aquella fue una gran noche.
Aquellos lujuriosos pensamientos elevaron un poco mi calor corporal, saqué uno de mis puros y me lo puse en la boca, luego metí mi mano en el bolsillo delantero de la chaqueta para sacar el mechero y encender el puro.*- No hay nada como esto para un día de frío-* pensé a la vez que una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Seguí caminando por las calles hasta que cierto recinto me llamó la atención. Era un bar que, desde el exterior, se podía escuchar perfectamente el delicado y atrayente sonido de un piano. Sin dudarlo un solo instante, atravesé el umbral y eché un vistazo al interior intentando, desesperadamente, encontrar al responsable de dicha melodía.
Había lo típico que tenía un bar, mesas donde los clientes iban a comer, la barra donde se encontraban los más borrachos y un pequeño escenario... donde mis ojos se fijaron en una hermosa mujer que estaba tocando una triste melodía con el piano que había allí. No tenía palabras para describir la belleza de aquella dama, era una mujer que rondaba los treinta, rubia de ojos azul marino y estaba vestida con un exquisito vestido bermellón.
Un camarero se me acercó rápidamente al verme parado en la puerta. - ¿Desea el señor una mesa? - preguntó con aire cortés. Me quité las gafas de sol y me las puse en el cuello de la camisa, luego señalé a la chica que estaba tocando. - Por supuesto , ¿ me podría decir como se llama ese ángel que se encuentra en el escenario? - pregunté a la vez que seguía al hombre hasta una mesa próxima al escenario.
- Oh, es Celeste. Es la música estrella del bar, el señor tiene buen gusto para la música- me tendió la carta de pedidos. Mi mirada todavía estaba centrada en aquella dama de la melodía nostálgica, con un movimiento de manos le dije que me trajera un vaso de vino tinto y un plato de spaghetti a la carbonara. El camarero se marchó y yo me quedé absorto mirando a la pianista llamada Celeste. - Mi querida Celeste... esta noche intentaré mostrarte algo igual de placentero que el mundo de la música- susurré mientras me llevaba lentamente la mano a la barbilla.
Que envidia me daban esas parejas... hacía ya tiempo que no recibía el calor de una fémina. Ya anhelaba el exquisito aroma del perfume de sus cuerpos que estimulaban de gran forma mi sentido del olfato. La última vez que estuve en el lecho de una joven damisela fue hace dos semanas, gracias a mi manejo del violín, conseguí conquistar a una bella joven de cabellos rojos como el ocaso y aquella fue una gran noche.
Aquellos lujuriosos pensamientos elevaron un poco mi calor corporal, saqué uno de mis puros y me lo puse en la boca, luego metí mi mano en el bolsillo delantero de la chaqueta para sacar el mechero y encender el puro.*- No hay nada como esto para un día de frío-* pensé a la vez que una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Seguí caminando por las calles hasta que cierto recinto me llamó la atención. Era un bar que, desde el exterior, se podía escuchar perfectamente el delicado y atrayente sonido de un piano. Sin dudarlo un solo instante, atravesé el umbral y eché un vistazo al interior intentando, desesperadamente, encontrar al responsable de dicha melodía.
Había lo típico que tenía un bar, mesas donde los clientes iban a comer, la barra donde se encontraban los más borrachos y un pequeño escenario... donde mis ojos se fijaron en una hermosa mujer que estaba tocando una triste melodía con el piano que había allí. No tenía palabras para describir la belleza de aquella dama, era una mujer que rondaba los treinta, rubia de ojos azul marino y estaba vestida con un exquisito vestido bermellón.
Un camarero se me acercó rápidamente al verme parado en la puerta. - ¿Desea el señor una mesa? - preguntó con aire cortés. Me quité las gafas de sol y me las puse en el cuello de la camisa, luego señalé a la chica que estaba tocando. - Por supuesto , ¿ me podría decir como se llama ese ángel que se encuentra en el escenario? - pregunté a la vez que seguía al hombre hasta una mesa próxima al escenario.
- Oh, es Celeste. Es la música estrella del bar, el señor tiene buen gusto para la música- me tendió la carta de pedidos. Mi mirada todavía estaba centrada en aquella dama de la melodía nostálgica, con un movimiento de manos le dije que me trajera un vaso de vino tinto y un plato de spaghetti a la carbonara. El camarero se marchó y yo me quedé absorto mirando a la pianista llamada Celeste. - Mi querida Celeste... esta noche intentaré mostrarte algo igual de placentero que el mundo de la música- susurré mientras me llevaba lentamente la mano a la barbilla.
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El frío no existía. No era más que una sensación extraña y abstracta, difuminada tras un velo de colores hecho de nubes. De nubes de colores. El frío no era más que un triste invento de la mente que se producía al ver la nieve. ¿Por qué la gente tenía que sentirse fría en la nieve? No había ningún motivo coherente para ello, mas seguía siendo así. Pero no para él. Arribor no notaba la temperatura; ni siquiera existía. Se lo había dicho esa seta de colores que se había comido en el bosque.
Curiosamente, desde que se comiese esa cosa todo era mejor. Los colores eran más vivos, el blanco de la nieve brillaba mucho más, y cada copo era como una estrella cayendo del cielo en contraste con la cúpula celeste. Ésta estaba plagada de densas nubes grises que parecían palpitar como un corazón gigante y volador. Desde que se comiese esa seta todo había cobrado un nuevo sentido, uno que siempre había estado ahí pero que su limitada mente no le había permitido contemplar.
El pirata deambuló por el país de nieve, abrigado únicamente con su chaqueta de cuero, unos pantalones que no eran especialmente cálidos y una camiseta blanca de lo más común. A su paso no dejaba huellas -bueno, sí las dejaba pero él no las veía-, era como un fantasma. ¿Se había convertido en un fantasma? En los países nevados siempre había espíritus, eso lo sabía todo el mundo. Seguramente él fuese uno de ellos.
No tardó en oír el dulce sonido de un... algo. Tenía el nombre del instrumento que alguien tocaba en la punta de la lengua pero no lograba acordarse. ¿P... pino? No, flauda Bueno, eso le daba igual. Lo importante era que sonaba bien y le atrajo cual canto de sirena.
Atravesó las puertas parlantes sobre las que ponía "BAR" en letras grandes. Sin duda serían el acrónimo de Buenos Arbustos Rojos, en referencia a... a los arbustos rojos. Arribor le pegó una patada a la puerta y entró gritando, pidiendo un granizado para combatir el calor.
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Mientras aquella hermosa mujer del vestido bermellón seguía tocando aquel piano, yo me encontraba totalmente embelesado, tenía todos mis sentidos fijos en Celeste. Me encontraba tan distraído que para cuando volví en mí mismo, el camarero de antes ya me había traído mi pedido. Puso el plato de spaghetti sobre la mesa y estos desprendían un apetitoso aroma que, poco a poco, fue alimentando mi hambre. Luego, puso una copa y virtió en ella el preciado liquído rosado para después poner la botella de vino en la mesa.
- Bon appetit, señor - dijo el camarero para después ir a atender otra mesa. Me saqué los guantes para poder comer sin ensuciarmelos, sería una lástima manchar unos guantes tan caros. Tomé la copa de vino y , lentamente, fui vertiendo su contenido por mi garganta mientras iba disfrutando del delicioso sabor afrutado. - Buen vino, buena comida y... buen espectáculo. Quizás haga de este mi local favorito cada vez que venga a esta isla - volví a observar como aquella mujer iba acariciando las teclas del piano.
Encendí otro de mis puros y me lo puse en la boca, el otro que me estaba fumando antes ya se había acabado. Aspiré el humo y lo solté mientras con la otra mano sujetaba el vaso. De repente, a mis espaldas, la puerta del restaurante se abrió de par en par y un extraño sujeto gritó que le diesen un granizado. "- Un granizado... ese hombre está loco. ¿Acaso se da cuenta del frío que hace en el exterior? -" me dí la vuelta para verlo mejor y no pude evitar lanzarle una mirada hostil debido a que estaba impidiendo que escuchara a la pianista.
Suspiré y volví mi atención a la pianista que, sorprendentemente, había ignorado el escándalo que había provocado aquel hombre. Eso sólo hizo que mi interés hacia ella se incrementara aún más. Pasados unos cuantos minutos de bellas melodías, la mujer terminó su actuación y se retiró hacia los camerinos. "- Esta es una buena oportunidad para sembrar la semilla del amor-". Me levanté rápidamente de la mesa y dirigí mis pasos hacia la zona de los camerinos, no sin antes coger una rosa que había en una de las mesas como decoración.
- Bon appetit, señor - dijo el camarero para después ir a atender otra mesa. Me saqué los guantes para poder comer sin ensuciarmelos, sería una lástima manchar unos guantes tan caros. Tomé la copa de vino y , lentamente, fui vertiendo su contenido por mi garganta mientras iba disfrutando del delicioso sabor afrutado. - Buen vino, buena comida y... buen espectáculo. Quizás haga de este mi local favorito cada vez que venga a esta isla - volví a observar como aquella mujer iba acariciando las teclas del piano.
Encendí otro de mis puros y me lo puse en la boca, el otro que me estaba fumando antes ya se había acabado. Aspiré el humo y lo solté mientras con la otra mano sujetaba el vaso. De repente, a mis espaldas, la puerta del restaurante se abrió de par en par y un extraño sujeto gritó que le diesen un granizado. "- Un granizado... ese hombre está loco. ¿Acaso se da cuenta del frío que hace en el exterior? -" me dí la vuelta para verlo mejor y no pude evitar lanzarle una mirada hostil debido a que estaba impidiendo que escuchara a la pianista.
Suspiré y volví mi atención a la pianista que, sorprendentemente, había ignorado el escándalo que había provocado aquel hombre. Eso sólo hizo que mi interés hacia ella se incrementara aún más. Pasados unos cuantos minutos de bellas melodías, la mujer terminó su actuación y se retiró hacia los camerinos. "- Esta es una buena oportunidad para sembrar la semilla del amor-". Me levanté rápidamente de la mesa y dirigí mis pasos hacia la zona de los camerinos, no sin antes coger una rosa que había en una de las mesas como decoración.
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Había bastante gente en el local. Aunque quizás gente no era la palabra más adecuada para describir a los comensales. Eran todos enormes pollos, cada uno de un tamaño distinto e incluso algunos de diversos colores. Comían y bebían como personas normales, escuchando la bella música que flotaba en el ambiente. El pirata vio a una gallina de pico azulado comer huevos fritos -lo cual le pareció una aberración y no dudó en hacérselo saber de forma poco disimulada-, derramó el agua de una jarra sobre un pollo pequeño que parecía pedir a gritos que lo mojasen, y siguió a un gallo con unas gafas de sol colgadas de la camisa que se adentró entre los pasillos del restaurante con una rosa en la mano. A Arribor le pareció una gran idea, así que también cogió una flor.
Caminó siguiendo de cerca al gallo por alguna razón. Estaba convencido de que guardaba algún secreto y le pareció de suma importancia averiguarlo. Quizás tuviera algo que ver con el irrefrenable impulso de conocerlo todo que los coloridos frutos de la naturaleza le habían dado. A lo mejor, encontrar la clave de la existencia de ese ser le daba a su vez la llave para poder abrir todas las puertas del mundo. Esas que siempre han permanecido tan ocultas que su mera existencia solo existía en los delirios de los drogados.
-Eh, eh -le dijo desde atrás, manteniéndose a unos metros de distancia. Como no sabía con seguridad si le había oído, lo repitió-. Eh, eh -Y como seguía sin saber si le habría oído, se lo repitió otras ocho veces.
Con cada "Eh" se acercaba un poquito más, hasta que acabó por ponerse tan solo a un palmo de él. Podría incluso haberle contado las plumas de haber querido. ¿Qué diablos?, quería. Así pues, lo hizo. Aunque habría sido más fácil contarlas si todas hubiesen sido del mismo color y no se estuviesen moviendo.
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Así pues me colé en la parte de atrás del escenario, con la intención de ir a intentar ligarme a la bella pianista. *- Con esos dedos... de seguro que también sabrá tocar otro tipo de "instrumento"-* pensé mientras dejaba escapar una sonrisa lasciva entre mis labios. La roja rosa que había cogido antes me serviría para allanar el terreno, junto a unas buenas frases y algún piropo, la tendría comiendo de la palma de mano. Era un plan perfecto, nada podría salir mal... o eso creía cuando me pareció escuchar a alguien llamándome por detrás. Seguí caminando un poco más para finalmente detener mis pasos y darme la vuelta para encarar a mi perseguidor.
Un extraño hombre estaba parado enfrente de mí, tenía la mirada perdida. *- Será un guardaespaldas de Celeste? ¿ O por el contrario sería alguien que tiene las mismas intenciones que las mías?-* no paraba de preguntarme mientras seguía observando a aquel hombre. Con sólo ver la rosa que tenía en una de sus manos, no me cupo la menor duda de que él también tenía la intención de intentar echarle mano a la joven y hermosa rubia de antes, normal, era una belleza sin par y cualquier hombre quedaría prendado ante tal espectáculo, tanto de el físico como de su don con la música.
- ¿Puedo ayudarte en algo, amigo? - le dije mirándole a los ojos fijamente. - ¿También quieres ir al camerino de Celeste como yo? Bueno, normalmente no suelo tener competencia, pero supongo que no pasa nada. Tengo un buen repertorio de piropos y frases románticas de libros para hacerla mía- comenté mientras el hombre seguía con la mirada perdida y sin articular palabra. - ¿Un consejo? La sonrisa y la mirada es en lo que normalmente se fija una dama, si consigues atraerla con esos dos detalles, el resto es pan comido. ¿ Me estás escuchando? - me quedé extrañado ante la mirada perdida de aquel misterioso sujeto. Parecía... drogado.
Un extraño hombre estaba parado enfrente de mí, tenía la mirada perdida. *- Será un guardaespaldas de Celeste? ¿ O por el contrario sería alguien que tiene las mismas intenciones que las mías?-* no paraba de preguntarme mientras seguía observando a aquel hombre. Con sólo ver la rosa que tenía en una de sus manos, no me cupo la menor duda de que él también tenía la intención de intentar echarle mano a la joven y hermosa rubia de antes, normal, era una belleza sin par y cualquier hombre quedaría prendado ante tal espectáculo, tanto de el físico como de su don con la música.
- ¿Puedo ayudarte en algo, amigo? - le dije mirándole a los ojos fijamente. - ¿También quieres ir al camerino de Celeste como yo? Bueno, normalmente no suelo tener competencia, pero supongo que no pasa nada. Tengo un buen repertorio de piropos y frases románticas de libros para hacerla mía- comenté mientras el hombre seguía con la mirada perdida y sin articular palabra. - ¿Un consejo? La sonrisa y la mirada es en lo que normalmente se fija una dama, si consigues atraerla con esos dos detalles, el resto es pan comido. ¿ Me estás escuchando? - me quedé extrañado ante la mirada perdida de aquel misterioso sujeto. Parecía... drogado.
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El gallo se giró para mirar a Arribor. El pirata lo miró fijamente, olvidada ya su intención de contarle las plumas; si no dejaba de moverse jamás podría hacerlo como era debido. El ave de las gafas de sol empezó a hablarle sobre seducción. ¿Los gallos ligaban? Supuso que sí, que de alguna forma tendrían que atraer a una gallina de bien ver. Imaginaba que la competencia sería muy dura en el duro mundo de los pájaros que no podían volar.
Arribor le lo quedó mirando mientras escuchaba atentamente sus palabras, haciendo ruiditos con la boca como si masticase. Bien pensado, ¿sería comestible ese bicho? No, tenía gafas de sol así que no podía comérselo. Aunque si se las quitaba primero...
Cuando el gallo le dijo que las claves para conquistar a una mujer eran la mirada y la sonrisa, no pudo evitar esbozar una siniestra sonrisa un tanto malévola. Aún peor teniendo en cuenta el parche que cubría su ojo derecho. Quizás tuviese que buscarse otras claves para el éxito.
-A veces la nieve susurra cosas -dijo Arribor en voz baja, como si fuese un secreto solo para él y para el ave.
Y acto seguido entró en la puerta que tenían delante. En ella ponía claramente "Camerino", lo que sin duda quería decir que era donde daban de comer. Quizás allí encontrase algo con lo que refrescarse un poco. ¿Es que nadie podía bajar un poco la calefacción?
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Aquel hombre me daba un poco de mala espina, quiero decir, le estaba dando un par de consejos y en su rostro se dibujó una sonrisa que hizo que los pelos se me pusieran como escarpias. *-¿Será este hombre un peligro para la gente de este establecimiento o , más importante, le hará daño a la bella mujer a la que me dirigía a seducir ?-* pensé mientras me encendía otro puro y lo colocaba en mi boca. Decidí que lo mejor era que mantuviera vigilado a ese hombre... por si las moscas y si se le iba la pinza.
"-A veces la nieve susurra cosas -" dijo el extraño hombre. Por alguna extraña razón, la cara del sujeto que tenía delante me resultaba un tanto familiar. *- ¿ Dónde lo habré visto antes? Me suena bastante pero no logro ubicarle en ninguna parte, ¿ será un pirata famoso?-* no paraba de preguntarme a la vez que le seguía hablando sobre mujeres y los numerosos trucos que hay para lograr que caigan a los pies de un hombre. El hombre parecía estar preso en un profundo trance... o eso me parecía. ¿ Quizás estaba bajo los efectos del alcohol o de alguna droga alucinógena?
El hombre, sin articular palabra, se dirigió a la puerta del camerino de Celeste mientras mi cara se tornaba pálida como la nieve ante tal acción. Sin dudarlo dos veces, me apresuré a seguir al hombre del parche. Temía por lo que le podría hacer a la pianista que había robado mi corazón con su magistral actuación de antes con el piano. Me detuve al umbral de la puerta y me asomé para echar un vistazo, por suerte la joven señorita no se encontraba en su camerino, por lo cual me sentí un poco aliviado. Mi misterioso acompañante andaba por la habitación y empezó a comer unos cuantos platillos que habían en una mesa. - Encantador- dije con sarcasmo.
Ya que estaba ahí, empecé a echar una ojeada por la habitación solo por curiosear un rato. Había lo típico que necesitaba una mujer de su edad, perfumes, crema para la piel, cepillos, etc. Seguí mirando hasta que mis ojos se fijaron en un violín que estaba encima de una mesilla, quise resistirme pero mi amor por la música hizo que fuera hasta aquel objeto. Lo cogí con cuidado, como si fuera un recién nacido y me dispuse a tocar. No era muy bueno con la música, eso lo sabía perfectamente, pero comencé a " tocar" una melodía triste llamada " La Luna y el lobo". Una canción popular del North Blue que hablaba sobre un lobo que se había quedado solo, vagando por la estepa norteña en busca de algo o alguien que llenara su vacio y por eso siempre le aullaba a la Luna, buscando consuelo en ella. Al cabo de un par de notas, un par de lágrimas asomaron por mis ojos.
"-A veces la nieve susurra cosas -" dijo el extraño hombre. Por alguna extraña razón, la cara del sujeto que tenía delante me resultaba un tanto familiar. *- ¿ Dónde lo habré visto antes? Me suena bastante pero no logro ubicarle en ninguna parte, ¿ será un pirata famoso?-* no paraba de preguntarme a la vez que le seguía hablando sobre mujeres y los numerosos trucos que hay para lograr que caigan a los pies de un hombre. El hombre parecía estar preso en un profundo trance... o eso me parecía. ¿ Quizás estaba bajo los efectos del alcohol o de alguna droga alucinógena?
El hombre, sin articular palabra, se dirigió a la puerta del camerino de Celeste mientras mi cara se tornaba pálida como la nieve ante tal acción. Sin dudarlo dos veces, me apresuré a seguir al hombre del parche. Temía por lo que le podría hacer a la pianista que había robado mi corazón con su magistral actuación de antes con el piano. Me detuve al umbral de la puerta y me asomé para echar un vistazo, por suerte la joven señorita no se encontraba en su camerino, por lo cual me sentí un poco aliviado. Mi misterioso acompañante andaba por la habitación y empezó a comer unos cuantos platillos que habían en una mesa. - Encantador- dije con sarcasmo.
Ya que estaba ahí, empecé a echar una ojeada por la habitación solo por curiosear un rato. Había lo típico que necesitaba una mujer de su edad, perfumes, crema para la piel, cepillos, etc. Seguí mirando hasta que mis ojos se fijaron en un violín que estaba encima de una mesilla, quise resistirme pero mi amor por la música hizo que fuera hasta aquel objeto. Lo cogí con cuidado, como si fuera un recién nacido y me dispuse a tocar. No era muy bueno con la música, eso lo sabía perfectamente, pero comencé a " tocar" una melodía triste llamada " La Luna y el lobo". Una canción popular del North Blue que hablaba sobre un lobo que se había quedado solo, vagando por la estepa norteña en busca de algo o alguien que llenara su vacio y por eso siempre le aullaba a la Luna, buscando consuelo en ella. Al cabo de un par de notas, un par de lágrimas asomaron por mis ojos.
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Arribor escuchó con deleite la sinfonía del extraño gallo. No imaginaba que un pajarraco supiera tocar un instrumento tan complicado como el violín, sobre todo teniendo en cuenta que tenía plumas en vez de dedos. Pero poco a poco fue cambiando. Su cuerpo adoptó forma humana, sustituyendo sus plumas de colores por ropa y piel. Su pico se transformó en una boca normal, y su llamativa cresta roja en cabello negro. Y no solo él; toda la realidad estaba retornando a su estado habitual. Los colores se hacían menos intensos y sus pensamientos volvían a fluir con rapidez. Al menos con la rapidez acostumbrada.
-¿Qué demonios hago aquí? -preguntó cuando despertó de la loca intoxicación causada por las setas.
Ya no se sentía desorientado ni confuso porque estuviese drogado, sino porque estar desorientado y confuso era parte natural de su día a día. Por alguna razón, al concentrarse en la canción había conseguido que se pasasen casi todos los efectos de los hongos que había consumido. O a lo mejor había entrado en una nueva dimensión de cuelgue de lo más metafísica.
-¿Y quién eres tú? Oye, no llores, que no es para tanto; no tocas tan mal -Mientras hablaba echaba un vistazo a la habitación donde había terminado. ¿Dónde demonios se había metido?-. ¿Esta es tu casa o algo así?
Como si estuviese en la suya propia, comenzó a cotillear lo que había por ahí. Había varios platos llenos de migas, pero nada para comer. únicamente veía cremas, cosméticos y cosas de lo más comunes. ¿Y por qué hacía tanto frío?
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Mientras seguía tocando el delicado violín, un par de lágrimas empezaron a salir por mis morados ojos, haciendo que mis gafas se mojaran un poco. ¿Por qué lloraba? Esa pregunta tiene una respuesta muy simple, era melómano por lo que disfrutaba más de la música que una persona normal y corriente... Cada nota, cada melodía proveniente de un instrumento musical sacaba lo mejor de mí, hacía que sintiera más y que siguiera luchando por mi sueño de componer la melodía más triste del mundo. Aún no alcanzaba a los grandes maestros de la música ya que tenía mucho camino por recorrer para llegar a ese nivel de maestría, empecé a tocar un poco más rápido mientras seguía deleitándome con mi propia música.
El hombre que hace unos momentos estaba engullendo la comida de la dueña del camerino en el que nos encontrábamos en ese momento pareció volver en sí, preguntó que donde diablos se encontraba para luego preguntarme que quien era yo. *- Parece que ha vuelto a sus cabales, quizás ahora puedo iniciar una conversación normal con este extraño sujeto.-* Pensé mientras dejaba de tocar y ponía el violín delicadamente en el suelo, para luego quitarme las gafas y mirar fijamente a mi extraño acompañante.
- Te encuentras en la isla de Drum, el Reino Sakura. Un lugar famoso por sus cerezos. Ahora mismo te encuentras en un camerino, en un bar, donde la dueña de esta habitación aparecerá de un momento a otro mientras hablo - dije mientras jugaba con el puro que se estaba extinguiendo. - En cuanto a mí, sólo soy un viajero que deambulaba por ese sitio con la intención de conquistar a la bella dama que debería estar entre estas cuatro paredes, lo cual resulta extraño, ya que debería de estar encontrarse aquí. ¿Y tú quien eres? - contesté sin revelarle mi nombre, por si resultaba ser un criminal.
Después de que el misterioso hombre hablara, se escuchó un golpe sordo proveniente del pasillo. ¿Que habrá pasado?
El hombre que hace unos momentos estaba engullendo la comida de la dueña del camerino en el que nos encontrábamos en ese momento pareció volver en sí, preguntó que donde diablos se encontraba para luego preguntarme que quien era yo. *- Parece que ha vuelto a sus cabales, quizás ahora puedo iniciar una conversación normal con este extraño sujeto.-* Pensé mientras dejaba de tocar y ponía el violín delicadamente en el suelo, para luego quitarme las gafas y mirar fijamente a mi extraño acompañante.
- Te encuentras en la isla de Drum, el Reino Sakura. Un lugar famoso por sus cerezos. Ahora mismo te encuentras en un camerino, en un bar, donde la dueña de esta habitación aparecerá de un momento a otro mientras hablo - dije mientras jugaba con el puro que se estaba extinguiendo. - En cuanto a mí, sólo soy un viajero que deambulaba por ese sitio con la intención de conquistar a la bella dama que debería estar entre estas cuatro paredes, lo cual resulta extraño, ya que debería de estar encontrarse aquí. ¿Y tú quien eres? - contesté sin revelarle mi nombre, por si resultaba ser un criminal.
Después de que el misterioso hombre hablara, se escuchó un golpe sordo proveniente del pasillo. ¿Que habrá pasado?
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El viajero seductor tuvo el detalle de explicarle a qué infierno helado había ido a parar. No recordaba haber oído hablar jamás del Drum ni de sus cerezos, pero le extrañaba bastante que pudieran tener tan buenas cerezas con ese tiempo. ¿Qué clase de fruteros serían aquellos? En cualquier caso, al menos ya sabía dónde había terminado.
-Yo soy Arribor -se presentó sin dejar de dar cuenta de una cestita de magdalenas de sabores. Pero cuando vio que tenía una etiqueta en la que ponía “Cupcakes”, las dejó en su sitio. Odiaba a la gente que inventaba nombres raros para las magdalenas-. Soy un pirata. ¿No habrás visto mi barco por ahí, no?
Normalmente la gente solía darse cuenta de su presencia en cualquier lugar, pero gracias a esa maldita seta alucinógena no había podido armar escándalo y llamar la atención. Quizás, bien pensado, fuera mejor así.
De repente comenzaron a oírse golpes fuera del camerino. Arribor supuso que sería la dueña de aquella habitación tan bien servida, así que salió por la puerta dispuesto a explicarle un par de cosas sobre magdalenas. Pero cuando vio lo que se estaba cociendo allí se olvidó de todo.
El rubor subió por sus mejillas al ver a un grupo de cuatro mujeres más o menos de su edad, vestidas solo con bikinis - unas prendas innecesariamente temerarias teniendo en cuenta el clima de la isla-, y armadas hasta los dientes atacar a otra chica. El pirata se quedó sin palabras. Se pellizcó en la mejilla y se preguntó si estaría todavía delirando.
-¿Quiénes sois vosotros? -preguntó una de las asaltantes-. Marchaos si queréis seguir viviendo. ¿O es que no reconocéis a la Banda de las Ladronas Sexys?
“Si. Sin duda, sigo alucinando”.
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El hombre de un sólo ojo se presentó como Arribor, un pirata, y me preguntó si había visto su barco en alguna parte de la gélida isla de Drum. Por alguna extraña razón, el nombre de aquel pirata me sonaba de gran manera, haciendo que intentara hacer memoria. *- Hum... pelinegro, con un parche en el ojo, un hueco en el pecho. ¿ Quizás sea un famoso pirata de cuyo nombre y rostro no recuerdo?-* pensé mientras Arribor cogió una cesta llena de magdalenas.
- Ya que te has presentado, no me queda otra que hacer lo mismo. Me llamo Jolly Borgia y también soy un pirata, en cuanto a tu barco, no tengo idea de como es así que no puedo ayudarte con eso. Un sonido proveniente de afuera llamó por completo nuestra atención, a lo que el pelinegro se adelantó para comprobar que se estaba cociendo en el pasillo. Me encogí de hombros y volví a coger el delicado y exquisito violín de antes para volver a disfrutar de la suave melodía que nacía al tocar sus cuerdas. Un gran ímpetu recorrió cada célula de mi ser, toqué y toqué dejando salir todos los sentimientos negativos que habían almacenados en mi interior, cada nota que interpretaba, cada movimiento al compás, traía luz a mi corazón.
Al ver que aún había barullo en el exterior, me puse bastante molesto y decidí salir a pedir silencio. - ¿ Es que no se puede componer a gusto sin que una bandada de loros provoque ruido? - Salí dando un portazo a la puerta en señal de enfado. El cabreo se evaporó pues la gran visión de la que estaba siendo testigo hizo que abriera los ojos como platos. Unas cuantas damas de aspecto erótico y vestidas con bikinis pero armadas con algunas pistolas y espadas, estaban metiéndose con la encantadora pianista de antes. Una de las mujeres nos preguntó quienes éramos y nos amenazó con matarnos si no nos íbamos.
- Señoritas- avancé con paso decisivo hacia aquel grupo de mujeres. - ¿Puedo preguntar, si no es mucha molestia, el motivo por el cual estáis atacando a esta joven damisela? - pregunté mientras sonreía de una forma tranquilizadora.
- Esta maldita mocosa se ha negado a unirse a nuestra banda, queremos a un muchacha como esta para que nos haga de señuelo en nuestros robos. ¿ Pero por qué te estoy diciendo todo esto? Retrocede si no quieres que te vuele la cabeza, cariño - una de las mujeres me apuntó con un rifle, concretamente la que estaba sujetando a Celeste la pianista.
La tensión se mascaba en el ambiente, sin duda si ninguno de los dos hacía nada, probablemente harían daño a la joven música y... eso es algo que realmente me molestaba. ¿ Como se atrevían a levantarle un dedo a tan hermosa alma musical? Una sonrisa fría se dibujó entre mis labios. - De seguro puedo haceros de ayuda, mi lady- dije mientras seguía avanzando hasta colocarme delante de la mujer que estaba reteniendo a la rubia pianista. Lancé el violín que estaba sosteniendo al aire y ellas lo seguían con la vista. * - Esta es la mía-* desenvainé mi katana y con un corte le rompí el bikini de la parte de arriba, haciendo que sus atributos femeninos se expusieran al aire.
- Ya que te has presentado, no me queda otra que hacer lo mismo. Me llamo Jolly Borgia y también soy un pirata, en cuanto a tu barco, no tengo idea de como es así que no puedo ayudarte con eso. Un sonido proveniente de afuera llamó por completo nuestra atención, a lo que el pelinegro se adelantó para comprobar que se estaba cociendo en el pasillo. Me encogí de hombros y volví a coger el delicado y exquisito violín de antes para volver a disfrutar de la suave melodía que nacía al tocar sus cuerdas. Un gran ímpetu recorrió cada célula de mi ser, toqué y toqué dejando salir todos los sentimientos negativos que habían almacenados en mi interior, cada nota que interpretaba, cada movimiento al compás, traía luz a mi corazón.
Al ver que aún había barullo en el exterior, me puse bastante molesto y decidí salir a pedir silencio. - ¿ Es que no se puede componer a gusto sin que una bandada de loros provoque ruido? - Salí dando un portazo a la puerta en señal de enfado. El cabreo se evaporó pues la gran visión de la que estaba siendo testigo hizo que abriera los ojos como platos. Unas cuantas damas de aspecto erótico y vestidas con bikinis pero armadas con algunas pistolas y espadas, estaban metiéndose con la encantadora pianista de antes. Una de las mujeres nos preguntó quienes éramos y nos amenazó con matarnos si no nos íbamos.
- Señoritas- avancé con paso decisivo hacia aquel grupo de mujeres. - ¿Puedo preguntar, si no es mucha molestia, el motivo por el cual estáis atacando a esta joven damisela? - pregunté mientras sonreía de una forma tranquilizadora.
- Esta maldita mocosa se ha negado a unirse a nuestra banda, queremos a un muchacha como esta para que nos haga de señuelo en nuestros robos. ¿ Pero por qué te estoy diciendo todo esto? Retrocede si no quieres que te vuele la cabeza, cariño - una de las mujeres me apuntó con un rifle, concretamente la que estaba sujetando a Celeste la pianista.
La tensión se mascaba en el ambiente, sin duda si ninguno de los dos hacía nada, probablemente harían daño a la joven música y... eso es algo que realmente me molestaba. ¿ Como se atrevían a levantarle un dedo a tan hermosa alma musical? Una sonrisa fría se dibujó entre mis labios. - De seguro puedo haceros de ayuda, mi lady- dije mientras seguía avanzando hasta colocarme delante de la mujer que estaba reteniendo a la rubia pianista. Lancé el violín que estaba sosteniendo al aire y ellas lo seguían con la vista. * - Esta es la mía-* desenvainé mi katana y con un corte le rompí el bikini de la parte de arriba, haciendo que sus atributos femeninos se expusieran al aire.
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Por si la situación no fuese ya suficientemente rara, el violinista no tuvo otra idea más que desenvainar su espada y desnudar de cuello para arriba a una de las asaltantes con un rápido corte en su escaso atuendo. El bikini roto cayó al suelo pero su dueña no pareció tener intención de taparse. Le lanzó a su atacante una mirada furibunda.
-¿Pero qué haces? -dijo la chica mientras alzaba su espada-. ¿Es que eres un pervertido o algo? -El rostro de Arribor enrojeció considerablemente. ¿Acaso pensaba luchar con ellos semidesnuda? ¿No tenía vergüenza alguna? La mujer se giró hacia él de nuevo-. Y tú, tuerto, ¿por qué no me miras directamente? Eres un idiota.
Arribor se cubrió los ojos con las manos, intentando no mirarla directamente. Aunque tenía los dedos algo separados y podía mirar a través de ellos.
-Maldita sea, ¿es que no piensas ponerte nada encima? -exclamó el pirata, violentado.
La joven suspiró resignada, cogió una cinta de tela que tenía atada al muslo y se la ató alrededor del pecho, apenas vistiéndose con ella. No imaginaba cómo iba a soportar el frío de ese páramo helado con tan poca ropa, pero a ella parecía bastarle.
-¿Ya estás contento? -Y antes de que pudiera responder, la chica sacó un revólver de su cintura y empezó a disparar a ambos hombres.
Las balas rebotaron en el cuerpo de Arribor, quien apenas usó un poco de Haki para evitar que los proyectiles penetraran en su piel. En su lugar, rebotaron y dejaron varias muescas en las paredes del local y en la puerta del camerino. Esperaba que el propietario no le pasase a él la factura. Luego se acordó del violinista y se preguntó si las balas también le rebotaban a él.
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Tenía por la cabeza cortarle el bikini a aquella mujer, quería ver sus grandes dotes femeninas ya que me urgía verlas antes de que la cosa se pusiera más seria. La mujer a la que le corté su traje de baño me preguntó si era un pervertido a la vez que me miraba con furia, bueno, era algo que no podía negar pero al menos pude ver sus dos orgullos rebotar. La muchacha se dirigió hacia mi acompañante reclamándole que no la mirase de forma directa. Al ver el pecho descubierto de la pirata, un delgado chorro de sangre salió por mi nariz y tenía la mirada fija en el epicentro de mi perversión.
El hombre que me acompañaba tenía una notoria vergüenza ante tal espectáculo, yo en mi caso, estaba absorto ante tal visión y sin querer bajé la guardia por mis deseos eróticos, el sólo ver a una mujer humana desnuda alegraba de grata forma a mis violáceos ojos. Por un momento me olvidé de mi furia de antes. - Señorita, tiene usted un hermoso busto y le agradezco por tal exquisito panorama. Me imagino que sus amigas también tienen unos buenos dotes regalados por los dioses - dije mientras hacía una reverencia mientras unas gotas de sangre caían de mi nariz al piso.
La mujer sin el bikini suspiró y se colocó una cinta sobre el busto para taparlo, luego sacó un revolver para disponerse a liarse a tiros conmigo y con el tio que estaba al lado. "-Mierda, si no hago nada me va a convertir en un colador-" pensé mientras repasaba mis opciones en tan escaso tiempo. Avancé hacia delante, dando una voltereta. Cuatro disparos resonaron en el aire, dos se dirigían a mí y los otros tenían como destinatario al del parche en el ojo. Conseguí esquivar uno pero, sin embargo, uno me dió en la pierna y sólo pude morderme los labios en señal de dolor.
Conseguí acercarme lo suficiente como para estar cara a cara con la desconocida, incluso con la pierna sangrando, adopté la mirada más sexy y la sonrisa más gentil que poseía en mi repertorio. - ¿ Por qué luchar por este sin sentido ? Mujeres tan bellas y dulces como vosotras conquistarían el mundo de los hombres sin dudarlo, con vuestro número actual de doncellas guerreras deberíais poder conseguirlo asi que esta joven pianista no es necesaria para vuestro propósito - Miré y sonreí a cada una de las mujeres, eso debía hacer que cayeran bajo mis encantos y dejaran de molestar.
- Del rosal salen las rosas más bonitas, de las rosas los perfumes más aromáticos y de tus labios, cariño mío, un amor que me enloquece - terminé mis palabras besando a la mujer haciendo que esta soltara el arma y me mirase con deseo. - Su- su-su-pongo que-que tienes razón, no-no tenemos nada que hacer aquí.- dijo toda sonrojada a la vez que tartamudeaba nerviosa. Al parecer mi plan había funcionado.
El hombre que me acompañaba tenía una notoria vergüenza ante tal espectáculo, yo en mi caso, estaba absorto ante tal visión y sin querer bajé la guardia por mis deseos eróticos, el sólo ver a una mujer humana desnuda alegraba de grata forma a mis violáceos ojos. Por un momento me olvidé de mi furia de antes. - Señorita, tiene usted un hermoso busto y le agradezco por tal exquisito panorama. Me imagino que sus amigas también tienen unos buenos dotes regalados por los dioses - dije mientras hacía una reverencia mientras unas gotas de sangre caían de mi nariz al piso.
La mujer sin el bikini suspiró y se colocó una cinta sobre el busto para taparlo, luego sacó un revolver para disponerse a liarse a tiros conmigo y con el tio que estaba al lado. "-Mierda, si no hago nada me va a convertir en un colador-" pensé mientras repasaba mis opciones en tan escaso tiempo. Avancé hacia delante, dando una voltereta. Cuatro disparos resonaron en el aire, dos se dirigían a mí y los otros tenían como destinatario al del parche en el ojo. Conseguí esquivar uno pero, sin embargo, uno me dió en la pierna y sólo pude morderme los labios en señal de dolor.
Conseguí acercarme lo suficiente como para estar cara a cara con la desconocida, incluso con la pierna sangrando, adopté la mirada más sexy y la sonrisa más gentil que poseía en mi repertorio. - ¿ Por qué luchar por este sin sentido ? Mujeres tan bellas y dulces como vosotras conquistarían el mundo de los hombres sin dudarlo, con vuestro número actual de doncellas guerreras deberíais poder conseguirlo asi que esta joven pianista no es necesaria para vuestro propósito - Miré y sonreí a cada una de las mujeres, eso debía hacer que cayeran bajo mis encantos y dejaran de molestar.
- Del rosal salen las rosas más bonitas, de las rosas los perfumes más aromáticos y de tus labios, cariño mío, un amor que me enloquece - terminé mis palabras besando a la mujer haciendo que esta soltara el arma y me mirase con deseo. - Su- su-su-pongo que-que tienes razón, no-no tenemos nada que hacer aquí.- dijo toda sonrojada a la vez que tartamudeaba nerviosa. Al parecer mi plan había funcionado.
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"Vaya, este tío sí que sabe como seducir", pensó Arribor al ver como el músico, aparentemente ajeno a la herida de su pierna, besaba a su atacante con una soltura inaudita. ¿Cómo no se le había ocurrido eso a él? Quizás así hubiera evitado tanta violencia innecesaria. ¿Y si lo probaba con otra de las bandidas? Una de ellas lo miró como si le hubiera leído los pensamientos.
-Ni se te ocurra, vista-de-lince -le espetó.
"Que cruel". No sabía si le dolía más el rechazo o la burla a su ojo malo. Si ya lo decía su abuelo: las mujeres son seres malvados. "¿Qué tendrá él que no tenga yo?".
-¿Cómo podéis dejaros engatusar así? -exclamó otra de las chicas a sus compañeras. No parecía haberse tomado bien que el violinista las sedujese con sus encantos. Sacó ella también una pistola y la apuntó contra la sien de su prisionera-. Al cuerno con ese guaperas, dadnos el dinero y luego nos iremos con la chica. Si nos seguís la matar... ¡Ahhh!
Arribor se dio un susto de muerte cuando le chica gritó. ¿Qué puñetas le pasaba? Entonces vio que Franklin había hecho acto de presencia y lo comprendió. Cualquiera se asustaría al ver a esa cosa, una mole gris y de olor penetrante, con colmillos tan largos como su brazo, y ojos oscuros y diminutos. Un hilillo de baba caía de su horrenda boca. Casi compadecía a aquellas chicas. La impresión que Franklin causaba era difícil de olvidar. Pero la impresión que se llevó él al ver cómo la joven abrazaba a la morsa fue aún mayor.
-¡Qué monada...! -exclamó con voz aguda.
-¿Monada? -repitió Arribor, incrédulo.
-Mira que bigotes más monos -dijo. Acarició la barbilla de Franklin, que parecía contento ante tanta atención. Normalmente la gente no reaccionaba así ante él. Casi parecía haberse olvidado de su rehén y de todos los demás.
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Disfruté de un dulce sabor a carmín y a moras en mis labios, fruto de haber besado a aquella bandida. -*Con suerte, mi numerito de galán debería ser capaz de calmarlas-* pensé mientras por dentro gritaba de dolor por la maldita herida que me había hecho la loca de la pistola. El resto me miraba con cierto deseo, excepto una morena que me estaba dirigiendo una mirada iracunda y se mostraba bastante molesta ante el panorama. Desenfundó su propia arma, apartó a la muchacha a la que había besado y cogió de rehén a la pianista. - ¡¿Cómo os habéis dejado engañar por este tipo?! - gritó la morena.
*- Maldita sea, ¿cual es su problema? ¿ Acaso es lesbiana? - me pregunté realmente sorprendido ante el hecho de que mis encantos masculinos no hubieran hecho mella en ella. Normalmente esa clase de trucos me abrían las puertas de las alcobas de las damiselas, pero esta vez el destino se mofó de mi justo en mi cara. Precisamente en ese momento, un recuerdo sobre la primera dama que cayó bajo la seducción de mis palabras vino a mi mente. Se llamaba Julie, una jovencita que apenas alcanzaba los 20 años de edad, su pelo era el como el reflejo del mar en una tarde de tormenta. Su rostro, pálido como la nieve de invierno y con unas ligeras pecas, mostraba una gentil y amable sonrisa capaz de llenar de alegría al corazón más frío... pero lo que me aconteció con ella es otra historia.
Ahora debía lidiar con una chalada que se había resistido a mis palabras por alguna razón y que amenazaba con volarle la cabeza a mi querida Celeste. De repente y de la nada, la pistolera soltó un agudo e irritante grito. Busqué con la mirada el motivo de tal reacción hasta que mis ojos se posaron en un extraño y horrible animal de tono grisáceo. Al parecer a la muchacha le gustaba aquel bicho, por lo que dejó libre a la pianista y se dispuso a dar mimos a aquella cosa mientras resaltaba lo mono que le parecía. *- Perfecto, una chalada y con un gusto horrible hacia los animales. ¿Por qué siempre me tocan las raritas? - me pregunté a la vez que aprovechaba el descuido de la pelinegra y de sus compañeras que seguían estando en babia por mis encantos, avanzando lentamente hacia la pianista indicándole que escapa lo más rápido que pudiera.
- Ey, no digas nada y corre, mi compañero y yo las entretendremos para que puedas escapar de estas chifladas. - le susurré al oído. Ella asintió y desapareció por el pasillo. Ahora sólo quedaba hacerse cargo de la chalada de la pistola y para ello, podría usar a sus compañeras en su contra, ya que había ganado sus corazones. - Damiselas, si os hacéis cargo de vuestra compañera, será un honor para mí tener una cita con ustedes - dediqué mi sonrisa de Romeo al finalizar la frase. Ellas se miraron unas a otras como si se estuvieran poniendo de acuerdo y se lanzaron a reducir a la chica que estaba acariciando a la mascota del hombre del parche.
*- Maldita sea, ¿cual es su problema? ¿ Acaso es lesbiana? - me pregunté realmente sorprendido ante el hecho de que mis encantos masculinos no hubieran hecho mella en ella. Normalmente esa clase de trucos me abrían las puertas de las alcobas de las damiselas, pero esta vez el destino se mofó de mi justo en mi cara. Precisamente en ese momento, un recuerdo sobre la primera dama que cayó bajo la seducción de mis palabras vino a mi mente. Se llamaba Julie, una jovencita que apenas alcanzaba los 20 años de edad, su pelo era el como el reflejo del mar en una tarde de tormenta. Su rostro, pálido como la nieve de invierno y con unas ligeras pecas, mostraba una gentil y amable sonrisa capaz de llenar de alegría al corazón más frío... pero lo que me aconteció con ella es otra historia.
Ahora debía lidiar con una chalada que se había resistido a mis palabras por alguna razón y que amenazaba con volarle la cabeza a mi querida Celeste. De repente y de la nada, la pistolera soltó un agudo e irritante grito. Busqué con la mirada el motivo de tal reacción hasta que mis ojos se posaron en un extraño y horrible animal de tono grisáceo. Al parecer a la muchacha le gustaba aquel bicho, por lo que dejó libre a la pianista y se dispuso a dar mimos a aquella cosa mientras resaltaba lo mono que le parecía. *- Perfecto, una chalada y con un gusto horrible hacia los animales. ¿Por qué siempre me tocan las raritas? - me pregunté a la vez que aprovechaba el descuido de la pelinegra y de sus compañeras que seguían estando en babia por mis encantos, avanzando lentamente hacia la pianista indicándole que escapa lo más rápido que pudiera.
- Ey, no digas nada y corre, mi compañero y yo las entretendremos para que puedas escapar de estas chifladas. - le susurré al oído. Ella asintió y desapareció por el pasillo. Ahora sólo quedaba hacerse cargo de la chalada de la pistola y para ello, podría usar a sus compañeras en su contra, ya que había ganado sus corazones. - Damiselas, si os hacéis cargo de vuestra compañera, será un honor para mí tener una cita con ustedes - dediqué mi sonrisa de Romeo al finalizar la frase. Ellas se miraron unas a otras como si se estuvieran poniendo de acuerdo y se lanzaron a reducir a la chica que estaba acariciando a la mascota del hombre del parche.
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-¿Y quién querría una cita con este tipo? -espetó Arribor. Recibió varias miradas de las mujeres armadas e incluso Franklin le dedicó una mueca de confusión-. Oh, vaya, ¿lo he dicho en voz alta? Olvidadlo, como si yo no estuviera.
Nadie pareció tener reparos en ignorarle tal y como les había pedido, así que se limitó a ver el espectáculo.
Todas las bandidas comenzaron a discutir de repente entre sí. Se gritaban, se insultaban y más de una vez se tiraron del pelo o se apuntaron con armas. Al principio, Arribor pensó que eran idiotas por pelearse únicamente por las palabras del tal Jolly. “Tengo que aprender ese truco”, se dijo. Lo cierto era que le gustaba su soltura y su picardía, sobre todo porque él no tenía mucha idea acerca de seducción. Luego se dio cuenta de porqué discutían en realidad.
-Voy a matarlo yo, perras -exclamó una de ellas.
-Ni de coña, me lo cargaré yo. ¿Habéis visto como me ha mirado el culo? -replicó otra.
-¿Puedo quedarme con esta cosa de mascota? -intervino la que acariciaba a Franklin.
-¿De verdad crees que eres tan guapo? -preguntó una cuarta, encarándose con el seductor violinista-. No puedes convencernos de que te ayudemos solo porque tengas una sonrisa bonita, una voz dulce, unos ojos del color del mar al ocaso y... ¡No me distraigas, embaucador! Mierda, la chica se ha escapado.
“Si que han tardado en darse cuenta”, pensó Arribor. De repente, el grupo pareció ponerse de acuerdo y asintieron al mismo tiempo.
-Es hora de que nos larguemos. Esto se ha vuelto demasiado complicado. Y tú, deja a ese bicho quieto. ¡Banda de las Ladronas Sexys, retirada!
Y de repente, lanzó algo contra el suelo y formó una nube de humo violeta que olía a jazmín. El pobre Franklin se desmayó nada más respirarlo y Arribor se mareó un poco. Pero cuando el humo se hubo disipado... las chicas estaban huyendo por la puerta trasera. A una se le había enganchado la ropa a un clavo suelto y por eso tardaban, lo que le restó mucha epicidad a su huida. En cuanto se perdieron de vista por fin, Arribor se volvió hacia el que antes había sido un gallo.
-Eso ha sido raro. En fin, sigo teniendo hambre. ¿Y si me invitas a comer, guaperas? -sugirió, todo inocencia.
En ese momento cayó en la cuenta de que no tenía ni idea de dónde diablos estaba. ¿Y su barco? ¿Cómo había llegado allí? Malditas setas. Aunque le quedaba una última opción.
-Y ya de paso, ¿puedes llevarme? Necesito un barco que me saque de aquí o al menos alguien que me lleve hasta el mío. Si me haces el favor, en mi banda tengo un hueco. Pero solo si me enseñas ese truco tuyo.
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Mi compañero del parche lanzó una pregunta al aire que llamó la atención de las mujeres. "Maldición, ahora que las tenía tan cerca" pensé mientras me mordía el labio inferior debido al dolor que sentía por el balazo que había recibido antes en la pierna. Realmente me escocía y seguía saliendo una delgada línea de sangre, realmente necesitaba la ayuda de algún médico pero eso debía esperar, no era el momento adecuado para ello. Tenía un asunto "tetil" por resolver. Me limité a esperar a que aquellas malditas locas buenorras se pegaran unas a otras... pero algo parecía ir mal, me daba la sensación de que debía tener cuidado.
Blasfemé para mis adentros, mi plan , que un principio parecía buena idea, se había vuelto contra mí. Pues aquellas mujerzuelas discutían por reservarse el derecho de llevarse mi cabeza, en resumen, acabar conmigo. Una de ellas me preguntó si me creía tan guapo,(obviamente yo me considero así y todas las mujeres con las que he compartido lecho igual) para luego empezar a decirme halagos inconscientemente.
- Es una lástima... Lo podíamos haber pasado tan bien - dije adoptando mi típica voz y mirada de semental mientras una sonrisa falsa se dibujaba entre mis labios.
Finalmente se dieron cuenta de que la muchacha que querían reclutar a la fuerza se había marchado, suspiré de alivio al haber podido salvar a aquella hermosa y pura musa de la música de cabellos rubios. Si aquellas mujeres decidían matarme, no me quedaría de brazos cruzados esperando al frío abrazo de la muerte. Moriría al menos intentando llevarme a alguna por delante. Más no fue necesario, al escaparse su principal objetivo decidieron retirarse y desaparecieron tras una bomba de humo. Curiosamente habían puesto esencia de jazmín entre los componentes, lo cual era de agradecer debido a mi olfato sensible.
Tras el escape de aquellas mujeres que parecían haberse escapado de un circo, el hombre de pelo negro que respondía al nombre de Arribor se acercó a él. Parecía que quería algo de mí. *-Eso ha sido raro. En fin, sigo teniendo hambre. ¿Y si me invitas a comer, guaperas?- dijo aquel sujeto. Pero no solo me pidió eso, también necesitaba de alguien que le llevase junto a su barco y me propuso unirme a su tripulación de aceptar con la condición de que le enseñase mis trucos de seducción.
- Hmm... supongo que podría ayudarte, de todas formas me es aburrido el tener que ir de un lado a otro en completa soledad con la música y alguna que otra dama como compañía. Acepto tu propuesta, ya verás como hasta alguien como tú es capaz de camelarse hasta a una princesa con las palabras y los gestos adecuados - sonreí mientras conducía al que ahora era mi capitán al pequeño bote que había robado para venir hasta aquí y que se encontraba amarrado en el puerto. Y ese fue el comienzo de mis andadas como el nuevo músico de los Piratas Sincorazón.
Blasfemé para mis adentros, mi plan , que un principio parecía buena idea, se había vuelto contra mí. Pues aquellas mujerzuelas discutían por reservarse el derecho de llevarse mi cabeza, en resumen, acabar conmigo. Una de ellas me preguntó si me creía tan guapo,(obviamente yo me considero así y todas las mujeres con las que he compartido lecho igual) para luego empezar a decirme halagos inconscientemente.
- Es una lástima... Lo podíamos haber pasado tan bien - dije adoptando mi típica voz y mirada de semental mientras una sonrisa falsa se dibujaba entre mis labios.
Finalmente se dieron cuenta de que la muchacha que querían reclutar a la fuerza se había marchado, suspiré de alivio al haber podido salvar a aquella hermosa y pura musa de la música de cabellos rubios. Si aquellas mujeres decidían matarme, no me quedaría de brazos cruzados esperando al frío abrazo de la muerte. Moriría al menos intentando llevarme a alguna por delante. Más no fue necesario, al escaparse su principal objetivo decidieron retirarse y desaparecieron tras una bomba de humo. Curiosamente habían puesto esencia de jazmín entre los componentes, lo cual era de agradecer debido a mi olfato sensible.
Tras el escape de aquellas mujeres que parecían haberse escapado de un circo, el hombre de pelo negro que respondía al nombre de Arribor se acercó a él. Parecía que quería algo de mí. *-Eso ha sido raro. En fin, sigo teniendo hambre. ¿Y si me invitas a comer, guaperas?- dijo aquel sujeto. Pero no solo me pidió eso, también necesitaba de alguien que le llevase junto a su barco y me propuso unirme a su tripulación de aceptar con la condición de que le enseñase mis trucos de seducción.
- Hmm... supongo que podría ayudarte, de todas formas me es aburrido el tener que ir de un lado a otro en completa soledad con la música y alguna que otra dama como compañía. Acepto tu propuesta, ya verás como hasta alguien como tú es capaz de camelarse hasta a una princesa con las palabras y los gestos adecuados - sonreí mientras conducía al que ahora era mi capitán al pequeño bote que había robado para venir hasta aquí y que se encontraba amarrado en el puerto. Y ese fue el comienzo de mis andadas como el nuevo músico de los Piratas Sincorazón.
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