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Keith S. Branwen
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Las cejas del joven dragón se alzaron al oír la respuesta de la serpiente, pero no mostró más indicios de sorpresa que eso. Debía admitir que eso no se lo esperó. Verdaderamente, nunca pensó que tendría algo en común con su maldito rival. La ironía era tan grande que casi se hecho a reír allí mismo. Afortunadamente, pudo controlar las ganas a tiempo. ¿Así que Slicerin tenía una hermana desaparecida también? Keith se preguntó cómo sería ella. Solo esperaba que no fuera un arrogante imbécil como su hermano, aunque lo dudaba. El pelirrojo lleva el ego a un nivel nunca antes visto y no creía que alguien pudiera superarlo en ese apartado, ni siquiera él cuando estaba en “modo” bastardo. En cuanto a lo otro, era chistoso que sus situaciones parentales fueran completamente opuestas. Él quería ver al suyo derrotado y de rodillas pidiendo piedad, cosa que él no haría en lo más mínimo. Ese bastado no tenía redención alguna. No después de lo que le hizo a su pobre madre y a su mejor amiga. No lo mataba simplemente porque no se rebajaría a su nivel. Le vencería de forma limpia, pero sin compasión alguna.
– Digo lo mismo. La verdad nunca esperé tener algo en común contigo, por lo que es algo sorpresivo – pese a decir eso, su rostro seguía impasible. No mostraría signo de debilidad alguno frente a la serpiente. Antes muerto que hacer eso.
Por otro lado, su ambición era digna de alguien tan siniestro como él. No tenía idea para que quería utilizar esas armas biológicas que crearía más adelante y, la verdad, tan poco quería saber. A saber que se traía entre manos el pelirrojo, pero no debía ser bueno. Lo de las frutas del diablo… eso si lo veía un poco imposible. Se suponía que el cuerpo de una persona no resistía el consumo de más de una akuma no mi por alguna razón. Nunca había visto a alguien que consumiera una segunda frente a él, pero había oído rumores de que esas personas sufrían una combustión inmediata.
– Rumores son rumores. Además… esa persona refutó la teoría, por lo que debía ser otra cosa – pensó mientras fruncía levemente el ceño.
El dragón pensaba acerca de ese famoso Yonkou que vivió hace un siglo más o menos. Si mal no recordaba, se hizo famoso en aquella guerra de Marineford luego de consumir la fruta de Barbablanca por medios desconocidos. ¿Cómo lo había hecho? No tenía idea, aunque sentía curiosidad por aquello. Si podía tener una segunda fruta, entonces podría darle vuelta la partida a su padre, por no decirlo de otro modo. Después de todo, para él esto era como una partida de ajedrez.
– Suerte con no morir inmediatamente... Aunque una persona ya lo logró, así que supongo que es posible – terminó de decir mientras caminaba a paso lento hacia la posada.
– Digo lo mismo. La verdad nunca esperé tener algo en común contigo, por lo que es algo sorpresivo – pese a decir eso, su rostro seguía impasible. No mostraría signo de debilidad alguno frente a la serpiente. Antes muerto que hacer eso.
Por otro lado, su ambición era digna de alguien tan siniestro como él. No tenía idea para que quería utilizar esas armas biológicas que crearía más adelante y, la verdad, tan poco quería saber. A saber que se traía entre manos el pelirrojo, pero no debía ser bueno. Lo de las frutas del diablo… eso si lo veía un poco imposible. Se suponía que el cuerpo de una persona no resistía el consumo de más de una akuma no mi por alguna razón. Nunca había visto a alguien que consumiera una segunda frente a él, pero había oído rumores de que esas personas sufrían una combustión inmediata.
– Rumores son rumores. Además… esa persona refutó la teoría, por lo que debía ser otra cosa – pensó mientras fruncía levemente el ceño.
El dragón pensaba acerca de ese famoso Yonkou que vivió hace un siglo más o menos. Si mal no recordaba, se hizo famoso en aquella guerra de Marineford luego de consumir la fruta de Barbablanca por medios desconocidos. ¿Cómo lo había hecho? No tenía idea, aunque sentía curiosidad por aquello. Si podía tener una segunda fruta, entonces podría darle vuelta la partida a su padre, por no decirlo de otro modo. Después de todo, para él esto era como una partida de ajedrez.
– Suerte con no morir inmediatamente... Aunque una persona ya lo logró, así que supongo que es posible – terminó de decir mientras caminaba a paso lento hacia la posada.
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¿Suerte con no morir? Estaba claro que Venom pensaba usar conejillos de indiciar para poder realizar aquel poder que pretendía. Ni loco lo iba a probar en su cuerpo sin haber realizado antes los experimentos correspondientes. Para ello usaría criminales o si era necesario estúpidos marines que sobrasen en su marina justa y perfecta. Los corruptos podían ser los elegidos para ejecutar el plan de erradicación de idiotas. Era una persona que pensaba en aquellas cosas de forma dría y no era algo anormal en él. Soltó un pequeño suspiro y continuó avanzando despacio detrás del pequeño gato asustadizo. Estaba claro que deseaba darle de nuevo otra paliza, pero por el momento la cosa estaba calmada. Tan solo tenían que terminar con el puto entrenamiento de una vez por todas. Estaba seguro de que ya era suficiente y que por su parte sus poderes habrían triplicado su potencia.
- Está claro que voy a lograr mi objetivo a como dé lugar, gatito.
Dijo de forma seria mientras avanzaba. No tardaron mucho más en llegar y fue entonces cucando el pelirrojo abrió la puerta. El ambiente parecía ser un poco pobre debido a que apenas había gente. La verdad, el pelirrojo estaba ya cansado de ver siempre las mismas caras y por ello se tiró al suelo allí mismo. Quedó bocarriba y soltó un gruñido al techo mientras cerraba los puños con rabia y fruncía el ceño. Miró al dragón con cara de pocos amigos, se notaba muy desesperado. De vez en cuando no estaba mal perder el control. La cosa era… Aquello le parecía una gilipollez. Había entrenado suficiente y se notaba una persona fuerte y distinta. Sus azulados ojos se clavaron en el techo de madera y después de unos momentos impactó su puño contra el suelo de forma violenta.
- Estoy hasta las narices. Si paso un maldito día más en esta isla voy a estallar. Estoy cansado de tanto entrenamiento y lo único que quiero es poder seguir con mi camino en la marina. Si al menos pudiese mostrar mis mejoras… ¡De alguna jodida forma! – Gritó entonces apretando los dientes.
El camarero lejos de asustarse soltó un suspiro. Conversaba cada noche con Venom y lo conocía lo justo para saber que aquel enfado no sería nada grave. Además, lo mínimo que podía hacer era ofrecerle comida, descanso y si era necesario un comunicador para llamar a los superiores si él lo deseaba. El pelirrojo entonces frunció el ceño y se colocó en pie. Empezó a caminar hacia la habitación y dejó abierto por si venía detrás el gato. Se tumbó en la cama y se cruzó de brazos mientras miraba el techo.
- No pienso hacer más el imbécil. Me quedaré durmiendo los días restantes hasta que esta absurda idiotez esté completada ¿No te pasa lo mismo, Keith? – Preguntó al mismo tiempo que empezaba a relajarse. Ya no le molestaba el gatito, más bien el mero hecho de estar allí atrapado sin poder hacer nada.
- Está claro que voy a lograr mi objetivo a como dé lugar, gatito.
Dijo de forma seria mientras avanzaba. No tardaron mucho más en llegar y fue entonces cucando el pelirrojo abrió la puerta. El ambiente parecía ser un poco pobre debido a que apenas había gente. La verdad, el pelirrojo estaba ya cansado de ver siempre las mismas caras y por ello se tiró al suelo allí mismo. Quedó bocarriba y soltó un gruñido al techo mientras cerraba los puños con rabia y fruncía el ceño. Miró al dragón con cara de pocos amigos, se notaba muy desesperado. De vez en cuando no estaba mal perder el control. La cosa era… Aquello le parecía una gilipollez. Había entrenado suficiente y se notaba una persona fuerte y distinta. Sus azulados ojos se clavaron en el techo de madera y después de unos momentos impactó su puño contra el suelo de forma violenta.
- Estoy hasta las narices. Si paso un maldito día más en esta isla voy a estallar. Estoy cansado de tanto entrenamiento y lo único que quiero es poder seguir con mi camino en la marina. Si al menos pudiese mostrar mis mejoras… ¡De alguna jodida forma! – Gritó entonces apretando los dientes.
El camarero lejos de asustarse soltó un suspiro. Conversaba cada noche con Venom y lo conocía lo justo para saber que aquel enfado no sería nada grave. Además, lo mínimo que podía hacer era ofrecerle comida, descanso y si era necesario un comunicador para llamar a los superiores si él lo deseaba. El pelirrojo entonces frunció el ceño y se colocó en pie. Empezó a caminar hacia la habitación y dejó abierto por si venía detrás el gato. Se tumbó en la cama y se cruzó de brazos mientras miraba el techo.
- No pienso hacer más el imbécil. Me quedaré durmiendo los días restantes hasta que esta absurda idiotez esté completada ¿No te pasa lo mismo, Keith? – Preguntó al mismo tiempo que empezaba a relajarse. Ya no le molestaba el gatito, más bien el mero hecho de estar allí atrapado sin poder hacer nada.
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Keith bufó al escuchar el comentario de la serpiente y miró hacia el lado contrario. Debía admitir que tenía mucha confianza en sí mismo. Solo quedaba ver si lo lograba o terminaba cediendo a mitad de camino. El dragón suspiró y se dieron cuenta que ya habían llegado a la posada. Parpadeó un poco al ver como el pelirrojo se echaba allí mismo en el suelo, sin importarle lo que la gente pudiera opinar. El joven hubiera hecho algo al respecto, pero ya se estaba acostumbrando a las manías extrañas de la serpiente. Si algún día, por algún motivo raro, empezaba a arrastrarse por el suelo, no le extrañaría. “Técnicamente, no sería raro. ¿Acaso las serpientes no se la pasaban así todo el tiempo”, pensó mientras negaba un poco con la cabeza.
El dragón frunció el ceño al ver que el pelirrojo gruñía en su dirección. No se puso a la defensiva, pero si se tensó un poco. Dudaba que Slicerin fuera un imbécil como para empezar algo en medio de la posada. No solo era un lugar estrecho, sino que además había civiles alrededor. Pese a que no creía que lo hiciera, puesto que había muchos testigos de por medio, igual estaba preparado por si la serpiente se decidía en luchar en ese mismo lugar. Usaría sus poderes de hielo para espantarlos si era necesario.
Se relajó instantáneamente al ver que se trataba solo de uno de sus típicos berrinches. Mientras el pelirrojo se encontraba maldiciendo, el joven se acercó hacia al camarero y le pidió un refresco de cola bien helado. Unos segundos después, con refresco en mano, el joven siguió a la serpiente hasta su habitación compartida. Por suerte, Venom tuvo el taco suficiente para no cerrarle la puerta en toda la cara. Se echó en una de las paredes y bebió tranquilamente de su refresco mientras escuchaba sus palabras.
– Dormiría – empezó lentamente el joven luego de terminarse la bebida. – Pero aún debo terminar con algo – se explicó mientras bostezaba.
Bueno, la verdad era que tenía dos cosas sin solucionar. Aún debía entrenar su Busoshoku, por lo que seguía sin dar por concluido su entrenamiento del todo. En cuanto a lo otro, las desapariciones en la isla seguían. Eso quería decir que el criminal que mató Venom, no tenía nada que ver en todo lo que sucedía. La única forma de encontrarlo, sería capturarlo en el acto. Sus víctimas eran aleatorias, pero todas tenían un detalle: eran mujeres jóvenes.
– Si quieres hacer algo productivo, podrías ayudarme con el tema de las desapariciones. Quizá suceda algo y puedas mostrar tus mejoras – le sugirió el peligris mientras se encogía de hombros.
El dragón frunció el ceño al ver que el pelirrojo gruñía en su dirección. No se puso a la defensiva, pero si se tensó un poco. Dudaba que Slicerin fuera un imbécil como para empezar algo en medio de la posada. No solo era un lugar estrecho, sino que además había civiles alrededor. Pese a que no creía que lo hiciera, puesto que había muchos testigos de por medio, igual estaba preparado por si la serpiente se decidía en luchar en ese mismo lugar. Usaría sus poderes de hielo para espantarlos si era necesario.
Se relajó instantáneamente al ver que se trataba solo de uno de sus típicos berrinches. Mientras el pelirrojo se encontraba maldiciendo, el joven se acercó hacia al camarero y le pidió un refresco de cola bien helado. Unos segundos después, con refresco en mano, el joven siguió a la serpiente hasta su habitación compartida. Por suerte, Venom tuvo el taco suficiente para no cerrarle la puerta en toda la cara. Se echó en una de las paredes y bebió tranquilamente de su refresco mientras escuchaba sus palabras.
– Dormiría – empezó lentamente el joven luego de terminarse la bebida. – Pero aún debo terminar con algo – se explicó mientras bostezaba.
Bueno, la verdad era que tenía dos cosas sin solucionar. Aún debía entrenar su Busoshoku, por lo que seguía sin dar por concluido su entrenamiento del todo. En cuanto a lo otro, las desapariciones en la isla seguían. Eso quería decir que el criminal que mató Venom, no tenía nada que ver en todo lo que sucedía. La única forma de encontrarlo, sería capturarlo en el acto. Sus víctimas eran aleatorias, pero todas tenían un detalle: eran mujeres jóvenes.
– Si quieres hacer algo productivo, podrías ayudarme con el tema de las desapariciones. Quizá suceda algo y puedas mostrar tus mejoras – le sugirió el peligris mientras se encogía de hombros.
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No podía creerse que Keith le estuviese pidiendo ayuda. En otra ocasión se habría reído y le habría vacilado llamándole pequeño gatito o algo así, pero en aquellos momentos estaba demasiado frustrado como para ponerse a discutir. La serpiente roja abrió los ojos durante unos instantes y se quedó mirándole. Estaba bebiéndose algo de una lata y se había echado en la pared. Tal vez no perdía nada por poder romperle el cuello a alguien. Si las desapariciones continuaban es que había más sujetos peligrosos. Él había terminado con el destripador, le dejaría el otro a él, pero si había más claramente iba a reventar a unos cuantos. Soltó el mayor de los suspiros y cerró los ojos con fuerza después. Bostezó de forma exagerada y al hacerlo su mandíbula se desencajó haciendo que su boca pareciera capaz de tragarse una jodida botella de dos litros si hacía falta. Volvió a su mandíbula normal y después se estiró un poco.
Venom se colocó en pie y sin pensárselo mucho se quitó la cinta de la marina de la frente. También quitó el chaleco y la camiseta negra. Su cuerpo tonificado y musculoso quedó a la luz. Su piel blanca era exagerada haciéndole parecer recubierto de nieve. En su brazo derecho tenía un tatuaje en forma de serpiente negra, la cual mostraba la boca abierta y unos colmillos agresivos. En su espalda una enorme cicatriz en forma de V y por lo demás, varios cortes leves en el abdomen. Su mirada era bastante seria. Impacto su puño contra la palma de su otra mano y lanzó un par de patadas al aire a una velocidad impresionante. Su velocidad a la hora de combatir no paraba de aumentar cada día. Fue entonces cuando dirigió una seria mirada hacia el dragón que tenía frente a sus ojos.
- No me hace gracia ayudarte en algo, pero no puedo más con esta mierda. No pienso contenerme entonces, voy a descargar todo mi poder contra los culpables.
Los ojos de Venom cambiaron a dorados por unos leves instantes, de hecho, su brazo emitió un par de llamas doradas, pero rápidamente se apagaron. Su ceño se frunció y entonces abrió la ventana despacio. No pensaba perder más el tiempo y entonces saltó. Imbuyendo sus pies en haki armadura impactó contra el suelo y acto seguido miró al bosque. Esperó a que la lagartija llegase también y entonces se relamió despacio. Su lengua era algo más larga de lo normal y daba un poco de mala espina, sobre todo por lo húmeda que parecía. El marine serpiente entonces empezó a andar sin mochila y sin anda, solo con el pantalón y las sandalias. No necesitaba nada para reventar a sus presas. Sonrió de forma siniestra y el viento meció sus cabellos al mismo tiempo que reía de forma enfermiza.
- Voy a terminar con la vidas de todos… – Dijo con una voz algo tétrica. Se volvió a relamer de nuevo y después empezó a mover los brazos calentándolos.
Venom se colocó en pie y sin pensárselo mucho se quitó la cinta de la marina de la frente. También quitó el chaleco y la camiseta negra. Su cuerpo tonificado y musculoso quedó a la luz. Su piel blanca era exagerada haciéndole parecer recubierto de nieve. En su brazo derecho tenía un tatuaje en forma de serpiente negra, la cual mostraba la boca abierta y unos colmillos agresivos. En su espalda una enorme cicatriz en forma de V y por lo demás, varios cortes leves en el abdomen. Su mirada era bastante seria. Impacto su puño contra la palma de su otra mano y lanzó un par de patadas al aire a una velocidad impresionante. Su velocidad a la hora de combatir no paraba de aumentar cada día. Fue entonces cuando dirigió una seria mirada hacia el dragón que tenía frente a sus ojos.
- No me hace gracia ayudarte en algo, pero no puedo más con esta mierda. No pienso contenerme entonces, voy a descargar todo mi poder contra los culpables.
Los ojos de Venom cambiaron a dorados por unos leves instantes, de hecho, su brazo emitió un par de llamas doradas, pero rápidamente se apagaron. Su ceño se frunció y entonces abrió la ventana despacio. No pensaba perder más el tiempo y entonces saltó. Imbuyendo sus pies en haki armadura impactó contra el suelo y acto seguido miró al bosque. Esperó a que la lagartija llegase también y entonces se relamió despacio. Su lengua era algo más larga de lo normal y daba un poco de mala espina, sobre todo por lo húmeda que parecía. El marine serpiente entonces empezó a andar sin mochila y sin anda, solo con el pantalón y las sandalias. No necesitaba nada para reventar a sus presas. Sonrió de forma siniestra y el viento meció sus cabellos al mismo tiempo que reía de forma enfermiza.
- Voy a terminar con la vidas de todos… – Dijo con una voz algo tétrica. Se volvió a relamer de nuevo y después empezó a mover los brazos calentándolos.
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Keith ladeó su cabeza hacia un lado y arqueó una ceja en señal de sorpresa. Sabía de sobra que el pelirrojo iba a aceptar, de eso no había duda. Muy cabrona era su actitud, pero a final de cuentas seguía siendo un marine no corrupto (al menos hasta donde él sabía). Lo que le sorprendió fue que la serpiente no había aprovechado su pequeño momento de debilidad, puesto que no se burló del dragón cuando éste le pidió ayuda. Era curioso, puesto que tenía toda la certeza que iba a soltar uno de sus innecesarios e irritantes comentarios. Lo típico de él. El peligris suspiró y decidió restarle importancia al asunto. Ya estaba hecho y no podía dar pie atrás. Ni siquiera él sabía lo que estaba pensando cuando se lo pidió. "Lo dejaré con que no quería seguir escuchando sus lamentos. Sí, eso es lo mejor", pensó el joven para luego dar por terminado el episodio anterior.
El dragón parpadeó al ver que, por alguna razón, el pelirrojo había decido sacarse la ropa de arriba. "Y yo pensaba que Alice y mi madre eran pálidas". Nunca creyó que conocería a alguien con una piel más clara que los de su linaje. El suyo propio era de un tono más lechoso, mientras que el del pelirrojo era parecido al color de la nieve. Por otro lado, le entró la curiosidad por saber de dónde salió esa cicatriz en su espalda, además de los otros cortes en su cuerpo. Por lo que sabía, gracias al combate que tuvieron, el pelirrojo tenía la habilidad de mudar su piel y, por ende, regenerar sus heridas. Si eso era cierto, ¿entonces porque tenía restos de batallas? Lo único que se le ocurría, era que adquirió esas antes de haber consumido su fruta.
– Esas llamas serán un problema... para mí y para ahora – pensó el dragón mientras entrecerraba sus ojos.
El elemento perfecto para anular el poder de frío que su fruta le concedía. También podía usar viento, pero eso podía resultar muy mal si le salía mal. Podría contrarrestarlo o potenciar el ataque propio de la serpiente. Sería algo útil si es que hacían un dúo, pero dudaba que llegaran hasta esas alturas, salvo que fuera por un momento de mucha necesidad. El orgullo de ambos, simplemente, no se lo permitían. Suspiró, pasó a forma híbrida y saltó por la ventana. Aterrizó sin problemas gracias a sus alas y volvió a su forma humana.
– No es que me importe, pero así te vas a enfermar si es que desciendo la temperatura – dijo cuando llegó a tierra. – Por cierto, ¿por qué tienes cicatrices si puedes mudar la piel? – preguntó con algo de curiosidad.
El dragón parpadeó al ver que, por alguna razón, el pelirrojo había decido sacarse la ropa de arriba. "Y yo pensaba que Alice y mi madre eran pálidas". Nunca creyó que conocería a alguien con una piel más clara que los de su linaje. El suyo propio era de un tono más lechoso, mientras que el del pelirrojo era parecido al color de la nieve. Por otro lado, le entró la curiosidad por saber de dónde salió esa cicatriz en su espalda, además de los otros cortes en su cuerpo. Por lo que sabía, gracias al combate que tuvieron, el pelirrojo tenía la habilidad de mudar su piel y, por ende, regenerar sus heridas. Si eso era cierto, ¿entonces porque tenía restos de batallas? Lo único que se le ocurría, era que adquirió esas antes de haber consumido su fruta.
– Esas llamas serán un problema... para mí y para ahora – pensó el dragón mientras entrecerraba sus ojos.
El elemento perfecto para anular el poder de frío que su fruta le concedía. También podía usar viento, pero eso podía resultar muy mal si le salía mal. Podría contrarrestarlo o potenciar el ataque propio de la serpiente. Sería algo útil si es que hacían un dúo, pero dudaba que llegaran hasta esas alturas, salvo que fuera por un momento de mucha necesidad. El orgullo de ambos, simplemente, no se lo permitían. Suspiró, pasó a forma híbrida y saltó por la ventana. Aterrizó sin problemas gracias a sus alas y volvió a su forma humana.
– No es que me importe, pero así te vas a enfermar si es que desciendo la temperatura – dijo cuando llegó a tierra. – Por cierto, ¿por qué tienes cicatrices si puedes mudar la piel? – preguntó con algo de curiosidad.
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Los azulados ojos de la serpiente se clavaron en el chico, el cual había usado su forma híbrida para salir por la ventana. Un desperdicio ir sacando aquella cosa así de gratis. Él no se convertía si no era para entrenar o porque la batalla se ponía intensa. Soltó un pequeño suspiro y acto seguido escuchó lo que le dijo. El frío, algo que pronto no le importaría para nada debido a sus técnicas ardientes. No tardó mucho en soltar una leve carcajada y después le miró a los ojos directamente. Venom no pensaba especializarse en un solo elemento, más bien en todos los posibles y crear demonios de todos los tipos. Pensaba ser un ejército él solo y para ello debía tener muchas reservar de energía para poder controlarlo todo. Sería el siguiente paso que daría para no estar preocupado por el consumo.
- Resfriarme… Las serpientes son animales de sangre fría. Unos cuantos grados bajo cero no me van a matar y menos después de mi ardiente entrenamiento… – Lanzó a modo de indirecta mientras se relamía despacio.
Ahora pensó la otra respuesta. Cierto era que él mudaba el cuerpo entero y se regeneraba, pero aquellas heridas las tenía desde niño, sobre todo la enorme V de la espalda, la cual era irónica debido a su nombre. No las mudaba, era como si ya fuesen parte de él y por ello no tardó mucho en entenderlo. Él mismo no se había preguntado aquello.
- Puedo regenerar las que poseo a partir de que comí mi fruta. Al menos pienso eso, ya que no se regeneran las otras. Tampoco es que me molesten.
Mencionó entonces con ambas manos en los bolsillos y sin darle importancia al asunto. Era como si pasase del tema olímpicamente. Su enorme lengua salió de su boca de nuevo y la usó para relamerse de forma exagerada. El ser que Keith tenía frente a él parecía más un demonio que un humano, aunque por ese camino iba precisamente. Ya podía convertir partes de su cuerpo, fusionarse con ellos, crearlos, domarlos. Estaba saliéndole todo a pedir de boca. Fue en ese momento cuanto estiró la mano unos instantes y apuntó al suelo. Soltó una pequeña risa siniestra y una humareda rojiza se formó. En pocos segundos se deshizo, pero dejando dos seres de pesadilla.
Tenían el aspecto de perros, pero mucho más grandes. Eran de color marrón y tenían tres ojos. Todos rojos. Sus garras eran afiladas y su carne parecía estar medio podrida. Uno de ellos tenía incluso media mandíbula rota. Los dos seres infernales rugieron de forma tétrica. Venom se montó en uno y le indicó al chico que podía usar el otro. Cuando montasen, los dos animales correrían hacia la montaña a una velocidad normal. Así no se cansarían y podrían estar en perfecto estado. Los seres babeaban una especie de saliva verde mientras avanzaban. Se notaban muy bien creados.
- Seguid cualquier olor humano que podáis detectar. – Ordenó el marine.
- Resfriarme… Las serpientes son animales de sangre fría. Unos cuantos grados bajo cero no me van a matar y menos después de mi ardiente entrenamiento… – Lanzó a modo de indirecta mientras se relamía despacio.
Ahora pensó la otra respuesta. Cierto era que él mudaba el cuerpo entero y se regeneraba, pero aquellas heridas las tenía desde niño, sobre todo la enorme V de la espalda, la cual era irónica debido a su nombre. No las mudaba, era como si ya fuesen parte de él y por ello no tardó mucho en entenderlo. Él mismo no se había preguntado aquello.
- Puedo regenerar las que poseo a partir de que comí mi fruta. Al menos pienso eso, ya que no se regeneran las otras. Tampoco es que me molesten.
Mencionó entonces con ambas manos en los bolsillos y sin darle importancia al asunto. Era como si pasase del tema olímpicamente. Su enorme lengua salió de su boca de nuevo y la usó para relamerse de forma exagerada. El ser que Keith tenía frente a él parecía más un demonio que un humano, aunque por ese camino iba precisamente. Ya podía convertir partes de su cuerpo, fusionarse con ellos, crearlos, domarlos. Estaba saliéndole todo a pedir de boca. Fue en ese momento cuanto estiró la mano unos instantes y apuntó al suelo. Soltó una pequeña risa siniestra y una humareda rojiza se formó. En pocos segundos se deshizo, pero dejando dos seres de pesadilla.
Tenían el aspecto de perros, pero mucho más grandes. Eran de color marrón y tenían tres ojos. Todos rojos. Sus garras eran afiladas y su carne parecía estar medio podrida. Uno de ellos tenía incluso media mandíbula rota. Los dos seres infernales rugieron de forma tétrica. Venom se montó en uno y le indicó al chico que podía usar el otro. Cuando montasen, los dos animales correrían hacia la montaña a una velocidad normal. Así no se cansarían y podrían estar en perfecto estado. Los seres babeaban una especie de saliva verde mientras avanzaban. Se notaban muy bien creados.
- Seguid cualquier olor humano que podáis detectar. – Ordenó el marine.
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"Unos cuantos grados bajo cero". Aquella frase provocó que la ceja del joven dragón temblara con violencia. Tuvo que girar su rostro hacia el otro lado para que el pelirrojo no se diera cuenta. No eran solo unos cuantos, eran muchos. Además, si se decidía a combinarlo con el viento, la sensación térmica se sentiría mucho menor de lo que en verdad hacía, unos cinco o diez grados menos. El joven ya le advirtió a la serpiente sobre lo que podía pasar, así que su consciencia estaba tranquila. Si se enfermaba, entonces era problema de él. Por su parte, el peligris solo se concentraría en encontrar al culpable de todas las desapariciones. Un puto ascenso estaba en juego, pero no era solo eso. Se había dado cuenta que estaba teniendo mayor consideración por la vida de las demás personas, a diferencia de cómo era en antaño. Antes solo se preocupaba por sí mismo y de su venganza, pero todo cambió desde que conoció a su capitana. Realmente, el dragón no sabía cómo tomarse aquel cambio. Si a la larga aquello le haría más débil o no.
– Ya tendré tiempo para reflexionar. Ahora lo importante es acabar con todo esto – pensó el marine con algo de seriedad.
Escuchó la respuesta del pelirrojo y se encogió de hombros, restándole importancia al asunto. Realmente, se lo vio venir. Era la única razón del por qué tenía cicatrices si se consideraba que era un reptil. Entonces, ¿por qué él no tenía? Adquirió su fruta solo hace un par de meses atrás, por lo que todas las cicatrices anteriores a ese día, debieron de haber quedado. Quizá era algo que nunca tendría respuesta, pero tampoco podía evitar pensar en eso. Su vida, salvo algunas excepciones, era relativamente aburrida. Tenía que inventarse formas para poder capearlo, a final de cuentas. Pensar en cosas con y sin sentido, o simplemente hacer misiones. Incluso hacer de niñero de los reclutas ayudaba... veces.
Algo disgustado, giró su cabeza hacia el otro lado. El apodo de serpiente le quedaba al pelirrojo, con o sin fruta. No sabía o no si su lengua era un efecto secundario de su fruta, pero no quería saberlo. A veces había cosas que debían quedar en la oscuridad para siempre, y esa era una de esas. Suspiró con pesadez y vio con algo de desconfianza a aquello seres que creo Venom. Su reacción era más que justificada, puesto que no tuvo una muy buena opinión de ellos en las últimas dos ocasiones. La primera lo trataron como juguete humano, mientras que se burlaron de él en la segunda. Al ver que no había otra alternativa, no le quedó otra que montarse en el otro perro gigante. No significaba que debía gustarle, sin embargo.
– Diles que prioricen el de las mujeres. Al parecer, son las víctimas preferidas del perpetrador – le dijo al pelirrojo.
– Ya tendré tiempo para reflexionar. Ahora lo importante es acabar con todo esto – pensó el marine con algo de seriedad.
Escuchó la respuesta del pelirrojo y se encogió de hombros, restándole importancia al asunto. Realmente, se lo vio venir. Era la única razón del por qué tenía cicatrices si se consideraba que era un reptil. Entonces, ¿por qué él no tenía? Adquirió su fruta solo hace un par de meses atrás, por lo que todas las cicatrices anteriores a ese día, debieron de haber quedado. Quizá era algo que nunca tendría respuesta, pero tampoco podía evitar pensar en eso. Su vida, salvo algunas excepciones, era relativamente aburrida. Tenía que inventarse formas para poder capearlo, a final de cuentas. Pensar en cosas con y sin sentido, o simplemente hacer misiones. Incluso hacer de niñero de los reclutas ayudaba... veces.
Algo disgustado, giró su cabeza hacia el otro lado. El apodo de serpiente le quedaba al pelirrojo, con o sin fruta. No sabía o no si su lengua era un efecto secundario de su fruta, pero no quería saberlo. A veces había cosas que debían quedar en la oscuridad para siempre, y esa era una de esas. Suspiró con pesadez y vio con algo de desconfianza a aquello seres que creo Venom. Su reacción era más que justificada, puesto que no tuvo una muy buena opinión de ellos en las últimas dos ocasiones. La primera lo trataron como juguete humano, mientras que se burlaron de él en la segunda. Al ver que no había otra alternativa, no le quedó otra que montarse en el otro perro gigante. No significaba que debía gustarle, sin embargo.
– Diles que prioricen el de las mujeres. Al parecer, son las víctimas preferidas del perpetrador – le dijo al pelirrojo.
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Venom ignoró la orden del chico, pues no pensaba dejarse mandar por él. De hecho, negó con la cabeza de forma seria y lo transmitió a sus chicos vía mental. Así quedaba bien. En su rostro podía verse una expresión que indicaba calma. Los monstruosos seres avanzaban a toda velocidad hacia la montaña. Los animales no tardaron en seguir un rastro que los llevó a un pequeño rio subterráneo que se adentraba en una cueva muy pequeña. Podía pasar por allí con algo de dificultad. Tal vez era una entrada de muchas, pero la pereza de buscar otra hizo al marine soltar un pequeño suspiro. No se lo pensó mucho y después de unos momentos se bajó de su bestia. Esperó a que el joven de cabellos plateados lo hubiese hecho también y entonces los dos seres se deshicieron en una pequeña humareda marrón oscura. Entonces fue cuando el pelirrojo clavó su mirada en Keith y se acercó a él.
- Antes de que entremos ahí dentro te voy a decir una cosa.
Los ojos de la serpiente se entrecerraron y se quedó mirando al chico de forma siniestra. La tensión se formó de nuevo y entonces el pelirrojo mostró una sonrisa arrogante. La forma era distinta a las otras, como si se estuviese mostrando muy superior. Entonces en un veloz movimiento trató de pasar su brazo por el hombro derecho de su compañero y después pegar su frente a la de él. Esperaba que el capullo no se pensase nada raro. Entonces sonrió de forma mucho más arrogante, si es que aquello era posible.
- Voy a mostrarte que la marina pronto será capitaneada por mí. Espero que no me lo pongas fácil, sería muy aburrido no tener un rival digno. Quitando eso de lado, te diré que a pesar de… – Fue entonces cuando el luchador cerró los ojos y se apartó del joven. Le dio la espalda y miró la entrada de la cueva. – Creo que no es el momento. – Terminó de decir entonces.
El pelirrojo soltó un pequeño suspiro y se tiró al suelo. Empezó a arrastrarse como si fuese una verdadera serpiente y se coló por el túnel con cuidado. Una vez estuvo dentro se pudo dar cuenta de que el sitio era enorme. Había varias ramas de túneles y además el pequeño río terminaba en uno muchísimo más grande. El luchador entonces escuchó lo que parecía ser un quejido y entonces empezó a caminar en aquella dirección. No tardó mucho en llegar hasta una pequeña celda donde había una hermosa joven pelirroja desnuda. Sus ojos eran verdes y tenía… Putos fluidos por el cuerpo, o eso parecía. Signos de azotes y su entrepierna algo enrojecida. El sargento entonces frunció el ceño.
- Alguien se ha pasado de la raya. – Dijo entonces usando su forma híbrida para agarrar uno de los barrotes e imbuyendo su mano en haki arrancarlo de forma violenta. Hizo lo mismo con otros dos y después miró con rabia hacia los lados.
- Antes de que entremos ahí dentro te voy a decir una cosa.
Los ojos de la serpiente se entrecerraron y se quedó mirando al chico de forma siniestra. La tensión se formó de nuevo y entonces el pelirrojo mostró una sonrisa arrogante. La forma era distinta a las otras, como si se estuviese mostrando muy superior. Entonces en un veloz movimiento trató de pasar su brazo por el hombro derecho de su compañero y después pegar su frente a la de él. Esperaba que el capullo no se pensase nada raro. Entonces sonrió de forma mucho más arrogante, si es que aquello era posible.
- Voy a mostrarte que la marina pronto será capitaneada por mí. Espero que no me lo pongas fácil, sería muy aburrido no tener un rival digno. Quitando eso de lado, te diré que a pesar de… – Fue entonces cuando el luchador cerró los ojos y se apartó del joven. Le dio la espalda y miró la entrada de la cueva. – Creo que no es el momento. – Terminó de decir entonces.
El pelirrojo soltó un pequeño suspiro y se tiró al suelo. Empezó a arrastrarse como si fuese una verdadera serpiente y se coló por el túnel con cuidado. Una vez estuvo dentro se pudo dar cuenta de que el sitio era enorme. Había varias ramas de túneles y además el pequeño río terminaba en uno muchísimo más grande. El luchador entonces escuchó lo que parecía ser un quejido y entonces empezó a caminar en aquella dirección. No tardó mucho en llegar hasta una pequeña celda donde había una hermosa joven pelirroja desnuda. Sus ojos eran verdes y tenía… Putos fluidos por el cuerpo, o eso parecía. Signos de azotes y su entrepierna algo enrojecida. El sargento entonces frunció el ceño.
- Alguien se ha pasado de la raya. – Dijo entonces usando su forma híbrida para agarrar uno de los barrotes e imbuyendo su mano en haki arrancarlo de forma violenta. Hizo lo mismo con otros dos y después miró con rabia hacia los lados.
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Keith entrecerró sus ojos al ver donde se encontraban. Habían descendido por un pequeño río y habían llegado a una pequeña cueva, donde apenas podría pasar una persona. Curioso escondite, pero ahora se daba cuenta del por qué nadie había sido capaz de encontrar al perpetrador de todas estas desapariciones. El dragón chasqueó su lengua y se bajó de la invocación de Venom. Por fuera parecía todo normal, pero el dragón sabía que solo era una fachada. Suspiró con pesadez y se preparó mentalmente para lo que sea que estuviera ahí dentro. Al cabo de unos segundos, asintió para sí mismo con determinación y se dispuso a entrar a lo desconocido, pero en eso la voz del pelirrojo le detuvo. El peligris arqueó una ceja y miró con algo de confusión a la serpiente, sin saber que se tenía entre manos ahora.
– ¿Qué mierda? – pensó con algo de estupefacción, al tiempo que su ceja temblaba notoriamente debido a lo que hizo el pelirrojo,
El imbécil había pasado su brazo por su hombro y había decido chocar su frente con la de él. ¿Acaso el capullo jugaba para el otro equipo? No... puede que fuera una sucia perra, pero no creía que fuera eso. Además, esa sonrisa arrogante y siniestra seguía en su rostro. El joven tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no separarse violentamente y golpearle con violencia en el rostro. Si no fuera por su auto control y la curiosidad que sentía, entonces lo hubiera hecho y una pelea a toda regla se formaría en pleno bosque.
Arqueó una ceja ante lo primero, pero no dijo nada. Ya se hizo una idea de que el pelirrojo era una persona avariciosa y ambiciosa, por lo que su meta de liderar a la marina no le tomó tanto por sorpresa. Lo último fue sorpresivo, puesto que era la primera vez que lo veía dudar en algo. Ahora tenía más curiosidad por saber lo que era, pero no podía preguntar debido a la crítica situación. Estúpida serpiente, ¿por qué tuvo que dejarlo sin palabras ahora?
Dos cosas le llamaron la atención cuando ingresó a la cueva junto a Venom. Lo primero, la inmensidad del lugar, y lo segundo... Apestaba a sangre y a fluidos humanos. Escuchó el quejido y se dirigió hacia su procedencia. Al ver las celdas, y lo que había dentro... No pudo evitar cerrar los puños con rabia. Alguien iba a pagar por todo esto, eso lo juraba.
– Si... y dicha persona pagará por todo esto – le respondió mientras apretaba con fuerza uno de los barrotes, rompiéndolo con facilidad.
– ¿Qué mierda? – pensó con algo de estupefacción, al tiempo que su ceja temblaba notoriamente debido a lo que hizo el pelirrojo,
El imbécil había pasado su brazo por su hombro y había decido chocar su frente con la de él. ¿Acaso el capullo jugaba para el otro equipo? No... puede que fuera una sucia perra, pero no creía que fuera eso. Además, esa sonrisa arrogante y siniestra seguía en su rostro. El joven tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no separarse violentamente y golpearle con violencia en el rostro. Si no fuera por su auto control y la curiosidad que sentía, entonces lo hubiera hecho y una pelea a toda regla se formaría en pleno bosque.
Arqueó una ceja ante lo primero, pero no dijo nada. Ya se hizo una idea de que el pelirrojo era una persona avariciosa y ambiciosa, por lo que su meta de liderar a la marina no le tomó tanto por sorpresa. Lo último fue sorpresivo, puesto que era la primera vez que lo veía dudar en algo. Ahora tenía más curiosidad por saber lo que era, pero no podía preguntar debido a la crítica situación. Estúpida serpiente, ¿por qué tuvo que dejarlo sin palabras ahora?
Dos cosas le llamaron la atención cuando ingresó a la cueva junto a Venom. Lo primero, la inmensidad del lugar, y lo segundo... Apestaba a sangre y a fluidos humanos. Escuchó el quejido y se dirigió hacia su procedencia. Al ver las celdas, y lo que había dentro... No pudo evitar cerrar los puños con rabia. Alguien iba a pagar por todo esto, eso lo juraba.
– Si... y dicha persona pagará por todo esto – le respondió mientras apretaba con fuerza uno de los barrotes, rompiéndolo con facilidad.
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No quería dejar al civil allí o podían tomarlo como rehén y matarlo en el peor de los casos. La justicia era absoluta y si debía morir así sería, pero antes de llegar a aquel punto había opciones para el pelirrojo. Tenía mucha sangre fría para aquel tipo de cosas, pero si podían evitarse se ahorraba el puto papeleo del mal marine. Algo que cambiaría cuando estuviese en lo más alto. El luchador entonces miró un poco a su alrededor y usó su olfato. Miró fijamente al peliplateado y acto seguido se cruzó de brazos. Era el momento de darle una orden y si no la cumplía ya no era asunto suyo. Estaba pensando por una vez en el bien común de una persona inocente y más de una que había sido usada como juguete sexual recientemente. A lo mejor ella era feliz y le gustaba ser una perrita en celo, pero a juzgar por sus lágrimas y cara de miedo no debía ser aquello.
- Keith, no te aconsejo mirar lo que está a punto de ocurrir. Podrías quedar un poco traumado al ver lo que estoy a punto de hacer.
Mencionó de forma fría. Venom realizó algunos símbolos con las manos y acto seguido dejó salir todo su poder del cuerpo. Cerró los ojos despacio y entonces comenzó el horror. Su cuello se estiró como nunca hasta llegar al techo y una vez allí se separó en ocho. Una mórbida y asquerosa transformación llena de líquidos viscosos y escamas. En poco tiempo había un enorme monstruo. Parecía un dragón, pero muy distinto. Tenía ocho jodidas cabezas, las cuales eran serpientes enormes. Una de ellas tenía una especie de cabellera roja, la cual parecía ser la que controlaba todo. Encima tenía ocho jodidas colas enormes. Aquel monstruo era una pesadilla. El sargento ya debía imaginar que Venom era capaz de lanzar dieciséis golpes al mismo tiempo en menos de un segundo con todo aquel arsenal de colas y cabezas. El enorme ser rugió con fuerza y empezó a desplazarse por la enorme cueva con sus patas, pues el cuerpo era el de un enorme dragón blanco.
Al ir por la cavidad grande de no había problema alguno con el tamaño, pues siete metros no era tanto en aquella gigantesca gruta. La chica al ver aquello empezó a temblar por el miedo. Justo entonces algunos tipos empezaron a asomarse desde pequeñas cuevas. Al ver lo que ocurría empezaron a pegar violentos gritos de terror y a sacar sus armas de fuego. Aquello parecía para ellos una jodida pesadilla. El enorme monstruo empezó a usar sus cabezas de serpiente para devorar gente, partirla en pedazos y tragárselas. Las serpientes normales solían tragar, pero el cabrón usaba los colmillos para hacer daño y atravesar la carne. La cabeza de la melena rojiza empezó a reírse con una voz enfermiza y después gritó con fuerza.
- ¡La marina ha llegado! Es el momento de que supliquéis por vuestras vidas, basuras de la sociedad… – Las otras siete cabezas rugieron empezando a devorar a más bandidos.
- Keith, no te aconsejo mirar lo que está a punto de ocurrir. Podrías quedar un poco traumado al ver lo que estoy a punto de hacer.
Mencionó de forma fría. Venom realizó algunos símbolos con las manos y acto seguido dejó salir todo su poder del cuerpo. Cerró los ojos despacio y entonces comenzó el horror. Su cuello se estiró como nunca hasta llegar al techo y una vez allí se separó en ocho. Una mórbida y asquerosa transformación llena de líquidos viscosos y escamas. En poco tiempo había un enorme monstruo. Parecía un dragón, pero muy distinto. Tenía ocho jodidas cabezas, las cuales eran serpientes enormes. Una de ellas tenía una especie de cabellera roja, la cual parecía ser la que controlaba todo. Encima tenía ocho jodidas colas enormes. Aquel monstruo era una pesadilla. El sargento ya debía imaginar que Venom era capaz de lanzar dieciséis golpes al mismo tiempo en menos de un segundo con todo aquel arsenal de colas y cabezas. El enorme ser rugió con fuerza y empezó a desplazarse por la enorme cueva con sus patas, pues el cuerpo era el de un enorme dragón blanco.
Al ir por la cavidad grande de no había problema alguno con el tamaño, pues siete metros no era tanto en aquella gigantesca gruta. La chica al ver aquello empezó a temblar por el miedo. Justo entonces algunos tipos empezaron a asomarse desde pequeñas cuevas. Al ver lo que ocurría empezaron a pegar violentos gritos de terror y a sacar sus armas de fuego. Aquello parecía para ellos una jodida pesadilla. El enorme monstruo empezó a usar sus cabezas de serpiente para devorar gente, partirla en pedazos y tragárselas. Las serpientes normales solían tragar, pero el cabrón usaba los colmillos para hacer daño y atravesar la carne. La cabeza de la melena rojiza empezó a reírse con una voz enfermiza y después gritó con fuerza.
- ¡La marina ha llegado! Es el momento de que supliquéis por vuestras vidas, basuras de la sociedad… – Las otras siete cabezas rugieron empezando a devorar a más bandidos.
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Cada segundo que pasaba, el peligris se enoja cada vez más. Como marine, y por la forma en la que se crio, había vivido varias situaciones horrendas, pero esta se llevaba el premio sin duda alguna. Keith suspiró y bajó su cuerpo hasta quedar a la altura de la pobre mujer. Esta se hallaba temblando debido a todo lo ocurrido. El sargento sabía que, si lograba salir de aquí con vida, ella no volvería a ser la misma de siempre. Al menos pronto volvería a reunirse con su familia, si es que tenía alguna. De lo único que se lamentaba, es que al parecer ella era la única que quedaba con vida. De algo estaba seguro el dragón; de aquí no saldría con vida ninguna basura de la humanidad. Tendría que romper la promesa, pero a estas alturas apenas podía controlarse. Ya se disculparía más adelante con Hikaru si es que se llegaba a enterar.
El sargento escuchó las palabras del pelirrojo e instintivamente cubrió los ojos de la mujer. Al dragón le dieron ganas de vomitar al ver la transformación de Venom, pero pudo controlarse a tiempo. Cuando creía que la serpiente no podía volverse más asquerosa, fue e hizo todo esto. Definitivamente, no volvería a ver al marine de la misma forma. Al ver que se había terminado todo, Keith retiró sus manos de los ojos de la mujer. Esta, al ver a tal colosal ser, empezó a temblar de pies a cabezas. Rápidamente colocó una mano para reconfortarla un poco, al tiempo que distraídamente pensaba que su propia forma completa era un poco más grande que la de Venom. Eso sí, lo de las cabezas podía ser bastante útil.
– Tranquila, todo saldrá bien – le dijo mientras desataba sus cuerdas.
La ayudó a levantarse y se sacó su chaleco, para luego tendérselo a la mujer. Esta, aún temblando, aceptó gustosamente la prenda. El marine suspiró e intentó hacer un ademán para que se subiera a su espalda, pero el sonido de pisadas le distrajo. Keith levantó la mirada y entrecerró sus ojos al ver la nueva presencia. Se trataba de un hombre alto, fornido y rubio. Keith lo reconoció de inmediato, era un pirata famoso llamado Charle Willson y su cabeza valía cincuenta millones de berries. Además, a juzgar por el olor que emanaba de la persona, el dragón pudo deducir que se trataba del culpable de estos horrendos actos.
– Me preguntaba quien se había infiltrado en mi base, pero no esperaba que fuera un marine y un monstruo – dijo casualmente el hombre. – Bueno, no importa. Mi nombre es Charles Willson. Dime una cosa, ¿te gustaría trabajar para mí? – le ofreció al marine mientras adoptaba una enfermiza sonrisa. – Podrás tener mujeres y dinero cuando gustes. Solo tendrías que deshacerte de ese monstruo de varias cabezas. –
Keith no dijo nada por algunos segundos, pero luego se echó reír. El rubio dejó de sonreír al ver que el marine, a su juicio, rechazaba una de las mejores ofertas que podría haber recibido.
– Qué estupidez – dijo lentamente el dragón. Antes que Charles pudiera decir algo, Keith recorrió la distancia que los separaban y tomó del cuello al rubio. – Una basura como tú no tiene derecho a hablarme. –
Debido a la furia que sentía, el joven aplastó por completo el cuello del rubio, matándolo en el acto. Chasqueó su lengua y regresó hacia donde se encontraba la mujer, al tiempo que arrastraba el cuerpo de su presa. Al parecer, el estrés finalmente le había pasado la cuenta y se había desmayado. Keith suspiró un poco y se echó a la víctima al hombro, para luego dirigirse hacia donde se encontraba el pelirrojo haciendo de las suyas. Eso sí, manteniendo una distancia prudente.
El sargento escuchó las palabras del pelirrojo e instintivamente cubrió los ojos de la mujer. Al dragón le dieron ganas de vomitar al ver la transformación de Venom, pero pudo controlarse a tiempo. Cuando creía que la serpiente no podía volverse más asquerosa, fue e hizo todo esto. Definitivamente, no volvería a ver al marine de la misma forma. Al ver que se había terminado todo, Keith retiró sus manos de los ojos de la mujer. Esta, al ver a tal colosal ser, empezó a temblar de pies a cabezas. Rápidamente colocó una mano para reconfortarla un poco, al tiempo que distraídamente pensaba que su propia forma completa era un poco más grande que la de Venom. Eso sí, lo de las cabezas podía ser bastante útil.
– Tranquila, todo saldrá bien – le dijo mientras desataba sus cuerdas.
La ayudó a levantarse y se sacó su chaleco, para luego tendérselo a la mujer. Esta, aún temblando, aceptó gustosamente la prenda. El marine suspiró e intentó hacer un ademán para que se subiera a su espalda, pero el sonido de pisadas le distrajo. Keith levantó la mirada y entrecerró sus ojos al ver la nueva presencia. Se trataba de un hombre alto, fornido y rubio. Keith lo reconoció de inmediato, era un pirata famoso llamado Charle Willson y su cabeza valía cincuenta millones de berries. Además, a juzgar por el olor que emanaba de la persona, el dragón pudo deducir que se trataba del culpable de estos horrendos actos.
– Me preguntaba quien se había infiltrado en mi base, pero no esperaba que fuera un marine y un monstruo – dijo casualmente el hombre. – Bueno, no importa. Mi nombre es Charles Willson. Dime una cosa, ¿te gustaría trabajar para mí? – le ofreció al marine mientras adoptaba una enfermiza sonrisa. – Podrás tener mujeres y dinero cuando gustes. Solo tendrías que deshacerte de ese monstruo de varias cabezas. –
Keith no dijo nada por algunos segundos, pero luego se echó reír. El rubio dejó de sonreír al ver que el marine, a su juicio, rechazaba una de las mejores ofertas que podría haber recibido.
– Qué estupidez – dijo lentamente el dragón. Antes que Charles pudiera decir algo, Keith recorrió la distancia que los separaban y tomó del cuello al rubio. – Una basura como tú no tiene derecho a hablarme. –
Debido a la furia que sentía, el joven aplastó por completo el cuello del rubio, matándolo en el acto. Chasqueó su lengua y regresó hacia donde se encontraba la mujer, al tiempo que arrastraba el cuerpo de su presa. Al parecer, el estrés finalmente le había pasado la cuenta y se había desmayado. Keith suspiró un poco y se echó a la víctima al hombro, para luego dirigirse hacia donde se encontraba el pelirrojo haciendo de las suyas. Eso sí, manteniendo una distancia prudente.
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Unos minutos habían pasado desde que aquella masacre había comenzado a iniciarse. A decir verdad, todo estaba hecho un caos horrible. La escena parecía digna de una película de terror. Cualquier que entrase en aquella cueva saldría echando narices del sitio. El sangriento escenario daba repelús. El sonido de algo fluyendo a través de las rocas, que no era agua. El suelo estaba lleno de cuerpo de piratas. Todos estaban en un estado temible. Unos no tenían cabeza. Otros estaban faltos de piernas, algunos partidos en dos y otros ahogados entre sus propios intestinos. Un festín de sangre y horror. Órganos adornaban las paredes. Corazones clavados en piedras, pulmones estampados en el techo. Masas de carne deformes en el suelo y tan solo las ropas para distinguirlos. Un olor a muerte increíble y en mitad de todo, una persona que mantenía una sonrisa calmada. Un marine… Los cojones… Eso pensaría cualquier hombre cuerdo.
Venom había vuelto a la forma humana, pero no sin antes haber terminado con las vidas de todos sus rivales. La justicia perfecta, cruel, oscura y sangrienta. El creador de eso por aquella época, ahora era el pelirrojo. Su piel blanca era roja debido a las tripas que tenía encima. Olía a rayos y encima parecía contento. Empezó a caminar hacia donde estaba Keith y no tardó mucho en mirarle a los ojos con una expresión bastante calmada. Era como si aquello fuese lo más normal del mundo. El luchador se quedó mirando a su compañero y se cruzó de brazos. Algunas gotas de aquel líquido rojizo iban desde su barbilla al suelo. No podría haber sido más cruel con aquellos hombres. Era lo que le esperaba a los criminales por su parte. Menos mal que la joven se había desmayado o de lo contrario estaría acojonada.
Encima de todo, dos de sus perros demoníacos estaban comiéndose unos cadáveres de la zona. Los animales gruñían y se alimentaban con rabia, como si alguien fuese a quitarles la comida. Una sonrisa maligna surgió de la boca de Venom, el cual empezó a reír despacio mientras miraba sus manos plagadas de sangre. Parecía un puto demonio fuera de sí, pero sabía muy bien lo que hacía. No le dijo nada a Keith, simplemente le sonrió de forma arrogante y escupió a un lado. Empezó a caminar tras aquello a la salida a paso calmado. No tardó mucho en sentir la sensación del Sol en su rostro. De un puñetazo derribó el muro y así no tuvo que cruzar por el pequeño agujero. Se echó la mano abajo y esta empezó a sangrar. Se había reventado su propia carne sin miedo alguno, sabiendo que después se regeneraría. Estiró los brazos hacia el cielo y empezó a reírse.
- ¡Hahahahahahaha! ¡Hahahahaha!
Venom por fin tenía el desahogo que necesitaba y ahora quería volver a casa. Antes de nada quedaban un par de cosas por hacer. Se relamió despacio y después de aquello miró hacia atrás esperando al dragón plateado y a la muchacha. Sus ojos en todo momento tenían aquel color rojo sangriento en lugar del azul típico. Todo había sido demasiado divertido para ser verdad. Algunas gotas de sangre cayeron al suelo mezclándose con la suya propia. El tema estaba zanjado y de la forma más cruel posible.
Venom había vuelto a la forma humana, pero no sin antes haber terminado con las vidas de todos sus rivales. La justicia perfecta, cruel, oscura y sangrienta. El creador de eso por aquella época, ahora era el pelirrojo. Su piel blanca era roja debido a las tripas que tenía encima. Olía a rayos y encima parecía contento. Empezó a caminar hacia donde estaba Keith y no tardó mucho en mirarle a los ojos con una expresión bastante calmada. Era como si aquello fuese lo más normal del mundo. El luchador se quedó mirando a su compañero y se cruzó de brazos. Algunas gotas de aquel líquido rojizo iban desde su barbilla al suelo. No podría haber sido más cruel con aquellos hombres. Era lo que le esperaba a los criminales por su parte. Menos mal que la joven se había desmayado o de lo contrario estaría acojonada.
Encima de todo, dos de sus perros demoníacos estaban comiéndose unos cadáveres de la zona. Los animales gruñían y se alimentaban con rabia, como si alguien fuese a quitarles la comida. Una sonrisa maligna surgió de la boca de Venom, el cual empezó a reír despacio mientras miraba sus manos plagadas de sangre. Parecía un puto demonio fuera de sí, pero sabía muy bien lo que hacía. No le dijo nada a Keith, simplemente le sonrió de forma arrogante y escupió a un lado. Empezó a caminar tras aquello a la salida a paso calmado. No tardó mucho en sentir la sensación del Sol en su rostro. De un puñetazo derribó el muro y así no tuvo que cruzar por el pequeño agujero. Se echó la mano abajo y esta empezó a sangrar. Se había reventado su propia carne sin miedo alguno, sabiendo que después se regeneraría. Estiró los brazos hacia el cielo y empezó a reírse.
- ¡Hahahahahahaha! ¡Hahahahaha!
Venom por fin tenía el desahogo que necesitaba y ahora quería volver a casa. Antes de nada quedaban un par de cosas por hacer. Se relamió despacio y después de aquello miró hacia atrás esperando al dragón plateado y a la muchacha. Sus ojos en todo momento tenían aquel color rojo sangriento en lugar del azul típico. Todo había sido demasiado divertido para ser verdad. Algunas gotas de sangre cayeron al suelo mezclándose con la suya propia. El tema estaba zanjado y de la forma más cruel posible.
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Keith veía todo el espectáculo ocasionó Venom e internamente agradeció el hecho que la mujer se desmayó. La pobre ya había sufrido mucho en su cautiverio. No necesitaba más trauma del que ya tenía. El dragón suspiró un poco y se encogió de hombros. Normalmente estaría en contra de matar de forma innecesaria, pero esta vez era la excepción. Estos imbéciles se habían pasado demasiado de la raya, por lo que merecían todo esto y más. No iba a perder el sueño por agregar otra muerte a su lista. Escupió a un lado y aseguró bien a su presa, aunque... Una mueca se formó en su rostro, apretó la cabeza del cadáver y lo arrancó completamente del cuerpo. Así le costaría menos cobrar el premio en el cuartel. No tenía ninguna simpatía, tampoco tuvo cuidado con Charles. El cabrón podía podrirse en el infierno, que era lo que merecía.
– Una escoria menos en el mundo – pensó con disgusto.
El dragón, sin decirle palabra alguna a la serpiente, le siguió hasta la salida. No tenía ganas de discutir con él, así que le daba igual si es que abría su boca. Para su fortuna, el pelirrojo se quedó callado. Ahora que ya conocía el camino de regreso, se dirigió a pie hacia el pueblo. Le daba igual si es que Venom le seguía o no. El joven tan solo quería dejar la cabeza donde las autoridades y avisar que el caso de las desapariciones quedaba zanjado para siempre. Además, debía llevar a la chica al hospital. No tardó mucho en llegar, puesto que iba a toda velocidad posible. Gracias a su entrenamiento, el dragón era mucho más veloz que antes. No al nivel de la serpiente, pero ahora por lo menos no daba pena.
Lo primero que hizo fue ir hacia el hospital. Una mueca se formó en su rostro al ver que todas las personas desviaban la mirada al ver la cabeza que llevaba el marine en una mano. Por suerte, el joven se explicó a tiempo en la recepción. En verdad no quería tener a las autoridades encima suyo por eso. Luego de dejar a la mujer, entregó el cuerpo y se dirigió a las montañas. Los barcos seguían retrasados y, seguramente, tardarían una semana en recoger a los dos marines y a sus presas.
– ¿A dónde irás? – preguntó Argentum.
– Necesito despejarme luego de todo lo sucedido, así que iré a entrenar a la montaña de nuevo – el marine se detuvo y siguió conversando con su dragón interior. – El Busoshoku no requiere tanto físico, solo una fuerte mentalidad y convicción – declaró el joven.
Al cabo de unos minutos, el dragón se encontraba nuevamente en la cima de la montaña. Suspiró un poco y se dirigió a una de las rocas. Se concentró por algunos momentos e imaginó al mal nacido de su padre y todo lo sucedido el día de hoy. No dejaría que algo así lo detuviera, no hasta ver a ese monstruo arrodillado. Hasta que ese día llegara, no dejaría que nadie pudiera controlar su voluntad. Lentamente el brazo del joven fue tornándose de un color morado. El dragón hacía todo lo posible para mantenerlo, pero le estaba costando. Finalmente, no lo consiguió y la armadura invisible desapareció.
– No, aún no. No pararé hasta dominar esto – y se quedaría toda la noche si es que lo requería.
– Una escoria menos en el mundo – pensó con disgusto.
El dragón, sin decirle palabra alguna a la serpiente, le siguió hasta la salida. No tenía ganas de discutir con él, así que le daba igual si es que abría su boca. Para su fortuna, el pelirrojo se quedó callado. Ahora que ya conocía el camino de regreso, se dirigió a pie hacia el pueblo. Le daba igual si es que Venom le seguía o no. El joven tan solo quería dejar la cabeza donde las autoridades y avisar que el caso de las desapariciones quedaba zanjado para siempre. Además, debía llevar a la chica al hospital. No tardó mucho en llegar, puesto que iba a toda velocidad posible. Gracias a su entrenamiento, el dragón era mucho más veloz que antes. No al nivel de la serpiente, pero ahora por lo menos no daba pena.
Lo primero que hizo fue ir hacia el hospital. Una mueca se formó en su rostro al ver que todas las personas desviaban la mirada al ver la cabeza que llevaba el marine en una mano. Por suerte, el joven se explicó a tiempo en la recepción. En verdad no quería tener a las autoridades encima suyo por eso. Luego de dejar a la mujer, entregó el cuerpo y se dirigió a las montañas. Los barcos seguían retrasados y, seguramente, tardarían una semana en recoger a los dos marines y a sus presas.
– ¿A dónde irás? – preguntó Argentum.
– Necesito despejarme luego de todo lo sucedido, así que iré a entrenar a la montaña de nuevo – el marine se detuvo y siguió conversando con su dragón interior. – El Busoshoku no requiere tanto físico, solo una fuerte mentalidad y convicción – declaró el joven.
Al cabo de unos minutos, el dragón se encontraba nuevamente en la cima de la montaña. Suspiró un poco y se dirigió a una de las rocas. Se concentró por algunos momentos e imaginó al mal nacido de su padre y todo lo sucedido el día de hoy. No dejaría que algo así lo detuviera, no hasta ver a ese monstruo arrodillado. Hasta que ese día llegara, no dejaría que nadie pudiera controlar su voluntad. Lentamente el brazo del joven fue tornándose de un color morado. El dragón hacía todo lo posible para mantenerlo, pero le estaba costando. Finalmente, no lo consiguió y la armadura invisible desapareció.
– No, aún no. No pararé hasta dominar esto – y se quedaría toda la noche si es que lo requería.
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3 Días después…
Los puñetazos de Venom impactaban contra los troncos de la zona. Estaba en su forma híbrida y parecía bastante motivado. Aquel hombre serpiente frunció el ceño y terminó de romper el tronco con una patada. Lentamente empezó a volver a la forma humana con calma. Había terminado su jodido entrenamiento físico para controlar sus formas a la perfección y aumentar sus características en ellas. Empezó a reír un poco y después de eso se acercó a su mochila. Tomó una botella de agua y se la bebió en menos de medio minuto. Estaba totalmente listo. Llevaba sin ver a Keith desde lo pasado en la cueva, donde el miserable se fue sin decir nada con la mujer. Que ligón… Seguro que la convenció para hacer cosas con ella, total, ya estaba usada. Sí, Venom pensaba de forma cruel a veces. La culpa era del lagarto, le hacía sacar lo peor de sí.
El marine no tardó mucho en empezar a caminar hacia la taberna. Las venas de su frente estaban algo marcadas debido al enfado. Todo había terminado, o al menos eso planeaba. Se largaba de la puta isla de una vez. Justo entonces escuchó un sonido procedente de la mochila. Ladeó la cabeza y buscó en el bolsillo principal. Al ver que era su Den den mushi alzó una ceja. Como fuese el gato cobarde… Lo cogió de forma calmada y esperó. Cuando escuchó la voz de aquella persona no pudo evitar notar un escalofrío recorrerle, tal vez de la emoción.
- Chicos, os recogemos en un par de horas. Ha finalizado vuestro entrenamiento, esperamos que hayáis mejorado bastante.
- Se me ha hecho corto, señor. Estaré encantado de mostrar mis habilidades. – Mintió de forma descarada con lo primero.
Al fin había logrado terminar aquella basura. Ahora podría volver a su jodida vida normal, realizar misiones y demás. La serpiente roja se sentía feliz de una maldita vez. Se colocó bien la mochila y empezó a reír de forma siniestra mientras iba a por sus cosas. Seguramente llamarían a Keith, pero eso no era cosa suya. Pensaba comerse un bocadillo de carne con patatas enorme. Se relamió ante la idea, pues la buena noticia le había dado un hambre enorme. El imaginar aquella deliciosa carne en su boca con salsa de mayonesa… Joder, le estaba dando un ataque de hambre.
El pelirrojo salió corriendo a toda velocidad con una sonrisa en sus labios. Provocó incluso un leve viento al hacerlo por allá donde pisaba. No tardó mucho en llegar a la jodida taberna y abrió la puerta. Allí estaba el hombre de siempre, mirándole de forma calmada. La serpiente se sentó en la barra y le dedicó una siniestra mirada. El camarero estaba ya acostumbrado, pero esa fue demasiado exagerada.
- Quiero una barra de pan con carne, mayonesa, ración de patatas y dos latas de refresco a su elección. De paso póngame un plato de pasta bien grande.
En cuanto dijo aquello empezó a reír, al fin todo había terminado.
Los puñetazos de Venom impactaban contra los troncos de la zona. Estaba en su forma híbrida y parecía bastante motivado. Aquel hombre serpiente frunció el ceño y terminó de romper el tronco con una patada. Lentamente empezó a volver a la forma humana con calma. Había terminado su jodido entrenamiento físico para controlar sus formas a la perfección y aumentar sus características en ellas. Empezó a reír un poco y después de eso se acercó a su mochila. Tomó una botella de agua y se la bebió en menos de medio minuto. Estaba totalmente listo. Llevaba sin ver a Keith desde lo pasado en la cueva, donde el miserable se fue sin decir nada con la mujer. Que ligón… Seguro que la convenció para hacer cosas con ella, total, ya estaba usada. Sí, Venom pensaba de forma cruel a veces. La culpa era del lagarto, le hacía sacar lo peor de sí.
El marine no tardó mucho en empezar a caminar hacia la taberna. Las venas de su frente estaban algo marcadas debido al enfado. Todo había terminado, o al menos eso planeaba. Se largaba de la puta isla de una vez. Justo entonces escuchó un sonido procedente de la mochila. Ladeó la cabeza y buscó en el bolsillo principal. Al ver que era su Den den mushi alzó una ceja. Como fuese el gato cobarde… Lo cogió de forma calmada y esperó. Cuando escuchó la voz de aquella persona no pudo evitar notar un escalofrío recorrerle, tal vez de la emoción.
- Chicos, os recogemos en un par de horas. Ha finalizado vuestro entrenamiento, esperamos que hayáis mejorado bastante.
- Se me ha hecho corto, señor. Estaré encantado de mostrar mis habilidades. – Mintió de forma descarada con lo primero.
Al fin había logrado terminar aquella basura. Ahora podría volver a su jodida vida normal, realizar misiones y demás. La serpiente roja se sentía feliz de una maldita vez. Se colocó bien la mochila y empezó a reír de forma siniestra mientras iba a por sus cosas. Seguramente llamarían a Keith, pero eso no era cosa suya. Pensaba comerse un bocadillo de carne con patatas enorme. Se relamió ante la idea, pues la buena noticia le había dado un hambre enorme. El imaginar aquella deliciosa carne en su boca con salsa de mayonesa… Joder, le estaba dando un ataque de hambre.
El pelirrojo salió corriendo a toda velocidad con una sonrisa en sus labios. Provocó incluso un leve viento al hacerlo por allá donde pisaba. No tardó mucho en llegar a la jodida taberna y abrió la puerta. Allí estaba el hombre de siempre, mirándole de forma calmada. La serpiente se sentó en la barra y le dedicó una siniestra mirada. El camarero estaba ya acostumbrado, pero esa fue demasiado exagerada.
- Quiero una barra de pan con carne, mayonesa, ración de patatas y dos latas de refresco a su elección. De paso póngame un plato de pasta bien grande.
En cuanto dijo aquello empezó a reír, al fin todo había terminado.
Keith S. Branwen
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Una sonrisa salvaje se podía apreciar en el rostro del dragón, al tiempo que éste pegaba puñetazos en la roca. Además, se podía apreciar que sus brazos tenían un brillo metálico, como si algo invisible lo estuviera cubriendo. Viendo que le quedaba poco tiempo, tuvo que alterar un poco el entrenamiento del haki armadura. En vez de entrenar armamento, simplemente decidió aumentar la durabilidad del efecto del Busoshoku despertado. Si bien no era muy eficaz, al menos tenía sus usos. Aumentaba en algo sus capacidades físicas y, al menos, no debería tener problemas con las logias ahora. Pese a eso, no podía evitar sentir algo de decepción. No logró el objetivo de aprender armamento. Bueno, de todas formas, podía usar el haki en combate. No duraba tanto, pero algo ya era algo.
– Y con esto, mi entrenamiento ha concluido – dijo el sargento, al tiempo que una sonrisa de satisfacción se formaba en su rostro.
Keith suspiró y se acercó a su mochila. Sacó una botella de agua y, de una sola tirada, se bebió todo su contenido. Satisfecho con el reponedor líquido bajando por su garganta, el joven dejó el recipiente a un lado. Estiró sus brazos y, en eso, su comunicador empezó a sonar. El marine suspiró y cogió el DDM. Sus cejas se alzaron al oír la voz de su superior. No solo fue eso. Al parecer, terminaron antes de lo esperado con la misión riesgosa que llevaron a cabo, y pasarían a buscarlos lo más pronto posible.
– Entendido, señor. Cuando llegue, le mostraré mis nuevas habilidades – una vez que escuchó la respuesta de Rick, el sargento apagó el comunicador y se echó en el piso.
Muchas cosas habían pasado, pero al fin habían terminado con el entrenamiento. En verdad Keith se estaba volviendo loco en aquella isla, pero al menos pronto volvería a la acción. Tenía muchos deseos de volver a tener una pelea de verdad para poder mostrar sus nuevas habilidades, pero sabía que pocos podían enfrentarle de frente. Quizá iba a llamar al vicealmirante Xemnas un día de estos para volver a tener una batalla de práctica. El dragón suspiró y cerró sus ojos, dispuesto a dormir un poco. El barco tardaría un poco en llegar, así que solo se relajaría. Eso sí, se recordó a sí mismo que debía ir a buscar su premio a la morgue. Ya podía ver esa medalla colgada en su habitación.
– Y con esto, mi entrenamiento ha concluido – dijo el sargento, al tiempo que una sonrisa de satisfacción se formaba en su rostro.
Keith suspiró y se acercó a su mochila. Sacó una botella de agua y, de una sola tirada, se bebió todo su contenido. Satisfecho con el reponedor líquido bajando por su garganta, el joven dejó el recipiente a un lado. Estiró sus brazos y, en eso, su comunicador empezó a sonar. El marine suspiró y cogió el DDM. Sus cejas se alzaron al oír la voz de su superior. No solo fue eso. Al parecer, terminaron antes de lo esperado con la misión riesgosa que llevaron a cabo, y pasarían a buscarlos lo más pronto posible.
– Entendido, señor. Cuando llegue, le mostraré mis nuevas habilidades – una vez que escuchó la respuesta de Rick, el sargento apagó el comunicador y se echó en el piso.
Muchas cosas habían pasado, pero al fin habían terminado con el entrenamiento. En verdad Keith se estaba volviendo loco en aquella isla, pero al menos pronto volvería a la acción. Tenía muchos deseos de volver a tener una pelea de verdad para poder mostrar sus nuevas habilidades, pero sabía que pocos podían enfrentarle de frente. Quizá iba a llamar al vicealmirante Xemnas un día de estos para volver a tener una batalla de práctica. El dragón suspiró y cerró sus ojos, dispuesto a dormir un poco. El barco tardaría un poco en llegar, así que solo se relajaría. Eso sí, se recordó a sí mismo que debía ir a buscar su premio a la morgue. Ya podía ver esa medalla colgada en su habitación.
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