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-Tienes que estar de broma -masculló Arribor para sí.
El rubor le subió por la piel cuando vio al okama y recordó los turbios episodios del Reino Kamabakka. "¡¡Míster Newkama, ámame!!". "Míster Newkama-chan, eres todo músculo". Un escalofrío le recorrió la espalda mientras un desfile de imágenes horrendas desfilaban por su mente. Jamás olvidaría el maldito concurso de belleza. Solo esperaba poder llevarse ése secreto a la tumba.
Junto al travesti, una espadachina. Parecía hecha de hielo en comparación con su ruidoso y estrafalario compañero. Arribor habría dado cualquier cosa por haber entrado en un banco normal, con su seguridad normal y sus vigilantes normales.
-Parece que la guapa se ha encaprichado de ti... -le dijo Zack. Arribor le lanzó una mirada que helaba la sangre-. Así que yo me pido a la mudita. Ese acero que porta grita que quiere pelear y quizás su dueña no se lo merezca -continuó el tejón, encarándose con la mujer espadachina que no decía nada.
Arribor se vio ante la situación de enfrentarse al okama. Realmente no le entusiasmaba lo más mínimo luchar contra él. Siempre que se topaba con uno terminaba de los nervios por culpa de sus molestas costumbres. Pero tenían que trabajar en equipo, así que hizo lo más noble.
-Y un cuerno, tejón -maldijo, y se lanzó él a por la espadachina-. El grandullón es para ti.
Arribor no dejaba caer las bolsas repletas de dinero, sino que las llevaba colgadas al cuello como un incómodo colgante. Saltó sobre la mujer dispuesto a darle una patada y pasar a otra cosa, pero ella lo detuvo con el filo de su espada. El pirata se impulsó en el arma para pasar sobre su cabeza y aterrizar a sus espaldas, pero el maldito travesti fue a por él.
-Ladrón-chan, voy por ti -exclamó, y adornó sus palabras con un poderoso puñetazo que Arribor detuvo interponiendo el brazo. ¿Por qué iba ese tio a por él? ¿Por qué no podía ir a por Zack?
"Maldición, espero no haberle gustado de verdad".
Zack Suky
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Por unos segundos temí que el tuerto se hubiese salida con la suya tras mandarme a la mierda y lanzarse a por la espadachina él. Esquivó al okama que no paraba de lanzarle guiños y besitos para abalanzarse sobre la peli morada con una potente patada. Esta en vez de amilanarse no dudó en enfrentar al pirata y bloquear su golpe interponiendo aquella curiosa hoja de por medio mientras adquiría una pose defensiva. Esperaba comprobar que pasaba antes, si el arma se quebraba o si la chica salía despedida contra algo, pero no pasó nada de eso. La joven aguantó el golpe como si nada y se quedó igual de impasible observando como el pirata saltaba con una pirueta sobre ella para zafarse, aunque en apenas un instante ya se encontraba el okama tras él.
- Eso es... No os fijéis en mí - pensé regodeándome en mi postura favorable mientras avanzaba a por la peli morada aprovechando que estaba de espaldas.
Ya podía ver en mi cabeza como la chica caería abatida sin que se diese cuenta de mi ataque, pero con el ansia de querer acabar con ella no tuve cuidado de amortiguar mis pasos y la joven actuó. En apenas un instante la joven se giró hacia mí, clavando sus iris ambarinos en los míos carmesís, y con un potente tajo al aire provocó una onda verdosa. No tenía tiempo para esquivar el ataque, por lo que activé mi ámbito para que la silueta del Raijuu me protegiese de ella. Sonreí esperando que la silueta desconcertase a la chica, pero esta por primera vez desde que había entrado mostró un atisbo de sentimientos. La muy perra sonreía también y eso me puso la piel de gallina. Me hubiese encantado seguir observando detalles de su rostro, pero su ataque colisionó con mi defensa y todo se trastocó por unos segundos. Una potente fuerza me impulsó por los aires como un guiñapo hasta que toqué suelo de forma estrepitosa hasta que paré contra una pared.
- No te molestes en levantarte chico - comenzó a decir la chica. Poseía un timbre de voz melódico. - Ríndete ahora que tienes oportunidad. No podrás contra el poder de mi espada.
Me dolía bastante el hombro izquierdo y varias magulladuras adornaban mi cuerpo, pero por suerte el ser de energía me había protegido lo suficiente para que pudiese incorporarme.
- Lo siento preciosa, pero eso no pasará.
Tras mis palabras me abalancé sobre ella y comenzó la única danza de la que tenía noción. Nuestros aceros entrechocaban gritando que querían probar la sangre del adversario una y otra vez. Por unos segundos pensé que llevaba todas las de ganar a pesar de que la peli morada era más ágil, ya que mi fuerza y resistencia parecían mayor. Cierto es que no conseguí herirla, pero parecía que la mantenía en tensión. Su sonrisa había vuelto a desaparecer y se limitaba a esquivar mis ataques más potentes. Era cuestión de tiempo que cometiese un error, dudaba que pudiese aguantar más ese ritmo... Y entonces llegó. Pareció que la chica dio un traspiés y ni corto ni perezoso no dudé en aprovecharlo lanzando una estocada en vertical buscando partirla en dos.
Ya podía sentir la victoria... Cuando de repente la joven recuperó la compostura con un simple movimiento de pies y luciendo de nuevo su sonrisa. Fue capaz de interponer su arma y bloquear mi mayor golpe como si nada mientras la hoja de la peli morada relucía durante un segundo con luz propia. Mal rollo. No dudé en apartarme de ella un par de metros, pero ella solo ensanchó un poco más su sonrisa.
- Has tardado demasiado en actuar espadachín mediocre. Ahora sentirás en tus carnes el poder mi pequeña Ibara Gurin - comenzó a decir mientras agarraba el arma con las dos manos. - Esta es capaz de absorber un golpe y transmitirlo en forma de onda explosiva. ¿Unas últimas palabras?
Por unos instantes me quedé sin saber muy bien que decir. La chica había estado jugando conmigo desde el principio, esperando el momento justo de volver a usar la habilidad de aquella arma que tanto me había llamado la atención. La muy perra me había ganado, no podía escapar de su fulminante ataque por mucho que quisiese. Dudaba incluso que pudiese activar una vez más mi defensa a tiempo y el tuerto parecía seguir a lo suyo. Debía aceptar mi derrota y afrontar la muerte como era debido... Al fin y al cabo me había ganado alguien más hábil y ya no había solución... ¿O sí?
- Está bien. Debo admitir que has sido mejor... Pero hasta aquí has llegado - dije sonriendo como un tonto ante lo que veía. - Hubieses ganado si vigilases mejor tus espaldas preciosa.
- Si crees que voy a caer en algo tan infan...
La joven se quedó a medias, ya que de repente la aberración de Arribor, Franklyn, había saltado a las espaldas de la chica tras aparecer de por ahí. Al parecer el bicho me había cogido cariño, tal vez no y solo le gustaba el color del pelo de la espadachina, pero usé esos segundos que el bicho me dio para mi favor. La chica intentaba zafarse de un Franklyn baboso y ruidoso de forma inútil dando vueltas espada en mano, mientras yo me transformé en mi forma Speed Point. No podía sujetar la espada en esa forma por lo que cayó al suelo produciendo un ruido metálico, pero mis uñas eran como espadas en esa forma además de darme mayor velocidad. Recorrí el par de metros en lo que se tarda en soltar un suspiro y me coloqué tras ella, justo en el momento que se zafó del animal y se disponía a reventarlo. Días atrás me hubiese encantado ver a aquel bicho muerto de un espadazo, mejor si fuese mío, pero el muy cabroncete era la segunda vez que me salvaba hoy y no iba a permitir que le pasase nada. O al menos no hoy, por lo que clavé mis afiladas garras en la espalda de la joven hasta que salieron por su pecho. No podía ver su rostro... Pero apostaría que era de asombro antes de que la luz se apagase de esos preciosos ojos ambarinos.
- Eso es... No os fijéis en mí - pensé regodeándome en mi postura favorable mientras avanzaba a por la peli morada aprovechando que estaba de espaldas.
Ya podía ver en mi cabeza como la chica caería abatida sin que se diese cuenta de mi ataque, pero con el ansia de querer acabar con ella no tuve cuidado de amortiguar mis pasos y la joven actuó. En apenas un instante la joven se giró hacia mí, clavando sus iris ambarinos en los míos carmesís, y con un potente tajo al aire provocó una onda verdosa. No tenía tiempo para esquivar el ataque, por lo que activé mi ámbito para que la silueta del Raijuu me protegiese de ella. Sonreí esperando que la silueta desconcertase a la chica, pero esta por primera vez desde que había entrado mostró un atisbo de sentimientos. La muy perra sonreía también y eso me puso la piel de gallina. Me hubiese encantado seguir observando detalles de su rostro, pero su ataque colisionó con mi defensa y todo se trastocó por unos segundos. Una potente fuerza me impulsó por los aires como un guiñapo hasta que toqué suelo de forma estrepitosa hasta que paré contra una pared.
- No te molestes en levantarte chico - comenzó a decir la chica. Poseía un timbre de voz melódico. - Ríndete ahora que tienes oportunidad. No podrás contra el poder de mi espada.
Me dolía bastante el hombro izquierdo y varias magulladuras adornaban mi cuerpo, pero por suerte el ser de energía me había protegido lo suficiente para que pudiese incorporarme.
- Lo siento preciosa, pero eso no pasará.
Tras mis palabras me abalancé sobre ella y comenzó la única danza de la que tenía noción. Nuestros aceros entrechocaban gritando que querían probar la sangre del adversario una y otra vez. Por unos segundos pensé que llevaba todas las de ganar a pesar de que la peli morada era más ágil, ya que mi fuerza y resistencia parecían mayor. Cierto es que no conseguí herirla, pero parecía que la mantenía en tensión. Su sonrisa había vuelto a desaparecer y se limitaba a esquivar mis ataques más potentes. Era cuestión de tiempo que cometiese un error, dudaba que pudiese aguantar más ese ritmo... Y entonces llegó. Pareció que la chica dio un traspiés y ni corto ni perezoso no dudé en aprovecharlo lanzando una estocada en vertical buscando partirla en dos.
Ya podía sentir la victoria... Cuando de repente la joven recuperó la compostura con un simple movimiento de pies y luciendo de nuevo su sonrisa. Fue capaz de interponer su arma y bloquear mi mayor golpe como si nada mientras la hoja de la peli morada relucía durante un segundo con luz propia. Mal rollo. No dudé en apartarme de ella un par de metros, pero ella solo ensanchó un poco más su sonrisa.
- Has tardado demasiado en actuar espadachín mediocre. Ahora sentirás en tus carnes el poder mi pequeña Ibara Gurin - comenzó a decir mientras agarraba el arma con las dos manos. - Esta es capaz de absorber un golpe y transmitirlo en forma de onda explosiva. ¿Unas últimas palabras?
Por unos instantes me quedé sin saber muy bien que decir. La chica había estado jugando conmigo desde el principio, esperando el momento justo de volver a usar la habilidad de aquella arma que tanto me había llamado la atención. La muy perra me había ganado, no podía escapar de su fulminante ataque por mucho que quisiese. Dudaba incluso que pudiese activar una vez más mi defensa a tiempo y el tuerto parecía seguir a lo suyo. Debía aceptar mi derrota y afrontar la muerte como era debido... Al fin y al cabo me había ganado alguien más hábil y ya no había solución... ¿O sí?
- Está bien. Debo admitir que has sido mejor... Pero hasta aquí has llegado - dije sonriendo como un tonto ante lo que veía. - Hubieses ganado si vigilases mejor tus espaldas preciosa.
- Si crees que voy a caer en algo tan infan...
La joven se quedó a medias, ya que de repente la aberración de Arribor, Franklyn, había saltado a las espaldas de la chica tras aparecer de por ahí. Al parecer el bicho me había cogido cariño, tal vez no y solo le gustaba el color del pelo de la espadachina, pero usé esos segundos que el bicho me dio para mi favor. La chica intentaba zafarse de un Franklyn baboso y ruidoso de forma inútil dando vueltas espada en mano, mientras yo me transformé en mi forma Speed Point. No podía sujetar la espada en esa forma por lo que cayó al suelo produciendo un ruido metálico, pero mis uñas eran como espadas en esa forma además de darme mayor velocidad. Recorrí el par de metros en lo que se tarda en soltar un suspiro y me coloqué tras ella, justo en el momento que se zafó del animal y se disponía a reventarlo. Días atrás me hubiese encantado ver a aquel bicho muerto de un espadazo, mejor si fuese mío, pero el muy cabroncete era la segunda vez que me salvaba hoy y no iba a permitir que le pasase nada. O al menos no hoy, por lo que clavé mis afiladas garras en la espalda de la joven hasta que salieron por su pecho. No podía ver su rostro... Pero apostaría que era de asombro antes de que la luz se apagase de esos preciosos ojos ambarinos.
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"Mierda, al final me ha tocado el travesti. Maldito Zack. Espero que al menos gane o le daré una paliza", se dijo el pirata. De nuevo el destino ponía frente a él a un guerrero okama. Según su experiencia, sin duda sería un guerrero feroz y poderoso a pesar de todas sus rarezas y su esperpéntico comportamiento. Pero, ¿sería lo bastante hábil como para plantarle cara a él? Hacía mucho de lo de Míster Newkama y sus poderes eran superiores a los de entonces.
El okama se abalanzó sobre él dando ágiles volteretas. Su último giro lo dejó justo por encima de Arribor, con la pierna levantada sobre su cabeza. El pie del travesti estaba en vuelto en llamas por alguna razón, y descargó una potente patada cuya onda expansiva hizo retumbar las paredes de la sala. Las llamas se extendieron por doquier como un llameante huracán, tiznando el suelo de negro a su paso.
Cuando el ataque pasó, Arribor permanecía en pie, con el brazo en alto tras haber detenido el golpe de su rival y la ropa y el pelo un poco chamuscados. No obstante, su experiencia en las cocinas le había dado suficiente resistencia ante el fuego y el calor como para que las endebles llamas de aquel tipejo le causaran poco más que un leve escozor. Y su fuerza tampoco era lo que había esperado; definitivamente, no daba la talla.
-Qué perdida de tiempo -masculló Arribor, decepcionado. Lanzó una mirada de desprecio al okama y éste retrocedió un paso-. Apártate. No estás a mi altura -Y al ver que no se retiraba, optó por apartarlo él mismo. Estrelló el puño en su rostro en una trayectoria descendente, e incrustó la cabeza del travesti en el suelo de mármol.
Arribor se sentó contra una pared a esperar a que Zack terminase de dar cuenta de aquella espadachina. Aunque visto lo visto, quizás tuviera que intervenir. No, se las arreglaría. No tenía intención de meterse en la pelea de nadie. El tejón estaba solo, para bien o para mal. Pero Franklin no pensó lo mismo, y cuando hizo su aparición cambiaron las tornas de la lucha, dándole a su compañero la oportunidad de ganar.
-Debilucho -se burló Arribor. Y luego siguió a la siguiente sala.
Ante él se extendía otro pasillo con multitud de trampas. Vio las marcas de una trampilla en el suelo, distinguió el olor de alguna extraña sustancia y oyó los ruidos que emitía una manada de cocodrilos en alguna parte. Realmente empezaba a cansarse. ¿Es que ése banco no tenía fin? No pensaba aguantar más de esas tonterías. Cogió su saco de dinero y se encaminó a una pared. Luego imbuyó su puño de Haki y destrozó el muro a golpes, abriéndose camino a través de la gruesa capa de hormigón. Pared tras pared, el pirata atravesó el laberinto que era el Banco de Hierro hasta que llegó a lo que parecía ser un despacho.
-¿Quién es usted? -bramó el hombre que lo ocupaba-. El intruso, el loco -mustió al darse cuenta de quién era. En la mesa había una chapa en la que ponía "Director", así que seguramente fuese el que mandaba allí-. No crea que voy a amilanarme. Soy el director François De Hierro, fundador del banco que lleva mi nombre, y no me amedrento ante nada.
"¿Entonces el banco no se llama así por ser de hierro?", caviló Arribor. El director abrió un cajón con una llave y sacó una caja con tres botones, cada cual con una etiqueta debajo. Pulsó el primero, etiquetado como "Seguridad". Arribor lo apartó de un empujón.
-Pues yo soy... -"No, si le digo quién soy seguro que todos los pesados de la isla vienen a buscarme"-. Yo soy Zack Suky, un pirata. Y hago lo que quiero.
Adornó sus palabras con un golpe sobre la mesa, pero pulsó los otros dos botones sin querer. Vio con alivio que en el primero ponía "Café" y una cafetera emergió de la pared. "Menos mal, no ha pasado nada". No se dio cuenta de que bajo el tercer botón ponía "Autodestrucción de emergencia".
Zack Suky
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El tuerto se burló de mí buscando provocarme. Siempre tenía alguna forma de sacarme de mis casillas, pero esta vez poco me importaba. Acababa de encontrar algo que para mí era más valioso que las sacas de dinero. Aquella preciosa espada tenía nuevo dueño y el tuerto no iba a amargarme aquel caramelito. Aunque he de admitir que no pude evitar hacerle un corte de mangas antes de recoger de nuevo las sacas. Qué trajín.
Una vez todo estaba listo nos encaminamos a un nuevo pasillo que olía a nuevos problemas y trampas de mierda, pero por suerte el encuentro con el okama había cabreado al tuerto y este comenzó a reventar una pared tras otra saltándose por el forro todas aquellas estupideces. Sino fuese porque tenía arma nueva, ahora mismo estaría muy cabreado porque no hubiese hecho eso antes. Pero como el tacto de un arma nueva rozaba mi mano pasé de decir nada de nuevo y me limité a seguir al tuerto por el camino que estaba creando hasta que llegamos a una especie de despacho.
Allí había un hombre de mediana edad. Su aspecto era acorde con el rango que ostentaba. Sus rasgos estaban surcados de las típicas arrugas que adornan a todo empresario estresado por llevar una gran empresa y su actitud era la de alguien que está acostumbrado a lidiar con problemas todo el día, o al menos era lo que transmitía hasta que Arribor comenzó a hacer de las suyas. Un momento... Será hijo de puta. Acababa de hacerse pasar por mí mientras destrozaba parte del escritorio del tal François. Ahora todos sabrían mi nombre, ocasionando que mi anonimato se fuese al garete porque al tuerto de los cojones tuviese ganas de liarla. Sabía que un día pasaría, pero no había imaginado que fuese así... Aunque eso no era lo peor.
- Insensatos, ahora todo saltará por los aires si no me doy prisa - comenzó a decir el hombre mientras se acercaba a un monitor. - Juro que esto no quedará así Zack. Me ocuparé personalmente que no puedas pisar una isla sin temor que alguien quiera cazarte - dijo a Arribor.
El hombre seguía diciendo eso y muchas cosas más, aunque yo ya había dejado de escuchar sus palabras. Una especie de pitido había comenzado a apoderarse de mi sentido auditivo. No sabía si era mi sangre hirviendo, pero desde luego estaba muy cabreado y una sensación de asfixia amenazaba con hacerme perder el control. No podía dar crédito de lo que estaba pasando, pero algo tenía que hacer por soltar aquella frustración. Estaba a punto de explotar cuando noté una fuerza externa que centró mis sentidos. Se trataba de la katana de la espadachina, que parecía transmitir la misma rabia que yo. No pensé mucho mis siguientes actos, pero sin más dilación agarré la espada fuertemente con las dos manos y lancé un corte completamente vertical hacia la pared más cercana. La onda al impactar causó una explosión que tiró al señor François lejos de donde estaba, mientras la estancia se llenaba de varios trozos de escombros que habían saltado por todos lados. El agujero daba al exterior, haciendo que una suave brisa arrastrase parte de mi agobio y del polvo ocasionado. Lo malo es que aún quedaba la parte del enfado y el señor del Banco de Hierro de los cojones no colaboraba nada.
- Malditos hijos de perra. No sé como te llamas tú, pero juro que una vez pare la secuencia haré de mi vida el perseguiros - gritaba mientras se dirigía de nuevo al monitor para teclear algo en él. Se podía ver claramente que quedaba un poco menos de cinco minutos para que todo petase, así que no me corté y di rienda suelta a toda mi rabia acumulada durante el día. Porque vaya día.
- Pues que sepas sucio vejestorio que tu banco asqueroso no se salvará. Porque yo, Arribor Neus, seré tu peor pesadilla - grité mientras recorría la distancia que nos separaba para lanzarle una estocada a la altura de las muñecas para cercenárselas.
El tipo soltó un alarido de dolor a la par que intentaba detener la hemorragia introduciendo los muñones en su traje mientras se arrastraba a la zona interior del habitáculo. No sé donde tocó ni con qué, pero una puerta secreta se abrió durante un instante. El hombre nos había abandonado y la cuenta atrás seguía. Unos minutos y todo petaría.
- Bueno capi, creo que nos amarán de por vida en esta isla - dije con algo de sorna mientras recuperaba el saco con el dinero y guardaba la katana.
Sabía que había perdido un poco los nervios, pero había estado siendo muy celoso de mantener mi identidad más o menos oculta durante mucho tiempo y en unos segundos había sido completamente destruida. Comencé a bajar por la pared usando un vez más mi transformación... Cuando de repente caí que si hubiese matado al tipo nadie sabría mi nombre. Seré estúpido.
Una vez todo estaba listo nos encaminamos a un nuevo pasillo que olía a nuevos problemas y trampas de mierda, pero por suerte el encuentro con el okama había cabreado al tuerto y este comenzó a reventar una pared tras otra saltándose por el forro todas aquellas estupideces. Sino fuese porque tenía arma nueva, ahora mismo estaría muy cabreado porque no hubiese hecho eso antes. Pero como el tacto de un arma nueva rozaba mi mano pasé de decir nada de nuevo y me limité a seguir al tuerto por el camino que estaba creando hasta que llegamos a una especie de despacho.
Allí había un hombre de mediana edad. Su aspecto era acorde con el rango que ostentaba. Sus rasgos estaban surcados de las típicas arrugas que adornan a todo empresario estresado por llevar una gran empresa y su actitud era la de alguien que está acostumbrado a lidiar con problemas todo el día, o al menos era lo que transmitía hasta que Arribor comenzó a hacer de las suyas. Un momento... Será hijo de puta. Acababa de hacerse pasar por mí mientras destrozaba parte del escritorio del tal François. Ahora todos sabrían mi nombre, ocasionando que mi anonimato se fuese al garete porque al tuerto de los cojones tuviese ganas de liarla. Sabía que un día pasaría, pero no había imaginado que fuese así... Aunque eso no era lo peor.
- Insensatos, ahora todo saltará por los aires si no me doy prisa - comenzó a decir el hombre mientras se acercaba a un monitor. - Juro que esto no quedará así Zack. Me ocuparé personalmente que no puedas pisar una isla sin temor que alguien quiera cazarte - dijo a Arribor.
El hombre seguía diciendo eso y muchas cosas más, aunque yo ya había dejado de escuchar sus palabras. Una especie de pitido había comenzado a apoderarse de mi sentido auditivo. No sabía si era mi sangre hirviendo, pero desde luego estaba muy cabreado y una sensación de asfixia amenazaba con hacerme perder el control. No podía dar crédito de lo que estaba pasando, pero algo tenía que hacer por soltar aquella frustración. Estaba a punto de explotar cuando noté una fuerza externa que centró mis sentidos. Se trataba de la katana de la espadachina, que parecía transmitir la misma rabia que yo. No pensé mucho mis siguientes actos, pero sin más dilación agarré la espada fuertemente con las dos manos y lancé un corte completamente vertical hacia la pared más cercana. La onda al impactar causó una explosión que tiró al señor François lejos de donde estaba, mientras la estancia se llenaba de varios trozos de escombros que habían saltado por todos lados. El agujero daba al exterior, haciendo que una suave brisa arrastrase parte de mi agobio y del polvo ocasionado. Lo malo es que aún quedaba la parte del enfado y el señor del Banco de Hierro de los cojones no colaboraba nada.
- Malditos hijos de perra. No sé como te llamas tú, pero juro que una vez pare la secuencia haré de mi vida el perseguiros - gritaba mientras se dirigía de nuevo al monitor para teclear algo en él. Se podía ver claramente que quedaba un poco menos de cinco minutos para que todo petase, así que no me corté y di rienda suelta a toda mi rabia acumulada durante el día. Porque vaya día.
- Pues que sepas sucio vejestorio que tu banco asqueroso no se salvará. Porque yo, Arribor Neus, seré tu peor pesadilla - grité mientras recorría la distancia que nos separaba para lanzarle una estocada a la altura de las muñecas para cercenárselas.
El tipo soltó un alarido de dolor a la par que intentaba detener la hemorragia introduciendo los muñones en su traje mientras se arrastraba a la zona interior del habitáculo. No sé donde tocó ni con qué, pero una puerta secreta se abrió durante un instante. El hombre nos había abandonado y la cuenta atrás seguía. Unos minutos y todo petaría.
- Bueno capi, creo que nos amarán de por vida en esta isla - dije con algo de sorna mientras recuperaba el saco con el dinero y guardaba la katana.
Sabía que había perdido un poco los nervios, pero había estado siendo muy celoso de mantener mi identidad más o menos oculta durante mucho tiempo y en unos segundos había sido completamente destruida. Comencé a bajar por la pared usando un vez más mi transformación... Cuando de repente caí que si hubiese matado al tipo nadie sabría mi nombre. Seré estúpido.
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-Eh, eh, ¿es que quieres crearme mala fama? -le increpó Arribor al tejón. ¿Cómo se atrevía a dar su nombre por ahí? Irónicamente, ambos se conocieron cuando un pirata de tres al cuarto adoptó su identidad, pero eso no venía al caso-. Ahora me tomarán por un mal tipo que va por ahí cortando manos.
"El maldito tejón da miedo a veces", pensó. No sabía que tuviera un lado sanguinario, aunque tampoco le importaba demasiado. Arribor agujereó la pared del despacho, ignorando la ventana que había al lado, y saltó fuera mientras Zack descendía por la fachada usando sus garras como buen tejón; todo el mundo sabía que esos bichos eran expertos escaladores. La alarma que sonaba ahora era diez veces más fuerte que la anterior y el río de gente que trataba de alejarse del inmenso edificio parecía un grupo de hormigas cegadas por el pánico cuyo hormiguero se hubiera quemado.
-Esto tarda mucho, ¿no? Creía que explotar...
No llegó a terminar la frase. Una potente explosión sacudió la ciudad entera y lanzó a Arribor por los aires. Se levantó rápidamente, aferró con fuerza el saco con el botín y se alejó de allí mientras el banco se desplomaba sobre sí mismo, edificio tras edificio. No pudo evitar sentirse muy satisfecho al pensar que los estúpidos y enrevesados sistemas de seguridad quedarían sepultados bajo toneladas de hormigón. Claro que lamentaba que se hubiese perdido tanto dinero y tantas joyas. Por suerte a él no le hacía falta nada de eso; solo había atracado el banco para dar una lección a los isleños. Además, ¿qué podía pasar solo porque se hundiese un banco?
De camino al puerto se encargó de que corriese el rumor de que Zack Suky había destruido y saqueado el Banco de Hierro. No iba a ser él el único que tuviera mala fama. De todas formas, ya era hora de que los miembros de su banda consiguiesen algo de fama. Aunque solo fuese para que les invitasen a copas por ahí.
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