Mist D. Spanner
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La nieve cubría la zona casi por completo, a excepción del camino en el que los propios habitantes de Bighorn habían apartado esta. Spanner se encontraba en una pequeña zona comercial, con tenderetes a cada lado de la calle. Iba vestido con un pañuelo grisáceo alrededor del cuello, que cubría a este del frío. Llevaba una larga chaqueta morada sobre una camiseta negra, el pelo suelto y, como siempre, su espada al cinto. Como en casi todas las islas que desembarcaban, Zane les dejó vía libre de recorrer la isla a sus anchas mientras se recargaba el log pose. El chico miraba un pequeño estante de frutas con la mano en el mentón, pensando. Fue entonces cuando un sonoro "plaf" le hizo desviar su atención.
A su izquierda un pequeño polluelo de búho hiperactivo que el chico conocía bastante bien, había decidido tirarse de cabeza contra un montón de nieve, para después asomar por esta con nieve amontonada en lo alto de su cabeza y en el pico.
- Maldita sea, Ícarus...
El chico sacó al búho de entre la nieve y sacudió la que tenía encima. Entonces se colocó al pájaro en el hombro y siguió caminando por la calle comercial, aunque el pequeño búho no tardó en emprender el vuelo de nuevo, aunque nunca separándose demasiado de su dueño, por supuesto.
- Eh, chico.
Spanner se giró al escuchar aquella voz. Un hombre le hacía señas detrás de un estante de venta. Este parecía vender cuchillos, espadas... armas bastante básicas. Spanner se señaló a si mismo, algo confuso.
- ¿Te gustan las espadas, eh? Se ve por lo que tienes en el cinturón, yo me fijo en los detalles. Escucha, tengo en oferta un abrillantador de metales y una piedra de afilar perfecta para katanas. ¿De dónde es tu espada? ¿De Wano? Yo mismo soy de Wano, soy un herrero famoso allí y...
- Mientes.
- ¿Eh?
Spanner suspiró. Se acercó al estante y observó las espadas para después hablar, sin mirar al hombre.
- Tu piel es pálida, bastante de hecho. Yo diría que has salido poco de esta isla. De hecho, tus facciones concuerdan con el resto de habitantes de esta isla. Color de pelo, altura de pómulos... No, no eres de Wano. Eres de Sakura y siempre lo has sido. Y estas espadas no parecen precisamente buenas, yo diría que mi espada es mejor, y fue hecha por un herrero novicio. Pero eso no es lo único que me hace pensarlo, no. Tu dedo anular en la mano izquierda, el que tiene el anillo. Ligeramente más hinchado que el resto. El anillo te aprieta, ¿me equivoco? No te tomaron bien las medidas. Sí, he dicho te tomaron, porque de haberlo hecho tú, que según dices eres un verdadero herrero de Wano, te habrías tomado la molestia de medir bien tu propio dedo. Así que... No, no quiero nada que pueda venderme un afilador que se dedica más al timo que otra cosa.
Alzó la vista al comerciante, el cual empezaba a tener el rostro rojo entre vergüenza y furia.
- ¡Estúpido mocoso!
Se agachó y cogió algo del suelo. Spanner saltó hacia atrás y se llevó la mano al mango de su espada mientras veía al hombre salir de detrás de su tenderete con un garrote. El chico empezaba a arrepentirse de haber presumido de esa forma.
A su izquierda un pequeño polluelo de búho hiperactivo que el chico conocía bastante bien, había decidido tirarse de cabeza contra un montón de nieve, para después asomar por esta con nieve amontonada en lo alto de su cabeza y en el pico.
- Maldita sea, Ícarus...
El chico sacó al búho de entre la nieve y sacudió la que tenía encima. Entonces se colocó al pájaro en el hombro y siguió caminando por la calle comercial, aunque el pequeño búho no tardó en emprender el vuelo de nuevo, aunque nunca separándose demasiado de su dueño, por supuesto.
- Eh, chico.
Spanner se giró al escuchar aquella voz. Un hombre le hacía señas detrás de un estante de venta. Este parecía vender cuchillos, espadas... armas bastante básicas. Spanner se señaló a si mismo, algo confuso.
- ¿Te gustan las espadas, eh? Se ve por lo que tienes en el cinturón, yo me fijo en los detalles. Escucha, tengo en oferta un abrillantador de metales y una piedra de afilar perfecta para katanas. ¿De dónde es tu espada? ¿De Wano? Yo mismo soy de Wano, soy un herrero famoso allí y...
- Mientes.
- ¿Eh?
Spanner suspiró. Se acercó al estante y observó las espadas para después hablar, sin mirar al hombre.
- Tu piel es pálida, bastante de hecho. Yo diría que has salido poco de esta isla. De hecho, tus facciones concuerdan con el resto de habitantes de esta isla. Color de pelo, altura de pómulos... No, no eres de Wano. Eres de Sakura y siempre lo has sido. Y estas espadas no parecen precisamente buenas, yo diría que mi espada es mejor, y fue hecha por un herrero novicio. Pero eso no es lo único que me hace pensarlo, no. Tu dedo anular en la mano izquierda, el que tiene el anillo. Ligeramente más hinchado que el resto. El anillo te aprieta, ¿me equivoco? No te tomaron bien las medidas. Sí, he dicho te tomaron, porque de haberlo hecho tú, que según dices eres un verdadero herrero de Wano, te habrías tomado la molestia de medir bien tu propio dedo. Así que... No, no quiero nada que pueda venderme un afilador que se dedica más al timo que otra cosa.
Alzó la vista al comerciante, el cual empezaba a tener el rostro rojo entre vergüenza y furia.
- ¡Estúpido mocoso!
Se agachó y cogió algo del suelo. Spanner saltó hacia atrás y se llevó la mano al mango de su espada mientras veía al hombre salir de detrás de su tenderete con un garrote. El chico empezaba a arrepentirse de haber presumido de esa forma.
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