Una agradable sorpresa

Una sonrisa algo triunfal cruzó mi rostro mientras la castaña comenzó a mordisquearme el lóbulo de la oreja al mismo tiempo que sus dedos jugueteaban con mi piel por debajo de la camiseta. Desde luego la manera de llegar a este punto había sido un poco locura, pero sólo un loco se quejaría. Ante mí tenía a una preciosa joven dispuesta a entretener mi tarde jugando con mi cuerpo y como un chico bueno me dejé querer, aunque una vez que sus atenciones me encendieron no pude contenerme y actué.

Agarré a la chica atrayéndola hacia mí al mismo tiempo que la colocaba encima. El sol a sus espaldas la daba un brillo especial, enmarcando su rostro con sombras que sólo conseguían acentuar sus rasgos elevando su belleza. Cuando quise darme cuenta mis manos se deslizaban buscando la proximidad de su cuerpo, una bajo su camisa acariciando su vientre mientras con la otra repasaba sus facciones. Clavé un último segundo mi mirada carmesí en ella y tras deslizar mis manos tras su nuca y espalda intenté atraerla hacia mí para probar una vez más sus carnosos labios. Aún perduraba en mí el regusto del beso anterior y quería más.

Me dejé llevar, me sentía con ganas de jugar con aquel chico de pelo azul, me había estado llamando la atención mucho rato. Poco a poco sentí como me ponía sobre él, como me notaba sus manos jugando por debajo de mi ropa. Quería seguir sintiéndole, una vista preciosa desde la montaña, un pasto verde y almohadillado, y un chico guapo al que satisfacer.

-Y bien, ¿ahora que harás tu conmigo? -dije sonriendo, mientras le mordisqueaba el cuello, quería enloquecerle, hasta que me beso de nuevo, haciéndome vibrar. Cerré los ojos para sentirle aún más, me empezaba a notar acalorada, hasta que empecé a moverme sensualmente sobre él. Quería ponerle frenético.

Sus insinuantes palabras y movimientos, sumadas al calor que desprendía su piel al simple contacto consiguieron que la parte más lasciva de mi mente se activara. Mi mirada no dejaba de admirar la curva de sus labios y tras un nuevo arranque y sin poder aguantar más me lanzaría de nuevo a saborear aquel dulce manjar a la vez que mis manos con ganas de jugar intentarían quitarle la parte superior de su ropa para tener sus pechos donde los quería.

Si la morena se dejaba, comenzaría a besuquear su cuello y clavícula. Dando suaves besos por su tibia piel hasta llegar a la altura de mis manos para comenzar a saborear sus senos y pezones, con los que había empezado a juguetear. Usaría mi lengua para estimulárselos, aunque se me escaparon un par de mordisquitos llevado por la pasión. Si era así mis manos pasarían a su cadera y espalda, recorriendo aquel mar de curvas.
El paisaje comenzó a quedarse en un segundo plano. Ahora el cantar que me interesaba no era el de los pájaros, sino el de los gemidos de la preciosa compañía que tenía. La comodidad del verde prado dejó de existir, dando paso al fino tacto de la piel de la morena, como si de seda se tratase. Y sobre todo el sol dejó de calentar y brillar, porque ahora el único brillo y calor que sentía provenía de ella. Al final este sí que iba a ser un buen encuentro.

Empecé a sentir como me quería desnudar, besarme, casi fundirse conmigo. Estaba claro que los dos estábamos calientes y ansiosos. No creo que fuese su primera vez, ni la mía tampoco, pero nos dejamos llevar como si lo hubiera sido.

Después de un rato saboreando mi boca, empezó a quitarme la camiseta, le dejé, mientras yo hacía lo mismo con su ropa, necesitaba sentirle piel con piel, así que empecé a darle besos mucho más apasionados, hasta que empezó a jugar con mis pechos, dio dos mordiscos que me hicieron gritar de dolor.

-Ten cuidado chico, que casi me los arrancas -le digo bromeando, pues después empecé a morderle del mismo modo el lobulo de su oreja, y arañarle la espalda. Sentía mucho calor proveniente de su cuerpo, y el que emanaba la mia propia.

-Me encantas guapo -le susurré al oído, acompañado de un movimiento serpenteante en el interior de su oido, y poco después acompañado de un mordisco en el lobulo y después en el cuello. Quería verle enloquecer, ver lo salvaje y apasionado que puede llegar a ser. En un momento determinado, me saqué la parte de abajo de mi ropa, quedando completamente desnuda enfrente a el. Le saqué luego su ropa, y comencé a rozarme con su miembro, que ya estaba durito. Con esos roces comencé a gemir en su oído levemente, intentando que se volviera loco.

Cada beso y mordisco solo conseguían que cada vez estuviese más excitado, deseando que nuestros cuerpos se entrelazasen de una vez por todas, cosa que no pude aguantar más cuando la joven terminó de desprender las ropas de los dos y comenzó a restregarse de forma sensual. Quedos gemidos de placer se escaparon de entre mis labios cada vez que la punta de mi miembro amenazaba con lograr la penetración, haciendo que el éxtasis que estaba acumulando fuese incontrolable por culpa de sus araños y palabras.

- Pues espera preciosa... Acabamos de empezar - dije suavemente tras hacer que se acercase a mi rostro, para acariciar el suyo mientras por fin penetraba a Nahí. Quería observar su expresión cuando me adentrase en su interior.

Una vez ahí comenzaría primero de forma suave, acariciando tu espalda de forma suave a la vez que entrelazo mis dedos en tu cabellera, para luego ir aumentando el ritmo al mismo tiempo que mis uñas comenzaron a arañar tu espalda y tiré ligeramente de tus bucles marrones.

Poco a poco se intensificaba, el ambiente era mucho más cálido. Notaba su cuerpo caliente debajo de mi, le notaba con ganas de entrar en mi cuerpo, conocerlo a fondo, literalmente. Desde mi posición le miraba hacía abajo, con mis manos en sus hombros, le miraba a los ojos, fijamente.

-Me encantas -dije, para segundos después sentir su miembro atravesarme. Solté un sonoro gemido, mordiendome los labios, a la vez que me echaba hacía atrás, con los ojos cerrados, clavandole las uñas en los hombros.

Una vez dentro, recompuse mi postura, mirandole de nuevo a los ojos. Me sonreí con malicia, mientras aun me mordía los labios. Poco a poco empezé a moverme lentamente, mientras aún le clavaba las uñas fuertemente. Me movía desesperadamente despacio, solo para oirle suplicar que fuese más rápido, para oirle gemir, para ver su reacción, cuando sin darse en cuenta empezase a ser mala de verdad.

Se notaba que la joven sabía lo que hacía. Cada movimiento sinuoso que realizaba conseguía encender mi deseo, sus uñas en mi piel arrancaba pequeños quejidos placenteros y sus suaves embestidas hicieron que un pequeño gemido de placer saliese de mi boca mientras me mordía el labio de forma inconsciente.

No aguanté más la necesidad de llegar a lo más profundo de la joven, por lo que sin previo aviso agarré de las caderas a la chica y realicé una profunda penetración, manteniendo aquella posición durante unos segundos que aproveché para recorrerla con mi mirada carmesí cargada de lujuria. Doble las piernas para adoptar mejor postura y comencé a realizar las mismas embestidas. Aumentando la rapidez a la vez que acompasaba mi movimiento de cadera con el del cuerpo de la chica tirando de sus caderas.

Poco a poco, y sin darme cuenta, le empecé a notar más excitado, hasta el punto en que me miraba de una forma que notaba que me iba a hacer desaparecer entre gemidos. Se colocó de mejor forma, y empezó a darme ligeras embestidas. Me dejé llevar, por sus manos, y por los gemidos que soltabamos ambos.

Era imposible tener los ojos abiertos para mirar a aquel chico gimiendo, pero me excitaba sobremanera el oirle, sus manos agarrandome, su forma de mirarme o como se mordía, de las pocas veces que podía ver algo, era muy sexy y excitante.

-Se nota que tienes experiencia -le dije entre gemidos, mirandole a los ojos, desde encima suya, con mis manos a los lados de su cabeza. Sin dejarle decir nada, comencé a besarle apasionadamente, sintiendo el roce de mis pechos con el suyo, arañandole muy de vez en cuando el pecho, la cintura y mordiendole el cuello.

Las palabras de Naí quedaron ahogadas en el rumor de nuestros gemidos y jadeos. Nuestros cuerpos comenzaban a compenetrarse y los ritmos comenzaron a fluir consiguiendo una danza de éxtasis que conseguían llevarse mi cordura. Su tibia piel contra mi pecho hacia contraste con la dureza de sus pezones y uñas rasgando mi piel. Sus labios clavados en los míos y nuestras lenguas bailando una danza que solo ellas conocían. He de admitir que el estar en aquella postura conseguía ponerme de sobremanera, pero soy un chico juguetón y no me conformo con lo primero que me dan.

Aproveché que sus manos se encontraban en mi pecho para poder sujetarla de las muñecas firmemente, para en un ligero movimiento tras dedicarle mi sonrisa más pícara girar uno encima de otro e intercambiar posiciones. Ahora estaba yo encima y las vistas desde allí se me antojaron aún más impresionantes. La penetración no había dejado de estar presente durante el movimiento, por lo que no perdí combo y seguí meneando las caderas mientras mis manos recorrían sus pechos desnudos hasta llegar a sus pezones que parecían devolverme la mirada de forma lasciva. La tibieza de su cuerpo me recordaba a la suave caricia del fuego de la fragua y eso solo conseguía excitarme aún más.

Me sorprendió el momento en que se dio la vuelta, quedándome debajo de él. Sus ojos rojos cada vez parecían más intensos según avanzábamos en aquel baile sexual plagado de gemidos y lascíbia. Según se puso sobre mí, comenzó a mover sus caderas, sin darme tregua, simplemente cerré mis ojos, y me dejé hacer, disfrutando del dulce contoneo de su cuerpo sobre mi sexualizado cuerpo.

Ya no éramos capaces de hablar, simplemente dejamos hablar a nuestros cuerpos, chasquidos, azotitos, jugueteos... todo aquello hablaba por nosotros. Sentía un ardor de placer en todo mi cuerpo, que se empezaba a tornar frio, pues estaba a punto de estallar de placer. Me quedaba poco para soltar el último gran gemido, plagado de una promesa de pasión e intenso orgasmo, que solo mi cuerpo y yo seríamos capaces de disfrutar.

Miraba a sus ojos, con los labios cerrados, intentando decirle con eso que ya estaba al borde del éxtasis. Sin decirle nada, simplemente eché para atrás mi cabeza, me agarré en sus brazos con mis manos clavándole las uñas, y mordiendo de vez en cuando mis labios comencé a soltar un intenso orgasmo, acompañado de leves movimientos dentro de mi vagina, y con espasmos por todo mi cuerpo.

-No creo que haga falta decirte que acaba de pasar -dije sonriendo, mientras descansaba sobre el prado, mirando las nubes, satisfecha por aquel orgasmo tan bienvenido.

La temperatura del cuerpo de la joven iba en aumento con cada balanceo de caderas que nuestros cuerpos encadenaban. El cuerpo de la chica reaccionaba con pequeñas contracciones musculares al mismo tiempo que soltaba una sinfonía de jadeos y gemidos... Hasta que sin previo aviso hizo más presión con sus uñas en mi cuerpo y comenzó a mirarme con fiera intensidad. Sus pupilas se expandieron, casi consumiendo sus hermosos iris, justo en el momento que soltó un profundo gemido mientras su cuerpo se relajaba aún conmigo dentro. La calidez de sus húmedos bajos corroboraron lo que yo imaginaba y lo que ella dijo.

- Puede que lo sepa... O puede que no - contesté con tono juguetón. - Solo sé que si te ha gustado... Esto lo hará más.

Sin dudar un segundo agarré a la castaña por la espalda y así poder incorporarla sin terminar la penetración, para acto seguido deslizar mis manos hasta el culo y levantarla de un fuerte tirón. Esperaba que se entrelazase con las piernas para facilitar la postura. Una vez en pie comenzaría a besarla nuevamente mientras la levantaba y la dejaba caer sobre mí.

Sin contemplaciones, y prácticamente sin dejarme recobrar el aire, me coge en sus brazos, y me sube a su cadera, mientras me besa, me sigue perforando por dentro.

Sigo gimiendo, con los ojos cerrados, me abrazo a su cuello, con la excitación siento que me voy a caer en cualquier momento.

-Si sigues así... -dije, pero sin poder terminar la frase, pues aquello era un vaivén frenético de placer. Con una mano me agarré a su cuello, y con la otra le clavé las uñas en un hombro, iba a conseguir que terminara por segunda vez.

Le besé apasionadamente, mientras mi pelo acariciaba su rostro y sus hombros, mientras sentía mis gemidos en su boca, mientras sentía que estaba a punto de hacerme estallar de nuevo.

-¿Con cuantas habrás estado para ser capaz de esto? -dije entrecortada, mientras gemía sin parar, no un orgasmo, pero casi.