Página 1 de 2. • 1, 2
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La brisa marina era bastante agradable aquella tarde. Serían las ocho por así decirlo y estaba a punto de anochecer. El enorme buque marine que Hikaru había pedido prestado al Vice-Almirante Xemnas avanzaba despacio por aquel archipiélago de islas de piedra. Había algunas nubes en el cielo y debía admitir que hacía un poco de frío, pero tampoco era algo exagerado. En aquel navío de velas blancas había al menos unos diez reclutas al servicio de Immortals. El viento hizo que una gorra marine cayese al suelo, pero una mano inocente la recogió enseguida, colocándola en su cabeza. Aquella persona era una chica de piel pálida, cabellos rubios como el oro y ojos dorados. Su delantera era bastante grande, pero conseguía disimularla un poco con la sudadera blanca que llevaba puesta. También poseía un pantalón del mismo tono y unas sandalias de madera. Portaba una vaina a cada lado de la cintura, en las cuales estaban sus dos katanas especiales.
Los orbes de la chica no tardaron en clavarse con firmeza en algunos de los islotes. La razón por la que estaban allí era en una de sus primeras misiones especiales. En la isla con forma de “Caracol” había un enorme laberinto de piedra que tendrían que atravesar. Al final había una pequeña base subterránea de algunos piratas de la famosa banda de “Alzados En Violencia”. El objetivo era capturarlos a todos y llevarse los botines a la justicia. Iban a tardar lo suyo en llegar, pero ella estaba convencida de que podrían. Se hallaba en la cubierta del barco y con ambas manos en los bolsillos. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro al mismo tiempo que se acercaba a una pequeña mesita que había anclada al suelo. Tomó lo que parecía ser un pedazo de carne enorme atravesada con un hueso y clavó sus dientes en él. Lo masticó despacio y tras unos momentos tragó aquel delicioso alimento. Debía admitir que estaba muy rico, pero para su gusto un poco más de sal habría estado bien.
- Sargento Kineko, ya estamos llegando a la entrada del laberinto gigante ¿Convoco a los inmortales? – Dijo de forma un poco curiosa mientras miraba la isla. Era un joven recluta de unos veinte años, de cabellos rojizos y ojos azulados.
- Prefiero que me llames Hikaru. Me harías un enorme favor si les avisaras. Deben estar en sus camarotes, la cocina, los baños o el gimnasio interior. Diles que es el momento de zarpar y que el último que llegue aquí pagará la próxima ronda de comida. – Las últimas palabras fueron dichas con un tono siniestro.
Hikaru sabía de sobra que algunos de sus hombres sabían que comía como un maldito gigante y eso podría destrozar los bolsillos del pobre infeliz que llegase el último. Ella simplemente soltó un suspiro y después de unos momentos tomó una mochila enorme de color negro. En ella llevaba mucha comida y algunas cosas básicas de supervivencia, como podían ser tiendas de campaña enrolladas o cerillas. También un poco de madera y agua. Por si fuera poco, se había llevado pilas y linternas. Cuando se la cargó notó un peso demasiado grande y entonces la dejó en el suelo suspirando.
- Que la lleve Keith…
Fue entonces cuando se acercó a un bote sostenido por un par de cuerdas y de un tajo rápido las cortó. El vehículo cayó al agua y lo próximo que harían sería desembarcar en él, pues el barco no podía acercarse más al laberinto. Aquello pintaba interesante. Se quedó en la cubierta esperando a que llegasen las demás personas.
Los orbes de la chica no tardaron en clavarse con firmeza en algunos de los islotes. La razón por la que estaban allí era en una de sus primeras misiones especiales. En la isla con forma de “Caracol” había un enorme laberinto de piedra que tendrían que atravesar. Al final había una pequeña base subterránea de algunos piratas de la famosa banda de “Alzados En Violencia”. El objetivo era capturarlos a todos y llevarse los botines a la justicia. Iban a tardar lo suyo en llegar, pero ella estaba convencida de que podrían. Se hallaba en la cubierta del barco y con ambas manos en los bolsillos. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro al mismo tiempo que se acercaba a una pequeña mesita que había anclada al suelo. Tomó lo que parecía ser un pedazo de carne enorme atravesada con un hueso y clavó sus dientes en él. Lo masticó despacio y tras unos momentos tragó aquel delicioso alimento. Debía admitir que estaba muy rico, pero para su gusto un poco más de sal habría estado bien.
- Sargento Kineko, ya estamos llegando a la entrada del laberinto gigante ¿Convoco a los inmortales? – Dijo de forma un poco curiosa mientras miraba la isla. Era un joven recluta de unos veinte años, de cabellos rojizos y ojos azulados.
- Prefiero que me llames Hikaru. Me harías un enorme favor si les avisaras. Deben estar en sus camarotes, la cocina, los baños o el gimnasio interior. Diles que es el momento de zarpar y que el último que llegue aquí pagará la próxima ronda de comida. – Las últimas palabras fueron dichas con un tono siniestro.
Hikaru sabía de sobra que algunos de sus hombres sabían que comía como un maldito gigante y eso podría destrozar los bolsillos del pobre infeliz que llegase el último. Ella simplemente soltó un suspiro y después de unos momentos tomó una mochila enorme de color negro. En ella llevaba mucha comida y algunas cosas básicas de supervivencia, como podían ser tiendas de campaña enrolladas o cerillas. También un poco de madera y agua. Por si fuera poco, se había llevado pilas y linternas. Cuando se la cargó notó un peso demasiado grande y entonces la dejó en el suelo suspirando.
- Que la lleve Keith…
Fue entonces cuando se acercó a un bote sostenido por un par de cuerdas y de un tajo rápido las cortó. El vehículo cayó al agua y lo próximo que harían sería desembarcar en él, pues el barco no podía acercarse más al laberinto. Aquello pintaba interesante. Se quedó en la cubierta esperando a que llegasen las demás personas.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sería el día de conocer al resto de la flota; únicamente conocía a Hikaru, la líder de nuestro grupo. Me encontraba en mi dormitorio, leyendo sobre libros de magia y encantamientos; como de costumbre. A juzgar por mi sentido del horario, debía estar a punto de anochecer por lo que sería buena idea salir a cubierta para ver el atardecer y próximamente las estrellas. Había sido un viaje tranquilo, sin ninguna perturbación y eso me agradaba; ir de peligro en peligro era algo común en mí… Y de vez en cuando era bueno salir de lo ordinario.
Vestía un traje de tela un tanto apretado que dejaba ver mi figura femenina, completamente distinta a la de mi antiguo yo. Mi cabello plateado caía bajo mis hombros y algunos mechones se posaban sobre mi pecho. El traje era de color violeta oscuro y tenía ciertos relieves de color dorado que lo adornaban para darle un poco más de elegancia. Portaba un cinturón ajustado que contaba con dos “bolsillos” y bajo este unos ajustados pantalones de color negro. Los guantes de color violeta oscuro me protegían del frío que siempre sentía en las manos.
Probé la sabrosa carne que tenía en la bandeja de plata posada sobre la mesa de madera de mi habitación. Aquel trozo estaba acompañado con algunos vegetales (pimentón, lechuga y tomate). Si no fuera tan tímida respecto a esas cosas, me hubiese gustado felicitar al cocinero pues había hecho un estupendo trabajo. Cada mascada que le daba a la carne, era un acto de placer; los frescos vegetales que la acompañaban, hacían de ella un plato perfecto. Tras usar mi cubierto con sutileza, le di un sorbo al cilíndrico vaso de agua.
Me gustaba estar sin compañía, escuchando únicamente la voz de mis pensamientos. Estar un rato a solas me permitía pensar y llegar a conclusiones sobre situaciones cotidianas. Había momentos en que me ponía a imaginar cómo sería la vida si no hubiera conocido a la Orden y cómo estarían las cosas de no haber entrado a la Marina. Seguramente seguiría siendo la misma asesina que aquella oscura organización creó.
–Señorita von Steinhell –la voz de un hombre interrumpió mis pensamientos–, la Sargento Kineko ha dado la orden de zarpar. Advierte que el último en llegar, será el que pague la próxima ronda de comida.
Tras escuchar la última frase, mis ojos violetas se abrieron de par en par. No era de las personas que comía mucho, pero, según lo que había escuchado, todo era distinto cuando se trataba de Hikaru. Aquella mujer sería capaz de comerse un elefante, y tenía muy claro que no estaba jugando. Mi bolsillo temblaba, con mi última compra contaba con unos pocos millones para sobrevivir debido que el sueldo de Marine no es precisamente bueno.
–Gracias por venir hasta acá –comenté sin voltear la mirada–. Has hecho un gran servicio, puedes retirarte.
Sostuve mi guadaña y la deposité en la funda de mi espalda, cogí una pequeña bolsa con algunas provisiones para el viaje y até el libro de conjuros a mi cinturón. Mi “herramienta manifestadora de hechizos” estaba cubierta bajo un pedazo de tela que caía de mi traje. Antes de salir, le di el último mordisco al pedazo de carne y cerré el libro que estaba leyendo. Lo terminaría en otro momento, quizás en alguno con más tiempo.
Abrí la puerta para poder salir y encontrarme en el pasillo. A mi izquierda seguramente estaría el comedor, pero a mi derecha estaba la escalera que conectaba con la cubierta. Allí estaría mi capitana esperando la llegada del resto de la banda. ¿Cómo serían los demás integrantes? Tenía muchas dudas al respecto y algunos miedos… De hecho, sería la primera vez que Hikaru me vería de esta forma. No nos habíamos visto desde que era una pequeña niña de cabellos plateados que no quería hablar, en cambio ahora era una mujer curvilínea que se movía con elegancia.
Dejando mis temores a un lado, y recordando algunos consejos de Rayne, caminé tranquilamente hacia la escalera. Subí cada peldaño mientras mis pensamientos inundaban mi cabeza. Al estar en cubierta comprobé que estaba oscureciendo y encontré que la Sargento estaba jugando con sus espadas para dejar caer el bote al agua. Por un momento me alegré, había sido la primera en llegar y no tendría que pagar la comida; además, tendría suficiente espacio para presentarme ante el resto de la banda.
–Ha pasado un tiempo, Hikaru-san –comenté con mi típico tono frío, carente de expresión–. ¿Qué tal pintan las cosas? –Pregunté, buscando un poco de conversación.
Sociabilizar no era mi fuerte, es más, las relaciones sociales no eran mi fuerte. Casi todas las personas que conocí (y con las que mantengo una estrecha relación) fue porque vivimos intensas situaciones juntos, dando la posibilidad de dialogar. Sin embargo, este era un caso distinto.
Vestía un traje de tela un tanto apretado que dejaba ver mi figura femenina, completamente distinta a la de mi antiguo yo. Mi cabello plateado caía bajo mis hombros y algunos mechones se posaban sobre mi pecho. El traje era de color violeta oscuro y tenía ciertos relieves de color dorado que lo adornaban para darle un poco más de elegancia. Portaba un cinturón ajustado que contaba con dos “bolsillos” y bajo este unos ajustados pantalones de color negro. Los guantes de color violeta oscuro me protegían del frío que siempre sentía en las manos.
Probé la sabrosa carne que tenía en la bandeja de plata posada sobre la mesa de madera de mi habitación. Aquel trozo estaba acompañado con algunos vegetales (pimentón, lechuga y tomate). Si no fuera tan tímida respecto a esas cosas, me hubiese gustado felicitar al cocinero pues había hecho un estupendo trabajo. Cada mascada que le daba a la carne, era un acto de placer; los frescos vegetales que la acompañaban, hacían de ella un plato perfecto. Tras usar mi cubierto con sutileza, le di un sorbo al cilíndrico vaso de agua.
Me gustaba estar sin compañía, escuchando únicamente la voz de mis pensamientos. Estar un rato a solas me permitía pensar y llegar a conclusiones sobre situaciones cotidianas. Había momentos en que me ponía a imaginar cómo sería la vida si no hubiera conocido a la Orden y cómo estarían las cosas de no haber entrado a la Marina. Seguramente seguiría siendo la misma asesina que aquella oscura organización creó.
–Señorita von Steinhell –la voz de un hombre interrumpió mis pensamientos–, la Sargento Kineko ha dado la orden de zarpar. Advierte que el último en llegar, será el que pague la próxima ronda de comida.
Tras escuchar la última frase, mis ojos violetas se abrieron de par en par. No era de las personas que comía mucho, pero, según lo que había escuchado, todo era distinto cuando se trataba de Hikaru. Aquella mujer sería capaz de comerse un elefante, y tenía muy claro que no estaba jugando. Mi bolsillo temblaba, con mi última compra contaba con unos pocos millones para sobrevivir debido que el sueldo de Marine no es precisamente bueno.
–Gracias por venir hasta acá –comenté sin voltear la mirada–. Has hecho un gran servicio, puedes retirarte.
Sostuve mi guadaña y la deposité en la funda de mi espalda, cogí una pequeña bolsa con algunas provisiones para el viaje y até el libro de conjuros a mi cinturón. Mi “herramienta manifestadora de hechizos” estaba cubierta bajo un pedazo de tela que caía de mi traje. Antes de salir, le di el último mordisco al pedazo de carne y cerré el libro que estaba leyendo. Lo terminaría en otro momento, quizás en alguno con más tiempo.
Abrí la puerta para poder salir y encontrarme en el pasillo. A mi izquierda seguramente estaría el comedor, pero a mi derecha estaba la escalera que conectaba con la cubierta. Allí estaría mi capitana esperando la llegada del resto de la banda. ¿Cómo serían los demás integrantes? Tenía muchas dudas al respecto y algunos miedos… De hecho, sería la primera vez que Hikaru me vería de esta forma. No nos habíamos visto desde que era una pequeña niña de cabellos plateados que no quería hablar, en cambio ahora era una mujer curvilínea que se movía con elegancia.
Dejando mis temores a un lado, y recordando algunos consejos de Rayne, caminé tranquilamente hacia la escalera. Subí cada peldaño mientras mis pensamientos inundaban mi cabeza. Al estar en cubierta comprobé que estaba oscureciendo y encontré que la Sargento estaba jugando con sus espadas para dejar caer el bote al agua. Por un momento me alegré, había sido la primera en llegar y no tendría que pagar la comida; además, tendría suficiente espacio para presentarme ante el resto de la banda.
–Ha pasado un tiempo, Hikaru-san –comenté con mi típico tono frío, carente de expresión–. ¿Qué tal pintan las cosas? –Pregunté, buscando un poco de conversación.
Sociabilizar no era mi fuerte, es más, las relaciones sociales no eran mi fuerte. Casi todas las personas que conocí (y con las que mantengo una estrecha relación) fue porque vivimos intensas situaciones juntos, dando la posibilidad de dialogar. Sin embargo, este era un caso distinto.
Keith S. Branwen
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Keith comía tranquilamente en su habitación, al tiempo que pensaba en cosas importantes u aleatorias. Habían pasado varias semanas desde lo sucedido en aquella isla del este y de su herida, si bien fue cerrada del todo, aún quedaba una cicatriz roja. No le molestaba ni incomodaba, además su propia regeneración se aseguraría de dejarlo como nuevo en un par de días más. De todas formas, eso no era lo más importante del día. No, lo importante era que, finalmente, toda la flota se había reunido para una misión... Bueno, casi todas. Estaba seguro que quedaban uno o dos todavía que no hacían acto de presencia, pero con cuatro será más que suficiente para una misión. Esa era lo menos, lo que más le incomodaba... Era que, prácticamente, todos sus nakamas eran mujeres. No era machista ni nada por el estilo, pero sabía muy bien que podría ocasionar ciertos accidentes si no se controlaba... O si no se daba cuenta de lo que hacía.
– A veces mi suerte apesta – pensó con algo de frustración el peligris.
Suspiró pesadamente y se terminó su plato de pollo con patatas. Dejó el plato en su escritorio y se estiró, provocando que la sangre empezara a fluir por sus articulaciones. Hizo sonar su cuello y fue hacia su guardarropas para elegir su atuendo, acto seguido se dirigió hacia el baño para un ducha rápida. Al cabo de unos minutos, el dragón salió y se miró en el espejo. Al contrario de otras ocasiones, esta vez llevaba una polo negra encima, y llevaba unos pantalones marrones para combinar. Encima llevaba un chaqueta verde oscuro, y se podía apreciar en negro el símbolo de la marina a sus espaldas.
– Sargento Keith – el joven arqueó una ceja y miró hacia la puerta. – La Sargento Kineko dice que vaya a cubierta... Y que el último pagaría la próxima ronda de comida –
Si hubiera tenido algún líquido en su boca, probablemente lo hubiese escupido debido a la impresión. Sabía de sobra lo que podía llegar a comer su capitana, por lo que eso no sería nada bonito. Sintiendo algo de pánico, Keith se ajustó sus ropas y salió corriendo de la habitación, pasando a llevar una mesa donde tenía unos informes. Allí se encontraba escrito todo lo que pudo encontrar sobre sus otras desconocidas compañeras, así como su rango y cosas generales... O esa era la intención. Solo Katharina tenía un perfil, pero la otra... Era como si sus registros no existieran. Su nombre era Kaori Nanami y, si bien pertenecía al gobierno, su facción no era la de marine. Eso era curioso, pero no se iba a poner a indagar ahora en medio de una misión.
– Llegué – dijo el joven mientras suspiraba de alivio al ver que no era el último.
Inmediatamente al llegar a cubierta, su cuerpo fue azotado por un fuerte viento. Parpadeó un poco y se encogió de hombros; climas como esos no le molestaban en lo más mínimo, ni siquiera podía sentir el frío que, posiblemente, hubiera en el ambiente. Me acerqué Hikaru y a quien debía ser Katharina a paso lento.
– Que tal, Hikaru – le dijo casualmente a la rubia. Se dio la vuelta, una vez que dejó a Hikaru, y su semblante cambió a uno más relajado, al tiempo que mantení una mirada inexpresiva en su rostro. Era así con todos los desconocidos, bueno... Con la mayoría. Intentó tomar la mano de la albina, hacer una leve reverencia y posar sus labios en su mano. – Un placer, señorita Katharina. Mi nombre es Keith – se presentó de forma cortés mientras una media sonrisa se formaba en su rostro. Recobró su postura y miró a la rubia, esperando instrucciones y al miembro faltante.
– A veces mi suerte apesta – pensó con algo de frustración el peligris.
Suspiró pesadamente y se terminó su plato de pollo con patatas. Dejó el plato en su escritorio y se estiró, provocando que la sangre empezara a fluir por sus articulaciones. Hizo sonar su cuello y fue hacia su guardarropas para elegir su atuendo, acto seguido se dirigió hacia el baño para un ducha rápida. Al cabo de unos minutos, el dragón salió y se miró en el espejo. Al contrario de otras ocasiones, esta vez llevaba una polo negra encima, y llevaba unos pantalones marrones para combinar. Encima llevaba un chaqueta verde oscuro, y se podía apreciar en negro el símbolo de la marina a sus espaldas.
– Sargento Keith – el joven arqueó una ceja y miró hacia la puerta. – La Sargento Kineko dice que vaya a cubierta... Y que el último pagaría la próxima ronda de comida –
Si hubiera tenido algún líquido en su boca, probablemente lo hubiese escupido debido a la impresión. Sabía de sobra lo que podía llegar a comer su capitana, por lo que eso no sería nada bonito. Sintiendo algo de pánico, Keith se ajustó sus ropas y salió corriendo de la habitación, pasando a llevar una mesa donde tenía unos informes. Allí se encontraba escrito todo lo que pudo encontrar sobre sus otras desconocidas compañeras, así como su rango y cosas generales... O esa era la intención. Solo Katharina tenía un perfil, pero la otra... Era como si sus registros no existieran. Su nombre era Kaori Nanami y, si bien pertenecía al gobierno, su facción no era la de marine. Eso era curioso, pero no se iba a poner a indagar ahora en medio de una misión.
– Llegué – dijo el joven mientras suspiraba de alivio al ver que no era el último.
Inmediatamente al llegar a cubierta, su cuerpo fue azotado por un fuerte viento. Parpadeó un poco y se encogió de hombros; climas como esos no le molestaban en lo más mínimo, ni siquiera podía sentir el frío que, posiblemente, hubiera en el ambiente. Me acerqué Hikaru y a quien debía ser Katharina a paso lento.
– Que tal, Hikaru – le dijo casualmente a la rubia. Se dio la vuelta, una vez que dejó a Hikaru, y su semblante cambió a uno más relajado, al tiempo que mantení una mirada inexpresiva en su rostro. Era así con todos los desconocidos, bueno... Con la mayoría. Intentó tomar la mano de la albina, hacer una leve reverencia y posar sus labios en su mano. – Un placer, señorita Katharina. Mi nombre es Keith – se presentó de forma cortés mientras una media sonrisa se formaba en su rostro. Recobró su postura y miró a la rubia, esperando instrucciones y al miembro faltante.
Kaori Nanami
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
– Supongo que es hora, ¿no? – susurró al tiempo que cerraba sus ojos por unos segundos. Estaba en mitad del aire, sobrevolando el buque de la marina en la que “viajaba”. Técnicamente, ella no necesitaba nada de ese estilo para ir de isla en isla, pero si se agotaba… Más si aún no estaba acostumbrada a usar su forma completa. Un gran dragón de bronce pasó por uno de los laterales del barco y notó que algunos se asustaban al ver lo que pasaba. Suspiró con calma y cogió un poco más de altura. Ya había divisado a Hikaru y, la verdad, es que estaba impresionada de que la llamaran y que nadie del Gobierno le pusiera peros. – Eso es lo mejor. Puedo hacer lo que quiera. – Se dijo con un tono bastante tranquilo y rebosante de alegría.
Había memorizado algunas cosas sobre los otros dos miembros que irían con ella. Un sargento y una cabo. ¿Tres mujeres y un hombre? Menuda situación más… Extraña. No es que le importara, pero si sabía que era bastante probable que Keith, como el sargento se llamaba, sintiera un poco de presión. De todos modos, solo había memorizado lo importante: Una foto de ellos, nombres y rango. El resto lo descubriría ella misma y así, de paso, se evitaba ir con ciertos prejuicios y hacerse ideas erróneas de lo que en verdad sucedía. Sobrevoló el barco una vez más al olfatear dos olores desconocidos acercándose a Hikaru. ”En marcha” – pensó con calma. Empezó a descender y al estar a unos pocos metros del barco, volvió a su forma humana, dio una voltereta en el aire y aterrizó con suma sutileza, en la cubierta del barco. Llegó a tiempo para ver a Keith besando la mano de Katharina y sonrió con calma.
– Buenas – dijo mientras se arreglaba su gorra que estaba a juego con su camiseta de color verde y unos pantalones cortos de un tono rojizo. La camiseta dejaba ver un pronunciado escote y se arrepentía de elegir algo así, pero, lamentablemente, no tenía mucho más. – Soy Kaori Nanami. Mucho gusto. – Su tono era bastante entusiasta y alegre.
Se acercó a Hikaru y la miró a los ojos con calma. Estaba feliz por verla de nuevo y más si contaba con ella para una misión. ”Aunque… Normal, somos nakamas. Idiota, eres idiota, Kaori.” – por alguna razón, aún no se acostumbraba a ese hecho. Quizá fuera porque estuvo mucho tiempo de su formación algo solitaria y la idea de tener como amiga a alguien como ella era más que increíble. Suspiró con calma y luego intentó abrazar a la rubia.
– Ha pasado tiempo, Hikaru – le diría con tranquilidad. – Me alegro mucho de volver a verte.
Había memorizado algunas cosas sobre los otros dos miembros que irían con ella. Un sargento y una cabo. ¿Tres mujeres y un hombre? Menuda situación más… Extraña. No es que le importara, pero si sabía que era bastante probable que Keith, como el sargento se llamaba, sintiera un poco de presión. De todos modos, solo había memorizado lo importante: Una foto de ellos, nombres y rango. El resto lo descubriría ella misma y así, de paso, se evitaba ir con ciertos prejuicios y hacerse ideas erróneas de lo que en verdad sucedía. Sobrevoló el barco una vez más al olfatear dos olores desconocidos acercándose a Hikaru. ”En marcha” – pensó con calma. Empezó a descender y al estar a unos pocos metros del barco, volvió a su forma humana, dio una voltereta en el aire y aterrizó con suma sutileza, en la cubierta del barco. Llegó a tiempo para ver a Keith besando la mano de Katharina y sonrió con calma.
– Buenas – dijo mientras se arreglaba su gorra que estaba a juego con su camiseta de color verde y unos pantalones cortos de un tono rojizo. La camiseta dejaba ver un pronunciado escote y se arrepentía de elegir algo así, pero, lamentablemente, no tenía mucho más. – Soy Kaori Nanami. Mucho gusto. – Su tono era bastante entusiasta y alegre.
Se acercó a Hikaru y la miró a los ojos con calma. Estaba feliz por verla de nuevo y más si contaba con ella para una misión. ”Aunque… Normal, somos nakamas. Idiota, eres idiota, Kaori.” – por alguna razón, aún no se acostumbraba a ese hecho. Quizá fuera porque estuvo mucho tiempo de su formación algo solitaria y la idea de tener como amiga a alguien como ella era más que increíble. Suspiró con calma y luego intentó abrazar a la rubia.
– Ha pasado tiempo, Hikaru – le diría con tranquilidad. – Me alegro mucho de volver a verte.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Hikaru se mantenía sonriente en todo momento hasta que finalmente vio aparecer a la primera. Era su segunda al mando y lo era por algo. Su velocidad y puntualidad, su frialdad tan irresistiblemente divertida. En todas las bandas debía de haber alguien fuerte y que pasaba de todo por así decirlo y esa era su querida Katharina. Estaba realmente cambiada desde la última vez que la vio y no pudo evitar alzar su puño en señal de victoria ante sus palabras. Le resultaba una persona a la que quería mucho. Después de aquel reto que juntas superaron, el vínculo había crecido bastante por parte de la rubia. Le dedicó una mirada amable y después rio con fuerza y ganas.
- ¡Bastante bien! Espero que a ti también. Me alegro de que por fin me hables. Además, ahora estás más mona ¿Estás lista para la misión?
Preguntó con un tono algo calmado. Entonces fue cuando observó aparecer a Keith. Le miró ilusionada esperando un abrazo o una caricia en su cabeza como de costumbre. Entonces el dragón la saludó de forma un poco seria y después se dedicó a besar la mano de Katharina. La sonrisa de Hikaru desapareció unos momentos y simplemente desvió la mirada un poco desilusionada ¿No me habrá perdonado? ¿Cambia delante de otras chicas? Ella agachó la cabeza un poco pérdida con aquella situación y entonces fingió no estar allí ¿Cómo se hacía aquello? Pues no hablando y mirando a otro lado. Entonces infló las mejillas y no dudó en alzar la voz para que todos lo oyesen.
- ¿También quieres hacer niños con ella y la cigüeña? No entiendo nada de todo aquello que me explicaste el otro día a solas en aquel bosque…
No había entendido la mitad de lo que había dicho, pero supuso que podría servir. A continuación se dio cuenta de una brisa más grande de lo normal y mostró una sonrisa amable cuando vio a la dragona aterrizar y cambiar a su forma humana. La rubia notó el abrazo y mostró una expresión dulce. Se abrazó a Kaori con fuerza y mostrando una mirada inocente y amable.
- ¡Yo también! Así podremos hablar sobre las cigüeñas. – Mencionó confusa por el momento sobre la sexualidad. Sabía ya el modo, pero ella tenía fe en la cigüeña.
Justo entonces iba a pedirle a Keith que tomase la mochila, pero ella pensaba que estaba molesto por el saludo tan seco delante de los demás. Cogió ella misma todo el peso y estuvo a punto de caerse de espaldas, pero pudo resistir. Entonces se lanzó al bote desde lo alto. Cayó de culo al aterrizar y casi cayó al agua debido al peso, pero se estabilizó de milagro. Empezó a reír entonces de forma exagerada y se sentó esperando al resto. Cuando estuviesen cogería uno de los dos remos y empezaría a remar hacia la isla.
- El objetivo es llegar por el laberinto hasta un pasaje subterráneo que nos llevará a una cueva. Las habilidades de volar no sirven por eso. Dentro hay criaturas dicen y al final una banda pirata que hemos de arrestar. Juntos podremos. Recordar que yo no os juzgaré si vais a matar, pero por favor… Os pido de corazón que tratéis de evitarlo. – Dijo un poco avergonzada mirando a otro lado. En ese momento estiró su mano hasta uno de los pechos de Kaori y la otra hacia Katharina, tratando de medirlos. – Vaya, parece que la cosa está reñida.
- ¡Bastante bien! Espero que a ti también. Me alegro de que por fin me hables. Además, ahora estás más mona ¿Estás lista para la misión?
Preguntó con un tono algo calmado. Entonces fue cuando observó aparecer a Keith. Le miró ilusionada esperando un abrazo o una caricia en su cabeza como de costumbre. Entonces el dragón la saludó de forma un poco seria y después se dedicó a besar la mano de Katharina. La sonrisa de Hikaru desapareció unos momentos y simplemente desvió la mirada un poco desilusionada ¿No me habrá perdonado? ¿Cambia delante de otras chicas? Ella agachó la cabeza un poco pérdida con aquella situación y entonces fingió no estar allí ¿Cómo se hacía aquello? Pues no hablando y mirando a otro lado. Entonces infló las mejillas y no dudó en alzar la voz para que todos lo oyesen.
- ¿También quieres hacer niños con ella y la cigüeña? No entiendo nada de todo aquello que me explicaste el otro día a solas en aquel bosque…
No había entendido la mitad de lo que había dicho, pero supuso que podría servir. A continuación se dio cuenta de una brisa más grande de lo normal y mostró una sonrisa amable cuando vio a la dragona aterrizar y cambiar a su forma humana. La rubia notó el abrazo y mostró una expresión dulce. Se abrazó a Kaori con fuerza y mostrando una mirada inocente y amable.
- ¡Yo también! Así podremos hablar sobre las cigüeñas. – Mencionó confusa por el momento sobre la sexualidad. Sabía ya el modo, pero ella tenía fe en la cigüeña.
Justo entonces iba a pedirle a Keith que tomase la mochila, pero ella pensaba que estaba molesto por el saludo tan seco delante de los demás. Cogió ella misma todo el peso y estuvo a punto de caerse de espaldas, pero pudo resistir. Entonces se lanzó al bote desde lo alto. Cayó de culo al aterrizar y casi cayó al agua debido al peso, pero se estabilizó de milagro. Empezó a reír entonces de forma exagerada y se sentó esperando al resto. Cuando estuviesen cogería uno de los dos remos y empezaría a remar hacia la isla.
- El objetivo es llegar por el laberinto hasta un pasaje subterráneo que nos llevará a una cueva. Las habilidades de volar no sirven por eso. Dentro hay criaturas dicen y al final una banda pirata que hemos de arrestar. Juntos podremos. Recordar que yo no os juzgaré si vais a matar, pero por favor… Os pido de corazón que tratéis de evitarlo. – Dijo un poco avergonzada mirando a otro lado. En ese momento estiró su mano hasta uno de los pechos de Kaori y la otra hacia Katharina, tratando de medirlos. – Vaya, parece que la cosa está reñida.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La rubia respondió alegremente mi pregunta, como siempre. Así que esperaba que también me esté yendo bien…, lamentablemente eso no era tan cierto. Las cosas estaban volviéndose complicadas, en realidad, siempre que alguien tuviera una relación con una organización turbia y morbosa como la Orden Carmesí, no podía esperar llevar una vida placentera. Una de las razones más importantes por las que estaba en la cubierta de ese barco, era por mi sentido del deber y responsabilidad; estaba acostumbrada a responder el llamado de mis superiores cuando me necesitaban.
–Debes saber que siempre estoy lista –contesté, señalando mi enorme guadaña que brillaba intensamente a mi espalda.
Inmediatamente después de responder la pregunta de mi capitana, un hombre de cabellos grises apareció en escena. No tenía idea quién era; como segunda al mando, debía estar al tanto de los hombres con los que contábamos y sus respectivas posiciones dentro de la Marina. Sin embargo, nunca tuve demasiado tiempo para estudiar sus respectivos informes. El hombre de cabellos grises se acercó a mí, tomó mi mano y la besó. ¿Qué significaba? ¿Quería presumir ante la rubia que podía tomar la mano de una desconocida y dárselas de galán? Cerré los ojos, suspiré y los abrí para darle una mirada fría y distante.
–El placer es mío –contesté educadamente al mismo tiempo que deslizaba sutilmente mi mano.
Lo primero que hice fue observar cada una de sus facciones y movimientos. Era importante memorizar sus gestos y palabras típicas en una persona, pues era un elemento determinante a la hora de envolverse en una misión. Durante mi estadía en la Orden, aprendí que había una enorme cantidad de hombres capaces de disfrazarse de otras personas y articular perfectamente sus movimientos, pero siempre había una falla. ¿Mi primera impresión? No parecía ser alguien particularmente imponente…, pero era mi compañero y debía estar a gusto con ello.
Pasado unos minutos, llegó la siguiente miembro. Alcé la mirada y me encontré con un fabuloso dragón que sobrevolaba los cielos, que lentamente se transformaba en una humana a medida que descendía hasta encontrarse en la cubierta del barco. Hubo un aspecto bastante curioso… ¿Cómo podía mantener intacta su ropa al transformarse en semejante bestia? Seguramente tendría una explicación.
La mujer de cabellos oscuros se presentó con el nombre de Kaori Nanami. No me correspondía preguntar, pero no tenía idea de porqué hombres como ellos se unieron a la banda de Hikaru. En realidad, ni siquiera yo sabía el porqué. Esperaría hasta haber obtenido algo más de confianza en el grupo para preguntar sus intenciones y motivos, así como sus metas y expectativas.
–Estoy segura que sabes mi nombre –expresé con tono formal, desinteresado e indiferente mientras mi vista se mantenía en el vasto mar azul–, pero de todas formas me presentaré. Soy Katharina von Steinhell.
En el momento en que Kaori abrazó a la rubia, esta última mencionó algo sobre “cigüeñas”. Seguramente se refería a un incoherente y arcaico cuento que se refería a que los niños eran concebidos por cigüeñas que los repartían por todo el mundo. Cerré los ojos y suspiré; mi capitana era una formidable guerrera, pero su inocencia le jugaba mucho en contra. Para eso estaba yo, que, básicamente, representaba el lado oscuro de la banda. Era un “peso” que alguien tenía que llevar, en momentos críticos se necesita una opinión lógica.
Observé cómo Hikaru se las arreglaba para tomar esa pesada mochila que seguramente contendría algunas provisiones. Me alegraba contar con mi propia y compacta bolsita, esta era liviana y muy útil. Me hubiera gustado ofrecerle mi ayuda, pero todos sabían que la fuerza no era mi especialidad. Apoyé ambas manos en la baranda y vi a Hikaru caerse de culo sobre la pequeña embarcación, casi cayendo al agua. Si hubiera pasado, estaría en graves problemas. Quise imitar su movimiento saltando la baranda y cayendo livianamente en la tosca madera del bote. Una vez estando allí, escuché atentamente las palabras de mi capitana.
Me detuve en el momento en que mencionó eso de no matar a nadie, al menos en lo posible. Si ella trabajaba conmigo, tenía que hacerse la idea de que toda pelea que empezaba terminaba en muerte. Los problemas se cortan de raíz, y si se trataba de piratas, lo mejor era eliminarlos por completo. Aunque… Siempre tuve una pregunta: ¿Qué nos diferenciaba a nosotros, los marines, de los piratas que compartían los mismos ideales? ¿También se merecen una despiadada muerte?
–Hay momentos en que es inevitable –quise comentar, en voz baja–. Lo puedo intentar, pero no prometo nada.
Lentamente vi como la rubia acercaba su mano a uno de mis pechos y lo comparaba descaradamente con uno de Kaori. Ni siquiera me inmuté, no estaba acostumbrada a tener pechos grandes; hace no mucho que empecé a tener este cuerpo, no había razón para avergonzarse. Ahora, si hablábamos objetivamente sobre las medidas, estaba segura que la chica dragón los tenía más grandes. Aunque no era una prueba que el muchacho de pelos grises debía contemplar, seguramente se desmayaría.
–Hikaru… –estiré mi mano y sin expresión en mi rostro, presioné el pecho derecho de la rubia–, tú eres quien los tiene más grandes.
–Debes saber que siempre estoy lista –contesté, señalando mi enorme guadaña que brillaba intensamente a mi espalda.
Inmediatamente después de responder la pregunta de mi capitana, un hombre de cabellos grises apareció en escena. No tenía idea quién era; como segunda al mando, debía estar al tanto de los hombres con los que contábamos y sus respectivas posiciones dentro de la Marina. Sin embargo, nunca tuve demasiado tiempo para estudiar sus respectivos informes. El hombre de cabellos grises se acercó a mí, tomó mi mano y la besó. ¿Qué significaba? ¿Quería presumir ante la rubia que podía tomar la mano de una desconocida y dárselas de galán? Cerré los ojos, suspiré y los abrí para darle una mirada fría y distante.
–El placer es mío –contesté educadamente al mismo tiempo que deslizaba sutilmente mi mano.
Lo primero que hice fue observar cada una de sus facciones y movimientos. Era importante memorizar sus gestos y palabras típicas en una persona, pues era un elemento determinante a la hora de envolverse en una misión. Durante mi estadía en la Orden, aprendí que había una enorme cantidad de hombres capaces de disfrazarse de otras personas y articular perfectamente sus movimientos, pero siempre había una falla. ¿Mi primera impresión? No parecía ser alguien particularmente imponente…, pero era mi compañero y debía estar a gusto con ello.
Pasado unos minutos, llegó la siguiente miembro. Alcé la mirada y me encontré con un fabuloso dragón que sobrevolaba los cielos, que lentamente se transformaba en una humana a medida que descendía hasta encontrarse en la cubierta del barco. Hubo un aspecto bastante curioso… ¿Cómo podía mantener intacta su ropa al transformarse en semejante bestia? Seguramente tendría una explicación.
La mujer de cabellos oscuros se presentó con el nombre de Kaori Nanami. No me correspondía preguntar, pero no tenía idea de porqué hombres como ellos se unieron a la banda de Hikaru. En realidad, ni siquiera yo sabía el porqué. Esperaría hasta haber obtenido algo más de confianza en el grupo para preguntar sus intenciones y motivos, así como sus metas y expectativas.
–Estoy segura que sabes mi nombre –expresé con tono formal, desinteresado e indiferente mientras mi vista se mantenía en el vasto mar azul–, pero de todas formas me presentaré. Soy Katharina von Steinhell.
En el momento en que Kaori abrazó a la rubia, esta última mencionó algo sobre “cigüeñas”. Seguramente se refería a un incoherente y arcaico cuento que se refería a que los niños eran concebidos por cigüeñas que los repartían por todo el mundo. Cerré los ojos y suspiré; mi capitana era una formidable guerrera, pero su inocencia le jugaba mucho en contra. Para eso estaba yo, que, básicamente, representaba el lado oscuro de la banda. Era un “peso” que alguien tenía que llevar, en momentos críticos se necesita una opinión lógica.
Observé cómo Hikaru se las arreglaba para tomar esa pesada mochila que seguramente contendría algunas provisiones. Me alegraba contar con mi propia y compacta bolsita, esta era liviana y muy útil. Me hubiera gustado ofrecerle mi ayuda, pero todos sabían que la fuerza no era mi especialidad. Apoyé ambas manos en la baranda y vi a Hikaru caerse de culo sobre la pequeña embarcación, casi cayendo al agua. Si hubiera pasado, estaría en graves problemas. Quise imitar su movimiento saltando la baranda y cayendo livianamente en la tosca madera del bote. Una vez estando allí, escuché atentamente las palabras de mi capitana.
Me detuve en el momento en que mencionó eso de no matar a nadie, al menos en lo posible. Si ella trabajaba conmigo, tenía que hacerse la idea de que toda pelea que empezaba terminaba en muerte. Los problemas se cortan de raíz, y si se trataba de piratas, lo mejor era eliminarlos por completo. Aunque… Siempre tuve una pregunta: ¿Qué nos diferenciaba a nosotros, los marines, de los piratas que compartían los mismos ideales? ¿También se merecen una despiadada muerte?
–Hay momentos en que es inevitable –quise comentar, en voz baja–. Lo puedo intentar, pero no prometo nada.
Lentamente vi como la rubia acercaba su mano a uno de mis pechos y lo comparaba descaradamente con uno de Kaori. Ni siquiera me inmuté, no estaba acostumbrada a tener pechos grandes; hace no mucho que empecé a tener este cuerpo, no había razón para avergonzarse. Ahora, si hablábamos objetivamente sobre las medidas, estaba segura que la chica dragón los tenía más grandes. Aunque no era una prueba que el muchacho de pelos grises debía contemplar, seguramente se desmayaría.
–Hikaru… –estiré mi mano y sin expresión en mi rostro, presioné el pecho derecho de la rubia–, tú eres quien los tiene más grandes.
Keith S. Branwen
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Keith cerró sus ojos al escuchar las palabras de Hikaru y negó con la cabeza. Era un caso perdido, lo mejor sería que aprendiera por ella misma. Él ya hizo todo lo posible para explicárselo, y no resultó. Ahora lo mejor sería que se mantuviera distante para no dificultar más la situación. Se rascó su cabeza un poco y desvió su mirada hacia el otro lado, dejando el tema de lado. Por otro lado, un olor particular invadió sus fosas nasales. Entrecerró sus ojos, al tiempo que estos se volvieron fríos como un tempano de hielo. No sabía porque, pero por alguna razón, ese aroma le incomodaba demasiado... Y al mirar hacia arriba, supo el por qué. Un dragón... no, si sus deducciones estaban correctas, entonces se trataba del miembro que faltaba. Cerró sus ojos por algunos segundos, e intentó inhalar y exhalar varias veces para poder tranquilizarse. Sabía de sobra que habían otros nueve dragones a parte del suyo, pero nunca esperó encontrarse con otro... Mucho menos del mismo lado.
– Vaya, nunca esperé encontrarme con bronce por aquí – mencionó su dragón interior de forma casual.
Bronce... por lo que sabía de ellos, podían ser retratados como unos seres, si bien orientados a la justicia y el bien, muy ególatras y orgullosos. Era una suerte que la mentalidad no pasara a su usuario (a menos que esté en forma completa), pero de todas formas, mantendría un ojo en la pelinegra. Al menos se llevó algunos puntos por tener tal disposición.
– Mucho gusto, Bronce – dijo casualmente el peligris.
Normalmente hubiera hecho algo más, pero... Sus instintos evitaban que mantuviera contacto más que el necesario. ¿Quizá era algo en la naturaleza de los dragones? Podía ser, solo esperaba que no se armaran conflictos por eso mismo. Al menos del dragón plateado no tenía que preocuparse. Era muy pacífico para buscar peleas porque sí... A menos que estén haciendo el mal. Ahí si pasan a ser salvajes, sin tener compasión alguna por sus oponentes.
Una vez que todos estuvieron en el bote, Keith se alejó de las tres mujeres. No lo suficiente para no escuchar las órdenes, pero sí para mantener una disposición algo distante. Entrecerró sus ojos un poco y negó con la cabeza. Normalmente seguiría esa disposición de Hikaru, pero... Había cierto problema en eso.
– Lo intentaré, pero no prometo nada. Sabes que no puedo controlarme por... eso – le dijo a la pelirrubia. – También si veo que tu o los demás están en problemas, no dudaré en atacar con todo – con esa última advertencia, cerró sus ojos mientras esperaba llegar a tierra. Ignoraba completamente ese... tema que se encontraban hablando esas tres. Si, eso sería lo mejor para su salud mental.
– Vaya, nunca esperé encontrarme con bronce por aquí – mencionó su dragón interior de forma casual.
Bronce... por lo que sabía de ellos, podían ser retratados como unos seres, si bien orientados a la justicia y el bien, muy ególatras y orgullosos. Era una suerte que la mentalidad no pasara a su usuario (a menos que esté en forma completa), pero de todas formas, mantendría un ojo en la pelinegra. Al menos se llevó algunos puntos por tener tal disposición.
– Mucho gusto, Bronce – dijo casualmente el peligris.
Normalmente hubiera hecho algo más, pero... Sus instintos evitaban que mantuviera contacto más que el necesario. ¿Quizá era algo en la naturaleza de los dragones? Podía ser, solo esperaba que no se armaran conflictos por eso mismo. Al menos del dragón plateado no tenía que preocuparse. Era muy pacífico para buscar peleas porque sí... A menos que estén haciendo el mal. Ahí si pasan a ser salvajes, sin tener compasión alguna por sus oponentes.
Una vez que todos estuvieron en el bote, Keith se alejó de las tres mujeres. No lo suficiente para no escuchar las órdenes, pero sí para mantener una disposición algo distante. Entrecerró sus ojos un poco y negó con la cabeza. Normalmente seguiría esa disposición de Hikaru, pero... Había cierto problema en eso.
– Lo intentaré, pero no prometo nada. Sabes que no puedo controlarme por... eso – le dijo a la pelirrubia. – También si veo que tu o los demás están en problemas, no dudaré en atacar con todo – con esa última advertencia, cerró sus ojos mientras esperaba llegar a tierra. Ignoraba completamente ese... tema que se encontraban hablando esas tres. Si, eso sería lo mejor para su salud mental.
Kaori Nanami
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sintió el abrazo de Hikaru y sonrió con calma. ”Eres demasiado inocente, Hikaru” – pensó cuando escuchó sus palabras. Estaba bastante feliz de volver a estar con ella. Había escuchado las palabras de Keith y ahora que lo olfateaba mejor, pudo darse cuenta que él tenía… Un olor diferente. Parecido al de Madara. ¿Otro dragón? No, no creyó que fuera eso, pero si se lo recordaba. ”Me pregunto que estará haciendo ese Shichibukai” – pensó a la par que se alejaba de la rubia y ponía atención al resto. No pudo contener una risa al escuchar a Katharina, normal que se supiera su nombre, pero le llamó la atención que afirmara que ya lo sabía. ¿Acaso la había investigado también? Era un grupo curioso y ya los quería conocer mejor. También se preguntaba qué tipo de motivos los había llevado a seguir a alguien como Hikaru. Ella, por otro lado, solo lo hacía por un fuerte lazo de amistad que se había formado en una noche. Vio como su capitana tenía algunos problemas con una mochila, pero pudo estabilizarse y luego saltar al pequeño barco que los llevaría a la siguiente isla.
– Hubiera sido más fácil si yo los llevaba, pero bueno. Vamos. – Susurró.
Observó a Hikaru caer de culo en el bote y casi caerse de este. La siguiente que lo hizo fue Katharina y, finalmente, el peligris. ”Quizá deba observarlo para asegurarme” – pensó mientras caía en el barco con sutileza. Tratando de no desestabilizarlo mucho y que no se cayera nadie. Sintió la mano perversa de Hikaru en uno de sus pechos y como tocaba también a la otra chica. Estaba comparando el tamaño de estos. La cabo fue la que dijo lo que era verdad, era la rubia las que los tenía más grande de las tres. No pudo evitar sonreír con cierta malicia y miró a Keith.
– Solo hay una persona que puede decidirlo, ¿no crees, Hikaru? – mencionó de forma desinteresada. – Y ese es Keith. Después de todo, es un hombre – quería ver un poco su reacción y se ponía nervioso o no. – Respecto a lo otro, ningún problema. – Dijo de forma tranquila.
Kaori apoyó su cabeza en el hombro de Hikaru y, probablemente, estaría así en lo que durara el viaje. Quería descansar un poco luego de estar practicando el usar su forma completa. No había sido mucho tiempo, pero si se sentía un poco agotada, pero no lo negaba… Era la mejor sensación el poder dominar los cielos de aquella forma.
– Hubiera sido más fácil si yo los llevaba, pero bueno. Vamos. – Susurró.
Observó a Hikaru caer de culo en el bote y casi caerse de este. La siguiente que lo hizo fue Katharina y, finalmente, el peligris. ”Quizá deba observarlo para asegurarme” – pensó mientras caía en el barco con sutileza. Tratando de no desestabilizarlo mucho y que no se cayera nadie. Sintió la mano perversa de Hikaru en uno de sus pechos y como tocaba también a la otra chica. Estaba comparando el tamaño de estos. La cabo fue la que dijo lo que era verdad, era la rubia las que los tenía más grande de las tres. No pudo evitar sonreír con cierta malicia y miró a Keith.
– Solo hay una persona que puede decidirlo, ¿no crees, Hikaru? – mencionó de forma desinteresada. – Y ese es Keith. Después de todo, es un hombre – quería ver un poco su reacción y se ponía nervioso o no. – Respecto a lo otro, ningún problema. – Dijo de forma tranquila.
Kaori apoyó su cabeza en el hombro de Hikaru y, probablemente, estaría así en lo que durara el viaje. Quería descansar un poco luego de estar practicando el usar su forma completa. No había sido mucho tiempo, pero si se sentía un poco agotada, pero no lo negaba… Era la mejor sensación el poder dominar los cielos de aquella forma.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Hikaru mostró una sonrisa amable al escuchar que intentarían no matar a los demás. Se sintió agradecida por aquello y les dedicó una dulce sonrisa, como si se hubiese recuperado ya de que Keith no la saludara de forma amable. Se rascó un poco la mejilla y continuó remando de forma tranquila. Fue entonces cuando notó una presión extraña en su pecho derecho y no pudo evitar ladear la cabeza un poco confusa. Al escuchar las palabras de su segunda al mando empezó a reír un poco mientras miraba a las dos. Ella no estaba midiendo el tamaño, de hecho, enseguida dijo lo que planeaba.
- Buscaba las más blanditas para usar de almohada cuando acampemos.
Explicó soltando una risa un poco exagerada, pero sincera. Tenía toda la intención de compartir tienda con alguien y hacer fiesta en mitad de la misión. Se llevó la mano derecha a la mejilla y se la rascó un poco mientras continuaba remando con ganas. Cuando Kaori dijo aquellas palabras, miles de bombas estallaron en la cabeza de la rubia ¿Qué? Su mente se quedó en blanco y por unos momentos miró al cielo con una expresión que mostraba confusión. Ahora sí que estaba totalmente pérdida ¿Qué tenía que ver? A lo mejor era otra de las cosas que no sabía sobre la vida. Entonces fue cuando clavó su mirada de forma curiosa en la chica dragón y le habló con un tono calmado.
- ¿Los hombres tienen algún poder para decidir eso mejor? No sabía eso. Nee ¿Qué más poderes así tienen los hombres? Explícamelos.
Preguntó de forma inocente mientras sonreía como una niña pequeña. Al ver que ella echaba la cabeza en su hombro no tardó en sonreír de forma dulce. Ladeó la cabeza un poco para estar pegada a ella y cerró los ojos de forma amable. Pensaba estar así con ella todo el viaje también, pero quería una respuesta a su duda anterior. A lo mejor incluso Katharina podía dársela y por eso la miró de forma sonriente esperando que ella le dijese algo.
No tardó mucho en darse cuenta de que habían llegado a la entrada del laberinto y si se dio cuenta fue porque el bote había dejado de moverse. Le dio un cariñoso abrazo a Kaori y después se fue colocando en pie despacio para no molestarla. Entonces miró que en el pasillo que daba a la entrada había dos estatuas de piedra en forma de demonios. Ella tomó la enorme mochila con dificultad y se la puso en su espalda de forma orgullosa. Por mucho que le pesase, la llevaría ella. En ese momento caminó hasta llegar a la estatua derecha. Le tocó la cabeza con curiosidad, pero aquella cosa no se movió para nada. Soltó un pequeño suspiro y después les hizo una señal al resto para que fueran a su lado. Se adentró en el laberinto con una mirada calmada.
- ¡A explorar!
Dijo en un tono muy alto al mismo tiempo que daba saltitos. Debido al peso de la mochila no superaba los diez centímetros de salto, pero se veía feliz y con bastante energía. Soltó una pequeña carcajada y empezó a andar silbando felizmente como si estuviese en una especie de excursión.
- Buscaba las más blanditas para usar de almohada cuando acampemos.
Explicó soltando una risa un poco exagerada, pero sincera. Tenía toda la intención de compartir tienda con alguien y hacer fiesta en mitad de la misión. Se llevó la mano derecha a la mejilla y se la rascó un poco mientras continuaba remando con ganas. Cuando Kaori dijo aquellas palabras, miles de bombas estallaron en la cabeza de la rubia ¿Qué? Su mente se quedó en blanco y por unos momentos miró al cielo con una expresión que mostraba confusión. Ahora sí que estaba totalmente pérdida ¿Qué tenía que ver? A lo mejor era otra de las cosas que no sabía sobre la vida. Entonces fue cuando clavó su mirada de forma curiosa en la chica dragón y le habló con un tono calmado.
- ¿Los hombres tienen algún poder para decidir eso mejor? No sabía eso. Nee ¿Qué más poderes así tienen los hombres? Explícamelos.
Preguntó de forma inocente mientras sonreía como una niña pequeña. Al ver que ella echaba la cabeza en su hombro no tardó en sonreír de forma dulce. Ladeó la cabeza un poco para estar pegada a ella y cerró los ojos de forma amable. Pensaba estar así con ella todo el viaje también, pero quería una respuesta a su duda anterior. A lo mejor incluso Katharina podía dársela y por eso la miró de forma sonriente esperando que ella le dijese algo.
No tardó mucho en darse cuenta de que habían llegado a la entrada del laberinto y si se dio cuenta fue porque el bote había dejado de moverse. Le dio un cariñoso abrazo a Kaori y después se fue colocando en pie despacio para no molestarla. Entonces miró que en el pasillo que daba a la entrada había dos estatuas de piedra en forma de demonios. Ella tomó la enorme mochila con dificultad y se la puso en su espalda de forma orgullosa. Por mucho que le pesase, la llevaría ella. En ese momento caminó hasta llegar a la estatua derecha. Le tocó la cabeza con curiosidad, pero aquella cosa no se movió para nada. Soltó un pequeño suspiro y después les hizo una señal al resto para que fueran a su lado. Se adentró en el laberinto con una mirada calmada.
- ¡A explorar!
Dijo en un tono muy alto al mismo tiempo que daba saltitos. Debido al peso de la mochila no superaba los diez centímetros de salto, pero se veía feliz y con bastante energía. Soltó una pequeña carcajada y empezó a andar silbando felizmente como si estuviese en una especie de excursión.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El ánimo y la moral estaban bien en el bote, se podían ver las energías de la chica rubia y la amabilidad de la chica dragón. El único varón del grupo parecía ser un poco… ¿especial? Al menso tenía la suficiente convicción de proteger a sus compañeras, pero no necesitaba que nadie cuidara de mí; en muchas ocasiones me las tuve que ver por mi cuenta para salir viva de una peligrosa situación. Prefería que gastaran sus energías en los demás, yo podía vérmelas por mi cuenta.
Cuando Hikaru preguntó sobre los poderes especiales que tenían los hombres, solo me levanté de hombros; no sabía de qué hablaba ni tenía una respuesta para ello. Tampoco tenía la intención de que el peligris decidiera quién de nosotras tenía los mejores atributos. Busqué algo qué decirle a mi capitana, tenía en consideración que era una mujer demasiado inocente y tal vez no era necesario romper con esa característica única de la rubia.
–No sé de que hablas, Hikaru –respondí con los ojos cerrados, intentando disfrutar del viaje.
De repente un pequeño golpecito en la punta del bote hizo sacudirme, era la señal de que habíamos llegado. Tomé mi pequeña bolsa con provisiones y comencé a caminar por el borde de la pequeña embarcación para no tener que mojar mis pies, sabía lo que significaba pasar toda una noche con los pies mojados en un sitio desconocido. No tenía conocimiento sobre el clima de la isla ni mucho menos qué tipo de enemigos enfrentaremos.
En la entrada se erguían dos pequeñas estatuas, como si esperaran la llegada de alguien. A pesar de estar esculpidas con piedra, tenían muchos detalles; seguramente el artista que las hizo era un excelente profesional. Los ojos de las estatuas infundían temor… Bueno, no en todos. La chica de cabellos rubios se aproximó hacia la que estaba en la derecha y tocó su cabeza, como si esperara que algo sucediera. Yo no me manejaba por impulsos, todo lo contrario por parte de Hikaru quien apenas veía algo corría en su encuentro para saciar su curiosidad.
–Tendremos que proteger la curiosidad e impulsividad de nuestra capitana –advertí al grupo, como segunda al mando–. Ya debemos cuidar de alguien que vive solo el momento, les pido que estén alerta.
Comencé a avanzar para adentrarme al laberinto. Las paredes de los laterales se erguían hacia el cielo y superaban mi tamaño con creces, empecé a pensar que no estaban hechas para humanos. Intenté medirlas con la mirada… ¿6 metros, tal vez? En ese caso, posiblemente tampoco estén hechas para un gigante lo que hacía preguntarme cuál era la intención del laberinto. Lancé una pequeña bola de fuego desde mi mano para causar una pequeña quemadura en la pared derecha. De esa forma podía comprender un poco más sobre las propiedades y materiales de la extraña construcción, además de marcar nuestro comienzo.
Era relativamente buena resolviendo acertijos y laberintos, es más, desde pequeña dibujaba una infinidad de estos. Sin embargo, era muy distinto verlos desde arriba a estar adentro. Por pura lógica, deduje que lo fundamental era colocar puntos de referencia y marcar los caminos que habíamos recorrido. Tenía la leve impresión de que nos encontraríamos con serios enemigos, así que eso de explorar nos venía bien para saber un poco más sobre la situación y el lugar en el que estábamos.
–Busquemos un lugar donde acampar –le recomendé a la chica de cabellos rubios mientras me acercaba por su espalda hasta estar a su lado izquierdo–. No es necesario gastar todas nuestras energías en una sola noche, ¿no crees?
Dicho eso seguí avanzando procurando que mis pisadas no provocaran ruido innecesario. Ya formaba parte de mí, era algo sumamente natural… Siempre estar atenta al peligro, es lo que se me enseñó.
Cuando Hikaru preguntó sobre los poderes especiales que tenían los hombres, solo me levanté de hombros; no sabía de qué hablaba ni tenía una respuesta para ello. Tampoco tenía la intención de que el peligris decidiera quién de nosotras tenía los mejores atributos. Busqué algo qué decirle a mi capitana, tenía en consideración que era una mujer demasiado inocente y tal vez no era necesario romper con esa característica única de la rubia.
–No sé de que hablas, Hikaru –respondí con los ojos cerrados, intentando disfrutar del viaje.
De repente un pequeño golpecito en la punta del bote hizo sacudirme, era la señal de que habíamos llegado. Tomé mi pequeña bolsa con provisiones y comencé a caminar por el borde de la pequeña embarcación para no tener que mojar mis pies, sabía lo que significaba pasar toda una noche con los pies mojados en un sitio desconocido. No tenía conocimiento sobre el clima de la isla ni mucho menos qué tipo de enemigos enfrentaremos.
En la entrada se erguían dos pequeñas estatuas, como si esperaran la llegada de alguien. A pesar de estar esculpidas con piedra, tenían muchos detalles; seguramente el artista que las hizo era un excelente profesional. Los ojos de las estatuas infundían temor… Bueno, no en todos. La chica de cabellos rubios se aproximó hacia la que estaba en la derecha y tocó su cabeza, como si esperara que algo sucediera. Yo no me manejaba por impulsos, todo lo contrario por parte de Hikaru quien apenas veía algo corría en su encuentro para saciar su curiosidad.
–Tendremos que proteger la curiosidad e impulsividad de nuestra capitana –advertí al grupo, como segunda al mando–. Ya debemos cuidar de alguien que vive solo el momento, les pido que estén alerta.
Comencé a avanzar para adentrarme al laberinto. Las paredes de los laterales se erguían hacia el cielo y superaban mi tamaño con creces, empecé a pensar que no estaban hechas para humanos. Intenté medirlas con la mirada… ¿6 metros, tal vez? En ese caso, posiblemente tampoco estén hechas para un gigante lo que hacía preguntarme cuál era la intención del laberinto. Lancé una pequeña bola de fuego desde mi mano para causar una pequeña quemadura en la pared derecha. De esa forma podía comprender un poco más sobre las propiedades y materiales de la extraña construcción, además de marcar nuestro comienzo.
Era relativamente buena resolviendo acertijos y laberintos, es más, desde pequeña dibujaba una infinidad de estos. Sin embargo, era muy distinto verlos desde arriba a estar adentro. Por pura lógica, deduje que lo fundamental era colocar puntos de referencia y marcar los caminos que habíamos recorrido. Tenía la leve impresión de que nos encontraríamos con serios enemigos, así que eso de explorar nos venía bien para saber un poco más sobre la situación y el lugar en el que estábamos.
–Busquemos un lugar donde acampar –le recomendé a la chica de cabellos rubios mientras me acercaba por su espalda hasta estar a su lado izquierdo–. No es necesario gastar todas nuestras energías en una sola noche, ¿no crees?
Dicho eso seguí avanzando procurando que mis pisadas no provocaran ruido innecesario. Ya formaba parte de mí, era algo sumamente natural… Siempre estar atenta al peligro, es lo que se me enseñó.
Keith S. Branwen
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Keith dejó escapar un suspiro de tranquilidad mientras mantenía sus ojos cerrados. El sonido del mar le calmaba y el ambiente en el barco era armónico, quitando ese juego de ver quien tenía los pechos más grandes... Hasta que Kaori decidió soltar ese comentario al aire, involucrándolo en algo que no le interesaba (en verdad sí, pero su salud mental era lo primero). Algo irritado, Keith abrió sus ojos y miró al trío de mujeres. Por suerte, la inocencia de Hikaru y la frialdad de Katharina le salvaron de lo que hubiera sido un momento bochornoso. Si las tres se hubieran puesto de acuerdo para contestar... probablemente no hubiera tenido oportunidad alguna para escapar. Salvo pasar a forma híbrida y marcharse por su propia cuenta la isla, por supuesto. No pudo evitar fulminar un poco con la mirada a Kaori, pero luego negó con la cabeza. El tema ya había quedado atrás, para su fortuna. Solo quedaba seguir disfrutando de lo que quedaba del viaje.
Su intención era seguir descansando, pero cierto golpe del bote se lo impidió. No era necesario mirar para ver lo que había sucedido, el peligris ya estaba acostumbrado como navegante para darse cuenta de lo que pasó; el bote había tocado tierra. Keith suspiró y se encogió de hombros; era hora de trabajar. Pegó un salto para quedar en tierra e inspeccionó los alrededores. Salvo unas estatuas pequeñas en la entrada, no había nada fuera de lo común... A simple vista. El joven, gracias a su fruta, agudizó más sus sentidos para sentir más allá de lo normal. Pese a que su rango no era tan alto como cuando se transformaba, igual servía de algo. Al cabo de unos minutos inspeccionando su rango de alcance, el joven negó con la cabeza. No, no había nada que llamara su atención. Quizá un par de animales, pero nada que fuera parecido a un humano.
– Entendido – le respondió a Katharina mientras adoptaba un semblante serio.
Finalmente, entraron al laberinto. El joven se llevó una mano al mentón mientras pensaba en como abordar este tema. Lo más lógico sería ir marcando el lugar de vez en cuando para no perderse; era la mejor alternativa que tenían. Katharina, al parecer, pensó en lo mismo que él, puesto que uso una bola de fuego para marcar una de las paredes. Interesante, ¿acaso la segunda al mando tenía poderes de fuego? De todas formas, eso daba un poco igual. Ya iría descubriendo más acerca de la albina. En caso de la pelinegra... se hacía una idea bastante buena de los poderes que podía tener, gracias a sus conocimientos y a la sabiduría de Argentum.
– Pienso lo mismo – respondió ante la sugerencia de la albina, al tiempo que usaba sus dotes de espía para no hacer ruido mientras caminaba. – Además tendríamos que poner turnos de guardia para no tener problemas con ataques sorpresas y... – Keith se interrumpió a sí mismo mientras fruncía el ceño. Le dedicó la mirada más tranquila que pudiera lograr a su capitana, usando un tono de voz similar. – Hikaru... ¿Cuantas tiendas trajiste? – Sabía muy bien lo olvidadiza que podía llegar a ser la rubia, pero... ¿Llegaría hasta este punto?
Su intención era seguir descansando, pero cierto golpe del bote se lo impidió. No era necesario mirar para ver lo que había sucedido, el peligris ya estaba acostumbrado como navegante para darse cuenta de lo que pasó; el bote había tocado tierra. Keith suspiró y se encogió de hombros; era hora de trabajar. Pegó un salto para quedar en tierra e inspeccionó los alrededores. Salvo unas estatuas pequeñas en la entrada, no había nada fuera de lo común... A simple vista. El joven, gracias a su fruta, agudizó más sus sentidos para sentir más allá de lo normal. Pese a que su rango no era tan alto como cuando se transformaba, igual servía de algo. Al cabo de unos minutos inspeccionando su rango de alcance, el joven negó con la cabeza. No, no había nada que llamara su atención. Quizá un par de animales, pero nada que fuera parecido a un humano.
– Entendido – le respondió a Katharina mientras adoptaba un semblante serio.
Finalmente, entraron al laberinto. El joven se llevó una mano al mentón mientras pensaba en como abordar este tema. Lo más lógico sería ir marcando el lugar de vez en cuando para no perderse; era la mejor alternativa que tenían. Katharina, al parecer, pensó en lo mismo que él, puesto que uso una bola de fuego para marcar una de las paredes. Interesante, ¿acaso la segunda al mando tenía poderes de fuego? De todas formas, eso daba un poco igual. Ya iría descubriendo más acerca de la albina. En caso de la pelinegra... se hacía una idea bastante buena de los poderes que podía tener, gracias a sus conocimientos y a la sabiduría de Argentum.
– Pienso lo mismo – respondió ante la sugerencia de la albina, al tiempo que usaba sus dotes de espía para no hacer ruido mientras caminaba. – Además tendríamos que poner turnos de guardia para no tener problemas con ataques sorpresas y... – Keith se interrumpió a sí mismo mientras fruncía el ceño. Le dedicó la mirada más tranquila que pudiera lograr a su capitana, usando un tono de voz similar. – Hikaru... ¿Cuantas tiendas trajiste? – Sabía muy bien lo olvidadiza que podía llegar a ser la rubia, pero... ¿Llegaría hasta este punto?
Kaori Nanami
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Estuvo a nada de responderle a Hikaru, pero los otros dos no dejaron que siguiera. Tampoco es que tuviera alguna forma de responder ello con algo… Coherente y sin sonar absurdo. No le dio importancia al tema y decidió no responder nada. Katharina fue la que le tiró un salvavidas a Keith y no pudo evitar soltar una risita ante ello. ”Demasiado fría” – pensó, casi sin darle importancia a ese tema. Tenía una vaga idea de cómo eran la peliblanca y el dragón, pero se forzó a no sacar ninguna conclusión apresurada; no quería juzgar un libro por su tapa, ella era de esas personas que leía primero antes de dar su opinión o tomar alguna acción. Se quedó apoyada en el hombro de Hikaru y casi cae dormida. ¿Por qué casi? Porque el choque del barco contra la isla, hizo que despertara. Se estiró en el barco y fue la última en salir.
– No creo que sea necesario – dijo, uniéndose a la conversación entre Katharina y Keith. Sonrió con calma. – Ella es fuerte, además, ser curioso y solo vivir el momento no es malo. Es más divertido de esa manera – dijo con tranquilidad, quitándole el peso al asunto. Lo entendía, pero tampoco lo consideraba un tema tan importante. – Ustedes también deberían divertirse y sonreír más, ¿no creen? – Finalizó con una enorme sonrisa y gran confianza. En el fondo, ella seguía siendo una niña.
Entró de forma despreocupada en el laberinto. Se colocó ambas manos detrás de la nuca y empezó a silbar de forma alegre. Estaba despreocupada, ya dejaría que esos dos de atrás hicieran el odioso trabajo de ser los serios del grupo. Escuchó la pregunta de Keith, pero más le impresionó el hecho de que ambos casi no hacían sonidos al caminar. Ella lo escuchaba por el mero hecho de tener un oído agudo y mejorado. ”Curioso. Se parece a la forma de caminar de algunos miembros del Cipher Pol. Ambos son interesantes, sobre todo Keith.” – tenía cierto interés en él, pero no lo quería demostrar. Cosas de dragones, tal vez.
– Por cierto, Hikaru, ¿tienes alguna idea de cómo vamos a dormir? Lo que dice Keith tiene sentido, no podemos dejarnos expuestos a un ataque nocturno – se colocó a un lado de ella y suspiró con calma. Era la primera vez que enfrentaba un laberinto y estaba emocionada. – Supongo que tendríamos que hacer una fogata – se pausó un minuto y se formó una sonrisa. – Incluso podríamos tener una fiesta alrededor de la fogata. Así tendríamos ánimos para el día siguiente o eso pienso. – Dijo de forma totalmente natural e incluso sus ojos brillaban con intensidad.
– No creo que sea necesario – dijo, uniéndose a la conversación entre Katharina y Keith. Sonrió con calma. – Ella es fuerte, además, ser curioso y solo vivir el momento no es malo. Es más divertido de esa manera – dijo con tranquilidad, quitándole el peso al asunto. Lo entendía, pero tampoco lo consideraba un tema tan importante. – Ustedes también deberían divertirse y sonreír más, ¿no creen? – Finalizó con una enorme sonrisa y gran confianza. En el fondo, ella seguía siendo una niña.
Entró de forma despreocupada en el laberinto. Se colocó ambas manos detrás de la nuca y empezó a silbar de forma alegre. Estaba despreocupada, ya dejaría que esos dos de atrás hicieran el odioso trabajo de ser los serios del grupo. Escuchó la pregunta de Keith, pero más le impresionó el hecho de que ambos casi no hacían sonidos al caminar. Ella lo escuchaba por el mero hecho de tener un oído agudo y mejorado. ”Curioso. Se parece a la forma de caminar de algunos miembros del Cipher Pol. Ambos son interesantes, sobre todo Keith.” – tenía cierto interés en él, pero no lo quería demostrar. Cosas de dragones, tal vez.
– Por cierto, Hikaru, ¿tienes alguna idea de cómo vamos a dormir? Lo que dice Keith tiene sentido, no podemos dejarnos expuestos a un ataque nocturno – se colocó a un lado de ella y suspiró con calma. Era la primera vez que enfrentaba un laberinto y estaba emocionada. – Supongo que tendríamos que hacer una fogata – se pausó un minuto y se formó una sonrisa. – Incluso podríamos tener una fiesta alrededor de la fogata. Así tendríamos ánimos para el día siguiente o eso pienso. – Dijo de forma totalmente natural e incluso sus ojos brillaban con intensidad.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Hikaru caminaba emocionada por aquel laberinto mientras pensaba en los divertidos momentos que podrían pasar juntos. Ya se había olvidado de todo lo que había pasado anteriormente y tan solo quería cumplir la misión a la perfección. Escuchó las palabras de sus compañeros sobre lo de acampar y la idea de Kaori la hizo reír un poco. Podían avisar a los enemigos de aquella forma, pero daba lo mismo, allí estaban para hacer la misión y los medios daban lo mismo. Soltó una pequeña carcajada y acto seguido se quedó mirando a sus hombres de forma amable. Respondería una sola vez para todos y seguramente no lo pensaba repetir, pues le aburría tener que decir algo dos veces seguidas. Era la pura verdad y no podía evitar ser sincera de aquella forma.
- He traído dos y cada una con espacio para un par de personas, por lo que hay de sobra. Yo voto por la hoguera y la fiesta. También podemos hacer turnos para dormir… ¡Pero yo me pido última! – Gritó cerrando los ojos y alzando su puño.
Los ojos de la rubia fueron a pasar a una especie de cuadrado pequeño en el suelo, como si fuese una pequeña plataforma. En ella podía verse perfectamente el símbolo de una calavera y sin pensárselo corrió a pisarla entre risas y curiosidad. Al hacerlo se agachó para ver mejor el dibujo. Unos pinchos salieron de las paredes a punto de atravesar su cabeza, pero pasaron por encima reventando las paredes. Ella lejos de darse cuenta continuó jugando con el dibujo tocándolo varias veces mientras se movía a los lados. Dardos salían del suelo hacia ella, pero por cosas del destino no le daban, simplemente ella se movía sin saber lo que pasaba. Cuando se aburrió del dibujo dejó de pisar y caminó hasta los suyos. Una bola de pinchos cayó del techo a punto de reventarla, pero tan solo la rozó.
- Chicos, recordad no tocar nada peligroso ¿Vale? Puede haber muchas trampas en este sitio. – Dijo de forma seria rascándose la barbilla.
Hikaru entonces se dio cuenta de que Katharina iba marcando las paredes y no pudo evitar reír un poco por lo bajo. Le había parecido muy buena idea. Continuó caminando después mientras miraba los pinchos, dardos y bolas repartidas por el suelo donde estuvo antes. Ladeó la cabeza un poco confusa y siguió a su rollo mientras metía las manos en la mochila. No tardó en sacar un trozo de carne y empezar a comer mientras avanzaba feliz. Al cabo de unos momentos pudo ver una especie de explanada con un agujero en el techo que dejaba ver el cielo. Parecía perfecto y por ello lo señaló con el dedo.
- ¡Aquí será donde acampemos!
Gritó de nuevo quitándose la pesada mochila y empezando a abrirla. Debía sacar las tiendas de campaña cuanto antes para montarlas. En todo momento silbaba feliz como si la cosa no fuese con ella y simplemente pensaba en las nubes que iba a asar en el fuego. Había sido buena idea llevárselas, pues se esperaba algo parecido con aquello. Sonrió de forma amigable y miró de nuevo al resto.
- ¡Que alguien cuente una historia de miedo!
- He traído dos y cada una con espacio para un par de personas, por lo que hay de sobra. Yo voto por la hoguera y la fiesta. También podemos hacer turnos para dormir… ¡Pero yo me pido última! – Gritó cerrando los ojos y alzando su puño.
Los ojos de la rubia fueron a pasar a una especie de cuadrado pequeño en el suelo, como si fuese una pequeña plataforma. En ella podía verse perfectamente el símbolo de una calavera y sin pensárselo corrió a pisarla entre risas y curiosidad. Al hacerlo se agachó para ver mejor el dibujo. Unos pinchos salieron de las paredes a punto de atravesar su cabeza, pero pasaron por encima reventando las paredes. Ella lejos de darse cuenta continuó jugando con el dibujo tocándolo varias veces mientras se movía a los lados. Dardos salían del suelo hacia ella, pero por cosas del destino no le daban, simplemente ella se movía sin saber lo que pasaba. Cuando se aburrió del dibujo dejó de pisar y caminó hasta los suyos. Una bola de pinchos cayó del techo a punto de reventarla, pero tan solo la rozó.
- Chicos, recordad no tocar nada peligroso ¿Vale? Puede haber muchas trampas en este sitio. – Dijo de forma seria rascándose la barbilla.
Hikaru entonces se dio cuenta de que Katharina iba marcando las paredes y no pudo evitar reír un poco por lo bajo. Le había parecido muy buena idea. Continuó caminando después mientras miraba los pinchos, dardos y bolas repartidas por el suelo donde estuvo antes. Ladeó la cabeza un poco confusa y siguió a su rollo mientras metía las manos en la mochila. No tardó en sacar un trozo de carne y empezar a comer mientras avanzaba feliz. Al cabo de unos momentos pudo ver una especie de explanada con un agujero en el techo que dejaba ver el cielo. Parecía perfecto y por ello lo señaló con el dedo.
- ¡Aquí será donde acampemos!
Gritó de nuevo quitándose la pesada mochila y empezando a abrirla. Debía sacar las tiendas de campaña cuanto antes para montarlas. En todo momento silbaba feliz como si la cosa no fuese con ella y simplemente pensaba en las nubes que iba a asar en el fuego. Había sido buena idea llevárselas, pues se esperaba algo parecido con aquello. Sonrió de forma amigable y miró de nuevo al resto.
- ¡Que alguien cuente una historia de miedo!
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sin duda el camino era peligroso y nuestra líder no tenía percepción de la realidad al envolverse en una situación en la que solo ella saldría ilesa. Podía llamarlo conspiración, destino o simplemente mucha suerte, pero es que nada le daba. Pinchos, bolas con púas y dardos (probablemente venosos) pasaban de ella como si no estuviese ahí. Arqué la ceja al presenciar lo ocurrido y me llevé la palma a la cara, suspirando. Levanté la mirada y decidí avanzar.
Lo que Hikaru decía no tenía coherencia con lo que ella había hecho, ¿verdad? A ver, no sabía si la que estaba teniendo problemas era yo o la mujer de cabellos rubios no tenía noción de lo que verdaderamente estaba pasando. Bueno, supuse que solo tenía una suerte excesivamente buena. Por mi parte no correría el riesgo de intentar salir ilesa de situaciones peligrosas como la que acababa de evidenciar. Llegamos hasta una zona que presentaba cierta irregularidad en el techo; se trataba de un agujero que filtraba la luz lunar que se reflejaba en los pequeños charcos de agua, otorgando una vista preciosa a quienes se detenían para acampar.
–Será buena idea –expresé para mí misma, casi susurrando–. Con unas cuantas rocas alrededor de la fogata, podremos direccionar el humo hacia el agujero del techo y así mantenernos seguros… Puede que Hikaru sea una genio… –la miré y me encontré con que estaba silbando mientras hacia una que otra cosa– No, es imposible.
Dejé caer mi pequeña bolsa sobre una zona de hierba que seguramente había crecido filtrando sus raíces por entre los agujeros (las raíces de las plantas pueden erosionar las rocas). Justo había un trozo de escombro en donde apoyar mi trasero y descansar de la “caminata” que hicimos. Estaba duro, pero seguramente era mejor que nada. Mientras arreglaba un par de cosas, escuché a Hikaru pedir que alguien contara una historia de terror… No era mi fuerte, pero seguramente podría entretener a alguien. Debí haber traído un par de cadáveres con los que jugar un poco.
–No es una historia…, sino más bien una leyenda –aclaré–. Hay mucha gente que se dedica a contar historias, pero hace muchos años hubo una persona que se dedicaba a contar historias de terror –lancé un trozo de madera a la fogata y miré a mis compañeros–. Jung era su nombre, un chico de veinte años que pasaba de pueblo en pueblo contando escalofriantes relatos. Hablaba de gente muerta, criaturas sobrenaturales y sobre todo de fantasmas… Comenzó a volverse muy popular.
Me detuve un momento para causar intriga, necesitaba darme cuenta de que mis espectadores estaban interesados.
–Todo esto era bastante normal, pero las cosas comenzaron a distorsionarse, volverse turbias, cuando este chico contó una historia tan retorcida que la gente se moría de miedo. Los pueblerinos lo acusaron de magia negra, brujería, que era el enviado de un demonio para recolectar almas. El alcalde, asustado de que el pueblo se fuera en su contra, decidió condenarlo a muerte… Allí, en la horca, el chico maldijo a todos los presentes afirmando que sus historias eran verdaderas y que su maldición caería de generación en generación.
Esa historia la contaban los profesores del Colegio antes de que fuéramos a dormir, era demasiado estúpida e incoherente… pero para alguien como Hikaru, no imaginaba el daño que le podría causar.
–Nada extraño sucedió durante años. No obstante, el rumor de que chicos que contaban historias y sus oyentes desaparecían comenzó a correr rápido. Sí… La maldición de la que el pobre hombre hablaba era cierta –acerqué mi mano hacia la fogata–. Durante muchas generaciones ha habido personas que cuentan historias de terror, algunas tan macabras que los mismos oyentes se suicidan, pero sin importar el relato… La gente desaparece –me coloqué la capucha y miré fríamente a Hikaru–, pero también han encontrado gente… Estos dicen que no recuerdan haber escuchado la historia y viven con miedo para toda su vida –convoqué la burbuja de oscuridad para dar mayor dramatismo y que mis compañeros quedaran completamente a ciegas–. Somos conocidos como Recolectores, y nuestra misión es contar historias de terror tan retorcidas que nuestros espectadores mueren de miedo y así… nos devoramos sus almas.
La única persona que se creería tal historia era Hikaru, los otros dos no parecían para nada inocentes. Era una de las pocas que conocía y seguramente no causaría furor, no era una persona que se especializara en contar historias ni algo parecido. En fin, liberé la burbuja de oscuridad esperando ver las reacciones de mis compañeros.
Lo que Hikaru decía no tenía coherencia con lo que ella había hecho, ¿verdad? A ver, no sabía si la que estaba teniendo problemas era yo o la mujer de cabellos rubios no tenía noción de lo que verdaderamente estaba pasando. Bueno, supuse que solo tenía una suerte excesivamente buena. Por mi parte no correría el riesgo de intentar salir ilesa de situaciones peligrosas como la que acababa de evidenciar. Llegamos hasta una zona que presentaba cierta irregularidad en el techo; se trataba de un agujero que filtraba la luz lunar que se reflejaba en los pequeños charcos de agua, otorgando una vista preciosa a quienes se detenían para acampar.
–Será buena idea –expresé para mí misma, casi susurrando–. Con unas cuantas rocas alrededor de la fogata, podremos direccionar el humo hacia el agujero del techo y así mantenernos seguros… Puede que Hikaru sea una genio… –la miré y me encontré con que estaba silbando mientras hacia una que otra cosa– No, es imposible.
Dejé caer mi pequeña bolsa sobre una zona de hierba que seguramente había crecido filtrando sus raíces por entre los agujeros (las raíces de las plantas pueden erosionar las rocas). Justo había un trozo de escombro en donde apoyar mi trasero y descansar de la “caminata” que hicimos. Estaba duro, pero seguramente era mejor que nada. Mientras arreglaba un par de cosas, escuché a Hikaru pedir que alguien contara una historia de terror… No era mi fuerte, pero seguramente podría entretener a alguien. Debí haber traído un par de cadáveres con los que jugar un poco.
–No es una historia…, sino más bien una leyenda –aclaré–. Hay mucha gente que se dedica a contar historias, pero hace muchos años hubo una persona que se dedicaba a contar historias de terror –lancé un trozo de madera a la fogata y miré a mis compañeros–. Jung era su nombre, un chico de veinte años que pasaba de pueblo en pueblo contando escalofriantes relatos. Hablaba de gente muerta, criaturas sobrenaturales y sobre todo de fantasmas… Comenzó a volverse muy popular.
Me detuve un momento para causar intriga, necesitaba darme cuenta de que mis espectadores estaban interesados.
–Todo esto era bastante normal, pero las cosas comenzaron a distorsionarse, volverse turbias, cuando este chico contó una historia tan retorcida que la gente se moría de miedo. Los pueblerinos lo acusaron de magia negra, brujería, que era el enviado de un demonio para recolectar almas. El alcalde, asustado de que el pueblo se fuera en su contra, decidió condenarlo a muerte… Allí, en la horca, el chico maldijo a todos los presentes afirmando que sus historias eran verdaderas y que su maldición caería de generación en generación.
Esa historia la contaban los profesores del Colegio antes de que fuéramos a dormir, era demasiado estúpida e incoherente… pero para alguien como Hikaru, no imaginaba el daño que le podría causar.
–Nada extraño sucedió durante años. No obstante, el rumor de que chicos que contaban historias y sus oyentes desaparecían comenzó a correr rápido. Sí… La maldición de la que el pobre hombre hablaba era cierta –acerqué mi mano hacia la fogata–. Durante muchas generaciones ha habido personas que cuentan historias de terror, algunas tan macabras que los mismos oyentes se suicidan, pero sin importar el relato… La gente desaparece –me coloqué la capucha y miré fríamente a Hikaru–, pero también han encontrado gente… Estos dicen que no recuerdan haber escuchado la historia y viven con miedo para toda su vida –convoqué la burbuja de oscuridad para dar mayor dramatismo y que mis compañeros quedaran completamente a ciegas–. Somos conocidos como Recolectores, y nuestra misión es contar historias de terror tan retorcidas que nuestros espectadores mueren de miedo y así… nos devoramos sus almas.
La única persona que se creería tal historia era Hikaru, los otros dos no parecían para nada inocentes. Era una de las pocas que conocía y seguramente no causaría furor, no era una persona que se especializara en contar historias ni algo parecido. En fin, liberé la burbuja de oscuridad esperando ver las reacciones de mis compañeros.
- Spoiler:
- La historia de terror contada es mala, muy improvisada, pero espero que Hikaru muera de miedo(??)
Keith S. Branwen
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
– Curiosidad no es mala... Pero ya vez lo que pasa cuando ella está involucrada – le susurró a Kaori para que las otras dos no escucharan, al tiempo que resistía el impulso de darse un golpe en el rostro al ver el ridículo e imposible suceso que le pasó a la rubia.
No respondió a lo de sonreír más a menudo, no había necesidad. Si la situación lo requería, lo haría sin dudarlo. Ahora que fuera completamente sincera... dudaba que pudiera lograrlo, aunque quisiera. Era como si algo mental que el mismo, inconscientemente, creo para no ceder ante la presión de ese hijo de puta. Fue un juramente, básicamente; iba hacer todo lo posible para no sonreír hasta que viera a ese monstruo tras las rejas... Promesa que últimamente le costaba mantener, de hecho. Conocer a personas como Hikaru o Xemnas, hacía que su trabajo fuera mucho más difícil... Aunque contrastaba con las idioteces que vivía ese último tiempo, como que solo hubieran dos tiendas y cuatro personas... De las cuales tres eran mujeres. Definitivamente no saldría con su salud intacta luego de esta misión.
– Que tengamos cuidado con las trampas, dice... – el peligris casi se echó a reír como psicópata allí mismo, pero se aguantó las ganas justo a tiempo.
Como si de un experto se tratara, el joven eludió todas las trampas que activó su capitana de una manera elegante. Por suerte, al parecer ya no quedaba más ocultas por allí, por lo que solo quedaba esquivar los obstáculos. El dragón suspiró pesadamente y sacó un lollypop de su bolsillo. El sabor, obviamente, era al de refresco de cola, su favorito. Si su hermana tenía una obsesión con los dulces, entonces lo suyo eran esas gaseosas. Se le echó a la boca justo a tiempo para escuchar decir a Hikaru que iban a acampar allí. Arqueó una ceja mientras inspeccionaba el lugar y asintió para sí mismo.
– Si, es un buen sitio – murmuró en voz baja mientras se rascaba su cabello. La única que, probablemente, le hubiera escuchado, habría sido Kaori gracias a su fruta.
Soltó una pequeña risa al escuchar el comentario de Katharina y negó con la cabeza. Al parecer se estaba dando cuenta de como funcionaba en realidad la mente de la capitana. Keith estiró su cuerpo y se dejó caer en el suelo, apoyándose en una de las murallas. Sentía curiosidad por el relato de la albina. Básicamente, porque a él le gustaban todos los tipos de historia que habían. Era un pequeño hobby que tenía desde niño, pero que le ayudó a comprender mejor como funcionaba el mundo a su alrededor.
Aplaudió un poco cuando Katharina terminó con su relato. En verdad le había entretenido, pese a la veracidad del asunto. No le asustó en lo más mínimo, pero de todas formas le había intrigado bastante. No diría nada por el momento, puesto que primero vería la reacción de las otras dos. Era un observante, después de todo. Primero observaba al resto y luego actuaba, con el fin de poder adaptarse a la situación.
No respondió a lo de sonreír más a menudo, no había necesidad. Si la situación lo requería, lo haría sin dudarlo. Ahora que fuera completamente sincera... dudaba que pudiera lograrlo, aunque quisiera. Era como si algo mental que el mismo, inconscientemente, creo para no ceder ante la presión de ese hijo de puta. Fue un juramente, básicamente; iba hacer todo lo posible para no sonreír hasta que viera a ese monstruo tras las rejas... Promesa que últimamente le costaba mantener, de hecho. Conocer a personas como Hikaru o Xemnas, hacía que su trabajo fuera mucho más difícil... Aunque contrastaba con las idioteces que vivía ese último tiempo, como que solo hubieran dos tiendas y cuatro personas... De las cuales tres eran mujeres. Definitivamente no saldría con su salud intacta luego de esta misión.
– Que tengamos cuidado con las trampas, dice... – el peligris casi se echó a reír como psicópata allí mismo, pero se aguantó las ganas justo a tiempo.
Como si de un experto se tratara, el joven eludió todas las trampas que activó su capitana de una manera elegante. Por suerte, al parecer ya no quedaba más ocultas por allí, por lo que solo quedaba esquivar los obstáculos. El dragón suspiró pesadamente y sacó un lollypop de su bolsillo. El sabor, obviamente, era al de refresco de cola, su favorito. Si su hermana tenía una obsesión con los dulces, entonces lo suyo eran esas gaseosas. Se le echó a la boca justo a tiempo para escuchar decir a Hikaru que iban a acampar allí. Arqueó una ceja mientras inspeccionaba el lugar y asintió para sí mismo.
– Si, es un buen sitio – murmuró en voz baja mientras se rascaba su cabello. La única que, probablemente, le hubiera escuchado, habría sido Kaori gracias a su fruta.
Soltó una pequeña risa al escuchar el comentario de Katharina y negó con la cabeza. Al parecer se estaba dando cuenta de como funcionaba en realidad la mente de la capitana. Keith estiró su cuerpo y se dejó caer en el suelo, apoyándose en una de las murallas. Sentía curiosidad por el relato de la albina. Básicamente, porque a él le gustaban todos los tipos de historia que habían. Era un pequeño hobby que tenía desde niño, pero que le ayudó a comprender mejor como funcionaba el mundo a su alrededor.
Aplaudió un poco cuando Katharina terminó con su relato. En verdad le había entretenido, pese a la veracidad del asunto. No le asustó en lo más mínimo, pero de todas formas le había intrigado bastante. No diría nada por el momento, puesto que primero vería la reacción de las otras dos. Era un observante, después de todo. Primero observaba al resto y luego actuaba, con el fin de poder adaptarse a la situación.
Kaori Nanami
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Suspiró con calma y siguió caminando. Su paso era… Lento, pero seguro; sin pausa, pero sin prisa. Se detuvo unos segundos, lo suficiente para ver una escena… Extraña, pero bastante divertida. Hikaru, ya sea con o sin intención, estaba activando muchas trampas y, con o sin intención, esquivaba cada cosa que salía o aparecía. ¿Qué tipo de suerte endiabla tenía la rubia? No pudo evitar soltar una ligera risa. Miró a los otro dos y, como esperaba, sus reacciones eran bastante… Adultas. Le quitó importancia al asunto y escuchó las palabras de su capitana. ”La que debería estar preocupada de las trampas, eres tú” – pensó en decírselo, pero no lo vio necesario… Con esa suerte, cualquier trampa parecía ser inútil ante ella.
Siguieron caminando un rato, hasta llegar a un lugar, según su líder, que era el idóneo para acampar. Miró hacía arriba y miró un pequeño agujero, si lograban hacer que el humo saliera por ahí, lograrían camuflarse y evitar que los enemigos llegaran en la noche. ”Aunque con dos dragones pocas cosas nos pueden hacer tontos” – su oído, vista y olfato estaban mejorados y lograba sentir, escuchar y ver cosas que los otros no con mucha facilidad. Oyó las palabras de Keith y sonrió con calma, ella también pensaba lo mismo. Era un buen lugar.
La idea de contar historias de terror de Hikaru, no fue de su agrado, no era buena en ello y muchos menos en tener una gran capacidad de improvisación. Por suerte para todos, Katharina fue la encargada de cumplir lo que ella pedía. Se sentó a un lado de la rubia y se abrazó las rodillas. Escuchó atenta la historia y no pudo evitar sorprenderse por lo que había hecho la peliblanca… De un momento a otro, todo se oscureció de repente y eso hizo que la atmosfera cambiara un poco. La historia en sí, no le dio mucho miedo, sino que se llenó de preguntas… Pero, algo le decía, que no tendrían respuesta. Luego de unos segundos, todo volvió a la normalidad. Escuchó los aplausos por parte de Keith hacía la peliblanca.
– ¿No tienes otra, Katharina? – preguntó con dulzura. – La noche aún es larga y se ve que eres buena en esto. – Le dijo con bastante calma. La verdad, es que le estaba gustando el hecho de escuchar historias de ese modo. Era una forma… Diferente de poder compartir con sus nakamas.
Siguieron caminando un rato, hasta llegar a un lugar, según su líder, que era el idóneo para acampar. Miró hacía arriba y miró un pequeño agujero, si lograban hacer que el humo saliera por ahí, lograrían camuflarse y evitar que los enemigos llegaran en la noche. ”Aunque con dos dragones pocas cosas nos pueden hacer tontos” – su oído, vista y olfato estaban mejorados y lograba sentir, escuchar y ver cosas que los otros no con mucha facilidad. Oyó las palabras de Keith y sonrió con calma, ella también pensaba lo mismo. Era un buen lugar.
La idea de contar historias de terror de Hikaru, no fue de su agrado, no era buena en ello y muchos menos en tener una gran capacidad de improvisación. Por suerte para todos, Katharina fue la encargada de cumplir lo que ella pedía. Se sentó a un lado de la rubia y se abrazó las rodillas. Escuchó atenta la historia y no pudo evitar sorprenderse por lo que había hecho la peliblanca… De un momento a otro, todo se oscureció de repente y eso hizo que la atmosfera cambiara un poco. La historia en sí, no le dio mucho miedo, sino que se llenó de preguntas… Pero, algo le decía, que no tendrían respuesta. Luego de unos segundos, todo volvió a la normalidad. Escuchó los aplausos por parte de Keith hacía la peliblanca.
– ¿No tienes otra, Katharina? – preguntó con dulzura. – La noche aún es larga y se ve que eres buena en esto. – Le dijo con bastante calma. La verdad, es que le estaba gustando el hecho de escuchar historias de ese modo. Era una forma… Diferente de poder compartir con sus nakamas.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Hikaru no tardó nada en sentarse a un lado de la fogata con sus compañeros alrededor. En cuanto la chica de cabellos blancos empezó a hablar se mantuvo ilusionada escuchado lo que estaba diciendo. Se colocó ambas manos en las mejillas y puso su expresión más inocente posible. Estuvo así unos momentos hasta que la historia avanzaba a buen ritmo. La rubia empezaba a sentirse un poco incómoda y como acto reflejo agarró la mano de Keith. Apretó despacio mientras estaba atenta a la segunda al mando. Colocó la otra mano cerca de su katana y tragó un poco de saliva. Sentía una sensación incómoda recorrer su pecho y debía ser algo parecido a lo que sintió en sus años de esclavitud. Empezaba a sentir un poco de miedo en aquel aspecto.
Cuando todo se puso a oscuras no pudo evitar soltar un quejido algo “adorable” y de un salto se lanzó a por Kaori tratando de abrazarle con fuerza y pegarse a ella como una lapa. Por suerte pese a no ver nada, atinó con su cuerpo, si es que ella no lo evitó. Escuchó los aplausos del matacigueñas después y acto seguido las palabras de la dragona. La rubia se quedó mirando a Kaori a los ojos a una distancia mínima debido al abrazo. Hinchó las mejillas y después se puso algo seria.
- De eso nada, fin…
No quería más historias de aquellas y ahora miraba a la peliblanca con algo de miedo, esperando que ella no fuese una devoradora de almas como aquel Jung. Tragó saliva y continuó pegada a su amiga de forma exagerada. Entonces estiró la mano hacia Keith invitándole a acercarse y con cara motivadora, sus ojos brillaban. Hizo lo mismo con Katharina. Pretendía que los cuatro se abrazaran al mismo tiempo y así pudieran estar a salvo por todos los flancos, quedando ella en medio, claro. Fue por ello que alzó la voz de nuevo.
- Los cuatro en la misma tienda, da igual que estemos apretados ¡Debemos protegernos de los asaltadores de almas procedentes de los ahorcados del Norte! – Ni ella misma sabía lo que había dicho.
Con una destreza increíble, estiró el pie como un mono y acercó la tienda hasta ellos con esfuerzo. En cuanto estuvo más cerca trató de rodar al interior abrazada a Kaori para que ambas quedasen abrazadas y ella estuviese a salvo. Con la otra pierna intentaría arrastrar a Keith por la cintura en postura “Lazo” y que se uniera al abrazo y con su otra mano trataría de tomar el brazo de la peliblanca. Su técnica “Bola humana” la salvaría de los demonios. Así estarían los cuatro súper pegados dentro de la tienda y de paso bien calentitos. Fue entonces, hubiese salido todo bien o no, cuando cerró los ojos pegando su frente al hombro de la dragona.
- Prohibido dormirse…
Cuando todo se puso a oscuras no pudo evitar soltar un quejido algo “adorable” y de un salto se lanzó a por Kaori tratando de abrazarle con fuerza y pegarse a ella como una lapa. Por suerte pese a no ver nada, atinó con su cuerpo, si es que ella no lo evitó. Escuchó los aplausos del matacigueñas después y acto seguido las palabras de la dragona. La rubia se quedó mirando a Kaori a los ojos a una distancia mínima debido al abrazo. Hinchó las mejillas y después se puso algo seria.
- De eso nada, fin…
No quería más historias de aquellas y ahora miraba a la peliblanca con algo de miedo, esperando que ella no fuese una devoradora de almas como aquel Jung. Tragó saliva y continuó pegada a su amiga de forma exagerada. Entonces estiró la mano hacia Keith invitándole a acercarse y con cara motivadora, sus ojos brillaban. Hizo lo mismo con Katharina. Pretendía que los cuatro se abrazaran al mismo tiempo y así pudieran estar a salvo por todos los flancos, quedando ella en medio, claro. Fue por ello que alzó la voz de nuevo.
- Los cuatro en la misma tienda, da igual que estemos apretados ¡Debemos protegernos de los asaltadores de almas procedentes de los ahorcados del Norte! – Ni ella misma sabía lo que había dicho.
Con una destreza increíble, estiró el pie como un mono y acercó la tienda hasta ellos con esfuerzo. En cuanto estuvo más cerca trató de rodar al interior abrazada a Kaori para que ambas quedasen abrazadas y ella estuviese a salvo. Con la otra pierna intentaría arrastrar a Keith por la cintura en postura “Lazo” y que se uniera al abrazo y con su otra mano trataría de tomar el brazo de la peliblanca. Su técnica “Bola humana” la salvaría de los demonios. Así estarían los cuatro súper pegados dentro de la tienda y de paso bien calentitos. Fue entonces, hubiese salido todo bien o no, cuando cerró los ojos pegando su frente al hombro de la dragona.
- Prohibido dormirse…
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tras terminar de contar mi muy mala historia de terror, analicé la respuesta de mis compañeros. Como era de esperarse, Hikaru tenía un poco de miedo. Por otra parte, Keith aplaudió y Kaori me pidió otra. ¿Esperaban que tuviera muchas historias que contar? Suspiré, deseando que no me hicieran contar más cosas como estas… Afortunadamente, la capitana del escuadrón dio la orden de no seguir contando historias de terror; ya empezaba a sentirme más aliviada.
Antes de que la chica de cabellos dorados diera con su brazo, me levanté y miré hacia ambos lados. Alguien tenía que hacer guardia, esto no era ningún juego y no quería la sangre de mis compañeros en mis manos; estaba dispuesta a hacer la primera guardia. Ya me tocaría dormir un par de horas en cualquiera de las tiendas, no me importaba con quién dormir. Pensé en que era la última vez que le dejaba a nuestra capitana la organización de una misión, esto de contar con dos tiendas no era para nada sano y con esto me refería a Keith, quien estaba en medio de tres chicas.
–Lo siento, Hikaru. Haré guardia durante un buen rato –le respondí con los ojos cerrados–, ustedes pueden dormir abrazados. Mejor para mí, así tengo la tienda para mí sola.
Esperando que no rechazaran mi propuesta, y por sobre todo que nadie me quisiera hacer compañía, me senté en el mismo lugar en el que estaba antes. Saqué mi libro de conjuros, un extraño grimorio de color negro cuya portada constaba de un ojo que se movía de un lado para otro y varias capas de piel. Jamás me había dedicado a entender el poder que almacenaba, después de todo, era parte de mi alma y podía escuchar las voces de los muertos dentro de este. Sí, tenía más que claro que mi poder se alimentaba de la muerte y ya me terminé por acostumbrar. ¿Qué diría mi equipo si supiera la verdad acerca de mi poder?
Me gustaba estar rodeada de gente que tuviera la intención de enseñarme nuevas cosas y me hubiera gustado pensar eso de mis compañeros, pero la verdad era que no los conocía en lo absoluto. ¿Qué cosas les gustaba? ¿Qué odiaban? ¿Podían dormir estando abrazados? No sabía nada de ellos y aún así tenía el descaro de llamarlos “compañeros”, ya me daría el tiempo de conocerles más. Era la persona que estaba después de la capitana y por si ella no podía dar órdenes, era mi trabajo conocer a mis amigos y cuidarlos. Mordí ligeramente mi labio al pensar que podía solucionarlo todo yo y tras un momento solté un suspiro.
–Vaya mierda –susurré, cerrando el grimorio y depositando la guadaña en mis muslos–. ¿Qué se supone que tengo que decir?
Pasé un buen rato limpiando la hoja de la guadaña, esperando que alguien se despertara para cambiar de posición. Cuando realmente estaba sola podía escuchar la voz de Nyx, era casi un susurro pero podía oírla… Sin embargo, en estos momentos debía de estar durmiendo. Solté una sonrisa, que más que sonrisa fue una mueca y mis ojos comenzaron a cerrarse lentamente… Ya me costaba permanecer despierta.
Antes de que la chica de cabellos dorados diera con su brazo, me levanté y miré hacia ambos lados. Alguien tenía que hacer guardia, esto no era ningún juego y no quería la sangre de mis compañeros en mis manos; estaba dispuesta a hacer la primera guardia. Ya me tocaría dormir un par de horas en cualquiera de las tiendas, no me importaba con quién dormir. Pensé en que era la última vez que le dejaba a nuestra capitana la organización de una misión, esto de contar con dos tiendas no era para nada sano y con esto me refería a Keith, quien estaba en medio de tres chicas.
–Lo siento, Hikaru. Haré guardia durante un buen rato –le respondí con los ojos cerrados–, ustedes pueden dormir abrazados. Mejor para mí, así tengo la tienda para mí sola.
Esperando que no rechazaran mi propuesta, y por sobre todo que nadie me quisiera hacer compañía, me senté en el mismo lugar en el que estaba antes. Saqué mi libro de conjuros, un extraño grimorio de color negro cuya portada constaba de un ojo que se movía de un lado para otro y varias capas de piel. Jamás me había dedicado a entender el poder que almacenaba, después de todo, era parte de mi alma y podía escuchar las voces de los muertos dentro de este. Sí, tenía más que claro que mi poder se alimentaba de la muerte y ya me terminé por acostumbrar. ¿Qué diría mi equipo si supiera la verdad acerca de mi poder?
Me gustaba estar rodeada de gente que tuviera la intención de enseñarme nuevas cosas y me hubiera gustado pensar eso de mis compañeros, pero la verdad era que no los conocía en lo absoluto. ¿Qué cosas les gustaba? ¿Qué odiaban? ¿Podían dormir estando abrazados? No sabía nada de ellos y aún así tenía el descaro de llamarlos “compañeros”, ya me daría el tiempo de conocerles más. Era la persona que estaba después de la capitana y por si ella no podía dar órdenes, era mi trabajo conocer a mis amigos y cuidarlos. Mordí ligeramente mi labio al pensar que podía solucionarlo todo yo y tras un momento solté un suspiro.
–Vaya mierda –susurré, cerrando el grimorio y depositando la guadaña en mis muslos–. ¿Qué se supone que tengo que decir?
Pasé un buen rato limpiando la hoja de la guadaña, esperando que alguien se despertara para cambiar de posición. Cuando realmente estaba sola podía escuchar la voz de Nyx, era casi un susurro pero podía oírla… Sin embargo, en estos momentos debía de estar durmiendo. Solté una sonrisa, que más que sonrisa fue una mueca y mis ojos comenzaron a cerrarse lentamente… Ya me costaba permanecer despierta.
Keith S. Branwen
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
"Sabía que se iba asustar", pensó Keith mientras suspiraba y negaba con la cabeza, al tiempo que una leve, casi imperceptible, sonrisa se formaba en su rostro. Pese a todo, seguía manteniendo su actitud inocente e ingenua... Aunque eso podría tener repercusiones si conocía a la persona incorrecta. Recordó las palabras de Slicerin en aquel viaje de entrenamiento que tuvieron (a la fuerza) y no pudo evitar entrecerrar los ojos. No sabía si hablaba enserio o si se encontraría con la rubia en un futuro cercano, pero de algo estaba en lo cierto. No había nada más terrorífico que atentar contra las personas o cosas que un dragón consideraba como suyo. Aún no había llegado hasta ese punto, pero si alguien lo intentaba... Era posible que no pudiera detenerse hasta acabar con aquel que osó llevar a cabo tal acción. Su naturaleza le pedía aclamar justicia por esa ofensa.
– Espero no llegar nunca a ese punto – pensó mientras suspiraba.
Keith ladeó su cabeza hacia un lado cuando vio que la rubia le señalaba con la mano. No se fiaba del brillo anormal de sus ojos, pero no le quedaba otra. Al acercarse, y escuchar lo que dijo Hikaru, tardó un poco en reaccionar. Eso terminó por costarle, puesto que no pudo evitar lo que sucedió a continuación. Antes que pudiera darse cuenta, se encontraba aprisionado al cuerpo de su capitana. Debido a la situación, no pudo evitar unirse al abrazo de ambas mujeres. Por suerte para él, la albina no se unió a ese grupo absurdo. Realmente, no sabía si sentir afortunado por tal bendición, o maldecir a todo ser omnipotente por ponerle en una situación así de bizarra. Lo peor era que no se podía mover, puesto que podría tocar donde no debía, y ahí si podría despedirse de este mundo. Era una lástima que no hubiera podido escribir su testamento.
– Aunque quisiera... no creo que pueda dormir así – susurró nuevamente, mientras una gota de sudor caía por su cien.
Tembló un poco y empezó a usar cualquier método que tuviese disponible para calmar su impulso natural. En aquella posición, estando abrazado a dos mujeres hermosas, era normal que ciertas partes empezaran a reaccionar. Por suerte, el joven pudo controlarse a tiempo. Si hubiera seguido y alguna se hubiera dado cuenta de su... problema, posiblemente el mismo se encargaría de suicidarse por cualquier medio posible. Dicho eso... ¿Era posible suicidarse, teniendo en cuenta su inhumana resistencia? Puede que sí, puede que no.
– No sé si estoy en el cielo, o el infierno – pensó mientras suspiraba.
– Espero no llegar nunca a ese punto – pensó mientras suspiraba.
Keith ladeó su cabeza hacia un lado cuando vio que la rubia le señalaba con la mano. No se fiaba del brillo anormal de sus ojos, pero no le quedaba otra. Al acercarse, y escuchar lo que dijo Hikaru, tardó un poco en reaccionar. Eso terminó por costarle, puesto que no pudo evitar lo que sucedió a continuación. Antes que pudiera darse cuenta, se encontraba aprisionado al cuerpo de su capitana. Debido a la situación, no pudo evitar unirse al abrazo de ambas mujeres. Por suerte para él, la albina no se unió a ese grupo absurdo. Realmente, no sabía si sentir afortunado por tal bendición, o maldecir a todo ser omnipotente por ponerle en una situación así de bizarra. Lo peor era que no se podía mover, puesto que podría tocar donde no debía, y ahí si podría despedirse de este mundo. Era una lástima que no hubiera podido escribir su testamento.
– Aunque quisiera... no creo que pueda dormir así – susurró nuevamente, mientras una gota de sudor caía por su cien.
Tembló un poco y empezó a usar cualquier método que tuviese disponible para calmar su impulso natural. En aquella posición, estando abrazado a dos mujeres hermosas, era normal que ciertas partes empezaran a reaccionar. Por suerte, el joven pudo controlarse a tiempo. Si hubiera seguido y alguna se hubiera dado cuenta de su... problema, posiblemente el mismo se encargaría de suicidarse por cualquier medio posible. Dicho eso... ¿Era posible suicidarse, teniendo en cuenta su inhumana resistencia? Puede que sí, puede que no.
– No sé si estoy en el cielo, o el infierno – pensó mientras suspiraba.
Kaori Nanami
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sintió el fuerte abrazo de su capitana y no pudo evitar soltar una ligera risa. Sabía que se iba a asustar, a fin de cuentas. Hikaru era una niña pequeña en un cuerpo muy desarrollado. No le importaba ese aspecto, después de todo, la hacía especial y le tenía un cariño mucho más grande que a cualquiera. La rubia le recordaba a, en parte, a como era ella en lo que fue su infancia… O lo que era antes de que el Tenryubitto la violara. Dejó de pensar en ello y negó de forma suave mientras miraba a su capitana. Le revolvió su pelo con su mano libre y asintió de forma tranquila. Quizá otra historia y a la pobre le daba un paro cardíaco ahí mismo.
Miró a Keith y luego escuchó las palabras de Hikaru. ¿En serio? No pudo reaccionar a tiempo. La posición en la que se encontraba, sentada y con la rubia pegada a ella, más el hecho de su capitana tomó un poco de impulso… Si, demasiado rápido y sin mucho tiempo. No tuvo otra que dejarse llevar y quedar, de ese modo, entre el peliplateado y la líder de la banda. Estaba bastante… Cómoda, pese a la posición. Suspiró con tranquilidad y le quitó el hecho a ese detalle. No es que le importara mucho dormir con un hombre, tampoco es que, de hecho, tuviera algún tipo de problema con ello, pero la tienda era pequeña y tres personas ahí… Estaban bastante apretados. Por suerte, Katharina se quedó afuera haciendo guardia y, seguramente, esperaría a alguien para irse a dormir. ¿Cuál de los dos se levantaría primero? ¿Él o Hikaru?
Pasaron un par de horas y, al ver que ninguno se levantaba, con mucho cuidado salió de la tienda. Sin conversar mucho con nadie, de hecho, todo el tiempo estuvo pensando en algunas cosas. Al salir, se enfrentó al frio, pero tampoco es que fuera lo suficiente como para quejarse. Miró al cielo y luego donde estaba la peliblanca. Suspiró con calma y tosió para llamar su atención, le sonrió con dulzura y, si se dejaba, le tocaría el hombro.
– Debes descansar – le dijo con naturalidad. – Yo me haré cargo de la guardia – se sentó en una piedra cercana a la fogata. – Aprovecha que tienes una para ti sola, aunque dudo que les moleste mucho si te metes con ellos – se encogió de hombros. – En fin, me toca. Anda. – Le dijo con una sonrisa tierna y un tono bastante dulce.
Miró a Keith y luego escuchó las palabras de Hikaru. ¿En serio? No pudo reaccionar a tiempo. La posición en la que se encontraba, sentada y con la rubia pegada a ella, más el hecho de su capitana tomó un poco de impulso… Si, demasiado rápido y sin mucho tiempo. No tuvo otra que dejarse llevar y quedar, de ese modo, entre el peliplateado y la líder de la banda. Estaba bastante… Cómoda, pese a la posición. Suspiró con tranquilidad y le quitó el hecho a ese detalle. No es que le importara mucho dormir con un hombre, tampoco es que, de hecho, tuviera algún tipo de problema con ello, pero la tienda era pequeña y tres personas ahí… Estaban bastante apretados. Por suerte, Katharina se quedó afuera haciendo guardia y, seguramente, esperaría a alguien para irse a dormir. ¿Cuál de los dos se levantaría primero? ¿Él o Hikaru?
Pasaron un par de horas y, al ver que ninguno se levantaba, con mucho cuidado salió de la tienda. Sin conversar mucho con nadie, de hecho, todo el tiempo estuvo pensando en algunas cosas. Al salir, se enfrentó al frio, pero tampoco es que fuera lo suficiente como para quejarse. Miró al cielo y luego donde estaba la peliblanca. Suspiró con calma y tosió para llamar su atención, le sonrió con dulzura y, si se dejaba, le tocaría el hombro.
– Debes descansar – le dijo con naturalidad. – Yo me haré cargo de la guardia – se sentó en una piedra cercana a la fogata. – Aprovecha que tienes una para ti sola, aunque dudo que les moleste mucho si te metes con ellos – se encogió de hombros. – En fin, me toca. Anda. – Le dijo con una sonrisa tierna y un tono bastante dulce.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Su fortaleza humana había funcionado a la perfección y ahora estaba súper protegida por sus hombres. Una sonrisa siniestra apareció en su rostro al ver que todo estaba demasiado bien planeado, empezaba a considerarse una estratega perfecta en todos los sentidos. Cerró los ojos despacio, pero sin intención alguna de dormirse. Ella no tenía sueño y la noche era para divertirse, para algo había traído cosas. Hinchó los mofletes al ver que nadie decía nada y por ello empezó a “dar por culo” a todo el mundo rodando de un lado a otro dentro y haciendo sonidos incómodos de coches o armas de fuego. Estaba realmente aburrida y eso se notaba a la legua.
La chica dragón no tardó mucho en levantarse y salir de allí ¿No se encontraba cómoda con ella? Hikaru puso una expresión triste, pues para ella no había pasado casi nada de tiempo. Lo bueno es que Katharina no tardaría mucho en llegar y podría molestarla a ella con abrazos y risas. Frente a ella estaba el matacigueñas y eso hizo que ella alzara una ceja. Esperaba que no pensase cazar pájaros con nadie de allí. Lo fulminó de repente con la mirada sin motivo alguno, clavando sus dorados ojos en él y gateando hacia el dragón. No tardó nada en estar a escasos centímetros de él. Su mirada daba terror y su seriedad ahora era legendaria. Podía ser incluso incómodo para él, pero la Surfer no se fiaba ni un solo pelo. Fue entonces cuando trató de empujarle con la mano un poco más alejado y después se tumbó a su lado, pero quedando en medio para cuando llegase la peliblanca.
- Yo me quedo en medio ¿No te importa no? – Le dijo de forma seria y siniestra.
Entonces se cruzó de brazos y miró hacia el techo esperando a que la chica de la guadaña apareciera. Entrecerró los ojos y pasó su pierna izquierda sobre la derecha de Keith, así lo tendría totalmente controlado para que no se moviera o acechara cigüeñas. Le dirigió una mirada normalita típica de ella, con inocencia y todo. Entonces abrió la boca despacio para hablarle de forma calmada.
- Si quieres ir al baño levantas la mano y pides permiso. Yo iré contigo de todas formas. Ahora… ¡Juguemos! – Gritó entonces entre risas para después abrazarse al dragón.
Si lo había logrado trataría de empezar a hacerle cosquillas mientras trataba de acariciar su nariz con la suya propia, todo soltando inmensas carcajadas. De vez en cuando trataría incluso de rodar por la tienda con él en plan combate de leones. En cuanto Katharina entrase, seguramente la abrazaría también para que se uniera.
- ¡Hehehehehe!
La chica dragón no tardó mucho en levantarse y salir de allí ¿No se encontraba cómoda con ella? Hikaru puso una expresión triste, pues para ella no había pasado casi nada de tiempo. Lo bueno es que Katharina no tardaría mucho en llegar y podría molestarla a ella con abrazos y risas. Frente a ella estaba el matacigueñas y eso hizo que ella alzara una ceja. Esperaba que no pensase cazar pájaros con nadie de allí. Lo fulminó de repente con la mirada sin motivo alguno, clavando sus dorados ojos en él y gateando hacia el dragón. No tardó nada en estar a escasos centímetros de él. Su mirada daba terror y su seriedad ahora era legendaria. Podía ser incluso incómodo para él, pero la Surfer no se fiaba ni un solo pelo. Fue entonces cuando trató de empujarle con la mano un poco más alejado y después se tumbó a su lado, pero quedando en medio para cuando llegase la peliblanca.
- Yo me quedo en medio ¿No te importa no? – Le dijo de forma seria y siniestra.
Entonces se cruzó de brazos y miró hacia el techo esperando a que la chica de la guadaña apareciera. Entrecerró los ojos y pasó su pierna izquierda sobre la derecha de Keith, así lo tendría totalmente controlado para que no se moviera o acechara cigüeñas. Le dirigió una mirada normalita típica de ella, con inocencia y todo. Entonces abrió la boca despacio para hablarle de forma calmada.
- Si quieres ir al baño levantas la mano y pides permiso. Yo iré contigo de todas formas. Ahora… ¡Juguemos! – Gritó entonces entre risas para después abrazarse al dragón.
Si lo había logrado trataría de empezar a hacerle cosquillas mientras trataba de acariciar su nariz con la suya propia, todo soltando inmensas carcajadas. De vez en cuando trataría incluso de rodar por la tienda con él en plan combate de leones. En cuanto Katharina entrase, seguramente la abrazaría también para que se uniera.
- ¡Hehehehehe!
- Off:
- Señores, que nadie haga saltos de tiempo sin consultarlo antes.
De esa forma os cargáis por así decirlo algunas facetas. Hikaru por ejemplo no va a estar dos horas quieta ¿Qué pongo yo en esas dos horas? ¿Que se ha desmayado? XD no tengais tanta prisa por que pase el tiempo y disfrutad leñe. Si salen de aqui 60 post por cabeza que salgan.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mis ojos se posaron en el enrojecido filo de la oscura guadaña mientras el paño sujeto por mi mano se deslizaba ligeramente por los orificios, detalles y relieves del arma. “Pulcra, ¿eh?”, pensé al mismo tiempo que terminaba de comprobar si había sacado suficiente brillo. A Nxy le gustaba estar limpia y yo estaba completamente de acuerdo en que un arma debía estar bien cuidada. Había pasado un buen rato desde que me hice del arma y cada día que transcurría, mi relación con Nyx crecía. ¿Acaso ya estaba lista para poder dominar la siguiente forma de mi arma mitológica? Sólo había una forma de comprobarlo, pero no tenía suficiente tiempo ni energías para hacerlo.
Dejé el arma a un lado con el mango apoyado sobre una roca y cogí el Necronomicón, un siniestro y oscuro tomo que contenía, supuestamente, conjuros y hechizos. Resultaba ser misterioso puesto que era extraño que existiese un libro con tales prácticas, dudaba de que hubiera gente con capacidades como las mías. Sin darle más vuelta al tema, lo abrí al azar y quedé en una página con muchos bosques y figuras humanas. Había un montón de basura escrita a lo largo y ancho de la página, pero me detuve en un párrafo que llamó mi atención. ¿Un conjuro de muerte? Ya sabía que el extraño tomo guardaba artes oscuras y prohibidas, pero no me había fijado lo mucho que hablaba sobre la muerte.
Estaba tan sumergida en el mundo de la magia que ni siquiera advertí la presencia de la chica de cabellos negros, quien depositó su mano sobre mi hombro. Tenía sueño y se veía reflejado en mi cara, estaba cansada; desde que abordé el barco estuve estudiando sobre conjuros y cosas parecidas. De hecho, casi todo mi tiempo libre lo pasaba leyendo y leyendo, como si no tuviera oro hobbie. Kaori me habló con dulzura, señalándome que sustituiría mi lugar para que yo pudiera descansar. Sin embargo, eso estaba fuera de mis planes.
–Me gustaría ir a dormir, pero aún tengo cosas qué leer –le respondí y luego solté un pesado bostezo–. Sólo serán unas cuantas horas más.
Con dormir solo un par de horas podía dar mi máximo al día siguiente. Durante mi estadía como agente de la Orden Carmesí, había veces que pasaba días sin dormir, estando atenta al medio y vigilando a mis presas, aunque en esos tiempos no contaba con una capitana adicta a las trampas y mi única responsabilidad era regresar con vida para ayudar a Freya. Sin embargo, por mucho que quisiera permanecer despierta mi cuerpo terminó por traicionarme. Al intentar leer la misma página en la que había quedado, mis ojos comenzaron a ver borroso y las letras saltaban de un lugar a otro.
Mi somnoliento rostro ya me delataba y no había nada que pudiera decir que demostrara lo contrario. Terminé por soltar una fingida sonrisa, intentando ser amable y me despedí de mi compañera para ingresar a la tienda que estaba vacía. No sabía cómo mi equipo tenía tantas energías, pero yo necesitaba descansar; si contaba con noches como esta, de seguro que tendría suficiente tiempo para sacar algún conjuro. De momento solo me importaba cerrar los ojos y sumergirme en un mundo de fantasía... ¡Aunque no sin antes ponerme mi pijama rosa de conejo ! Del bolso de viaje saqué mi peculiar y distinguida vestimenta, procuré que el único hombre del grupo no estuviera espiando y me desvestí para colocarme el traje de conejo.
–Ahora sí que puedo dormir...
Dejé el arma a un lado con el mango apoyado sobre una roca y cogí el Necronomicón, un siniestro y oscuro tomo que contenía, supuestamente, conjuros y hechizos. Resultaba ser misterioso puesto que era extraño que existiese un libro con tales prácticas, dudaba de que hubiera gente con capacidades como las mías. Sin darle más vuelta al tema, lo abrí al azar y quedé en una página con muchos bosques y figuras humanas. Había un montón de basura escrita a lo largo y ancho de la página, pero me detuve en un párrafo que llamó mi atención. ¿Un conjuro de muerte? Ya sabía que el extraño tomo guardaba artes oscuras y prohibidas, pero no me había fijado lo mucho que hablaba sobre la muerte.
Estaba tan sumergida en el mundo de la magia que ni siquiera advertí la presencia de la chica de cabellos negros, quien depositó su mano sobre mi hombro. Tenía sueño y se veía reflejado en mi cara, estaba cansada; desde que abordé el barco estuve estudiando sobre conjuros y cosas parecidas. De hecho, casi todo mi tiempo libre lo pasaba leyendo y leyendo, como si no tuviera oro hobbie. Kaori me habló con dulzura, señalándome que sustituiría mi lugar para que yo pudiera descansar. Sin embargo, eso estaba fuera de mis planes.
–Me gustaría ir a dormir, pero aún tengo cosas qué leer –le respondí y luego solté un pesado bostezo–. Sólo serán unas cuantas horas más.
Con dormir solo un par de horas podía dar mi máximo al día siguiente. Durante mi estadía como agente de la Orden Carmesí, había veces que pasaba días sin dormir, estando atenta al medio y vigilando a mis presas, aunque en esos tiempos no contaba con una capitana adicta a las trampas y mi única responsabilidad era regresar con vida para ayudar a Freya. Sin embargo, por mucho que quisiera permanecer despierta mi cuerpo terminó por traicionarme. Al intentar leer la misma página en la que había quedado, mis ojos comenzaron a ver borroso y las letras saltaban de un lugar a otro.
Mi somnoliento rostro ya me delataba y no había nada que pudiera decir que demostrara lo contrario. Terminé por soltar una fingida sonrisa, intentando ser amable y me despedí de mi compañera para ingresar a la tienda que estaba vacía. No sabía cómo mi equipo tenía tantas energías, pero yo necesitaba descansar; si contaba con noches como esta, de seguro que tendría suficiente tiempo para sacar algún conjuro. De momento solo me importaba cerrar los ojos y sumergirme en un mundo de fantasía... ¡Aunque no sin antes ponerme mi pijama rosa de conejo ! Del bolso de viaje saqué mi peculiar y distinguida vestimenta, procuré que el único hombre del grupo no estuviera espiando y me desvestí para colocarme el traje de conejo.
–Ahora sí que puedo dormir...
- Pijama:
- Este es el pijama de conejo de Katharina, aunque de color rosa.
Keith S. Branwen
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Keith parpadeó al ver la mirada que le dirigía Hikaru y ladeó su cabeza hacia un lado. Qué el supiera, no había hecho nada que hubiera despertado enfado de la rubia hacia él (si es que se podía llamar eso). Por eso se encontraba algo confundido, aunque ya debía a empezar a acostumbrarse a los cambios de humor de su capitana. Keith se quedó estático en el lugar mientras esperaba que la rubia... terminara con lo que estaba haciendo. Cuando el peligris ya empezaba a mostrar pequeños signos de inconformidad debido a la cercanía de los rostros, la rubia se apartó un poco y le empujó con su mano hacia un lado. Sin entender nada de lo que sucedía, el dragón simplemente se dejó. En eso vio como Hikaru se acostaba a su lado y decía aquellas palabras. El oficial se rascó un poco la nuca y se encogió de hombros. Era mejor que no pensara demasiado en la forma de comportarse de su capitana. Había un alto porcentaje de tener un dolor de cabeza si seguía.
En eso vio como la rubia le atrapaba de la pierna. Escuchó sus palabras y asintió lentamente. La verdad era que su fuerza era muy superior a la de Hikaru, por lo que podría escapar cuando quisiese, pero no lo hizo. La opinión de su capitana sobre él ya había bajado desde lo sucedido en el barco y con el tema de las cigüeñas, no necesitaba hacer que descendiera aún más de lo que ya estaba. Estaba tan perdido en sus pensamientos, que no se dio cuenta del peligro hasta que era demasiado tarde. Sus ojos se abrieron de par en par al sentir como la rubia le empezaba a hacer cosquillas sobre el cuerpo, y enterró sus uñas en las palmas de sus manos. Par su horror algo que, desde hacía tiempo que no sucedía, se le escapó de su garganta.
– Hahahaha... No, espera. Eso no... Hahahahahaha – se río con ganas el joven mientras se daba algo de vueltas por la pequeña tienda. En esas circunstancias, poco le importaba el contacto físico o tocar algo que no debía.
Al cabo de unos segundos, el joven logró controlarse lo suficiente para hacer uso de su fuerza. Tomó suavemente a la rubia y la retiró de su cuerpo, solo para empezar a hacerle cosquillas de vuelta. ¿Qué podía decir? La venganza e servía mejor mientras estaba fresca. Incluso se atrevió a usar su aura helada en la punta de sus dedos. No lo suficiente helado para entumecer o afectarle a la larga, pero si para provocar leves escalofríos en la piel. Eso sí, tuvo que aguantarse el propio efecto de su fruta y las cosquillas que le hacía a la sargento. En verdad esa fruta que tenía era bien jodida, incluso para situaciones tan mundanas como estas.
– Por cierto – dijo el peligris luego de cesar con su "ataque" y recuperar su compostura. – No creo que Katharina venga a esta tienda –
Pese a que no conocía de nada a la albina, podía notar que ella no era de las que participara en esa clase de juegos. Era mucho más fría que lo que él nunca fue, cosa que le sorprendía un poco. Keith negó con su cabeza y miró tranquilamente a la rubia, esperando alguna respuesta de su parte.
En eso vio como la rubia le atrapaba de la pierna. Escuchó sus palabras y asintió lentamente. La verdad era que su fuerza era muy superior a la de Hikaru, por lo que podría escapar cuando quisiese, pero no lo hizo. La opinión de su capitana sobre él ya había bajado desde lo sucedido en el barco y con el tema de las cigüeñas, no necesitaba hacer que descendiera aún más de lo que ya estaba. Estaba tan perdido en sus pensamientos, que no se dio cuenta del peligro hasta que era demasiado tarde. Sus ojos se abrieron de par en par al sentir como la rubia le empezaba a hacer cosquillas sobre el cuerpo, y enterró sus uñas en las palmas de sus manos. Par su horror algo que, desde hacía tiempo que no sucedía, se le escapó de su garganta.
– Hahahaha... No, espera. Eso no... Hahahahahaha – se río con ganas el joven mientras se daba algo de vueltas por la pequeña tienda. En esas circunstancias, poco le importaba el contacto físico o tocar algo que no debía.
Al cabo de unos segundos, el joven logró controlarse lo suficiente para hacer uso de su fuerza. Tomó suavemente a la rubia y la retiró de su cuerpo, solo para empezar a hacerle cosquillas de vuelta. ¿Qué podía decir? La venganza e servía mejor mientras estaba fresca. Incluso se atrevió a usar su aura helada en la punta de sus dedos. No lo suficiente helado para entumecer o afectarle a la larga, pero si para provocar leves escalofríos en la piel. Eso sí, tuvo que aguantarse el propio efecto de su fruta y las cosquillas que le hacía a la sargento. En verdad esa fruta que tenía era bien jodida, incluso para situaciones tan mundanas como estas.
– Por cierto – dijo el peligris luego de cesar con su "ataque" y recuperar su compostura. – No creo que Katharina venga a esta tienda –
Pese a que no conocía de nada a la albina, podía notar que ella no era de las que participara en esa clase de juegos. Era mucho más fría que lo que él nunca fue, cosa que le sorprendía un poco. Keith negó con su cabeza y miró tranquilamente a la rubia, esperando alguna respuesta de su parte.
Kaori Nanami
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No pudo evitar fijarse en el arma de Katharina. Sentía una energía un tanto extraña proveniente de él… Instintos de dragón, vaya. También, vio con curiosidad aquel libro que ella tenía en sus manos. ¿De qué trataría? Tenía curiosidad sobre su guadaña y aquel libro. No lo negaba, le gustaba leer y era uno de sus pasatiempos favoritos durante su vida en el castillo. No es que tuviera muchos, después de todo. Ser “princesa” significa no tener mucho tiempo libre. El que tenía, lo usaba para leer o bien, para escuchar un poco de música o, incluso, conversar con algunos esclavos de las cosas más triviales. Aunque claro, no muchas veces lograba entablar alguna conversación con ellos. El prejuicio de que ella era igual al resto de su familia era bastante… Grande.
Negó con la cabeza de forma suave, no era el momento para pensar en aquello. Escuchó las palabras de la peliblanca y no pudo evitar ladear su cabeza. Estaba claro que ella se moría de ganas de dormir, pero tampoco la iba a obligar a hacer algo así. De todos modos, no iba a entrar en esa tienda… A saber qué imagen podría llegar a encontrar si lo hacía. Se sentó a un lado de la fogata y se quedó abrazándose las rodillas. No quiso molestar más a ella y solo guardó silencio. Finalmente, el sueño fue más grande y vio cómo es que sus ojos se iban cerrando a la medida que ella intentaba leer la misma página. Sonrió con calma y asintió con la cabeza al escuchar sus palabras.
– Bien, es mi turno. – Susurró mientras ponía sus sonidos a punto para que no se le escapara nada. No tuvo problemas en escuchar la fuerte risa de Keith. ”Me pregunto si esos dos tienen alguna clase de relación más íntima” – a simple vista, no lo parecía. No veía a su capitana teniendo alguna clase de relación amorosa con alguien más. Tampoco es que lo pudiera confirmar y, la verdad, le importaba más bien poco.
– Me pregunto cuál será su reacción cuando me decida a contarle mi objetivo – pensó en voz alta, totalmente consciente de que nadie la escucharía. – O su reacción al contarle mi pasado y todo lo que he vivido… – colocó su cabeza apoyándola entre sus brazos. – No quiero perderla… No a ella. – Musitó.
Negó con la cabeza de forma suave, no era el momento para pensar en aquello. Escuchó las palabras de la peliblanca y no pudo evitar ladear su cabeza. Estaba claro que ella se moría de ganas de dormir, pero tampoco la iba a obligar a hacer algo así. De todos modos, no iba a entrar en esa tienda… A saber qué imagen podría llegar a encontrar si lo hacía. Se sentó a un lado de la fogata y se quedó abrazándose las rodillas. No quiso molestar más a ella y solo guardó silencio. Finalmente, el sueño fue más grande y vio cómo es que sus ojos se iban cerrando a la medida que ella intentaba leer la misma página. Sonrió con calma y asintió con la cabeza al escuchar sus palabras.
– Bien, es mi turno. – Susurró mientras ponía sus sonidos a punto para que no se le escapara nada. No tuvo problemas en escuchar la fuerte risa de Keith. ”Me pregunto si esos dos tienen alguna clase de relación más íntima” – a simple vista, no lo parecía. No veía a su capitana teniendo alguna clase de relación amorosa con alguien más. Tampoco es que lo pudiera confirmar y, la verdad, le importaba más bien poco.
– Me pregunto cuál será su reacción cuando me decida a contarle mi objetivo – pensó en voz alta, totalmente consciente de que nadie la escucharía. – O su reacción al contarle mi pasado y todo lo que he vivido… – colocó su cabeza apoyándola entre sus brazos. – No quiero perderla… No a ella. – Musitó.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La joven continuó haciéndole cosquillas al joven a toda velocidad mientras en su rostro se veía una expresión bastante siniestra. Estaba pasándoselo en grande viéndolo sufrir ante el poder sus manos. Era la venganza de las cigüeñas. No tardó mucho en aumentar el ritmo hasta que notó su cuerpo ser separado del chico. Ladeó un poco la cabeza y empezó a notar los dedos de él en ella. Sin previo aviso empezó a reír sin parar mientras movía los pies y las manos de un lado a otro. Incluso algunas lágrimas salían de sus ojos al sentir semejante poder en su cuerpo. Continuaba riendo a todo volumen sin importarle nada, pues se lo estaba pasando demasiado bien por primera vez en mucho tiempo. Ahora no quería terminar de jugar. Fue en ese momento cuando el dragón terminó de hacerle cosquillas a ella y no pudo evitar soltar un pequeño suspiro.
Escuchó lo que dijo sobre su segunda al mando y no pudo evitar quedarse un poco callada. Tal vez estaba bastante cansado o tan solo quizá tenía ganas de estar tranquila sin tanto ruido. Le rubia no tardó mucho en colocarse en pie y abrazar a Keith con fuerza. Acto seguido le dio un leve mordisco cariñoso en la mejilla y después salió de la tienda indicándole con la mano que enseguida volvía. Lo primero que hizo fue entrar a la otra tienda de campaña, donde estaba la peliblanca vestida con un traje de conejo bastante adorable. La rubia entonces trató de darle un abrazo por la espalda y acto seguido si lo había logrado, trataría de pegar su rostro al hombro derecho de ella.
- Descansa, Katha-chan. Cualquier cosa que necesites solo avísame, haré que te sientas bien a gusto con nosotros. No olvides que te quiero mucho.
En cuando le dijo aquello sonrió de forma dulce y salió de allí. Le tocaba el turno a su dragona. De hecho, todos eran suyos allí. Avanzó despacio hasta ella y trató de colocarse de rodillas frente a ella, entonces la miraría a los ojos de forma entusiasmada. Estiraría su mano despacio hasta la joven y trataría de acariciar su mejilla. Se acercó despacio a medida que cerraba los ojos e intentó abrazarla con todo el cariño posible. Si lo lograba le susurraría al oído de forma dulce lo siguiente.
- Yo seré la siguiente, Kaori-chan. Te dejo aquí esto para que puedas estar más a gusto ¿vale? – Dijo separándose despacio y tendiéndole una pequeña bolsa que había cogido antes de salir. Dentro habían un par de bocadillos de atún y carne asada. Le dedicó una mirada amable y se retiró hacia la tienda de campaña.
Cuando entró se lanzó hacia el chico y trató de tumbarse sobre él sin permiso alguno. Colocó la cabeza en su hombro y entonces la rubia notó su corazón palpitar con fuerza. Estaba demasiado feliz y aquello se notaba. Tembló un poco mientras se aferraba a él con todas sus fuerzas y notaba los ojos humedecerse un poco. Fue entonces cuando alzó la voz y miró a los ojos al luchador.
- Gracias…
Aquel mensaje iba para todos, no solo para él. Tras decir aquello pegó de nuevo la frente al pecho de él y se mantuvo allí con los ojos cerrados, pero despierta. No tenía sueño y usarle a él de almohada era más cómodo de lo que pensaba. Fue entonces que con su mano agarró la de él con toda la confianza del mundo y con la otra empezó a rascarle despacio en la cabeza, por detrás de las orejas y la nuca, como si fuese un perrito. Quería que estuviese cómodo. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro y después se mantuvo callada.
Escuchó lo que dijo sobre su segunda al mando y no pudo evitar quedarse un poco callada. Tal vez estaba bastante cansado o tan solo quizá tenía ganas de estar tranquila sin tanto ruido. Le rubia no tardó mucho en colocarse en pie y abrazar a Keith con fuerza. Acto seguido le dio un leve mordisco cariñoso en la mejilla y después salió de la tienda indicándole con la mano que enseguida volvía. Lo primero que hizo fue entrar a la otra tienda de campaña, donde estaba la peliblanca vestida con un traje de conejo bastante adorable. La rubia entonces trató de darle un abrazo por la espalda y acto seguido si lo había logrado, trataría de pegar su rostro al hombro derecho de ella.
- Descansa, Katha-chan. Cualquier cosa que necesites solo avísame, haré que te sientas bien a gusto con nosotros. No olvides que te quiero mucho.
En cuando le dijo aquello sonrió de forma dulce y salió de allí. Le tocaba el turno a su dragona. De hecho, todos eran suyos allí. Avanzó despacio hasta ella y trató de colocarse de rodillas frente a ella, entonces la miraría a los ojos de forma entusiasmada. Estiraría su mano despacio hasta la joven y trataría de acariciar su mejilla. Se acercó despacio a medida que cerraba los ojos e intentó abrazarla con todo el cariño posible. Si lo lograba le susurraría al oído de forma dulce lo siguiente.
- Yo seré la siguiente, Kaori-chan. Te dejo aquí esto para que puedas estar más a gusto ¿vale? – Dijo separándose despacio y tendiéndole una pequeña bolsa que había cogido antes de salir. Dentro habían un par de bocadillos de atún y carne asada. Le dedicó una mirada amable y se retiró hacia la tienda de campaña.
Cuando entró se lanzó hacia el chico y trató de tumbarse sobre él sin permiso alguno. Colocó la cabeza en su hombro y entonces la rubia notó su corazón palpitar con fuerza. Estaba demasiado feliz y aquello se notaba. Tembló un poco mientras se aferraba a él con todas sus fuerzas y notaba los ojos humedecerse un poco. Fue entonces cuando alzó la voz y miró a los ojos al luchador.
- Gracias…
Aquel mensaje iba para todos, no solo para él. Tras decir aquello pegó de nuevo la frente al pecho de él y se mantuvo allí con los ojos cerrados, pero despierta. No tenía sueño y usarle a él de almohada era más cómodo de lo que pensaba. Fue entonces que con su mano agarró la de él con toda la confianza del mundo y con la otra empezó a rascarle despacio en la cabeza, por detrás de las orejas y la nuca, como si fuese un perrito. Quería que estuviese cómodo. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro y después se mantuvo callada.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Página 1 de 2. • 1, 2
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.