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Akuma no mi
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Atravesé con cuidado la maleza del Bosque Plateado, buscando su protección contra las miradas de los vigías del reino. Mi objetivo era la principal mina de jade de la zona sur de la isla, pues gracias a los esclavistas a los que había dado muerte dos semanas antes supe de la oscura realidad oculta bajo la tierra: los esclavos retenidos en las minas.
La idea de embarcarme en una cruzada para liberar al mundo de la lacra esclavista había abandonado mi mente hacía mucho, antes incluso de abandonar la isla, pero encontrar que tal abominación tenía lugar con el beneplácito de la tan altamente considerada Marina había conseguido revolverme las tripas como pocas cosas desde hace mucho tiempo. Por si fuera poco, el transporte clandestino hasta Johata había distado mucho de cubrir unos mínimos de espacio y dignidad, y mi creciente hastío reafirmaba mis ganas de hundir mis hachas sobre la espalda de algún desgraciado sin suerte.
El límite del bosque se acercaba a medida que los árboles se volvían más y más escasos. Los tocones comenzaron a hacerse notar con mayor frecuencia y las estructuras mineras se vislumbraban adelante, a poco más de medio kilómetro. Con cautela, me detuve y preparé mi equipo. No había pensado en cómo entrar, pero si lo hacía todo bien sería difícil parar una mole de músculos e ira como la mía atacando de súbito.
Estudié de un vistazo las posibles posiciones de vigilancia, intentando encontrar el punto más óptimo para iniciar mi asalto, cuando algo inusual captó la atención de mi olfato y mi oído. Me moví con rapidez a la maleza y me agaché todo lo posible, casi tumbándome, de manera que permaneciese completamente oculto bajo hojas y ramas. Mis sentidos y mi entrenamiento me habían servido bien: no estaba sólo.
Un chico humano, notablemente joven y de pelos grisáceos de punta, salió del interior de la arboleda sin haber advertido, aparentemente, mi presencia. Tenía todo el aspecto de saber dónde estaba y a dónde quería ir, pero no de haber pasado por un sitio que le gustara.
Sopesé mis opciones con cuidado, pues un movimiento en falso tan cerca de la mina pondría en peligro toda mi operación. El aspecto y la mirada del joven no me inspiraban confianza en absoluto, y no me costó imaginarle llevando personas atadas contra su voluntad al pequeño infierno que yo estaba a punto de asalta. Decidí que no me interesaba tener a aquel tipo rondando por la zona y que, tal vez, pudiera llegar a sonsacarle información útil si aplicaba las suficientes dosis de intimidación.
Con cuidado, moví levemente el alto y espeso arbusto y emití un sonido agudo y quejumbroso para simular un animal pequeño atrapado. Esperé a que el joven, desconocedor de mi presencia, se acercara lo suficiente como para poder atraparle de un salto rápido, pues una vez estuviera a mi alcance, mi tamaño y mi fuerza superiores harían el resto del trabajo con facilidad.
La idea de embarcarme en una cruzada para liberar al mundo de la lacra esclavista había abandonado mi mente hacía mucho, antes incluso de abandonar la isla, pero encontrar que tal abominación tenía lugar con el beneplácito de la tan altamente considerada Marina había conseguido revolverme las tripas como pocas cosas desde hace mucho tiempo. Por si fuera poco, el transporte clandestino hasta Johata había distado mucho de cubrir unos mínimos de espacio y dignidad, y mi creciente hastío reafirmaba mis ganas de hundir mis hachas sobre la espalda de algún desgraciado sin suerte.
El límite del bosque se acercaba a medida que los árboles se volvían más y más escasos. Los tocones comenzaron a hacerse notar con mayor frecuencia y las estructuras mineras se vislumbraban adelante, a poco más de medio kilómetro. Con cautela, me detuve y preparé mi equipo. No había pensado en cómo entrar, pero si lo hacía todo bien sería difícil parar una mole de músculos e ira como la mía atacando de súbito.
Estudié de un vistazo las posibles posiciones de vigilancia, intentando encontrar el punto más óptimo para iniciar mi asalto, cuando algo inusual captó la atención de mi olfato y mi oído. Me moví con rapidez a la maleza y me agaché todo lo posible, casi tumbándome, de manera que permaneciese completamente oculto bajo hojas y ramas. Mis sentidos y mi entrenamiento me habían servido bien: no estaba sólo.
Un chico humano, notablemente joven y de pelos grisáceos de punta, salió del interior de la arboleda sin haber advertido, aparentemente, mi presencia. Tenía todo el aspecto de saber dónde estaba y a dónde quería ir, pero no de haber pasado por un sitio que le gustara.
Sopesé mis opciones con cuidado, pues un movimiento en falso tan cerca de la mina pondría en peligro toda mi operación. El aspecto y la mirada del joven no me inspiraban confianza en absoluto, y no me costó imaginarle llevando personas atadas contra su voluntad al pequeño infierno que yo estaba a punto de asalta. Decidí que no me interesaba tener a aquel tipo rondando por la zona y que, tal vez, pudiera llegar a sonsacarle información útil si aplicaba las suficientes dosis de intimidación.
Con cuidado, moví levemente el alto y espeso arbusto y emití un sonido agudo y quejumbroso para simular un animal pequeño atrapado. Esperé a que el joven, desconocedor de mi presencia, se acercara lo suficiente como para poder atraparle de un salto rápido, pues una vez estuviera a mi alcance, mi tamaño y mi fuerza superiores harían el resto del trabajo con facilidad.
Syxel
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Bosque, bosque, y más bosque. Por más que caminase, a mi alrededor no veía más que maldito bosque. No es que no me guste la naturaleza, pero tras caminar durante varias horas sin ver a mi alrededor nada más que los mismos árboles, y sin saber donde estaba, comenzaba a estar algo cansado. Por lo que me detuve en seco, apoyando la espalda contra uno de los infinitos troncos a mi disposición, mientras rebuscaba en el petate alguna botella a la que dar un trago. Intento vano, todo sea dicho, pues ni tan siquiera eso podía salirme bien. Resignado, alcé la vista al cielo esperando que la salvación, o una botella de ron, me cayese como por arte de magia. Pero ante mi no encontré más que las copas de los árboles, y un agradablemente despejado cielo azul entre las mismas. Reparé entonces en el color de las hojas, que cuanto más alto se encontraban, más adquirían un extraño tono plateado. No pude evitar que se me escapase una carcajada, como si me hubiesen contado un chiste malo que solo yo podía entender.
"Como sea, será mejor que continúe. ¿Como cojones he acabado en esta situación?" Me pregunté a mi mismo mientras retomaba la marcha. Hacía menos de dos días habíamos tenido un encontronazo con otra tripulación. Nada fuera de lo común, una disputa por decidir si el cargamento que llevaban en su barco les pertenecía a ellos o a nosotros. Asunto que se resolvió satisfactoriamente, al menos por nuestra parte. Aunque no todo había salido bien, pues a las pocas horas de haber reanudado la marcha nuestro barco comenzó a hacer aguas. Probablemente debido a algún daño sufrido durante el enfrentamiento, del que no nos dimos cuenta hasta que ya fue tarde. Aún así, logramos llegar a puerto con el barco a flote, todo un logro. Y a pesar de que esta isla no fuese nuestro objetivo, decidimos pasar aquí unos días, mientras resolvíamos lo del barco y algún otro asunto. Hasta aquí todo bien, pero entonces, ¿por qué estaba perdido en mitad de un bosque?
Me detuve de nuevo, abandonando mis pensamientos, cuando creí oír unas cuantas voces no muy lejos de donde me encontraba. Sentí cierta satisfacción, pues todo apuntaba a que finalmente había encontrado la mina que buscaba. Retomé una vez más la marcha, mucho más decidido teniendo una dirección que seguir. Tenía en mente el plan que habíamos acordado, todo parecía sencillo, pero estaba claro que nada iba a salir bien en ese día. Pues cuando ya casi había llegado oí algo entre la maleza que captó mi atención. No se por qué lo hice, pero me acerqué a comprobarlo. Y lo último que recuerdo es una enorme masa de músculos abalanzándose sobre mi, justo antes de quedar inconsciente.
"Como sea, será mejor que continúe. ¿Como cojones he acabado en esta situación?" Me pregunté a mi mismo mientras retomaba la marcha. Hacía menos de dos días habíamos tenido un encontronazo con otra tripulación. Nada fuera de lo común, una disputa por decidir si el cargamento que llevaban en su barco les pertenecía a ellos o a nosotros. Asunto que se resolvió satisfactoriamente, al menos por nuestra parte. Aunque no todo había salido bien, pues a las pocas horas de haber reanudado la marcha nuestro barco comenzó a hacer aguas. Probablemente debido a algún daño sufrido durante el enfrentamiento, del que no nos dimos cuenta hasta que ya fue tarde. Aún así, logramos llegar a puerto con el barco a flote, todo un logro. Y a pesar de que esta isla no fuese nuestro objetivo, decidimos pasar aquí unos días, mientras resolvíamos lo del barco y algún otro asunto. Hasta aquí todo bien, pero entonces, ¿por qué estaba perdido en mitad de un bosque?
Me detuve de nuevo, abandonando mis pensamientos, cuando creí oír unas cuantas voces no muy lejos de donde me encontraba. Sentí cierta satisfacción, pues todo apuntaba a que finalmente había encontrado la mina que buscaba. Retomé una vez más la marcha, mucho más decidido teniendo una dirección que seguir. Tenía en mente el plan que habíamos acordado, todo parecía sencillo, pero estaba claro que nada iba a salir bien en ese día. Pues cuando ya casi había llegado oí algo entre la maleza que captó mi atención. No se por qué lo hice, pero me acerqué a comprobarlo. Y lo último que recuerdo es una enorme masa de músculos abalanzándose sobre mi, justo antes de quedar inconsciente.
Jish
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El viento susurraba a través de la maleza y agitaba las ramas de los árboles. Observé la espesura con preocupación. A este paso, necesitaremos la mayor parte del día solo para regresar a la playa. Siempre y cuando tampoco nosotros nos perdamos.
Me acerqué a una gruesa raíz y me senté sobre ella mientras comenzaba a desabrochar las correas de mi bota izquierda.
- De uno u otro modo ese idiota se las ha apañado para perderse- dije casi para mismo- ¡Fin de trayecto! Si ese loco quiere pasarse el día persiguiendo tesoros imaginarios a mi al menos no me arrastrará en su locura- Al voltear la bota cayeron pequeñas piedrecitas.
Pesé a carecer de ningún tipo de autoridad para tomar decisiones globales contaba con que Airok fuera sensata. Ademas ¿Para que demonios emprender la busqueda de un tesoro sin forma de transportarlo? Lo de los cabos sueltos se estaba empezando a volver un vicio demasiado recurrente...
Me levanté, golpee con la puntera de la bota una raíz cercana y comprobé satisfecho que no quedaban piedrecitas dentro.
- No tenemos ni medio de huida, ni capitán sensato- dije eligiendo cuidadosamente las palabras para no dar a entender que me estaba insubordinando- Al menos una de esas cosas podemos tratar de solucionarlas ¿No es cierto?- Fue entonces cuando me percaté de que estaba totalmente solo. Genial...
Me acerqué a una gruesa raíz y me senté sobre ella mientras comenzaba a desabrochar las correas de mi bota izquierda.
- De uno u otro modo ese idiota se las ha apañado para perderse- dije casi para mismo- ¡Fin de trayecto! Si ese loco quiere pasarse el día persiguiendo tesoros imaginarios a mi al menos no me arrastrará en su locura- Al voltear la bota cayeron pequeñas piedrecitas.
Pesé a carecer de ningún tipo de autoridad para tomar decisiones globales contaba con que Airok fuera sensata. Ademas ¿Para que demonios emprender la busqueda de un tesoro sin forma de transportarlo? Lo de los cabos sueltos se estaba empezando a volver un vicio demasiado recurrente...
Me levanté, golpee con la puntera de la bota una raíz cercana y comprobé satisfecho que no quedaban piedrecitas dentro.
- No tenemos ni medio de huida, ni capitán sensato- dije eligiendo cuidadosamente las palabras para no dar a entender que me estaba insubordinando- Al menos una de esas cosas podemos tratar de solucionarlas ¿No es cierto?- Fue entonces cuando me percaté de que estaba totalmente solo. Genial...
Airok Bonny
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Akuma no mi
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No sabía ya ni cuanto tiempo llevábamos en aquella isla desde que habíamos abandonado el barco, dando vueltas de un lado para otro sin terminar de resolver nada ni avanzar... me sentía ya un tanto irritada. Syxel se había adelantado (no tenía nada claro el por qué) y yo seguía con el resto de la tripulación, a los que supuestamente debía de liderar para rescatar a los esclavos de la mina de Jade... aunque en ese momento no sabía muy bien la manera.
Jish, uno de los tripulantes que llevaba con nosotros haría prácticamente un año, comenzó a quejarse de manera sutil tratando de sugerir quedarnos allí y abortar la misión. Quizás Syxel no era el mejor capitán de los mares, pero era el mejor que yo había tenido (tampoco tenía con quién compararlo). Le miré de reojo bastante molesta por su último comentario y seguí mi camino, por mucho que hubiera caminado Syxel no debería de andar demasiado lejos.
-- Eh, tú, ven aquí -- Me dirigí a uno/a de los/as más altos/as y corpulentos/as de la tripulación (a pesar del tiempo que llevaba con nosotros aún no había despejado las dudas de si era hombre o mujer, aunque tampoco me importaba)
-- Ve abriendo paso, ¿quieres? -- realmente me daba igual que quisiera o que no, ya estaba bastante irritada por tener que ir detrás de Syxel buscándole.
Sin decir una palabra comenzó a caminar delante de mí, a lo que pude intentar concentrarme tratando de imaginar hacia dónde habría ido Syxel, tratando de pensar cómo él. Al no haber ningún camino ni nada que llamase especialmente la atención, supuse que simplemente habría caminado en línea recta, aún así, trataba de fijarme en las ramas y en el suelo, por si se notase que alguien había pasado por allí recientemente. Jish se había quedado algo rezagado, pero no dudé en que tuviese ningún problema en seguirnos, ya que el rastro que dejaba la tripulación de ramas rotas y pisadas a su paso era más que evidente. Si no existía sendero, estos brutos lo estaban creando.
Tras poco más de media hora caminando sin detenernos y sin tener noticias, estaba mucho más que desquiciada.
-- ¡Parad! -- dije de pronto tras no haber dicho palabra durante todo el camino, lo que hizo que más de uno se sobresaltase -- El más ágil, que suba a este árbol y haga un reconocimiento rápido -- Syxel no llevaba tanta ventaja, pero necesitaba saber hacia qué dirección estaba.
Pasaba completamente de explicar todas y cada una de mis decisiones, sin saber muy bien por qué razón, aquellos hombres solían hacerme caso, por lo que pocas veces me replicaban.
Mientras uno de los más delgados observaba la inmensidad del bosque, vi a Jish llegar, no de muy buena gana, y desde que estuvo lo suficientemente cerca de mi, con la cara más neutra que pude le pregunté
-- ¿Qué propones entonces? -- Como siempre, mi voz era con un tono lo bastante seco como para que se imaginase que ni siquiera me interesaba su respuesta, aunque por una vez, necesitaba otras opciones.
De ponto, el recluta colgado de la copa del árbol cual chimpancé comenzó a gritar asegurando haber visto mucho movimiento hacia el este. Miré a Jish y le hice una seña a él y a algunos otros para que me siguiesen hacia esa posición mientras los demás esperaban en ese punto, necesitaba comprobar si era de verdad Syxel o si, por el contrario, era algún animal grande. Mientras el que estaba colgado nos mantuviese a la vista, no habría problema de que se perdieran.
Jish, uno de los tripulantes que llevaba con nosotros haría prácticamente un año, comenzó a quejarse de manera sutil tratando de sugerir quedarnos allí y abortar la misión. Quizás Syxel no era el mejor capitán de los mares, pero era el mejor que yo había tenido (tampoco tenía con quién compararlo). Le miré de reojo bastante molesta por su último comentario y seguí mi camino, por mucho que hubiera caminado Syxel no debería de andar demasiado lejos.
-- Eh, tú, ven aquí -- Me dirigí a uno/a de los/as más altos/as y corpulentos/as de la tripulación (a pesar del tiempo que llevaba con nosotros aún no había despejado las dudas de si era hombre o mujer, aunque tampoco me importaba)
-- Ve abriendo paso, ¿quieres? -- realmente me daba igual que quisiera o que no, ya estaba bastante irritada por tener que ir detrás de Syxel buscándole.
Sin decir una palabra comenzó a caminar delante de mí, a lo que pude intentar concentrarme tratando de imaginar hacia dónde habría ido Syxel, tratando de pensar cómo él. Al no haber ningún camino ni nada que llamase especialmente la atención, supuse que simplemente habría caminado en línea recta, aún así, trataba de fijarme en las ramas y en el suelo, por si se notase que alguien había pasado por allí recientemente. Jish se había quedado algo rezagado, pero no dudé en que tuviese ningún problema en seguirnos, ya que el rastro que dejaba la tripulación de ramas rotas y pisadas a su paso era más que evidente. Si no existía sendero, estos brutos lo estaban creando.
Tras poco más de media hora caminando sin detenernos y sin tener noticias, estaba mucho más que desquiciada.
-- ¡Parad! -- dije de pronto tras no haber dicho palabra durante todo el camino, lo que hizo que más de uno se sobresaltase -- El más ágil, que suba a este árbol y haga un reconocimiento rápido -- Syxel no llevaba tanta ventaja, pero necesitaba saber hacia qué dirección estaba.
Pasaba completamente de explicar todas y cada una de mis decisiones, sin saber muy bien por qué razón, aquellos hombres solían hacerme caso, por lo que pocas veces me replicaban.
Mientras uno de los más delgados observaba la inmensidad del bosque, vi a Jish llegar, no de muy buena gana, y desde que estuvo lo suficientemente cerca de mi, con la cara más neutra que pude le pregunté
-- ¿Qué propones entonces? -- Como siempre, mi voz era con un tono lo bastante seco como para que se imaginase que ni siquiera me interesaba su respuesta, aunque por una vez, necesitaba otras opciones.
De ponto, el recluta colgado de la copa del árbol cual chimpancé comenzó a gritar asegurando haber visto mucho movimiento hacia el este. Miré a Jish y le hice una seña a él y a algunos otros para que me siguiesen hacia esa posición mientras los demás esperaban en ese punto, necesitaba comprobar si era de verdad Syxel o si, por el contrario, era algún animal grande. Mientras el que estaba colgado nos mantuviese a la vista, no habría problema de que se perdieran.
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Akuma no mi
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Inmóvil, observé a mi presa a través del escaso resquicio entre las hojas del alto y espeso matorral plateado que me cobijaba. El recién llegado se acercaba, confiado e incauto, hacia mi posición tal y yo había pretendido.
Me relamí los labios y los colmillos en un gesto reflejo que afloraba cada vez que me preparaba para saltar sobre un objetivo, para mojar la boca y centrarme. El chico se había posicionado muy cerca de mi posición, tanto que podría descubrirme si agudizaba un poco más la vista.
"¿El color de las plantas de por aquí reflejará más luz de lo habitual? Tengo que comprobarlo. Igual debería llevarme muestras luego..."
Dejé la idea apartada por el momento y regresé al asunto inmediato que tenía enfrente. Era la hora de actuar antes de que mi posición quedase expuesta. En un instante, el joven aparto la mirada un momento, analizando el gran arbusto, y yo desplegué toda mi fuerza propulsándome con piernas y brazos hacia delante.
En una fracción de segundo comencé a dejar abajo, muy abajo, al humano al que doblaba en altura y lo aferré con mi mano derecha, abarcando con ella una buena parte de su brazo izquierdo, y le levanté de un tirón para poder propinarle un cabezazo directo a su frente. Al momento, le tapé la boca con la mano para acallar cualquier sonido demasiado alto que pudiera proferir y que delatara mi presencia, y me lo cargué al hombro tras comprobar rápidamente que se encontraba lo suficientemente aturdido como para no oponer resistencia.
Inmediatamente abandoné los límites del bosque, adentrándome en la espesura de nuevo para buscar un lugar más propicio en el que pudiera interrogar a mi improvisada fuente de información. No muy lejos, a unos cien o ciento cincuenta metros de la emboscada, según calculé, di con arroyo poco caudaloso que discurría entre los árboles y me detuve.
Deposité a mi captura sobre un grueso tronco cercano y analicé mi alrededor. Necesitaba improvisar unas sogas para atar al humano, y rápido, pues no sabía cuánto tiempo seguiría así. Revisé las ramas bajas de árboles y arbustos cercanos, arrancando las más fuertes y flexibles, las embadurné con la savia que pude encontrar y las entrelacé para hacerlas más fuertes. Busqué entre las bolsas que llevaba colgadas de mis armaduras de piel y saqué unas pocas tiras de cuero basto, alrededor de las cuales enrollé las ramas que había manipulado antes.
Cuando la fuerza y la elasticidad de las ataduras me parecieron aceptables, até al chico de pies y manos con firmeza. Ahora ya sólo faltaba esperar a que despertara.
Esperar. Gruñí con disgusto. Siempre había que esperar.
"O tal vez no." El arroyo me dio a entender cómo podía acelerar la situación. El joven parecía estar recuperando la consciencia, pero yo ya había tomado mi resolución y, agarrándole por la espalda, lo acerqué a la corriente de agua. Con mi mano libre, recogí un poco del líquido, sorprendentemente prístino para estar tan cerca de una mina, y me lo eché por la cara comprobando su fría temperatura. Conforme con este hecho y con haberme refrescado, hundí un par de segundos la cabeza del pequeñajo en la superficie y lo saqué, mucho más despierto y vivaracho.
Regresé al tronco donde lo había dejado en un primer momento y me senté en una roca frente a él, dejando que me apreciara en toda mi envergadura y sacando una de mis hachas de sus sujeciones en mi espalda.
- Te voy a dar dos opciones, sucio esclavista: puedes escupirme a la cara, o negarte a hablar conmigo, o puedes ayudarme a aplastar esa aberración que llamáis "negocio" allá afuera. Todo depende de si quieres tener un arma y las manos y pies libres cuando te mate, o si prefieres correr por los bosques atado como estás mientras te doy caza.
Me relamí los labios y los colmillos en un gesto reflejo que afloraba cada vez que me preparaba para saltar sobre un objetivo, para mojar la boca y centrarme. El chico se había posicionado muy cerca de mi posición, tanto que podría descubrirme si agudizaba un poco más la vista.
"¿El color de las plantas de por aquí reflejará más luz de lo habitual? Tengo que comprobarlo. Igual debería llevarme muestras luego..."
Dejé la idea apartada por el momento y regresé al asunto inmediato que tenía enfrente. Era la hora de actuar antes de que mi posición quedase expuesta. En un instante, el joven aparto la mirada un momento, analizando el gran arbusto, y yo desplegué toda mi fuerza propulsándome con piernas y brazos hacia delante.
En una fracción de segundo comencé a dejar abajo, muy abajo, al humano al que doblaba en altura y lo aferré con mi mano derecha, abarcando con ella una buena parte de su brazo izquierdo, y le levanté de un tirón para poder propinarle un cabezazo directo a su frente. Al momento, le tapé la boca con la mano para acallar cualquier sonido demasiado alto que pudiera proferir y que delatara mi presencia, y me lo cargué al hombro tras comprobar rápidamente que se encontraba lo suficientemente aturdido como para no oponer resistencia.
Inmediatamente abandoné los límites del bosque, adentrándome en la espesura de nuevo para buscar un lugar más propicio en el que pudiera interrogar a mi improvisada fuente de información. No muy lejos, a unos cien o ciento cincuenta metros de la emboscada, según calculé, di con arroyo poco caudaloso que discurría entre los árboles y me detuve.
Deposité a mi captura sobre un grueso tronco cercano y analicé mi alrededor. Necesitaba improvisar unas sogas para atar al humano, y rápido, pues no sabía cuánto tiempo seguiría así. Revisé las ramas bajas de árboles y arbustos cercanos, arrancando las más fuertes y flexibles, las embadurné con la savia que pude encontrar y las entrelacé para hacerlas más fuertes. Busqué entre las bolsas que llevaba colgadas de mis armaduras de piel y saqué unas pocas tiras de cuero basto, alrededor de las cuales enrollé las ramas que había manipulado antes.
Cuando la fuerza y la elasticidad de las ataduras me parecieron aceptables, até al chico de pies y manos con firmeza. Ahora ya sólo faltaba esperar a que despertara.
Esperar. Gruñí con disgusto. Siempre había que esperar.
"O tal vez no." El arroyo me dio a entender cómo podía acelerar la situación. El joven parecía estar recuperando la consciencia, pero yo ya había tomado mi resolución y, agarrándole por la espalda, lo acerqué a la corriente de agua. Con mi mano libre, recogí un poco del líquido, sorprendentemente prístino para estar tan cerca de una mina, y me lo eché por la cara comprobando su fría temperatura. Conforme con este hecho y con haberme refrescado, hundí un par de segundos la cabeza del pequeñajo en la superficie y lo saqué, mucho más despierto y vivaracho.
Regresé al tronco donde lo había dejado en un primer momento y me senté en una roca frente a él, dejando que me apreciara en toda mi envergadura y sacando una de mis hachas de sus sujeciones en mi espalda.
- Te voy a dar dos opciones, sucio esclavista: puedes escupirme a la cara, o negarte a hablar conmigo, o puedes ayudarme a aplastar esa aberración que llamáis "negocio" allá afuera. Todo depende de si quieres tener un arma y las manos y pies libres cuando te mate, o si prefieres correr por los bosques atado como estás mientras te doy caza.
Jish
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Cerré los ojos y me mantuve en silencio durante unos breves instantes. Ni tan siquiera un lejano trino aves, ni una brizna de viento, ni tan siquiera el molesto sonido de algún insecto. Pese a que aun quedaban muchas horas de luz por delante el lugar no resultaba demasiado acogedor. Sin embargo el tosco ruido de decenas de pisadas y el tenue murmullo que las acompañaba se hacia sentir en varios metros a la redonda. Abrí los ojos y emprendí la marcha para volver junto al resto de la tripulación. Si yo, que apenas tenía nociones de moverme por la espesura, los había localizado con tanta rapidez... Un escalofrío me recorrió la columna mientras los pasos comenzaban a convertirse en zancadas.
No sabría medir con exactitud ¿Minutos? ¿Horas? Cada segundo que permanecía en aquel bosque me hacia sentirme mas indefenso. Por fortuna tras un enorme abedul reconocí la espalda de uno de nuestros tripulantes y por ende la retaguardia de la expedición. Avancé con paso decidido hasta él.
- ¿Por qué os habéis detenido?- Pregunté al muchacho. Lo único que obtuve por respuesta un simple gesto de su mentón apuntando hacia la vanguardia de la expedición. Intrigado me abrí paso entre el resto de los reclutas hasta que recorrí por completo la columna.
Al llegar contemplé a Airok, la cual mantenía la mirada fija sobre la copa de un árbol. Confuso, alce la vista hacia donde ella estaba mirando aunque era incapaz de ver nada en particular.
-Estamos siguiendo su pista suponiendo que sabía llegar a la mina- me limité a responder- Ya hemos avanzado demasiado como para dar media vuelta. A mi modo de entender la situación tenemos dos opciones: podemos dejar de seguir su pista y prepararnos para asaltar la mina por nuestra cuenta, con un poco de suerte si incendiamos algo el humo hará que se dirija hacia nosotros- razoné- O por otro lado... podemos ser cautelosos, aguardar a su llegada y actuar como refuerzo por si las cosas se tuercen- me encogí de hombros mientras echaba una mirada cargada de intención sobre el resto de la tripulación- Tu estas al mando, de ti depende cuanto quieras apostar.
Antes de que pudiera responder un simio apareció de una de las ramas del árbol. Parecía gesticular bastante alterado. Por un momento recordé el opresivo silencio que se cernía sobre el bosque y volví a fijar la vista por segunda vez sobre el primate. ¿Un animal? Debía de ser el único del bosque. Aliviado reconocí a uno de los miembros de nuestra tripulación.
No sabría medir con exactitud ¿Minutos? ¿Horas? Cada segundo que permanecía en aquel bosque me hacia sentirme mas indefenso. Por fortuna tras un enorme abedul reconocí la espalda de uno de nuestros tripulantes y por ende la retaguardia de la expedición. Avancé con paso decidido hasta él.
- ¿Por qué os habéis detenido?- Pregunté al muchacho. Lo único que obtuve por respuesta un simple gesto de su mentón apuntando hacia la vanguardia de la expedición. Intrigado me abrí paso entre el resto de los reclutas hasta que recorrí por completo la columna.
Al llegar contemplé a Airok, la cual mantenía la mirada fija sobre la copa de un árbol. Confuso, alce la vista hacia donde ella estaba mirando aunque era incapaz de ver nada en particular.
-Estamos siguiendo su pista suponiendo que sabía llegar a la mina- me limité a responder- Ya hemos avanzado demasiado como para dar media vuelta. A mi modo de entender la situación tenemos dos opciones: podemos dejar de seguir su pista y prepararnos para asaltar la mina por nuestra cuenta, con un poco de suerte si incendiamos algo el humo hará que se dirija hacia nosotros- razoné- O por otro lado... podemos ser cautelosos, aguardar a su llegada y actuar como refuerzo por si las cosas se tuercen- me encogí de hombros mientras echaba una mirada cargada de intención sobre el resto de la tripulación- Tu estas al mando, de ti depende cuanto quieras apostar.
Antes de que pudiera responder un simio apareció de una de las ramas del árbol. Parecía gesticular bastante alterado. Por un momento recordé el opresivo silencio que se cernía sobre el bosque y volví a fijar la vista por segunda vez sobre el primate. ¿Un animal? Debía de ser el único del bosque. Aliviado reconocí a uno de los miembros de nuestra tripulación.
Airok Bonny
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Akuma no mi
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Nos dispusimos a ir en dirección hacia el supuesto movimiento, y al menos yo, me encontraba en completo silencio
"Las sugerencias de Jish no eran malas, pero algunas ya las había contemplado y seguían sin convencerme por mucho que me las sugiriera otra persona... el plan de buscar la mina por nuestra cuenta hasta ahora era el mejor que se me ocurría y ya nos encontraríamos con Syxel por el camino... de alguna forma siempre aparecía"
De repente algo me sacó de mis pensamientos y paré en seco, estirando los brazos para que Jish y el resto de la tripulación que nos acompañaba no siguiera avanzando. Me imagino ahora la cara que se nos debió de haber quedado en aquel momento cuando de pronto vimos a un conejo blanco cruzando por delante de nuestro camino y parando a mitad de su recorrido para comer, como si quisiese asegurarse de que lo veíamos bien.
Entonces me giré hacia Jish ante las carcajadas de los demás reclutas con un tono bastante hostil. No me creía que el vigía de mi tripulación no supiese diferenciar el movimiento de hojas de una persona o de un animal grande, al de un simple y miserable conejo.
-- Esta tripulación parece que está llena de inútiles... definitivamente así no vamos a encontrar al capitán -- Me recoloqué mi sombrero, a modo quizás un tanto nostálgico -- Seguro aparecerá más tarde, vamos --
Emprendí entonces camino hacia donde se suponía que estaba la mina según los comentarios e historias que había oído, y las pocas pistas que Syxel me había confiado antes de adelantarse
"Las sugerencias de Jish no eran malas, pero algunas ya las había contemplado y seguían sin convencerme por mucho que me las sugiriera otra persona... el plan de buscar la mina por nuestra cuenta hasta ahora era el mejor que se me ocurría y ya nos encontraríamos con Syxel por el camino... de alguna forma siempre aparecía"
De repente algo me sacó de mis pensamientos y paré en seco, estirando los brazos para que Jish y el resto de la tripulación que nos acompañaba no siguiera avanzando. Me imagino ahora la cara que se nos debió de haber quedado en aquel momento cuando de pronto vimos a un conejo blanco cruzando por delante de nuestro camino y parando a mitad de su recorrido para comer, como si quisiese asegurarse de que lo veíamos bien.
Entonces me giré hacia Jish ante las carcajadas de los demás reclutas con un tono bastante hostil. No me creía que el vigía de mi tripulación no supiese diferenciar el movimiento de hojas de una persona o de un animal grande, al de un simple y miserable conejo.
-- Esta tripulación parece que está llena de inútiles... definitivamente así no vamos a encontrar al capitán -- Me recoloqué mi sombrero, a modo quizás un tanto nostálgico -- Seguro aparecerá más tarde, vamos --
Emprendí entonces camino hacia donde se suponía que estaba la mina según los comentarios e historias que había oído, y las pocas pistas que Syxel me había confiado antes de adelantarse
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Akuma no mi
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Tomé aire cómo si me fuese la vida en ello, que bien podía ser el caso, y a continuación comencé a toser cómo si no hubiese un mañana, tratando de echar toda el agua que había entrado en mis pulmones. Noté que mis pies estaban lejos del suelo, pero para cuando me quise dar cuenta estaba de nuevo sobre el mismo, con un considerable dolor por la caída. Abrí los ojos, pero tenía la vista algo nublada, supongo que por el agua y el aturdimiento. Sacudí la cabeza varias veces, tratando de despejarme, y parpadeé hasta que las figuras frente a mi comenzaron a cobrar nitidez.
Por un momento creí tener delante un oso, pero no tenía tanto pelo. Además, parecía humano. Y bien podía serlo, obviando claro está el hecho de su descomunal envergadura, el color de su piel y los prominentes y amenazantes cuernos que surgían de su mandíbula. He de admitir que tener en frente a semejante criatura despertó mi curiosidad. Hasta tal punto, que prácticamente obvié el hecho de que estaba atado o de que entre nosotros se interponía un hacha casi tan grande como yo mismo. Al menos hasta que habló.
- ¿Esclavista? - repetí incrédulo - creo que te equivocas de persona.
Callé durante unos instantes, pues estaba casi seguro de que no me creería sin más. Y debía pensar bien cada palabra que fuese a decir si no quería acabar en el fondo del río o con su hacha decorando mi cuerpo. No sabía quién era, que cojones, ni tan siquiera estaba seguro de qué era. Pero al menos podía estar seguro de que su objetivo no distaba mucho del mío. Quién sabe, si jugaba bien mis cartas, incluso podía sernos de utilidad.
- Te confundes conmigo, amigo. - Hablaba con calma, tratando en todo momento de analizar sus expresiones para hacerme una idea de lo que se le pasaba por la cabeza. - No soy un esclavista, en mi vida lo he sido y en mi vida lo seré. No conozco a la gente que trabaja en esa mina, ni tengo tratos con nadie de este lugar. Es más, hasta ayer ni tan siquiera había pisado esta isla.
Por un momento creí tener delante un oso, pero no tenía tanto pelo. Además, parecía humano. Y bien podía serlo, obviando claro está el hecho de su descomunal envergadura, el color de su piel y los prominentes y amenazantes cuernos que surgían de su mandíbula. He de admitir que tener en frente a semejante criatura despertó mi curiosidad. Hasta tal punto, que prácticamente obvié el hecho de que estaba atado o de que entre nosotros se interponía un hacha casi tan grande como yo mismo. Al menos hasta que habló.
- ¿Esclavista? - repetí incrédulo - creo que te equivocas de persona.
Callé durante unos instantes, pues estaba casi seguro de que no me creería sin más. Y debía pensar bien cada palabra que fuese a decir si no quería acabar en el fondo del río o con su hacha decorando mi cuerpo. No sabía quién era, que cojones, ni tan siquiera estaba seguro de qué era. Pero al menos podía estar seguro de que su objetivo no distaba mucho del mío. Quién sabe, si jugaba bien mis cartas, incluso podía sernos de utilidad.
- Te confundes conmigo, amigo. - Hablaba con calma, tratando en todo momento de analizar sus expresiones para hacerme una idea de lo que se le pasaba por la cabeza. - No soy un esclavista, en mi vida lo he sido y en mi vida lo seré. No conozco a la gente que trabaja en esa mina, ni tengo tratos con nadie de este lugar. Es más, hasta ayer ni tan siquiera había pisado esta isla.
Balagus
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Akuma no mi
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El chico me miró sin miedo, sin temor, directamente a los ojos. Mostraba confianza, curiosidad... ¿interés? Entrecerré los ojos, buscando algún otro gesto en su rostro que me confirmara que estaba ocultando muy bien sus verdaderas emociones. Todo lo que pude sacar fue la incredulidad de haber sido llamado "esclavista".
Dejé que hablara para explicarse y defenderse por sí solo. Su tono no parecía variar, y aunque hablaba despacio, lo hacía sin titubear, sin vacilar. Dentro de mí, tuve brevemente la sensación de que acababa de atrapar a la persona equivocada, mas rápidamente deseché la idea como quien aparta a un niño demasiado insistente.
El aspecto de aquel chico distaba mucho de ser el de un mero civil, más aún si se tenía en cuenta cómo había reaccionado ante su captor. Además, aquel bosque estaba alejado de las grandes poblaciones y, probablemente, era terreno prohibido para cualquiera que quisiera dar un paseo por la zona. Era obvio que, por su apariencia y por la naturaleza del lugar, aquel humano no estaba allí de casualidad.
- Tus patrañas no te ayudan. -Gruñí, acercando un poco la cabeza a la del chico.- Estás muy lejos de cualquier lado como para ignorar lo que tenías ante tus narices.
Me levanté y alcé mi hacha izquierda, dando a entender que su destino era la cabeza del joven. No obstante, antes de bajarla, cambié su trayectoria bruscamente para clavarla en el árbol. Hasta la mitad del mismo. Unos 30 centímetros, para ser exactos.
- La próxima vez invéntate algo más elaborado. O dime lo que quiero saber.
Volví a fijar mi vista en él. Cuanto más le miraba, más sentía que algo en él me inquietaba. No sabía cómo describirlo, ni qué era lo que me daba tales vibraciones, pero no se parecía en nada a la impresión que me dieron en el pasado otros esclavistas desaprensivos
Dejé que hablara para explicarse y defenderse por sí solo. Su tono no parecía variar, y aunque hablaba despacio, lo hacía sin titubear, sin vacilar. Dentro de mí, tuve brevemente la sensación de que acababa de atrapar a la persona equivocada, mas rápidamente deseché la idea como quien aparta a un niño demasiado insistente.
El aspecto de aquel chico distaba mucho de ser el de un mero civil, más aún si se tenía en cuenta cómo había reaccionado ante su captor. Además, aquel bosque estaba alejado de las grandes poblaciones y, probablemente, era terreno prohibido para cualquiera que quisiera dar un paseo por la zona. Era obvio que, por su apariencia y por la naturaleza del lugar, aquel humano no estaba allí de casualidad.
- Tus patrañas no te ayudan. -Gruñí, acercando un poco la cabeza a la del chico.- Estás muy lejos de cualquier lado como para ignorar lo que tenías ante tus narices.
Me levanté y alcé mi hacha izquierda, dando a entender que su destino era la cabeza del joven. No obstante, antes de bajarla, cambié su trayectoria bruscamente para clavarla en el árbol. Hasta la mitad del mismo. Unos 30 centímetros, para ser exactos.
- La próxima vez invéntate algo más elaborado. O dime lo que quiero saber.
Volví a fijar mi vista en él. Cuanto más le miraba, más sentía que algo en él me inquietaba. No sabía cómo describirlo, ni qué era lo que me daba tales vibraciones, pero no se parecía en nada a la impresión que me dieron en el pasado otros esclavistas desaprensivos
Jish
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Akuma no mi
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¿Hacer de guía? No recordaba haber dicho en ningún momento que supiera donde estábamos. Estaba comenzando a sospechar que mis palabras no solo no afectaban a aquella mujer, si no que de algún modo u otro se volvían en mi contra.
Poco a poco el terreno se fue volviendo mas abrupto. El ascenso pareció durar una eternidad mientras luchábamos por hallar apoyo para los pies en la resbaladiza tierra y dábamos rodeos en torno a marañas de zarzas y espesos matorrales. Cuando por fin llegamos a la cima de la colina, sin embargo, nos vimos recompensados con la vista de un valle bastante ancho, que se alejaba describiendo una suave curva hacia el sur; por el fondo, corría una cinta negra de rápidas aguas.
- ¡Mirad!- indiqué señalando el río- No soy un experto en piedras pero diría que toda mina necesita una fuente de agua, seguro que se seguimos el cauce la encontramos.
Por desgracia, el camino hasta la orilla del río no parecía muy esperanzador. La maleza parecía espesarse en el horizonte enredándose en densas marañas de vegetación que amenazaban con impedirnos el paso. Eché un vistazo atrás. Todos teníamos la cara y las manos cubiertas de arañazos, y en las mejillas y el mentón algunos aun llevaban las espinas partidas de las matas.
- ¿Ordenes?- Sugerí.
Poco a poco el terreno se fue volviendo mas abrupto. El ascenso pareció durar una eternidad mientras luchábamos por hallar apoyo para los pies en la resbaladiza tierra y dábamos rodeos en torno a marañas de zarzas y espesos matorrales. Cuando por fin llegamos a la cima de la colina, sin embargo, nos vimos recompensados con la vista de un valle bastante ancho, que se alejaba describiendo una suave curva hacia el sur; por el fondo, corría una cinta negra de rápidas aguas.
- ¡Mirad!- indiqué señalando el río- No soy un experto en piedras pero diría que toda mina necesita una fuente de agua, seguro que se seguimos el cauce la encontramos.
Por desgracia, el camino hasta la orilla del río no parecía muy esperanzador. La maleza parecía espesarse en el horizonte enredándose en densas marañas de vegetación que amenazaban con impedirnos el paso. Eché un vistazo atrás. Todos teníamos la cara y las manos cubiertas de arañazos, y en las mejillas y el mentón algunos aun llevaban las espinas partidas de las matas.
- ¿Ordenes?- Sugerí.
Airok Bonny
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Tras avanzar varios metros, me dirigí hacia Jish que llevaba un rato bastante por detrás y le hice una señal para que fuese delante. No me gustaba nada cuando se quedaba rezagado, sólo me faltaba que se aburriese de caminar y se quedase atrás...
Tras otro largo rato de camino, esta vez con Jish como guía, y teniendo que utilizar mi cuchilla para hacer paso y evitar que aquel maldito bosque me arañase más todavía, conseguimos llegar a un claro.
-- ¿Ordenes?-- me preguntó Jish directamente a lo que respondí con un suspiro.
"No puede ser que tenga que decirlo todo siempre"... por un momento había olvidado que, debido a mi cargo, cuando el capitán no estaba, era yo la que debía decidir y dar las directrices a seguir, por muy evidentes que fueran. Me relajé un poco y contesté a la vez que analizaba mi alrededor.
-- Evidentemente, bajaremos hasta allí, pero no podemos ir como si nada y desvelar nuestra posición sin saber exactamente dónde está la entrada de la mina y cuántos guardias hay --
Me quedé callada unos minutos y avancé por el borde un poco, tratando de analizar el terreno desde lejos buscando alguna zona por dónde ir
-- Seguiremos por dentro del bosque pegados al borde hasta esa zona-- señalé una parte mucho más baja, por la que tal vez sería más fácil acercarnos sin que nos vieran -- Por el camino estad todos atentos a ver si podéis ver la entrada de la mina --
Estaba segura de que era ese claro, tenía toda la pinta.
Tras otro largo rato de camino, esta vez con Jish como guía, y teniendo que utilizar mi cuchilla para hacer paso y evitar que aquel maldito bosque me arañase más todavía, conseguimos llegar a un claro.
-- ¿Ordenes?-- me preguntó Jish directamente a lo que respondí con un suspiro.
"No puede ser que tenga que decirlo todo siempre"... por un momento había olvidado que, debido a mi cargo, cuando el capitán no estaba, era yo la que debía decidir y dar las directrices a seguir, por muy evidentes que fueran. Me relajé un poco y contesté a la vez que analizaba mi alrededor.
-- Evidentemente, bajaremos hasta allí, pero no podemos ir como si nada y desvelar nuestra posición sin saber exactamente dónde está la entrada de la mina y cuántos guardias hay --
Me quedé callada unos minutos y avancé por el borde un poco, tratando de analizar el terreno desde lejos buscando alguna zona por dónde ir
-- Seguiremos por dentro del bosque pegados al borde hasta esa zona-- señalé una parte mucho más baja, por la que tal vez sería más fácil acercarnos sin que nos vieran -- Por el camino estad todos atentos a ver si podéis ver la entrada de la mina --
Estaba segura de que era ese claro, tenía toda la pinta.
Syxel
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Cerré los ojos momentáneamente y ladee la cabeza, para evitar que las astillas que volaron al incrustar su hacha en el tronco a mi espalda me hiciesen una desgracia. No me creía, eso estaba claro. Y lo cierto es que tenía motivos para desconfiar. Aún así, el impacto del arma lo había recibido el tronco y no yo, así que no todo estaba perdido. Además, teniendo en cuenta la información que pedía, aún con las escasas palabras que me había dirigido, no había que ser un genio para darse cuenta de que no era precisamente amigo de quienes llevasen la mina. Fuese como fuese, tenía una oportunidad y pensaba aprovecharla.
- Como ya te he dicho, no soy un esclavista - repetí. - Digamos que soy un viajero, y llegué ayer a esta isla junto con mi tripulación - continué. - Nuestro barco nuestro barco había sufrido daños y decidimos pasar aquí unos días, hasta repararlo.
Me detuve, tomándome un momento para observarle con detenimiento. Debía tener cuidado con lo que decía, pero si quería convencerlo mi única opción era darle toda la información.
- Voy a ser bastante directo, porque no tenemos mucho tiempo. No importa cómo, ni por qué, pero me enteré de que en la mina de jade se seguía esclavizando a los trabajadores, y mis compañeros y yo decidimos hacer algo al respecto. Es así de simple.
Ambos intercambiamos miradas, en completo silencio. Seguramente aún dudaba de mi palabra.
- Mis hombres no me esperarán. Comenzarán el asalto a la mina en cualquier momento, si es que no lo han hecho ya. Y aunque yo tenga mis motivos para querer liberar a los esclavos, no todos ellos comparten ese objetivo. Así que aunque cumplan mis órdenes de tomar el lugar, dudo que mantenerlos a salvo durante el enfrentamiento sea una prioridad para ellos. - Con esas palabras me lo estaba jugando todo a una posibilidad. Ya tenía claro que estaba en contra de lo que hacían en aquel lugar, pero no sabía si era por algún asunto personal, o porque tal y como había supuesto, quería liberar a quienes retuviesen allí. Esperaba que fuese lo segundo. - Desde mi punto de vista, tienes tres opciones: puedes matarme, ir tu solo y enfrentarte a los esclavistas y a mi tripulación; podemos quedarnos aquí discutiendo; o puedes soltarme e ir juntos a solucionar el problema.
- Como ya te he dicho, no soy un esclavista - repetí. - Digamos que soy un viajero, y llegué ayer a esta isla junto con mi tripulación - continué. - Nuestro barco nuestro barco había sufrido daños y decidimos pasar aquí unos días, hasta repararlo.
Me detuve, tomándome un momento para observarle con detenimiento. Debía tener cuidado con lo que decía, pero si quería convencerlo mi única opción era darle toda la información.
- Voy a ser bastante directo, porque no tenemos mucho tiempo. No importa cómo, ni por qué, pero me enteré de que en la mina de jade se seguía esclavizando a los trabajadores, y mis compañeros y yo decidimos hacer algo al respecto. Es así de simple.
Ambos intercambiamos miradas, en completo silencio. Seguramente aún dudaba de mi palabra.
- Mis hombres no me esperarán. Comenzarán el asalto a la mina en cualquier momento, si es que no lo han hecho ya. Y aunque yo tenga mis motivos para querer liberar a los esclavos, no todos ellos comparten ese objetivo. Así que aunque cumplan mis órdenes de tomar el lugar, dudo que mantenerlos a salvo durante el enfrentamiento sea una prioridad para ellos. - Con esas palabras me lo estaba jugando todo a una posibilidad. Ya tenía claro que estaba en contra de lo que hacían en aquel lugar, pero no sabía si era por algún asunto personal, o porque tal y como había supuesto, quería liberar a quienes retuviesen allí. Esperaba que fuese lo segundo. - Desde mi punto de vista, tienes tres opciones: puedes matarme, ir tu solo y enfrentarte a los esclavistas y a mi tripulación; podemos quedarnos aquí discutiendo; o puedes soltarme e ir juntos a solucionar el problema.
Jish
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Akuma no mi
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Continuamos avanzando a duras penas a través de la espesa vegetación, si había un camino era todo un misterio para nosotros. La orden había sido continuar y así lo haríamos hasta que la buena voluntad y las promesas de riquezas flaquearan. Por fortuna comenzamos a escuchar el alegre parloteo del agua, aunque no habíamos trazado una línea recta precisamente, habíamos logrado alcanzar el cauce del rio de igual manera.
En la otra orilla, rodeada por una precaria valla metálica, se encontraba la instalación minera. No estaba desprotegida precisamente, de hecho, me sorprendió comprobar que algunos de los uniformes que portaban los guardias eran los reglamentarios de la Marina. A diferencia de nuestra orilla, en la cual permanecíamos resguardados bajo zarzas y arbustos de las miradas indiscretas, no había rastro alguno de vegetación.
- ¿Y ahora? ¿Llamamos a la puerta sin más? - pregunté- El lecho del río no parece profundo, podríamos tratar de cruzarlo, pero…
Esperé una respuesta, una respuesta que jamás llegó.
¿Airok? ¿Dónde demonios se había metido aquella mujer? No solo faltaba ella, también faltaban tres reclutas más. Todo iba de mal en peor, primero Syxel y ahora ella ¿En qué me convertía eso? ¿En la persona al mando? Mi bufido de desprecio paso desapercibido ya que a nuestra derecha comenzamos a escuchar el ruido de pisadas y ramas rotas.
Chasqué los dedos para llamar la atención de uno de los reclutas, me llevé el dedo índice a los labios y a continuación señalé hacia la procedencia del ruido. El hombre, el cual era el de mayor edad, se apoyó sobre una rodilla mientras apuntaba con el mosquete listo para lo que pudiera ocurrir. Sin embargo, para sorpresa de todos volvió a adoptar una posición de descanso.
- Se te están pegando los malos hábitos del Capitán- reproché al reconocer el rostro de la oficial. Pareció ignorar mi comentario por completo ya que parecía más interesada en mostrarnos algo que en discutir mi impertinencia.
Detrás de ella aparecieron el resto de reclutas desaparecidos junto a dos nuevos individuos. No necesitaba explicación, tenían los mismos uniformes que los matones de la mina ¿Una patrulla? No eran más que dos tipejos bastante escuálidos… Seguramente se trataran de los chicos de los recados de algún capataz.
- Bien esto es lo que haremos- dije, mientras interrumpía involuntariamente la explicación de mi compañera- Estáis hechos un desastre, incluso vistos de lejos podríais pasar como esclavos perfectamente- hasta ellos mismos podían darse cuenta de la obviedad- Tenemos cuerdas y esos uniformes, no necesitamos nada más.
Hubiera preferido al tirador, sin embargo, no se trataba de una cuestión de aptitud sino de peso. Tan solo el mocoso mas joven y yo éramos los únicos que podíamos ponernos los uniformes sin hacer el ridículo. Fue gracioso comprobar como Airok intentaba ponerse uno de los uniformes e intentaba convencernos de que no le quedaba enorme.
Una vez vestidos y el resto atados en hilera con falsos nudos emprendimos la marcha abandonando la seguridad de la vegetación. El rio no era profundo por lo que podíamos avanzar despacio pero cómodamente. El tacto con el agua incluso resultaba agradable ya que apenas nos cubría los tobillos en aquel tramo del río. Desde el otro lado de la valla estudiaban nuestros pasos con recelo.
- ¿Qué significa esto? No hace ni apenas cinco minutos que os fuisteis y ya estáis de vuelta- interrogó uno de los guardias de la entrada.
El mocoso se limitó a encogerse de hombros tal y como le había dicho.
- Nos encontramos a estos tipos a unos pocos metros de aquí, observando a hurtadillas desde la otra orilla- espeté con un falso nerviosismo- Supusimos que era mejor traerlos aquí.
El guardia aceptó la excusa a regañadientes mientras abría la puerta con desidia.
- No me puedo creer que este colando- dijo en voz baja mi compañero.
Otro de los guardias de la puerta levantó la cabeza al oírlo.
- ¿Has dicho algo? – preguntó.
Alcé la mirada hacia el guardia mientras intentaba pensar una mentira con rapidez, y me encontré con los ojos del marine. Demasiado tarde, al ver su expresión conmocionada comprendí que la estratagema había quedado al descubierto.
- ¡A por ellos! - oí que gritaba alguien desde el fondo de la columna.
Para aquel entonces, sin necesidad de ninguna orden, había estrellado mi puño contra la cara del guardia. El soldado retrocedió con paso tambaleante, gritando y sangrando a borbotones por la nariz rota. Aproveché el shock para arremeter contra el incrédulo marine con un segundo puñetazo, esta vez dirigido a su sien. El soldado se desplomó sobre el suelo sin emitir el más leve sonido.
En torno a nosotros comenzaron a sonar gritos de alarma por todas partes, sin embargo, la seguridad de las puertas ya había sido burlada y controlábamos el acceso a la mina.
En la otra orilla, rodeada por una precaria valla metálica, se encontraba la instalación minera. No estaba desprotegida precisamente, de hecho, me sorprendió comprobar que algunos de los uniformes que portaban los guardias eran los reglamentarios de la Marina. A diferencia de nuestra orilla, en la cual permanecíamos resguardados bajo zarzas y arbustos de las miradas indiscretas, no había rastro alguno de vegetación.
- ¿Y ahora? ¿Llamamos a la puerta sin más? - pregunté- El lecho del río no parece profundo, podríamos tratar de cruzarlo, pero…
Esperé una respuesta, una respuesta que jamás llegó.
¿Airok? ¿Dónde demonios se había metido aquella mujer? No solo faltaba ella, también faltaban tres reclutas más. Todo iba de mal en peor, primero Syxel y ahora ella ¿En qué me convertía eso? ¿En la persona al mando? Mi bufido de desprecio paso desapercibido ya que a nuestra derecha comenzamos a escuchar el ruido de pisadas y ramas rotas.
Chasqué los dedos para llamar la atención de uno de los reclutas, me llevé el dedo índice a los labios y a continuación señalé hacia la procedencia del ruido. El hombre, el cual era el de mayor edad, se apoyó sobre una rodilla mientras apuntaba con el mosquete listo para lo que pudiera ocurrir. Sin embargo, para sorpresa de todos volvió a adoptar una posición de descanso.
- Se te están pegando los malos hábitos del Capitán- reproché al reconocer el rostro de la oficial. Pareció ignorar mi comentario por completo ya que parecía más interesada en mostrarnos algo que en discutir mi impertinencia.
Detrás de ella aparecieron el resto de reclutas desaparecidos junto a dos nuevos individuos. No necesitaba explicación, tenían los mismos uniformes que los matones de la mina ¿Una patrulla? No eran más que dos tipejos bastante escuálidos… Seguramente se trataran de los chicos de los recados de algún capataz.
- Bien esto es lo que haremos- dije, mientras interrumpía involuntariamente la explicación de mi compañera- Estáis hechos un desastre, incluso vistos de lejos podríais pasar como esclavos perfectamente- hasta ellos mismos podían darse cuenta de la obviedad- Tenemos cuerdas y esos uniformes, no necesitamos nada más.
Hubiera preferido al tirador, sin embargo, no se trataba de una cuestión de aptitud sino de peso. Tan solo el mocoso mas joven y yo éramos los únicos que podíamos ponernos los uniformes sin hacer el ridículo. Fue gracioso comprobar como Airok intentaba ponerse uno de los uniformes e intentaba convencernos de que no le quedaba enorme.
Una vez vestidos y el resto atados en hilera con falsos nudos emprendimos la marcha abandonando la seguridad de la vegetación. El rio no era profundo por lo que podíamos avanzar despacio pero cómodamente. El tacto con el agua incluso resultaba agradable ya que apenas nos cubría los tobillos en aquel tramo del río. Desde el otro lado de la valla estudiaban nuestros pasos con recelo.
- ¿Qué significa esto? No hace ni apenas cinco minutos que os fuisteis y ya estáis de vuelta- interrogó uno de los guardias de la entrada.
El mocoso se limitó a encogerse de hombros tal y como le había dicho.
- Nos encontramos a estos tipos a unos pocos metros de aquí, observando a hurtadillas desde la otra orilla- espeté con un falso nerviosismo- Supusimos que era mejor traerlos aquí.
El guardia aceptó la excusa a regañadientes mientras abría la puerta con desidia.
- No me puedo creer que este colando- dijo en voz baja mi compañero.
Otro de los guardias de la puerta levantó la cabeza al oírlo.
- ¿Has dicho algo? – preguntó.
Alcé la mirada hacia el guardia mientras intentaba pensar una mentira con rapidez, y me encontré con los ojos del marine. Demasiado tarde, al ver su expresión conmocionada comprendí que la estratagema había quedado al descubierto.
- ¡A por ellos! - oí que gritaba alguien desde el fondo de la columna.
Para aquel entonces, sin necesidad de ninguna orden, había estrellado mi puño contra la cara del guardia. El soldado retrocedió con paso tambaleante, gritando y sangrando a borbotones por la nariz rota. Aproveché el shock para arremeter contra el incrédulo marine con un segundo puñetazo, esta vez dirigido a su sien. El soldado se desplomó sobre el suelo sin emitir el más leve sonido.
En torno a nosotros comenzaron a sonar gritos de alarma por todas partes, sin embargo, la seguridad de las puertas ya había sido burlada y controlábamos el acceso a la mina.
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El chico volvió a insistir en que no tenía relación alguna con los hombres de la mina, algo que no pude ni desmentir ni confirmar, y expresó su situación actual y la de su supuesta tripulación de una forma que me hizo enseñar brevemente los dientes con hostilidad. El uso de la expresión "digamos que" no había servido nunca para más que ocultar a medias una mala mentira demasiado obvia.
Mi captivo debió de replantearse su forma de comunicarse en cuanto vio mi expresión, porque sus siguientes palabras sonaron sensiblemente más convincentes y en un lenguaje que me complació con creces. No obstante, seguía obstinado en ocultarme información, lo que quería decir que o bien se estaba inventando la historia sobre la marcha, o bien tenía a su alcance fuentes muy turbias. Y ninguna de las opciones me agradaba lo más mínimo.
De una forma o de otra, mantuve fija mi mirada sobre él, mostrándome todo lo impasible que pude. El estéril interrogatorio empezaba a cansarme sobremanera, y entre mis pensamientos cobraba cada vez más fuerza la idea de soltar a aquel desgraciado para darle caza mientras aún estuviese atado. Por fortuna para él, sus últimas palabras me ofrecieron una nueva vía que no implicase su muerte inmediata.
Aunque me fuera imposible demostrar que su historia se compusiese única y exclusivamente de maliciosos engaños, y los esclavos de las minas pudieran estar en peligro por un ataque inminente, seguí sin confiar en su versión del todo. Por otra parte, tampoco me gustaba un pelo que alguien se tomara la libertad de limitarme las posibilidades.
Apenas fui a abrir la boca para contestarle cuando, no muy lejos, amortiguado por la vegetación del bosque, estalló un revuelo y varios disparos que, sin lugar a dudas, tendrían que venir de las minas. Los dos presentes nos miramos y, antes de que mi pequeña captura intentara reiterarme cómo aquello le daba la razón, me incliné sobre él hasta que apenas mediaron un par de centímetros entre nuestras frentes.
- Te has olvidado de la cuarta opción, hombrecito. -Señalé, mirándole fijamente a los ojos. Aquello podría salirme horriblemente mal, pero sin duda alguna resolvería la encrucijada en la que me encontraba.- Y es en la que te vienes conmigo, atado, y comprobamos de qué bando estás y si realmente eres su "líder"..
Y sin mediar más palabra rodeé al humano bajo mi brazo, lo apreté contra mi costado para limitar al máximo sus movimientos, guardé el hacha, saqué el arco, y salí corriendo en dirección al alboroto.
Mi captivo debió de replantearse su forma de comunicarse en cuanto vio mi expresión, porque sus siguientes palabras sonaron sensiblemente más convincentes y en un lenguaje que me complació con creces. No obstante, seguía obstinado en ocultarme información, lo que quería decir que o bien se estaba inventando la historia sobre la marcha, o bien tenía a su alcance fuentes muy turbias. Y ninguna de las opciones me agradaba lo más mínimo.
De una forma o de otra, mantuve fija mi mirada sobre él, mostrándome todo lo impasible que pude. El estéril interrogatorio empezaba a cansarme sobremanera, y entre mis pensamientos cobraba cada vez más fuerza la idea de soltar a aquel desgraciado para darle caza mientras aún estuviese atado. Por fortuna para él, sus últimas palabras me ofrecieron una nueva vía que no implicase su muerte inmediata.
Aunque me fuera imposible demostrar que su historia se compusiese única y exclusivamente de maliciosos engaños, y los esclavos de las minas pudieran estar en peligro por un ataque inminente, seguí sin confiar en su versión del todo. Por otra parte, tampoco me gustaba un pelo que alguien se tomara la libertad de limitarme las posibilidades.
Apenas fui a abrir la boca para contestarle cuando, no muy lejos, amortiguado por la vegetación del bosque, estalló un revuelo y varios disparos que, sin lugar a dudas, tendrían que venir de las minas. Los dos presentes nos miramos y, antes de que mi pequeña captura intentara reiterarme cómo aquello le daba la razón, me incliné sobre él hasta que apenas mediaron un par de centímetros entre nuestras frentes.
- Te has olvidado de la cuarta opción, hombrecito. -Señalé, mirándole fijamente a los ojos. Aquello podría salirme horriblemente mal, pero sin duda alguna resolvería la encrucijada en la que me encontraba.- Y es en la que te vienes conmigo, atado, y comprobamos de qué bando estás y si realmente eres su "líder"..
Y sin mediar más palabra rodeé al humano bajo mi brazo, lo apreté contra mi costado para limitar al máximo sus movimientos, guardé el hacha, saqué el arco, y salí corriendo en dirección al alboroto.
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Una vez visualicé la entrada de la mina, me desvié junto con otros tres reclutas que, al igual que yo, se equipaban con dagas pequeñas. Tantos años en mi infancia tratando con hombres de diferentes cargos no habían sido en vano, por lo que rápidamente había detectado a dos chavales que, a pesar de su uniforme, se les notaba de lejos que poco tenían allí que mandar. Tal vez serían una buena herramienta para averiguar los escondites dentro de la mina y poder ir a tiro hecho dentro de ella o, lo que era mejor, poder esquivar a la mayor parte de marines posibles.
No constó demasiado hacer que uno de los reclutas se adelantase un poco entre la maleza y llamase la atención de uno de los chavales que andaba distraído, no haciendo falta si quiera utilizar las armas para noquearlo. Una vez estuvo ese apresado, la suerte nos brindó al otro, acercándose al movimiento de matorrales de donde yo me encontraba muy lentamente. Mandé a callar a los otros y, quien tenía al prisionero, le apoyó la daga en el cuello como amenaza para que no emitiese sonido alguno.
"La curiosidad mató al gato" pensé con media sonrisa en mi cara mientras apresaba a aquel escuálido jovenzuelo y lo amarraba con cuerdas para que no se escapase.
Rápidamente y sin decir más nada, me adelanté para llegar lo antes posible al grupo sin ser vistos, a lo que sin dudar me siguieron los otros tres. aunque pensándolo mejor, pude haberme llevado sólo a uno.
Una vez estuve delante de todos y sin dejarme que comenzase a explicar el plan, Jish no solo me dedicó un comentario impertinente, sino que además me interrumpió diciendo lo que supuestamente deberíamos de hacer todos.
Al principio, le seguí el juego, poniéndome la chaqueta del uniforme que, a mi parecer, me favorecía bastante, aunque por lo visto Jish no opinaba igual.
Una vez comenzaron a caminar, me quedé algo rezagada sin que se dieran cuenta, con otros dos más que también eran tiradores. Quería comprobar si de verdad aquel chaval era tan bueno en estrategia como creía, si funcionaba su plan, tal vez le haría un poco más de caso.
Cuando ya creía que iba a salir como esperaba y que mi desconfianza estaba injustificada, pude ver como la cosa se torcía, comenzando una pelea entre los guardias. Jish tumbó a dos de ellos, los que eran prisioneros pusieron también resistencia por lo que los otros reclutas se vieron también obligados a actuar. Desde mi posición, se vio perfectamente cómo, tras activarse la alarma, comenzaron a aparecer de la nada tres marines más en la parte alta de la entrada.
-- Apunten -- Dije a un volumen en el que sólo me escuchaban mis compañeros a la vez que yo apuntaba también a uno de los marines, que se preparaba para disparar a los de abajo. --¡Fuego!-- Esta vez con un potente grito, que hizo que los marines se distrajeran lo suficiente como para que perdiesen su posición.
Uno de mis disparos dio de lleno al marine que apuntaba, el otro calló al suelo sin tener muy claro si había sido por tropiezo o porque verdaderamente había sido derribado por alguno de los reclutas. Comencé entonces a correr sin pensarlo dos veces, debíamos de entrar y seguir adelante, la entrada ya era nuestra y estaba perfectamente controlada. Por el camino, saqué mi otra pistola, apunté al marine que quedaba en pié en lo alto y disparé apuntando como pude. Sólo quería ganar tiempo.
Una vez dentro de la entrada, me coloqué junto a Jish y a la vez que recargaba una de mis pistolas hice señas a los reclutas para que recuperasen la posición.
-- Tiradores atrás, cuerpo a cuerpo delante y espadas al centro -- No sabía mucho de posiciónes militares más allá de lo que había podido leer, pero aquella formación para ser dentro de una cueva me parecía la mejor. Entonces miré a Jish -- ¿Alguna otra sugerencia? --
No constó demasiado hacer que uno de los reclutas se adelantase un poco entre la maleza y llamase la atención de uno de los chavales que andaba distraído, no haciendo falta si quiera utilizar las armas para noquearlo. Una vez estuvo ese apresado, la suerte nos brindó al otro, acercándose al movimiento de matorrales de donde yo me encontraba muy lentamente. Mandé a callar a los otros y, quien tenía al prisionero, le apoyó la daga en el cuello como amenaza para que no emitiese sonido alguno.
"La curiosidad mató al gato" pensé con media sonrisa en mi cara mientras apresaba a aquel escuálido jovenzuelo y lo amarraba con cuerdas para que no se escapase.
Rápidamente y sin decir más nada, me adelanté para llegar lo antes posible al grupo sin ser vistos, a lo que sin dudar me siguieron los otros tres. aunque pensándolo mejor, pude haberme llevado sólo a uno.
Una vez estuve delante de todos y sin dejarme que comenzase a explicar el plan, Jish no solo me dedicó un comentario impertinente, sino que además me interrumpió diciendo lo que supuestamente deberíamos de hacer todos.
Al principio, le seguí el juego, poniéndome la chaqueta del uniforme que, a mi parecer, me favorecía bastante, aunque por lo visto Jish no opinaba igual.
Una vez comenzaron a caminar, me quedé algo rezagada sin que se dieran cuenta, con otros dos más que también eran tiradores. Quería comprobar si de verdad aquel chaval era tan bueno en estrategia como creía, si funcionaba su plan, tal vez le haría un poco más de caso.
Cuando ya creía que iba a salir como esperaba y que mi desconfianza estaba injustificada, pude ver como la cosa se torcía, comenzando una pelea entre los guardias. Jish tumbó a dos de ellos, los que eran prisioneros pusieron también resistencia por lo que los otros reclutas se vieron también obligados a actuar. Desde mi posición, se vio perfectamente cómo, tras activarse la alarma, comenzaron a aparecer de la nada tres marines más en la parte alta de la entrada.
-- Apunten -- Dije a un volumen en el que sólo me escuchaban mis compañeros a la vez que yo apuntaba también a uno de los marines, que se preparaba para disparar a los de abajo. --¡Fuego!-- Esta vez con un potente grito, que hizo que los marines se distrajeran lo suficiente como para que perdiesen su posición.
Uno de mis disparos dio de lleno al marine que apuntaba, el otro calló al suelo sin tener muy claro si había sido por tropiezo o porque verdaderamente había sido derribado por alguno de los reclutas. Comencé entonces a correr sin pensarlo dos veces, debíamos de entrar y seguir adelante, la entrada ya era nuestra y estaba perfectamente controlada. Por el camino, saqué mi otra pistola, apunté al marine que quedaba en pié en lo alto y disparé apuntando como pude. Sólo quería ganar tiempo.
Una vez dentro de la entrada, me coloqué junto a Jish y a la vez que recargaba una de mis pistolas hice señas a los reclutas para que recuperasen la posición.
-- Tiradores atrás, cuerpo a cuerpo delante y espadas al centro -- No sabía mucho de posiciónes militares más allá de lo que había podido leer, pero aquella formación para ser dentro de una cueva me parecía la mejor. Entonces miré a Jish -- ¿Alguna otra sugerencia? --
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Aquel enorme ser echó a correr a través del bosque, en dirección a donde debía encontrarse la entrada de la mina y, a juzgar por el revuelo y los disparos, mis camaradas ya debían haber comenzado el asalto. Aun cargando conmigo bajo el brazo era considerablemente rápido, y se movía con soltura entre la vegetación, tanto que en un par de minutos ya habíamos llegado.
Antes de abandonar la cobertura que ofrecía la espesa vegetación se detuvo momentáneamente, agachándose lo justo para pasar desapercibido mientras observaba la entrada de la mina. Como buenamente pude, dada mi posición, hice lo propio y comprobé que, tal y como había supuesto, Airok y Jish ya se encontraban allí. Parecían haber tomado la entrada, y se preparaban para asaltar el interior.
- Parece que llegamos justo a tiempo. - Exclamé satisfecho al tiempo que, revolviéndome en el aire como si de un felino se tratase, logré escabullirme de mi captor y devolver mis pies al suelo. Ante su atónita mirada me deshice también de las ataduras, las cuales había cortado desde antes incluso de comenzar la carrera. - No tenía sentido liberarme antes si podías ahorrarme el camino hasta aquí - bromeé mientras me encogía de hombros.
Antes de darle tiempo para que pudiese reaccionar y tratase de atraparme de nuevo eché a correr, atravesando el resto de la vegetación sin mirar atrás, hasta reunirme con mi tripulación justo antes de que entrasen a la mina.
- Os agradezco que me hayáis esperado - llamé su atención en cuanto estuve a apenas un par de metros. - No me habría gustado perderme la diversión.
Podíamos oír como el ruido de las voces y pisadas que llegaban desde el interior se incrementaba a cada segundo. Sabían que estábamos ahí, y no parecía que estuviesen dispuestos a dejarnos saquearla sin más. Uno de mis hombres, al verme desarmado, me ofreció su espada. La tomé y me dirigí de nuevo a ellos.
- Recordad, podéis matar hasta al último guardia o marine que veáis, pero no quiero que los esclavos sufran ni un rasguño. Vamos a saquear esta maldita mina y también vamos a liberarles.
Antes de abandonar la cobertura que ofrecía la espesa vegetación se detuvo momentáneamente, agachándose lo justo para pasar desapercibido mientras observaba la entrada de la mina. Como buenamente pude, dada mi posición, hice lo propio y comprobé que, tal y como había supuesto, Airok y Jish ya se encontraban allí. Parecían haber tomado la entrada, y se preparaban para asaltar el interior.
- Parece que llegamos justo a tiempo. - Exclamé satisfecho al tiempo que, revolviéndome en el aire como si de un felino se tratase, logré escabullirme de mi captor y devolver mis pies al suelo. Ante su atónita mirada me deshice también de las ataduras, las cuales había cortado desde antes incluso de comenzar la carrera. - No tenía sentido liberarme antes si podías ahorrarme el camino hasta aquí - bromeé mientras me encogía de hombros.
Antes de darle tiempo para que pudiese reaccionar y tratase de atraparme de nuevo eché a correr, atravesando el resto de la vegetación sin mirar atrás, hasta reunirme con mi tripulación justo antes de que entrasen a la mina.
- Os agradezco que me hayáis esperado - llamé su atención en cuanto estuve a apenas un par de metros. - No me habría gustado perderme la diversión.
Podíamos oír como el ruido de las voces y pisadas que llegaban desde el interior se incrementaba a cada segundo. Sabían que estábamos ahí, y no parecía que estuviesen dispuestos a dejarnos saquearla sin más. Uno de mis hombres, al verme desarmado, me ofreció su espada. La tomé y me dirigí de nuevo a ellos.
- Recordad, podéis matar hasta al último guardia o marine que veáis, pero no quiero que los esclavos sufran ni un rasguño. Vamos a saquear esta maldita mina y también vamos a liberarles.
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La amplia extensión minera se alzaba frente a mí, orgullosa en su aberrante naturaleza. Arrugué el gesto con desagrado y me agaché sobre el suelo blando para inspeccionar la zona bajo la seguridad del follaje, manteniendo sujeto a mi extraño prisionero.
Allá adelante, un pequeño grupo de personas estaba terminando de dar buena cuenta de un buen grupo de guardias y marines, quienes habían estado vigilando el lugar hasta el momento presente. Fruncí el ceño aún más, expresando mi reticencia a creer que aquellos tipos fueran los aliados de mi pequeña presa.
- Parece que llegamos justo a tiempo.
Las palabras del humano me sacaron de mis pensamientos y, como por arte de magia, se zafó hábilmente no sólo de la fuerza de mi brazo, sino también de las ataduras a las que le había tenido sometido desde hace rato. Estupefacto por lo que acababa de pasar, tardé unos pocos segundos en reaccionar y sacar mi arco, pero ya era demasiado tarde: mi presa se escabulló corriendo entre la maleza cual conejo en libertad, y la flecha que disparé tras él me respondió con un decepcionante sonido sordo al clavarse en un tronco.
Maldiciendo en la lengua de mis ancestros, perseguí al hombrecillo hasta la mina con mis más largas y veloces zancadas, pero cuando volví a encontrarle ya se había reunido con sus supuestos colegas, y terminaba de hablar con ellos. Entre lo poco que pude oír, parecía no gustarle nada la mina, sus guardias y la flagrante esclavitud que allí se perpetraba.
- Quién eres. –Mi voz y mi brillante mirada evidenciaban que aquello, más que una pregunta, era una orden impaciente. La flecha, grande como una pequeña lanza para los humanos, apuntándoles directamente también podía ser un indicador.- Quién eres en realidad.
Ya no sabía si podía fiarme de aquel tipo. Todo lo que había aprendido hasta la fecha me instaba a actuar con cautela y a desconfiar de aquel sujeto, mas mi instinto parecía posicionarse en el extremo opuesto de la balanza, y me empujaba a darle una oportunidad.
El chico calmó a sus subordinados, les hizo bajar las armas y comenzó a explicarse con tranquilidad, si bien yo mismo tuve que interrumpirle abruptamente: la presencia de un nuevo grupo de marines salidos de la nada, armados con rifles y sables, me forzó a tomar una decisión.
Con un rápido movimiento, cambié el objetivo de mi arco y apunté contra los recién llegados. El proyectil salió disparado y atravesó a un oponente sin dificultad, levantándolo un poco por el aire y propulsándolo a un par de metros. Inmediatamente, una salva de flechas siguieron el ejemplo de su compañera, abalanzándose con voracidad sobre sus incautas presas.
Allá adelante, un pequeño grupo de personas estaba terminando de dar buena cuenta de un buen grupo de guardias y marines, quienes habían estado vigilando el lugar hasta el momento presente. Fruncí el ceño aún más, expresando mi reticencia a creer que aquellos tipos fueran los aliados de mi pequeña presa.
- Parece que llegamos justo a tiempo.
Las palabras del humano me sacaron de mis pensamientos y, como por arte de magia, se zafó hábilmente no sólo de la fuerza de mi brazo, sino también de las ataduras a las que le había tenido sometido desde hace rato. Estupefacto por lo que acababa de pasar, tardé unos pocos segundos en reaccionar y sacar mi arco, pero ya era demasiado tarde: mi presa se escabulló corriendo entre la maleza cual conejo en libertad, y la flecha que disparé tras él me respondió con un decepcionante sonido sordo al clavarse en un tronco.
Maldiciendo en la lengua de mis ancestros, perseguí al hombrecillo hasta la mina con mis más largas y veloces zancadas, pero cuando volví a encontrarle ya se había reunido con sus supuestos colegas, y terminaba de hablar con ellos. Entre lo poco que pude oír, parecía no gustarle nada la mina, sus guardias y la flagrante esclavitud que allí se perpetraba.
- Quién eres. –Mi voz y mi brillante mirada evidenciaban que aquello, más que una pregunta, era una orden impaciente. La flecha, grande como una pequeña lanza para los humanos, apuntándoles directamente también podía ser un indicador.- Quién eres en realidad.
Ya no sabía si podía fiarme de aquel tipo. Todo lo que había aprendido hasta la fecha me instaba a actuar con cautela y a desconfiar de aquel sujeto, mas mi instinto parecía posicionarse en el extremo opuesto de la balanza, y me empujaba a darle una oportunidad.
El chico calmó a sus subordinados, les hizo bajar las armas y comenzó a explicarse con tranquilidad, si bien yo mismo tuve que interrumpirle abruptamente: la presencia de un nuevo grupo de marines salidos de la nada, armados con rifles y sables, me forzó a tomar una decisión.
Con un rápido movimiento, cambié el objetivo de mi arco y apunté contra los recién llegados. El proyectil salió disparado y atravesó a un oponente sin dificultad, levantándolo un poco por el aire y propulsándolo a un par de metros. Inmediatamente, una salva de flechas siguieron el ejemplo de su compañera, abalanzándose con voracidad sobre sus incautas presas.
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Y justo a tiempo. Escuché la voz de Syxel tras de mí y aquello fue como un gran alivio, si tenía que soportar las impertinencias de ese Jish un minuto más, probablemente lo confundiría con algún marine... sin querer
Miré a Syxel mientras hablaba, ya decidido a liderar el grupo liberándome a mí de la carga. En algún momento me acostumbraría, pero por lo pronto, odiaba todo lo que tuviese que ver con tener a cargo aquellos reclutas a los que consideraba ineptos la mitad de las veces.
Al poco, una bestia cuyas dimensiones nunca había visto en una persona se atrevió a amenazar a Syxel. Como buenos reclutas, todos ellos sin pensarlo defendieron la integridad de su capitán apuntando a aquel ser colosal con todo lo que tenían. Yo, en cambio, pensaba en todo lo que quedaba por hacer, en la cantidad de Marines que venían hacia nosotros, y en la maldita alarma que acababa de sonar.
-- Syxel, por favor, céntrate -- Le dije por lo bajo mientras preparaba mis pistolas y las municiones.
Entonces tranquilizó a los reclutas y comenzó a explicar una cantidad de cosas que ni siquiera escuché "No hay tiempo para esto"
Sin darnos cuenta, ya estábamos de nuevo rodeados, impidiéndonos avanzar. Debido a la posición que había sugerido antes de entrar, a los tiradores y a mi nos daba tiempo suficiente de recargar los cañones de las pistolas con cada tiro, y, al menos, conté unas 5 bajas por mi parte, y alguna que otra herida grave.
Yo ya disparaba de manera automática y sin pensar demasiado, sólo tenía que fijas un objetivo y dispara, recargar, y al siguiente. Y así hasta que aquella molestia de uniforme blanco dejara de aparecer.
El nuevo personaje luchaba junto a nosotros, cosa que no me extrañaba dada la característica personalidad de Syxel. No necesitaba que me dijera mucho más para saber que ya estaba pensando en añadir uno más a nuestro convoy, siempre lo hacía sin avisar... Y hablando de añadidos de última hora, ¿Dónde estaba Jish? Desde que había empezado de nuevo el lío no lo había vuelto a ver. No soportaba tenerlo cerca, pero mucho más miedo me daba directamente no saber dónde estaba ni qué hacía. A veces se metía en problemas muchísimo peores de lo que ya teníamos.
Poco a poco, algunos de nosotros conseguíamos acercarnos malamente a la entrada de la mina para tratar de seguir el camino, cuando de pronto, el factor distancia no sirvió de nada al notar un fuerte empujón a mi espalda haciéndome caer de frente. "Lo que me faltaba"
Me giré lo más rápido que pude y propiné una patada a aquel atacante. El cuerpo a cuerpo no era mi fuerte en aquel momento y necesitaba tiempo para coger una de las dagas que tenía escondidas en la bota. Algo que en principio me estaba costando bastante, ya que, incluso una vez de pié, aquel marine seguía forcejeando conmigo impidiéndome cualquier otro movimiento. No era la primera ver que estaba en una situación como aquella, y mi adversario había sido mucho más fuerte que aquel enclenque. Finalmente la situación se resolvió fácil, con un rodillazo por mi parte hacia su mejor parte. Por su cara y su gesto supuse que tardaría en reponerse, por lo que no le dí mucha más importancia y seguí con lo mío.
Jish
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Me escabullí, sin demasiadas complicaciones, hacia el interior de la mina aprovechándome del caos del perímetro exterior. No tarde demasiado en toparme con el primer puesto de control de aquellos esclavistas.
Entré, triunfal, por la puerta, pero cuando puse los pies en la tierra ya había dos musculosos guardias frente a mí, curiosamente tenían marcas de esclavo. Me cogieron por los brazos y me arrastraron hacia el interior. Les dediqué un débil gruñido y deje descansar gran parte de mi peso sobre ellos mientras otro me estudiaba con ojo critico.
- Parece un pirata bastante joven – dijo – Llevadlo adentro, marcadlo, y a continuación, arrojadlo con el resto de despojos.
Los títeres de aquel rufián gruñeron a modo de respuesta y me arrastraron hacia el interior de la siguiente sala.
Tensé mi cuerpo, tratando de apartarme de la mesa, pero no pude moverme ni un centímetro.
Se oyó un silbido cuando el esclavista retiró el hierro de las brasas.
- Ahora no dejéis que se mueva, como paso con el ultimo – recomendó el hombre, que se acercó a la mesa cojeando – Si llega a estallarle un ojo m estropeara os documentos.
El hierro candente descendió hacia mi cara brillando como un sol furioso. En el último momento di un grito antes de levantar el pie izquierdo y golpear con el talón la rodilla del esclavo que tenía a mi lado. El tipo dejó escapar un grito de sorpresa y dolor al doblársele la pierna y caer hacia adelante, de modo que se puso en el camino del hierro de marcar. El metal al rojo vivo lo alcanzó en el hombro y el grito de dolor del esclavo se transformó en un alarido de agonía al prenderse fuego su ropa.
El pánico se adueñó de él y me soltó para tratar de apagar el fuego con sus manos.
"No quiero que los esclavos sufran ni un rasguño" - recordé las palabras de Syxel. Una lastima que mi vida valiera mas que la de cualquiera de aquellas marionetas.
Eché la mano al cuchillo que se encontraba sobre la mesa y me volví de lado; lanzando una cuchillada hacia atrás, clavando el arma hasta la empuñadura en la garganta del otro esclavo. La sangre brillante se vertió sobe mí y sobre el atónito esclavista cuando el hombre cayó inerte.
Me aparté de la mesa y cambié de mano el cuchillo ensangrentado. La hoja no tenía ni diez centímetros, lo cual no hacía de él un arma muy temible. El esclavista se recuperó de la conmoción inicial y avanzó hacia mí, blandiendo el hierro de marcar a modo de arma. El metal tenia todavía un brillante color cereza, más que suficiente para achicharrar la carne al menor contacto.
El esclavista se acercó más, apuntando a mi cara y a mi pecho con el hierro. Retrocedí, zigzagueando a derecha e izquierda, pero cada vez que trataba de pasar por el lado del esclavista, este me ponía el hierro frente a la cara. El hombre me miró con una sonrisa desdeñosa, le di la vuelta al cuchillo y, cogiendo la punta con los dedos, lo arrojé contra la cara del hombre, que lo esquivó con facilidad, pero eso me dio tiempo para volverme y lanzarme contra la pared más próxima. El esclavista lanzó una exclamación sorprendido y corrió tras de mí, pero no pudo impedir que me apoderara de una pesada porra de roble que pendía de un gancho. Giré sobre un talón y con un poderoso empujón le di un buen golpe al esclavista en la sien. Hubo un crujido de huesos, y el hombre de las cicatrices cayó al suelo con un gemido.
Para entonces, ya había un gran alboroto en las jaulas que estaban fuera de la habitación. Esclavos de todas las razas se agolpaban ante los barrotes y gritaban, ávidos de sangre. Sacudían las puertas de sus jaulas y hacían un ruido atronador. Eso, sin duda, me daría una reputación que no me convenía. Nada más cierto, ya que al echar una mirada hacia la entrada vi a un grupo de marines que corrían en mi dirección armados.
Pensé con rapidez, busqué en el cinto del esclavista muerto y encontré un aro con pesadas llaves de hierro. A continuación, fui hacia el segundo esclavo que había acuchillado y cogí un segundo llavero, y los pase a través de los barrotes de las dos jaulas más próximas.
- ¡Abrid las puertas y pasad as llaves! – ordené con voz imperativa – Después armaos lo mejor que podáis ¡Ha llegado el momento de vuestra venganza!
Los esclavos respondieron con un rugido feroz que hizo brotar en su cara una expresión implacable. Me volví hacia los marines, que todavía estaban a varios metros, y en seguida se habían dado cuenta de lo que había hecho. Di un paso hacia ellos blandiendo la porra y salieron corriendo. Detrás de mi, se abrió la primera jaula, y el pasillo retumbó con el ruido de los pies de los que todavía estaban encerrados.
Entré, triunfal, por la puerta, pero cuando puse los pies en la tierra ya había dos musculosos guardias frente a mí, curiosamente tenían marcas de esclavo. Me cogieron por los brazos y me arrastraron hacia el interior. Les dediqué un débil gruñido y deje descansar gran parte de mi peso sobre ellos mientras otro me estudiaba con ojo critico.
- Parece un pirata bastante joven – dijo – Llevadlo adentro, marcadlo, y a continuación, arrojadlo con el resto de despojos.
Los títeres de aquel rufián gruñeron a modo de respuesta y me arrastraron hacia el interior de la siguiente sala.
Tensé mi cuerpo, tratando de apartarme de la mesa, pero no pude moverme ni un centímetro.
Se oyó un silbido cuando el esclavista retiró el hierro de las brasas.
- Ahora no dejéis que se mueva, como paso con el ultimo – recomendó el hombre, que se acercó a la mesa cojeando – Si llega a estallarle un ojo m estropeara os documentos.
El hierro candente descendió hacia mi cara brillando como un sol furioso. En el último momento di un grito antes de levantar el pie izquierdo y golpear con el talón la rodilla del esclavo que tenía a mi lado. El tipo dejó escapar un grito de sorpresa y dolor al doblársele la pierna y caer hacia adelante, de modo que se puso en el camino del hierro de marcar. El metal al rojo vivo lo alcanzó en el hombro y el grito de dolor del esclavo se transformó en un alarido de agonía al prenderse fuego su ropa.
El pánico se adueñó de él y me soltó para tratar de apagar el fuego con sus manos.
"No quiero que los esclavos sufran ni un rasguño" - recordé las palabras de Syxel. Una lastima que mi vida valiera mas que la de cualquiera de aquellas marionetas.
Eché la mano al cuchillo que se encontraba sobre la mesa y me volví de lado; lanzando una cuchillada hacia atrás, clavando el arma hasta la empuñadura en la garganta del otro esclavo. La sangre brillante se vertió sobe mí y sobre el atónito esclavista cuando el hombre cayó inerte.
Me aparté de la mesa y cambié de mano el cuchillo ensangrentado. La hoja no tenía ni diez centímetros, lo cual no hacía de él un arma muy temible. El esclavista se recuperó de la conmoción inicial y avanzó hacia mí, blandiendo el hierro de marcar a modo de arma. El metal tenia todavía un brillante color cereza, más que suficiente para achicharrar la carne al menor contacto.
El esclavista se acercó más, apuntando a mi cara y a mi pecho con el hierro. Retrocedí, zigzagueando a derecha e izquierda, pero cada vez que trataba de pasar por el lado del esclavista, este me ponía el hierro frente a la cara. El hombre me miró con una sonrisa desdeñosa, le di la vuelta al cuchillo y, cogiendo la punta con los dedos, lo arrojé contra la cara del hombre, que lo esquivó con facilidad, pero eso me dio tiempo para volverme y lanzarme contra la pared más próxima. El esclavista lanzó una exclamación sorprendido y corrió tras de mí, pero no pudo impedir que me apoderara de una pesada porra de roble que pendía de un gancho. Giré sobre un talón y con un poderoso empujón le di un buen golpe al esclavista en la sien. Hubo un crujido de huesos, y el hombre de las cicatrices cayó al suelo con un gemido.
Para entonces, ya había un gran alboroto en las jaulas que estaban fuera de la habitación. Esclavos de todas las razas se agolpaban ante los barrotes y gritaban, ávidos de sangre. Sacudían las puertas de sus jaulas y hacían un ruido atronador. Eso, sin duda, me daría una reputación que no me convenía. Nada más cierto, ya que al echar una mirada hacia la entrada vi a un grupo de marines que corrían en mi dirección armados.
Pensé con rapidez, busqué en el cinto del esclavista muerto y encontré un aro con pesadas llaves de hierro. A continuación, fui hacia el segundo esclavo que había acuchillado y cogí un segundo llavero, y los pase a través de los barrotes de las dos jaulas más próximas.
- ¡Abrid las puertas y pasad as llaves! – ordené con voz imperativa – Después armaos lo mejor que podáis ¡Ha llegado el momento de vuestra venganza!
Los esclavos respondieron con un rugido feroz que hizo brotar en su cara una expresión implacable. Me volví hacia los marines, que todavía estaban a varios metros, y en seguida se habían dado cuenta de lo que había hecho. Di un paso hacia ellos blandiendo la porra y salieron corriendo. Detrás de mi, se abrió la primera jaula, y el pasillo retumbó con el ruido de los pies de los que todavía estaban encerrados.
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Cuando el descomunal proyectil impactó de lleno en el pecho de uno de los marines y lo hizo despegar los pies del suelo mientras retrocedía varios metros, no pude evitar dirigir al semigigante una mirada de fascinación. Balagus, como se nos había presentado durante el breve momento de relativa tranquilidad que tuve para explicar a mis hombres la situación, era sin duda un tipo de lo más interesante.
El sonido de los rifles al disparar y las balas silbando a escasos centímetros de mi me hicieron reaccionar, volviendo a centrar mi atención en el cada vez más numeroso grupo de marines que iban surgiendo del interior de la mina. Mis compañeros se habían apostado tras algunos árboles y rocas cercanos, mientras siguiendo el ejemplo de Airok respondían al fuego enemigo. Con la ayuda de las flechas de nuestro nuevo amigo, las bajas entre sus filas eran numerosas. Pero eran sustituidos casi tan rápido como caían, impidiéndonos avanzar. Si queríamos tener alguna oportunidad de retomar la entrada sin bajas, iba a tener que intervenir.
- Parece que me toca... - me dije a mi mismo en voz alta.
Tras desenvainar mis espadas di media vuelta, dirigiéndome a Balagus. Me detuve frente a él, empuñando mis armas, y este me observó con justificado recelo. Era realmente grande, tan alto que mi cabeza no llegaba ni a su pecho, y tuve que alzarla considerablemente para devolverle la mirada. Su sombra me cubrió por completo, y antes de desaparecer de su vista le dediqué una sonrisa.
Lo siguiente que sentí fue la hoja de mi espada atravesando el cuello de uno de los tiradores, que inútilmente trato de gritar. Sus compañeros más cercanos dieron media vuelta, encontrándome entre ellos y la entrada de la mina. En un abrir y cerrar de ojos había aparecido a su espalda, y sin darles tiempo a reaccionar comencé a danzar entre ellos, encadenando una sucesión de tajos y estocadas que poco a poco fueron tiñendo el suelo, y sus cuerpos, de un ya familiar tono carmesí.
La mayoría de los marines yacían muertos o ya habían abandonado sus rifles, cambiando estos por sables con los que trataban, sin mucho éxito, de hacerme frente. Y los pocos que quedaron disparando fueron incapaces de contener por mucho tiempo a mi tripulación, que aprovechando la oportunidad que les ofrecía enseguida cargaron sin dudarlo ni un instante. Mientras despachaba a otro par de entusiastas marines, incluso alcancé a ver al semigigante cargando junto al resto, habiendo sustituido su arco por un hacha aún más grande.
El sonido de los rifles al disparar y las balas silbando a escasos centímetros de mi me hicieron reaccionar, volviendo a centrar mi atención en el cada vez más numeroso grupo de marines que iban surgiendo del interior de la mina. Mis compañeros se habían apostado tras algunos árboles y rocas cercanos, mientras siguiendo el ejemplo de Airok respondían al fuego enemigo. Con la ayuda de las flechas de nuestro nuevo amigo, las bajas entre sus filas eran numerosas. Pero eran sustituidos casi tan rápido como caían, impidiéndonos avanzar. Si queríamos tener alguna oportunidad de retomar la entrada sin bajas, iba a tener que intervenir.
- Parece que me toca... - me dije a mi mismo en voz alta.
Tras desenvainar mis espadas di media vuelta, dirigiéndome a Balagus. Me detuve frente a él, empuñando mis armas, y este me observó con justificado recelo. Era realmente grande, tan alto que mi cabeza no llegaba ni a su pecho, y tuve que alzarla considerablemente para devolverle la mirada. Su sombra me cubrió por completo, y antes de desaparecer de su vista le dediqué una sonrisa.
Lo siguiente que sentí fue la hoja de mi espada atravesando el cuello de uno de los tiradores, que inútilmente trato de gritar. Sus compañeros más cercanos dieron media vuelta, encontrándome entre ellos y la entrada de la mina. En un abrir y cerrar de ojos había aparecido a su espalda, y sin darles tiempo a reaccionar comencé a danzar entre ellos, encadenando una sucesión de tajos y estocadas que poco a poco fueron tiñendo el suelo, y sus cuerpos, de un ya familiar tono carmesí.
La mayoría de los marines yacían muertos o ya habían abandonado sus rifles, cambiando estos por sables con los que trataban, sin mucho éxito, de hacerme frente. Y los pocos que quedaron disparando fueron incapaces de contener por mucho tiempo a mi tripulación, que aprovechando la oportunidad que les ofrecía enseguida cargaron sin dudarlo ni un instante. Mientras despachaba a otro par de entusiastas marines, incluso alcancé a ver al semigigante cargando junto al resto, habiendo sustituido su arco por un hacha aún más grande.
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Cada marine alcanzado era una preocupación menos para el mundo, una nueva razón para creer en la libertad de cada hombre, mujer y animal y, sobre todo, una puñetera satisfacción para mí al eliminar a otro eslabón de la engrasada e indeseable maquinaria esclavista.
Y con todo, la superioridad numérica de los siervos de la “justicia” parecía darles fuerza y coraje suficientes como para mantener el intercambio de fuego a su favor. La chica que acompañaba a mi ex prisionero intentó, en vano, imponerse a base de balazo limpio de sus pistolas, mas terminó viéndose arrastrada a una sucia refriega cuerpo a cuerpo de golpes bajos y autodefensa improvisada.
Por descontado, el otro acompañante con el que había hablado el extraño chico al llegar había desaparecido sigilosamente y sin dejar rastro, lo cual me preocupó más de lo que a mí me hubiera gustado reconocer.
“Joder, ni siquiera sé seguro si esta gente es de fiar. Podría ser que lo fueran y que ellos tuvieran un maldito traidor en sus filas.”
El tacto de la última flecha de mi aljaba me devolvió al campo de batalla, dándome cuenta entonces de que no sólo se me habían acabado mis municiones, sino de que además yo había recibido otras tantas de los marines en diversos puntos.
A causa de mi tamaño, las balas comunes solían ser menos eficaces que sobre otros seres humanos, y mi gran resistencia física ayudaba a mantenerme de pie cuando otros muchos yacían en el suelo desangrándose. El daño recibido hasta aquel momento no era suficiente como para hacerme retroceder, pero sí como para pensar en un plan de acción alternativo.
Por suerte, no tuve que recurrir a ello: en un movimiento absurdo e incoherente, el chico al que perseguí se puso justo delante de mí, mirándome con una sonrisa. Y entonces desapareció, dejándome con dos palmos de narices mirando a mi propia sombra.
Abrí la boca un par de veces, incrédulo e incapaz de procesar lo que acababa de ver, hasta que volví a encontrar al sujeto tras las líneas de tiradores enemigos, causando estragos sin piedad. Con un bufido, decidí dejar las explicaciones para luego y terminar lo antes posible con el trabajo.
Tras disparar la última flecha, guardé a toda prisa el arco y liberé de sus correas a una de mis hachas, cargando con toda mi fuerza contra el resto del pelotón enemigo. Como si una bola de bolos de más de cuatro metros y llena hasta las cejas de músculo y furia, golpeé directamente a un grupo de desdichados reclutas de la Marina, con el subsiguiente destrozo dantesco.
Respiré agitadamente, recuperando el aliento tras dar el último hachazo. Varios cortes superficiales salpicaban mi piel, pero nada era demasiado para mí. Sin embargo, la situación podía empeorar en cualquier momento, y no deseaba estar al descubierto y sin munición para recibir una nueva oleada de atacantes.
- Me vas a tener que explicar un par de cosas, chico. –Espeté al joven misterioso.- Por lo menos me queda bastante claro ya que no eres de la Marina, ni estás con estos despojos que hacen esclavos.
El resto de los presentes, salvo el huido y algunos heridos, nos reagrupamos en la hancha entrada de la mina, todavía sin decidir qué hacer. O por lo menos ellos, yo tenía todavía un cometido allí.
- Pero eso no quiere decir que estés de mi lado, o yo del tuyo. –Sentencié, antes de adentrarme por mi cuenta en la oscuridad.
Y con todo, la superioridad numérica de los siervos de la “justicia” parecía darles fuerza y coraje suficientes como para mantener el intercambio de fuego a su favor. La chica que acompañaba a mi ex prisionero intentó, en vano, imponerse a base de balazo limpio de sus pistolas, mas terminó viéndose arrastrada a una sucia refriega cuerpo a cuerpo de golpes bajos y autodefensa improvisada.
Por descontado, el otro acompañante con el que había hablado el extraño chico al llegar había desaparecido sigilosamente y sin dejar rastro, lo cual me preocupó más de lo que a mí me hubiera gustado reconocer.
“Joder, ni siquiera sé seguro si esta gente es de fiar. Podría ser que lo fueran y que ellos tuvieran un maldito traidor en sus filas.”
El tacto de la última flecha de mi aljaba me devolvió al campo de batalla, dándome cuenta entonces de que no sólo se me habían acabado mis municiones, sino de que además yo había recibido otras tantas de los marines en diversos puntos.
A causa de mi tamaño, las balas comunes solían ser menos eficaces que sobre otros seres humanos, y mi gran resistencia física ayudaba a mantenerme de pie cuando otros muchos yacían en el suelo desangrándose. El daño recibido hasta aquel momento no era suficiente como para hacerme retroceder, pero sí como para pensar en un plan de acción alternativo.
Por suerte, no tuve que recurrir a ello: en un movimiento absurdo e incoherente, el chico al que perseguí se puso justo delante de mí, mirándome con una sonrisa. Y entonces desapareció, dejándome con dos palmos de narices mirando a mi propia sombra.
Abrí la boca un par de veces, incrédulo e incapaz de procesar lo que acababa de ver, hasta que volví a encontrar al sujeto tras las líneas de tiradores enemigos, causando estragos sin piedad. Con un bufido, decidí dejar las explicaciones para luego y terminar lo antes posible con el trabajo.
Tras disparar la última flecha, guardé a toda prisa el arco y liberé de sus correas a una de mis hachas, cargando con toda mi fuerza contra el resto del pelotón enemigo. Como si una bola de bolos de más de cuatro metros y llena hasta las cejas de músculo y furia, golpeé directamente a un grupo de desdichados reclutas de la Marina, con el subsiguiente destrozo dantesco.
Respiré agitadamente, recuperando el aliento tras dar el último hachazo. Varios cortes superficiales salpicaban mi piel, pero nada era demasiado para mí. Sin embargo, la situación podía empeorar en cualquier momento, y no deseaba estar al descubierto y sin munición para recibir una nueva oleada de atacantes.
- Me vas a tener que explicar un par de cosas, chico. –Espeté al joven misterioso.- Por lo menos me queda bastante claro ya que no eres de la Marina, ni estás con estos despojos que hacen esclavos.
El resto de los presentes, salvo el huido y algunos heridos, nos reagrupamos en la hancha entrada de la mina, todavía sin decidir qué hacer. O por lo menos ellos, yo tenía todavía un cometido allí.
- Pero eso no quiere decir que estés de mi lado, o yo del tuyo. –Sentencié, antes de adentrarme por mi cuenta en la oscuridad.
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Cobijado en el pequeño hueco de la puerta del primer puesto de guardia. Observé un trio de esclavos, oculto en las sombras, mientras jugaba a limpiarme la sangre de las uñas con mi recién adquirido estilete de aspecto terrible.
- Si tenéis el pillaje y la huida en mente, esclavos, no hallareis un buen recibimiento en este control – declaré, arrastrando las palabras y dedicándoles una sonrisa socarrona. No obstante, no había nada frívolo en la postura de mis hombros ni en los cuidadosos y precisos movimientos del cuchillo.
- ¡Ahora somos libres! – gritó indignado uno de los esclavos – Déjanos pasar, matón de medio pelo. Tenemos joyas de sobra para iniciar una nueva vida, no eres nadie para darnos órdenes.
- Tenéis nuestras joyas –lo corregí, señalando con la punta del cuchillo para subrayar la observación – Y el dejaros pasar no está en mi poder, tanto si eres esclavo como si no. Esperaras aquí a placer de mi capitán. Ningún hombre es libre, sera mejor que recuerdes eso.
- Somos tres ¿Supón que nos hartamos de tus palabrerías y te damos una lección? - amenazó el esclavo mas corpulento.
- Eso no hará que salgáis de la mina antes.
- No, pero será una agradable distracción mientras esperamos a tu capitán.
- Casi tan agradable como un cuchillo en el ojo, sospecho ¿Cuál es tu nombre?
- Aquí se me conoce como Blackberry.
Comenzaron a escucharse pasos desde la entrada de la mina. Me levanté y realicé una exagerada reverencia. El estilete había desaparecido como por arte de magia de mis manos.
- ¿Qué trato debemos darles a los insurrectos que no respetan el pillaje? – Inquirí con malicia al grupo de Syxel.
- Si tenéis el pillaje y la huida en mente, esclavos, no hallareis un buen recibimiento en este control – declaré, arrastrando las palabras y dedicándoles una sonrisa socarrona. No obstante, no había nada frívolo en la postura de mis hombros ni en los cuidadosos y precisos movimientos del cuchillo.
- ¡Ahora somos libres! – gritó indignado uno de los esclavos – Déjanos pasar, matón de medio pelo. Tenemos joyas de sobra para iniciar una nueva vida, no eres nadie para darnos órdenes.
- Tenéis nuestras joyas –lo corregí, señalando con la punta del cuchillo para subrayar la observación – Y el dejaros pasar no está en mi poder, tanto si eres esclavo como si no. Esperaras aquí a placer de mi capitán. Ningún hombre es libre, sera mejor que recuerdes eso.
- Somos tres ¿Supón que nos hartamos de tus palabrerías y te damos una lección? - amenazó el esclavo mas corpulento.
- Eso no hará que salgáis de la mina antes.
- No, pero será una agradable distracción mientras esperamos a tu capitán.
- Casi tan agradable como un cuchillo en el ojo, sospecho ¿Cuál es tu nombre?
- Aquí se me conoce como Blackberry.
Comenzaron a escucharse pasos desde la entrada de la mina. Me levanté y realicé una exagerada reverencia. El estilete había desaparecido como por arte de magia de mis manos.
- ¿Qué trato debemos darles a los insurrectos que no respetan el pillaje? – Inquirí con malicia al grupo de Syxel.
Airok Bonny
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Cuando me vine a dar cuenta, me encontraba acuchillando a marines a diestra y siniestra. Sinceramente, en aquel momento actuaba ya por inercia y no tenía muy claros mis movimientos, simplemente trataba de esquivar los golpes y contraatacar, pero aquel no era mi terreno y me sentía un tanto torpe con la lucha cuerpo a cuerpo. De echo, me traía muy malos recuerdos con los que no estaba para nada cómoda.
A duras penas, conseguimos algunos reclutas y yo llegar a unos árboles y rocas que pudimos utilizar a modo de escudo. Una vez a cubierto y con mis compañeros despejando el terreno, pude volver a sacar mis pistolas. No me quedaba mucha más munición, pero podía dar guerra un poco más, aunque esta vez, debía de pensar mejor la estrategia.
De pronto, ahí estaba Syxel con otro de sus trucos. Había visto utilizar sus poderes tantas veces que ya lo encontraba como normal, de echo, se podría decir que hasta lo estaba esperando desde hacía rato. Los gestos anonadados de los reclutas más jóvenes dificultó un poco los primeros minutos de contraataque, ya que parecían chiquillos flipando con fuegos artificiales o alguna tontería de esas de las que les gustan a los niños. El caso es que ninguno estaba ayudando.
Dos marines más se abalanzaron hacia el grupo, los cuales intercepté. Uno de ellos con un disparo, el otro, de un puñetazo primero seguido de una patada baja para que cayera al suelo y me diera tiempo de sacar de nuevo mi daga, y clavársela a aquel uniforme blanco, ya no tan limpio, cuando vino con furia a desfogarse. Entonces le propiné una patada a uno de los reclutas, lo que lo hizo despertar y dejar de mirar cómo Syxel aparecía y desaparecía donde quería eliminando marines uno tras otro.
-- Que sea la última vez que os tenga que volver a llamar -- sólo me faltaba estar pendiente de que cada uno hiciese su maldito trabajo.
Poco después, la totalidad de los marines que quedaban, estaban prácticamente cegados con Syxel, dirigiendo todos sus esfuerzos contra él inútilmente, lo que nos dejó al resto de mi tripulación y a mí, la suficiente cancha como para rematar el ataque y acabar con los pocos que quedaban en pié. Uno tras otro fueron cayendo hasta que los últimos salieron despavoridos olvidando ya toda promesa de honor y obediencia por sus superiores.
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