Lazos en las sombras... [Privado Aki-Sans]

Skellige, isla independiente. Una ciudad amurallada, habitada por nobles y gente de clase alta, la mayoría cultos e inteligentes. En dicha sociedad, hasta los campesinos salen ganando, mediante un sistema de beneficios a cambio de trabajos para abastecer a los escalafones superiores. Una sociedad de paz, una sociedad autosuficiente. ¿No es algo maravilloso? Cuando miro esa ciudad, pienso "Síderos podría ser algo así. Podría acabar siendo una sociedad similar a esta, solo tenemos que estar dispuestos a aprender de sus éxitos y sus fracasos."

Porque al fin y al cabo esa era la razón principal de mi visita. Desde que era pretor de Zilda, me había dedicado a intentar instaurar un cierto orden en la facción tecnológica, pero también me interesaba poder aconsejar al Rey sobre posibles métodos de actuación y sistemas socio-económicos para hacer de Síderos una nueva y renaciente nación. Y para poder aconsejar, primero debía aprender.

Tras dejar las cosas organizadas allá en Zilda y avisar al resto de pretores de mis intenciones, investigué varias islas de interés entre otras cosas, para hacer un filtro simple. No iba a visitar todas las existentes en el mundo, claro... Así que cuando pude obtener información acerca de Skellige, decidí que era el mejor lugar para empezar. Entre los trastos que había rescatado de aquel accidente de carga, tras unas capas de pintura y unas reparaciones básicas había tomado posesión de un método de transporte perfecto para esta tarea, y en menos de un par de días el bote automatizado me había llevado a mi destino.

- Hace un día precioso... - Suspiré mientras admiraba el despejado cielo, y el sol brillando sobre los amplios campos de cultivo. Tenía entendido que la única ciudad habitada usaba el pescado como método de abastecimiento principal, pero ver tanto trigo, olivos y hasta alguna granja me hacían sentir curiosamente en calma. Quizá estaba empezando a cansarme de tanto metal y cristal. - ... y menos mal, porque si no te iba a decir yo quién me sacaba a mí de la cama...

Me puse a reír solo allí en medio de ninguna parte, mientras continuaba mi camino hacia la ciudad. ¿Qué me esperaría allí dentro? Mi curiosidad se sobrepuso a mi pereza, por eso estaba allí, y ya tenía ganas de ver con mis propios... propias cuencas el estilo de vida de los habitantes. Quién sabe, lo mismo hasta conseguía una audiencia con el gobernante, expandir las influencias y posibles alianzas siempre era bueno. Si unos meses atrás alguien me hubiera dicho que iba a estar tan metido en el tema de políticas, le habría nombrado nuevo "Rey de los chistes malos"... Aunque bueno, un poco de turismo no le haría daño a nadie tampoco, ¿verdad?

Una pequeña parada en el camino. A la mañana siguiente partiría de nuevo hacia el Nuevo Mundo, pero de momento tenía varias horas y una noche por delante. Dónde dormir no le preocupaba, pero no estaba muy segura de cómo ocupar el tiempo. Todavía estaba algo alterada, no hacía ni una semana desde que se había marchado de Síderos. No es que la guerra le hubiera dejado mal sabor de boca, había sido bastante tranquila teniendo en cuenta la última. Uf, en Hallstat si sabían como cargarse las cosas. Pero sí que se encontraba inquieta, con la sensación de que algo se le olvidaba.

Por eso, aunque paseaba por las calles con aparente interés, no estaba prestando atención realmente a lo que había a su alrededor. Skellige era una isla muy bonita y próspera, quizás Samirn hubiera podido terminar igual de ser más grande. Normalmente, Aki estaría mirándolo todo y tomando nota, averiguando qué cosas podía trasladar a su propia isla. Pero no hoy. Tenía la mente demasiado agitada y sobrecargada. Se encontró un puesto de fruta y sin saber muy bien lo que hacía compró una pequeña cestita, algo más grande que su mano, llena de jugosas cerezas. Las fue picoteando mientras proseguía su paseo, dirigiéndose hacia las afueras. A lo mejor dar una vuelta por el bosque le ayudaría a relajarse.

Sin embargo, cuando ya veía las puertas a lo lejos, vio a alguien... peculiar entre la muchedumbre. Por supuesto, le reconoció. Un rostro, si es que se le podía llamar así, como ese no se olvidaba fácilmente. Lo consideró un momento. ¿Debería tomar precauciones? Le había visto en Síderos y hasta habían intercambiado unas palabras, pero no sabía mucho de él. Sin embargo, quizás... quizás no fuera tan mala idea. Tenía tiempo al fin y al cabo. Una conversación serviría igualmente para distraerla.

Avanzó hacia él con tranquilidad y al llegar a su altura le sonrió mientras le saludaba.

-Hermoso día, ¿Verdad? No esperaba verte aquí, la verdad. Aunque... unas vacaciones nunca vienen mal. No sé si me recuerdas, mi nombre es Aki. Te vi en... Síderos, hace unos días. En Encuentro.

Nada más entrar en la ciudad pude notar dos cosas:

La primera, era que casi todos los transeúntes parecían pertenecer a la clase alta de la sociedad. Ya sabía que eso iba a ser así, pero de todas formas me pareció algo chocante, a lo que no estaba acostumbrado. Esperaba ver, al menos en aquella parte, campesinos y mercaderes rondando las faldas de la ciudad. No sé, tenía la impresión de que justo allí, donde las murallas se juntaban en el único acceso disponible para entrar o salir de ella, habría una confluencia importante de estratos sociales, pero no se dio el caso. Me hice una nota mental para investigar más sobre ello luego.

Lo segundo, fue la despampanante pelirroja que se me acercó con una sonrisa en los labios y una cestita de cerezas en la mano. Si hubiera sido otra mujer cualquiera, probablemente lo habría pasado por alto y ni me habría interesado, pero eso era imposible cuando podía reconocer de quién se trataba. Al fin y al cabo solo había pasado menos de una semana desde que la encontré en la Sala del Trono de Encuentro.

- Aki, me acuerdo de ti. - Respondí con una amplia sonrisa amigable. - Sinceramente, tampoco esperaba verte por estos lares, pero este encuentro es una grata sorpresa. - Estudié con detenimiento a la mujer, como para asegurarme de que efectivamente era ella y no una imitación. - Te veo genial, cualquiera hubiera dicho que hace unos días estabas en Síderos, ¿eh? - Alegué, evitando hablar en público de lo que ocurrió exáctamente en aquella isla. Pero esperaba que ella entendiera a lo que me refería. Una guerra solía hacer pasar a la gente por cosas difíciles de ocultar. - ¿Te pillo en mal momento o tienes un rato? Me gustaría oír que tal te ha ido desde entonces... Y qué tal le va a Xella... - Solté así como si nada y sin perder la sonrisa.

Xella Corps... Sabía más bien poco de la organización, pero al menos tenía algo por lo que empezar. Como dije en su momento, "Aki D. Arlia" era un nombre que me sonaba de algo, y el anillo que había visto en aquella sala tenía un símbolo bastante particular estampado. Tras un poco de investigación, acabé encontrando aquellos carteles que en su momento fueron repartidos por todas las ciudades. Pero más allá del nombre, y de la relación de la pelirroja con ella, no podía sacar mucho más en claro. Encontrarme a Aki en Skellige no entraba en mis planes originales, pero ahora que la había encontrado, sería una ocasión demasiado perfecta como para desaprovecharla.

Además tenía ganas de ver cómo reaccionaba. ¿Pondría una cara sin precio? ¿Se mantendría impasible? Tal vez el hecho de que me hubiera enterado de algo no le pillaba de sorpresa, tal vez lo sospechaba desde un principio... Es lo que se esperaría de alguien como ella, según el corto pero importante tiempo que intervino en la selección del Rey de Síderos. No obstante, la posibilidad de que la hubiera pillado desprevenida con aquella frase era real, y solo por eso ya merecía la pena haberlo hecho.

Para mi sorpresa y en parte alivio me sonrió al escucharme. Se acordaba de mí, eso era bueno. Recordarle quién era yo o de qué nos conocíamos en mitad de toda la gente no era la mejor opción. El hombre con apariencia de esqueleto imitó mi aire desenfadado y respondió con calma. Sonreí con falsa inocencia mientras con un gesto le ofrecía la cesta de cerezas. ¿Podría comer alguien de su aspecto y... consistencia? Esperaba que sí; el sabor valía la pena.

- ¿Verdad? Tuve bastante suerte, todo hay que decirlo. Pero muchas veces la violencia no es un camino útil y una dama debe saber distinguir eso.- Explicó en tono jocoso.- Sí, lo cierto es que me alegro de haberte encontrado. ¿Por qué no damos un paseo?

Le examinó sin molestarse en disimular. Había ido directo al grano. Sin embargo, eso encajaba de forma directa en sus planes por lo que por toda respuesta le dedicó una enorme sonrisa ilusionada. Si el hombre estaba interesado de base sería mucho más fácil ofrecerle que se uniera a ella. Era alguien de ideales firmes y buenos contactos. Desde luego, no le molestaría tenerle cerca en el futuro. Y por lo que había dejado entrever, tenía sólidos argumentos para tratar de atraerle. ¿Cómo era el nombre que había mencionado? Hm... no lo recordaba. Pero seguro que él se encargaba de sacar el tema a relucir. No había prisa, al fin y al cabo. Era un hermoso día y no tenía nada mejor que hacer. Una larga conversación se le antojaba perfecta para pasar la tarde.

Comenzó a caminar a su lado, dirigiéndose hacia la salida de la ciudad. Mientras caminaba se había encontrado varios callejones e incluso un par de plazas despobladas, pero no se fiaba. Skellige no era su isla y nunca sabías qué o cuántos ojos estaban mirando.

- Me encantaría contarte las novedades. Dicen que hay hermosos bosques por aquí, si no te opones te los mostraré encantada. Pero cuéntame, ¿Qué haces tú por aquí?

Sonreí mientras rechazaba las cerezas con amabilidad, no tenía mucha hambre y tampoco me apetecía dar espectáculos extraños en público. Ver a un esqueleto comer en medio la calle atraería a mucha gente, más de la que me haría sentir cómodo.

Aceptando en cambio la propuesta del paseo, comencé a seguir a la pelirroja mientras se dirigía a la salida de la ciudad. No pude evitar pensar que eso era un poco inconveniente, me apetecía ver el interior y acababa de venir de allá afuera, pero si la mujer había pasado la mayor parte del tiempo entre aquellas murallas, no podía reclamarle que deseara cambiar un poco de aires. De todas formas ya regresaría más tarde, pensaba pasar un par de días allí igualmente.

Lo que me tenía algo preocupado (aunque no se notase en mi forma de actuar) era la intensidad de la mirada de Aki. Desde que mencioné Xella esperaba alguna especie de reacción, pero desde luego no aquella. Sonriendo como una niña pequeña que había encontrado un juguete nuevo... Por un momento me planteé si realmente me estaba metiendo en terreno seguro, solo para descartar dicho pensamiento poco después. "Pues claro que no, precisamente por eso estoy aquí. Para convertirlo en terreno seguro." Aguantando la necesidad de suspirar, intenté repasar mentalmente todo lo que había planeado decir o hacer una vez que hubiera encontrado de nuevo a la pelirroja, aunque sabía que más de la mitad no serviría de nada o no surgiría la ocasión para mencionarlo. Es lo que tiene planear sobre escenarios teóricos.

- ¿Bosques? He visto las granjas, pero aún no me he adentrado en los bosques. - Mencioné con cautela. Desde luego un lugar apartado del bullicio público sería adecuado para tocar temas delicados, pero también sería un lugar peligroso si la mujer decidía que ya no era conveniente mantenerme vivo. - Si no están muy lejos supongo que podemos intentar llegar antes de que se ponga el sol. - Bromeé. Realmente era aún temprano, daría tiempo de recorrer media isla antes de que siquiera comenzara a atardecer, si íbamos a bien ritmo. Otra cosa era que aguantara el camino entero sin parar a descansar.

Metiéndome las manos en los bolsillos de la chaqueta, medité durante un momento lo siguiente que iba a decir. ¿Qué hacía yo allí? La respuesta simple era perfectamente válida, pero por alguna razón pensé que no era eso lo que quería oír ella. ¿Sería sensato comentarle además los planes que tenía al respecto? ¿O debía en su lugar cambiar de tema? No pensaba andarme con rodeos, desde luego, pero ninguna persona inteligente cuenta todo lo que le pasa por la cabeza... Al fin y al cabo la información es poder. Y Aki mejor que nadie debía saberlo, ¿no? Cuando ya estábamos algo más lejos de oídos o miradas indiscretas, hablé:

- Vengo a aprender. - Dije finalmente. - Seré sincero: carezco de la experiencia personal para llevar un país, aunque sea una pequeña parte de él, por mi cuenta. Así que estoy buscando inspiración, por así decirlo. Modelos de gobierno que me parezcan adecuados y de los cuales coger aquello que me interesa, para luego llevarlo al archipiélago y sugerirle al Rey la mejor forma de implementarlo. - Miré a mi acompañante para ver cómo reaccionaba ante mis palabras, antes de continuar: - Por supuesto, como dije no puedo hacer todo esto solo, así que también estoy buscando gente de confianza que me ayude, aliados... más bien amigos. Contactos. ¿Creo que entiendes por dónde van los tiros? - Inquirí con una sonrisa amarga.

Paseamos con tranquilidad, hasta que el bullicio proveniente de la ciudad se acalló a nuestras espaldas. Lo cierto es que yo caminaba sin rumbo, pues estaba segura de que el esqueleto no intentaría atacarme y lo único que pretendía era disfrutar del olor a verano y el cómodo silencio. Al escucharle una pequeña sonrisa se extendió por mi rostro. Si estuviéramos en Samirn... me habría encantado mostrarle mi isla, y le habría enseñado cada calle y cada recodo con el orgullo de una madre. Por desgracia, estábamos bastante lejos. Quizás algún día eso cambiara.

Y la verdad, me complacían sus palabras. Nuevamente se revelaba como una persona... o tal vez fuera más acertado decir personaje, sensato y decidido. Había venido él mismo a buscar las respuestas que deseaba, en vez de mandar a alguien en su lugar. Eso hablaba en su favor. Por otra parte, podía contarle alguna historia para abrirle el apetito y de paso demostrar que deseaba ser una aliada. Contactos, le miré de reojo al escuchar esa palabra. Sí, por supuesto que sabía por donde iban los tiros. Hablando con calma, le respondí en un tono amable.

- Algo me dice que nos llevaremos bien, Sans. ¿Era tu nombre, cierto? Veamos... creo que puedo mostrarle, si no lo que buscas, por lo menos algo que atraiga tu inspiración. He viajado mucho, creo que he estado en cada mar de este mundo. Y en uno de mis viajes encontré una isla con una curiosa historia.

Paré un momento y miré en derredor. Habíamos llegado a un pequeño claro rodeado de álamos. Soplaba una brisa agradable y la hierba era mullida y apetecible. Girando por completo, me fui a sentar al pie de un árbol y le hice un gesto para que me acompañara. Ahí sentada, con la espalda recta y gesticulando con delicadeza para acompañar mis palabras, le relaté a Sans la historia de Samirn. Le expliqué el extraño régimen en el que vivían anteriormente los ciudadanos, gobernados por una emperatriz que les hacía seguir las indicaciones de una especie de secta, donde daban culto al demonio de la akuma de su emperatriz. De locos. Pero entonces le conté como una extraña había llegado y acabado con ello. Al matar a la emperatriz, había asumido el mando. Había liberado a los esclavos y reorganizado la economía del lugar. En tan solo un año y medio la isla se había vuelto completamente independiente y autosuficiente. Ya no había niños muertos de hambre en las calles y las guerreras a sus órdenes entrenaban con calma en lugar de movidos por el miedo.

- Utilizaba una cadena de mando un poco especial. De los sirvientes de la emperatriz, cinco se quedaron con ella y le ayudaron con todo. Dos mujeres y tres hombres. Entre ellos repartió las tareas necesarias para gobernar, pero ella siempre tiene la última palabra. Las dos mujeres se encargan de regular todo lo relacionado con el ejército y las guerreras, que entrenan cada día cerca de la Fortaleza de la mujer. Los tres hombres, por el contrario, vigilan que en la ciudad todo se desenvuelva con normalidad. Y lo cierto es que el lugar es alegre y acogedor. Quizás estén haciendo algo bien.

Había omitido parte de la historia. En ningún momento comentó que ella era la mujer que había liberado la isla, pero tampoco le habría sorprendido que él lo adivinara. Estaba segura de haber comentado en Síderos que tenía experiencia al mando de una nación; el debate en torno a los pretores había sido arduo y necesario el sacar todas las cartas. Casi.

- Espero que el ejemplo te sirva de algo. En cuanto a lo otro, te hablaré con sinceridad. .Me agradas, me gusta tu forma de pensar y creo que seríamos buenos aliados. Como ya te he comentado, quizás Xella pueda ayudarte en tu búsqueda y en caso contrario, nunca sabes cuando necesitarás que alguien te respalde. Lo único que busco a cambio es seguridad para con los míos.

Finalicé mi pequeño discurso con una sonrisa. Quería ver su reacción, saber sus pensamientos. Quizás él no pensara igual, aunque algo le decía que no sería el caso.