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Ivan Markov
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Mientras observaba el espectáculo, un tanto sobrecogido por el poderío de aquel devastador ataque, dejó caer a Layla sobre cubierta y se centró en su otra hermana. Aún tenía la daga entre sus dedos congelados. "Un nuevo trofeo de caza para la colección. Intentando apartar los dedos, estos se rompieron, con lo que tuvo que quitar los cachos de carne helada del arma. Esta no parecía tener nada en especial. Era una mera daga con la hoja de un tono oscuro. Acercó el dedo para probar el filo, y al tiempo que se cortaba notó una desagradable sensación ya familiar. "Kairoseki" pensó mientras apartaba la mano. Un buen premio por sus esfuerzos, pues. Hizo desaparecer la daga bajo el manto de sombras y observó la muerte de los piratas supervivientes con una media sonrisa cruel. "Si yo fuese un pirata no hubiese venido a una trampa tan evidente." De hecho si él mismo había caído era porque como cazarrecompensas no se había esperado que el Gobierno pretendiera hacerle nada. Dejó caer también a Ayla y esperó a que apareciese quien fuera que estuviera al mando. Aún tenía que exigirle la recompensa por capturar a las gemelas y una compensación por la humillación sufrida al haber sido tratado como un mero criminal. Finalmente el líder de la flota apareció y al momento, pese a no estar particularmente informado sobre la Marina, Ivan lo reconoció: el Vicealmirante Nicholas Rage. Frunció el ceño, algo preocupado. Con las historias que circulaban sobre aquel tipo, exigir nada posiblemente no sería lo más sabio. Su apariencia desde luego hacía honor a su fama.
- Vicealmirante Rage... - saludó, con una leve inclinación de cabeza.
Las palabras del marine lo dejaron estupefacto. ¿Es que nadie le había informado de nada? ¿Por qué todos eran demasiado imbéciles para darse cuenta de que no era un pirata? ¡NI SIQUIERA SE PARECÍA A NINGÚN CARTEL! Aún encima había amenazado con matarlo y tenía la osadía de llamarle escoria pirata... ¡a él! ¡A Ivan Markov, primogénito del emperador Derian Markov! Aquel simple... plebeyo. Esa sucia rata venida a más tenía la osadía de siquiera pisar el mismo suelo que alguien de su noble linaje sin hincar la rodilla y suplicar su benevolencia. Una mueca de rabia se dibujó en el rostro de Ivan, mientras sus ojos comenzaban a destellar. El tono dorado de su iris comenzó a teñirse de rojo, y el aire a vibrar ligeramente en torno a él. A duras penas contenía su inmensa ira, y su haoshoku, aún fuera del control de su voluntad, amenazaba con liberarse en cualquier momento. Una parte de su conciencia aún conservaba el buen juicio y le decía que se calmara, que aquel enemigo era demasiado para él. Que si se enfrentaban, el resultado no le gustaría. Pero simplemente no podía tolerar aquellas afrentas, ni mucho menos quedarse callado.
- ¡Sucia rata! ¿Te atreves a llamarme pirata? ¿A MÍ? ¡Mi nombre es Ivan Roux, cazarrecompensas y barón de Lvneel!
Lo atraían con promesas para luego tratarlo como un criminal, y tras ayudarlos a enfrentarse a sus atacantes lo amenazaban de muerte. La Marina había cometido graves errores aquel día y alguien debía pagar por las afrentas cometidas. Y sin embargo, en medio de la ira una voz seguía diciéndole que estaba cometiendo un terrible error, más allá de la posibilidad del combate. Molesto decidió ignorarla, manteniendo su mirada clavada en los ojos de Rage. Deseaba arrancarle su ojo sano y hacerle mucho daño, hacerle sufrir hasta que rogara por su vida. Pero no debía pelear contra la Marina... ¿o sí? ¿De qué le servían? Eran la misma escoria que había luchado contra su padre, a los que combatió para conquistar el norte y forjar el Imperio de Hallstat. ¿Por qué no matarlos a todos? Su odio, a duras penas contenido, comenzó a manifestarse físicamente. El tono dorado desapareció totalmente de sus ojos, sustituido por aquel intenso rojo sangre que parecía brillar con luz propia. Sus colmillos estaban totalmente desplegados y su boca abierta en una mueca furiosa. Su haki estaba a punto de desatarse sin su consentimiento, pero guiado por el orgullo y la determinación, lo contuvo. Él era dueño de su propia voluntad y recurriría a ella cuando lo viese necesario. De repente su cuerpo pareció relajarse de golpe. La mueca desapareció y su rostro se calmó totalmente. Se volvió inhumanamente frío. Miró a Rage, y era como si mirase a un insecto particularmente grande, molesto pero poco importante.
- La Marina me ha ofendido profundamente hoy, Vicealmirante Rage - dijo, en un tono falto de emoción - Las afrentas me deberán ser pagadas, en oro o en sangre. Por las buenas o por las malas.
Tomó toda su cólera. Todo su odio. Toda su voluntad de hacer valer su existencia. Tomó todo aquel antes incontrolable poder que había manejado y lo blandió. Y entonces dirigiéndolo hacia su enemigo, lo liberó todo de golpe en una onda de Haoshoku directa al marine. Su manto de sombras reveló su verdadera forma, ondeando tras él como si fuese un jirón de oscuridad con voluntad propia. La mirada del barón era fría y dura, aparentemente impasible, pero cargada de una única cosa: instinto asesino. Sin embargo, no alzó una mano. No desenvainó sus armas. Se limitó a esperar a la reacción y respuesta de su contrincante, con estoicidad.
- Vicealmirante Rage... - saludó, con una leve inclinación de cabeza.
Las palabras del marine lo dejaron estupefacto. ¿Es que nadie le había informado de nada? ¿Por qué todos eran demasiado imbéciles para darse cuenta de que no era un pirata? ¡NI SIQUIERA SE PARECÍA A NINGÚN CARTEL! Aún encima había amenazado con matarlo y tenía la osadía de llamarle escoria pirata... ¡a él! ¡A Ivan Markov, primogénito del emperador Derian Markov! Aquel simple... plebeyo. Esa sucia rata venida a más tenía la osadía de siquiera pisar el mismo suelo que alguien de su noble linaje sin hincar la rodilla y suplicar su benevolencia. Una mueca de rabia se dibujó en el rostro de Ivan, mientras sus ojos comenzaban a destellar. El tono dorado de su iris comenzó a teñirse de rojo, y el aire a vibrar ligeramente en torno a él. A duras penas contenía su inmensa ira, y su haoshoku, aún fuera del control de su voluntad, amenazaba con liberarse en cualquier momento. Una parte de su conciencia aún conservaba el buen juicio y le decía que se calmara, que aquel enemigo era demasiado para él. Que si se enfrentaban, el resultado no le gustaría. Pero simplemente no podía tolerar aquellas afrentas, ni mucho menos quedarse callado.
- ¡Sucia rata! ¿Te atreves a llamarme pirata? ¿A MÍ? ¡Mi nombre es Ivan Roux, cazarrecompensas y barón de Lvneel!
Lo atraían con promesas para luego tratarlo como un criminal, y tras ayudarlos a enfrentarse a sus atacantes lo amenazaban de muerte. La Marina había cometido graves errores aquel día y alguien debía pagar por las afrentas cometidas. Y sin embargo, en medio de la ira una voz seguía diciéndole que estaba cometiendo un terrible error, más allá de la posibilidad del combate. Molesto decidió ignorarla, manteniendo su mirada clavada en los ojos de Rage. Deseaba arrancarle su ojo sano y hacerle mucho daño, hacerle sufrir hasta que rogara por su vida. Pero no debía pelear contra la Marina... ¿o sí? ¿De qué le servían? Eran la misma escoria que había luchado contra su padre, a los que combatió para conquistar el norte y forjar el Imperio de Hallstat. ¿Por qué no matarlos a todos? Su odio, a duras penas contenido, comenzó a manifestarse físicamente. El tono dorado desapareció totalmente de sus ojos, sustituido por aquel intenso rojo sangre que parecía brillar con luz propia. Sus colmillos estaban totalmente desplegados y su boca abierta en una mueca furiosa. Su haki estaba a punto de desatarse sin su consentimiento, pero guiado por el orgullo y la determinación, lo contuvo. Él era dueño de su propia voluntad y recurriría a ella cuando lo viese necesario. De repente su cuerpo pareció relajarse de golpe. La mueca desapareció y su rostro se calmó totalmente. Se volvió inhumanamente frío. Miró a Rage, y era como si mirase a un insecto particularmente grande, molesto pero poco importante.
- La Marina me ha ofendido profundamente hoy, Vicealmirante Rage - dijo, en un tono falto de emoción - Las afrentas me deberán ser pagadas, en oro o en sangre. Por las buenas o por las malas.
Tomó toda su cólera. Todo su odio. Toda su voluntad de hacer valer su existencia. Tomó todo aquel antes incontrolable poder que había manejado y lo blandió. Y entonces dirigiéndolo hacia su enemigo, lo liberó todo de golpe en una onda de Haoshoku directa al marine. Su manto de sombras reveló su verdadera forma, ondeando tras él como si fuese un jirón de oscuridad con voluntad propia. La mirada del barón era fría y dura, aparentemente impasible, pero cargada de una única cosa: instinto asesino. Sin embargo, no alzó una mano. No desenvainó sus armas. Se limitó a esperar a la reacción y respuesta de su contrincante, con estoicidad.
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Rage te mira con su único ojo sano, impasible, gélido como un iceberg. En su interior se plantea si hacerte pedazos, esposarte o darte un rango y mandarte a matar piratas; quizás incluso las tres cosas. En el exterior, una luz verde comienza a cubrir su cuerpo, cada vez más intensa. El silencio se ha hecho en el navío, denso como un banco de niebla. Oyes como algunos soldados se susurran entre sí o tragan saliva acongojados.
-No es un pirata... -dice por fin el vice-almirante sin dejar de mirarte, tras un silencio que parece durar eones. La luz verde se disipa, pero no la ira que se refleja en su mirada.
-Es lo que intentaba decirle, señor -interviene la mujer verde. Es tan musculosa como un culturista y tiene una lustrosa melena azabache-. Es cazarrecompensas.
-¿Y qué hace aquí? -exige saber.
-Yo... no lo sé, señor. ¿Está seguro de que quiere hablar de...?
-¿Importa acaso lo que oiga? Hable, sargento Banner.
-No ha sido el primero -continúa la mujer-. Han estado llegando más, todos con el murciélago y la carta. Quiero decir, más de los que hemos convocado.
-¿Qué hicisteis con ellos? -El vice-almirante se da la vuelta, aunque no se relaja ni lo más mínimo.
-Creímos que era cosa suya, que usted los había convocado, así que les hicimos las pruebas y completamos el proceso. Igual que con él. Éste ha demostrado ser fuerte, estábamos esperándole a usted para seguir -La pausa antes de la palabra “seguir” no parece muy tranquilizadora.
-Querrá decir para tratarlo como la basura pirata debe ser tratada. Pero él no lo es... Así que la ley nos impide hacer con él lo mismo que con los demás.
Vaya, que suerte que no seas pirata, si no sí que estarías fastidiado. Da la sensación de que tenías razón, que atraen piratas con títulos falsos para luego acabar con ellos. Sucio pero eficaz. ¿A quién se van a quejar? Claro que, ¿por qué están todos tan confusos, entonces?
-Traédmelos. Las cartas, los murciélagos, quiero verlos -ordena. Y cuando Nicolas Rage ordena algo, sus hombres se apresuran a obedecer. Enseguida llegarán varios hombres con una jaula llena de los murciélagos que acompañaban a los piratas que habían caído en su trampa.
Algunos de los marines comentan entre sí que el cerco de enemigos se va estrechando. Los otros buques se acercan al Heroico y preparan los cañones al mismo tiempo que las primeras velas enemigas son ya visibles entre las púas de la Corona. No tardaréis en estar al alcance de sus cañones.
Aunque supongo que te interesará más lo que te dice Rage. Y aún más no lo que no dicen sus palabras si no sus... su ojo.
-No sé quién eres, pero si no eres un pirata dejaré pasar esas... airadas palabras -miente el marine-. El Saigo necesita a alguien que sepa combatir y se me ha otorgado autoridad para proponer un firme candidato que el Gorosei en persona aprobará o no -Sus hombres lo miran y sonríen, orgullosos de que su líder tenga tal responsabilidad-. Quizás aún puedas conseguir ese puesto que quieres. Aunque la batalla será dura, asegúrate de... sobrevivir.
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La espera y las palabras de Rage refrenaron su ira, pero no su frustración ni su odio, que se incrementaron. Ahora le harían hacerse valer por un título del que ya se había demostrado sobradamente merecedor, sin concederle la compensación que había exigido. Una nueva afrenta por parte de la Marina que no olvidaría, y aunque pasara tiempo el día que tuviera la ocasión y le compensara la devolvería con creces. Lo que menos le había gustado era lo que Rage no había dicho. "Me aseguraré de que mueras. Eso dice tu mirada. Sin embargo, mi buen tuerto, tendré que decepcionarte. Aún no ha llegado mi hora." Tomó aire y se calmó totalmente, adoptando una actitud más relajada sin bajar la guardia.
- No os preocupéis, tengo la mala costumbre de salir vivo de mis contiendas - contestó, con una sonrisa torva - Creo que he demostrado más que sobradamente mi aptitud para el puesto, pero en ese caso me tocará deleitaros con mis habilidades una vez más.
Buscó con la mirada a su murciélago. Se preguntó si le dejarían quedárselo como mascota una vez terminara todo aquello, pues un animal como aquel era un buen compañero para alguien con sus hábitos nocturnos, y le había cogido algo de cariño al animal. Al fin y al cabo lo habían acompañado a lo más duro de la refriega y llevaba varios días haciéndole compañía. "Un murciélago para un vampiro... irónico y divertido." pensó, conteniendo una risa. A continuación ascendió en el aire levitando y se posó sobre una de las velas del Heroico, observando los barcos enemigos en busca de una presa digna. Mientras lo hacía, aprovechó para dejar que su cuerpo continuara sanando de las heridas de su anterior pelea. Por suerte ninguna era lo bastante grave como para necesitar demasiado tiempo para sanarla y pronto volvería a estar intacto. Por desgracia no podía decir lo mismo de su ropa (con la excepción de su manto de sombras, capaz de reconstruirse), que ahora estaba en un estado lamentable. Frunciendo el ceño, se envolvió en su capa y continuó mirando a los barcos, algo molesto por no estar más presentable. Tal y como iba de zarrapastroso casi hasta le compensaría más quedarse sólo con el pantalón y la capa.
- En fin... no es como si estuviese a punto de ir a algún acto oficial. No creo que a los piratas les preocupe demasiado si el que los mata va bien o mal vestido.
Entonces recordó a las gemelas, y dejándose caer del mástil descendió suavemente junto a sus cuerpos. Comenzó a registrar sus cadáveres en busca de algo de valor o interesante. Sus muertes por sí solas serían muy lucrativas, pero añadir al pastel alguna pequeña recompensa adicional aparte de la daga sería un buen plus. Tras echar un vistazo rápido, se aprestaría para la batalla sacando su bastarda del interior de la capa mientras observaba a los barcos. Intentaba localizar algún jolly roger que conociera para ir a por un capitán que supiera que tuviera recompensa. Si era una jugosa, mejor. En ese momento notó el hambre despertar de nuevo en su interior... tanta pelea y tanto olor a sangre estaban despertando su instinto de nuevo. Pronto necesitaría alimentarse, y la verdad era que empezaba a tentarle tomarse un aperitivo. Tenía la daga que le había dado Galia con su compartimento oculto, pero no le apetecía sacarla estando rodeado de marines. Sería un poco cantoso sacar un arma con la enseña de los Markov.
- Al menos no tendré que esperar mucho para saciar mi hambre... - murmuró con una sonrisa sádica,
contemplando a los enemigos.
- No os preocupéis, tengo la mala costumbre de salir vivo de mis contiendas - contestó, con una sonrisa torva - Creo que he demostrado más que sobradamente mi aptitud para el puesto, pero en ese caso me tocará deleitaros con mis habilidades una vez más.
Buscó con la mirada a su murciélago. Se preguntó si le dejarían quedárselo como mascota una vez terminara todo aquello, pues un animal como aquel era un buen compañero para alguien con sus hábitos nocturnos, y le había cogido algo de cariño al animal. Al fin y al cabo lo habían acompañado a lo más duro de la refriega y llevaba varios días haciéndole compañía. "Un murciélago para un vampiro... irónico y divertido." pensó, conteniendo una risa. A continuación ascendió en el aire levitando y se posó sobre una de las velas del Heroico, observando los barcos enemigos en busca de una presa digna. Mientras lo hacía, aprovechó para dejar que su cuerpo continuara sanando de las heridas de su anterior pelea. Por suerte ninguna era lo bastante grave como para necesitar demasiado tiempo para sanarla y pronto volvería a estar intacto. Por desgracia no podía decir lo mismo de su ropa (con la excepción de su manto de sombras, capaz de reconstruirse), que ahora estaba en un estado lamentable. Frunciendo el ceño, se envolvió en su capa y continuó mirando a los barcos, algo molesto por no estar más presentable. Tal y como iba de zarrapastroso casi hasta le compensaría más quedarse sólo con el pantalón y la capa.
- En fin... no es como si estuviese a punto de ir a algún acto oficial. No creo que a los piratas les preocupe demasiado si el que los mata va bien o mal vestido.
Entonces recordó a las gemelas, y dejándose caer del mástil descendió suavemente junto a sus cuerpos. Comenzó a registrar sus cadáveres en busca de algo de valor o interesante. Sus muertes por sí solas serían muy lucrativas, pero añadir al pastel alguna pequeña recompensa adicional aparte de la daga sería un buen plus. Tras echar un vistazo rápido, se aprestaría para la batalla sacando su bastarda del interior de la capa mientras observaba a los barcos. Intentaba localizar algún jolly roger que conociera para ir a por un capitán que supiera que tuviera recompensa. Si era una jugosa, mejor. En ese momento notó el hambre despertar de nuevo en su interior... tanta pelea y tanto olor a sangre estaban despertando su instinto de nuevo. Pronto necesitaría alimentarse, y la verdad era que empezaba a tentarle tomarse un aperitivo. Tenía la daga que le había dado Galia con su compartimento oculto, pero no le apetecía sacarla estando rodeado de marines. Sería un poco cantoso sacar un arma con la enseña de los Markov.
- Al menos no tendré que esperar mucho para saciar mi hambre... - murmuró con una sonrisa sádica,
contemplando a los enemigos.
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No te preocupes por ir mal vestido, será peor para tu imagen que los marines te vean saquear unos cadáveres cual arqueólogo británico. Encontrarás poco aparte de unas monedillas sueltas, un ticket de una tintorería y los antifaces. Los Piratas Antifaz se llamaban así por algo -aparte de porque los Piratas Gemelos ya estaba cogido-, y era porque sus capitanas contaban con dos antifaces de lo más horrorosos. Son negros, alargados y decorados con perlas grises. No son muy de tu estilo y tampoco ocultarán tu identidad a nadie, pero en los agujeros para los ojos tienen una cubierta transparente que te protegerá la vista de cualquier cosa.
Pero dejando de lado las baratijas, el baile comienza. Desde el norte, los Piratas Golosina se aproximan liderando un grupo de seis naves; su capitán es Gelly Haribo, que vale sus buenos 100 millones, pero Rage se encarga de hundir su buque insignia desde lejos con su poder y el dinero se pierde bajo el mar. Por suerte, hay más: los Mastodontes, una banda de mercenarios que no conoce la derrota; Billeno el Tierno, capitán de los Piratas de Negro; Helion H. Hyat, que lidera a su grupo de infames asesinos...
Por babor, tras una de las grandes rocas, aparece un barco que muestra insignias revolucionarias. Lo capitanea uno de esos enmascarados tan molestos que odian al gobierno, y tras ellos hay varias lanchas a motor que esquivan los cañonazos marines y se acercan a gran velocidad. Son una docena, todas cargadas de criminales infames en sus tierras. Para ti solo serán conocidos el grandullón que usa de arma una cuchara tan grande como él mismo, y la chica sin nariz. Cucharón Neuro y Alfil la Desnarigada se ganaron a base de robos y asesinatos unas recompensas de 78 y 82 millones respectivamente. Pero Logan ya se lanza a por ellos, así que tienes competencia.
Por si fuera poco, un galeón más grande que cualquier buque de guerra emerge del mar justo frente al Heroico, tripulado por gyojins y remolcado por un monstruo marino con apariencia de doberman. Las balas llueven, las explosiones se suceden sin cesar, los abordajes comienzan y las luces verdes de Rage caen como un castigo divino sobre todo el mundo.
Y en medio de todo eso, alguien dispara al que lleva las jaulas de los murciélagos, éstas caen y los animales se liberan y se esparcen por el barco como una caótica plaga. En fin, se acabó el descanso.
- Spoiler:
- El de la cuchara gigante: Devastador Torre de nivel 50 - La desnarigada: Asesina Sombra de nivel 50
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Monedas, baratijas... ¿es que no tenían nada interesante? El cazador frunció el ceño y se levantó, observando lo único que parecía tener algo de valor: un feo antifaz con perlas. Demasiado antiestético para él, tal vez valiera algo, pero tendría que encontrar a alguien con un gusto para vestir horrible... como aquellas mujeres, vaya. Cogió ambos antifaces y se los guardó en el interior de la capa, observando a continuación las hordas que se aproximaban a ellos. ¿De dónde salían tantos enemigos? Ya no era una mera cuestión de piratas: revolucionarios, criminales, mercenarios, asesinos... y todos con intenciones hostiles hacia ellos. Eso y el hecho de que él mismo hubiese recibido una carta que no iba destinada a él, junto con las últimas palabras del Vicealmirante con la tipa verde, la tal Banner, le hacían sospechar que había algo más en todo aquello. Algo que probablemente se hubiese escapado al control de Rage. ¿Un tercero interesado en ver caer al Vicealmirante? ¿Alguien que sólo quería causar el caos? ¿O habría algo más? Necesitaría más pistas si quería descifrar el misterio, pero en aquel momento todo lo que tenía que hacer para arreglar el embrollo era seguir matando. Esbozó una sonrisa siniestra, mostrando sus afilados colmillos, y colocó sus manos sobre los cadáveres de Layla y Ayla:
- ¡Alzaos, vosotras mis esclavas! ¡Luchad por mí!
De repente la piel de ambas piratas empezó a palidecer aún más hasta alcanzar un color totalmente antinatural, y las dos capitanas se alzaron mientras sus heridas empezaban a regenerarse lentamente. Se levantaron con una mirada ausente y carente de toda emoción, mirándole a la espera de órdenes. Ayla no le serviría de demasiado en combate mientras no pudiera volver a mover el brazo que le quedaba, pero un escudo humano nunca venía mal. Layla por otro lado estaba bastante más entera, y ya había demostrado ser de utilidad. Ahora que estaba listo, sólo le faltaba una presa. Lamiéndose los labios con una sonrisa sádica, observando las enseñas y a los luchadores que tenía frente a sí. Había unas cuantas recompensas interesantes, ¿por quién empezar? Gelly Haribo parecía una buena... nada, no importa. Había bastantes otras piezas dignas de ser cazadas, pero una le llamó especialmente la atención: Alfil. Era fea de cojones, pero seguía siendo una mujer. Podría alimentarse de ella y tal vez divertirse un rato en el caso de la situación lo permitiera... no creía que fuese a ser probable, pero eh, de sueños vive el hombre. Se rió siniestramente para sí y dijo en un tono siniestro:
- Está decidido...
Sacó su revólver y abrió el tambor, colocando seis balas rápidas en su interior. Estas eran un tipo de munición especial que al ser disparadas viajaban más rápido que un proyectil normal. A corto alcance con su puntería serían letales, especialmente para oponentes sin haki de observación. Tras preparar su arma, su sonrisa se torció al ver que el capitán don malhumores se le había adelantado. "No vas a quitarme mi presa, Logan." Siseó, enfadado, y agarró por las cinturas a sus dos ghouls.
- Vámonos señoritas, estad atentas porque el viaje será movidito - miró al murciélago - ¡Una vez más al centro de la batalla, compañero! Sobrevive y te daré una buena cena.
Alzó el vuelo de un salto y fue hacia las lanchas a una buena altura. A su espalda hubo un estruendo en el agua, y al girarse vio un enorme monstruo marino surgiendo de las profundidades, tirando de un barco lleno de gyojins. "Que se ocupen los marines de defender su barco. Eso no es mi problema." En las lanchas además de Alfil estaba un tipo con una cuchara gigante... ¿Se llamaba el Neuras? Algo así. También tenía recompensa, pero pudiendo ir a por la mujer, ¿para que un hombre? Soltó a las gemelas sobre la lancha y aterrizó tras ellas, con una sonrisa diabólica y la vista clavada en Alfil.
- Capitán Bigotes, quédate al hombre - dijo, dándole a Logan el nombre del gato que había tenido de niño - Ella es mi presa. ¡Layla! Enséñale cómo se porta una señorita.
Mentalmente le dio órdenes a su ghoul de atacar rápido y mantenerla distraída. Como ghoul, mientras no se diese la terrible coincidencia de que Alfil tuviese una estaca a mano o que lograra decapitarla, Layla no moriría así que podría seguir siéndole útil aunque fuera derrotada. Mientras tanto, elegiría a una o dos personas de la lancha que percibiese como débiles con su mantra y les dispararía a cada una un tiro a la cabeza. Serían parte de su plan para derrotar a la criminal si las cosas se desmadraban. Si lograba matar a esas dos personas, extendería su poder sobre ellas y las convertiría en zombies silenciosamente, dándoles la orden mental de que hicieran lo que mejor sabían hacer aquellas estúpidas criaturas: el muerto. Si había algún cadáver más a bordo, haría lo mismo dándole las mismas órdenes, a menos que pareciera peculiarmente fuerte. En ese caso lo convertiría en ghoul y le ordenaría permanecer a la espera de sus órdenes. Acto seguido sonrió y observó con cuidado la pelea entre Layla y Alfil, preparando el revólver. En cuanto vio una oportunidad, apuntó a la asesina y disparó dos balas a su torso.
- Disfrutemos de esta cacería, ¿sí? - dijo, relamiéndose.
- ¡Alzaos, vosotras mis esclavas! ¡Luchad por mí!
De repente la piel de ambas piratas empezó a palidecer aún más hasta alcanzar un color totalmente antinatural, y las dos capitanas se alzaron mientras sus heridas empezaban a regenerarse lentamente. Se levantaron con una mirada ausente y carente de toda emoción, mirándole a la espera de órdenes. Ayla no le serviría de demasiado en combate mientras no pudiera volver a mover el brazo que le quedaba, pero un escudo humano nunca venía mal. Layla por otro lado estaba bastante más entera, y ya había demostrado ser de utilidad. Ahora que estaba listo, sólo le faltaba una presa. Lamiéndose los labios con una sonrisa sádica, observando las enseñas y a los luchadores que tenía frente a sí. Había unas cuantas recompensas interesantes, ¿por quién empezar? Gelly Haribo parecía una buena... nada, no importa. Había bastantes otras piezas dignas de ser cazadas, pero una le llamó especialmente la atención: Alfil. Era fea de cojones, pero seguía siendo una mujer. Podría alimentarse de ella y tal vez divertirse un rato en el caso de la situación lo permitiera... no creía que fuese a ser probable, pero eh, de sueños vive el hombre. Se rió siniestramente para sí y dijo en un tono siniestro:
- Está decidido...
Sacó su revólver y abrió el tambor, colocando seis balas rápidas en su interior. Estas eran un tipo de munición especial que al ser disparadas viajaban más rápido que un proyectil normal. A corto alcance con su puntería serían letales, especialmente para oponentes sin haki de observación. Tras preparar su arma, su sonrisa se torció al ver que el capitán don malhumores se le había adelantado. "No vas a quitarme mi presa, Logan." Siseó, enfadado, y agarró por las cinturas a sus dos ghouls.
- Vámonos señoritas, estad atentas porque el viaje será movidito - miró al murciélago - ¡Una vez más al centro de la batalla, compañero! Sobrevive y te daré una buena cena.
Alzó el vuelo de un salto y fue hacia las lanchas a una buena altura. A su espalda hubo un estruendo en el agua, y al girarse vio un enorme monstruo marino surgiendo de las profundidades, tirando de un barco lleno de gyojins. "Que se ocupen los marines de defender su barco. Eso no es mi problema." En las lanchas además de Alfil estaba un tipo con una cuchara gigante... ¿Se llamaba el Neuras? Algo así. También tenía recompensa, pero pudiendo ir a por la mujer, ¿para que un hombre? Soltó a las gemelas sobre la lancha y aterrizó tras ellas, con una sonrisa diabólica y la vista clavada en Alfil.
- Capitán Bigotes, quédate al hombre - dijo, dándole a Logan el nombre del gato que había tenido de niño - Ella es mi presa. ¡Layla! Enséñale cómo se porta una señorita.
Mentalmente le dio órdenes a su ghoul de atacar rápido y mantenerla distraída. Como ghoul, mientras no se diese la terrible coincidencia de que Alfil tuviese una estaca a mano o que lograra decapitarla, Layla no moriría así que podría seguir siéndole útil aunque fuera derrotada. Mientras tanto, elegiría a una o dos personas de la lancha que percibiese como débiles con su mantra y les dispararía a cada una un tiro a la cabeza. Serían parte de su plan para derrotar a la criminal si las cosas se desmadraban. Si lograba matar a esas dos personas, extendería su poder sobre ellas y las convertiría en zombies silenciosamente, dándoles la orden mental de que hicieran lo que mejor sabían hacer aquellas estúpidas criaturas: el muerto. Si había algún cadáver más a bordo, haría lo mismo dándole las mismas órdenes, a menos que pareciera peculiarmente fuerte. En ese caso lo convertiría en ghoul y le ordenaría permanecer a la espera de sus órdenes. Acto seguido sonrió y observó con cuidado la pelea entre Layla y Alfil, preparando el revólver. En cuanto vio una oportunidad, apuntó a la asesina y disparó dos balas a su torso.
- Disfrutemos de esta cacería, ¿sí? - dijo, relamiéndose.
- cosas usadas:
- Ghouls: Conservan las capacidades que tenían en vida, y pasan a tener la inmunidades de no muerto. Tienen regeneración como a nivel 1 de tabla.
*Inmunidades de no muerto: El cuerpo del ghoul no está vivo. Es inmune a las enfermedades, venenos y toxinas. Además no siente cansancio, y no tiene puntos vitales (sigue sujeto a las formas de matar a un vampiro).
Zombies: Seres sin conciencia, lentos y débiles totalmente sujetos a la voluntad de Ivan. Le basta con un cadáver sin importar el estado para crearlos. Puede tener tantos como quiera bajo su control.
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En la lancha de la mujer sin nariz viajan además otros seis atacantes. Consigues matar a dos de ellos mientras que los otros descargan sus pistolas contra las pobres gemelas. Bueno, seguro que ya no les molestan unas pocas balas. Curiosamente, a Alfil tampoco parecen importarle.
Layla es fuerte pero no lo bastante rápida como para acertar a la sinnariz, que se mueve de formas... poco ortodoxas. Se retuerce de maneras que un esqueleto sano no podría soportar, y cuando tus balas se hunden en su pecho no parece ni notarlo. De hecho, comienza a ignorar a Layla para mirarte fijamente a ti, y cuando recibe de lleno una patada en el abdomen, se limita a retorcer su brazo de forma que duele con solo verlo y hundir dos dedos en los ojos de tu querida ghoul. Casi parece otra muerta ella tambíen.
En ese momento pasa por vuestro lado otra lancha, desde la que el hombre del cucharón golpea a Layla, lanzándola contra ti. Pero tranquilo, gracias al karma, un cañonazo hunde esa lancha y el pobre Neuro se hunde con su cuchara. Alfil aprovecha ese momento para encararse contigo. Se quita la túnica raída con la que se cubría y deja al descubierto un cuerpo grisáceo plagado de heridas y cicatrices. Cada movimiento de la mujer suena como los engranajes de un reloj viejo y oxidado, y de los agujeros de bala que le has dejado emana un líquido negro que poco tiene que ver con la sangre. Con una velocidad pasmosa, la asesina saca de su propia carne un hueso roto y se abalanza hacia ti, apuntando a tus ojos.
Y entonces aparecen los murciélagos. Tras morir el soldado que los llevaba y romperse su jaula, esas malditas cosas están por todas partes, revolotean sobre y alrededor del Heroico como una plaga negra, rodeando el buque y las lanchas que a su vez navegan a su alrededor. Forman una incómoda cortina de alas y chillidos entre tú y la mujer. Pero no solo esos, sino que muchos más surgen de cada barco enemigo. Son cientos; miles.
Quizás reconozcas a tu propio murciélago, que se posa sobre tu hombro mientras los demás vuelan como locos. Alfil también tiene uno que no la pierde de vista, al igual que muchos de los atacantes, aquellos que son importantes y reconocidos. La hoja de la asesina se aproxima a ti, justo cuando unas fuertes manos atraviesan el fondo de la lancha para sujetarte por los tobillos y mantenerte sujeto. Quizás reconozcas el aura de Neuro, que ha ido buceando para atacar al tipo más fuerte que ha visto por ahí; es decir, tú.
Y es ahora cuando todo cambia, cuando lo que parecía ser real se transforma en algo impensable. Como una gigantesca ola de muerte, todos los murciélagos explotan al mismo tiempo creando un mar de llamas que engulle la Corona del Rey del Mar y a todos los que se encuentran entre sus púas.
Recuerda que te lo advertí: nunca debes fiarte de un murciélago.
Ivan Markov
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Ivan frunció el ceño y mantuvo el equilibrio ante un nuevo balanceo de la lancha, movida por las olas de los cañonazos. Una sospecha se iba dibujando en su mente. ¿Podía ser que Alfil fuese una no muerto? Si fuese más poderoso podría comprobarlo intentando controlarla, pero aún no dominaba su fruta hasta esos extremos. Sólo tenía control sobre los muertos levantados por él mismo. A continuación Neuro inició una jugada audaz, pero Ivan ya estaba preparado para algo así. Se limitó a sonreír y Ayla se interpuso en el camino de su hermana, frenando su vuelo con su cuerpo y resistiendo gracias a su gran fuerza. El destino parecía sonreír al cazador, pues una bala de cañón destrozó la embarcación de Neuro y este se hundió bajo las mareas. "Pobre idiota... lástima de recompensa. Si su cuerpo sale a flote le cortaré la cabeza y me la llevaré." Levantó la pistola y apuntó de nuevo a la asesina, cuyo horrendo aspecto le dejaba cada vez más claro que no era una persona normal y que era probable que su corazonada fuese cierta. Sin embargo su ataque era una pérdida de tiempo mientras sus ghouls siguieran allí. Se limitó a chasquear sus dedos, y de repente uno de los cadáveres muerto por sus balazos alzó el brazo al paso de Alfil, intentando agarrarle la pierna, al tiempo que Layla volvía abalanzarse sobre ella y Ayla se retiraba para cubrirle.
- Estúpida... - se rió, alzando el revólver - Pronto serás pasto de los tiburones.
Entonces el aleteo de cientos, no, miles de alas lo distrajo. Los murciélagos parecían estarse repartiendo por todos lados en medio del caos. Mientras tanto el suyo se apoyó en su hombro, como un leal compañero. No importaba lo mucho que se metiera en lo profundo de la batalla, el pequeño animal le seguía a todos lados. Era un pequeñajo muy valiente, o muy bien adiestrado. Una vez más volvió a preguntarse por qué la Marina estaría empleando a aquellos animales como mensajeros y no pájaros, que eran bastante más veloces y en teoría mensajeros fiables. Levantó nuevamente el arma de fuego, dispuesto a rematar a Alfil. Si algo sabía de los no muertos es que salvo en el caso de los vampiros, volarles la cabeza de un tiro era una manera segura y fiable de matarlos. Apuntó y acarició suavemente el gatillo, esperando su oportunidad, cuando de repente dos fuerte manos agarraron sus pies desde el mar. Por acto reflejo se giró sobre sí mismo y vació el cargador contra el punto de donde salían, pero no llegó a ver el resultado. Todo lo que sintió a continuación fue dolor, mientras todo su mundo perdía el sonido. A ciegas alzó el vuelo y se elevó todo lo que pudo, sin tener muy claro dónde iba, pero pronto recuperó la visión... del ojo derecho, al menos.
- ¡JODER! ¡MI PUTO BRAZO!
Su brazo izquierdo, junto con parte de su hombro, habían desaparecido. Además tenía el cuerpo lleno de quemaduras (parte de su ropa aún estaba humeando y medio en llamas) y metralla clavada. Además no oía nada por el oído izquierdo (apenas algo por el derecho, de momento) ni veía por ese ojo. Para colmo lo estaba viendo todo... doblado. ¿El cuello? Dio un grito de rabia y dolor mientras volvía a colocarse bien la cabeza con un desagradable crujido de huesos, maldiciendo a quien quiera que hubiese hecho aquello. Furioso miró en todas direcciones, encontrando únicamente desolación y que todos los murciélagos habían desaparecido. Imbuyó su mano en fuego helado y apagó las llamas de su ropa rápidamente. "Eran bombas... ¡¿ERAN PUTAS BOMBAS?!" Eso significaba que... ¿la Marina acababa de intentar asesinarle? No tenía sentido todo aquello. Aún confuso y rabioso por sus heridas, voló a una de las puntas de la Corona, donde se posaría a esperar a que sus heridas se curaran al menos parcialmente. "Tardaré semanas en recuperar mi brazo." Estaba furioso. Hacía mucho tiempo que no lo herían hasta aquel punto. Si seguía vivo era únicamente debido a su akuma y sabía que si cometía el error de salir de su forma completa, probablemente moriría por sus graves heridas.
- Mataré al responsable... - se juró, gruñendo.
Aprovechando las luces del atardecer se envolvió en su manto de sombras, que aunque quemado y algo deshilachado estaba en proceso de recomponerse, y mantendría su poder de aprovechar las sombras para ocultarlo de miradas indiscretas. Iba a necesitar conseguir un revólver nuevo, pues el suyo había salido volando a sabe dios dónde con esas explosiones.
- Estúpida... - se rió, alzando el revólver - Pronto serás pasto de los tiburones.
Entonces el aleteo de cientos, no, miles de alas lo distrajo. Los murciélagos parecían estarse repartiendo por todos lados en medio del caos. Mientras tanto el suyo se apoyó en su hombro, como un leal compañero. No importaba lo mucho que se metiera en lo profundo de la batalla, el pequeño animal le seguía a todos lados. Era un pequeñajo muy valiente, o muy bien adiestrado. Una vez más volvió a preguntarse por qué la Marina estaría empleando a aquellos animales como mensajeros y no pájaros, que eran bastante más veloces y en teoría mensajeros fiables. Levantó nuevamente el arma de fuego, dispuesto a rematar a Alfil. Si algo sabía de los no muertos es que salvo en el caso de los vampiros, volarles la cabeza de un tiro era una manera segura y fiable de matarlos. Apuntó y acarició suavemente el gatillo, esperando su oportunidad, cuando de repente dos fuerte manos agarraron sus pies desde el mar. Por acto reflejo se giró sobre sí mismo y vació el cargador contra el punto de donde salían, pero no llegó a ver el resultado. Todo lo que sintió a continuación fue dolor, mientras todo su mundo perdía el sonido. A ciegas alzó el vuelo y se elevó todo lo que pudo, sin tener muy claro dónde iba, pero pronto recuperó la visión... del ojo derecho, al menos.
- ¡JODER! ¡MI PUTO BRAZO!
Su brazo izquierdo, junto con parte de su hombro, habían desaparecido. Además tenía el cuerpo lleno de quemaduras (parte de su ropa aún estaba humeando y medio en llamas) y metralla clavada. Además no oía nada por el oído izquierdo (apenas algo por el derecho, de momento) ni veía por ese ojo. Para colmo lo estaba viendo todo... doblado. ¿El cuello? Dio un grito de rabia y dolor mientras volvía a colocarse bien la cabeza con un desagradable crujido de huesos, maldiciendo a quien quiera que hubiese hecho aquello. Furioso miró en todas direcciones, encontrando únicamente desolación y que todos los murciélagos habían desaparecido. Imbuyó su mano en fuego helado y apagó las llamas de su ropa rápidamente. "Eran bombas... ¡¿ERAN PUTAS BOMBAS?!" Eso significaba que... ¿la Marina acababa de intentar asesinarle? No tenía sentido todo aquello. Aún confuso y rabioso por sus heridas, voló a una de las puntas de la Corona, donde se posaría a esperar a que sus heridas se curaran al menos parcialmente. "Tardaré semanas en recuperar mi brazo." Estaba furioso. Hacía mucho tiempo que no lo herían hasta aquel punto. Si seguía vivo era únicamente debido a su akuma y sabía que si cometía el error de salir de su forma completa, probablemente moriría por sus graves heridas.
- Mataré al responsable... - se juró, gruñendo.
Aprovechando las luces del atardecer se envolvió en su manto de sombras, que aunque quemado y algo deshilachado estaba en proceso de recomponerse, y mantendría su poder de aprovechar las sombras para ocultarlo de miradas indiscretas. Iba a necesitar conseguir un revólver nuevo, pues el suyo había salido volando a sabe dios dónde con esas explosiones.
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Durante unos segundos reina el silencio, nadie parece capaz de reaccionar tras la explosión. Los restos de los murciélagos flotan en el agua y se esparcen por doquier; trozos de piel negra y sangre que ocultan cables y pequeñas partes mecánicas.
Al menos media docena de los barcos enemigos están hundidos, ardiendo o ambas cosas -el barco de los gyojin se incluye en esta última categoría-, y tan solo quedan dos de las lanchas, mientras que el resto flotan hechas pedazos junto con docenas de cuerpos quemados. Los buques de guerra de la Marina habrían resistido mejor de no haber sido porque la cantidad de murciélagos a su alrededor era mayor. Uno de ellos ha quedado casi partido en dos, otro, fue despedazado por la explosión de su propio arsenal, y un tercero arde a pesar de permanecer más o menos entero. El Heroico parece en mejor estado, pero el agua comienza a entrar por un par de grandes agujeros en el casco. No tardará en hundirse.
En cuanto a los nombres propios, Ayla y Layla están flotando por ahí con un par de agujeros nuevos en el cuerpo, y puedes ver como Alfil sube a una de las lanchas que quedan a flote. Le faltan los dos brazos y tiene un trozo de madera hundido seis centímetros en el esternón, pero todavía se mueve en contra de todas las leyes de la naturaleza. Una cuchara sin dueño flota a su lado, entre las manchas de sangre que manan del cadáver del monstruo marino. Algunos gyojins nadan en busca de la seguridad del fondo del mar, mientras que los humanos buscan desesperadamente huir del agua y del fuego. Algunos se tiran al mar o intentan usar los destrozados botes, mientras que otros tratan de apagar los abundantes fuegos.
Peter usa sus redes para rescatar a los que han caído al agua, el travesti aprovecha la confusión para acabar con los pocos piratas que aún están en el barco marine, y de Logan no hay ni rastro. Y por encima de todos, sobre su pedestal de luz verde, está él. Nicolas Rage jamás ha estado tan furioso.
-¿Quién es el responsable de esto? -ruge.
Sobre las cubiertas de todos los barcos marines, los soldados se afanan en ayudar a los heridos y reparar los daños. Todos excepto uno. En el orgulloso Heroico, un hombre friega la cubierta entre risas entusiastas. El limpiador, con su fregona y su cubo, frota con fuerza la sangre de la madera y alza la vista cuando Rage habla. El vice-almirante clava sobre él su gélida mirada y el limpiador comienza a hablar.
-Mucho mejor así, ¿no crees, oficial? El fuego y los gritos le sientan bien a tus barcos.
-¿Quién eres? -exige saber el marine, a voz en grito. La luz verde se hace más intensa a su alrededor.
-¿No me recuerdas, Rage? Supongo que no; era mi hermano quien te interesaba. Cuando le llegó el murciélago con la oferta, vino aquí confiado. Y todo para que tú lo mandases al fondo del mar. He tardado, pero vengarme está siendo tan dulce que vale la pena. Frank siempre fue el fuerte, pero yo era el listo. ¿Por qué no pagarte con la misma moneda? Tú querías criminales y yo te los he dado. Y con la Doko Doko no mi de mi parte he podido encontrar a algunos de los nombres más infames para darte muerte. Piratas, revolucionarios, asesinos, ladrones, incluso sanguinarios cazarrecompensas que se han hecho un nombre en los últimos tiempos. Todos ellos reunidos aquí para vengarme de ti.
-¿Esto es obra tuya, entonces?
-Pues claro. ¿De quién sino iba a ser la deliciosa idea de usar vuestros propios métodos, de emplear murciélagos como el gobierno? Claro que los míos son un poco más complejos -De repente, el limpiador alza la voz-. ¡Y a vosotros, sanguinarios guerreros, os ofrezco la venganza contra esta organización que tanta muerte ha sembrado en los nuestros! Aquí está el temible Nicolas Rage, el ejecutor de piratas, el frío asesino que ha exterminado a cientos de enemigos del gobierno. Os lo ofrezco en bandeja de plata, con sus barcos hundidos y sus hombres derrotados. ¡Dadle muerte y terminad con su...
Cuando el gigantesco puño verde cae sobre él, convirtiendo al limpiador en una masa sanguinolenta, sus palabras se acallan, pero el daño está hecho. Los vítores se alzan desde la mayoría de los barcos enemigos. Las espadan vuelven a desenfundarse y el ataque sobre los menguados marines se recrudece. La furia de Rage se transforma en dagas verdes del tamaño de hombres que vuelan en todas direcciones, incluida una hacia ti. Los criminales contra los marines... Pero tú eres un cazador, no eres ni una cosa ni la otra, así que elige un bando o mátalos a todos.
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Engañado... ¿cómo había podido caer en la trampa de un demente descerebrado? Mostró los colmillos en un gesto de rabia y desafío, siseando. Si no fuera porque Rage se le había adelantado y por el dolor de sus heridas, hubiese cargado él mismo a por él. Sin embargo el puño verde del Vicealmirante lo destrozó antes de que el idiota ese pudiese siquiera terminar su discurso, dejándolo reducido a una masa sanguinolenta. Por un momento hasta se sintió agradecido hacia el marine, pero eso fue antes de que una enorme cuchilla verde se dirigiera a su posición. Saltó de la roca y alzó el vuelo, apartándose de la trayectoria del proyectil. Clavó su mirada sobre el Vicealmirante, rabioso y deseando destrozarle. Estaba muy tentado de cambiar de bando y atacar al hombre por sorpresa, pero logró contenerse... por muy poco. Se obligó a recordarse cuál era su posición y lo poco que le convenía enemistarse con la Marina. No es que respetase al Gobierno ni le guardara ninguna clase de lealtad, pero en su posición actual de cazador de recompensas estaba muy cómodo. Le permitía asesinar de manera legal, siempre y cuando se tratara de criminales y aún encima cobrar por ello. Enfrentarse a la Marina implicaría tener que pasar a la clandestinidad y convertirse en un criminal buscado, lo que le impediría moverse con más libertad entre islas y le convertiría en un hombre buscado. No temía a la Marina ni a los otro cazadores, pero no deseaba perder sus actuales privilegios.
- Así pues... toca sacar la basura.
Introdujo su único brazo en el interior de su capa y extrajo una espada bastarda. Acto seguido contactó mentalmente con Ayla y Layla y las envió a buscar el cadáver de Neuro... o ahogarlo si seguía vivo. Colectar recompensas le vendría bien para ir consiguiendo fondos. Tener ahorros le vendría bien por si en algún momento se le presentaba la oportunidad de obtener algo valioso y caro. O mismo por si decidía en algún momento establecer una base para su futuro gremio de cazadores. Sin embargo no era el momento de centrarse en eso. Clavó su mirada en Alfil, que acababa de subirse a un bote. Seguía viva pese a sus graves heridas... y ya no estaba en condiciones de luchar. Era dinero fácil, y no iba a dejar huir a una presa que se le había logrado escapar una vez. Su orgullo se lo impedía. Tras calcular la distancia aproximada y el vuelo que tendría que trazar, se lanzó hacia ella rompiendo la barrera del sonido, con intención de pasar a su lado intentando decapitarla de un espadazo. Si lo lograba, agarraría la espada con los dientes y cogería la cabeza al vuelo antes de que cayese al mar, metiéndola en el interior de su capa. Si no lo lograba, lanzaría una onda cortante hacia su cuello y se alejaría. Tampoco iba a insistir en una presa difícil y de la que no podía ni alimentarse.
Volvió a alzar el vuelo mientras su espada se prendía en llamas blancas. Era hora de darle una lección al resto de idiotas que se habían atrevido a ir a importunarles. Se fijó en el barco enemigo entero más cercano y comenzó a sobrevolarlo, dando vueltas en círculos en torno a este lanzando decenas de ondas envueltas en fuego frío, haciendo llover muerte helada sobre sus enemigos. Tras tres pasadas alrededor del navío, se lanzó a la cubierta y comenzó a danzar por ella, lanzando velocísimos y feroces cortes a todo el demasiado necio como para no irse o demasiado lento para escapar bajo cubierta o saltar del barco. Mientras lo hacía comenzó a a reírse como un maníaco, disfrutando de la batalla. Si lograba despejar lo suficiente la cubierta, intentaría capturar a uno de los últimos y tras inmovilizarlo (es decir, tras romperle brazos y piernas) se alimentaría de él hasta dejarlo seco para intentar recuperar fuerzas.
- Así pues... toca sacar la basura.
Introdujo su único brazo en el interior de su capa y extrajo una espada bastarda. Acto seguido contactó mentalmente con Ayla y Layla y las envió a buscar el cadáver de Neuro... o ahogarlo si seguía vivo. Colectar recompensas le vendría bien para ir consiguiendo fondos. Tener ahorros le vendría bien por si en algún momento se le presentaba la oportunidad de obtener algo valioso y caro. O mismo por si decidía en algún momento establecer una base para su futuro gremio de cazadores. Sin embargo no era el momento de centrarse en eso. Clavó su mirada en Alfil, que acababa de subirse a un bote. Seguía viva pese a sus graves heridas... y ya no estaba en condiciones de luchar. Era dinero fácil, y no iba a dejar huir a una presa que se le había logrado escapar una vez. Su orgullo se lo impedía. Tras calcular la distancia aproximada y el vuelo que tendría que trazar, se lanzó hacia ella rompiendo la barrera del sonido, con intención de pasar a su lado intentando decapitarla de un espadazo. Si lo lograba, agarraría la espada con los dientes y cogería la cabeza al vuelo antes de que cayese al mar, metiéndola en el interior de su capa. Si no lo lograba, lanzaría una onda cortante hacia su cuello y se alejaría. Tampoco iba a insistir en una presa difícil y de la que no podía ni alimentarse.
Volvió a alzar el vuelo mientras su espada se prendía en llamas blancas. Era hora de darle una lección al resto de idiotas que se habían atrevido a ir a importunarles. Se fijó en el barco enemigo entero más cercano y comenzó a sobrevolarlo, dando vueltas en círculos en torno a este lanzando decenas de ondas envueltas en fuego frío, haciendo llover muerte helada sobre sus enemigos. Tras tres pasadas alrededor del navío, se lanzó a la cubierta y comenzó a danzar por ella, lanzando velocísimos y feroces cortes a todo el demasiado necio como para no irse o demasiado lento para escapar bajo cubierta o saltar del barco. Mientras lo hacía comenzó a a reírse como un maníaco, disfrutando de la batalla. Si lograba despejar lo suficiente la cubierta, intentaría capturar a uno de los últimos y tras inmovilizarlo (es decir, tras romperle brazos y piernas) se alimentaría de él hasta dejarlo seco para intentar recuperar fuerzas.
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Ayla, que ha perdido el único brazo que le quedaba, y Layla, a la que le falta media cara y tiene un trozo de madera de tres palmos clavada en el pecho, encuentran la cuchara de Neuro con una mano amputada todavía sujetándola. Al menos tienes más suerte con Alfil, que pierde su desnarigada cabeza y con eso parece morirse por fin. Logras causar estragos en un barco plagado de pobres piratas que caen ante tus ataques, pero por otro lado, los marines también tienen problemas.
Desde el Heroico oyes como alguien llama a gritos a Rage, pidiéndole ayuda. El buque comienza a hundirse mientras los pocos soldados que quedan luchan en cubierta contra los enemigos que los asedian. Pero el vicealmirante está más concentrado en acabar con sus enemigos que en proteger a sus amigos, por lo que sus súplicas caen en saco roto. Peter está peleando contra Billeno el Tierno -y perdiendo, para más señas-, y cuando el pirata lo manda volando contra una de las rocas, el marine se levanta y se dirige a ti.
Puede que estés ocupado dejando seco al pobre diablo al que has pillado, pero seguro que oyes como Peter te pide ayuda y te dice que como Yonkaikyo debes ser un héroe o el mal ganará ese día. Suena tan apasionado...
Billeno es, con mucho, el que tiene la presencia más poderosa por allí aparte de Rage. Con sus tres lanzas de kairoseki, su mano izquierda extrañamente grande, sus dientes afilados y sus dos metros de altura, Billeno el Tierno es uno de los piratas más dementes conocidos. Su afición a comerse los corazones de sus víctimas es bien conocida, casi tanto como su tendencia a darles un beso antes de matarlos. Ah y, ¿he dicho ya que su cabeza vale sus buenos 211.000.000? Por si te ayuda a decidir que hacer...
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Menuda ironía del destino, juntarle justo con el chiflado obsesionado con arrancar corazones. En fin, ¿qué era la vida sin un poco de riesgo? Si tan solo tuviese su brazo izquierdo... sin embargo sus heridas no iban a hacerle rechazar un reto como aquel. Había una gran suma en juego y tal vez su puesto de Yonkaikyo, por no hablar de la emoción de la caza. Aquella sí que era una presa digna de sus habilidades. Apoyó su espada sobre el hombro bueno y sonrió, observando a Billeno mientras empleaba su haki para determinar su poder. Su presencia era de las más poderosas de la zona... tal vez la más, o lo sería si no estuviera el Vicealmirante de por medio. Definitivamente una presa digna de sus habilidades. La verdad era que la petición de ayuda del marine le daba exactamente igual, él era un cazador no un buen samaritano. Sólo intervenía porque le interesaba, y si su puesto de Yonkaikyo no estuviera en juego tal vez hasta lo hubiera dejado a solas sólo por ver cómo se las apañaba, por pura diversión. Suspiró negando con la cabeza, y alzó el vuelo hacia el marine y el pirata.
- Lo que tengo que hacer por esta gente... - murmuró.
Aterrizó en la cubierta del destrozado Heroico, empuñando la espada con su único brazo, atento a sus alrededores tanto con su mantra como sus sentidos. A pesar de que el barco estaba a medio camino de hundirse las luchas continuaban y no le apetecía llevarse un ataque por la espalda. Dudaba que aquella gente supiera cómo matarle, pero podían averiguarlo por error. Nada más estuvo lo bastante cerca, clavó su mirada en los ojos de Billeno, ejerciendo su influencia sobre él. Su intención era hacerle bajar su guardia con hipnosis, haciéndole creer que era un amigo. De aquella manera podría preparar un posterior letal ataque por sorpresa. Para Ivan conceptos como el honor o el juego limpio no significaban nada; si alguien era lo bastante idiota como para dejarse engañar, su problema. Y si le molestaba, que aprendiera a devolver los golpes. No dudaba en emplear cualquier medio por sucio que fuera para sus objetivos... a menos que le resultara aburrido. Se fijó en el color de las lanzas y supo que debía andarse con ojo; reconocía aquel metal y sabía que estaría en problemas si lograba alcanzarle con ellas.
- Lo he pensado mejor. La Marina no merece la pena, tú pareces más fuerte. ¿Les destrozamos?
Su intención era hacerle bajar la guardia, para de repente cambiar el patrón de su hipnosis para adormecer su cuerpo y entumecer sus músculos. Imbuyendo su espada en haki y alargando el filo de su arma, se propulsó hacia delante rompiendo la barrera del sonido y el suelo bajo sus pies por la fuerza de sus extremidades y pasó a la izquierda de Billeno, lanzándole un tajo con intención de cortarle el brazo a la altura del codo y rajarle el costado de paso. Se paró tres metros a la espalda del pirata y se giró, levantando la espada y apretando con fuerza la empuñadura. El filo comenzó a brillar y cuando el arma descendió, una onda cortante azul salió de esta.
- ¡Mikadzuki!
- Lo que tengo que hacer por esta gente... - murmuró.
Aterrizó en la cubierta del destrozado Heroico, empuñando la espada con su único brazo, atento a sus alrededores tanto con su mantra como sus sentidos. A pesar de que el barco estaba a medio camino de hundirse las luchas continuaban y no le apetecía llevarse un ataque por la espalda. Dudaba que aquella gente supiera cómo matarle, pero podían averiguarlo por error. Nada más estuvo lo bastante cerca, clavó su mirada en los ojos de Billeno, ejerciendo su influencia sobre él. Su intención era hacerle bajar su guardia con hipnosis, haciéndole creer que era un amigo. De aquella manera podría preparar un posterior letal ataque por sorpresa. Para Ivan conceptos como el honor o el juego limpio no significaban nada; si alguien era lo bastante idiota como para dejarse engañar, su problema. Y si le molestaba, que aprendiera a devolver los golpes. No dudaba en emplear cualquier medio por sucio que fuera para sus objetivos... a menos que le resultara aburrido. Se fijó en el color de las lanzas y supo que debía andarse con ojo; reconocía aquel metal y sabía que estaría en problemas si lograba alcanzarle con ellas.
- Lo he pensado mejor. La Marina no merece la pena, tú pareces más fuerte. ¿Les destrozamos?
Su intención era hacerle bajar la guardia, para de repente cambiar el patrón de su hipnosis para adormecer su cuerpo y entumecer sus músculos. Imbuyendo su espada en haki y alargando el filo de su arma, se propulsó hacia delante rompiendo la barrera del sonido y el suelo bajo sus pies por la fuerza de sus extremidades y pasó a la izquierda de Billeno, lanzándole un tajo con intención de cortarle el brazo a la altura del codo y rajarle el costado de paso. Se paró tres metros a la espalda del pirata y se giró, levantando la espada y apretando con fuerza la empuñadura. El filo comenzó a brillar y cuando el arma descendió, una onda cortante azul salió de esta.
- ¡Mikadzuki!
- Técnicas:
- *Encantar persona: Hace creer al afectado que es su amigo. Este efecto dura tantos minutos como el nivel de Ivan una vez se rompe el contacto visual. Se rompe si Ivan se muestra abiertamente hostil contra el afectado.
Treinta niveles menos que Ivan o más: Se creerán que es un gran amigo y lo defenderán a muerte. Doble de la duración base.
Quince niveles menos que Ivan o más: Se creerán que es un gran amigo y lo defenderán a muerte. Duración base.
Mismo nivel que Ivan o menos: Se creerán que es su amigo, y lo defenderán y ayudarán en lo que pueda. Duración base.
Quince niveles más que Ivan o menos: Se creerán que es un amigo, y si pueden le echarán una mano. Duración base.
Treinta niveles más que Ivan o menos: No considerarán que sea un enemigo, y de base no se mostrarán hostiles contra él. Mitad de la duración base.
*Sueño: El afectado comenzará a sentirse extremadamente cansado, pudiendo llegar a dormirse. Por cada post consecutivo mirándole a los ojos, pasa al salto de nivel anterior.
Treinta niveles menos que Ivan o más: Se quedará dormido al cabo de unos segundos.
Quince niveles menos que Ivan o más: Notará un gran cansancio que le impedirá luchar efectivamente, reduciendo un 50% sus habilidades físicas durante tres posts.
Mismo nivel que Ivan o menos: Se sentirá bastante cansado, reduciéndose sus habilidades físicas en un 25% durante tres posts.
Quince niveles más que Ivan o menos: Sentirá un cansancio relativamente moderado, que reducirá sus habilidades físicas en un 25% durante un post.
Treinta niveles más que Ivan o menos: Sentirá un ligero cansancio, que reducirá sus habilidades físicas un 10% durante un post.
- Fuerza x32, Velocidad x40, Agilidad x44, Reflejos x44
- Ámbito: Primera Luna, Erebo: Ivan puede alargar el filo de sus armas hasta en un 50% de su tamaño original. El filo alargado es transparente y aunque visible, algo difícil de percibir. Puede canalizar sus técnicas a través de él. Como parte pasiva, una fina niebla tétrica brota de su armas cuando tiene ansias de matar.
- Media Luna [Excalibur]: Trazando un corte con la espada, crea una onda cortante azul con forma de media luna. Posee un arco creciente según la distancia, y se disipa a lo largo de diez metros, más un metro cada diez niveles. Esta onda abarcará, como mucho, un ángulo de 60 grados.
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Billeno te mira como miraría a un gato tocando el acordeón. ¿Destruir a la Marina? Si eso ya lo está haciendo muy bien él solito. En circunstancias normales, habría hundido alguna de sus lanzas en tu pecho por haberle interrumpido, pero pareces haberle caído bien al bueno de Billi. El Tierno es generoso con sus amigos, igual hasta te permite unirte a él. Por desgracia, también es desconfiado, y en cuanto empieza a sentirse un poco adormecido, se pone alerta. Cierra sus mandíbula con fuerza y se cercena la lengua con sus afilados dientes. Vale, quizás es un poco excesivo y habría bastado con darse un tortazo o algo así, pero Billeno nunca hace nada a medias.
Desde luego ya está bien despierto, y cuando tu espada se hunde en cu cuerpo, hace gala de su imponente fuerza y endurece sus músculos. Éstos parecen estar hechos de plomo porque, aunque le dejas un feo corte en el costado, eres incapaz de cortarle el brazo. Tu arma penetra varios centímetros en la musculatura de la extremidad, llegando al hueso, mas sin llegar a amputarlo. El Tierno parece enfadado ahora, si es que este tipo puede estar de otra manera. Y cuando la onda cortante está a solo un centímetro de su cara, el pirata desaparece.
O al menos su cuerpo, pues su presencia continúa ahí. En el lugar donde antes se alzaba el enorme chiflado ahora hay únicamente un insecto. Uno casi tan feo como el propio Billeno. El insecto corretea hacia ti, creciendo cada vez más. Es blanco y bulboso, con dos grandes alas transparentes a la espalda. A su paso, la madera del barco se hace añicos. Cuando se planta ante ti, ha recuperado ya su tamaño habitual, con un par de metros de regalo. Su cuerpo híbrido convierte a Billeno en algo aún más desagradable que lo anterior, con una cabeza desproporcionada, con dos largas antenas y dos brazos extra, delgados y blancuzcos, en los que empuña dos de sus lanzas; la otra la sostiene en su otra mano derecha, mientras que la izquierda, la que por cosas de la evolución es más grande de lo normal, queda libre para poder agarrar y triturar... bueno, a ti. Además parece que sus heridas han sanado en parte.
Billeno agita la cabeza de lado a lado y de su boca sale un chorro de algo que parece muy desagradable. Pegajoso, tóxico y de un hedor insoportable, para más detalles. Mientras, las lanzas de kairoseki descienden buscando carne que ensartar. Acto seguido, el hombre-insecto echa a volar mientras da cuenta de los palos del Heroico a mordiscos.
- Spoiler:
- Billeno: Devastador Bárbaro Nivel 60. Usuario de la Mushi Mushi no mi Modelo termita.
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No sabía que era peor, si lo horripilante de ese bicho, lo peligroso que parecía o lo mal que olía aquella cosa. Le había caído en el antebrazo y no parecía que fuese a despegarse pronto. Debido a su agudo olfato era peculiarmente molesto, y si no le faltase ya el otro hasta se hubiera planteado arrancarse el brazo. Frunció el ceño y se apartó velozmente de la trayectoria de las lanzas, tan rápido que chocó contra la borda y la reventó. Frenó su caída levitando y comenzó a elevarse en el aire, envainando su espada. Su mantra le alertaba del peligro que representaba aquel ser, y sumado a sus heridas la cosa no pintaba bien. Iba a tener que andarse con pies de plomo y tener mucho cuidado. Observó el cielo, pendiente de si había oscurecido ya lo suficiente. Si la lucha se prolongaba hasta el anochecer, tendría las de ganar. Ningún insecto sobredimensionado iba a vencerle de noche. Metió la mano en el interior de su capa y miró a Billeno sonriendo con fiereza.
- Pero qué feo eres, cabronazo. ¿Te caíste en una trituradora de pequeño o algo así?
Comenzó a volar hacia el hombre insecto atento a posibles ataques con su mantra. Aquel tipo no parecía de los que atendían a razones y era probable que respondiera violentamente a una provocación como aquella. Evitaría volar demasiado rápido para poder esquivar posibles ataques a distancia mientras se aproximaba. En cuanto estuvo a algo más de un par de metros se frenó en seco sacando una caracola de color azul de su capa y presionando una espina en esta. Del agujero salió un chorro de agua directo hacia el insecto. Simple agua, totalmente inofensiva. "Mierda, quería sacar el de fuego... espera, de esto también puedo tomar ventaja." Tratando de sacar partido a su error, alzó su mano y una bandada de murciélagos de energía envueltos en llamas azules salieron desde él directos hacia Billeno. Además de poder cortarle con sus alas si impactaban contra él, la llama fría le congelaría si le impactaba, efecto que se vería ampliado si había logrado empaparle.
- ¿Qué tal te sienta el frío, bichín?
Tras eso se alejó todo lo rápido que pudo y empezó a volar en torno al barco. Guardó el dial de nuevo y empezó a hurgar en los bolsillos, esperando sacar el correcto esta vez. Tenía una desagradable sorpresa preparada para Billeno... si es que lograba encontrar sus cosas. "Tengo que ordenar mis bolsillos, o un día acabaré sacando el dial de fuego en vez del de feromonas y churruscando mi cena." Cuando saliera de aquel asunto se encargaría de hacerse un pastel de murciélagos. No volvería a mirar con buenos ojos a esas sucias ratas voladoras, no tras la traición del que había considerado su colega, su amigo.
- Malditos murciélagos y malditas bombas...
- Pero qué feo eres, cabronazo. ¿Te caíste en una trituradora de pequeño o algo así?
Comenzó a volar hacia el hombre insecto atento a posibles ataques con su mantra. Aquel tipo no parecía de los que atendían a razones y era probable que respondiera violentamente a una provocación como aquella. Evitaría volar demasiado rápido para poder esquivar posibles ataques a distancia mientras se aproximaba. En cuanto estuvo a algo más de un par de metros se frenó en seco sacando una caracola de color azul de su capa y presionando una espina en esta. Del agujero salió un chorro de agua directo hacia el insecto. Simple agua, totalmente inofensiva. "Mierda, quería sacar el de fuego... espera, de esto también puedo tomar ventaja." Tratando de sacar partido a su error, alzó su mano y una bandada de murciélagos de energía envueltos en llamas azules salieron desde él directos hacia Billeno. Además de poder cortarle con sus alas si impactaban contra él, la llama fría le congelaría si le impactaba, efecto que se vería ampliado si había logrado empaparle.
- ¿Qué tal te sienta el frío, bichín?
Tras eso se alejó todo lo rápido que pudo y empezó a volar en torno al barco. Guardó el dial de nuevo y empezó a hurgar en los bolsillos, esperando sacar el correcto esta vez. Tenía una desagradable sorpresa preparada para Billeno... si es que lograba encontrar sus cosas. "Tengo que ordenar mis bolsillos, o un día acabaré sacando el dial de fuego en vez del de feromonas y churruscando mi cena." Cuando saliera de aquel asunto se encargaría de hacerse un pastel de murciélagos. No volvería a mirar con buenos ojos a esas sucias ratas voladoras, no tras la traición del que había considerado su colega, su amigo.
- Malditos murciélagos y malditas bombas...
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Las provocaciones son innecesarias con el Tierno, pero sirven para hacer que su rabia, ya de por sí considerable, pase a un nivel superior. El hombre-termita vuela hacia ti como si fuese la bala más fea del mundo, y lo del agua... Digamos solo que se ha puesto tan rojo de rabia que parece que le va a estallar una vena. Ha olvidado todo sentido de la precaución -el escaso que tenía- y se lanza a por ti embistiendo a los murciélagos y recibiendo cortes por todas partes sin que eso le detenga. Parte de su cara ha quedado congelada, lo que lo vuelve aún más feo y le ha dejado media boca abierta, el ojo izquierdo inutilizado y el rostro congestionado por la más abrasadora de las furias.
La primera lanza vuela como un misil antes incluso de que termines de rebuscar en tu bolsillo, haciendo añicos la endeble barrera del sonido. Unos segundos después, el lanzador ya se está lanzando a por ti. El pirata emite lo que puede interpretarse como un grito de guerra y el hielo que cubre su rostro se resquebraja; la helada piel se abre dejando caer hilillos de sangre que convierten el rictus de Billeno en algo dantesco. Una de sus alas tambíen se ve afectada por la congelación,a sí que vuela un poco más lento de lo habitual en él.
La segunda lanza también vuela, pero ésta pasa bastante lejos de ti. Ha fallado el tiro, aunque... A varios cientos de metros, mientras hace que dos barcos choquen entre sí, Nicolas Rage cae con una lanza de kairoseki atravesando su estómago. Un observador hábil relacionaría ambos hechos.
Volviendo a ti, lo peor de que un tipo con un apodo como el Tierno intente matarte es que antes intentará darte un beso. El tierno beso de la muerte, lo llaman. Billeno trata de plantar sus labios sobre los tuyos y, ya que está, aprovecha para lanzarte otro chorro de esa cosa maloliente. Una vez echo el trámite del beso, su desproporcionada mano va en busca de tu cabeza para partírtela como una nuez.
Ivan Markov
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Su mantra le avisó demasiado tarde, y a pesar de protegerse con su haki de armadura la lanza atravesó limpiamente su torso. Al instante notó un súbito mareo y debilidad, y cayó sobre la cubierta. No sólo le dolía a horrores, sino que estaba sangrando. Y un cuerpo muerto no tiene circulación. Alzó débilmente la cabeza y se incorporó como pudo para ver al monstruoso horror insectoide abalanzándose sobre él y supo que estaba perdido. No podía volar mientras esa lanza estuviera clavada en su cuerpo, ni tampoco regenerarse o usar el resto de sus poderes. Billeno se puso frente a él dispuesto a darle su famoso beso de la muerte, y fue el hecho de que hiciera eso en lugar de rematarlo allí mismo lo que le dio un instante crucial. Con todas las fuerzas que fue capaz de reunir, sacó la mano de debajo de la capa desvelando una daga con la hoja de color oscuro: la daga de kairoseki de Ayla. Imbuyó con su voluntad el arma, fortaleciéndola con su busoushoku y las llamas frías, y trató de darle una puñalada en el ojo sano.
- ¡Muere de una... puta vez!
El apestoso líquido le dio en la cara, cegándolo y nublando su sentido del olfato totalmente. Con un grito de rabia y asco se impulso hacia atrás, o sería más correcto decir que se tiró de espaldas con fuerza. Todo lo que pretendía era alejarse lo máximo posible de Billeno, lo más rápido que pudiera. Agarrando la daga con los dientes, se agarró el asta de la lanza y empezó a tirar con fuerza, aullando de dolor y provocando que la daga se le cayera. Con un esfuerzo inhumano en su pugna por sobrevivir, se la arrancó junto con un cacho de carne y tripas. Nunca había sufrido tanto como en aquel entonces, ni siquiera en su pelea contra el usurpador de la fruta de su padre. Estaba en condiciones tan lamentables que de ser un humano corriente no habría sobrevivido ni unos minutos más. Temblando se incorporó usando la lanza de bastón, tratando de localizar la presencia de Billeno con su mantra.
- Puto monstruo... colgaré tu cabeza como trofeo en mi barco.
Era una fanfarronada. Sabía que estaba en condiciones terribles y a menos que hubiera logrado herir seriamente al pirata con la puñalada, estaba en serios aprietos. Sin embargo había perdido dos de sus sentidos de una vez por la jugada de su enemigo, así que lo tenía difícil para saber a ciencia cierta cuán herido estaba.
- ¡Muere de una... puta vez!
El apestoso líquido le dio en la cara, cegándolo y nublando su sentido del olfato totalmente. Con un grito de rabia y asco se impulso hacia atrás, o sería más correcto decir que se tiró de espaldas con fuerza. Todo lo que pretendía era alejarse lo máximo posible de Billeno, lo más rápido que pudiera. Agarrando la daga con los dientes, se agarró el asta de la lanza y empezó a tirar con fuerza, aullando de dolor y provocando que la daga se le cayera. Con un esfuerzo inhumano en su pugna por sobrevivir, se la arrancó junto con un cacho de carne y tripas. Nunca había sufrido tanto como en aquel entonces, ni siquiera en su pelea contra el usurpador de la fruta de su padre. Estaba en condiciones tan lamentables que de ser un humano corriente no habría sobrevivido ni unos minutos más. Temblando se incorporó usando la lanza de bastón, tratando de localizar la presencia de Billeno con su mantra.
- Puto monstruo... colgaré tu cabeza como trofeo en mi barco.
Era una fanfarronada. Sabía que estaba en condiciones terribles y a menos que hubiera logrado herir seriamente al pirata con la puñalada, estaba en serios aprietos. Sin embargo había perdido dos de sus sentidos de una vez por la jugada de su enemigo, así que lo tenía difícil para saber a ciencia cierta cuán herido estaba.
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¿Alguna vez has oído gritar a una termita gigante? Pues ahora sí. El alarido de Billeno parece el ruido que haría una manada de jabalíes al pasar por una trituradora. Se lleva las manos al rostro y cae de rodillas. Ya no por el horrible dolor, sino porque ya no le quedan ojos sanos. Al Tierno no le gusta mucho la idea de estar ciego. Entre jadeos, se pone en pie y comienza a lanzar golpes al aire sin saber muy bien qué está golpeando. Ha soltado la tercera lanza, quizás sin darse cuenta siquiera, lo que no quiere decir que ya no sea peligroso. A un pobre marine que se cruza en su camino, le arranca un brazo con su mano gigante y lo tira hacia atrás como un juguete roto. El soldado cae a menos de un metro de ti, salpicándote con su sangre.
Pareces tener un descanso, al menos hasta que hablas. El hombre-termita gira la cabeza hacia ti tan bruscamente que el cuello le cruje como una galleta rota, y se abalanza en tu dirección cual monstruo desbocado. Bueno, de hecho es un monstruo desbocado. Ves como su finas y frágiles alas se vuelven negras, y cómo las agita de un lado a otro, rebanando en pedazos la madera del barco y la carne de los pocos que aún osan interponerse en su camino. La buena noticia es que se mueve mucho más despacio y sus golpes ya no son tan salvajemente devastadores como antes.
Y entonces aparecen las redes. En menos de un segundo, Billeno se encuentra envuelto en redes de acero plagadas de púas. Peter, aupado sobre la borda, sigue lanzando más redes de sus manos para inmovilizar al monstruo. A su lado, el travesti aparece y patea al Tierno en la cabeza, mientras que Logan y la mujer verde cortan uno de los dañados palos, que se desploma sobre el pirata.
Aun así se retuerce y amenaza con liberarse. No tardará mucho en soltarse de esas redes, aunque tenga que desgarrarse hasta el último centímetro de su cuerpo. Es más, dentro de unos segundos encogerá su tamaño al de una termita y tanta red no servirá para nada.
Tienes una oportunidad. ¿La aprovecharás?
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Los monstruosos rugidos... ¿o chillidos? lo ensordecieron parcialmente. No sabía describir aquel horrible sonido, que parecía salido del más profundo de los infiernos. Temblando de dolor, trató de limpiarse aquella cosa de la cara. No le sirvió de mucho salvo para sentir náuseas por el olor, y de hecho de no estar en forma de vampiro hubiera vomitado, pero al quitársela de los ojos logró abrirlos sin tener que cerrarlos al momento. Le picaban a horrores y apenas veía, pero era mejor que nada. Billeno, cegado y llevado por la rabia estaba destrozándolo todo a su alrededor. ¿Cómo podía aquel monstruo seguir en pie? Gruñó y se incorporó totalmente, apretando sus dedos en torno a la lanza. Notaba el viento aullando en sus oídos y acariciando su piel. Cada ruido de la batalla le llegaba como de muy lejos, difuso. "Sólo me queda un brazo, no huelo nada y apenas puedo ver figuras borrosas. Tengo heridas que hubieran matado ya a otros. Y estoy enfrentando al más peligroso monstruo que haya visto en mi vida. ¿Cómo puede ser pues que me sienta más vivo que nunca? ¿Qué es esta sensación?" Sonrió para sí, notando aquella marea desbordando su interior. El dolor de sus heridas pasó a un segundo plano, mientras levantaba la lanza y la imbuía con su haki más poderoso.
- ¿Así es como se siente, padre? ¿Esto es lo que querías enseñarme?
Se sentía alegre. Más feliz que en mucho tiempo. Tenía ganas de comenzar a reírse y disfrutar de cada momento, pues si aquella debía ser su última batalla caería como un auténtico cazador. Varias voces poderosas se aproximaron y comenzaron a descargar sus gritos de hostilidad sobre la de Billeno. No podía ver bien los ataques, pero sabía que el Tierno estaba bajo un feroz asalto. Comenzó a caminar tranquilamente hacia el hombre termita, manteniendo aquella marea de poder y emociones bajo su voluntad. Centrándose en la presencia del pirata para localizar su posición exacta, se paró a un metro de él y puso la lanza en posición, preparado para dar muerte a su enemigo. Lanzó un grito de victoria y celebración, pero no con su voz, sino con su voluntad. Liberó todas aquella emoción, toda su voluntad haciendo temblar la cubierta. Escuchó la madera crujir bajo el peso de su Voz, y esta vez gritando de verdad, alzó la lanza:
- ¡Este es tu final! ¡Érebo!
Estocó con todas sus fuerzas al tiempo que la punta de la lanza se alargaba con un aspecto fantasmal. Lanzado el ataque, sus fuerzas le abandonaron. Se mantuvo en el sitio, mientras todo empezaba a apagarse a su alrededor. Estaba demasiado débil, demasiado herido y cansado. El vampiro se quedo en la posición en que había atacado, de pie y con la lanza firmemente agarrada. Sin embargo, estaba casi inconsciente. Su deseo de sobrevivir era tan fuerte que se había negado a caer, centrando sus últimas fuerzas en caer. No sabía el resultado de su ataque, ni que estaba ocurriendo a su alrededor. Las piernas amenazaban con fallarle, pero puso todo su empeño en mantenerse en el sitio. Tanto si vencía como si moría, lo haría en pie.
- ¿Así es como se siente, padre? ¿Esto es lo que querías enseñarme?
Se sentía alegre. Más feliz que en mucho tiempo. Tenía ganas de comenzar a reírse y disfrutar de cada momento, pues si aquella debía ser su última batalla caería como un auténtico cazador. Varias voces poderosas se aproximaron y comenzaron a descargar sus gritos de hostilidad sobre la de Billeno. No podía ver bien los ataques, pero sabía que el Tierno estaba bajo un feroz asalto. Comenzó a caminar tranquilamente hacia el hombre termita, manteniendo aquella marea de poder y emociones bajo su voluntad. Centrándose en la presencia del pirata para localizar su posición exacta, se paró a un metro de él y puso la lanza en posición, preparado para dar muerte a su enemigo. Lanzó un grito de victoria y celebración, pero no con su voz, sino con su voluntad. Liberó todas aquella emoción, toda su voluntad haciendo temblar la cubierta. Escuchó la madera crujir bajo el peso de su Voz, y esta vez gritando de verdad, alzó la lanza:
- ¡Este es tu final! ¡Érebo!
Estocó con todas sus fuerzas al tiempo que la punta de la lanza se alargaba con un aspecto fantasmal. Lanzado el ataque, sus fuerzas le abandonaron. Se mantuvo en el sitio, mientras todo empezaba a apagarse a su alrededor. Estaba demasiado débil, demasiado herido y cansado. El vampiro se quedo en la posición en que había atacado, de pie y con la lanza firmemente agarrada. Sin embargo, estaba casi inconsciente. Su deseo de sobrevivir era tan fuerte que se había negado a caer, centrando sus últimas fuerzas en caer. No sabía el resultado de su ataque, ni que estaba ocurriendo a su alrededor. Las piernas amenazaban con fallarle, pero puso todo su empeño en mantenerse en el sitio. Tanto si vencía como si moría, lo haría en pie.
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El silencio se hace en cubierta cuando el Tierno se calla. Qué descanso deja el tío una vez exhala su último aliento. La lanza ha atravesado su termítico corazón y ha puesto fin a esa horrenda forma de vida. Ya no besará a nadie más antes de matarlo, ni espantará a las buenas gentes de este mundo con su repulsivo aspecto y su absurda fuerza. Aunque bien es cierto que, de haber quedado algún marine débil por ahí que pudiese desmayarse habría resultado mucho más espectacular, pero eso es lo de menos. La batalla ha terminado.
Los marines supervivientes suman sus voces es un alegre griterío, vitoreando al hombre que ha acabado con tal bestia. Quizás no lo hiciesen si supieran de tus... ejem, aficiones, pero eso también es lo de menos. Mientras algunos hombres rescatan a un inconsciente vice-almirante Rage ante de que se ahogue, los soldados restantes se dividen en grupos para ayudar a los heridos, y se van trasladando a los navíos que aún flotan.
Lleva bastante tiempo y hasta la noche siguiente nadie tiene mucho tiempo de ir a hablar contigo. Es cosa tuya lo que hayas estado haciendo ese tiempo.
-Gracias por su ayuda -te dice Peter cuando por fin aparece-. Hemos hablado con nuestros superiores y se te ha concedido el título de Yonkaikyo por tus actos. Por desgracia, luego nos llamaron diciendo que la institución ya no existía, así que... Bueno, eso, gracias.
Qué cosas... Parece que el destino es cruel, pero al menos tienes una bonita daga y algo de dinero en el bolsillo. Y algún que otro marine que ahora te debe un favor. Menos es nada. Antes de explicarte amablemente que van a dirigirse al Cuartel General y que alguien que no es marine no puede ir, dejando caer la sutil idea de que deberías marcharte, te entregan un regalo de agradecimiento: una de las lanzas de Billeno, la misma que te hirió antes, de hecho. Claro que si no te gusta puedes tirarla al mar y comértelos a todos.
En cualquier caso, da la sensación de que aquí acaba esta larga y, a final, infructuosa misión. A no ser que sí que quieras comértelos a todos, claro.
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