La ilusión del norte [Priv. Pasado][Annie & Syxel]

Ayden salió despegado de su hombro. Aquella águila era muy desobediente aunque por suerte siempre regresaba a ella. Era lo que tenía cuidar a una mascota desde que era una cría. Annie pasó la mano por la frente y entrecerró los ojos por culpa del brillo del sol. En cuanto su vista se acomodó pudo observar adónde se dirigía el ave. Sabía que no le pasaría nada así que siguió caminando. La albina había llegado hasta Galuna en su pequeño barco, no era muy allá, pero le permitía navegar y tener un techo bajo el cual dormir. Siempre se agradecía. Además, en cuanto consiguiese dinero, le haría todas las mejoras que tenía pensada y aquel pequeño barco sería lo más imponente que tendría.

Annie había venido a Galuna con un solo motivo, lo que aquella montaña escondía. Llena de misterios y leyendas capaces de embriagar los corazones más ambiciosos. Siempre era curiosa, pero estaba segura de que allí había algo importante. No se creía los cuentos sobre la gente que desaparecía allí en lo alto; no, aquello era improbable. Es cierto que la albina siempre le ha tenido miedo a la brujería y a las cosas paranormales, pero solo combatiéndolas perdería el miedo que la acecha. ¿Qué era lo peor que podría pasarle allí arriba?

La arquera caminó por las calles de aquel pequeño pueblo de Galuna con suma emoción. Era muy acogedor y la gente que vivía allí parecía muy humilde, todo lo contrario a Skellige. En verdad todo era diferente a Skellige, pensó. Annie, después de un buen rato caminando sin parar, encontró una taberna, la gente entraba y salía de ella mientras miraba. Pensó que sería un buen sitio para descansar y después iniciar la búsqueda. Se acercó hasta la puerta, esquivando diversos borrachos y la empujó con fuerza, provocando un chirrido. Una vez dentro, se quedó asombrada del nivel que poseía el local, esperaba que fuera un sitio cochambroso, como a los que suele acudir en los bajos fondos de Skellige, pero al parecer estaba muy bien. Dentro había un pequeño escenario en el que tocaban diversos bardos y la colocación de todos los muebles era muy peculiar. Annie sonrió al escuchar la melodía y, después de estar un rato de pie, se acercó hasta una mesa vacía para sentarse.

Definitivamente, era la mejor taberna que había visitado y estaba segura de que volvería hasta aquí solo para disfrutar del buen ambiente y de las hermosas canciones que componían con los laúdes. Tras eso, se cruzó de brazos y piernas, mirando al escenario mientras esperaba a que la atendieran.

Ojeé el mapa una vez más, revisando las notas que sostenía en la otra mano. Sin duda alguna estaba en el lugar indicado, pero no era para nada como me lo esperaba. Eché un vistazo a mi alrededor, mirando de un lado a otro una y otra vez, como si tratase de convencerme a mi mismo. Pero por más que buscase algo, aquel pueblo no parecía tener nada fuera de lo común. Los edificios, la gente del lugar e incluso los animales, todo era completamente corriente.

"Darrick, ¿cómo has acabado en un lugar así?". Pensé para mi mismo.

Resignado, continué recorriendo las calles del lugar, deteniéndome frente a cada local que encontraba, hasta encontrar el edificio que andaba buscando. Leí nuevamente una de las notas, comprobando que el nombre coincidía con el que podía leerse en el cartel del establecimiento: El bardo feliz. No era un mal nombre para una taberna, y sin duda encajaba mucho con el estilo del canalla que andaba buscando. Por lo que sin perder un instante me adentré en el lugar.

Nada más atravesar la puerta fui consciente de que el ambiente allí dentro distaba mucho de coincidir con la realidad del exterior. Parecía uno de esos locales a los que la gente de bien va a pasar una agradable tarde, con buena música y, en general, todo lo contrario a lo que uno podría esperar encontrar en la taberna de un pueblo. Me retiré la capucha dejando mi rostro al descubierto, y en este se dibujó una ligera sonrisa. Después de todo, ya no quedaba duda alguna de que aquel pequeño cabrón tenía algo que ver con todo eso. Con paso tranquilo recorrí la estancia, pasando de largo las mesas hasta llegar a la barra, donde tomé asiento. Una joven camarera se acercó a mi con una agradable sonrisa.

- Sírveme una copa de lo que quieras, encanto. - Le pedí con tono amable, devolviéndole la sonrisa.

La joven se alejó un par de pasos, tomó una botella de un estante cercano y volvió a acercarse. Sirvió el licor en un vaso y me lo ofreció. Sin cuestionarla lo tomé, vaciándolo de un trago, y volví a dejarlo sobre la barra. Le dediqué un breve gesto de aprobación y volvió a rellenarlo, dejando la botella a un lado sin perder la sonrisa. Me llevé la mano al bolsillo y saqué tres monedas, las cuales dejé junto al vaso.

- Estoy buscando a un amigo - llamé su atención antes de que se alejara. - Debíamos reunirnos hace casi una semana, pero no apareció. Más o menos de mi estatura, delgado y con cara de no ser muy listo - bromeé. - Se llama Darrick, ¿te resulta familiar?

En cuanto vio el camarero acercarse hacia ella posó el arco sobre la mesa, apartado hacia la esquina; su carcaj, lleno de flechas, colgaba del respaldo de la silla. El camarero se acercó con una pequeña libreta y un lápiz muy gastado. Con una agradable sonrisa inclinó la cabeza. Annie miró entusiasmada como la trataban. Nunca le habían inclinado la cabeza por educación, pero era normal para ella, a las personas vulgares y ladronas de clase no eran más que un estorbo para la gente decente.

-Quiero una copa de ron, cortito - Dijo Annie, haciendo un gesto con el dedo meñique y el pulgar en forma de cuadrado.

-Enseguida.

El camarero lo anotó en la libreta y desapareció rápidamente hacia la barra del local. Annie lo siguió con la mirada. Allí había un tío coqueteando con otra camarera. La albina rodó los ojos y prestó atención al chico que la atendió mientras preparaba su bebida. Annie ignoró la conversación de aquel chico y se acomodó en la silla. En cuanto el camarero posó la bebida sobre la mesa, antes de irse le llamó la atención.

-Espera, ¿cuál es la forma más rápida de llegar hacia la montaña? Hay varios caminos que llevan a la cima, pero no quiero encontrar obstáculos.

Al principio, el hombre puso cara de abrumado al escuchar hablar sobre la montaña, pero luego pasó la mano sobre la barbilla, acariciándola. Incluso las personas que rodeaban la mesa de Annie se asombraron y empezaron a cuchichear. La albina los miró a todos enarcando las cejas.

-El camino que sale por la zona oeste es el más seguro, pero le recomiendo que tenga cuidado señorita. Sigue habiendo innumerables peligros y dudo que sea un lugar adecuado para una jovencita.

-¡No soy ninguna jovencita! Puedo valerme por mi misma... - Exclamó enfurruñada.

Tras eso, el camarero se retiró de la mesa en la que estaba. Annie sacó de su bolsillo un pequeño mapa y la brújula que usaba para orientarse. Estiró el papel sobre la mesa, no sin antes darle un buen trago a su vaso, y colocó la brújula encima. Estaba preparada para ir hasta aquella montaña y descubrir el misterio. Solo de pensar en la fama que podría adquirir se le hacía la boca agua, además ganaría un buen reconocimiento en Galuna.

Ante mi pregunta el rostro de la joven cambió por completo. La agradable sonrisa desapareció, dando paso en su lugar a una expresión mezcla de duda y miedo. Me hizo un gesto con la mano y, sin decir ni una palabra, se alejó por el interior de la barra. La seguí con la mirada para ver como al final de la misma se reunía con otra mujer. Esta era bastante mayor que la joven camarera, aunque no por ello menos bella. Después de escuchar las palabras de la muchacha fijó su vista en mí. Y tras mirarme detenidamente durante unos instantes se acercó.

- ¿Eres Syxel? - me preguntó directamente.

Que supiese mi nombre me extrañó, algo que seguramente notó por mi expresión. Aunque enseguida supuse que, si como imaginaba trabajaba con Darrick, este podía haberle hablado de mí. Por lo que simplemente asentí con la cabeza.

- Pues si le estás buscando, ya somos dos.

- ¿Puedo saber de qué os conocéis? - Me atreví a preguntar. No podía estar seguro, pero por su tono juraría que estaba tan cabreada como preocupada.

- Este local es nuestro, lo compramos juntos. - Hizo una breve pausa para dar una calada al cigarrillo que llevaba. - Pero ahora tengo el doble de trabajo y un socio que ha desaparecido.

- ¿Puedes decirme algo que me ayude a encontrarlo? Cuando fue la última vez que le viste, o si se te ocurre donde puede haberse metido…

- No es necesario que indagues mucho - me interrumpió. - El muy imbécil se unió a un grupo que se dirigía a la montaña del norte y no se ha vuelto a saber de él. A saber que locura les habrá llevado hasta ese lugar.

- Gracias - me limité a responderle.

Tomé mi copa, y luego me la llevé a los labios, dando un largo trago hasta casi vaciarla de nuevo. La montaña del norte, un misterioso lugar del que ya había oído hablar antes, aunque nunca me había llamado especialmente la atención. No podía ni imaginar que estúpida idea se le habría pasado por la cabeza para meterse en un lío así. Aunque no podía obviar el hecho de que meterse en líos era su especialidad. Después de todo, por ese motivo le llevé a una isla tan apartada en un primer lugar.

El comentario del camarero la había puesto de mal humor. ¿Qué se creía? Didi qui sii in ligir idiciidi piri ini dimisili, pensó enfurruñada. Al final no habría sido tan buena idea parar en la taberna. No había más que problemas y comentarios malos acerca de ella. Era una persona que no le importaba lo que pensasen de ella, mientras siguiese creyendo quien era, nunca tendría problema. Lo malo es cuando esos comentarios le hacían pensar. A lo mejor no había ningún tesoro o misterio y, después de la dura investigación, quedaba en ridículo por no descubrir nada.

Infló los mofletes y rodó los ojos, suspirando pesadamente. Su agudo oído, en cambio, percibió una conversación interesante. Los que hablaban en alto eran un hombre y una mujer. La albina no se giró, tan solo se dedicó a escuchar. Todo era blablabla hasta que llegaron a algo interesante. ¡La montaña del norte! Las casualidades que tenía la vida. Annie no se levantó, ambas personas se quedaron en silencio y ahí fue cuando decidió actuar.

En su cabeza se habían formado un montón de ideas. ¡Un desaparecido! ¡El encuentro de un hombre! ¡Mercenaria rescata a un lugareño! Eso significaba fama y dinero, del cual no andaba precisamente sobrada. Era ahora o nunca, ir y hablar con ellos. Se levantó, colocando su carcaj y empujando la silla en la que estaba sentada hacia un lado. Se acercó hasta la barra y allí estaba un hombre de cabellos negros, bebiendo de una copa; detrás de la barra, una mujer exuberante. Annie la miró de arriba abajo, sorprendida. Ella en comparación, no tenía nada bueno. No solía envidiar a las mujeres, pero a veces algunas eran demasiado agraciadas y otras feuchas como ella, o así le decían en el orfanato.

-He escuchado que hablabais sobre la montaña del norte. Yo también me dirijo allí - La albina posó la mano en la barra y empezó a hacer círculos con el dedo. - Podría... intentar encontrarle, a él y a su grupo de compañeros a cambio de una recompensa. Soy buena rastreadora.

La arquera esbozó una dulce sonrisa, con las mejores intenciones del mundo y, sobre todo, esperar que la mujer aceptase pagarle. Miró de reojo al hombre de al lado y después prestó atención de nuevo a la tabernera.