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![Nunca olvides lo mucho que te amo [Misa-Xemnas] Empty](https://2img.net/i/empty.gif)
– ¿Qué pasa, Misa? – Le preguntó Noriko, mientras ella estaba rellenando y firmando un par de papeles.
– Nada… Solo estoy pensando – le respondió con un tono de voz algo… Bajo. – Ocurrieron muchas cosas en la guerra y – se calló unos instantes. No quería recordar lo sucedido, había cometido muchos errores y uno de ellos casi le cuesta la vida a Xemnas. – ¿Te molesta si salgo a dar una vuelta? Quiero despejar un poco mi cabeza. – Misa sonrió con dulzura y la miró. Sí, una capitana le estaba pidiendo “permiso” a una simple recluta.
– Por mí no hay problema – le respondió con cierta ternura. – Mientras no olvides que debes hacer tú parte, todo estará bien.
– Gracias, Noriko. Volveré pronto, no te preocupes.
Se paró, se arregló un poco la gabardina y salió de la oficina. Se notaba un poco preocupada, tenía que pensar en muchas cosas. Sabía que su personalidad era un problema, pero nunca imaginó que costaría tanto. Su impulsividad la llevó a cometer errores, errores que incluso hicieron que Xemnas saliera lastimado. No solo eso… Hizo lo que quiso y puso en un par de ocasiones en peligro su vida y la del resto de manera innecesaria. Ignoró a todo aquel que quiso saludarla, darle unas falsas felicitaciones por su actuación en aquella guerra y solo salió rauda del cuartel. Quería estar a solas un rato y bien sabía que no iba a estarlo dentro. Caminó y pasó de largo por los campos de entrenamientos. Llegó a un lado que, al parecer, era el correcto… Un muelle un poco olvidado por el resto y donde sabía que no la molestarían. Se sentó en el suelo y empezó a dar unas cortas patadas al aire. La brisa marina le pegaba en el rostro y el olor de mar impregnaba sus fosas nasales.
– Me pregunto si debo dejar la marina y hacer otra cosa – pensó en voz alta. Las olas del mar rompían en el muelle y el sonido era… Agradable. – Tampoco es que aporte mucho y eso se vio en la guerra… Soy débil – prosiguió. Dejar la marina, dejar de perseguir fantasmas, dejarlo todo… Lo venía pensando desde que se fue de aquella isla. – Siempre me creí fuerte, capaz de hacer todo lo que quisiera… – soltó una ligera risa y agachó la cabeza. – Menudo chiste.
No iba a tardar mucho en llegar el atardecer y, con ello, la noche… Con esta, sueños que le recordarían lo sucedido en aquella isla. ¿Qué debía hacer? ¿Podría volver a mirar a la cara a Xemnas? ¿Qué estaría pensando él ahora de ella? No se sorprendería si él decidía terminar con su relación. ¿Quién querría estar con una mocosa? Suspiró con desgana y elevó su mirada, al menos, quería apreciar un hermoso espectáculo como sería el atardecer.
– Nada… Solo estoy pensando – le respondió con un tono de voz algo… Bajo. – Ocurrieron muchas cosas en la guerra y – se calló unos instantes. No quería recordar lo sucedido, había cometido muchos errores y uno de ellos casi le cuesta la vida a Xemnas. – ¿Te molesta si salgo a dar una vuelta? Quiero despejar un poco mi cabeza. – Misa sonrió con dulzura y la miró. Sí, una capitana le estaba pidiendo “permiso” a una simple recluta.
– Por mí no hay problema – le respondió con cierta ternura. – Mientras no olvides que debes hacer tú parte, todo estará bien.
– Gracias, Noriko. Volveré pronto, no te preocupes.
Se paró, se arregló un poco la gabardina y salió de la oficina. Se notaba un poco preocupada, tenía que pensar en muchas cosas. Sabía que su personalidad era un problema, pero nunca imaginó que costaría tanto. Su impulsividad la llevó a cometer errores, errores que incluso hicieron que Xemnas saliera lastimado. No solo eso… Hizo lo que quiso y puso en un par de ocasiones en peligro su vida y la del resto de manera innecesaria. Ignoró a todo aquel que quiso saludarla, darle unas falsas felicitaciones por su actuación en aquella guerra y solo salió rauda del cuartel. Quería estar a solas un rato y bien sabía que no iba a estarlo dentro. Caminó y pasó de largo por los campos de entrenamientos. Llegó a un lado que, al parecer, era el correcto… Un muelle un poco olvidado por el resto y donde sabía que no la molestarían. Se sentó en el suelo y empezó a dar unas cortas patadas al aire. La brisa marina le pegaba en el rostro y el olor de mar impregnaba sus fosas nasales.
– Me pregunto si debo dejar la marina y hacer otra cosa – pensó en voz alta. Las olas del mar rompían en el muelle y el sonido era… Agradable. – Tampoco es que aporte mucho y eso se vio en la guerra… Soy débil – prosiguió. Dejar la marina, dejar de perseguir fantasmas, dejarlo todo… Lo venía pensando desde que se fue de aquella isla. – Siempre me creí fuerte, capaz de hacer todo lo que quisiera… – soltó una ligera risa y agachó la cabeza. – Menudo chiste.
No iba a tardar mucho en llegar el atardecer y, con ello, la noche… Con esta, sueños que le recordarían lo sucedido en aquella isla. ¿Qué debía hacer? ¿Podría volver a mirar a la cara a Xemnas? ¿Qué estaría pensando él ahora de ella? No se sorprendería si él decidía terminar con su relación. ¿Quién querría estar con una mocosa? Suspiró con desgana y elevó su mirada, al menos, quería apreciar un hermoso espectáculo como sería el atardecer.
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El aroma de la caja que portaba el rubio en sus manos hacía que todos los reclutas babeasen de forma un poco exagerada. Era cierto que habían abierto un sitio nuevo de comida para llevar en la base, pero él había sido el primero en asistir para llevarse la delicia que ahora portaba. Dentro de aquel objeto había unos diez bollos del tamaño de un plato de cocina mediano. Estaban rellenos de carne, verdura, atún, huevo cocido y una deliciosa salsa de mayonesa deliciosa. La gente babeaba sin control al verle pasar y la felicidad del rubio era legendaria. Mordió uno de aquellos hermosos alimentos y notó la sensación del bienestar apoderarse de su alma. Casi le salieron lágrimas incluso debido a lo rico que estaba. Paseaba sintiendo que la vida era hermosa y bella.
El marine vestía con una camiseta negra de manga corta dejando ver sus brazos definidos. También poseía un pantalón largo del mismo tono y unas sandalias de madera. No llevaba ninguna de sus armas y tan solo un comunicador en el bolsillo, el dinero, la comida y una bolsa de golosinas en otro bolsillo. Masticaba sintiendo el placer en su boca cuando de repente pensó en aquel viejo muelle donde nadie podría pedirle comida. Una sonrisa más que exagerada se formó en su rostro y aumentó el ritmo de su caminaba. Tenía la ilusión de llegar cuanto antes a aquel sitio y disfrutar del resto de aquella merienda que se estaba pegando. Últimamente comía mucho más de la cuenta, pero eso aumentaba su musculatura y le daba energía. Hacía demasiado deporte como para engordar.
Cuando llegó pudo ver fácilmente a Misa allí sentada y eso provocó que sonriese de forma animada. Trotó un poco hacia ella y cuando estuvo cerca se sentó a su lado mostrándole una sonrisa exagerada y soltando una pequeña carcajada. Mordió de nuevo su delicioso bollo y notó de nuevo la carne y el huevo en su boca dándole aquella sensación de placer increíble. Con su mano libre la pasó por la mejilla de ella y simplemente la saludó de forma cariñosa.
- ¿Qué tal estas, pequeña? Te ves violable y con hambre.
Tal vez lo primero sobrase, pero era la verdad. Estiró su cesta de bollos recién hechos echando humo hacia ella y esperó a que tomase uno mientras sonreía de forma animada y le daba otro mordisco al suyo propio. Estaba demasiado feliz, como de costumbre.
El marine vestía con una camiseta negra de manga corta dejando ver sus brazos definidos. También poseía un pantalón largo del mismo tono y unas sandalias de madera. No llevaba ninguna de sus armas y tan solo un comunicador en el bolsillo, el dinero, la comida y una bolsa de golosinas en otro bolsillo. Masticaba sintiendo el placer en su boca cuando de repente pensó en aquel viejo muelle donde nadie podría pedirle comida. Una sonrisa más que exagerada se formó en su rostro y aumentó el ritmo de su caminaba. Tenía la ilusión de llegar cuanto antes a aquel sitio y disfrutar del resto de aquella merienda que se estaba pegando. Últimamente comía mucho más de la cuenta, pero eso aumentaba su musculatura y le daba energía. Hacía demasiado deporte como para engordar.
Cuando llegó pudo ver fácilmente a Misa allí sentada y eso provocó que sonriese de forma animada. Trotó un poco hacia ella y cuando estuvo cerca se sentó a su lado mostrándole una sonrisa exagerada y soltando una pequeña carcajada. Mordió de nuevo su delicioso bollo y notó de nuevo la carne y el huevo en su boca dándole aquella sensación de placer increíble. Con su mano libre la pasó por la mejilla de ella y simplemente la saludó de forma cariñosa.
- ¿Qué tal estas, pequeña? Te ves violable y con hambre.
Tal vez lo primero sobrase, pero era la verdad. Estiró su cesta de bollos recién hechos echando humo hacia ella y esperó a que tomase uno mientras sonreía de forma animada y le daba otro mordisco al suyo propio. Estaba demasiado feliz, como de costumbre.
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Siguió sumergida en sus pensamientos. Dándole vueltas una y otra vez a muchas ideas, también queriendo olvidar un poco lo sucedido en Síderos. Lamentablemente, no podía hacerlo… La había marcado de una u otra forma y le hizo convencerse de que sus ideales, creencias y todo por lo que había luchado había sido en vano. Todo. Soltó un suspiro pesado mientras una brisa jugueteó con sus cabellos. ¿Qué debía hacer de ahora en adelante? El suave silencio solo lo rompía el sonido de las olas, la brisa y una que otra ave. La idea de abandonarlo todo era fuerte y cada vez que la meditaba… Le gustaba un poco más. ¿Para qué seguir luchando? Solo terminaría hiriendo a las personas que le importaban. ”Ya lo hice con Kasai y juzgué mal a Taiga… Solo tengo a Xemnas y no quiero dañarlo” – pensó. Recordó lo que había hecho… Todos los sucesos que le habían pasado.
– ¿Qué tal estas, pequeña? Te ves violable y con hambre.
Escuchó la reconocible voz de Xemnas. ¿Habría escuchado lo que ella había pensado en voz alta? Todo indicaba que no, pero tampoco lo podía asegurar. Una sonrisa suave se dibujó en su rostro al verlo de nuevo, al parecer, estaba recuperado y eso la alegraba. Lo vio comer con la misma actitud que siempre portaba… Alegre y con muchas ganas. Sacó uno de esos bollos, sopló un poco y luego se lo llevó a la boca. Lo saboreó con ganas, disfrutando su delicioso sabor. ¿De qué deberían hablar? ¿Qué debería decirle? ¿Disculparse? Tenía ganas de hacerlo… Por su culpa él sufrió heridas, por su culpa casi muere… Miró al horizonte, tratando de buscar alguna respuesta.
Siempre lo había notado, pero ahora era mucho más sensible. Admiraba la forma de ser de Xemnas y su casi despreocupación por lo que le rodeaba. Era increíblemente fuerte y todos confiaban en él. Ostentaba un cargo que le quedaba como anillo al dedo y, por si fuera poco, un almirante ya lo tenía en alta estima. Ella, en cambio… Solo era alguien más. No destacaba mucho y sus logros eran más bien pocos. ¿Protegió Marineford? Sí, pero también fue, de forma indirecta, su culpa… No supo proteger sus píldoras y, por lo tanto, cayeron en malas manos. ¿Logró vencer a un supernova? También, pero casi no lo cuenta dos veces. Hiciera lo que hiciera, todo le salía… Casi por suerte.
– Oye, Xemnas – dijo con cierta pena. – Lo siento – suspiró y se arregló un poco el cabello, pasándolo por detrás de una oreja. – Por mi culpa saliste lastimado y te puse en mucho peligro por ello – siempre con él lograba ser sincera y mostrarse tal cual era. – He estado pensando en algo y la idea no suena mal – una pequeña lágrima quería escapar, pero se contuvo lo suficiente para no quebrarse. – Retirarme de la marina y vivir en alguna isla tranquila, lejos de los problemas, dejar de perseguir fantasmas y dejar de poner en peligro a gente que me importa. No quiero que por mi culpa salgas lastimado… – tomó una ligera pausa y sacó otro bollo. Masticó por unos segundos y luego tragó. – Soy débil y eso lo comprobé en Síderos. – Finalizó.
– ¿Qué tal estas, pequeña? Te ves violable y con hambre.
Escuchó la reconocible voz de Xemnas. ¿Habría escuchado lo que ella había pensado en voz alta? Todo indicaba que no, pero tampoco lo podía asegurar. Una sonrisa suave se dibujó en su rostro al verlo de nuevo, al parecer, estaba recuperado y eso la alegraba. Lo vio comer con la misma actitud que siempre portaba… Alegre y con muchas ganas. Sacó uno de esos bollos, sopló un poco y luego se lo llevó a la boca. Lo saboreó con ganas, disfrutando su delicioso sabor. ¿De qué deberían hablar? ¿Qué debería decirle? ¿Disculparse? Tenía ganas de hacerlo… Por su culpa él sufrió heridas, por su culpa casi muere… Miró al horizonte, tratando de buscar alguna respuesta.
Siempre lo había notado, pero ahora era mucho más sensible. Admiraba la forma de ser de Xemnas y su casi despreocupación por lo que le rodeaba. Era increíblemente fuerte y todos confiaban en él. Ostentaba un cargo que le quedaba como anillo al dedo y, por si fuera poco, un almirante ya lo tenía en alta estima. Ella, en cambio… Solo era alguien más. No destacaba mucho y sus logros eran más bien pocos. ¿Protegió Marineford? Sí, pero también fue, de forma indirecta, su culpa… No supo proteger sus píldoras y, por lo tanto, cayeron en malas manos. ¿Logró vencer a un supernova? También, pero casi no lo cuenta dos veces. Hiciera lo que hiciera, todo le salía… Casi por suerte.
– Oye, Xemnas – dijo con cierta pena. – Lo siento – suspiró y se arregló un poco el cabello, pasándolo por detrás de una oreja. – Por mi culpa saliste lastimado y te puse en mucho peligro por ello – siempre con él lograba ser sincera y mostrarse tal cual era. – He estado pensando en algo y la idea no suena mal – una pequeña lágrima quería escapar, pero se contuvo lo suficiente para no quebrarse. – Retirarme de la marina y vivir en alguna isla tranquila, lejos de los problemas, dejar de perseguir fantasmas y dejar de poner en peligro a gente que me importa. No quiero que por mi culpa salgas lastimado… – tomó una ligera pausa y sacó otro bollo. Masticó por unos segundos y luego tragó. – Soy débil y eso lo comprobé en Síderos. – Finalizó.
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La boca del rubio se abrió para masticar otro pedazo de aquella rica delicia que ahora invadía su boca. Le encantaba disfrutar de aquel tipo de cosas y el ambiente era perfecto. Entrecerró los ojos escuchando entonces las palabras de la rubia. En su expresión no hubo ningún tipo de cambio y por eso se mantuvo totalmente tranquila. El huevo estaba demasiado rico como para pensar en tonterías, pues es lo que consideraba aquello. Se mantuvo en silencio notando la brisa en sus cabellos y estando totalmente relajado. Se llevó la mano derecha al cabello y se lo revolvió un poco al mismo tiempo que abría los ojos despacio y clavaba su mirada en la de la chica que tenía delante de él.
- Baka.
Dijo únicamente mientras continuaba masticando los bollos. El silencio invadió aquel muelle por su parte y siguió comiendo como si con él no fuese la cosa. Aquello era la mayor tontería que había escuchado. Si la gente se fuese por ser débil, los reclutas no existirían. Tirar la toalla por aquel simple motivo era demasiado ridículo. El alto cargo entonces se relamió y se acercó a la chica mientras su expresión cambiaba a una más seria. Sus azulados ojos penetraban en los de ella como si de agujas fuesen, pues Xemnas era de aquellas personas que parecían estar mirándote el alma más que otra cosa. Sonrió de forma amable entonces y tan solo le habló mientras masticaba su comida.
- ¿Dónde está mi chica? Aquella que en las montañas me besó llenándome la boca de pintura y desmayándome, aquella ninfa que me arrebató el alma con su mirada. Mi pequeña luchadora que hizo ser el Vice-Almirante que soy hoy en día ¿Dónde se supone que se esconde? ¿Aquí?
Preguntó en último lugar mientras miraba debajo de su sandalia para ver si encontraba algo. Al ver que no había nada alzó la mirada un poco pensativo y se quedó mirándola a los ojos. Observó alrededor de ellos fingiendo buscar algo y acto seguido colocó su mano en la cabeza de ella mientras sonreía de forma divertida. Se lo tomaba todo demasiado bien pese a las adversidades y la ayudaría con aquello con tranquilidad. Fue en ese momento cuanto chasqueó los dedos y empezó a mover la cabeza de un lado a otro con una enorme sonrisa.
- ¿Dónde está mi chica? ¿Tú lo sabes? ¿Yo lo sé? ¿Quién sabe dónde está? Oh, tal vez su dulce mirada me hizo cegar, está delante. – Terminó de decir colocando su mano sobre el hombro de ella y guiñándole el ojo. – Abandonar por una estupidez como mi cuerpo dañado. Débil dice, será por reclutas así. No has llegado a tu puesto por la cara, pequeña. Si deseas dejar todo eres libre de hacerlo, pero no pongas esos motivos de por medio. Somos la marina y no somos perfectos, pero pese a todo terminaremos venciendo. No digas estupideces y sonríeme como de costumbre, lánzate por mí, golpéame con explosiones, ríete o baila, pero anímate. – Parecía estar cantando, pues gracias a su voz, sus movimientos y sonidos con los dedos parecía el solo una jodida orquesta. Era su forma de animarla. – ¿Me devuelves ya a mi rubia? – Terminó de decir riendo y abrazándola.
- Baka.
Dijo únicamente mientras continuaba masticando los bollos. El silencio invadió aquel muelle por su parte y siguió comiendo como si con él no fuese la cosa. Aquello era la mayor tontería que había escuchado. Si la gente se fuese por ser débil, los reclutas no existirían. Tirar la toalla por aquel simple motivo era demasiado ridículo. El alto cargo entonces se relamió y se acercó a la chica mientras su expresión cambiaba a una más seria. Sus azulados ojos penetraban en los de ella como si de agujas fuesen, pues Xemnas era de aquellas personas que parecían estar mirándote el alma más que otra cosa. Sonrió de forma amable entonces y tan solo le habló mientras masticaba su comida.
- ¿Dónde está mi chica? Aquella que en las montañas me besó llenándome la boca de pintura y desmayándome, aquella ninfa que me arrebató el alma con su mirada. Mi pequeña luchadora que hizo ser el Vice-Almirante que soy hoy en día ¿Dónde se supone que se esconde? ¿Aquí?
Preguntó en último lugar mientras miraba debajo de su sandalia para ver si encontraba algo. Al ver que no había nada alzó la mirada un poco pensativo y se quedó mirándola a los ojos. Observó alrededor de ellos fingiendo buscar algo y acto seguido colocó su mano en la cabeza de ella mientras sonreía de forma divertida. Se lo tomaba todo demasiado bien pese a las adversidades y la ayudaría con aquello con tranquilidad. Fue en ese momento cuanto chasqueó los dedos y empezó a mover la cabeza de un lado a otro con una enorme sonrisa.
- ¿Dónde está mi chica? ¿Tú lo sabes? ¿Yo lo sé? ¿Quién sabe dónde está? Oh, tal vez su dulce mirada me hizo cegar, está delante. – Terminó de decir colocando su mano sobre el hombro de ella y guiñándole el ojo. – Abandonar por una estupidez como mi cuerpo dañado. Débil dice, será por reclutas así. No has llegado a tu puesto por la cara, pequeña. Si deseas dejar todo eres libre de hacerlo, pero no pongas esos motivos de por medio. Somos la marina y no somos perfectos, pero pese a todo terminaremos venciendo. No digas estupideces y sonríeme como de costumbre, lánzate por mí, golpéame con explosiones, ríete o baila, pero anímate. – Parecía estar cantando, pues gracias a su voz, sus movimientos y sonidos con los dedos parecía el solo una jodida orquesta. Era su forma de animarla. – ¿Me devuelves ya a mi rubia? – Terminó de decir riendo y abrazándola.
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Se quedó callada, esperando la respuesta por parte del chico que tanto amaba. En su cabeza pasaron un par de cosas que él podría decirle. Lo conocía bien y tenía ciertas corazonadas sobre sus respuestas. Estaba nerviosa y, en una parte, ansiosa de saber su respuesta. Suspiró con intranquilidad mientras miraba el océano. Fue entonces que escuchó a Xemnas y su corazón pareció tranquilizarse. En cierto modo, era una idiota al pensar de aquella forma. Quiso responderle, pero notó que él ni siquiera había terminado. Se mantuvo en silencio y lo escuchó. No como siempre lo hacía, sino que con la cabeza un poco más fría y memorizando sus palabras.
La miró buscando algo en sus sandalias… La estaba buscando a ella; a la verdadera Misa. Ahora que lo pensaba bien, hace mucho tiempo se estaba repitiendo la historia… Cuando Byakuro murió fue él el que la animó lo suficiente como para que ella siguiera adelante. Sonrió con calma y siguió escuchándolo. Sus palabras la llevaban en un viaje en el tiempo. Recordó cada momento que vivió con él y todas las cosas que había hecho gracias a él. También como es que su última memoria antes de lanzar su ataque final ante aquel supernova, fue Xemnas.
Sintió la mano de él sobre su cabeza y como es que la miraba a los ojos de forma increíblemente penetrante. Mirándole el alma con aquellos hermosos ojos azules. Siguió con su discurso y… Tenía razón. No era ella. Ella era mucho más grande de la pobre faceta que estaba mostrándole. ¿Desde cuándo dudaba tanto? ¿Desde cuándo ponía alguna excusa? Sintió el abrazo y fue como si el calor volviera a su cuerpo. El tono alegre, sus gestos y esa mirada… Sí, era una idiota, pero al menos contaba con él.
– Gracias… Xemnas – le dijo en su oído con dulzura y ternura. Le devolvió el abrazo y apretó con fuerza, no quería separarse de él por un buen rato. – No sé cómo lo haces, pero siempre me terminas alegrando y animando – unió su frente con la de él y entrelazó sus manos alrededor de su cuello. – Nunca olvides lo mucho que te amo. – Le dijo mientras unía sus labios con los suyos. Duró un par de segundos y luego sonrió como siempre lo hacía.
La miró buscando algo en sus sandalias… La estaba buscando a ella; a la verdadera Misa. Ahora que lo pensaba bien, hace mucho tiempo se estaba repitiendo la historia… Cuando Byakuro murió fue él el que la animó lo suficiente como para que ella siguiera adelante. Sonrió con calma y siguió escuchándolo. Sus palabras la llevaban en un viaje en el tiempo. Recordó cada momento que vivió con él y todas las cosas que había hecho gracias a él. También como es que su última memoria antes de lanzar su ataque final ante aquel supernova, fue Xemnas.
Sintió la mano de él sobre su cabeza y como es que la miraba a los ojos de forma increíblemente penetrante. Mirándole el alma con aquellos hermosos ojos azules. Siguió con su discurso y… Tenía razón. No era ella. Ella era mucho más grande de la pobre faceta que estaba mostrándole. ¿Desde cuándo dudaba tanto? ¿Desde cuándo ponía alguna excusa? Sintió el abrazo y fue como si el calor volviera a su cuerpo. El tono alegre, sus gestos y esa mirada… Sí, era una idiota, pero al menos contaba con él.
– Gracias… Xemnas – le dijo en su oído con dulzura y ternura. Le devolvió el abrazo y apretó con fuerza, no quería separarse de él por un buen rato. – No sé cómo lo haces, pero siempre me terminas alegrando y animando – unió su frente con la de él y entrelazó sus manos alrededor de su cuello. – Nunca olvides lo mucho que te amo. – Le dijo mientras unía sus labios con los suyos. Duró un par de segundos y luego sonrió como siempre lo hacía.
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El devastador mostró una expresión amable cuando abrazó a la chica quedándose allí por algunos momentos pegado a ella y con los ojos cerrados. Se hallaba muy a gusto, como de costumbre. No quería que ella se sintiese mal de ninguna forma y había logrado animarla con sus palabras y tono musical al parecer. Se rascó un poco sus pinchudos cabellos y acto seguido miró con calma a los ojos de la rubia. El chico entonces notó a la joven rodear su cuello y ya sabía de sobra lo que venía a continuación. Notó el beso en sus labios y no pudo evitar cerrar los ojos dejándose llevar como solía hacer. Se abrazó después a ella escuchando sus palabras y sonriéndole con ternura. El muelle era un sitio perfecto para estar los tres a solas… él, ella y los bollos.
Xemnas cogió otro y se lo llevó totalmente a la boca mientras masticaba aquella delicia. Tragó enseguida mientras le ofrecía más a ella y acto seguido observa el mar despacio. Era una imagen demasiado hermosa y además estaba junto a la persona que amaba. Entonces fue cuando notó un leve escalofrío recorrer su cuerpo. Debía decirle a Misa la decisión que había tomado y esperaba que ella no se la tomase a mal. Tomó su mano sin aviso alguno y acto seguido clavó su mirada en la de ella de forma seria. El Vice-Almirante sabía que era una locura, pero no iba a permitir que sus seres queridos estuviesen en peligro de ninguna forma. Había mejorado el poder de su emperador blanco y ahora su poder había aumentado de forma considerable. Se había convertido en todo un maestro del haki armadura y se veía capaz.
- He pedido una misión de vital importancia, Misa. Saldré dentro de poco a realizarla y me temo que voy a tardar un tiempo en completarla. Puede sonar una locura, pero… He decidido ir a por Jin Surfer. – Terminó de decir agachando la cabeza.
¿Cómo se lo tomaría la joven que tenía frente a sus ojos? Esperaba que bien, aunque eso era lo que a él le gustaría. Todo el mundo conocía a aquella persona y sabía que ella también. Esperaba ahora una respuesta mientras acariciaba su mano despacio y la miraba a los ojos con calma. Era como si estuviese buscando su permiso, aunque pensaba hacerlo de todas formas. El tiempo de pasar miedo se había terminado de una maldita vez y ese asesino debía pagar.
Xemnas cogió otro y se lo llevó totalmente a la boca mientras masticaba aquella delicia. Tragó enseguida mientras le ofrecía más a ella y acto seguido observa el mar despacio. Era una imagen demasiado hermosa y además estaba junto a la persona que amaba. Entonces fue cuando notó un leve escalofrío recorrer su cuerpo. Debía decirle a Misa la decisión que había tomado y esperaba que ella no se la tomase a mal. Tomó su mano sin aviso alguno y acto seguido clavó su mirada en la de ella de forma seria. El Vice-Almirante sabía que era una locura, pero no iba a permitir que sus seres queridos estuviesen en peligro de ninguna forma. Había mejorado el poder de su emperador blanco y ahora su poder había aumentado de forma considerable. Se había convertido en todo un maestro del haki armadura y se veía capaz.
- He pedido una misión de vital importancia, Misa. Saldré dentro de poco a realizarla y me temo que voy a tardar un tiempo en completarla. Puede sonar una locura, pero… He decidido ir a por Jin Surfer. – Terminó de decir agachando la cabeza.
¿Cómo se lo tomaría la joven que tenía frente a sus ojos? Esperaba que bien, aunque eso era lo que a él le gustaría. Todo el mundo conocía a aquella persona y sabía que ella también. Esperaba ahora una respuesta mientras acariciaba su mano despacio y la miraba a los ojos con calma. Era como si estuviese buscando su permiso, aunque pensaba hacerlo de todas formas. El tiempo de pasar miedo se había terminado de una maldita vez y ese asesino debía pagar.
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Aquel muelle era el perfecto para estar ahí los dos solos. Ella y él. Como era usual… Un momento con él era lo mejor del mundo y nada se comparaba como ello. La felicidad, tranquilidad y protección que sentía estando con él, era incomparable. Suspiró y sacó otro de los bollos y no tardó nada en llevárselo a la boca. Estaba delicioso e incluso ahora sentía otro sabor. Sí, ya estaba como nueva y ahora podría seguir como siempre, pero manteniendo la lección aprendida en aquella guerra. No pensaba cometer los mismos errores. Se puso cómoda, apoyando su cabeza en el hombro de Xemnas y dio suaves patadas al aire.
No quería decir ninguna palabra. No quería romper el momento y tampoco es que tuviera muchas cosas más por decir, solo quería estar con su chico y ya. En silencio y viendo el atardecer en Marineford. ¿Qué otra cosa podía pedir? Se llevó otro bollo a la boca y masticó con emoción. Estaba totalmente feliz. Fue entonces cuando Xemnas, de improvisto, le tomó de la mano y la miró de forma seria a los ojos. ”¿Qué pasa?” – se preguntó. ¿Por qué ese cambio tan repentino? ¿Por qué su mirada no era la de siempre? No entendía nada y, por si fuera poco, las pocas veces que lo había visto ponerse así eran sinónimo de malas noticias.
Escuchó sus palabras con atención y no pudo evitar sorprenderse. ¿Por qué él? ¿Por qué tener que arriesgarse de esa manera? ¿Por qué decidir ir tras Jin Surfer? No entendía nada… Pero bien sabía que una vez que él tomaba una decisión, nada ni nadie lograba sacarlo de esa idea. No podía detenerlo, por mucho que quisiera y eso le molestaba… Por una vez quería que él la escuchara. ¿Debía apoyarlo en una misión suicida? Ninguna persona lo haría. ¿Cuál era el sentido tras de todo esto? ¿Qué debía decir? Su mente estaba en blanco y tardó un rato en procesar la información. Su cerebro le repetía esas palabras una y otra vez y dudaba que las iba a olvidar con facilidad.
– No vayas… – dijo, agachando la cabeza. – Pero te conozco demasiado bien y sé que no me escucharás, por lo mismo… – elevó el dedo meñique de su mano libre y lo puso entre ambos. Era el símbolo de una promesa. – Sé que será difícil, pero necesito que me prometas que volverás con vida. Eres un hombre que cumple sus promesas y necesito que lo hagas – lo miró a los ojos, llena de determinación. – No soportaría perderte y menos en las manos de un imbécil como ese. – Dijo mientras volvía a luchar consigo misma para intentar convencerlo de que no lo hiciera.
No quería decir ninguna palabra. No quería romper el momento y tampoco es que tuviera muchas cosas más por decir, solo quería estar con su chico y ya. En silencio y viendo el atardecer en Marineford. ¿Qué otra cosa podía pedir? Se llevó otro bollo a la boca y masticó con emoción. Estaba totalmente feliz. Fue entonces cuando Xemnas, de improvisto, le tomó de la mano y la miró de forma seria a los ojos. ”¿Qué pasa?” – se preguntó. ¿Por qué ese cambio tan repentino? ¿Por qué su mirada no era la de siempre? No entendía nada y, por si fuera poco, las pocas veces que lo había visto ponerse así eran sinónimo de malas noticias.
Escuchó sus palabras con atención y no pudo evitar sorprenderse. ¿Por qué él? ¿Por qué tener que arriesgarse de esa manera? ¿Por qué decidir ir tras Jin Surfer? No entendía nada… Pero bien sabía que una vez que él tomaba una decisión, nada ni nadie lograba sacarlo de esa idea. No podía detenerlo, por mucho que quisiera y eso le molestaba… Por una vez quería que él la escuchara. ¿Debía apoyarlo en una misión suicida? Ninguna persona lo haría. ¿Cuál era el sentido tras de todo esto? ¿Qué debía decir? Su mente estaba en blanco y tardó un rato en procesar la información. Su cerebro le repetía esas palabras una y otra vez y dudaba que las iba a olvidar con facilidad.
– No vayas… – dijo, agachando la cabeza. – Pero te conozco demasiado bien y sé que no me escucharás, por lo mismo… – elevó el dedo meñique de su mano libre y lo puso entre ambos. Era el símbolo de una promesa. – Sé que será difícil, pero necesito que me prometas que volverás con vida. Eres un hombre que cumple sus promesas y necesito que lo hagas – lo miró a los ojos, llena de determinación. – No soportaría perderte y menos en las manos de un imbécil como ese. – Dijo mientras volvía a luchar consigo misma para intentar convencerlo de que no lo hiciera.
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El silencio se hizo en el muelle durante unos momentos. El rubio mantenía su rostro agachado y serio. Sabía bien que lo que iba a hacer podía ser un suicidio de los grandes, pero era su meta. No pensaba dejar a aquel maldito en libertad. Aunque muriese, si podía descubrir algún tipo de punto débil y mandarlo por llamada a alguien de la marina, moriría feliz sabiendo que había contribuido. Sabía que ella no se lo iba a tomar muy bien y sus palabras fueron prueba de ello. Hizo un esfuerzo sobrehumano para contener sus emociones allí mismo y simplemente se mantuvo serio. Soltó un suspiro increíble y acto seguido clavó su mirada en el mar. Con sus oídos escuchó lo que ella había dicho y no pudo evitar asentir con la cabeza. Él por su parte alzó también el suyo y lo chocó con el de ella.
- Es una promesa, cielo.
“Perdóname…” Pensó mientras sonreía como de costumbre. Él mismo sabía dónde se estaba y no tenía otra opción más que aquella. Podía ser algo bastante difícil, pero confiaba en tener una mínima oportunidad contra aquel monstruo. Su única baza contra él sería su espadón. Él sería el encargado de mantenerlo a raya en su forma humana. Si no permitía a aquella bestia convertirse en el demonio de llamas que conocía todo estaba más que solucionado. Finalmente soltó un nuevo suspiro y se levantó al mismo tiempo que trataba de tomarla en brazos a ella. La miró a los ojos de forma calmada y después le respondió con calmada y tranquilidad.
- Ese asesino humilló a Alice hace unas semanas. Casi la mata y la hizo hacer algo horrible. Voy a vengar el honor de Alice como sea, es nuestra amiga. – Le terminó de decir dándole un leve beso en los labios.
Acto seguido la dejó en el suelo y le hizo una señal para que le siguiera. Empezó a caminar despacio con los ojos entrecerrados hacia su habitación. Allí tenía algunos documentos sobre lo que planeaba hacer. Tenía todo muy bien estudiado. En cuanto estuvieron cerró la puerta con llave y se sentó en la cama mostrándole a ella unas carpetas. Tenía algunos datos dibujados, como los metales más resistentes al fuego, algunas guadañas y comparaciones de kairouseki. También había hecho un pequeño estudio de los segundos que él tardaba en dar un tajo y algunas anotaciones de los testigos de Kogáto cuando estuvo en el Cipher Pol y en la marina como Aomine. Había números y porcentajes. Sin embargo, había una cruz roja sobre un garabato en forma de demonio en llamas, era la única desventaja.
- Si evito esto… Todo estará controlado…
Dijo terminando de enseñarle unos cuantos datos. También había unas coordenadas escritas en código, uno diseñado por el teniente Hujiyo. Había varios números y letras, entonces fue cuando Xemnas miró a la chica despacio. Le entregó aquel papel a ella y después le sonrió.
- Tan solo un descodificador de gran nivel podrá traducirlo, Hujiyo por ejemplo. En caso de que no vuelva en el plazo de seis meses, muéstraselo. Hasta entonces prométeme que no intentarás saber lo que pone. – Dijo sonriéndole con dulzura. En ese papel había algo muy especial para ella en caso de que él no volviese…
- Es una promesa, cielo.
“Perdóname…” Pensó mientras sonreía como de costumbre. Él mismo sabía dónde se estaba y no tenía otra opción más que aquella. Podía ser algo bastante difícil, pero confiaba en tener una mínima oportunidad contra aquel monstruo. Su única baza contra él sería su espadón. Él sería el encargado de mantenerlo a raya en su forma humana. Si no permitía a aquella bestia convertirse en el demonio de llamas que conocía todo estaba más que solucionado. Finalmente soltó un nuevo suspiro y se levantó al mismo tiempo que trataba de tomarla en brazos a ella. La miró a los ojos de forma calmada y después le respondió con calmada y tranquilidad.
- Ese asesino humilló a Alice hace unas semanas. Casi la mata y la hizo hacer algo horrible. Voy a vengar el honor de Alice como sea, es nuestra amiga. – Le terminó de decir dándole un leve beso en los labios.
Acto seguido la dejó en el suelo y le hizo una señal para que le siguiera. Empezó a caminar despacio con los ojos entrecerrados hacia su habitación. Allí tenía algunos documentos sobre lo que planeaba hacer. Tenía todo muy bien estudiado. En cuanto estuvieron cerró la puerta con llave y se sentó en la cama mostrándole a ella unas carpetas. Tenía algunos datos dibujados, como los metales más resistentes al fuego, algunas guadañas y comparaciones de kairouseki. También había hecho un pequeño estudio de los segundos que él tardaba en dar un tajo y algunas anotaciones de los testigos de Kogáto cuando estuvo en el Cipher Pol y en la marina como Aomine. Había números y porcentajes. Sin embargo, había una cruz roja sobre un garabato en forma de demonio en llamas, era la única desventaja.
- Si evito esto… Todo estará controlado…
Dijo terminando de enseñarle unos cuantos datos. También había unas coordenadas escritas en código, uno diseñado por el teniente Hujiyo. Había varios números y letras, entonces fue cuando Xemnas miró a la chica despacio. Le entregó aquel papel a ella y después le sonrió.
- Tan solo un descodificador de gran nivel podrá traducirlo, Hujiyo por ejemplo. En caso de que no vuelva en el plazo de seis meses, muéstraselo. Hasta entonces prométeme que no intentarás saber lo que pone. – Dijo sonriéndole con dulzura. En ese papel había algo muy especial para ella en caso de que él no volviese…
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Akuma no mi
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”Idiota…” – pensó mientras él sellaba esa promesa que casi parecía un suicidio… No, no lo parecía; lo era. No tenía ninguna obligación en ir por él, la marina hacía la vista gorda sobre ese sujeto y lo dejaba ir a sus anchas. ¿Por qué tomó él esa decisión? Suspiró con pesadez… No le gustaba la idea de no poder hacer nada, de no poder convencerlo de alguna manera. Osea sí, podía hacerlo… Pero no era lo “correcto” y solo haría lo que sus intereses personales querían e iría en contra de la libertad de Xemnas. Se quedó callada, pensando y tratando de asimilar que él se embarcaría en una misión suicida.
Sintió como es que él la levantaba en brazos. Escuchó sus palabras y ahí entendió la razón de por qué había tomado esa decisión. ”¿Qué le habrá obligado a hacer?” – se preguntó. Le devolvió el beso y lo siguió a su habitación. El camino fue silencioso, ella no sabía que decir y por un acto de… Inquietud, agarró su collar. Quería tranquilizarse de algún modo, pero no lo lograba. ¿Cómo hacerlo si su chico, la persona que amaba, se iba a enfrentar ante Jin? El ruido de la puerta cerrándose tras de ella, la hizo volver al mundo real. Agarró las carpetas que él le pasaba y les echó un ojo mientras escuchaba sus palabras. En cierta parte, tenía sentido… Si él lograba evitar que no se transformara en aquella forma, podía dominar el combate, pero en una batalla todo podía pasar. Se quedó callada y se sacó su gabardina y la dejó en la cama del vicealmirante. Finalmente, agarró el papel que él le dio y escuchó atentamente sus palabras. ”Para más preocupaciones, un código” – se dijo con una suave sonrisa.
– Hablando de misiones… – dijo ella, recordando que también tenía una donde la vicealmirante Mizuki le pedía que la acompañara. – Tengo una en donde tengo que acompañar a la vicealmirante Mizuki a Sakura. Es una misión sencilla, así que no dudo tardarme mucho tiempo. Ahora… – se sacó el collar, de un hermoso color índigo, agarró la mano de Xemnas y se lo dejó en la palma. – Cuando vuelvas, me lo devuelves. Quiero que te lo lleves, lo uses y así siempre estaré contigo – le dio un fuerte abrazo y luego lo besó en sus labios, con pasión y muchos sentimientos. – No soportaría perderte.
Sintió como es que él la levantaba en brazos. Escuchó sus palabras y ahí entendió la razón de por qué había tomado esa decisión. ”¿Qué le habrá obligado a hacer?” – se preguntó. Le devolvió el beso y lo siguió a su habitación. El camino fue silencioso, ella no sabía que decir y por un acto de… Inquietud, agarró su collar. Quería tranquilizarse de algún modo, pero no lo lograba. ¿Cómo hacerlo si su chico, la persona que amaba, se iba a enfrentar ante Jin? El ruido de la puerta cerrándose tras de ella, la hizo volver al mundo real. Agarró las carpetas que él le pasaba y les echó un ojo mientras escuchaba sus palabras. En cierta parte, tenía sentido… Si él lograba evitar que no se transformara en aquella forma, podía dominar el combate, pero en una batalla todo podía pasar. Se quedó callada y se sacó su gabardina y la dejó en la cama del vicealmirante. Finalmente, agarró el papel que él le dio y escuchó atentamente sus palabras. ”Para más preocupaciones, un código” – se dijo con una suave sonrisa.
– Hablando de misiones… – dijo ella, recordando que también tenía una donde la vicealmirante Mizuki le pedía que la acompañara. – Tengo una en donde tengo que acompañar a la vicealmirante Mizuki a Sakura. Es una misión sencilla, así que no dudo tardarme mucho tiempo. Ahora… – se sacó el collar, de un hermoso color índigo, agarró la mano de Xemnas y se lo dejó en la palma. – Cuando vuelvas, me lo devuelves. Quiero que te lo lleves, lo uses y así siempre estaré contigo – le dio un fuerte abrazo y luego lo besó en sus labios, con pasión y muchos sentimientos. – No soportaría perderte.
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