Aki D. Arlia
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Ah, era un nuevo día. Revisé la nota que me habían dado el día anterior, mientras me desperezaba en la posada. Había dormido como una reina. Efectivamente, el barco se había retrasado. Saldría a la tarde. Encogiéndome de hombros, salté de la cama y me puse un vestido blanco, corto y de vuelo. Hacía calor, lo mejor sería aprovechar las horas que me habían regalado y dar otro paseo por la isla.
Cuando salí a la calle el sol aún no había llegado a lo alto. En las aceras vociferaban los comerciantes y en todas partes había gente yendo de aquí para allí ocupándose de sus asuntos. Compré una napolitana como la golosa que era y disfrutándola, volví a dirigirme hacia las afueras. Ya ayer había comprobado que se estaba mucho mejor ahí que en la ciudad, tanto el ruido como los olores eran mucho más sutiles. Sin embargo, esta vez algo sería diferente.
Estaba aún lejos cuando le detecté. Reconocía su aura, por supuesto. Me había causado no pocos quebraderos de cabeza hacía tan solo dos días. Repasé mis opciones, convencida de que debía olerse que yo andaba por ahí. Él era un pretor, pocas cosas se le habían perdido aquí. Porque que yo supiera él no había renunciado a su cargo. Podría haberme marchado, pero realmente tampoco había necesidad. Me acerqué un poco más y le observé desde la distancia entre los árboles, sin dejarme ver. Estaba tranquilo, comiendo con esa especie de oveja rosa que le seguía. Qué amor de bicho, se habría llevado bien con Cetus. No parecía alarmado, a lo mejor sí era una coincidencia. Pero de todas formas, era irme o averigüarlo y la curiosidad me pudo. Completamente alerta, entré en el pequeño claro.
Con una pequeña sonrisa en la cara y atenta en caso de que hiciera algunos movimientos bruscos, me acerqué a la pareja.
- ¡Qué sorpresa! Te reconozco. Te llamabas Bleyd, ¿Verdad?
Despacio nuevamente, me agaché y traté de acariciar a la oveja con cuidado. Si no se dejaba simplemente me apartaría con elegancia, a la espera de su respuesta.
Cuando salí a la calle el sol aún no había llegado a lo alto. En las aceras vociferaban los comerciantes y en todas partes había gente yendo de aquí para allí ocupándose de sus asuntos. Compré una napolitana como la golosa que era y disfrutándola, volví a dirigirme hacia las afueras. Ya ayer había comprobado que se estaba mucho mejor ahí que en la ciudad, tanto el ruido como los olores eran mucho más sutiles. Sin embargo, esta vez algo sería diferente.
Estaba aún lejos cuando le detecté. Reconocía su aura, por supuesto. Me había causado no pocos quebraderos de cabeza hacía tan solo dos días. Repasé mis opciones, convencida de que debía olerse que yo andaba por ahí. Él era un pretor, pocas cosas se le habían perdido aquí. Porque que yo supiera él no había renunciado a su cargo. Podría haberme marchado, pero realmente tampoco había necesidad. Me acerqué un poco más y le observé desde la distancia entre los árboles, sin dejarme ver. Estaba tranquilo, comiendo con esa especie de oveja rosa que le seguía. Qué amor de bicho, se habría llevado bien con Cetus. No parecía alarmado, a lo mejor sí era una coincidencia. Pero de todas formas, era irme o averigüarlo y la curiosidad me pudo. Completamente alerta, entré en el pequeño claro.
Con una pequeña sonrisa en la cara y atenta en caso de que hiciera algunos movimientos bruscos, me acerqué a la pareja.
- ¡Qué sorpresa! Te reconozco. Te llamabas Bleyd, ¿Verdad?
Despacio nuevamente, me agaché y traté de acariciar a la oveja con cuidado. Si no se dejaba simplemente me apartaría con elegancia, a la espera de su respuesta.
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Para mi sorpresa la ovejita no parecía amedrentada... igual que su dueño. Sonreí con amabilidad y comencé a darle mimos. Cuando me ofreció algunos de los dulces terminé por sentarme frente a él y robar algunas golosinas, sin dejar de acariciar el pelaje de Fluffle. Escuché atentamente su perodata, abriendo un poco los ojos en gesto de sorpresa. ¿Tanta recompensa tenía ya? Ni que hubiera hecho tanto. Cinco millones solo por información, vaya... para mi eso era calderilla, pero según para quién podía ser una cantidad bastante sustanciosa. El gobierno sabía lo que hacía.
-Se ve que estás bien informado. - Le dije sin negar nada de lo que había resumido. Sin embargo, cuando mencionó Sïderos dejé de acariciar a Fluffle y de comer. Me estiré un poco en el sitio, seria de repente. Había acabado cerca del poder respaldado por personas más poderosas que yo, pero eso no le hacía de fiar a mi juicio. Y si ocurría otra guerra por su culpa no habría mortal o dios que le librara de mi ira.
Sin embargo, para mi sorpresa, solo habló de reconstruir la isla. ¿Eso era todo? Ladeé un poco la cabeza, pensativa. Fluffle me daba con el hocico en la mano e inconscientemente volví a acariciarle como si se tratara de Cetus en sus días mimosos. Tenía bien aprendida la lección y a un animal en busca de caricias no le debes dar la espalda. Al final, le miré a los ojos y le expuse lo que pensaba. Esto no saldría bien si no era al menos un poco sincera.
- ¿Por qué iba a inmiscuirme? Busco la paz, si lo único que pretendes hacer es arreglar Síderos no tengo nada en contra. Antes bien al contrario, creo que a los ciudadanos les gustaría. Sin embargo... no deberías ser tan dejado en cuanto a la lógica del gobierno. - El rostro de la pelirroja se endureció y sus caricias se volvieron algo tensas mientras hablaba.- Mantén los ojos abiertos y no dejes de vigilar. Podrían montar una trama a tus espaldas sin que te dieras cuenta y utilizar Síderos como punto de encuentro para traficar o algo peor.- Miró a los ojos al mercenario; su rostro le explicaba que no estaba para bromas.- No te tomes mi advertencia a la ligera, por favor. Es lo único que te pido. Porque si eso pasa... iré a por el responsable y tú no te librarás de parte de la culpa, por permitirlo.
-Se ve que estás bien informado. - Le dije sin negar nada de lo que había resumido. Sin embargo, cuando mencionó Sïderos dejé de acariciar a Fluffle y de comer. Me estiré un poco en el sitio, seria de repente. Había acabado cerca del poder respaldado por personas más poderosas que yo, pero eso no le hacía de fiar a mi juicio. Y si ocurría otra guerra por su culpa no habría mortal o dios que le librara de mi ira.
Sin embargo, para mi sorpresa, solo habló de reconstruir la isla. ¿Eso era todo? Ladeé un poco la cabeza, pensativa. Fluffle me daba con el hocico en la mano e inconscientemente volví a acariciarle como si se tratara de Cetus en sus días mimosos. Tenía bien aprendida la lección y a un animal en busca de caricias no le debes dar la espalda. Al final, le miré a los ojos y le expuse lo que pensaba. Esto no saldría bien si no era al menos un poco sincera.
- ¿Por qué iba a inmiscuirme? Busco la paz, si lo único que pretendes hacer es arreglar Síderos no tengo nada en contra. Antes bien al contrario, creo que a los ciudadanos les gustaría. Sin embargo... no deberías ser tan dejado en cuanto a la lógica del gobierno. - El rostro de la pelirroja se endureció y sus caricias se volvieron algo tensas mientras hablaba.- Mantén los ojos abiertos y no dejes de vigilar. Podrían montar una trama a tus espaldas sin que te dieras cuenta y utilizar Síderos como punto de encuentro para traficar o algo peor.- Miró a los ojos al mercenario; su rostro le explicaba que no estaba para bromas.- No te tomes mi advertencia a la ligera, por favor. Es lo único que te pido. Porque si eso pasa... iré a por el responsable y tú no te librarás de parte de la culpa, por permitirlo.
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A cada palabra que el chico decía el ceño de Aki se iba frunciendo más y más. Fue a abrir la boca, pero la cerró enseguida. En realidad sí que se le ocurría una cosa que podía hacer, pero claro ¿Cómo confiar en él? Para colmo, terminó su pequeño discurso invitándola a un combate. Aki le miró con las cejas enarcadas mientras se levantaba, como diciéndole ''Oh, por favor...'' No utilizaba una mirada burlona a menudo, pero cuando lo hacía era una obra de arte. Volvió a rascar a Fluffle detrás de las orejas antes de comentarle.
- En realidad, sí que se me ocurre algo que puedes hacer. Bastaría con avisarme si descubres algo que huele a chamusquina. Yo me ocuparía de todo y te prometo que no te verías implicado. Pero ya discutiremos los detalles luego, me interesa esa propuesta.
Por supuesto, la pelirroja no había venido desarmada. Sus sai y sus cuchillos estaban ocultos entre la poca ropa que llevaba, como siempre. Dio un par de pasos mirando a su alrededor. Había un claro a unos pocos metros que podría servirles bien. Por supuesto, a ella le iba mejor un espacio con muchos árboles... pero se olía que el chico era del tipo destructivo y a lo mejor no era buena idea cargarse medio bosque.
-A Fluffle no le tocaremos un pelo. Vamos para ahí.- Dijo señalando con la cabeza y comenzando a caminar. Todavía tenía el mantra activado, esperaba que no le diera por atacarle por la espalda. Eso no sería juego limpio.- Hay espacio de sobra para que te enseñe a no fiarte de las apariencias. Los puños son un arma formidable, pero hay otras cosas a las que deberías temer.
Llegó al claro. Se situó en un extremo y se dio la vuelta, dejando a su espalda tres frondosos árboles. Tomó buena nota de ese dato antes de sonreírle con amabilidad y hacerle un gesto de invitación con la mano.- Aquí te espero, Bleyd Master. Veamos de qué somos capaces.
- En realidad, sí que se me ocurre algo que puedes hacer. Bastaría con avisarme si descubres algo que huele a chamusquina. Yo me ocuparía de todo y te prometo que no te verías implicado. Pero ya discutiremos los detalles luego, me interesa esa propuesta.
Por supuesto, la pelirroja no había venido desarmada. Sus sai y sus cuchillos estaban ocultos entre la poca ropa que llevaba, como siempre. Dio un par de pasos mirando a su alrededor. Había un claro a unos pocos metros que podría servirles bien. Por supuesto, a ella le iba mejor un espacio con muchos árboles... pero se olía que el chico era del tipo destructivo y a lo mejor no era buena idea cargarse medio bosque.
-A Fluffle no le tocaremos un pelo. Vamos para ahí.- Dijo señalando con la cabeza y comenzando a caminar. Todavía tenía el mantra activado, esperaba que no le diera por atacarle por la espalda. Eso no sería juego limpio.- Hay espacio de sobra para que te enseñe a no fiarte de las apariencias. Los puños son un arma formidable, pero hay otras cosas a las que deberías temer.
Llegó al claro. Se situó en un extremo y se dio la vuelta, dejando a su espalda tres frondosos árboles. Tomó buena nota de ese dato antes de sonreírle con amabilidad y hacerle un gesto de invitación con la mano.- Aquí te espero, Bleyd Master. Veamos de qué somos capaces.
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La ovejita se quedó en la moto de Bleyd, comiendo tacos. Era una vista adorable incluso de reojo. Pero era hora de centrarme en lo que aguardaba. No todo era fuerza bruta, y estaba dispuesta a demostrárselo. Aguardé de espaldas a él mientras se ponía la armadura, sin interrumpirle o preguntar nada. Los dos teníamos nuestras armas y nuestra propia manera de hacer las cosas; más valía respetarlas.
Cuando se acercó me giré y, casi con gracia, él alzó su enorme pinza por encima de mi cabeza. En el pequeño lapso de tiempo entre que la levantaba y yo comenzaba a apartarme, me pregunté como se vería la escena desde fuera. Yo era más pequeña que él pese a ser relativamente alta. No llevaba mis armas a la vista y tenía las manos a la espalda mientras él se cernía sobre mi con toda su mole. Di un pasito a un lado y otro hacia atrás. Me incliné como un junco y me aparté de la trayectoria del arma sin ningún problema. Ahora sería mi turno de contraatacar, pero en lugar de sacar mis cuchillos, esbocé una sonrisa de falsa inocencia.
Activé los poderes de mi akuma. Hice que el deseo que dormitaba en él despertase, para desconcentrarle. Crecería e inundaría su mente y su cuerpo hasta impedirle pensar. Mentalmente, me preparé para apartarme si de repente se abalanzase sobre mi. Precavida, apoyé convenientemente la punta del pie en el suelo. No parecía nada extraño, pero al menor movimiento extraño me apoyaría en él y saltaría hacia atrás con la fuerza suficiente para apartarme un par de metros. Una vez allí ya decidiría lo que hacer. Pero de momento, ladeé ligeramente la cabeza y todavía sonriendo pregunté con voz dulce:
- ¿Y eso? No tienes por qué ser cortés conmigo. Soy una chica grande, sé defenderme. Adelante, ven.
Cuando se acercó me giré y, casi con gracia, él alzó su enorme pinza por encima de mi cabeza. En el pequeño lapso de tiempo entre que la levantaba y yo comenzaba a apartarme, me pregunté como se vería la escena desde fuera. Yo era más pequeña que él pese a ser relativamente alta. No llevaba mis armas a la vista y tenía las manos a la espalda mientras él se cernía sobre mi con toda su mole. Di un pasito a un lado y otro hacia atrás. Me incliné como un junco y me aparté de la trayectoria del arma sin ningún problema. Ahora sería mi turno de contraatacar, pero en lugar de sacar mis cuchillos, esbocé una sonrisa de falsa inocencia.
Activé los poderes de mi akuma. Hice que el deseo que dormitaba en él despertase, para desconcentrarle. Crecería e inundaría su mente y su cuerpo hasta impedirle pensar. Mentalmente, me preparé para apartarme si de repente se abalanzase sobre mi. Precavida, apoyé convenientemente la punta del pie en el suelo. No parecía nada extraño, pero al menor movimiento extraño me apoyaría en él y saltaría hacia atrás con la fuerza suficiente para apartarme un par de metros. Una vez allí ya decidiría lo que hacer. Pero de momento, ladeé ligeramente la cabeza y todavía sonriendo pregunté con voz dulce:
- ¿Y eso? No tienes por qué ser cortés conmigo. Soy una chica grande, sé defenderme. Adelante, ven.
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Había funcionado. Sonriendo como una bendita, le tiré un beso al aire y esperé al momento propicio para saltar hacia atrás, como había planeado. Me zafé de su pinza con la maniobra y una vez de nuevo en el suelo di un par de pasos más hacia atrás hasta tocar la corteza del árbol detrás de mi.
- Qué mirada me echas, parece que te has decidido a ir en serio. ¿Planeas matarme? - Le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja. Volví a saltar y en el aire invoqué en mi mano una de mis Bolas de la Ira. Tras guiñarle un ojo a mi contrincante, se la arrojé a los pies. Estallaría nada más tocara contacto con él o con el suelo. El impacto no lo mataría, pero esperaba que le disuadiera de continuar.
- Qué mirada me echas, parece que te has decidido a ir en serio. ¿Planeas matarme? - Le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja. Volví a saltar y en el aire invoqué en mi mano una de mis Bolas de la Ira. Tras guiñarle un ojo a mi contrincante, se la arrojé a los pies. Estallaría nada más tocara contacto con él o con el suelo. El impacto no lo mataría, pero esperaba que le disuadiera de continuar.
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Aki se rió tontamente y se apartó el pelo de la cara. Miró a su contrincante con inocencia y espero a ver qué ocurría. Para su sorpresa, él se quitó la armadura antes de acercarse. Bueno, más bien saltó de ella y cayó rodilla en tierra a los pies de la pelirroja. Esta tomó la mano que él le ofrecía, disfrutando el espectáculo. Cuando el hombre recuperara su cordura el recuerdo de lo sucedido haría que su cara se tornara granate.
Él se incorporó y le rodeó la cintura con el brazo. Aki, escondiendo uno de sus cuchillos entre los dedos de la mano, se la posó en el pecho. Escuchó sus dulces palabras y aguardó unos segundos. La canción era sin duda preciosa, pero no había venido aquí para eso. Paseó sus dedos juguetonamente por el pecho de su víctima, bajándolos poco a poco. En un instante le miró a los ojos y de un rápido movimiento, trató de hundirle el cuchillo en la cintura.
De lograrlo, lo sacaría inmediatamente. Bastaría como prueba de su victoria. Se alejaría y acompañado de un chasquido de dedos cesaría el efecto de su fruta. Sin embargo, si por algún motivo su maniobra salía mal simplemente daría la vuelta y se acercaría a Fluffle con parsimonia, para sentarse a su lado y acariciarle el lomo con una sonrisa. La fachada lo era todo.
Él se incorporó y le rodeó la cintura con el brazo. Aki, escondiendo uno de sus cuchillos entre los dedos de la mano, se la posó en el pecho. Escuchó sus dulces palabras y aguardó unos segundos. La canción era sin duda preciosa, pero no había venido aquí para eso. Paseó sus dedos juguetonamente por el pecho de su víctima, bajándolos poco a poco. En un instante le miró a los ojos y de un rápido movimiento, trató de hundirle el cuchillo en la cintura.
De lograrlo, lo sacaría inmediatamente. Bastaría como prueba de su victoria. Se alejaría y acompañado de un chasquido de dedos cesaría el efecto de su fruta. Sin embargo, si por algún motivo su maniobra salía mal simplemente daría la vuelta y se acercaría a Fluffle con parsimonia, para sentarse a su lado y acariciarle el lomo con una sonrisa. La fachada lo era todo.
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En cuestión de segundos, un humo negro nos envolvió. Rápida como el rayo, salté y cambié a mi forma completa en el aire. Aleteé para elevarme más y poder buscar una mejor perspectiva. No localicé a Bleyd entre la bruma, pero si vi como me tiró algo. De una voltereta lo esquivé y pensé que había ganado unos segundos de ventaja. Sin embargo, para mi sorpresa algo me atrapó el tobillo. Ni corta ni perezosa, agarré mi sai y tras inbuírlo en haki de armadura di una patada para tirar del hilo. Me incliné sobre el mismo y de un tajo lo corté. Todavía quedaba algo enganchado, pero ya no me unía a Bleyd. Mi contrincante.
- Buena jugada. Pero esto no ha hecho más que empezar. Fluffle, ¿Por qué no nos pones algo de música? Esto va a ser un espectáculo.
Me alejé unos metros, escapando de la humareda y descendí hasta quedar a centímetros del suelo. Le dediqué una pequeña reverencia y comencé a bailar. Movimientos largos, en círculos y completamente aleatorios entre si. Allá por donde pasaban mis pies, la hierba se incendiaba. Las llamas alcanzaban el medio metro de altura. Poco a poco, fui bailando alrededor de Bleyd tratando de no acercarme demasiado a Fluffle. No iba a incumplir mi promesa. Sin embargo, era una oportunidad demasiado buena para probar mis técnicas más recientes. De vez en cuando, miraba a Bleyd. Bailaba rápido y en cuestión de pocos segundos tendría a su alrededor un círculo de llamas. Ven, decían mis ojos. Atrévete. Te saldrá caro.
- Buena jugada. Pero esto no ha hecho más que empezar. Fluffle, ¿Por qué no nos pones algo de música? Esto va a ser un espectáculo.
Me alejé unos metros, escapando de la humareda y descendí hasta quedar a centímetros del suelo. Le dediqué una pequeña reverencia y comencé a bailar. Movimientos largos, en círculos y completamente aleatorios entre si. Allá por donde pasaban mis pies, la hierba se incendiaba. Las llamas alcanzaban el medio metro de altura. Poco a poco, fui bailando alrededor de Bleyd tratando de no acercarme demasiado a Fluffle. No iba a incumplir mi promesa. Sin embargo, era una oportunidad demasiado buena para probar mis técnicas más recientes. De vez en cuando, miraba a Bleyd. Bailaba rápido y en cuestión de pocos segundos tendría a su alrededor un círculo de llamas. Ven, decían mis ojos. Atrévete. Te saldrá caro.
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