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Zuko caminaba por los pasillos de Marineford, más atento a los papeles que llevaba en las manos que al propio suelo por el que caminaba. En su boca descansaba un cigarrillo humeante y encendido, dejando tras de si un rastro de humo. Estaba estresado con tanto papeleo y necesitaba calmarse mientras tanto. ¿Qué mejor que algo que calma y no le afectan sus efectos dañinos a quien lo usa? En la mente de Zuko aquella parecía una decisión razonable. Es decir, si no le hacía daño...
¿Qué problema había? Pasó los papeles en sus manos mientras caminaba. Por algún motivo que no terminaba de comprender,
todos los carteles de Se Busca que había en la marina habían sido reemplazados con el rostro de Zane D. Kenshin, pirata al que el dragón conoció.
Nadie sabía a que se debía este extraño sabotaje ni que esperaban conseguir con ello, pues todos los carteles habían tenido su foto reemplazada pero mantenido el nombre y recompensa originales. Actualmente, Zuko tenía su vista clavada en un cartel de Dexter Black en el que la cara sonriente del pelirrojo lucía en vez de la del dragón de pelo bicolor. Le habían ordenado retirar todos los carteles de Marineford para que sean reemplazados por nuevas impresiones que estaban de camino. No le quedaba otra. Se paró en seco en una pared donde descansaba otro cártel, en el que Zane daba cara a Arribor Neus. El dragón suspiró y arrancó el cartel de la pared, empezando a caminar de nuevo.
¿Qué problema había? Pasó los papeles en sus manos mientras caminaba. Por algún motivo que no terminaba de comprender,
todos los carteles de Se Busca que había en la marina habían sido reemplazados con el rostro de Zane D. Kenshin, pirata al que el dragón conoció.
Nadie sabía a que se debía este extraño sabotaje ni que esperaban conseguir con ello, pues todos los carteles habían tenido su foto reemplazada pero mantenido el nombre y recompensa originales. Actualmente, Zuko tenía su vista clavada en un cartel de Dexter Black en el que la cara sonriente del pelirrojo lucía en vez de la del dragón de pelo bicolor. Le habían ordenado retirar todos los carteles de Marineford para que sean reemplazados por nuevas impresiones que estaban de camino. No le quedaba otra. Se paró en seco en una pared donde descansaba otro cártel, en el que Zane daba cara a Arribor Neus. El dragón suspiró y arrancó el cartel de la pared, empezando a caminar de nuevo.
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La vida como marine podía ser más interesante, o eso pensaba Andrómeda mientras se escaqueaba de sus clases de historia y se escabullía por los pasillos. Su nueva vida acababa de dar comienzo tan sólo unas semanas antes, pero no había llegado a la parte interesante de ser marine todavía.
Todo era blablabla, normas, blablabla, reglamentos, blablabla, tienes que aprender lo básico, blablabla, Andrómeda deja de hacer pajaritos de papel y presta atención...
Aquello espantaría a cualquiera. Menos mal que nuestra pelirroja era más perseverante. Aunque en este caso perseverante signifique "hacer pellas cuando se aburre".
Y así, la joven deambulaba por los pasillos del cuartel general de Marineford, husmeando con descaro en todas las puertas que encontró abiertas, y poniendo la oreja en las que encontró cerradas. Estaba segura de que había cosas interesantes pasando en el cuartel en aquellos momentos. Al menos más interesante que las clases de historia de Ranpo. Ella ya sabía todo lo que el profesor intentaba enseñarle, después de todo. Era una pérdida de tiempo.
"NANA", me llamó entonces mentalmente. "Ponme algo de música, me aburro. Algo... bonito."
"Oído cocina. Algo bonito.", respondí, antes de escoger una canción de la nube donde estaban almacenadas e insertarla en el cerebro de Andrómeda, para que pudiese oírla.
Todo era blablabla, normas, blablabla, reglamentos, blablabla, tienes que aprender lo básico, blablabla, Andrómeda deja de hacer pajaritos de papel y presta atención...
Aquello espantaría a cualquiera. Menos mal que nuestra pelirroja era más perseverante. Aunque en este caso perseverante signifique "hacer pellas cuando se aburre".
Y así, la joven deambulaba por los pasillos del cuartel general de Marineford, husmeando con descaro en todas las puertas que encontró abiertas, y poniendo la oreja en las que encontró cerradas. Estaba segura de que había cosas interesantes pasando en el cuartel en aquellos momentos. Al menos más interesante que las clases de historia de Ranpo. Ella ya sabía todo lo que el profesor intentaba enseñarle, después de todo. Era una pérdida de tiempo.
"NANA", me llamó entonces mentalmente. "Ponme algo de música, me aburro. Algo... bonito."
"Oído cocina. Algo bonito.", respondí, antes de escoger una canción de la nube donde estaban almacenadas e insertarla en el cerebro de Andrómeda, para que pudiese oírla.
- Canción:
La chica echó a caminar al ritmo de la música, sin poder evitar mover la cabeza y el resto de su cuerpo al compás de la melodía. Para Andrómeda era imposible escuchar música sin bailar. Su cuerpo se movía solo. Pedirle que no bailase al escuchar música era lo mismo que pedirle que no desmontase todo lo que llegaba a sus manos, o que no respirase.
La escena no era especialmente común, siendo honesta. Una chiquilla con el pelo naranja y verde resaltando sobre su uniforme de recluta, moviéndose por los pasillos como si bailase al son de una música inexistente para los demás... No caben dudas de por qué la llaman excéntrica.
Pero a ella nunca le importaron esas cosas.
Se fijó entonces en un joven con aire cansado, que miraba fijamente un cartel de Wanted pegado en la pared, y apuró el paso para ponerse a su lado y observar el papel.
Entrelazó los dedos de ambas manos a su espalda y esbozó una sonrisa divertida al tiempo que veía los rostros de los carteles.
- Es gracioso, ¿no crees? Alguien ha puesto su cara en todos los carteles. Esto es llama trolling en el sitio del que provengo -comentó con su acento de Steampunk Island, mirando de reojo al muchacho con ojos brillantes y sonrisa pícara.
La escena no era especialmente común, siendo honesta. Una chiquilla con el pelo naranja y verde resaltando sobre su uniforme de recluta, moviéndose por los pasillos como si bailase al son de una música inexistente para los demás... No caben dudas de por qué la llaman excéntrica.
Pero a ella nunca le importaron esas cosas.
Se fijó entonces en un joven con aire cansado, que miraba fijamente un cartel de Wanted pegado en la pared, y apuró el paso para ponerse a su lado y observar el papel.
Entrelazó los dedos de ambas manos a su espalda y esbozó una sonrisa divertida al tiempo que veía los rostros de los carteles.
- Es gracioso, ¿no crees? Alguien ha puesto su cara en todos los carteles. Esto es llama trolling en el sitio del que provengo -comentó con su acento de Steampunk Island, mirando de reojo al muchacho con ojos brillantes y sonrisa pícara.
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El chico paró de golpe al oír aquella voz. Miró hacia abajo para ver a una muchacha comentar que todo aquello de los carteles era algo bastante divertido. E incluso le dio un nombre que, según ella, era propio de su tierra. El chico se llevó la mano a la boca y se quitó el cigarrillo de entre los labios, dejando escapar una bocanada de humo hacia un lado. La muchacha tenía un aspecto extravagante y llamativo, sobre todo en lo que respectaba a su pelo que, además de tener un color bastante normal, tenía varios mechones color verde azulado que Zuko no tardó en pensar que se había teñido. Es decir, aquello no podía ser natural.
- ¿Trolling? No sé que tiene que ver esto con los trolls-comentó refiriéndose a la criatura mitológica-, pero no es gracioso. Al menos no para mí, que me han mandado quitar todos los carteles de Marineford.
Volvió a colocarse el cigarrillo en la boca y echó un vistazo a los carteles una última vez. ¿A quién había cabreado Zane para que le hicieran aquella putada? Debía ser alguien con recursos dentro de la Marina y, según le habían informado, el gobierno estaba investigando el incidente. Pero aquella información no servía al dragón. Debería encontrarse de nuevo con el pelirrojo y preguntarle en persona.
- ¿Cual es tu nombre y rango, por cierto? Yo soy Zuko, Sargento -dijo con una sonrisa algo arrogante.
Los últimos días su nombre se había extendido por Marineford como la pólvora encendida. Un avance tan rápido en alguien de tan bajo rango llamaba la atención, así como su naturaleza dracónida y técnicas de los seis poderes. El nombre de Zuko era uno que resonaba por las paredes y el chico estaba bastante seguro de que aquella muchacha lo había oído. ¿Quién no lo ha oído?
- ¿Trolling? No sé que tiene que ver esto con los trolls-comentó refiriéndose a la criatura mitológica-, pero no es gracioso. Al menos no para mí, que me han mandado quitar todos los carteles de Marineford.
Volvió a colocarse el cigarrillo en la boca y echó un vistazo a los carteles una última vez. ¿A quién había cabreado Zane para que le hicieran aquella putada? Debía ser alguien con recursos dentro de la Marina y, según le habían informado, el gobierno estaba investigando el incidente. Pero aquella información no servía al dragón. Debería encontrarse de nuevo con el pelirrojo y preguntarle en persona.
- ¿Cual es tu nombre y rango, por cierto? Yo soy Zuko, Sargento -dijo con una sonrisa algo arrogante.
Los últimos días su nombre se había extendido por Marineford como la pólvora encendida. Un avance tan rápido en alguien de tan bajo rango llamaba la atención, así como su naturaleza dracónida y técnicas de los seis poderes. El nombre de Zuko era uno que resonaba por las paredes y el chico estaba bastante seguro de que aquella muchacha lo había oído. ¿Quién no lo ha oído?
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La cara de aquel pelirrojo le sonaba de algo a nuestra protagonista, aunque no sabía de qué. Pero le parecía gracioso su peinado y las cicatrices que tenía aquí y allá. Tenía pinta de ir de chulo por la vida. Aunque ella sabía mejor que nadie que las apariencias engañaban.
Tras una experiencia cuanto menos traumática, Andrómeda había decidido que no se podía confiar tan fácilmente en las personas. Debido a eso, si ya no era una persona abierta naturalmente, ahora se había vuelto mucho más cerrada en lo que concernía a sus sentimientos y emociones. Pero eso no le impedía relacionarse con los demás.
Y allí estaba ella, al lado de un hombre joven alto como había visto pocos, y con media cara quemada, que podía resultar más o menos amenazador, hablándole como si nada.
Cuando el muchacho desveló que debía retirar todos los carteles de Marineford, a Andrómeda le dio la risa, y no la contuvo.
Soltó una carcajada y lo señaló con un dedo antes de exclamar:
- ¡Pringao!
Seguidamente parpadeó, al escuchar el rango del joven, de nombre Zuko, y ver que sonreía con suficiencia. ¿Era algo destacable llegar a Sargento?
- Yo soy Andrómeda Elika Minerva Sarasvati Baudelaire FitzSimmons, recluta -se presentó, haciendo el saludo militar-. Pero puedes llamarme Andy. O Ellie. O Sara. O Minerva -añadió, contando los nombres con los dedos de las manos-. Pero no me llames Minnie. Y digo yo, ¿por qué pareces tan orgulloso de ser Sargento? Quiero decir, ni siquiera es un rango tan alto. Y te tienen de becario retirando papeles. ¿Es algo por lo que sentirse orgulloso? -preguntó ella, sin maldad en la voz y con curiosidad en la mirada violeta-. Acabo de llegar a Marineford, aún estoy en proceso de formación, en la academia. Así que no tengo ni idea de si es algo por lo que sentirse orgulloso -explicó a continuación, mirándolo fijamente a los ojos con los suyos abiertos como platos, como examinándolo. Y poniéndose de puntillas para acercarse más a su rostro-. Eres súper alto, y estás fuerte. ¿Seré igual que tú cuando llegue a Sargento? Entonces cuando llegue a Vicealmirante, ¿mediré tres metros de alto y dos metros de ancho de puro músculo? -inquirió sin esperar respuesta, para luego hacer posturas de forzudo en un intento por marcas unos músculos que no tenía.
Tras una experiencia cuanto menos traumática, Andrómeda había decidido que no se podía confiar tan fácilmente en las personas. Debido a eso, si ya no era una persona abierta naturalmente, ahora se había vuelto mucho más cerrada en lo que concernía a sus sentimientos y emociones. Pero eso no le impedía relacionarse con los demás.
Y allí estaba ella, al lado de un hombre joven alto como había visto pocos, y con media cara quemada, que podía resultar más o menos amenazador, hablándole como si nada.
Cuando el muchacho desveló que debía retirar todos los carteles de Marineford, a Andrómeda le dio la risa, y no la contuvo.
Soltó una carcajada y lo señaló con un dedo antes de exclamar:
- ¡Pringao!
Seguidamente parpadeó, al escuchar el rango del joven, de nombre Zuko, y ver que sonreía con suficiencia. ¿Era algo destacable llegar a Sargento?
- Yo soy Andrómeda Elika Minerva Sarasvati Baudelaire FitzSimmons, recluta -se presentó, haciendo el saludo militar-. Pero puedes llamarme Andy. O Ellie. O Sara. O Minerva -añadió, contando los nombres con los dedos de las manos-. Pero no me llames Minnie. Y digo yo, ¿por qué pareces tan orgulloso de ser Sargento? Quiero decir, ni siquiera es un rango tan alto. Y te tienen de becario retirando papeles. ¿Es algo por lo que sentirse orgulloso? -preguntó ella, sin maldad en la voz y con curiosidad en la mirada violeta-. Acabo de llegar a Marineford, aún estoy en proceso de formación, en la academia. Así que no tengo ni idea de si es algo por lo que sentirse orgulloso -explicó a continuación, mirándolo fijamente a los ojos con los suyos abiertos como platos, como examinándolo. Y poniéndose de puntillas para acercarse más a su rostro-. Eres súper alto, y estás fuerte. ¿Seré igual que tú cuando llegue a Sargento? Entonces cuando llegue a Vicealmirante, ¿mediré tres metros de alto y dos metros de ancho de puro músculo? -inquirió sin esperar respuesta, para luego hacer posturas de forzudo en un intento por marcas unos músculos que no tenía.
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El grito de "pringao" hizo que la sonrisa de Zuko se borrase y sus ojos se clavasen en la muchacha, la cual se presentó con el nombre más largo que el dragón había escuchado jamás. Si bien cuando parecía que la chica paraba de hablar el dragón abría la boca para continuar la conversación, Andrómeda volvía a hablar. Casi parecía que con cada palabra aumentaba la velocidad con la que hablaba. El chico empezaba a ahogarse por pura empatía y no sabía como demonios hacía la chica para hablar sin parar a respirar. Cuando por fin Andrómeda terminó de hablar, mirando con los ojos brillantes al dragón, no parecía que hablar tanto le hubiese cansado lo suficiente. Es más, sacó energía suficiente para ponerse a hacer posturas de forzudo. ¿De dónde había salido esta?
- Tu instructor estará muy contento contigo, ¿eh? -comentó con un deje sarcástico en la voz-. La altura no tiene nada que ver con el rango... creo. La verdad es que no sé porque he crecido tanto. Mi padre era un hombre alto, pero yo nunca fui nada del otro mundo. Sin embargo cuando consumí la fruta tardé bastante poco en medir lo que mido ahora... Tal vez tengo algo que ver -dejó escapar una bocanada de humor-. ¿Así que eres nueva, eh? Yo tampoco llevo mucho tiempo aquí. ¿Qué te parece la Marina de momento?
Si bien no lo parecía, lo cierto es que al muchacho le estaba empezando a hacer gracia la actitud de la chica. Alocada y activa, parecía una chica con ganas de comerse el mundo, cosa que el chico veía que faltaba entre los nuevos reclutas de la marina. Aquella muchacha, de trabajárselo bien, podría llegar bastante lejos en la marina si seguía con esa actitud adelante. Tan solo esperaba que no recibiese un golpe demasiado fuerte contra la realidad llegado el momento.
- Tu instructor estará muy contento contigo, ¿eh? -comentó con un deje sarcástico en la voz-. La altura no tiene nada que ver con el rango... creo. La verdad es que no sé porque he crecido tanto. Mi padre era un hombre alto, pero yo nunca fui nada del otro mundo. Sin embargo cuando consumí la fruta tardé bastante poco en medir lo que mido ahora... Tal vez tengo algo que ver -dejó escapar una bocanada de humor-. ¿Así que eres nueva, eh? Yo tampoco llevo mucho tiempo aquí. ¿Qué te parece la Marina de momento?
Si bien no lo parecía, lo cierto es que al muchacho le estaba empezando a hacer gracia la actitud de la chica. Alocada y activa, parecía una chica con ganas de comerse el mundo, cosa que el chico veía que faltaba entre los nuevos reclutas de la marina. Aquella muchacha, de trabajárselo bien, podría llegar bastante lejos en la marina si seguía con esa actitud adelante. Tan solo esperaba que no recibiese un golpe demasiado fuerte contra la realidad llegado el momento.
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El joven sargento pareció molestarse por los comentarios de la chica robótica, pero ella no pareció darse cuenta. Siempre ha sido muy densa para algunas cosas.
- Mis instructores son una panda de aburridos. Pretenden que me aprenda un montón de normas estrictas y ni siquiera se preocupan por intentar hacer entretenidas las clases. Es un tostón -respondió Andrómeda con honestidad-. ¿Fruta? ¿Se consigue crecer tanto sólo comiendo fruta? -se sorprendió a continuación, antes de esbozar una mueca pensativa-. Es cierto que en mi casa nunca se comió mucha fruta... Se pudría con facilidad. Quizá... -meditó, antes de tener una idea- ¿Si como mucha fruta creceré mucho? ¿Eso quieres decir? -inquirió. Pero, antes de averiguar respuesta alguna, el joven soltó una nueva bocanada de humo.
Llevaba fumando desde que lo había visto, y el pitillo ya iba por más de la mitad. ¿Es que estos jóvenes de hoy en día no saben que fumar es malo para la salud? Andrómeda frunció el ceño, o al menos el poco ceño que le dejaban tener sus escasas cejas, y se dio media vuelta con determinación para echar a correr por el pasillo, dejándolo allí plantado.
Entró en el primer baño que encontró, un poco más allá y cogió un vaso que llenó de agua, todavía con el ceño fruncido. Luego apuró el paso de vuelta al Sargento y se lo tiró a la cara, apagando el pitillo y... mojándolo en consecuencia.
Seguidamente lo señaló con un dedo acusador y lo regañó como si de un niño pequeño se tratase.
-¡No! ¡Se! ¡Fuma! ¡No se fuma! ¡Fumar está mal! ¡Muy mal! ¡Mal sargento! ¡No fumes! -exclamó, acompañando cada exclamación de un golpecito acusador en el pecho con el dedo.
A nuestra pequeña cyborg nunca le importaron los rangos ni las jerarquías. Ese sería probablemente su desafío más grande ahora que estaba en proceso de convertirse en marine. Si quería ascender, debía respetar la cadena de mando, y eso no se le daba precisamente bien.
Así que ahí estaba, recién entrada a la Academia, echándole la bronca a un superior sin pensar en las consecuencias de sus actos.
Y dispuesta a darle una charla sobre tabaco, y cáncer.
Pero, primero, quería darle al Sargento el beneficio de la duda, así que se quedó inmóvil, con el índice clavado aún en su pecho, a la espera de una reacción.
- Mis instructores son una panda de aburridos. Pretenden que me aprenda un montón de normas estrictas y ni siquiera se preocupan por intentar hacer entretenidas las clases. Es un tostón -respondió Andrómeda con honestidad-. ¿Fruta? ¿Se consigue crecer tanto sólo comiendo fruta? -se sorprendió a continuación, antes de esbozar una mueca pensativa-. Es cierto que en mi casa nunca se comió mucha fruta... Se pudría con facilidad. Quizá... -meditó, antes de tener una idea- ¿Si como mucha fruta creceré mucho? ¿Eso quieres decir? -inquirió. Pero, antes de averiguar respuesta alguna, el joven soltó una nueva bocanada de humo.
Llevaba fumando desde que lo había visto, y el pitillo ya iba por más de la mitad. ¿Es que estos jóvenes de hoy en día no saben que fumar es malo para la salud? Andrómeda frunció el ceño, o al menos el poco ceño que le dejaban tener sus escasas cejas, y se dio media vuelta con determinación para echar a correr por el pasillo, dejándolo allí plantado.
Entró en el primer baño que encontró, un poco más allá y cogió un vaso que llenó de agua, todavía con el ceño fruncido. Luego apuró el paso de vuelta al Sargento y se lo tiró a la cara, apagando el pitillo y... mojándolo en consecuencia.
Seguidamente lo señaló con un dedo acusador y lo regañó como si de un niño pequeño se tratase.
-¡No! ¡Se! ¡Fuma! ¡No se fuma! ¡Fumar está mal! ¡Muy mal! ¡Mal sargento! ¡No fumes! -exclamó, acompañando cada exclamación de un golpecito acusador en el pecho con el dedo.
A nuestra pequeña cyborg nunca le importaron los rangos ni las jerarquías. Ese sería probablemente su desafío más grande ahora que estaba en proceso de convertirse en marine. Si quería ascender, debía respetar la cadena de mando, y eso no se le daba precisamente bien.
Así que ahí estaba, recién entrada a la Academia, echándole la bronca a un superior sin pensar en las consecuencias de sus actos.
Y dispuesta a darle una charla sobre tabaco, y cáncer.
Pero, primero, quería darle al Sargento el beneficio de la duda, así que se quedó inmóvil, con el índice clavado aún en su pecho, a la espera de una reacción.
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Como empezaba a parecer costumbre hablando con aquella chica, se fue por las ramas dando una respuesta (o más bien añadiendo preguntas) a lo que el dragón había cuestionado. Casi empezaba a pensar que la pequeña Andy no era sino una recluta descarriada, aunque le seguía pareciendo admirable su energía. Fue entonces cuando, sin decir palabra alguna, se dio la vuelta y se marchó. El chico abrió la boca sorprendido, quedando el cigarrillo suspendido y a punto de caer. Finalmente se encogió de hombros y volvió a centrarse en los carteles. Había estado bien hablar con aquella chica, pero parecía que todo quedaría como una anécdota divertida y nada más...
...Hasta que el agua tocó su cara. El chico parpadeó con la cara empapada, casi perplejo y sin moverse mientras Andy lo señalaba y regañaba como si fuese un niño pequeño. Dejó caer el cigarrillo, ahora inservible, cuando dejó salir cual fuente el agua que se le había metido en la boca. Se quedó mirando la mueca de desagrado y enfado infantil de la muchacha. No pudo evitar reír. Estaba ligeramente molesto por lo ocurrido, pero sin duda había sido gracioso.
Un remolino de fuego y aire caliente cubrió su rostro, creando una pequeña estela de vapor del agua. Cuando el fuego hubo desaparecido, volvió a mostrar su cara y pelo totalmente secos. El chico se llevó la mano a la nuca.
- Sé que el tabaco es malo, pero... Mi trabajo es estresante. Además, creo... estoy seguro de que el humo no me afecta. Es decir... si el fuego no me quema... Dudo que el humo pueda dañar los pulmones de un dragón -empezaba a darse cuenta de que ni siquiera él estaba seguro de que aquella afirmación fuese cierta. ¿A quién podría preguntarle sobre ello? ¿A Dexter?
...Hasta que el agua tocó su cara. El chico parpadeó con la cara empapada, casi perplejo y sin moverse mientras Andy lo señalaba y regañaba como si fuese un niño pequeño. Dejó caer el cigarrillo, ahora inservible, cuando dejó salir cual fuente el agua que se le había metido en la boca. Se quedó mirando la mueca de desagrado y enfado infantil de la muchacha. No pudo evitar reír. Estaba ligeramente molesto por lo ocurrido, pero sin duda había sido gracioso.
Un remolino de fuego y aire caliente cubrió su rostro, creando una pequeña estela de vapor del agua. Cuando el fuego hubo desaparecido, volvió a mostrar su cara y pelo totalmente secos. El chico se llevó la mano a la nuca.
- Sé que el tabaco es malo, pero... Mi trabajo es estresante. Además, creo... estoy seguro de que el humo no me afecta. Es decir... si el fuego no me quema... Dudo que el humo pueda dañar los pulmones de un dragón -empezaba a darse cuenta de que ni siquiera él estaba seguro de que aquella afirmación fuese cierta. ¿A quién podría preguntarle sobre ello? ¿A Dexter?
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Su reacción sólo enfadó a la cyborg todavía más. El sargento se echó a reír antes de verse envuelto en una ráfaga de fuego de la que salió completamente seco. A pesar de que aquella escena era notablemente sorprendente, Andrómeda la dejó pasar para otra ocasión, centrada como estaba en el tabaco. Por algún motivo aquel joven marine podía crear fuego. Había visto cosas más raras en su vida. Así que lo ignoró y escuchó sus excusas todavía con el dedito acusador clavado en su pecho, antes de carraspear para aclararse la garganta y continuar con su reprimenda.
- ¿Sabías que el tabaco de segunda mano es más nocivo que el tabaco de primera mano? Ya sin meternos en los riesgos de padecer cáncer, que por muy dragón que seas eso no te hace inmune al cáncer, porque nada es inmune al cáncer. El cáncer no son más que células de tu propio cuerpo que crecen más rápido de lo que deberían y empiezan a hacer daño al organismo porque se niegan a morir. ¿No crees que, de hecho, al ser un dragón, tienes todavía más probabilidad de padecer cáncer? Teniendo en cuenta que la capacidad regenerativa de los dragones es todavía superior a la de los humanos, ¿no? O eso creo. Así que si empiezas a regenerarte igual tus células no paran de regenerarse y entonces se niegan a morir y ¡PAM! -dio una sonora palmada delante de sus narices para añadir dramatismo- ¡CÁNCER! Pero incluso si dejas el cáncer a un lado, que como sigas fumando vas a tener, y te vas a morir, pero eso no es mi problema. Si quieres morirte, adelante, muérete, cada uno es libre de hacer lo que quiere y yo respeto las decisiones ajenas. Que también te tengo que decir, hay mejores maneras de morir que una muerte lenta y dolorosa porque tienes cáncer, todo te lo tengo que decir. Pero, eh, es tu decisión, es tu cuerpo, ahí no me meto. Muérete. Pero sin hablar del cáncer, y sin hablar de morirse, porque no me voy a meter en ese tema, si no vas a dejar de fumar porque a este ritmo vas a morir joven, y si no vas a dejar de fumar porque quieres tener cáncer porque te mola sufrir o yo qué sé, deberías saber que el tabaco de segunda mano es mucho más nocivo que el de primera mano. ¿Y sabes qué quieres decir eso? Que las personas que están a tu alrededor cuando fumas tienen más posibilidades de padecer cáncer que tú, y si alguna lo padece es completa y absolutamente tu culpa. Es decir, si no quieres dejar de fumar porque te la suda morir, ok, es tu vida, tu problema. Pero hazlo por las personas que te rodean. ¿Y por qué el tabaco de segunda mano es más nocivo que el de primera mano? Te preguntarás. Pues, dato curioso, el tabaco tiene más de cuatro mil productos tóxicos. Y, otro dato curioso, inhalado directamente, el tabaco contiene de 5,3 a 43 nanogramos de nitrosaminas cancerígenas, mientras que el de segunda mano contiene entre 680 y 823 nanogramos de nitrosaminas cancerígenas. El fumador pasivo, además, absorbe once veces más volumen de humo que el fumador, porque el fumador lo echa fuera, siendo un total de 18.000 nanogramos. Así que el riesgo cancerígeno de las personas que rodean al fumador son mayores que del fumador en sí. ¿Conclusión? Deja de fumar. Pero ya -explicó Andrómeda como si tuviera toda la razón del mundo, para finalmente cruzarse de brazos y alzar una ceja escéptica, juzgándolo con la mirada.
- ¿Sabías que el tabaco de segunda mano es más nocivo que el tabaco de primera mano? Ya sin meternos en los riesgos de padecer cáncer, que por muy dragón que seas eso no te hace inmune al cáncer, porque nada es inmune al cáncer. El cáncer no son más que células de tu propio cuerpo que crecen más rápido de lo que deberían y empiezan a hacer daño al organismo porque se niegan a morir. ¿No crees que, de hecho, al ser un dragón, tienes todavía más probabilidad de padecer cáncer? Teniendo en cuenta que la capacidad regenerativa de los dragones es todavía superior a la de los humanos, ¿no? O eso creo. Así que si empiezas a regenerarte igual tus células no paran de regenerarse y entonces se niegan a morir y ¡PAM! -dio una sonora palmada delante de sus narices para añadir dramatismo- ¡CÁNCER! Pero incluso si dejas el cáncer a un lado, que como sigas fumando vas a tener, y te vas a morir, pero eso no es mi problema. Si quieres morirte, adelante, muérete, cada uno es libre de hacer lo que quiere y yo respeto las decisiones ajenas. Que también te tengo que decir, hay mejores maneras de morir que una muerte lenta y dolorosa porque tienes cáncer, todo te lo tengo que decir. Pero, eh, es tu decisión, es tu cuerpo, ahí no me meto. Muérete. Pero sin hablar del cáncer, y sin hablar de morirse, porque no me voy a meter en ese tema, si no vas a dejar de fumar porque a este ritmo vas a morir joven, y si no vas a dejar de fumar porque quieres tener cáncer porque te mola sufrir o yo qué sé, deberías saber que el tabaco de segunda mano es mucho más nocivo que el de primera mano. ¿Y sabes qué quieres decir eso? Que las personas que están a tu alrededor cuando fumas tienen más posibilidades de padecer cáncer que tú, y si alguna lo padece es completa y absolutamente tu culpa. Es decir, si no quieres dejar de fumar porque te la suda morir, ok, es tu vida, tu problema. Pero hazlo por las personas que te rodean. ¿Y por qué el tabaco de segunda mano es más nocivo que el de primera mano? Te preguntarás. Pues, dato curioso, el tabaco tiene más de cuatro mil productos tóxicos. Y, otro dato curioso, inhalado directamente, el tabaco contiene de 5,3 a 43 nanogramos de nitrosaminas cancerígenas, mientras que el de segunda mano contiene entre 680 y 823 nanogramos de nitrosaminas cancerígenas. El fumador pasivo, además, absorbe once veces más volumen de humo que el fumador, porque el fumador lo echa fuera, siendo un total de 18.000 nanogramos. Así que el riesgo cancerígeno de las personas que rodean al fumador son mayores que del fumador en sí. ¿Conclusión? Deja de fumar. Pero ya -explicó Andrómeda como si tuviera toda la razón del mundo, para finalmente cruzarse de brazos y alzar una ceja escéptica, juzgándolo con la mirada.
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La sonrisa del chico se iba borrando poco a poco conforme la extraña muchacha hablaba y hablaba y hablaba... Sin parar en una lectura eterna sobre los efectos dañinos del tabaco y recriminándole que, a pesar de ser un dragón,
el humo podía ser tan dañino para él como para los demás. De hecho, pasó un buen rato de la reprimenda ocupada en decir que el resto lo sufriría más que él. Ni siquiera había pensado en aquello... y tampoco lo estaba pensando en aquel momento, pues el incesante hablar de la muchacha no le dejaba ni oírse a si mismo. El chico miraba a los lados, preocupado, viendo como los marines que pasaban a su alrededor giraban el cuello para mirarles y oír lo que la chica decía a una velocidad casi alarmante.
- ¡Vale! ¡De acuerdo! -gritó el dragón llevándose la mano al bolsillo y sacando el paquete de tabaco que llevaba. Con un movimiento de mano el cartón fue rodeado de llamas y no quedaron más que cenizas que el marine tiró al suelo-. ¡Ya está! ¡Tú ganas! ¡Lo dejo!
La respiración del dragón era ligeramente agitada. Pequeñas llamas de fuego dejaban su nariz al exhalar y se desvanecían enseguida. No estaba enfadado, simplemente estresado. ¿Culpaba a la chica? En realidad no. Llevaba demasiado tiempo trabajando y trabajando en Marineford y, concretamente el trabajo que hoy le habían mandado, era particularmente estresante.
El chico se llevó la mano a la sien y cerró los ojos, intenando calmar su respiración.
- Lo siento, recluta -se disculpó-. Debo volver al trabajo, si me disculpas.
El chico suspiró y miró los carteles, sintiendo como el estrés y el agobio volvía a su cuerpo.
el humo podía ser tan dañino para él como para los demás. De hecho, pasó un buen rato de la reprimenda ocupada en decir que el resto lo sufriría más que él. Ni siquiera había pensado en aquello... y tampoco lo estaba pensando en aquel momento, pues el incesante hablar de la muchacha no le dejaba ni oírse a si mismo. El chico miraba a los lados, preocupado, viendo como los marines que pasaban a su alrededor giraban el cuello para mirarles y oír lo que la chica decía a una velocidad casi alarmante.
- ¡Vale! ¡De acuerdo! -gritó el dragón llevándose la mano al bolsillo y sacando el paquete de tabaco que llevaba. Con un movimiento de mano el cartón fue rodeado de llamas y no quedaron más que cenizas que el marine tiró al suelo-. ¡Ya está! ¡Tú ganas! ¡Lo dejo!
La respiración del dragón era ligeramente agitada. Pequeñas llamas de fuego dejaban su nariz al exhalar y se desvanecían enseguida. No estaba enfadado, simplemente estresado. ¿Culpaba a la chica? En realidad no. Llevaba demasiado tiempo trabajando y trabajando en Marineford y, concretamente el trabajo que hoy le habían mandado, era particularmente estresante.
El chico se llevó la mano a la sien y cerró los ojos, intenando calmar su respiración.
- Lo siento, recluta -se disculpó-. Debo volver al trabajo, si me disculpas.
El chico suspiró y miró los carteles, sintiendo como el estrés y el agobio volvía a su cuerpo.
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La pelirroja esbozó una mueca de aprobación al ver cómo Zuko quemaba el tabaco delante de sus narices y asintió con la cabeza al tiempo que emitía un gruñido afirmativo, todavía con actitud de tener toda la razón del mundo.
Observó al marine fijamente al ver que soltaba fuego por las fosas nasales, y se preguntó si ella podría hacer lo mismo cuando se enfadaba. Aunque más que enfadado parecía... quemado.
Andrómeda se rió para sus adentros debido a aquel chiste absurdo, y parpadeó al ver que el joven parecía echarla.
Se puso de puntillas con intención de darle unos golpecitos de ánimo en la cabeza pero, al ver que no llegaba bien, se decantó por el hombro.
- Ea, ea, ya pasó. ¡Es un día feliz! ¡El día en que decidiste cuidarte y quererte a ti mismo un poquito más! -exclamó, extendiendo los brazos con una sonrisa-. Deberías celebrarlo. Correr hasta el punto más alto de Marineford y gritar con todas tus fuerzas. ¡Reírte hasta que te duela la barriga! ¡Cantar en la ducha! -al tiempo que daba todas esas ideas, las escenificaba delante del muchacho- Recoger todos estos carteles puede ser divertido si sabes como hacerlo. ¡Ah, ya sé! -chilló, dándose un golpe con el puño izquierdo en la palma derecha, como si hubiese tenido la idea del siglo-. ¡Yo te ayudo! ¡Así acabamos antes y podemos celebrarlo! ¡Hasta la tarea más tediosa puede ser divertida si le pones entusiasmo! -añadió, arrancando un cartel con una sonrisa en la cara.
"¡NANA, dale al play!", ordenó en su cerebro. La IA obedeció sin dilación y le puso una canción movida, que la llamaba a bailar y cantar.
Y lo hizo.
Observó al marine fijamente al ver que soltaba fuego por las fosas nasales, y se preguntó si ella podría hacer lo mismo cuando se enfadaba. Aunque más que enfadado parecía... quemado.
Andrómeda se rió para sus adentros debido a aquel chiste absurdo, y parpadeó al ver que el joven parecía echarla.
Se puso de puntillas con intención de darle unos golpecitos de ánimo en la cabeza pero, al ver que no llegaba bien, se decantó por el hombro.
- Ea, ea, ya pasó. ¡Es un día feliz! ¡El día en que decidiste cuidarte y quererte a ti mismo un poquito más! -exclamó, extendiendo los brazos con una sonrisa-. Deberías celebrarlo. Correr hasta el punto más alto de Marineford y gritar con todas tus fuerzas. ¡Reírte hasta que te duela la barriga! ¡Cantar en la ducha! -al tiempo que daba todas esas ideas, las escenificaba delante del muchacho- Recoger todos estos carteles puede ser divertido si sabes como hacerlo. ¡Ah, ya sé! -chilló, dándose un golpe con el puño izquierdo en la palma derecha, como si hubiese tenido la idea del siglo-. ¡Yo te ayudo! ¡Así acabamos antes y podemos celebrarlo! ¡Hasta la tarea más tediosa puede ser divertida si le pones entusiasmo! -añadió, arrancando un cartel con una sonrisa en la cara.
"¡NANA, dale al play!", ordenó en su cerebro. La IA obedeció sin dilación y le puso una canción movida, que la llamaba a bailar y cantar.
Y lo hizo.
- Canción que suena en la cabeza de Andrómeda:
Probablemente si alguien se lo hubiera ordenado, se habría negado. Pero ahora que lo hacía por voluntad propia, cambiaban las tornas.
Andrómeda se puso a bailar al ritmo de la música y cantar trozos aleatorios en voz alta mientras se movía por el pasillo al ritmo de la canción y recogía carteles aquí y allá, pasándoselo pipa. Jugaba con los carteles aquí y allá, se detenía para menear las caderas, dar palmadas o chasquear los dedos en momentos aparentemente aleatorios y atraía las miradas de todos los que pasaban por allí.
Para cualquiera que la viese, después de todo, era una chica loca bailando al son de una música inexistente.
Pero no iba a decirle a NANA que se conectase a los altavoces del cuartel, aquello le daría problemas. Y a lo mejor molestaba a algún marine que echaba apaciblemente la siesta.
Hasta Andrómeda tenía límites.
Andrómeda se puso a bailar al ritmo de la música y cantar trozos aleatorios en voz alta mientras se movía por el pasillo al ritmo de la canción y recogía carteles aquí y allá, pasándoselo pipa. Jugaba con los carteles aquí y allá, se detenía para menear las caderas, dar palmadas o chasquear los dedos en momentos aparentemente aleatorios y atraía las miradas de todos los que pasaban por allí.
Para cualquiera que la viese, después de todo, era una chica loca bailando al son de una música inexistente.
Pero no iba a decirle a NANA que se conectase a los altavoces del cuartel, aquello le daría problemas. Y a lo mejor molestaba a algún marine que echaba apaciblemente la siesta.
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La actitud de la muchacha, poco a poco, se contagiaba ligeramente en el dragón y calmaba su estrés al hacer un trabajo tan tedioso. No pudo evitar sonreír, con algo de incredulidad, al ver el entusiasmo con el que la muchacha decidía acompañarle en su trabajo. Se encogió de hombros en un claro "¿por qué no?" y volvió al trabajo, llegando incluso a imitar algún que otro movimiento de Andy. De aquella peculiar forma y con aquella peculiar compañia, el tiempo parecía pasar más deprisa y el estrés había desaparecido por completo, cosa que el dragón agradecía de buen grado, al hacer su trabajo menos pesado.
El teniente llegaba incluso a ignorar las miradas que atraía el peculiar aspecto de la recluta. Conforme el trabajo avanzaba, Zuko se interesaba más aún en las cualidades de la pelirroja. Su llamativa e imoulsiva personalidad era algo que le llamaba la atención. Alguien que no esperaba a recibir órdenes para hacer lo que hay que hacer. Tan solo le faltaba saber que tipo de marine era. Las ganas de realizar una misión junto a la recluta para saber más le resultaba, cuanto menos, tentadora.
El chico dejó por fin en el suelo, junto a un contenedor de basura, la pila de carteles que había recogido. Ahora solo quedaba deshacerse de ellos. Podría quemarlos directamente, pero tampoco era plan de provocar un incendio o dejar allí tiradas las cenizas.
-Bueno -dijo el dragón sacudiéndose las palmas de las manos-, gracias por tu ayuda, recluta. La verdad es que gracias a ti se me ha hecho todo más ligero. ¿Que vas a hacer ahora? ¿Tienes algún trabajo que te hayan mandado?
El teniente llegaba incluso a ignorar las miradas que atraía el peculiar aspecto de la recluta. Conforme el trabajo avanzaba, Zuko se interesaba más aún en las cualidades de la pelirroja. Su llamativa e imoulsiva personalidad era algo que le llamaba la atención. Alguien que no esperaba a recibir órdenes para hacer lo que hay que hacer. Tan solo le faltaba saber que tipo de marine era. Las ganas de realizar una misión junto a la recluta para saber más le resultaba, cuanto menos, tentadora.
El chico dejó por fin en el suelo, junto a un contenedor de basura, la pila de carteles que había recogido. Ahora solo quedaba deshacerse de ellos. Podría quemarlos directamente, pero tampoco era plan de provocar un incendio o dejar allí tiradas las cenizas.
-Bueno -dijo el dragón sacudiéndose las palmas de las manos-, gracias por tu ayuda, recluta. La verdad es que gracias a ti se me ha hecho todo más ligero. ¿Que vas a hacer ahora? ¿Tienes algún trabajo que te hayan mandado?
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Tras unos minutos de danza y trabajo en equipo, el sargento y la pelirroja terminaban de recolectar todos los carteles.
Andrómeda depositó los carteles que había recogido a dos manos sobre aquellos que había dejado su compañero en el suelo y se sacudió los pantalones con un suspiro. Tanto danzar y corretear la había cansado un poco.
Se estaba estirando el cuello cuando Zuko le habló, haciendo que fijase sus cibernéticos ojos en el muchacho.
Ladeó la cabeza con una sonrisa al escuchar la palabra "trabajo".
-¿Tra-ba-jo? ...Nnnnno. Debería estar en clase, pero el teniente hace las clases de historia muuuuuuuy aburridas. Es todo bla, bla bla -al decir aquello, hizo un gesto de bocina con la mano-. Y ya me sé todo lo que nos cuenta, de todas formas. Es aburrido que te expliquen algo que ya te sabes de memoria. Así que me marché. De todas maneras, lo que tenemos que hacer ahora está claro. Como dije, ¡tenemos que celebrar tu nueva vida! ¡Una vida sana y saludable! ¿Sana y saludable son sinónimos? ¿Se puede decir "sana y saludable" sin resultar redundante? ¿Y el hecho de dejar de fumar te convierte en una persona sana y saludable? Si comes mal y no haces ejercicio... ¡Vamos a celebrarlo! -se cortó a sí misma, extendiendo los brazos hacia el techo con una sonrisa pícara, para luego arrastrar al sargento hacia el exterior de la base marine.
Una vez en espacio abierto, Minerva empezó a hacer calentamientos para preparar los músculos.
- La colina más alta queda en esa dirección, ¿verdad? -comprobó, señalando hacia su izquierda-. Te echo una carrera. A ver quien llega antes, el señor Sargento o la recién llegada recluta problemática -retó con una nueva sonrisa-. ¡Tres, dos, uno, ya! -exclamó con rapidez, sin dar tiempo al sargento a aceptar el reto siquiera o prepararse.
Y echó a correr hacia las afueras de Marineford en dirección a la colina más alta, sin esperar a su compañero. ¿Aquello podía ser considerado trampa? Le daba igual. Nuestra pelirroja no se paraba a pensar en esas cosas. Después de todo, ella tenía piernas prostéticas para correr. Así que se alegraba de poder usarlas. Y de poder echarle una carrera a una persona con piernas de verdad y enteras.
Andrómeda depositó los carteles que había recogido a dos manos sobre aquellos que había dejado su compañero en el suelo y se sacudió los pantalones con un suspiro. Tanto danzar y corretear la había cansado un poco.
Se estaba estirando el cuello cuando Zuko le habló, haciendo que fijase sus cibernéticos ojos en el muchacho.
Ladeó la cabeza con una sonrisa al escuchar la palabra "trabajo".
-¿Tra-ba-jo? ...Nnnnno. Debería estar en clase, pero el teniente hace las clases de historia muuuuuuuy aburridas. Es todo bla, bla bla -al decir aquello, hizo un gesto de bocina con la mano-. Y ya me sé todo lo que nos cuenta, de todas formas. Es aburrido que te expliquen algo que ya te sabes de memoria. Así que me marché. De todas maneras, lo que tenemos que hacer ahora está claro. Como dije, ¡tenemos que celebrar tu nueva vida! ¡Una vida sana y saludable! ¿Sana y saludable son sinónimos? ¿Se puede decir "sana y saludable" sin resultar redundante? ¿Y el hecho de dejar de fumar te convierte en una persona sana y saludable? Si comes mal y no haces ejercicio... ¡Vamos a celebrarlo! -se cortó a sí misma, extendiendo los brazos hacia el techo con una sonrisa pícara, para luego arrastrar al sargento hacia el exterior de la base marine.
Una vez en espacio abierto, Minerva empezó a hacer calentamientos para preparar los músculos.
- La colina más alta queda en esa dirección, ¿verdad? -comprobó, señalando hacia su izquierda-. Te echo una carrera. A ver quien llega antes, el señor Sargento o la recién llegada recluta problemática -retó con una nueva sonrisa-. ¡Tres, dos, uno, ya! -exclamó con rapidez, sin dar tiempo al sargento a aceptar el reto siquiera o prepararse.
Y echó a correr hacia las afueras de Marineford en dirección a la colina más alta, sin esperar a su compañero. ¿Aquello podía ser considerado trampa? Le daba igual. Nuestra pelirroja no se paraba a pensar en esas cosas. Después de todo, ella tenía piernas prostéticas para correr. Así que se alegraba de poder usarlas. Y de poder echarle una carrera a una persona con piernas de verdad y enteras.
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La muchacha contestó al sargento, hablando sobre lo aburridas que eran las charlas. Lo cierto es que la entendía bastante bien, pues cuando el dragón se unió a la Marina ya había sido instruido antes para combatir en un ejército. Casi todo lo que pudiesen contarle ya lo sabía y lo que no, lo intuía. El dragón suspiró y se dispuso a llevar la pila de carteles al sitio designado, sin embargo...
Notó un tirón de su muñeca. Era la recluta, que por lo visto aun no había terminado con él. Con una sonrisa de diversión, el sargento se dejó arrastrar hasta el exterior. Fue entonces cuando la recluta empezó a hacer estiramientos propios de un atleta mientras lo retaba a una carrera hasta lo alto de una colina.
El sargento observó con una sonrisa como la muchacha salía corriendo, partiendo con ventaja. El chico se llevó la mano a la nuca y entonces dijo, para sus adentros:
—Va, ¿por qué no?
Sus pies empezaron a moverse a un alta velocidad, levantando el polvo tras de si. No quería llegar a la velocidad del Soru, pues quería que la chica lo viese adelantarle. Y debería haberlo visto pasar a su lado a toda velocidad.
El dragón paró en seco en lo alto de la colina y, tal como había indicado la recluta, gritó desde lo más hondo de sus pulmones. Sin embargo, no fue un grito lo que salió de su boca, sino un potente rugido de dragón. Zuko se lo estaba pasando demasiado bien.
Notó un tirón de su muñeca. Era la recluta, que por lo visto aun no había terminado con él. Con una sonrisa de diversión, el sargento se dejó arrastrar hasta el exterior. Fue entonces cuando la recluta empezó a hacer estiramientos propios de un atleta mientras lo retaba a una carrera hasta lo alto de una colina.
El sargento observó con una sonrisa como la muchacha salía corriendo, partiendo con ventaja. El chico se llevó la mano a la nuca y entonces dijo, para sus adentros:
—Va, ¿por qué no?
Sus pies empezaron a moverse a un alta velocidad, levantando el polvo tras de si. No quería llegar a la velocidad del Soru, pues quería que la chica lo viese adelantarle. Y debería haberlo visto pasar a su lado a toda velocidad.
El dragón paró en seco en lo alto de la colina y, tal como había indicado la recluta, gritó desde lo más hondo de sus pulmones. Sin embargo, no fue un grito lo que salió de su boca, sino un potente rugido de dragón. Zuko se lo estaba pasando demasiado bien.
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Las piernas cibernéticas de Andrómeda suplían las funciones de unas normales y, además, contaban con un suplemento en los talones: unos propulsores que la ayudaban a dar grandes saltos y a volar cortas distancias.
Pero no los usó.
Pudo ver a su compañero adelantarla a la velocidad del rayo, revolviendo sus cabellos con el viento que producían sus rápidos movimientos, y se echó a reír a carcajada limpia al tiempo que apuraba el paso para alcanzarlo.
Un poco antes de llegar a la colina, pudo oír un sonoro rugido de dragón.
Ahora que lo pensaba... El sargento había mencionado algo de ser un dragón, ¿verdad?
La muchacha consiguió finalmente alcanzar la colina, donde el sargento la esperaba. Se situó a su lado para extender los brazos y dejar que el viento fresco que soplaba en lo alto le despeinase las coletas, para luego emitir un grito de emoción.
- ¡Yaaaaaahooohoooooooooooooaaawww! -seguidamente le entró un ligero ataque de tos al atragantarse con la saliva, y se golpeó el pecho con el puño cerrado hasta que se le pasó-. Estoy muy mayor para estas cosas -dramatizó, con fingida voz temblorosa-. Bueno, ya llevas una, te falta lo de reírte hasta que te duela la barriga y lo de cantar en la ducha -le recordó-. Ahora que lo pienso... ¿Por qué eres un dragón? ¿Naciste siendo dragón? ¿Te convertiste luego en humano? ¿O eras humano y te convertiste en dragón? ¿Cuándo supiste que eras un dragón? ¿Te puedes transformar? ¿Puedes volar? ¿Tienes alas? Si te agujerean un ala y luego vuelves a tu forma humana, ¿te falta un trozo de carne en el brazo o los brazos son partes diferentes? Si te arrancan un ala y luego vuelves a tu forma humana, ¿habrá alguna diferencia? Si te arranco un bigote, ¿te desaparecerá un diente? Si te estás transformando y estornudas, ¿te quedas como un bicho amorfo a medio transformar? ¿Puedes hablar con otros dragones? Si aguantas altas temperaturas, ¿podrías bañarte en lava? Si te traigo una vaca, ¿le sacas la leche? Si me das tu corazón, ¿me convierto en tu jinete? Si no das tu corazón, ¿puede alguien montar sobre tu lomo? Y si no pueden, ¿qué les pasa? ¿Se queman el pompis con tu temperatura? En forma humana... ¿pesas lo mismo que en forma de dragón? Creo que alguna vez leí un libro al respecto... -acribilló Minerva, más para sí que para él, apoyando el codo derecho en la mano izquierda y llevándose la otra al mentón al tiempo que fruncía el ceño en pose reflexiva.
Pero no los usó.
Pudo ver a su compañero adelantarla a la velocidad del rayo, revolviendo sus cabellos con el viento que producían sus rápidos movimientos, y se echó a reír a carcajada limpia al tiempo que apuraba el paso para alcanzarlo.
Un poco antes de llegar a la colina, pudo oír un sonoro rugido de dragón.
Ahora que lo pensaba... El sargento había mencionado algo de ser un dragón, ¿verdad?
La muchacha consiguió finalmente alcanzar la colina, donde el sargento la esperaba. Se situó a su lado para extender los brazos y dejar que el viento fresco que soplaba en lo alto le despeinase las coletas, para luego emitir un grito de emoción.
- ¡Yaaaaaahooohoooooooooooooaaawww! -seguidamente le entró un ligero ataque de tos al atragantarse con la saliva, y se golpeó el pecho con el puño cerrado hasta que se le pasó-. Estoy muy mayor para estas cosas -dramatizó, con fingida voz temblorosa-. Bueno, ya llevas una, te falta lo de reírte hasta que te duela la barriga y lo de cantar en la ducha -le recordó-. Ahora que lo pienso... ¿Por qué eres un dragón? ¿Naciste siendo dragón? ¿Te convertiste luego en humano? ¿O eras humano y te convertiste en dragón? ¿Cuándo supiste que eras un dragón? ¿Te puedes transformar? ¿Puedes volar? ¿Tienes alas? Si te agujerean un ala y luego vuelves a tu forma humana, ¿te falta un trozo de carne en el brazo o los brazos son partes diferentes? Si te arrancan un ala y luego vuelves a tu forma humana, ¿habrá alguna diferencia? Si te arranco un bigote, ¿te desaparecerá un diente? Si te estás transformando y estornudas, ¿te quedas como un bicho amorfo a medio transformar? ¿Puedes hablar con otros dragones? Si aguantas altas temperaturas, ¿podrías bañarte en lava? Si te traigo una vaca, ¿le sacas la leche? Si me das tu corazón, ¿me convierto en tu jinete? Si no das tu corazón, ¿puede alguien montar sobre tu lomo? Y si no pueden, ¿qué les pasa? ¿Se queman el pompis con tu temperatura? En forma humana... ¿pesas lo mismo que en forma de dragón? Creo que alguna vez leí un libro al respecto... -acribilló Minerva, más para sí que para él, apoyando el codo derecho en la mano izquierda y llevándose la otra al mentón al tiempo que fruncía el ceño en pose reflexiva.
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La muchacha lo alcanzó, soltando ella misma un fuerte grito que no alcanzaba los decibelios del potente rugido del dragón. Tras ello, empezó a acribillar a preguntas al muchacho, de las cuales no pudo percibir ni la mitad. La chica hablaba demasiado rápido y era difícil discernir la mayoría de preguntas, aunque Zuko dedujo que todas ellas se juntaban en una sola: ¿Por qué eres un dragón? El dragón se cruzó de brazos, esperando que la muchacha terminara de hablar. Al final parecía más que se estaba haciendo las preguntas a si misma.
- Andy... -dijo el dragón recordando el larguísimo nombre con el que la recluta se había presentado-... tranquila, te vas a ahogar. A ver... No soy exactamente un dragón. Tengo la capacidad de transformarme en uno. ¿Has oído hablar de las Frutas del diablo? Extrañas frutas que otorgan poderes a quienes las comen. En mi caso tengo la capacidad de transformarme en un dragón a voluntad, y de utilizar todos los poderes de uno, por supuesto -dijo exhalando una bocanada de fuego-. ¿Y tú? Cuando venías hacia aquí he notado más velocidad de la que suele tener un recluta normal...
Tal vez la muchacha era como él, un recluta que había llegado ya entrenado y fuerte desde antes de enrolarse. O tal vez ella también tenía el poder de una akuma no mi. Sabía que las frutas no eran precisamente comunes y lo cierto es que conocía muy pocas personas en la marina de bajo rango que poseyeran una. ¿O tal vez era algo más? El chico había escuchado hablar incluso de personas que mejoraban sus propios cuerpos con aparatos mecánicos o cosas por el estilo. Nunca lo había entendido, pues la tecnología nunca fue lo suyo. Había crecido toda su vida en un ambiente tradicional y... no veía el por qué alguien necesitaría hacerle algo así a su propio cuerpo. Pero ¿quién era él para juzgar?
- Andy... -dijo el dragón recordando el larguísimo nombre con el que la recluta se había presentado-... tranquila, te vas a ahogar. A ver... No soy exactamente un dragón. Tengo la capacidad de transformarme en uno. ¿Has oído hablar de las Frutas del diablo? Extrañas frutas que otorgan poderes a quienes las comen. En mi caso tengo la capacidad de transformarme en un dragón a voluntad, y de utilizar todos los poderes de uno, por supuesto -dijo exhalando una bocanada de fuego-. ¿Y tú? Cuando venías hacia aquí he notado más velocidad de la que suele tener un recluta normal...
Tal vez la muchacha era como él, un recluta que había llegado ya entrenado y fuerte desde antes de enrolarse. O tal vez ella también tenía el poder de una akuma no mi. Sabía que las frutas no eran precisamente comunes y lo cierto es que conocía muy pocas personas en la marina de bajo rango que poseyeran una. ¿O tal vez era algo más? El chico había escuchado hablar incluso de personas que mejoraban sus propios cuerpos con aparatos mecánicos o cosas por el estilo. Nunca lo había entendido, pues la tecnología nunca fue lo suyo. Había crecido toda su vida en un ambiente tradicional y... no veía el por qué alguien necesitaría hacerle algo así a su propio cuerpo. Pero ¿quién era él para juzgar?
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El muchacho parecía tener paciencia suficiente para soportar la energía de Andrómeda, y respondió todo lo bien que pudo al interrogatorio espontáneo.
Sin embargo, aquello no resolvía ni la mitad de las preguntas que había formulado la muchacha, lo que la hizo fruncir el ceño en señal de inconformismo.
- ¿Fruta del Diablo? Sí, creo que son las frutas con espirales que te dan poderes mágicos, ¿no? Así que te comiste una por accidente porque tenías hambre, y sin querer te convertiste en un lagarto gigante que escupe fuego -teorizó, sin preguntar-Deberías prestar más atención a lo que comes, algún día podrías acabar envenenado -aconsejó, alzando un dedo acusador hacia él-. Yo soy... ¿rápida? No creo. Quiero decir, puede que más rápida que un recluta normal, pero son una panda de inútiles -respondió a continuación, con honestidad infantil-. Aunque también es verdad que yo no soy del todo normal. No me he comido ninguna fruta que me otorgase deseos ni poderes mágicos ni nada de eso, pero... Mira -giró su brazo derecho por las juntas, usando la mano izquierda, hasta que hizo un "clic" y se desprendió de sus enganches. Seguidamente sacudió el brazo cibernético ante sus narices, con una sonrisa-. ¡Mis brazos y piernas son de quita y pon! De hecho tengo dos pares de cada y puedo escoger cuáles ponerme cada día. Ah, y mis ojos también son de mentira -añadió, abriendo mucho los párpados para enseñarle los ojos violeta, a simple vista humanos-. Y también algunos de mis órganos internos... ¡Y tengo alas que salen de mi espalda así que yo también puedo volar! -se señaló la espalda usando el brazo suelto de puntero, antes de volver a colocárselo reprimiendo un gemido de dolor y cerrando los ojos con fuerza-. Odio la sensación de los nervios conectándose a los cables... -se quejó con vocecita aguda. Pero a continuación usó las manos para quitarse la pierna izquierda y la sacudió delante del muchacho, haciendo que se flexionase por la rodilla como un juguete, antes de volver a ponérsela con un nuevo gemido de dolor-. Y también tengo a NANA, que es una Inteligencia Artificial que vive en mi cabeza y me dice cosas que solo yo puedo oír -añadió, con los ojos muy abiertos, señalándose la sien-. Cuando era pequeña tuve un accidente que me dejó sin piernas, sin brazos y me destrozó algunos órganos, así que mi madre me reparó. Y era ciega de nacimiento, así que de paso me dio ojos nuevos con los que poder ver. Luego me enseñó a repararme a mí misma y hacer las tareas de mantenimiento, así que soy autónoma en esas cosas y estoy pensando en mejorar mis implantes...
La chica se quedó en silencio entonces, observando fijamente el rostro de su compañero y su reacción. ¿Demasiada información quizá? Para ella era lo más normal del mundo tener implantes. Y venía de una isla donde incluso estaban de moda, y un montón de gente los usaba. Aunque, cuando era pequeña, se metían con ella por ser medio robot y le lanzaban piedras...
¿Sería poco habitual en el lugar de procedencia de aquel joven de cara quemada el tener implantes? ¿Habría sido un shock demasiado fuerte?
A Minerva, en realidad, le daba igual. Si no estaba acostumbrado a aquellas cosas, tenía que acostumbrarse, por su bien.
El mar está lleno de misterios, y uno debe estar preparado y dispuesto a aceptarlo todo como venga.
O eso creía ella.
Sin embargo, aquello no resolvía ni la mitad de las preguntas que había formulado la muchacha, lo que la hizo fruncir el ceño en señal de inconformismo.
- ¿Fruta del Diablo? Sí, creo que son las frutas con espirales que te dan poderes mágicos, ¿no? Así que te comiste una por accidente porque tenías hambre, y sin querer te convertiste en un lagarto gigante que escupe fuego -teorizó, sin preguntar-Deberías prestar más atención a lo que comes, algún día podrías acabar envenenado -aconsejó, alzando un dedo acusador hacia él-. Yo soy... ¿rápida? No creo. Quiero decir, puede que más rápida que un recluta normal, pero son una panda de inútiles -respondió a continuación, con honestidad infantil-. Aunque también es verdad que yo no soy del todo normal. No me he comido ninguna fruta que me otorgase deseos ni poderes mágicos ni nada de eso, pero... Mira -giró su brazo derecho por las juntas, usando la mano izquierda, hasta que hizo un "clic" y se desprendió de sus enganches. Seguidamente sacudió el brazo cibernético ante sus narices, con una sonrisa-. ¡Mis brazos y piernas son de quita y pon! De hecho tengo dos pares de cada y puedo escoger cuáles ponerme cada día. Ah, y mis ojos también son de mentira -añadió, abriendo mucho los párpados para enseñarle los ojos violeta, a simple vista humanos-. Y también algunos de mis órganos internos... ¡Y tengo alas que salen de mi espalda así que yo también puedo volar! -se señaló la espalda usando el brazo suelto de puntero, antes de volver a colocárselo reprimiendo un gemido de dolor y cerrando los ojos con fuerza-. Odio la sensación de los nervios conectándose a los cables... -se quejó con vocecita aguda. Pero a continuación usó las manos para quitarse la pierna izquierda y la sacudió delante del muchacho, haciendo que se flexionase por la rodilla como un juguete, antes de volver a ponérsela con un nuevo gemido de dolor-. Y también tengo a NANA, que es una Inteligencia Artificial que vive en mi cabeza y me dice cosas que solo yo puedo oír -añadió, con los ojos muy abiertos, señalándose la sien-. Cuando era pequeña tuve un accidente que me dejó sin piernas, sin brazos y me destrozó algunos órganos, así que mi madre me reparó. Y era ciega de nacimiento, así que de paso me dio ojos nuevos con los que poder ver. Luego me enseñó a repararme a mí misma y hacer las tareas de mantenimiento, así que soy autónoma en esas cosas y estoy pensando en mejorar mis implantes...
La chica se quedó en silencio entonces, observando fijamente el rostro de su compañero y su reacción. ¿Demasiada información quizá? Para ella era lo más normal del mundo tener implantes. Y venía de una isla donde incluso estaban de moda, y un montón de gente los usaba. Aunque, cuando era pequeña, se metían con ella por ser medio robot y le lanzaban piedras...
¿Sería poco habitual en el lugar de procedencia de aquel joven de cara quemada el tener implantes? ¿Habría sido un shock demasiado fuerte?
A Minerva, en realidad, le daba igual. Si no estaba acostumbrado a aquellas cosas, tenía que acostumbrarse, por su bien.
El mar está lleno de misterios, y uno debe estar preparado y dispuesto a aceptarlo todo como venga.
O eso creía ella.
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- WOH! -gritó asustado, sobresaltándose hacia atrás al ver como el brazo de la recluta se desprendía de su cuerpo.
Escuchó boquiabierto la explicación de la muchacha. No era capaz de entender ni la mitad y empezaba a sentirse como cuando Kus le soltaba largas charlas sobre algún aparato que había inventado. El dragón nunca había entendido nada de eso, y prefería vivir en la ignorancia y no hacerlo. Cada cual tenía derecho a vivir como fuese, pero le provocaba repelús el imaginar que una creación humana podía emular la complicada naturaleza. Se tranquilizó cuando la muchacha empezó a contarle el por qué era así. Un horrible accidente y una salvación por parte de su madre. Madre... Hacía mucho tiempo que el sargento no recordaba como era el amor de una madre. Se llevó la mano a la cicatriz del rostro, en silencio. Cuando salió de su ensimismamiento vio como la recluta lo miraba fijamente. El chico alejó todo mal pensamiento de su cabeza y volvió al estado anterior. La actitud de la muchacha lo alegraba, y alegre era la emoción que debía sentir en aquel momento.
- Andy-dijo sonriendo-. ¿Quieres ver algo genial?
Antes de que pudiera responder, el chico empezó a cambiar. Su piel oscureció ligeramente, tomando el tono del latón y creciendo escamas en ciertas partes de esta. De su frente emergieron dos cuernos que se torcieron hacia atrás. Los dos metros diez del dragón pronto se tornaron en cuatro metros de altura. Sus piernas eran ahora poderosas patas de dragón con garras y, a su espalda, habían crecido dos enormes alas de murciélago.
- Dime... ¿Has volado alguna vez?
Escuchó boquiabierto la explicación de la muchacha. No era capaz de entender ni la mitad y empezaba a sentirse como cuando Kus le soltaba largas charlas sobre algún aparato que había inventado. El dragón nunca había entendido nada de eso, y prefería vivir en la ignorancia y no hacerlo. Cada cual tenía derecho a vivir como fuese, pero le provocaba repelús el imaginar que una creación humana podía emular la complicada naturaleza. Se tranquilizó cuando la muchacha empezó a contarle el por qué era así. Un horrible accidente y una salvación por parte de su madre. Madre... Hacía mucho tiempo que el sargento no recordaba como era el amor de una madre. Se llevó la mano a la cicatriz del rostro, en silencio. Cuando salió de su ensimismamiento vio como la recluta lo miraba fijamente. El chico alejó todo mal pensamiento de su cabeza y volvió al estado anterior. La actitud de la muchacha lo alegraba, y alegre era la emoción que debía sentir en aquel momento.
- Andy-dijo sonriendo-. ¿Quieres ver algo genial?
Antes de que pudiera responder, el chico empezó a cambiar. Su piel oscureció ligeramente, tomando el tono del latón y creciendo escamas en ciertas partes de esta. De su frente emergieron dos cuernos que se torcieron hacia atrás. Los dos metros diez del dragón pronto se tornaron en cuatro metros de altura. Sus piernas eran ahora poderosas patas de dragón con garras y, a su espalda, habían crecido dos enormes alas de murciélago.
- Dime... ¿Has volado alguna vez?
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La chiquilla observó con rostro atónito cómo el joven sargento se transformaba delante de sus narices. Su cuerpo humano se deformó para adaptarse a su nueva forma, un híbrido humano-dragón que parecía una especie de lagarto humanoide con alas. Tras observarlo sin parpadear durante todo el proceso, lo estudió sin reparo, toqueteándole las alas y las escamas de los brazos, dando vueltas a su alrededor con curiosidad.
Se sacó una lupa del bolsillo y se puso a examinarle las escamas con descaro, probablemente poniendo nervioso al joven.
- Interesante... -murmuró, poniéndose la lupa delante del ojo antes de guardársela.
Escuchó entonces la pregunta del muchacho, y se sintió claramente ofendida al respecto, abriendo la boca en gesto de sorpresa.
- ¡No me escuchas! ¡Muy mal! Tienes que aprender a escuchar a la gente cuando habla. ¡Te he dicho hace dos minutos que tengo alas en la espalda! -volvió a señalarse la espalda, antes de darse la vuelta y señalar con ambas manos en posturas muy incómodas las dos cremalleras que tenía su uniforme en la zona de los omóplatos-. ¿Puedes bajarme las cremalleras? No quiero romper el uniforme -esperó pacientemente a que su nuevo amigo cumpliese su petición y, una vez las cremalleras estaban bajadas dejando al descubierto su espalda, activó el mecanismo que desplegó sus alas mecánicas.
Los omóplatos abrieron dos ranuras en lo que momentos antes parecía carne humana, y de allí se extendieron dos alas metálicas que se estiraron en toda su envergadura con un ligero zumbido. Cuando el zumbido se detuvo, las alas metálicas estaban completamente desplegadas a su espalda y listas para ser usadas.
- ¿Le dije o no le dije que tenía alas en la espalda? -inquirió Andy, ligeramente enfurruñada.
Su muñeca comenzó a brillar entonces y de la zona surgió un pitido, que dio paso a una voz.
- Sí, definitivamente se lo dijiste -confirmó una voz femenina, metálica y con tono ligeramente meloso.
Andy extendió la muñeca para enseñársela a su compañero.
- Esta es NANA. NANA, saluda.
- ¡Buenos días, señor Zuko, señor! -chilló la Inteligencia Artificial, imitando el tono militar con un deje de sorna.
- Bueno... ¿probamos a ver cuál puede volar más alto? -desafió Andy al dragón, con una sonrisa pícara en el rostro.
Se sacó una lupa del bolsillo y se puso a examinarle las escamas con descaro, probablemente poniendo nervioso al joven.
- Interesante... -murmuró, poniéndose la lupa delante del ojo antes de guardársela.
Escuchó entonces la pregunta del muchacho, y se sintió claramente ofendida al respecto, abriendo la boca en gesto de sorpresa.
- ¡No me escuchas! ¡Muy mal! Tienes que aprender a escuchar a la gente cuando habla. ¡Te he dicho hace dos minutos que tengo alas en la espalda! -volvió a señalarse la espalda, antes de darse la vuelta y señalar con ambas manos en posturas muy incómodas las dos cremalleras que tenía su uniforme en la zona de los omóplatos-. ¿Puedes bajarme las cremalleras? No quiero romper el uniforme -esperó pacientemente a que su nuevo amigo cumpliese su petición y, una vez las cremalleras estaban bajadas dejando al descubierto su espalda, activó el mecanismo que desplegó sus alas mecánicas.
Los omóplatos abrieron dos ranuras en lo que momentos antes parecía carne humana, y de allí se extendieron dos alas metálicas que se estiraron en toda su envergadura con un ligero zumbido. Cuando el zumbido se detuvo, las alas metálicas estaban completamente desplegadas a su espalda y listas para ser usadas.
- ¿Le dije o no le dije que tenía alas en la espalda? -inquirió Andy, ligeramente enfurruñada.
Su muñeca comenzó a brillar entonces y de la zona surgió un pitido, que dio paso a una voz.
- Sí, definitivamente se lo dijiste -confirmó una voz femenina, metálica y con tono ligeramente meloso.
Andy extendió la muñeca para enseñársela a su compañero.
- Esta es NANA. NANA, saluda.
- ¡Buenos días, señor Zuko, señor! -chilló la Inteligencia Artificial, imitando el tono militar con un deje de sorna.
- Bueno... ¿probamos a ver cuál puede volar más alto? -desafió Andy al dragón, con una sonrisa pícara en el rostro.
Hayden Ashworth
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Zuko se sobresaltó, de nuevo, al oír la extraña voz metálica salir de su muñeca. Esa recluta era una caja de sorpresas y lo cierto era que cada vez le caía mejor. El dragón sonrió de forma algo arrogante en cuanto la muchacha lo retó de nuevo, esta vez a ver quien puede volar más alto. El chico extendió sus enormes alas y, levantando una gran cantidad de aire,
las sacudió y empezó a volar, viéndose propulsado por fuego. Miró hacia abajo, esperando ver a Andy seguirle. El dragón bajó la velocidad para dar un poco de ventaja y utilizó tan solo sus alas para seguir subiendo, en vez de el geppou y la propulsión como solía hacer en las misiones.
En cuanto llegó a las nubes su vuelo empezó a ser en círculos, tocando estas con sus garras. Al hacerlo, se deshacían en pequeñas gotas de lluvia que caían hacia el suelo de Marineford. Siempre había disfrutado de volar y esperaba que la chica lo estuviese disfrutando del mismo modo. En un pequeño arranque de adrenalina, el dragón decidió que era buena idea lanzar un rankyaku con la pierna a una nube sobre él. La nube fue cortada y empezó a moverse en dos direcciones distintas. El dragón rio y buscó con la mirada a la recluta, esperando verla volar y preguntándose como sería el vuelo con aquellas extrañas alas de metal.
El dragón se dejó caer en picado varios metros para luego abrir sus alas de golpe y volver a alzar el vuelo. Recordaba como solía volar de aquella forma con Azula, aunque con más cuidado, pues debía cargar con ella y evitar que cayese. Tras varios minutos de vuelo, el dragón indicó con una seña a la recluta que aterrizaran ya. Se dirigió al mismo punto del que despegó y posó los pies en el suelo, volviendo a su forma humana. Se llevó el brazo al hombro y miró al cielo, esperando ver a la recluta aterrizar. Había sido un buen día... y había hecho una amiga.
las sacudió y empezó a volar, viéndose propulsado por fuego. Miró hacia abajo, esperando ver a Andy seguirle. El dragón bajó la velocidad para dar un poco de ventaja y utilizó tan solo sus alas para seguir subiendo, en vez de el geppou y la propulsión como solía hacer en las misiones.
En cuanto llegó a las nubes su vuelo empezó a ser en círculos, tocando estas con sus garras. Al hacerlo, se deshacían en pequeñas gotas de lluvia que caían hacia el suelo de Marineford. Siempre había disfrutado de volar y esperaba que la chica lo estuviese disfrutando del mismo modo. En un pequeño arranque de adrenalina, el dragón decidió que era buena idea lanzar un rankyaku con la pierna a una nube sobre él. La nube fue cortada y empezó a moverse en dos direcciones distintas. El dragón rio y buscó con la mirada a la recluta, esperando verla volar y preguntándose como sería el vuelo con aquellas extrañas alas de metal.
El dragón se dejó caer en picado varios metros para luego abrir sus alas de golpe y volver a alzar el vuelo. Recordaba como solía volar de aquella forma con Azula, aunque con más cuidado, pues debía cargar con ella y evitar que cayese. Tras varios minutos de vuelo, el dragón indicó con una seña a la recluta que aterrizaran ya. Se dirigió al mismo punto del que despegó y posó los pies en el suelo, volviendo a su forma humana. Se llevó el brazo al hombro y miró al cielo, esperando ver a la recluta aterrizar. Había sido un buen día... y había hecho una amiga.
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Andrómeda activó los propulsores de sus talones y se lanzó a toda velocidad hacia los cielos, usando sus alas como apoyo para estabilizar el vuelo y dirigirse hacia donde estaba el sargento. Una vez en el aire emitió un grito de euforia y comenzó a girar y hacer piruetas, atravesando nubes a su paso y quedando completamente empapada por la humedad acumulada en su interior.
Sacudió la cabeza para librarse del agua y alcanzó a su compañero, que podía volar mucho mejor que ella y a más altitud, tal y como había supuesto. Después de todo, unas meras máquinas no pueden vencer a la naturaleza de un dragón... por el momento.
Le dirigió una sonrisa a Zuko, que se dejó caer en picado, y la chica lo imitó, tocando las nubes con los dedos y gritando otra vez.
Después de unas cuantas florituras y acrobacias aéreas en las que ambos se divirtieron y mostraron sus habilidades al otro, el muchacho le indicó que aterrizasen.
Andrómeda aceptó, y fue a aterrizar suavemente al mismo punto desde donde había despegado, al tiempo que sus propulsores se apagaban y sus alas volvían a esconderse en el interior de sus omóplatos.
Seguidamente se estiró con descaro y miró a su compañero.
- Con gente como tú en la Marina, esto puede ser interesante -le sonrió entonces, con gesto pícaro y un deje infantil.
Y entonces se acabó la diversión.
- ¡BAUDELAIRE! ¡CABO BAUDELAIRE! ¡VUELVE A CLASE AHORA MISMO! ¡NO CREAS QUE OLVIDARÉ ESTO, JOVENCITA, TE LLEVAS UNA AMONESTACIÓN! -el profesor de Historia de Minerva, un hombre de baja estatura y cuerpo menudo, subía a toda velocidad la colina para alcanzarla y cogerla por el brazo-. ¡VAS A LIMPIAR LOS BAÑOS DEL CUARTEL TÚ SOLITA COMO CASTIGO, Y ESTO QUEDARÁ REFLEJADO EN TU EXPEDIENTE! -comenzó a arrastrarla colina abajo, y Andrómeda se dejó hacer mientras miraba a Zuko y le dirigía otra sonrisa pícara-. ¡Y ni siquiera veo un poquito de arrepentimiento en tu mirada! -le chilló el Teniente, mirándola-. ¡Pues trabajarás en el comedor dos semanas ayudando en la cocina! ¡A ver si pelar patatas te quita la tontería!
El teniente siguió echándole la reprimenda mientras la arrastraba de vuelta al cuartel.
Andrómeda tuvo que limpiar los baños durante un mes, y ayudar en la cocina dos semanas. Pero aquella amonestación tan sólo se acumulaba a las demás, y la chica estaba acostumbrada a aquel tipo de castigos. Así que siguió escabulléndose de las clases. Y siguió siendo castigada.
Hay quien nunca aprende.
Sacudió la cabeza para librarse del agua y alcanzó a su compañero, que podía volar mucho mejor que ella y a más altitud, tal y como había supuesto. Después de todo, unas meras máquinas no pueden vencer a la naturaleza de un dragón... por el momento.
Le dirigió una sonrisa a Zuko, que se dejó caer en picado, y la chica lo imitó, tocando las nubes con los dedos y gritando otra vez.
Después de unas cuantas florituras y acrobacias aéreas en las que ambos se divirtieron y mostraron sus habilidades al otro, el muchacho le indicó que aterrizasen.
Andrómeda aceptó, y fue a aterrizar suavemente al mismo punto desde donde había despegado, al tiempo que sus propulsores se apagaban y sus alas volvían a esconderse en el interior de sus omóplatos.
Seguidamente se estiró con descaro y miró a su compañero.
- Con gente como tú en la Marina, esto puede ser interesante -le sonrió entonces, con gesto pícaro y un deje infantil.
Y entonces se acabó la diversión.
- ¡BAUDELAIRE! ¡CABO BAUDELAIRE! ¡VUELVE A CLASE AHORA MISMO! ¡NO CREAS QUE OLVIDARÉ ESTO, JOVENCITA, TE LLEVAS UNA AMONESTACIÓN! -el profesor de Historia de Minerva, un hombre de baja estatura y cuerpo menudo, subía a toda velocidad la colina para alcanzarla y cogerla por el brazo-. ¡VAS A LIMPIAR LOS BAÑOS DEL CUARTEL TÚ SOLITA COMO CASTIGO, Y ESTO QUEDARÁ REFLEJADO EN TU EXPEDIENTE! -comenzó a arrastrarla colina abajo, y Andrómeda se dejó hacer mientras miraba a Zuko y le dirigía otra sonrisa pícara-. ¡Y ni siquiera veo un poquito de arrepentimiento en tu mirada! -le chilló el Teniente, mirándola-. ¡Pues trabajarás en el comedor dos semanas ayudando en la cocina! ¡A ver si pelar patatas te quita la tontería!
El teniente siguió echándole la reprimenda mientras la arrastraba de vuelta al cuartel.
Andrómeda tuvo que limpiar los baños durante un mes, y ayudar en la cocina dos semanas. Pero aquella amonestación tan sólo se acumulaba a las demás, y la chica estaba acostumbrada a aquel tipo de castigos. Así que siguió escabulléndose de las clases. Y siguió siendo castigada.
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