Ichimura Hachiro
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"¿En qué momento decidió Iwashi que esto era buena idea?" se lamentó el agente, comprobando por enésima vez que se había hecho bien el nudo de la pajarita. Estaba en un vestidor de aspecto elegante, junto a una montaña de trajes de camarero de diferente talla. Le había costado encontrar una camisa y pantalones a su medida (al fin y al cabo, en un lugar como aquel se esperaba una perfecta etiqueta por su parte) y ahora le tocaba hacer lo mismo con unos mocasines y una chaqueta elegante. Mientras se probaba el calzado pensó en cómo le estaría yendo a Minami con cierta preocupación. Aquella mujer era con diferencia la adulta más descuidada y que peor se cuidaba que hubiese tenido el dudoso placer de conocer. Podía darle mucho trabajo cuidar de ella y tener muchas peleas por sus contrapuestas formas de ser, pero la quería como a una madre, y se preocupaba cada vez que le tocaba dejarla en el piso para irse a una misión. Cierto era que en otras ocasiones era ella la que se iba a trabajar y lo dejaba unos días tranquilo, y que era perfectamente capaz de apañárselas sola, pero no podía evitar preguntarse de qué clase de comida basura se estaría alimentando o cuánto haría que no limpiaba los platos.
- Al menos hambre no va a pasar. Come por tres y nunca se pierde una comida.
Tras encontrar unos zapatos adecuados para él, se puso con la chaqueta. Era una suerte que supiese de etiqueta gracias a su educación en la casa Asdrubal. Era un requisito imprescindible para el éxito de aquella misión, pues un camarero que desentonara llamaría demasiado la atención. Y hablando de eso, aún no sabía nada de los objetivos de aquel trabajo. Sabía que un agente de mayor rango estaría presente y se pondría en contacto con él y lo pondría al tanto de los últimos detalles. Todo lo que sabía por ahora era que un importante comerciante estaría presente y que querían que mantuviera un ojo sobre él y se asegurara de que no le ocurría nada. Era el sr. Márquez, un magnate de los transportes. Nada menos que un mink cerdo. "Le va que ni pintado" pensó Hachiro, permitiéndose una sonrisa. Tras encontrar una chaqueta apropiada, cogió la pistola que le habían asignado para aquella misión, un revólver de dimensiones muy reducidas que podría ocultar con facilidad. Se colocó la funda en el costado izquierdo con una correa y se puso la chaqueta por encima.
- Monsieur Izumi, no puedo darle más tiempo. Debe salir ya - le dijo el jefe de camareros entrando.
Hachiro se limitó a asentir y comprobó su atuendo frente al espejo. Se puso unos guantes blancos y se dispuso a salir. Aquel hombre era parte de la trama, había sido contratado por sus superiores... ¿o era un colaborador voluntario? Fuese como fuera, era el que lo había colado en el servicio aquella noche y el que se aseguraría de tenerlo trabajando en la misma zona que el sr. Márquez. Sin embargo para evitar que despidieran al pobre hombre por incompetencia, les habían pedido que evitaran armar ningún jaleo ni nada similar. Su trabajo como camarero debía ser más que aceptable, debía ser digno de un lugar como aquel. Tomó aire, se puso erguido y salió de la estancia con paso firme.
- Al menos hambre no va a pasar. Come por tres y nunca se pierde una comida.
Tras encontrar unos zapatos adecuados para él, se puso con la chaqueta. Era una suerte que supiese de etiqueta gracias a su educación en la casa Asdrubal. Era un requisito imprescindible para el éxito de aquella misión, pues un camarero que desentonara llamaría demasiado la atención. Y hablando de eso, aún no sabía nada de los objetivos de aquel trabajo. Sabía que un agente de mayor rango estaría presente y se pondría en contacto con él y lo pondría al tanto de los últimos detalles. Todo lo que sabía por ahora era que un importante comerciante estaría presente y que querían que mantuviera un ojo sobre él y se asegurara de que no le ocurría nada. Era el sr. Márquez, un magnate de los transportes. Nada menos que un mink cerdo. "Le va que ni pintado" pensó Hachiro, permitiéndose una sonrisa. Tras encontrar una chaqueta apropiada, cogió la pistola que le habían asignado para aquella misión, un revólver de dimensiones muy reducidas que podría ocultar con facilidad. Se colocó la funda en el costado izquierdo con una correa y se puso la chaqueta por encima.
- Monsieur Izumi, no puedo darle más tiempo. Debe salir ya - le dijo el jefe de camareros entrando.
Hachiro se limitó a asentir y comprobó su atuendo frente al espejo. Se puso unos guantes blancos y se dispuso a salir. Aquel hombre era parte de la trama, había sido contratado por sus superiores... ¿o era un colaborador voluntario? Fuese como fuera, era el que lo había colado en el servicio aquella noche y el que se aseguraría de tenerlo trabajando en la misma zona que el sr. Márquez. Sin embargo para evitar que despidieran al pobre hombre por incompetencia, les habían pedido que evitaran armar ningún jaleo ni nada similar. Su trabajo como camarero debía ser más que aceptable, debía ser digno de un lugar como aquel. Tomó aire, se puso erguido y salió de la estancia con paso firme.
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Los camareros correteaban de arriba a abajo enfundados en sus impolutos trajes y armados con bandejas que brillaban igual que la cubertería que adornaba las mesas del opulento sitio. Dada la ocasión tuve que dejar mis ropajes habituales en el lugar que me hospedaba y en su lugar ponerme un traje a medida que había encargado para la ocasión. Desde luego el material del que estaba hecho se notaba que era bueno hasta para el ojo inexperto, por lo que una vez que me enfundé en él me sentí como un "pincel".
Gracias al colaborador interno de la agencia no tuve problemas en conseguir un asiento especial en el restaurante, desde el cual podía vislumbrar a mi objetivo desde una distancia prudente. Podía ver claramente como el mink no paraba de comer mientras hablaba de forma animada con un par de acompañantes. Esta vez mi misión era más supervisar que actuar, ya que un agente preparado para este encuentro se encontraba ya infiltrado sirviendo entre las mesas, mientras que yo tenía que asegurarme de que todo salía bien y darle sus instrucciones.
-Anda mira, antes pienso en él y antes aparece - rumié para mí mismo fijándome en un camarero peliblanco. Gracias a que había leído su ficha rápidamente lo reconocí y llamé su atención para que me atendiese.
- Buenas noches. Quiero tomar escalope de foie gras marcado al aceite de saúco de primero, nieve de tomate de segundo y de postre el bizcocho de naranja con crema de manzana y menta - pedí tras hacer que ojeaba la carta, aunque en realidad lo que hice fue introducir un pequeño sobre en esta para dársela que pudiese verlo el agente. -El vino lo dejo a su elección.
En el papel ponía que el sr Márquez, el cual mantenía diversos contratos con el Gobierno, iba a reunirse con un alto mando de la Revolución. Según nuestros informes era el revolucionario quien había tramitado este encuentro, pero aún así había recelo y no sabíamos como reaccionaría Márquez... Aunque para eso estaba el agente infiltrado. Él iba a ser el camarero personal de su mesa. Debía recopilar toda la información posible e irme informando del resultado de la conversación, puesto que según como fuesen sucediendo las cosas... Teníamos unas órdenes u otras.
Gracias al colaborador interno de la agencia no tuve problemas en conseguir un asiento especial en el restaurante, desde el cual podía vislumbrar a mi objetivo desde una distancia prudente. Podía ver claramente como el mink no paraba de comer mientras hablaba de forma animada con un par de acompañantes. Esta vez mi misión era más supervisar que actuar, ya que un agente preparado para este encuentro se encontraba ya infiltrado sirviendo entre las mesas, mientras que yo tenía que asegurarme de que todo salía bien y darle sus instrucciones.
-Anda mira, antes pienso en él y antes aparece - rumié para mí mismo fijándome en un camarero peliblanco. Gracias a que había leído su ficha rápidamente lo reconocí y llamé su atención para que me atendiese.
- Buenas noches. Quiero tomar escalope de foie gras marcado al aceite de saúco de primero, nieve de tomate de segundo y de postre el bizcocho de naranja con crema de manzana y menta - pedí tras hacer que ojeaba la carta, aunque en realidad lo que hice fue introducir un pequeño sobre en esta para dársela que pudiese verlo el agente. -El vino lo dejo a su elección.
En el papel ponía que el sr Márquez, el cual mantenía diversos contratos con el Gobierno, iba a reunirse con un alto mando de la Revolución. Según nuestros informes era el revolucionario quien había tramitado este encuentro, pero aún así había recelo y no sabíamos como reaccionaría Márquez... Aunque para eso estaba el agente infiltrado. Él iba a ser el camarero personal de su mesa. Debía recopilar toda la información posible e irme informando del resultado de la conversación, puesto que según como fuesen sucediendo las cosas... Teníamos unas órdenes u otras.
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La sala era lo que se había esperado de un lugar para gente adinerada: enorme, con un cuarteto de cuerda tocando música suave de fondo, decoración ostentosa y llena por todos lados de gente muy elegante comiendo los platos más extraños y refinados. Era una lástima que no lo hubiesen puesto en alguna de las mesas camuflado como un cliente, pero no se podía pedir todo. Tenía la oportunidad de degustar, al menos olfativa y visualmente, platos hechos por cheffs profesionales siguiendo recetas de maestros de la cocina. Algunos eran demasiado experimentales y extraños para él, pues tenía gustos un poco más tradicionales en cuanto a la cocina, pero seguía siendo una oportunidad única e iba a poder sacar ideas para experimentar luego en casa. Como cocinero aquella misión era como la gallina de los huevos de oro. Atento a la mesa del mink, se fijó en una cercana desatendida y se acercó. Era un hombre... no, ¿una mujer vestida de hombre? Iba con traje, pero su rostro era totalmente femenino. Camuflando su confusión, se acercó y dijo:
- Buenas noches. ¿Sabe ya lo que va a tomar?
La voz le disipó parcialmente las dudas. Aunque suave, parecía masculina. Sacó la libreta y comenzó a tomarle nota, cuando se repente le vio un gesto sospechoso. Al ver el sobre en la carta, comprendió que había dado con el otro agente y asintiendo con la cabeza la retiró. La oferta de elegir el vino lo emocionó por un momento al pensar que iba a poder tomar una elección en aquel lugar usando su propio (aunque inexperto) criterio culinario. Sin embargo se obligó a recordarse lo crucial de mantener un perfil bajo y optó por elegir rápido uno que creyera que podía pegar bien con lo que había pedido, en vez de pararse a recordar las largas listas de bodegas y variedad que había leído en sus tiempos libres.
- Entonces le recomiendo un Casapiedra rosato. Podrá comprobar que su toque ligeramente ácido hace contraste con el foie grass.
Con la carta bajo el brazo se dirigió a la cocina donde tras avisar debidamente del pedido, se fue a una esquina alejada y abrió el sobre. Leyó las instrucciones con atención y rapidez, atento a sus alrededores por si había algún cocinero demasiado interesado en él. Dobló varias veces el mensaje y se lo guardó dentro de la chaqueta, estableciendo a continuación contacto visual con el camarero jefe. Este captó la mirada y dio un par de rápidas órdenes, y pronto se encontró saliendo de la cocina con un carrito lleno de bandejas con toda clase de delicias. Se aproximó a la mesa del señor Márquez y empezó a colocar las nuevas bandejas y retirar las anteriores, todas vacías y totalmente limpias.
- ¿Es todo de su agrado, señores? ¿Debo traerles algo más?
- Sí, oink, una botella de cava. Y que no sea de esos de segunda del South Blue, quiero un cava de Toussant.
Los siguientes minutos estuvo muy atareado entre llevar la botella y servir al cerdo y sus compañeros, llevar el primer plato y el vino al (o la) agente y llevar y traer constantemente más y más platos a la mesa del mink. Si el alto mando revolucionario estaba ya allí, o él y Márquez tenían alguna clase de código secreto consistente en engullir y gruñir, o no parecía muy interesado en nada que no fuera la comida. Se inclinaba más por la opción de que no hubiera llegado aún, eso, o los revolucionarios debían tener un serio problema de aprovisionamiento en la base de aquel tipo.
- Buenas noches. ¿Sabe ya lo que va a tomar?
La voz le disipó parcialmente las dudas. Aunque suave, parecía masculina. Sacó la libreta y comenzó a tomarle nota, cuando se repente le vio un gesto sospechoso. Al ver el sobre en la carta, comprendió que había dado con el otro agente y asintiendo con la cabeza la retiró. La oferta de elegir el vino lo emocionó por un momento al pensar que iba a poder tomar una elección en aquel lugar usando su propio (aunque inexperto) criterio culinario. Sin embargo se obligó a recordarse lo crucial de mantener un perfil bajo y optó por elegir rápido uno que creyera que podía pegar bien con lo que había pedido, en vez de pararse a recordar las largas listas de bodegas y variedad que había leído en sus tiempos libres.
- Entonces le recomiendo un Casapiedra rosato. Podrá comprobar que su toque ligeramente ácido hace contraste con el foie grass.
Con la carta bajo el brazo se dirigió a la cocina donde tras avisar debidamente del pedido, se fue a una esquina alejada y abrió el sobre. Leyó las instrucciones con atención y rapidez, atento a sus alrededores por si había algún cocinero demasiado interesado en él. Dobló varias veces el mensaje y se lo guardó dentro de la chaqueta, estableciendo a continuación contacto visual con el camarero jefe. Este captó la mirada y dio un par de rápidas órdenes, y pronto se encontró saliendo de la cocina con un carrito lleno de bandejas con toda clase de delicias. Se aproximó a la mesa del señor Márquez y empezó a colocar las nuevas bandejas y retirar las anteriores, todas vacías y totalmente limpias.
- ¿Es todo de su agrado, señores? ¿Debo traerles algo más?
- Sí, oink, una botella de cava. Y que no sea de esos de segunda del South Blue, quiero un cava de Toussant.
Los siguientes minutos estuvo muy atareado entre llevar la botella y servir al cerdo y sus compañeros, llevar el primer plato y el vino al (o la) agente y llevar y traer constantemente más y más platos a la mesa del mink. Si el alto mando revolucionario estaba ya allí, o él y Márquez tenían alguna clase de código secreto consistente en engullir y gruñir, o no parecía muy interesado en nada que no fuera la comida. Se inclinaba más por la opción de que no hubiera llegado aún, eso, o los revolucionarios debían tener un serio problema de aprovisionamiento en la base de aquel tipo.
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- Suena delicioso monsieur - dije con tono amable antes de que se retirase a seguir con su tarea.
Desde luego el agente sabía mantener la compostura y prosiguió con su trabajo como si nada. Hubo un instante que desapareció en la zona de servicio, pero tras unos segundos volvió a aparecer y fue directo a su objetivo. - Bien, comencemos - pensé mientras observaba la escena con disimulo desde mi asiento.
No había dudas sobre que la agencia había dado con la persona idónea para el trabajo, ya que el peliblanco era todo cortesía y buenos modales. No desentonaba nada con el entorno que nos rodeaba y comenzó a desempeñar su papel con total naturalidad sin que el objetivo sospechase lo más mínimo. Los minutos pasaron y la comida llegó a nuestras mesas, aunque muy a mi pesar el revolucionario aún no había llegado y por su culpa no podía disfrutar de ella como era debido. Tenía la vista más tiempo puesta en las personas que entraban que en el plato. Los informes no aclaraban muy bien el aspecto de nuestro objetivo. Solo teníamos datos genéricos que podían cuadrar con cualquiera persona de su edad y sexo, por lo que cualquiera que se acercaba a la mesa del mink era un posible sospechoso. La tarea hubiese sido más fácil si el cerdo no fuese tan conocido, pero al parecer sus negocios se expandían tanto como su panza y medio local parecía conocerle.
Al menos unos siete tipos se acercaron a él en el rato que había pasado. Unos solo se limitaron a saludar, otros se pararon un rato e intercambiaron palabras, pero dos de ellos se habían sentado unos minutos con él en distintos momentos de la velada. Maldecí por lo bajo por no poder escuchar nada de lo que decían, pero confiaba que el peliblanco que aún seguía atendiendo la mesa se estuviese enterando de algo.
Desde luego el agente sabía mantener la compostura y prosiguió con su trabajo como si nada. Hubo un instante que desapareció en la zona de servicio, pero tras unos segundos volvió a aparecer y fue directo a su objetivo. - Bien, comencemos - pensé mientras observaba la escena con disimulo desde mi asiento.
No había dudas sobre que la agencia había dado con la persona idónea para el trabajo, ya que el peliblanco era todo cortesía y buenos modales. No desentonaba nada con el entorno que nos rodeaba y comenzó a desempeñar su papel con total naturalidad sin que el objetivo sospechase lo más mínimo. Los minutos pasaron y la comida llegó a nuestras mesas, aunque muy a mi pesar el revolucionario aún no había llegado y por su culpa no podía disfrutar de ella como era debido. Tenía la vista más tiempo puesta en las personas que entraban que en el plato. Los informes no aclaraban muy bien el aspecto de nuestro objetivo. Solo teníamos datos genéricos que podían cuadrar con cualquiera persona de su edad y sexo, por lo que cualquiera que se acercaba a la mesa del mink era un posible sospechoso. La tarea hubiese sido más fácil si el cerdo no fuese tan conocido, pero al parecer sus negocios se expandían tanto como su panza y medio local parecía conocerle.
Al menos unos siete tipos se acercaron a él en el rato que había pasado. Unos solo se limitaron a saludar, otros se pararon un rato e intercambiaron palabras, pero dos de ellos se habían sentado unos minutos con él en distintos momentos de la velada. Maldecí por lo bajo por no poder escuchar nada de lo que decían, pero confiaba que el peliblanco que aún seguía atendiendo la mesa se estuviese enterando de algo.
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La misión estaba resultando de las más aburridas y a la vez más instructivas que había tenido. El señor Márquez era un tragón y un comensal poco comedido y aburrido, que mantenía conversaciones aburridas y totalmente insustanciales con sus compañeros mientras seguía atiborrándose. Sin embargo tuvo ocasión de servir toda clase de platos imaginativos y de aprender por pura observación sobre la sinergia entre algunos ingredientes y entre entrantes y platos principales. Diferentes personas se acercaron a hablar con el cerdo, pero no sacó nada en claro de ninguna de las conversaciones. Uno de ellos había ido a hablar de negocios, pero era algo relacionado con una inversión en unos hoteles en el West Blue. El magnate no parecía muy interesado y se ocupó de despachar con largas a la persona en cuestión, dando excusas como que "el mercado no estaba en su mejor momento" o "yo lo siento mucho, pero las cosas son como son y no como a uno le gustaría que fueran."
- ¿Qué van a tomar de postre, caballeros? - preguntó el peliblanco tras poner los platos de la undécima tanda.
Anotó la ingente cantidad de piezas de repostería, sorbetes y tartas que pidieron, apañándoselas para poner todo pese a la velocidad a la que Márquez "ametralló" los pedidos. Mientras se dirigía a la cocina para dejar el pedido, observó a un hombre un tanto llamativo entrar. No destacaba por su aspecto en sí, en realidad era un tipo bastante anodino salvo por su peculiar tupé rubio, pero sus ropas (una gabardina marrón, una camisa blanca y pantalones holgados beige) le hacían ser con diferencia el "peor" vestido de todo el local. "¿En serio tenía que venir tan estereotipado? Un cartel de neón hubiera sido menos llamativo." Tras dejar la comanda, cogió el postre del agente (¿o la agente?) y se dirigió a la mesa sin quitarle ojo de encima al recién llegado que se sentó a la mesa del gorrino. Junto con el postre le dejó una nota bajo el plato, ligeramente asomada para que la viera.
- Espero que todo esté en orden. Creo que encontrará el bizcocho especialmente de su agrado - dijo, para remarcar secretamente lo del mensaje.
En este le indicaba que se ocuparía de mantener bajo vigilancia al tipo con pinta de revolucionario, aprovechando la excusa de trabajar de camarero. Si percibía algo extraño o sospechoso, dejaría caer su paño como señal para él. Con una última mirada cómplice, se acercó de nuevo a la otra mesa armado con su libreta y su boli.
- Buenas noches, caballero. ¿Está todo en orden, señor Márquez?
- Sí, sí, el bueno de Gregor viene conmigo. Dale todo lo que pida y añádelo a mi cuenta
- Venga ya Carlos, no me hagas quedar de pobretón. Yo pagaré lo mío, joven - dijo el rubio con una sonrisa - Tráeme un... no sé, algo grande y con mucha carne. Esos platos refinados tamaño ración de tontatta no van conmigo.
Tratando de mantener su cortesía y educación pese a lo mucho que le molestaba la ignorancia de aquel hombre, continuó:
- Le recomiendo pues el especial del día: de entrante una ensalada de algas con sushi de atún elefante y de plato principal curry ahumado: este tien...
- Sí, sí, cualquier cosa. Para beber quiero cerveza. Y no me digas una larga lista de cosas raras y refinadas, una negra bastará.
Con una educada inclinación de cabeza, anotó la comanda ocultando su indignación y se giró para dirigirse a la cocina, cuando de repente algo lo agarró de la muñeca y se la retorció dolorosamente, obligándole a darse la vuelta. Con una mirada suspicaz, el rubio apuntó a su chaqueta con el índice de la otra mano:
- Chico, si escondes de una manera tan evidente tu pistola, salta a la vista quién eres. Mándale recuerdos al Almirante La Vega
Para cuando se dio cuenta, le estaba encañonando con una pistola de estética antigua. Llevado por la desesperación, le dio una patada a la silla en la que estaba sentado el revolucionario y aprovechó el momento para liberarse de su presa y salir corriendo. La bala pasó rozando su brazo, rasgando su uniforme y haciéndole una herida superficial. Dando un quejido de dolor, desenfundó su revólver mientras se montaba un caos en el restaurante y los clientes salían corriendo.
- ¡Mierda!
Amartilló el arma mientras sus ojos comenzaban a brillar en un tono verdoso, activando su Gakkosei. No esperaba poder hacer frente a un alto mando de la Revolución, pero sí servir de distracción mientras su compañero hacía algo. Llamar a refuerzos, atacarle por sorpresa o algo. Se suponía que era de más rango que él, algo podría hacer en aquella situación, porque el Gobierno no mandaría a dos novatos a una tarea como aquella... ¿o sí?
- ¿Qué van a tomar de postre, caballeros? - preguntó el peliblanco tras poner los platos de la undécima tanda.
Anotó la ingente cantidad de piezas de repostería, sorbetes y tartas que pidieron, apañándoselas para poner todo pese a la velocidad a la que Márquez "ametralló" los pedidos. Mientras se dirigía a la cocina para dejar el pedido, observó a un hombre un tanto llamativo entrar. No destacaba por su aspecto en sí, en realidad era un tipo bastante anodino salvo por su peculiar tupé rubio, pero sus ropas (una gabardina marrón, una camisa blanca y pantalones holgados beige) le hacían ser con diferencia el "peor" vestido de todo el local. "¿En serio tenía que venir tan estereotipado? Un cartel de neón hubiera sido menos llamativo." Tras dejar la comanda, cogió el postre del agente (¿o la agente?) y se dirigió a la mesa sin quitarle ojo de encima al recién llegado que se sentó a la mesa del gorrino. Junto con el postre le dejó una nota bajo el plato, ligeramente asomada para que la viera.
- Espero que todo esté en orden. Creo que encontrará el bizcocho especialmente de su agrado - dijo, para remarcar secretamente lo del mensaje.
En este le indicaba que se ocuparía de mantener bajo vigilancia al tipo con pinta de revolucionario, aprovechando la excusa de trabajar de camarero. Si percibía algo extraño o sospechoso, dejaría caer su paño como señal para él. Con una última mirada cómplice, se acercó de nuevo a la otra mesa armado con su libreta y su boli.
- Buenas noches, caballero. ¿Está todo en orden, señor Márquez?
- Sí, sí, el bueno de Gregor viene conmigo. Dale todo lo que pida y añádelo a mi cuenta
- Venga ya Carlos, no me hagas quedar de pobretón. Yo pagaré lo mío, joven - dijo el rubio con una sonrisa - Tráeme un... no sé, algo grande y con mucha carne. Esos platos refinados tamaño ración de tontatta no van conmigo.
Tratando de mantener su cortesía y educación pese a lo mucho que le molestaba la ignorancia de aquel hombre, continuó:
- Le recomiendo pues el especial del día: de entrante una ensalada de algas con sushi de atún elefante y de plato principal curry ahumado: este tien...
- Sí, sí, cualquier cosa. Para beber quiero cerveza. Y no me digas una larga lista de cosas raras y refinadas, una negra bastará.
Con una educada inclinación de cabeza, anotó la comanda ocultando su indignación y se giró para dirigirse a la cocina, cuando de repente algo lo agarró de la muñeca y se la retorció dolorosamente, obligándole a darse la vuelta. Con una mirada suspicaz, el rubio apuntó a su chaqueta con el índice de la otra mano:
- Chico, si escondes de una manera tan evidente tu pistola, salta a la vista quién eres. Mándale recuerdos al Almirante La Vega
Para cuando se dio cuenta, le estaba encañonando con una pistola de estética antigua. Llevado por la desesperación, le dio una patada a la silla en la que estaba sentado el revolucionario y aprovechó el momento para liberarse de su presa y salir corriendo. La bala pasó rozando su brazo, rasgando su uniforme y haciéndole una herida superficial. Dando un quejido de dolor, desenfundó su revólver mientras se montaba un caos en el restaurante y los clientes salían corriendo.
- ¡Mierda!
Amartilló el arma mientras sus ojos comenzaban a brillar en un tono verdoso, activando su Gakkosei. No esperaba poder hacer frente a un alto mando de la Revolución, pero sí servir de distracción mientras su compañero hacía algo. Llamar a refuerzos, atacarle por sorpresa o algo. Se suponía que era de más rango que él, algo podría hacer en aquella situación, porque el Gobierno no mandaría a dos novatos a una tarea como aquella... ¿o sí?
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Re: A mí no me mires, yo sólo soy un camarero [Thobias y Hachiro - Privado] {Dom 17 Sep 2017 - 4:26}
Todo siguió transcurriendo con el mismo ritmo lento y sin sobresaltos mientras la comida no paraba de fluir en la mesa del mink. Mis bolsillos temblaron al imaginarme lo cara y extensa que iba a ser esa cuenta. Los negocios debían irle bastante bien si podía permitirse tal lujo, así que no me extrañaba que varios moscones pululasen a su alrededor por si podían pillar aunque fuesen las migajas del pastel del imperio del mink. Se manejaba con todos ellos con la autoridad y manejo del que estaba acostumbrado a tratar con muchas personas de forma de diaria, pero aún así siempre encontraba hueco de seguir engullendo sin parar. Este flujo continuó así hasta que un nuevo tipo entró en escena. Sus ropas y actitud consiguieron llamar la atención de varias personas en el local, incluida la del peliblanco que me trajo un mensaje bajo el pretexto de la entrega del postre. La señal sería clara, por lo que solo tendría que estar atento a todo lo que sucediese a continuación.
Había llegado el momento de comprobar de que lado estaba el mink. El agente seguía en su posición y gracias al apetito del cerdo estaba bastante allí. Podría enterarse con suerte de algún retazo interesante... O eso era lo que yo creía que iba a pasar y no pasó, ya que de forma inesperada todo se truncó antes de empezar. Ya no sabríamos si el mink estaría dispuesto o no a atender al revolucionario y para colmo había que tratar con que el tipo usaba armas de fuego y podía herir a cualquier civil de los que comenzaron a correr despavoridos. -Joder, ¿por qué todo siempre tiene que salir tan mal? - pensé mientras me levantaba del sitio e ideaba algo para que la situación no se saliese de madre.
No me quedaba otra que desarmar al revolucionario lo antes posible, así que antes de que siguiese tiroteando al agente lancé un chorro de sirope directo a su mano e hice que el otro extremo se pegase al techo, dándole un fuerte tirón y fijándolo con mi técnica Sutikkī.
- Lo siento, pero no es de buena educación disparar sin preguntar primero - dije llamando la atención del revolucionario para que cambiase de objetivo.
Esperaba que el peliblanco aprovechase el momento para ayudar a controlar la zona. Era importante que el mink cerdo no terminase herido en la refriega, pero el muy estúpido no se quitó de en medio, sino que se quedó observando la escena con gesto serio y sin moverse, complicando la escena al verme más inseguro de usar mi Sweet Shot. Tendría que limitarme a intentar inmovilizarlo hasta que la situación cambiase.
- Anda, parece que el cachorrito no está solo. No creáis que me entretendréis mucho - dijo con actitud arrogante tras recuperarse de la sorpresa inicial.
Centré mi haki sobre él y pude ver que era fuerte como se era de esperar, pero no tanto para resultar un verdadero problema si no fuese porque en el local aún quedaban gente sin salir. Comencé a usar mi ámbito de akuma para presionarle la mano e intentar incapacitársela ejerciendo una fuerte presión, cosa que no pareció gustarle mucho por el cambio de expresión. Se notaba que no esperaba eso por el aspecto del elemento, pero aún así volvió a demostrar entereza y se dispuso a desenfundar otra arma con el brazo libre. - Veamos que tienes guardado.
Había llegado el momento de comprobar de que lado estaba el mink. El agente seguía en su posición y gracias al apetito del cerdo estaba bastante allí. Podría enterarse con suerte de algún retazo interesante... O eso era lo que yo creía que iba a pasar y no pasó, ya que de forma inesperada todo se truncó antes de empezar. Ya no sabríamos si el mink estaría dispuesto o no a atender al revolucionario y para colmo había que tratar con que el tipo usaba armas de fuego y podía herir a cualquier civil de los que comenzaron a correr despavoridos. -Joder, ¿por qué todo siempre tiene que salir tan mal? - pensé mientras me levantaba del sitio e ideaba algo para que la situación no se saliese de madre.
No me quedaba otra que desarmar al revolucionario lo antes posible, así que antes de que siguiese tiroteando al agente lancé un chorro de sirope directo a su mano e hice que el otro extremo se pegase al techo, dándole un fuerte tirón y fijándolo con mi técnica Sutikkī.
- Lo siento, pero no es de buena educación disparar sin preguntar primero - dije llamando la atención del revolucionario para que cambiase de objetivo.
Esperaba que el peliblanco aprovechase el momento para ayudar a controlar la zona. Era importante que el mink cerdo no terminase herido en la refriega, pero el muy estúpido no se quitó de en medio, sino que se quedó observando la escena con gesto serio y sin moverse, complicando la escena al verme más inseguro de usar mi Sweet Shot. Tendría que limitarme a intentar inmovilizarlo hasta que la situación cambiase.
- Anda, parece que el cachorrito no está solo. No creáis que me entretendréis mucho - dijo con actitud arrogante tras recuperarse de la sorpresa inicial.
Centré mi haki sobre él y pude ver que era fuerte como se era de esperar, pero no tanto para resultar un verdadero problema si no fuese porque en el local aún quedaban gente sin salir. Comencé a usar mi ámbito de akuma para presionarle la mano e intentar incapacitársela ejerciendo una fuerte presión, cosa que no pareció gustarle mucho por el cambio de expresión. Se notaba que no esperaba eso por el aspecto del elemento, pero aún así volvió a demostrar entereza y se dispuso a desenfundar otra arma con el brazo libre. - Veamos que tienes guardado.
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