Alex Thawne
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Las manos del pirata se aferraron a la madera del castillo del barco, mientras su cabeza estaba asomando. Su rostro, totalmente verde por el malestar, estaba hinchado y tenía muy mal aspecto, mientras devolvía hasta el primer desayuno. Por lo visto, pedirle a Kaleb que cocinara no había sido la mejor idea que había tenido el pirata. Y tampoco la peor. La peor fue decirle "quita que tú no sabes" e intentarlo él. Ahora el capitán, y posiblemente también el ladrón, tenían dos platos tóxicos en el estómago. Y por lo visto el capitán no era el único. Niho también tenía el hocico asomado. El pirata se apartó del castillo con los brazos rodeando su estómago. Dejó escapar un largo suspiro mientras volvía a donde el timón.
- La próxima vez... robo comida en lata... -dijo en voz baja justo antes de sufrir otra arcada.
Llegó hasta el timón y se sentó en el suelo, donde había extendido de forma desatendida un mapa. Alex se rascó la cabeza mientras lo observaba. Si no le habían engañado en el lugar dónde lo compró, por la zona en la que deberían estar ahora mismo solía navegar de un lado a otro el Baratie, un restaurante marino. Tal vez allí podrían comer algo bueno y, por qué no, intentar hacerle el lío a un cocinero para que se uniera a ellos. Si había funcionado con Kaleb, tal vez podría con alguno de ellos.
Se puso de pie y observó el ancho mar, esperando a ver la más mínima señal del Baratie. No lo había visto nunca, pero un restaurante marino era algo que llamaría la atención. Muy seguramente lo iba a reconocer. O al menos eso esperaba.
- La próxima vez... robo comida en lata... -dijo en voz baja justo antes de sufrir otra arcada.
Llegó hasta el timón y se sentó en el suelo, donde había extendido de forma desatendida un mapa. Alex se rascó la cabeza mientras lo observaba. Si no le habían engañado en el lugar dónde lo compró, por la zona en la que deberían estar ahora mismo solía navegar de un lado a otro el Baratie, un restaurante marino. Tal vez allí podrían comer algo bueno y, por qué no, intentar hacerle el lío a un cocinero para que se uniera a ellos. Si había funcionado con Kaleb, tal vez podría con alguno de ellos.
Se puso de pie y observó el ancho mar, esperando a ver la más mínima señal del Baratie. No lo había visto nunca, pero un restaurante marino era algo que llamaría la atención. Muy seguramente lo iba a reconocer. O al menos eso esperaba.
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- No ha sido buena idea...
Las palabras del ladrón apenas eran audibles a más de un metro de distancia del mismo. Tal mareo llevaba que ni siquiera se veía capaz de mantenerse en pie sin terminar cayendo de bruces al suelo. La cabeza le daba vueltas y ni siquiera las nubes parecían querer quedarse en un único sitio sobre la bóveda celeste. ¿De quién había sido la genial idea de dejarle meter mano en la cocina? Obviamente, del único idiota que había en kilómetros a la redonda: Alex. Tan solo a ese individuo podía ocurrírsele dejarle al cargo de la comida, aunque quizá el verdadero estúpido era él por fiarse de sus propias habilidades. Quizá no estaba hecho para las artes culinarias. ¿Qué demonios? Él podía ocuparse de cualquier cosa, ¡especialmente de la cocina! Seguro que era culpa del contrario. Sus ingredientes estarían caducados o algo, sin duda.
- Me quiero morir -gimoteó, en el suelo, con los brazos extendidos a cada lado, así como las piernas.
Empezaba bien su aventura junto al lancero, sin saber a dónde se estaban dirigiendo exactamente y logrando provocarse una indigestión. Por lo menos solo eran vómitos y no estaba teniendo que vaciar el depósito cada cinco minutos. No habría sido la primera vez, ni tampoco la peor.
Tras un buen rato tumbado, reunió fuerzas de flaqueza y comenzó a rodar por el suelo de cubierta hasta chocar con la baranda del barco con un ruido seco. Haciendo acopio de energías, apoyó las manos en el suelo y comenzó a hacer fuerza con los brazos para incorporarse. Necesitó agarrarse a la baranda para no caerse de boca contra la madera, o peor, por la borda. Aún no sabía mucho de las habilidades de su nuevo capitán, pero dudaba que en el estado en que se encontraban pudiera saltar al agua y rescatarle cuando comenzara a hundirse, supiera o no nadar. Una vez estuvo en pie, fue incapaz de reprimir las nauseas y, finalmente, terminó echando hasta la primera papilla. Eso sí, fuera del barco. En cuanto terminó, una sensación de auténtico alivio recorrió cada médula de su ser. Le había sentado bien sacarse de dentro toda esa porquería, aunque se sentía un poco flojo.
- Bueno, mejor dentro que fuera -murmuró, justo antes de escupir, intentando quitarse aquel mal sabor de boca.
Ya estable, se giró para buscar a Alex, quien se encontraba cerca del timón. A sus pies se encontraba un mapa extendido sobre la madera, aparentemente del East Blue. No parecía haber nada que le llamara la atención especialmente, pero el moreno parecía buscar algo en el horizonte, como si hubiesen llegado al lugar adecuado. ¿Esperaba encontrar algo allí?
- ¿Qué se supone que estás buscando aquí? -preguntó, mirando en la misma dirección que él- No te habrás perdido, ¿no?
Las palabras del ladrón apenas eran audibles a más de un metro de distancia del mismo. Tal mareo llevaba que ni siquiera se veía capaz de mantenerse en pie sin terminar cayendo de bruces al suelo. La cabeza le daba vueltas y ni siquiera las nubes parecían querer quedarse en un único sitio sobre la bóveda celeste. ¿De quién había sido la genial idea de dejarle meter mano en la cocina? Obviamente, del único idiota que había en kilómetros a la redonda: Alex. Tan solo a ese individuo podía ocurrírsele dejarle al cargo de la comida, aunque quizá el verdadero estúpido era él por fiarse de sus propias habilidades. Quizá no estaba hecho para las artes culinarias. ¿Qué demonios? Él podía ocuparse de cualquier cosa, ¡especialmente de la cocina! Seguro que era culpa del contrario. Sus ingredientes estarían caducados o algo, sin duda.
- Me quiero morir -gimoteó, en el suelo, con los brazos extendidos a cada lado, así como las piernas.
Empezaba bien su aventura junto al lancero, sin saber a dónde se estaban dirigiendo exactamente y logrando provocarse una indigestión. Por lo menos solo eran vómitos y no estaba teniendo que vaciar el depósito cada cinco minutos. No habría sido la primera vez, ni tampoco la peor.
Tras un buen rato tumbado, reunió fuerzas de flaqueza y comenzó a rodar por el suelo de cubierta hasta chocar con la baranda del barco con un ruido seco. Haciendo acopio de energías, apoyó las manos en el suelo y comenzó a hacer fuerza con los brazos para incorporarse. Necesitó agarrarse a la baranda para no caerse de boca contra la madera, o peor, por la borda. Aún no sabía mucho de las habilidades de su nuevo capitán, pero dudaba que en el estado en que se encontraban pudiera saltar al agua y rescatarle cuando comenzara a hundirse, supiera o no nadar. Una vez estuvo en pie, fue incapaz de reprimir las nauseas y, finalmente, terminó echando hasta la primera papilla. Eso sí, fuera del barco. En cuanto terminó, una sensación de auténtico alivio recorrió cada médula de su ser. Le había sentado bien sacarse de dentro toda esa porquería, aunque se sentía un poco flojo.
- Bueno, mejor dentro que fuera -murmuró, justo antes de escupir, intentando quitarse aquel mal sabor de boca.
Ya estable, se giró para buscar a Alex, quien se encontraba cerca del timón. A sus pies se encontraba un mapa extendido sobre la madera, aparentemente del East Blue. No parecía haber nada que le llamara la atención especialmente, pero el moreno parecía buscar algo en el horizonte, como si hubiesen llegado al lugar adecuado. ¿Esperaba encontrar algo allí?
- ¿Qué se supone que estás buscando aquí? -preguntó, mirando en la misma dirección que él- No te habrás perdido, ¿no?
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Llevaba mucho tiempo escapando, quizás demasiado. Días y semanas sin descanso huyendo de los contrabandistas de esclavos y lo peor es que nadie se dignaba a ayudarla. No se fiaba de los barcos, pues los pocos que había visto tenían la marca de la muerte. La marca que la condenaría eternamente. Siguió nadando, sumergiéndose cada vez más en las profundidades del vasto mar, pero era en vano. Cada vez que perdía de vista los barcos que la perseguían acababa topándose con uno nuevo. No tenía ni idea de como la acababan encontrando, pero estaba segura de que debía ser porque tenían algún aparato humano, muy eficaz para cualquier capturador.
Jadeando, se apoyó en unas rocas del arrecife de coral y miró hacia la superficie, asustada. El exterior brillaba con la luz del sol y la pelirroja podía observar si alguna sombra de un barco la seguía y, efectivamente, estaba en lo cierto. Essi suspiró, cerrando los ojos y rozando la frente contra la roca. Muchas veces pensó en entregarse y acabar ese sufrimiento, cumplir con su cometido, servir a la escoria humana. Así se refería su padre siempre hacia los humanos y qué razón tenía. La sirena se arrepentía de no haberle hecho caso, ahora estaría buscando desesperadamente a sus dos hijas, preocupado y muy enfadado, sobre todo con el mundo exterior otra vez.
-Dawn... - Murmuró sin inmutarse -. Dawn... Dawn...
Su destino era una isla llamada Dawn. Lo único que sabía era que se encontraba en el East Blue y por suerte, ella escapó en medio de ese mar. "Sigue todo hacia el este y llegarás" Aquellas palabras se quedaron grabadas a fuego en su memoria, pero tenía un pequeño problema, no tenía nada para orientarse así que era como nadar en círculos. Poco le importaba la orientación, su hermana y más gyojines estaban allí atrapados y ella misma se encargaría de liberarlos.
Alzó la cabeza y vio como la sombra del barco estaba sobre ella, pero había algo más. Un poco más lejos del barco esclavista, el cual había soltado redes y muchos más aparatos al mar que ella desconocía, había otro barco. Dudó durante un momento en si pedir ayuda, pero ¿y si eran más traficantes? Aunque desde abajo no tenía comparación con el gran navío del dolor. Dejó de dudar y nadó con todas sus fuerzas hacia arriba, esquivando las redes y los cacharros. Era muy arriesgado subir hasta la superficie, pero ahora o nunca.
Sacó la cabeza del agua. El barco no tenía la marca de la muerte, aunque... Movió la cabeza de un lado a otro y nadó. Los esclavistas seguían detrás de ella y, cuando se giraba, veía al jefe de la tripulación en el punto más alto de la proa, agarrado a una cuerda que llevaba al mástil.
-¡Eeeeeeeeeeh! - Gritó con todas sus fuerzas varias y repetidas veces.
Jadeando, se apoyó en unas rocas del arrecife de coral y miró hacia la superficie, asustada. El exterior brillaba con la luz del sol y la pelirroja podía observar si alguna sombra de un barco la seguía y, efectivamente, estaba en lo cierto. Essi suspiró, cerrando los ojos y rozando la frente contra la roca. Muchas veces pensó en entregarse y acabar ese sufrimiento, cumplir con su cometido, servir a la escoria humana. Así se refería su padre siempre hacia los humanos y qué razón tenía. La sirena se arrepentía de no haberle hecho caso, ahora estaría buscando desesperadamente a sus dos hijas, preocupado y muy enfadado, sobre todo con el mundo exterior otra vez.
-Dawn... - Murmuró sin inmutarse -. Dawn... Dawn...
Su destino era una isla llamada Dawn. Lo único que sabía era que se encontraba en el East Blue y por suerte, ella escapó en medio de ese mar. "Sigue todo hacia el este y llegarás" Aquellas palabras se quedaron grabadas a fuego en su memoria, pero tenía un pequeño problema, no tenía nada para orientarse así que era como nadar en círculos. Poco le importaba la orientación, su hermana y más gyojines estaban allí atrapados y ella misma se encargaría de liberarlos.
Alzó la cabeza y vio como la sombra del barco estaba sobre ella, pero había algo más. Un poco más lejos del barco esclavista, el cual había soltado redes y muchos más aparatos al mar que ella desconocía, había otro barco. Dudó durante un momento en si pedir ayuda, pero ¿y si eran más traficantes? Aunque desde abajo no tenía comparación con el gran navío del dolor. Dejó de dudar y nadó con todas sus fuerzas hacia arriba, esquivando las redes y los cacharros. Era muy arriesgado subir hasta la superficie, pero ahora o nunca.
Sacó la cabeza del agua. El barco no tenía la marca de la muerte, aunque... Movió la cabeza de un lado a otro y nadó. Los esclavistas seguían detrás de ella y, cuando se giraba, veía al jefe de la tripulación en el punto más alto de la proa, agarrado a una cuerda que llevaba al mástil.
-¡Eeeeeeeeeeh! - Gritó con todas sus fuerzas varias y repetidas veces.
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El chico tenía la mano sobre la frente a modo de visera, mirando al horizonte. Si no se había perdido, cosa harto improbable, debería estar en la zona por la que solía rondar el Baratie, por lo que tarde o temprano acabarían cruzándose con este. No podía esperar a entrar y pedirlo todo. Aunque esta vez se aseguraría de tener el dinero suficiente, pues no quería marcharse de nuevo a las prisas.
- Estoy buscando el Baratie. Un restaurante marino -le contestó a Kaleb-. Debería estar por esta zona. No pienso permitir a nadie entrar en esa cocina de nuevo hasta que tengamos a un cocinero en condiciones. Hasta entonces... -miró al ladrón y le dedicó una sonrisa de oreja a oreja-... restaurante o comida en lata.
Un grito de mujer hizo que se borrara la sonrisa de su rostro. Dio un par de zancadas largas hasta llegar al castillo del barco y asomarse por encima, para ver... ¡Una sirena! ¡En el East Blue! Su boca se abrió de golpe y sus ojos brillaban. El chico se dio la vuelta y corrió hasta el almacén del barco. Rebuscó entre trastos y salió de allí a toda prisa cargando con una escalera de cuerda en brazos hasta llegar al extremo del barco de nuevo. La fijó en el suelo y la desenrolló hacia fuera del Leviatán, hasta que la escalera tocó el agua.
- ¡¡Sube!! -le gritó a la sirena- ¡¿Quieres ser mi nakama?!
- Estoy buscando el Baratie. Un restaurante marino -le contestó a Kaleb-. Debería estar por esta zona. No pienso permitir a nadie entrar en esa cocina de nuevo hasta que tengamos a un cocinero en condiciones. Hasta entonces... -miró al ladrón y le dedicó una sonrisa de oreja a oreja-... restaurante o comida en lata.
Un grito de mujer hizo que se borrara la sonrisa de su rostro. Dio un par de zancadas largas hasta llegar al castillo del barco y asomarse por encima, para ver... ¡Una sirena! ¡En el East Blue! Su boca se abrió de golpe y sus ojos brillaban. El chico se dio la vuelta y corrió hasta el almacén del barco. Rebuscó entre trastos y salió de allí a toda prisa cargando con una escalera de cuerda en brazos hasta llegar al extremo del barco de nuevo. La fijó en el suelo y la desenrolló hacia fuera del Leviatán, hasta que la escalera tocó el agua.
- ¡¡Sube!! -le gritó a la sirena- ¡¿Quieres ser mi nakama?!
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El espadachín sonrió ante la respuesta. No era ningún necio, él también había escuchado historias sobre el famoso barco-restaurante. Cualquiera que viviera en el East Blue y estuviera mínimamente informado de lo que ocurría en sus aguas había escuchado historias sobre el mismo. Cuentos sobre piratas que habían decidido dedicarse a la cocina muchos años atrás, no permitiendo jamás que nadie se marchase de su preciado negocio sin pagar la cuenta. ¿Cómo iban a lograrlo? Los propios trabajadores eran piratas, muchos de ellos venidos del mismísimo Grand Line. Era un sitio peligroso, sin duda, pues gente de todo tipo era recibida bajo su techo. Pero, ¿acaso no merecía la pena correr el riesgo? A sus platos les precedía una fama equiparable o superior a la de sus cheffs y la de su barco. Kaleb no se habría imaginado nunca que se encontraban en la ruta de viaje de aquella banda.
- Así que tu plan es comer... ¿Incluso después de cómo hemos acabado tras el último atracón? -inquirió el castaño, alzando una ceja y cruzándose de brazos mientras le mirada- Bueno, supongo que es mejor eso que permitirte escoger los ingredientes de nuevo -concedió, cómo no, echándole la culpa al contrario y evadiendo la suya.
Se estiró un poco y aprovechó para sentarse sobre la baranda del barco, manteniendo el equilibrio para no caerse. Sus ojos escudriñaban el horizonte, buscando con ilusión oculta la nave de aquellos piratas. Quizá no les viniera mal aprovisionarse de algo de comida decente. ¿Quién sabe? Pese a lo poco que sabía de Alex, era capaz de imaginarse al chico haciéndole el lío a alguno de los cocineros para que les acompañase. Ciertamente, no se opondría a una idea así. No quería alimentarse eternamente de comida precocinada o viéndose obligado a acudir a restaurantes para ello. Por desgracia, no parecían encontrarse por la zona. ¿Quizá aún no les tocara pasar por allí?
- ¿Y eso? -preguntó, más para sí mismo que otra cosa, entrecerrando los ojos para enfocar la vista sobre un barco que avanzaba hacia ellos-. No parecen marines.
Se acercaban más a la estética que tendría algún barco perteneciente a mercenarios o cazadores de recompensa, quizá mezclados con pescadores. ¿A qué se dedicaba esa gente? Sus redes parecían barrer con todo por debajo del agua, pero no tenía constancia de que aquella fuera una zona de pesca. Quizá estuvieran acercándose para avisarles por si espantaban a los peces o algo así. Las divagaciones del ladrón se esfumaron con el simple sonido de un grito. Un grito de mujer, de hecho. Observó a Alex mientras cogía una especie de escalera y la arrojaba hacia el agua. Parecía haber alguien con problemas en el agua, así que Kaleb decidió asomarse. Cuando escuchó la proposición de su capitán hacia ese alguien, frunció el ceño.
- ¿No tienes criterio alguno para elegir compañeros o qué? ¿No te das cuenta de que no todo el mundo es capaz de...? -se asomó, observando a la belleza pelirroja que se encontraba junto al barco, en el agua- ...Bienvenida a la tripulación.
- Así que tu plan es comer... ¿Incluso después de cómo hemos acabado tras el último atracón? -inquirió el castaño, alzando una ceja y cruzándose de brazos mientras le mirada- Bueno, supongo que es mejor eso que permitirte escoger los ingredientes de nuevo -concedió, cómo no, echándole la culpa al contrario y evadiendo la suya.
Se estiró un poco y aprovechó para sentarse sobre la baranda del barco, manteniendo el equilibrio para no caerse. Sus ojos escudriñaban el horizonte, buscando con ilusión oculta la nave de aquellos piratas. Quizá no les viniera mal aprovisionarse de algo de comida decente. ¿Quién sabe? Pese a lo poco que sabía de Alex, era capaz de imaginarse al chico haciéndole el lío a alguno de los cocineros para que les acompañase. Ciertamente, no se opondría a una idea así. No quería alimentarse eternamente de comida precocinada o viéndose obligado a acudir a restaurantes para ello. Por desgracia, no parecían encontrarse por la zona. ¿Quizá aún no les tocara pasar por allí?
- ¿Y eso? -preguntó, más para sí mismo que otra cosa, entrecerrando los ojos para enfocar la vista sobre un barco que avanzaba hacia ellos-. No parecen marines.
Se acercaban más a la estética que tendría algún barco perteneciente a mercenarios o cazadores de recompensa, quizá mezclados con pescadores. ¿A qué se dedicaba esa gente? Sus redes parecían barrer con todo por debajo del agua, pero no tenía constancia de que aquella fuera una zona de pesca. Quizá estuvieran acercándose para avisarles por si espantaban a los peces o algo así. Las divagaciones del ladrón se esfumaron con el simple sonido de un grito. Un grito de mujer, de hecho. Observó a Alex mientras cogía una especie de escalera y la arrojaba hacia el agua. Parecía haber alguien con problemas en el agua, así que Kaleb decidió asomarse. Cuando escuchó la proposición de su capitán hacia ese alguien, frunció el ceño.
- ¿No tienes criterio alguno para elegir compañeros o qué? ¿No te das cuenta de que no todo el mundo es capaz de...? -se asomó, observando a la belleza pelirroja que se encontraba junto al barco, en el agua- ...Bienvenida a la tripulación.
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Le dolía la garganta de tanto gritar. ¿Por qué nadie salía a ver lo que pasaba? La sirena no podía dejar de mirar atrás. El enorme barco estaba cada vez más cerca. Podía escuchar los gritos de los esclavistas. Resonaban en su cabeza sin parar, como si fuese una tortura. No quería volver a escucharlos reír. No quería volver a sufrir los abusos de ser inferior. No... Ella era tan igual como ellos, ¡y se lo iba a demostrar al mundo!
Gritó una última vez y fue ahí cuando alguien se asomó en cubierta. La salvación estaba ante sus ojos. Estos se iluminaron al ver a aquel chico, que estaba echando unas escaleras desde proa. La pelirroja nadó, con una sonrisa de oreja a oreja a pesar de todo lo que se le venía encima. Sin embargo, el comentario del chico le hizo detenerse. ¿Nakama? Pero... si no le conocía de nada. Dubitativa, siguió nadando pensando en si era buena idea subir o no, ya había tenido bastante con la gente que la engañó. Al cabo de un rato se asomó otro muchacho por la baranda del barco.
¿Bienvenida a la tripulación? ¿Otro más? Empezaba a asustarse. No es normal querer meter a alguien en tu barco sin conocerlo de nada. La sirena miró atrás, pensando si seguir o no. También podría alejarse del barco y continuar todo recto por el fondo marino. Así los esclavistas tendrían que hacer un buen desvío para no chocarse contra el pequeño barco, pero algo hizo cambiar su opinión y continuar hacia los chicos, con la intención de subir. Sin embargo, empezó a alejarse rápidamente de ellos, como si algo la arrastrase.
-¡Ayudadme, por favor! - Suplicó, mirando al chico de vestimentas azules primero y, después, al otro - ¡Por favor!
Sus últimas palabras fueron casi inapreciables, pues se hundió en el agua. Algo la agarraba de la cola, pero no sabía determinar que clase de tecnología avanzada era aquella. Solo sabía que iba directa hacia la gran red que barría el fondo marino. Llevó sus manos hacia el aparato, pero era imposible de soltarse. Miró hacia la sombra del barco, la cual estaba cada vez más alejada. Finalmente acabó dentro de una red muy resistente. Mientras estaba bajo el agua trató de romperla e incluso morderla, pero era en vano. La piel de sus delicadas manos se había enrojecido por intentar forzar la red.
Tardó un buen rato en subir hacia la superficie, pero podía escuchar los gritos de los esclavistas ordenando que virasen el barco. La red comenzó a subir y Essi, lo único que pudo hacer, fue mirar como dejaba el mar bajo ella. Finalmente, abandonó definitivamente el agua. No se inmutaba ante los comentarios de los traficantes. Su rostro estaba impasible ante los viles insultos que recibía. Tenía la mirada perdida hacia la cubierta, ignorando todo lo que la rodeaba. Los marineros, comenzaron a acercar la red en la que estaba la sirena y allí la soltaron de golpe.
Aquel jefe que se acercó a ella, con una sonrisa sádica, era nuevo; no era el mismo que la había capturado la primera vez, pero al parecer trabajaban juntos o eso señalaba la marca de la muerte. Llevaba un gran y ancho palo de madera para apoyarse. Essi lo miró con pena y después le escupió a un ojo. El mercenario pasó la mano para limpiarse y en sus ojos se vio la ira. Alzó el palo y le propició un fuerte golpe en toda la espalda. La sirena bajó la cabeza hasta el suelo, tratando de contener el dolor.
-Aprende a respetar a los superiores.
Gritó una última vez y fue ahí cuando alguien se asomó en cubierta. La salvación estaba ante sus ojos. Estos se iluminaron al ver a aquel chico, que estaba echando unas escaleras desde proa. La pelirroja nadó, con una sonrisa de oreja a oreja a pesar de todo lo que se le venía encima. Sin embargo, el comentario del chico le hizo detenerse. ¿Nakama? Pero... si no le conocía de nada. Dubitativa, siguió nadando pensando en si era buena idea subir o no, ya había tenido bastante con la gente que la engañó. Al cabo de un rato se asomó otro muchacho por la baranda del barco.
¿Bienvenida a la tripulación? ¿Otro más? Empezaba a asustarse. No es normal querer meter a alguien en tu barco sin conocerlo de nada. La sirena miró atrás, pensando si seguir o no. También podría alejarse del barco y continuar todo recto por el fondo marino. Así los esclavistas tendrían que hacer un buen desvío para no chocarse contra el pequeño barco, pero algo hizo cambiar su opinión y continuar hacia los chicos, con la intención de subir. Sin embargo, empezó a alejarse rápidamente de ellos, como si algo la arrastrase.
-¡Ayudadme, por favor! - Suplicó, mirando al chico de vestimentas azules primero y, después, al otro - ¡Por favor!
Sus últimas palabras fueron casi inapreciables, pues se hundió en el agua. Algo la agarraba de la cola, pero no sabía determinar que clase de tecnología avanzada era aquella. Solo sabía que iba directa hacia la gran red que barría el fondo marino. Llevó sus manos hacia el aparato, pero era imposible de soltarse. Miró hacia la sombra del barco, la cual estaba cada vez más alejada. Finalmente acabó dentro de una red muy resistente. Mientras estaba bajo el agua trató de romperla e incluso morderla, pero era en vano. La piel de sus delicadas manos se había enrojecido por intentar forzar la red.
Tardó un buen rato en subir hacia la superficie, pero podía escuchar los gritos de los esclavistas ordenando que virasen el barco. La red comenzó a subir y Essi, lo único que pudo hacer, fue mirar como dejaba el mar bajo ella. Finalmente, abandonó definitivamente el agua. No se inmutaba ante los comentarios de los traficantes. Su rostro estaba impasible ante los viles insultos que recibía. Tenía la mirada perdida hacia la cubierta, ignorando todo lo que la rodeaba. Los marineros, comenzaron a acercar la red en la que estaba la sirena y allí la soltaron de golpe.
Aquel jefe que se acercó a ella, con una sonrisa sádica, era nuevo; no era el mismo que la había capturado la primera vez, pero al parecer trabajaban juntos o eso señalaba la marca de la muerte. Llevaba un gran y ancho palo de madera para apoyarse. Essi lo miró con pena y después le escupió a un ojo. El mercenario pasó la mano para limpiarse y en sus ojos se vio la ira. Alzó el palo y le propició un fuerte golpe en toda la espalda. La sirena bajó la cabeza hasta el suelo, tratando de contener el dolor.
-Aprende a respetar a los superiores.
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Kaleb parecía rehacio en un principio a aceptar a la sirena, cambiando de golpe de idea al verla. El pirata no entendió muy bien a que se debía ese cambio repentino de idea, pero no importaba. La sirena no parecía querer negarse, pues estaba nadando hacia el barco con el propósito de subir. Aquello era una buena señal. La sonrisa del capitán se borró cuando notó que la sirena nadaba cada vez más lento, como si hubiese algo tirando de ella. El pirata vio a lo lejos un segundo barco, el cual parecía estar tirando de redes de pesca. ¿La estaban pescando? El chico corrió de golpe hacia el timón y, preocupado, empezó a dar vueltas bruscas al timón, girando el barco a lo bruto para encarar el barco de los secuestrador. La petición de ayuda de la sirena no hizo sino avivar su convicción para aquello. Tiró de la palanca con fuerza y el barco empezó a coger velocidad hacia el navío de los perseguidores de la sirena.
Podía ver como aquellos hombres sacaban a la sirena del agua, claramente en contra de su voluntad con una red. No pudo escuchar absolutamente nada de lo que estaban hablando, pero estaba enfadado. Bastante. Si no estaba decidido ya a patear a cualquiera que hubiese en aquel barco, terminó de decidirse cuando vio como uno de ellos golpeaba a la sirena.
Soltó un grito y se alejó del timón, corriendo hacia la proa del barco. En su camino estaba Niho, el cual tomó su forma de lanza y el pirata la atrapó al vuelo, sin dejar de correr. Gritó el nombre de su subcapitán cuando llegaba a este, para agarrarle de la ropa y tirar de él para llevarselo consigo. Sin detenerse un solo segundo, saltó al agua tirando de Kaleb en caso de que este se dejara.
Movió el agua a su alrededor mientras movía los pies y nadaba a toda velocidad hacia el barco de los secuestradores. Si bien el peso de Kaleb lo ralentizaba un poco, no se paraba a pensar en ello. No había motivos. La sirena les había pedido ayuda y se la iban a dar. Subió a la superficie con potencia siendo expulsado por agua controlada por él, saliendo disparado hacia el aire. Tiró a Kaleb hacia la cubierta del barco de los secuestradores y aterrizó él mismo en esta adoptando una postura de pelea con su lanza.
A su alrededor, los secuestradores soltaban gritos de sorpresa y empezaban a desenfundar sus armas. El rostro de Alex era inescrutable, con el ceño fruncido y apretando los datos de rabia.
- Soltadla... -dijo, justo antes de que los secuestradores se abalanzaran sobre ellos.
Podía ver como aquellos hombres sacaban a la sirena del agua, claramente en contra de su voluntad con una red. No pudo escuchar absolutamente nada de lo que estaban hablando, pero estaba enfadado. Bastante. Si no estaba decidido ya a patear a cualquiera que hubiese en aquel barco, terminó de decidirse cuando vio como uno de ellos golpeaba a la sirena.
Soltó un grito y se alejó del timón, corriendo hacia la proa del barco. En su camino estaba Niho, el cual tomó su forma de lanza y el pirata la atrapó al vuelo, sin dejar de correr. Gritó el nombre de su subcapitán cuando llegaba a este, para agarrarle de la ropa y tirar de él para llevarselo consigo. Sin detenerse un solo segundo, saltó al agua tirando de Kaleb en caso de que este se dejara.
Movió el agua a su alrededor mientras movía los pies y nadaba a toda velocidad hacia el barco de los secuestradores. Si bien el peso de Kaleb lo ralentizaba un poco, no se paraba a pensar en ello. No había motivos. La sirena les había pedido ayuda y se la iban a dar. Subió a la superficie con potencia siendo expulsado por agua controlada por él, saliendo disparado hacia el aire. Tiró a Kaleb hacia la cubierta del barco de los secuestradores y aterrizó él mismo en esta adoptando una postura de pelea con su lanza.
A su alrededor, los secuestradores soltaban gritos de sorpresa y empezaban a desenfundar sus armas. El rostro de Alex era inescrutable, con el ceño fruncido y apretando los datos de rabia.
- Soltadla... -dijo, justo antes de que los secuestradores se abalanzaran sobre ellos.
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Lo que en cualquier otro momento le habría parecido una locura ahora era su principal objetivo. ¿Cuáles eran las posibilidades de encontrarse una sirena allí, en el East Blue? Muy remotas, sin duda. Aquella melena carmesí y esos ojos de zafiro eran cuanto hacía falta para conmover el corazón y la mente de cualquier hombre. Por primera vez en su escaso trayecto junto a Alex, estaba de acuerdo con él. Esa mujer debía formar parte de su pequeña tripulación, aunque murieran en el intento. Su compañía podría aliviar el hecho de tener que seguir a ese mentecato. Además, nunca está de más tener chicas a bordo. Que fuera una sirena tan solo jugaba a su favor. El castaño estaba a punto de presentarse y meter baza, pero antes de que la joven pudiera utilizar la escalera y subir a bordo, algo comenzó a tirar de ella con una fuerza invisible.
- ¿Qué mierda...?
Kaleb frunció el ceño, apoyándose en la baranda del barco con las manos y enfocando su mirada hacia el barco que se aproximaba. Parecían ser los responsables, como si estuvieran intentando capturarla. Quizá por eso estuviera pidiendo auxilio. En cierto sentido, no le extrañaba. Muchas eran las historias que corrían por el mundo sobre el pueblo de los hombres-pez, los tritones y sus bellas sirenas. También era sabido el odio que los humanos profesaban hacia su raza, así como que la venta de sus miembros era algo habitual. Nada que no hubiera escuchado cuando formaba parte de los piratas de Sapphire. ¿Pero qué iba a hacer? ¿Jugarse la vida para salvarla? No era un justiciero, después de todo... Aunque comprendía lo que podía significar para alguien privarle de su libertad. Además, quería que aquella mujer les acompañase, si se la llevaban tendría que soportar al estúpido que era ahora su capitán en soledad, y eso era una idea terrible. Sin embargo, parecía que este había tomado la decisión mucho antes que él. El barco viró y comenzó a avanzar rápidamente hacia el de los cazadores de sirenas.
- ¿Eh? -se giró al escuchar su nombre, viendo cómo el lancero se aproximaba a toda velocidad con cara de pocos amigos. No había que ser muy listo para prever lo que estaba a punto de ocurrir- ¡Espera, espera, espera! -gritó, demasiado tarde.
Alex le había sujetado de un brazo para, a continuación, lanzarse al agua, arrastrándole con él. No se escuchó mucho por parte de Kaleb aparte de un "¡Imbécil! ¿¡Quieres matarme!?" seguido de un fuerte chapuzón. En cuanto se vio sumergido, el espadachín vio sus fuerzas completamente mermadas. Su cuerpo parecía pesar una tonelada y su consciencia empezaba a apagarse lentamente. Se sentía débil, más que nunca. Los usuarios y el agua no se llevaban demasiado bien. ¿Cómo podía ese energúmeno no ser consciente de ello? El medio-pez tiraba de él bajo el agua, manejando las corrientes de agua a su alrededor para tomar impulso. Pese a que tan solo pasaran unos segundos, para el ladrón el trayecto había durado una auténtica eternidad. Salieron disparados del agua y, en el momento en que se encontraron en cubierta, el castaño tosió y tomó aire a ratos, llenando sus pulmones con desesperación.
- Cabrón... -mascullaba, aún a gatas sobre el suelo- Podrías haberme matado.
Hizo acopio de todas sus fuerzas y se puso en pie una vez sintió que estas volvían a su cuerpo, ya fuera del agua. Que aquella maldición solo durase mientras se encontrara sumergido era un auténtico alivio, especialmente cuando sabía lo que estaba por venir. Su capitán parecía realmente molesto ante los secuestradores y, por primera vez, pudo escucharle decir algo en serio. Con el pelo y las ropas aún chorreando, el castaño desenvainó a Ebony e Ivory.
- Parece que no te van a hacer mucho caso, Alex -sus labios dibujaron una leve sonrisa-. Habrá que hacerles entrar en razón.
Los cazadores de sirenas se abalanzaron sobre ellos con espadas. El pirata avanzó un paso rápidamente y ladeó el cuerpo, esquivando un primer tajo dirigido hacia su torso. A continuación, únicamente tuvo que dejarse llevar por la inercia y estirar su brazo derecho, dejando que el acero de Ebony hiciera el resto. Un profundo corte recorría ahora el costado de su objetivo, quien cayó al suelo, dolorido. No eran muchos, pero al menos se encontrarían en tres contra uno en ese mismo instante, sin contar al capitán del barco y a los hombres que probablemente se encontrasen en el interior. Cuanto antes se librasen de ellos, mejor. Sin embargo, pese a la superioridad numérica, no parecían muy habituados a combatir. Sus presas solían estar atrapadas por redes, así que era lógico, pues no necesitaban usar las armas para reducirlas.
- ¿Qué ocurre? Parece que no se os dan bien los objetivos que ofrecen resistencia.
Su voz sonó arrogante, y en cierto sentido el espadachín parecía regodearse de su superior habilidad. Desvió una estocada que iba dirigida a su pecho y golpeó con la empuñadura de Ivory el rostro de su agresor. Cuando se giró para encarar a un nuevo oponente vio la espada del mismo dirigirse hacia su rostro, ante lo que decidió que iba siendo hora de utilizar sus poderes. El arma de acero se detuvo a escasos centímetros de la cabeza del ladrón, quien cruzó los brazos y los extendió, realizando dos cortes en forma de equis al cazador, que cayó hacia atrás.
- ¡Atacar por la espalda es de mala educación! -gritó, mirando de reojo al lancero, que parecía no tener demasiados problemas-. ¡Alex! ¡Ayuda a la pelirroja! Yo me ocupo de estos.
- ¿Qué mierda...?
Kaleb frunció el ceño, apoyándose en la baranda del barco con las manos y enfocando su mirada hacia el barco que se aproximaba. Parecían ser los responsables, como si estuvieran intentando capturarla. Quizá por eso estuviera pidiendo auxilio. En cierto sentido, no le extrañaba. Muchas eran las historias que corrían por el mundo sobre el pueblo de los hombres-pez, los tritones y sus bellas sirenas. También era sabido el odio que los humanos profesaban hacia su raza, así como que la venta de sus miembros era algo habitual. Nada que no hubiera escuchado cuando formaba parte de los piratas de Sapphire. ¿Pero qué iba a hacer? ¿Jugarse la vida para salvarla? No era un justiciero, después de todo... Aunque comprendía lo que podía significar para alguien privarle de su libertad. Además, quería que aquella mujer les acompañase, si se la llevaban tendría que soportar al estúpido que era ahora su capitán en soledad, y eso era una idea terrible. Sin embargo, parecía que este había tomado la decisión mucho antes que él. El barco viró y comenzó a avanzar rápidamente hacia el de los cazadores de sirenas.
- ¿Eh? -se giró al escuchar su nombre, viendo cómo el lancero se aproximaba a toda velocidad con cara de pocos amigos. No había que ser muy listo para prever lo que estaba a punto de ocurrir- ¡Espera, espera, espera! -gritó, demasiado tarde.
Alex le había sujetado de un brazo para, a continuación, lanzarse al agua, arrastrándole con él. No se escuchó mucho por parte de Kaleb aparte de un "¡Imbécil! ¿¡Quieres matarme!?" seguido de un fuerte chapuzón. En cuanto se vio sumergido, el espadachín vio sus fuerzas completamente mermadas. Su cuerpo parecía pesar una tonelada y su consciencia empezaba a apagarse lentamente. Se sentía débil, más que nunca. Los usuarios y el agua no se llevaban demasiado bien. ¿Cómo podía ese energúmeno no ser consciente de ello? El medio-pez tiraba de él bajo el agua, manejando las corrientes de agua a su alrededor para tomar impulso. Pese a que tan solo pasaran unos segundos, para el ladrón el trayecto había durado una auténtica eternidad. Salieron disparados del agua y, en el momento en que se encontraron en cubierta, el castaño tosió y tomó aire a ratos, llenando sus pulmones con desesperación.
- Cabrón... -mascullaba, aún a gatas sobre el suelo- Podrías haberme matado.
Hizo acopio de todas sus fuerzas y se puso en pie una vez sintió que estas volvían a su cuerpo, ya fuera del agua. Que aquella maldición solo durase mientras se encontrara sumergido era un auténtico alivio, especialmente cuando sabía lo que estaba por venir. Su capitán parecía realmente molesto ante los secuestradores y, por primera vez, pudo escucharle decir algo en serio. Con el pelo y las ropas aún chorreando, el castaño desenvainó a Ebony e Ivory.
- Parece que no te van a hacer mucho caso, Alex -sus labios dibujaron una leve sonrisa-. Habrá que hacerles entrar en razón.
Los cazadores de sirenas se abalanzaron sobre ellos con espadas. El pirata avanzó un paso rápidamente y ladeó el cuerpo, esquivando un primer tajo dirigido hacia su torso. A continuación, únicamente tuvo que dejarse llevar por la inercia y estirar su brazo derecho, dejando que el acero de Ebony hiciera el resto. Un profundo corte recorría ahora el costado de su objetivo, quien cayó al suelo, dolorido. No eran muchos, pero al menos se encontrarían en tres contra uno en ese mismo instante, sin contar al capitán del barco y a los hombres que probablemente se encontrasen en el interior. Cuanto antes se librasen de ellos, mejor. Sin embargo, pese a la superioridad numérica, no parecían muy habituados a combatir. Sus presas solían estar atrapadas por redes, así que era lógico, pues no necesitaban usar las armas para reducirlas.
- ¿Qué ocurre? Parece que no se os dan bien los objetivos que ofrecen resistencia.
Su voz sonó arrogante, y en cierto sentido el espadachín parecía regodearse de su superior habilidad. Desvió una estocada que iba dirigida a su pecho y golpeó con la empuñadura de Ivory el rostro de su agresor. Cuando se giró para encarar a un nuevo oponente vio la espada del mismo dirigirse hacia su rostro, ante lo que decidió que iba siendo hora de utilizar sus poderes. El arma de acero se detuvo a escasos centímetros de la cabeza del ladrón, quien cruzó los brazos y los extendió, realizando dos cortes en forma de equis al cazador, que cayó hacia atrás.
- ¡Atacar por la espalda es de mala educación! -gritó, mirando de reojo al lancero, que parecía no tener demasiados problemas-. ¡Alex! ¡Ayuda a la pelirroja! Yo me ocupo de estos.
Essi Daven
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Aquella orden hubiese tenido efecto en la pelirroja si esta se hubiese rendido, pero nunca, nunca aceptaría órdenes de gente que se considerase superior a ella. No se rebajaría a insultarlo y a decirle que los únicos inferiores aquí eran humanos, pero no. Aquellos humanos se habían dignado a ayudarla, sería insultarlos solo por intentar ofender a los esclavistas. Ella no hizo más que el amago de mirarlo, pero en los ojos del mercenario tan solo se veía odio y dolor, no dolor suyo, sino el de todas las especies que había capturado en el ancho mar.
Essi apretó el puño con fuerza, tratando de contenerse. Si se rebotaba las consecuencias eran nefastas y estaba segura que aquel no sería el único golpe que recibiría, ni el último. Un ruido asoló la cubierta del gran barco. Todos se giraron y se encararon hacia los dos chicos que abordaron el barco. La sirena movió la cabeza hacia un lado tratando de ver qué ocurría. Sus ojos se iluminaron al ver a los muchachos del otro barco. ¡Le ayudaban! ¡Se atrevían a ayudarla! Tanto tiempo perdida en el mar y alguien se había dignado a tenderle una mano... Nunca tendría maneras de agradecerles aquel gesto, pero aún era demasiado pronto. Ella todavía estaba rodeada por los traficantes de esclavos.
Mientras todos estaban entretenidos se apartó un poco de la zona de ajetreo, para evitar ser pisada o golpeada sin querer. Parecía que los esclavistas se habían olvidado de ella. La sirena se acercó hasta la baranda del barco, arrastrándose como podía. Allí vio como los valientes chicos luchaban contra los malos. Los héroes sin nombre, así los llamó. Durante un momento, pensó en tener piernas y lanzarse al mar mientras ellos luchaban para poder perderles de vista, pero no se sentía bien abandonando a los que se habían dignado a ayudarla. Aquella mala idea se le borró enseguida de la cabeza, pues tan solo se preocupaba porque ellos dos estaban solos contra un montón de hombres peligrosos. Essi quería creer que eran fuertes y los vencerían como si nada, pero le resultaba difícil.
La sirena, en un acto de inconsciencia, alzó el brazo y le gritó al hombre del mechón pelirrojo.
-¡Cuidado!
Aquella simple palabra había llamado la atención del mercenario jefe. Este la miró y corrió hacia ella, con su arma en mano, la agarró de la larga melena y la arrastró hacia el interior del barco. La pelirroja aulló de dolor al ver lo fuerte que tiraba e incluso intentó soltarse, pero desde su posición no tenía mucho movimiento. Bajaron por unas escaleras, golpeándose contra cada una de ellas hasta que la empujó con fuerza a una habitación vacía, pero bastante amplia. Tan solo había unas simples tumbonas y cajas, muchísimas cajas. El mercenario cerró la puerta con llave y se acercó hasta una de las cajas, donde cogió una túnica de color beige, sucia y raída. Se la tiró directamente a la pelirroja.
-Transfórmate - Essi miró la tela vieja y luego al mercenario - ¡Rápido!
La sirena respiró profundamente e hizo desaparecer su esmeralda cola para dar paso a unas piernas, quedando a la vista su bello cuerpo, envuelto por moratones que aún no habían desaparecido de la última vez que se encontró con los esclavistas. La pelirroja se colocó la túnica, sacudiendo un poco de polvo. Essi miró asustada a todos lados, tratando de buscar una salida. El mercenario golpeó el suelo con su gran bastón, advirtiéndola de que se quedaría ahí abajo hasta que todo terminase. Se fue, cerrando con llave la puerta de nuevo. La pelirroja corrió hacia la puerta, golpeándola con el puño hasta tal punto de hacerse daño.
Essi apretó el puño con fuerza, tratando de contenerse. Si se rebotaba las consecuencias eran nefastas y estaba segura que aquel no sería el único golpe que recibiría, ni el último. Un ruido asoló la cubierta del gran barco. Todos se giraron y se encararon hacia los dos chicos que abordaron el barco. La sirena movió la cabeza hacia un lado tratando de ver qué ocurría. Sus ojos se iluminaron al ver a los muchachos del otro barco. ¡Le ayudaban! ¡Se atrevían a ayudarla! Tanto tiempo perdida en el mar y alguien se había dignado a tenderle una mano... Nunca tendría maneras de agradecerles aquel gesto, pero aún era demasiado pronto. Ella todavía estaba rodeada por los traficantes de esclavos.
Mientras todos estaban entretenidos se apartó un poco de la zona de ajetreo, para evitar ser pisada o golpeada sin querer. Parecía que los esclavistas se habían olvidado de ella. La sirena se acercó hasta la baranda del barco, arrastrándose como podía. Allí vio como los valientes chicos luchaban contra los malos. Los héroes sin nombre, así los llamó. Durante un momento, pensó en tener piernas y lanzarse al mar mientras ellos luchaban para poder perderles de vista, pero no se sentía bien abandonando a los que se habían dignado a ayudarla. Aquella mala idea se le borró enseguida de la cabeza, pues tan solo se preocupaba porque ellos dos estaban solos contra un montón de hombres peligrosos. Essi quería creer que eran fuertes y los vencerían como si nada, pero le resultaba difícil.
La sirena, en un acto de inconsciencia, alzó el brazo y le gritó al hombre del mechón pelirrojo.
-¡Cuidado!
Aquella simple palabra había llamado la atención del mercenario jefe. Este la miró y corrió hacia ella, con su arma en mano, la agarró de la larga melena y la arrastró hacia el interior del barco. La pelirroja aulló de dolor al ver lo fuerte que tiraba e incluso intentó soltarse, pero desde su posición no tenía mucho movimiento. Bajaron por unas escaleras, golpeándose contra cada una de ellas hasta que la empujó con fuerza a una habitación vacía, pero bastante amplia. Tan solo había unas simples tumbonas y cajas, muchísimas cajas. El mercenario cerró la puerta con llave y se acercó hasta una de las cajas, donde cogió una túnica de color beige, sucia y raída. Se la tiró directamente a la pelirroja.
-Transfórmate - Essi miró la tela vieja y luego al mercenario - ¡Rápido!
La sirena respiró profundamente e hizo desaparecer su esmeralda cola para dar paso a unas piernas, quedando a la vista su bello cuerpo, envuelto por moratones que aún no habían desaparecido de la última vez que se encontró con los esclavistas. La pelirroja se colocó la túnica, sacudiendo un poco de polvo. Essi miró asustada a todos lados, tratando de buscar una salida. El mercenario golpeó el suelo con su gran bastón, advirtiéndola de que se quedaría ahí abajo hasta que todo terminase. Se fue, cerrando con llave la puerta de nuevo. La pelirroja corrió hacia la puerta, golpeándola con el puño hasta tal punto de hacerse daño.
Alex Thawne
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El chico se agachó para esquivar uno de los atacantes que decidió intentar golpear su cabeza con un bastón.
Alex aprovechó sin levantarse para golpear en el estómago de un segundo atacante que se acercaba por el otro lado, utilizando la parte sin punta de la lanza. Dio una voltereta hacia delante y volvió a ponerse de pie, esquivando y parando ataques con la lanza.
Tenía la vista fija en la sirena que estaba siendo arrastrada al interior del barco por el que parecía ser el líder de los secuestradores. El chico soltó un gruñido de rabia y, antes siquiera de que Kaleb le pidiese que fuese a por ella.
La puerta al interior del barco fue cerrada de un portazo y Alex chocó con esta con el hombro. Llevó la mano a la manilla, pero estaba totalmente cerrada. El pirata golpeó la puerta con el puño, enfadado y gritando. Escuchó un grito detrás de él y se giró para ver a uno de los secuestradores cargando hacia él con una espada. Se apartó a la derecha y el atacante clavó su arma en la madera de la puerta. El pirata, rápidamente, dio una patada al estómago del secuestrador, el cual soltó el arma por el impacto y se movió hacia atrás. Alex se colocó frente a él y le golpeó en el pecho con la lanza para luego girar sobre si mismo y provocar un corte diágonal desde el hombro hasta la cintura en el torso del secuestrador, utilizando la parte en punta de la lanza. El hombre,
con aspecto temeroso, cayó al suelo y tan solo se levantó para marcharse corriendo.
El pirata volvió a centrarse en la puerta. No podía dejar que aquellos hombres se llevasen a la sirena claramente en contra de su voluntad. No sabía quienes eran, si eran secuestradores o esclavistas. Lo único que sabía es que la muchacha estaba huyendo de ellos y les había pedido ayuda. Y Alex no podía negar la petición de ayuda de una nakama. Golpeó la puerta de madera con el pie varias veces. La puerta temblaba y parecía ceder cada vez más. El chico dio una última patada acompañada de un grito de rabia y, por fin, la puerta cayó hacia dentro, golpeando el suelo. El chico entró, aprovechando que Kaleb estaba encargándose del resto fuera de allí. Estaba seguro de que el ladrón era capaz de aquello y más.
El interior del barco estaba vacío, pues parecía ser que todos los tripulantes, a excepción del líder, se encontraban fuera intentando encargarse del ladrón. El chico entonces oyó una vez más una puerta cerrándose y, el que parecía el líder de los secuestradores, apareció frente a él. Pareció sorprenderse de verlo en el barco, pues se colocó en guardia llevando la mano al pomo de la espada que descansaba en su cinturón.
- Te lo diré solo una vez. Márchate y déjanos con nuestros negocios en paz y no os pasará nada.
- ¿Y la sirena?
- ¿Acaso eres un familiar buscando veng...?
- ¡¿DÓNDE ESTÁ?!
Alex aprovechó sin levantarse para golpear en el estómago de un segundo atacante que se acercaba por el otro lado, utilizando la parte sin punta de la lanza. Dio una voltereta hacia delante y volvió a ponerse de pie, esquivando y parando ataques con la lanza.
Tenía la vista fija en la sirena que estaba siendo arrastrada al interior del barco por el que parecía ser el líder de los secuestradores. El chico soltó un gruñido de rabia y, antes siquiera de que Kaleb le pidiese que fuese a por ella.
La puerta al interior del barco fue cerrada de un portazo y Alex chocó con esta con el hombro. Llevó la mano a la manilla, pero estaba totalmente cerrada. El pirata golpeó la puerta con el puño, enfadado y gritando. Escuchó un grito detrás de él y se giró para ver a uno de los secuestradores cargando hacia él con una espada. Se apartó a la derecha y el atacante clavó su arma en la madera de la puerta. El pirata, rápidamente, dio una patada al estómago del secuestrador, el cual soltó el arma por el impacto y se movió hacia atrás. Alex se colocó frente a él y le golpeó en el pecho con la lanza para luego girar sobre si mismo y provocar un corte diágonal desde el hombro hasta la cintura en el torso del secuestrador, utilizando la parte en punta de la lanza. El hombre,
con aspecto temeroso, cayó al suelo y tan solo se levantó para marcharse corriendo.
El pirata volvió a centrarse en la puerta. No podía dejar que aquellos hombres se llevasen a la sirena claramente en contra de su voluntad. No sabía quienes eran, si eran secuestradores o esclavistas. Lo único que sabía es que la muchacha estaba huyendo de ellos y les había pedido ayuda. Y Alex no podía negar la petición de ayuda de una nakama. Golpeó la puerta de madera con el pie varias veces. La puerta temblaba y parecía ceder cada vez más. El chico dio una última patada acompañada de un grito de rabia y, por fin, la puerta cayó hacia dentro, golpeando el suelo. El chico entró, aprovechando que Kaleb estaba encargándose del resto fuera de allí. Estaba seguro de que el ladrón era capaz de aquello y más.
El interior del barco estaba vacío, pues parecía ser que todos los tripulantes, a excepción del líder, se encontraban fuera intentando encargarse del ladrón. El chico entonces oyó una vez más una puerta cerrándose y, el que parecía el líder de los secuestradores, apareció frente a él. Pareció sorprenderse de verlo en el barco, pues se colocó en guardia llevando la mano al pomo de la espada que descansaba en su cinturón.
- Te lo diré solo una vez. Márchate y déjanos con nuestros negocios en paz y no os pasará nada.
- ¿Y la sirena?
- ¿Acaso eres un familiar buscando veng...?
- ¡¿DÓNDE ESTÁ?!
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En cuanto le gritó aquello a Alex tuvo que volver a centrar su atención sobre los secuestradores, pues estos volvían a la carga. Parecía que aquella gente no se daba por vencido fácilmente. Mejor para él, en cualquier caso. Llevaba mucho tiempo sin combatir de verdad y, quizá, aquello le sirviera para quitarse un poco de óxido. Lo cierto era, de hecho, que cada vez que empuñaba sus espadas se sentía más vivo que nunca.
Kaleb ladeó el cuerpo para evadir el ataque de uno de los secuestradores, poco antes de alzar el brazo y detener con la espada un segundo intento por parte de otro de ellos. Debía estar atento a todo lo que le rodeaba si no quería verse sobrepasado por la superioridad numérica de sus adversarios, así como para no llevarse ningún corte por no verlo venir. Sus dos atacantes se agruparon frente a él y cargaron, comenzando a lanzar tajos con sus armas sin pensar demasiado en cómo lo estaban haciendo. Simplemente se dejaban llevar, y eso era algo que el pirata podía aprovechar. Sus movimientos eran impulsivos, bastante simplones, con más fuerza de la necesaria, lo que los volvía bastante imprecisos y predecibles. Tuvo que hacer uso tanto de Ebony como de Ivory para hacer frente a todos los intentos de cortarle o atravesarle pero, quitando esto, no le costaba demasiado bloquear o desviar las espadas de los cazadores. Sin embargo, gracias a su incesante ofensiva, estaban logrando hacerle retroceder. Frunció el ceño, dispuesto a dejarles fuera de combate.
- Wave -susurró.
En ese momento se generaron dos fluctuaciones magnéticas, una desde la derecha y otra desde la izquierda, las cuales se acercaron entre sí, pillando entre medias las espadas de los traficantes y dejándolas pegadas. Kaleb mantuvo la fuerza magnética para que fuesen incapaces de despegarlas y, aprovechando ese instante en el que la defensa de ambos flaqueaba, avanzó y lanzó dos rápidos tajos, deslizándose por el suelo y provocando un corte en el muslo a cada uno de ellos. Ambos cayeron al suelo, soltando sus espadas y gruñendo por el dolor.
Durante ese tiempo Alex parecía haber tenido que lidiar con uno de los secuestradores, logrando que el mismo se retirase ante la superior fuerza del pirata. Tras esto había logrado abrir la puerta y adentrarse en la nave, pero parecía que algunos de los hombres que no estaban luchando con el espadachín tenían la intención de seguirle. Seguramente querían evitar que pudiera llegar hasta su jefe. El ladrón quiso interceptarles, pero algunos cazadores le cortaban el paso. No le quedaba otra. Tendría que emplearse un poco más en serio.
Extendió los brazos y, de los filos de Ebony e Ivory surgieron llamas y un aura de frío respectivamente. Por un momento, el valor de los traficantes flaqueó y bajaron la guardia ante el castaño, quien aprovechó la oportunidad. El fuego de Ebony crepitaba con cada embate, haciendo saltar chispas y provocando quemaduras en la piel de sus objetivos, mientras que Ivory trazaba cortes limpios, provocando congelaciones superficiales allá donde su filo tocaba y entumeciendo las extremidades de los rivales de su dueño. Finalmente, una vez se abrió paso, Kaleb apuntó con uno de sus sables, extendiendo el brazo hacia los hombres que pretendían traspasar la puerta e ir tras su capitán. En un rápido movimiento, echó el brazo hacia atrás y generó una fuerza de atracción magnética que afectó directamente a las espadas de los perseguidores de Alex, produciendo un fuerte tirón que no solo les alejó de la entrada, sino que además les hizo trastabillar hasta caer al suelo.
Con el camino despejado, el espadachín se situó frente a la puerta y se giró, enfrentándose a todos los traficantes que se encontraban en cubierta, muchos de ellos heridos por sus espadas, aunque la mayoría aún dispuestos a plantarle cara. El castaño alzó a Ebony, cuyo fuego ya se había extinguido, y para sobresalto de los tripulantes lanzó un rápido tajo hacia el suelo, provocando un notable corte sobre la madera.
- Quien cruce esta línea... -comenzó, al tiempo que, repentinamente, las espadas de todos los cazadores se escapaban de sus manos, así como las que habían soltado y se encontraban por el suelo. Todas ellas se posicionaron junto a Kaleb, en el aire, y giraron para apuntarles, amenazantes. El pirata extendió el brazo, direccionando su propia espada hacia ellos. Sus labios se torcieron en una sonrisa intimidante, acompañando a los ojos del espadachín, que parecían brillar con luz propia-. Conocerá el auténtico infierno.
Kaleb ladeó el cuerpo para evadir el ataque de uno de los secuestradores, poco antes de alzar el brazo y detener con la espada un segundo intento por parte de otro de ellos. Debía estar atento a todo lo que le rodeaba si no quería verse sobrepasado por la superioridad numérica de sus adversarios, así como para no llevarse ningún corte por no verlo venir. Sus dos atacantes se agruparon frente a él y cargaron, comenzando a lanzar tajos con sus armas sin pensar demasiado en cómo lo estaban haciendo. Simplemente se dejaban llevar, y eso era algo que el pirata podía aprovechar. Sus movimientos eran impulsivos, bastante simplones, con más fuerza de la necesaria, lo que los volvía bastante imprecisos y predecibles. Tuvo que hacer uso tanto de Ebony como de Ivory para hacer frente a todos los intentos de cortarle o atravesarle pero, quitando esto, no le costaba demasiado bloquear o desviar las espadas de los cazadores. Sin embargo, gracias a su incesante ofensiva, estaban logrando hacerle retroceder. Frunció el ceño, dispuesto a dejarles fuera de combate.
- Wave -susurró.
En ese momento se generaron dos fluctuaciones magnéticas, una desde la derecha y otra desde la izquierda, las cuales se acercaron entre sí, pillando entre medias las espadas de los traficantes y dejándolas pegadas. Kaleb mantuvo la fuerza magnética para que fuesen incapaces de despegarlas y, aprovechando ese instante en el que la defensa de ambos flaqueaba, avanzó y lanzó dos rápidos tajos, deslizándose por el suelo y provocando un corte en el muslo a cada uno de ellos. Ambos cayeron al suelo, soltando sus espadas y gruñendo por el dolor.
Durante ese tiempo Alex parecía haber tenido que lidiar con uno de los secuestradores, logrando que el mismo se retirase ante la superior fuerza del pirata. Tras esto había logrado abrir la puerta y adentrarse en la nave, pero parecía que algunos de los hombres que no estaban luchando con el espadachín tenían la intención de seguirle. Seguramente querían evitar que pudiera llegar hasta su jefe. El ladrón quiso interceptarles, pero algunos cazadores le cortaban el paso. No le quedaba otra. Tendría que emplearse un poco más en serio.
Extendió los brazos y, de los filos de Ebony e Ivory surgieron llamas y un aura de frío respectivamente. Por un momento, el valor de los traficantes flaqueó y bajaron la guardia ante el castaño, quien aprovechó la oportunidad. El fuego de Ebony crepitaba con cada embate, haciendo saltar chispas y provocando quemaduras en la piel de sus objetivos, mientras que Ivory trazaba cortes limpios, provocando congelaciones superficiales allá donde su filo tocaba y entumeciendo las extremidades de los rivales de su dueño. Finalmente, una vez se abrió paso, Kaleb apuntó con uno de sus sables, extendiendo el brazo hacia los hombres que pretendían traspasar la puerta e ir tras su capitán. En un rápido movimiento, echó el brazo hacia atrás y generó una fuerza de atracción magnética que afectó directamente a las espadas de los perseguidores de Alex, produciendo un fuerte tirón que no solo les alejó de la entrada, sino que además les hizo trastabillar hasta caer al suelo.
Con el camino despejado, el espadachín se situó frente a la puerta y se giró, enfrentándose a todos los traficantes que se encontraban en cubierta, muchos de ellos heridos por sus espadas, aunque la mayoría aún dispuestos a plantarle cara. El castaño alzó a Ebony, cuyo fuego ya se había extinguido, y para sobresalto de los tripulantes lanzó un rápido tajo hacia el suelo, provocando un notable corte sobre la madera.
- Quien cruce esta línea... -comenzó, al tiempo que, repentinamente, las espadas de todos los cazadores se escapaban de sus manos, así como las que habían soltado y se encontraban por el suelo. Todas ellas se posicionaron junto a Kaleb, en el aire, y giraron para apuntarles, amenazantes. El pirata extendió el brazo, direccionando su propia espada hacia ellos. Sus labios se torcieron en una sonrisa intimidante, acompañando a los ojos del espadachín, que parecían brillar con luz propia-. Conocerá el auténtico infierno.
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Intentó abrir la puerta de nuevo, golpeándola con los puños y los pies, y aún sintiendo dolor por culpa de los golpes no se detenía. De repente, se hizo el silencio. La pelirroja apoyó la oreja en la puerta, tratando de escuchar algo. Se oían como palabras sueltas en la cubierta, apenas se apreciaban. Lo que si escuchó con claridad fueron los gritos de uno de los chicos del barco, parecía que acababa de llegar. Essi se alejó de la puerta, pensó en gritarle y avisarle que estaba ahí, pero... ¿para qué? Él estaría ocupado con el jefe de los esclavistas.
No le quedó más remedio que observar lo que había en la habitación, podría encontrar algo de utilidad si se daba prisa, pero estaba tan nerviosa que era incapaz de buscar con atención. Solo había una pequeña claraboya por la que entraban los rayos de sol, sino estaría completamente a oscuras. Sería una buena vía de escape de no ser porque la ventana era muy pequeña y ella no llegaba ni subiéndose a unas caja.
Se apoyó de espaldas contra la pared, dejándose caer hasta quedarse sentada en el suelo. Acurrucándose y rodeando sus piernas con los brazos. Miraba continuamente hacia la puerta, deseando que se abriese, deseando que la tirasen abajo, deseando que nada de aquello hubiera pensado. Quería creer que era todo un mal sueño y ella seguía en Dwarka, junto a su padre y sus hermanos, disfrutando de la tranquila vida bajo el mar. Movió la cabeza de un lado a otro en señal de negación. Borró de su cabeza esa absurda idea. Todo lo que la rodeaba era real, muy real.
La pelirroja pasó la mano por el suelo, notando el tacto rugoso y sin barnizar de la madera. Se levantó de un salto, harta de seguir escondiéndose y empezó a rebuscar entre las cajas. Fuera de estas ponía azúcar, abrió la tapa y todas estaban llenas de aquel dulce blanco. Essi pasó el dedo y lo probó, bajo el mar no había esas cosas. Después, se encontró con cajas de víveres en conserva; buscando y buscando, una caja de ropa, había desde cosas de hombre hasta de mujer. Sacó un vestido de diferentes tonos azules, acompañado de una pañoleta del mismo color.
La sirena, cansada de llevar trajes sucios y desarrapados, cambió las viejas ropas que le habían dado por esas nuevas. Ahora estaba mucho más cómoda. Al fondo de toda la caja de ropa encontró varios zapatos. La pelirroja aún no había tenido tiempo de probar unos y ni siquiera sabía que sensación había con ellos al andar. Cuando se los puso, aunque al principio del revés, le apretaban un poco, pero se habituó. Posó las manos en sus caderas y dio una vuelta sobre si misma, haciendo levantar el vestido del impulso.
Siguió mirando hasta que detrás de las cajas encontró tres sillas. La pelirroja se sentó en una de ellas, con las piernas cruzadas y miró a la puerta, de nuevo. En su rostro se dibujó una sonrisa. Ya no tenía que esperar a que nadie la sacase de allí. ¡Ella podía valerse por si misma!
No le quedó más remedio que observar lo que había en la habitación, podría encontrar algo de utilidad si se daba prisa, pero estaba tan nerviosa que era incapaz de buscar con atención. Solo había una pequeña claraboya por la que entraban los rayos de sol, sino estaría completamente a oscuras. Sería una buena vía de escape de no ser porque la ventana era muy pequeña y ella no llegaba ni subiéndose a unas caja.
Se apoyó de espaldas contra la pared, dejándose caer hasta quedarse sentada en el suelo. Acurrucándose y rodeando sus piernas con los brazos. Miraba continuamente hacia la puerta, deseando que se abriese, deseando que la tirasen abajo, deseando que nada de aquello hubiera pensado. Quería creer que era todo un mal sueño y ella seguía en Dwarka, junto a su padre y sus hermanos, disfrutando de la tranquila vida bajo el mar. Movió la cabeza de un lado a otro en señal de negación. Borró de su cabeza esa absurda idea. Todo lo que la rodeaba era real, muy real.
La pelirroja pasó la mano por el suelo, notando el tacto rugoso y sin barnizar de la madera. Se levantó de un salto, harta de seguir escondiéndose y empezó a rebuscar entre las cajas. Fuera de estas ponía azúcar, abrió la tapa y todas estaban llenas de aquel dulce blanco. Essi pasó el dedo y lo probó, bajo el mar no había esas cosas. Después, se encontró con cajas de víveres en conserva; buscando y buscando, una caja de ropa, había desde cosas de hombre hasta de mujer. Sacó un vestido de diferentes tonos azules, acompañado de una pañoleta del mismo color.
La sirena, cansada de llevar trajes sucios y desarrapados, cambió las viejas ropas que le habían dado por esas nuevas. Ahora estaba mucho más cómoda. Al fondo de toda la caja de ropa encontró varios zapatos. La pelirroja aún no había tenido tiempo de probar unos y ni siquiera sabía que sensación había con ellos al andar. Cuando se los puso, aunque al principio del revés, le apretaban un poco, pero se habituó. Posó las manos en sus caderas y dio una vuelta sobre si misma, haciendo levantar el vestido del impulso.
Siguió mirando hasta que detrás de las cajas encontró tres sillas. La pelirroja se sentó en una de ellas, con las piernas cruzadas y miró a la puerta, de nuevo. En su rostro se dibujó una sonrisa. Ya no tenía que esperar a que nadie la sacase de allí. ¡Ella podía valerse por si misma!
Alex Thawne
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El secuestrador desenvainó su arma, furioso. El chico dio un paso a un lado sin apartar la mirada de los ojos de aquel hombre. Casi parecía haber una lucha de voluntades y enfados entre ambos luchadores. El secuestrador saltó hacia delante con un grito y dirigió un ataque con su espada, el cual Alex detuvo con su lanza. Ahora más cerca, sus ojos se miraron entre si mientras apretaban los dientes, forcejeando en el choque de armas.
- Te vas a arrepentir de haber atacado mi barco, mocoso...
- Te vas a arrepentir de haber intentado llevarte a mi nakama, vejestorio.
El secuestrador dio un empujón con su espada a un lado, desviando la lanza del tritón y propinándole una fuerte patada en el pecho. La espalda del chico golpeó la pared y este se vio sin respiración unos segundos por el golpe. Cayó al suelo de rodillas y se apoyó con las manos, mientras tosía y escupía al suelo intentando recobrar el aliento. Los pasos del secuestrador sonaban hacia él.
- Patético... No eres más que un crío jugando a ser pirata.
El pirata levantó la vista, furioso. Vio como el secuestrador alzaba su arma, dispuesto a acabar con aquel abordaje. El chicó gritó y saltó hacia delante, embistiendo el estómago del saqueador con su hombro y haciéndolo caer hacia atrás. Dirigió un ataque con su lanza al pecho de este cuando estaba en el suelo, pero rodó hacia la derecha y la lanza se clavó en la madera. El pirata gruñó de rabia y arrancó el arma de la madera para empezar a atacar con ella haciendo barridos mientras caminaba hacia el saqueador, el cual se movía hacia atrás para evitar ser golpeado. El chicó clavó la lanza en el suelo y, usándola como punto de apoyo, dio un salto con el pie hacia delante golpeando la mandíbula del secuestrador con una fuerte patada.
El hombre se llevó la mano a la cara tras estabilizarse de nuevo, mientras el pirata volvía a adoptar postura de pelea con su lanza. Parecía cada vez más enfadado... pero Alex también.
- Te vas a arrepentir de haber atacado mi barco, mocoso...
- Te vas a arrepentir de haber intentado llevarte a mi nakama, vejestorio.
El secuestrador dio un empujón con su espada a un lado, desviando la lanza del tritón y propinándole una fuerte patada en el pecho. La espalda del chico golpeó la pared y este se vio sin respiración unos segundos por el golpe. Cayó al suelo de rodillas y se apoyó con las manos, mientras tosía y escupía al suelo intentando recobrar el aliento. Los pasos del secuestrador sonaban hacia él.
- Patético... No eres más que un crío jugando a ser pirata.
El pirata levantó la vista, furioso. Vio como el secuestrador alzaba su arma, dispuesto a acabar con aquel abordaje. El chicó gritó y saltó hacia delante, embistiendo el estómago del saqueador con su hombro y haciéndolo caer hacia atrás. Dirigió un ataque con su lanza al pecho de este cuando estaba en el suelo, pero rodó hacia la derecha y la lanza se clavó en la madera. El pirata gruñó de rabia y arrancó el arma de la madera para empezar a atacar con ella haciendo barridos mientras caminaba hacia el saqueador, el cual se movía hacia atrás para evitar ser golpeado. El chicó clavó la lanza en el suelo y, usándola como punto de apoyo, dio un salto con el pie hacia delante golpeando la mandíbula del secuestrador con una fuerte patada.
El hombre se llevó la mano a la cara tras estabilizarse de nuevo, mientras el pirata volvía a adoptar postura de pelea con su lanza. Parecía cada vez más enfadado... pero Alex también.
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Los minutos seguían pasando en cubierta, ahora con un ambiente mucho más calmado que poco tiempo atrás. De hecho, ya no se estaba combatiendo, sino que se había alcanzado una tregua gracias a un trato... Imposible de rechazar, por así decirlo. Eso sí, tras el combate, el lugar era un tanto catastrófico a simple vista, por no decir que lo parecía más aún cuanto más te fijabas. No importaba dónde posases tu mirada, seguramente hubiera algún trozo de madera quemada, salpicaduras de sangre o fragmentos de algo roto, como cajas o botellas. Incluso en algunas zonas se podía apreciar con facilidad el olor a alcohol barato.
Lo cierto era que, pese a su amenaza, algunos de los traficantes habían decidido intentar hacerle frente al espadachín, así que Kaleb se vio obligado a reducirlos por la fuerza. Por suerte, no fueron mayoría y buena parte de sus compañeros no tardaron en rendirse, eso sí, únicamente después de que sus camaradas fueran derrotados por el ladrón, quien ahora se encontraba sentado sobre uno de los mismos. El pobre desgraciado estaba tumbado sobre la madera, inmovilizado gracias a varios sables que atravesaban su ropa y le mantenían clavado en el suelo, por no decir que el pirata disfrutaba de algún que otro trago, reposando sobre su torso. El castaño alzó la botella por encima de su cabeza, tratando de ponerla a contraluz, pudiendo observar mejor el color del ron tras el cristal, manteniendo mientras tanto el filo de Ebony pegado al cuello del traficante, tan solo para prevenir que no tratara de ponerse en pie.
- Lo cierto es que, para ser traficantes de esclavos, no parece que podáis permitiros mucho. Ni siquiera tenéis buena bebida. ¿Quizá todo lo bueno lo tenga vuestro capitán? -conversaba con completa tranquilidad, como si nada hubiera ocurrido.
A su alrededor, además de todos los destrozos ya mencionados anteriormente, se encontraban todos los demás tripulantes del barco, ya fuera amordazados -los que se habían rendido voluntariamente-, o bien, inconscientes o enganchados como el que se encontraba bajo el trasero del espadachín. Todo era mucho más sencillo acompañado de una buena botella de ron y, pese a los quejidos y maldiciones de sus enemigos, se encontraba realmente relajado. Nada como un buen trago después de algo de ejercicio, sin duda.
- No sabéis con quién os estáis metiendo -gruñía el pobre hombre-. Cuando los de arriba se enteren de esto os...
No llegó a terminar su frase, pues Kaleb le metió en la boca una manzana entera, obligándole a callar, recogida de un pequeño barril que había puesto a su lado.
- Bla, bla, bla... No escucho lo que dices -se burló, sonriendo con malicia mientras le miraba desde arriba.
Hecho esto se puso en pie, impulsándose únicamente con las piernas y envainando su espada. Se inclinó sobre el barril para tomar otra manzana más, esta vez para sí mismo, y comenzó a caminar hacia la puerta que llevaba al interior de la nave. ¿Cómo les estaría yendo a Alex y a la pelirroja? ¿La habría salvado ya? El alboroto que venía desde abajo parecía indicar lo contrario, aunque no llegó a ponerse nervioso. De hecho, el pirata se encontraba realmente tranquilo, pues confiaba en que su medianamente impuesto capitán sabría ingeniárselas para derrotar al jefe de aquellas sabandijas. Con algo de suerte, le duraría lo suficiente como para poder encargarse de rescatar a la sirena por su cuenta. A lo mejor eso le hacía ganar puntos... Quién sabe.
Lo cierto era que, pese a su amenaza, algunos de los traficantes habían decidido intentar hacerle frente al espadachín, así que Kaleb se vio obligado a reducirlos por la fuerza. Por suerte, no fueron mayoría y buena parte de sus compañeros no tardaron en rendirse, eso sí, únicamente después de que sus camaradas fueran derrotados por el ladrón, quien ahora se encontraba sentado sobre uno de los mismos. El pobre desgraciado estaba tumbado sobre la madera, inmovilizado gracias a varios sables que atravesaban su ropa y le mantenían clavado en el suelo, por no decir que el pirata disfrutaba de algún que otro trago, reposando sobre su torso. El castaño alzó la botella por encima de su cabeza, tratando de ponerla a contraluz, pudiendo observar mejor el color del ron tras el cristal, manteniendo mientras tanto el filo de Ebony pegado al cuello del traficante, tan solo para prevenir que no tratara de ponerse en pie.
- Lo cierto es que, para ser traficantes de esclavos, no parece que podáis permitiros mucho. Ni siquiera tenéis buena bebida. ¿Quizá todo lo bueno lo tenga vuestro capitán? -conversaba con completa tranquilidad, como si nada hubiera ocurrido.
A su alrededor, además de todos los destrozos ya mencionados anteriormente, se encontraban todos los demás tripulantes del barco, ya fuera amordazados -los que se habían rendido voluntariamente-, o bien, inconscientes o enganchados como el que se encontraba bajo el trasero del espadachín. Todo era mucho más sencillo acompañado de una buena botella de ron y, pese a los quejidos y maldiciones de sus enemigos, se encontraba realmente relajado. Nada como un buen trago después de algo de ejercicio, sin duda.
- No sabéis con quién os estáis metiendo -gruñía el pobre hombre-. Cuando los de arriba se enteren de esto os...
No llegó a terminar su frase, pues Kaleb le metió en la boca una manzana entera, obligándole a callar, recogida de un pequeño barril que había puesto a su lado.
- Bla, bla, bla... No escucho lo que dices -se burló, sonriendo con malicia mientras le miraba desde arriba.
Hecho esto se puso en pie, impulsándose únicamente con las piernas y envainando su espada. Se inclinó sobre el barril para tomar otra manzana más, esta vez para sí mismo, y comenzó a caminar hacia la puerta que llevaba al interior de la nave. ¿Cómo les estaría yendo a Alex y a la pelirroja? ¿La habría salvado ya? El alboroto que venía desde abajo parecía indicar lo contrario, aunque no llegó a ponerse nervioso. De hecho, el pirata se encontraba realmente tranquilo, pues confiaba en que su medianamente impuesto capitán sabría ingeniárselas para derrotar al jefe de aquellas sabandijas. Con algo de suerte, le duraría lo suficiente como para poder encargarse de rescatar a la sirena por su cuenta. A lo mejor eso le hacía ganar puntos... Quién sabe.
Essi Daven
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Sacó la silla de detrás de las cajas y la arrastró con cuidado, tratando de no hacer ruido. Llegó hasta la puerta y la dejó un momento. Antes de salir tenía que saber que el esclavista y el marinero seguían allí. Acercó la oreja y apoyó la mano con cuidado, escuchando lo que hablaban aquellos dos. ¿Un pirata? ¿En serio era un pirata? Essi se echó hacia atrás. Piratas... Los piratas habían asesinado a su madre cuando esta trató de salvarla a ella y a sus hermanas. Pensó en las palabras de su padre, lo decepcionado que estaría al ver que viajaba con humanos y, sobre todo, con piratas.
Dejó de escuchar la conversación y alzó la silla con gran agilidad. No pesaba mucho. Miró la puerta de arriba abajo. Era una puerta antigua, como el barco, con varios golpes se vendría abajo. Con las patas de frente, echó a correr hacia la puerta. La primera embestida fue en vano. Menos mal que el asiento no hacía mucho daño al chocar. Probablemente allí fuera se hubieran dado cuenta del estruendo que causó. Volvió hacia atrás y embistió de nuevo. Otra vez en vano. Jadeando por el spring que se metía de cada vez lo intentó una última vez más. A la tercera siempre iba la vencida, o eso decían.
Posó la silla en suelo y frotó las manos contra la parte inferior del vestido. Le sudaban de agarrar con tanta fuerza el objeto. Respiró profundamente y la cogió de nuevo. Yendo hasta el final de la sala, ahora sí que saldría con fuerza. Corrió lo más rápido que pudo y chocó contra la puerta, parecía que había cedido. Esta vez no volvió hacia atrás, sino que a empujones con mucha fuerza la cerradura acabó rompiéndose.
Essi no tuvo tiempo de esperar a que la puerta se abriera de todo. Justo en cuanto se abrió corrió hacia las espaldas del traficante, con la silla en lo alto, dándole en toda la espalda. La pelirroja gritó de rabia, nunca había actuado de una manera tan impulsiva. Bajó la silla, jadeando y miró al pirata que estaba en frente a ellos. El sillazo que le había metido al esclavista no lo había derribado, solo le hizo bajar un poco la espalda. No gritó de dolor, se mantuvo impasible.
La sirena soltó la silla de golpe y corrió hasta la puerta de la entrada. Apoyándose en el marco de la puerta. Estaba muy asustada por como reaccionaría el mercenario. Sobre todo, porque aparte de ella, acabaría haciendo daño por su culpa a los héroes sin nombre. Quería pedirle que huyera ahora, que tenían tiempo de abandonar al esclavista, pero no se atrevía a pronunciar palabra alguna. Nunca había atacado a nadie por las espaldas, aunque le hiciesen daño. De repente, el esclavista gruñó, poniéndose en forma y Essi tan solo aguardó, pero... sabía que todo saldría bien.
Dejó de escuchar la conversación y alzó la silla con gran agilidad. No pesaba mucho. Miró la puerta de arriba abajo. Era una puerta antigua, como el barco, con varios golpes se vendría abajo. Con las patas de frente, echó a correr hacia la puerta. La primera embestida fue en vano. Menos mal que el asiento no hacía mucho daño al chocar. Probablemente allí fuera se hubieran dado cuenta del estruendo que causó. Volvió hacia atrás y embistió de nuevo. Otra vez en vano. Jadeando por el spring que se metía de cada vez lo intentó una última vez más. A la tercera siempre iba la vencida, o eso decían.
Posó la silla en suelo y frotó las manos contra la parte inferior del vestido. Le sudaban de agarrar con tanta fuerza el objeto. Respiró profundamente y la cogió de nuevo. Yendo hasta el final de la sala, ahora sí que saldría con fuerza. Corrió lo más rápido que pudo y chocó contra la puerta, parecía que había cedido. Esta vez no volvió hacia atrás, sino que a empujones con mucha fuerza la cerradura acabó rompiéndose.
Essi no tuvo tiempo de esperar a que la puerta se abriera de todo. Justo en cuanto se abrió corrió hacia las espaldas del traficante, con la silla en lo alto, dándole en toda la espalda. La pelirroja gritó de rabia, nunca había actuado de una manera tan impulsiva. Bajó la silla, jadeando y miró al pirata que estaba en frente a ellos. El sillazo que le había metido al esclavista no lo había derribado, solo le hizo bajar un poco la espalda. No gritó de dolor, se mantuvo impasible.
La sirena soltó la silla de golpe y corrió hasta la puerta de la entrada. Apoyándose en el marco de la puerta. Estaba muy asustada por como reaccionaría el mercenario. Sobre todo, porque aparte de ella, acabaría haciendo daño por su culpa a los héroes sin nombre. Quería pedirle que huyera ahora, que tenían tiempo de abandonar al esclavista, pero no se atrevía a pronunciar palabra alguna. Nunca había atacado a nadie por las espaldas, aunque le hiciesen daño. De repente, el esclavista gruñó, poniéndose en forma y Essi tan solo aguardó, pero... sabía que todo saldría bien.
Alex Thawne
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El sable del secuestrador chocaba contra la metálica lanza del pirata. Era obvio que las fuerzas de ambos luchadores era igual, o al menos se acercaba. Y, si no fuera por el hecho de que estaba rescatando a su próxima nakama, Alex se lo estaría pasando bien al tener un combate tan reñido. El tritón aprovechó un despiste del secuestrador para girar sobre si mismo y atacar a su pierna con la lanza, provocando un corte en la espinilla del espadachín que empezó a sangrar.
- ¡Maldito mocoso! ¡Te mataré!
Justo cuando terminó su frase, algo le golpeó por la espalda. El pirata pudo ver como la pelirroja estaba allí, con una silla que acababa de usar de arma. No pudo evitar decepcionarse un poco y mostrar una ligera expresión de enfado al ver que tenía piernas y no cola, como en un principio le había parecido.
- ¡Eh! ¡¿No eras una sirena?!
No importaba. La iba a salvar de todas maneras. Era simplemente que le hacía ilusión conocer a una sirena. Sin embargo, el tritón no se rindió. La pelirroja iba a ser su nakama y, llegado el momento de conocer a una sirena real, ella estaría allí. Seguro.
El secuestrador gruñó y centró su atención en la pelirroja, mientras caminaba hacia esta lentamente, tal vez buscando intimidarla.
Aquel era su momento. Miró a los lados, buscando algo que le sirviera de ayuda... ¡Un cubo con agua! Agua de fregar. Movió la lanza dirección al cubo y, controlando el agua en su interior, hizo que volcara y esta saliese disparada mojando el suelo bajo los pies del secuestrador. Este resbaló y empezó a caer de espaldas y, antes de que su nuca tocase el suelo, Alex le dio una fuerte patada desde abajo.
La fuerza del golpe hizo que diese toda la vuelta hacia delante y se diese de boca contra el suelo empapado de agua de fregar.
No se movía. Alex se acercó y le dio golpecitos en la cabeza con la parte sin punta de la lanza, sonriendo de oreja a oreja al ver que había quedado inconsciente. Miró a la pelirroja y le tendió la mano.
- ¡Corre!
- ¡Maldito mocoso! ¡Te mataré!
Justo cuando terminó su frase, algo le golpeó por la espalda. El pirata pudo ver como la pelirroja estaba allí, con una silla que acababa de usar de arma. No pudo evitar decepcionarse un poco y mostrar una ligera expresión de enfado al ver que tenía piernas y no cola, como en un principio le había parecido.
- ¡Eh! ¡¿No eras una sirena?!
No importaba. La iba a salvar de todas maneras. Era simplemente que le hacía ilusión conocer a una sirena. Sin embargo, el tritón no se rindió. La pelirroja iba a ser su nakama y, llegado el momento de conocer a una sirena real, ella estaría allí. Seguro.
El secuestrador gruñó y centró su atención en la pelirroja, mientras caminaba hacia esta lentamente, tal vez buscando intimidarla.
Aquel era su momento. Miró a los lados, buscando algo que le sirviera de ayuda... ¡Un cubo con agua! Agua de fregar. Movió la lanza dirección al cubo y, controlando el agua en su interior, hizo que volcara y esta saliese disparada mojando el suelo bajo los pies del secuestrador. Este resbaló y empezó a caer de espaldas y, antes de que su nuca tocase el suelo, Alex le dio una fuerte patada desde abajo.
La fuerza del golpe hizo que diese toda la vuelta hacia delante y se diese de boca contra el suelo empapado de agua de fregar.
No se movía. Alex se acercó y le dio golpecitos en la cabeza con la parte sin punta de la lanza, sonriendo de oreja a oreja al ver que había quedado inconsciente. Miró a la pelirroja y le tendió la mano.
- ¡Corre!
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Se estaba tomando toda la calma del mundo para bajar aquellas escaleras. En cierto sentido, no quería quitarle a Alex su momento de gloria, algo inusual en alguien que solía apropiarse de todo aquello que veía. Pese a ello, lo cierto es que tan solo eran pequeñas pruebas que plantear a su nuevo capitán. Si no podía lidiar con un simple matón tendría que replantearse seriamente el seguir en aquella banda, aunque tenía bastantes esperanzas de haber topado con alguien por encima de los demás. Bastante estúpido, eso sí... Pero habilidoso a fin de cuentas. No por nada había sido capaz de plantarle cara como si nada, aunque seguía con aquella espinita clavada. En un combate que tuviera que resolverse, ¿quién de los dos saldría vencedor? ¿Era más fuerte que él? ¿O quizá el subcapitán era el más poderoso? "Espero poder comprobarlo algún día", se dijo a sí mismo, justo antes de darle un bocado a la manzana que no paraba de coger al vuelo.
- Hm. Parece que hay bastante jaleo -susurró, prácticamente sintiendo las vibraciones que producían aquellos dos con cada ataque recorrer la madera.
En cuanto descendió llegó a una zona bastante amplia, el nivel inmediatamente inferior a la cubierta. Probablemente fuera allí donde la mayor parte de la tripulación descansaba durante las largas noches de trayecto marítimo. Todo estaba bastante sucio y desordenado, a decir verdad. ¡Incluso él limpiaba cuando se encontraba en la tripulación de Sapphire! Sí, puede que solo se ocupase de las zonas cercanas a su hamaca, pero eso era mucho mejor que no hacer nada. Probablemente el líder de aquellas sabandijas no pusiera demasiada atención en esas cosas... Pero si podía descuidar algo así, ¿cómo mantendría el orden a bordo? Hasta él sabía que ciertas cosas no se debían tolerar y que, en ocasiones, hay que poner firme al personal.
En cualquier caso, el mantenimiento y la higiene del barco no parecía ser el mayor de los problemas del traficante en esos momentos. Kaleb esbozó una sonrisa en cuanto descendió por las escaleras y se fijó en los dos combatientes, acompañados por la sire...
- Eh, un momento...
El ladrón entrecerró los ojos al tiempo que recorría de arriba a abajo el cuerpo de la pelirroja. De cerca resultaba incluso más atractiva de lo que le pareció en un primer momento, pero algo no encajaba. ¿Dónde narices se había metido su cola? No es que fuera a despreciar el vestido y su nuevo "look", pero... ¿Acaso le habían engañado sus ojos? ¿No era una sirena? ¿Por qué le estaban persiguiendo aquellos inútiles entonces? Negó despacio. No, no podía ser. Estaba bastante seguro de lo que había visto. Alguien como él solía fijarse bien en los detalles y, sin lugar a dudas, había visto una enorme cola escamada formando la mitad inferior del cuerpo de aquella preciosidad. "Será... ¿Algún poder? Tú puedes controlar el magnetismo, Kaleb, no sería tan extraño", intentaba convencerse a sí mismo. De todos modos, quizá fuera mejor así, porque... ¿Cómo se supone que intimaban las sirenas? Alguna vez se había tirado a algún craco, pero eso era muy distinto a hacerlo con un pez... Incluso si la mitad superior estaba como un queso. Existían otras formas de hacer aquello, pero si existía alguna alternativa...
- ¿¡Eh!? -el castaño se sobresaltó ante el grito de Alex. Tal era su ensimismamiento que ni siquiera se había dado cuenta del desenlace de la pelea más allá que por el golpe que ese borracho se había llevado. Parecía estar inconsciente, lo cual significaba que...- ¡No! ¡Otra vez no!
En cuanto vio a su capitán dirigirse a toda prisa hacia él, sujetando a la chica y tirando de ella, un fugaz recuerdo recorrió su mente. No quería que ese descerebrado volviera a sumergirle otra vez, poco le pudo faltar para palmarla y no pensaba correr el mismo riesgo de nuevo. De este modo, el espadachín le lanzó la manzana a la cara al lancero, no demasiado fuerte, tan solo era una forma de entorpecerle por un momento, aunque esperaba alcanzarle de lleno. Seguidamente de esto, salió corriendo tan rápido como pudo hacia la superficie al grito de "¡No esta vez!".
- Hm. Parece que hay bastante jaleo -susurró, prácticamente sintiendo las vibraciones que producían aquellos dos con cada ataque recorrer la madera.
En cuanto descendió llegó a una zona bastante amplia, el nivel inmediatamente inferior a la cubierta. Probablemente fuera allí donde la mayor parte de la tripulación descansaba durante las largas noches de trayecto marítimo. Todo estaba bastante sucio y desordenado, a decir verdad. ¡Incluso él limpiaba cuando se encontraba en la tripulación de Sapphire! Sí, puede que solo se ocupase de las zonas cercanas a su hamaca, pero eso era mucho mejor que no hacer nada. Probablemente el líder de aquellas sabandijas no pusiera demasiada atención en esas cosas... Pero si podía descuidar algo así, ¿cómo mantendría el orden a bordo? Hasta él sabía que ciertas cosas no se debían tolerar y que, en ocasiones, hay que poner firme al personal.
En cualquier caso, el mantenimiento y la higiene del barco no parecía ser el mayor de los problemas del traficante en esos momentos. Kaleb esbozó una sonrisa en cuanto descendió por las escaleras y se fijó en los dos combatientes, acompañados por la sire...
- Eh, un momento...
El ladrón entrecerró los ojos al tiempo que recorría de arriba a abajo el cuerpo de la pelirroja. De cerca resultaba incluso más atractiva de lo que le pareció en un primer momento, pero algo no encajaba. ¿Dónde narices se había metido su cola? No es que fuera a despreciar el vestido y su nuevo "look", pero... ¿Acaso le habían engañado sus ojos? ¿No era una sirena? ¿Por qué le estaban persiguiendo aquellos inútiles entonces? Negó despacio. No, no podía ser. Estaba bastante seguro de lo que había visto. Alguien como él solía fijarse bien en los detalles y, sin lugar a dudas, había visto una enorme cola escamada formando la mitad inferior del cuerpo de aquella preciosidad. "Será... ¿Algún poder? Tú puedes controlar el magnetismo, Kaleb, no sería tan extraño", intentaba convencerse a sí mismo. De todos modos, quizá fuera mejor así, porque... ¿Cómo se supone que intimaban las sirenas? Alguna vez se había tirado a algún craco, pero eso era muy distinto a hacerlo con un pez... Incluso si la mitad superior estaba como un queso. Existían otras formas de hacer aquello, pero si existía alguna alternativa...
- ¿¡Eh!? -el castaño se sobresaltó ante el grito de Alex. Tal era su ensimismamiento que ni siquiera se había dado cuenta del desenlace de la pelea más allá que por el golpe que ese borracho se había llevado. Parecía estar inconsciente, lo cual significaba que...- ¡No! ¡Otra vez no!
En cuanto vio a su capitán dirigirse a toda prisa hacia él, sujetando a la chica y tirando de ella, un fugaz recuerdo recorrió su mente. No quería que ese descerebrado volviera a sumergirle otra vez, poco le pudo faltar para palmarla y no pensaba correr el mismo riesgo de nuevo. De este modo, el espadachín le lanzó la manzana a la cara al lancero, no demasiado fuerte, tan solo era una forma de entorpecerle por un momento, aunque esperaba alcanzarle de lleno. Seguidamente de esto, salió corriendo tan rápido como pudo hacia la superficie al grito de "¡No esta vez!".
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Corre... corre... ¡Corre! La pelirroja estaba tan asustada que no se atrevía a moverse. El sillazo anterior no había conseguido dañar al esclavista, pero por suerte el pirata se encontraba cerca de ella. Tampoco tenía palabras para explicarle las cosas al que intentaba rescatarla. Él mismo se enfrentó al mercenario en cuanto este se dirigió hacia la sirena. Cuanto más cerca estaba, más pasos daba hacia atrás. Y cayó. Él traficante cayó estúpidamente al resbalarse con el agua que había tirado el pirata. En el rostro de la pelirroja se dibujó una dulce sonrisa, aliviada de tanta presión.
Sin embargo, aquello no había terminado. Dudaba que un pequeño charco resbaladizo pudiese detenerlo así que no podían perder el tiempo. En un abrir y cerrar de ojos el pirata estaba frente a ella con la mano extendida, apurado por huir. Corre... corre... ¡Corre! Esta vez si correría. Agarró fuertemente su mano y ambos salieron corriendo hacia la cubierta. Essi aún no tenía mucha agilidad corriendo, pues sus piernas no estaban acostumbradas, pero le aliviaba que el chico de ropas azules tirase de ella lo suficiente como para no quedarse atrás.
En cuanto llegaron a la cubierta estaba el otro pirata, alejándose de ellos, pero era como si tratase de huir. La pelirroja arqueó las cejas, confusa por el comportamiento de ambos muchachos. Este le tiró una manzana a la cara a su compañero y, en ese momento, soltó su mano. Miró hacia la puerta, asustada de que no les siguiera el esclavista.
-¡Deberíamos irnos! - Exclamó acercándose a la barandilla y mirando la distancia hasta el otro barco. No les llevaría mucho tiempo si eran hábiles nadando, pero al parecer el que tenía un mechón pelirrojo se negaba a ir al agua.
Si él no accedía a ir por sí mismo, ella misma lo llevaría a rastras. El de la coletilla no tendría problemas por nadar, estaba segura, si no no habría sido capaz de llegar hasta aquí. Por alguna extraña razón, confiaba en sus habilidades sin saber nada sobre él. La pelirroja se acercó hasta el pirata que no quería ir al agua y lo cogió del cuello de la camisa, acercándolo.
-¡El agua no te va a comer! - Dijo frunciendo el ceño.
Como estaban pegados a la barandilla no era muy difícil. De un salto se subió en esta, soltando su cuello de la camisa para agarrarlo fuertemente de la mano.
-¡A la de tres! - Vociferó -. ¡Uno... Dos...!
Y saltó llevándoselo con ella. El impacto al agua hizo que lo soltara sin querer, pero cuando estaban bajo el mar vio que se hundía. ¿Cómo era eso posible? ¡Tenía que flotar, no hundirse! La pelirroja nadó lo más rápido posible. ¡Qué incordio era usar ropa bajo el mar! Sin embargo, a pesar de llevar vestido, podía tener su cola para nadar más rápidamente, a pesar de que la ropa le retrasaba. Sus piernas desaparecieron para dejar paso a una larga cola brillante de color esmeralda. Era una situación extraña, una sirena vestida. Alcanzó al pirata por los hombros y lo llevó hasta la superficie, para que respirase. Una vez arriba pasó su brazo derecho por debajo de los suyos, para que no se hundiese y pudiese respirar, quedándose de espaldas a ella.
-¡Creí que sabías nadar! ¿De qué supone que estás hecho, de piedras? - Dijo, avanzando suavemente.
La verdad es que el chico no pesaba precisamente poco, pero al menos tenía la fuerza suficiente como para mantenerlo fuera del agua. Después de aquello se detuvo, buscando al otro pirata con la mirada. ¿Dónde estaba?
Sin embargo, aquello no había terminado. Dudaba que un pequeño charco resbaladizo pudiese detenerlo así que no podían perder el tiempo. En un abrir y cerrar de ojos el pirata estaba frente a ella con la mano extendida, apurado por huir. Corre... corre... ¡Corre! Esta vez si correría. Agarró fuertemente su mano y ambos salieron corriendo hacia la cubierta. Essi aún no tenía mucha agilidad corriendo, pues sus piernas no estaban acostumbradas, pero le aliviaba que el chico de ropas azules tirase de ella lo suficiente como para no quedarse atrás.
En cuanto llegaron a la cubierta estaba el otro pirata, alejándose de ellos, pero era como si tratase de huir. La pelirroja arqueó las cejas, confusa por el comportamiento de ambos muchachos. Este le tiró una manzana a la cara a su compañero y, en ese momento, soltó su mano. Miró hacia la puerta, asustada de que no les siguiera el esclavista.
-¡Deberíamos irnos! - Exclamó acercándose a la barandilla y mirando la distancia hasta el otro barco. No les llevaría mucho tiempo si eran hábiles nadando, pero al parecer el que tenía un mechón pelirrojo se negaba a ir al agua.
Si él no accedía a ir por sí mismo, ella misma lo llevaría a rastras. El de la coletilla no tendría problemas por nadar, estaba segura, si no no habría sido capaz de llegar hasta aquí. Por alguna extraña razón, confiaba en sus habilidades sin saber nada sobre él. La pelirroja se acercó hasta el pirata que no quería ir al agua y lo cogió del cuello de la camisa, acercándolo.
-¡El agua no te va a comer! - Dijo frunciendo el ceño.
Como estaban pegados a la barandilla no era muy difícil. De un salto se subió en esta, soltando su cuello de la camisa para agarrarlo fuertemente de la mano.
-¡A la de tres! - Vociferó -. ¡Uno... Dos...!
Y saltó llevándoselo con ella. El impacto al agua hizo que lo soltara sin querer, pero cuando estaban bajo el mar vio que se hundía. ¿Cómo era eso posible? ¡Tenía que flotar, no hundirse! La pelirroja nadó lo más rápido posible. ¡Qué incordio era usar ropa bajo el mar! Sin embargo, a pesar de llevar vestido, podía tener su cola para nadar más rápidamente, a pesar de que la ropa le retrasaba. Sus piernas desaparecieron para dejar paso a una larga cola brillante de color esmeralda. Era una situación extraña, una sirena vestida. Alcanzó al pirata por los hombros y lo llevó hasta la superficie, para que respirase. Una vez arriba pasó su brazo derecho por debajo de los suyos, para que no se hundiese y pudiese respirar, quedándose de espaldas a ella.
-¡Creí que sabías nadar! ¿De qué supone que estás hecho, de piedras? - Dijo, avanzando suavemente.
La verdad es que el chico no pesaba precisamente poco, pero al menos tenía la fuerza suficiente como para mantenerlo fuera del agua. Después de aquello se detuvo, buscando al otro pirata con la mirada. ¿Dónde estaba?
Alex Thawne
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Tal como esperaba, la no-sirena pelirroja le agarró la mano. El chico se giró y empezó a correr hacia la salida de la habitación, para ver a Kaleb allí, observando. Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro del pirata, el cual empezó a correr más rápido, gritando a los cuatro vientos el nombre de su segundo de abordo. Sin embargo, de forma totalmente inesperada, una manzana golpeó su frente. Pudo ver como la chica se soltaba de él e iba corriendo hacia el espadachín, haciendo el trabajo del capitán y llevándoselo por delante. Sin duda, aquel era material de nakama. El chico cogió la manzana y, casi de un bocado, la devoró mientras seguía corriendo.
Nada más salir a cubierta vio como la chica saltaba al agua, llevándose al espadachín consigo. El chico corrió, sorteando los cuerpos inconscientes que el ladrón había dejado, y saltó poniéndose de pie sobre el castillo.
- ¡Malditos mocosos!
Se giró. El líder estaba allí, en la puerta, jadeando de rabia. El pirata sonrió y dio un salto hacia atrás. Al hacerlo, un torrente de agua controlado por el tritón ascendió hasta ponerse a su altura. Con un movimiento de lanza, el agua salió disparada y golpeó al secuestrador en la cara. En medio del aire, el pirata dio la vuelta y cayó al agua de cabeza, sumergiéndose, aún agarrado a su lanza. Pudo ver, bajo el agua, a la sirena de nuevo con cola arrastrando a su segundo de abordo hacia el barco. Entonces... ¿Si era una sirena? Después tendría que preguntarle.
Empezó a mover el agua a su alrededor, nadando lo más rápido que podía. Al estar lo suficientemente cerca del barco, salió disparado empujándose con el agua. Aterrizó de pie en cubierta, empapando la madera de esta. Soltó la lanza, la cual volvió a su forma de dinosaurio, y lo más rápido que pudo, corrió hasta el timón para activar los pedales y que el Leviatán avanzase con más velocidad. Cuando lo hizo, no tardó nada en quitarse toda la ropa empapada, incluida la goma que le sujetaba el pelo, y salir corriendo como dios lo trajo el mundo hasta el interior del barco, seguramente llamando la atención sin quererlo de sus dos tripulantes.
Cuando por fin hubo salido del camarote, seguía llevando el pelo suelto, que era lo suficientemente largo como para tapar las partes rapadas de su cabeza. Llevaba una camiseta de color azul con un diseño de oleaje, así como unos pantalones cortos de camuflaje y unas sandalias. Se acercó a la sirena y Kaleb que, o al menos eso esperaba el chico, ya habían terminado de hablar. Entonces, se tiró al suelo sentándose con las piernas cruzadas, con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Escucha, sirena! ¡Soy el Capitán Alex Thawne y voy a ser el rey de los piratas! ¡Se mi nakama!
Nada más salir a cubierta vio como la chica saltaba al agua, llevándose al espadachín consigo. El chico corrió, sorteando los cuerpos inconscientes que el ladrón había dejado, y saltó poniéndose de pie sobre el castillo.
- ¡Malditos mocosos!
Se giró. El líder estaba allí, en la puerta, jadeando de rabia. El pirata sonrió y dio un salto hacia atrás. Al hacerlo, un torrente de agua controlado por el tritón ascendió hasta ponerse a su altura. Con un movimiento de lanza, el agua salió disparada y golpeó al secuestrador en la cara. En medio del aire, el pirata dio la vuelta y cayó al agua de cabeza, sumergiéndose, aún agarrado a su lanza. Pudo ver, bajo el agua, a la sirena de nuevo con cola arrastrando a su segundo de abordo hacia el barco. Entonces... ¿Si era una sirena? Después tendría que preguntarle.
Empezó a mover el agua a su alrededor, nadando lo más rápido que podía. Al estar lo suficientemente cerca del barco, salió disparado empujándose con el agua. Aterrizó de pie en cubierta, empapando la madera de esta. Soltó la lanza, la cual volvió a su forma de dinosaurio, y lo más rápido que pudo, corrió hasta el timón para activar los pedales y que el Leviatán avanzase con más velocidad. Cuando lo hizo, no tardó nada en quitarse toda la ropa empapada, incluida la goma que le sujetaba el pelo, y salir corriendo como dios lo trajo el mundo hasta el interior del barco, seguramente llamando la atención sin quererlo de sus dos tripulantes.
Cuando por fin hubo salido del camarote, seguía llevando el pelo suelto, que era lo suficientemente largo como para tapar las partes rapadas de su cabeza. Llevaba una camiseta de color azul con un diseño de oleaje, así como unos pantalones cortos de camuflaje y unas sandalias. Se acercó a la sirena y Kaleb que, o al menos eso esperaba el chico, ya habían terminado de hablar. Entonces, se tiró al suelo sentándose con las piernas cruzadas, con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Escucha, sirena! ¡Soy el Capitán Alex Thawne y voy a ser el rey de los piratas! ¡Se mi nakama!
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¿Pero desde cuándo una sirena era capaz de alcanzar aquella velocidad a "aleta"? Más importante aún: ¿de dónde estaba sacando semejante fuerza? Quiso resistirse a su agarre, pero en cuanto vio que se subía sobre la baranda para saltar al agua supo que iba a ser su fin. Claro, no era consciente de la situación en la que se encontraba el espadachín, no le había visto utilizar sus habilidades, ya que cuando hizo alarde de las mismas tanto ella como Alex se encontraban en el interior del barco. Kaleb miró a la pelirroja con una mezcla de súplica y temor, casi suplicándole con la mirada que no tirara de él.
- ¡N-no lo entiendes! ¡El mar conmigo no es como con todos los demás! -le gritaba, con la voz temblorosa- ¡A mí sí que me come!
Pero la chica pareció hacer oídos sordos a las palabras del ladrón, quien terminó zambulliéndose en el agua de cabeza en cuanto esta dio por finalizada la cuenta a atrás. Al momento de sumergirse en el agua, el castaño pudo sentir cómo sus fuerzas abandonaban a su dueño casi instantáneamente. Apenas pudo hacer algo cuando la fuerza del impacto hizo que su atractiva compañera cesara su agarre, dejando que se hundiera como una simple piedra. Su mirada se oscurecía y el aire comenzaba a escasear en sus pulmones. A ese ritmo, no tardaría demasiado en perder la consciencia y morir ahogado. Por fortuna para él, la sirenita pareció percatarse de que el chico, al contrario que la inmensa mayoría de la población, no parecía estar dispuesto a flotar. Una vez su cabeza emergió, su pecho se hinchó a medida que tomaba aire, inspirando con desesperación.
- Por eso... -comenzó, con apenas un hilo de voz- Te dije... Que no saltaras...
Ni siquiera fue consciente de las acciones de su descerebrado capitán mientras todo esto ocurría, estaba demasiado preocupado en seguir respirando y conservar su vida. Minutos después, que para él duraron horas, sintió cómo dejaban caer su cuerpo sobre la cubierta del Leviatán, la cual empapó al momento de caer. La ropa humedecida se pegaba a su cuerpo, mientras que algunos mechones de pelo le ocultaban los ojos. Se había tumbado boca arriba, aún con la respiración agitada, recuperando poco a poco sus fuerzas y aferrando con una mano el pequeño colgante dorado. Había estado a punto de convertirse en comida para peces dos veces... ¡Y en menos de treinta minutos! Quizá, y solo quizá, hubiera estado más seguro en el puerto de Ciudad Orange que bajo las órdenes del medio-pez. Tras tomarse unos instantes para terminar de recuperarse, el ladrón comenzó a erguirse lentamente, asegurándose de que sus dos espadas seguían envainadas a la altura de su cintura. No se habría podido perdonar jamás el perder las espadas de Sapphire. Ni ella tampoco si le encontraba sin ellas.
- No, no estoy hecho de piedras. No literalmente, al menos -respondió, algo tarde, mirando a la chica mientras se recogía el pelo en una coleta y lo estrujaba, haciéndolo chorrear por el agua acumulada-. Pero digamos que en el agua tengo la misma movilidad que una.
Frunció el ceño una vez terminó, dirigiendo una mirada fría a la chica que, prácticamente al instante, se desvaneció. Si le seguía mirando con aquellos ojos no sería capaz de molestarse con ella, menos aún siendo tan guapa. Maldición, se estaba volviendo un blando. Suspiró con pesadez y resignación.
- Bueno, supongo que no importa.
Fue entonces cuando Alex hizo acto de presencia, correteando como la naturaleza le trajo al mundo por la cubierta, pasando entre medias de la sirena y él. De la boca de Kaleb solo surgieron frases del tipo "¿¡Pero qué demonios!?" o "¡Tápate, cabeza de chorlito!", con algún que otro "¿Cómo quieres que te tome en serio si no paras de hacer el imbécil?". Nimiedades, nada a lo que, lamentablemente, no estuviera empezando a acostumbrarse ya... Y eso que no llevaban demasiado tiempo juntos. ¿Sería algún tipo de habilidad de su nuevo capitán? Este volvió tras un rato y, de nuevo, hizo alarde de toda esa irresponsabilidad y poca premeditación que le caracterizaban, invitando a la chica a formar parte de su tripulación.
- Oh, sí... ¿Por qué no? Seguro que será mucho más divertido -añadió el subcapitán, con un tono claramente sarcástico, justo antes de arrearle un buen capón a Alex-. Estúpido... -masculló, para devolverle la mirada a la sirena, ahora sí, completamente serio- Antes de siquiera plantearnos si debemos tenerte abordo, quizá deba responder algunas preguntas, ¿no te parece, capitán? -siguió, poniendo énfasis en aquella última palabra.
El espadachín se cruzó de brazos, sin apartar la mirada de la pelirroja ni por un solo instante.
- Normalmente, no me negaría a tener una mujer con nosotros, pero... ¿Se puede saber qué hace una sirena en el East? -alzó una ceja- Tu especie no es común en estas aguas... Ni los esclavistas tampoco. ¿De dónde vienes? ¿Por qué estás aquí? No creo que tu única opción de escape fuera un blue... ¿Me equivoco, pelirroja?
- ¡N-no lo entiendes! ¡El mar conmigo no es como con todos los demás! -le gritaba, con la voz temblorosa- ¡A mí sí que me come!
Pero la chica pareció hacer oídos sordos a las palabras del ladrón, quien terminó zambulliéndose en el agua de cabeza en cuanto esta dio por finalizada la cuenta a atrás. Al momento de sumergirse en el agua, el castaño pudo sentir cómo sus fuerzas abandonaban a su dueño casi instantáneamente. Apenas pudo hacer algo cuando la fuerza del impacto hizo que su atractiva compañera cesara su agarre, dejando que se hundiera como una simple piedra. Su mirada se oscurecía y el aire comenzaba a escasear en sus pulmones. A ese ritmo, no tardaría demasiado en perder la consciencia y morir ahogado. Por fortuna para él, la sirenita pareció percatarse de que el chico, al contrario que la inmensa mayoría de la población, no parecía estar dispuesto a flotar. Una vez su cabeza emergió, su pecho se hinchó a medida que tomaba aire, inspirando con desesperación.
- Por eso... -comenzó, con apenas un hilo de voz- Te dije... Que no saltaras...
Ni siquiera fue consciente de las acciones de su descerebrado capitán mientras todo esto ocurría, estaba demasiado preocupado en seguir respirando y conservar su vida. Minutos después, que para él duraron horas, sintió cómo dejaban caer su cuerpo sobre la cubierta del Leviatán, la cual empapó al momento de caer. La ropa humedecida se pegaba a su cuerpo, mientras que algunos mechones de pelo le ocultaban los ojos. Se había tumbado boca arriba, aún con la respiración agitada, recuperando poco a poco sus fuerzas y aferrando con una mano el pequeño colgante dorado. Había estado a punto de convertirse en comida para peces dos veces... ¡Y en menos de treinta minutos! Quizá, y solo quizá, hubiera estado más seguro en el puerto de Ciudad Orange que bajo las órdenes del medio-pez. Tras tomarse unos instantes para terminar de recuperarse, el ladrón comenzó a erguirse lentamente, asegurándose de que sus dos espadas seguían envainadas a la altura de su cintura. No se habría podido perdonar jamás el perder las espadas de Sapphire. Ni ella tampoco si le encontraba sin ellas.
- No, no estoy hecho de piedras. No literalmente, al menos -respondió, algo tarde, mirando a la chica mientras se recogía el pelo en una coleta y lo estrujaba, haciéndolo chorrear por el agua acumulada-. Pero digamos que en el agua tengo la misma movilidad que una.
Frunció el ceño una vez terminó, dirigiendo una mirada fría a la chica que, prácticamente al instante, se desvaneció. Si le seguía mirando con aquellos ojos no sería capaz de molestarse con ella, menos aún siendo tan guapa. Maldición, se estaba volviendo un blando. Suspiró con pesadez y resignación.
- Bueno, supongo que no importa.
Fue entonces cuando Alex hizo acto de presencia, correteando como la naturaleza le trajo al mundo por la cubierta, pasando entre medias de la sirena y él. De la boca de Kaleb solo surgieron frases del tipo "¿¡Pero qué demonios!?" o "¡Tápate, cabeza de chorlito!", con algún que otro "¿Cómo quieres que te tome en serio si no paras de hacer el imbécil?". Nimiedades, nada a lo que, lamentablemente, no estuviera empezando a acostumbrarse ya... Y eso que no llevaban demasiado tiempo juntos. ¿Sería algún tipo de habilidad de su nuevo capitán? Este volvió tras un rato y, de nuevo, hizo alarde de toda esa irresponsabilidad y poca premeditación que le caracterizaban, invitando a la chica a formar parte de su tripulación.
- Oh, sí... ¿Por qué no? Seguro que será mucho más divertido -añadió el subcapitán, con un tono claramente sarcástico, justo antes de arrearle un buen capón a Alex-. Estúpido... -masculló, para devolverle la mirada a la sirena, ahora sí, completamente serio- Antes de siquiera plantearnos si debemos tenerte abordo, quizá deba responder algunas preguntas, ¿no te parece, capitán? -siguió, poniendo énfasis en aquella última palabra.
El espadachín se cruzó de brazos, sin apartar la mirada de la pelirroja ni por un solo instante.
- Normalmente, no me negaría a tener una mujer con nosotros, pero... ¿Se puede saber qué hace una sirena en el East? -alzó una ceja- Tu especie no es común en estas aguas... Ni los esclavistas tampoco. ¿De dónde vienes? ¿Por qué estás aquí? No creo que tu única opción de escape fuera un blue... ¿Me equivoco, pelirroja?
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Un último esfuerzo y ya estaría en el barco de los piratas. Dejó que el pelirrojo subiera primero y, después, ella subió por las cuerdas que sobresalían de la cubierta. En cuanto llegó arriba se tiró hacia el suelo, quedándose como si fuese una estrella de mar. ¡Nunca más! Nunca más volvería a nadar con ropa y mucho menos cargar con alguien que se hundía. La pelirroja miró al pirata, jadeando, y luego se irguió. Lo miró desde abajo, con cara de pena por las miradas frías que este echaba al igual que sus comentarios.
Aquellos momentos de tensión desaparecieron en cuanto el otro pirata apareció correteando sin ropa alguna. Las reacciones de su compañero hicieron reír a la pelirroja. Nunca había tenido la oportunidad de ver a un humano desnudo, tampoco es que se hubiese imaginado como eran en su intimidad, pero no le resultó extraño. La pelirroja miró a ambos chicos con una sonrisa de oreja a oreja. Hacía meses desde la última vez que había soltado una carcajada o que su rostro estaba tan feliz.
Se levantó, dejando toda la madera de a su alrededor empapada. El vestido no paraba de chorrear al igual que las ropas de los piratas. Acercó la mano hasta la parte inferior y lo levantó, dejando a la vista sus piernas hasta las rodillas. Exprimió las telas con todas sus fuerzas hasta crear un gran charco. Después, se quitó la pañoleta que llevaba en la cabeza y sacudió su pelo; esta vez se la ató a la mano. Estaba descalza. Desde que había escapado no tuvo tiempo de observar como eran sus pies.
El pirata no tardó en regresar vestido hasta donde estaban la sirena y el pelirrojo, sentándose frente a ellos. Essi lo miró de arriba abajo y luego se apoyó de espaldas en la baranda. Tenía la cabeza gacha mientras los dos chicos discutían entre sí, hasta que comenzó un pequeño interrogatorio. No se sentía cómoda con tantas preguntas. ¿Tanto desconfiaba el espadachín de la raza marina?
-Es... una larga historia... - Titubeó -. Pertenezco al paraíso y soy de una pequeña tribu de sirenas y tritones. Cometí la estupidez de no hacer caso a mi padre y subí a la superficie. Quería demostrar que no todos los humanos eran malos... y lo único que conseguí es que un barco nos capturase a mi hermana y a mi. Estuvimos semanas encerradas en una celda hasta que llegamos al East, como tu dices - Cada palabra sonaba más triste. Le dolía en el alma recordar esos momentos -. Nos llevaron hasta una isla donde había más gyojines, pero la gente de allí era muy extraña, su mirada era de desprecio y estaban rodeados de lujos. Por suerte, al subir al barco hubo un motín y conseguí escapar, pero mi hermana se quedó atrapada con ellos. Desde entonces viajo perdida, intentando encontrarla.
Se cruzó de brazos, con la mirada perdida hacia el suelo. Ahora sabían por todo lo que había pasado. No quería más interrogatorios, aquel pelirrojo la intimidaba, el moreno resultaba más agradable; sin embargo recordó que debía agradecerles su ayuda. De no ser por ellos ahora estaría de camino a alguna venta de esclavos y ya no hubiera podido escapar nunca más.
Aquellos momentos de tensión desaparecieron en cuanto el otro pirata apareció correteando sin ropa alguna. Las reacciones de su compañero hicieron reír a la pelirroja. Nunca había tenido la oportunidad de ver a un humano desnudo, tampoco es que se hubiese imaginado como eran en su intimidad, pero no le resultó extraño. La pelirroja miró a ambos chicos con una sonrisa de oreja a oreja. Hacía meses desde la última vez que había soltado una carcajada o que su rostro estaba tan feliz.
Se levantó, dejando toda la madera de a su alrededor empapada. El vestido no paraba de chorrear al igual que las ropas de los piratas. Acercó la mano hasta la parte inferior y lo levantó, dejando a la vista sus piernas hasta las rodillas. Exprimió las telas con todas sus fuerzas hasta crear un gran charco. Después, se quitó la pañoleta que llevaba en la cabeza y sacudió su pelo; esta vez se la ató a la mano. Estaba descalza. Desde que había escapado no tuvo tiempo de observar como eran sus pies.
El pirata no tardó en regresar vestido hasta donde estaban la sirena y el pelirrojo, sentándose frente a ellos. Essi lo miró de arriba abajo y luego se apoyó de espaldas en la baranda. Tenía la cabeza gacha mientras los dos chicos discutían entre sí, hasta que comenzó un pequeño interrogatorio. No se sentía cómoda con tantas preguntas. ¿Tanto desconfiaba el espadachín de la raza marina?
-Es... una larga historia... - Titubeó -. Pertenezco al paraíso y soy de una pequeña tribu de sirenas y tritones. Cometí la estupidez de no hacer caso a mi padre y subí a la superficie. Quería demostrar que no todos los humanos eran malos... y lo único que conseguí es que un barco nos capturase a mi hermana y a mi. Estuvimos semanas encerradas en una celda hasta que llegamos al East, como tu dices - Cada palabra sonaba más triste. Le dolía en el alma recordar esos momentos -. Nos llevaron hasta una isla donde había más gyojines, pero la gente de allí era muy extraña, su mirada era de desprecio y estaban rodeados de lujos. Por suerte, al subir al barco hubo un motín y conseguí escapar, pero mi hermana se quedó atrapada con ellos. Desde entonces viajo perdida, intentando encontrarla.
Se cruzó de brazos, con la mirada perdida hacia el suelo. Ahora sabían por todo lo que había pasado. No quería más interrogatorios, aquel pelirrojo la intimidaba, el moreno resultaba más agradable; sin embargo recordó que debía agradecerles su ayuda. De no ser por ellos ahora estaría de camino a alguna venta de esclavos y ya no hubiera podido escapar nunca más.
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El pirata frunció el ceño mientras se frotaba la cabeza tras el golpe de su subcapitán. No le hacía mucha gracia la seriedad con la que el espadachín preguntaba a las sirenas. Casi parecía que no se fiaba de la raza que proviene del mar. Lo cual era un problema, siendo el capitán literalmente la unión entre la raza humana y la de los tritones. El chico se puso las manos tras la cabeza y se echó en el suelo, mirando al cielo.
- No todos los humanos son malos. Mi padre es un gyojin, mi madre era humana. No entiendo porque debe haber tanto odio entre ambos pueblos...
Casi parecía que el chico se decía eso a si mismo, pues tenía la costumbre de expresar en voz alta sus pensamientos. Pero era cierto. Ni él ni su padre tenían odio a los humanos, a pesar de que su padre había sido maltratado por su raza varias veces, incluso trataron de venderlo como esclavo, lo que resultó en él conociendo a parte de su tripulación. Sin embargo, ni una sola vez al tritón se le ocurrió pensar que todos los humanos son así. El chico no podía entender el punto de vista del padre de la pelirroja, sin embargo... aquello no le impediría ayudarla.
Se levantó del suelo de un salto y se dirigió al timón, donde en el suelo estaba tirado su mapa del East Blue. De camino hacia allí, intentó coger de la muñeca a la pelirroja para llevarla hasta allí. Entonces, se sentaría junto al mapa.
- Si has acabado en el East es porque crees que está aquí. Dime... ¿En qué isla crees que está tu hermana? Te llevaré - dijo sin apartar la vista del mapa.
- No todos los humanos son malos. Mi padre es un gyojin, mi madre era humana. No entiendo porque debe haber tanto odio entre ambos pueblos...
Casi parecía que el chico se decía eso a si mismo, pues tenía la costumbre de expresar en voz alta sus pensamientos. Pero era cierto. Ni él ni su padre tenían odio a los humanos, a pesar de que su padre había sido maltratado por su raza varias veces, incluso trataron de venderlo como esclavo, lo que resultó en él conociendo a parte de su tripulación. Sin embargo, ni una sola vez al tritón se le ocurrió pensar que todos los humanos son así. El chico no podía entender el punto de vista del padre de la pelirroja, sin embargo... aquello no le impediría ayudarla.
Se levantó del suelo de un salto y se dirigió al timón, donde en el suelo estaba tirado su mapa del East Blue. De camino hacia allí, intentó coger de la muñeca a la pelirroja para llevarla hasta allí. Entonces, se sentaría junto al mapa.
- Si has acabado en el East es porque crees que está aquí. Dime... ¿En qué isla crees que está tu hermana? Te llevaré - dijo sin apartar la vista del mapa.
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El espadachín apenas parpadeaba, manteniendo clavada su mirada en la de la pelirroja, intentando vislumbrar alguna señal de mentira en sus gestos, mas no fue capaz de ello. Su tono y sus ojos eran sinceros, no estaba tratando de engañarle o, al menos, no era capaz de percibirlo. Quizá estuviera usando algún hechizo de su especie, tan habitual en las leyendas e historias de los mares, embaucándolo y haciéndole creer lo que ella quisiera. Sin embargo, por esta vez dejaría las sospechas de lados y confiaría en la palabra de la pelirroja. No era un supersticioso, ni mucho menos, así que no se dejaría llevar por aquellos pensamientos prehistóricos. Después de todo, frente a él no parecía más que una joven a la que acababan de liberar de la esclavitud. Tendría que ser una mujer muy retorcida para, después de eso, intentar hacerles algo. Kaleb dejó escapar un pesado suspiro, encogiéndose de hombros.
- Está bien, supongo que es coherente -admitió, mostrando un gesto más relajado y menos serio.
Fue entonces cuando el navegante del barco comenzó a hablar. Ni siquiera parecía estar dirigiéndose a ellos, sino más bien pensando en voz alta. Sus ideas eran bastante utópicas, quizá incluso infantiles, pero lo cierto es que no le faltaba razón. Este pensamiento hizo que el castaño esbozase una leve sonrisa, coincidiendo con su capitán. Sapphire tenía una visión similar en ese punto, aunque no era tan noble, desde luego. "Hombres y tritones son de la misma índole", decía, "Y no importa a cuál de esas dos especies o de las demás que pueblan el mundo te encuentras. Todas y cada una de ellas merecen estar al mismo nivel... Porque todas son objetivos a los que merece la pena robar". Para qué nos vamos a engañar, era una pirata y una mujer de armas tomar, pero al menos no se le podía tachar de racista. Quizá no hubiera hecho una mala elección decidiendo quedarse junto a Alex. Tan solo quizá.
Tras ello observó al moreno levantarse de un salto e ir rápidamente a buscar el mapa que habían estado utilizando hasta ese momento del viaje. Ni siquiera tuvo que esperar a que hablase para saber lo que iba a proponerle. El capitán había tomado una decisión y, por primera vez en lo que llevaban de su corto trayecto, el segundo de abordo no pondría pegas. Sí, probablemente se estuvieran metiendo donde no les llamaban, pero estaba más que claro que una presencia femenina haría mucho más ameno soportar al cabeza de chorlito con lanza. Especialmente siendo pelirroja. Por otro lado, quizá hubiera algún que otro botín interesante allá donde estuvieran los demás gyojins. Si sus captores eran traficantes, lo más probable era que hubiera mucho dinero de por medio. ¿No? Su sonrisa se ensanchó ante aquella idea y, finalmente, volvió su mirada a la sirena.
- Yo no le llevaría la contraria y aceptaría su ayuda. Es demasiado cabezota -le aconsejó el ladrón, antes de comenzar a caminar por cubierta para comprobar que todo estuviera en orden-. Oh, qué descortés por nuestra parte... Yo soy Kaleb, y el medio-pez se llama Alex. Un placer y bienvenida abordo, ¿señorita...?
- Está bien, supongo que es coherente -admitió, mostrando un gesto más relajado y menos serio.
Fue entonces cuando el navegante del barco comenzó a hablar. Ni siquiera parecía estar dirigiéndose a ellos, sino más bien pensando en voz alta. Sus ideas eran bastante utópicas, quizá incluso infantiles, pero lo cierto es que no le faltaba razón. Este pensamiento hizo que el castaño esbozase una leve sonrisa, coincidiendo con su capitán. Sapphire tenía una visión similar en ese punto, aunque no era tan noble, desde luego. "Hombres y tritones son de la misma índole", decía, "Y no importa a cuál de esas dos especies o de las demás que pueblan el mundo te encuentras. Todas y cada una de ellas merecen estar al mismo nivel... Porque todas son objetivos a los que merece la pena robar". Para qué nos vamos a engañar, era una pirata y una mujer de armas tomar, pero al menos no se le podía tachar de racista. Quizá no hubiera hecho una mala elección decidiendo quedarse junto a Alex. Tan solo quizá.
Tras ello observó al moreno levantarse de un salto e ir rápidamente a buscar el mapa que habían estado utilizando hasta ese momento del viaje. Ni siquiera tuvo que esperar a que hablase para saber lo que iba a proponerle. El capitán había tomado una decisión y, por primera vez en lo que llevaban de su corto trayecto, el segundo de abordo no pondría pegas. Sí, probablemente se estuvieran metiendo donde no les llamaban, pero estaba más que claro que una presencia femenina haría mucho más ameno soportar al cabeza de chorlito con lanza. Especialmente siendo pelirroja. Por otro lado, quizá hubiera algún que otro botín interesante allá donde estuvieran los demás gyojins. Si sus captores eran traficantes, lo más probable era que hubiera mucho dinero de por medio. ¿No? Su sonrisa se ensanchó ante aquella idea y, finalmente, volvió su mirada a la sirena.
- Yo no le llevaría la contraria y aceptaría su ayuda. Es demasiado cabezota -le aconsejó el ladrón, antes de comenzar a caminar por cubierta para comprobar que todo estuviera en orden-. Oh, qué descortés por nuestra parte... Yo soy Kaleb, y el medio-pez se llama Alex. Un placer y bienvenida abordo, ¿señorita...?
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La tensión que se cernía sobre los tres tenía en vilo a la pelirroja. Escuchó las palabras del pirata con mucha atención. Coincidía en todas y cada una de ellas. La raza entre ambos pueblos no debía existir, no solo por el daño que se hacían mutuamente sino porque los más afectados eran los gyojines. Nadie debía tener derecho a manejar el destino de otros seres, como si fuese el amo y señor del mundo. Ahora que había comprobado en su propio cuerpo la marca de la esclavitud, jamás quería volver estar sometida a nadie, antes acabaría con su propia vida que regresar a las manos de aquellos salvajes, pero lo único que necesitaría era voluntad.
Essi no opuso resistencia en cuanto el capitán Thawne la agarró de la mano y la llevó cerca del timón. Se sentó de rodillas y miró el mapa con atención. El hecho de que se ofreciera a llevarla hasta la isla provocó que se dibujase una dulce sonrisa, todo esto sumado a la aceptación del otro pirata. Estaba tan emocionada que no cabía en sí.
No conocía las islas ni la orientación. Lo único que sabía es que se llamaba Dawn y estaba en el East Blue. Esperaba que no la hubiesen engañado con los chismorreos. Echaba mucho de menos a Thalía, la necesitaba a su lado. Al fin y al cabo, siempre era su cómplice de aventuras y, si ella faltaba, no volverían a tener el mismo sentido.
La pelirroja leyó con atención los nombres de las islas en el mar que se encontraban. Syrup, Shellstown, Gracia... hasta que al fin encontró la que buscaba.
-¡Aquí! - Señaló -. Es Dawn.
Tras eso se levantó y miró al del mechón pelirrojo. Su nombre era Kaleb y, por algún casual, también decidió presentar de nuevo al capitán Alex. Rio por el comentario que hizo hacia él. Al parecer el capitán era un semi-gyojin, que bueno era ver gente de su raza.
-Essi.
En cuanto se presentó fue hacia la barandilla del barco, viendo como dejaban atrás a los esclavistas que tanto la habían hecho sufrir. Después, giró la cabeza y vio algo hacia el horizonte. Parecía... una isla con forma de pez, pero a su vez, un edificio... qué extraño. Tenía curiosidad de saber qué se encontrarían allí. La sirena se giró y se cruzó de brazos, mirando a sus dos nuevos compañeros en una de sus situaciones cómicas. Estaba claro que el poco tiempo que pasase junto a ellos se lo pasaría bien.
Essi no opuso resistencia en cuanto el capitán Thawne la agarró de la mano y la llevó cerca del timón. Se sentó de rodillas y miró el mapa con atención. El hecho de que se ofreciera a llevarla hasta la isla provocó que se dibujase una dulce sonrisa, todo esto sumado a la aceptación del otro pirata. Estaba tan emocionada que no cabía en sí.
No conocía las islas ni la orientación. Lo único que sabía es que se llamaba Dawn y estaba en el East Blue. Esperaba que no la hubiesen engañado con los chismorreos. Echaba mucho de menos a Thalía, la necesitaba a su lado. Al fin y al cabo, siempre era su cómplice de aventuras y, si ella faltaba, no volverían a tener el mismo sentido.
La pelirroja leyó con atención los nombres de las islas en el mar que se encontraban. Syrup, Shellstown, Gracia... hasta que al fin encontró la que buscaba.
-¡Aquí! - Señaló -. Es Dawn.
Tras eso se levantó y miró al del mechón pelirrojo. Su nombre era Kaleb y, por algún casual, también decidió presentar de nuevo al capitán Alex. Rio por el comentario que hizo hacia él. Al parecer el capitán era un semi-gyojin, que bueno era ver gente de su raza.
-Essi.
En cuanto se presentó fue hacia la barandilla del barco, viendo como dejaban atrás a los esclavistas que tanto la habían hecho sufrir. Después, giró la cabeza y vio algo hacia el horizonte. Parecía... una isla con forma de pez, pero a su vez, un edificio... qué extraño. Tenía curiosidad de saber qué se encontrarían allí. La sirena se giró y se cruzó de brazos, mirando a sus dos nuevos compañeros en una de sus situaciones cómicas. Estaba claro que el poco tiempo que pasase junto a ellos se lo pasaría bien.
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