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La lluvia caía de forma violenta en aquella isla del paraíso. Los rayos se escuchaban e iluminaban el cielo de una forma increíble. Todo parecía estar en calma debido al clima tan malo que estaba sucediendo en aquel remoto lugar. En lo alto de uno de los edificios podía verse una silueta. Parecía ser una joven vestida con una sudadera blanca y morada, unos pantalones del mismo tono y sandalias. Su pelo largo y oscuro se camuflaba con la noche, pero sus ojos perlados desentonaban. Su mirada estaba pérdida y simplemente miraba la carretera desde las alturas. Parecía estar bastante calmada, pues su expresión no mostraba nada. No tardó mucho en mostrar una pequeña sonrisa y lanzarse al vacío con los ojos cerrados. El cuerpo empezó a coger velocidad al mismo tiempo que ella permanecía callada sin decir nada o moverse. Parecía un suicidio en toda regla.
Cuando la joven estaba a escasos metros del duro asfalto, unas alas blancas hechas de energía surgieron de su espalda. Se frenó en seco a escasos centímetros y entonces abrió los ojos despacio. Sin pensárselo mucho lanzó un puñetazo hacia el cielo, formando una onda de choque que hizo temblar un poco las farolas. Enseguida se colocó en pie mientras se colocaba en una postura de combate. Parecía concentrada en lo suyo después de todo. Ya había recibido la noticia de Dexter y el rechazo que había sufrido. No le parecía un motivo lógico… Pero ella ahora derrotaría al dragón para mostrarle que podía cuidarse sola. Tan solo tenía que continuar entrenando sus habilidades. Empezó a lanzar una ráfaga de golpes al aire al mismo tiempo que su rostro mostraba una expresión seria. Lanzó también un par de patadas aéreas y empezó a sobrevolar los cielos de aquella isla a toda velocidad.
En el cielo tan solo se veía un destello blanco moverse de un lado a otro. Se notaba que la joven se estaba esforzando bastante en aquello. Ya tenía experiencia en aquel tipo de movimientos a la hora de combatir y los estaba perfeccionando al máximo. Tras unos cuantos minutos más, aterrizó en el suelo clavando una rodilla en él. Sus alas se estiraron unos momentos y después desaparecieron. La joven se colocó en pie con una calma increíble y acto seguido se quedó mirando el mar, el cual estaba a unos veinte metros. Una sonrisa se formó en su rostro pese al mal tiempo que hacía y entonces planeo tirarse de cabeza para continuar con lo que estaba haciendo. Notó su estómago rugir un poco y se dio cuenta que a lo mejor debía comer algo. Ir a un restaurante no era algo que le gustase, pues ella sabía cocinar de sobra. Soltó un suspiro enorme y miró la muñequera de su brazo. Empezó a tocar algunas teclas al mismo tiempo que entrecerraba los ojos despacio.
- Parece que el mejor restaurante de la isla está bastante cerca de la zona. Creo que iré a probar los mariscos que poseen entonces, espero no decepcionarme.
Dijo la joven con un tono tranquilo mientras se limpiaba el sudor de la frente pasándose despacio la mano por ella. No parecía estar animada como de costumbre y menos después de las palabras del dragón. Encima tras una conversación con Kasai, se había enterado de lo que Ushio había hecho. Le había cogido asco a su compañero y esperaba no verle más por el barco. Aquel tipo de personas tan solo merecían una paliza de muerte. No entendía la razón de la que Taiga no apareciera frente a ella, pero ya la averiguaría de alguna forma. Por el momento empezó a caminar despacio con ambas manos en los bolsillos. Debía encontrar aquel sitio cuanto antes y comer algo. Tenía dinero escaso, pero quizás lo suficiente para un buen plato de comida y después volver al barco de una vez. Cocinaría algo para los demás y después se iría a dormir sin mirar o hablar con alguien.
Pudo ver la puerta del sitio en cuanto llegó. Era bastante grande y parecía estar adornada con emblemas dorados. La joven empujó la puerta despacio y se encontró con un enorme comedor, el cual estaba lleno de bastante gente. Había también muchas mesas vacías. La lámpara tenía forma de cangrejo y aquello le hizo gracia. En cuanto estuvo dentro se sentó en una de las mesas y colocó las manos despacio sobre el mantel. Su cabello estaba mojado, pero fue algo a lo que no le dio mucha importancia. Se rascó un poco la cabeza y acto seguido soltó un bostezo enorme. Esperó paciente a que el camarero se acercase y mientras tanto se puso a leer la carta con toda la calma del mundo. Estaba bastante tranquila.
Cuando la joven estaba a escasos metros del duro asfalto, unas alas blancas hechas de energía surgieron de su espalda. Se frenó en seco a escasos centímetros y entonces abrió los ojos despacio. Sin pensárselo mucho lanzó un puñetazo hacia el cielo, formando una onda de choque que hizo temblar un poco las farolas. Enseguida se colocó en pie mientras se colocaba en una postura de combate. Parecía concentrada en lo suyo después de todo. Ya había recibido la noticia de Dexter y el rechazo que había sufrido. No le parecía un motivo lógico… Pero ella ahora derrotaría al dragón para mostrarle que podía cuidarse sola. Tan solo tenía que continuar entrenando sus habilidades. Empezó a lanzar una ráfaga de golpes al aire al mismo tiempo que su rostro mostraba una expresión seria. Lanzó también un par de patadas aéreas y empezó a sobrevolar los cielos de aquella isla a toda velocidad.
En el cielo tan solo se veía un destello blanco moverse de un lado a otro. Se notaba que la joven se estaba esforzando bastante en aquello. Ya tenía experiencia en aquel tipo de movimientos a la hora de combatir y los estaba perfeccionando al máximo. Tras unos cuantos minutos más, aterrizó en el suelo clavando una rodilla en él. Sus alas se estiraron unos momentos y después desaparecieron. La joven se colocó en pie con una calma increíble y acto seguido se quedó mirando el mar, el cual estaba a unos veinte metros. Una sonrisa se formó en su rostro pese al mal tiempo que hacía y entonces planeo tirarse de cabeza para continuar con lo que estaba haciendo. Notó su estómago rugir un poco y se dio cuenta que a lo mejor debía comer algo. Ir a un restaurante no era algo que le gustase, pues ella sabía cocinar de sobra. Soltó un suspiro enorme y miró la muñequera de su brazo. Empezó a tocar algunas teclas al mismo tiempo que entrecerraba los ojos despacio.
- Parece que el mejor restaurante de la isla está bastante cerca de la zona. Creo que iré a probar los mariscos que poseen entonces, espero no decepcionarme.
Dijo la joven con un tono tranquilo mientras se limpiaba el sudor de la frente pasándose despacio la mano por ella. No parecía estar animada como de costumbre y menos después de las palabras del dragón. Encima tras una conversación con Kasai, se había enterado de lo que Ushio había hecho. Le había cogido asco a su compañero y esperaba no verle más por el barco. Aquel tipo de personas tan solo merecían una paliza de muerte. No entendía la razón de la que Taiga no apareciera frente a ella, pero ya la averiguaría de alguna forma. Por el momento empezó a caminar despacio con ambas manos en los bolsillos. Debía encontrar aquel sitio cuanto antes y comer algo. Tenía dinero escaso, pero quizás lo suficiente para un buen plato de comida y después volver al barco de una vez. Cocinaría algo para los demás y después se iría a dormir sin mirar o hablar con alguien.
Pudo ver la puerta del sitio en cuanto llegó. Era bastante grande y parecía estar adornada con emblemas dorados. La joven empujó la puerta despacio y se encontró con un enorme comedor, el cual estaba lleno de bastante gente. Había también muchas mesas vacías. La lámpara tenía forma de cangrejo y aquello le hizo gracia. En cuanto estuvo dentro se sentó en una de las mesas y colocó las manos despacio sobre el mantel. Su cabello estaba mojado, pero fue algo a lo que no le dio mucha importancia. Se rascó un poco la cabeza y acto seguido soltó un bostezo enorme. Esperó paciente a que el camarero se acercase y mientras tanto se puso a leer la carta con toda la calma del mundo. Estaba bastante tranquila.
Eichi Tsukasa
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Un silbido escapó de los labios del pelirrojo, al tiempo que se estremecía levemente al escuchar el sonido de los rayos. En antaño, el mero hecho se oír algo como eso hacían que el joven entrara en un estado catatónico debido a sus memorias. Si bien aún recordaba inconscientemente lo sucedido aquella noche, ya no le afectaba tanto. Sufría un poco, pero no era nada que no pudiera soportar. Luego de todo lo que había sucedido. Además... no es como si estuviera solo ahora para poder afrontar sus problemas. Una media sonrisa se formó en el rostro del príncipe, la cual desapareció segundos después. No, aún no podía meter a Milena en todo esto. Hasta que cierta persona ya no fuera un problema, lo mejor era que el contacto fuera mínimo. Cosa que se iba haciendo difícil con el pasar de los días.
– No sé si pueda aguantar tanto – pensó mientras fruncía un poco el ceño.
Chasqueó su lengua, se dio unas palmadas en la cara y decidió dejar el tema de lado por el momento. Tenía trabajo que hacer, después de todo. Con su habilidad, no le costó nada encontrar un restaurante que lo contratara por un par de días. Su proeza en la cocina era reconocida ahora. Si alguna vez decidía dejar la nobleza para siempre, probablemente perseguiría su profesión de cocinero seriamente. Eichi miró el reloj que estaba colgado en la pared y parpadeó. Quedaba poco para que su turno terminara, pero todavía podía realizar otra orden si se apuraba un poco. El pelirrojo asintió para sí mismo, se acomodó su camisa roja y salió de la cocina.
Una vez en la zona del comedor, Eichi se dio el tiempo para mirar el ambiente que había en el lugar. Distinta clase de personas se podían apreciar en el lugar, desde ancianos hasta niños pequeña. El pelirrojo sonrío al ver la armonía que predominaba en las mesas que eran ocupadas por familias completas, al tiempo que sentía un poco de nostalgia. ¿Hacía cuanto que no recibía amor familiar? Desde la muerte de Akachi, probablemente. Siempre se preguntaba como sería el lazo verdadero entre un hijo con sus padres, pero desgraciadamente puede que eso no lo pudiera sentir nunca. Su infancia ya fue arruinada y no había nada que pudiera arreglarlo. Sus padres, para él, eran unos completos desconocidos. Cualquier cosa que les sucediera, no era problema suyo... O eso intentaba convencerse.
Suspiró un poco y se acercó a la primera mesa que encontró. Al ver la persona que se encontraba sentada allí, no pudo evitar alzar sus dos cejas en señal de reconocimiento. Muy mojada podía estar, pero esas características únicas eran inconfundibles. No la veía desde que quedaron varados en aquella isla de forma accidental, cuando aún no se estiraba, por no decirlo de otro modo.
– ¿Qué se le va a ofrecer, señorita? –
Lamentablemente aún estaba en horas de trabajo, por lo que no podía darse el lujo de sentarse a conversar. De todas formas, pronto terminaría su turno y allí aprovecharía.
– No sé si pueda aguantar tanto – pensó mientras fruncía un poco el ceño.
Chasqueó su lengua, se dio unas palmadas en la cara y decidió dejar el tema de lado por el momento. Tenía trabajo que hacer, después de todo. Con su habilidad, no le costó nada encontrar un restaurante que lo contratara por un par de días. Su proeza en la cocina era reconocida ahora. Si alguna vez decidía dejar la nobleza para siempre, probablemente perseguiría su profesión de cocinero seriamente. Eichi miró el reloj que estaba colgado en la pared y parpadeó. Quedaba poco para que su turno terminara, pero todavía podía realizar otra orden si se apuraba un poco. El pelirrojo asintió para sí mismo, se acomodó su camisa roja y salió de la cocina.
Una vez en la zona del comedor, Eichi se dio el tiempo para mirar el ambiente que había en el lugar. Distinta clase de personas se podían apreciar en el lugar, desde ancianos hasta niños pequeña. El pelirrojo sonrío al ver la armonía que predominaba en las mesas que eran ocupadas por familias completas, al tiempo que sentía un poco de nostalgia. ¿Hacía cuanto que no recibía amor familiar? Desde la muerte de Akachi, probablemente. Siempre se preguntaba como sería el lazo verdadero entre un hijo con sus padres, pero desgraciadamente puede que eso no lo pudiera sentir nunca. Su infancia ya fue arruinada y no había nada que pudiera arreglarlo. Sus padres, para él, eran unos completos desconocidos. Cualquier cosa que les sucediera, no era problema suyo... O eso intentaba convencerse.
Suspiró un poco y se acercó a la primera mesa que encontró. Al ver la persona que se encontraba sentada allí, no pudo evitar alzar sus dos cejas en señal de reconocimiento. Muy mojada podía estar, pero esas características únicas eran inconfundibles. No la veía desde que quedaron varados en aquella isla de forma accidental, cuando aún no se estiraba, por no decirlo de otro modo.
– ¿Qué se le va a ofrecer, señorita? –
Lamentablemente aún estaba en horas de trabajo, por lo que no podía darse el lujo de sentarse a conversar. De todas formas, pronto terminaría su turno y allí aprovecharía.
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La joven continuaba esperando tranquilamente sentada en su asiento. Sus ojos estaban entrecerrados y no tenía mucha prisa, pues en aquello precisos momentos estaba en su mundo. Las palabras de Dexter martilleaban su cabeza una y otra vez sin parar. Se rascó un poco la mejilla y soltó un suspiro. Hacerse fuerte sin necesidad de una fruta del diablo era una dura decisión, pero conocía personas que habían podido con facilidad. Kasai apenas usaba el poder del serafín en sus objetivos y se centraba en técnicas especiales. Debía aprender muchísimas más y si tenían que ver con el agua, mucho mejor. Soltó un pequeño bostezo y se dio cuenta de que una persona se estaba acercando. A juzgar por los pasos y la voz, debía de ser una persona del género masculino. Había recordado además dicho tono. Al principio dudó un poco y teniendo en cuenta que estaba mirando a otro lado, no lo comprobó bien. Mostró una expresión calmada y finalmente alzó la mirada de forma muy relajada.
Se quedó impresionada al ver que se trataba efectivamente del pelirrojo. La primera reacción que tuvo fue la de abrir un poco la boca. Estaba bastante cambiado desde la última vez, pero se notaba que era él. Mostró una expresión amable y simplemente soltó una pequeña carcajada. De todos los sitios donde podía encontrarle y le había visto justo allí. Desde hacía tiempo que no había tenido contacto ajeno a nadie de la banda y aquella vez en Water Seven con el tío raro no contaba. Estaba trabajando allí y le estaba pidiendo algo, su pedido más bien. Esperaba que no la decepcionara o de lo contrario iba a tener que darle clases y decirle cosas que podían molestarle. Ella con los temas de cocina era así. Por algo era la cocinera del yonkou más poderoso actual. Se quedó unos momentos pensativa y miró de nuevo la carta que tenía frente a sus ojos. Debía elegir lo mejor que hubiese en aquel momento. Quería la especialidad si era posible y de paso juzgarla. Fue en ese momento cuando le dedicó una sonrisa amable al pelirrojo y contestó con calma.
- Pues quiero la especialidad del local y una jarra de agua fresquita. De paso una vaso del mejor vino blanco, ah y de paso el mejor plato de marisco que tengan. – Terminó de decir guiñándole el ojo y cruzándose de brazos.
Parecía estar dispuesta a juzgar el plato de forma seria sin importar nada más. Aunque su dulce apariencia mostrase lo contrario, era una chica muy centrada en lo suyo. Una lástima que apenas pudiese hacer cosas así. En aquellos momentos no tenía muchas ganas de pasarlo bien o sonreír, pero lo intentaba de la mejor forma posible aunque le costase. Llevaba tiempo buscando a Taiga para estar con él, pero no había forma de localizarlo. No cogía el Den den mushi y Kasai decía que estaba muy ocupado. Era demasiado injusto, pero ella terminaría dando con él. Hacía mucho que no estaba con su mejor amigo. Soltó un pequeño suspiro y acto seguido miró a Eichi de forma amable.
- ¿Te apetece después dar una vuelta? – Le preguntó de forma amable esperando respuesta.
Estaba bastante sola aquel día y quería compañía de algún conocido. El pelirrojo era perfecto para aquello, pues lo consideraba un buen amigo. La última vez también hubo una tormenta cuando se vieron y aquello la hizo pensar en cosas raras sobre el clima y los encuentros. Dejó sus raros pensamientos de lado y simplemente se quedó esperando. Era posible que incluso fuese otro cocinero el que se ocupase de todo, pues ella allí no tenía ni idea de cómo iban las cosas. Por suerte, el ambiente era muy bueno y no tenía ni calor, ni frío. Colocó los codos sobre la mesa y dejó sus manos en las mejillas mientras se quedaba esperando de forma paciente.
Se quedó impresionada al ver que se trataba efectivamente del pelirrojo. La primera reacción que tuvo fue la de abrir un poco la boca. Estaba bastante cambiado desde la última vez, pero se notaba que era él. Mostró una expresión amable y simplemente soltó una pequeña carcajada. De todos los sitios donde podía encontrarle y le había visto justo allí. Desde hacía tiempo que no había tenido contacto ajeno a nadie de la banda y aquella vez en Water Seven con el tío raro no contaba. Estaba trabajando allí y le estaba pidiendo algo, su pedido más bien. Esperaba que no la decepcionara o de lo contrario iba a tener que darle clases y decirle cosas que podían molestarle. Ella con los temas de cocina era así. Por algo era la cocinera del yonkou más poderoso actual. Se quedó unos momentos pensativa y miró de nuevo la carta que tenía frente a sus ojos. Debía elegir lo mejor que hubiese en aquel momento. Quería la especialidad si era posible y de paso juzgarla. Fue en ese momento cuando le dedicó una sonrisa amable al pelirrojo y contestó con calma.
- Pues quiero la especialidad del local y una jarra de agua fresquita. De paso una vaso del mejor vino blanco, ah y de paso el mejor plato de marisco que tengan. – Terminó de decir guiñándole el ojo y cruzándose de brazos.
Parecía estar dispuesta a juzgar el plato de forma seria sin importar nada más. Aunque su dulce apariencia mostrase lo contrario, era una chica muy centrada en lo suyo. Una lástima que apenas pudiese hacer cosas así. En aquellos momentos no tenía muchas ganas de pasarlo bien o sonreír, pero lo intentaba de la mejor forma posible aunque le costase. Llevaba tiempo buscando a Taiga para estar con él, pero no había forma de localizarlo. No cogía el Den den mushi y Kasai decía que estaba muy ocupado. Era demasiado injusto, pero ella terminaría dando con él. Hacía mucho que no estaba con su mejor amigo. Soltó un pequeño suspiro y acto seguido miró a Eichi de forma amable.
- ¿Te apetece después dar una vuelta? – Le preguntó de forma amable esperando respuesta.
Estaba bastante sola aquel día y quería compañía de algún conocido. El pelirrojo era perfecto para aquello, pues lo consideraba un buen amigo. La última vez también hubo una tormenta cuando se vieron y aquello la hizo pensar en cosas raras sobre el clima y los encuentros. Dejó sus raros pensamientos de lado y simplemente se quedó esperando. Era posible que incluso fuese otro cocinero el que se ocupase de todo, pues ella allí no tenía ni idea de cómo iban las cosas. Por suerte, el ambiente era muy bueno y no tenía ni calor, ni frío. Colocó los codos sobre la mesa y dejó sus manos en las mejillas mientras se quedaba esperando de forma paciente.
Eichi Tsukasa
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Puede que fuera idea suya o algo así, pero parecía como si Hinori le estuviera insinuando que él debía cocinar. Una media sonrisa se formó en su rostro y ladeó la cabeza hacia un lado. Gracias a su perfecta memoria, el joven recordaba que la joven era muy crítica en los temas de cocina. Si algo no le gustaba, no se guardaba nada. Así era ella, y se lo contagió a él de paso. Se rascó un poco la cabeza y asintió lentamente a su pedido, al tiempo que lo anotaba en una pequeña libreta. No es como si fanfarroneara ni mucho menos, pero el joven príncipe tenía la certeza que, quizá, se encontraba al mismo nivel de la morena actualmente. Así de confiado se encontraba, aunque no sabría decir quien era mejor hasta que tuviera alguna clase de competición amistosa.
– Acepto gustosamente. En cuanto a lo otro, no tardaré en traer la comida – Eichi hizo una pequeña reverencia, esperó a ver si la joven decía algo nuevamente y, luego, se marchó hacia la cocina.
Una vez allí, el joven se dirigió hacia el refrigerador para sacar todo lo que necesitaba. Dejó todo en la mesita, cerró sus ojos por algunos momentos y se concentró. Hizo que la memoria de lo sucedido en Water Seven ocupara su mente y empezó a cocinar. Extrañamente, sentía mucha más confianza y comodidad cuando pensaba en ella. Tanto que aquello se trasladaba a sus distintas actividades, como la cocina por ejemplo. Sentía que sus platos tenían mucha más calidad cuanto hacía aquello. Se demoró poco en dejar todo listo y luego se fue a cambiar de ropa mientras esperaba que la parte superior de la mezcla estuviera dorada. Al volver, el joven trasladó todo a un recipiente y preparó el resto de la orden de Hinori.
– Una vez que sirvas eso, Eichi, da por concluido tu turno –
El pelirrojo asintió ante las palabras del jefe y salió de la cocina. Volvió hacia la mesa de la morena y depositó suavemente los platos en frente de ella. La especialidad de la casa era algo... curioso. Una pasta de distintos mariscos , condimentados para que su sabores fueran equilibrados entre sí y no chocaran. Además, se le agregaba queso para darle un sabor más profundo. Dejo el agua y el plato de mariscos frescos a un lado, y le sirvió el vino en su poca. Acto seguido se alejó un poco y esperó pacientemente su veredicto. Visiblemente no lo demostraba, pero se encontraba un poco nervioso debido a la forma de criticar de Hinori.
– Acepto gustosamente. En cuanto a lo otro, no tardaré en traer la comida – Eichi hizo una pequeña reverencia, esperó a ver si la joven decía algo nuevamente y, luego, se marchó hacia la cocina.
Una vez allí, el joven se dirigió hacia el refrigerador para sacar todo lo que necesitaba. Dejó todo en la mesita, cerró sus ojos por algunos momentos y se concentró. Hizo que la memoria de lo sucedido en Water Seven ocupara su mente y empezó a cocinar. Extrañamente, sentía mucha más confianza y comodidad cuando pensaba en ella. Tanto que aquello se trasladaba a sus distintas actividades, como la cocina por ejemplo. Sentía que sus platos tenían mucha más calidad cuanto hacía aquello. Se demoró poco en dejar todo listo y luego se fue a cambiar de ropa mientras esperaba que la parte superior de la mezcla estuviera dorada. Al volver, el joven trasladó todo a un recipiente y preparó el resto de la orden de Hinori.
– Una vez que sirvas eso, Eichi, da por concluido tu turno –
El pelirrojo asintió ante las palabras del jefe y salió de la cocina. Volvió hacia la mesa de la morena y depositó suavemente los platos en frente de ella. La especialidad de la casa era algo... curioso. Una pasta de distintos mariscos , condimentados para que su sabores fueran equilibrados entre sí y no chocaran. Además, se le agregaba queso para darle un sabor más profundo. Dejo el agua y el plato de mariscos frescos a un lado, y le sirvió el vino en su poca. Acto seguido se alejó un poco y esperó pacientemente su veredicto. Visiblemente no lo demostraba, pero se encontraba un poco nervioso debido a la forma de criticar de Hinori.
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Hinori pudo ver por fin el plato aparecer. Mostró una expresión dulce como de costumbre y después de unos momentos percibió el olor de los mariscos. Parecía haber cangrejo y eso le gustaba, aunque todo lo diría el sabor. Ella permaneció calmada y mantuvo sus perlados ojos en Eichi. Cuando tuvo todo frente a ella, lo primero que hizo fue dar un enorme trago al vaso de agua tras servirse con la jarra. Menos mal que el pelirrojo no le había puesto ningún vino con aquello, pues ella odiaba mezclar aquellos sabores. Primer punto positivo. Miró de nuevo a los ojos del chico y después le dedicó una sonrisa, la cual podía desaparecer en cuestión de segundos si la cosa no salía bien. Estiró el tenedor despacio pinchando un poco en la pasta de maricos y fue llevándolo a su boca muy lentamente. Lo probó y cerró los ojos. Empezó a masticar despacio con toda la calma del mundo. Analizó los sabores despacio.
Tras unos momentos abrió sus orbes de forma calmada. Debía admitir que Eichi había mejorado muchísimo y aquello podía llamarse “rico”. Le dedicó una dulce sonrisa y asintió con la cabeza. Sin embargo, siempre había un pero. La culpa no había sido del pelirrojo o quizás sí por no haber tenido la iniciativa. De todas formas, no iba a ser tan dura debido a que estaba bastante bueno. Tomó algo de aire y tras aquello se cruzó de brazos cerrando los ojos. Su rostro pasó a ser serio por algunos momentos y entonces empezó a hablar de forma bastante seria y explicativa.
- No puedo creerme que un cocinero como tú me sirva esto sin lo mejor. Cierto es que he pedido el plato especial y no es tu culpa, pero deberías haber tenido la iniciativa de romper la norma del restaurante y haberlo añadido… Aquí falta algo que haría esto la mayor de las delicias.
Dijo mientras continuaba hablando. El marisco solamente estaba muy bueno, pero a llevar medio plato sería un poco aburrido y la cosa terminaría con hambre para ella, a no ser que pusieran allí a veinte animales mínimo. Faltaba algo que llenase el estómago y teniendo en cuanta que estaba usando agua para beber, el elemento perfecto para el plato estaba claro. Aquel que se inflaba con el agua y daba la sensación de estar muy lleno al terminar. Podía combinarse con el marisco y podía salir algo realmente especial.
- Debiste cocer algo de arroz y servir esta pasta mezclada con él. Voy a quedarme con hambre fijo. El sabor está muy bueno, pero combinado con lo que te dije, este plato habría sido fabuloso. Te doy un ocho y medio. – Dijo seria.
De repente su rostro pasó a ser dulce y amable como de costumbre en lugar de serio. Ahora que había terminado su evaluación quería seguir comiendo al menos aquello. Ya comería más en su barco, pues tenía mucho apetito y no tenía más dinero. Lo tomaría como un tentempié. Se puso a comer tranquilamente y continuó a lo suyo mientras observaba al chico con toda la calma del mundo.
Tras unos momentos abrió sus orbes de forma calmada. Debía admitir que Eichi había mejorado muchísimo y aquello podía llamarse “rico”. Le dedicó una dulce sonrisa y asintió con la cabeza. Sin embargo, siempre había un pero. La culpa no había sido del pelirrojo o quizás sí por no haber tenido la iniciativa. De todas formas, no iba a ser tan dura debido a que estaba bastante bueno. Tomó algo de aire y tras aquello se cruzó de brazos cerrando los ojos. Su rostro pasó a ser serio por algunos momentos y entonces empezó a hablar de forma bastante seria y explicativa.
- No puedo creerme que un cocinero como tú me sirva esto sin lo mejor. Cierto es que he pedido el plato especial y no es tu culpa, pero deberías haber tenido la iniciativa de romper la norma del restaurante y haberlo añadido… Aquí falta algo que haría esto la mayor de las delicias.
Dijo mientras continuaba hablando. El marisco solamente estaba muy bueno, pero a llevar medio plato sería un poco aburrido y la cosa terminaría con hambre para ella, a no ser que pusieran allí a veinte animales mínimo. Faltaba algo que llenase el estómago y teniendo en cuanta que estaba usando agua para beber, el elemento perfecto para el plato estaba claro. Aquel que se inflaba con el agua y daba la sensación de estar muy lleno al terminar. Podía combinarse con el marisco y podía salir algo realmente especial.
- Debiste cocer algo de arroz y servir esta pasta mezclada con él. Voy a quedarme con hambre fijo. El sabor está muy bueno, pero combinado con lo que te dije, este plato habría sido fabuloso. Te doy un ocho y medio. – Dijo seria.
De repente su rostro pasó a ser dulce y amable como de costumbre en lugar de serio. Ahora que había terminado su evaluación quería seguir comiendo al menos aquello. Ya comería más en su barco, pues tenía mucho apetito y no tenía más dinero. Lo tomaría como un tentempié. Se puso a comer tranquilamente y continuó a lo suyo mientras observaba al chico con toda la calma del mundo.
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Eichi se tensó al ver la seria mirada que adoptaba la usualmente dulce Hinori. Sabía muy bien lo que iba a pasar antes de que pudiera abrir su boca, por lo que pudo mentalizarse a tiempo. No dijo que estuviera malo, pero eso que dijo le confundió un poco. ¿Que faltaba algo en el plato? Había seguido la receta al pie de la letra... probablemente. Puede que hubiera puesto sus propios toques en uno que otro lado, pero nada que llamara la atención del jefe. A medida que escuchaba la explicación de la joven, iba comprendiendo de mejor forma al punto que quería llegar. Ciertamente el arroz podría haber de este plato un manjar de los manjares, pero nunca lo vio de esa forma hasta ahora. Para un perfeccionista como él, aquello fue un golpe más o menos bajo. De todas formas, tampoco iba a reclamar. Él mismo sabía en lo que se estaba metiendo cuando accedió a cocinarle, así que no valía la pena. Usaría esa crítica de Hinori para mejorar aún más hasta llegar al diez. Mentalmente añadió esa meta a largo plazo entre sus muchas otras: lograr que la morena le pusiera la nota más alta.
– Lo entiendo. Muchas gracias por la crítica –
El pelirrojo suspiró y se dejó caer en la silla contraria a la de Hinori. Una pequeña alarma en su muñeca le había avisado que su turno, al fin, había terminado. Llevaba varias horas continuas, y hubiera seguido de no ser por la insistencia de su jefe. Había una razón por la cual se sobre exigía tanto, pero no lo divagaría por el momento. El joven bostezó un poco y llevó una mano a su mentón. Se sentía un poco cansado, aunque no lo suficiente para querer irse a dormir. Simplemente se relajaría un poco, tal vez darse uno de esos largos baños con minerales.
– Suerte que pronto terminará – pensó mientras observaba a la morena comer.
A simple vista, parecía que Hinori no había cambiado en lo más mínimo desde la última vez que se vieron las caras. Seguía igual que siempre, tanto en mentalidad como físico. Quizá era él quien cambió demasiado y ahora veía cosas donde no debía. Se rascó un poco la cabeza y tosió un poco, para luego intentar abrir una conversación. El pelirrojo y la morena no... era los mejores hablando, por no decirlo de otro modo, especialmente él. Milena y Ban era la excepción. El segundo por la "rivalidad" que tenían, y sobraban las palabras con la primera.
– Entonces, ¿cómo te ha ido últimamente? –
– Lo entiendo. Muchas gracias por la crítica –
El pelirrojo suspiró y se dejó caer en la silla contraria a la de Hinori. Una pequeña alarma en su muñeca le había avisado que su turno, al fin, había terminado. Llevaba varias horas continuas, y hubiera seguido de no ser por la insistencia de su jefe. Había una razón por la cual se sobre exigía tanto, pero no lo divagaría por el momento. El joven bostezó un poco y llevó una mano a su mentón. Se sentía un poco cansado, aunque no lo suficiente para querer irse a dormir. Simplemente se relajaría un poco, tal vez darse uno de esos largos baños con minerales.
– Suerte que pronto terminará – pensó mientras observaba a la morena comer.
A simple vista, parecía que Hinori no había cambiado en lo más mínimo desde la última vez que se vieron las caras. Seguía igual que siempre, tanto en mentalidad como físico. Quizá era él quien cambió demasiado y ahora veía cosas donde no debía. Se rascó un poco la cabeza y tosió un poco, para luego intentar abrir una conversación. El pelirrojo y la morena no... era los mejores hablando, por no decirlo de otro modo, especialmente él. Milena y Ban era la excepción. El segundo por la "rivalidad" que tenían, y sobraban las palabras con la primera.
– Entonces, ¿cómo te ha ido últimamente? –
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La joven continuó masticando con ganas aquella delicia mientras mantenía su expresión dulce de siempre. Los sabores mezclándose en su boca la hacían sentir bastante cómoda. De no ser por lo que había pasado, seguramente estaría dando saltos de alegría, pero no había motivo para estar contenta. Bebió de nuevo de la jarra de agua y una vez terminó su comida soltó un pequeño suspiro. Había visto al joven sentarse en su silla y ahora le miraba con calma. Estaba realmente cambiado ahora que le tenía mucho más cerca. Era como si hubiese evolucionado de pollo crudo a pollo asado, pero le faltaba la sal. Tenía la manía de comparar todo con comida por desgracia. Se rio para sus adentros de aquella extraña “habilidad” que poseía y después de unos leves segundos soltó un leve bostezo. Había escuchado bien la pregunta del pelirrojo y se quedó un poco pensativa para ver qué decirle.
Le estaba siendo increíblemente difícil debido a las pocas respuestas que se le ocurrían. No podía decirle que vivía apenada por no ser correspondida por la persona que amaba y que se pasaba los días con una sonrisa falsa. Se rascó un poco la mejilla y cerró los ojos de nuevo. Sin respuesta alguna se colocó en pie despacio y dejó el dinero sobre la mesa indicándole que era el momento de irse de aquel sitio. No tardó mucho en salir por la puerta mientras sus perlados ojos observaban el cielo despacio. Parecía ser una noche bastante buena, pero la joven no estaba muy cómoda. En cuanto el pelirrojo saliese también se quedaría mirándole a los ojos. Entonces mostró su expresión dulce de siempre y después contestó a su pregunta anterior con toda la calma del mundo.
- Después de la guerra que ha sucedido en Síderos algo cansada, pero igualmente me encuentro genial, como siempre. Ya sabes que mientras esté junto a mi capitán soy la persona más feliz del mundo. – Comentó mintiéndole mientras reía un poco de forma dulce.
El dolor que la joven cocinera sentía dentro de su corazón era enorme y no podía hacer nada para evitarlo. Por fin había reunido el valor para decirle todo lo que sentía al dragón y simplemente fue rechazada. Nunca había sentido más vergüenza y miedo en su vida que recibir aquella respuesta. Desde entonces se dedicaba a seguir a los miembros de la banda con la cabeza agachada en todo momento y cocinándoles lo que le pedían. Se había rebajado a aceptar su condición y simplemente cumplir con su deber en el barco. Una vida triste, pero se conformaba con estar simplemente al lado de Dexter.
Le estaba siendo increíblemente difícil debido a las pocas respuestas que se le ocurrían. No podía decirle que vivía apenada por no ser correspondida por la persona que amaba y que se pasaba los días con una sonrisa falsa. Se rascó un poco la mejilla y cerró los ojos de nuevo. Sin respuesta alguna se colocó en pie despacio y dejó el dinero sobre la mesa indicándole que era el momento de irse de aquel sitio. No tardó mucho en salir por la puerta mientras sus perlados ojos observaban el cielo despacio. Parecía ser una noche bastante buena, pero la joven no estaba muy cómoda. En cuanto el pelirrojo saliese también se quedaría mirándole a los ojos. Entonces mostró su expresión dulce de siempre y después contestó a su pregunta anterior con toda la calma del mundo.
- Después de la guerra que ha sucedido en Síderos algo cansada, pero igualmente me encuentro genial, como siempre. Ya sabes que mientras esté junto a mi capitán soy la persona más feliz del mundo. – Comentó mintiéndole mientras reía un poco de forma dulce.
El dolor que la joven cocinera sentía dentro de su corazón era enorme y no podía hacer nada para evitarlo. Por fin había reunido el valor para decirle todo lo que sentía al dragón y simplemente fue rechazada. Nunca había sentido más vergüenza y miedo en su vida que recibir aquella respuesta. Desde entonces se dedicaba a seguir a los miembros de la banda con la cabeza agachada en todo momento y cocinándoles lo que le pedían. Se había rebajado a aceptar su condición y simplemente cumplir con su deber en el barco. Una vida triste, pero se conformaba con estar simplemente al lado de Dexter.
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Eichi arqueó una ceja al escuchar lo que dijo y se cruzó de brazos. Pese a la respuesta algo vaga de la morena, pudo deducir dos cosas a lo menos de como le había ido últimamente. Hinori mencionó a Sideros, por lo que no había duda alguna que participó en aquella guerra que casi terminó en tragedia para muchos. El pelirrojo no sabía que pensar de aquel conflicto. Si bien fue bastante cruel para muchos de los participantes, para él fue bastante satisfactorio. Más por como terminó la guerra para él, que por otra cosa. El príncipe de Pendragon chasqueó la lengua y desvió la mirada un poco. Algo de culpa le invadió al pensar en eso. Muchas vidas se perdieron, mientras que para él empezó el camino para la felicidad... a coste de la casi muerte emocional de Milena. Se estremeció un poco y suspiró. Fue una suerte que pudo encontrarla en el momento justo. No mentía cuando pensaba que fue bastante probable que el suicidio hubiera sido una de sus opciones. Cerró sus puños por algunos segundos, pero consiguió calmarse a tiempo. Ese intento de espadachín había agotado sus oportunidades, así que podía irse al diablo.
– Es curioso, esa mirada la he visto antes – pensó Eichi mientras ladeaba su cabeza ante el comentario de Hinori acerca de su capitán.
¿Donde la había visto? En su propio reflejo cada vez que se miraba en un espejo, en más de un sentido. Era una combinación rara de como sus ojos se expresaban antes de la guerra y luego de lo sucedido en Water Seven. Dolor y amor, rechazo y aceptación, tristeza y alegría; entre otras emociones. Acarició un poco sus rojizos cabellos y suspiró con pesadez. Ese tema en específico daba dolores de cabeza cuando todo se complicaba. Eso él lo sabía muy bien, demasiado. Más luego de aquella charla aleatoria que tuvo con ese mercenario dragón negro. Quién hubiera pensado que se daría cuenta de la verdad en aquel momento. Quizá el destino si existía en ciertos aspectos.
Eichi suspiró nuevamente y miró al cielo nocturno. No sabía si decirle eso o no a Hinori. De partida, no tenía la certeza si se trataba de lo que estaba pensando. A lo mejor era un invento de su propia mente y haría el ridículo si le preguntaba. Por ahora se tomaría su tiempo, pero... Tal vez podría hacer otra cosa. Una mueca amarga se formó en su rostro y frunció el ceño. Quizá usar a la morena de mensajera no era la mejor de sus tácticas, pero no tenía otra forma. No le iba a preguntar a Milena luego de todo lo ocurrido. Antes muerto que volverla a ver en ese estado.
– Hinori, ¿de casualidad tienes a un nakama de nombre Ushio? – Pese a formar parte de la banda de un Yonkou, supuestamente, el pelinegro era un total desconocido. Si la morena respondí que sí, o daba indicios de afirmación, proseguiría con su cometido. – Dile que no se acerque a cierta pelirroja, por nada en el mundo. De lo contrario... puede que tenga un pequeño accidente, y yo no seré el responsable. –
Eichi se estremeció al decir eso último y miró nuevamente al cielo. Aquello era verdad, en cierto sentido. Milena lo convertiría en pasta humana si se atrevía a entrar en su rango. Básicamente el intento de espadachín quedaría irreconocible.
– Es curioso, esa mirada la he visto antes – pensó Eichi mientras ladeaba su cabeza ante el comentario de Hinori acerca de su capitán.
¿Donde la había visto? En su propio reflejo cada vez que se miraba en un espejo, en más de un sentido. Era una combinación rara de como sus ojos se expresaban antes de la guerra y luego de lo sucedido en Water Seven. Dolor y amor, rechazo y aceptación, tristeza y alegría; entre otras emociones. Acarició un poco sus rojizos cabellos y suspiró con pesadez. Ese tema en específico daba dolores de cabeza cuando todo se complicaba. Eso él lo sabía muy bien, demasiado. Más luego de aquella charla aleatoria que tuvo con ese mercenario dragón negro. Quién hubiera pensado que se daría cuenta de la verdad en aquel momento. Quizá el destino si existía en ciertos aspectos.
Eichi suspiró nuevamente y miró al cielo nocturno. No sabía si decirle eso o no a Hinori. De partida, no tenía la certeza si se trataba de lo que estaba pensando. A lo mejor era un invento de su propia mente y haría el ridículo si le preguntaba. Por ahora se tomaría su tiempo, pero... Tal vez podría hacer otra cosa. Una mueca amarga se formó en su rostro y frunció el ceño. Quizá usar a la morena de mensajera no era la mejor de sus tácticas, pero no tenía otra forma. No le iba a preguntar a Milena luego de todo lo ocurrido. Antes muerto que volverla a ver en ese estado.
– Hinori, ¿de casualidad tienes a un nakama de nombre Ushio? – Pese a formar parte de la banda de un Yonkou, supuestamente, el pelinegro era un total desconocido. Si la morena respondí que sí, o daba indicios de afirmación, proseguiría con su cometido. – Dile que no se acerque a cierta pelirroja, por nada en el mundo. De lo contrario... puede que tenga un pequeño accidente, y yo no seré el responsable. –
Eichi se estremeció al decir eso último y miró nuevamente al cielo. Aquello era verdad, en cierto sentido. Milena lo convertiría en pasta humana si se atrevía a entrar en su rango. Básicamente el intento de espadachín quedaría irreconocible.
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Hinori asintió a las palabras del pelirrojo y cuando dijo lo segundo no pudo evitar soltar un pequeño suspiro. Conocía a Ushio y a decir verdad, empezaba a arrepentirse un poco. Al principio le había parecido un chico dulce y buena persona, pero después de la guerra estuvo hablando con Kasai. Taiga le había contado una historia al cazador que él le comentó a ella. Ushio estaba siendo buscado por una serie de personas que deseaban darle una buena paliza. Al parecer, había sido tan cabrón de dejar a su chica estando ella embarazada. Cuando lo escuchó, la rabia de Hinori estalló y sintió ganas de darle un buen puñetazo. No se imaginaba que fuese semejante basura de hombre. Le había perdido todo el respeto y no quería saber nada de él. Si era posible miraba a otro lado cuando se cruzaba con él y no le dirigía la palabra. Le había cogido algo de asco incluso.
Se notaba que algunas personas no sabían apreciar lo que tenían y además involucraban a personas que no tenían nada que ver, como un pequeño bebé. Qué asco. La morena entonces entrecerró los ojos despacio y se quedó mirando al pelirrojo con calma. Se colocó en pie despacio y le tendió la mano para que también se levantase. Era el momento de salir de aquel sitio. Se colocó la capucha debido a que estaba lloviendo y después de aquello le sonrió mientras caminaba a la salida. Avanzó muy despacio mientras dejaba sus manos en los bolsillos. Estaba realmente calentita con su sudadera. Cuando estuvieron fuera le dio lo mismo la lluvia y se puso a caminar bajo ella mientras miraba al frente.
- Ten cuidado con esa escoria, Eichi. Es compañero mío y me parece un ser asqueable después de lo que hizo. Kasai, el Yonkaikyo me informó bien. Pero, no podrás tocarle. Seguramente se esconda bajo el pantalón de Dexter-sama. – Mencionó al mismo tiempo que soltaba un pequeño suspiro.
La joven entonces pudo ver lo que parecía ser un enorme edificio de color rojo y con algunas ventanas iluminadas. Parecía ser un hotel enorme y seguro que habría zonas de juegos y demás. Sonrió de forma divertida y empezó a caminar hacia él con ambas manos en los bolsillos. Cuando estuvo en la puerta entró con calma notando las miradas de los porteros sobre ella. Había aprendido a vivir con aquel tipo de cosas y ya se conocía el cuento de memoria. En cuanto pasó pudo ver un vestíbulo lleno de personas que jugaban a máquinas, a distintos juegos de hacer y algunas barras de bar. Le quedaba muy poco dinero, pero siempre podía huir volando. Una de las ventajas de que el mundo fuese por ella.
- Ten mucho cuidado con él, Eichi. A mi parecer es una persona débil, pero el resto de miembros de los Blue no lo son… – Dijo preocupada mientras observaba la zona sin saber a dónde acercarse primero. Se fijó en que había una chica en recepción y decidió acercarse. – Habla tú mejor y pide el servicio más caro, después nos vamos. – Mencionó sacándole la lengua.
Se notaba que algunas personas no sabían apreciar lo que tenían y además involucraban a personas que no tenían nada que ver, como un pequeño bebé. Qué asco. La morena entonces entrecerró los ojos despacio y se quedó mirando al pelirrojo con calma. Se colocó en pie despacio y le tendió la mano para que también se levantase. Era el momento de salir de aquel sitio. Se colocó la capucha debido a que estaba lloviendo y después de aquello le sonrió mientras caminaba a la salida. Avanzó muy despacio mientras dejaba sus manos en los bolsillos. Estaba realmente calentita con su sudadera. Cuando estuvieron fuera le dio lo mismo la lluvia y se puso a caminar bajo ella mientras miraba al frente.
- Ten cuidado con esa escoria, Eichi. Es compañero mío y me parece un ser asqueable después de lo que hizo. Kasai, el Yonkaikyo me informó bien. Pero, no podrás tocarle. Seguramente se esconda bajo el pantalón de Dexter-sama. – Mencionó al mismo tiempo que soltaba un pequeño suspiro.
La joven entonces pudo ver lo que parecía ser un enorme edificio de color rojo y con algunas ventanas iluminadas. Parecía ser un hotel enorme y seguro que habría zonas de juegos y demás. Sonrió de forma divertida y empezó a caminar hacia él con ambas manos en los bolsillos. Cuando estuvo en la puerta entró con calma notando las miradas de los porteros sobre ella. Había aprendido a vivir con aquel tipo de cosas y ya se conocía el cuento de memoria. En cuanto pasó pudo ver un vestíbulo lleno de personas que jugaban a máquinas, a distintos juegos de hacer y algunas barras de bar. Le quedaba muy poco dinero, pero siempre podía huir volando. Una de las ventajas de que el mundo fuese por ella.
- Ten mucho cuidado con él, Eichi. A mi parecer es una persona débil, pero el resto de miembros de los Blue no lo son… – Dijo preocupada mientras observaba la zona sin saber a dónde acercarse primero. Se fijó en que había una chica en recepción y decidió acercarse. – Habla tú mejor y pide el servicio más caro, después nos vamos. – Mencionó sacándole la lengua.
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– Eso está bien así. No tenía pensarlo buscarlo, de todas formas – le respondió mientras se encogía de hombros y bostezaba un poco.
Fue curioso el comentario de quien le vino con el chisme. Que un cazador y una pirata pudieran tener una amistad, en verdad era raro de verse por estos días. De todas formas, no diría nada. Una, porque apreciaba la amistad de la morena. Lo segundo era porque reconoció a ese nombre. Alice le había comentado que el rubio y ella tenían una fuerte amistad, así que tampoco iría con el chisme. Eso y que, además, apreciaba lo que el Yonkaikyo hacía por ella. Desgraciadamente, él y su hermana adoptiva no podían verse mucho las caras debido a su estatus como criminal, así que debía dejarle su cuidado en manos de otro y otra. Una sonrisa se formó en sus labios y negó levemente con la cabeza. Si la albina supiera lo que pensaba, probablemente se enojaría con él. Recordó, entonces, la última vez que la vio y su sonrisa desapareció de su rostro. Por culpa de su otra personalidad, se habían separado en malos términos.
Eichi suspiró y alejó esos pensamientos de su mente por el momento. Ya vería después como arreglar toda esa situación con ella. De momento su prioridad era Milena y lo que sucedía en su isla. Al cabo de unos momentos, llegaron a un enorme edificio de color rojo y con varias ventanas iluminadas. Ladeó su cabeza hacia un lado y sus ojos se mostraban abiertamente curiosos. Ciertamente, el hotel de Water Seven era casi del mismo tamaño que este, pero algo le decía que se diferenciaban en otras áreas en específico. Para su fortuna, vio como Hinori se acercaba hasta la entrada de la edificación, por lo que decidió seguirle.
Una vez dentro, el joven miraba maravillado a su alrededor. Parecía un niño al cual le estaban dando su primer juguete. Debido a no haber salir de su castillo por la mayor parte de su vida, cosas como estas le sorprendían. Escuchó las palabras de Hinori y su rostro se tornó algo serio. Colocó sus manos en los bolsillos y le dirigió la palabra.
– Como ya dije, no tengo intención de buscarlo. Con tal que no vuelva a mostrar su rostro y Milena sea feliz, no me importa lo que haga – le dijo mientras su rostro se ablandaba, mostrando sus verdaderos sentimientos por algunos segundos.
Eichi se estremeció por algunos segundos y se acercó lentamente a la mesa de recepción. Internamente, se maldecía a sí mismo y a su maldita timidez. Esto no pasaba cuando Akashi intentaba controlarlo para hacer su voluntad. Ahora todo lo desconocido llegaba a "agobiarlo" en cierto sentido. Al cabo de unos pocos minutos que para el pelirrojo fueron horas, al fin tenía la tarjeta en la mano. Según dijo aquella amble señor, servía para todos los servicios de este hotel.
– Ya la tengo, ahora podemos ir – dijo, sin tener idea alguna. Viendo que no tenía experiencia alguna, dejaría que Hinori eligiera para los dos.
Fue curioso el comentario de quien le vino con el chisme. Que un cazador y una pirata pudieran tener una amistad, en verdad era raro de verse por estos días. De todas formas, no diría nada. Una, porque apreciaba la amistad de la morena. Lo segundo era porque reconoció a ese nombre. Alice le había comentado que el rubio y ella tenían una fuerte amistad, así que tampoco iría con el chisme. Eso y que, además, apreciaba lo que el Yonkaikyo hacía por ella. Desgraciadamente, él y su hermana adoptiva no podían verse mucho las caras debido a su estatus como criminal, así que debía dejarle su cuidado en manos de otro y otra. Una sonrisa se formó en sus labios y negó levemente con la cabeza. Si la albina supiera lo que pensaba, probablemente se enojaría con él. Recordó, entonces, la última vez que la vio y su sonrisa desapareció de su rostro. Por culpa de su otra personalidad, se habían separado en malos términos.
Eichi suspiró y alejó esos pensamientos de su mente por el momento. Ya vería después como arreglar toda esa situación con ella. De momento su prioridad era Milena y lo que sucedía en su isla. Al cabo de unos momentos, llegaron a un enorme edificio de color rojo y con varias ventanas iluminadas. Ladeó su cabeza hacia un lado y sus ojos se mostraban abiertamente curiosos. Ciertamente, el hotel de Water Seven era casi del mismo tamaño que este, pero algo le decía que se diferenciaban en otras áreas en específico. Para su fortuna, vio como Hinori se acercaba hasta la entrada de la edificación, por lo que decidió seguirle.
Una vez dentro, el joven miraba maravillado a su alrededor. Parecía un niño al cual le estaban dando su primer juguete. Debido a no haber salir de su castillo por la mayor parte de su vida, cosas como estas le sorprendían. Escuchó las palabras de Hinori y su rostro se tornó algo serio. Colocó sus manos en los bolsillos y le dirigió la palabra.
– Como ya dije, no tengo intención de buscarlo. Con tal que no vuelva a mostrar su rostro y Milena sea feliz, no me importa lo que haga – le dijo mientras su rostro se ablandaba, mostrando sus verdaderos sentimientos por algunos segundos.
Eichi se estremeció por algunos segundos y se acercó lentamente a la mesa de recepción. Internamente, se maldecía a sí mismo y a su maldita timidez. Esto no pasaba cuando Akashi intentaba controlarlo para hacer su voluntad. Ahora todo lo desconocido llegaba a "agobiarlo" en cierto sentido. Al cabo de unos pocos minutos que para el pelirrojo fueron horas, al fin tenía la tarjeta en la mano. Según dijo aquella amble señor, servía para todos los servicios de este hotel.
– Ya la tengo, ahora podemos ir – dijo, sin tener idea alguna. Viendo que no tenía experiencia alguna, dejaría que Hinori eligiera para los dos.
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La morena se mantuvo callada y esperando a que volviese. Sin duda eran muy distintos. Si ella se enteraba de que dañaban tanto a un ser querido de ella, iba a reventarle la cara al culpable. Supuso que Eichi tampoco querría líos ni con la basura de un Yonkou. A ella le daba absolutamente lo mismo lo que pasara con su destino mientras pudiese seguir siendo ella misma. Soltó un suspiro mientras metía sus manos en los bolsillos y mantenía los ojos entrecerrados. El sitio era enorme y tal vez podían divertirse de miles de formas. Sus perlados orbes paseaban una y otra vez por los distintos sitios. Entonces fue cuando se fijó en lo que parecía una especie de bolera. Emitió una sonrisa dulce y esperó a que Eichi volviese con lo que tenía que traer.
En cuanto le vio aparecer le hizo un gesto para que la siguiera y entonces empezó a caminar hacia aquel enorme sitio con diversas calles y varios jugadores. Corrió hacia la máquina donde estaba la mujer que se ocupaba de las entradas y rápidamente le pidió participar con el pelirrojo. La chica le pidió rápidamente los nombres y la talla de pie que tenían para darles unos zapatos especiales que poder ponerse. La morena entonces se quedó callada algunos momentos y acto seguido emitió una sonrisa dulce. Ya sabía lo qué decir para que todo fuese muchísimo más divertido.
- Morenita y Pelirroja Sumisa.
La mujer del mostrador rio un poco por lo bajo y después asintió. La pirata también pidió la talla más grande que tuviese, así les quedarían grandes los calzados y la cosa sería mucho más graciosa. En cuanto la pista se abriese, ella saldría trotando con los informes para que Eichi no pudiese modificar el nombre que saldría en la pantalla y todo el mundo vería. Nada más llegar los entregó echando chispas y después sonrió tomando las llaves. Caminó ya calmada hasta la pista número cinco y metió en al agujero la palanca. Las bolas empezaron a salir y los nombres se encendieron en el techo, dejando a todo el mundo verlos. Hubo algunas miradas hacia el pelirrojo que hicieron a la morena reír un poco.
- Creo que te toca empezar, linda. – Dijo entonces sacándole la lengua.
En cuanto le vio aparecer le hizo un gesto para que la siguiera y entonces empezó a caminar hacia aquel enorme sitio con diversas calles y varios jugadores. Corrió hacia la máquina donde estaba la mujer que se ocupaba de las entradas y rápidamente le pidió participar con el pelirrojo. La chica le pidió rápidamente los nombres y la talla de pie que tenían para darles unos zapatos especiales que poder ponerse. La morena entonces se quedó callada algunos momentos y acto seguido emitió una sonrisa dulce. Ya sabía lo qué decir para que todo fuese muchísimo más divertido.
- Morenita y Pelirroja Sumisa.
La mujer del mostrador rio un poco por lo bajo y después asintió. La pirata también pidió la talla más grande que tuviese, así les quedarían grandes los calzados y la cosa sería mucho más graciosa. En cuanto la pista se abriese, ella saldría trotando con los informes para que Eichi no pudiese modificar el nombre que saldría en la pantalla y todo el mundo vería. Nada más llegar los entregó echando chispas y después sonrió tomando las llaves. Caminó ya calmada hasta la pista número cinco y metió en al agujero la palanca. Las bolas empezaron a salir y los nombres se encendieron en el techo, dejando a todo el mundo verlos. Hubo algunas miradas hacia el pelirrojo que hicieron a la morena reír un poco.
- Creo que te toca empezar, linda. – Dijo entonces sacándole la lengua.
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La ceja del pelirrojo tembló al escuchar el apodo que le dio la morena para los juegos. Quería objetar acerca de lo sumiso, enserio, pero sería muy hipócrita de su parte hacerlo, porque había algo de verdad en eso. En su defensa, no era culpa suya que no pudiera resistirse a esa maldita fruta, además que la mayoría de la gente lo pasaba a llevar por culpa de su ineptitud social. Un pequeño puchero se formó en su rostro por algunos segundos, para luego suspirar. Lo hecho ya estaba, y no había forma de arreglarlo. No tenía porque gustarle, sin embargo. De momento se lo guardaría. Solo tenía que aguantar y ya se vengaría tarde o temprano. Por lo de ahora y por lo del agua cuando se conocieron en Kyuuka. Solo debía ser paciente y esperar su oportunidad. No tenía porque apurarse.
Ni se molestó en correr detrás de ella, puesto que ya no había forma de arreglarlo. Eso y, además, los zapatos le incomodaban un montón. Al llegar a la pista, se fijó en que dicho horrible nombre salía en la pantalla, a la vista de todos. Su ceja tembló violentamente al sentir las miradas de alguno de los jugadores, pero no dijo nada. No tenía la personalidad suficiente para responder de alguna forma, no cuando era cien por ciento él. Akashi, por otro lado... puede que los hubiera callado de inmediato, pero no había forma que dejara salir ninguna pizca de aquella personalidad. Se había prometido a sí mismo que no lo volvería a usar, salvo que fuera como último recurso y no tuviera otra alternativa.
Se acercó a paso lento hacia la pista y tomó una de las esferas al escuchar las palabras de la morena. Frunció el ceño y miró los pinos que se erguían a la distancia. Era la primera vez que jugaba bolos, pero no era muy difícil. Por lo que sabía, solo tenía que lanzar la bola y derribar la mayoría de los pinos posibles. Al final, supuso que ganaría quien tuviera más puntos. Se acercó a la pista y apretó los dientes al escuchar los comentarios de las personas, burlándose del nombre que le había puesto Hinori para este juego.
– Tan solo ignóralos – se dijo a sí mismo.
Pensó por algunos segundos y alzó su brazo un poco. Aplicó toda la fuerza requerida y lanzó la esfera hacia los pinos. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro al ver que había derribado una gran cantidad de pinos. No lo hizo tan mal, para ser su primera vez jugando.
– Tu turno, morena – le dijo con una sonrisa al desafiante.
Ni se molestó en correr detrás de ella, puesto que ya no había forma de arreglarlo. Eso y, además, los zapatos le incomodaban un montón. Al llegar a la pista, se fijó en que dicho horrible nombre salía en la pantalla, a la vista de todos. Su ceja tembló violentamente al sentir las miradas de alguno de los jugadores, pero no dijo nada. No tenía la personalidad suficiente para responder de alguna forma, no cuando era cien por ciento él. Akashi, por otro lado... puede que los hubiera callado de inmediato, pero no había forma que dejara salir ninguna pizca de aquella personalidad. Se había prometido a sí mismo que no lo volvería a usar, salvo que fuera como último recurso y no tuviera otra alternativa.
Se acercó a paso lento hacia la pista y tomó una de las esferas al escuchar las palabras de la morena. Frunció el ceño y miró los pinos que se erguían a la distancia. Era la primera vez que jugaba bolos, pero no era muy difícil. Por lo que sabía, solo tenía que lanzar la bola y derribar la mayoría de los pinos posibles. Al final, supuso que ganaría quien tuviera más puntos. Se acercó a la pista y apretó los dientes al escuchar los comentarios de las personas, burlándose del nombre que le había puesto Hinori para este juego.
– Tan solo ignóralos – se dijo a sí mismo.
Pensó por algunos segundos y alzó su brazo un poco. Aplicó toda la fuerza requerida y lanzó la esfera hacia los pinos. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro al ver que había derribado una gran cantidad de pinos. No lo hizo tan mal, para ser su primera vez jugando.
– Tu turno, morena – le dijo con una sonrisa al desafiante.
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La joven mostró una sonrisa cuando Eichi derribó una gran cantidad de bolos. Ella no había jugado nunca, pero tenía un antojo enorme de hacerlo y por eso fue que pasó aquello. La chica entonces caminó hasta el sitio donde estaban las bolas y tomó una de tamaño enorme. Le dio un leve beso y después sonrió de forma dulce. Era el momento perfecto para debutar tirándolos todos de una sola vez. Estaba convencida de que podía hacerlo, pues ella tenía mucha fuerza. Dio un pequeño saltito y después tomó todo el aire que pudo. Mostró una expresión bastante seria y después miró una y otra vez la pista. Pelirroja sumisa se había adelantado en el marcador, pero podía superarla. Le dirigió una seria mirada a su preciosa acompañante de cabellos rojos y le guiñó el ojo.
- Atenta, princesa. Voy a terminar la primera ahora mismo.
Hinori entonces salió corriendo, pillando antes mucha carrerilla. Su velocidad era enorme y su sonrisa inspiraba confianza. En cuanto estuvo en el límite de la línea de tiro, lanzó con toda su fuerza aquella enorme bola. Todo estaba hecho, los tiraría todos. La esfera salió volando literalmente por los aires, rozando a uno de los guardias y haciendo caer al suelo a varias personas por el susto. Aquel objeto redondo atravesó una pared de madera, dejando la silueta del círculo. A continuación se escuchó el sonido de algo romperse. Su fuerza era increíble y ella no se había contenido, había roto el sistema principal. Las boleras se volvieron locas y empezaron a tener fallos eléctricos. Las luces se apagaban y volvían a los pocos segundos. Incluso en una pista se había prendido fuego. Una gota de sudor cayó por la cabeza de la joven y después tragó un poco de saliva.
- Creo que lo mejor será que nos vayamos de este sitio cuanto antes…
La chica entonces pudo ver a los guardias de seguridad empezar a acercarse y por ello activó sus alas blancas de energía. Atravesó la pared a una velocidad increíble y después el techo. Se había imbuido en haki armadura para hacerlo. Notaba los gritos tras ella y varios tipos la llamaban “La Asesina Alada”. La habían descubierto. Salió volando hacia los oscuros cielos esperando a ver si el pelirrojo la seguía. La marina no iba a tardar en llegar y no quería meterle en problemas. Eso sí, había ganado ella claramente. Tiró los bolos de todo el edificio, eso debía de ser un nuevo record.
- Atenta, princesa. Voy a terminar la primera ahora mismo.
Hinori entonces salió corriendo, pillando antes mucha carrerilla. Su velocidad era enorme y su sonrisa inspiraba confianza. En cuanto estuvo en el límite de la línea de tiro, lanzó con toda su fuerza aquella enorme bola. Todo estaba hecho, los tiraría todos. La esfera salió volando literalmente por los aires, rozando a uno de los guardias y haciendo caer al suelo a varias personas por el susto. Aquel objeto redondo atravesó una pared de madera, dejando la silueta del círculo. A continuación se escuchó el sonido de algo romperse. Su fuerza era increíble y ella no se había contenido, había roto el sistema principal. Las boleras se volvieron locas y empezaron a tener fallos eléctricos. Las luces se apagaban y volvían a los pocos segundos. Incluso en una pista se había prendido fuego. Una gota de sudor cayó por la cabeza de la joven y después tragó un poco de saliva.
- Creo que lo mejor será que nos vayamos de este sitio cuanto antes…
La chica entonces pudo ver a los guardias de seguridad empezar a acercarse y por ello activó sus alas blancas de energía. Atravesó la pared a una velocidad increíble y después el techo. Se había imbuido en haki armadura para hacerlo. Notaba los gritos tras ella y varios tipos la llamaban “La Asesina Alada”. La habían descubierto. Salió volando hacia los oscuros cielos esperando a ver si el pelirrojo la seguía. La marina no iba a tardar en llegar y no quería meterle en problemas. Eso sí, había ganado ella claramente. Tiró los bolos de todo el edificio, eso debía de ser un nuevo record.
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Eichi presentía que había algo mal. Lo había sentido desde que vio a Hinori besa la bola por alguna razón. Por otro lado, le extrañaba que algunos hombres (y mujeres) miraran a la morena de aquella forma rara. Ladeó su cabeza, mostrando algo de inocencia, pero luego se encogió de hombros y decidió dejar el tema de lado. En fin, la sensación seguía. Conocía la fuerza de la morena y, al ver que tomaba vuelo, no pudo evitar estremecerse. Inconscientemente activó su mantra para predecir lo que sucedería, y no pudo evitar estremecerse. No, tiraría con demasiada fuerza. El pelirrojo hizo un además para detener a la pirata, pero fue un esfuerzo completamente en vano. Con desesperación, vio como soltaba la bola y esta seguía un trayecto destructivo.
La bola salió volando hacia cualquier parte, menos hacia los pinos. Rozó a un guardia y varias personas se cayeron debido a la impresión... ¿y como mierda había tenido tal precisión? La bola finalmente había golpeado el sistema principal y provocó un enorme falló. Las esferas de bolo se volvieron locas y las luces del lugar parpadeaban. Y... ¿acaso era eso fuego? En efecto, una de las pistas se estaba incendiando por algún extraño motivo. Una gota de sudor bajó por su sien al ver todo el caos provocado, sin intención alguna, por la morena.
– Creo que debería irme... – murmuró un nervioso pelirrojo.
No era estúpido. Sabía de sobra que todo esto llamaría la atención de los marines, y no podía darse el lujo de atraer su atención hacia él. De por sí, ya estaba con libertad condicional. Todos pasaban de él debido a su escaso precio, lo cual agradecía. Si los marines lo veían, probablemente su recompensa volvería a subir. Con eso en mente, pasó a su forma voladora y siguió a Hinori por los cielos. Por suerte, había dejado un camino al atravesar la pared y los muros.
La bola salió volando hacia cualquier parte, menos hacia los pinos. Rozó a un guardia y varias personas se cayeron debido a la impresión... ¿y como mierda había tenido tal precisión? La bola finalmente había golpeado el sistema principal y provocó un enorme falló. Las esferas de bolo se volvieron locas y las luces del lugar parpadeaban. Y... ¿acaso era eso fuego? En efecto, una de las pistas se estaba incendiando por algún extraño motivo. Una gota de sudor bajó por su sien al ver todo el caos provocado, sin intención alguna, por la morena.
– Creo que debería irme... – murmuró un nervioso pelirrojo.
No era estúpido. Sabía de sobra que todo esto llamaría la atención de los marines, y no podía darse el lujo de atraer su atención hacia él. De por sí, ya estaba con libertad condicional. Todos pasaban de él debido a su escaso precio, lo cual agradecía. Si los marines lo veían, probablemente su recompensa volvería a subir. Con eso en mente, pasó a su forma voladora y siguió a Hinori por los cielos. Por suerte, había dejado un camino al atravesar la pared y los muros.
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