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Al fin había amanecido en aquella isla helada. El cazador había terminado su pequeña conversación y paseo con Alice y ahora era el momento de volver a casa. Había atrapado a algunos maleantes aquella noche y por lo menos con eso se iría bastante a gusto. En su rostro podía verse una sonrisa como habitualmente llevaba. Sus cabellos estaban echados hacia atrás y portaba sus gafas de Sol. Vestía con un chaleco de cuero y dentro con una camiseta del mismo material. Dentro portaba cargadores por todos lados, era un tipo que iba armado hasta los dientes. En su cintura podían verse sus pistolas, el revólver y algunos cargadores más. Lo mejor lo llevaba atado a su espalda. Una Galil de combate en perfecto estado y de buena calidad. También llevaba unas botas militares y un pantalón oscuro. El miembro del Saigo parecía un jodido cazador de vampiros en versión moderna.
Sus pasos se escuchaban despacio debido a la nieve. Podía teletransportarse, pero debido a la buena mañana que hacía se le había ocurrido la idea de desayunar en el puerto. Su pequeña peliblanca debía de haberse ido ya o tal vez no. Se alegraba de haberla podido ayudar con los problemas que había percibido en su alma y los leves cambios de color. No permitiría que nunca le pasase nada y por ello era su guardián. Se rascó un poco la cabeza y después soltó un enorme bostezo mezcla de pereza y algo de sueño. Había dormido diez horas, pero el muy bruto continuaba queriendo tumbarse. Ahora que lo pensaba, quería tomarse unos días libres después de la terrible guerra que había tenido que aguantar. En ella se dedicó a viajar, evitar misiles raros y a combatir contra estatuas gigantes. Al menos tuvo la ayuda de Taiga y Alice durante todo el proceso de combate.
- Ya estás pensando en comer… Deberías ponerte a diese y mejorar mucho más tu musculatura. Deberías escuchar la historia del arcángel “Masa Prodigiosa” – Resonó la voz del serafín en su cabeza.
- Estoy cómodo con mi cuerpo. Así puedo moverme mucho más rápido y a la hora de recargar me es demasiado agradable. No necesito volverme un Taiga de la vida… – Respondió el pistolero en voz alta mientras entrecerraba los ojos y soltaba un suspiro.
El rubio al fin pudo ver el puerto a lo lejos. Una churrería podía ser ideal para comer algo rico, churros. Si además podía mojarlos en chocolate caliente habría triunfado. Soltó una pequeña carcajada y de repente, empezó a correr. Sus huellas se quedaban marcadas en la nieve. Su velocidad incluso sin activar ningún poder era exagerada. El tirador se caracterizaba por aquello precisamente. Entonces pudo ver un enorme círculo en la nieve de al menos unos treinta metros a la redonda. Parecía un coliseo a escala hecho por adolescentes seguramente para combatir. Cuando vio unos cuantos palos de madera por el suelo lo confirmó y soltó una pequeña sonrisa mientras cogía uno y se quedaba mirándolo.
- Cierto es que hace mucho tiempo que no tengo una pelea en serio. Debería buscar a alguien capaz de ponerme contra las cuerdas y de paso estrenar mi Galil. – Dijo entonces mientras sonreía de forma calmada.
Sus pasos se escuchaban despacio debido a la nieve. Podía teletransportarse, pero debido a la buena mañana que hacía se le había ocurrido la idea de desayunar en el puerto. Su pequeña peliblanca debía de haberse ido ya o tal vez no. Se alegraba de haberla podido ayudar con los problemas que había percibido en su alma y los leves cambios de color. No permitiría que nunca le pasase nada y por ello era su guardián. Se rascó un poco la cabeza y después soltó un enorme bostezo mezcla de pereza y algo de sueño. Había dormido diez horas, pero el muy bruto continuaba queriendo tumbarse. Ahora que lo pensaba, quería tomarse unos días libres después de la terrible guerra que había tenido que aguantar. En ella se dedicó a viajar, evitar misiles raros y a combatir contra estatuas gigantes. Al menos tuvo la ayuda de Taiga y Alice durante todo el proceso de combate.
- Ya estás pensando en comer… Deberías ponerte a diese y mejorar mucho más tu musculatura. Deberías escuchar la historia del arcángel “Masa Prodigiosa” – Resonó la voz del serafín en su cabeza.
- Estoy cómodo con mi cuerpo. Así puedo moverme mucho más rápido y a la hora de recargar me es demasiado agradable. No necesito volverme un Taiga de la vida… – Respondió el pistolero en voz alta mientras entrecerraba los ojos y soltaba un suspiro.
El rubio al fin pudo ver el puerto a lo lejos. Una churrería podía ser ideal para comer algo rico, churros. Si además podía mojarlos en chocolate caliente habría triunfado. Soltó una pequeña carcajada y de repente, empezó a correr. Sus huellas se quedaban marcadas en la nieve. Su velocidad incluso sin activar ningún poder era exagerada. El tirador se caracterizaba por aquello precisamente. Entonces pudo ver un enorme círculo en la nieve de al menos unos treinta metros a la redonda. Parecía un coliseo a escala hecho por adolescentes seguramente para combatir. Cuando vio unos cuantos palos de madera por el suelo lo confirmó y soltó una pequeña sonrisa mientras cogía uno y se quedaba mirándolo.
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– ¿Es cierta esta información? – Preguntó Misa mientras miraba al horizonte, vislumbrando la helada isla que venía a continuación.
– Sí, capitana. Hemos confirmado que el Yonkaikyo Kasai Kuro se encuentra en esta isla – le respondió un recluta mientras le pasaba un informe. – ¿Por qué nos hizo partir tan rápido como obtuvo esta información? – Le cuestionó mientras ella se arreglaba su abrigo y sus guantes.
– No es que sea un secreto, pero yo era parte de su gremio y creo que le debo una explicación. Quiero ver si puedo conversar con él, es todo.
– Entonces supongo que bajara sola, ¿no? Debería dejar ese mal hábito. – Le respondió con una suave risa.
– En este caso, no puedo no bajar sola. Ustedes pueden pasear por la isla y mantener el orden de ser necesario. Llevaré un den den mushi conmigo, así que cualquier cosa, solo llámenme y correré a ayudar.
El barco no tardó en llegar y ella bajó de un salto mientras sus hombres hacían todo lo necesario para dejar el barco en buen estado. Suspiró con calma y empezó a caminar. Vestía con un gran abrigo rojo, unas botas a juego con este y en sus manos se vislumbran unos guanteles. ”Este es el único recuerdo de Aslaug, no pienso perderlos” – se dijo mientras se los acomodaba. El viaje, esperaba, que valiera la pena. Hace mucho que no veía a Kasai y siempre sintió que debía un tema pendiente entre ellos y este era el momento para conversar. ¿Si quiera él querría hacerlo? No lo tenía del todo claro, ella solo se fue y desapareció de su vida, sin ninguna explicación más que una carta que no fue respondida. Supo de él porque era de los pocos cazadores que resaltaban y también supo que participó en la guerra.
Desplegó su haki mantra con la única idea de poder detectar a Kasai mucho más rápido. No era alguien débil y, seguramente, fuera el más fuerte de toda la isla, así que era el método más eficaz para encontrarlo. ”Espero hacerlo pronto” – pensó con calma. Caminaba con una sonrisa en su rostro. La gabardina de capitana la portaba con cierto orgullo y la gente a su alrededor se iba alejando. Suspiró con tranquilidad y no tardó en llegar a un lugar bastante… Interesante. Una especie de coliseo hecho por unos niños.
– Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad, Kasai? – Le dijo con tranquilidad mientras que se dejaba ver entre el tumulto de gente. El público se alejó de ellos y un silencio incomodo se hizo en el lugar.
– Sí, capitana. Hemos confirmado que el Yonkaikyo Kasai Kuro se encuentra en esta isla – le respondió un recluta mientras le pasaba un informe. – ¿Por qué nos hizo partir tan rápido como obtuvo esta información? – Le cuestionó mientras ella se arreglaba su abrigo y sus guantes.
– No es que sea un secreto, pero yo era parte de su gremio y creo que le debo una explicación. Quiero ver si puedo conversar con él, es todo.
– Entonces supongo que bajara sola, ¿no? Debería dejar ese mal hábito. – Le respondió con una suave risa.
– En este caso, no puedo no bajar sola. Ustedes pueden pasear por la isla y mantener el orden de ser necesario. Llevaré un den den mushi conmigo, así que cualquier cosa, solo llámenme y correré a ayudar.
El barco no tardó en llegar y ella bajó de un salto mientras sus hombres hacían todo lo necesario para dejar el barco en buen estado. Suspiró con calma y empezó a caminar. Vestía con un gran abrigo rojo, unas botas a juego con este y en sus manos se vislumbran unos guanteles. ”Este es el único recuerdo de Aslaug, no pienso perderlos” – se dijo mientras se los acomodaba. El viaje, esperaba, que valiera la pena. Hace mucho que no veía a Kasai y siempre sintió que debía un tema pendiente entre ellos y este era el momento para conversar. ¿Si quiera él querría hacerlo? No lo tenía del todo claro, ella solo se fue y desapareció de su vida, sin ninguna explicación más que una carta que no fue respondida. Supo de él porque era de los pocos cazadores que resaltaban y también supo que participó en la guerra.
Desplegó su haki mantra con la única idea de poder detectar a Kasai mucho más rápido. No era alguien débil y, seguramente, fuera el más fuerte de toda la isla, así que era el método más eficaz para encontrarlo. ”Espero hacerlo pronto” – pensó con calma. Caminaba con una sonrisa en su rostro. La gabardina de capitana la portaba con cierto orgullo y la gente a su alrededor se iba alejando. Suspiró con tranquilidad y no tardó en llegar a un lugar bastante… Interesante. Una especie de coliseo hecho por unos niños.
– Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad, Kasai? – Le dijo con tranquilidad mientras que se dejaba ver entre el tumulto de gente. El público se alejó de ellos y un silencio incomodo se hizo en el lugar.
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El cazador continuaba observando aquella obra de arte con las manos metidas en los bolsillos. El Sol resultaba ser agradable y al fin no parecía un tipo raro por ir siempre con aquellas gafas que escondían sus terribles ojos. Un ser celestial con ojos parecidos a los de un demonio, ironía. Se mantuvo calmado hasta que escuchó una voz. No tardó mucho en ladear la cabeza y ver de quién se trataba. Como si de una onda expansiva se tratase, el haki de observación del cazador se extendió al máximo y se centró en ella. No podía creerse que aquella persona estuviese frente a sus ojos. Notó a su ser interior ponerse bastante serio también y ambos se dejaron de bromas. No podía creer que osara acercarse después de su traición. Largarse a la marina después de haber asistido a la reunión y haber escuchado todo. Pudo irse de hecho antes o antes de que empezara lo importante, pero ella estuvo en gran parte.
El silencio surgió entonces en toda la isla, pues las personas se habían ido y ahora tan solo quedaban dos personas mirándose. El rubio puso su expresión más seria. Introdujo ambas manos en los bolsillos y después esperó pacientemente a ver lo que ocurría. Sus dorados ojos la observaba desde detrás de sus oscuras lentes. La chica de uno de sus mejores amigos. Él y Taiga no querían saber nada de ella, pues ambos habían deducido que se trataba de una persona egocéntrica, engreída y algo tonta. Con cara bonita, pero eso no le afectaba a él. La seriedad se podía palpar en el ambiente. Un leve viento zarandeó entonces la chaqueta de cuero del tirador. Kasai se llevó la mano derecha a las gafas de Sol y lentamente las retiró. Él nunca había mostrado aquellos ojos a otras personas, salvo a Alice. Unos demoníacos orbes dorados con forma parecida a la de un reptil se clavaron en los de la chica.
- No tanto como me gustaría, Amane Misa.
Dijo con un tono de voz normalito mientras un aura blanca rodeaba al cazador. Su chaqueta empezó a ondear y ya no solo por el viento. Sus brazos emitían brillos de luz leves, haciendo el amago de convertirse. Finalmente se mantuvo en forma normal mientras continuaba con la mano en el bolsillo y con la otra agarrando las gafas. Notaba una sensación incómoda. La traición era algo que no toleraba y que hacía el mundo un sitio horrible. No había excusa para lo que hizo. Kasai no era tonto y sospechaba que ella traicionaría a Xemnas y a la marina en cuanto pudiese. No entendía la razón de que el alma de la joven no fuese negra. Su fruta a veces podía tener fallos por lo que se veía. El cazador se colocó de nuevo sus gafas para después quedarse mirándole fijamente.
- ¿Puede dejarme pasar, señor marine? – Dijo al mismo tiempo que alzaba un poco la ceja derecha y se mantenía frío en su posición.
El silencio surgió entonces en toda la isla, pues las personas se habían ido y ahora tan solo quedaban dos personas mirándose. El rubio puso su expresión más seria. Introdujo ambas manos en los bolsillos y después esperó pacientemente a ver lo que ocurría. Sus dorados ojos la observaba desde detrás de sus oscuras lentes. La chica de uno de sus mejores amigos. Él y Taiga no querían saber nada de ella, pues ambos habían deducido que se trataba de una persona egocéntrica, engreída y algo tonta. Con cara bonita, pero eso no le afectaba a él. La seriedad se podía palpar en el ambiente. Un leve viento zarandeó entonces la chaqueta de cuero del tirador. Kasai se llevó la mano derecha a las gafas de Sol y lentamente las retiró. Él nunca había mostrado aquellos ojos a otras personas, salvo a Alice. Unos demoníacos orbes dorados con forma parecida a la de un reptil se clavaron en los de la chica.
- No tanto como me gustaría, Amane Misa.
Dijo con un tono de voz normalito mientras un aura blanca rodeaba al cazador. Su chaqueta empezó a ondear y ya no solo por el viento. Sus brazos emitían brillos de luz leves, haciendo el amago de convertirse. Finalmente se mantuvo en forma normal mientras continuaba con la mano en el bolsillo y con la otra agarrando las gafas. Notaba una sensación incómoda. La traición era algo que no toleraba y que hacía el mundo un sitio horrible. No había excusa para lo que hizo. Kasai no era tonto y sospechaba que ella traicionaría a Xemnas y a la marina en cuanto pudiese. No entendía la razón de que el alma de la joven no fuese negra. Su fruta a veces podía tener fallos por lo que se veía. El cazador se colocó de nuevo sus gafas para después quedarse mirándole fijamente.
- ¿Puede dejarme pasar, señor marine? – Dijo al mismo tiempo que alzaba un poco la ceja derecha y se mantenía frío en su posición.
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Sintió como es la que tensión en el ambiente aumentaba de forma inesperada. No se inmutó por ese hecho, todo lo contrario, era justo como esperaba que iba a suceder todo. Entendía, un poco, el daño que había causado. ”Bueno… Ya es algo, creo” – pensó con calma mientras se relajaba. Muy pocas veces se sentía incómoda ante una situación, salvo en esta. Era la culpable y no tenía la cara como para pararse frente a él, mucho menos tratar de hablar sobre algo que no tenía forma de convencer a otro. Para ella todo tenía un sentido, una lógica, pero para cualquier otro era una traición y eso lo sabía mejor que nadie. Se quedó callada, escuchando las palabras de Kasai. Su tono era bastante serio y, aunque le había sorprendido el hecho de que casi se transforma, se tranquilizó un poco al ver que no se fue.
– Te he estado buscando y también tratando de encontrar alguna forma de poder hablar contigo, Kasai – le dijo, agachando la cabeza. – Soy consciente de lo que hice – tomó una ligera pausa, tratando de poder seguir hilando sus palabras. – Debo decir que no estaba del todo convencida, pero han pasado muchas cosas y quiero tratar de arreglar todo el daño que he causado. – Su tono era relajado, pero con un poco de pena. Desde que se separaron hasta el final de la guerra que había entendido que no podía seguir así, que era el momento de crecer.
Un poco de viento pasó entre los dos. No había ignorado su última pregunta, de hecho… Estaba tratando de encontrar alguna forma de poder convencerlo para que se quedara. Bien sabía que él podía irse en cuanto lo deseara, pero quería agotar hasta el último minuto esta oportunidad única. No se iba a rendir tan fácilmente. Lo miró a los ojos, con voluntad y con fuerza. De verdad quería tratar de explicarlo los sucesos, el por qué había accedido a formar parte de la marina y, también, recuperar a uno de sus amigos.
– Eres libre de irte, Kasai. No tengo ninguna forma de retenerte – suspiró con tranquilidad y mostró una suave sonrisa. – Solo quiero que me escuches… Un minuto basta y sobra. Aunque claro, entenderé si te vas y no me quieres volver a ver.
– Te he estado buscando y también tratando de encontrar alguna forma de poder hablar contigo, Kasai – le dijo, agachando la cabeza. – Soy consciente de lo que hice – tomó una ligera pausa, tratando de poder seguir hilando sus palabras. – Debo decir que no estaba del todo convencida, pero han pasado muchas cosas y quiero tratar de arreglar todo el daño que he causado. – Su tono era relajado, pero con un poco de pena. Desde que se separaron hasta el final de la guerra que había entendido que no podía seguir así, que era el momento de crecer.
Un poco de viento pasó entre los dos. No había ignorado su última pregunta, de hecho… Estaba tratando de encontrar alguna forma de poder convencerlo para que se quedara. Bien sabía que él podía irse en cuanto lo deseara, pero quería agotar hasta el último minuto esta oportunidad única. No se iba a rendir tan fácilmente. Lo miró a los ojos, con voluntad y con fuerza. De verdad quería tratar de explicarlo los sucesos, el por qué había accedido a formar parte de la marina y, también, recuperar a uno de sus amigos.
– Eres libre de irte, Kasai. No tengo ninguna forma de retenerte – suspiró con tranquilidad y mostró una suave sonrisa. – Solo quiero que me escuches… Un minuto basta y sobra. Aunque claro, entenderé si te vas y no me quieres volver a ver.
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Kasai permaneció serio en todo momento mientras miraba a los ojos de la joven. Su postura no iba a cambiar en ningún momento. No le apetecía sonreír en presencia de alguien similar al mismísimo Judas. De nuevo el viento empezó a mecer su chaqueta mientras su ceño se fruncía ligeramente. La rubia no llegaba al punto de Émile, pero sabía de sobra que no podía confiar en sus palabras. Él no tenía nada en contra de Xemnas por ella, pero estaba claro que nunca iría a una boda o fiesta con ambos juntos. Se mantuvo a la espera mientras comenzaba a aburrirse y deseando que la capitana se apartase de su camino y pudiese caminar hacia el puerto. Quería desayunar y largarse de allí para empezar con alguna otra cacería en otro lugar. Estaba un poco harto del clima nevado de aquel sitio, aunque lo prefería antes que uno caluroso como Arabasta.
¿Buscarle? ¿Reparar el daño? La grieta era insoldable. Siempre puso dar con él a través de Xemnas, si había esperado incluso después de una guerra no tenía sentido. El pistolero sacó las manos de los bolsillos y se cruzó de brazos. No sabía lo que pretendía y no tardó en anular el poder de ver las almas. No quería ver color bueno era una persona que sabía que estaba podrida. Le pidió un minuto para hablar y eso hizo que el tirador ladease un poco la cabeza. De hecho, ya estaba tardando en empezar. El cazador expandió todo su haki lo posible por si se trataba de una trampa y después de aquello se mantuvo firme. No habría forma de que él cediese a su propia forma de ser. Arrugó ligeramente la nariz y estuvo en silencio unos leves instantes. Finalmente soltó un enorme suspiro.
- Tienes treinta segundos, pero no hay nada que puedas reparar.
Dijo con un tono de voz normal pese a su expresión. Escuchó al ser de luz de su interior preguntarle si estaba seguro de aquello y él simplemente se dedicó a asentir. De hecho, si activó su mantra era para estar atento a si se trataba de una trampa para liquidarle. No se fiaba nada de ella y menos después de saber que iba a por Émile. Nadie le decía que era una espía después de su huida. Ese estúpido de Xemnas era un confiado y se había dejado llevar por una cara bonita.
¿Buscarle? ¿Reparar el daño? La grieta era insoldable. Siempre puso dar con él a través de Xemnas, si había esperado incluso después de una guerra no tenía sentido. El pistolero sacó las manos de los bolsillos y se cruzó de brazos. No sabía lo que pretendía y no tardó en anular el poder de ver las almas. No quería ver color bueno era una persona que sabía que estaba podrida. Le pidió un minuto para hablar y eso hizo que el tirador ladease un poco la cabeza. De hecho, ya estaba tardando en empezar. El cazador expandió todo su haki lo posible por si se trataba de una trampa y después de aquello se mantuvo firme. No habría forma de que él cediese a su propia forma de ser. Arrugó ligeramente la nariz y estuvo en silencio unos leves instantes. Finalmente soltó un enorme suspiro.
- Tienes treinta segundos, pero no hay nada que puedas reparar.
Dijo con un tono de voz normal pese a su expresión. Escuchó al ser de luz de su interior preguntarle si estaba seguro de aquello y él simplemente se dedicó a asentir. De hecho, si activó su mantra era para estar atento a si se trataba de una trampa para liquidarle. No se fiaba nada de ella y menos después de saber que iba a por Émile. Nadie le decía que era una espía después de su huida. Ese estúpido de Xemnas era un confiado y se había dejado llevar por una cara bonita.
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– Cuando me mandaste por el supernova, llegué a una isla que no estaba en el Nuevo Mundo. Tuve suerte en encontrarlo, vaya – le dijo mientras iba recordando esa aventura. – En dicha isla, conocí a mi maestro, un ex vicealmirante de la Marina, Furuta Ryo. No hubiera cambiado nada de no ser por un detalle… – suspiró para calmarse. – Él había estado investigando sobre mi pasado, él tenía pistas que yo no tenía e incluso dejó un diario con todo el resultado de ello. Siempre quiso conocerme y ayudarme, pero al leer todo… Me dejó con más dudas que respuestas – no tenía mucho tiempo como para perderlo. – Luego de derrotar al supernova, mi maestro se comunicó con otra vicealmirante y le pidió que me dejara entrar en la marina. Fue una gran ayuda, la verdad… Había información que no hubiera obtenido si fuera una cazadora, ser marine, además, me protege de mis enemigos – lo que iba a decir era un secreto que ni Xemnas sabía. – Mi enemigo es el mismo Gobierno Mundial. Hay un involucrado, mi hermano mayor, que está moviendo los hilos desde adentro. Él pensó en todo eso y por eso se adelantó a él y quiso meterme a la Marina. – Listo, los treinta segundos ya habían acabado.
Suspiró y apretó sus puños. Era algo que debía decírselo mucho antes, pero nunca tuvo la oportunidad. Ser marine y ser capitana era algo bastante agotador. ”Luego le tendré que decir todo esto a Xemnas” – pensó con calma. Ahora dependía de Kasai creer o no, pero esperaba que lo hiciera… De verdad que lo esperaba. Se movió a un lado, dejándole el paso libre al Yonkaikyo. Ya no había nada más como para poder detenerlo y, pasara lo que pasara, sabía que no iba a lograr convencerlo o algo así. El daño ya estaba hecho… Pero, al menos, quería que entendiera la razón de por qué se unió a la Marina.
– Eso es todo, Kasai – le dijo con calma. – Puedes irte si deseas… No tengo nada más que decir – suspiró y sonrió con amabilidad. – Gracias por tu tiempo.
Suspiró y apretó sus puños. Era algo que debía decírselo mucho antes, pero nunca tuvo la oportunidad. Ser marine y ser capitana era algo bastante agotador. ”Luego le tendré que decir todo esto a Xemnas” – pensó con calma. Ahora dependía de Kasai creer o no, pero esperaba que lo hiciera… De verdad que lo esperaba. Se movió a un lado, dejándole el paso libre al Yonkaikyo. Ya no había nada más como para poder detenerlo y, pasara lo que pasara, sabía que no iba a lograr convencerlo o algo así. El daño ya estaba hecho… Pero, al menos, quería que entendiera la razón de por qué se unió a la Marina.
– Eso es todo, Kasai – le dijo con calma. – Puedes irte si deseas… No tengo nada más que decir – suspiró y sonrió con amabilidad. – Gracias por tu tiempo.
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No encontró lógica a nada de lo que dijo, como ya se esperaba ¿Su hermano? ¿Había entrado a la marina por eso? No podía pedirle ayuda a Xemnas desde fuera. No podía pedirle a él que investigara gracias a su posición de yonkaikyo. No podía hacer aquello antes de la reunión. Era mejor saber información privada sobre Émile y después largarse sin decir nada. Para Kasai aquello era una jodida traición en toda regla. Había dejado atrás a un amigo, si es que algún día le consideró así, para meterse en otro lugar por conveniencia. Además ¿Xemnas sabría que el enemigo de la mujer era el gobierno? No, imposible. El Vice-almirante siempre decía que Misa creía en la justicia como él y que ambos levantarían el gobierno juntos. De hecho, él nunca dijo nada de un cuñado. Aquello podía poner a su amigo incluso en peligro de perder su puesto, reputación y legalidad.
El tirador no iba a permitir que uno de sus camaradas pasase a tener un cartel sobre su cabeza. No pudo evitar fruncir el ceño al escuchar sus palabras y acto seguido metió la mano derecha en el bolsillo, acariciando su comunicador. Aquello estaba siendo demasiado malo incluso para él, pues la cosa podía ponerse seria. Tal vez el gobierno no era tan limpio, pero era mucho mejor que la chusma de los mares. Si ella se rebelaba sería una enemiga más y eso haría al marine rubio enloquecer. Todo aquello era demasiado complicado y empezaba a corroborar sus teorías. Su alma parecía buena, pero esa persona estaba podrida. Pensaba en ella misma y además, encima tenía la osadía de ponerse tan tranquila.
- Borra esa sonrisa de la cara. Lo único que yo he entendido de ahí es que traicionaste a quien te acogió por un Vice-Almirante que te ofreció un trato mejor. Un grupo está para ayudarse mutuamente, pero tú pensaste en ti misma y te fuiste. Encima hay algo que me cabrea ¿Qué estás haciendo con Xemnas? ¿Sabe que tu enemigo es el gobierno mundial y lo de tu hermano? ¡No se te ocurra jugar con él!
Gritó el cazador sacando su pistola y apuntando directamente a la mujer con el ceño fruncido. Quitó el seguro al arma y apretó los dientes. No tenía pruebas algunas contra ella para informar al gobierno de su “traición”, pero esperaba que su palabra valiese al menos con el Vice-Almirante, aunque con lo colado que estaba con esa arpía lo tenía muy complicado. La mano del rubio temblaba un poco y además, notaba la voz del arcángel en su mente.
- Chico, su alma no es maligna ¿Estás seguro de esto? Estás apuntando a un capitán de la marina con un arma de fuego. Podrías terminar en la lista de criminales tú también.
El pistolero frunció el ceño y continuó apuntando a la mujer mientras notaba algo de enfado. Debía relajarse y por ello empezó a respirar con fuerza y a bajar la mano despacio. Tenía que calmarse. El superior del atontado de su amigo era un Vice-Almirante también. Si podía hablar con él, tal vez… No, joder, Xemnas caería en una profunda depresión. No había nada que poder hacer para que el chico no terminase mal.
- Xemnas es fiel a la marina y al gobierno mundial. Es una persona que busca la justicia y la paz. Si llegara a enterarse de que tú tienes como enemigo lo que él defiende… No quiero saber lo que pasaría. Me importa poco tu posición y que me traicionases a mí, pero como le hagas daño a ese chico, te meteré una bala en la cabeza. El gobierno no se quedará quieto cuando sepa de tus palabras, Amane. Puedes tener una cara bonita, pero a nosotros no nos engañas. Misa Amane, quedas detenida. pon las manos en alto. – Terminó de decir cogiendo el comunicador. Estaba claro que era una amenaza.
El tirador no iba a permitir que uno de sus camaradas pasase a tener un cartel sobre su cabeza. No pudo evitar fruncir el ceño al escuchar sus palabras y acto seguido metió la mano derecha en el bolsillo, acariciando su comunicador. Aquello estaba siendo demasiado malo incluso para él, pues la cosa podía ponerse seria. Tal vez el gobierno no era tan limpio, pero era mucho mejor que la chusma de los mares. Si ella se rebelaba sería una enemiga más y eso haría al marine rubio enloquecer. Todo aquello era demasiado complicado y empezaba a corroborar sus teorías. Su alma parecía buena, pero esa persona estaba podrida. Pensaba en ella misma y además, encima tenía la osadía de ponerse tan tranquila.
- Borra esa sonrisa de la cara. Lo único que yo he entendido de ahí es que traicionaste a quien te acogió por un Vice-Almirante que te ofreció un trato mejor. Un grupo está para ayudarse mutuamente, pero tú pensaste en ti misma y te fuiste. Encima hay algo que me cabrea ¿Qué estás haciendo con Xemnas? ¿Sabe que tu enemigo es el gobierno mundial y lo de tu hermano? ¡No se te ocurra jugar con él!
Gritó el cazador sacando su pistola y apuntando directamente a la mujer con el ceño fruncido. Quitó el seguro al arma y apretó los dientes. No tenía pruebas algunas contra ella para informar al gobierno de su “traición”, pero esperaba que su palabra valiese al menos con el Vice-Almirante, aunque con lo colado que estaba con esa arpía lo tenía muy complicado. La mano del rubio temblaba un poco y además, notaba la voz del arcángel en su mente.
- Chico, su alma no es maligna ¿Estás seguro de esto? Estás apuntando a un capitán de la marina con un arma de fuego. Podrías terminar en la lista de criminales tú también.
El pistolero frunció el ceño y continuó apuntando a la mujer mientras notaba algo de enfado. Debía relajarse y por ello empezó a respirar con fuerza y a bajar la mano despacio. Tenía que calmarse. El superior del atontado de su amigo era un Vice-Almirante también. Si podía hablar con él, tal vez… No, joder, Xemnas caería en una profunda depresión. No había nada que poder hacer para que el chico no terminase mal.
- Xemnas es fiel a la marina y al gobierno mundial. Es una persona que busca la justicia y la paz. Si llegara a enterarse de que tú tienes como enemigo lo que él defiende… No quiero saber lo que pasaría. Me importa poco tu posición y que me traicionases a mí, pero como le hagas daño a ese chico, te meteré una bala en la cabeza. El gobierno no se quedará quieto cuando sepa de tus palabras, Amane. Puedes tener una cara bonita, pero a nosotros no nos engañas. Misa Amane, quedas detenida. pon las manos en alto. – Terminó de decir cogiendo el comunicador. Estaba claro que era una amenaza.
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Se puso seria. ¿Se habría equivocado al contarle todo? Todo indicaba que sí. Sus ojos se pusieron un poco más fríos. Escuchó las palabras de Kasai, pero ni se inmutó aun cuando él sacó su pistola y la apuntó. No activó su haki, nada. ¿Para qué? Era una tontería. No, claro que Xemnas no sabía todos los detalles. ¿Interesada? Podía ser, no lo negaba. Vio una buena oportunidad de aclarar su pasado y no la quiso desaprovechar… No, no podía desaprovecharla. Ni ella sabía bien cómo es que iba a acabar todo, pero siempre, desde que se enteró que su enemigo era alguien del Gobierno Mundial, entendió que su cabeza iba a tener precio algún día futuro. Suspiró, tenía que calmarse.
– No, claro que no lo sabe – le dijo, agachando la cabeza, ignorando sus últimas palabras. ¿Cómo le podía decir algo así? Lo conocía bastante bien. – No puedo colocarlo en riesgo. Sabe algunas cosas, pero no todos los detalles. Ni yo soy capaz de imaginar su reacción al saber que mi hermano es parte del Gobierno Mundial – las cosas se estaban complicando bastante. No se esperaba tal giro en los acontecimientos. – De hecho, salvando tú… Nadie más sabe tantos detalles. – Le dijo, con un poco de seriedad. No lo negaba, estaba un poco nerviosa de cómo iba a terminar todo.
Una suave brisa de viento pasó entre los dos. Vio en la mano de Kasai un den den mushi. ¿A quién pensaba llamar? Si era detenida ahora, todos sus avances serían en vano. Con un precio por su cabeza, sería un blanco fácil y no solo eso… Perdería la única forma de detener a su hermano. Su corazón empezó a bombear más sangre de lo usual, la adrenalina se estaba acelerando y se quedó en silencio. Estaba entre la espada y la pared. Volvió a suspirar, su mirada no se alejaba de Kasai, guardó sus dos manos en los bolsillos. Estaba con la guardia baja, pero su postura, por una primera vez, denotaba cierta confianza. ¿Confianza en qué? Ella si veía capaz de que el Yonkaikyo jalara el gatillo.
– Hablas de justicia y de defender el bien. Es lo que yo quiero hacer… Mi hermano no puede seguir libre. Él junto a otros, es responsable de destruir una isla entera y matar a todos sus habitantes. No tengo otra forma de acercarme a él… – se quedó en silencio unos segundos. – Cuando acabe todo y si es necesario hacerlo, yo misma me entregaré. Nunca esperé que yo siguiera libre una vez me enteré de todo lo que sé – una ligera pausa. – Si quieres un Gobierno más justo, debes dejarme detener a ese sujeto – su tono, igual que el de antes, era serio. – Nunca fue mi intención hacerle daño a alguien. Tampoco pienso involucrar a nadie en esto. Esta es mi lucha personal… Mi lucha contra mi destino y mis cadenas de mi pasado.
– No, claro que no lo sabe – le dijo, agachando la cabeza, ignorando sus últimas palabras. ¿Cómo le podía decir algo así? Lo conocía bastante bien. – No puedo colocarlo en riesgo. Sabe algunas cosas, pero no todos los detalles. Ni yo soy capaz de imaginar su reacción al saber que mi hermano es parte del Gobierno Mundial – las cosas se estaban complicando bastante. No se esperaba tal giro en los acontecimientos. – De hecho, salvando tú… Nadie más sabe tantos detalles. – Le dijo, con un poco de seriedad. No lo negaba, estaba un poco nerviosa de cómo iba a terminar todo.
Una suave brisa de viento pasó entre los dos. Vio en la mano de Kasai un den den mushi. ¿A quién pensaba llamar? Si era detenida ahora, todos sus avances serían en vano. Con un precio por su cabeza, sería un blanco fácil y no solo eso… Perdería la única forma de detener a su hermano. Su corazón empezó a bombear más sangre de lo usual, la adrenalina se estaba acelerando y se quedó en silencio. Estaba entre la espada y la pared. Volvió a suspirar, su mirada no se alejaba de Kasai, guardó sus dos manos en los bolsillos. Estaba con la guardia baja, pero su postura, por una primera vez, denotaba cierta confianza. ¿Confianza en qué? Ella si veía capaz de que el Yonkaikyo jalara el gatillo.
– Hablas de justicia y de defender el bien. Es lo que yo quiero hacer… Mi hermano no puede seguir libre. Él junto a otros, es responsable de destruir una isla entera y matar a todos sus habitantes. No tengo otra forma de acercarme a él… – se quedó en silencio unos segundos. – Cuando acabe todo y si es necesario hacerlo, yo misma me entregaré. Nunca esperé que yo siguiera libre una vez me enteré de todo lo que sé – una ligera pausa. – Si quieres un Gobierno más justo, debes dejarme detener a ese sujeto – su tono, igual que el de antes, era serio. – Nunca fue mi intención hacerle daño a alguien. Tampoco pienso involucrar a nadie en esto. Esta es mi lucha personal… Mi lucha contra mi destino y mis cadenas de mi pasado.
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Cada palabra que la rubia por la boca hacía al cazador enfurecerse más. Él mismo investigaría a aquella persona que ella decía, pero hubo una parte que le hizo enfurecerse de una forma impresionante. Las venas de su frente se marcaron. El tirador apuntó de nuevo a la chica mientras mantenía el comunicador en su otra mano. Un motivo personal y por ello había involucrado a personas que no tenían nada que ver. Los nervios de Kasai aumentaban al escucharla hablar. Había confesado ser enemiga del gobierno y pretendía que la dejase terminar con lo suyo y luego se entregaría. Aquello le parecía una estupidez que produciría una explosión interna en el sistema y haría las cosas mucho peores. Debía hacer algo cuanto antes y le quedaba poco tiempo.
- Si no querías involucrar a nadie… ¡No debiste acercarte a Xemnas! Ahora a saber lo que hará cuando todo esto se aclare. Pretendías coger precio al terminar tu tarea ¿Quieres su puto suicidio? Ahora lo has puesto a él en mitad de una batalla entre tus ambiciones y la marina. Dejando eso de lado, yo mismo investigaré a tu hermano y comprobaré si lo que dices es cierto. Por el momento estás detenida.
Dijo acariciando el gatillo de su arma y mostrando una mirada bastante seria. Entonces una idea se iluminó en su mente. Taiga podía cubrirle para meter a aquella mujer en prisión. No podía permitirla atacar a una posible persona inocente y seguir con la marina después de sus intenciones. Era una criminal metida entre soldados. Encima el puesto de capitán era una enorme responsabilidad. No podía dejar que continuase allí dentro. Escupió a un lado y entonces la miró de forma seria. Activó el número de uno de los hombres del gobierno, el que lo convocaba para las reuniones y cosas similares. En cuanto aquella persona cogió el caracol, habló con un tono serio.
- Yonkaikyo Kasai Kuro al habla. Procedo al arresto de la capitana de la marina Misa Amane. Ha confesado ser enemiga del gobierno mundial. Quiero que investiguéis un posible hermano de ella dentro del gobierno. Procederé a llevarla a Enies Lobby.
En cuanto dijo aquello se quedó mirando a la joven con el ceño fruncido y se mantuvo apuntándola en todo momento con su arma. Colgó el comunicador y lo guardó en su bolsillo. Ya estaba todo hecho y ahora la cosa podría ponerse peligrosa. Ella tal vez se defendía diciendo que no era cierto, pero el CP tendría sus métodos para saber la verdad. Quitando aquello, si continuaba en la marina sería muy vigilada, pero aquello sería poco probable. Aquella mujer era una traidora ahora.
- Misa Amane, te digo que pongas las manos arriba, te coloques de rodillas y hagas oficial tu rendición. No voy a volver a repetirlo, a la próxima disparo. Prometo llevarte a Enies Lobby para un juicio justo.
- Si no querías involucrar a nadie… ¡No debiste acercarte a Xemnas! Ahora a saber lo que hará cuando todo esto se aclare. Pretendías coger precio al terminar tu tarea ¿Quieres su puto suicidio? Ahora lo has puesto a él en mitad de una batalla entre tus ambiciones y la marina. Dejando eso de lado, yo mismo investigaré a tu hermano y comprobaré si lo que dices es cierto. Por el momento estás detenida.
Dijo acariciando el gatillo de su arma y mostrando una mirada bastante seria. Entonces una idea se iluminó en su mente. Taiga podía cubrirle para meter a aquella mujer en prisión. No podía permitirla atacar a una posible persona inocente y seguir con la marina después de sus intenciones. Era una criminal metida entre soldados. Encima el puesto de capitán era una enorme responsabilidad. No podía dejar que continuase allí dentro. Escupió a un lado y entonces la miró de forma seria. Activó el número de uno de los hombres del gobierno, el que lo convocaba para las reuniones y cosas similares. En cuanto aquella persona cogió el caracol, habló con un tono serio.
- Yonkaikyo Kasai Kuro al habla. Procedo al arresto de la capitana de la marina Misa Amane. Ha confesado ser enemiga del gobierno mundial. Quiero que investiguéis un posible hermano de ella dentro del gobierno. Procederé a llevarla a Enies Lobby.
En cuanto dijo aquello se quedó mirando a la joven con el ceño fruncido y se mantuvo apuntándola en todo momento con su arma. Colgó el comunicador y lo guardó en su bolsillo. Ya estaba todo hecho y ahora la cosa podría ponerse peligrosa. Ella tal vez se defendía diciendo que no era cierto, pero el CP tendría sus métodos para saber la verdad. Quitando aquello, si continuaba en la marina sería muy vigilada, pero aquello sería poco probable. Aquella mujer era una traidora ahora.
- Misa Amane, te digo que pongas las manos arriba, te coloques de rodillas y hagas oficial tu rendición. No voy a volver a repetirlo, a la próxima disparo. Prometo llevarte a Enies Lobby para un juicio justo.
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No pudo evitar activar su mantra de forma instintiva al ver la reacción de Kasai. No lo había visto así de enfadado nunca, quizá porque nunca compartió lo suficiente con él como para verlo en ese estado. Sintió su poderosa presencia en su esplendor… No se esperaba ese giro en los acontecimientos. Suspiró. ¿Qué podía hacer? Cada palabra solo la hacía más culpable y estaba en un callejón sin salida. Podía mentir para decir que solo Kasai estaba inventando cosas en su contra y así hacer que él tuviera precio y no ella, pero no… No era su forma de hacer las cosas. Siempre fue honesta y, quizá, esa sería su condena. No había alguna forma de salir impune de todo esto, podía huir, pero eso solo lo haría todo peor y le daría motivos a todos para considerarla como la mala de la película cuando ella sabía la verdad. Su hermano se iba a salir con la suya.
Escuchó las palabras de Kasai y no pudo evitar sorprenderse al ver que llamaba al Gobierno. Iba en serio… Pero eso no era lo peor… Con eso solo lograría hacer que sus enemigos se cubrieran la espalda y que no dejaran ninguna prueba. Tenía su diario, pero incluso un vicealmirante dudó en hacer pública su investigación y bien podían decir que ella lo había escrito. Estaba perdida, quizá si lo explicaba bien… No, no había forma de que le creyeran. De todos modos… Decidió arriesgarse, sacó las manos de sus bolsillos y las elevó, dejando de paso su den den mushi en el suelo, no se arrodilló solo por orgullo.
– Cometes un error, Kasai. No soy yo a la persona que debes apuntar con esa arma – le dijo con calma. Su gabardina hondeó con el viento. – Pero bueno, viendo todo lo que te hice, es imposible que confíes en mí – no lo negaba… Estaba a nada de llorar, pero no… No lo hizo solo porque no era el momento. Un futuro negro la esperaba. – Los dos sabemos que no habrá juicio justo, pero bueno… Se nota que prefieres que un asesino, una máquina de matar este dentro del Gobierno – tomó una ligera pausa. – Nos espera un largo viaje. Vamos. – Le dijo con firmeza y voluntad. La suerte estaba echada y todo indicaba que, en esta pasada, iba a perder.
Por un momento pensó en las consecuencias que esto traería… Lo mejor sería que Xemnas no se enterara de todo esto. No quería que él pagara por algo por su culpa. Las palabras de Kasai, en ese momento, tenían cierto sentido. Si no quería involucrar a nadie, no debió enamorarse del vicealmirante, pero…¿Quién puede controlar al corazón? Era su culpa que ahora todo terminara de esta forma… Actuó de forma imprudente y estas eran las consecuencias, ni siquiera debió decir nada de lo que sabía, a nadie. Ni siquiera a contar una parte de una historia… Así no habría más heridos que ella.
– Deberás evitar que Xemnas se entere de todo esto… Los dos sabemos que es capaz de arrasar Ennies Lobby – no tenía derecho a decir eso, pero… No existía persona en el mundo que se preocupara más por él que ella. – Aunque bueno, soy una “criminal”. No puedo pedirte nada.
Escuchó las palabras de Kasai y no pudo evitar sorprenderse al ver que llamaba al Gobierno. Iba en serio… Pero eso no era lo peor… Con eso solo lograría hacer que sus enemigos se cubrieran la espalda y que no dejaran ninguna prueba. Tenía su diario, pero incluso un vicealmirante dudó en hacer pública su investigación y bien podían decir que ella lo había escrito. Estaba perdida, quizá si lo explicaba bien… No, no había forma de que le creyeran. De todos modos… Decidió arriesgarse, sacó las manos de sus bolsillos y las elevó, dejando de paso su den den mushi en el suelo, no se arrodilló solo por orgullo.
– Cometes un error, Kasai. No soy yo a la persona que debes apuntar con esa arma – le dijo con calma. Su gabardina hondeó con el viento. – Pero bueno, viendo todo lo que te hice, es imposible que confíes en mí – no lo negaba… Estaba a nada de llorar, pero no… No lo hizo solo porque no era el momento. Un futuro negro la esperaba. – Los dos sabemos que no habrá juicio justo, pero bueno… Se nota que prefieres que un asesino, una máquina de matar este dentro del Gobierno – tomó una ligera pausa. – Nos espera un largo viaje. Vamos. – Le dijo con firmeza y voluntad. La suerte estaba echada y todo indicaba que, en esta pasada, iba a perder.
Por un momento pensó en las consecuencias que esto traería… Lo mejor sería que Xemnas no se enterara de todo esto. No quería que él pagara por algo por su culpa. Las palabras de Kasai, en ese momento, tenían cierto sentido. Si no quería involucrar a nadie, no debió enamorarse del vicealmirante, pero…¿Quién puede controlar al corazón? Era su culpa que ahora todo terminara de esta forma… Actuó de forma imprudente y estas eran las consecuencias, ni siquiera debió decir nada de lo que sabía, a nadie. Ni siquiera a contar una parte de una historia… Así no habría más heridos que ella.
– Deberás evitar que Xemnas se entere de todo esto… Los dos sabemos que es capaz de arrasar Ennies Lobby – no tenía derecho a decir eso, pero… No existía persona en el mundo que se preocupara más por él que ella. – Aunque bueno, soy una “criminal”. No puedo pedirte nada.
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Pareció entrar en razón de una maldita vez por todas. El cazador guardó su arma entonces y miró con seriedad a la mujer que tenía delante de sus ojos. Activó su poder especial y continuó viendo aquella alma verde. Frunció el ceño sin entender lo que estaba pasando. Su poder de justicia no solía fallar nunca y con ella era distinto. Sabía que era una persona algo agoniosa y eso lo sabía de sobra. Escuchó sus últimas palabras y supo que Xemnas podía ser capaz de cometer un delito menor y encerrarse con ella. También podía ser capaz de dejar de hablar con los demás y volverse alguien serio. No quería que aquel feliz marine tuviese más problemas. Se llevó la mano a la frente unos momentos y entonces clavó sus dorados ojos en la mujer que tenía frente a sus ojos.
- En estos momentos está tras Jin Surfer. Salió hace poco y me temo que no voy a molestarle con esto hasta que haya vuelto. Porque más le vale volver.
Dijo mientras continuaba apuntando a la mujer que se había declarado enemiga del gobierno. Su ceño se frunció ligeramente y acto seguido notó la voz de su mente preguntarle de nuevo si estaba seguro de aquello, a lo que asintió con total naturalidad. Un hermano asesino, demasiado tópico parecía aquello. De todas formas, todo estaba hecho. Ya era tarde para todo y había llamado al gobierno para informar. En el juicio todo podría verse. Entonces caminó hacia ella con su haki de observación activado y después de unos momentos alzó de nuevo su arma. El tirador entonces apretó el gatillo sin pensárselo. La bala salió despedida a toda velocidad e impactó en su hombro derecho. El tirador apretó los dientes y contuvo un quejido de dolor. A continuación tomó el comunicador y volvió a llamar.
- Falsa alarma… El cabrón de Vader estaba usando la poliformia. Estoy en Blanc Leumont, me ha disparado y estoy herido. Parece haber huido hacia el Norte. Cambio y corto. – Tras eso guardó el comunicador.
El tiro fue por una sencilla razón. Había marines por las inmediaciones, los notaba con su mantra y ya había visto a unos cuantos. Aquello debía ser lo más realista posible. El dolor era increíble y escocía bastante, pero el cazador tenía cargadas las balas píricas y la herida fue cauterizada al momento. Entonces le dio la espalda a ella. Su visión como tirador era perfecta y aquellos ojos húmedos de ella le hicieron sentir rabia. El serafín estaba callado en su mente, no le decía nada, le estaba dejando tomar la decisión a él.
- Consigue pruebas contra ese hombre que dices, pero no hagas nada ilegal, o yo mismo te entregaré. No le hagas daño a Xemnas, lo quiero demasiado como para verle sufrir. No sé si lo quieres de verdad, pero si es así dile la verdad. No uses la expresión enemiga del gobierno, más bien enemiga de la corrupción. Y ante todo… No llores…
Dijo entonces mirando a otro lado. Había sido traicionado por ella hacía tiempo y eso le seguía doliendo, pero él no era una mala persona. Se fio del poder de su fruta y de que no era una mala persona. Esperaba que lo de Xemnas fuese cierto. Lo siguiente que hizo fue seguir dándole la espalda. Cerró los ojos y se mantuvo quieto mientras se llevaba la mano al hombro derecho. Kasai sabía que estaba solo desde aquella traición global de todos en su contra, pero no le importaba no tener nadie en quien confiar. Ese era el destino que se le había encomendado.
- Ahora vete… – Dijo agachando la cabeza con seriedad.
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– Eso ya lo sé… Me lo dijo hace unos días, intenté detenerlo, pero no me fue posible. – Musitó en un tono inaudible.
Lo vio acercarse a ella y cerró los ojos. Todo estaba cerrado y era mejor empezar a disfrutar el día… Que seguramente sería el último que tuviera con libertad. Una vez pusiera un pie en Ennies Lobby, sabía de sobra que su destino estaba sentenciado a vivir en una celda. Abrió los ojos para ver a Kasai, ¿quién diría que todo terminaría así? ¿Qué su camino iba a terminar aquí? ¿Qué sus enemigos habrían ganado? No se esperaba nada de lo que estaba pasando ahora y, mucho menos, le encontraba alguna lógica detrás de todo esto. Incluso se preguntó si el juicio de Kasai se estaba nublando o algo.
Escuchó el sonido de una pistola ser disparada, pero su mantra no le había advertido ninguna intención hostil por parte del Yonkaikyo. Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio que él mismo se había disparado, luego sacar su den den mushi y decir que Jin Surfer había sido él que se había hecho pasar por ella. ¿Qué estaba significando todo eso? ¿Había cambiado de parecer tan de repente? Finalmente, escuchó sus palabras y fue como si su alma hubiera vuelto a su cuerpo. Todo se había “solucionado”, de alguna forma. Al menos, no tendría que enfrentar un juicio sin sentido y terminar en una celda, además, con ese informe sus enemigos no iban a tomar ninguna carta en el asunto. Le dio la espalda a ella y, en ese lapsus, aprovechó de secarse algunas lágrimas.
– Gracias, Kasai – le dijo, mientras empezaba a caminar en la dirección contraria, justo por donde vino. – Yo me haré cargo de él y cuidaré de Xemnas, lo prometo – una sonrisa se dibujó en su rostro. No podía decir que había salido como ella hubiera querido, pero no importaba… Así estaba bien. – Y… Lo siento, por todo. Solo espero que pasen los días suficientes como para que logres perdonarme.
Aceleró su paso y se fue al puerto. Antes de llegar ya había informado a sus hombres que era hora de partir. Subió al buque y dio la orden de zarpar.
– ¿Consiguió lo que buscaba, capitana? – Le preguntó un recluta.
– Más o menos – le dijo, pasando de largo, rumbo a su habitación. – Estaré en mi habitación. Avísenme cuando lleguemos a una isla o si pasa algo urgente. Necesito descansar. – Notó como es que el reclutaba asentía y ella solo se fue, desapareciendo en la oscuridad.
Lo vio acercarse a ella y cerró los ojos. Todo estaba cerrado y era mejor empezar a disfrutar el día… Que seguramente sería el último que tuviera con libertad. Una vez pusiera un pie en Ennies Lobby, sabía de sobra que su destino estaba sentenciado a vivir en una celda. Abrió los ojos para ver a Kasai, ¿quién diría que todo terminaría así? ¿Qué su camino iba a terminar aquí? ¿Qué sus enemigos habrían ganado? No se esperaba nada de lo que estaba pasando ahora y, mucho menos, le encontraba alguna lógica detrás de todo esto. Incluso se preguntó si el juicio de Kasai se estaba nublando o algo.
Escuchó el sonido de una pistola ser disparada, pero su mantra no le había advertido ninguna intención hostil por parte del Yonkaikyo. Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio que él mismo se había disparado, luego sacar su den den mushi y decir que Jin Surfer había sido él que se había hecho pasar por ella. ¿Qué estaba significando todo eso? ¿Había cambiado de parecer tan de repente? Finalmente, escuchó sus palabras y fue como si su alma hubiera vuelto a su cuerpo. Todo se había “solucionado”, de alguna forma. Al menos, no tendría que enfrentar un juicio sin sentido y terminar en una celda, además, con ese informe sus enemigos no iban a tomar ninguna carta en el asunto. Le dio la espalda a ella y, en ese lapsus, aprovechó de secarse algunas lágrimas.
– Gracias, Kasai – le dijo, mientras empezaba a caminar en la dirección contraria, justo por donde vino. – Yo me haré cargo de él y cuidaré de Xemnas, lo prometo – una sonrisa se dibujó en su rostro. No podía decir que había salido como ella hubiera querido, pero no importaba… Así estaba bien. – Y… Lo siento, por todo. Solo espero que pasen los días suficientes como para que logres perdonarme.
Aceleró su paso y se fue al puerto. Antes de llegar ya había informado a sus hombres que era hora de partir. Subió al buque y dio la orden de zarpar.
– ¿Consiguió lo que buscaba, capitana? – Le preguntó un recluta.
– Más o menos – le dijo, pasando de largo, rumbo a su habitación. – Estaré en mi habitación. Avísenme cuando lleguemos a una isla o si pasa algo urgente. Necesito descansar. – Notó como es que el reclutaba asentía y ella solo se fue, desapareciendo en la oscuridad.
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