Jish
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Caminaba bajo un cielo plomizo, cubierto de oscuros nubarrones, el cual vaticinaba una lluvia inminente y probablemente abundante. Pero ese era el menor de mis problemas, inquieto ante la idea de que alguien, ya fueran marines o los piratas supervivientes de Kurohana, nos estuvieran siguiendo, me hacía mirar continuamente con desconfianza todas las callejuelas de Astelia. El plan en su concepción era bastante simple, poner a prueba a las gentes de Hallstat a plena luz del día y tensar la cuerda con las autoridades de la ciudad. Crear una reputación y moldearla desde cero era un trabajo bastante lento y costoso, pero tras lo sucedido en aquella isla del infierno ya tenía algo con lo que trabajar.
Crucé por lo que parecía una selva de comercios, barberías, puestecillos, sastrerías, tabernas y posadas, de las cuales brotaba hacia la calle el humo de sus cocinas. De pronto escuché el gruñido de una perra flaca, de ojos hambrientos, un animal atacado por la sarna, del cual me aparté con desconfianza para internarme por unos angostos pasajes donde los niños jugaban con la pelota. Las calles eran empedradas y abundaban las viviendas baratas, los tugurios. Al cruzar una plaza contemplé las viejas mansiones adosadas entre sí, con suntuosos portales y llamadores de bronce. A pocos pasos se encontraba el mercado, de cuyas vigas colgaban jaulas con pájaros, gatos, gallinas sujetas con una cuerda a las patas de los tenderetes… Todo un espectáculo para la vista y mi destino.
“¿Has oído el rumor que circula?” – escuché como decía uno de los ciudadanos a escasos metros de mi – “Dicen que un dios oscuro se aparecerá hoy en el mercado y que pondrá a prueba la voluntad de todos los ciudadanos” – No pude evitar sonreír para mis adentros. Se había perdido bastante contenido del rumor inicial, pero la ciudadanía sabía que algo estaba a punto de suceder en el mercado.
La gente me cerraba el paso, no porque se propusieran hacerme daño, sino porque esa era su peculiar forma de moverse. Muchos de esos hombres y mujeres caminaban a mi lado desordenadamente, con la torpeza ciega de los rebaños, comiendo sin cesar y escupiendo en los adoquines, incluso recibí algún codazo en las costillas. Poco a poco, no sin esfuerzo y sin codos, comencé a abrirme paso entre el gentío.
Al fondo, junto a la puerta de un imponente edificio, vi a algunos hombres desaseados, sin individualidad, adormecidos por el alcohol. Los examiné con detenimiento. Algunos los encontré verdaderamente repulsivos. Oscilaban entre los treinta y los cuarenta años. Eran resecos, desmañados, de dientes irregulares, piel cuarteada y ojos huidizos ¿Eso era todo lo que Hallstat podía ofrecernos? Sería mejor acabar con aquella pantomima cuanto antes. Poco importaba el reclutamiento en sí mismo, lo verdaderamente importante era mandar un mensaje. De hecho, las pruebas estaban amañadas de tal forma que ningún humano pudiera salir vencedor.
Junto a aquellos hombres se había generado un gran espacio que a primera vista impactaba dado el tropel de gente que circulaba por la avenida. Por encima de todas las cabezas podía verse a un imponente sujeto que prácticamente podía asomar su cabeza por la ventana del segundo piso de la casa sin tan siquiera hacer esfuerzo. Pocos eran los necios que se atrevían a invadir el espacio vital de Balagus, ni tan siquiera los desarrapados que esperaban junto al edificio.
Habíamos desembarcado juntos, sin embargo, le había perdido la pista mientras me encargaba de saturar de falsos rumores a la población. Por su aspecto debía de haber dormido fuera de los muros de la ciudad porque estaba cubierto de algunos arañazos, tenía una curiosa forma de hacer amigos. Había escuchado demasiado de su cultura y tradiciones como para no querer preguntar sobre el tema.
- Hay demasiadas miradas sobre este mercado hoy, no me preguntes porque lo sé, pero lo sé. Hoy podemos quedar retratados como unos simples alborotadores o como una fuerza a tener en cuenta… Hallstat es la joya del North Blue, lo que logremos aquí se expandirá como la pólvora por estas aguas – dije mientras levantaba la cabeza para poder mirar al orco - ¿Listo para destapar la caja de los truenos?
Crucé por lo que parecía una selva de comercios, barberías, puestecillos, sastrerías, tabernas y posadas, de las cuales brotaba hacia la calle el humo de sus cocinas. De pronto escuché el gruñido de una perra flaca, de ojos hambrientos, un animal atacado por la sarna, del cual me aparté con desconfianza para internarme por unos angostos pasajes donde los niños jugaban con la pelota. Las calles eran empedradas y abundaban las viviendas baratas, los tugurios. Al cruzar una plaza contemplé las viejas mansiones adosadas entre sí, con suntuosos portales y llamadores de bronce. A pocos pasos se encontraba el mercado, de cuyas vigas colgaban jaulas con pájaros, gatos, gallinas sujetas con una cuerda a las patas de los tenderetes… Todo un espectáculo para la vista y mi destino.
“¿Has oído el rumor que circula?” – escuché como decía uno de los ciudadanos a escasos metros de mi – “Dicen que un dios oscuro se aparecerá hoy en el mercado y que pondrá a prueba la voluntad de todos los ciudadanos” – No pude evitar sonreír para mis adentros. Se había perdido bastante contenido del rumor inicial, pero la ciudadanía sabía que algo estaba a punto de suceder en el mercado.
La gente me cerraba el paso, no porque se propusieran hacerme daño, sino porque esa era su peculiar forma de moverse. Muchos de esos hombres y mujeres caminaban a mi lado desordenadamente, con la torpeza ciega de los rebaños, comiendo sin cesar y escupiendo en los adoquines, incluso recibí algún codazo en las costillas. Poco a poco, no sin esfuerzo y sin codos, comencé a abrirme paso entre el gentío.
Al fondo, junto a la puerta de un imponente edificio, vi a algunos hombres desaseados, sin individualidad, adormecidos por el alcohol. Los examiné con detenimiento. Algunos los encontré verdaderamente repulsivos. Oscilaban entre los treinta y los cuarenta años. Eran resecos, desmañados, de dientes irregulares, piel cuarteada y ojos huidizos ¿Eso era todo lo que Hallstat podía ofrecernos? Sería mejor acabar con aquella pantomima cuanto antes. Poco importaba el reclutamiento en sí mismo, lo verdaderamente importante era mandar un mensaje. De hecho, las pruebas estaban amañadas de tal forma que ningún humano pudiera salir vencedor.
Junto a aquellos hombres se había generado un gran espacio que a primera vista impactaba dado el tropel de gente que circulaba por la avenida. Por encima de todas las cabezas podía verse a un imponente sujeto que prácticamente podía asomar su cabeza por la ventana del segundo piso de la casa sin tan siquiera hacer esfuerzo. Pocos eran los necios que se atrevían a invadir el espacio vital de Balagus, ni tan siquiera los desarrapados que esperaban junto al edificio.
Habíamos desembarcado juntos, sin embargo, le había perdido la pista mientras me encargaba de saturar de falsos rumores a la población. Por su aspecto debía de haber dormido fuera de los muros de la ciudad porque estaba cubierto de algunos arañazos, tenía una curiosa forma de hacer amigos. Había escuchado demasiado de su cultura y tradiciones como para no querer preguntar sobre el tema.
- Hay demasiadas miradas sobre este mercado hoy, no me preguntes porque lo sé, pero lo sé. Hoy podemos quedar retratados como unos simples alborotadores o como una fuerza a tener en cuenta… Hallstat es la joya del North Blue, lo que logremos aquí se expandirá como la pólvora por estas aguas – dije mientras levantaba la cabeza para poder mirar al orco - ¿Listo para destapar la caja de los truenos?
James Hook
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El pirata mordió la manzana mientras caminaba por las abarrotadas calles de Hallstat. Movía su cuerpo con cuidado, fingiendo que buscaba esquivar los hombros del resto de los transeúntes, pero en realidad buscaba deslizar su mano al interior de sus abultados bolsillos, haciendo la noble tarea de librarlos de su pesada carga. A veces incluso la mano metálica se desprendía de la muñeca y volvía levitando hasta su dueño llena de monedas que depositaba en el bolsillo del pirata, el cual caminaba con el disímulo de un ladrón, mordiendo la fruta como si nada.
- ¡Mamá! -oyó gritar- ¡He visto una mano! ¡Estaba flotando!
Por suerte, y provocando una pérfida sonrisa en el pirata, la madre no hizo caso a su asustado hijo y tiró de su mano para decirle que no mintiera. Al menos aquel joven tenía una madre que lo criara. Hook, en su niñez, tenía tan solo a su hermano ya un crío psicótico que le cortó la mano. Esperaba algún día volver a Nunca Jamás para reducirla a cenizas con el crío inmortal aún en sus entrañas. ¿Pero cómo iba a hacerlo? Desde que se separó de Thatch no tenía forma alguna de viajar, fuera de hacerse el polizonte o robar el dinero suficiente para pagarse el billete a un barco de pasajeros. Cosa que odiaba. El oro era para poseerlo, no para gastarlo.
- Escucha, tío -dijo una voz a su izquierda que llamó la atención-. Dicen que un demonio o algo así se presentará en el mercado para probar a los ciudadanos.
"Demonios en el North Blue..." -pensó- "Luego dirán que hay un vampiro gobernando Hallstat, no te jode..."
Sin embargo, la posibilidad de algo interesante originando ese fantasioso rumor no abandonaba la cabeza del pirata. Finalmente, dejó sus actividades de ladrón y se dirigió al mercado a ver que era tanto follón de un demonio. Fuese lo que fuese... Hook estaba seguro de algo. Mucha gente junta en un mismo sitio cuyos bolsillos poder vacíar.
- ¡Mamá! -oyó gritar- ¡He visto una mano! ¡Estaba flotando!
Por suerte, y provocando una pérfida sonrisa en el pirata, la madre no hizo caso a su asustado hijo y tiró de su mano para decirle que no mintiera. Al menos aquel joven tenía una madre que lo criara. Hook, en su niñez, tenía tan solo a su hermano ya un crío psicótico que le cortó la mano. Esperaba algún día volver a Nunca Jamás para reducirla a cenizas con el crío inmortal aún en sus entrañas. ¿Pero cómo iba a hacerlo? Desde que se separó de Thatch no tenía forma alguna de viajar, fuera de hacerse el polizonte o robar el dinero suficiente para pagarse el billete a un barco de pasajeros. Cosa que odiaba. El oro era para poseerlo, no para gastarlo.
- Escucha, tío -dijo una voz a su izquierda que llamó la atención-. Dicen que un demonio o algo así se presentará en el mercado para probar a los ciudadanos.
"Demonios en el North Blue..." -pensó- "Luego dirán que hay un vampiro gobernando Hallstat, no te jode..."
Sin embargo, la posibilidad de algo interesante originando ese fantasioso rumor no abandonaba la cabeza del pirata. Finalmente, dejó sus actividades de ladrón y se dirigió al mercado a ver que era tanto follón de un demonio. Fuese lo que fuese... Hook estaba seguro de algo. Mucha gente junta en un mismo sitio cuyos bolsillos poder vacíar.
Balagus
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Docenas de miradas temerosas no hacían más que pasar sobre mi prominente figura, apoyada en el muro de un edificio y cubierta por el alero del mismo, para continuar fulgurantes con sus asuntos a medida que se cruzaban con la mía.
Tragué el trozo de cecina seca que había estado masticando pacientemente y arranqué otro de lo que, en otro tiempo, debía haber sido una pierna de ciervo bien sujeta por mi mano derecha. Esperar a que Jish hiciera era una de mis actividades menos favoritas, y más si cabe si en el proceso tenía que soportar la agobiante y ruidosa atmósfera de una ciudad; lo único que me mantenía cuerdo y pacífico allí era mi lento y metódico trabajo mandibular que, no obstante, comenzaba a acusar la ausencia de una cerveza fría.
Bostecé y elevé mi vista a los cielos nublados. Amenazaba lluvia. Como el resto del tiempo. Aquello no me molestaba lo más mínimo. De hecho, tal vez así podría librarme al fin del barro seco, de las hojas y de la suciedad que dormir a la intemperie, así como los rasguños y pequeñas heridas que me dejó mi última cena mientras le enseñaba un par de cosas sobre el funcionamiento de la cadena trófica.
La desaliñada figura del sujeto por fin se perfiló entre el bullicioso gentío. Jish, que no me veía desde que yo, en un arranque de improvisada sabiduría, decidiera dejarle moverse por la urbe expandiendo rumores a su aire, abandonándole e internándome en los salvajes alrededores boscosos poblados de ruinas con el objetivo de encontrar un buen escenario para el, en mi opinión, excesivamente complejo proceso en el que nos hallábamos involucrados.
-Si esto es la "joya del North Blue", -Repliqué con desdén, mirando a los lamentables intentos de hombres a nuestro alrededor.- reitero mi rechazo por esas inútiles piedras preciosas que tanto os gusta contemplar. -Hice una pausa para tragar el pedazo de cecina que había mordido antes.- Por mí como si le destapamos la cabeza a la mitad de la lamentable población de esta roca. Acabemos con esto y larguémonos.
No sabía con exactitud qué había planeado mi imprevisible compañero, mas sí había estado atento a los rumores sobre un demonio que se aparecería en el mercado donde estábamos y pondría a prueba a los lugareños. Con brusquedad, le di el resto de la cecina a Jish y arranqué mis hachas del suelo.
"Odio todo este teatro. Pero reconozco que me encanta desquitarme con toda esta masa de piltrafas andantes..."
Avancé hacia la multitud, la cual se apresuró a abrirme paso, hasta alcanzar un puesto de ropas más bien sucias y de mal aspecto, sobre el que levanté la pierna y posé mi bota sin delicadeza, hundiéndolo sensiblemente en el fango y dividiéndolo en dos con una fina y astillada grieta.
- ¡VOSOTROS, PEQUEÑOS Y DESPRECIABLES! -Bramé a plena voz, forzando a que los más cercanos a mí recularan a toda prisa y tropezaran con los que estaban detrás de ellos.- ¡OS ATREVÉIS A PRESENTAROS AQUÍ, INDIGNOS Y SUCIOS! ¡FUERA DE MI VISTA, ANTES DE QUE RIEGUE LAS CALLES CON VUESTRA SANGRE! ¡ÉL SÓLO TENDRÁ OJOS PARA MÍ!
No podía negar que estaba disfrutando aquel momento de terror entre los presentes. Mi numerito, aunque pretendía dejar claro que no era el supuesto demonio, sí acobardó a todos los que se habían reunidos. A todos menos a uno: un recién llegado que observaba la situación con más curiosidad e intriga que sorpresa y miedo.
- ¡Tú, el del fondo! -Llamé su atención, señalándolo con mi hacha derecha.- ¿Tienes algo que decir, o te marcharás con el rabo entre las piernas como todos?
Tragué el trozo de cecina seca que había estado masticando pacientemente y arranqué otro de lo que, en otro tiempo, debía haber sido una pierna de ciervo bien sujeta por mi mano derecha. Esperar a que Jish hiciera era una de mis actividades menos favoritas, y más si cabe si en el proceso tenía que soportar la agobiante y ruidosa atmósfera de una ciudad; lo único que me mantenía cuerdo y pacífico allí era mi lento y metódico trabajo mandibular que, no obstante, comenzaba a acusar la ausencia de una cerveza fría.
Bostecé y elevé mi vista a los cielos nublados. Amenazaba lluvia. Como el resto del tiempo. Aquello no me molestaba lo más mínimo. De hecho, tal vez así podría librarme al fin del barro seco, de las hojas y de la suciedad que dormir a la intemperie, así como los rasguños y pequeñas heridas que me dejó mi última cena mientras le enseñaba un par de cosas sobre el funcionamiento de la cadena trófica.
La desaliñada figura del sujeto por fin se perfiló entre el bullicioso gentío. Jish, que no me veía desde que yo, en un arranque de improvisada sabiduría, decidiera dejarle moverse por la urbe expandiendo rumores a su aire, abandonándole e internándome en los salvajes alrededores boscosos poblados de ruinas con el objetivo de encontrar un buen escenario para el, en mi opinión, excesivamente complejo proceso en el que nos hallábamos involucrados.
-Si esto es la "joya del North Blue", -Repliqué con desdén, mirando a los lamentables intentos de hombres a nuestro alrededor.- reitero mi rechazo por esas inútiles piedras preciosas que tanto os gusta contemplar. -Hice una pausa para tragar el pedazo de cecina que había mordido antes.- Por mí como si le destapamos la cabeza a la mitad de la lamentable población de esta roca. Acabemos con esto y larguémonos.
No sabía con exactitud qué había planeado mi imprevisible compañero, mas sí había estado atento a los rumores sobre un demonio que se aparecería en el mercado donde estábamos y pondría a prueba a los lugareños. Con brusquedad, le di el resto de la cecina a Jish y arranqué mis hachas del suelo.
"Odio todo este teatro. Pero reconozco que me encanta desquitarme con toda esta masa de piltrafas andantes..."
Avancé hacia la multitud, la cual se apresuró a abrirme paso, hasta alcanzar un puesto de ropas más bien sucias y de mal aspecto, sobre el que levanté la pierna y posé mi bota sin delicadeza, hundiéndolo sensiblemente en el fango y dividiéndolo en dos con una fina y astillada grieta.
- ¡VOSOTROS, PEQUEÑOS Y DESPRECIABLES! -Bramé a plena voz, forzando a que los más cercanos a mí recularan a toda prisa y tropezaran con los que estaban detrás de ellos.- ¡OS ATREVÉIS A PRESENTAROS AQUÍ, INDIGNOS Y SUCIOS! ¡FUERA DE MI VISTA, ANTES DE QUE RIEGUE LAS CALLES CON VUESTRA SANGRE! ¡ÉL SÓLO TENDRÁ OJOS PARA MÍ!
No podía negar que estaba disfrutando aquel momento de terror entre los presentes. Mi numerito, aunque pretendía dejar claro que no era el supuesto demonio, sí acobardó a todos los que se habían reunidos. A todos menos a uno: un recién llegado que observaba la situación con más curiosidad e intriga que sorpresa y miedo.
- ¡Tú, el del fondo! -Llamé su atención, señalándolo con mi hacha derecha.- ¿Tienes algo que decir, o te marcharás con el rabo entre las piernas como todos?
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“Las cartas han comenzado a descubrirse antes de lo esperado” medité y, efectivamente, Balagus no había defraudado mis expectativas: era enérgico y explosivo, todo un diplomático. Durante un instante estuve a punto de alabar su elocuencia, pero finalmente me abstuve.
Rompí el silencio con una carcajada sincera que vibró en la plaza.
- Tu natural desconfianza siempre me ha parecido una virtud muy práctica, digna de elogio incluso. No te enfades, Balagus – intercedí conciliador, sonriendo como un maldito buda feliz – No necesitamos pelear con cada civil que te crucé la mirada. Seamos prudentes e intentemos llegar a acuerdos provechosos… Ese hombre es lo suficientemente valiente o estúpido como para quedarse ahí plantado ¿Qué te parece si lo ponemos a prueba?
Comencé a caminar con paso alegre hacia aquel individuo, podía sentir como Balagus me fundía la mirada en la nuca… Sabía perfectamente que el semigigante odiaba mis enredos y mis tretas, por ese motivo no podía evitar ser yo mismo por un día.
Un trueno retumbó.
- Se dice que los demonios juegan con la vida de los hombres. Pero nadie sabe a qué juegan, ni por qué, ni quiénes son los peones, ni cuáles son las reglas del juego. Sinceramente, entre tú y yo, nadie con dos dedos de frente se creería todas esas patrañas ¿Verdad? – dije con voz pausada – A nosotros no pueden engañarnos porque ambos sabemos la verdad, pelirrojo. Los auténticos demonios no son tan distintos a ti y al grandullón de ahí. Empezaremos con la primera prueba aquí mismo, tan solo debes responder a una sencilla pregunta ¿Quién eres? – inquirí, apartando la vista del horizonte y mirándole directamente a los ojos, para tratar de averiguar si había determinación en sus palabras.
Rompí el silencio con una carcajada sincera que vibró en la plaza.
- Tu natural desconfianza siempre me ha parecido una virtud muy práctica, digna de elogio incluso. No te enfades, Balagus – intercedí conciliador, sonriendo como un maldito buda feliz – No necesitamos pelear con cada civil que te crucé la mirada. Seamos prudentes e intentemos llegar a acuerdos provechosos… Ese hombre es lo suficientemente valiente o estúpido como para quedarse ahí plantado ¿Qué te parece si lo ponemos a prueba?
Comencé a caminar con paso alegre hacia aquel individuo, podía sentir como Balagus me fundía la mirada en la nuca… Sabía perfectamente que el semigigante odiaba mis enredos y mis tretas, por ese motivo no podía evitar ser yo mismo por un día.
Un trueno retumbó.
- Se dice que los demonios juegan con la vida de los hombres. Pero nadie sabe a qué juegan, ni por qué, ni quiénes son los peones, ni cuáles son las reglas del juego. Sinceramente, entre tú y yo, nadie con dos dedos de frente se creería todas esas patrañas ¿Verdad? – dije con voz pausada – A nosotros no pueden engañarnos porque ambos sabemos la verdad, pelirrojo. Los auténticos demonios no son tan distintos a ti y al grandullón de ahí. Empezaremos con la primera prueba aquí mismo, tan solo debes responder a una sencilla pregunta ¿Quién eres? – inquirí, apartando la vista del horizonte y mirándole directamente a los ojos, para tratar de averiguar si había determinación en sus palabras.
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