Katharina von Steinhell
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La chica de cabellos blancos estaba varada en la playa mientras el agua del mar mojaba sus pies. Vestía una camiseta blanca, que más bien parecía un harapo sucio, y bajo ella unos pantalones rotos. ¿Acaso era el uniforme de la Marina? Era posible. La embarcación comerciante, en donde viajaba Katharina, dio a parar contra un robusto acantilado de la isla, quedando completamente destruido. Por suerte, la albina tenía su conjuro de Telequinesis que le permitía mantenerse suspendida por los aires para así llegar hasta la costa, lugar donde quedó completamente dormida.
¿Cuánto tiempo llevaba en la isla? ¿Un par de días, tal vez? Se había estado alimentando de los frutos que recolectaba de los árboles cercanos a la playa. No había investigado la zona, tampoco le hacía mucha gracia internarse en un bosque desconocido que podía estar lleno de peligros. Agradecía que el clima no fuera fundamentalmente hostil, así que podía sobrevivir en la playa en base a su dieta de frutas, pero el agua ya se estaba tornando un problema. Esa terminó siendo la razón por la que cogió su enorme guadaña y se internó en el bosque.
–Tal vez haya habitantes y he estado perdiendo el tiempo –se dijo a sí misma mientras cortaba los arbustos que estaban frente a ella.
Tras unas dos horas de caminata, y sin saber donde estaba realmente, llegó a un pequeño arroyo por el cual fluía agua dulce. Corrió hacia ella y hundió ambas manos en forma de cuenco para sacar algo de agua. Bebió escandalosamente y luego se mojó el rostro con la intención de refrescarse. Tras varios minutos de relajación, alzó la mirada y se encontró con la enorme estructura rocosa que se ubicaba, aparentemente, en el centro de la isla. Ese debía ser su objetivo. Construir en las laderas de las montañas no era una opción tan inteligente, pero era mejor que desforestar todo un bosque para edificar unas cuantas construcciones.
Siguió el curso de agua. “Si esto es un arroyo, debe conducir hasta el río principal, el cual debe estar conectado con la montaña. Debe ser el mejor camino”, reflexionó. Tras caminar durante unas cuatro horas llegó hasta un profundo, ancho y violento cauce. Frente a ella, a unos veinte metros de distancia, se alzaba una cascada de por lo menos treinta metros de altura. Había una única forma de subir y era usando la Telequinesis para alzar su cuerpo. No fue nada difícil, pero si hubiera sido una persona “normal”, habría tenido que buscar otra opción.
Ya era momento de acampar, o al menos intentarlo. No era una buena opción caminar por el bosque ya cuando era de noche. No conocía los peligros que existían en la isla, de hecho, ni siquiera sabía dónde estaba. Lo hubiese sabido de haber preguntado en el barco, pero no era una persona muy sociable. Buscó un par de ramas secas y las apiló con la intención de formar una fogata y, recordando lo que alguna vez hizo John, colocó varias rocas alrededor de ella para tapar el fuego y no ser el centro de atención de la noche. También añadió algunas hojas secas para acelerar la combustión y, tras el quinto intento de chispear rocas lisas y puntiagudas, encendió la fogata.
–Me gustaría tener algo para comer –susurró mientras el estómago le rugía.
Se sentó en cómodo suelo, acercó sus rodillas y las apoyó contra su pecho. Tenía la vista pegada al fuego, como si por alguna razón le relajara. No podía evitar sentir miedo. Estaba ante lo desconocido, una infinita oscuridad acompañada de un montón de guturales sonidos y gritos de animales salvajes. Su única compañía era Nyx, pero ni eso era suficiente. No podía dormir… No contaba con ninguna protección y sería una presa fácil en la noche para cualquier bestia que quisiera darse un festín con ella. No tenía muchas opciones, la verdad.
¿Cuánto tiempo llevaba en la isla? ¿Un par de días, tal vez? Se había estado alimentando de los frutos que recolectaba de los árboles cercanos a la playa. No había investigado la zona, tampoco le hacía mucha gracia internarse en un bosque desconocido que podía estar lleno de peligros. Agradecía que el clima no fuera fundamentalmente hostil, así que podía sobrevivir en la playa en base a su dieta de frutas, pero el agua ya se estaba tornando un problema. Esa terminó siendo la razón por la que cogió su enorme guadaña y se internó en el bosque.
–Tal vez haya habitantes y he estado perdiendo el tiempo –se dijo a sí misma mientras cortaba los arbustos que estaban frente a ella.
Tras unas dos horas de caminata, y sin saber donde estaba realmente, llegó a un pequeño arroyo por el cual fluía agua dulce. Corrió hacia ella y hundió ambas manos en forma de cuenco para sacar algo de agua. Bebió escandalosamente y luego se mojó el rostro con la intención de refrescarse. Tras varios minutos de relajación, alzó la mirada y se encontró con la enorme estructura rocosa que se ubicaba, aparentemente, en el centro de la isla. Ese debía ser su objetivo. Construir en las laderas de las montañas no era una opción tan inteligente, pero era mejor que desforestar todo un bosque para edificar unas cuantas construcciones.
Siguió el curso de agua. “Si esto es un arroyo, debe conducir hasta el río principal, el cual debe estar conectado con la montaña. Debe ser el mejor camino”, reflexionó. Tras caminar durante unas cuatro horas llegó hasta un profundo, ancho y violento cauce. Frente a ella, a unos veinte metros de distancia, se alzaba una cascada de por lo menos treinta metros de altura. Había una única forma de subir y era usando la Telequinesis para alzar su cuerpo. No fue nada difícil, pero si hubiera sido una persona “normal”, habría tenido que buscar otra opción.
Ya era momento de acampar, o al menos intentarlo. No era una buena opción caminar por el bosque ya cuando era de noche. No conocía los peligros que existían en la isla, de hecho, ni siquiera sabía dónde estaba. Lo hubiese sabido de haber preguntado en el barco, pero no era una persona muy sociable. Buscó un par de ramas secas y las apiló con la intención de formar una fogata y, recordando lo que alguna vez hizo John, colocó varias rocas alrededor de ella para tapar el fuego y no ser el centro de atención de la noche. También añadió algunas hojas secas para acelerar la combustión y, tras el quinto intento de chispear rocas lisas y puntiagudas, encendió la fogata.
–Me gustaría tener algo para comer –susurró mientras el estómago le rugía.
Se sentó en cómodo suelo, acercó sus rodillas y las apoyó contra su pecho. Tenía la vista pegada al fuego, como si por alguna razón le relajara. No podía evitar sentir miedo. Estaba ante lo desconocido, una infinita oscuridad acompañada de un montón de guturales sonidos y gritos de animales salvajes. Su única compañía era Nyx, pero ni eso era suficiente. No podía dormir… No contaba con ninguna protección y sería una presa fácil en la noche para cualquier bestia que quisiera darse un festín con ella. No tenía muchas opciones, la verdad.
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De nuevo, el jodido dragón se había dormido durante todo el día. Abrió los ojos despacio escuchando los sonidos de la noche y no tardó en soltar un bostezo considerable. Se colocó en pie lo mejor que pudo y se dio cuenta de que no veía una mierda. Dormir al fondo de la cueva con su colchón especial era jodido a veces. Se tocó un poco el cuerpo para ver si estaba vestido. No llevaba la camiseta, dejando ver un cuerpo fornido y musculoso. Portaba unos pantalones negros y unas sandalias de madera. Soltó un suspiro y se estiró un poco. Tendría que ir a la salida para sentir algo de luz lunar al menos, pero por suerte no se estrellaría. Conocía la cueva a la perfección. Su base principal estaba en Nanami, pero aquella era la que más usaba. Los miembros de Kyofu no solían habitarla y además tenía amistad con todo el pueblo.
El dragón estiró la mano hasta coger una camiseta negra y se la colocó. Acto seguido tomó su espadón de kairouseki y lo metió en su funda, después a la espalda. Por último tomó la guadaña especial y se colocó en pie. Era una ventaja saber dónde estaba todo. El enorme devastador empezó a caminar hacia la salida evitando los obstáculos. Su haki de observación era muy bueno debido a aquello. No tardó en salir, pasando antes por la enorme estatua demoníaca que poseía en la cavidad principal. Una vez fuera mostró una expresión calmada y empezó a caminar. Quizás debía de irse al pueblo al bar o algo así, pero entonces notó un olor raro en sus tierras. El humo que salía por encima de los árboles le hizo alzar una ceja. Madara se lanzó por la cascada y empezó a reír. Sus alas negras y escamosas surgieron de su espalda y entonces emprendió el vuelo.
- Veamos lo que sucede…
Susurró con un tono sádico. En ese momento notó el olor más cerca y activó su haki de observación para localizar mejor el aura de los invasores. Detectó tan solo una y de poder medio. No tardó en llegar a la posición del fuego y entonces bajó hasta el suelo a una velocidad increíble. Sus tremendas alas se encogieron hasta desaparecer. Su oscura melena ondeó un poco y entonces clavó sus ojos en la persona que tenía delante de sus ojos. Ahora todo había cambiado. No pensaba echarle la bronca a una chica y menos a una tan hermosa. Era una lástima que él creciese tanto, pero ya buscaría alguna técnica para encoger. Mostró una expresión calmada y se fijó en que también poseía una guadaña. Llegó en el momento en que la joven dijo algo sobre comida. Eso le hizo clavar una rodilla en el suelo para quedar a su altura.
- Buenas noches, preciosa ¿Has dicho algo de comer? Si no te importa aceptar comida de un desconocido, puedo llevarte a algún restaurante nocturno de la zona o cazarte algo. – Le dijo así sin venir a cuento. Presentarse era demasiado aburrido.
Era probable que ella ya supiese quien era. El Shichibukai más poderoso de todos era conocido en todo el jodido mundo, Uchiha Madara, el dragón negro de Galuna. Ahora solo faltaba ver la reacción de la joven y si no huía o algo parecido.
El dragón estiró la mano hasta coger una camiseta negra y se la colocó. Acto seguido tomó su espadón de kairouseki y lo metió en su funda, después a la espalda. Por último tomó la guadaña especial y se colocó en pie. Era una ventaja saber dónde estaba todo. El enorme devastador empezó a caminar hacia la salida evitando los obstáculos. Su haki de observación era muy bueno debido a aquello. No tardó en salir, pasando antes por la enorme estatua demoníaca que poseía en la cavidad principal. Una vez fuera mostró una expresión calmada y empezó a caminar. Quizás debía de irse al pueblo al bar o algo así, pero entonces notó un olor raro en sus tierras. El humo que salía por encima de los árboles le hizo alzar una ceja. Madara se lanzó por la cascada y empezó a reír. Sus alas negras y escamosas surgieron de su espalda y entonces emprendió el vuelo.
- Veamos lo que sucede…
Susurró con un tono sádico. En ese momento notó el olor más cerca y activó su haki de observación para localizar mejor el aura de los invasores. Detectó tan solo una y de poder medio. No tardó en llegar a la posición del fuego y entonces bajó hasta el suelo a una velocidad increíble. Sus tremendas alas se encogieron hasta desaparecer. Su oscura melena ondeó un poco y entonces clavó sus ojos en la persona que tenía delante de sus ojos. Ahora todo había cambiado. No pensaba echarle la bronca a una chica y menos a una tan hermosa. Era una lástima que él creciese tanto, pero ya buscaría alguna técnica para encoger. Mostró una expresión calmada y se fijó en que también poseía una guadaña. Llegó en el momento en que la joven dijo algo sobre comida. Eso le hizo clavar una rodilla en el suelo para quedar a su altura.
- Buenas noches, preciosa ¿Has dicho algo de comer? Si no te importa aceptar comida de un desconocido, puedo llevarte a algún restaurante nocturno de la zona o cazarte algo. – Le dijo así sin venir a cuento. Presentarse era demasiado aburrido.
Era probable que ella ya supiese quien era. El Shichibukai más poderoso de todos era conocido en todo el jodido mundo, Uchiha Madara, el dragón negro de Galuna. Ahora solo faltaba ver la reacción de la joven y si no huía o algo parecido.
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Su mantra le alertó de una poderosa presencia que se acercaba a toda velocidad hacia ella, apenas teniendo tiempo para coger su guadaña. Una colosal criatura con apariencia humana, pero con alas de dragón, aterrizó frente a ella. Katharina retrocedió un par de metros y empuñó su guadaña tal que formaba una cruz en relación a su cuerpo. El hombre tenía melena negra y era excesivamente alto, superándola en creces. No veía ninguna intención hostil en él, pero aún así no quería confiar; más bien, no podía. La poca luz que emitía el fuego no le daba iluminación suficiente para reconocer su rostro, pero por alguna razón pensaba haberlo visto antes.
–¿Quién eres? –Le preguntó con voz fría y los ojos clavados en él– Nadie aparece así como así, ofreciendo una comida en medio del bosque.
Cuando pudo observarlo mejor, contempló a la figura masculina que estaba frente a ella: Uchiha Madara. ¿Qué hacía un Shichibukai allí? No, esa no era la pregunta correcta: ¿Qué hacía el más fuerte de los Shichibukai frente a ella? El hombre servía al Gobierno, por lo que no debía de temerle o, al menos, no podía sencillamente atacarle sin ninguna razón. Estaba claro que Katharina no tenía oportunidades contra él en un enfrentamiento, así que comenzó a elaborar un plan de escape, pero tenerlo frente a frente dificultaba mucho las cosas.
Los ojos de Katharina cambiaron cuando el hombre dijo algo acerca de llevarle a un restaurante nocturno de la zona. ¡Sus sospechas resultaron ser ciertas! Había gente que habitaba la isla, y probablemente no estarían lejos. Sin embargo, no podía fiarse de un hombre que no conocía, aunque trabajase para el Gobierno… Eso no significaba mucho. En la actualidad, muy pocos respetaban la lealtad y priorizaban sus intereses personales, sobre todo aquellos hombres del Ouka Shichibukai. Por otra parte, ¿qué opciones tenía? Estaba hambrienta y Uchiha Madara le estaba ofreciendo un plato de comida.
–Está bien –le dijo después de un rato, dejando la guadaña a un lado–. Solo llévame hasta un buen restaurante. Ya me encargo yo de la comida.
–¿Quién eres? –Le preguntó con voz fría y los ojos clavados en él– Nadie aparece así como así, ofreciendo una comida en medio del bosque.
Cuando pudo observarlo mejor, contempló a la figura masculina que estaba frente a ella: Uchiha Madara. ¿Qué hacía un Shichibukai allí? No, esa no era la pregunta correcta: ¿Qué hacía el más fuerte de los Shichibukai frente a ella? El hombre servía al Gobierno, por lo que no debía de temerle o, al menos, no podía sencillamente atacarle sin ninguna razón. Estaba claro que Katharina no tenía oportunidades contra él en un enfrentamiento, así que comenzó a elaborar un plan de escape, pero tenerlo frente a frente dificultaba mucho las cosas.
Los ojos de Katharina cambiaron cuando el hombre dijo algo acerca de llevarle a un restaurante nocturno de la zona. ¡Sus sospechas resultaron ser ciertas! Había gente que habitaba la isla, y probablemente no estarían lejos. Sin embargo, no podía fiarse de un hombre que no conocía, aunque trabajase para el Gobierno… Eso no significaba mucho. En la actualidad, muy pocos respetaban la lealtad y priorizaban sus intereses personales, sobre todo aquellos hombres del Ouka Shichibukai. Por otra parte, ¿qué opciones tenía? Estaba hambrienta y Uchiha Madara le estaba ofreciendo un plato de comida.
–Está bien –le dijo después de un rato, dejando la guadaña a un lado–. Solo llévame hasta un buen restaurante. Ya me encargo yo de la comida.
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Los rojizos ojos del dragón se clavaron en los de ella de forma siniestra. Era el perfecto ejemplo de hombre del saco, apareciendo de aquella forma frente a alguien más pequeño y ofreciendo un caramelo. Sus métodos podían ser violento o demasiado sinceros, pero no ganaba nada ocultando cosas. Tan solo guardaba un secreto enorme y no tenía que ver con él, por lo que le importaba poco lo que pensaran los demás. Continuaba observando a la chica con una expresión sádica y cuando preguntó aquello no puedo evitar colocar la mano derecha en el tronco de un árbol. Sonrió de forma un poco arrogante y después dejó escapar una carcajada de su boca. Se veía un tipo que solía reírse del mundo, que no de la gente, dos cosas totalmente distintas. Era su forma de vivir la vida desde hacía un par de años.
- Ofreciendo una comida… No sabes lo mal que ha sonado eso, preciosa. – Dijo únicamente mirando hacia ella y rascándose la cabeza. Sí que iba directa la chica…
Parecía ser una cabezona sin más y con mal genio, algo hermoso en una mujer. El moreno mantuvo una sonrisa mirando su pelo y después el suyo. Negro y blanco, estaba empezando a ser irónica la cosa. Después analizó los tamaños, incluidas las guadañas. Eran lo contrario, el día y la noche. Ella dijo entonces que aceptaba y el dragón sonrió de forma sádica. Ella con la guadaña daba una impresión sexy y eso le hizo dar un paso hacia ella. Acto seguido clavó una rodilla en el suelo y abrió la boca despacio. Lentamente unas plantas verdes empezaron a formarse alrededor de ellos y de la hoguera. Pisó con fuerza el fuego varias veces y después miró a la joven. De aquella forma las ramas secas estarían lejos y las verdes al lado. Él poseía varios poderes y ese era uno. De todas formas, las ascuas no volaban sin viento y no parecía haber. Lo siguiente que hizo fue dar un enorme salto.
El hombre que había hace poco cambió a un terrible dragón gigante de color negro. Sus alas se abrieron derribando un par de árboles y una enorme cola en forma de cuchilla salió de la parte baja de su espalda. El enorme ser bajó el lomo y la miró para que su subiera. Sus cuernos hacia atrás intimidaban y sus ojos rojos como la sangre daban miedo. Sus colmillos estaban afilados y todo su cuerpo cubierto de escamas. En cuanto ella se montase alzaría el vuelo. Entonces el enorme ser sobrevolaría el bosque e iría hacia el Norte. No tardó mucho en ver el enorme pueblo oculto y el terrible lagarto aterrizó en la plaza. Nadie se asustó, al revés, alzaron las manos gritándole. La fama se la tenía ganada. Se colocó en postura baja para que la joven bajase y después volvió a la forma humana.
- Bienvenida a mi isla, pequeña ¿Cómo he de llamarte? – Dijo el moreno tratando de acariciarle la cabeza y despeinarla, si, con toda la confianza del mundo.
- Ofreciendo una comida… No sabes lo mal que ha sonado eso, preciosa. – Dijo únicamente mirando hacia ella y rascándose la cabeza. Sí que iba directa la chica…
Parecía ser una cabezona sin más y con mal genio, algo hermoso en una mujer. El moreno mantuvo una sonrisa mirando su pelo y después el suyo. Negro y blanco, estaba empezando a ser irónica la cosa. Después analizó los tamaños, incluidas las guadañas. Eran lo contrario, el día y la noche. Ella dijo entonces que aceptaba y el dragón sonrió de forma sádica. Ella con la guadaña daba una impresión sexy y eso le hizo dar un paso hacia ella. Acto seguido clavó una rodilla en el suelo y abrió la boca despacio. Lentamente unas plantas verdes empezaron a formarse alrededor de ellos y de la hoguera. Pisó con fuerza el fuego varias veces y después miró a la joven. De aquella forma las ramas secas estarían lejos y las verdes al lado. Él poseía varios poderes y ese era uno. De todas formas, las ascuas no volaban sin viento y no parecía haber. Lo siguiente que hizo fue dar un enorme salto.
El hombre que había hace poco cambió a un terrible dragón gigante de color negro. Sus alas se abrieron derribando un par de árboles y una enorme cola en forma de cuchilla salió de la parte baja de su espalda. El enorme ser bajó el lomo y la miró para que su subiera. Sus cuernos hacia atrás intimidaban y sus ojos rojos como la sangre daban miedo. Sus colmillos estaban afilados y todo su cuerpo cubierto de escamas. En cuanto ella se montase alzaría el vuelo. Entonces el enorme ser sobrevolaría el bosque e iría hacia el Norte. No tardó mucho en ver el enorme pueblo oculto y el terrible lagarto aterrizó en la plaza. Nadie se asustó, al revés, alzaron las manos gritándole. La fama se la tenía ganada. Se colocó en postura baja para que la joven bajase y después volvió a la forma humana.
- Bienvenida a mi isla, pequeña ¿Cómo he de llamarte? – Dijo el moreno tratando de acariciarle la cabeza y despeinarla, si, con toda la confianza del mundo.
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El hombre tenía poderes extraños y Katharina asumió que era un usuario de alguna fruta del diablo, tal como ella lo era. Uchiha Madara apagó la fogata que con tanto esfuerzo hizo la albina y luego la forma humana del Shichibukai desapareció completamente. En su lugar ahora había un enorme dragón, lo que hizo que Katharina retrocediera unos cuantos pasos y contemplara a la criatura con magnificencia. No todos los días se podía ver a un dragón, ni mucho menos a un hombre transformarse en uno. Las escamas negras de la enorme criatura alada brillaban intensamente mientras que sus cuernos, direccionados hacia atrás, buscaban con toda intención intimidar a sus enemigos.
Un sentimiento de admiración surgió en el corazón de Katharina, queriendo poseer ese poder. “Ahora que lo pienso… En ningún momento he desarrollado algún conjuro de polimorfia. ¿Cuán difícil será poder transformarme en un dragón?”, pensó al mismo tiempo que Madara prestaba el lomo para que la bruja saltara sobre él. Primero, se quedó pegada en los intensos y brillantes ojos rojizos de la bestia alada para luego dar un enorme salto y posicionarse sobre su lomo. Buscó algo para afirmarse y no caer en medio del vuelo, aunque eso no le preocupaba en lo absoluto. Ella también podía volar.
–¿Qué eres? –Le preguntó justo antes de que la criatura emprendiera vuelo.
Podía sentir el frío viento de la noche en su rostro mientras sus cabellos plateados se agitaban violentamente hacia atrás. Un intenso sentimiento de libertad inundó su cuerpo, apoderándose de este. En el mundo en el que vivía había pocas restricciones, y justo para ella no había ninguna. Podía logra absolutamente todo, mientras tuviera algo de imaginación y perseverancia. Madara, con tan solo agitar sus enormes alas, le demostró que estaba en lo cierto. La única limitación para Katharina era pensar que había algo que no podía lograr.
Cuando llegaron al pueblo, Katharina pensó que la gente se iba a asustar, correr del dragón era lo más lógico. Incluso atacarle parecía una buena opción. Sin embargo, la gente no hizo más que aplaudir y sonreírle, como si fuera un verdadero héroe en dicha isla. Eso no hizo más que aumentar la curiosidad de Katharina por saber lo que había pasado y descubrir donde estaba. Cuando la bestia alada descendió, la bruja dio un salto y cayó perfectamente sobre el suelo. Una vez estando en la superficie, el hombre de cabellos oscuros le preguntó el nombre y la intentó despeinar, pero Katharina se corrió ágilmente, impidiendo que Madara le tocara la cabeza.
–Llámame Katharina –respondió sin mirarle–. ¿Y bien? ¿Hacia dónde vamos?
Un sentimiento de admiración surgió en el corazón de Katharina, queriendo poseer ese poder. “Ahora que lo pienso… En ningún momento he desarrollado algún conjuro de polimorfia. ¿Cuán difícil será poder transformarme en un dragón?”, pensó al mismo tiempo que Madara prestaba el lomo para que la bruja saltara sobre él. Primero, se quedó pegada en los intensos y brillantes ojos rojizos de la bestia alada para luego dar un enorme salto y posicionarse sobre su lomo. Buscó algo para afirmarse y no caer en medio del vuelo, aunque eso no le preocupaba en lo absoluto. Ella también podía volar.
–¿Qué eres? –Le preguntó justo antes de que la criatura emprendiera vuelo.
Podía sentir el frío viento de la noche en su rostro mientras sus cabellos plateados se agitaban violentamente hacia atrás. Un intenso sentimiento de libertad inundó su cuerpo, apoderándose de este. En el mundo en el que vivía había pocas restricciones, y justo para ella no había ninguna. Podía logra absolutamente todo, mientras tuviera algo de imaginación y perseverancia. Madara, con tan solo agitar sus enormes alas, le demostró que estaba en lo cierto. La única limitación para Katharina era pensar que había algo que no podía lograr.
Cuando llegaron al pueblo, Katharina pensó que la gente se iba a asustar, correr del dragón era lo más lógico. Incluso atacarle parecía una buena opción. Sin embargo, la gente no hizo más que aplaudir y sonreírle, como si fuera un verdadero héroe en dicha isla. Eso no hizo más que aumentar la curiosidad de Katharina por saber lo que había pasado y descubrir donde estaba. Cuando la bestia alada descendió, la bruja dio un salto y cayó perfectamente sobre el suelo. Una vez estando en la superficie, el hombre de cabellos oscuros le preguntó el nombre y la intentó despeinar, pero Katharina se corrió ágilmente, impidiendo que Madara le tocara la cabeza.
–Llámame Katharina –respondió sin mirarle–. ¿Y bien? ¿Hacia dónde vamos?
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Madara no pudo evitar mirar su propia mano durante unos segundos cuando la joven apartó la cabeza y se escapó con su tamaño. El dragón entonces sonrió levemente y metió las manos en los bolsillos. Sacó sus guantes y miró a la joven indicándole que se los iba a poner. Una vez lo hizo le guiñó el ojo. Interpretó aquello como un repudio hacia él, pero si no quería que la tocase, así sería. Entonces recordó la pregunta que le hizo cuando estuvo en su lomo, la de sobre lo que era. Entrecerró los ojos y después rio de forma algo tétrica.
- Soy el futuro. Ahora deja que te guíe hasta el restaurante, Katharina. – Mencionó mientras sus ojos tomaban un leve brillo.
El devastador saludó a la gente con la mano y acto seguido comenzó a caminar hacia una de las calles. Se libraron por fin de la multitud y entonces fue cuando el dragón se quedó mirando un sitio bastante grande. Parecía un local de comida cara. Había dos columnas doradas a la entrada y un gato enorme de color rojo sobre una bandeja enorme. Algo decorativo y divertido. El moreno estiró su mano y abrió la puerta del local. El interior estaba vacíos, pero lleno de luz y de vida. Había abundante comida en bandejas y sitios libres por todos lados. El devastador no tardó mucho en sentarse en una mesa cercana a la ventana y entonces colocó el codo sobre la mesa mientras la mano quedaba en su mejilla.
- Puedes sentarte en frente, a mi lado, a dos sillas, a tres o en otra mesa. De todas formas, yo no muerdo, sin permiso… – Terminó añadiendo mientras mostraba una expresión siniestra de nuevo. Solía mirar así a todo el mundo, no era personal.
Una de las camareras entonces se acercó de forma amable y se quedó mirando al moreno. Parecía que ya se conocían y ella no tardó en hacerle una leve reverencia mientras le pedía lo que deseaba beber, pues para comer era buffet y no había que pedir. El dragón entonces soltó un pequeño suspiro y pidió una enorme botella de vino tinto y una de agua. Debido a su cuerpo, el alcohol no solía afectarle tanto como a alguien normal. Además, beber le hacía recordar buenos tiempos. El enorme moreno se quedó mirando a la camarera y después le habló con calmada.
- Oye, Airi-chan. Carga con los dos pases en mi cuenta anda. – Ella asintió con una sonrisa y después se quedó mirando a la albina esperando respuesta.
- Soy el futuro. Ahora deja que te guíe hasta el restaurante, Katharina. – Mencionó mientras sus ojos tomaban un leve brillo.
El devastador saludó a la gente con la mano y acto seguido comenzó a caminar hacia una de las calles. Se libraron por fin de la multitud y entonces fue cuando el dragón se quedó mirando un sitio bastante grande. Parecía un local de comida cara. Había dos columnas doradas a la entrada y un gato enorme de color rojo sobre una bandeja enorme. Algo decorativo y divertido. El moreno estiró su mano y abrió la puerta del local. El interior estaba vacíos, pero lleno de luz y de vida. Había abundante comida en bandejas y sitios libres por todos lados. El devastador no tardó mucho en sentarse en una mesa cercana a la ventana y entonces colocó el codo sobre la mesa mientras la mano quedaba en su mejilla.
- Puedes sentarte en frente, a mi lado, a dos sillas, a tres o en otra mesa. De todas formas, yo no muerdo, sin permiso… – Terminó añadiendo mientras mostraba una expresión siniestra de nuevo. Solía mirar así a todo el mundo, no era personal.
Una de las camareras entonces se acercó de forma amable y se quedó mirando al moreno. Parecía que ya se conocían y ella no tardó en hacerle una leve reverencia mientras le pedía lo que deseaba beber, pues para comer era buffet y no había que pedir. El dragón entonces soltó un pequeño suspiro y pidió una enorme botella de vino tinto y una de agua. Debido a su cuerpo, el alcohol no solía afectarle tanto como a alguien normal. Además, beber le hacía recordar buenos tiempos. El enorme moreno se quedó mirando a la camarera y después le habló con calmada.
- Oye, Airi-chan. Carga con los dos pases en mi cuenta anda. – Ella asintió con una sonrisa y después se quedó mirando a la albina esperando respuesta.
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Destreza
Precisión
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La bruja no entendió a lo que se refería respecto a que él era el futuro. El hombre era por lo menos extraño, pero no era quién para juzgar. Katharina no era una persona realmente típica. Apenas sonreía y jamás había reído escandalosamente y, a pesar de haberse librado de la maldición del Primero, aún mantenía encerrado a un montón de emociones que estaban deseosas por salir. Finalmente, Madara le indicó que la guiaría hasta un restaurante. Avanzaron entre la multitud y luego llegaron a un sitio aparentemente elegante, nada que Katharina no conociera. Se trataba de un edificio con columnas doradas y una extraña y rojiza bandera. Dentro estaba vacío, pero eso no significaba que el ambiente no fuese cálido.
Vio como su compañero abrió la puerta y le siguió rápidamente, intentando no perderle de vista. Madara se sentó al lado de la ventana y apoyó su mejilla contra su mano. “No puedo creer que él sea el Shichibukai más fuerte… ¿En serio estoy a punto de tener una cena con él?”, pensó, indecisa si realmente comer junto a él. Katharina no tenía las mejores pintas, claro que no. Había naufragado y hacía días que no tenía una ducha decente ni una buena comida. Claramente no iba a dejar que su apetito le ganara y le impidiera actuar con normalidad, manteniendo los modales que su familia le inculcó de pequeña. Por otra parte, no pudo evitar sentirse impresionada cuando el pelinegro le indicó que se sentara donde quisiese, sin importar si era a una mesa de distancia.
–Podrás ser un Shichibukai, pero te aseguro que como galán no tienes futuro –le indicó mientras corría la silla y se sentaba–. He pasado mucho tiempo sin poder tener una cena agradable –susurró–. No la arruines.
Quería beber algo que no fuese agua, ya estaba harta de estar siempre pidiendo agua. No era fanática del vino, pero era una situación especial. ¿Qué tenía de especial? Vamos, conocer al Shichibukai más fuerte de todos no era algo que pasase todos los días. Quería comer algo sabroso, pero estaba indecisa acerca de qué pedir. ¿Qué tal un poco de papas rellenas acompañadas de un buen trozo de carne? Katharina miró directamente al pelinegro, cerró los ojos y suspiró.
–¿Alguna recomendación sobre qué pedir? Tú eres quien vive aquí –le pidió con los ojos cerrados, como si su orgullo estuviese herido–. Por cierto, yo también quiero vino.
Vio como su compañero abrió la puerta y le siguió rápidamente, intentando no perderle de vista. Madara se sentó al lado de la ventana y apoyó su mejilla contra su mano. “No puedo creer que él sea el Shichibukai más fuerte… ¿En serio estoy a punto de tener una cena con él?”, pensó, indecisa si realmente comer junto a él. Katharina no tenía las mejores pintas, claro que no. Había naufragado y hacía días que no tenía una ducha decente ni una buena comida. Claramente no iba a dejar que su apetito le ganara y le impidiera actuar con normalidad, manteniendo los modales que su familia le inculcó de pequeña. Por otra parte, no pudo evitar sentirse impresionada cuando el pelinegro le indicó que se sentara donde quisiese, sin importar si era a una mesa de distancia.
–Podrás ser un Shichibukai, pero te aseguro que como galán no tienes futuro –le indicó mientras corría la silla y se sentaba–. He pasado mucho tiempo sin poder tener una cena agradable –susurró–. No la arruines.
Quería beber algo que no fuese agua, ya estaba harta de estar siempre pidiendo agua. No era fanática del vino, pero era una situación especial. ¿Qué tenía de especial? Vamos, conocer al Shichibukai más fuerte de todos no era algo que pasase todos los días. Quería comer algo sabroso, pero estaba indecisa acerca de qué pedir. ¿Qué tal un poco de papas rellenas acompañadas de un buen trozo de carne? Katharina miró directamente al pelinegro, cerró los ojos y suspiró.
–¿Alguna recomendación sobre qué pedir? Tú eres quien vive aquí –le pidió con los ojos cerrados, como si su orgullo estuviese herido–. Por cierto, yo también quiero vino.
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Una risa se escapó de la boca del dragón cuando la escuchó decirle aquello. Era gracioso que dijese que como galán no tenía futuro cuando se había acostado con la camarera que tenían en frente, pero bueno, no le gustaba ir por ahí contando esas cosas. Dejó de reír al momento y después se cruzó de brazos. Le encantaba el genio de la peliblanca. Mantuvo sus ojos clavados en ella y cerró los ojos durante unos segundos. Después los abrió despacio y miró su mano de nuevo. Esta vez la cerró con fuerza y acto seguido soltó un pequeño suspiro. Demasiado poco mundo había visto esa joven. Debía a lo mejor darle una pequeña lección o contarle lo que él pasaba de aquellas cosas. Al menos en los últimos días.
- Preciosa, no pretendo ser un galán. Mucho menos cuando tengo en la cabeza dinero, sangre y guerras. Estar cerca de mí no es una cena agradable, ten eso por seguro. –Mencionó entonces mirando por la ventana.
Escuchó las palabras de ella y no tardó mucho en ladear la cabeza. Él se comía todo lo que pillaba, por lo que no tenía ninguna recomendación. Le sorprendió que alguien como ella tomase vino y por ello alzó una ceja. Miró a varias direcciones y observó los distintos tipos de comida que había en la zona. Entonces clavó de nuevo sus rojizos ojos en los de la joven y trató de ponerle su mano en el hombro. Madara era así y le encantaba el contacto con mujeres, no podía evitarlo en el fondo.
- Te recomiendo el solomillo a la pimienta con arroz. Es un plato de los que más suelo comer, pero no sé si te agradará. Tal vez no está al nivel de tu belleza. – Le dijo entonces sonriéndole y mostrándole unos colmillos afilados.
La camarera se fue hacía un pequeño rato ya, pero no tardó mucho en volver. Se acercó y dejó una botella de vino tinto sobre la mesa, metida en un cubo con hielo y dos copas. Entonces esperó para ver lo que les traía a ellos. Madara lo primero que hizo fue echar un poco sobre la copa de la albina y si ella le había dejado, de echaría en la suya propia. Entonces soltaría un suspiro y miraría con calmada a Airi.
- Trae si es posible un carrito con varios platos y vamos cogiendo de ahí. Incluye solomillo y arroz. Mi… mi invitada desea probarlo. – Terminó de decir al mismo tiempo que se acomodaba en la silla.
Acto seguido abrió la ventana con toda la confianza del mundo. El ambiente estaba genial y la compañía también era bastante buena. El dragón empezó a jugar con un cubierto, el cuchillo. Lo movía de un lado a otro como si de una espada se tratase. Él estaba feliz en su mundo, de eso no cabía duda.
- Bueno, preciosa ¿Qué trae a una chica como tú a mi isla?
- Preciosa, no pretendo ser un galán. Mucho menos cuando tengo en la cabeza dinero, sangre y guerras. Estar cerca de mí no es una cena agradable, ten eso por seguro. –Mencionó entonces mirando por la ventana.
Escuchó las palabras de ella y no tardó mucho en ladear la cabeza. Él se comía todo lo que pillaba, por lo que no tenía ninguna recomendación. Le sorprendió que alguien como ella tomase vino y por ello alzó una ceja. Miró a varias direcciones y observó los distintos tipos de comida que había en la zona. Entonces clavó de nuevo sus rojizos ojos en los de la joven y trató de ponerle su mano en el hombro. Madara era así y le encantaba el contacto con mujeres, no podía evitarlo en el fondo.
- Te recomiendo el solomillo a la pimienta con arroz. Es un plato de los que más suelo comer, pero no sé si te agradará. Tal vez no está al nivel de tu belleza. – Le dijo entonces sonriéndole y mostrándole unos colmillos afilados.
La camarera se fue hacía un pequeño rato ya, pero no tardó mucho en volver. Se acercó y dejó una botella de vino tinto sobre la mesa, metida en un cubo con hielo y dos copas. Entonces esperó para ver lo que les traía a ellos. Madara lo primero que hizo fue echar un poco sobre la copa de la albina y si ella le había dejado, de echaría en la suya propia. Entonces soltaría un suspiro y miraría con calmada a Airi.
- Trae si es posible un carrito con varios platos y vamos cogiendo de ahí. Incluye solomillo y arroz. Mi… mi invitada desea probarlo. – Terminó de decir al mismo tiempo que se acomodaba en la silla.
Acto seguido abrió la ventana con toda la confianza del mundo. El ambiente estaba genial y la compañía también era bastante buena. El dragón empezó a jugar con un cubierto, el cuchillo. Lo movía de un lado a otro como si de una espada se tratase. Él estaba feliz en su mundo, de eso no cabía duda.
- Bueno, preciosa ¿Qué trae a una chica como tú a mi isla?
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Katharina arqueó la ceja cuando el hombre pronunció aquello de solo tener en sus pensamientos sangre, dinero y guerra. ¿Acaso era un niño? Todos los hombres vivían eso a diario. Cada ser vivo en este planeta lidiaba con su propia guerra, cada ser vivo enfrentaba a sus propios demonios. Era el poder de la bruja el que se alimentaba de la muerte de las personas, era la única forma de que pudiera seguir creciendo. El dolor, la muerte, la corrupción y la guerra le eran cosas muy típicas, casi se trataban de su plato diario. Durante su estadía en la Orden tuvo que asesinar a demasiadas personas, incluso a su mejor amigo. “Parece que tenemos a un hombre muy sentido con la guerra”, pensó un tanto decepcionada.
La comida que el hombre le recomendó tenía un nombre pintoresco, y le hacía gracia probarla. Hizo caso omiso a su comentario coqueta y volteó la mirada hacia la camarera, quien se acercó con un vino tinto metido en un cubo de hielo. Katharina abrió los ojos en señal de impresión y su rostro no reflejó más que horror al ver lo que tenía en frente. “¡Qué horror! ¡Insólito! ¿Qué clase de restaurante lujoso es este? ¿Cómo es posible…?”, pensó mientras miraba aterrorizada la botella de vino tinto incrustada en los hielos. Estaba demasiado inmersa en sus pensamientos sobre la insólita situación como para notar que su compañero le estaba sirviendo una copa de vino.
–Supongo que aquí tienen otras costumbres –dijo, sintiéndose impresionada por lo que acababa de ver–. Dime, ¿es normal que el vino tinto se tome helado? Mi padre solía ir a reuniones importantes y, por lo que pude ver, en ningún momento los hombres tomaban el vino tinto helado. Creo que este se debe de tomar a temperatura ambiente.
Era la única razón que pudo encontrar ante lo visto, de lo contrario, si no era así, se sentiría completamente decepcionada del lugar. “Supongo que lo de pertenecer a la clase alta no se irá, incluso si visto estos ropajes…”, pensó. Tomó la copa de vino desde su base y agitó ligeramente el contenido de esta, como si estuviera analizando el cuerpo del vino. ¿Qué tan bueno sería? Le dio un sorbo y comprobó que tenía una mezcla dulce y amarga. Pese a que estaba un tanto frío, mantenía un buen sabor y se alegró por eso. No era de las chicas que bebiesen mucho, de hecho, era la primera vez que bebía voluntariamente.
–Mi barco naufragó –le dijo después de un rato–. No es más que eso. No es que me guste vestir estas ropas, ¿sabes?
La comida que el hombre le recomendó tenía un nombre pintoresco, y le hacía gracia probarla. Hizo caso omiso a su comentario coqueta y volteó la mirada hacia la camarera, quien se acercó con un vino tinto metido en un cubo de hielo. Katharina abrió los ojos en señal de impresión y su rostro no reflejó más que horror al ver lo que tenía en frente. “¡Qué horror! ¡Insólito! ¿Qué clase de restaurante lujoso es este? ¿Cómo es posible…?”, pensó mientras miraba aterrorizada la botella de vino tinto incrustada en los hielos. Estaba demasiado inmersa en sus pensamientos sobre la insólita situación como para notar que su compañero le estaba sirviendo una copa de vino.
–Supongo que aquí tienen otras costumbres –dijo, sintiéndose impresionada por lo que acababa de ver–. Dime, ¿es normal que el vino tinto se tome helado? Mi padre solía ir a reuniones importantes y, por lo que pude ver, en ningún momento los hombres tomaban el vino tinto helado. Creo que este se debe de tomar a temperatura ambiente.
Era la única razón que pudo encontrar ante lo visto, de lo contrario, si no era así, se sentiría completamente decepcionada del lugar. “Supongo que lo de pertenecer a la clase alta no se irá, incluso si visto estos ropajes…”, pensó. Tomó la copa de vino desde su base y agitó ligeramente el contenido de esta, como si estuviera analizando el cuerpo del vino. ¿Qué tan bueno sería? Le dio un sorbo y comprobó que tenía una mezcla dulce y amarga. Pese a que estaba un tanto frío, mantenía un buen sabor y se alegró por eso. No era de las chicas que bebiesen mucho, de hecho, era la primera vez que bebía voluntariamente.
–Mi barco naufragó –le dijo después de un rato–. No es más que eso. No es que me guste vestir estas ropas, ¿sabes?
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Una gota de sudor cayó por la cabeza del dragón cuando ella nombró lo del vino. De toda la vida iban metidos en hielo para que se mantuviese frío. Así era al menos en las islas del Norte. Se veía que ella era de otro sitio, una extraña en su isla, que porno sonaba todo aquello. No debía pensar mal y agitó la cabeza de un lado a otro. Debía contestar a la pregunta de la hermosa joven y por ello lo hizo con un tono calmado y explicativo.
- Aquí se toma fresquito. Es la tradición y no creo que la cambien. Así sube antes y todo, pero no vayas a emborracharte. Luego podrían tildarme de mala influencia.
Bromeó mientras él bebía un poco de su copa y después soltaba un leve suspiro. Empezaba a entrarle hambre y era muy posible que comiese más de la cuenta. La joven dijo entonces que fue naufragando y que sus ropas no le gustaban. El dragón la miró un poco de arriba abajo y después de unos momentos ladeó la cabeza. No entendía aquellas manías de las mujeres. Él mismo iba con una camiseta y un pantalón. Encima iba con sandalias de madera que no pegaban, era como un samurái o al menos medio. Se rascó un poco la cabeza y entonces vino la mujer con la bandeja de comida, después se retiró con una sonrisa.
- Te quedan bien. El mejor vestido de una mujer es su piel ¿sabes? Puede que no te guste, pero si quieres la opinión de un desconocido que ofrece comida, me gustan.
No mentía en ese tema. Madara no se fijaba en la ropa de las mujeres. Tomó un plato de pollo rebozado con salsa picante y entonces empezó a comer lentamente. El sabor le encantó y le hizo cerrar los ojos mientras se quedaba un poco pensativo. No entendía qué cocineros habría allí, pero eran maravillosos. El sabor inundaba su paladar y no tardó en soltar una especie de jadeo. Iba a disfrutar mucho de aquella noche. Bebió un poco de la jarra de agua y después se quedó mirando a su bella acompañante.
- Esto está delicioso. Una comida rica, vino, una chica hermosa, es de noche. No puedo pedir nada más, debo admitir que estoy disfrutando de esto, Katha-chan.
Dijo tuteándola ya con confianza y volviendo a llevarse un trozo de pollo en la boca. La salsa por muy picante que fuese le gustaba y con el vino iba genial. Bebió un poco más de su copa y después miró a la chica a los ojos. Sentados estaban algo más a la par, pero sacándole casi un metro, hacía la situación bastante divertida. Le sonrió de aquella típica forma que él solía tener y acto seguido alzó la copa acercándola a ella. Pretendía brindar.
- Aquí se toma fresquito. Es la tradición y no creo que la cambien. Así sube antes y todo, pero no vayas a emborracharte. Luego podrían tildarme de mala influencia.
Bromeó mientras él bebía un poco de su copa y después soltaba un leve suspiro. Empezaba a entrarle hambre y era muy posible que comiese más de la cuenta. La joven dijo entonces que fue naufragando y que sus ropas no le gustaban. El dragón la miró un poco de arriba abajo y después de unos momentos ladeó la cabeza. No entendía aquellas manías de las mujeres. Él mismo iba con una camiseta y un pantalón. Encima iba con sandalias de madera que no pegaban, era como un samurái o al menos medio. Se rascó un poco la cabeza y entonces vino la mujer con la bandeja de comida, después se retiró con una sonrisa.
- Te quedan bien. El mejor vestido de una mujer es su piel ¿sabes? Puede que no te guste, pero si quieres la opinión de un desconocido que ofrece comida, me gustan.
No mentía en ese tema. Madara no se fijaba en la ropa de las mujeres. Tomó un plato de pollo rebozado con salsa picante y entonces empezó a comer lentamente. El sabor le encantó y le hizo cerrar los ojos mientras se quedaba un poco pensativo. No entendía qué cocineros habría allí, pero eran maravillosos. El sabor inundaba su paladar y no tardó en soltar una especie de jadeo. Iba a disfrutar mucho de aquella noche. Bebió un poco de la jarra de agua y después se quedó mirando a su bella acompañante.
- Esto está delicioso. Una comida rica, vino, una chica hermosa, es de noche. No puedo pedir nada más, debo admitir que estoy disfrutando de esto, Katha-chan.
Dijo tuteándola ya con confianza y volviendo a llevarse un trozo de pollo en la boca. La salsa por muy picante que fuese le gustaba y con el vino iba genial. Bebió un poco más de su copa y después miró a la chica a los ojos. Sentados estaban algo más a la par, pero sacándole casi un metro, hacía la situación bastante divertida. Le sonrió de aquella típica forma que él solía tener y acto seguido alzó la copa acercándola a ella. Pretendía brindar.
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Así que no era falta de conocimiento respecto al vino, sino que formaba parte de su cultura, la tradición local decía que el vino tinto debía imbuirse en un recipiente helado. “Qué interesante. Pensé que en todas las partes del mundo era lo mismo”, pensó mientras contemplaba la botella incrustada en el cubo. Por suerte no había hecho ninguna exclamación que pudiera sonar ofensiva, después de todo estaba lejos de casa y no sabía qué tipo de gente vivía en la isla aparentemente cuidada por el Shichibukai. Después de un rato, el hombre halagó las vestimentas de Katharina, que básicamente consistían en trapos rotos de lo que alguna vez fue su uniforme de la Marina.
–No necesitas halagarme, pero gracias –comentó con los ojos cerrados.
La muchacha de cabellos plateados abrió los ojos y contempló los diferentes platos de comidas repartidos en distintas bandejas. ¿Cuál cogería? Era difícil elegir entre tantos sabores. Primero quería comer algo de carne, preferentemente bien cocida y rebosante en jugo. Cogió su tenedor y pinchó un trozo de carne que se veía apetitoso, luego lo dejó en su plato y siguió seleccionando alimentos. Había un montón de papas cortadas circularmente, las cuales, aparentemente, estaban horneadas. Cogió un puñado de ellas y las depositó suavemente en su plato mientras su mirada la llevaba hacia el recipiente de ensaladas verdes que había. No pretendía mostrarse como una persona golosa ni mucho menos comer escandalosamente. Cortó lentamente el trozo de carne y se lo echó a la boca. Si hubiera sido una persona expresiva, habría llorado por probar semejante sabor. Todo era perfecto. La textura de la carne, el sabor y el cálido jugo que se deslizaba por su garganta.
–Ciertamente. Está exquisito –comentó con los ojos cerrados y luego dio otro bocado.
Agitó el líquido carmesí que estaba en la copa y bebió un buen sorbo. Como este estaba ligeramente frío, apenas notó el amargo sabor del vino y después de un rato ya no quedaba nada. Su tolerancia al alcohol era decepcionante, pues jamás había bebido más de media copa. Y ya iba por la tercera. Frunció el ceño y recordó que Uchiha Madara la había tratado de “Katha-chan”, algo que no podía dejar pasar. “¿Q-Quién se cree este para tratarme tan confianzudamente?”, pensó mientras se echaba otro pequeño y frágil trozo de carne a la boca.
–P-Para ti es Katharina-sama, ¿entendido? –Expresó con una leve dificultad al hablar. Parecía que la lengua comenzaba a trabársele, producto del alcohol.
–No necesitas halagarme, pero gracias –comentó con los ojos cerrados.
La muchacha de cabellos plateados abrió los ojos y contempló los diferentes platos de comidas repartidos en distintas bandejas. ¿Cuál cogería? Era difícil elegir entre tantos sabores. Primero quería comer algo de carne, preferentemente bien cocida y rebosante en jugo. Cogió su tenedor y pinchó un trozo de carne que se veía apetitoso, luego lo dejó en su plato y siguió seleccionando alimentos. Había un montón de papas cortadas circularmente, las cuales, aparentemente, estaban horneadas. Cogió un puñado de ellas y las depositó suavemente en su plato mientras su mirada la llevaba hacia el recipiente de ensaladas verdes que había. No pretendía mostrarse como una persona golosa ni mucho menos comer escandalosamente. Cortó lentamente el trozo de carne y se lo echó a la boca. Si hubiera sido una persona expresiva, habría llorado por probar semejante sabor. Todo era perfecto. La textura de la carne, el sabor y el cálido jugo que se deslizaba por su garganta.
–Ciertamente. Está exquisito –comentó con los ojos cerrados y luego dio otro bocado.
Agitó el líquido carmesí que estaba en la copa y bebió un buen sorbo. Como este estaba ligeramente frío, apenas notó el amargo sabor del vino y después de un rato ya no quedaba nada. Su tolerancia al alcohol era decepcionante, pues jamás había bebido más de media copa. Y ya iba por la tercera. Frunció el ceño y recordó que Uchiha Madara la había tratado de “Katha-chan”, algo que no podía dejar pasar. “¿Q-Quién se cree este para tratarme tan confianzudamente?”, pensó mientras se echaba otro pequeño y frágil trozo de carne a la boca.
–P-Para ti es Katharina-sama, ¿entendido? –Expresó con una leve dificultad al hablar. Parecía que la lengua comenzaba a trabársele, producto del alcohol.
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¿Qué cojones? Madara alzó la ceja al escuchar lo de “sama” ¿Quería jugar a la domadora con él? Si era algo rico… No, ni siquiera eso. Allí mandaba él en todos los aspectos, pero tampoco pensó que fuese algo pervertido. Negó un poco con la cabeza y le mostró una sonrisa que mostraba arrogancia. Estaba claro que el Shichibukai no llamaba así ni al gorosei. El cabrón se reservaba esa forma para sí mismo y no para los demás. Menos para una chica que le llegaba a los abdominales o quizás algo más arriba. Empezó a reírse de forma un poco exagerada y después mordió otro pedazo de carne de forma algo salvaje. Arrancó la piel del hueso sin dificultad y después se lo tragó.
- Sama los huevos. Para mí eres Kathi-chan a partir de ahora, muñeca. No llamo sama ni al presidente del gobierno. – Comentó rascándose la barbilla.
Esa joven ¿Aguantaría el alcohol? Con su cuerpo no lo creía. Esperaba que no se le fuese la olla en plan ama de sadomaso o tendría que sacarla de allí antes de que le tomaran a él una fama equivocada. Era Uchiha Madara, el puto dragón negro. El emperador del ácido, el líder de Kyofu no yohei. No haría pensar a los demás nada raro. Entonces tomó su copa de vino, pues él iba por la primera. Le dio un leve trago disfrutando del sabor y después se echó una olla entera de arroz con atún y trozos de ternera. Tenía aceite y sal como mezcla y él añadió un poco de pimienta y alioli. Empezó a comer a toda velocidad mientras observaba a la chica en su estado y no dudó en empezar a picarla un poco de cualquier forma.
- ¿Por qué debería dirigirme como sama a una pequeña y hermosa chica inofensiva? Eres tan adorable que no existe nombre por el que te llame. – Dijo mostrando sus dientes afilados mientras ahora activaba el haki de observación. Los borrachos solían tener ataques de ira raros.
Esperó su reacción mientras continuaba comiendo y mirándola fijamente a los ojos de forma siniestra. El dragón se lo estaba pasando bomba con aquella chica que tenía delante. Debía admitir que pese a estar en modo serio era divertida para su gusto. Ya solo le faltaba que le diese caña en el sentido del orgullo y sería definitivo. El shichibukai se notaba contento y mucho más ahora que quería hacerla enojar al máximo.
- Sama los huevos. Para mí eres Kathi-chan a partir de ahora, muñeca. No llamo sama ni al presidente del gobierno. – Comentó rascándose la barbilla.
Esa joven ¿Aguantaría el alcohol? Con su cuerpo no lo creía. Esperaba que no se le fuese la olla en plan ama de sadomaso o tendría que sacarla de allí antes de que le tomaran a él una fama equivocada. Era Uchiha Madara, el puto dragón negro. El emperador del ácido, el líder de Kyofu no yohei. No haría pensar a los demás nada raro. Entonces tomó su copa de vino, pues él iba por la primera. Le dio un leve trago disfrutando del sabor y después se echó una olla entera de arroz con atún y trozos de ternera. Tenía aceite y sal como mezcla y él añadió un poco de pimienta y alioli. Empezó a comer a toda velocidad mientras observaba a la chica en su estado y no dudó en empezar a picarla un poco de cualquier forma.
- ¿Por qué debería dirigirme como sama a una pequeña y hermosa chica inofensiva? Eres tan adorable que no existe nombre por el que te llame. – Dijo mostrando sus dientes afilados mientras ahora activaba el haki de observación. Los borrachos solían tener ataques de ira raros.
Esperó su reacción mientras continuaba comiendo y mirándola fijamente a los ojos de forma siniestra. El dragón se lo estaba pasando bomba con aquella chica que tenía delante. Debía admitir que pese a estar en modo serio era divertida para su gusto. Ya solo le faltaba que le diese caña en el sentido del orgullo y sería definitivo. El shichibukai se notaba contento y mucho más ahora que quería hacerla enojar al máximo.
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Llenó nuevamente la copa de vino, esta vez olvidándose de la educación que recibió de niña. Eso de llenar la copa de vino hasta la mitad ya no corría, claramente, de hecho, ahora estaba casi rebalsando. Katharina tomó la copa y le dio un buen sorbo, luego frunció el ceño y la miró. “Esto está exquisito. ¿Cómo no lo habría probado antes?”, pensó para luego dejarla caer violentamente sobre la mesa. Por suerte esta no se rompió y el líquido dentro de ella seguía intacto. La vista comenzó a distorsionarse levemente, pareciendo ver que Madara ondeaba. Sin embargo, las palabras del pelinegro le sacaron de aquel trance y volvió a la realidad, aunque no por ello estaba más lúcida.
–¡Katharina-sama! –Le volvió a decir con tono demandante– Si… Si no me llamas Katharina-sama, no me llames –añadió, dejando a un lado toda coherencia.
Cuando escuchó lo de pequeña y hermosa chica inofensiva no pudo evitar sentirse menospreciada. ¿Quién decía que era inofensiva? Si bien no era tan fuerte como el Shichibukai, había derrotado a oponentes de considerable fuerza. Un ex capitán de la Marina, otro marine conocido como Gusi; incluso derrotó a una serpiente lanza rayos. Normalmente no hubiera estallado en enojo, pero el alcohol se le subió a la cabeza. Golpeó ligeramente la mesa y una onda invisible y rápida salió despedida, comprendiendo que era incapaz de controlar su haki del rey. Aún era una novata en aquello, pero de seguro que un montón de gente podía caer desmayada.
–N-N-No soy adorable, Uchiha Madara –le dijo después de echarse a la boca varias papas circulares perfectamente horneadas–. ¿Cuál es tu historia, entonces? –Le preguntó después de un rato.
La comida ayudaba para que el alcohol no siguiera emborrachándole, pero su falta de cultura para beber le estaba pasando de la cuenta. Dejó la copa de vino a un lado y se concentró en el trozo de carne que aún estaba sobre el plato, desconociéndose a sí misma. Jamás había sido tan expresiva ni había golpeado la mesa en señal de enojo, de hecho, era primera vez que experimentaba furia. Normalmente tenía sus emociones bajo control, perfectamente selladas bajo una gruesa capa de frialdad impenetrable.
–¡Katharina-sama! –Le volvió a decir con tono demandante– Si… Si no me llamas Katharina-sama, no me llames –añadió, dejando a un lado toda coherencia.
Cuando escuchó lo de pequeña y hermosa chica inofensiva no pudo evitar sentirse menospreciada. ¿Quién decía que era inofensiva? Si bien no era tan fuerte como el Shichibukai, había derrotado a oponentes de considerable fuerza. Un ex capitán de la Marina, otro marine conocido como Gusi; incluso derrotó a una serpiente lanza rayos. Normalmente no hubiera estallado en enojo, pero el alcohol se le subió a la cabeza. Golpeó ligeramente la mesa y una onda invisible y rápida salió despedida, comprendiendo que era incapaz de controlar su haki del rey. Aún era una novata en aquello, pero de seguro que un montón de gente podía caer desmayada.
–N-N-No soy adorable, Uchiha Madara –le dijo después de echarse a la boca varias papas circulares perfectamente horneadas–. ¿Cuál es tu historia, entonces? –Le preguntó después de un rato.
La comida ayudaba para que el alcohol no siguiera emborrachándole, pero su falta de cultura para beber le estaba pasando de la cuenta. Dejó la copa de vino a un lado y se concentró en el trozo de carne que aún estaba sobre el plato, desconociéndose a sí misma. Jamás había sido tan expresiva ni había golpeado la mesa en señal de enojo, de hecho, era primera vez que experimentaba furia. Normalmente tenía sus emociones bajo control, perfectamente selladas bajo una gruesa capa de frialdad impenetrable.
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Una sonrisa se formó en la boca del dragón cuando la chica se puso de aquella forma. O la llamaba así o que no la llamase… Vaya, buscaba un sirviente o algo, qué carácter. El mercenario permaneció impasible mientras bostezaba un poco y controlaba los movimientos de la joven por si las moscas. No había mucha hostilidad hacia él por el momento, pero cuando aquella onda salió disparada a los lados no pudo evitar ladear un poco la cabeza. Unos cuantos camareros se desmayaron de repente y notó un leve temblor. La mirada del moreno pasó a ser algo más seria ¿Haki del rey? No podía creerse que esa pequeña tuviese ese poder. Estuvo a punto de liberar el suyo para calmarla con su inmensa aura, pero decidió dejar aquello para otra situación. Se rascó un poco la cabeza y soltó un suspiro considerable. Era el momento de aumentar la dificultad.
Su historia era algo sagrado, pero algo le decía que aquella chica no iba a delatarle. Si la gente sabía su primer apellido podía estar en graves apuros. Podrían compararle con aquella persona enmascarada y podría peligrar su puesto. Decidió jugársela, pues esa hermosa joven no parecía mala persona. Entonces fue cuando soltó un suspiro y se comió media olla de seis o siete cucharazos. Tragó todo lo posible y cogió unos pinchitos de pollo, los cuales continuó comiendo tranquilamente. Era demasiado rico para ser verdad. Entonces decidió hacer un resumen corto para no enrollarse demasiado.
- Soy Madara Surfer Uchiha. Clan masacrado hace años, la mitad de mis hermanos perdidos, dedicado al oficio de mercenario durante mucho tiempo y finalmente nombrado Shichibukai durante la última guerra. Eso sería todo resumido. Podría decirse que soy un alma solitaria que busca siempre algo que hacer para no aburrirse durante su eterna existencia como dragón. – Mencionó entonces mientras sus ojos se iluminaban en un tono dorado.
En ese momento estiró la mano hacia la copa de vino y de nuevo volvió a beber, esta vez terminándosela. Entonces se quedó mirando a la joven y decidió subir la temperatura del fuego, tal vez podría quemarse, pero estaban allí para correr aquel tipo de riesgos y divertirse al máximo.
- Deberías dejar de beber, eso te hace más adorable de lo que ya eres. Incluso podría terminar tirándote los tejos, preciosa. Empieza a gustarme tu forma de ser. – Dijo entonces tratando de darle una leve caricia en la mejilla y sonriéndole de forma siniestra. Tenía el guante puesto todavía por lo pasado anteriormente.
Su historia era algo sagrado, pero algo le decía que aquella chica no iba a delatarle. Si la gente sabía su primer apellido podía estar en graves apuros. Podrían compararle con aquella persona enmascarada y podría peligrar su puesto. Decidió jugársela, pues esa hermosa joven no parecía mala persona. Entonces fue cuando soltó un suspiro y se comió media olla de seis o siete cucharazos. Tragó todo lo posible y cogió unos pinchitos de pollo, los cuales continuó comiendo tranquilamente. Era demasiado rico para ser verdad. Entonces decidió hacer un resumen corto para no enrollarse demasiado.
- Soy Madara Surfer Uchiha. Clan masacrado hace años, la mitad de mis hermanos perdidos, dedicado al oficio de mercenario durante mucho tiempo y finalmente nombrado Shichibukai durante la última guerra. Eso sería todo resumido. Podría decirse que soy un alma solitaria que busca siempre algo que hacer para no aburrirse durante su eterna existencia como dragón. – Mencionó entonces mientras sus ojos se iluminaban en un tono dorado.
En ese momento estiró la mano hacia la copa de vino y de nuevo volvió a beber, esta vez terminándosela. Entonces se quedó mirando a la joven y decidió subir la temperatura del fuego, tal vez podría quemarse, pero estaban allí para correr aquel tipo de riesgos y divertirse al máximo.
- Deberías dejar de beber, eso te hace más adorable de lo que ya eres. Incluso podría terminar tirándote los tejos, preciosa. Empieza a gustarme tu forma de ser. – Dijo entonces tratando de darle una leve caricia en la mejilla y sonriéndole de forma siniestra. Tenía el guante puesto todavía por lo pasado anteriormente.
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Katharina escuchó la historia de Madara mientras estaba luchando por incrustar las puntas del tenedor en una escurridiza papa circular que saltaba de un lado a otro. Finalmente lo logró y se la echó toda a la boca, quedando con un pequeño pedacito de ella al lado de esta. Cogió la servilleta y se limpió elegantemente, como si su verdadero yo hubiera vuelto a la normalidad. Pero estaba lejos de ser verdad, puesto que en su interior seguía estando borracha, solo que ahora podía disimular estar lúcida. Vaya jugada que hizo. Primero conoció a un extraño, aceptó su invitación y ahora está escuchando su historia.
Sus sentidos se detuvieron solo por un segundo cuando escuchó el apellido del hombre: Surfer. ¿Acaso no era el mismo que el de su capitana? De hecho, si mal no recordaba, había un peligroso hombre de tal apellido. Eso no le importaba, pues ahora quería descubrir qué relación tenía con su juguetona y agraciada amiga. Se veía en la necesidad de descubrirlo y, tras beber un sorbo de agua, le preguntó.
–¿Conoces a alguien de nombre Hikaru? –Le preguntó directamente, sin rodeos.
Observó los movimientos del dragón y, esperando a que respondiera, dirigió la mirada hacia las bandejas que seguían repletas de comida. Había mucho alimento para consumir, y nuevos sabores que experimentar. Ya se había terminado su tierno trozo de carne, que en realidad era pequeño comparado a lo que comía el hombre dragón. Llevó su tenedor hasta un trozo de salmón ahumado con cebollas cocidas a su alrededor y un montón de tomates frescos y rojizos. Aún tenía hambre y, pese a su tamaño, era una completa bestia al momento de comer. Su estómago rara vez se saciaba, pareciendo tener un saco sin fondo. Además del salmón, cogió nuevamente un puñado de papas.
–No te pases de listo, ¿eh? –Dijo con los reflejos aún activos para esquivar la rápida mano del hombre dragón– Pareces ser un buen tipo, pero no tengo definido mi gusto… aún.
Sus sentidos se detuvieron solo por un segundo cuando escuchó el apellido del hombre: Surfer. ¿Acaso no era el mismo que el de su capitana? De hecho, si mal no recordaba, había un peligroso hombre de tal apellido. Eso no le importaba, pues ahora quería descubrir qué relación tenía con su juguetona y agraciada amiga. Se veía en la necesidad de descubrirlo y, tras beber un sorbo de agua, le preguntó.
–¿Conoces a alguien de nombre Hikaru? –Le preguntó directamente, sin rodeos.
Observó los movimientos del dragón y, esperando a que respondiera, dirigió la mirada hacia las bandejas que seguían repletas de comida. Había mucho alimento para consumir, y nuevos sabores que experimentar. Ya se había terminado su tierno trozo de carne, que en realidad era pequeño comparado a lo que comía el hombre dragón. Llevó su tenedor hasta un trozo de salmón ahumado con cebollas cocidas a su alrededor y un montón de tomates frescos y rojizos. Aún tenía hambre y, pese a su tamaño, era una completa bestia al momento de comer. Su estómago rara vez se saciaba, pareciendo tener un saco sin fondo. Además del salmón, cogió nuevamente un puñado de papas.
–No te pases de listo, ¿eh? –Dijo con los reflejos aún activos para esquivar la rápida mano del hombre dragón– Pareces ser un buen tipo, pero no tengo definido mi gusto… aún.
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Madara empezó a reírse de nuevo. Las palabras que dijo le parecieron demasiado divertidas. Hubo algo en la frase de la albina que le hizo sentir demasiadas ganas de reír. El enorme dragón entonces estiró la mano hacia la botella de vino y la apartó. No iba a dejarla beber más en aquella noche y lanzó la botella por la ventana. Después de aquello tomó su jarra de agua y se la bebió rápidamente en menos de cinco segundos. Se relamió despacio y se cruzó de brazos dejando de comer. Se le había quitado el hambre al escuchar ciertas palabras de ella, no las últimas, más bien las primeras. Se rascó un poco la cabeza y después de unos momentos miró su mano de nuevo. Tenía el guante puesto y no entendía nada. Pero era el momento de ser sinceros en todo, pues eso se le daba bien.
- Has evitado que te toque todo el día, Katharina-san. – Dijo ya en un tono serio y mostrando su verdadera forma de ser. El Madara buenazo tenía un límite y el tema de aquel nombre le hizo volver a su yo. – No tengo ninguna enfermedad contagiosa. Dicho esto, no te equivoques, yo no soy un buen tipo. Créeme que soy la peor de las personas. – Dijo de forma seria.
De su espalda surgió entonces una cola en forma de cuchilla que se estiró hacia arriba y tocó el techo. Entonces se puso a moverse de un lado a otro, como la cola de un escorpión. Los rojizos ojos del dragón negro se clavaron entonces en la joven. Esta vez parecía estar mirándola con seriedad. Uchiha Madara, el shichibukai más poderoso. Conocido como un tío amable y demás, pero ya era hora de hablar con honestidad. La joven estaba borracha por lo que se veía y que rechazara contacto físico sin mala intención ya no le hacía tanta gracia. Él mismo entre los amigos masculinos se daba abrazos y a veces choques de frente. Movió la cola de un lado a otro y después la miró de nuevo con seriedad.
- Hikaru Surfer Uchiha. Mi hermana pequeña, asesinada en aquel día. La quería muchísimo, pero el destino me arrebató su vida. – Dijo algo enfadado.
Se notaba que el dragón era muy protector con los suyos. Incluso con el cabrón de Jin. No tardó mucho en aplastar la jarra vacía con la mano y cortarse. La sangre fluía, pero eso le daba igual. La camarera le miró algo preocupada, pero no se atrevió a acercarse, pues trataba de reanimar a un hombre inconsciente.
- Muy bien, Katharina-san. Te encontré en mi montaña perdida y no me agrada ver a personas pasarlo mal. Si no te gusta tu ropa, te compraré un poco ahora. Si tienes hambre te daré de comer. Si tienes sueño te ofreceré una casa entera. Pero, no tengo nada contagioso. – Terminó de decir ocultando su cola de nuevo en su cuerpo.
- Has evitado que te toque todo el día, Katharina-san. – Dijo ya en un tono serio y mostrando su verdadera forma de ser. El Madara buenazo tenía un límite y el tema de aquel nombre le hizo volver a su yo. – No tengo ninguna enfermedad contagiosa. Dicho esto, no te equivoques, yo no soy un buen tipo. Créeme que soy la peor de las personas. – Dijo de forma seria.
De su espalda surgió entonces una cola en forma de cuchilla que se estiró hacia arriba y tocó el techo. Entonces se puso a moverse de un lado a otro, como la cola de un escorpión. Los rojizos ojos del dragón negro se clavaron entonces en la joven. Esta vez parecía estar mirándola con seriedad. Uchiha Madara, el shichibukai más poderoso. Conocido como un tío amable y demás, pero ya era hora de hablar con honestidad. La joven estaba borracha por lo que se veía y que rechazara contacto físico sin mala intención ya no le hacía tanta gracia. Él mismo entre los amigos masculinos se daba abrazos y a veces choques de frente. Movió la cola de un lado a otro y después la miró de nuevo con seriedad.
- Hikaru Surfer Uchiha. Mi hermana pequeña, asesinada en aquel día. La quería muchísimo, pero el destino me arrebató su vida. – Dijo algo enfadado.
Se notaba que el dragón era muy protector con los suyos. Incluso con el cabrón de Jin. No tardó mucho en aplastar la jarra vacía con la mano y cortarse. La sangre fluía, pero eso le daba igual. La camarera le miró algo preocupada, pero no se atrevió a acercarse, pues trataba de reanimar a un hombre inconsciente.
- Muy bien, Katharina-san. Te encontré en mi montaña perdida y no me agrada ver a personas pasarlo mal. Si no te gusta tu ropa, te compraré un poco ahora. Si tienes hambre te daré de comer. Si tienes sueño te ofreceré una casa entera. Pero, no tengo nada contagioso. – Terminó de decir ocultando su cola de nuevo en su cuerpo.
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La pequeña bruja de cabellos plateados seguía estando medianamente borracha, pero la dura expresión de seriedad de Madara le hizo tocar tierra. Su pregunta sin duda no le hizo mucha gracia, y tras su revelación, Katharina quedó completamente sorprendida. “Hikaru jamás me dijo que tenía un hermano, ni mucho menos que este era un Shichibukai”, pensó. El apetito de repente desapareció, pero aún tenía intenciones de seguir bebiendo. Por una sola noche quería ser una persona normal, sin responsabilidades ni obligaciones con todo el mundo.
Se quedó pensando en si decirle la verdad o no. “¿Cómo se le dice a una persona que su hermana está viva? ¿Sería correcto decirle? ¿Hikaru se enfadaría? No está en mí contarle la verdad de mi Capitana, pero todos merecen saber la verdad acerca de su familia”, concluyó. La duda carcomía su corazón, pero Katharina era mucho más fuerte y dejando a un lado el temor, le contó la verdad. La rubiecita marine era una mujer escandalosa, fuerte y amable; sin duda no le gustaría ver a nadie sufriendo por ella, ni mucho menos a su hermano mayor.
–Sé que no me corresponde decirlo –mencionó con la lengua trabada, claro reflejo de su borrachera–, pero todos… todos merecen saber la verdad. Hikaru es mi Capitana, y está viva.
No sabía cómo reaccionaría, pero la revelación acerca de la verdad de su hermana podría resultar extremadamente mal. Algo le decía que la cena terminaría en algo inesperado. De todas formas activó su mantra para descubrir alguna mala intención en el pelinegro, quien aclamaba ser todo lo contrario a un buen tipo. “Tampoco soy una buena persona. He matado a muchos solo por mis intereses. Les he quitado la vida a incontables hombres solo para sobrevivir un día más, y ver la sonrisa de mi hermana pequeña. ¿Eso me vuelve una mala persona?”, pensó, bajando la mirada y tornándose melancólica. Tal vez era una de las fases de la borrachera.
–No te preocupes por mi ropa, Dragón-san –le comentó justo antes de sacar de la nada una bolsa con varias monedas en su interior–. Cuento con algo de dinero… ¡Una botella de vino por aquí! –Gritó de repente. En el alcohol encontró una tranquila forma de desahogar y dejar a un lado esa gruesa barrera de frialdad que le mantenía a salvo de un mundo que solo buscaba hacer sufrir a las personas, le mantenía a salvo de un cruel destino que no traía más que dolor.
Se quedó pensando en si decirle la verdad o no. “¿Cómo se le dice a una persona que su hermana está viva? ¿Sería correcto decirle? ¿Hikaru se enfadaría? No está en mí contarle la verdad de mi Capitana, pero todos merecen saber la verdad acerca de su familia”, concluyó. La duda carcomía su corazón, pero Katharina era mucho más fuerte y dejando a un lado el temor, le contó la verdad. La rubiecita marine era una mujer escandalosa, fuerte y amable; sin duda no le gustaría ver a nadie sufriendo por ella, ni mucho menos a su hermano mayor.
–Sé que no me corresponde decirlo –mencionó con la lengua trabada, claro reflejo de su borrachera–, pero todos… todos merecen saber la verdad. Hikaru es mi Capitana, y está viva.
No sabía cómo reaccionaría, pero la revelación acerca de la verdad de su hermana podría resultar extremadamente mal. Algo le decía que la cena terminaría en algo inesperado. De todas formas activó su mantra para descubrir alguna mala intención en el pelinegro, quien aclamaba ser todo lo contrario a un buen tipo. “Tampoco soy una buena persona. He matado a muchos solo por mis intereses. Les he quitado la vida a incontables hombres solo para sobrevivir un día más, y ver la sonrisa de mi hermana pequeña. ¿Eso me vuelve una mala persona?”, pensó, bajando la mirada y tornándose melancólica. Tal vez era una de las fases de la borrachera.
–No te preocupes por mi ropa, Dragón-san –le comentó justo antes de sacar de la nada una bolsa con varias monedas en su interior–. Cuento con algo de dinero… ¡Una botella de vino por aquí! –Gritó de repente. En el alcohol encontró una tranquila forma de desahogar y dejar a un lado esa gruesa barrera de frialdad que le mantenía a salvo de un mundo que solo buscaba hacer sufrir a las personas, le mantenía a salvo de un cruel destino que no traía más que dolor.
- Off:
- La razón por la que Katharina le cuenta la verdad a Madara es únicamente porque está medio borracha.
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El dragón permaneció en silencio mientras continuaba cruzado de brazos. Su mirada lentamente iba cambiando a una algo más relajada, como si estuviese calmándose un poco. Permaneció tranquilo mirando por la ventana y entonces suspiró. Su mano continuaba sangrando, pero tampoco era la gran cosa. Su dura piel hizo que el cristal no traspasara mucha carne. El mercenario entonces pudo ver a la camarera acercarse a él a toda prisa con un trapo y unos vendajes. Se sentó al lado y le miró a los ojos algo preocupada.
- Madara-sama ¿Está usted bien? Déjeme que le vende.
- No es necesario, Airi-chan. Te doy las gracias, pero es mi decisión sangrar ahora. Es algo que llevo haciendo mucho tiempo por dentro. – Dijo aquello le acarició la cabeza y ella le sonrió con dulzura. La camarera se retiró entonces.
Madara clavó su mirada de nuevo en la joven. Ella debía de ser todo lo contrario de la amabilidad, le empezaba a parecer un poco borde. Se rascó la barbilla y entonces escuchó aquellas palabras que vinieron de la albina. Los ojos del dragón se abrieron un poco más de lo normal. Era totalmente imposible, pero ella había sido la primera en nombrar el nombre de Hikaru. El devastador entonces quedó en silencio y con la boca un poco abierta. No podía ser verdad, él deseaba que aquello fuese verdad. No pensaba culparla, pues él mismo desapareció durante años debido a que estuvo viviendo en la oscuridad. Uchiha entonces apartó la mesa y la tiró a lado, todo quedó por los suelos. Total, ya se ocuparían los de la limpieza, un par de gemelos muy bordes. Dio un paso hacia Katharina y se colocó con una rodilla en el suelo para quedar lo más cerca de sus ojos posible.
- ¿Es eso cierto? Respóndeme con sinceridad. Si es una broma pienso hacértelo pagar, si estás diciendo la verdad, quiero que me des su número de Den den mushi. Haré lo que sea para poder hablar con ella.
Mencionó el dragón de forma seria mientras parecía bastante serio. Si aquello era verdad tendría un motivo para poder partirle las piernas a más de uno. Su hermanita pequeña podía estar viva y eso significaba presentarse en Marineford si hacía falta. Al mercenario le importaba muy poco el que se le pusiera en medio. Era un milagro que no fuese un criminal debido a su forma de hablar con los miembros del gobierno. Estaba claro que no le decían nada debido al poder que tenía. Preferían tenerlo de amigo a enemigo.
- Cuéntame todo y haré lo que te dé la gana.
- Madara-sama ¿Está usted bien? Déjeme que le vende.
- No es necesario, Airi-chan. Te doy las gracias, pero es mi decisión sangrar ahora. Es algo que llevo haciendo mucho tiempo por dentro. – Dijo aquello le acarició la cabeza y ella le sonrió con dulzura. La camarera se retiró entonces.
Madara clavó su mirada de nuevo en la joven. Ella debía de ser todo lo contrario de la amabilidad, le empezaba a parecer un poco borde. Se rascó la barbilla y entonces escuchó aquellas palabras que vinieron de la albina. Los ojos del dragón se abrieron un poco más de lo normal. Era totalmente imposible, pero ella había sido la primera en nombrar el nombre de Hikaru. El devastador entonces quedó en silencio y con la boca un poco abierta. No podía ser verdad, él deseaba que aquello fuese verdad. No pensaba culparla, pues él mismo desapareció durante años debido a que estuvo viviendo en la oscuridad. Uchiha entonces apartó la mesa y la tiró a lado, todo quedó por los suelos. Total, ya se ocuparían los de la limpieza, un par de gemelos muy bordes. Dio un paso hacia Katharina y se colocó con una rodilla en el suelo para quedar lo más cerca de sus ojos posible.
- ¿Es eso cierto? Respóndeme con sinceridad. Si es una broma pienso hacértelo pagar, si estás diciendo la verdad, quiero que me des su número de Den den mushi. Haré lo que sea para poder hablar con ella.
Mencionó el dragón de forma seria mientras parecía bastante serio. Si aquello era verdad tendría un motivo para poder partirle las piernas a más de uno. Su hermanita pequeña podía estar viva y eso significaba presentarse en Marineford si hacía falta. Al mercenario le importaba muy poco el que se le pusiera en medio. Era un milagro que no fuese un criminal debido a su forma de hablar con los miembros del gobierno. Estaba claro que no le decían nada debido al poder que tenía. Preferían tenerlo de amigo a enemigo.
- Cuéntame todo y haré lo que te dé la gana.
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La expresión del Shichibukai reflejaba impresión. “Creer toda una vida que tu hermana pequeña está muerta y viene una persona diciendo que está viva… Vaya, sí que debe ser difícil”, pensó mientras intentaba descifrar lo que pensaba aquel hombre de cabellos negros. Su mantra le alertó del brusco movimiento del poderoso hombre y, cogiendo su guadaña, dio un ágil brinco hacia atrás, evitando así que la mesa le diera de alguna forma. Una vez descubrió que en realidad Madara no tenía intenciones hostiles contra ella, relajó los músculos y soltó el arma. La borrachera se le pasó de un segundo a otro producto del salto que dio su corazón al ver el violento acto del Shichibukai.
–Claro que es cierto –dijo, nuevamente volviendo a su voz fría y sus ojos inexpresivos–. Hace un tiempo realizamos una misión y ahí nos conocimos, me reclutó para su banda y entonces desde ahí que somos compañeras, y amigas. No conozco tus intenciones, Uchiha Madara. No sé lo que quieres con ella, o si Hikaru quiere hablarte, pero sé lo que es tener una hermana pequeña.
Entendía lo doloroso que era no saber acerca de su familia, pues ella vivió exactamente lo mismo. Buscó durante años a Freya e hizo trabajos sucios para llegar hasta ella, pero al final lo consiguió. No conocía la historia de Hikaru y se sentía mala amiga por no haberle preguntado, seguro que Keith sí que la conocía. Katharina era su segunda al mando y poco sabía acerca de sus compañeros, únicamente se limitaba a buscar poder y encerrarse en sus libros para aprender acerca de la magia y conjuros. ¿Haría lo correcto en pasarle el número de su Capitana? Ya ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, y parecía que estaba pasando a llevar la voluntad de Hikaru. Sin embargo, lo único que quería era lo mejor para ella.
–Te daré su número, pero debes prometer que no le harás nada malo. Como le toques un pelo, levantaré un ejército de muertos para darte caza, Shichibukai –expresó fríamente, jurando a los cuatro vientos–. Y no me interesa lo que puedes darme, mientras Hikaru esté feliz. No conozco su relación contigo, pero me imagino cómo debe ser… Jamás te ha nombrado. Ni una sola vez.
Acto seguido le dijo su número de den den mushi para poder comunicarse, esperando que nada malo sucediera. Tal vez estaba a punto de desatar un mal que sería irrevocable, pero la familia siempre era lo más importante. O eso quería creer… Eso quería creer.
–Claro que es cierto –dijo, nuevamente volviendo a su voz fría y sus ojos inexpresivos–. Hace un tiempo realizamos una misión y ahí nos conocimos, me reclutó para su banda y entonces desde ahí que somos compañeras, y amigas. No conozco tus intenciones, Uchiha Madara. No sé lo que quieres con ella, o si Hikaru quiere hablarte, pero sé lo que es tener una hermana pequeña.
Entendía lo doloroso que era no saber acerca de su familia, pues ella vivió exactamente lo mismo. Buscó durante años a Freya e hizo trabajos sucios para llegar hasta ella, pero al final lo consiguió. No conocía la historia de Hikaru y se sentía mala amiga por no haberle preguntado, seguro que Keith sí que la conocía. Katharina era su segunda al mando y poco sabía acerca de sus compañeros, únicamente se limitaba a buscar poder y encerrarse en sus libros para aprender acerca de la magia y conjuros. ¿Haría lo correcto en pasarle el número de su Capitana? Ya ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, y parecía que estaba pasando a llevar la voluntad de Hikaru. Sin embargo, lo único que quería era lo mejor para ella.
–Te daré su número, pero debes prometer que no le harás nada malo. Como le toques un pelo, levantaré un ejército de muertos para darte caza, Shichibukai –expresó fríamente, jurando a los cuatro vientos–. Y no me interesa lo que puedes darme, mientras Hikaru esté feliz. No conozco su relación contigo, pero me imagino cómo debe ser… Jamás te ha nombrado. Ni una sola vez.
Acto seguido le dijo su número de den den mushi para poder comunicarse, esperando que nada malo sucediera. Tal vez estaba a punto de desatar un mal que sería irrevocable, pero la familia siempre era lo más importante. O eso quería creer… Eso quería creer.
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Las alas de Madara surgieron de su espalda mientras se extendían por el restaurante. Sus ojos se iluminaron en un tono rojizo y acto seguido surgieron de su boca unos dientes realmente afilados. Era como si estuviese a punto de convertirse en algo enorme. Se relajó todo lo posible y simplemente mostró una expresión seria. Miró a otro lado durante unos segundos y acto seguido dio un paso hacia ella mientras metía la mano derecha en su bolsillo. Se contuvo las ganas de lanzarla por los aires durante un momento y después frunció el ceño.
- No voy a dañar a mi hermana pequeña. Daría la vida por ella. Pero no vuelvas a amenazarme, humana. No me gustan las amenazas y mucho menos las de una persona que tiene que ver con el gobierno. Ya he destrozado ejércitos yo solo, no me obligues a destruir la marina también. – Dijo de forma siniestra.
La verdad es que llevaba toda la ventaja en aquella noche. El gobierno estaba claro que prefería al shichibukai antes incluso que a sus Vice-almirantes, seguramente. El moreno entonces ocultó las alas en su espalda, pero sus dientes continuaron de forma algo afilada. Tal vez estaba demasiado nervioso por la situación. Miró entonces por la ventana y se cruzó de brazos con el gesto serio. El puto alcohol y los humanos que no sabían controlarlo. Ahora sería mejor que a la albina se le pasara el maldito efecto y durmiese de una buena vez.
- Si no me ha nombrado… Será seguramente por… – No tenía respuesta alguna para aquello. Esperaba que la rubia no le odiase también, como era el caso de Jin. No podría soportar que otro de sus hermanos le repudiase. – Tal vez no quería delatarme al hacerme yo llamar Uchiha… O no quería que le diesen preferencia, pero no es posible que no se acuerde de su hermano mayor. Y tú estás muy agresiva. – Terminó de decir de nuevo mientras la miraba con seriedad.
Entonces el dragón cerró los ojos con fuerza y después los abrió. Raíces y plantas empezaron a rodearlos a ambos, salieron del suelo y creciendo por la zona. Árboles nacían de la nada sin motivo y algunas plantas surgían de los marcos de las ventanas. El poder de Madara era increíble incluso cuando estaba calmado y eso que no estaba haciendo nada malo. Lo siguiente que hizo fue mirarla a ella.
- Vale que no quieres que te toquen, me parece un poco egocéntrico por tu parte. Vale que estés en modo orgullo total, pero relájate de una vez. Estoy siendo lo más amable posible y solo he recibido borderías y una puta amenaza ¿Lo entiendes, marine? – Dijo señalando sus ropas rotas y colocándose en pie.
- No voy a dañar a mi hermana pequeña. Daría la vida por ella. Pero no vuelvas a amenazarme, humana. No me gustan las amenazas y mucho menos las de una persona que tiene que ver con el gobierno. Ya he destrozado ejércitos yo solo, no me obligues a destruir la marina también. – Dijo de forma siniestra.
La verdad es que llevaba toda la ventaja en aquella noche. El gobierno estaba claro que prefería al shichibukai antes incluso que a sus Vice-almirantes, seguramente. El moreno entonces ocultó las alas en su espalda, pero sus dientes continuaron de forma algo afilada. Tal vez estaba demasiado nervioso por la situación. Miró entonces por la ventana y se cruzó de brazos con el gesto serio. El puto alcohol y los humanos que no sabían controlarlo. Ahora sería mejor que a la albina se le pasara el maldito efecto y durmiese de una buena vez.
- Si no me ha nombrado… Será seguramente por… – No tenía respuesta alguna para aquello. Esperaba que la rubia no le odiase también, como era el caso de Jin. No podría soportar que otro de sus hermanos le repudiase. – Tal vez no quería delatarme al hacerme yo llamar Uchiha… O no quería que le diesen preferencia, pero no es posible que no se acuerde de su hermano mayor. Y tú estás muy agresiva. – Terminó de decir de nuevo mientras la miraba con seriedad.
Entonces el dragón cerró los ojos con fuerza y después los abrió. Raíces y plantas empezaron a rodearlos a ambos, salieron del suelo y creciendo por la zona. Árboles nacían de la nada sin motivo y algunas plantas surgían de los marcos de las ventanas. El poder de Madara era increíble incluso cuando estaba calmado y eso que no estaba haciendo nada malo. Lo siguiente que hizo fue mirarla a ella.
- Vale que no quieres que te toquen, me parece un poco egocéntrico por tu parte. Vale que estés en modo orgullo total, pero relájate de una vez. Estoy siendo lo más amable posible y solo he recibido borderías y una puta amenaza ¿Lo entiendes, marine? – Dijo señalando sus ropas rotas y colocándose en pie.
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El hombre hablaba como si conociera a todos los miembros que trabajaban para el Gobierno, pero se equivocaba. Katharina no tuvo muchas opciones y, casi por obligación, tuvo que unirse a la Marina para dejar atrás su antigua vida y comenzar una nueva. No esperaba que el hombre lo entendiera, ni mucho menos intentaría explicárselo; lo que pensara de ella no era su problema y mientras menos supiese, mucho mejor. Con tal de proteger a su compañera y amiga no dudaría un segundo en blandir armas contra el más poderoso de los Shichibukai, incluso si eso significaba perecer. Al final no importaba morir, lo que sí importaba era la razón por la qué morir.
–¿Y a quién le gustan las amenazas, Dragón? –Le recalcó sin dejarse intimidar– No me importa lo que llegues a pensar de mí, y si te estoy amenazando, es para proteger a tu hermana… Para proteger a mi amiga. Y tampoco me interesa si destruyes a la Marina –respondió segundos después–. No es como si le tuviese mucho cariño, únicamente estoy en ella por Hikaru.
Los efectos del alcohol ya desaparecieron completamente, volviendo a Katharina la misma de siempre. El cómico episodio de ella golpeando la mesa y liberando su haki del rey no formaba más que parte de un pasado cercano, pero que en todo caso no dejaba de avergonzarle. Ya no estaba cansada y la adrenalina se adueñó de su cuerpo, sentía la necesidad de expulsarla de alguna forma, pero no quería cometer ninguna equivocación. Lo que empezó como una rica cena terminó siendo un enfrentamiento de miradas y voluntades que giraban en torno a una sola persona: Hikaru.
–No te preocupes por eso –le dijo con los ojos cerrados–. Si Hikaru no te mencionó… Debe tener sus razones, pero ella no te odia. No juzgaré lo que hiciste para que ella no te haya pronunciado una sola vez, únicamente diré que deberías alegrarte por saber que tu hermana pequeña está viva –una mueca, que intentaba ser una sonrisa, se dibujó en el rostro de Katharina–. Hikaru no podría odiar a nadie.
La bruja abrió los ojos y contempló la multitud de plantas que surgían del suelo. A pesar de ser un dragón, tenía un poder muy extraño. Katharina también intentaría crear un campo de flores y árboles, pero eso sería en otra ocasión. Ahora quería concentrarse en Uchiha Madara, el hermano mayor de su Capitana. Sus oídos percataron las palabras del hombre y se giró violentamente hacia él, intentando explicarle la razón por la que no dejaba tocarse.
–Estoy relajada –le dijo–, pero no hay razones para aceptar que un extraño me toque, por muy amable que sea. No conozco tus intenciones, Uchiha Madara. En ningún momento he pretendido agradarte ni intentar ser alguien que no soy –luego suspiró y dejó caer sus hombros–. ¿Acaso está mal ser desconfiada? Tú mismo debes haber visto un mundo de horrores y traiciones… No hay muchas razones por las qué confiar en alguien desconocido.
–¿Y a quién le gustan las amenazas, Dragón? –Le recalcó sin dejarse intimidar– No me importa lo que llegues a pensar de mí, y si te estoy amenazando, es para proteger a tu hermana… Para proteger a mi amiga. Y tampoco me interesa si destruyes a la Marina –respondió segundos después–. No es como si le tuviese mucho cariño, únicamente estoy en ella por Hikaru.
Los efectos del alcohol ya desaparecieron completamente, volviendo a Katharina la misma de siempre. El cómico episodio de ella golpeando la mesa y liberando su haki del rey no formaba más que parte de un pasado cercano, pero que en todo caso no dejaba de avergonzarle. Ya no estaba cansada y la adrenalina se adueñó de su cuerpo, sentía la necesidad de expulsarla de alguna forma, pero no quería cometer ninguna equivocación. Lo que empezó como una rica cena terminó siendo un enfrentamiento de miradas y voluntades que giraban en torno a una sola persona: Hikaru.
–No te preocupes por eso –le dijo con los ojos cerrados–. Si Hikaru no te mencionó… Debe tener sus razones, pero ella no te odia. No juzgaré lo que hiciste para que ella no te haya pronunciado una sola vez, únicamente diré que deberías alegrarte por saber que tu hermana pequeña está viva –una mueca, que intentaba ser una sonrisa, se dibujó en el rostro de Katharina–. Hikaru no podría odiar a nadie.
La bruja abrió los ojos y contempló la multitud de plantas que surgían del suelo. A pesar de ser un dragón, tenía un poder muy extraño. Katharina también intentaría crear un campo de flores y árboles, pero eso sería en otra ocasión. Ahora quería concentrarse en Uchiha Madara, el hermano mayor de su Capitana. Sus oídos percataron las palabras del hombre y se giró violentamente hacia él, intentando explicarle la razón por la que no dejaba tocarse.
–Estoy relajada –le dijo–, pero no hay razones para aceptar que un extraño me toque, por muy amable que sea. No conozco tus intenciones, Uchiha Madara. En ningún momento he pretendido agradarte ni intentar ser alguien que no soy –luego suspiró y dejó caer sus hombros–. ¿Acaso está mal ser desconfiada? Tú mismo debes haber visto un mundo de horrores y traiciones… No hay muchas razones por las qué confiar en alguien desconocido.
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- Te doy la razón, pero un enemigo te habría matado en el bosque y no te habría ayudado como he hecho yo. Seré lo más sincero que pueda contigo ahora mismo. – Mencionó el devastador mientras mostraba una sonrisa siniestra. Entonces de un salto se colocó sobre una de las mesas vacías y se quedó mirándola a los ojos. Era el momento de mostrar sus intenciones reales sobre ella. – Lo primero, ayudo a cualquier persona que lo necesite. También admito que me has gustado, pero eso es algo normal en mí. Me gustan mucho las mujeres, pero por culpa de un hijo de la gran puta, no puedo elegir solo una. Me dedico a matar en guerras, destruir objetivos militares y realizar misiones para el gobierno. Soy el hombre más rico del Norte y seguramente entre los diez más ricos del mundo. El dinero me sobra, las mujeres me sobran, el poder me sobra.
Una vez dijo aquello entrecerró los ojos y se puso a escribir el número en un papel para no olvidarse de él. Ahora que tenía aquello no pudo evitar mostrar una sonrisa.
- [i] Todo lo que tengo solo es avaricia y basura. Ahora que me has dado esto tengo algo por lo que luchar al máximo. Mi vida ha sido crueldad y guerra desde niño, todos tenemos problemas y eso debes saberlo. Pero a diferencia de muchos, yo soy el ejemplo perfecto de que incluso la persona más puteada puede ser amable, graciosa y divertida. Mi destino es el de permanecer solo, una maldición antigua me persigue matando a todo el que se me acerque de forma sentimental. Ahora que sabes todo esto, eres libre de proseguir tu camino. Esta es mi isla y pese a que no te fíes de mí, yo si lo hago de ti. Tan solo piensa una cosa. El día que estés herida, que necesites ayuda o algo, piensa en el viejo dragón negro.
Una vez dijo aquello mostró una sonrisa siniestra. El mercenario entonces imbuyó su cuerpo en una especie de energía verde y la herida de su mano se cerró como si no hubiese existido nunca. Ahora debía apañárselas para ver a su hermana de alguna forma, al menos lo haría cuando terminase con lo que tenía en mente. Eliminar al clan que mató al suyo, pues ya los tenía localizados. Se relamió despacio y soltó una pequeña carcajada mientras miraba a los ojos a la joven que tenía delante de sus ojos.
- Alegra esa cara y si eres feliz gracias a mi hermana, seguid juntas, cuidaos la una a la otra y… No hagáis cosas pervertidas. – Dicho aquello se empezó a reír. Lo siguiente que hizo fue tirarse por la ventana, acto seguido de su espalda surgieron unas alas negras inmensas y después salió volando. El cabrón no había pagado.
Una vez dijo aquello entrecerró los ojos y se puso a escribir el número en un papel para no olvidarse de él. Ahora que tenía aquello no pudo evitar mostrar una sonrisa.
- [i] Todo lo que tengo solo es avaricia y basura. Ahora que me has dado esto tengo algo por lo que luchar al máximo. Mi vida ha sido crueldad y guerra desde niño, todos tenemos problemas y eso debes saberlo. Pero a diferencia de muchos, yo soy el ejemplo perfecto de que incluso la persona más puteada puede ser amable, graciosa y divertida. Mi destino es el de permanecer solo, una maldición antigua me persigue matando a todo el que se me acerque de forma sentimental. Ahora que sabes todo esto, eres libre de proseguir tu camino. Esta es mi isla y pese a que no te fíes de mí, yo si lo hago de ti. Tan solo piensa una cosa. El día que estés herida, que necesites ayuda o algo, piensa en el viejo dragón negro.
Una vez dijo aquello mostró una sonrisa siniestra. El mercenario entonces imbuyó su cuerpo en una especie de energía verde y la herida de su mano se cerró como si no hubiese existido nunca. Ahora debía apañárselas para ver a su hermana de alguna forma, al menos lo haría cuando terminase con lo que tenía en mente. Eliminar al clan que mató al suyo, pues ya los tenía localizados. Se relamió despacio y soltó una pequeña carcajada mientras miraba a los ojos a la joven que tenía delante de sus ojos.
- Alegra esa cara y si eres feliz gracias a mi hermana, seguid juntas, cuidaos la una a la otra y… No hagáis cosas pervertidas. – Dicho aquello se empezó a reír. Lo siguiente que hizo fue tirarse por la ventana, acto seguido de su espalda surgieron unas alas negras inmensas y después salió volando. El cabrón no había pagado.
Katharina von Steinhell
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fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
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Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Uchiha Madara afirmó ser uno de los hombres más ricos de todo el mundo, algo que a Katharina no le importaba demasiado. El dinero siempre iba y venía. La bruja se le quedó mirando fijamente mientras seguía con su monólogo. “Entiendo que quieras ayudar a quien lo necesite, pero no espero que entiendas el por qué sigo dudando de quien me rodea”, pensó, queriendo decírselo, pero las palabras no salían de su boca. Siguió con su monólogo, y sinceramente Katharina se alegraba en su interior por haberle dado una razón por la qué luchar, pues si un hombre no tenía alguna, vivía únicamente por instinto, siendo lo mismo que un animal que solo vive para ver el amanecer.
–El día en que esté herida, pensaré en tu ayuda, Uchiha Madara –concluyó con confianza, entendiendo que el hombre no quería dañarla–. No sé si quieres mi opinión, pero a la primera persona que debes enfrentar es a Hikaru. A nadie más.
El hombre terminó diciéndole unas palabras –¿de aliento?– y luego saltó por la ventana, extendió unas inmensas y negras alas y emprendió vuelo. “Vaya forma de irse… Ahora a mí me deja con la cuenta y los gastos del local. Es momento de desaparecer”, reflexionó. Katharina tomó su guadaña y liberó la burbuja de oscuridad, dejando ciego a todos los hombres y mujeres del lugar. Siguió los pasos de Madara y saltó la ventana para comenzar a correr hasta desaparecer del pueblo. Luego volvería para tomar un barco y largarse de la isla gobernada por el Shichibukai.
–El día en que esté herida, pensaré en tu ayuda, Uchiha Madara –concluyó con confianza, entendiendo que el hombre no quería dañarla–. No sé si quieres mi opinión, pero a la primera persona que debes enfrentar es a Hikaru. A nadie más.
El hombre terminó diciéndole unas palabras –¿de aliento?– y luego saltó por la ventana, extendió unas inmensas y negras alas y emprendió vuelo. “Vaya forma de irse… Ahora a mí me deja con la cuenta y los gastos del local. Es momento de desaparecer”, reflexionó. Katharina tomó su guadaña y liberó la burbuja de oscuridad, dejando ciego a todos los hombres y mujeres del lugar. Siguió los pasos de Madara y saltó la ventana para comenzar a correr hasta desaparecer del pueblo. Luego volvería para tomar un barco y largarse de la isla gobernada por el Shichibukai.
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