Moonlight (Ryuken y Galia)

Frustración se podía notar en la mirada de Ryuken. Todo iba a la perfección. Desde hace tiempo que no tenía uno de sus episodios, pero todo cambio el día que participó en aquella misión en Thriller Bark. En aquel momento, cuando murió Ai, no le había tomado en cuenta demasiado. Tan solo se sintió vació y ya. Además, debido a la situación en la que se encontraban, no podía darse el lujo de mostrar sentimientos débiles, aunque los tuviera. Ahora que ya se encontraba más relajado, no podía dejar de recordar las reacciones de Krauser y Edward. Tal desesperación por la muerte de una compañera... el joven no pudo evitarlo. Desde hacía tiempo que podía controlar sus impulsos y creía que en verdad pronto se recuperaría, pero se equivocó. Era como si todo el mérito que hizo, no hubiera servido para nada.

– Mierda – pensó el rebelde con furia mientras golpeaba con fuerza un árbol.

Debido a su delicada situación, el joven se ausentó por todo el día de la base. Ya era de noche, pero en verdad no tenía ganas de volver. Ryueken cerró sus ojos e respiró varias veces para intentar calmarse, pero fue un esfuerzo en vano. Imágenes de los sucedido se le venían a la mente, y no pudo evitar sentir satisfacción al recordar la desesperación de Krauser y Edward. Le hacía recordar sus mejores días, cuando torturaba a sus víctimas hasta que perdían su voz para suplicar. Aquella vida que dejó luego de que conoció a Galia y se unió a la rebelión.

– Admítelo, extrañas aquellos días de asesino. Algo así no puede olvidarse tan fácil – una voz molesta le dijo en su mente.

– Cállate –

Apretó con fuerza sus puños y gritó. Varias armas de oro aparecieron en un instante debajo de sus pies. Tomó una y empezó a golpear cualquier cosa que encontrara. Desde árboles hasta piedras. Finalmente, cuando todas las armas se rompieron, el joven empezó con sus manos. No supo cuanto tiempo estuvo así, pero para cuando quiso darse cuenta, sus nudillos estaban llenos de sangre. Temblando, el rebelde se acercó hasta la base de un árbol y se sentó allí. Se colocó en posición fetal y simplemente bajó la mirada, haciendo todo lo posible para controlar su impulso. No, no se dejaría vencer tan fácil, pero de momento no le quedaba otra que evitar contacto con las personas. Era lo mejor tanto para él, como para ellos.

Los ojos del peliplateado se abrieron de par en par al escuchar esa voz. No, ¿por qué justo tenía que ser ella quien lo viera en este estado? No solo eso, temía porque terminara por colapsar y Galia fuera su primera víctima. Quiso hablar, pero las palabras no le salían. Intento echarse para atrás, pero el árbol lo detuvo. El joven se estremeció en un comienzo cuando ésta le abrazó, pero de forma casi inmediata se relajó. Era como si el mero hecho de estar en su presencia, fuera suficiente para calmar sus impulsos. Por supuesto, el monstruo aún intentaba salir a hacer de las suyas, pero al menos tenía mas facilidad y cordura para enfrentarlo. Ryuken respiró profundamente por algunos segundos y su temblor desapareció.

– Su piel está mucho más fría de lo normal – pensó de forma distraída el joven.

Desde esa posición, no podía verle su cara. Era mejor así. El no sabía que expresión tenía en su rostro, pero sabía muy bien que era distinta a su usual semblante inexpresivo. Ryuken tomó una bocanada de aire y le contó todo lo sucedido a la joven. Acerca de la misión de Thrilles y la muerte de Ai. Como su asesinato no le afectó en lo más mínimo, como si fuera una cáscara vacía. Le contó acerca de como su instinto asesino, y su yo del pasado, estaba volviendo a la superficie. El cómo se había alegrado al escuchar y ver la desesperación de Krauser y Edward. Extrañamente, ahora se sentía mucho mejor. Quizá el contarle esto a alguien fue lo mejor que pudo hacer.

Ryuken no volvió a decir nada por algunos segundos y, simplemente, se acomodó un poco para ver su cara... Y fue ahí cuando lo notó. La piel de Galia era mucho más pálida de lo normal y... dos colmillos se podían apreciar en su boca. El joven entrecerró sus ojos y apretó con fuerza sus puños, sintiendo como el monstruo volvía a intentar apoderarse de él. ¿Cómo se había atrevido ese mal nacido a tocarla? Imperdonable, ese hijo de puta pagaría con su vida. El rebelde nunca antes se había enojado tanto y, por primera vez en mucho tiempo, dejó de resistirse a la tentación de su otro yo.

– Galia, suéltame – le dijo mientras intentaba separarse de ella. – Voy a matar a ese hijo de perra. – Sus ojos delataban toda la furia que sentía en ese momento. Ryuken explicó a quien se refería. No había necesidad; ambos sabían muy bien de quién se trataba dicho hijo de puta.

Si en verdad esperaba tranquilizarle con aquellas palabras, estaba muy equivocada. Era más, el efecto era el contrario. Cada palabra que salía de la boca de Galia, provocara que su furia aumentara más. De todas formas, pese a estar en ese estado, nunca atacaría a la pelirrosa. Antes muerto, e incluso su otra parte opinaba como él. Cerró con fuerzas sus puños y golpeó el árbol. Nuevamente se le había sido arrebatado algo sin que pudiera hacer nada, pero ahora era distinto. Lejos de sentir desesperación o tristeza, tan solo quería saciar su sed de sangre. Preferentemente con cierto vampiro de mierda. Ya nada podía hacer, su compañera había muerto... No, se negaba a darse por vencido así como así. No dejaría que todo terminara por culpa de una mierda como esa.

– Por primera vez, estamos de acuerdo – pensó para sí mismo. En respuesta, su otro yo río siniestramente y asintió.

Chasqueó sus dedos y varias armas de oro salieron disparadas a un velocidad impresionante hacia los árboles. Había recobrado la cordura, y se sentía mejor que nunca. Cuando escuchó lo de que ahora era una esclava, tan solo chasqueó su lengua y miró hacia el otro lado. Caminó hacia uno de los árboles y puso su mano en el tronco. Cerró sus ojos por algunos segundos y suspiró. En eso, sintió como la pelirrosa le abrazaba por la espalda. Escuchó sus palabras, pero no dijo nada por algunos segundos. ¿Por qué debía perdonarla, cuanto no había nada que perdonas? Solo una persona era el culpable, y se aseguraría de mandarlo directo al infierno donde pertenece.

– ¿De verdad quieres eso? – habló el joven. – La Galia que conozco no se dejaría vencer o esclavizar tan fácil, así que lo vuelvo a repetir, ¿en verdad piensas ser alguien sumisa, sin siquiera intentar resistirte? Sea cual sea la respuesta, que sepas que no me importa si estás muerta. Para mí sigues siendo la misma Galia, y mis sentimientos no cambiaran. –

Acarició un poco sus cabellos y se apartó. Le dio la espalda por algunos momentos y luego le volvió a mirar de frente. Ya se había decidido, y nadie le haría cambiar de opinión. Ahora tenía un propósito en su vida, el cual era matar a ese engendro del mal.

– Pero no cambiaré de opinión. Voy a matar a Ivan y buscar una forma de volverte humana, y nadie me va a detener – le dijo con determinación. – Seguiré aumentando mi fama y mi precio, y haré que ese mismo malnacido venga a por mí cabeza. –

Ryuken chasqueó su lengua al escuchar las palabras de la pelirrosa. Al parecer, la joven seguiría afectada por los poderes de Ivan. Según lo que lo dijo, no importaba cuanta resistencia tuviese, ella no tenía más opción que obedecer lo que decía Roux. Apretó con fuerza sus puños, provocando que más sangre saliera de sus heridas. Sabía que era peligroso, viendo que tenía una vampiresa a pocos metros de distancia, pero... Honestamente, eso no le importaba ahora. Se acercó un poco a la pelirrosa para intentar reconfortarla, pero en eso empezó a actuar de forma extraña. Al ver sus ojos rojizos, no pudo evitar intrigarse (y una parte de él se excitó, aunque lo negaría por un buen tiempo). Esta debía ser la otra parte de Galia, la que no quería mostrarle a él. El joven suspiró un poco y negó con la cabeza. Su compañera se estaba metiendo la idea en la cabeza... ambas, de hecho. Así que tendría que remediarlo cuanto antes.

– No será tan sencillo – pensó mientras una gota bajaba por su sien.

Pese a que Black quería parecer amenazante con aquella mirada siniestra y sus palabras, lo cierto es tenían un efecto contrario en el joven. Lejos de tenerle miedo, le parecía mucho más atractiva así. Quizá era su otro lado lo que le hacía pensar en esas cosas, pero no se iba a quejar. Buena, mala... ambas seguían siendo parte de la misma persona, y así es como lo vería el rebelde. Observó cómo la otra Galia se dirigía hacia él, pero no hizo nada. Confiaba en ella lo suficiente para parar antes que atacar al peliplateado. En efecto, se detuvo a tiempo y ahora parecía tener un buen lío en la cabeza. Suspiró un poco al ver la mirada que adoptaba la joven y negó un poco con la cabeza.

– ¿Enserio crees que te odiaría? Black provocó lo contrario, de hecho – dijo casualmente mientras se acercaba hacia ella.

Ryuken se arrodilló hasta quedar a la altura de la chica y la miró fijamente por algunos segundos. Suspiró un poco y acarició un poco sus cabellos de forma suave.

– Creo que no me... No, ambas de ustedes no me entendieron – se explicó el joven. – Black es tanto parte de ti, como tu lo eres de ella. Eso es como lo veo y es por eso que... Voy a salvarlas a ambas de ustedes – dijo con determinación. – Pero de momento – Ryuken le tendió la mano ensangrentada a la pelirrosa. – Necesitáis esto, así que... – Ryuken no dijo nada más, puesto que quedaba claro su intención. En cuanto viera que la joven se estuviera pasando de la raya, el mismo cauterizaría sus heridas.

No había forma de describir lo que el joven estaba sintiendo ahora mismo, pero no lo encontraba tan malo. Más bien, era irónico. Cuando aún era un asesino, solía hacer ciertas... cosas con las mujeres para que se desesperaran más. Enserio, ¿quién hubiera pensado les disgustaba que bebieran de su sangre? Naturalmente, era algo que no le gustaba. Lo hacía por el mero capricho y placer de ver a sus víctimas caer más en la desesperación cuando hacía cosas por ese estilo. Por supuesto, abandonó todo eso luego de unirse a la revolución y decidirse a empezar una nueva vida. Fue por eso lo de la ironía, puesto que era la primera vez que el era la víctima en todo esto. Sus víctimas debían de estar riéndose de él en la otra vida, pero eso no importa. El sabía que iría al infierno cuando muriera, así que no volvería a ver sus caras, para su fortuna.

Estaba tan perdido en sus pensamientos, que no se dio cuenta del peligro hasta que fue demasiado tarde. En su caso, fue un beso directo en los labios. Los ojos del joven se abrieron como platos y se ruborizó un poco, pero logró devolver el gesto a tiempo. Inconscientemente recordó lo... último que sucedió que se vieron las caras. El hecho que ese malnacido le haya puesto las manos de esa forma a la pelirrosa, le enfurecía a más no poder, pero por ahora disfrutaría del momento y no dejaría que cierto chupa sangre lo arruinara con el mero hecho de existir en sus recuerdos.

– Ah, con que se trataba de eso – pensó de forma distraída cuando vio sus ojos. Black se la había jugado bien, le daba el crédito.

Cuando sintió como la joven vampiresa enterraba sus colmillos, no pudo evitar estremecerse y rodear su frío cuerpo con sus brazos. Era una sensación muy distinta a la anterior, y no sabía si era algo bueno o malo. Aunque, desde su posición pudo ver su cuello descubierto y... sus antiguos instintos depredadores estaban saliendo a flote. Ahora la pregunta era, ¿seguir su deseo o no? Sabía muy bien que, si lo hacía, se estaría entregando más a su locura, pero no podía evitarlo. Si, una probada no le haría mal a nadie...

– ... Es tu culpa – murmuró oscuramente el joven.

Una fina cuchilla de oro apareció en su dedo y intetó cortar levemente en la parte posterior del cuello de la pelirrosa. No sería nada grave, tan solo lo suficiente para sacar algo de sangre. Cerró sus ojos, suspiró y mordió su cuello, si es que logró lo anterior, empezando a succionar levemente. Dado que no tenía las habilidades de ella, tan solo podía chupar poco... y básicamente solo lo superficial.

Ryuken se relamió un poco mientras escuchaba los insultos de Black. Arqueó una ceja ante eso y tuvo que resistir la tentación de reír. El quejido de antes había arruinado todo lo atemorizante que ella pudiera tener. El rebelde ya no la volvería a ver con los mismos ojos, tal vez nunca. Puede que su opinión cambiara si la viera en acción, aunque lo dudaba. Era imposible que cambiara lo que pensaba de la pelirrosa, fuera Black o su parte mala. Puede que fuera un ingenuo al pensar así, pero era algo que no podía evitar. De todas formas, ya sabía lo difícil que sería tratar con su otra parte. Tendría que irse con cuidado de ahora en más, puesto que realmente le gustaba cuando su cabeza estaba pegado a su cuerpo. Era la más violenta de los dos, así que tendría que ver lo que haría más adelante.

El chico de oro suspiró y observó que los ojos de Galia volvían a la normalidad, queriendo decir que había vuelto a ser la de antes. Ryuken cerró los ojos cuando la pelirrosa le abrazó, sabiendo muy bien que no tenía que temer por hacerle daño estando así. De sus dos partes, sabía que la "buena" era la más razonable de las dos... y menos arrogante. Escuchó las palabras de Galia y no pudo evitar reír un poco. No le molestaban los insultos. De hecho, debido a su pasado, estaba acostumbrado a recibirlos. Ya era un inmune, por no decirlo de otro modo. A parte, con la pelirrosa era distinto. No sabía como explicarlo; simplemente lo era.

– No importa. Estoy acostumbrado por mi... pasado – Ryuken negó con su cabeza y suspiró.

El rebelde sonrío levemente al escuchar sus palabras, pero no dijo nada. Sabía de sobra que todo sería "normal", pero la situación seguía molestándolo. De todas formas, ya no tocaría más el tema del vampiro. Simplemente dejaría que todo siguiera su curso, pero eso no quería decir que loo olvidaría. No, Ivan Roux moriría en sus manos y la pelirrosa sería libre. En eso recordó que ahora era una vampiresa y suspiró. Viviría eternamente mientras que él se iría pudriendo. Le prometió que buscaría una forma de hacerla humana, pero con la aparición de Black ahora tenía dudas. Su otra parte tenía el derecho de seguir viviendo, después de todo. Ambas formaban parte del mismo ser.

– Pues así está mejor – dijo finalmente el joven. Era un hombre de pocas palabras usualmente, así que estaba bien eso.

Cierto resplandor captó su atención y miró hacia los lados. Una gota de sudor cayó por su rostro al ver todo el oro que había presente en el bosque. Ni se había dado cuenta después de todo lo ocurrido.

– Creo que me he pasado – dijo mientras suspiraba. – Quien quiera que llegue a esta parte del bosque, se hará rico – finalizó mientras sonreía un poco.

Ryuken arqueó una ceja y asintió ante las palabras de la joven. Sabía que su mentor había ascendido a general luego de la pelea que tuvieron, y eso le alegró (sin tener que romper su reputación de hombre serio). Había leído acerca de las hazañas de Dranser (al menos las que eran públicas) y sabía que el pelinegro se merecía ese cargo y más. No le sorprendería que llegara a ser el líder algún día, y eso le incomodaba un poco. ¿Dónde quedaba él? Al fin y al cabo, se había unido a la rebelión solo por esas dos personas. Personalmente, quitando todo lo que le hicieron a la pelirrosa, no tenía un rencor personal contra el gobierno. ¿Tendría la ambición suficiente para escalar? En eso, recordó lo anterior y negó con la cabeza. Ahora tenía un motivo propio. Subiría lo más posible para llamar la atención de Ivan y después... Quién sabía lo que pasaría.

– Me enteré luego de combatir contra él – dijo el joven, además de revelar acerca de lo que sucedió entre él y su mentor.

Las palabras de la joven sacaron un suspiro del guerrero. Si, era lo mejor que se quedara como Sargento. A él no le importaba, pero al resto era muy probable que pudieran verla como un monstruo por culpa de Black. En lo personal no consideraba a ninguna de las dos como tal, pero ese era el tema. Por mucho que le disgustara la situación, era mejor así. Él estaba acostumbrado a ser llamado con apodos horribles, pero tampoco le deseaba eso a otra persona. Mucho menos a Galia.

– Supongo que deberé hacerlo – dijo de forma exagerada el rebelde. – Pero a cambio te quiero en mi equipo. No lo has olvidado, ¿no? Somos un equipo para siempre, y tu condición no lo cambiara. Así nos echamos un ojo entre los dos – terminó mientras sonreía.

Bueno, si cambiaría, porque la frase "para siempre" podía considerarse literal en el caso de Galia. Ryuken suspiró un poco y observó que llegaron a la base. El chico se encogió de hombros y bostezó, sintiendo como el sueño le caía de golpe.

– Creo que iré a dormir. Ha sido un día duro – le dijo mientras se disponía a entrar. Se detuvo a medio camino, se acercó rápidamente a la pelirrosa y le dio un beso en la mejilla. – Buenas noches, Galia... y buenas noches a ti también, Black – se despidió con sinceridad el rebelde. No sabía si su otro yo podía oírle, pero esperaba que sí. Para que viera (y por defecto la original) que seguía sin cambiar opinión acerca de su persona. Una vez dijo eso, entró a la base y se marchó a su cuarto. A este ritmo, probablemente podría llegar a dormir una semana completa.