Alphonse Boss haciendo amigos. Privado Alphonse Capone / Zero. ¿Cómo que me llamo igual que el escarabajo alfa?

Kabushi era una isla pintoresca que aparecía en todas las guías turísticas del West Blue. Conocida por su peculiar forma del animal favorito de carga, la isla rebosaba de vida y esplendor gracias a su principal recurso: la madera.

Todas las personas en Kabushi conocían el material como si fuera parte de ellos mismos; cada veta, cada rama y cada semilla era cuidadosamente seleccionada para perpetuar el estilo de vida ecológico de aquella isla de buenos botánicos y mejores carpinteros. Por eso estaba allí. Necesitaba aprender los secretos que tal material podría ofrecerme. Los edificios, al fin y al cabo, no están sólo construidos con piedra.

Los locales, aunque amables y rústicos, tenían cierta… ¿Cómo llamarlo? ¿Precaución? Se mostraban recelosos de que un extraño participara en sus conversaciones, por muy educado que fuera; terminaban pronto de hablar de lo que parecía realmente que estaban hablando y pasaban a tópicos sobre la vida del buen leñador. No inquirí más, pues habría sido de mala educación, pero mantuve una actitud correspondiente a la poca confianza de los lugareños.

No era el único que visitaba esas tierras, pero sí parecía que era el único joven cuyo interés se depositaba en los árboles más que en las criaturas de la isla. Los escarabajos gigantes, amables pacíficos despertaban los instintos de lucha y supervivencia de muchachos y muchachas que habían ido a la isla para hacerse con, según decían, un tesoro. Bastó preguntar amablemente para revelar la historia de Big Alf, que en ese mismo mes empezaría su ruta para fecundar a las hembras de la isla.

Creía que los lugares más pintorescos estaban en Grand Line, pero parecía ser que me equivocaba. Lo inusual tiene también cabida en el West Blue.

Sonreí al ver como aquellas lentas pero potentes criaturas bebían la nutritiva, aunque tremendamente amarga sin tratar, claro está que no me iba a prescindir de probarla discretamente, de su pequeño abrevadero tallado en piedra. Hermosas y pacíficas criaturas… no entendía como no se les amargaba la vida bebiendo algo tan repulsivo; los dulces refinados del sirope sí estaban buenos, en contraposición al repugnante origen.

- Míralo ¡Está herido! – Gritó el puto gusano mutante mientras miraba con rabia lo que parecía ser un enorme ciervo de la zona.

Zero corría a toda velocidad tras el animal con el jodido insecto enroscado en su hombro derecho, pesaba el cabrón.  El chico vestía con su habitual kimono de combate de color negro hecho por él mismo. En sus pies poseía unas botas de color negro y en la espalda una mochila. En su oreja izquierda podía verse un pendiente verde en forma de bolita. Su gesto era serio y trataba de atrapar la cena de ese día. El puto Deri pesaba con cojones y el guepardo no daba más de sí. Aumentó la velocidad todo lo posible con todo el peso que llevaba encima y empezó a gruñir mientras avanzaba.

- ¡No dejes que se escape! – Dijo el enorme insecto.

- ¡Pesas como una foca! ¡Sal de mi brazo y lo pillaré! – Dijo el cazador con el ceño fruncido mientras miraba al gusano de forma siniestra.

Lejos de bajarse, el enorme insecto se enroscó con una fuerza brutal en el brazo del moreno, el cual empezó a gritar debido al dolor y cayó al suelo. Zero rodó por el selvático bosque mientras notaba la presión de aquella cosa en su extremidad. Sin pensárselo, empezó a darle puñetazos en el cuerpo, cosa que hizo a Deri aumentar la presión. Hubo un momento en que el chico lo agarró con mala leche y lo lanzó contra un árbol. Ambos se miraron de forma seria y sin previo aviso se lanzaron el uno contra el otro. Una nube de polvo se formó en esa zona del bosque y tan solo se escuchaban gritos de combate y algunos impactos.

Cinco minutos después de aquello, ambos salían del bosque. Zero tenía algunas heridas y el gusano parecía cubierto de suciedad. Los dos estaban sonrientes pese a todo. Esos dos capullos se pasaban el día a hostias entre ellos, pero se entendían a la perfección. Ahora debían de buscar algo rico de comer. El cazador ya estaba pensando en un delicioso tazón de arroz, pero se veía que el gusano quería algo más suculento y sangriento. Un suspiro se escuchó de la boca del guepardo, el cual ahora parecía algo aburrido.

- Ese ciervo parecía apetitoso. Creo que esta noche deberíamos buscarlo por el bosque, de esa forma tendríamos una cena rica.

- Me pido viajar en el hombro. – Dijo el gusano con un tono arrogante.

Los dos entonces se miraron de nuevo de forma seria. Parecía que de la mirada de cada uno surgía algo de electricidad dirigida a la del otro. La rivalidad amorosa de aquel gusano carnívoro y del cazador era legendaria.

Dudé durante más de un instante si aquella sustancia poseía particularidades alucinógenas, pero la horripilante visión era real. ¿Qué demonios era aquel dúo que surgía del bosque? Estaba claro que uno de sus integrantes era un chico, pero lo que llevaba engarzado al hombro, un tubo de carne con dientes que hablaba, no parecía, ni de lejos, real. Si encontraba estas cosas aquí, ¿qué iba a encontrar en el Grand Line?

Toda preocupación sobre mi salud mental se desvaneció cuando los arrugados rostros de disgusto de los habitantes de la isla confirmaron la existencia de aquel curioso dúo. Yo, por supuesto, no realicé ningún gesto que pudiera denotar la sorpresa ni el desagrado que sentía al imaginarme cual sería la textura de aquella tubular criatura; hacer algo así hubiera sido de muy mala educación, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de un ser, aparentemente, consciente de sí mismo.

A diferencia de los que les rehuían yo decidí una aproximación directa para saludarles.

- Buenas tardes, mi nombre es Alphonse Capone y, si no les importa, me gustaría invitarles a cenar- me incliné ligera pero cortésmente-. Por supuesto, mis motivos no son algo de lo que debieran sospechar; tan sólo deseo tener una interesante conversación a la hora de la cena… Y se caza mucho mejor con un estómago lleno, ¿no les parece?

Sonreí levemente como descanso de mi perpetuo gesto adusto. Me intrigaba aquel extraño par… y a pesar de que me costara medio millón obtendría una visión mucho más rica del mundo con una simple cena. Me preguntaba cuál sería el protocolo aplicable a un ser sin brazos… ¿necesitaría ayuda para comer o simplemente introduciría su cabeza en el plato? Dado que no puede hacer otra cosa, enfadarme con él por su… discapacidad sería un pecado que no podía permitirme; la educación ante todo. Pero si hablaba con la boca llena… eso era algo que sí podía evitar, algo que si hacía denotaría su falta de educación, modales y respeto.

Los dos rivales amistosos se miraban de forma seria mientras las gentes del lugar se alejaban y era algo muy normal. Ambos parecían tener un poder bastante elevado y eso se notaba en el ambiente. Era como si de repente estuviesen a punto de lanzarse el uno por el otro sin compasión. Solían estar así de vez en cuando o siempre que fallaban una cacería por culpa de Deri. El puto gusano siempre le daba por culo al moreno cuando había que correr o algo así. El puto vago era así pese a que podía moverse por sí mismo. El ambiente estaba tenso, pero después de unos momentos los dos suspiraron a la vez y bostezaron como si estuviesen compenetrados. Había parecido demasiado perfecto, pero no fue más que una casualidad de las grandes.

Zero entonces notó el olor de una persona acercarse a ellos. Con una mirada calmada observó al raro sujeto de ojos de reptil que se acercaba. Parecía no presentar amenazas hostiles, pero el gusano y le miraba relamiéndose. El guepardo tuvo que mirar a su mascota compañero de forma seria para que se estuviese quieto. Ese tipo no parecía tener precio y entonces no debían hacerle nada a los inocentes. Entonces aquel hombre dijo que les gustaría invitarles a cenar. Los dos sujetos se miraron al mismo tiempo sin entender nada, pero joder, era gratis. Aquello alegró el día de ambos. Zero fue el primero en sonreír de forma algo siniestras mientras chocaba sus puños entre ellos y después miraba a aquella persona.

- ¡Estamos encantados de aceptar tu oferta! No me esperaba tanta generosidad por parte de los lugareños de ese inhóspito sitio.

- ¡Yo quiero una vaca entera! – Gritó el gusano mientras se erguía hasta quedar a la altura de los dos y miraba de frente a la nueva persona. No tenía ojos, pero eso no importaba, parecía feliz y movía la cola de un lado a otro.

Zero ya estaba pensando en uso deliciosos tazones de arroz con trozos de pollo y sal. Se rascó un poco en el pecho, en la zona del logo del Zan Nin Na y después mostró una sonrisa sádica. Imaginaba aquel delicioso alimento en su boca, masticándolo y sintiendo el delicioso sabor de la victoria. Entonces volvió a mirar al tipo que tenía delante de sus ojos.

- Soy Zero Lars, es un placer conocerle, amistoso ciudadano. Él es Deri. – Dijo señalando al gusano.

Si ese hombre estaba informado reconocería el apellido Lars como el apellido de Drake, la bestia y Kedra, la pesadilla, ambos piratas de poder impresionante.

Los ánimos parecían haberse realzado con la promesa de una buena cena, quizá demasiado. Los alegres y apasionados comentarios fueron de agradecer, tan sólo, por su sinceridad. Aunque aquel ser podría, indudablemente, tragarse una res, sería un espectáculo probablemente horrendo. Me preguntaba si comería como las lombrices del suelo que extendían sus bocas hacia delante y movían mediante palpitaciones su alimento hasta la salida… Empezaba a arrepentirme de haber tomado esta decisión.

Cuando se presentó con el apellido de un linaje de criminales, sentí la preocupación agolparse en torno a mi estómago. Los títulos de sus familiares no eran, desde luego, moco de pavo… e insinuaban una tendencia destructiva y violenta. ¿Pero no sería de mala educación atribuirle a él tales crímenes tan sólo por compartir familia? Un linaje te persigue, te impregna… pero puedes alzarte sobre él, para mejor o peor.

- Es un placer conocerles. No soy un lugareño, simplemente estoy de viaje- concreté para que no se me atribuyera un gentilicio inadecuado- . Síganme, por favor, hay una posada por aquí cerca que creo que será de su agrado…
Porque la idea del restaurante quedaba, por supuesto, descartada; quería invitarles a comer, no arruinarme.

La dulce ninfa era una recia posada de firme roble y detalles de blanco abedul, trasmitía la calidez que sólo un local familiar podía gracias a sus suaves murmullos y los sonidos de la cocina tras la puerta de la barra. Un lugar donde podría comenzar una epopeya de aventureros medievales, formales caballeros y monstruos de pesadilla. El precio, además, era apropiado para los platos “palangana”, como habían recomendado los habitantes con menos estilo que me había encontrado.

Me acomodé presidiendo una mesa larga, apropiada para que la criatura pudiera acomodarse con su largo cuerpo sin perjudicar el paso de los otros comensales que habían dejado de comer. No creo que se atrevieran a echarnos, aquel gusano no era tan sólo un animal, sino una persona. Una persona de aspecto repugnante que había cortado el estómago de todos los presentes, pero una persona que no parecía hacerlo a posta. Por ahora.

- Siéntanse libres de pedir lo que quieran, no creo que abusen de mi... confianza....- no hubiera realizado la especificación con gente que pareciera más bien refinada que educada, pero ni Deri ni Zero parecían nada de eso, pero  todavía quedaba la esperanza de equivocarme.

Por mi parte me limitaría a pedir un menú del día lo más balanceado que pudiera.

- ¿A qué se dedican? Si no es molestia preguntar.- pregunté con tranquilidad, debía asegurarme de que no formaban parte de la directa atribución a su ascendencia; lo último que deseaba era relaccionarme con llamativos delincuentes.

No parecía ser de allí por lo que decía, pero quería guiarles a una posada. Una sonrisa se formó en el rostro del cazador, el cual ahora vigilaba a su querido gusano por si este la liaba de alguna forma. Esperaba no tener que darle una colleja, porque eso de la vaca no le dio buena espina. Parecía una tontería, pero capaz era de pedir una entera y devorarla él solo. En todo caso estaban siendo invitados y tampoco había que cebarse. Era normal que el estómago de Zero fuese un pozo sin fondo, pero eso no quería decir que tuviese que ponerse en plan cabrón con alguien que les dejaba comer gratis. Finalmente se quedó mirando a Deri y le hizo una señal para que le siguiese. Acto seguido, empezó a caminar tranquilamente detrás de aquel tipo con pinta de hombre de negocios de unos tiempos algo más futuristas.

Zero se sentó tranquilamente frente a Alphonse y el gusano quedó estirado a su lado. La cosa parecía ir bien y entonces el hombre dijo que pidiesen lo que quisieran. El camarero se acercó y cuando aquel tipo pidió el menú del día, el luchador mostró una expresión calmada. Estaba claro que no pensaba dejar al gusano hablar o allí podía liarse. Bastante tenía el pobre camarero con estar siendo observando por un insecto mutante sin ojos. Entonces el moreno dedicó una sonrisa a aquel hombre y le pidió lo de los dos. Conocía a Deri lo suficiente para saber lo que le gustaba comer.

- Para mí el tazón de arroz más grande que haya con atún y pollo. Para mi compañero de mirada hermosa póngale un pollo asado y que sea bien grande.

- ¡Y cinco cerdos! – Gritó mientras se alzaba, pero Zero le colocó la mano en la boca y negó con la cabeza, a lo que el camarero asintió.

Aquella puta morsa no conocía lo que era comer algo normal, le encantaba devorar todo a su paso. En ese momento, el hombre que tenían al frente les hizo una pregunta. El luchador entonces dejó la mochila a su lado y se cruzó de brazos mientras esperaba lo que había pedido. Se rascó un poco la cabeza y después respondió con toda la calma del mundo.

- Cazador de criminales.

- Devorador de criminales. – Respondió Deri sonriendo de forma demasiado amable, de hecho, muy exagerada parecía ser. El cabrón ya estaba pensando en comerse a alguien.

Zero no le dejaba dañar la cabeza, pues de lo contrario no podían cobrar, pero el puto gusano siempre insistía, pues era su parte favorita. A saber cuántos criminales habían muerto ya y no habían podido cobrar por el puto insecto. El moreno acarició la cabeza de su compañero y después le dedicó una mirada calmada a Alphonse.

- Creo que ahora es tu turno, Alphonse-san. – Dijo entonces al mismo tiempo que olfateaba un poco el ambiente y empezaba a sentir el delicioso olor del arroz.

Como un padre, o un hermano bastante protector, Zero mandaba callar a su inoportuno amigo gusano, o al menos lo intentaba. Yo no hubiera tapado la boca de algo que tiene tanta necesidad de un ortodoncista.

Sus profesiones eran de mi agrado, y la visión de las continuas palpitaciones de un villano ahogado me trajo una mezcla de felicidad y disgusto. Sonreí ante su pregunta, había sido un poco desconsiderado con mis invitados, pero uno tenía que cubrirse las espaldas en estos días.

- Soy músico de vocación y político de profesión, o al menos eso intento. Por ahora estoy viajando por el mundo para ver cómo este puede ser mejorado… y repartir justicia donde pueda ejecutarla por mi mano… No somos tan diferentes, aunque he optado por una extensión de mi influencia más que de mis propios puños. Pero he de reconocer que, cuando llega el momento, no tengo miedo alguno a mancharme las manos.- dije con confianza antes de que mi sonrisa desapareciera.
La comida había llegado, o más bien los platos de mis invitados, del mío no había rastro. Fruncí el ceño al comprobar que las dimensiones de aquel pollo, para ser un pollo, eran demasiado grandes; ¿le habían servido un pavo?
- Señorita, ¿le ha servido correctamente?- le dije con seriedad a la pobre muchacha que dejó el gran plato con deseos de alejarse todo lo que pudiera de la escena.-. El señor Deri ha pedido pollo asado, no pavo.
Miré al gusano bajando lentamente la cabeza.
- Disculpe el servicio y mi ímpetu por solucionar el problema; no puedo tolerar la actitud irrespetuosa hacia nadie, mucho menos a mis invitados.


La chica aguantó la bandeja nerviosa tamborileando con los dedos e intentando evitar la mirada, tanto de la tubular criatura como la mía propia.
- I…iré a comprobarlo señor.- susurró antes de intentar marcharse
Rebajé mi seriedad para mirar a mis invitados.
- De nuevo, les pido disculpas por la pequeña escena; no me gusta reprender verbalmente a esa chica, pero debe hacerse responsable de los errores y de su falta de educación ante el señor Deri.- concluí, con un leve ademán en dirección a la peculiar lombriz.

Claro que dada la voracidad del anélido, dudo que pudiera retornar el plato a su legítimo dueño… Pero luego le servirían además el pollo, así que no creo que se quejara demasiado.

Zero no tardó nada en empezar a comer su delicioso arroz con atún y trozos de pollo. Utilizó un tenedor en lugar de palillos debido a la pereza que le daba alimentarse con aquellas jodidas cosas que solo sabían estorbar y hacer la comida algo difícil. El sabor estaba delicioso y no tuvo que ser un genio para adivinar aquello. No tardó casi nada en comerse casi la mitad del enorme tazón debido a su apetito y velocidad. Mientras tanto pudo ver al gusano observar la conversación de la mujer con el hombre que les estaba invitando. Deri parecía igual de satisfecho con el pavo, pero se lo arrebataron. Gruñó un poco y después se quedó mirando a la camarera de forma amenazante. Aunque si no tenía ojos… Aquello no podía llamarse una mirada. Sus dientes hablaban por él solo. Aquello le produjo algo de risa a Zero, el cual miró a otro lado incluso.

- La verdad es que desde mi punto de vista es culpa del que lo haya preparado, no del transporte. Igualmente, no me esperaba conocer a alguien de la política. Además de cazador tengo dotes de entrenador de bestias y conocimientos semiavanzados de medicina y cirugía. – Dijo entonces mirando un pequeño cuadradito de atún.

- Yo soy capaz de comer ojos. – Añadió el gusano con aquella hermosa y grave voz que poseía. Al mismo tiempo, se puso a mirar a las personas del lugar con tranquilidad.

Todo parecía bastante relajado. La influencia era importante, eso le decía su madre, pero su padre le enseñó que los puños eran la mejor clave. Él cogió ambas partes y las unió en algo que llamaba negociaciones agresivas. No tardó en comer un trozo de pollo que había en el arroz y después volvió a mirar a aquella persona que estaba frente a sus ojos.

- Sé de lo que me habla, pero prefiero el método violento. El noventa y nueve por ciento de los criminales no se entregan por las buenas. Hasta ahora tan solo uno lo ha hecho, el resto tuvieron que probar mis golpes. Peste blanca, recuerdo a ese. Usaba armas de fuego y electricidad combinada con agua, un Gyojin. Por mucho que le pedí que se entregará no hizo caso. Lo entregué en el cuartel del Sur, medio muerto, con el pecho arrasado y quemado. Pero eso fue antes de la guerra de Síderos.

Con su edad estar metido en una guerra le hizo aprender muchísimo sobre los combates. Era joven y de eso no cabía duda, pero Zero tenía una mentalidad impresionante. Nadie hubiese dicho que nació hacía unos cinco años y medio. El haberse convertido de bebé a adulto por culpa de aquella droga le arrebató la infancia, pero el muy cabrón ignoraba aquel tema. En poco tiempo aprendió todo lo necesario y ahora tenía el oficio de cazador del gobierno, por el momento. Aquellos payasos pronto caerían, pero todo a su tiempo.

- ¿Tiene alguna ambición, Alphonse? – Dijo sonriendo de forma siniestra.

Parecía ser que me equivocaba, pues la chica se llevó el almuerzo del señor Deri, dejando tan sólo servido al señor Zero. Esperaba sinceramente que tuviera la decencia de aguantar su hambre hasta que todos tuviéramos nuestras respectivas cenas… pero no. La vida te da lecciones, como que un gusano aparentemente maligno y monstruoso era mucho más educado, o mejor dicho menos maleducado, que el humano. La tensión se me acumuló en el cuello sin que siquiera la excusa de que habrían pasado todo el día de caza sin comer disminuyera ni una pizca la ofensa.

Me resultaba interesante que una persona se dedicara a un grupo tan variopinto de habilidades que no tenían demasiada relación entre sí. Aunque yo tampoco era quién para decir a qué dedicarle su vida, igual de raro es un músico-arquitecto que un médico-domador. LA repugnante criatura quiso llamar la atención que por costumbre reclamaba tan sólo con su aspecto. Qué falta de educación por mi parte no inmiscuirle con más ímpetu en la conversación.

Antes de que pudiera hablar Zero continuó con una idea de carácter represor y justiciero, una idea que me era tan dulce como los bollos refinados de la resina y tan amarga como el material sin procesar. Noventa y nueve por ciento me parecía una cifra un tanto exagerada, aunque quizás era cierto para los que llevaban acumulando cierta cantidad de recompensa, las únicas presas interesantes para un cazador. ¿Quería un cazador, como un agricultor dedicado, evitar que sus presas aumentaran de precio? ¿Y un médico realmente curar las enfermedades en vez de sacar una pastilla de la que cobrarle al paciente toda su miserable vida? Depende de cómo honorable fueran esos profesionales.

Tenía retazos de la guerra de Síderos, pero incluso en el West Blue llegaban las noticias del Grand Line si eran… de gran impacto, claro. Una nueva isla, un conflicto entre el gobierno , la piratería y los revolucionarios. Me hubiera gustado saber más de aquella batalla que decidió el destino de una nueva potencia del centro del mundo. Echaba de menos el campo de batalla con el rencor que se le tiene al daño y la acción sobre la tranquilidad de una vida pacífica.

Lanza su pregunta, y mi odio me hace caer en la cuenta de que ha ido tuteándome largo tiempo.

- Tener sólo una ambición sería poco ambicioso, señor Zero.- le dije, haciendo hincapié en un título que parecía no merecer. -. Mis planes, por ahora, se centran en los mares principales, y una vez haga mis avances en estos pasaré al Grand Line. Una de mis metas es llevar la educación al mundo para prever la aparición de… piratas y criminales, aunque siempre quedarán reductos; creo que mucha gente comienza su carrera criminalística por pura necesidad, algo que podría reacondicionarse a metas más nobles. También, aunque aún soy muy joven me gustaría tener una enorme familia, pero para ello debo hacerme lo suficientemente fuerte como para protegerla a ella y a mí mismo… Y uno nunca parece ser lo suficientemente fuerte en este mundo.

Al fondo del local una mesa empezaba a montar una escena, griteríos de que cómo había podido acabar con un pavo asado antes de servirle a él un simple tazón de arroz con atún; tenía razón, se habían equivocado de comanda… y gracias a la falta de modales de Zero ahora la devolución era imposible.

- Parece que los errores del servicio se acaban pagando. Ese plato no estaba destinado a usted, señor Zero.
La empuja con una sola mano y la hace caer sobre las sillas vacías de una mesa recién abandonada. Pongo las manos en la mesa y empiezo a levantarme.


- Si me disculpan, esa actitud me parece intolerable.
Y quizás podría apagar el infierno de mi furia con alguien que no era ni mi invitado ni un eslabón de un peligroso legado.

Ambiciones curiosas tenía aquella persona y parecía que la última era la que tenían en común. No lo de la familia, que era algo que a Zero le daba igual, pero la fuerza para proteger a los que consideraba seres queridos la necesitaba. Por el momento su poder no era una tontería y tenía habilidades con las que hacer temblar mínimo a un capitán de la marina. El estilo de su padre le había abiertos las puertas a ese mundo y la mejora propia que estaba realizando por su parte le hacía mucho mejor. Cambiar el Zan Nin Na podía ser muy complicado, pero él estaba lográndolo al combinarlo con su energía propia. Según había escuchado, el color más potenciado de su padre era el azul en tipos de energía, mientras que él se inclinaba por el morado. Tal vez en un futuro tratase de potenciarlo al punto de conseguir superar la puerta de Balak de su padre, la cual le hacía un monstruo, aunque la palabra Dios no estaba descartada.

Estuvo a punto de hacer algo, pero entonces Alphonse dijo algo y después se levantó hablando con el tipo que empujó a la camarera. Una sonrisa se formó en el rostro del moreno, el cual se colocó en pie y terminó de comerse el arroz con calma. El gusano se relamió al conocer de sobra a su dueño y se quedó mirando al imbécil. El luchador entonces dio un paso al frente y miró al abusón que se había atrevido a dañar a un inocente en su presencia.

- Tú arroz estaba delicioso, pero debido a tu actitud, me temo que no te daré el mío ¿Qué se siente al haber pagado para nada? Triste basura. – Su tono mostraba una arrogancia fuera de lo normal, como si buscase provocarlo.

La verdad es que lo había logrado y por ello aquella cabreada persona se lanzó por él entre gritos de rabia. Lo primero que hizo fue tratar de impactarle un puñetazo en el rostro. La palma de la mano derecha del guepardo paró a la perfección el golpe e hizo que su oponente alzase una deja. El tipo sintió un poco de impotencia y comenzó a lanzarle golpes al estómago con toda su fuerza. Zero activó su haki armadura por debajo de su ropa y de esa forma nadie se daría cuenta. Cerró los ojos quedando con la espalda pegada a la pared mientras aquel hombre le machacaba. El gusano entonces empezó a reírse un poco. El agresor parecía estar disfrutando, pero entonces el moreno mostró una sonrisa ladeada.

- ¿Terminaste? – Dijo abriendo los ojos despacio.

Su presa quedó boquiabierta al ver que sus violentos puñetazos no habían herido nada al moreno. El cazador entonces lanzó un único golpe al rostro de aquella persona. El abusón salió disparado a toda velocidad hacia atrás y se estampó contra otra de las mesas vacías. Los restos de comida cayeron por todo su cuerpo manchándolo y dejándolo humillado. Los camareros flipaban al ver la poderosa fuerza de aquel chico que no llegaba a los veinte años. Zero entonces caminó hacia él y lo tomó del cuello de su camiseta, alzándolo como un simple muñeco y sonriéndole de forma sádica. Sus ojos incluso tomaron un color verde esmeralda y sus colmillos de afilaron un poco.

- Discúlpate con ella y recoge todo esto, insecto. – Mencionó relamiéndose de forma tétrica. El hombre asintió con los ojos humedecidos. Tenía un diente roto y estaba sangrando por la boca.

El guepardo lo dejó en el suelo y se quedó de brazos cruzados asegurándose de que aquel idiota hacía su trabajo. El gusano entonces empezó a reírse de forma enfermiza y eso provocó que el miedo del pobre idiota aumentase y se diese más prisa mientras susurraba.

- Es un demonio…

Al llegar me coloqué entre la chica y el burdo agresor, era un joven fuerte, de aspecto prehistórico. Justo cuando iba a abrir la boca para decir algo Zero Lars se adelantó con intenciones más que violenta. La paliza empezó, y mi confianza en las habilidades de mi compañero quedó… poco satisfecha; no hacía más que recibir golpes constantemente.

Extendí una mano a la dama para ayudarla a levantarse.
-¿Se encuentra bien?- le pregunté, sin dejar de mirar por el reojo la golpiza.
Ella asintió, agarrándose el brazo dañado por la caída.


Deri empezó a reírse, si bien no entendí por qué hasta que Zero habló por primera vez desde el verdadero inicio de la pelea. Sonreí levemente ante su fanfarronería; quedé realmente aliviado al comprobar que su legado, y muy probablemente su esfuerzo personal, hacían de él un poderoso combatiente. Me alegré de que diera una lección a semejante truhán, pero no iba a quedarme quieto mientras se divertía, no podría.


Miré a los camaradas del muchacho, que empezaban a intentar levantarse, sin mucha confianza, para ayudar a su querido, aunque parecía que no demasiado, amigo. Entonces hablé para detener su avance.


-¿Están seguros de lo que van a hacer, caballeros? No sólo podrían poner en peligro sus vidas, sino también la de su amigo… Arriesgar la vida, los huesos y la carne en una apuesta tan poco favorable sería tremendamente estúpido; les aconsejo que se sienten hasta que el entuerto concluya. Solo necesita disculparse y por supuesto- porque no iba a pagarlo yo si pudiera evitarlo, aunque fuera responsable de mis invitados- hacerse cargo de los daños del local. Coincidirán conmigo que no es manera de tratar al servicio de este hogareño- aunque menos ahora con el mobiliario roto- local.

Alcé las cejas expectante mientras los impetuosos jóvenes se replanteaban sus acciones; quizás no había asegurado del todo la paz, pero sí el que la guerra se aplazara al exterior después en una estúpida e innecesaria venganza; nosotros llevábamos la razón. Las excusas no sirven de nada, uno debe saber cuándo comete un error y disculparse por él.

Me aseguré de la salud de la muchacha con una mirada preocupada y sincera.

-Creo que debería ir a descansar y avisar a su jefe de que el asunto será zanjado con la correcta compensación monetaria a cargo de esta mesa- dije aludiendo a la de los bribones.-. Le aconsejo que pida un plus por sus daños físicos.

Me giré hacia Zero con un gesto serio y autoritario, aunque no tenía ninguna potestad sobre él. Mi gesto ligeramente fruncido y el leve movimiento de cabeza deberían indicarle que era suficiente; no queríamos problemas, o al menos yo no los quería.

Zero entendió al momento el gesto que había hecho aquella persona. Se parecía a cuando Ivan le ordenaba que la cosa estaba calmada, pero él solo hacía caso del vampiro. Esperó un momento a ver lo que ocurría y entonces el gusano saltó desde la mesa al hombro de Zero, encogiéndose un poco y enroscándose en su brazo. El peso de aquella cosa era considerable, pero el guepardo le daba lo mismo mientras no tuviesen que corres tras una presa. Entonces se quedó mirando a los amigos de aquel tipo de forma seria y momentos después mostró una sonrisa siniestra. Estaba claro que quería asustarlos. El haki armadura había sido anulado ya y estaba apagado por así decirlo. No era necesario continuar usándolo. Lo que sí activó ahora fue el haki de observación y por ello controló todo a su alrededor.

- Lo siento Alphonse, pero será suficiente cuando estas personas aprendan cuál es su lugar. Si tratan de hacer algo, yo mismo me ocuparé de ellos. – Terminó de decir canalizando energía en su mano y formando un destello morado. Aquello hizo a los idiotas temblar un poco y asentir.

- ¡Hahahaha! Esto es muy divertido, pero quiero mi maldito pollo de una vez. Malditos humanos, habéis estropeado mi almuerzo. Si este chico no fuera tan blanco os comería a todos. – Dijo de forma amenazante enroscado al brazo del cazador, el cual suspiró.

Zero entonces se quedó mirando la mesa de aquellas personas y no tardó mucho en acercarse y coger lo que parecía ser un trozo de pollo atravesado por un hueso. Era de un tamaño considerable y esos idiotas lo merecían. Además, estaba en la posición del que parecía más chulito y por ello no tuvo reparo. Lo tendió al gusano y este abrió la boca de forma exagerada. Por un momento pareció que iba a comerse la cabeza del cazador. Se tragó aquella cosa al momento mientras restos de saliva salían de su boca. Parecía un espectáculo asqueroso, pero el chico tan solo sonreía mientras ahora miraba calmadamente a Alphonse.

- Bueno, admito que este tipo de gente es del uno por ciento que deja de liarla si se les amenaza, pero sin nosotros aquí no lo habrían hecho. Por culpa de esta gente me han entrado ganas de algo fresquito. Creo que esta vez invito yo ¿Un helado? – Le preguntó a su acompañante mientras mostraba una expresión siniestra.

Zero no miraba así a la gente para darles miedo o por chulería, el joven tenía aquella mirada de psicópata desde que era pequeño y no la cambiaba nunca. Era la expresión que usaba incluso cuando quería agradecer algo de corazón. Igualmente, ahora tan solo esperaría que no pasara nada más y Alphonse aceptase el helado que deseaba invitarle. El gusano terminó de comerse el pedazo de carne, pero continuaba esperando el pollo. Se veía que allí cada cual comía cuando le daba la gana.

Apreté ligeramente los puños durante un instante, Zero había desafiado una autoridad que consideraba justa y adecuada por el simple hecho de aumentar la teatralidad de la escena; aunque podía entender sus acciones, no las aprobaba. Sostuve la mirada de Zero de manera tranquila pero con gesto adusto, la escena de su hombro era, cuanto menos, grotesca, pero no lo suficiente como para hacerme perder la compostura. Era obvio que Deri y Zero disfrutaban de la humillación de los criminales, y no tanto criminales, pero para mí, esto era un poco exagerado. ¿Para qué hacía falta quitarles la comida del plato a las personas y mancharse de babas espesas de la garganta del mucoso anélido? Qué asco.

Volví a mi silla como el rey que volvía a un trono, sin importarme que los desafíos que me habían lanzado no hubieran sido, por ahora, contestados. Una parte de mí deseaba ser más como el cazarrecompensas, mientras que otra se negaba a aceptar esa terrible verdad. Cuando mis invitados volvieron a la mesa, el bípedo habló verdades sin modales.

-Creo que golpear a uno de sus integrantes supera la simple amenaza, Señor Lars- reduje la satisfacción de llamarle por un nombre de pila con título, distanciándolo socialmente de mí-. Una vez comamos el Señor Deri- dije aludiéndole con un gesto-,y yo, podrá invitarnos a un refrigerio. Aunque usted ya haya comido- lo cual era una enorme falta de respeto-, nosotros no- concluí manteniéndole la mirada. No deseaba desafiarle, mas debía saber la falta de respeto de la que hizo gala.

Mi menú, que necesitaba mucho menos tiempo, llegó a manos de la muchacha que, aunque aún asustada, trasmitía cierto agradecimiento en su mirada. Por supuesto, como era menester de un buen caballero, esperé a que el pollo asado del gusano viniera para poder comer a la par; sospechaba que sería el último en terminar de comer, dada la tremenda voracidad del gusano.

Mientras esperábamos, y disfrutaba de la delicadeza pero solidez del menú, entablé conversación.

-¿Se encuentran muchas veces en la tesitura de impartir justicia a gente que no son, por ahora, criminales?– mi mirada recorrió a los cazarrecompensas-. Que de ser así supongo que la autoridad que representa les da cierta carta blanca a la hora de… destrozos y daños colaterales, ¿estoy en lo cierto?


¿Cuántas personas ansiosas por matar y herir habían recurrido a satisfacer sus impulsos por una vía legal? ¿Habría marines con instintos asesinos? Eso era algo más que probable, pero… ¿era bueno?

Todo había parado por el momento y el tipo de ojos raros se sentó de nuevo en la silla. Zero por el contrario continuó de pie mientras le miraba. El gusano saltó también a su sitio y se quedó mirando la situación. El cazador controlaba a su mascota para que no la liase mucho, pero pocos sabían que cuando el poder del moreno explotaba, debía ser Deri el que lo controlase para que los demás no sufriesen los daños colaterales que nombraba aquella persona. Si Zero hubiese usado un diez por ciento de su fuerza, el local habría terminado hecho pedazos. Él había tratado de arreglar las cosas bien, pero recibir tanto golpe (Que no le hizo nada) usó su propio ataque. No se arrepentía y tal vez golpeaba a los payasos aquellos si la liaban. Era la forma en la que controlaba las cosas y la correcta según él.

¿Señor Lars? Algo iba mal. Zero era muy inteligente pese a su apariencia de sádico boxeador. No había que ser un genio para notar que Alphonse le estaba llamando por su apellido en lugar de su hombre. Tal vez no estaba de acuerdo con sus métodos, pero eso le daba demasiado igual. Él se preocupaba por sí mismo, Ivan y su padre. Los demás, no, no había demás por ahora. Soltó un pequeño bostezo y se sentó mientras esperaba sus palabras. Aunque ya se había creado tensión, el luchador continuaba sonriendo de forma sádica.

- Superé la amenaza cuando fui el primero en ser golpeado, caballero. Además, sé que no habéis comido, pero eso es culpa del pésimo servicio y no mía. Me gusta el arroz, pero me gusta más aún caliente y no frío. Y es posible que imparta justicia aunque mis objetivos no sean criminales, pero el abuso es algo que no tolero.

Nombró levantándose y caminando a una máquina expendedora. Le sorprendió ver una en un restaurante, pero aprovecharía. Metió un par de berries y sacó una bebida energética. Lo siguiente que hizo fue volver a sentarse y abrirla. El sonido le gustó y cuando el gas fue liberado no pudo evitar beber un enorme trago. Deliciosa, algo ejemplar, debía admitirlo. No tardó en llegar la comida de Alphonse junto a la de Deri. El gusano sin pensárselo se metió el pollo entero de un bocado en la boca y comenzó a masticar. El luchador entonces miró a aquella persona a los ojos.

- Llevo menos de diez años con vida y es posible que no haya sido tiempo suficiente para adaptarme, pero si algo tengo entendido es que el mundo es cruel. No seré dulce con él. La educación, los modales y todo eso que los nobles y personas de clase alta valoran como una especie de obligación, me importan demasiado poco. Creo que no entiende a quién tiene delante de sus ojos, señor Alphonse. Soy Zero Lars, cazador del gobierno mundial e hijo de uno de los piratas más buscados. Mi vida no es fácil y no me quejo de ello, así que seguiré siendo como soy. A quién trate de impedirlo o joderlo de alguna forma, le espera mi puño.

Dicho aquello centró su haki en Alphonse para saber sus intenciones en todo molesto. Entonces sacó de su mochila un pequeño bocadillo de queso envuelto en papel y empezó a comérselo junto a su bebida.

Las palabras del guerrero me llevaron por un torbellino de emociones: primero me intrigó la forma con la que había descrito sus viajes por el mundo con un “Llevo menos de diez años con vida”; y luego tuve que aceptar su visión realista y verdadera del mundo. Entonces, la alusión a la poca importancia de los más altos códigos me sentó como un duro golpe que, aunque ya había meditado sobre el tema en otras ocasiones, me revolvió el estómago; se me quitó el hambre. Pude entender su orgullo como el mío propio, mas no tenía excusa.


Coloqué lenta pero violentamente los cubiertos sobre el plato, en señal de que podían retirarlos. Respiré tomando una larga inspiración de ira contenida.


- Le entiendo, Zero Lars; créame que le entiendo perfectamente- dije con la furia asomándose en mi tono-. Pero dentro de su visión hay un enorme problema, una tesitura a la que también he tenido que enfrentarme cuando me encontraba en su… digamos… inocente situación. El mundo está lleno de males que necesitan ser derrotados, de catástrofes que necesitan ser paradas por la mano de los hombres y de temibles quimeras… Pero si no se construye nada y sólo se lucha, uno se queda finalmente sin cosas por las que acabar luchando más que la propia supervivencia, convirtiéndose irremediablemente en un simple animal- hice una pequeña pausa en la que relajé mi tono hasta una tranquilizadora y sincera confesión-. Acepto sus costumbres- aunque no las apruebe-, el hecho de que el código y los modales le parezcan una… pérdida de tiempo… Usted es un guerrero, un luchador y protector; yo, en cambio, soy además un arquitecto. Puede que usted quiera, y necesite- o no-, purgar el mal del mundo, pero si no se siembra el bien con la educación, la moral y la justicia… no seremos más que monstruos que se aniquilan los unos a los otros por primitivos recursos y egoístas deseos. Ambos somos necesarios para la sociedad, y por mucho que nos puedan llegar a desagradar las peculiaridades del otro, sé que la promesa de un objetivo común puede, tragándonos el orgullo y pidiendo disculpas, verbalmente o no, unirnos para llegar a conseguir cualquier propósito- concluí, y luego aparté la mirada para tomar mi vaso y refrescarme la garganta.

Tenía la secreta esperanza de que, a pesar de su legado, no fuera del todo un demonio…; de que aún hubiera una pizca de humanidad enquistada en el alma ardiente de aquella criatura.

- Algunos nacen animales y otros se convierten en ellos y me temo que yo soy parte del segundo grupo desde hace muchos años…

Dijo entonces saltando a lo alto de la mesa. En pleno salto su cuerpo cambió a ser uno similar al de un perro. Se colocó a cuatro patas y tras unos segundos no había ni rastro del cazador. En su lugar había un enorme guepardo de pelaje amarillento y ojos verdes como esmeraldas. Su cola era larga y terminaba con un punto blanco en ella. Sus garras eran afiladas y sus colmillos también. Era todo un animal peligroso y las miradas de varias personas se fijaron en él. El ser imponía respeto a todo el mundo y aunque no era tan musculoso como un tigre o león, resultaba ser más peligroso. Tras aquello continuó hablando, pero estando en su forma completa.

- Tú tienes ese punto de vista, pero me temo que el mío es distinto. Construye lo que desees, nadie te lo impedirá, pero mientras haya criminales en el mundo no me quedaré sin presas y mucho menos sin objetivos. – Y mientras el gorosei estuviese respirando, también. El gran secreto de Zero.

El guepardo entonces saltó a la silla y volvió a su forma completa a una velocidad envidiable. Se cruzó de brazos y se quedó mirando a Alphonse. Lo siguiente que hizo fue darle un mordisco a su bocadillo de queso. El sabor estaba bastante rico y después tomó un trago de la bebida energética para sentirse mejor. Debía admitir que aquella cosa era de lo mejor del restaurante, pero el arroz sin duda era Dios. El gusano entonces miró al tío que tenía delante de sus ojos y empezó hablarle con su grave voz.

- Nosotros no necesitamos ayuda de palabras y política. Nuestro trabajo es cazar, entregar, cobrar y vuelta a empezar. Nuestros aliados piensan de la misma forma y no son nada débiles. Eso es algo que no podemos desvelar, pero creo que te puedes hacer una idea. – Dijo el gusano riendo. Estaba claro que Drake era el principal protector de Zero, pero el cazador nunca lo admitiría para no tener líos. Sin pruebas no había problemas.

El cazador entonces se comió el bocadillo rápidamente y después volvió a mirar a los asustados hombres el chulito de la isla. El tipo estaba limpiando el suelo y se había disculpado, de ese modo todo iba bien. Entonces Zero volvió a mirar a Alphonse y sonrió de forma calmada.

- Dices que en mi visión hay un problema, yo en la tuya veo más y no por ello voy a hacer nada para evitarlo. Que cada cual haga lo que le dé la gana dentro de lo legal. Estamos en un mundo libre y si las normas se rompen para dañar a débiles, yo las romperé para dañar a fuertes. – Dijo señalándose con su dedo pulgar y mirando a Alphonse de forma desafiante. – Y es lo que hay. – Concluyó.

Zero subió a la mesa después de un alegato que apelaba a la autocompasión. Me sorprendió la activación de su poder, en mi vida había visto una zoan ni tampoco un guepardo que no fuera ilustrado. La criatura era más delgada de lo que esperaba, siendo la contraparte felina de un galgo de cacería. Sus siguientes palabras, que me sonaban extrañas en su nueva forma, demostraban que tan sólo era una bestia movida por la emoción de la caza; me decepcionó.

De vuelta a su sitio, y a su forma homínida, sacó un bocadillo de sus pertenencias, demostrando su falta de respeto por las funciones del local. El señor Deri fue el siguiente en tomar el turno de palabra, revelando lo cíclico de su estilo de vida y asegurándome, con casi una amenaza, la presencia de aliados peligrosos y ocultos que compartían su visión del mundo.

Permanecí en silencio, sin querer más la compañía de la extraña pareja. Entonces, las últimas palabras del Señor Lars me dieron un atisbo de esperanza ante la mención de la protección de los bondadosos débiles ante los injustos y poderosos.

Sonreí.
-Dejemos entonces que cada uno siga su naturaleza- dije con satisfacción-. Y,a pesar de… nuestras diferencias, puedo decir que ha sido un placer conocerles. Si sigue la invitación a ese postre me gustaría acompañarles tras el abono de nuestra cuenta.

Me levanté pidiendo permiso con un movimiento de cabeza para confirmar la conformidad del dúo.