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– ¿Estás nerviosa, Misa? – Le preguntó Noriko con una sonrisa.
– Claro que lo estoy. Tengo que hablar con el vicealmirante Al Naion y ver si me permite ingresar a su brigada – la carta que le había llegado temprano en la mañana, la hizo apurarse en terminar todo lo que tenía pendiente y estar libre para aquella reunión. – Además, es la misma brigada donde está Xemnas… No sé cómo se lo tomará o si conoce que él y yo somos pareja. Tengo mil motivos para estar nerviosa… Mejor me devuelvo. – Dijo, girando y poniendo dirección opuesta a donde se dirigía, pero en eso Noriko tiró, suavemente, de su gabardina y la detuvo.
– Estarás bien. No sé qué tipo de persona es, pero sé que lo podrás manejar. Además, es lo que siempre has esperado… No te dejaré huir, aun si tengo que llevarte a rastras a su oficina. – Le dijo con una sonrisa. La abrazó y le agarró la mano, ambas empezaron a caminar rumbo al despacho del vicealmirante.
– Gracias, Noriko. Eres una gran amiga, gracias de verdad.
La capitana vestía el típico uniforme militar y su gabardina ondeaba con el viento. Además, portaba una gorra con el logo de la Marina en la visera de esta. Por el camino, ella y Noriko fueron hablando de temas triviales. De las metas de cada una o qué tan alto querían llegar. Le sorprendió que ella quisiera ser Almirante y así tener una gran influencia, buscaba vengarse contra una banda pirata que había destruido su isla natal y matado a todos. ”Que coincidencia…” – pensó con cierta pena. Obviamente, Misa le había prometido ayudarla a llegar a ese puesto y también en derrotar a esa banda. Tener esa conversación con ella la había relajado y ahora sentía menos presión para su reunión con él.
– Esta es. Te esperaré afuera, suerte Misa. – Le dijo Noriko mientras se sentaba en el suelo.
– Claro – la capitana tocó la puerta tres veces. – Soy la capitana Amane Misa. Vengo por la carta que me envió. – Esperaría alguna respuesta por su parte y luego entraría. Era hora de conocerlo y ver si podía entrar o no a la misma brigada que Xemnas. ”Entraré… Esta será una buena sorpresa para él” – pensó con una sonrisa.
– Claro que lo estoy. Tengo que hablar con el vicealmirante Al Naion y ver si me permite ingresar a su brigada – la carta que le había llegado temprano en la mañana, la hizo apurarse en terminar todo lo que tenía pendiente y estar libre para aquella reunión. – Además, es la misma brigada donde está Xemnas… No sé cómo se lo tomará o si conoce que él y yo somos pareja. Tengo mil motivos para estar nerviosa… Mejor me devuelvo. – Dijo, girando y poniendo dirección opuesta a donde se dirigía, pero en eso Noriko tiró, suavemente, de su gabardina y la detuvo.
– Estarás bien. No sé qué tipo de persona es, pero sé que lo podrás manejar. Además, es lo que siempre has esperado… No te dejaré huir, aun si tengo que llevarte a rastras a su oficina. – Le dijo con una sonrisa. La abrazó y le agarró la mano, ambas empezaron a caminar rumbo al despacho del vicealmirante.
– Gracias, Noriko. Eres una gran amiga, gracias de verdad.
La capitana vestía el típico uniforme militar y su gabardina ondeaba con el viento. Además, portaba una gorra con el logo de la Marina en la visera de esta. Por el camino, ella y Noriko fueron hablando de temas triviales. De las metas de cada una o qué tan alto querían llegar. Le sorprendió que ella quisiera ser Almirante y así tener una gran influencia, buscaba vengarse contra una banda pirata que había destruido su isla natal y matado a todos. ”Que coincidencia…” – pensó con cierta pena. Obviamente, Misa le había prometido ayudarla a llegar a ese puesto y también en derrotar a esa banda. Tener esa conversación con ella la había relajado y ahora sentía menos presión para su reunión con él.
– Esta es. Te esperaré afuera, suerte Misa. – Le dijo Noriko mientras se sentaba en el suelo.
– Claro – la capitana tocó la puerta tres veces. – Soy la capitana Amane Misa. Vengo por la carta que me envió. – Esperaría alguna respuesta por su parte y luego entraría. Era hora de conocerlo y ver si podía entrar o no a la misma brigada que Xemnas. ”Entraré… Esta será una buena sorpresa para él” – pensó con una sonrisa.
El Diamante en Bruto era una nave preciosa. De tamaño estándar, pero con un encanto único y un cuidado que ninguna otra brigada ponía en él. Completamente blanco de proa a popa, decorado en plata a detalles y una sirena desnuda en el mascarón, el barco relucía imponente en el muelle de la flota 83, el destinado a las naves de Kiritsu. Normalmente daba un paseo por el lugar y admiraba la belleza de sus naves personalizadas, pero en aquel momento estaba por motivos de trabajo. Ese día esperaba recibir, para una prueba de aptitudes, a la capitana Misa Amane.
Eran las doce y media ya y todavía no había llegado, haciendo que se impacientase cada vez más. Le ponía un poco nervioso ser él quien tuviera que esperar por los demás, sobre todo cuando la interesada se suponía que era ella. "Xemnas, ¿Con qué clase de gente te juntas?", pensaba mientras recordaba las palabras de su subalterno. En cierto modo lo hacía por chincharlo, ver cómo se ponía nervioso cuando su preciosa novieta se acercaba a él, aunque por otro sentía una gran curiosidad por la mujer que robó el corazón del Marine.
-Pues sí que sí-dijo, mirando el reloj en su muñeca. Aún cojeaba un poco por lo sucedido en Dresrossa, pero ya no necesitaba bastón, lo cual era un alivio. El dolor tardaría algo más de tiempo en irse, unos meses por lo menos, pero estaba vivo. Era más de lo que podían decir muchas víctimas de Legim.
Sacó su maletín del abrigo y lo dejó en el suelo, con cierta molestia al agacharse. Sacó el impresionante violín que le había hecho Fred a mano y comenzó a tocar, dejando su chaquetón de oficial tirado en el interior de la funda cerrada. Porque eso es lo que era, un músico de puerto que tocaba por los muelles, y a veces un capitán de navío que hacía las veces de vicealmirante. Pocas veces trabajaba, muchas frotaba las cuerdas del violín delicadamente mientras el tiempo fluía como arena entre sus dedos.
Las mangas verdes eran embriagadoras. Sus notas parecieron hipnotizar a todo el puerto, que se movía al son de la música. Poco a poco algunos viejos conocidos iban ya sacando instrumentos y acompañándolo en su tocata matutina. Un acordeón, una trompeta, alguna pandereta... Hasta diez personas tocando en medio de una concurrida zona, para gusto de todos los trabajadores. Aunque él era el mejor de entre todos en medio de la música su violín era sólo un engranaje más del mecanismo que formaban, un mecanismo perfecto que envolvía los muelles en su atmósfera.
Sin embargo no se podía sacar de la cabeza la capitana a la que estaba esperando, y poco a poco cierto resquemor empezaba a dominar su cabeza. Más valía que fuera al menos la mitad de guapa de lo que Xemnas la describía o la entrevista merecería mucho menos la pena. "¿Dónde estás, Amane? ¿Dónde estás?".
Eran las doce y media ya y todavía no había llegado, haciendo que se impacientase cada vez más. Le ponía un poco nervioso ser él quien tuviera que esperar por los demás, sobre todo cuando la interesada se suponía que era ella. "Xemnas, ¿Con qué clase de gente te juntas?", pensaba mientras recordaba las palabras de su subalterno. En cierto modo lo hacía por chincharlo, ver cómo se ponía nervioso cuando su preciosa novieta se acercaba a él, aunque por otro sentía una gran curiosidad por la mujer que robó el corazón del Marine.
-Pues sí que sí-dijo, mirando el reloj en su muñeca. Aún cojeaba un poco por lo sucedido en Dresrossa, pero ya no necesitaba bastón, lo cual era un alivio. El dolor tardaría algo más de tiempo en irse, unos meses por lo menos, pero estaba vivo. Era más de lo que podían decir muchas víctimas de Legim.
Sacó su maletín del abrigo y lo dejó en el suelo, con cierta molestia al agacharse. Sacó el impresionante violín que le había hecho Fred a mano y comenzó a tocar, dejando su chaquetón de oficial tirado en el interior de la funda cerrada. Porque eso es lo que era, un músico de puerto que tocaba por los muelles, y a veces un capitán de navío que hacía las veces de vicealmirante. Pocas veces trabajaba, muchas frotaba las cuerdas del violín delicadamente mientras el tiempo fluía como arena entre sus dedos.
Las mangas verdes eran embriagadoras. Sus notas parecieron hipnotizar a todo el puerto, que se movía al son de la música. Poco a poco algunos viejos conocidos iban ya sacando instrumentos y acompañándolo en su tocata matutina. Un acordeón, una trompeta, alguna pandereta... Hasta diez personas tocando en medio de una concurrida zona, para gusto de todos los trabajadores. Aunque él era el mejor de entre todos en medio de la música su violín era sólo un engranaje más del mecanismo que formaban, un mecanismo perfecto que envolvía los muelles en su atmósfera.
Sin embargo no se podía sacar de la cabeza la capitana a la que estaba esperando, y poco a poco cierto resquemor empezaba a dominar su cabeza. Más valía que fuera al menos la mitad de guapa de lo que Xemnas la describía o la entrevista merecería mucho menos la pena. "¿Dónde estás, Amane? ¿Dónde estás?".
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Esperó un minuto, pero nadie atendía. Intentó entrar, pero la puerta estaba cerrada. Suspiró y aguantó las ganas de tirar abajo esa cosa para ver si estaba ahí o no, pero no… Descartó esa idea y se puso a pensar en algún otro sitio. Noriko ya se había levantado y se quedó esperando a su respuesta. La miró a los ojos y sonrió con confianza, ya tenía alguna idea de dónde es que estaba, pero le estaba quedando poco tiempo.
– No tenemos tiempo. Corre, Noriko – dijo mientras ella empezaba a acelerar. – Hay que ir al puerto designado de la brigada de Al – tomó una ligera pausa y se arregló el cabello mientras corría. – Es el otro lugar donde debe estar. – Finalizó con una sonrisa.
No tardaron en salir del cuartel y dirigirse al puerto. Una vez afuera, preguntó a un marinero si conocía donde guardaban los buques de Kiritsu Ryodan, este les señaló la dirección y las dos siguieron con su rumbo. La gabardina de Misa jugaba con el viento y no tardaron mucho en llegar al lugar donde le habían indicado. ”Genial… Menuda fiesta.” – pensó al escuchar lo que estaba sucediendo. Miró a Noriko y no pudo evitar ponerse mucho más alegre. Si Al tenía activado mantra, y si es que lo tenía, notaría que ella había llegado. Su presencia iba a resaltar por sobre todo los músicos. Agarró a su amiga de la mano y ambas empezaron a caminar entre el público. Todos le abrieron el paso e hicieron una especie de túnel de gente. Suspiró con calma y se empezó a relajar. Ellos no tardaron en mencionar su nombre y su rango, incluso algunos más osados, contaban como si fuera una anécdota muy importante algunas de sus peleas ante Xemnas y lo bien que ellos lo pasaban al verlos luchar. Ignoró todos sus comentarios y siguió adelante.
– Ya recordé quién era… Su nombre se hizo famoso por una hazaña increíble, algunos ya creen que es el próximo almirante – le fue contando Noriko mientras caminaba a su lado. – Es el responsable por detener al Yonkou Legan Legim y, de paso, liberar Dressrosa.
– ¿En serio? ¿Pero qué tipo es el líder de Xemnas? Bueno… Eso explicaría porque cada vez que habla de él siento como si lo admirara – tomó una ligera pausa y se empezó a imaginar cómo sería. Se imaginó a un tipo alto, de unos dos metros y bastante musculoso, pero no tenía sentido, ¿verdad? – En fin, Noriko, vete. Ya te contaré como termina todo, serás la primera en saberlo… Gracias por todo. – Le dijo con una sonrisa. Ella solo asintió y se fue.
El camino hacia donde estaba el vicealmirante se le hizo eterno. Incluso creía saber la cantidad de pasos exactos que había dado. Finalmente… Lo vio. Supo que era él solo por intuición, pero, ¿Cómo no serlo? Su sola presencia imponía respeto y admiración. Sabía que estaba ante un tipo bastante fuerte y que era todo un vicealmirante. Tragó saliva e hizo, de forma bastante inusual, el saludo militar frente a Al.
– Siento la tardanza, vicealmirante – le dijo. – Soy la capitana Misa Amane y espero que me acepte en su brigada. – Sus ojos demostraban determinación y lo miraba a los suyos propios.
– No tenemos tiempo. Corre, Noriko – dijo mientras ella empezaba a acelerar. – Hay que ir al puerto designado de la brigada de Al – tomó una ligera pausa y se arregló el cabello mientras corría. – Es el otro lugar donde debe estar. – Finalizó con una sonrisa.
No tardaron en salir del cuartel y dirigirse al puerto. Una vez afuera, preguntó a un marinero si conocía donde guardaban los buques de Kiritsu Ryodan, este les señaló la dirección y las dos siguieron con su rumbo. La gabardina de Misa jugaba con el viento y no tardaron mucho en llegar al lugar donde le habían indicado. ”Genial… Menuda fiesta.” – pensó al escuchar lo que estaba sucediendo. Miró a Noriko y no pudo evitar ponerse mucho más alegre. Si Al tenía activado mantra, y si es que lo tenía, notaría que ella había llegado. Su presencia iba a resaltar por sobre todo los músicos. Agarró a su amiga de la mano y ambas empezaron a caminar entre el público. Todos le abrieron el paso e hicieron una especie de túnel de gente. Suspiró con calma y se empezó a relajar. Ellos no tardaron en mencionar su nombre y su rango, incluso algunos más osados, contaban como si fuera una anécdota muy importante algunas de sus peleas ante Xemnas y lo bien que ellos lo pasaban al verlos luchar. Ignoró todos sus comentarios y siguió adelante.
– Ya recordé quién era… Su nombre se hizo famoso por una hazaña increíble, algunos ya creen que es el próximo almirante – le fue contando Noriko mientras caminaba a su lado. – Es el responsable por detener al Yonkou Legan Legim y, de paso, liberar Dressrosa.
– ¿En serio? ¿Pero qué tipo es el líder de Xemnas? Bueno… Eso explicaría porque cada vez que habla de él siento como si lo admirara – tomó una ligera pausa y se empezó a imaginar cómo sería. Se imaginó a un tipo alto, de unos dos metros y bastante musculoso, pero no tenía sentido, ¿verdad? – En fin, Noriko, vete. Ya te contaré como termina todo, serás la primera en saberlo… Gracias por todo. – Le dijo con una sonrisa. Ella solo asintió y se fue.
El camino hacia donde estaba el vicealmirante se le hizo eterno. Incluso creía saber la cantidad de pasos exactos que había dado. Finalmente… Lo vio. Supo que era él solo por intuición, pero, ¿Cómo no serlo? Su sola presencia imponía respeto y admiración. Sabía que estaba ante un tipo bastante fuerte y que era todo un vicealmirante. Tragó saliva e hizo, de forma bastante inusual, el saludo militar frente a Al.
– Siento la tardanza, vicealmirante – le dijo. – Soy la capitana Misa Amane y espero que me acepte en su brigada. – Sus ojos demostraban determinación y lo miraba a los suyos propios.
Las notas fluían entre tanta gente aglomerada dando un aspecto de jolgorio al puerto. Nadie esperaba que las cosas cambiasen, al fin y al cabo Al siempre había sido así, y desde que se había instalado en el Cuartel General casi todos los días la escena se repetía. Al principio la cúpula se quejaba, e incluso Luchs había llegado a echarle una bronca, más que nada porque Minato se sentía incómodo ya que, al fin y al cabo, él lideraba la flota ochenta y cuatro. Sin embargo, con el paso de los años habían terminado por verlo como un ejercicio saludable para el puerto, que poco o nada retrasaba las tareas importantes y hacía que se respirase otra atmósfera más tranquila.
Pasó veinte minutos tocando. Se iba una gente y llegaba otra, pero la última que se acercó marcó el final del concierto. No porque él quisiera, sino porque la llamada de atención de una chiquilla rubia hizo que uno a uno todos los acompañamientos cesaran, dejando al vicealmirante durante unos momentos tocando solo. Se quedó mirando a todas partes por un instante, casi aturdido por el repentino fin de la tocata, y mientras todos recogían sus cosas él se agachó con dificultad para guardar el violín en su funda, poniéndose previamente el chaquetón a la espalda.
-Llámame Al- comentó mientras se levantaba, soltando un leve quejido. No le impedía moverse con normalidad, pero forzarlo significaba sufrir horrores. Simurgh curaba el cuerpo, pero no calmaba los dolores, y hasta que las últimas marcas del combate con Belial desapareciesen no se libraría de aquello-. Los títulos son para fracasados y tiempos de guerra.
La chaqueta ondeó, impoluta. En su espalda marcaba el rango que ostentaba, no necesitaba que nadie se lo recordase, y mientras subía un momento al barco buscando unos papeles recorría con la mano libre todas sus armas, las ocho que llevaba. Fuego Helado en el chaquetón, Okami y Nube en el cinturón y Verano e Invierno detrás de ellas, aunque accesibles con bastante facilidad. En su espalda las dos dagas y en su tobillo el arma etérea Kujaku-o completaban el arsenal que llevaba encima, descontando lógicamente el violín del maletín y la armónica oculta bajo su corbata.
-Aquí está. Misa Amane, capitana de la Marina y experta en medicina- la examinó de arriba abajo-. Luego me haces un chequeo a fondo si Xemnas da permiso.
Le lanzó un beso. Alguien que lo conociese entendería la broma tras sus palabras y el chiste tras sus gestos, aunque tal vez la capitana Misa Amane se asustara un poco. Rió mientras recorría la pasarela del barco de vuelta a tierra, revisando un poco más a fondo los detalles más escabrosos de su currículum, como... Como... No tenía ninguna habilidad destacable. es decir, tenía habilidades interesantes, pero nada que no tuvieran la mayoría de Marines. No obstante, que Xemnas estuviera con ella le sugería que tenía algo oculto. Y obviamente, nada sexual, ya que el rubiales era casi un niño en cuerpo adulto.
-Como sabrás, la flota 83 de la Marina es una brigada especializada en reconocimiento y apoyo, con todo lo que ello implica- empezó a caminar hacia el pequeño coliseo del cuartel, ése donde había luchado con Kimura cuando lo conoció-. Médicos, cocineros, avanzadilla... Me gustaría saber qué puedes aportar en un equipo que cuenta ya con dos médicos de campo, varios cocineros y expertos en estructuras de avanzadilla.
Sus pasos eran lentos y cojeaba un poco, aunque nada que le impidiera vivir. Simplemente había forzado la pierna demasiado ese día y ahora lo estaba pagando, pero poco importaba. No necesitaba usar las piernas para seguir siendo el mejor espadachín de la Marina. La disputa estaba con un árbol, lo cual ya dejaba bastante claro el estándar contra el que tenía que competir.
-Cuénteme, señorita Amane. Además de alivio sexual a uno de mis hombres, ¿Qué gana Kiritsu Ryodan de su reclutamiento?
Pasó veinte minutos tocando. Se iba una gente y llegaba otra, pero la última que se acercó marcó el final del concierto. No porque él quisiera, sino porque la llamada de atención de una chiquilla rubia hizo que uno a uno todos los acompañamientos cesaran, dejando al vicealmirante durante unos momentos tocando solo. Se quedó mirando a todas partes por un instante, casi aturdido por el repentino fin de la tocata, y mientras todos recogían sus cosas él se agachó con dificultad para guardar el violín en su funda, poniéndose previamente el chaquetón a la espalda.
-Llámame Al- comentó mientras se levantaba, soltando un leve quejido. No le impedía moverse con normalidad, pero forzarlo significaba sufrir horrores. Simurgh curaba el cuerpo, pero no calmaba los dolores, y hasta que las últimas marcas del combate con Belial desapareciesen no se libraría de aquello-. Los títulos son para fracasados y tiempos de guerra.
La chaqueta ondeó, impoluta. En su espalda marcaba el rango que ostentaba, no necesitaba que nadie se lo recordase, y mientras subía un momento al barco buscando unos papeles recorría con la mano libre todas sus armas, las ocho que llevaba. Fuego Helado en el chaquetón, Okami y Nube en el cinturón y Verano e Invierno detrás de ellas, aunque accesibles con bastante facilidad. En su espalda las dos dagas y en su tobillo el arma etérea Kujaku-o completaban el arsenal que llevaba encima, descontando lógicamente el violín del maletín y la armónica oculta bajo su corbata.
-Aquí está. Misa Amane, capitana de la Marina y experta en medicina- la examinó de arriba abajo-. Luego me haces un chequeo a fondo si Xemnas da permiso.
Le lanzó un beso. Alguien que lo conociese entendería la broma tras sus palabras y el chiste tras sus gestos, aunque tal vez la capitana Misa Amane se asustara un poco. Rió mientras recorría la pasarela del barco de vuelta a tierra, revisando un poco más a fondo los detalles más escabrosos de su currículum, como... Como... No tenía ninguna habilidad destacable. es decir, tenía habilidades interesantes, pero nada que no tuvieran la mayoría de Marines. No obstante, que Xemnas estuviera con ella le sugería que tenía algo oculto. Y obviamente, nada sexual, ya que el rubiales era casi un niño en cuerpo adulto.
-Como sabrás, la flota 83 de la Marina es una brigada especializada en reconocimiento y apoyo, con todo lo que ello implica- empezó a caminar hacia el pequeño coliseo del cuartel, ése donde había luchado con Kimura cuando lo conoció-. Médicos, cocineros, avanzadilla... Me gustaría saber qué puedes aportar en un equipo que cuenta ya con dos médicos de campo, varios cocineros y expertos en estructuras de avanzadilla.
Sus pasos eran lentos y cojeaba un poco, aunque nada que le impidiera vivir. Simplemente había forzado la pierna demasiado ese día y ahora lo estaba pagando, pero poco importaba. No necesitaba usar las piernas para seguir siendo el mejor espadachín de la Marina. La disputa estaba con un árbol, lo cual ya dejaba bastante claro el estándar contra el que tenía que competir.
-Cuénteme, señorita Amane. Además de alivio sexual a uno de mis hombres, ¿Qué gana Kiritsu Ryodan de su reclutamiento?
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Se dio unos segundos para mirarlo con detalle. Su ojo médico le decía que tenía ciertas dolencias y algunas heridas por tratar. Era algo obvio y esperable, había luchado él solo ante Legim y su banda. Una hazaña increíble, pero también bastante suicida, pero conocía a alguien muy cercano a ella que hubiera hecho lo mismo y, de hecho, lo estaba por hacer. Xemnas iba a detener a Jin. Soltó un ligero suspiro y lo esperó en el puerto mientras veía que se iba al buque. Había notado la ingente cantidad de armas y casi parecían espadas en un hombre que un hombre con espadas. ”Así que los títulos son para fracasados… Interesante” – recordó esas palabras. No es que compartiera esa mentalidad, pero si estaba de acuerdo que estos eran, si no era alguna guerra o algo parecido, innecesarios y solo servían para jerarquizar y, en parte, discriminar a otros.
Empezó a pensar y ponerse en varias situaciones. Aunque de algo estaba segura, se iba a negar, rotundamente, a si él le pedía alguna pelea. Nunca pelearía contra alguien herido o que no estuviera en su cien por ciento y él, claramente, no estaba ni cerca de estar en su mejor condición. ”Cuanto deseo que Xemnas estuviera aquí… No, es algo que tengo que hacer sola. Basta de depender de él y de su apoyo.” – pensó con firmeza. Se repitió aquella frase por unos instantes y su gabardina jugó con el viento. Estaba bastante fresco y era, por lejos, su clima favorito. Sin mucho frío ni un exceso de calor. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por no salir corriendo de ese lugar, pero había esperado demasiado tiempo como para desperdiciar una oportunidad como esta. Era hora de tomar el toro por las astas y terminar con todo esto hoy. Quizá no habría segundas oportunidades y eso era lo divertido, ¿no? Tenía que apostarlo el todo por el todo y entrar con fuerza en esa brigada.
Lo vio bajar por la pasarela con unos papeles en la mano. Por unos instantes, pensó qué habría en esa cosa. Esperaba que nada muy… Vergonzoso o algo que hiciera a Al dudar más de la cuenta. Después de todo, sumando y restando, su comportamiento no era algo tan malo. Era rebelde, sí… Un poco impulsiva, también y, quizá, una pisca de celosa, pero nada que fuera muy preocupante. Que Al le lanzara un beso hizo que se ruborizara un poco, aunque también sirvió para relajarse un poco. No tenía la certeza de que fuera así siempre, pero el vicealmirante se mostraba alguien relajado y bastante agradable.
Lo siguió rumbo al coliseo, donde antaño tuvo una que otra pelea con Xemnas. Escuchó sobre la descripción de la brigada y comprendió, de forma un poco vaga, porque su novio había aceptado estar en aquella y no alguna otra. Él era alguien que le gustaba apoyar a los otros y poner su fuerza al servicio de los demás. Era una característica que admiraba del rubio. Escuchó la pregunta del peliverde y se puso a pensar en algunas opciones. Quizá fuera una buena idea contar que era un médico completo. No solo hacía cirugías, sino que también; podía crear fármacos e, incluso, si tenía tiempo podía encargarse de los problemas de la mente… Pero, no encontraba que fuera algo a destacar. Quizá fuera también destacable su personalidad, pero a veces no bastaba.
– Pues… Es un poco difícil – le respondió con calma. – Puedo aportar con fuerza, vastos conocimientos en tres ramas de la medicina y domino dos tipos de haki y creo que lo hago de forma bastante superior a la media – tenía que ser más certera. Solo una cosa más. – Y también puedo aportar con una mirada más crítica de alguna situación. No sé si será suficiente… Pero no pienso que en ese papel este tan detallado – tomó una ligera pausa. Estaba nerviosa y se le notaba. Le costaba mantenerse seria… ¿Le jugaría en contra? – ¿A quién quiero mentir? No sé qué pueda aportar a la brigada o a la marina en sí, pero sé que puedo ser de utilidad y que no me doy por vencida tan fácilmente. – Por unos segundos, mantuvo el contacto visual con Al. Sus ojos mostraron su determinación y ganas, pero, también, sus palabras fueron sinceras y honestas.
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Empezó a pensar y ponerse en varias situaciones. Aunque de algo estaba segura, se iba a negar, rotundamente, a si él le pedía alguna pelea. Nunca pelearía contra alguien herido o que no estuviera en su cien por ciento y él, claramente, no estaba ni cerca de estar en su mejor condición. ”Cuanto deseo que Xemnas estuviera aquí… No, es algo que tengo que hacer sola. Basta de depender de él y de su apoyo.” – pensó con firmeza. Se repitió aquella frase por unos instantes y su gabardina jugó con el viento. Estaba bastante fresco y era, por lejos, su clima favorito. Sin mucho frío ni un exceso de calor. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por no salir corriendo de ese lugar, pero había esperado demasiado tiempo como para desperdiciar una oportunidad como esta. Era hora de tomar el toro por las astas y terminar con todo esto hoy. Quizá no habría segundas oportunidades y eso era lo divertido, ¿no? Tenía que apostarlo el todo por el todo y entrar con fuerza en esa brigada.
Lo vio bajar por la pasarela con unos papeles en la mano. Por unos instantes, pensó qué habría en esa cosa. Esperaba que nada muy… Vergonzoso o algo que hiciera a Al dudar más de la cuenta. Después de todo, sumando y restando, su comportamiento no era algo tan malo. Era rebelde, sí… Un poco impulsiva, también y, quizá, una pisca de celosa, pero nada que fuera muy preocupante. Que Al le lanzara un beso hizo que se ruborizara un poco, aunque también sirvió para relajarse un poco. No tenía la certeza de que fuera así siempre, pero el vicealmirante se mostraba alguien relajado y bastante agradable.
Lo siguió rumbo al coliseo, donde antaño tuvo una que otra pelea con Xemnas. Escuchó sobre la descripción de la brigada y comprendió, de forma un poco vaga, porque su novio había aceptado estar en aquella y no alguna otra. Él era alguien que le gustaba apoyar a los otros y poner su fuerza al servicio de los demás. Era una característica que admiraba del rubio. Escuchó la pregunta del peliverde y se puso a pensar en algunas opciones. Quizá fuera una buena idea contar que era un médico completo. No solo hacía cirugías, sino que también; podía crear fármacos e, incluso, si tenía tiempo podía encargarse de los problemas de la mente… Pero, no encontraba que fuera algo a destacar. Quizá fuera también destacable su personalidad, pero a veces no bastaba.
– Pues… Es un poco difícil – le respondió con calma. – Puedo aportar con fuerza, vastos conocimientos en tres ramas de la medicina y domino dos tipos de haki y creo que lo hago de forma bastante superior a la media – tenía que ser más certera. Solo una cosa más. – Y también puedo aportar con una mirada más crítica de alguna situación. No sé si será suficiente… Pero no pienso que en ese papel este tan detallado – tomó una ligera pausa. Estaba nerviosa y se le notaba. Le costaba mantenerse seria… ¿Le jugaría en contra? – ¿A quién quiero mentir? No sé qué pueda aportar a la brigada o a la marina en sí, pero sé que puedo ser de utilidad y que no me doy por vencida tan fácilmente. – Por unos segundos, mantuvo el contacto visual con Al. Sus ojos mostraron su determinación y ganas, pero, también, sus palabras fueron sinceras y honestas.
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Las calles mostraban el ajetreo de una capital. Los marineros embarcaban, los pescadores se acercaban a las lonjas y los reclutas corrían de un lado a otro, seguramente en alguna clase de entrenamiento o huyendo de los métodos disciplinarios de Arthur. Marineford emanaba bullicio, vida, un aroma que no podía identificar pero al mismo tiempo le encantaba. No sabía lo que era, pero los perfumes de la gente, el ruido de los taconeos, la música del ajetreo que gobernaba la ciudad... En conjunto amaba el pavimento blanco y el sencillo orden del Cuartel General, donde era en cierto modo un pez gordo al tiempo que un grano de arena en la playa.
No pudo evitar que una sonrisa se esbozara en su rostro cuando notó que la chica ignoraba totalmente sus palabras. ¿Tendría carácter? ¿La calma que negaba Arthur la aportaría una muchacha? No, imposible. El enano tenía una extraordinaria habilidad para sacar el lado más arisco de la gente, o el más trabajador. Seguramente ambos, aunque en cualquier caso ser opuesta al carácter de su Oficial Disciplinario no garantizaba un equilibrio, ya que en la vida real no anulaba su forma de ser. Y además parecía no tener nada especial que aportar a la Brigada. Tener una mujer en una flota tan masculina podía dar muchos problemas, máxime cuando aportaba poco más que una aliteración de las habilidades que en conjunto dominaban.
-No voy a negar que puedas ser de utilidad- su expresión alegre aún se mantenía mientras llegaba ante las grandes puertas del estadio. Era pequeño en comparación a Corrida, aunque para el caso serviría-, pero considero que he elegido a mis hombres por una serie de habilidades únicas y con un criterio muy simple: Quiero sólo a los mejores.
Empujó las puertas del enorme edificio y dejó a la vista el recinto de combate, con tierra como suelo y una serie de asientos algo elevados formando las gradas. De forma elíptica pero bastante redondeada, la arena tenía leves montículos y hoyuelos, accidentes para practicar seguramente terreno escabroso. Al fin y al cabo en un cuartel casi todo lo que uno podía imaginar estaba destinado al adiestramiento perfecto de los soldados, no sólo a su divertimento.
-Brigada Indisciplinada es un buen nombre, ¿No crees?- comentó mientras se acercaba cada vez más al centro del campo de combate. En situaciones normales habría corrido a posicionarse mejor que su adversario, pero ese día estaba en medio de una práctica-. La Flota 83 de la Marina con un apodo tan... ¿Irónico? No, ésa no es la palabra. Ridículo. Sí, eso es.
Se quitó el chaquetón en un rápido movimiento y la prenda voló unos metros, dejando tras de sí a Al con una espada en la mano. Fuego Helado, el arma con la que se había reclutado y que, tras ser reforjada tres veces, había llegado a un punto de su poder francamente admirable, casi perfecto. Era su espada desde niño, la fuente de sus victorias y una compañera fiel en las derrotas, una verdadera joya para cualquier amante de la esgrima.
-Hay poca gente que se dé cuenta de lo poco que importa la disciplina en este trabajo. Levántate a las seis, saluda a la bandera, lleva tus papeles a tiempo, no te distraigas nunca... Tonterías. Señorita Amane, todos mis hombres han cultivado una serie de éxitos que no pocos envidiarían y han vivido sucesos que pocos podrían creer. Ya tengo en mi formación estrategas, ingenieros y analistas. Tengo médicos, cocineros y verdaderos héroes en las filas de la Brigada. Pero hay más- hizo una pausa, adoptando expresión solemne-. Kiritsu Ryodan no es una manada. Kiritsu Ryodan no es un sitio donde la determinación vaya a servir de nada. Los Marines de la flota 83 ponemos a prueba nuestra habilidad e ingenio constantemente apostando nuestra vida en el proceso- aguantó la mueca de dolor al apoyar la pierna mala-. No quiero una persona útil, quiero alguien que complemente nuestras habilidades. Alguien único.
Se puso en guardia.
No pudo evitar que una sonrisa se esbozara en su rostro cuando notó que la chica ignoraba totalmente sus palabras. ¿Tendría carácter? ¿La calma que negaba Arthur la aportaría una muchacha? No, imposible. El enano tenía una extraordinaria habilidad para sacar el lado más arisco de la gente, o el más trabajador. Seguramente ambos, aunque en cualquier caso ser opuesta al carácter de su Oficial Disciplinario no garantizaba un equilibrio, ya que en la vida real no anulaba su forma de ser. Y además parecía no tener nada especial que aportar a la Brigada. Tener una mujer en una flota tan masculina podía dar muchos problemas, máxime cuando aportaba poco más que una aliteración de las habilidades que en conjunto dominaban.
-No voy a negar que puedas ser de utilidad- su expresión alegre aún se mantenía mientras llegaba ante las grandes puertas del estadio. Era pequeño en comparación a Corrida, aunque para el caso serviría-, pero considero que he elegido a mis hombres por una serie de habilidades únicas y con un criterio muy simple: Quiero sólo a los mejores.
Empujó las puertas del enorme edificio y dejó a la vista el recinto de combate, con tierra como suelo y una serie de asientos algo elevados formando las gradas. De forma elíptica pero bastante redondeada, la arena tenía leves montículos y hoyuelos, accidentes para practicar seguramente terreno escabroso. Al fin y al cabo en un cuartel casi todo lo que uno podía imaginar estaba destinado al adiestramiento perfecto de los soldados, no sólo a su divertimento.
-Brigada Indisciplinada es un buen nombre, ¿No crees?- comentó mientras se acercaba cada vez más al centro del campo de combate. En situaciones normales habría corrido a posicionarse mejor que su adversario, pero ese día estaba en medio de una práctica-. La Flota 83 de la Marina con un apodo tan... ¿Irónico? No, ésa no es la palabra. Ridículo. Sí, eso es.
Se quitó el chaquetón en un rápido movimiento y la prenda voló unos metros, dejando tras de sí a Al con una espada en la mano. Fuego Helado, el arma con la que se había reclutado y que, tras ser reforjada tres veces, había llegado a un punto de su poder francamente admirable, casi perfecto. Era su espada desde niño, la fuente de sus victorias y una compañera fiel en las derrotas, una verdadera joya para cualquier amante de la esgrima.
-Hay poca gente que se dé cuenta de lo poco que importa la disciplina en este trabajo. Levántate a las seis, saluda a la bandera, lleva tus papeles a tiempo, no te distraigas nunca... Tonterías. Señorita Amane, todos mis hombres han cultivado una serie de éxitos que no pocos envidiarían y han vivido sucesos que pocos podrían creer. Ya tengo en mi formación estrategas, ingenieros y analistas. Tengo médicos, cocineros y verdaderos héroes en las filas de la Brigada. Pero hay más- hizo una pausa, adoptando expresión solemne-. Kiritsu Ryodan no es una manada. Kiritsu Ryodan no es un sitio donde la determinación vaya a servir de nada. Los Marines de la flota 83 ponemos a prueba nuestra habilidad e ingenio constantemente apostando nuestra vida en el proceso- aguantó la mueca de dolor al apoyar la pierna mala-. No quiero una persona útil, quiero alguien que complemente nuestras habilidades. Alguien único.
Se puso en guardia.
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El camino se le hizo, extrañamente, más largo de lo que recordaba. Cuando venía a entrenar al mismo sitio con Noriko, siempre se le hacía mucho más corto. ¿Sería por lo nerviosa que estaba? ¿Por el lento andar de Al? ¿Una mezcla de las dos? Quizá fuera eso último, pero el camino era largo y, con la conversación, un poco más pesado de llevar. Las actividades en el cuartel, en todo caso, servían un poco de distracción. No se estaba sintiendo muy cómoda y sentía una extraña presión sobre sus hombros. ¿Por qué no lograba ser como ella solía ser? No es que fuera algo tan difícil de hacer, pero, por alguna razón, estaba muy nerviosa y no tan confiada como siempre. ¿Sería por qué era la primera vez que tenía que hacer esto para ingresar a una brigada? ¿Por qué no quería defraudar a Xemnas? Muchas preguntas rodearon la cabeza de Misa, pero que se difuminaron con las primeras palabras del vicealmirante.
Ambos entraron en el coliseo. Las palabras de Al hicieron eco en su cabeza. ¿Los mejores? A cada segundo que pasaba, más se convencía de que no iba a lograr entrar. Había muchos marines mejores que ella, quizá incluso en rangos menores a ella. Misa no destacaba por muchas cosas y, salvando una o dos actuaciones, no es que fuera alguien con un buen nombre. Desde Síderos se estaba preguntando si lograba hacer algo de utilidad, pero cada día se iba convenciendo más que no era así. Entonces, ¿qué la mantenía aún dentro de la Marina? Quizá la única meta de averiguar todo sobre su pasado y hacer justicia por los caídos de esa trágica noche. No… No era algo tan complicado como eso, solo estaba en la marina para seguir con Xemnas y seguir viviendo la vida feliz que llevaba hasta ahora.
Escuchó lo que el vicealmirante decía. Consideraba ridículo el nombre de Brigada Indisciplinada, pero a ella le gustaba. Sentía que era algo diferente en algo que siempre se ha mantenido igual. Una forma de llamar la atención, quizá, pero novedoso y que mostraba que no todas las cosas tienen que seguir un orden estandarizado. Suspiró y trató de relajarse… Tenía que hacerlo, después de todo, si seguía así de tensa no lograría demostrar nada.
Se detuvo, casi por inercia y dejó que Al avanzara un par de metros más. ”No me gusta hacia donde va esto” – pensó. Vio la gabardina volar y, cuando esta calló, observó al vicealmirante con una espada en su mano. ¿En serio quería luchar? ¿En ese estado? No, ella no lo iba a hacer, aún si eso significaba cerrar las puertas a esa brigada. No podía luchar contra alguien en sus condiciones, sería estúpido y una falta total de empatía. Por mucho que lo aguantara, vio la mueca de dolor en su rostro al apoyar su pierna mala. Finalmente, él se puso en guardia. La capitana tomó aire y luego suspiró.
– No, no lucharé – dijo. – No estás en el mejor estado y necesitas descansar. Si te sobre esfuerzas ahora puedes empeorar – tomó una ligera pausa. – Por mucho que lo trates de ocultar, se nota que te duele, sobre todo tu pierna – le dijo, apuntando la pierna mala del vicealmirante. – Sé que se trata de una prueba de aptitudes, pero en ese estado… Me niego a luchar. Tus heridas se pueden abrir y eso solo será malo para una persona. Para ti. – Guardó sus manos en los bolsillos y volvió a suspirar. Por mucho que él insistiera, ella no iba a luchar, iba contra cualquier valor ético de medicina y solo pondría en riesgo a Al.
– Quizá no sea alguien única o excepcional. Quizá ni siquiera este a la altura de la brigada y lo entendería, pero no puedo ponerte en riesgo de esa forma – una última pausa. – No pondré en riesgo a la persona que Xemnas sigue y tanta estima le tiene. – Finalizó con una suave sonrisa.
Ambos entraron en el coliseo. Las palabras de Al hicieron eco en su cabeza. ¿Los mejores? A cada segundo que pasaba, más se convencía de que no iba a lograr entrar. Había muchos marines mejores que ella, quizá incluso en rangos menores a ella. Misa no destacaba por muchas cosas y, salvando una o dos actuaciones, no es que fuera alguien con un buen nombre. Desde Síderos se estaba preguntando si lograba hacer algo de utilidad, pero cada día se iba convenciendo más que no era así. Entonces, ¿qué la mantenía aún dentro de la Marina? Quizá la única meta de averiguar todo sobre su pasado y hacer justicia por los caídos de esa trágica noche. No… No era algo tan complicado como eso, solo estaba en la marina para seguir con Xemnas y seguir viviendo la vida feliz que llevaba hasta ahora.
Escuchó lo que el vicealmirante decía. Consideraba ridículo el nombre de Brigada Indisciplinada, pero a ella le gustaba. Sentía que era algo diferente en algo que siempre se ha mantenido igual. Una forma de llamar la atención, quizá, pero novedoso y que mostraba que no todas las cosas tienen que seguir un orden estandarizado. Suspiró y trató de relajarse… Tenía que hacerlo, después de todo, si seguía así de tensa no lograría demostrar nada.
Se detuvo, casi por inercia y dejó que Al avanzara un par de metros más. ”No me gusta hacia donde va esto” – pensó. Vio la gabardina volar y, cuando esta calló, observó al vicealmirante con una espada en su mano. ¿En serio quería luchar? ¿En ese estado? No, ella no lo iba a hacer, aún si eso significaba cerrar las puertas a esa brigada. No podía luchar contra alguien en sus condiciones, sería estúpido y una falta total de empatía. Por mucho que lo aguantara, vio la mueca de dolor en su rostro al apoyar su pierna mala. Finalmente, él se puso en guardia. La capitana tomó aire y luego suspiró.
– No, no lucharé – dijo. – No estás en el mejor estado y necesitas descansar. Si te sobre esfuerzas ahora puedes empeorar – tomó una ligera pausa. – Por mucho que lo trates de ocultar, se nota que te duele, sobre todo tu pierna – le dijo, apuntando la pierna mala del vicealmirante. – Sé que se trata de una prueba de aptitudes, pero en ese estado… Me niego a luchar. Tus heridas se pueden abrir y eso solo será malo para una persona. Para ti. – Guardó sus manos en los bolsillos y volvió a suspirar. Por mucho que él insistiera, ella no iba a luchar, iba contra cualquier valor ético de medicina y solo pondría en riesgo a Al.
– Quizá no sea alguien única o excepcional. Quizá ni siquiera este a la altura de la brigada y lo entendería, pero no puedo ponerte en riesgo de esa forma – una última pausa. – No pondré en riesgo a la persona que Xemnas sigue y tanta estima le tiene. – Finalizó con una suave sonrisa.
Alzó una ceja, sorprendido. ¿Hasta ahí llegaba el interés de la Capitana en unirse a la Brigada? No luchar con un herido. Aunque él tampoco lo haría, sabía que en el campo de batalla pocos tendrían esa cortesía. La piedad era un rasgo extraño de ver en los últimos tiempos, pero en una misión podía significar la diferencia entre vida y muerte... O entre un aliado y un enemigo. No evitó que su sonrisa reluciese mientras dejaba su espada clavada en el suelo, con una finísima capa de hielo rodeando la tierra en unos dos metros en torno a ella.
-Bien, me gusta eso. De verdad- dijo, quitándose la corbata y lanzándola al aire. Cayó sobre la espada, colgada magistralmente en la guarda-. Sin embargo, si no pongo a prueba tus habilidades tanto físicas como profesionales esto puede que se haga muy aburrido.
Desabrochó el cinturón, colocando con sumo cuidado todas y cada una de las armas junto a su espada en perfecto equilibrio. No quería que se cayeran en un descuido, pero eso era poco probable que sucediese. Miró a Misa a los ojos, dedicándole un gesto desafiante, y con una habilidad extraordinaria hizo que sus pantalones parecieran desvanecerse. Un segundo más tarde, no obstante, caían tras las armas. La chaqueta fue retirada con más calma, suavemente, intentando no arrugarla. La dejó en el suelo y comenzó a desabrocharse la camisa, roja, y se quitó todos los complementos del cuerpo excepto la cadena de oro que llevaba al cuello.
-Bien, pequeña. Juguemos a los médicos- terminó de quitarse los calcetines finalmente, quedando completamente desnudo a excepción de su ropa interior, un precioso bóxer rosa con ositos de todos los colores del arco iris. Lo cierto era que, como de costumbre, los había comprado por una apuesta. Sin embargo resultaron ser sumamente cómodos para llevar todo el día-. Tráete el instrumental que necesites si no lo tienes aquí y arregla lo que esté mal.
¿Al final iba a dejar que se cambiaran los papeles? Era ella quien le haría el chequeo, lo cual resultaba extrañamente erótico. Ceder el control, dejar que ella hiciese el trabajo, sentir cómo poco a poco palpaba su cuerpo buscando heridas... Resultaba en su mente casi erótico, sensual y agradable, pero no podía apartarse del objetivo fundamental: Debía decidir si Misa formaría parte de la Brigada o no, y un primer paso era ver hasta qué punto estaba por encima de la medicina ordinaria de la Marina.
-Apúrate, por favor, que me va a coger el frío- rió, y comenzó a apurarla chocando las palmas de sus manos.
-Bien, me gusta eso. De verdad- dijo, quitándose la corbata y lanzándola al aire. Cayó sobre la espada, colgada magistralmente en la guarda-. Sin embargo, si no pongo a prueba tus habilidades tanto físicas como profesionales esto puede que se haga muy aburrido.
Desabrochó el cinturón, colocando con sumo cuidado todas y cada una de las armas junto a su espada en perfecto equilibrio. No quería que se cayeran en un descuido, pero eso era poco probable que sucediese. Miró a Misa a los ojos, dedicándole un gesto desafiante, y con una habilidad extraordinaria hizo que sus pantalones parecieran desvanecerse. Un segundo más tarde, no obstante, caían tras las armas. La chaqueta fue retirada con más calma, suavemente, intentando no arrugarla. La dejó en el suelo y comenzó a desabrocharse la camisa, roja, y se quitó todos los complementos del cuerpo excepto la cadena de oro que llevaba al cuello.
-Bien, pequeña. Juguemos a los médicos- terminó de quitarse los calcetines finalmente, quedando completamente desnudo a excepción de su ropa interior, un precioso bóxer rosa con ositos de todos los colores del arco iris. Lo cierto era que, como de costumbre, los había comprado por una apuesta. Sin embargo resultaron ser sumamente cómodos para llevar todo el día-. Tráete el instrumental que necesites si no lo tienes aquí y arregla lo que esté mal.
¿Al final iba a dejar que se cambiaran los papeles? Era ella quien le haría el chequeo, lo cual resultaba extrañamente erótico. Ceder el control, dejar que ella hiciese el trabajo, sentir cómo poco a poco palpaba su cuerpo buscando heridas... Resultaba en su mente casi erótico, sensual y agradable, pero no podía apartarse del objetivo fundamental: Debía decidir si Misa formaría parte de la Brigada o no, y un primer paso era ver hasta qué punto estaba por encima de la medicina ordinaria de la Marina.
-Apúrate, por favor, que me va a coger el frío- rió, y comenzó a apurarla chocando las palmas de sus manos.
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Por unos momentos, para ella… La tensión subió. Quizá había dicho las palabras equivocadas, no lo sabía, pero no podía traicionar un principio tan básico: empatía hacía el compañero. Era médica, tenía experiencia y sabía, con solo una mirada, lo que le pasaba. Incluso, ya tenía alaguna que otra solución. Se quedó en silencio, esperando alguna respuesta… Algún “no” por parte de él, alguna orden que la obligara a lugar o… No, él solo había aceptado y, de hecho, se estaba… ¿Quitando la corbata? La vio caer, mágicamente, justo en la guarda de la espada. ¿Qué pretendía haciendo todo eso? No era alguien que ella pudiera descifrar o entender muy bien.
Siguió con el cinturón, dejando cuidadosamente todas sus armas en perfecto equilibrio; luego le siguió, con una habilidad extraordinaria, se quitó los pantalones. ”No me digas qué…” – la escena era extraña y no podía evitar sorprendida. Incluso vio un gesto desafiante… ¿Qué pretendía con todo eso? A las prendas anteriores, le salió al paso la chaqueta, pero fue con más calma y se notaba la intención de no arrugarla. Continuó con la camisa, de un color rojo, y fue quitándose todos los implementes. Como esperaba de alguien como él, su cuerpo superaba, con creces, la media. Veía en sus músculos, incluso en su postura, la experiencia de miles de batallas en el cuerpo. Observó la cadena de oro en su cuello y se acordó de su collar. Ese que le había dado a Xemnas para, de alguna forma, estar siempre con él. La idea era que se lo devolviera cuando él regresara porque estaba seguro que él lo iba a hacer.
Escuchó las palabras de él, ignoró que le había dicho pequeña, después de todo, no le molestaba y ni siquiera era algo que tenía en consideración. Se terminó por sacar los calcetines quedando únicamente en bóxer con ositos de todos los colores. No pudo evitar ruborizarse un poco al verlo en esa forma, pero no era nada a lo que no estuviera…. ¿Acostumbrada? No, no era la palabra. Familiarizada. Xemnas tenía la misma costumbre, por alguna razón, cada vez que lo tenía que atender, era con muy poca ropa. Además, era alguien profesional y no podía dudar en momentos como ese. Asintió a las palabras del vicealmirante y salió rauda a por sus instrumentos. Por suerte para ella, su habitación no estaba tan alejada, como tampoco lo estaba la enfermería. Escogió lo último, solo para ahorrarse tiempo y para que su superior no cogiera algún resfrío o algo peor. Una vez allí, sacó un par de agujas, hilo, anestesia, algunos fármacos para aliviar dolores, calmantes y guantes. Metió todo eso un botiquín y volvió a salir de forma rápida.
– Bien… – dijo con una sonrisa a la par que se iba acercando a él. Por el camino de regreso, se había hecho una coleta alta para que no la molestara. Se colocó los guantes con cuidado. – A simple vista sé que lo primordial es tu pierna. Seguramente tu gemelo, pero te revisaré de pies a cabeza para descartar cualquier cosa – suspiró con calma. – Me pregunto qué tan imprudente hay que ser para ir solo tras un Yonkou y su banda – Comentó sin esperar respuesta por parte de él. No la quería… Más bien fue un pensamiento en voz alto.
Empezó por el torso. Tocando, con cuidado y sin mucha fuerza, cada parte de él. Ahora que estaba más cerca, veía sus cicatrices con más detalles. No hubo espacio de su pecho donde sus manos no pasaran, ningún milímetro se le escapaba. Siguió con cada costilla, para verificar que no tenía ninguna rota. Luego la parte de su abdomen y tocó suavemente, después de todo, ella sabía con un simple toque si algo estaba fuera de lugar o estaba roto. Lo rodeó y siguió con su espalda. Se preocupó de la columna y luego fue observando hacia los lados. ”Supongo que no hay mucho que hacer por aquí. No hay nada.” – se confirmó. Había visto la herida en su cuello y la de su sien, pero ambas solo fueron por el roce de, seguramente, una bala. Con el mismo cuidado que tuvo antes, fue que revisó los dos brazos. Hombro, codo, muñecas y los dedos… ”Tenía el hombro dislocado. Viendo sus lesiones, para luchar contra un Yonkou y su banda, no tiene cosas muy graves” – pensó.
– Ahora… – susurró mientras se arrodillaba. Hubiera preferido que él estuviera acostado, pero tampoco le molestaba mucho. – Como alguien nos vea va a ser muy incómodo, ¿sabes? Después de todo, ya toda la Marina sabe que mi novio es Xemnas. – Le dijo con tono bromista.
Solo por ser precavida, tocó el glúteo de su superior y sintió algo raro. ¿Una especie de cicatriz? ¿En serio tenía herida en esa zona? Suspiró y prosiguió, como era natural, revisó la pierna buena… Solo por si acaso. Cuando vio la herida en el gemelo de la otra, no pudo evitar suspirar. No es que estuvieran mal hechos los puntos, pero se notaba que fue hecho a la rápida y con muy poco cuidado. – Esto va a doler un poco, por suerte para ti, traje anestesia local. – Le dijo mientras que, con cautela, le ponía la inyección sin preguntar nada más. La puso a un par de centímetros por arriba de la herida, así que era probable que Al no sintiera su pierna por un rato. Cosa de uno o dos minutos como mucho. No perdió tiempo y sacó la aguja e hilo de su botiquín improvisado. Lo primero que hizo, fue deshacer los puntos que estaban en la herida, para luego ella hacer muchos mejores. A diferencia de los otros, fueron tres lazadas y así se aseguraría que fuera algo más eficiente y que, a la par, no dejara cicatriz.
– Eres alguien afortunado, la bala se abrió paso y, por poco, te cercena – se levantó una vez se asegurara de qué no le faltaba algo – Se te dislocó el hombro, así que sentirás dolor por unos días, pero eso con calmantes y un buen reposo no debería ser problema – soltó un ligero suspiro. – Sobre tu gemelo… Te dejaré con antibióticos y los mismos calmantes para el hombro serán suficientes – tomó una breve pausa. – La anestesia te dejará de hacer efectos en un minuto o dos – un último descanso mientras guardaba todo en su botiquín y deshacía la coleta alta. – Sobre tu glúteo… Lo revisaría yo, pero, claramente no aquí. Tienes una herida ahí, pero no puedo hacer mucho si no la veo y no creo que quieras andar desnudo a la vista de todo el mundo – sonrió de forma nerviosa. – O, mejor para los dos, le pides a alguno de tus compañeros que lo haga – Finalizó. Con cuidado, agarró la chaqueta del vicealmirante y se la tendió. – Es hora de vestirse. – Le dijo.
Siguió con el cinturón, dejando cuidadosamente todas sus armas en perfecto equilibrio; luego le siguió, con una habilidad extraordinaria, se quitó los pantalones. ”No me digas qué…” – la escena era extraña y no podía evitar sorprendida. Incluso vio un gesto desafiante… ¿Qué pretendía con todo eso? A las prendas anteriores, le salió al paso la chaqueta, pero fue con más calma y se notaba la intención de no arrugarla. Continuó con la camisa, de un color rojo, y fue quitándose todos los implementes. Como esperaba de alguien como él, su cuerpo superaba, con creces, la media. Veía en sus músculos, incluso en su postura, la experiencia de miles de batallas en el cuerpo. Observó la cadena de oro en su cuello y se acordó de su collar. Ese que le había dado a Xemnas para, de alguna forma, estar siempre con él. La idea era que se lo devolviera cuando él regresara porque estaba seguro que él lo iba a hacer.
Escuchó las palabras de él, ignoró que le había dicho pequeña, después de todo, no le molestaba y ni siquiera era algo que tenía en consideración. Se terminó por sacar los calcetines quedando únicamente en bóxer con ositos de todos los colores. No pudo evitar ruborizarse un poco al verlo en esa forma, pero no era nada a lo que no estuviera…. ¿Acostumbrada? No, no era la palabra. Familiarizada. Xemnas tenía la misma costumbre, por alguna razón, cada vez que lo tenía que atender, era con muy poca ropa. Además, era alguien profesional y no podía dudar en momentos como ese. Asintió a las palabras del vicealmirante y salió rauda a por sus instrumentos. Por suerte para ella, su habitación no estaba tan alejada, como tampoco lo estaba la enfermería. Escogió lo último, solo para ahorrarse tiempo y para que su superior no cogiera algún resfrío o algo peor. Una vez allí, sacó un par de agujas, hilo, anestesia, algunos fármacos para aliviar dolores, calmantes y guantes. Metió todo eso un botiquín y volvió a salir de forma rápida.
– Bien… – dijo con una sonrisa a la par que se iba acercando a él. Por el camino de regreso, se había hecho una coleta alta para que no la molestara. Se colocó los guantes con cuidado. – A simple vista sé que lo primordial es tu pierna. Seguramente tu gemelo, pero te revisaré de pies a cabeza para descartar cualquier cosa – suspiró con calma. – Me pregunto qué tan imprudente hay que ser para ir solo tras un Yonkou y su banda – Comentó sin esperar respuesta por parte de él. No la quería… Más bien fue un pensamiento en voz alto.
Empezó por el torso. Tocando, con cuidado y sin mucha fuerza, cada parte de él. Ahora que estaba más cerca, veía sus cicatrices con más detalles. No hubo espacio de su pecho donde sus manos no pasaran, ningún milímetro se le escapaba. Siguió con cada costilla, para verificar que no tenía ninguna rota. Luego la parte de su abdomen y tocó suavemente, después de todo, ella sabía con un simple toque si algo estaba fuera de lugar o estaba roto. Lo rodeó y siguió con su espalda. Se preocupó de la columna y luego fue observando hacia los lados. ”Supongo que no hay mucho que hacer por aquí. No hay nada.” – se confirmó. Había visto la herida en su cuello y la de su sien, pero ambas solo fueron por el roce de, seguramente, una bala. Con el mismo cuidado que tuvo antes, fue que revisó los dos brazos. Hombro, codo, muñecas y los dedos… ”Tenía el hombro dislocado. Viendo sus lesiones, para luchar contra un Yonkou y su banda, no tiene cosas muy graves” – pensó.
– Ahora… – susurró mientras se arrodillaba. Hubiera preferido que él estuviera acostado, pero tampoco le molestaba mucho. – Como alguien nos vea va a ser muy incómodo, ¿sabes? Después de todo, ya toda la Marina sabe que mi novio es Xemnas. – Le dijo con tono bromista.
Solo por ser precavida, tocó el glúteo de su superior y sintió algo raro. ¿Una especie de cicatriz? ¿En serio tenía herida en esa zona? Suspiró y prosiguió, como era natural, revisó la pierna buena… Solo por si acaso. Cuando vio la herida en el gemelo de la otra, no pudo evitar suspirar. No es que estuvieran mal hechos los puntos, pero se notaba que fue hecho a la rápida y con muy poco cuidado. – Esto va a doler un poco, por suerte para ti, traje anestesia local. – Le dijo mientras que, con cautela, le ponía la inyección sin preguntar nada más. La puso a un par de centímetros por arriba de la herida, así que era probable que Al no sintiera su pierna por un rato. Cosa de uno o dos minutos como mucho. No perdió tiempo y sacó la aguja e hilo de su botiquín improvisado. Lo primero que hizo, fue deshacer los puntos que estaban en la herida, para luego ella hacer muchos mejores. A diferencia de los otros, fueron tres lazadas y así se aseguraría que fuera algo más eficiente y que, a la par, no dejara cicatriz.
– Eres alguien afortunado, la bala se abrió paso y, por poco, te cercena – se levantó una vez se asegurara de qué no le faltaba algo – Se te dislocó el hombro, así que sentirás dolor por unos días, pero eso con calmantes y un buen reposo no debería ser problema – soltó un ligero suspiro. – Sobre tu gemelo… Te dejaré con antibióticos y los mismos calmantes para el hombro serán suficientes – tomó una breve pausa. – La anestesia te dejará de hacer efectos en un minuto o dos – un último descanso mientras guardaba todo en su botiquín y deshacía la coleta alta. – Sobre tu glúteo… Lo revisaría yo, pero, claramente no aquí. Tienes una herida ahí, pero no puedo hacer mucho si no la veo y no creo que quieras andar desnudo a la vista de todo el mundo – sonrió de forma nerviosa. – O, mejor para los dos, le pides a alguno de tus compañeros que lo haga – Finalizó. Con cuidado, agarró la chaqueta del vicealmirante y se la tendió. – Es hora de vestirse. – Le dijo.
Esperó pacientemente. La chiquilla era guapa, lo que podía resultar en un problema teniendo en cuenta los ardores que padecía Jack y la juventud de Leiren, el niño baúl. Los adolescentes podían ser verdaderamente lujuriosos y descontrolados, sin hablar de sí mismo o de su mejor amigo Kusanagi, el imbécil del Oeste. Él se hacía llamar la llama, aunque estaba seguro de que respondía de alguna forma a su vigor sexual: Una cosa caliente y dolorosa que se extingue rápido.
Creó una silla de hielo y se tiró sobre ella, comprobando detenidamente las puntadas del gemelo. Habían sido bastante torpes, aunque teniendo en cuenta que con un hombro recién colocado y herido tampoco podía esperar una gran precisión. Lo que realmente le sorprendía era que nadie en todo el servicio médico de Marineford hubiera decidido recomponer la costura. Así normal que siguiera doliendo, a saber cuánto pus tenía acumulado. Pero bueno, al menos la infección no se había extendido o ya estaría con la pierna completamente negra, lista para amputarse. Seguramente el problema fuera falta de drenaje y una infección subyacente, aunque... Bueno, ya diría la doctora.
-¡Bien, chequeo completo!- agitó los brazos en ademán de emoción mientras se levantaba. Su voz sonaba fingidamente infantil, y sus ojos miraban al cielo, combinando la expresión con una inocente sonrisa que duró tres segundos-. Venga, terminemos cuanto antes.
Se dejó examinar lentamente por la Marine mientras escuchaba lo que pareció un elogio. ¿Imprudente? Casi todo había estado bajo control, aunque en algunos momentos sufrió bastante. Realmente, siendo sinceros, el plan había sido colarse en la habitación de Legim y atraparlo, pero el muy cobarde se había ocupado de movilizar sus tropas para ponérselo más difícil. Daba igual lo sigiloso que hubiera sido, simplemente lo habían dejado entrar, pero su orgullo marcó la caída.
-Tenía un plan, simplemente... Bueno, las cosas se descontrolan- comentó-. No pongas anestesia, por favor. Me podría caer al suelo. Y fue una lanza, Belial se encargó de hacer buenas heridas para evitar que Legim viniese conmigo.
Le puso la anestesia igual, y su pierna se durmió. Le costaba mantenerse en pie, pero por suerte tenía un buen equilibrio y pudo evitar caerse de culo. Miró cómo Misa deshacía sus puntos y un montón de agüilla comenzó a salir de ahí. Efectivamente, estaba infectado. Se veía desagradable y apestaba a penicilina, pero le limpió la herida y rehizo la costura, dejándolo bastante bien.
-Se nota que no me conoces.
Su cuerpo estalló por la mitad cuando tiró del bóxer, quitándoselo y lanzándolo con el resto de la ropa. En un par de segundos, además, ya estaba recompuesto con una pequeña salvedad: Sus genitales habían sido sustituidos por una lámina lisa de hielo. Así no tenía por qué sentirse incómoda. Aunque él parecía un muñeco llorón. Qué risa.
-Bueno, tú examina. Y no te fijes en el tatuaje, me lo hice cuando era joven y alocado.
Creó una silla de hielo y se tiró sobre ella, comprobando detenidamente las puntadas del gemelo. Habían sido bastante torpes, aunque teniendo en cuenta que con un hombro recién colocado y herido tampoco podía esperar una gran precisión. Lo que realmente le sorprendía era que nadie en todo el servicio médico de Marineford hubiera decidido recomponer la costura. Así normal que siguiera doliendo, a saber cuánto pus tenía acumulado. Pero bueno, al menos la infección no se había extendido o ya estaría con la pierna completamente negra, lista para amputarse. Seguramente el problema fuera falta de drenaje y una infección subyacente, aunque... Bueno, ya diría la doctora.
-¡Bien, chequeo completo!- agitó los brazos en ademán de emoción mientras se levantaba. Su voz sonaba fingidamente infantil, y sus ojos miraban al cielo, combinando la expresión con una inocente sonrisa que duró tres segundos-. Venga, terminemos cuanto antes.
Se dejó examinar lentamente por la Marine mientras escuchaba lo que pareció un elogio. ¿Imprudente? Casi todo había estado bajo control, aunque en algunos momentos sufrió bastante. Realmente, siendo sinceros, el plan había sido colarse en la habitación de Legim y atraparlo, pero el muy cobarde se había ocupado de movilizar sus tropas para ponérselo más difícil. Daba igual lo sigiloso que hubiera sido, simplemente lo habían dejado entrar, pero su orgullo marcó la caída.
-Tenía un plan, simplemente... Bueno, las cosas se descontrolan- comentó-. No pongas anestesia, por favor. Me podría caer al suelo. Y fue una lanza, Belial se encargó de hacer buenas heridas para evitar que Legim viniese conmigo.
Le puso la anestesia igual, y su pierna se durmió. Le costaba mantenerse en pie, pero por suerte tenía un buen equilibrio y pudo evitar caerse de culo. Miró cómo Misa deshacía sus puntos y un montón de agüilla comenzó a salir de ahí. Efectivamente, estaba infectado. Se veía desagradable y apestaba a penicilina, pero le limpió la herida y rehizo la costura, dejándolo bastante bien.
-Se nota que no me conoces.
Su cuerpo estalló por la mitad cuando tiró del bóxer, quitándoselo y lanzándolo con el resto de la ropa. En un par de segundos, además, ya estaba recompuesto con una pequeña salvedad: Sus genitales habían sido sustituidos por una lámina lisa de hielo. Así no tenía por qué sentirse incómoda. Aunque él parecía un muñeco llorón. Qué risa.
-Bueno, tú examina. Y no te fijes en el tatuaje, me lo hice cuando era joven y alocado.
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Las palabras de Al fueron… Una pequeña alerta. No esperaba que él, de verdad, fuera un pervertido. ¿Lo era? Si no lo era, estaba siguiendo un buen camino para serlo. Aunque bueno… Dudaba que fuera alguien peor que Madara, de hecho, dudaba que alguien fuera mejor pervertido que la lagartija. Suspiró con calma y fue haciendo, de nuevo, la coleta alta. Tenía algo que preguntarle y, aprovechando el momento, quizá fuera la oportunidad perfecta. Si no, solo el mar sabía cuándo lo vería de nuevo. Lo observó estar, de cintura para arriba, para luego estar como nuevo, con un detalle… Sus partes íntimas fueron reemplazadas por una lámina lisa de hielo. ”Una logia… Vaya, es la primera vez que me topo con un usuario de esas” – pensó.
– ¿Por qué fuiste solo? ¿Por qué no llevaste a Xemnas? Hubiera preferido que… – Se calló. Quizá él no lo sabía y ella no debía decir cosas como esa. Muy seguramente, muy pocas personas sabían que él estaba en una misión suicida al ir por Jin.
Sacó un nuevo par de guantes y empezó a examinar la herida. Estaba horriblemente infectada. ¿Es que nadie del buque era médico? ¿Nadie mostró interés por las lesiones de Al? ¿En qué pensaban? Sacó una botella de alcohol ochenta por ciento puro, lo echó en una bolita de algodón y usando unas pinzas, fue que empezó a limpiar la herida. Quizá le doliera lo suficiente como para que gritara, pero era la forma más efectiva para limpiar esa herida y evitar que… Bueno, se le terminara por infectar el trasero. Dejó el algodón en una bolsita y sacó uno nuevo. Repitió el proceso unas dos veces más. Del botiquín volvió a extraer una nueva aguja.
– Solo quiero saber algo, Al – dijo mientras empezaba a coser la herida. Usó una doble lazada y, con algo de suerte, no habría cicatriz. Estaba segura que en el gemelo no quedaría ninguna solo por la diferencia de las heridas. Con esta… No estaba tan confiada. Seguramente la anestesia seguía haciendo efecto, pero si no… Iba a ser bastante doloroso. Tanto por el alcohol como por las punzadas de hilo y aguja traspasando y uniendo con gran precisión su piel. – ¿Cuál es tu sentido de justicia? El de Xemnas es… Simple. Cualquiera que infrinja la ley, es un criminal y tampoco perdona a nadie que toque a sus amigos o seres queridos – tomó una ligera pausa. – Es por eso que él… – se empezó a levantar una vez ya había acabado. Ahora sí, todo estaba bien. – No, nada. No importa. – Le dijo mientras guardaba todo lo ocupado en bolsas aparte y lo metía todo en el botiquín, ya lo botaría luego. Se dejó la coleta alta, a fin de cuentas, su estilo de peinado le gustaba como fuera.
– ¿Por qué fuiste solo? ¿Por qué no llevaste a Xemnas? Hubiera preferido que… – Se calló. Quizá él no lo sabía y ella no debía decir cosas como esa. Muy seguramente, muy pocas personas sabían que él estaba en una misión suicida al ir por Jin.
Sacó un nuevo par de guantes y empezó a examinar la herida. Estaba horriblemente infectada. ¿Es que nadie del buque era médico? ¿Nadie mostró interés por las lesiones de Al? ¿En qué pensaban? Sacó una botella de alcohol ochenta por ciento puro, lo echó en una bolita de algodón y usando unas pinzas, fue que empezó a limpiar la herida. Quizá le doliera lo suficiente como para que gritara, pero era la forma más efectiva para limpiar esa herida y evitar que… Bueno, se le terminara por infectar el trasero. Dejó el algodón en una bolsita y sacó uno nuevo. Repitió el proceso unas dos veces más. Del botiquín volvió a extraer una nueva aguja.
– Solo quiero saber algo, Al – dijo mientras empezaba a coser la herida. Usó una doble lazada y, con algo de suerte, no habría cicatriz. Estaba segura que en el gemelo no quedaría ninguna solo por la diferencia de las heridas. Con esta… No estaba tan confiada. Seguramente la anestesia seguía haciendo efecto, pero si no… Iba a ser bastante doloroso. Tanto por el alcohol como por las punzadas de hilo y aguja traspasando y uniendo con gran precisión su piel. – ¿Cuál es tu sentido de justicia? El de Xemnas es… Simple. Cualquiera que infrinja la ley, es un criminal y tampoco perdona a nadie que toque a sus amigos o seres queridos – tomó una ligera pausa. – Es por eso que él… – se empezó a levantar una vez ya había acabado. Ahora sí, todo estaba bien. – No, nada. No importa. – Le dijo mientras guardaba todo lo ocupado en bolsas aparte y lo metía todo en el botiquín, ya lo botaría luego. Se dejó la coleta alta, a fin de cuentas, su estilo de peinado le gustaba como fuera.
-¿Que arriesgara la vida de Xemnas conmigo? Yo no lo hubiera preferido- su respuesta fue cortante e inmediata. La presencia de más gente habría hecho el viaje no sólo más complicado, sino llamativo a los ojos del enemigo que pretendía neutralizar. Xemnas era un luchador formidable, pero bastante indiscreto con su pesada armadura, y una vida más de la que preocuparse. Ante enemigos que podía vencer él solo, a pesar de las heridas, sólo necesitaba sus armas.
La anestesia no llegaba a salvarlo del dolor que sentía con aquel alcohol recorriendo los orificios artificiales de su culo, pero aún así mantuvo la compostura. De nuevo ese olor a penicilina impregnó el lugar y el pus resbaló mientras ella intentaba dejar limpia la herida. También deshizo los puntos para rehacerlos una vez más, esperaba que definitivamente. No quería enseñarlo más de lo necesario, y por el momento no estaba siéndolo.
-Mi sentido de la justicia... Es una buena pregunta- dijo, pensando profundamente. Nunca se había terminado de convencer respecto a su postura en ese aspecto, y a pesar de que entendía los motivos de la Armada Revolucionaria no podía defender un ejército que rompía constantemente las leyes matando gente inocente. Sin duda no podía comprender la lógica pirata de asaltar y violar por los mares, pero tampoco era una opción esa agencia de asesinos que protegía desde las sombras al Gobierno Mundial. No podía entenderlo, simplemente-. Supongo que el que tienen todos, ¿No? Matar y robar está mal, defender a los buenos está bien. Más o menos por ahí me muevo, creo. Si alguien roba y mata hay que llevarlo ante la justicia para que paguen y puedan defenderse. No sé, no creo que haga falta mucho más.
Misa había comenzado a guardar el instrumental y él se fue vistiendo con calma. La pierna dolía bastante menos, aunque no estaría al cien por cien durante un tiempo. No obstante no podía, ahora que la había hecho tratarlo, dejar el tema sin zanjar. Además, tenía que probar él a la nueva o Arthur lo haría. El pequeño disfrutaba del combate mucho más que él, lo que en ocasiones podía llevarlo a ser un poco exigente con las cosas que pedía o incluso muy duro con los ataques que realizaba. Aún recordaba la lanza del sol que generó agarrando el pecho de Kai durante los eventos de Síderos.
-Bien, puedo seguir ignorándote un rato más hasta que me lo cuentes- dijo, mientras se abrochaba el cinturón cuidadosamente y recogía su última espada del suelo. Fuego Helado brillaba con un fulgor rojizo, como si ardiera-, pero parece que vas a estar un buen rato intentando que te lo pregunte. Así pues, yo tendré la cortesía de fingir que no me he dado cuenta y preguntaré educadamente: ¿Dónde está Xemnas?
En su mano libre arrugó un papel que le había enviado Taiga, ese agente que parecía ser muy amigo de Xemnas. Más tarde tendría que pasarse por el despacho de Shirosai a matarlo o exigir explicaciones... Tal vez ambas a un tiempo. Pero de momento quería más datos. Saber la isla y por qué en solitario era parte, pero también necesitaba una vivre card. Y si alguien podía tenerla, era ella.
La anestesia no llegaba a salvarlo del dolor que sentía con aquel alcohol recorriendo los orificios artificiales de su culo, pero aún así mantuvo la compostura. De nuevo ese olor a penicilina impregnó el lugar y el pus resbaló mientras ella intentaba dejar limpia la herida. También deshizo los puntos para rehacerlos una vez más, esperaba que definitivamente. No quería enseñarlo más de lo necesario, y por el momento no estaba siéndolo.
-Mi sentido de la justicia... Es una buena pregunta- dijo, pensando profundamente. Nunca se había terminado de convencer respecto a su postura en ese aspecto, y a pesar de que entendía los motivos de la Armada Revolucionaria no podía defender un ejército que rompía constantemente las leyes matando gente inocente. Sin duda no podía comprender la lógica pirata de asaltar y violar por los mares, pero tampoco era una opción esa agencia de asesinos que protegía desde las sombras al Gobierno Mundial. No podía entenderlo, simplemente-. Supongo que el que tienen todos, ¿No? Matar y robar está mal, defender a los buenos está bien. Más o menos por ahí me muevo, creo. Si alguien roba y mata hay que llevarlo ante la justicia para que paguen y puedan defenderse. No sé, no creo que haga falta mucho más.
Misa había comenzado a guardar el instrumental y él se fue vistiendo con calma. La pierna dolía bastante menos, aunque no estaría al cien por cien durante un tiempo. No obstante no podía, ahora que la había hecho tratarlo, dejar el tema sin zanjar. Además, tenía que probar él a la nueva o Arthur lo haría. El pequeño disfrutaba del combate mucho más que él, lo que en ocasiones podía llevarlo a ser un poco exigente con las cosas que pedía o incluso muy duro con los ataques que realizaba. Aún recordaba la lanza del sol que generó agarrando el pecho de Kai durante los eventos de Síderos.
-Bien, puedo seguir ignorándote un rato más hasta que me lo cuentes- dijo, mientras se abrochaba el cinturón cuidadosamente y recogía su última espada del suelo. Fuego Helado brillaba con un fulgor rojizo, como si ardiera-, pero parece que vas a estar un buen rato intentando que te lo pregunte. Así pues, yo tendré la cortesía de fingir que no me he dado cuenta y preguntaré educadamente: ¿Dónde está Xemnas?
En su mano libre arrugó un papel que le había enviado Taiga, ese agente que parecía ser muy amigo de Xemnas. Más tarde tendría que pasarse por el despacho de Shirosai a matarlo o exigir explicaciones... Tal vez ambas a un tiempo. Pero de momento quería más datos. Saber la isla y por qué en solitario era parte, pero también necesitaba una vivre card. Y si alguien podía tenerla, era ella.
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Escuchó la respuesta de Al y no pudo evitar… Dudar un poco. El suyo no era tan parecido, de hecho, solo protegía lo que ella consideraba que estaba mal. Incluso si eso la llevara a ir en contra de la Marina, después de todo, incluso en esta organización había corrupción y las cosas no eran tan simpes. Aunque claro, era algo limpio, pulcro y, de cara al público, los defensores del pueblo. Suspiró con calma y dejó el botiquín a un lado. Un suave viento pasó y vio como Al se iba vistiendo. Por unos momentos, pensó que no se había dado cuenta de lo que quería decir realmente, pero se había equivocado. De su gabardina sacó un papel blanco, era bastante grande y esperaba que así fuera, partió un trozo chico; ese se lo dejó en la mano mientras que guardaba el resto en la gabardina. Agachó la cabeza y estiró la mano dejando que la Vivre Card de Xemnas se moviera en la dirección donde él se encontraba.
– No tenía intenciones de esconderlo y menos a ti – agachó la cabeza. – Fue tras Jin Surfer. Por lo que supe, incluso un Almirante estuvo de acuerdo – no pudo evitar que su voz se rompiera cuando iba contando eso. – No sé por qué fue solo, quizá fue por la misma razón que tuviste… No poner en riesgo a otros – suspiró y se limpió una ligera lágrima que recorrió, suavemente, su rostro. – Ya debes saber cómo es. No escucha a nadie cuando se le mete una idea en la cabeza. No pude hacer nada para convencerlo – tomó una pausa y, esperando que el vicealmirante ya hubiera tomado la Vivre Card, bajó la mano. – No sé la ubicación exacta, pero ya debes saber cómo funciona esa cosa. – Le dijo.
Soltó un largo y tendido suspiro. ¿Por qué no iba ella? Simple, tenía otras cosas qué hacer y la excusa de querer ir con su novio no funcionó. Mizuki fue tajante en ese asunto. Además, estaba el asunto del orgullo… ¿Cómo reaccionaría él si alguien lo iba a salvar? Todos tenían algo que proteger, pero no que los protegieran a ellos. Miró a Al y se quedó callada unos segundos.
– Por eso prefería que fuera contigo y no solo contra Jin – puntualizó. – La Marina, después de todo, no necesita mártires – tomó una ligera pausa. – Y no quiero que Xemnas se convierta en otra víctima de Jin. En otra estadística, en un número… Quiero que sea el hombre que este conmigo toda la vida. – No pudo evitar ruborizarse un poco al decir eso, pero era lo que pensaba… Y, por alguna razón, ahora se sentía más en confianza con Al.
– No tenía intenciones de esconderlo y menos a ti – agachó la cabeza. – Fue tras Jin Surfer. Por lo que supe, incluso un Almirante estuvo de acuerdo – no pudo evitar que su voz se rompiera cuando iba contando eso. – No sé por qué fue solo, quizá fue por la misma razón que tuviste… No poner en riesgo a otros – suspiró y se limpió una ligera lágrima que recorrió, suavemente, su rostro. – Ya debes saber cómo es. No escucha a nadie cuando se le mete una idea en la cabeza. No pude hacer nada para convencerlo – tomó una pausa y, esperando que el vicealmirante ya hubiera tomado la Vivre Card, bajó la mano. – No sé la ubicación exacta, pero ya debes saber cómo funciona esa cosa. – Le dijo.
Soltó un largo y tendido suspiro. ¿Por qué no iba ella? Simple, tenía otras cosas qué hacer y la excusa de querer ir con su novio no funcionó. Mizuki fue tajante en ese asunto. Además, estaba el asunto del orgullo… ¿Cómo reaccionaría él si alguien lo iba a salvar? Todos tenían algo que proteger, pero no que los protegieran a ellos. Miró a Al y se quedó callada unos segundos.
– Por eso prefería que fuera contigo y no solo contra Jin – puntualizó. – La Marina, después de todo, no necesita mártires – tomó una ligera pausa. – Y no quiero que Xemnas se convierta en otra víctima de Jin. En otra estadística, en un número… Quiero que sea el hombre que este conmigo toda la vida. – No pudo evitar ruborizarse un poco al decir eso, pero era lo que pensaba… Y, por alguna razón, ahora se sentía más en confianza con Al.
Como era de esperar, Misa terminó por contarle qué estaba haciendo Xemnas. Por desgracia ella no parecía saber dónde iba a llevar a cabo la misión o, por lo menos, no se lo quería decir. Sin embargo contarle que sabía de su misión para luego negarse a darle más datos no le iba a servir de nada. Mucho menos cuando le estaba dando además la tarjeta que indicaba la posición del Marine, independientemente de la distancia. La apoyó sobre su mano y dejó que se posicionara, como una brújula que señalaba a su dueño, al norte. Vibraba lentamente, marcando la gran distancia que los separaba. Jin era un enemigo formidable que se había infiltrado ya varias veces en el Gobierno Mundial, una en el Cipher Pol y otra en la Marina, convirtiéndose por debajo de los cuatro grandes piratas y la cúpula revolucionaria en el objetivo prioritario de esa guerra. De hecho, se trataba del peligro más inmediato para todas las sociedades.
-Tal vez debiste haberlo disuadido- respondió, con tono sombrío, sin dejar de mirar la cartulina en sus manos. No estaba en peligro por el momento, pero se trataba de un riesgo que no pensaba correr: Tenía que darse prisa-. ¿No podías convencerlo de que por lo menos me avisara? Tendríamos que haber ido todos, no sólo uno. No se trata de una persona honorable, ¡Es un asesino!
Guardó la carta arrugada y la vivre card en su bolsillo. Se colocó la chaqueta de nuevo, que ondeó al viento mientras se daba la vuelta guardando la espada. Aún tenía algo dormida la pierna, pero empezada a reaccionar, y caminó despacio en un primer momento hasta que pudo tomar carrerilla, moviéndose cada vez más rápido. También hizo un gesto a la mujer para que lo siguiese. Tenía que volver al Cuartel General y asegurarse de que el estúpido conguito de Shirosai le explicara qué demonios se le pasaba por la cabeza.
-Tenía que ser Shirosai- dijo. No tenía sentido, el almirante era una persona seria y rigurosa, muy preocupada de la seguridad de sus hombres. No consentiría que un Marine se suicidara de una forma tan loca, y aún recordaba el golpe que aún le dolía en la mandíbula de su vuelta al cuartel-. No podía ser el inútil de Papuhebi o Minato, no. Tenía que ser Shirosai. Me cago en la puta, joder.
Siguió caminando. Dobló esquinas y avanzó calles hasta estar frente a la gran puerta del Cuartel General de Marineford, el más grande e importante del mundo. Era el edificio donde todos los oficiales del Paraíso tenían un despacho, un lugar al que volver después de cada misión para presentar informes, descansar y hacer el papeleo. Era una gran sede burocrática donde más que militares parecían funcionarios, aunque el interior parecía mucho más vivo que cualquier oficina común. De colores blancos y grises claros, con plantas por todas partes e incluso decoraciones varias, mayormente tesoros rescatados de algún criminal cuyo origen nunca pudo ser descubierto.
-Esto con Luchs no pasaba- refunfuñó, recordando los tiempos en que el viejo era aún Almirante y no Comandante en Jefe. Desde que tenía memoria siempre había sido un tipo irritantemente hablador, pero sumamente inteligente y nunca habría permitido que esas cosas pasaran-. Ni tú ni Taiga lo frenáis. ¡Se supone que lo queréis!- gritó a la joven mientras se acercaba al ascensor. En el último piso, los cuatro despachos del almirantazgo-. ¿Cómo le dejáis salir en una misión suicida sin más? ¿Por qué nadie ha ido con él? Y más importante, ¿Cómo no me avisaste desde el momento en que lo supiste?
Respiró hondo. Él lo sabía desde la mañana temprano y no hizo nada para impedirlo. Tenía un plan para aparecer inesperadamente ante el rubito y ayudarlo con Jin, pero darse cuenta de que repentinamente la gente cargaba sus responsabilidades en él lo hizo explotar.
-¿Sabes qué? No importa. Si Xemnas ha aceptado ir es porque tiene un plan. Yo confío en él.
-Tal vez debiste haberlo disuadido- respondió, con tono sombrío, sin dejar de mirar la cartulina en sus manos. No estaba en peligro por el momento, pero se trataba de un riesgo que no pensaba correr: Tenía que darse prisa-. ¿No podías convencerlo de que por lo menos me avisara? Tendríamos que haber ido todos, no sólo uno. No se trata de una persona honorable, ¡Es un asesino!
Guardó la carta arrugada y la vivre card en su bolsillo. Se colocó la chaqueta de nuevo, que ondeó al viento mientras se daba la vuelta guardando la espada. Aún tenía algo dormida la pierna, pero empezada a reaccionar, y caminó despacio en un primer momento hasta que pudo tomar carrerilla, moviéndose cada vez más rápido. También hizo un gesto a la mujer para que lo siguiese. Tenía que volver al Cuartel General y asegurarse de que el estúpido conguito de Shirosai le explicara qué demonios se le pasaba por la cabeza.
-Tenía que ser Shirosai- dijo. No tenía sentido, el almirante era una persona seria y rigurosa, muy preocupada de la seguridad de sus hombres. No consentiría que un Marine se suicidara de una forma tan loca, y aún recordaba el golpe que aún le dolía en la mandíbula de su vuelta al cuartel-. No podía ser el inútil de Papuhebi o Minato, no. Tenía que ser Shirosai. Me cago en la puta, joder.
Siguió caminando. Dobló esquinas y avanzó calles hasta estar frente a la gran puerta del Cuartel General de Marineford, el más grande e importante del mundo. Era el edificio donde todos los oficiales del Paraíso tenían un despacho, un lugar al que volver después de cada misión para presentar informes, descansar y hacer el papeleo. Era una gran sede burocrática donde más que militares parecían funcionarios, aunque el interior parecía mucho más vivo que cualquier oficina común. De colores blancos y grises claros, con plantas por todas partes e incluso decoraciones varias, mayormente tesoros rescatados de algún criminal cuyo origen nunca pudo ser descubierto.
-Esto con Luchs no pasaba- refunfuñó, recordando los tiempos en que el viejo era aún Almirante y no Comandante en Jefe. Desde que tenía memoria siempre había sido un tipo irritantemente hablador, pero sumamente inteligente y nunca habría permitido que esas cosas pasaran-. Ni tú ni Taiga lo frenáis. ¡Se supone que lo queréis!- gritó a la joven mientras se acercaba al ascensor. En el último piso, los cuatro despachos del almirantazgo-. ¿Cómo le dejáis salir en una misión suicida sin más? ¿Por qué nadie ha ido con él? Y más importante, ¿Cómo no me avisaste desde el momento en que lo supiste?
Respiró hondo. Él lo sabía desde la mañana temprano y no hizo nada para impedirlo. Tenía un plan para aparecer inesperadamente ante el rubito y ayudarlo con Jin, pero darse cuenta de que repentinamente la gente cargaba sus responsabilidades en él lo hizo explotar.
-¿Sabes qué? No importa. Si Xemnas ha aceptado ir es porque tiene un plan. Yo confío en él.
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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Akuma no mi
Varios
En cierta manera, se esperaba la reacción de Al. Aunque claro… Ella era la que más se culpaba de ese hecho. ¿Por qué no hizo más? ¿Por qué no luchó más? ¿Por qué no intentó frenar a Shirosai y que este se negara? Tenía mil opciones, pero, simplemente no quiso seguir luchando más y preocuparse más. Había fallado, le había fallado a Xemnas y había fallado, sobre todo, como novia. Se suponía que… Negó con la cabeza y siguió escuchando al vicealmirante. Quizá no se podían comparar los objetivos de cada uno: Legim, por muy pirata que fuera, peleaba de forma limpia. Jin… Era un asesino, solo eso. No le importaba usar trucos para conseguir una victoria, no le interesaba usar trampas viles para él salir victorioso. Era alguien despreciable, pero no podía negar que era alguien, por lo menos, inteligente.
Vio como él se alejaba y ella, por inercia, lo empezó a seguir. Estuvo a poco de decirle que se detuviera, que solo caminara, que los puntos podían abrirse y esas cosas de médicos, pero entendía que no era el momento. De hecho, no tuvo que ser alguien de muchas luces para entender dónde se dirigían. El vicealmirante iba a pedirle explicaciones al almirante Shirosai. ¿Funcionaría de algo? El daño ya estaba hecho, la misión ya fue encomendada y Xemnas ya no estaba aquí. No era momento de pedir explicaciones, solo era momento para actuar… Pero ella sabía que no podía ayudar. Si había alguien capaz, era el hombre al que ella estaba acompañando.
Lo escuchó decir algo de Luchs y de que cosas así no pasaban. Ella no había entrado con él al mando de la marina, pero, al parecer, Al si logró conocerlo. ¿Cómo sería? ¿Qué tipo de persona sería? ¿Por qué Al afirmaba que era mejor? Se mantuvo en silencio todo el camino. No sabía que decir, de hecho, a cada palabra de él solo se encontraba más culpable. Era cierto, si había alguien capaz de detenerlo, era ella… Pero entendió sus motivos, sus razones e, incluso, su plan le pareció lo suficientemente coherente como para no hacer mucho, mejor dicho; nada.
– De hecho, tiene un plan – gracias a su memoria, logró recordar todo lo le había pasado y lo traspasó a una hoja. – Hizo una investigación de todas las habilidades de él y cómo podría obtener la victoria – tomó una ligera pausa. – Lo siento… Yo debí detenerlo, pero no pude. Entendí sus motivos, razones e incluso su plan es lógico y puede que funcione – siguió el camino de Al. Ya estaban en el último piso, en el piso de los almirantes. De los dos y del almirante de Flota. – Lo siento, Al… de verdad. – Dijo con tono apenado.
Vio como él se alejaba y ella, por inercia, lo empezó a seguir. Estuvo a poco de decirle que se detuviera, que solo caminara, que los puntos podían abrirse y esas cosas de médicos, pero entendía que no era el momento. De hecho, no tuvo que ser alguien de muchas luces para entender dónde se dirigían. El vicealmirante iba a pedirle explicaciones al almirante Shirosai. ¿Funcionaría de algo? El daño ya estaba hecho, la misión ya fue encomendada y Xemnas ya no estaba aquí. No era momento de pedir explicaciones, solo era momento para actuar… Pero ella sabía que no podía ayudar. Si había alguien capaz, era el hombre al que ella estaba acompañando.
Lo escuchó decir algo de Luchs y de que cosas así no pasaban. Ella no había entrado con él al mando de la marina, pero, al parecer, Al si logró conocerlo. ¿Cómo sería? ¿Qué tipo de persona sería? ¿Por qué Al afirmaba que era mejor? Se mantuvo en silencio todo el camino. No sabía que decir, de hecho, a cada palabra de él solo se encontraba más culpable. Era cierto, si había alguien capaz de detenerlo, era ella… Pero entendió sus motivos, sus razones e, incluso, su plan le pareció lo suficientemente coherente como para no hacer mucho, mejor dicho; nada.
– De hecho, tiene un plan – gracias a su memoria, logró recordar todo lo le había pasado y lo traspasó a una hoja. – Hizo una investigación de todas las habilidades de él y cómo podría obtener la victoria – tomó una ligera pausa. – Lo siento… Yo debí detenerlo, pero no pude. Entendí sus motivos, razones e incluso su plan es lógico y puede que funcione – siguió el camino de Al. Ya estaban en el último piso, en el piso de los almirantes. De los dos y del almirante de Flota. – Lo siento, Al… de verdad. – Dijo con tono apenado.
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