Tensión Entre Compañeros. [Galia - Ryuken] [Privado] [Contenido +18]

– Vamos, solo tienes que dejarte ser – una voz siniestra resonaba en la mente de Ryuken.

Ryuken cerró sus puños con fuerza mientras mantenía sus ojos cerrados. Algunos días habían pasado desde que vio en lo que se había convertido Galia. Desde entonces, la tentación para volver a sus orígenes se había vuelto un realidad para él. Recordaba exactamente lo que pasaría si se liberaba por completo, pero a estas alturas ya no lo podía controlar. Para su horror, le había tocado volver con la pelirrosa en el viaje de regreso. Era muy posible que su otro yo saliera a la luz, y era algo completamente irreversible. Si, desgraciadamente quedaba poco para que tuviera que hacer su "caza" mensual.

– Y yo que creía que esos días de caza habían terminado – pensó mientras apretaba los dientes.

Inconscientemente, oro empezó a formarse debajo de su cama. Debido a la posición, era imposible que Galia se diera cuenta de ese detalle por el momento si decidía acercarse. "No te acerques", pensó con desesperación al oír el sonido de pisadas que se acercaban a su cama. Era el peor momento... Y Dranser no estaba aquí para detenerlo. La única forma para controlarse en este momento, sería dejar salir al sádico para divertirse. Así, mientras estuviera ocupado, silenciosamente iría recuperando el control de su cuerpo poco a poco.

– Muy bien, hijo de puta. Te saliste con la tuya... pero promete que no le harás nada a ella –

– No te preocupes, ellas es mi mayor tesoro y no morirá de momento. Tiene harto uso antes que llegue ese día, si es que llega... Además, me interesa esa tal Black – respondió la voz siniestra.

Ryuken abrió sus ojos de golpe, pero eran distintos a los de antes. Sus ojos azules desprendían un brillo de locura y de sadismo, pero ocultada por una frialdad increíble.

– Ya estoy despierto, Galia-chan – dijo el revolucionario con una voz cantarina.

Se levantó de su cama e inspeccionó su cuerpo. Como hacía tiempo que salía a jugar por un rato, debía ver si se encontraba en óptimas condiciones. Al ver que no había nada raro, suspiró e hizo sonar su cuello. Se fijo en la pelirrosa y le sonrío con algo de frialdad, al tiempo que se cruzaba de piernas y se echaba en la pared. A este punto, el oro cubría, por lo menos, la mitad de la habitación.

– Entonces... tu eres quien me ha estado anulando todo este tiempo – le dijo casualmente, pero la intención asesina era agobiante y el joven no hacía nada para aminorarlo. – Supongo que puedo ver porque mi otro yo me mantuvo dentro de sí por tanto tiempo. – Ryuken sonrío con naturalidad, pero con una impresionante frialdad. – Oh, bueno. Donde están mis modales; puedes llamarme... Black Ryu si gustas – se presentó, haciendo alusión a la otra parte de la pelirrosa. De momento no haría nada... pero todo podía cambiar si las cosas se ponían mal. Era imposible que volviera a su otro estado a menos que cazara, al fin y al cabo.

La siniestra sonrisa de Ryuken se ensanchó aún más al ver la reacción que tuvo Galia una vez que se enteró de con quien estaba hablando. Era un ser que vivía por ver la desesperación de los demás, incluso la suya propia. No solo eso, sino que también tuvo el placer de ver en persona a Black por algunos segundos. No fue de su agrado, pero algo era algo. Se llevó una manó a la cara y se río fríamente con intensidad. Una vez que paró, simplemente se dedicó observar de forma burlesca a la pelirrosa. Aquella mujer no le interesaba demasiado, pero supuso que tendría que lidiar con ella de momento.

– Vamos, no tienes que enojarte Black-chan. Después de todo, si Galia muere, tu también lo harás – dijo seriamente Ryuken, para luego volver a su expresión usual de locura. – Era broma. No pienso hacerle nada a tu cuerpo... Que quede permanente – añadió con un toque sádico.

Arqueó una ceja al ver que la pelirrosa y bufó con diversión. ¿Enserio estaba intentando convencerle para que volviera a la normalidad? Debía darle crédito a la mujer; era la primera vez que alguien le plantaba cara cuando estaba en este modo. Desafortunadamente, eso podría poner peor las cosas. Más cuando se dio cuenta que la vampiresa había activad su fruta y descendió un poco la temperatura del lugar. No era algo de lo que tuviera que alarmarse. Su casa estaba en Gelum, hacía que haría falta más que eso para que empezara a sentir frío. "Además...", pensó el joven cuando vio lo que quería hacer su "compañera". Sin decir palabra alguna, un muro de oro apareció entre los dos para separarlos. Por otro lado, una especie de látigo se formó en una de las paredes y capturó las espadas antes que Galia pudiera. Hizo una perezosa seña con la mano para lanzar las espadas hacia sus manos y deshizo el muro.

– Bueno intento, pero no el más inteligente – mencionó de forma burlona el rebelde.

Dejó a Balmung a un lado y desvainó a Dramon. En segundos, el filo de la espada estaba cubierta por llamas. Daba lo mismo que intentara ir por su espada por el momento, puesto que nadie más que él podría tomarla. Miró por algunos segundos a la pelirrosa y sonrío nuevamente con esa característica sonrisa suya. ¿Qué podría hacer con ella? Era una lástima que no podía lastimarla, pero había dado su palabra a su parte sumisa. Podían decir lo que quisieran de un demonio como él, pero Ryuken siempre cumplía al pie de la letra sus promesas.

– Debo coincidir con mi parte buena: eres todo una belleza – dijo casualmente el joven. – Aunque al contrario de él, no tengo intención de ayudarte a volver a ser humana. No, me interesa demasiado tu parte mala como para eliminarla así como así. –

Desactivó el poder de Dramon por el momento y la volvió colocar en su funda. Ya había probado su punto con todo eso, así que no la volvería a necesitar por el momento.

– Sabes muy bien que solo hay una forma de que el otro vuelva... – dijo siniestramente el peliplateado.

La sonrisa de la cara del revolucionario desapareció. A él le gustaba saciar su sed con la desesperación de las personas, cuando estos pedían piedad o ese tipo de cosas. Era por eso que evitaba como a la peste a la gente sumisa. Eran aburridas para torturar, puesto que duraban poco y no tenían voluntad para resistirse. Chasqueó su lengua y entrecerró sus ojos; había perdido completo interés en la pelirrosa. Se levantó de donde se encontraba e hizo sonar varios huesos de su cuerpo. Bostezó y miró fijamente a Galia, pensando en como podría divertirse ese día.

– Lástima, pero ya le prometí a mi otra parte que no te dañaré. Puedo ser un demonio, pero yo cumplo mis promesas – dijo con seriedad el asesino.

Era eso lo que tenía en mente, que saliera su lado oscuro a jugar. Lamentablemente, el joven sabía que no podía presionar su suerte. A pesar de ser un lunático para los demás (que no lo era, muchas gracias), era lo suficientemente inteligente para no provocar a alguien más fuerte que él. Así que su pequeña reunión se tendría que posponer par después. Suspiró y tomó a Balmung que se encontraba a un lado. Las colocó bien firme en su espalda y bostezó un poco. Sabía de sobra que esta isla tenía muy pocos habitantes como para saciar su sed, así que no quedaba otra. Haría una excepción... solo por esta vez. Para celebrar que pudo volver a ver la luz del día.

– Me largo de aquí – dijo perezosamente mientras miraba fijamente a la mujer y hacía retroceder el oro. – Iré al bosque a cazar animales. Viendo que es la primera vez en mucho tiempo desde que salgo, no mataré a ninguna persona. –

Se acercó a la puerta y giró el pomo, pero antes le diría unas últimas palabras la pelirrosa. Puede que no le fuera a hacer daño físico, pero su otro yo no había dicho nada acerca del psicológico.

– Algo para que tengas en mente – le dijo mientras se daba la vuelta. – Que sepas que yo nunca podría haber vuelto si no te hubiera ocurrido lo que pasó. Pese a que ni el mismo lo sabe, mi otro yo te amaba con toda su alma, y eso le destrozó. – Se rascó la cabeza y bostezó, para luego volver a sonreír con frialdad. – Bueno, ¿vas a venir para cerciorarte que cumpla mi palabra o piensas quedarte aquí? – Se podía notar a kilómetros que el revolucionario era un puto bipolar cuando estaba en este estado.

La sonrisa en el rostro del asesino se iba ensanchando más y más al ver con cada palabra que salía de los labios de la vampiresa. No era su objetivo de hoy, pero había resultado mucho mejor de lo que esperaba. Al fin tenía a su anhelada obsesión delante de él, justo como quería desde que la vio por primera vez en el cuartel del sur. Se relamió despacio y abrió sus ojos más de lo normal al ver como la pelirrosa se acercaba hasta donde se encontraba. Sabía de sobra que era un peligro andante, pero a estas alturas poco le importaba. Además, tenía un poco la ventaja. A este punto, ya toda la habitación se encontraba completamente cubierta de oro. Salvo por algunas excepciones, no había donde correr por aquí. Tampoco es como si lo fuera hacer, no. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza cometer tal acto.

– Entonces... finalmente decidiste salir – le dijo mientras reía un poco como maniático.

Una vez que se calmó, se fijo en la nueva forma de la mujer. Pese a que no tenía ningún interés en ella como mujer (o eso intentaba convencerse), debía admitir que se veía completamente hermosa así... Se vería mejor cubierta en sangre, pero bueno. Uno no podía tener todo en esta vida. Sin decir palabra alguna, activó su Golden Rule y lanzó una onda cortante con Balmung para responder la que lanzó Black. Ambas colisionaron en el medio, pero la de la vampiresa resultó ser un poco mejor y consiguió derrotar a la suya. De todas formas, aquello aminoró un poco el impacto que recibió. Su armadura se encargó de resistir el resto, por lo que solo fue echado un poco hacia atrás y un leve corte se había formado en su torso. Sin decir palabra alguna por el momento, el joven regeneró la armadura y la dejó como nueva.

– Si... ¡Esto era lo que quería! – gritó con ansiedad el asesino.

Chasqueó sus dedos y cuatro espadas se formaron en el oro que había en el techo. Estas salieron despedidas hacia el cuerpo de la mujer con una velocidad moderada. Además, lanzó una onda cortante de calor usando a Dramon hacia la vampiresa. Sonrío siniestramente y esperó para ver lo que hacía la joven. Se notaba que el revolucionario se lo estaba pasando en grande, y no era para menos. Tanto tiempo estando encerrado, le habían pasado un poco la cuenta.

– Uno, dos, Ryu viene por ti –

Ryuken, una vez que pasó su episodio de locura, miró atentamente lo que hacía la vampiresa. Chasqueó su lengua al ver como con sus espadas de hielo rompía la mayoría de sus armas, solo siendo golpeada por algunos pedazos aleatorios. Al menos recibió mas daño con su onda, la cual había imbuido en fuego a sabiendas que la pelirrosa tenía cierta debilidad a ese elemento debido a su condición de vampiresa. Suspiró un poco y se preparó para el ataque de la rebelde, a sabiendas que debido a su fruta sería mucho más fuerte de lo normal. Solo años como juguete experimental le permitieron bloquear el ataque usando a Dramon activado con sus llamas. En eso, vio que un golpe iba dirigido hacia sus costillas. Viendo que no podía defenderse y atacar al mismo tiempo, con su otra mano colocó a Balmung en frente para usarlo como escudo. Gracias a su calidad y tamaño, la hoja perfectamente abarcaba todo su torso, y aún así... el daño fue considerable. Una vez que el golpe de Black impactó en sus costillas, Ryuken retrocedió varios metros hacia atrás hasta chocar con una pared.

– Nada mal – murmuró mientras retiraba a Balmung.

El ataque fue tal que, pese a que su espada absorbió parte del impacto, la parte de la armadura se encontraba agrietada de forma considerable. Ryuken frunció el ceño y volvió a reformar Golden Rule como si nunca hubiera sido dañado. Amaba esa técnica, tenía poco menos que el doble de la dureza del oro común, además no le cansaba mucho mantenerlo activo. Acarició nuevamente la zona y escupió a un lado. Una vez cerciorado que la mayoría de sus costillas estuvieran bien, el joven miró seriamente a la pelirrosa. Todo rastro de diversión había desaparecido de su rostro.

– Curioso, siempre pensé que actuabas sin tener las mejores intenciones de tu otro yo en consideración – dijo lentamente mientras se apartaba de la pared. – Y no me postro ante nadie. Si alguien estará postrado al finalizar del día, entonces serás tú –

Varios armas y pinchos empezaron a brotar en el oro de la habitación, pero ninguna salió despedida hacia la vampiresa. Por otro lado, el joven intentó concentrarse, puesto que se le había ocurrido una idea para mejorar Golden Rule. Por algunos segundos no ocurrió nada, pero luego varios pinchos empezaron a brotar de la armadura. De momento, solo sus brazos estaban cubiertos de aquello. Ryuken miró su nueva forma parcial y negó con la cabeza. No era lo que tenía en mente, pero bastaría de momento. Iría mejorándolo con el pasar de los minutos hasta lograr Golden Rule II.

– Si quieres tu espada, intenta quitármela – le dijo mientras la miraba fijamente. Eso, si se atrevía a pasar por el campo minado.

Por algunos instantes el otro Ryuken había tomado el control de forma forzada al ver la mirada que había puesto Black. Pese a que solo la había visto un par de veces de pasada, sabía lo fuerte y testaruda que podía ser en aquella forma. Verla en ese estado tan vulnerable por algunos segundos, hizo que su otra parte reaccionara. ¿Qué mierda le había hecho Ivan para dejarla en ese estado? Su odio hacia el vampiro crecía cada vez más con el pasar de los días. Normalmente no dejaba salir a su parte oscura a menos que fuera completamente necesario y ya no tuviera forma de controlarlo, pero ahora estaba seriamente considerando ir a Hallstat y desatarse en medio de la calle para llamar la atención del hijo de perra. Él sería su trofeo mayor como asesino, de eso no había duda alguna. Si, no podía esperar a oír los gritos del vampiro pidiendo clemencia.

Debido a sus pensamientos de desesperación, el otro volvió a tomar el control nuevamente, justo para oír las siguientes palabras de Black. Una sonrisa fría se formó en su rostro al tiempo que levantaba una de sus espadas.

– Eso se queda en tu mente, Black. Pero supongo que quedarías mejo bañada en sangre, gritando de placer y de dolor... Si no fuera por mi otra parte – le dijo mientras reía siniestramente un poco.

Se calló un poco al ver como sus armas de hielo se imbuían en electricidad; eso era algo que no esperaba en lo más mínimo. Chasqueó su lengua y se concentró por algunos segundos. No era un científico ni mucho menos, pero aprender todo acerca de su elemento fue lo ideal para saber sus debilidades y como mejorarlo. Como resultado, ahora sabía todo acerca del metal... Bueno, su otro yo, pero él aprendía todo también. Era por eso, que tenía una idea de como cambiar la composición del oro para que no tuviera una reacción severa en contacto con la electricidad.

– Ahora, si me diera tiempo – pensó mientras suspiraba y desistía en sus intentos de cambiar la composición de momento.

Ya preparado para cuando estuviera cerca, bloqueó el primer ataque usando su enorme espada en modo de defensa, pero tuvo que pensar rápido para el segundo. Se preparó para el dolor e hizo que se desprendiera parte de la armadura, provocando que golpeara en un sector descubierto. Un tajo se formó en aquel sector, además la zona quedó algo entumecida y dormida debido a la electricidad. En eso, por el rabillo del ojo, vio como una onda se dirigía hacia él. Su rostro se ensombreció y chasqueó sus dedos, provocado que un puño de oro saliera despedido de la pared... en dirección hacia él. Lo recibió de lleno en su torso, impactando su cuerpo con la pared. Al menos, no recibió la onda eléctrica.

Se levantó como pudo del suelo, al tiempo que colocaba su mano en el sector de su herida. Eso había dolido más, puesto que el puño fue menos duro que su armadura.

– Me temo que deberás hacer más que eso para que me someta – dijo siniestramente el rebelde.

Con algo de esfuerzo levantó a Dramon y colocó la hoja en la zona del tajo. Ryuken apretó los dientes, pero resistió el dolor. Ya cauterizada su herida, el joven gritó con fuerza en dirección a la pelirrosa (Manual Fusrodah) para dejarla sorda y que perdiera un poco el equilibrio. Sus sentidos mejorados de tigre y de vampiresa le pasarían un poco la cuenta. Tres armas brotaron del oro de las paredes y salieron despedidas hacia Black por su espalda y ambos lados. Además, lazó una onda con Dramon para que estuviera ocupada.

– No te equivoques. Quién se someterá al final, serás tu – dijo mientras reía un poco, pese al dolor que sentía en ese momento. Aquello no era nada comparado con todo lo que sufrió en su infancia.

Con Black ocupada, Ryuken se concentró nuevamente y empezó a cambiar la composición de su armadura. Le quedaba poco para lograr alcanzar Golden Rule II. Prueba de ello, esta vez brotaron pinchos del sector de su espalda.

Ryuken arqueó una ceja al ver la lanza dirigida hacia él a toda velocidad. Chasqueó su lengua y debajo de sus pies surgió un bloque de oro que lo elevó hasta el techo... Qué a la larga no fue una de sus mejores ideas, la verdad, pero poco podía hacer en un espacio tan pequeño. El arma destruyó por completo el pilar y él... terminó cayendo al suelo de cara. Era una suerte que fueron pocos metros de caída, o de lo contrario hubiera sido peor. El rebelde se quejó un poco al golpearse la cabeza y se llevó las manos a la zona afectada. Parpadeó un poco al sentir algo líquido bajando por su frente y al retirar su mano, supo de que se trataba. Sangre, su sangre mejor dicho. No solo eso, el joven se dio cuenta que había perdido parte de su sensibilidad en sus piernas. La electricidad alcanzó a propagarse y logró hacerle daño. Ryuken suspiró y dirigió su mirada hacia la vampiresa, esperando que no haya visto escena tan bochornosa...

Y se congeló al ver el estado en el que se encontraba. Retorciéndose un poco de dolor en el piso, se notaba de lejos que Galia no se encontraba en su mejor momento. Normalmente eso no le hubiera importado al Ryuken oscuro, pero aquella escena hizo que el otro resurgiera nuevamente. Black o Galia, eso no le importaba a él. El solo hecho de verla en un mínimo estado de dolor, hacía que el revolucionario dejara de lado su maldad y su preocupación por ella saliera a flote. Apretó sus dientes con frustración y se dio cuenta de todo lo que había hecho su otro alterno.

– A veces odio mi vida – pensó mientras suspiraba.

Al menos ya había recobrado el control completo, y agregaba otra cosa a las opciones que habían de sacarlo de su estado oscuro. Revisó su armadura por algunos segundos y arqueó una ceja. Debía admitir que era una buena idea lo que su otro yo pensó, y se aseguraría de entrenar esto más adelante. De momento.. debía ponerle fin a todo esto. Chasqueó sus dedos y la armadura se desprendió de su cuerpo. Revisó su cuerpo y su mirada se ensombreció un poco. Tenía varias quemaduras en uno de los sectores de sus costillas, además de un largo tajo cauterizado.

– ¿Cuando fue que todo se fue a la puta? – pensó con exasperación.

Ahora la culpa no se la quitaba nadie, y dudaba que Black fuera a ser tan misericordiosa. Las armas de oro desaparecieron y solo quedó el enorme charco de oro que había esparcido por toda la habitación. Cojeando, se dirigió hacia donde se encontraba la vampiresa. Miró su figura caída nuevamente, sintiendo que la culpa crecía más y más. Suspiró un poco y se agachó hasta estar en su nivel.

– Lo siento... – murmuró mientras movía su cabeza hacia un lado. – Adelante – le dijo mientras señalaba su cuello.

Bufó ante las palabras de Black, pero no dijo nada. Sabía que todo lo que dijera podía ser usado en su contra, además... Ella no lo entendería, solo la original se haría una idea de porque desistió a seguir con todo esto. Una imperceptible sonrisa se formó en su rostro al ver la cara de indecisión que tenía la vampiresa, sabiendo muy bien lo que elegiría. A estas alturas, prefería más alimentarse que no hacerlo por culpa de su orgullo. Oh, bueno. Sabía de sobra que le llegaría a su otro yo cuando se volvieran a cruzar. Suspiró un poco y esperó pacientemente a que la mujer tomara su decisión... que fue menos tiempo de lo que esperaba, la verdad.

Se estremeció un poco cuando sintió sus colmillos en su cuello, pero se le pasó al cabo de unos segundos. A estas alturas, ya se estaba acostumbrando a que la vampiresa se alimentara de su sangre. Suspiró por algunos segundos, pero no dijo nada. Simplemente dejó que siguiera con su comida sin interrupciones ni pausas. Obviamente se estaba empezando a sentir un poco mareado, pero no era nada para que preocuparse. Además, sabía de sobra que la pelirrosa no se pasaría de la raya. No, confiaba en que Galia pudiera recobrar el control y detenerse antes de que eso sucediera.

Al cabo de unos segundos, se fijó en que sus ojos habían vuelto a ser azules, significando que había vuelto a ser la original de siempre. No es como si tuviera algo en contra de Black ni nada por el estilo, pero la prefería más así que en su modo vampiresa. Se alimentó por algunos segundos más y luego le abrazó. Por dentro suspiraba de alivio al ver que no le guardaba rencor por todo lo que ocurrió.

– ¿O sea que debemos dejar que los otros dos se den de hostia? – preguntó de forma retórica, pero con algo de humor.

Al tenerla tan cerca, ocasionó que recordara ciertas palabras de su parte oscura. Algunas personas con bipolaridad tendían a olvidar lo que ocurría cuando su otra personalidad tomaba el control, pero lo suyo era distinto. Recordaba perfectamente lo que ocurrió cuando el otro tomó el control, y no pudo evitar bajar la mirada un poco.

– Una pregunta... ¿Recuerdas lo que dijo el otro antes... antes que saliera Black? – preguntó con algo de duda y temor.

A medida que la pelirrosa hablaba, su mirada se iba tornando mucho más fría de lo habitual. Ese maldito hijo de puta... cada vez su odio hacia el vampiro iba aumentando más de lo normal. Lo consideraba como una aberración que debía desaparecer de este mundo. Ahora entendía porque Black tuvo esa mirada de repente en medio de su combate contra su otro yo. Lo que le hizo ese tipo... no tiene nombre. Y si en verdad sus sospechas de que se trataba de un Markov terminaban siendo ciertas, entonces el hijo de puta se había pasado totalmente de la raya. Galia resultaría ser familia suya, y él... se atrevió a hacer todo eso. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no perderse de nuevo a la desesperación y marchar directo hacia Hallstat. Incluso su otro yo pedía por dentro la sangre de ese vampiro de mierda. Si... clavar una estaca en su pecho debía de ser lo mejor de lo que podía pasar.

Solo el hielo en su rostro consiguió calmarlo, y por ello miró de forma agradecida a la pelirrosa. En eso, escuchó sus palabras. Sus ojos se abrieron más de lo normal y apretó un poco su cuerpo, pero no lo suficiente para hacerle daño. Puede que él no supiera de estas cosas (cortesía que su madre murió antes que le explicara todo), pero incluso él había entendido el doble sentido. Bajó un poco la cabeza mientras trataba de controlar su respiración. Eso... no se lo había esperado, y provocaba que todo lo anterior fuera mucho peor que antes.

– Yo... también lo sigo haciendo, y dudo que eso vaya a cambiar algún día – admitió finalmente, sintiendo como un peso se le iba de sus hombros.

Y eso le había hecho pensar lo que había pasado en Saint Reia. Apretó sus puños un poco, dado que no sabía si podía cumplir con parte de su promesa.

– Lo que dije en Saint Reia no ha cambiado. Juré que encontraría una forma de liberarte, y eso es lo que haré – dijo con decisión. – Puede que lo de volverte humana nuevamente sea difícil sin tener que matar a Black, por lo que solo queda una opción. Prometí que las salvaría ambas, sea cualquier medio posible – finalizó mientras acariciaba sus cabellos.

Ryuken parpadeó al ver que Galia tomaba sus mejillas, sin entender muy bien lo que iba a hacer. En retrospectiva, debió haberlo imaginado. Habían ocurrido varias veces, que ya debía saber cuando la pelirrosa iba a hacer eso. Simplemente cerró sus ojos cuando los labios de Galia se posaron en los suyos, abrazándola contra su cuerpo. No fue uno apasionado, fue más uno... ¿dulce? No sabía muy bien como describirlo, por lo que solo dejó llevar por el momento. Se separaron y vio la sonrisa en el rostro de la pelirrosa, y no pudo evitar sonreír de vuelta. Era sorprendente como ella podía atravesar sus barreras sin siquiera intentarlo en lo más mínimo. En verdad le debía mucho, a ella y a Dranser. Ivan era un inconveniente, pero estaba seguro que al final triunfaría. No dejaría que hiciera todo lo que le plazca.

Escuchó lo que dijo su compañera, y no pudo evitar que sus ojos se abrieran un poco. Esa pregunta... no se la esperaba del todo, de hecho ni siquiera sabía como responder. Podía sentir como su otro yo se removía incómodo dentro de él, y lo que dijo hizo que sus cejas se alzaran, mostrando completa sorpresa. ¿Acaso se terminaría por ese día? Una vez que pasó el momento, no pudo evitar reír con ganas, sorprendiéndose a sí mismo. ¿Hacía cuanto que no ocurría algo así? Los milagros en verdad existían, al parecer.

– Lo cito – le dijo mientras negaba con la cabeza, aún sin creer lo que dijo. – Dejará de matar personas inocentes para saciar su sed. Dijo que... Black era su nueva obsesión, y que puede que fuera cierto. – ¿Cuantas cosas había hecho para evitar que su otro yo matara a gente inocente? La respuesta al final era confrontarlo con alguien que tuviera un poco el mismo problema que él. – En lo personal, dejaría que esos dos se hablen en su idioma; a hostias. No... creo que intenten hacer lo que hacemos nosotros – finalizó mientras reía un poco.

Arqueó una ceja al ver como sus ojos intentaban ponerse rojos, demostrando claramente que Black intentaba tomar el control de su cuerpo nuevamente. Para su sorpresa, fue Galia quien triunfó esta vez. No dijo nada ante sus palabras inicialmente, tan solo la abrazó con un poco más de fuerza. Bufó con diversión al notar como iba vestida y por como se comportaba, encontrándolo de lo más adorable.

– ¿Por qué? – le dijo mientras reía y llevaba su rostro a su oído. – No es algo que no haya visto antes – le picó en broma, haciendo alusión a... esa noche.

Ryuken seguía manteniendo la sonrisa divertida en su rostro al ver el estado en el que se encontraba la pelirrosa. No solo eso, además su otra parte se estaba riendo a más no poder en lo profundo de su mente. Eso tampoco ayudaba mucho con su diversión a coste de su compañera. Se notaba que el joven se encontraba menos tenso ahora que se había desecho de ese peso que llevaba desde que tuvo esa conversa con Dranser. Sería mejor si el vampiro no existiera en este momento, pero no se podía tener todo. Bueno, no importaba demasiado mucho ahora. El destino de Ivan ya estaba sellado, y nadie podría detenerlo ahora. De momento, tendría que hacerse mucho más fuerte de lo que ya era. A penas pudo aguantar a Black, por lo que aún tenía mucho que mejorar.

Observó como Galia se ponía de pie, solo para abrazarlo de nuevo al ver el estado de sus ropas. Tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no echarse a reír allí mismo. Demasiada ternura en tan pocos minutos le iba a pasar mucho la cuenta, demasiado. En eso, escuchó aquellas palabras. Sus ojos se abrieron y un rubor apareció en sus mejillas. Por suerte Black llegó para salvar por algunos momentos, logrando que recuperara su compostura. Al ver su reacción, no pudo evitar reír debido a su actitud.

– Vosotras si tuvierais cuerpos separados, serían gemelas – comentó el rebelde mientras negaba con la cabeza.

Se quedó pensando un poco y abrazó más su cuerpo, acariciando sus cabellos un poco. Joder, no quería nada más que eso mismo, pero había cierto problema en todo eso.

– No sabes cuanto quiero hacer eso en este momento – le susurró mientras acercaba su rostro un poco, para luego separarlo. – Pero hay un problema que puede incomodarte – dijo mientras señalaba a la habitación.

Recién se daba cuenta de como había quedado el cuarto después de la pelea de Black con su otro yo. Armas de oro clavadas en distintos sectores de la habitación, toda la zona ocupada parcialmente por su oro. Los muebles estaban destrozados, y su cama fue destruida cuando utilizó el puño para evitar una de las ondas de la pelirrosa. Incluso había rastros de hielo que había usado Black. En resumen, la habitación era el perfecto desastre de un tornado que había pasado de improvisto.

– Nos va a llegar senda colleja por parte de Dranser – pensó mientras suspiraba.

Ryuken ladeó su cabeza hacia un lado al escuchar lo que dijo la rebelde y se quedó un poco pensativo. Ciertamente, aquella era una buena forma de ver las cosas. Como su oro nunca desaparecía, el espadachín podía ser considerado como una cartera andante, literalmente. Podía comprar cualquier cosa que se le antojara con solo crear un poco de oro. Era algo realmente útil, además podía agregar más fondos a la revolución si podía crear más del que podía. De momento, se alegraba que no les podrían decir nada por los destrozos. Pese al estado de la habitación, el oro que quedaba podía pagar las reparaciones y aún así, sobraría bastante para dejarse al bolsillo. Era una suerte, porque definitivamente no quería llevarse una hostia de su mentor por todo lo que hicieron. Se habían salvado de una buena, gracias a sus poderes. Aunque usar el dinero de la cartera de Dranser seguía siendo algo tentador.

– Y aquí vamos de nuevo – pensó mientras suspiraba.

Los ojos de Galia habían vuelto a ser rojos, lo que significaba que Black había tomado el control nuevamente. Se quejó un poco por lo bajo, sin saber que hacer en esta situación. Era su otro yo quien debía lidiar con ella, no él. De todas formas, pese que estaba consciente de lo peligrosa que podía ser la vampiresa, era imposible que estuviera asustado de ella. Pese a tener una personalidad amenazante, seguía teniendo el rostro y cuerpo de la pelirrosa, y era algo que le pasaría más de la cuenta más adelante. Suspiró un poco y simplemente esperó a ver lo que haría Black, aunque se hacía una idea bastante buena.

– ¿Y que si es cierto? Creo que mis intenciones han sido claras – le dijo mientras arqueaba una ceja al escuchar ese comentario.

Se estremeció un poco al ver que nuevamente clavaba sus colmillos en su cuello. Podía sentir como su sangre era succionada por la vampiresa que tenía pegada a su cuerpo. Inconscientemente cerró la boca cuando le pasó su sangre, y no pudo evitar gemir al notar donde estaba tocando. Lo peor era que en una situación así no podía dejar salir al otro, o lo haría mucho peor que ahora. Ese si era una bestia, además su obsesión por la otra parte de Galia no era normal.

– Hablo por el otro y yo cuando digo que eso no pasará, Black – dijo debilmente debido a donde se encontraba su mano. Con una de las suyas propias, empezó a acariciar la parte superior del cuerpo de la vampiresa. Era una suerte que solo llevara un sujetador encima, porque las caricias eran mucho más eficaces. Llegó hasta la parte donde amarraba, pero se quedó ahí quieto por algunos segundos y siguió con su camino. Estando en modo Black, no tenía idea que haría la vampiresa si se atrevía a proseguir con eso.