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Ryuken Shirou
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¿Caer ante ella? La mujer no sabía que eso ya había pasado desde hace ya un tiempo. Que no lo expresara con acciones y palabras, era otra cosa. Porque Ryuken Shirou no era alguien que se postrara ante otra persona, incluso si ésta era Galia. Incluso una basura y asesino como él, tenía un orgullo propio que proteger. Entrecerró sus ojos al ver que su mano no se movía de allí, a lo que chasqueó un poco su lengua. Ya se había acostumbrado al contacto allí, pero eso no quería decir que no le afectara. Seguía provocándole escalofríos, pero para alguien como él, que estaba acostumbrado a guardarse sus emociones, no le era difícil ocultar su reacción. Dejaría que Black terminara de hablar antes de hacer su movimiento.
Debía darle un poco la razón en lo que dijo. No le gustaba que estuviera mordiendo a otra gente que no fuera él. Dios, casi mata a Edward en aquella misión en Sakura por eso mismo. Solo años de auto control lograron que no lo cortara en dos allí mismo. Eso sí, estuvo fulminándolo con la mirada por casi todo el tiempo que duró la misión. En parte, culpaba al puto de su mentor por todo lo que ocurrió. El le metió en la cabeza que no debería gustarle cuando otros hombres se acercaban con otras intenciones hacia Galia. Y eso que el se encontraba tan bien manteniendo su inocencia intacta... Nuevamente maldijo al vampiro en su mente, por causar que la personalidad de la pelirrosa se dividiera en dos al convertirla en vampiro.
– Puede que tengas razón, pero eso me ofende. Yo solo soy tu banco de sangre, no se porqué se lo pediste a él – se quejó un poco. A estas alturas no le importaba sonar como un niño pequeño en búsqueda de atención.
De todas formas, era el momento perfecto para empezar su ofensiva. Mientras Black estuviera intentando romperle la cabeza con psicología, el haría algo mucho más práctico. Se había fijado que justo detrás de ella había un charco enorme de oro que no había usado anteriormente, y se aprovecharía al máximo. En silencio y sin hacer ninguna ceña, empezó a moldear aquel metal en diversos tentáculos de oro. Estos se quedaron quietos allí, esperando sus órdenes.
– Ya me di cuenta que quieres que el otro esté aquí en vez de mí – río levemente el joven mientras gemía un poco debido a lo que estaba haciendo la vampiresa. – Lamentablemente... creo que es tiempo de invertir un poco esto –
Sin decir más, los tentáculos intentaron subir por la pierna de Black. Estos recorrerían todo rincón de su cuerpo, nada estaría a salvo. Ryuken sonrío ante la ironía, sabiendo que ella solo se electrocutaría si activaba su poder. El no tenía nada de oro en sus manos, después de todo.
– Si hay algo que comparto con el otro... es que a ninguno de le gusta someterse a otro – dijo sarcásticamente el joven. – Ahora...¿Por qué no dejas que Galia recupere el control? Total, el otro ya no saldrá más por hoy, y supongo que quieres que él sea quien se someta a ti, no yo, ¿no? –
Debía darle un poco la razón en lo que dijo. No le gustaba que estuviera mordiendo a otra gente que no fuera él. Dios, casi mata a Edward en aquella misión en Sakura por eso mismo. Solo años de auto control lograron que no lo cortara en dos allí mismo. Eso sí, estuvo fulminándolo con la mirada por casi todo el tiempo que duró la misión. En parte, culpaba al puto de su mentor por todo lo que ocurrió. El le metió en la cabeza que no debería gustarle cuando otros hombres se acercaban con otras intenciones hacia Galia. Y eso que el se encontraba tan bien manteniendo su inocencia intacta... Nuevamente maldijo al vampiro en su mente, por causar que la personalidad de la pelirrosa se dividiera en dos al convertirla en vampiro.
– Puede que tengas razón, pero eso me ofende. Yo solo soy tu banco de sangre, no se porqué se lo pediste a él – se quejó un poco. A estas alturas no le importaba sonar como un niño pequeño en búsqueda de atención.
De todas formas, era el momento perfecto para empezar su ofensiva. Mientras Black estuviera intentando romperle la cabeza con psicología, el haría algo mucho más práctico. Se había fijado que justo detrás de ella había un charco enorme de oro que no había usado anteriormente, y se aprovecharía al máximo. En silencio y sin hacer ninguna ceña, empezó a moldear aquel metal en diversos tentáculos de oro. Estos se quedaron quietos allí, esperando sus órdenes.
– Ya me di cuenta que quieres que el otro esté aquí en vez de mí – río levemente el joven mientras gemía un poco debido a lo que estaba haciendo la vampiresa. – Lamentablemente... creo que es tiempo de invertir un poco esto –
Sin decir más, los tentáculos intentaron subir por la pierna de Black. Estos recorrerían todo rincón de su cuerpo, nada estaría a salvo. Ryuken sonrío ante la ironía, sabiendo que ella solo se electrocutaría si activaba su poder. El no tenía nada de oro en sus manos, después de todo.
– Si hay algo que comparto con el otro... es que a ninguno de le gusta someterse a otro – dijo sarcásticamente el joven. – Ahora...¿Por qué no dejas que Galia recupere el control? Total, el otro ya no saldrá más por hoy, y supongo que quieres que él sea quien se someta a ti, no yo, ¿no? –
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- Tan solo quería comprobar si de verdad te molestaba, ahora que lo sé… Estoy segura de que podremos divertirnos cuando estemos todo el equipo juntos, pequeño. – Dijo entonces soltando una leve carcajada.
Cuando él dijo que sabía que ella prefería al otro alzó una ceja. No es que lo prefiriese, tan solo quería hacerlo salir para domarlo y cortarle su arrogancia de golpe, pero aquello iba a estar complicado por lo que se veía. Ella ladeó entonces la cabeza mientras mostraba sus colmillos despacio y continuaba mirándole a los ojos. El ser que había dentro de él estaba demasiado seguro de sí mismo. Entonces observó su mirada de forma seria y ladeó un poco la cabeza. Aquel capullo estaba tratando de hacer algo, miró entonces las manos de él, pero no había nada raro. Notó entonces una sensación extraña ¿Quién más había allí?
En menos de unos segundos notó cómo sus piernas eran amarradas y sus brazos también. Aquellas cosas de oro se movían por todo su cuerpo haciéndola sentir extraña. Su mirada pasó a ser una de preocupación y entonces escuchó las palabras que él dijo. Una venita se formó en su frente y después de unos segundos mostró los colmillos de forma agresiva.
- ¿!Hablas en serio, idiota!? Podría usar mi forma completa para reventar esto con facilidad. Mi haki continua siendo la mayor ventaja de mí ti. Pero supongo que estás demasiado motivado… No serás tú el que pueda decir que me ha atado.
Dijo al mismo tiempo que los ojos de la joven cambiaban a un color azul cielo y ladeaba un poco la cabeza. Aguantó el típico mareo de siempre y entonces volvió a la normalidad. Se vio rodeada de aquellas cosas de oro que la mantenían agarrada, trató de moverse, pero le resultaba difícil. Se quedó mirando con confusión a Ryuken y entonces al verse semidesnuda abrió los ojos como platos. Tragó saliva algo avergonzada y se sonrojó como nunca antes había hecho. Estaba allí tendida y amarrada a la vista del chico. Trató de cerrar las piernas, pero aquellas cosas atadas no la dejaban. Su corazón empezó a latir con algo de rapidez debido a los nervios que estaba sintiendo en aquel momento.
- R-Ryu-kun… ¿Qué es esto? – Preguntó al mismo tiempo que hacía la temperatura bajar un poco, de esa forma haría que él quisiera calor.
Un momento… Grave error, se dio cuenta de que eso era peor para su situación atada. Volvió a dejar el ambiente normal y entonces le miró de forma muy tímida.
- ¿No estarás pensando en…? – No terminó la frase.
Cuando él dijo que sabía que ella prefería al otro alzó una ceja. No es que lo prefiriese, tan solo quería hacerlo salir para domarlo y cortarle su arrogancia de golpe, pero aquello iba a estar complicado por lo que se veía. Ella ladeó entonces la cabeza mientras mostraba sus colmillos despacio y continuaba mirándole a los ojos. El ser que había dentro de él estaba demasiado seguro de sí mismo. Entonces observó su mirada de forma seria y ladeó un poco la cabeza. Aquel capullo estaba tratando de hacer algo, miró entonces las manos de él, pero no había nada raro. Notó entonces una sensación extraña ¿Quién más había allí?
En menos de unos segundos notó cómo sus piernas eran amarradas y sus brazos también. Aquellas cosas de oro se movían por todo su cuerpo haciéndola sentir extraña. Su mirada pasó a ser una de preocupación y entonces escuchó las palabras que él dijo. Una venita se formó en su frente y después de unos segundos mostró los colmillos de forma agresiva.
- ¿!Hablas en serio, idiota!? Podría usar mi forma completa para reventar esto con facilidad. Mi haki continua siendo la mayor ventaja de mí ti. Pero supongo que estás demasiado motivado… No serás tú el que pueda decir que me ha atado.
Dijo al mismo tiempo que los ojos de la joven cambiaban a un color azul cielo y ladeaba un poco la cabeza. Aguantó el típico mareo de siempre y entonces volvió a la normalidad. Se vio rodeada de aquellas cosas de oro que la mantenían agarrada, trató de moverse, pero le resultaba difícil. Se quedó mirando con confusión a Ryuken y entonces al verse semidesnuda abrió los ojos como platos. Tragó saliva algo avergonzada y se sonrojó como nunca antes había hecho. Estaba allí tendida y amarrada a la vista del chico. Trató de cerrar las piernas, pero aquellas cosas atadas no la dejaban. Su corazón empezó a latir con algo de rapidez debido a los nervios que estaba sintiendo en aquel momento.
- R-Ryu-kun… ¿Qué es esto? – Preguntó al mismo tiempo que hacía la temperatura bajar un poco, de esa forma haría que él quisiera calor.
Un momento… Grave error, se dio cuenta de que eso era peor para su situación atada. Volvió a dejar el ambiente normal y entonces le miró de forma muy tímida.
- ¿No estarás pensando en…? – No terminó la frase.
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Bueno... al menos estaba seguro que dentro del problema de doble personalidad de Galia, Black tenía sus propios problemas de bipolaridad. Si no, no se explicaba el hecho de como pudo pasar de provocativa a enfadada en menos de un par de segundos. Bueno, tampoco podría reprocharle eso. Su jodida otra mitad tenía problemas también, algo parecido a los que tenía Black. En un minuto podía estar tranquilo y risueño, y en el otro estaba en modos sádico y provocativo. De verdad, nunca iba a entender a los que tenían aquella manía por la sangre. En fin, ahora tenía otro problema. Los ojos de la pelirrosa habían vuelto a ser azules, lo que quería decir que le había devuelto el control a la original... justo para cuando los tentáculos la ataron de las manos. Realmente su suerte apestaba, y con mayúscula.
– A la próxima dejaré que Dark lidie con ella. Cada vez que hablo con ella, termino con dolor de cabeza – se quejó mentalmente el rebelde.
Vale, no sabía si le estaba picando o no. Era imposible que no recordase todo lo que sucedió en estos minutos. Al ver la cara de timidez que tenía, supo que si era cierto. Además, ahora debía estar pensando que se trataba de un pervertido o algo así, pero no haría un puchero. Ryuken Shirou se encontraba más allá que cosas como esa. Enfurruñado sí, pero eso era debido al malentendido.
– Galia... realmente no me gusta cuando piensas mal de mi – le dijo mientras fingía estar herido emocionalmente.
El rebelde suspiró e hizo que los tentáculos soltaran las extremidades de su compañera. Obviamente, el mismo se encontraría allí para atraparla si caía mal. La miró por algunos segundos y volvió a suspirar. Realmente, le iba a dar su merecido a Black un día de estos, pero no podría hasta que su oro no fuera más fuerte. Incluso él podía romper el metal si aplicaba la suficiente fuerza.
– Lo siento por eso, pero debía tomar medidas extremas contra Black – le sonrío mientras se disculpaba. Bueno, al menos no estaba Dranser allí para picarlos. La otra vez casi se quiso enterrar allí mismo cuando le dijo que no pudo dormir en toda la noche por culpa de sus dos pupilos. No es que hubieran sido hecho tanto ruido... Quizás.
– A la próxima dejaré que Dark lidie con ella. Cada vez que hablo con ella, termino con dolor de cabeza – se quejó mentalmente el rebelde.
Vale, no sabía si le estaba picando o no. Era imposible que no recordase todo lo que sucedió en estos minutos. Al ver la cara de timidez que tenía, supo que si era cierto. Además, ahora debía estar pensando que se trataba de un pervertido o algo así, pero no haría un puchero. Ryuken Shirou se encontraba más allá que cosas como esa. Enfurruñado sí, pero eso era debido al malentendido.
– Galia... realmente no me gusta cuando piensas mal de mi – le dijo mientras fingía estar herido emocionalmente.
El rebelde suspiró e hizo que los tentáculos soltaran las extremidades de su compañera. Obviamente, el mismo se encontraría allí para atraparla si caía mal. La miró por algunos segundos y volvió a suspirar. Realmente, le iba a dar su merecido a Black un día de estos, pero no podría hasta que su oro no fuera más fuerte. Incluso él podía romper el metal si aplicaba la suficiente fuerza.
– Lo siento por eso, pero debía tomar medidas extremas contra Black – le sonrío mientras se disculpaba. Bueno, al menos no estaba Dranser allí para picarlos. La otra vez casi se quiso enterrar allí mismo cuando le dijo que no pudo dormir en toda la noche por culpa de sus dos pupilos. No es que hubieran sido hecho tanto ruido... Quizás.
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Cuando la revolucionaria cayó de nuevo en la cama debido a que aquellas cosas la soltaron sonrió un poco de forma calmada. No se daba cuenta de la extraña combinación que había entre él y las cosas raras que hacía en modo Black. Soltó un pequeño suspiro y le miró a los ojos durante unos segundos. Se pensó su respuesta y hubo una que tal vez ponía algo más nervioso a su compañero. Decidió decir aquellas palabras sin pensárselo, por lo que colocó su mano derecha sobre el hombro de él.
- Yo creía que ibas a hacerme cosas pervertidas. No me importaba experimentar contigo, Ryu-san… – Dijo con algo más de respeto, pero había quedado demasiado raro, igualmente no lo hizo a malas.
La joven entonces se colocó en pie despacio y se acercó a la ventana con toda la calma del mundo. Miró el exterior y ya casi era medio día, para la noche quedaban unas horas. Soltó un suspiro y después de unos momentos soltó un pequeño bostezo. Se relamió un poco y entonces fue cuando se tumbó de nuevo a su lado. Tenía una leve herida en el labio inferior por haberse mordido, pero ya se estaba regenerando. La sangre estaba en su cuello todavía, pero parecía no darse cuenta. Se le abrazó de nuevo mientras mostraba una expresión dulce y entonces se quedó un poco pensativo.
- Entonces… Te molesta que beba de otros que no seas tú. Eso indica que solo me quieres para ti, pero no voy a ofenderme por eso. Beberé entonces solo de tu cuello cuando estemos juntos. – Le dijo dándole un leve beso en la zona donde habitualmente clavaba los colmillos.
En misiones solitarias Black solía alimentarse de los marines o agentes, pero los mataba desangrándolos enteros y les arrancaba el cuello de forma violenta. Al menos con él no haría eso nunca, pues podía controlarse bien. La chica mostró una expresión divertida y se quedó mirándole a los ojos con una calma increíble.
- Te has vuelto bastante tímido. Hay confianza entre nosotros y lo sabes. Recuerda que puedes abrazarme tú también sin necesidad de que yo lo haga, puedes pedirme que beba también cuando me olvide, e incluso tú también puedes besarme cuando quieras. – Dijo dándole un leve toque en el pecho para después pegar la cabeza a su hombro. Cerró los ojos despacio y tramó algo.
La joven empezó a reír un poco por lo bajo y entonces se quitó el pantalón corto, quedando tan solo con un tanga de color negro. No debía de tener miedo de él, ni nervios. Se colocó entonces en pie dándole la espalda y estirándose con toda la intención de provocarle. Miró de nuevo por la ventana haciéndose la despistada y se inclinó un poco quedando en una postura demasiado mal vista.
- Qué día tan bonito… – Dijo de forma dulce, curioso, ella no podía estar en el día, por lo que para nada era hermoso como decía.
- Yo creía que ibas a hacerme cosas pervertidas. No me importaba experimentar contigo, Ryu-san… – Dijo con algo más de respeto, pero había quedado demasiado raro, igualmente no lo hizo a malas.
La joven entonces se colocó en pie despacio y se acercó a la ventana con toda la calma del mundo. Miró el exterior y ya casi era medio día, para la noche quedaban unas horas. Soltó un suspiro y después de unos momentos soltó un pequeño bostezo. Se relamió un poco y entonces fue cuando se tumbó de nuevo a su lado. Tenía una leve herida en el labio inferior por haberse mordido, pero ya se estaba regenerando. La sangre estaba en su cuello todavía, pero parecía no darse cuenta. Se le abrazó de nuevo mientras mostraba una expresión dulce y entonces se quedó un poco pensativo.
- Entonces… Te molesta que beba de otros que no seas tú. Eso indica que solo me quieres para ti, pero no voy a ofenderme por eso. Beberé entonces solo de tu cuello cuando estemos juntos. – Le dijo dándole un leve beso en la zona donde habitualmente clavaba los colmillos.
En misiones solitarias Black solía alimentarse de los marines o agentes, pero los mataba desangrándolos enteros y les arrancaba el cuello de forma violenta. Al menos con él no haría eso nunca, pues podía controlarse bien. La chica mostró una expresión divertida y se quedó mirándole a los ojos con una calma increíble.
- Te has vuelto bastante tímido. Hay confianza entre nosotros y lo sabes. Recuerda que puedes abrazarme tú también sin necesidad de que yo lo haga, puedes pedirme que beba también cuando me olvide, e incluso tú también puedes besarme cuando quieras. – Dijo dándole un leve toque en el pecho para después pegar la cabeza a su hombro. Cerró los ojos despacio y tramó algo.
La joven empezó a reír un poco por lo bajo y entonces se quitó el pantalón corto, quedando tan solo con un tanga de color negro. No debía de tener miedo de él, ni nervios. Se colocó entonces en pie dándole la espalda y estirándose con toda la intención de provocarle. Miró de nuevo por la ventana haciéndose la despistada y se inclinó un poco quedando en una postura demasiado mal vista.
- Qué día tan bonito… – Dijo de forma dulce, curioso, ella no podía estar en el día, por lo que para nada era hermoso como decía.
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Aquellas palabras le descolocaron un poco al rebelde. Nuevamente un rubor cubrió su rostro y se rascó con fuerza sus cabellos, lo que demostraba que se encontraba nervioso. Nunca se esperó eso de Galia, pero debió imaginarlo. Ella y Black terminaban siendo la misma persona, al fin y al cabo... ¿Y eso donde lo dejaba a él? ¿Un puto sádico en secreto? Bueno... se había comportado de forma poco inusual con la vampiresa, así que esa teoría podía tener algo de veracidad. A final de cuentas, ambos estaban locos. Tener bipolaridad significaba que tenían líos mentales, después de todo. Estaba seguro que si un psicólogo los intentaba aconsejar a los dos al mismo tiempo, éste empezaría a replantearse su existencia y terminaría encerrado en un manicomio.
– Déjame dormir, rey del drama – gritó su otra parte dentro de su mente.
Ryuken suspiró y se fijó en que Galia se había levantado de la cama por algunos segundos. Luego, escuchó sus palabras y cerró sus ojos. Bueno, puede que los celos se le hayan ido de las manos sin que se diera cuenta, pero esa escena... Estaba seguro que Black lo hizo solo por joder con su mente. A final de cuentas, el puto Dranser tenía razón en lo que dijo. No soportaba que otros hombres se acercaran a Galia, y eso lo asumía. En un principio pensó que solo era con Ivan debido a su actitud, pero al ver que también quería cortar en trozos a una persona amable y genuina como Edward, entonces no le quedaba otra... Eso o estaba más loco de lo que creía.
– Vale, ahora sé que me está provocando – pensó mientras suspiraba, pero sin quitarle la vista de encima.
En su defensa, verla con solo sujetador y tangas, era imposible quitarle la vista de encima. Escuchó sus palabras y no pudo evitar bufar algo molesto. ¿Tímido? ¿Él? El tema era otro, que básicamente su cabeza era un caos total. Hasta hace poco no sabía que sentía por la pelirrosa, pero ahora... podía actuar sin miedo a repercusiones. Cosas como la timidez no iban en él, y se lo iba a demostrar. Sin decir palabra alguna, se sacó tanto su polera como sus pantalones, quedando solo en boxers. Se acercó sigilosamente a la pelirrosa y rodeó sus brazos por si cintura.
– Ser tan provocativa, puede pasarte la cuenta, Lia-chan – le dijo en su oído, para luego sonreír.
Sin decir palabra alguna, intentó luego tomarla en brazos para luego dejarla en la cama, si se dejaba, quedando él encima de ella. Por algunos segundos, se quedó mirando la perfección que tenía debajo y sus ojos de suavizaron.
– Te amo – le dijo con total honestidad, sin tenerle miedo a nada. Un día de estos le haría un bonito regalo a Dranser por la charla.
– Déjame dormir, rey del drama – gritó su otra parte dentro de su mente.
Ryuken suspiró y se fijó en que Galia se había levantado de la cama por algunos segundos. Luego, escuchó sus palabras y cerró sus ojos. Bueno, puede que los celos se le hayan ido de las manos sin que se diera cuenta, pero esa escena... Estaba seguro que Black lo hizo solo por joder con su mente. A final de cuentas, el puto Dranser tenía razón en lo que dijo. No soportaba que otros hombres se acercaran a Galia, y eso lo asumía. En un principio pensó que solo era con Ivan debido a su actitud, pero al ver que también quería cortar en trozos a una persona amable y genuina como Edward, entonces no le quedaba otra... Eso o estaba más loco de lo que creía.
– Vale, ahora sé que me está provocando – pensó mientras suspiraba, pero sin quitarle la vista de encima.
En su defensa, verla con solo sujetador y tangas, era imposible quitarle la vista de encima. Escuchó sus palabras y no pudo evitar bufar algo molesto. ¿Tímido? ¿Él? El tema era otro, que básicamente su cabeza era un caos total. Hasta hace poco no sabía que sentía por la pelirrosa, pero ahora... podía actuar sin miedo a repercusiones. Cosas como la timidez no iban en él, y se lo iba a demostrar. Sin decir palabra alguna, se sacó tanto su polera como sus pantalones, quedando solo en boxers. Se acercó sigilosamente a la pelirrosa y rodeó sus brazos por si cintura.
– Ser tan provocativa, puede pasarte la cuenta, Lia-chan – le dijo en su oído, para luego sonreír.
Sin decir palabra alguna, intentó luego tomarla en brazos para luego dejarla en la cama, si se dejaba, quedando él encima de ella. Por algunos segundos, se quedó mirando la perfección que tenía debajo y sus ojos de suavizaron.
– Te amo – le dijo con total honestidad, sin tenerle miedo a nada. Un día de estos le haría un bonito regalo a Dranser por la charla.
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Galia continuaba mirando las calles de la isla con una calma brutal. Había olvidado lo que estaba haciendo y se puso a ver a las personas que caminaban por el lugar. Empezaban a hacer sus cosas y eso hizo que ella sonriera. Un poco de luz solar empezó a entrar y por ello la revolucionaria cerró la persiana hacia abajo quedando la sala bastante oscura. De ese modo estaría mucho más cómoda. Soltó un pequeño suspiro y acto seguido cerró los ojos despacio. Ahora deberían esperar a que se hiciera de noche y podrían irse de aquel sitio de una vez. Estaba algo pensativa y entonces notó algo que la hizo abrir los ojos algo más de lo normal. Eran los brazos de él, los cuales rodeaban la cintura de la joven. Ella alzó una ceja sin entender y entonces escuchó sus palabras.
Fue alzada en peso y colocada de nuevo en aquella cama. Ella entonces se fijó en que él estaba tan solo… ¡En ropa interior! El rostro de ella se sonrojó al verle así y trató de moverse, pero lo tenía justo encima de ella, mirándola a los ojos. La pelirrosa le costaba mantener las formas y empezó a temblar un poco. Escuchó sus palabras y la cara de ella se puso muchísimo más roja de lo que ya estaba. Si antes estaba un poco nerviosa, aquello hizo que se pudiera a temblar como un flan. No le desagradaba, pero le daba mucha cosa que se lo dijese. Si tenía que quedarse con uno, era él. Lo siguiente que hizo fue rodear el cuello de él con las manos y le miró a los ojos de forma tímida.
- N-no me digas eso cuando estamos casi desnudos, idiota. – Dijo entonces tragando saliva y mirándole. Sus ojos se desviaron a su cuerpo y no pudo evitar acariciarlo con su mano.
Ella entonces hizo algo de hielo en la punta de sus dedos para enfriarle un poco el torso y entonces lo abrazó sin decir nada más. Lo abrazó con las piernas y lo atrapó como una pinza mientras giraba un poco y trataba de quedar encima de él. Le miró a los ojos con una sonrisa dulce y después de aquello asintió con la cabeza.
- Yo también… Pero con tus provocaciones tengo la mente en otro sitio… – Dijo algo temblorosa mientras se frotaba un poco contra su cuerpo de forma leve.
Fue alzada en peso y colocada de nuevo en aquella cama. Ella entonces se fijó en que él estaba tan solo… ¡En ropa interior! El rostro de ella se sonrojó al verle así y trató de moverse, pero lo tenía justo encima de ella, mirándola a los ojos. La pelirrosa le costaba mantener las formas y empezó a temblar un poco. Escuchó sus palabras y la cara de ella se puso muchísimo más roja de lo que ya estaba. Si antes estaba un poco nerviosa, aquello hizo que se pudiera a temblar como un flan. No le desagradaba, pero le daba mucha cosa que se lo dijese. Si tenía que quedarse con uno, era él. Lo siguiente que hizo fue rodear el cuello de él con las manos y le miró a los ojos de forma tímida.
- N-no me digas eso cuando estamos casi desnudos, idiota. – Dijo entonces tragando saliva y mirándole. Sus ojos se desviaron a su cuerpo y no pudo evitar acariciarlo con su mano.
Ella entonces hizo algo de hielo en la punta de sus dedos para enfriarle un poco el torso y entonces lo abrazó sin decir nada más. Lo abrazó con las piernas y lo atrapó como una pinza mientras giraba un poco y trataba de quedar encima de él. Le miró a los ojos con una sonrisa dulce y después de aquello asintió con la cabeza.
- Yo también… Pero con tus provocaciones tengo la mente en otro sitio… – Dijo algo temblorosa mientras se frotaba un poco contra su cuerpo de forma leve.
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Ryuken miraba, maravillado, la imagen que representaba la perfección para él. Nunca antes había visto algo más hermoso en su vida, y dudaba que existiera algo mejor que Galia. Sabía de sobra que estaba jugando con fuego y que, a la larga, tal vez podría salir lastimado emocionalmente debido a la esclavitud hacia el vampiro de mierda. El rebelde cerró sus ojos y negó con la cabeza, desechando aquellos pensamientos de su mente. No, pensar en el futuro podía ser mal para él. De momento solo viviría el hermoso presente junto a la pelirrosa. No sabía si es que el vampiro tenía forma de manipularla a distancia, así que todo el tiempo que tuviera con ella valía. Si tan solo hubiera forma alguna de devolverla a la vida sin matar a Black... Ryuken suspiró y negó con la cabeza.
El espadachín sonrío un poco al ver el sonrojo en la cara de Galia. No tenía porque, puesto que era cierto, pero no le incomodaba en lo más mínimo. En eso notó el hielo, pero no le incomodó demasiado. Tan solo se estremeció un poco, por lo que abrazó un poco más a la pelirrosa para entrar en calor. Aquello le agradaba, estar así sin preocupaciones de nada. Tan solo eran el y ella, sin que nada los molestara en lo más mínimo. Sabía que no siempre sería todo paz y tranquilidad como ahora, pero no se quejaba en lo más mínimo. Tan solo debía entrenar y volverse más fuerte, más fuerte que el imbécil de Ivan.
– No sería tan provocativo si no fueras tan hermosa como persona y en belleza – le dijo mientras arqueaba una ceja. – Así que me temo es imposible parar, mi vampiresa. –
Para probar su punto, el joven acarició un poco sus costados y la besó con intensidad mientras pedía permiso. Acarició un poco su lengua con la suya, intentado no dejarla reaccionar. Al cabo de unos segundos, Ryuken se separó y abrazó con un poco más de fuerza a la vampiresa.
– Lo irónico de todo esto – empezó mientras intentaba ocultar su rubor. – Es que todo empezó por culpa de un veneno. –
Básicamente, cuando intentó salvarla la vida en su primera misión juntos. En aquella ocasión no tenía tanta experiencia, por lo que tuvo que usar un método un poco... extremo para salvar su vida.
El espadachín sonrío un poco al ver el sonrojo en la cara de Galia. No tenía porque, puesto que era cierto, pero no le incomodaba en lo más mínimo. En eso notó el hielo, pero no le incomodó demasiado. Tan solo se estremeció un poco, por lo que abrazó un poco más a la pelirrosa para entrar en calor. Aquello le agradaba, estar así sin preocupaciones de nada. Tan solo eran el y ella, sin que nada los molestara en lo más mínimo. Sabía que no siempre sería todo paz y tranquilidad como ahora, pero no se quejaba en lo más mínimo. Tan solo debía entrenar y volverse más fuerte, más fuerte que el imbécil de Ivan.
– No sería tan provocativo si no fueras tan hermosa como persona y en belleza – le dijo mientras arqueaba una ceja. – Así que me temo es imposible parar, mi vampiresa. –
Para probar su punto, el joven acarició un poco sus costados y la besó con intensidad mientras pedía permiso. Acarició un poco su lengua con la suya, intentado no dejarla reaccionar. Al cabo de unos segundos, Ryuken se separó y abrazó con un poco más de fuerza a la vampiresa.
– Lo irónico de todo esto – empezó mientras intentaba ocultar su rubor. – Es que todo empezó por culpa de un veneno. –
Básicamente, cuando intentó salvarla la vida en su primera misión juntos. En aquella ocasión no tenía tanta experiencia, por lo que tuvo que usar un método un poco... extremo para salvar su vida.
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Maldito y sensual Ryuken. De nuevo la miraba a los ojos y le decía palabras que la hacían ponerse muy nerviosa. Eso de hermosa como persona no estaba de acuerdo, pues había matado incluso a gente sin quererlo, pero las mató a fin de cuentas. En esos momentos no tenía nada de debilidad, pues había bebido muchísimo de él y estaba bastante llena de sangre fresca. Cuando dijo “Mi vampiresa” ella mostró de nuevo un enorme rubor. Eso no iba a permitírselo, esa clase de comentarios la dejaban a ella como propiedad suya y… y… hinchó los mofletes un poco. Estuvo entonces a punto de hablar, pero no pudo. Algo entró en su boca. Notó la lengua húmeda del espadachín dorado entrar y no tardó mucho en cerrar los ojos y mover los pies de un lado a otro. Cuando se separó, ella quedó más abrazada.
- K-kyah…
Dejó salir de sus labios mientras mantenía sus ojos abiertos, su sonrojo manifestado en su rostro aun y un pequeño hilo de saliva caía desde sus comisuras hasta la barbilla. Sus manos estaban estiradas hacia los lados y sus ojos algo entrecerrados. Aquella escena debía de ser aquellos que los hombres llamaban el paraíso, pero ella no se había costado de ello. Había movido incluso su lengua inconscientemente contra la suya un poco y además su corazón palpitaba. A diferencia de la otra vez, ahora se habían declarado por así decirlo. Recordó lo del veneno y asintió con la cabeza, pero con aquella expresión en el rostro. Debía de verse demasiado adorable en aquellos momentos. Lo siguiente que hizo fue hacer surgir su cola y sus orejas, quedando de esa forma mucho más provocativa.
Enroscó la cola en el torso de él y con las uñas arañó despacio su zona abdominal, bajando algo la mano y acariciando levemente la zona de las ingles. Maulló un poco guiñándole el ojo y le abrazó de nuevo mientras ahora fue ella quien trató de estirar la lengua hacia sus labios. Tras hacerlo los acarició muy despacio para dejar un poco de su propia saliva sobre ellos. Tras aquello volvió a quedar tumbada debajo de él mirándole de forma tímida. Sabía que eso podía encantarle demasiado y por ello hizo eso.
- N-nyah… Ryu-kun… – Susurró mirándole debajo, desvalida, vulnerable y con el sujetador y la parte de abajo únicamente.
- K-kyah…
Dejó salir de sus labios mientras mantenía sus ojos abiertos, su sonrojo manifestado en su rostro aun y un pequeño hilo de saliva caía desde sus comisuras hasta la barbilla. Sus manos estaban estiradas hacia los lados y sus ojos algo entrecerrados. Aquella escena debía de ser aquellos que los hombres llamaban el paraíso, pero ella no se había costado de ello. Había movido incluso su lengua inconscientemente contra la suya un poco y además su corazón palpitaba. A diferencia de la otra vez, ahora se habían declarado por así decirlo. Recordó lo del veneno y asintió con la cabeza, pero con aquella expresión en el rostro. Debía de verse demasiado adorable en aquellos momentos. Lo siguiente que hizo fue hacer surgir su cola y sus orejas, quedando de esa forma mucho más provocativa.
Enroscó la cola en el torso de él y con las uñas arañó despacio su zona abdominal, bajando algo la mano y acariciando levemente la zona de las ingles. Maulló un poco guiñándole el ojo y le abrazó de nuevo mientras ahora fue ella quien trató de estirar la lengua hacia sus labios. Tras hacerlo los acarició muy despacio para dejar un poco de su propia saliva sobre ellos. Tras aquello volvió a quedar tumbada debajo de él mirándole de forma tímida. Sabía que eso podía encantarle demasiado y por ello hizo eso.
- N-nyah… Ryu-kun… – Susurró mirándole debajo, desvalida, vulnerable y con el sujetador y la parte de abajo únicamente.
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Ryuken miraba la escena erótica que tenía delante de sus ojos, al tiempo que se pellizcaba la nariz para evitar que la sangre saliera debido al calor. Al cabo de unos segundos, una vez que se calmó el derrame, soltó su nariz y dejó su brazo a un lado, al tiempo que miraba al cuerpo de Galia sin saber como reaccionar. En el lapso de tiempo en el que se encontraba distraído (porque aquello iba a llevar la atención de la pelirrosa hacia otro lado debido a su condición), la mujer había hecho aparecer sus orejas y cu cola. El espadachín abrió su boca para decir algo, pero nada parecía salir de allí. Era como si su cerebro hubiera sufrido un cortocircuito y ahora estuviera en proceso de reiniciar sus funciones básicas.
– Creo que he muerto e ido al cielo... – la voz de su otro yo consiguió que volviera a la realidad.
Sus cejas se alzaron al notar aquel tono desconocido en su voz. Era distinto al siniestro o perverso de siempre. Intentó llamarlo, pero no contestó por alguna razón. Al concentrarse, notó que se había quedado inconsciente. Demasiada ternura había sido demasiado para un ser que solo se alimentaba de la desesperación de los demás. Ahora tenía otra debilidad que podía usar en su contra.
En eso, notó que Galia estiraba su lengua y empezaba a acariciarlo con aquello. Debido que aún no estaba recuperado al cien por ciento, no pudo evitar que la pelirrosa hiciera de las suyas sin que él hiciera nada devuelta. Una vez que se separó, inconscientemente se pasó la lengua por sus labios y miró fijamente a su compañera... Y ahora venían los sonidos de gatos. Entrecerró sus ojos y negó con la cabeza, al tiempo que sonreía levemente debido a la ironía.
– Y luego yo soy el que provoca – le dijo mientras reía un poco.
Sin decir nada más, el joven la besó de nuevo mientras que con su mano acariciaba su cuerpo. Debido a que no veía, rozó accidentalmente su extremidad con su parte sensible. Rápidamente la alejó de allí y la llevó hasta la espalda. No, no haría eso a menos que tuviera el permiso de Galia para llegar hasta el final. Llegó hasta el amarre de su sujetador y separó sus labios de los de ella. La miró fijamente y suspiró.
– ¿Estás segura que quieres llegar hasta el final? Porque si me dices que sí, es posible que no pueda detenerme – le dijo mientras acariciaba con cariño sus orejas felinas. En verdad eran suaves, y eso solo hacía que siguiera.
– Creo que he muerto e ido al cielo... – la voz de su otro yo consiguió que volviera a la realidad.
Sus cejas se alzaron al notar aquel tono desconocido en su voz. Era distinto al siniestro o perverso de siempre. Intentó llamarlo, pero no contestó por alguna razón. Al concentrarse, notó que se había quedado inconsciente. Demasiada ternura había sido demasiado para un ser que solo se alimentaba de la desesperación de los demás. Ahora tenía otra debilidad que podía usar en su contra.
En eso, notó que Galia estiraba su lengua y empezaba a acariciarlo con aquello. Debido que aún no estaba recuperado al cien por ciento, no pudo evitar que la pelirrosa hiciera de las suyas sin que él hiciera nada devuelta. Una vez que se separó, inconscientemente se pasó la lengua por sus labios y miró fijamente a su compañera... Y ahora venían los sonidos de gatos. Entrecerró sus ojos y negó con la cabeza, al tiempo que sonreía levemente debido a la ironía.
– Y luego yo soy el que provoca – le dijo mientras reía un poco.
Sin decir nada más, el joven la besó de nuevo mientras que con su mano acariciaba su cuerpo. Debido a que no veía, rozó accidentalmente su extremidad con su parte sensible. Rápidamente la alejó de allí y la llevó hasta la espalda. No, no haría eso a menos que tuviera el permiso de Galia para llegar hasta el final. Llegó hasta el amarre de su sujetador y separó sus labios de los de ella. La miró fijamente y suspiró.
– ¿Estás segura que quieres llegar hasta el final? Porque si me dices que sí, es posible que no pueda detenerme – le dijo mientras acariciaba con cariño sus orejas felinas. En verdad eran suaves, y eso solo hacía que siguiera.
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La joven se estremeció al sentir la mano del chico en su zona sensible, soltó un leve jadeo contra su boca entonces y le abrazó con fuerza. Notó el tacto de sus cabellos de nuevo cuando los rozó y aquella la hizo relajarse. Aquella extensión que tenían la tranquilizaba muchísimo, le gustaba que fueran así. Menos mal que no decidía cortárselos, pues a ella le encantaban de forma exagerada. Los acarició bastante de hecho, rascándole en ellos con dulzura sintiendo la forma de ellos en todo momento. No pudo evitar abrir los ojos cuando él se separó, quedando un poco confusa sin entenderlo. La mano de él se colocó entonces en su sujetador, en la zona donde se abrochaba más bien. Escuchó sus palabras y de nuevo se avergonzó, tonto.
- Estoy segura, no es la primera vez. Pero no digas que no puedas detenerte, puede que sea yo la que no te deje en las próximas dos horas.
Dijo entonces con un tono pícaro y algo nervioso al mismo tiempo. Ella entonces terminó de quitarse la parte superior y la arrojó a un lado. Sus pechos quedaron al descubierto, pero enseguida fueron tapados por la mano derecha de ella, la cual miró a otro lado unos momentos ligeramente ruborizada. No sabía reaccionar, pues la otra vez era de noche y… Eso era. Con su mano libre apagó su luz dejando todo a oscuras, pues había bajado la persiana. Ahora no le veía a él y por ello no tendría que ponerse muy nerviosa. Mostró una expresión dulce y entonces le abrazó. Su cola en un acto travieso bajó su ropa interior y después volvió a enroscarse en su cintura.
- Que duro estás ya… ¿Tanto te excito? – Sus ojos tomaron un color rojo cuando dijo aquello, pero enseguida volvieron a azules. Ella se murió de vergüenza, nunca habría dicho aquello, pero Black era un poco cabrona.
Tembló de nuevo debido a la posible reacción que pudiese tener él y entonces notó que ella ya estaba bastante humedecida en la zona inferior de su cuerpo. Maldito Ryuken, no entendía como le podía gustar tanto estar con una persona. Él para ella era perfecto. Siempre iba a con él a todas las misiones y tal vez era Black quien mordía a los demás buscando despertar celos en él. Ella entonces se mantuvo callada tras la vulgaridad que había dicho y se mordió el labio inferior.
- Noto tu respiración… Es agitada… – Le dijo entonces mientras escuchaba sus latidos también y su sangre fluir por sus venas.
- Estoy segura, no es la primera vez. Pero no digas que no puedas detenerte, puede que sea yo la que no te deje en las próximas dos horas.
Dijo entonces con un tono pícaro y algo nervioso al mismo tiempo. Ella entonces terminó de quitarse la parte superior y la arrojó a un lado. Sus pechos quedaron al descubierto, pero enseguida fueron tapados por la mano derecha de ella, la cual miró a otro lado unos momentos ligeramente ruborizada. No sabía reaccionar, pues la otra vez era de noche y… Eso era. Con su mano libre apagó su luz dejando todo a oscuras, pues había bajado la persiana. Ahora no le veía a él y por ello no tendría que ponerse muy nerviosa. Mostró una expresión dulce y entonces le abrazó. Su cola en un acto travieso bajó su ropa interior y después volvió a enroscarse en su cintura.
- Que duro estás ya… ¿Tanto te excito? – Sus ojos tomaron un color rojo cuando dijo aquello, pero enseguida volvieron a azules. Ella se murió de vergüenza, nunca habría dicho aquello, pero Black era un poco cabrona.
Tembló de nuevo debido a la posible reacción que pudiese tener él y entonces notó que ella ya estaba bastante humedecida en la zona inferior de su cuerpo. Maldito Ryuken, no entendía como le podía gustar tanto estar con una persona. Él para ella era perfecto. Siempre iba a con él a todas las misiones y tal vez era Black quien mordía a los demás buscando despertar celos en él. Ella entonces se mantuvo callada tras la vulgaridad que había dicho y se mordió el labio inferior.
- Noto tu respiración… Es agitada… – Le dijo entonces mientras escuchaba sus latidos también y su sangre fluir por sus venas.
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"Eso... es rebatible", pensó mientras una sonrisa picara se formaba en su rostro. Tenía la duda de que si Galia era igual de competitiva que Black, pero ahora lo sabía a la perfección. No al nivel exagerado de sus otras partes, pero si lo suficiente para no dejarse perder, incluso en actividades como estas. En eso, notó como la vampiresa terminaba por quitarse la parte superior de la ropa interior. Sus ojos se abrieron de par en par al ver esto, puesto que alcanzó a ver algo antes que la joven pusiera sus brazos para ocultarlo, pero ya era tarde. La otra vez, como era tan tarde, no pudo ver del todo el cuerpo de la joven. Ahora que lo sabía, sería una memoria que guardaría en lo más profundo de su mente y nunca lo olvidaría.
– Con que así quieres jugar, ¿no? – pensó mientras entrecerraba los ojos, aunque un rubor crecía en su rostro al notar lo que había hecho con su cola. No sabía si lo hizo en un acto por sí misma, o cierta persona había decido interrumpir. Fuese lo que fuese, pedía a todo que la vampiresa no se las diera por interrumpir en medio de la actividad.
Seguía sintiendo un poco de vergüenza estando desnudo frente a la pelirrosa, pero el hecho que las persianas estuvieran cerradas le alegraba un poco. De todas formas, no tenía nada de porque frustrarse. Había leído libros sobre eso, y sabía que estaba por sobre el promedio, lo cual le hacía jactarse de orgullo. Obviamente eso no le importaba antes de conocer a su compañera, pero ahora... Las cosas eran totalmente distintas.
– Y de quien es la culpa, me preguto – le dijo en un tono pícaro.
Y por eso, decidió callarla con un beso. Las palabras sobraría en lo que pasaría después, de todas formas. Solo aceleró un poco el proceso, y no estaba mal. Mientras hacía eso, exploró cada rincón de su cuerpo, incluso sus desnudos pechos. Le desagradaba el hecho de que no pudiera verlos, pero no quedaba otra. Pensó seriamente en usar algo de oro para iluminar su cuerpo con su brillante destello, pero lo descartó. Sabía que la pelirrosa tenía vergüenza para esas cosas, y no quería hacerla sentir mal. Eso sí... apuntó con su mano hacia la puerta e hizo que el oro se formara en una especie de cerrojo en la manilla. No quería interrupciones; ya se disculparía con el dueño del hostal por el ruido hecho por la pelea y por los que sucederían en las próximas horas. No tenía apuros, sin embargo.
– Con que así quieres jugar, ¿no? – pensó mientras entrecerraba los ojos, aunque un rubor crecía en su rostro al notar lo que había hecho con su cola. No sabía si lo hizo en un acto por sí misma, o cierta persona había decido interrumpir. Fuese lo que fuese, pedía a todo que la vampiresa no se las diera por interrumpir en medio de la actividad.
Seguía sintiendo un poco de vergüenza estando desnudo frente a la pelirrosa, pero el hecho que las persianas estuvieran cerradas le alegraba un poco. De todas formas, no tenía nada de porque frustrarse. Había leído libros sobre eso, y sabía que estaba por sobre el promedio, lo cual le hacía jactarse de orgullo. Obviamente eso no le importaba antes de conocer a su compañera, pero ahora... Las cosas eran totalmente distintas.
– Y de quien es la culpa, me preguto – le dijo en un tono pícaro.
Y por eso, decidió callarla con un beso. Las palabras sobraría en lo que pasaría después, de todas formas. Solo aceleró un poco el proceso, y no estaba mal. Mientras hacía eso, exploró cada rincón de su cuerpo, incluso sus desnudos pechos. Le desagradaba el hecho de que no pudiera verlos, pero no quedaba otra. Pensó seriamente en usar algo de oro para iluminar su cuerpo con su brillante destello, pero lo descartó. Sabía que la pelirrosa tenía vergüenza para esas cosas, y no quería hacerla sentir mal. Eso sí... apuntó con su mano hacia la puerta e hizo que el oro se formara en una especie de cerrojo en la manilla. No quería interrupciones; ya se disculparía con el dueño del hostal por el ruido hecho por la pelea y por los que sucederían en las próximas horas. No tenía apuros, sin embargo.
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Galia mantenía sus ojos cerrados mientras el chico exploraba su cuerpo despacio. No pudo evitar dejarse llevar lentamente. Empezó a sentir sus manos en los pechos y gimió un poco, pero algo empezó a ocurrir en su mente. Los ojos de la tigresa cambiaron a rojos, después a azul y después de nuevo a rojizos. Entonces jadeó con fuerza, pero parecía no ser de placer, estaba muy nerviosa. La chica estiró las manos desesperada hacia él y agarró sus cabellos con un poco de fuerza. Rápidamente habló en voz alta.
- ¿Ryuken? Háblame por favor… !Háblame!
Dijo entonces mientras buscaba la luz desesperadamente con la mano. No le veía, y la última vez que alguien había tocado sus pechos y su cuerpo, la cosa terminó muy mal. Por un momento pensó que Ivan estaba allí en lugar de él e incluso trató de empujarle con fuerza. La joven golpeó con el puño el interruptor de la luz, la cual se encendió al momento. Aquella imagen podía ser algo fuerte. Galia estaba abrazándose la zona del pecho, muerta de miedo. Estaba llorando. Sus ojos eran de color rojo, Black estaba muerta de miedo. Se quedó mirando a Ryuken de forma temblorosa y señaló el sujetador para que se lo pasase. Agachó la cabeza y se puso las manos sobre los oídos.
- Perdóname, perdóname… – Decía cambian de color de ojos todo el rato sin parar. Finalmente quedaron en rojo.
La vampira temblaba de forma violenta, incluso lanzó una estaca de hielo que atravesó la ventana dejando salir un poco de luz solar allí dentro, pero lejos de ella. Miró a varios sitios al mismo tiempo y lo siguiente que hizo fue mirar a Ryuken entre lágrimas. No le importaba su orgullo en ese momento, lo observaba de arriba abajo asegurándose de que era él. Incluso empezó a olerlo de forma exagerada. La vampira con el pecho descubierto se lanzó hacia él de forma violenta. Le abrazó con mucha fuerza y pegó su cabeza al pecho de él. Black empezó a llorar desconsolada, su cuerpo temblaba de forma muy exagerada.
- R-Ryu… Abrázame… Dime que estamos solos… Dime que él no está… – Dijo con la voz rota y abrazándose a él con fuerza. La imagen de alguien como ella así podía ser dura, pero si dejaba a Galia, podía morirse de un jodido ataque de ansiedad si la dejaba a ella tomar el control, incluso hablando seriamente de un infarto.
La joven subió sus manos hasta rodear su cuello y se pegó a él todo lo posible. Miró a todos lados de nuevo, continuaba temblando y cerró los ojos con fuerza.
- Perdóname… Perdóname… – Había sufrido un ataque de pánico. Lo que le hizo fue demasiado horrible, de hecho, ella colocó una mano en su propia entrepierna, asustada y cerrando las piernas con fuerza, como si no quisiera que nadie accediera a esa zona de repente. Tiró de forma violenta sus propias espadas de hielo al ver los filos y continuó llorando en su pecho mientras le abrazaba con fuerza. Se encogió un poco y le miró a los ojos de forma desesperada. – T-Tengo miedo… – Terminó de decir con la voz entrecortada.
- ¿Ryuken? Háblame por favor… !Háblame!
Dijo entonces mientras buscaba la luz desesperadamente con la mano. No le veía, y la última vez que alguien había tocado sus pechos y su cuerpo, la cosa terminó muy mal. Por un momento pensó que Ivan estaba allí en lugar de él e incluso trató de empujarle con fuerza. La joven golpeó con el puño el interruptor de la luz, la cual se encendió al momento. Aquella imagen podía ser algo fuerte. Galia estaba abrazándose la zona del pecho, muerta de miedo. Estaba llorando. Sus ojos eran de color rojo, Black estaba muerta de miedo. Se quedó mirando a Ryuken de forma temblorosa y señaló el sujetador para que se lo pasase. Agachó la cabeza y se puso las manos sobre los oídos.
- Perdóname, perdóname… – Decía cambian de color de ojos todo el rato sin parar. Finalmente quedaron en rojo.
La vampira temblaba de forma violenta, incluso lanzó una estaca de hielo que atravesó la ventana dejando salir un poco de luz solar allí dentro, pero lejos de ella. Miró a varios sitios al mismo tiempo y lo siguiente que hizo fue mirar a Ryuken entre lágrimas. No le importaba su orgullo en ese momento, lo observaba de arriba abajo asegurándose de que era él. Incluso empezó a olerlo de forma exagerada. La vampira con el pecho descubierto se lanzó hacia él de forma violenta. Le abrazó con mucha fuerza y pegó su cabeza al pecho de él. Black empezó a llorar desconsolada, su cuerpo temblaba de forma muy exagerada.
- R-Ryu… Abrázame… Dime que estamos solos… Dime que él no está… – Dijo con la voz rota y abrazándose a él con fuerza. La imagen de alguien como ella así podía ser dura, pero si dejaba a Galia, podía morirse de un jodido ataque de ansiedad si la dejaba a ella tomar el control, incluso hablando seriamente de un infarto.
La joven subió sus manos hasta rodear su cuello y se pegó a él todo lo posible. Miró a todos lados de nuevo, continuaba temblando y cerró los ojos con fuerza.
- Perdóname… Perdóname… – Había sufrido un ataque de pánico. Lo que le hizo fue demasiado horrible, de hecho, ella colocó una mano en su propia entrepierna, asustada y cerrando las piernas con fuerza, como si no quisiera que nadie accediera a esa zona de repente. Tiró de forma violenta sus propias espadas de hielo al ver los filos y continuó llorando en su pecho mientras le abrazaba con fuerza. Se encogió un poco y le miró a los ojos de forma desesperada. – T-Tengo miedo… – Terminó de decir con la voz entrecortada.
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Algo estaba mal, realmente algo se encontraba muy mal ahora. De un segundo para otro, el ambiente placentero se había puesto algo opresivo. ¿Qué demonios estaba pasando? De repente, la pelirrosa agarró con fuerza sus cabellos. Ryuken se quejó un poco debido al dolor repentino, y estuvo a punto de preguntarle a Galia de por qué hizo eso... Hasta que escuchó su voz. Las palabras se le quedaron ahí, puesto que el joven se enmudeció debido a la sorpresa. Nunca antes había escuchado ese tono en la vampiresa, nunca. Ni siquiera en sus momentos más bajos, como en Saint Reia y su primera misión, la había percibido de esa forma. Ryuken tenía una imagen fuerte de ella, y escucharla así ahora... fue sorpresivo. Por algunos instantes se quedó allí sin hacer nada, pero luego reaccionó e intentó tomarla para tranquilizarla.
– Galia, estoy aquí. ¿Qué sucede? –
Por algunos segundos, pensó que el tuvo algo que ver en eso, pero lo descartó. No, había algo más en todo esto de lo que no se estaba enterando. Incluso la joven le empujó, lo que provocó que se cayera de la cama debido a que no se lo esperaba. Se paró justo para cuando consiguió prender la luz, y lo que vio... se le quedaría grabado para toda la eternidad. Por los ojos rojos supo que se trataba de Black, pero... era imposible. La vampira era alguien de carácter fuerte, mientras que la persona que tenía en frente era todo lo opuesto a lo que conocía de ella. Al ver como le miraba con esos ojos llenos de miedo... sintió como su corazón se partía en dos. Observó que señalaba el sujetador, a lo que rápidamente se lo pasó. El mismo se puso los boxers para estar más "cómodo".
– Black... – intentó hablar, pero las palabras no se le salían.
Las lágrimas no paraban de salir de los ojos de Black, y eso ocasionaba que un "nudo" se formara en su estómago. Tragó en seco al ver que empezaba a olerlo, pero lo que hizo se sorprendió. ¿Enserio la orgullosa vampira le estaba abrazando? Solo atinó a abrazarla devuelta, al tiempo que le hacía cariños en la espalda en un intento en vano de calmarla. Escuchó sus palabras y sus ojos se entrecerraron. El "él" del que hablaba... solo podía tratarse de una sola persona. Su ira iba creciendo, y el oro que se encontraba alrededor empezaba a temblar violentamente. Sabía que el vampiro la había torturado, ¿pero llegar al extremo de que incluso Black le tenía miedo? No, eso era imperdonable.
– ¿Enserio piensas en venganza ahora? Mira lo que tienes al frente, maldito. –
No cuestionó cuando fue que Yami había despertado de nuevo, pero tenía razón en eso. Aquello no era importante ahora, sino que debía confortar a la pelirrosa con la mejor de sus habilidades.
– Black, tranquila. El maldito no se encuentra aquí, solo estamos nosotros. No te hará nada, lo prometo – le dijo mientras la abrazaba con suavidad.
Era todo lo que podía hacer ahora, puesto que la vampiresa no era una de las más fáciles de reconfortar. Antes que pudiera seguir, sin embargo, se vio forzado por su otro yo a volver a lo más profundo de su mente. Yami miraba con seriedad a la pelirrosa, sin tener su brillo de locura y frialdad característico. Lo que ambas no sabían, era que Yami había sido la personalidad original de ambos, no el Ryuken que Galia conocía. El ambiente en el que creció fue violento y desesperante, y al peliplateado no le quedo otra que adaptarse a eso. Allí nació ese demonio, ese ser que mataba y hacía sufrir sin miramiento alguno. La primera vez que había salido el otro, fue cuando fue adoptado. En aquel entonces no quería nada más que matar a esa mujer, pero se encontraba demasiado débil como para hacerlo. Con el tiempo y los cariños de aquella mujer cuando estaba en recuperación, terminaron por pasarle la cuenta y nació el Ryuken que Galia conoció.
– Enserio... no pensé que eras así de patética – empezó a hablar tranquilamente, mientras dejaba que Black siguiera desahogándose en él. – No pensé que fueras así de débil por algo como eso, pero antes que digas nada – se apresuró a agregar por si decía algo de que no entendía como se sentía. – Has de saber que yo fui torturado, humillado, mutilado y cortado en todas partes más veces de lo que pudiera contar. Todo eso, durante los primero putos doce años de mi vida – por algunos instantes, tembló al recordar todo lo que sucedió, pero luego volvió a tener la usual expresión. – Pero no, no dejé que las cosas terminaran así. Si solo sobrevivían los más fuertes, entonces hice todo lo posible para lograrlo. Maté, maté, maté y maté sin remordimientos, aguardando el día de mi venganza, hasta que al fin pude superar el dolor y trauma, pera luego escapar – se quedó callado por algunos instantes. Se apartó un poco e intentó tomar la barbilla de Black, obligándola a mirarlo a los ojos. – A lo que quiero llegar, ¿es que en verdad piensas dejar que ese vampiro de cuarta dicte tus vidas y tus miedos? Mírame de frente y dime sinceramente que no quieres verlo lleno de mierda, cortes, orina de perro, sangre... Siendo tu quien lo estés torturando, dándole el doble de lo que te hizo. Dime que no quieres venganza y solo quieres tenerle miedo para siempre – le dijo mientras sonreía siniestramente. – Ah, cierto. Verdad que no puedes por ese tema de ser su esclava. En ese caso, lo haré por ti y te traeré su cabeza de regalo. No creas que lo hago por ti, simplemente verte en ese estado es lamentable para mi persona – finalizó mientras chocaba su frente con la de ella.
– Galia, estoy aquí. ¿Qué sucede? –
Por algunos segundos, pensó que el tuvo algo que ver en eso, pero lo descartó. No, había algo más en todo esto de lo que no se estaba enterando. Incluso la joven le empujó, lo que provocó que se cayera de la cama debido a que no se lo esperaba. Se paró justo para cuando consiguió prender la luz, y lo que vio... se le quedaría grabado para toda la eternidad. Por los ojos rojos supo que se trataba de Black, pero... era imposible. La vampira era alguien de carácter fuerte, mientras que la persona que tenía en frente era todo lo opuesto a lo que conocía de ella. Al ver como le miraba con esos ojos llenos de miedo... sintió como su corazón se partía en dos. Observó que señalaba el sujetador, a lo que rápidamente se lo pasó. El mismo se puso los boxers para estar más "cómodo".
– Black... – intentó hablar, pero las palabras no se le salían.
Las lágrimas no paraban de salir de los ojos de Black, y eso ocasionaba que un "nudo" se formara en su estómago. Tragó en seco al ver que empezaba a olerlo, pero lo que hizo se sorprendió. ¿Enserio la orgullosa vampira le estaba abrazando? Solo atinó a abrazarla devuelta, al tiempo que le hacía cariños en la espalda en un intento en vano de calmarla. Escuchó sus palabras y sus ojos se entrecerraron. El "él" del que hablaba... solo podía tratarse de una sola persona. Su ira iba creciendo, y el oro que se encontraba alrededor empezaba a temblar violentamente. Sabía que el vampiro la había torturado, ¿pero llegar al extremo de que incluso Black le tenía miedo? No, eso era imperdonable.
– ¿Enserio piensas en venganza ahora? Mira lo que tienes al frente, maldito. –
No cuestionó cuando fue que Yami había despertado de nuevo, pero tenía razón en eso. Aquello no era importante ahora, sino que debía confortar a la pelirrosa con la mejor de sus habilidades.
– Black, tranquila. El maldito no se encuentra aquí, solo estamos nosotros. No te hará nada, lo prometo – le dijo mientras la abrazaba con suavidad.
Era todo lo que podía hacer ahora, puesto que la vampiresa no era una de las más fáciles de reconfortar. Antes que pudiera seguir, sin embargo, se vio forzado por su otro yo a volver a lo más profundo de su mente. Yami miraba con seriedad a la pelirrosa, sin tener su brillo de locura y frialdad característico. Lo que ambas no sabían, era que Yami había sido la personalidad original de ambos, no el Ryuken que Galia conocía. El ambiente en el que creció fue violento y desesperante, y al peliplateado no le quedo otra que adaptarse a eso. Allí nació ese demonio, ese ser que mataba y hacía sufrir sin miramiento alguno. La primera vez que había salido el otro, fue cuando fue adoptado. En aquel entonces no quería nada más que matar a esa mujer, pero se encontraba demasiado débil como para hacerlo. Con el tiempo y los cariños de aquella mujer cuando estaba en recuperación, terminaron por pasarle la cuenta y nació el Ryuken que Galia conoció.
– Enserio... no pensé que eras así de patética – empezó a hablar tranquilamente, mientras dejaba que Black siguiera desahogándose en él. – No pensé que fueras así de débil por algo como eso, pero antes que digas nada – se apresuró a agregar por si decía algo de que no entendía como se sentía. – Has de saber que yo fui torturado, humillado, mutilado y cortado en todas partes más veces de lo que pudiera contar. Todo eso, durante los primero putos doce años de mi vida – por algunos instantes, tembló al recordar todo lo que sucedió, pero luego volvió a tener la usual expresión. – Pero no, no dejé que las cosas terminaran así. Si solo sobrevivían los más fuertes, entonces hice todo lo posible para lograrlo. Maté, maté, maté y maté sin remordimientos, aguardando el día de mi venganza, hasta que al fin pude superar el dolor y trauma, pera luego escapar – se quedó callado por algunos instantes. Se apartó un poco e intentó tomar la barbilla de Black, obligándola a mirarlo a los ojos. – A lo que quiero llegar, ¿es que en verdad piensas dejar que ese vampiro de cuarta dicte tus vidas y tus miedos? Mírame de frente y dime sinceramente que no quieres verlo lleno de mierda, cortes, orina de perro, sangre... Siendo tu quien lo estés torturando, dándole el doble de lo que te hizo. Dime que no quieres venganza y solo quieres tenerle miedo para siempre – le dijo mientras sonreía siniestramente. – Ah, cierto. Verdad que no puedes por ese tema de ser su esclava. En ese caso, lo haré por ti y te traeré su cabeza de regalo. No creas que lo hago por ti, simplemente verte en ese estado es lamentable para mi persona – finalizó mientras chocaba su frente con la de ella.
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La vampira fue relajándose lentamente mientras continuaba abrazada con fuerza a Ryuken. Notaba una sensación incómoda recorrer su cuerpo, pero a poco a poco la estaba calmando. La sensación de sus brazos la tranquilizaba muchísimo y ahora cerró sus ojos despacio mientras se avergonzaba un poco. Se colocó el sujetador entonces y quedó pegada a él. Se sentía segura de nuevo pese a todo. Miró que todo estaba bien iluminado y decidió que era el momento de relajarse un poco. Ahora mirarle a él después de aquello sería vergonzoso para ella, la cual era conocida por su orgullo. Tragó saliva un poco nerviosa y entonces levantó la mirada buscando sus ojos, los de ella continuaban estando algo humedecidos. Era normal después de haber llorado tanto.
“Patética” Los ojos de Black se abrieron algo más de la cuenta al escuchar aquello, de hecho, lejos de enfadarse, quedó paralizada. Galia en su interior recordó aquellas palabras… Justo lo último que escuchó cuando murió su padre y su familia. Sabía que era patética, pues no pudo salvar a nadie, pero que se lo recordara él la hizo sentirse fatal. Quiso apartarse de él, pero notó como la tomaba por la barbilla, justo como hacía Ivan. Ella entonces quedó algo confusa y le miró a los ojos con algo de temor. El recordarle que era una esclava y su choque de frente la hizo fruncir un poco el ceño mientras le miraba mosqueada. Se había pasado tres pueblos y ella estaba demasiado sensible en aquel momento. La vampira trató de golpearle con el puño cerrado en el rostro y lanzarlo hacia atrás.
- ¡Cállate! ¡No me cuentes idioteces cuando de dos golpes que te he dado te has escondido tras Ryuken sin dar la cara! No sueñes con vencer algo que te mataría con un dedo, ¡estúpido! ¡Eres más débil que yo! – Gritó mostrando sus dientes de forma amenazante.
Los ojos de ella se humedecieron de nuevo, pero esta vez tomaron su tono azul habitual. Galia estaba en un estado pésimo, temblaba mientras le miraba con rabia sabiendo que se trataba de la otra persona. Su Ryuken nunca habría dicho aquellas cosas tan horribles. Ella se colocó el pantalón y se puso la camiseta rápidamente. No tardó mucho en empujar una silla a un lado y tirarla al suelo mientras le miraba a él entre lágrimas.
- ¡Ya sé que soy patética! No todos somos unos asesinos que podemos solucionarlo todo matando. Perdí a mi familia por patética, me convertí en esclava por patética ¡Si te resulto lamentable, deja de mirarme entonces! – Dijo claramente ofendida.
La chica entonces corrió hacia la ventana y de un salto la atravesó totalmente, haciéndose múltiples cortes en el rostro, en especial uno en la frente, por el que empezó a sangrar de forma considerable. El Sol impactó de lleno en su cuerpo, debilitándole e impidiendo que pudiera curarse. Salió corriendo lo más rápido que pudo entre las pequeñas casas hasta llegar al bosque, donde se tumbó cerca de un pequeño lago y quedó bocabajo.
- ¡Le odio! ¡Le odio! – Gritó entre sollozos mientras el Sol continuaba clavado en ella, debilitándola bastante y dejándola allí tirada.
La sangre salía de sus heridas sin detenerse y no tardó mucho en tener todo el rostro ensangrentado mientras se abrazaba así misma. Sus ojos se pusieron rojizos durante unos leves instantes, frunciendo el ceño de forma exagerada, pero después cambiaron a azules volviendo a tener aquella expresión de dolor en su cara.
- Sé que puedes saber dónde estoy… Ven de una vez y termina conmigo… ¡Las personas patéticas no merecemos nada! – Gritó golpeándose con el suelo y abriéndose algo más la herida de la frente. Miraba el lago una y otra vez, a lo mejor cubría lo suficiente.
“Patética” Los ojos de Black se abrieron algo más de la cuenta al escuchar aquello, de hecho, lejos de enfadarse, quedó paralizada. Galia en su interior recordó aquellas palabras… Justo lo último que escuchó cuando murió su padre y su familia. Sabía que era patética, pues no pudo salvar a nadie, pero que se lo recordara él la hizo sentirse fatal. Quiso apartarse de él, pero notó como la tomaba por la barbilla, justo como hacía Ivan. Ella entonces quedó algo confusa y le miró a los ojos con algo de temor. El recordarle que era una esclava y su choque de frente la hizo fruncir un poco el ceño mientras le miraba mosqueada. Se había pasado tres pueblos y ella estaba demasiado sensible en aquel momento. La vampira trató de golpearle con el puño cerrado en el rostro y lanzarlo hacia atrás.
- ¡Cállate! ¡No me cuentes idioteces cuando de dos golpes que te he dado te has escondido tras Ryuken sin dar la cara! No sueñes con vencer algo que te mataría con un dedo, ¡estúpido! ¡Eres más débil que yo! – Gritó mostrando sus dientes de forma amenazante.
Los ojos de ella se humedecieron de nuevo, pero esta vez tomaron su tono azul habitual. Galia estaba en un estado pésimo, temblaba mientras le miraba con rabia sabiendo que se trataba de la otra persona. Su Ryuken nunca habría dicho aquellas cosas tan horribles. Ella se colocó el pantalón y se puso la camiseta rápidamente. No tardó mucho en empujar una silla a un lado y tirarla al suelo mientras le miraba a él entre lágrimas.
- ¡Ya sé que soy patética! No todos somos unos asesinos que podemos solucionarlo todo matando. Perdí a mi familia por patética, me convertí en esclava por patética ¡Si te resulto lamentable, deja de mirarme entonces! – Dijo claramente ofendida.
La chica entonces corrió hacia la ventana y de un salto la atravesó totalmente, haciéndose múltiples cortes en el rostro, en especial uno en la frente, por el que empezó a sangrar de forma considerable. El Sol impactó de lleno en su cuerpo, debilitándole e impidiendo que pudiera curarse. Salió corriendo lo más rápido que pudo entre las pequeñas casas hasta llegar al bosque, donde se tumbó cerca de un pequeño lago y quedó bocabajo.
- ¡Le odio! ¡Le odio! – Gritó entre sollozos mientras el Sol continuaba clavado en ella, debilitándola bastante y dejándola allí tirada.
La sangre salía de sus heridas sin detenerse y no tardó mucho en tener todo el rostro ensangrentado mientras se abrazaba así misma. Sus ojos se pusieron rojizos durante unos leves instantes, frunciendo el ceño de forma exagerada, pero después cambiaron a azules volviendo a tener aquella expresión de dolor en su cara.
- Sé que puedes saber dónde estoy… Ven de una vez y termina conmigo… ¡Las personas patéticas no merecemos nada! – Gritó golpeándose con el suelo y abriéndose algo más la herida de la frente. Miraba el lago una y otra vez, a lo mejor cubría lo suficiente.
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Yami chasqueó su lengua al ver como la vampiresa se alejaba corriendo. Encima que se había tomado la molestia de salir para decirle unas cuantas palabras, solo para que ésta lanzara un golpe en la cara y le dijera unos cuantos insultos. El asesino acarició su mejilla, sabiendo muy bien se encontraba un poco hinchada. El grito de Black le había tomado tal por sorpresa, que a penas pudo poner una fina capa de oro para cubrirse. Aunque resistió un poco el impacto, igual terminó arrojado un par de metros hacia atrás. Era la primera vez que recibía un golpe directo de la pelirrosa, y debía admitir que tenía una fuerza de temer. De todas formas, eso no le importaba demasiado. No, lo peor fue que había osado a levantar su mano contra él, y eso era algo imperdonable. Escupió a un lado y se levantó de repente. Tomó sus ropas y se las colocó, al tiempo que fulminaba con la mirada la ventana rota. Black iba a pagar por lo que hizo, de una forma u otra.
El asesino se acercó hasta allí y salió. Por suerte, no se encontraban tan alto, así que no tuvo mayores complicaciones. Se levantó y limpió la suciedad de sus ropas. Entrecerró sus ojos y buscó a la pelirrosa con la mirada. Debido a su tardanza, la joven tuvo suficiente tiempo como para alejarse de allí. "Si quiero estar tranquilo, ¿donde me escondería?", pensó el peliplateado. Sus ojos se clavaron en el bosque que tenía en frente y una sonrisa maliciosa se formó en su rostro. "Perfecto". Sin decir nada, corrió a hacia allí y se adentró dentro de la arboleda. Se tardó un poco, pero finalmente dio con su paradero. Allí, delante de un pequeño lago, se encontraba la rebelde. Llegó justo a tiempo para escuchar sus palabras, a lo que su mirada se ensombreció. ¿Acabar con ella? No, no haría eso. Aún tenía usos para esa pelirrosa.
– ¡Ya es suficiente! –
Yami pausó en su caminata y sus ojos se abrieron de par en par al escuchar esa voz dentro de su mente. Antes de que pudiera replicar, se vio forzado a cederle el puesto a esa abominable copia. La mirada de Ryuken seguía sombría, sintiendo odio hacia sí mismo. Disgusto, asco, repugnancia... todo sinónimo de aquellas palabras que se le pudiera caracterizar. Era un asco de persona por haber sido directamente el culpable de aquellas lágrimas. Puede que hubiera sido Yami, pero seguían siendo en parte la misma persona. No compartía sus creencias, ni mucho menos en como había destrozado a Black son sus palabras.
Ryuken abrió su boca para decir algo, pero las palabras parecía como si no le salieran en un principio. ¿Qué podía hacer para arreglar todo lo que hizo su otra mitad? Tragó en seco y en eso se dio cuenta que algo líquido bajaba por sus mejillas. El rebelde parpadeó y se llevó una mano al ojo. ¿Lágrimas? Hacía tiempo que no lloraba, no desde que asesinó... No, desde que ese monstruo asesinó a su madre. Poco a poco iba comprendiendo todo, y sabía que Yami era el verdadero culpable de todo, pero ¿qué podía hacer? Aunque intentara negarlo, él siempre sería el Ryuken Shirou original.
– Yo... lo siento – empezó mientras bajaba la cabeza. El tono de voz de Yami y Ryuken eran algo distintos, por lo que se podían diferenciar. Eso y que carecía del deje malicioso que acompañaba las palabras del asesino. – No, no tengo derecho a pedir eso, no luego de hacerte llorar de esa forma. Solo quiero que sepas que eres fuerte, que Yami se equivocaba. Sabes... te admiraba por tu fuerza, personalidad y forma de ser, y eso no ha cambiado. No dejes que sus palabras te afecten, porque no tienen nada de veracidad – Ryuken pausó un poco e hizo algo no característico de él. Se postró ante la pelirrosa e hizo una reverencia posible, al tiempo que lágrimas caían por su rostro. – No pido que me perdones, tampoco te culparé si quieres que me aleje. Tan solo... no me odies, por favor – finalizó, mientras seguía en esa posición. Quién iba a pensar que alguien como él se vería en una posición así de lamentable.
El asesino se acercó hasta allí y salió. Por suerte, no se encontraban tan alto, así que no tuvo mayores complicaciones. Se levantó y limpió la suciedad de sus ropas. Entrecerró sus ojos y buscó a la pelirrosa con la mirada. Debido a su tardanza, la joven tuvo suficiente tiempo como para alejarse de allí. "Si quiero estar tranquilo, ¿donde me escondería?", pensó el peliplateado. Sus ojos se clavaron en el bosque que tenía en frente y una sonrisa maliciosa se formó en su rostro. "Perfecto". Sin decir nada, corrió a hacia allí y se adentró dentro de la arboleda. Se tardó un poco, pero finalmente dio con su paradero. Allí, delante de un pequeño lago, se encontraba la rebelde. Llegó justo a tiempo para escuchar sus palabras, a lo que su mirada se ensombreció. ¿Acabar con ella? No, no haría eso. Aún tenía usos para esa pelirrosa.
– ¡Ya es suficiente! –
Yami pausó en su caminata y sus ojos se abrieron de par en par al escuchar esa voz dentro de su mente. Antes de que pudiera replicar, se vio forzado a cederle el puesto a esa abominable copia. La mirada de Ryuken seguía sombría, sintiendo odio hacia sí mismo. Disgusto, asco, repugnancia... todo sinónimo de aquellas palabras que se le pudiera caracterizar. Era un asco de persona por haber sido directamente el culpable de aquellas lágrimas. Puede que hubiera sido Yami, pero seguían siendo en parte la misma persona. No compartía sus creencias, ni mucho menos en como había destrozado a Black son sus palabras.
Ryuken abrió su boca para decir algo, pero las palabras parecía como si no le salieran en un principio. ¿Qué podía hacer para arreglar todo lo que hizo su otra mitad? Tragó en seco y en eso se dio cuenta que algo líquido bajaba por sus mejillas. El rebelde parpadeó y se llevó una mano al ojo. ¿Lágrimas? Hacía tiempo que no lloraba, no desde que asesinó... No, desde que ese monstruo asesinó a su madre. Poco a poco iba comprendiendo todo, y sabía que Yami era el verdadero culpable de todo, pero ¿qué podía hacer? Aunque intentara negarlo, él siempre sería el Ryuken Shirou original.
– Yo... lo siento – empezó mientras bajaba la cabeza. El tono de voz de Yami y Ryuken eran algo distintos, por lo que se podían diferenciar. Eso y que carecía del deje malicioso que acompañaba las palabras del asesino. – No, no tengo derecho a pedir eso, no luego de hacerte llorar de esa forma. Solo quiero que sepas que eres fuerte, que Yami se equivocaba. Sabes... te admiraba por tu fuerza, personalidad y forma de ser, y eso no ha cambiado. No dejes que sus palabras te afecten, porque no tienen nada de veracidad – Ryuken pausó un poco e hizo algo no característico de él. Se postró ante la pelirrosa e hizo una reverencia posible, al tiempo que lágrimas caían por su rostro. – No pido que me perdones, tampoco te culparé si quieres que me aleje. Tan solo... no me odies, por favor – finalizó, mientras seguía en esa posición. Quién iba a pensar que alguien como él se vería en una posición así de lamentable.
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Galia miraba el lago con otros ojos. No lo veía como un sitio para bañarse, más bien un lugar donde descansar de una vez para siempre. Se estaba haciendo una idea de lo que iba a hacer, pero le estaba tomando mucho tiempo tomar la decisión. Se sentía muy mal y aquello era lo mejor para todos. Aunque siendo vampira, tal vez no moría y solo se quedaba en el fondo para toda la eternidad, no, moriría por no alimentarse de sangre. Una muerte lenta y agónica, pero eso era mejor que nada. Entrecerró los ojos dolorida por todo lo pasado y lo siguiente que hizo fue limpiarse las lágrimas del rostro. Trató de colocarse en pie despacio e iba a iniciar su camino, pero entonces detectó el olor de aquella persona.
Se giró observándole y formó de nuevo una espada larga de hielo en su mano mientras daba un paso atrás, pero se dio cuenta de que había vuelto. Ella entonces deshizo aquella arma y después avanzó un poco hacia él. Escuchó sus disculpas y cómo se postraba ante ella. Aquello la hizo chasquear la lengua. La vampira corrió hacia él lo más rápido posible y entonces le abrazó con fuerza mientras pegaba su frente al pecho de él.
- Ryu… Yo te quiero. Sabes que nunca te odiaría… Al que odio es a esa persona que llevas dentro de ti… ¿Cómo se puede ser tan cruel? – Dijo dándole mimos con la mejilla mientras se quedaba unida a él.
Por unos momentos notó un ligero temblor, el ataque de pánico había pasado y ahora estaba un poco mejor, incluida aquella idea del lago. Los ojos de la chica cambiaron levemente a rojos de nuevo, pero esta vez Black parecía muy segura de sí misma. La vampira alzó la mirada observando al peliplateado despacio. Lo siguiente que hizo fue colocarle la mano derecha en sus cabellos para calmarse. Entonces le habló con un tono bastante serio, parecía estar ordenándoselo en lugar de pidiéndoselo.
- Sal de ahí ¿No dices que no hay que temer? No me seas tú el patético.
Black esperaría y se quedaría mirando a los ojos de aquella persona, esperando ver algún tipo de cambio. Al estar abrazados, ella empezó a generar hielo lentamente para que este subiera por el interior de la camiseta del chico hasta su cuello y le diesen escalofríos. En el momento en el que él se manifestase, ella le miraría a los ojos de forma seria, pero no de malas. Era como si mirase una pared, una expresión que no mostraba nada.
- Vas de duro por la vida y has logrado que Galia te odie, pero yo no siento eso. Sufriste mucho, lo sé. Me gusta el sufrimiento, pero no el tuyo. Cuando salgas de tu prisión más veces, hazme salir a mí también. Creo que podríamos divertirnos juntos atacándonos mutuamente o eliminando marines de la forma más cruel posible. Pero por una vez… Deja que alguien como yo te de algo de cariño, aunque te resulte patética y tú seas un miserable insecto… Pretendías ayudarme…
Black posó sus labios en los de Ryuken, esperando claramente que él hubiese cambiado a su forma maligna por así decirlo. Los besos de ella no eran tan suaves como los de la vampira, más bien pareció algo intenso y violento, una vez lo hiciera si se había dejado, seguiría con los ojos en color rojos y pegaría su frente a la de él.
- Siento que estás algo solo… Déjame que termine con eso… – Dijo ella mostrando sus dientes y colocando sus uñas afiladas en sus mejillas.
Se giró observándole y formó de nuevo una espada larga de hielo en su mano mientras daba un paso atrás, pero se dio cuenta de que había vuelto. Ella entonces deshizo aquella arma y después avanzó un poco hacia él. Escuchó sus disculpas y cómo se postraba ante ella. Aquello la hizo chasquear la lengua. La vampira corrió hacia él lo más rápido posible y entonces le abrazó con fuerza mientras pegaba su frente al pecho de él.
- Ryu… Yo te quiero. Sabes que nunca te odiaría… Al que odio es a esa persona que llevas dentro de ti… ¿Cómo se puede ser tan cruel? – Dijo dándole mimos con la mejilla mientras se quedaba unida a él.
Por unos momentos notó un ligero temblor, el ataque de pánico había pasado y ahora estaba un poco mejor, incluida aquella idea del lago. Los ojos de la chica cambiaron levemente a rojos de nuevo, pero esta vez Black parecía muy segura de sí misma. La vampira alzó la mirada observando al peliplateado despacio. Lo siguiente que hizo fue colocarle la mano derecha en sus cabellos para calmarse. Entonces le habló con un tono bastante serio, parecía estar ordenándoselo en lugar de pidiéndoselo.
- Sal de ahí ¿No dices que no hay que temer? No me seas tú el patético.
Black esperaría y se quedaría mirando a los ojos de aquella persona, esperando ver algún tipo de cambio. Al estar abrazados, ella empezó a generar hielo lentamente para que este subiera por el interior de la camiseta del chico hasta su cuello y le diesen escalofríos. En el momento en el que él se manifestase, ella le miraría a los ojos de forma seria, pero no de malas. Era como si mirase una pared, una expresión que no mostraba nada.
- Vas de duro por la vida y has logrado que Galia te odie, pero yo no siento eso. Sufriste mucho, lo sé. Me gusta el sufrimiento, pero no el tuyo. Cuando salgas de tu prisión más veces, hazme salir a mí también. Creo que podríamos divertirnos juntos atacándonos mutuamente o eliminando marines de la forma más cruel posible. Pero por una vez… Deja que alguien como yo te de algo de cariño, aunque te resulte patética y tú seas un miserable insecto… Pretendías ayudarme…
Black posó sus labios en los de Ryuken, esperando claramente que él hubiese cambiado a su forma maligna por así decirlo. Los besos de ella no eran tan suaves como los de la vampira, más bien pareció algo intenso y violento, una vez lo hiciera si se había dejado, seguiría con los ojos en color rojos y pegaría su frente a la de él.
- Siento que estás algo solo… Déjame que termine con eso… – Dijo ella mostrando sus dientes y colocando sus uñas afiladas en sus mejillas.
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Por algunos instantes, se alegró al escuchar lo que dijo la pelirrosa, pero a continuación sintió una punzada de olor. Decía que odiaba a la persona que tenía dentro, ¿pero diría lo mismo si se enteraba de la verdad? ¿Qué él, a final de cuentas, vino después? Yami era la personalidad original (pero no dominante), y eso nada cambiaría. Temía por el día que volviera a tomar posesión absoluta, pero solo la presencia de Galia evitaba aquel desenlace. Si es que su compañera se decidía por alejar de él, no tenía idea de lo que podría pasar con él y eso le aterraba. Sintió como la revolucionara lo abrazaba, a lo que respondió de forma instintiva. Si ella estaba aquí, entonces no importaba. Yami podía irse al carajo y no le importaría. Tan solo... quería paz por una puta vez en su vida. ¿Era mucho pedir? Ryuken se quejó mentalmente y bajó la mirada, aún con lágrimas en su rostro.
En eso, escuchó sus palabras. Ryuken tembló y miró hacia arriba, encontrándose con los ojos rojizos de Black. El peliplateado se congeló en su lugar, sabiendo muy bien que ella fue quien recibió todo el abuso verbal de Yami. Tragó en seco, sabiendo muy bien que la vampiresa quería que saliera el otro al exterior. No quería dejarlo, no quería que se volviera a repetir lo de hace a penas unos pocos minutos. Cerró sus ojos, deseando que Galia pudiera volver a tomar el control.
– Oe, déjame salir – dijo el original, a lo que simplemente negó con la cabeza. – No haré nada, tan solo estoy interesado por saber lo que quiere decir – y si no le gustaba, seguiría con su anterior amenaza, así de simple.
Antes que Ryuken pudiera decir otra cosa, Yami tomó de forma forzada el control nuevamente. Estiró el hueso de su cuello y miró de forma calculadora a la vampiresa, esperando de lo que quería hablar con él. Su ceja tembló al notar el hielo, pero lo dejó pasar... por esta vez. Escuchó sus palabras y arqueó una ceja, mirándola visiblemente interesado. La oferta era tentadora, y la verdad es que no le veía contras a eso. Él tendría lo suyo y no tendría que matar a gente común para saciar su sed, lo que ocasionaría que a Ryuken no lo expulsaran de la revolución. Si, era demasiado tentadora como para dejar pasar una propuesta así. Estuvo a punto de responder, pero sus palabras se quedaron en su boca... literalmente.
"¿Pero qué?", pensó mientras sus ojos se abrían de forma exagerada al sentir el contacto con sus labios. No pudo evitar gemir debido a la violencia de aquel gesto. Pese a su personalidad, no pudo evitar sentir nostalgia. ¿Cuando fue la última vez que recibía algo de cariño por otra persona? La última fue su madre adoptiva, la única que le permitía acercarse sin matarla... Hasta que cedió a sus instintos asesinos. Su ceja tembló ante el recuerdo, pero no mostró otro tipo de reacción visible. Cuando Black se separó, Yami tan solo la vio de forma inexpresiva. Escuchó sus palabras, y por algunos segundos mantuvo sus ojos cerrados.
En un principio quería negarse, pero aquel gesto de antes distorsionó más su personalidad, y ahora no sabía como reaccionar. Tanto tiempo sin recibir una sola muestra de cariño había echo que olvidara lo que se sentía, y era... Le gustó, le gustó mucho. Abrió sus ojos y vio que sus frentes estaban pegadas, y por primera vez en mucho tiempo sus ojos no brillaban con malicia como habitualmente.
– Esta bien, lo haremos a tu manera – murmuró mientras rodeaba, con algo de duda y de forma lenta, sus brazos por sobre su cintura. Miró los ojos rojizos de Black, sin saber que hacer ahora.
En eso, escuchó sus palabras. Ryuken tembló y miró hacia arriba, encontrándose con los ojos rojizos de Black. El peliplateado se congeló en su lugar, sabiendo muy bien que ella fue quien recibió todo el abuso verbal de Yami. Tragó en seco, sabiendo muy bien que la vampiresa quería que saliera el otro al exterior. No quería dejarlo, no quería que se volviera a repetir lo de hace a penas unos pocos minutos. Cerró sus ojos, deseando que Galia pudiera volver a tomar el control.
– Oe, déjame salir – dijo el original, a lo que simplemente negó con la cabeza. – No haré nada, tan solo estoy interesado por saber lo que quiere decir – y si no le gustaba, seguiría con su anterior amenaza, así de simple.
Antes que Ryuken pudiera decir otra cosa, Yami tomó de forma forzada el control nuevamente. Estiró el hueso de su cuello y miró de forma calculadora a la vampiresa, esperando de lo que quería hablar con él. Su ceja tembló al notar el hielo, pero lo dejó pasar... por esta vez. Escuchó sus palabras y arqueó una ceja, mirándola visiblemente interesado. La oferta era tentadora, y la verdad es que no le veía contras a eso. Él tendría lo suyo y no tendría que matar a gente común para saciar su sed, lo que ocasionaría que a Ryuken no lo expulsaran de la revolución. Si, era demasiado tentadora como para dejar pasar una propuesta así. Estuvo a punto de responder, pero sus palabras se quedaron en su boca... literalmente.
"¿Pero qué?", pensó mientras sus ojos se abrían de forma exagerada al sentir el contacto con sus labios. No pudo evitar gemir debido a la violencia de aquel gesto. Pese a su personalidad, no pudo evitar sentir nostalgia. ¿Cuando fue la última vez que recibía algo de cariño por otra persona? La última fue su madre adoptiva, la única que le permitía acercarse sin matarla... Hasta que cedió a sus instintos asesinos. Su ceja tembló ante el recuerdo, pero no mostró otro tipo de reacción visible. Cuando Black se separó, Yami tan solo la vio de forma inexpresiva. Escuchó sus palabras, y por algunos segundos mantuvo sus ojos cerrados.
En un principio quería negarse, pero aquel gesto de antes distorsionó más su personalidad, y ahora no sabía como reaccionar. Tanto tiempo sin recibir una sola muestra de cariño había echo que olvidara lo que se sentía, y era... Le gustó, le gustó mucho. Abrió sus ojos y vio que sus frentes estaban pegadas, y por primera vez en mucho tiempo sus ojos no brillaban con malicia como habitualmente.
– Esta bien, lo haremos a tu manera – murmuró mientras rodeaba, con algo de duda y de forma lenta, sus brazos por sobre su cintura. Miró los ojos rojizos de Black, sin saber que hacer ahora.
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Su gemido, aquello fue lo que alimentó a Black de todo aquello. Cuando le besó y él dejó escapar aquel sonido, se sintió ganadora por dentro y además, sonrió un poco. Pudo ver su mirada, no había nada de maldad como antes y eso la hizo estar mejor. Continuó mirándole a los ojos fijamente mientras notaba que a él no le había sentado mal. Tan solo tendría que hablar su idioma y hacer que no fuera tan solitario, al menos no con ella. Sintió entonces las manos de él rodear su cintura y eso provocó que mostrase una pequeña sonrisa cálida. Por unos momentos le tuvo mucho miedo, pero ahora parecía demasiado inocente. Sin golpes… Sin miradas sádicas, sin atravesarlas las manos con cuchillos… Así se sentía bien con él.
- Somos asesinos por naturaleza… Pero eso no quiere decir que tengamos que serlo entre nosotros también. No tienes que estar todo el día ahí dentro y salir una vez al mes… Yo estaré aquí siempre que lo necesites. Para darte un guantazo, para lanzarte un calambrazo… O para simplemente estar contigo.
Aquellas palabras iban en un tono algo siniestro, pero el cariño que le estaba dando era verdadero. Con sus uñas afiladas acariciaba ahora su espalda con mucho cuidado, como si no quisiera dejarle marcas. Con las manos empezó a masajear sus hombros muy despacio, buscando darle todo el cariño posible y que se sintiera bien. Entonces intentó aquello. Deslizó sus dientes por el cuello de él y trató de clavarlos muy despacio, si lo había logrado bebería de él. Sabía que aquello era excitante. Mientras tomaba su sangre trataría de echarse sobre él y dejarlo debajo, no con intenciones de dominación, bueno, unas pocas. Entonces tras unos leves sorbos más le miraría a los ojos despacio.
- Somos los Colmillos ejecutores de la Quimera. En las misiones de ejecución podemos salir nosotros todo el tiempo a divertirnos, pero… Los colmillos están situados en una boca, juntos y sin peligro. Ambos somos monstruos, pero entre nosotros no debería haber problema.
Ella entonces trató de hacer algo que podía gustarle. Besó de nuevo sus labios, pero esta vez pareció ser un pico corto, después mordió un poco el inferior y acto seguido le dio un suave abrazo mientras pegaba su cuerpo al suyo. La vampira tomó las manos del rebelde y las subió hasta colocarlas en sus mejillas, así él sentiría el frío de su piel muerta. Le dedicó una mirada calmada y después se mordió así misma un poco más abajo del hombro, su cuello quedaba unos centímetros más arriba. Quería mostrarle que no quería aprovecharse. La sangre empezó a salir de su cuerpo y sabía que él era un asesino, tal vez le gustaba también.
- Tu sabor es similar al mío, debemos tener grupos cercanos y no habrá peligro para tu organismo. Ahora muérdeme si lo deseas, bebe de mi sangre y disfruta también. Ante todo, quiero que sepas que conmigo estás a salvo…
- Somos asesinos por naturaleza… Pero eso no quiere decir que tengamos que serlo entre nosotros también. No tienes que estar todo el día ahí dentro y salir una vez al mes… Yo estaré aquí siempre que lo necesites. Para darte un guantazo, para lanzarte un calambrazo… O para simplemente estar contigo.
Aquellas palabras iban en un tono algo siniestro, pero el cariño que le estaba dando era verdadero. Con sus uñas afiladas acariciaba ahora su espalda con mucho cuidado, como si no quisiera dejarle marcas. Con las manos empezó a masajear sus hombros muy despacio, buscando darle todo el cariño posible y que se sintiera bien. Entonces intentó aquello. Deslizó sus dientes por el cuello de él y trató de clavarlos muy despacio, si lo había logrado bebería de él. Sabía que aquello era excitante. Mientras tomaba su sangre trataría de echarse sobre él y dejarlo debajo, no con intenciones de dominación, bueno, unas pocas. Entonces tras unos leves sorbos más le miraría a los ojos despacio.
- Somos los Colmillos ejecutores de la Quimera. En las misiones de ejecución podemos salir nosotros todo el tiempo a divertirnos, pero… Los colmillos están situados en una boca, juntos y sin peligro. Ambos somos monstruos, pero entre nosotros no debería haber problema.
Ella entonces trató de hacer algo que podía gustarle. Besó de nuevo sus labios, pero esta vez pareció ser un pico corto, después mordió un poco el inferior y acto seguido le dio un suave abrazo mientras pegaba su cuerpo al suyo. La vampira tomó las manos del rebelde y las subió hasta colocarlas en sus mejillas, así él sentiría el frío de su piel muerta. Le dedicó una mirada calmada y después se mordió así misma un poco más abajo del hombro, su cuello quedaba unos centímetros más arriba. Quería mostrarle que no quería aprovecharse. La sangre empezó a salir de su cuerpo y sabía que él era un asesino, tal vez le gustaba también.
- Tu sabor es similar al mío, debemos tener grupos cercanos y no habrá peligro para tu organismo. Ahora muérdeme si lo deseas, bebe de mi sangre y disfruta también. Ante todo, quiero que sepas que conmigo estás a salvo…
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Yami miraba la sonrisa en el rostro de Black, y por algunos instantes recordó a su madre. No pudo evitar sonreír de vuelta. Pese a que sus ojos seguía igual de vacíos y fríos, su sonrisa irradiaba algo más que maldad, algo que no ocurría en mucho tiempo. Pasó tanto tiempo estando solo, que había olvidado todo esto. Pensó que encontrando una persona parecida a él, ocasionaría su enojo, pero fue lo contrario. Eso ocurría cuando alguien destruía sus barreras de chico malo, dejando a relucir lo que estaba debajo de la personalidad de Yami. No sabía como tomarse que la pelirrosa haya logrado aquello en solo un día, pero... no sabía si considerarlo como algo bueno o malo. Malo porque se sentía desprotegido sin su fachado, y bueno... porque le gustaba, le gustaba mucho.
Escuchó sus palabras y no pudo evitar ladear su cabeza hacia un lado. Dentro escuchaba como Ryuken había parado de intentar forzar su regreso, y simplemente se quedó en silencio viendo la situación. No sabía que pensar de todo esto. Por mucho tiempo tuvo miedo de Yami y lo que representaba, pero viéndolo reducido en este estado... Era sorprendente, por no decirlo menos. Era la primera vez que ocurría, siendo que su alterno solo pensaba en destruir y ocasionar desesperación en sus víctimas. Era un asesino sanguinario y cruel por naturaleza, y no se sometía ante nadie. Fue en eso cuando le llegó el flechazo, dejando sin palabras al espadachín. Por supuesto, debió imaginárselo. Podían tener distinta personalidad, pero a final de cuentas seguían gustándole las mismas cosas. Si Galia tenía ese efecto en él, no sería descabellado que Black lo tendría en Yami si lograba superar sus barreras mentales... cosa que estaba logrando, milagrosamente. Fue por eso que decidió quedarse al margen, viendo como se desarrollaba todo esto.
Yami sintió como la pelirrosa bebía de su sangre, pero lejos de enojarse como otras veces, sintió... excitación. Por primera vez entendía porque Ryuken se dejaba hacer esto, aun si perdiera glóbulos rojos en el proceso. Ahora entendía porque su otra parte estaba tan chalado por la otra mitad de Galia, era algo que no podía evitarse. Un sensación cálida se expandió por su pecho, y aquello le agradaba. Era reconfortante, y eso le asustaba. No tenía idea como reaccionar ante lo desconocido, estaba en tablas.
– Vamos, Yami – susurró Ryuken dentro de su mente. – Sé que aún no es tarde para ti, aún puedes irte por el lado correcto... Al menos al lado de no matar a gente inocente que no tiene nada que ver en la guerra de la revolución y el gobierno –
El asesino dudó por algunos segundos. En antaño lo intentó, en verdad. Su madre le mostró todo el cariño del mundo, lo cual hizo que se creara una personalidad aparte que sería conocida como la dominante hasta ahora, y aun así... El trastorno que lo persiguió durante tantos años llegó a su clímax, provocando que Yami matara a su madre en un ataque de locura. ¿Quién dice que no podría pasar algo peor? Al final terminaría herido de nuevo, regresando a ser el asesino cruel de siempre.
– Yo... yo... – murmuró el joven mientras ladeaba su cabeza, pareciéndose a un niño que no sabía que hacer.
Sin decir palabra alguna, Yami acercó su rostro a su cuello y empezó a succionar aquella delicia. Era distinta a todo lo que había probado antes para provocar más desesperación en sus víctimas, y lo peor era que no lo hacía para torturar... Ni siquiera sabía porque lo estaba haciendo. El asesino, al cabo de unos segundos, retiró su cabeza y miró directamente a la vampiresa.
– ¿Cómo...? – preguntó Yami, al tiempo que negaba con la cabeza y miraba con algo de temor. – ¿Cómo me has dejado en este estado? No quiero... no quiero intentar cambiar y luego volver a las andadas al no soportarlo, no quiero, no quiero romperme de nuevo. No quiero repetir contigo lo mismo que sucedió con mi madre, no quiero relacionarme con alguien que no sea víctima, para luego terminar matándola de todas formas – murmuró mientras ocurría lo imposible. Yami... se había puesto a llorar como niño pequeño. Así como antes Black había mostrado su lado más vulnerable, el asesino estaba haciendo lo mismo.
Escuchó sus palabras y no pudo evitar ladear su cabeza hacia un lado. Dentro escuchaba como Ryuken había parado de intentar forzar su regreso, y simplemente se quedó en silencio viendo la situación. No sabía que pensar de todo esto. Por mucho tiempo tuvo miedo de Yami y lo que representaba, pero viéndolo reducido en este estado... Era sorprendente, por no decirlo menos. Era la primera vez que ocurría, siendo que su alterno solo pensaba en destruir y ocasionar desesperación en sus víctimas. Era un asesino sanguinario y cruel por naturaleza, y no se sometía ante nadie. Fue en eso cuando le llegó el flechazo, dejando sin palabras al espadachín. Por supuesto, debió imaginárselo. Podían tener distinta personalidad, pero a final de cuentas seguían gustándole las mismas cosas. Si Galia tenía ese efecto en él, no sería descabellado que Black lo tendría en Yami si lograba superar sus barreras mentales... cosa que estaba logrando, milagrosamente. Fue por eso que decidió quedarse al margen, viendo como se desarrollaba todo esto.
Yami sintió como la pelirrosa bebía de su sangre, pero lejos de enojarse como otras veces, sintió... excitación. Por primera vez entendía porque Ryuken se dejaba hacer esto, aun si perdiera glóbulos rojos en el proceso. Ahora entendía porque su otra parte estaba tan chalado por la otra mitad de Galia, era algo que no podía evitarse. Un sensación cálida se expandió por su pecho, y aquello le agradaba. Era reconfortante, y eso le asustaba. No tenía idea como reaccionar ante lo desconocido, estaba en tablas.
– Vamos, Yami – susurró Ryuken dentro de su mente. – Sé que aún no es tarde para ti, aún puedes irte por el lado correcto... Al menos al lado de no matar a gente inocente que no tiene nada que ver en la guerra de la revolución y el gobierno –
El asesino dudó por algunos segundos. En antaño lo intentó, en verdad. Su madre le mostró todo el cariño del mundo, lo cual hizo que se creara una personalidad aparte que sería conocida como la dominante hasta ahora, y aun así... El trastorno que lo persiguió durante tantos años llegó a su clímax, provocando que Yami matara a su madre en un ataque de locura. ¿Quién dice que no podría pasar algo peor? Al final terminaría herido de nuevo, regresando a ser el asesino cruel de siempre.
– Yo... yo... – murmuró el joven mientras ladeaba su cabeza, pareciéndose a un niño que no sabía que hacer.
Sin decir palabra alguna, Yami acercó su rostro a su cuello y empezó a succionar aquella delicia. Era distinta a todo lo que había probado antes para provocar más desesperación en sus víctimas, y lo peor era que no lo hacía para torturar... Ni siquiera sabía porque lo estaba haciendo. El asesino, al cabo de unos segundos, retiró su cabeza y miró directamente a la vampiresa.
– ¿Cómo...? – preguntó Yami, al tiempo que negaba con la cabeza y miraba con algo de temor. – ¿Cómo me has dejado en este estado? No quiero... no quiero intentar cambiar y luego volver a las andadas al no soportarlo, no quiero, no quiero romperme de nuevo. No quiero repetir contigo lo mismo que sucedió con mi madre, no quiero relacionarme con alguien que no sea víctima, para luego terminar matándola de todas formas – murmuró mientras ocurría lo imposible. Yami... se había puesto a llorar como niño pequeño. Así como antes Black había mostrado su lado más vulnerable, el asesino estaba haciendo lo mismo.
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La vampira no pudo evitar soltar un pequeño gemido al sentir al chico succionar su sangre en la herida que ella misma se había hecho. Ladeó el cuello dejándole espacio y cerró los ojos mientras trataba de disfrutarlo. Sentir su lengua humedecerle aquella zona y la sensación de sus labios, teniéndola cogida era maravillosa. Le gustaba demasiado el placer y más si estaba siendo con aquel asesino. Por unos momentos abrió la boca despacio para jadear mejor, cuando él se separó le abrazó despacio y con cuidado. Tal vez aquello no era lo correcto después de todo y con lo ocurrido, pero no podía evitar querer cuidarlo. Era muy parecido a ella, con la diferencia de que a ella le daba igual luchar hasta el final. Se quedó mirándole despacio a los ojos y finalmente pasó aquello. Escuchó sus palabras y no pudo evitar suspirar un poco.
- Desahógate conmigo, no voy a juzgarte por nada. Vamos, ahora entrégate a mí… No quiero malas intenciones contigo, tan solo ser tu compañera.
Lo abrazó por detrás, quedando ella sentada y dejándolo a él echado con su espalda en el pecho de ella. Le ladeó de nuevo la cabeza y pasó su lengua muy despacio por su cuello, pero por el lado en el que no había mordeduras. Estaba claro que pensaba marcarlo, así cuando se mirase en el espejo sabría que solo podía ser suya ¿Cuándo se había vuelto tan posesiva? No lo recordaba, pero él era suyo y punto. De nuevo mordió en su cuello clavando sus dientes y marcándolo, empezando a beber un poco de él. En cada bocado succionaba un 3% de su sangre quizá, por lo que no había peligro aunque le diese diez más. Mientras le estaba mordiendo sus manos acariciaban su pecho despacio tratando de tranquilizarlo. Después de unos segundos lo giró para que ambos quedasen sentados el uno frente al otro.
- Galia es de Ryuken, eso está más que claro. Entonces, tú eres mío ¿Me aceptarías como compañera? Ya te dije que nunca te haría daño… Y creo que por el momento, tú tampoco puedes hacérmelo a mí. – Dijo a modo de indirecta indicándole que era más fuerte.
La vampira entonces se echó sobre él para quedar encima, allí tirados en el bosque. El cielo empezó a nublarse y los ojos de ella tomaron un color mucho más rojizo. El alimentarse de él le estaba dando bastante fuerza. Suavemente trató de tomar sus manos y entrelazar sus dedos con los suyos, si él se dejaba hacer, imbuiría en hielo las muñecas de él y usaría su haki para mantenerlas atadas al suelo. Le miró a los ojos de forma calmada para que entendiera que no pretendía nada malo con aquello. Entonces le daría un dulce beso en la frente y después pegaría su frente a la de él. Se dedicó una lamida lenta en sus labios y después movió su nariz contra la de él en un gesto cariñoso.
- No pienso dejarte solo… Vamos, tan solo tienes que aceptarme. Entrégate a mí y deja de resistirte… Me hace ilusión que alguien como tú… – Miró a otro lado algo nerviosa y después de nuevo a él. - Dilo… “Te pertenezco” – Le susurró mientras jugaba con ambas narices de nuevo y le daba leves mordiscos en la mejilla.
- Desahógate conmigo, no voy a juzgarte por nada. Vamos, ahora entrégate a mí… No quiero malas intenciones contigo, tan solo ser tu compañera.
Lo abrazó por detrás, quedando ella sentada y dejándolo a él echado con su espalda en el pecho de ella. Le ladeó de nuevo la cabeza y pasó su lengua muy despacio por su cuello, pero por el lado en el que no había mordeduras. Estaba claro que pensaba marcarlo, así cuando se mirase en el espejo sabría que solo podía ser suya ¿Cuándo se había vuelto tan posesiva? No lo recordaba, pero él era suyo y punto. De nuevo mordió en su cuello clavando sus dientes y marcándolo, empezando a beber un poco de él. En cada bocado succionaba un 3% de su sangre quizá, por lo que no había peligro aunque le diese diez más. Mientras le estaba mordiendo sus manos acariciaban su pecho despacio tratando de tranquilizarlo. Después de unos segundos lo giró para que ambos quedasen sentados el uno frente al otro.
- Galia es de Ryuken, eso está más que claro. Entonces, tú eres mío ¿Me aceptarías como compañera? Ya te dije que nunca te haría daño… Y creo que por el momento, tú tampoco puedes hacérmelo a mí. – Dijo a modo de indirecta indicándole que era más fuerte.
La vampira entonces se echó sobre él para quedar encima, allí tirados en el bosque. El cielo empezó a nublarse y los ojos de ella tomaron un color mucho más rojizo. El alimentarse de él le estaba dando bastante fuerza. Suavemente trató de tomar sus manos y entrelazar sus dedos con los suyos, si él se dejaba hacer, imbuiría en hielo las muñecas de él y usaría su haki para mantenerlas atadas al suelo. Le miró a los ojos de forma calmada para que entendiera que no pretendía nada malo con aquello. Entonces le daría un dulce beso en la frente y después pegaría su frente a la de él. Se dedicó una lamida lenta en sus labios y después movió su nariz contra la de él en un gesto cariñoso.
- No pienso dejarte solo… Vamos, tan solo tienes que aceptarme. Entrégate a mí y deja de resistirte… Me hace ilusión que alguien como tú… – Miró a otro lado algo nerviosa y después de nuevo a él. - Dilo… “Te pertenezco” – Le susurró mientras jugaba con ambas narices de nuevo y le daba leves mordiscos en la mejilla.
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Yami aún se encontraba en estado de histeria, luego de que sus barreras mentales que tenía para protegerse del mundo fueran destruidas "cruelmente" por la vampiresa que tenía en frente. Aún no terminaba de procesar todo lo ocurrido, de hecho estaba seriamente considerando volver al interior y no salir más. Cuando despertó, nunca creyó que le volvería a pasar algo similar a lo ocurrido cuando escapó de... ese lugar. Tan solo se aprovechaba de los momentos de debilidad de Ryuken para saciar su sed y matar todo lo que tuviera delante. Ahora, eso era en lo que menos estaba pensando. El asesino seguía temblando, esperando las palabras de la vampiresa. Viendo que se encontraba llorando como un niño, era muy posible que la pelirrosa le devolviera las palabras que le dijo hace un par de minutos. No le molestaría, porque al fin y al cabo, se encontraba en un estado realmente patético y lamentable.
– Ojala pudiera controlar esta maldita obsesión, para no tener que volver a salir y dejar que Ryuken siguiera con su vida – pensó mientras se quejaba. El mencionado no dijo nada, tan solo seguía mirando la sorprendente escena que sus ojos estaban presenciando. No iba a intentar volver al control, no. Quería ver hasta donde llegaría esto, además que todo el avance de Yami se perdería por completo si es que decidía volver al interior. No, solo era un mero espectador, y esperaba que Galia lo entendiera y pensara igual para no intervenir en lo que estaba sucediendo entre sus contrapartes.
Yami se estremeció cuando sintió nuevamente su lengua por su cuello, sintiendo como se encontraba desprotegido y a merced de Black. Aún así, el abrazo y aquello lo estaban calmando por así decirlo. Estaba lejos de lo que era hasta hace un par de minutos atrás, pero algo era algo. Fue en eso cuando la vampiresa giró su cuerpo para dejarlos frente a frente. Escuchó sus palabras, a lo que ladeó su cabeza y al fin decidió mirar directamente a los rojizos ojos de la pelirrosa. Se consideraba bueno en juzgar personas así (debía, considerando que su instinto de supervivencia estaba a un nivel considerable). Esperaba encontrar algo de engaño en su mirada, pero solo encontró sinceridad y... cariño, aunque a su manera.
El asesino no se resistió cuando la vampiresa lo tiró con suavidad al pasto, tan solo la miró aún sin comprender del todo lo que sucedía. De algo era seguro, las lágrimas habían cesado y el temblor casi desaparecía del todo. So sobresaltó al sentir como la encadenaba, pero no dijo nada al escuchar su rostro. Escuchó sus palabras y cerró sus ojos, haciendo que su cuerpo por fin volviera a la normalidad. Miró sin expresión en su rostro a la vampiresa y finalmente sonrío sinceramente. Su mirada aún seguía algo apagada, pero algo era algo.
– Te pertenezco – le dijo mientras asentía lentamente. Ya no había vuelta atrás, solo esperaba que no le saliera todo mal.. de nuevo. El asesino suspiró y miró directamente a la vampiresa. – Mi nombre es... Yami – se presentó finalmente con su nombre verdadero. Lo anterior había sido para picarla, puesto que no pensaba decirle como se llamaba. Ahora las cosas eran un poco... distintas.
– Ojala pudiera controlar esta maldita obsesión, para no tener que volver a salir y dejar que Ryuken siguiera con su vida – pensó mientras se quejaba. El mencionado no dijo nada, tan solo seguía mirando la sorprendente escena que sus ojos estaban presenciando. No iba a intentar volver al control, no. Quería ver hasta donde llegaría esto, además que todo el avance de Yami se perdería por completo si es que decidía volver al interior. No, solo era un mero espectador, y esperaba que Galia lo entendiera y pensara igual para no intervenir en lo que estaba sucediendo entre sus contrapartes.
Yami se estremeció cuando sintió nuevamente su lengua por su cuello, sintiendo como se encontraba desprotegido y a merced de Black. Aún así, el abrazo y aquello lo estaban calmando por así decirlo. Estaba lejos de lo que era hasta hace un par de minutos atrás, pero algo era algo. Fue en eso cuando la vampiresa giró su cuerpo para dejarlos frente a frente. Escuchó sus palabras, a lo que ladeó su cabeza y al fin decidió mirar directamente a los rojizos ojos de la pelirrosa. Se consideraba bueno en juzgar personas así (debía, considerando que su instinto de supervivencia estaba a un nivel considerable). Esperaba encontrar algo de engaño en su mirada, pero solo encontró sinceridad y... cariño, aunque a su manera.
El asesino no se resistió cuando la vampiresa lo tiró con suavidad al pasto, tan solo la miró aún sin comprender del todo lo que sucedía. De algo era seguro, las lágrimas habían cesado y el temblor casi desaparecía del todo. So sobresaltó al sentir como la encadenaba, pero no dijo nada al escuchar su rostro. Escuchó sus palabras y cerró sus ojos, haciendo que su cuerpo por fin volviera a la normalidad. Miró sin expresión en su rostro a la vampiresa y finalmente sonrío sinceramente. Su mirada aún seguía algo apagada, pero algo era algo.
– Te pertenezco – le dijo mientras asentía lentamente. Ya no había vuelta atrás, solo esperaba que no le saliera todo mal.. de nuevo. El asesino suspiró y miró directamente a la vampiresa. – Mi nombre es... Yami – se presentó finalmente con su nombre verdadero. Lo anterior había sido para picarla, puesto que no pensaba decirle como se llamaba. Ahora las cosas eran un poco... distintas.
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Las palabras que ella esperaron salieron de su boca, finalmente, se había sometido. No fue nada malo y ahora que le pertenecía a ella, lo cuidaría siempre. Le agradaba bastante después de ver que no eran tan distintos. Deshizo el hielo de sus muñecas y continuó mirándole. Su hombre le gustaba bastante, significado de oscuridad y el de ella del color negro, podían coordinar también los nombres que tenían. En ese momento la vampira continuó sobre él mientras pasaba a abrazarle de forma algo más mimosa de lo normal, como si fuese su peluche. Pegó la cabeza a su pecho y cerró los ojos despacio. Por fin tenía un compañero de su agrado en las misiones de la rebelión. Exigiría estar con él cada dos minutos si era necesario.
- Ahora que eres mío, ya me quedo tranquila. No debes llamarme sama, san, ni nada por el estilo. Con Black es suficiente, incluso Black-chan no me molestaría.
Dijo con un tono relajado mientras continuaba abrazándolo y descansando en su pecho. Dejó de emitir su aura fría para no molestarle. No pudo evitar alzar la ceja cuando un trueno estalló en el cielo y comenzó a llover de forma exagerada. Estaban empezando a ser mojados, pero eso a ella le dio lo mismo, miró hacia él y continuó abrazándole como si fuese su peluche.
- Yami es un buen nombre. Por cierto, debo enseñarte otras formas de divertirte muy especiales, Yami-kun. Asesinar a los del gobierno es muy divertido, arrancar sus cabezas lo mejor que pueda existir… Pero también otro tipo de placeres, mi amado compañero. – Terminó de decir mientras colocaba sus dedos en las mejillas de él, pero estando tumbada en su pecho por el momento. – Galia no creo que pueda en un tiempo largo, por lo que tu otra parte deberá hacerse a jugar con la mano, pero yo soy distinta. Me agradas muchísimo y no me importaría que jugásemos de vez en cuando de ese modo… – Dijo ella guiñándole el ojo.
Se separó un poco de él y se colocó en pie. Debía empezar a explicarle cómo iba aquel tema. No quería que se sintiese esclavizado por ella, eso era lo último. Ella misma sabía lo que era eso y no lo quería para él. Tan solo lo tomó como suyo. Se quitó la camiseta y el pantalón, quedando en ropa interior. De nuevo la cola peluda surgió y las orejas de tigresa. Ahora su cuerpo empapado podía ser exageradamente provocador. Le miró estando de pie y entonces se relamió despacio mostrando sus colmillos.
- ¿Qué sientes cuando ves esto? Necesito sinceridad absoluta, Yami-kun. No sientas vergüenza ni nada, aunque bastante la estoy sintiendo yo tratando de explicarte esto. – Dijo mirando a otro lado entonces. – ¿Qué es lo primero que se te pasa por la cabeza al verme así? Aunque supongo que sin orejas y cola también sirve. – Dijo pensativa mientras se rascaba la cabeza.
La chica entonces se dio cuenta de que su escote era exagerado ¿Su sujetador era más pequeño? Sus ojos se abrieron como platos al ver que estaba a punto de caerse. Cuando se tiró por la ventana, debió cortarse casualmente uno de los lados. Ella lo miró a él con una expresión que parecía mostrar enfado y mucha vergüenza al mismo tiempo.
- ¡Dime rápido! – Dijo aguantando incluso la respiración para que no se cayese.
- Ahora que eres mío, ya me quedo tranquila. No debes llamarme sama, san, ni nada por el estilo. Con Black es suficiente, incluso Black-chan no me molestaría.
Dijo con un tono relajado mientras continuaba abrazándolo y descansando en su pecho. Dejó de emitir su aura fría para no molestarle. No pudo evitar alzar la ceja cuando un trueno estalló en el cielo y comenzó a llover de forma exagerada. Estaban empezando a ser mojados, pero eso a ella le dio lo mismo, miró hacia él y continuó abrazándole como si fuese su peluche.
- Yami es un buen nombre. Por cierto, debo enseñarte otras formas de divertirte muy especiales, Yami-kun. Asesinar a los del gobierno es muy divertido, arrancar sus cabezas lo mejor que pueda existir… Pero también otro tipo de placeres, mi amado compañero. – Terminó de decir mientras colocaba sus dedos en las mejillas de él, pero estando tumbada en su pecho por el momento. – Galia no creo que pueda en un tiempo largo, por lo que tu otra parte deberá hacerse a jugar con la mano, pero yo soy distinta. Me agradas muchísimo y no me importaría que jugásemos de vez en cuando de ese modo… – Dijo ella guiñándole el ojo.
Se separó un poco de él y se colocó en pie. Debía empezar a explicarle cómo iba aquel tema. No quería que se sintiese esclavizado por ella, eso era lo último. Ella misma sabía lo que era eso y no lo quería para él. Tan solo lo tomó como suyo. Se quitó la camiseta y el pantalón, quedando en ropa interior. De nuevo la cola peluda surgió y las orejas de tigresa. Ahora su cuerpo empapado podía ser exageradamente provocador. Le miró estando de pie y entonces se relamió despacio mostrando sus colmillos.
- ¿Qué sientes cuando ves esto? Necesito sinceridad absoluta, Yami-kun. No sientas vergüenza ni nada, aunque bastante la estoy sintiendo yo tratando de explicarte esto. – Dijo mirando a otro lado entonces. – ¿Qué es lo primero que se te pasa por la cabeza al verme así? Aunque supongo que sin orejas y cola también sirve. – Dijo pensativa mientras se rascaba la cabeza.
La chica entonces se dio cuenta de que su escote era exagerado ¿Su sujetador era más pequeño? Sus ojos se abrieron como platos al ver que estaba a punto de caerse. Cuando se tiró por la ventana, debió cortarse casualmente uno de los lados. Ella lo miró a él con una expresión que parecía mostrar enfado y mucha vergüenza al mismo tiempo.
- ¡Dime rápido! – Dijo aguantando incluso la respiración para que no se cayese.
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Pese a que se había calmado y había aceptado el trato de Black, aún seguía teniendo sus dudas. Por lo pronto solo se dejaría estar, pero observaría bien para decidir que hacer finalmente. La vampiresa deshizo el hielo que aprisionaba sus muñecas, a lo que las acarició por algunos momentos. Pese a que no le había dolido, sus manos se habían dormido por algunos instantes. Se dio cuenta que la vampiresa seguía abrazándolo, a lo que respondió de igual forma, pero con ciertas dudas. Sabía el temperamento que tenía la pelirrosa, por lo que no estaba seguro de cuando podría demostrarlo. Pese a eso, parecía como si en verdad se hubiera calmado con él. El abrazo era distinto al anterior, era menos fuerte y más... cálido, más amable. La verdad era que el joven no podía descifrarlo aún. Simplemente, le gustaba mucho estar así.
– Creo que me quedaré con Black por el momento – le dijo suavemente.
Por supuesto, eso podía cambiar una vez que su instinto volviera en medio de alguna clase de conflicto. No era como si controlara lo que dijera cuando estaba así, de todas formas. Lo ocurrido en su breve pelea contra Black quedó demostrado el como actuaba el asesino. Era alguien loco y temerario por naturaleza, incluso lanzó una gran cantidad de armas hacia la pelirrosa a sabiendas que podían ocasionar heridas críticas si la vampiresa no hubiera tenido haki o una capacidad de regeneración asombrosa. Escuchó sus palabras y no pudo evitar sonrojarse un poco. Yami era el seudónimo que tuvo anterior a Viper; así lo llamaban los demás prisioneros de aquel infernal lugar. Siempre lo trató como un nombre que ocasionara miedo, así que le enorgullecía que a la pelirrosa le gustara.
Escuchó lo que dijo acerca de los marines y arqueó una ceja. Cortar cabezas era lo que hacía al final (además de otros métodos). Por lo general torturaba primero hasta que el otro no pudiera más, para luego darle el golpe de gracia. Fue por ese motivo que sentía un disgusto particular hacia Ivan. Él podía ser un bastardo y sería el primero en decir que merecía ir al infierno por todo lo que hizo, por todas las personas que había torturado, pero el tenía su límite. Una vez que la persona alcanzara su límite y ya no pudiera gritar, el mismo se apiadaba y los mataba. Ivan... ese bastardo se aprovechó de su regeneración para torturar a Black sin piedad por largos periodos de tiempo, sin darle ninguna clase de piedad. Solo por eso, se había ganado su odio. Por su método de actuar y por lo que le hizo a su vampiresa.
– Espera... ¿Mi vampiresa? – pensó algo sorprendido, para luego sonrojarse un poco. No... no le molestaba en lo más mínimo pensar en eso.
Black se puso de pie ignorando la lluvia, cosa que él imitó. Miró sin entender a la pelirrosa, pero luego escuchó sus palabras y observó... como quedaba en ropa interior nuevamente. Por algunos instantes no dijo nada, tan solo la observó. Ya lo había visto dentro de Ryuken cuando estaban en lo suyo, pero... Esta vez era distinto. Con sus emociones desbordadas al máximo nivel y su sed bloqueada de momento, podía apreciar por primera vez el cuerpo de vampiresa sin tener pensamientos para cubrirlo en sangre.
– Que eres absolutamente hermosa – dijo con sinceridad, al tiempo que sus ojos desprendían un brillo desconocido para él. – Y creo que el término se queda corto –
– Creo que me quedaré con Black por el momento – le dijo suavemente.
Por supuesto, eso podía cambiar una vez que su instinto volviera en medio de alguna clase de conflicto. No era como si controlara lo que dijera cuando estaba así, de todas formas. Lo ocurrido en su breve pelea contra Black quedó demostrado el como actuaba el asesino. Era alguien loco y temerario por naturaleza, incluso lanzó una gran cantidad de armas hacia la pelirrosa a sabiendas que podían ocasionar heridas críticas si la vampiresa no hubiera tenido haki o una capacidad de regeneración asombrosa. Escuchó sus palabras y no pudo evitar sonrojarse un poco. Yami era el seudónimo que tuvo anterior a Viper; así lo llamaban los demás prisioneros de aquel infernal lugar. Siempre lo trató como un nombre que ocasionara miedo, así que le enorgullecía que a la pelirrosa le gustara.
Escuchó lo que dijo acerca de los marines y arqueó una ceja. Cortar cabezas era lo que hacía al final (además de otros métodos). Por lo general torturaba primero hasta que el otro no pudiera más, para luego darle el golpe de gracia. Fue por ese motivo que sentía un disgusto particular hacia Ivan. Él podía ser un bastardo y sería el primero en decir que merecía ir al infierno por todo lo que hizo, por todas las personas que había torturado, pero el tenía su límite. Una vez que la persona alcanzara su límite y ya no pudiera gritar, el mismo se apiadaba y los mataba. Ivan... ese bastardo se aprovechó de su regeneración para torturar a Black sin piedad por largos periodos de tiempo, sin darle ninguna clase de piedad. Solo por eso, se había ganado su odio. Por su método de actuar y por lo que le hizo a su vampiresa.
– Espera... ¿Mi vampiresa? – pensó algo sorprendido, para luego sonrojarse un poco. No... no le molestaba en lo más mínimo pensar en eso.
Black se puso de pie ignorando la lluvia, cosa que él imitó. Miró sin entender a la pelirrosa, pero luego escuchó sus palabras y observó... como quedaba en ropa interior nuevamente. Por algunos instantes no dijo nada, tan solo la observó. Ya lo había visto dentro de Ryuken cuando estaban en lo suyo, pero... Esta vez era distinto. Con sus emociones desbordadas al máximo nivel y su sed bloqueada de momento, podía apreciar por primera vez el cuerpo de vampiresa sin tener pensamientos para cubrirlo en sangre.
– Que eres absolutamente hermosa – dijo con sinceridad, al tiempo que sus ojos desprendían un brillo desconocido para él. – Y creo que el término se queda corto –
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Black continuaba sosteniendo el sujetador con una mano mientras la miraba con una expresión que no mostraba nada, como la persona que miraba una pared todo el tiempo. Quería saber su respuesta de una vez por todas. Se esperaba algo como que quería tocarla o algo por el estilo, pero tendría que aguantarse y no mostrar un comportamiento extraño. Se mantuvo fría en todo momento, con la mente en perfecta sintonía como lo que era, una vampira asesina que no mostraba piedad por nada. Seguramente él diría cosas raras como que tenía curiosidad o algo así, por lo que estaba preparada para todo. Entonces las palabras de él llegaron y la pelirrosa se quedó mirándole fijamente a los ojos tranquilamente.
La boca de la vampira se fue abriendo muy despacio, hasta quedar con una expresión de espanto. Sus orejas se tensaron y su cola quedó estirada hacia un lado, como el gato que es tirado al agua. Su rostro fue cambiando de pálido y sin color a un rojo tremendamente exagerado. Casi parecía que iba a salirle humo de las orejas. Aquella mirada sincera de él y esas jodidas palabras. No se esperaba que lo primero que sintiera es que ella era hermosa. La vampira entonces empezó a mover las manos de un lado a otro mientras daba ligeros pasos hacia atrás. Cerró los ojos con fuerza y negó con la cabeza varias veces.
- ¡Idiota! ¡Yo no soy hermosa! – Le dio la espalda y se puso a mirar al suelo mientras jugaba con sus dedos y su cola se movía despacio de un lado hacia otro.
No se había esperado algo como aquello. Quizás de Ryuken hacia Galia sí, pero de él hacia ella era otra cosa muy distinta. No quería darse la vuelta y mirarle a los ojos, estaba todavía con el rostro enrojecido. Toda la sangre que había bebido de su cuello ahora estaba en las mejillas de ella. Trató de olvidarlo, pero no podía hacerlo. De todo lo que se esperaba tuvo que decir aquellas palabras. Ella entonces estando todavía nerviosa esperó a que él no lo hubiese notado, o a saber lo que pasaba. Quería continuar teniendo la sartén por el mango. De espaldas a él se abrazó a la zona del pecho mientras su voz salía ahora un poco nerviosa, de hecho, tartamudeaba.
- N-no te burles de mí. No soy hermosa, tan solo te atrae mi personalidad… Mi cuerpo es otra cosa y no creo que a ti te interese eso precisamente. De todas formas, ahora no puedo girarme… – Dijo mientras continuaba dándole la espalda, respirando algo más fuerte de lo normal y esperando a que se pasase el efecto del rubor, que el condenado no se iba.
La boca de la vampira se fue abriendo muy despacio, hasta quedar con una expresión de espanto. Sus orejas se tensaron y su cola quedó estirada hacia un lado, como el gato que es tirado al agua. Su rostro fue cambiando de pálido y sin color a un rojo tremendamente exagerado. Casi parecía que iba a salirle humo de las orejas. Aquella mirada sincera de él y esas jodidas palabras. No se esperaba que lo primero que sintiera es que ella era hermosa. La vampira entonces empezó a mover las manos de un lado a otro mientras daba ligeros pasos hacia atrás. Cerró los ojos con fuerza y negó con la cabeza varias veces.
- ¡Idiota! ¡Yo no soy hermosa! – Le dio la espalda y se puso a mirar al suelo mientras jugaba con sus dedos y su cola se movía despacio de un lado hacia otro.
No se había esperado algo como aquello. Quizás de Ryuken hacia Galia sí, pero de él hacia ella era otra cosa muy distinta. No quería darse la vuelta y mirarle a los ojos, estaba todavía con el rostro enrojecido. Toda la sangre que había bebido de su cuello ahora estaba en las mejillas de ella. Trató de olvidarlo, pero no podía hacerlo. De todo lo que se esperaba tuvo que decir aquellas palabras. Ella entonces estando todavía nerviosa esperó a que él no lo hubiese notado, o a saber lo que pasaba. Quería continuar teniendo la sartén por el mango. De espaldas a él se abrazó a la zona del pecho mientras su voz salía ahora un poco nerviosa, de hecho, tartamudeaba.
- N-no te burles de mí. No soy hermosa, tan solo te atrae mi personalidad… Mi cuerpo es otra cosa y no creo que a ti te interese eso precisamente. De todas formas, ahora no puedo girarme… – Dijo mientras continuaba dándole la espalda, respirando algo más fuerte de lo normal y esperando a que se pasase el efecto del rubor, que el condenado no se iba.
Ryuken Shirou
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Características
fuerza
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Intelecto
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Instinto
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Akuma no mi
Varios
Por algunos instantes, luego del comentario inocente (al menos para él) del peliplateado, pareció como si nada pasaría. Solo se oía el sonido de la lluvia chocando contra el suelo y el agua del lago, además de los vientos azotando las copas de los árboles, pero la paz siempre tenía su fin. Yami hubiera deseado tener algo para inmortalizar el momento, porque dudaba que Black fuera a volver a poner aquella cara. Su boca se encontraba abierta, su rostro se puso más pálido de lo normal y un sonrojo cubría sus mejillas. Para terminar, sus orejas se encontraban tensas y su cola tirada hacia un lado; era la imagen perfecta de un gato al cual habían bañado en contra de su voluntad... Y ahora vinieron los movimientos exagerados. La vampiresa movía sus brazos de aquí para allá y daba ligeros saltos hacia atrás. Cuando se dio la vuelta y dijo eso, fue cuando ya no pudo resistir más.
Yami, la antigua encarnación absoluta del mal y de la destrucción... se puso a reír con ganas. No era siniestra como la otras veces, sino que simplemente era un gesto de pura diversión y felicidad. No se esperaba esa reacción por parte de la pelirrosa, tampoco era su intención en lo más mínimo. Vio como la cola se movía de un lado a otro, y no pudo evitar golpearse en el rostro para poder calmarse. Al cabo de un rato, el método funcionó. Negó con la cabeza y miró con diversión a la vampiresa, simplemente eso. No tenía ningún gesto malicioso. Sus ojos, antes fríos, poco a poco iba recuperando la vida que tenían cuando fue encontrado por su madre adoptivo. No quería decir que se estuviera volviendo bueno ni mucho menos. Seguía siendo el bastardo de siempre, pero ahora tenía a alguien que aterrizar sus pies en la tierra y ser el mismo. Si además podía matar marines (su madre intentó bloquea cualquier intento de asesinato suyo hacia otro), entonces era bastante improbable que intentara atacar a Black con intención de matar.
– Lo siento, lo siento. Me pareció demasiado tierno como para dejarlo pasar – le dijo mientras ponía una mano en su boca.
Escuchó sus palabras y bufó. En eso... puede que le diera la razón, si seguía siendo el mismo de antes. La cosa era que había cambiado su forma de ser (al menos con la vampiresa) y ahora miraba las cosas de una manera muy distinta a la anterior... y una de esas cosas, era que miraba a la pelirrosa de distinta formal. Una vez completamente calmado, se acercó a paso lento hacia la mujer. La miró por algunos segundos, levantó su mano e intento rascar sus felinas orejas. Ryuken lo había hecho con Galia, y ahora él quería hacer lo mismo con Black.
– Personalidad sí, y si bien admito que lo del cuerpo antes era distinto... Cuando atravesaste mis barreras, eso cambió – le dijo mientras se encogía de hombros. – Antes mi propia malicia y necesidad por desesperación anulaba el resto de mis emociones... incluida mi capcidad para apreciar la belleza. Ahora que ya no estoy segado, puedo apreciar lo hermosa que eres y no – le replicó con seriedad antes que respondiera. – No intentes negarlo, porque es verdad. –
Yami, la antigua encarnación absoluta del mal y de la destrucción... se puso a reír con ganas. No era siniestra como la otras veces, sino que simplemente era un gesto de pura diversión y felicidad. No se esperaba esa reacción por parte de la pelirrosa, tampoco era su intención en lo más mínimo. Vio como la cola se movía de un lado a otro, y no pudo evitar golpearse en el rostro para poder calmarse. Al cabo de un rato, el método funcionó. Negó con la cabeza y miró con diversión a la vampiresa, simplemente eso. No tenía ningún gesto malicioso. Sus ojos, antes fríos, poco a poco iba recuperando la vida que tenían cuando fue encontrado por su madre adoptivo. No quería decir que se estuviera volviendo bueno ni mucho menos. Seguía siendo el bastardo de siempre, pero ahora tenía a alguien que aterrizar sus pies en la tierra y ser el mismo. Si además podía matar marines (su madre intentó bloquea cualquier intento de asesinato suyo hacia otro), entonces era bastante improbable que intentara atacar a Black con intención de matar.
– Lo siento, lo siento. Me pareció demasiado tierno como para dejarlo pasar – le dijo mientras ponía una mano en su boca.
Escuchó sus palabras y bufó. En eso... puede que le diera la razón, si seguía siendo el mismo de antes. La cosa era que había cambiado su forma de ser (al menos con la vampiresa) y ahora miraba las cosas de una manera muy distinta a la anterior... y una de esas cosas, era que miraba a la pelirrosa de distinta formal. Una vez completamente calmado, se acercó a paso lento hacia la mujer. La miró por algunos segundos, levantó su mano e intento rascar sus felinas orejas. Ryuken lo había hecho con Galia, y ahora él quería hacer lo mismo con Black.
– Personalidad sí, y si bien admito que lo del cuerpo antes era distinto... Cuando atravesaste mis barreras, eso cambió – le dijo mientras se encogía de hombros. – Antes mi propia malicia y necesidad por desesperación anulaba el resto de mis emociones... incluida mi capcidad para apreciar la belleza. Ahora que ya no estoy segado, puedo apreciar lo hermosa que eres y no – le replicó con seriedad antes que respondiera. – No intentes negarlo, porque es verdad. –
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