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![¿Tienes Fuego? [Castor - Yata] [Privado - Pasado] Empty](https://2img.net/i/empty.gif)
Un leve golpecito hizo al agente abrir lentamente los ojos. El Sol le daba con fuerza en el rostro y por ello empezó a quejarse. Se dio cuenta de que estaba en un pequeño bote, con un par de remos dentro y nada más. Vestía con una camiseta de tirantes blanca y un pantalón corto color canela. En sus pies había unas sandalias negras de plástico. Sus pocos cabellos estaban algo despeinados y su rostro mostraba pereza. Parecía un puto borracho. El asesino entonces soltó un enorme bostezo. Abrió los ojos lo mejor que pudo y se dio cuenta de que había chocado con un barco algo más grande de lo normal. Reconoció al momento aquel sitio, el Baratie. Allí conoció a Eichi y lo bautizó como su sobrino tras lograr ponerle precio, lo que hizo que se riera un poco por lo bajo.
No recordaba nada de lo que había hecho la noche anterior, pero a juzgar por lo cansado que estaba y lo quemado que estaba de la espalda, algo delicioso en algún puticlud de la zona. El castaño miró bien en sus bolsillos y comprobó su ropa. Llevaba el comunicador, sus puñales por dentro del pantalón y una de sus pistolas en una funda atada a la cintura del pantalón. También encontró algo de dinero. Tal vez podía tomarse algo en aquel lugar, esperaba que nadie le dijese nada por las pintas de mendigo borracho que llevaba. No tardó mucho en entrar por aquella puerta y se fijó en que había bastante gente. Soltó un suspiro y miró una mesa del fondo, la cual estaba vacía. El asesino entonces se sentó en ella y pudo ver un cigarro allí tirado. Una sonrisa se formó en su rostro y lo primero que hizo fue metérselo en la boca.
- ¿Alguien tiene fuego?
Dijo mientras miraba a varios lados, pero nadie parecía escucharles, sus pintas eran demasiado caóticas. Algunos camareros le miraron de forma incrédula y se pusieron a hablar entre ellos sobre quien debía atenderle. Al final uno de ellos de cabellos azulados se acercó y trató de decirle que no podía estar allí y que se fuera. Entonces el castaño ladeó la cabeza, no quería montar un espectáculo y mostrarle su licencia de agente, pero no la llevaba encima. De todas formas, miró a los ojos de aquella persona y después dio un leve golpe en la mesa.
- No me jodas, tengo hambre. Vamos, no seas así con un hermano.
- Caballero, usted no es mi hermano. Anda, salga de aquí.
Castor se colocó en pie mostrando una sonrisa algo siniestra y metió ambas manos en los bolsillos. Las miradas de la gente se clavaron en él y decidió no disparar a nadie. Se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la salida con el ceño fruncido.
No recordaba nada de lo que había hecho la noche anterior, pero a juzgar por lo cansado que estaba y lo quemado que estaba de la espalda, algo delicioso en algún puticlud de la zona. El castaño miró bien en sus bolsillos y comprobó su ropa. Llevaba el comunicador, sus puñales por dentro del pantalón y una de sus pistolas en una funda atada a la cintura del pantalón. También encontró algo de dinero. Tal vez podía tomarse algo en aquel lugar, esperaba que nadie le dijese nada por las pintas de mendigo borracho que llevaba. No tardó mucho en entrar por aquella puerta y se fijó en que había bastante gente. Soltó un suspiro y miró una mesa del fondo, la cual estaba vacía. El asesino entonces se sentó en ella y pudo ver un cigarro allí tirado. Una sonrisa se formó en su rostro y lo primero que hizo fue metérselo en la boca.
- ¿Alguien tiene fuego?
Dijo mientras miraba a varios lados, pero nadie parecía escucharles, sus pintas eran demasiado caóticas. Algunos camareros le miraron de forma incrédula y se pusieron a hablar entre ellos sobre quien debía atenderle. Al final uno de ellos de cabellos azulados se acercó y trató de decirle que no podía estar allí y que se fuera. Entonces el castaño ladeó la cabeza, no quería montar un espectáculo y mostrarle su licencia de agente, pero no la llevaba encima. De todas formas, miró a los ojos de aquella persona y después dio un leve golpe en la mesa.
- No me jodas, tengo hambre. Vamos, no seas así con un hermano.
- Caballero, usted no es mi hermano. Anda, salga de aquí.
Castor se colocó en pie mostrando una sonrisa algo siniestra y metió ambas manos en los bolsillos. Las miradas de la gente se clavaron en él y decidió no disparar a nadie. Se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la salida con el ceño fruncido.
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– Desde que se fue Annie, que he estado aburrido. La gente que explora el Grand Line son increíble – susurró mientras miraba el océano. Se quedó un rato ahí, estaba en un pequeño descanso y sabía que sus compañeros podían arreglárselas para atender a todo tipo de clientes. Por suerte para ellos, su haki de observación casi cubría todo el barco y no había nada que se les escapara. – Va a ser duro no estar con ellos, pero primero vienen mis sueños. Es una gran familia y sé que me recibirán con los brazos abiertos si quiero volver algún día – sonrió y miró al cielo. Su pelo jugó con el viento. – Mírame, Rose. Cumpliré nuestra meta. Encontraré el All Blue y todo el mundo conocerá mi nombre.
Se estiró y todos sus huesos de la columna sonaron. Se dio cuenta que ya era muy tarde y que era hora de volver a las cocinas del Baratie. Se subió a su skate y empezó a andar con total calma. Después de todo, que hubiera algún problema era poco común. Eran pocos los idiotas que querían buscar alguna pelea, incluso, todos preferían comer que luchar, pero, como en todo en la vida, siempre había excepciones y, al parecer, ese sería el día. Lo había sentido al entrar, pero tenerlo cerca era diferente. Se sentía una presión diferente en el aire y se denotaba toda la experiencia que ese sujeto tenía sobre el cuerpo.
Escuchó a sus compañeros murmurar, pero no había problemas… Después de todo, gente como él siempre era atendida por Yata. Vio como Frank, el peliazul que se acercó al nuevo cliente, le pedía que se fuera. Quizá tenía razón y no debía estar ahí, pero si tenía hambre y pedía comida, por muy excéntrico que fuera debía ser atendido. Así de simple, sencillo y elegante. Se acercó a ellos y le tocó el hombro a su compañero.
– Yo me encargo, Frank – le dedicó una suave sonrisa. – Ten. Aquí tienes fuego – le dijo al recién llegado y tendiéndole un mechero. – Si deseas, puedes quedarte y pedir lo que quieras. Yo, Misaki Yata, te atenderé con gusto. Bienvenido al Baratie, ¿señor…? – Le preguntó para saber su nombre. Tenía que ir con cuidado, ese sujeto era bastante fuerte y ya sabía que él no pertenecía al East Blue. Era demasiado fuerte como para ello y ni siquiera debería estar en algún mar.
Se estiró y todos sus huesos de la columna sonaron. Se dio cuenta que ya era muy tarde y que era hora de volver a las cocinas del Baratie. Se subió a su skate y empezó a andar con total calma. Después de todo, que hubiera algún problema era poco común. Eran pocos los idiotas que querían buscar alguna pelea, incluso, todos preferían comer que luchar, pero, como en todo en la vida, siempre había excepciones y, al parecer, ese sería el día. Lo había sentido al entrar, pero tenerlo cerca era diferente. Se sentía una presión diferente en el aire y se denotaba toda la experiencia que ese sujeto tenía sobre el cuerpo.
Escuchó a sus compañeros murmurar, pero no había problemas… Después de todo, gente como él siempre era atendida por Yata. Vio como Frank, el peliazul que se acercó al nuevo cliente, le pedía que se fuera. Quizá tenía razón y no debía estar ahí, pero si tenía hambre y pedía comida, por muy excéntrico que fuera debía ser atendido. Así de simple, sencillo y elegante. Se acercó a ellos y le tocó el hombro a su compañero.
– Yo me encargo, Frank – le dedicó una suave sonrisa. – Ten. Aquí tienes fuego – le dijo al recién llegado y tendiéndole un mechero. – Si deseas, puedes quedarte y pedir lo que quieras. Yo, Misaki Yata, te atenderé con gusto. Bienvenido al Baratie, ¿señor…? – Le preguntó para saber su nombre. Tenía que ir con cuidado, ese sujeto era bastante fuerte y ya sabía que él no pertenecía al East Blue. Era demasiado fuerte como para ello y ni siquiera debería estar en algún mar.
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Castor se frenó en seco al escuchar aquellas palabras a su espalda. De hecho, su haki de observación cubría todo el barco, el muelle y cuatrocientos metros a la redonda más o menos, tenía todo bajo control. La inteligencia en persona del Cipher Pol, o al menos parte de ella, ese era Troy. Lo tomaban por un loco tonto, pero el cabronazo era de las mentes más perfectas para aquel trabajo. Se mantuvo callado con una sonrisa calmada después de unos momentos soltó un pequeño suspiro. Se giró clavando sus azulados ojos en aquella persona y se dio cuenta de que solo era un crío. Tomó el mechero con su mano derecha y prendió el cigarro. El humo salió hacia arriba y el agente soltó un pequeño suspiro de placer. Después de unos momentos miró al resto de camarero y sonrió de forma un poco cabrona.
- Tu panda de monos no saben lo que es la cortesía. Pide que te aumenten el sueldo, me temo que casi provocan el cierre del local, señor dos millones y medio.
Dijo entonces tras escuchar su nombre y enlazarlo con su rostro. Lo siguiente que hizo el agente fue sentarse de nuevo en la silla en la que estaba y después de unos momentos cogió la carta. Se quedó mirándola fijamente unos segundos y después soltó un pequeño bostezo. Señaló el plato de macarrones con nata y queso, también el vino tinto y por último una especie de plato que constaba de carne con patatas. En cuando terminó de señalar aquello soltó una pequeña calada de humo y después de unos momentos le miró con una sonrisa calmada.
- Castor Troy, agente de inteligencia especial del gobierno mundial, sede del Cipher Pol siete. – Dijo entonces mientras le dedicaba una sonrisa calmada y después sacaba una pistola dorada de su bolsillo. La dejó encima de la mesa a modo de advertencia y después se mantuvo esperando su comida.
En cuanto el camarero se fuese a preparar las cosas, él continuaría fumando tranquilamente y después de unos momentos se estiraría. Se miró bien por todas partes mientras esperaba no tener heridas del día anterior o de lo que hubiese hecho la otra noche. Entonces encontró un jodido preservativo atado a su cinturón, sin pararse a mirar si estaba usado o no, lo tiró a uno de los camareros, al capullo del pelo azul, Frank. Éste no se dio cuenta, pero lo llevaba pegado en la espalda y por lo blanco que estaba… Castor se hizo el loco y se puso a leer la carta de forma disimulada.
- Tu panda de monos no saben lo que es la cortesía. Pide que te aumenten el sueldo, me temo que casi provocan el cierre del local, señor dos millones y medio.
Dijo entonces tras escuchar su nombre y enlazarlo con su rostro. Lo siguiente que hizo el agente fue sentarse de nuevo en la silla en la que estaba y después de unos momentos cogió la carta. Se quedó mirándola fijamente unos segundos y después soltó un pequeño bostezo. Señaló el plato de macarrones con nata y queso, también el vino tinto y por último una especie de plato que constaba de carne con patatas. En cuando terminó de señalar aquello soltó una pequeña calada de humo y después de unos momentos le miró con una sonrisa calmada.
- Castor Troy, agente de inteligencia especial del gobierno mundial, sede del Cipher Pol siete. – Dijo entonces mientras le dedicaba una sonrisa calmada y después sacaba una pistola dorada de su bolsillo. La dejó encima de la mesa a modo de advertencia y después se mantuvo esperando su comida.
En cuanto el camarero se fuese a preparar las cosas, él continuaría fumando tranquilamente y después de unos momentos se estiraría. Se miró bien por todas partes mientras esperaba no tener heridas del día anterior o de lo que hubiese hecho la otra noche. Entonces encontró un jodido preservativo atado a su cinturón, sin pararse a mirar si estaba usado o no, lo tiró a uno de los camareros, al capullo del pelo azul, Frank. Éste no se dio cuenta, pero lo llevaba pegado en la espalda y por lo blanco que estaba… Castor se hizo el loco y se puso a leer la carta de forma disimulada.
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Suspiró con calma al ver que ese sujeto sabía de su wanted. No le ocasionaba ningún problema, después de todo, no eran pocos los cazadores de recompensa que iban por él. Observó cómo es que Frank lo miraba con cara de “te estás buscando un buen lío” y él lo sabía. Por alguna razón, no podía estar sin meterse en uno diario, así que no le molestaba. Al menos, el nuevo cliente, se volvió a sentar y eso era algo bueno. Después de todo, ¿a quién le gustaba perder clientes? Además, no había hecho nada incorrecto. Vio que él se disponía a pedir algo y tomó nota. No eran platos difíciles y, de hecho, se podía decir que era su especialidad.
Escuchó lo siguiente que dijo y no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su cuerpo. ¿Cipher Pol? ¿No que eran solo mitos? Todo fue demasiada información en un momento. ¿Qué hacía ahí? No era alguien que tendría que estar ahí, en un miserable mar y menos en el East. Pensar que estaba ahí por él era una tontería. Su wanted era una estupidez respecto a otros del mismo mar y mucho menos comparado a los monstruos que habitaban en el Grand Line. Debía, primero, atenderlo; ya luego se ocuparía de las otras cuestiones.
– Te lo traigo en unos minutos. – Le dijo con una suave sonrisa.
Se fue a la cocina y, de paso, le sacó el preservativo a Frank y lo tiró a la basura. Una vez entró, se lavó tres, hasta cinco veces sus manos. Esa cosa estaba usado y tuvo que ser fuerte para no vomitar frente a sus clientes. ”Ese tipo esta loco” – pensó mientras, por si acaso, se volvió a lavar las manos. El peliazul siguió a lo suyo y no le dio importancia, ni siquiera habló sobre el suceso o que ese sujeto perteneciera al Cipher Pol. Se concentró en la orden y la terminó en pocos minutos. Agarró los dos platos y la botella de vino y salió de la cocina en su skate.
– No es necesario que saques armas en este lugar – le dijo mientras dejaba los platos que él había pedido y, de paso, le servía en una copa el vino. – Es un restaurant y es un sitio neutral. Solo vienen a comer y a disfrutar de una buena comida – suspiró y, sin pedir permiso, se sentó en una silla frente a Castor. – Entonces, señor de la agencia secreta del Gobierno Mundial, ¿qué lo trae por aquí? – Le preguntó.
Escuchó lo siguiente que dijo y no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su cuerpo. ¿Cipher Pol? ¿No que eran solo mitos? Todo fue demasiada información en un momento. ¿Qué hacía ahí? No era alguien que tendría que estar ahí, en un miserable mar y menos en el East. Pensar que estaba ahí por él era una tontería. Su wanted era una estupidez respecto a otros del mismo mar y mucho menos comparado a los monstruos que habitaban en el Grand Line. Debía, primero, atenderlo; ya luego se ocuparía de las otras cuestiones.
– Te lo traigo en unos minutos. – Le dijo con una suave sonrisa.
Se fue a la cocina y, de paso, le sacó el preservativo a Frank y lo tiró a la basura. Una vez entró, se lavó tres, hasta cinco veces sus manos. Esa cosa estaba usado y tuvo que ser fuerte para no vomitar frente a sus clientes. ”Ese tipo esta loco” – pensó mientras, por si acaso, se volvió a lavar las manos. El peliazul siguió a lo suyo y no le dio importancia, ni siquiera habló sobre el suceso o que ese sujeto perteneciera al Cipher Pol. Se concentró en la orden y la terminó en pocos minutos. Agarró los dos platos y la botella de vino y salió de la cocina en su skate.
– No es necesario que saques armas en este lugar – le dijo mientras dejaba los platos que él había pedido y, de paso, le servía en una copa el vino. – Es un restaurant y es un sitio neutral. Solo vienen a comer y a disfrutar de una buena comida – suspiró y, sin pedir permiso, se sentó en una silla frente a Castor. – Entonces, señor de la agencia secreta del Gobierno Mundial, ¿qué lo trae por aquí? – Le preguntó.
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Un camarero montado en una patineta mientras servía comida, luego el loco era él. El asesino esperó a que los platos estuvieran sobre la mesa y entonces tomó el de macarrones con nata y queso. Con el tenedor pinchó en ellos y empezó a comérselos con ganas. Tomó algo de pan y lo mordió con fuerza, después continuó a lo suyo. El sabor era delicioso y con el hambre que tenía, le sentaba muchísimo mejor. Con la mano derecha cogió algunas patatas y se las llevó directamente a la boca, se notaba que estaba hambriento. Se dio cuenta de que él se sentaba en frente, pero no le dio importancia. Tomó el vino y empezó a beber de la copa con tranquilidad. El ardor en la garganta le hizo suspirar un poco. Se remangó bien la camiseta y después de unos momentos se pasó la mano por la cabeza.
- Esto está que te cagas, chaval. Siempre que vengo aquí me quedo maravillado con esta comida, ojalá me asignaran al Este. – Dijo sonriéndole de forma algo exagerada y mordiendo el pan de nuevo. El azulado de sus ojos resaltaba con su sonrisa y su expresión de puto cachondo lo hacía más llamativo.
Escuchó las palabras del chico y de nuevo agarró las patatas. Las masticó con velocidad y dejó el arma donde estaba, de hecho, sacó un puñal de combate y lo dejó en lo alto de la mesa también a modo de doble advertencia a las demás personas. Finalmente cortó un trozo de carne y jadeó un poco debido a la enorme delicia que suponía.
- No existen los lugares neutrales en este mundo, colega. En cuanto al motivo, creo que comer, como el resto de personas que viene. He despertado en un bote sin mi ropa, sin mis cosas, con un preservativo en el bolsillo y con un dolor de cabeza que flipas. El hambre también viene en el lote, así que no tengo ni puta idea de lo que hice anoche. Debí tomarme unos reinoles con algunas putillas y se me fue mucho la pinza. – Dijo volviendo a pinchar en los macarrones.
Castor se sirvió otra copa de vino mientras miraba al chico. Era un niño a sus ojos, pues él ya tenía sus años de experiencia en el mundo, incluso había llegado a un puesto alto en el gobierno mundial solo por su labia. Terminó de comerse la pasta y alejó el plato mientras acercaba el de la carne. Pinchó en la jugosa pieza y empezó a masticar mientras en sus ojos se notaba una felicidad asombrosa. Era demasiado rico, era impresionante. El agente miró de nuevo al camarero y le señaló con el tenedor mientras masticaba.
- ¿Qué hiciste para tener precio? ¿Golpeaste algún marine abusón? Tal vez le tiraste los tejos a la hija de un alto cargo, no te ves mala gente. – Terminó de decir cogiendo una patata y ofreciéndosela con ilusión.
- Esto está que te cagas, chaval. Siempre que vengo aquí me quedo maravillado con esta comida, ojalá me asignaran al Este. – Dijo sonriéndole de forma algo exagerada y mordiendo el pan de nuevo. El azulado de sus ojos resaltaba con su sonrisa y su expresión de puto cachondo lo hacía más llamativo.
Escuchó las palabras del chico y de nuevo agarró las patatas. Las masticó con velocidad y dejó el arma donde estaba, de hecho, sacó un puñal de combate y lo dejó en lo alto de la mesa también a modo de doble advertencia a las demás personas. Finalmente cortó un trozo de carne y jadeó un poco debido a la enorme delicia que suponía.
- No existen los lugares neutrales en este mundo, colega. En cuanto al motivo, creo que comer, como el resto de personas que viene. He despertado en un bote sin mi ropa, sin mis cosas, con un preservativo en el bolsillo y con un dolor de cabeza que flipas. El hambre también viene en el lote, así que no tengo ni puta idea de lo que hice anoche. Debí tomarme unos reinoles con algunas putillas y se me fue mucho la pinza. – Dijo volviendo a pinchar en los macarrones.
Castor se sirvió otra copa de vino mientras miraba al chico. Era un niño a sus ojos, pues él ya tenía sus años de experiencia en el mundo, incluso había llegado a un puesto alto en el gobierno mundial solo por su labia. Terminó de comerse la pasta y alejó el plato mientras acercaba el de la carne. Pinchó en la jugosa pieza y empezó a masticar mientras en sus ojos se notaba una felicidad asombrosa. Era demasiado rico, era impresionante. El agente miró de nuevo al camarero y le señaló con el tenedor mientras masticaba.
- ¿Qué hiciste para tener precio? ¿Golpeaste algún marine abusón? Tal vez le tiraste los tejos a la hija de un alto cargo, no te ves mala gente. – Terminó de decir cogiendo una patata y ofreciéndosela con ilusión.
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Misaki suspiró con calma. Las cosas, para algunos, se estaban poniendo tensas. Castor era bastante… Grosero en las formas de decir las cosas y se notaba que las mesas aledañas se incomodaban. Tenía que mantener la compostura, más ahora que él había sacado un puñal y lo había dejado en la mesa. ¿Tan desconfiado era? Nadie portaba armas y, de hecho, se notaba que estaban todos un poco asustados de él. Su historia fue extraña, pero viendo sus ropas y como es que se comportaba, no negaba que fuera verdad. ¿En serio el Gobierno Mundial aceptaba a tipos como este? Algo no concordaba con eso, algo le decía que quizá solo era un idiota que se estaba haciendo el importante, pero no podía negar que era bastante fuerte y que no podría vencerlo. Así que lo mejor era tranquilizar todo.
Escuchó su pregunta y no pudo evitar agachar su cabeza. No le gustaba recordar ese día y menos saber qué esa fue la razón de por qué huyó. Aunque, de hecho, se seguía preguntando por qué no habían vuelto por él. No es que se estuviera escondiendo, pero tampoco tenía la necesidad. Se quedó callado unos segundos. Suspiró con calma y volvió a mirar a Castor a los ojos. Era cierto, nadie pensaba que Yata fuera una mala persona, de hecho, era todo lo contrario. Todos se sentían protegidos al tenerlo cerca, después de todo, él daría su vida por proteger a sus amigos y eso estaba claro.
– Me temo que ninguna de las anteriores, Castor – le dijo con una suave sonrisa. – Solo estuve en el momento y lugar en el instante equivocado – no le iba a ocultar la verdad, solo… Estaba generando el valor suficiente como para decir todo. – Solo hui de un marine cuando dejé mi isla. A los pocos meses después, vi este cartel de wanted con mi rostro – tomó una ligera pausa. – Llegué al Baratie dos años después de ese incidente. Ellos me aceptaron con wanted y todo, así que he estado trabajando aquí desde ese momento. – Finalizó con una sonrisa.
Escuchó su pregunta y no pudo evitar agachar su cabeza. No le gustaba recordar ese día y menos saber qué esa fue la razón de por qué huyó. Aunque, de hecho, se seguía preguntando por qué no habían vuelto por él. No es que se estuviera escondiendo, pero tampoco tenía la necesidad. Se quedó callado unos segundos. Suspiró con calma y volvió a mirar a Castor a los ojos. Era cierto, nadie pensaba que Yata fuera una mala persona, de hecho, era todo lo contrario. Todos se sentían protegidos al tenerlo cerca, después de todo, él daría su vida por proteger a sus amigos y eso estaba claro.
– Me temo que ninguna de las anteriores, Castor – le dijo con una suave sonrisa. – Solo estuve en el momento y lugar en el instante equivocado – no le iba a ocultar la verdad, solo… Estaba generando el valor suficiente como para decir todo. – Solo hui de un marine cuando dejé mi isla. A los pocos meses después, vi este cartel de wanted con mi rostro – tomó una ligera pausa. – Llegué al Baratie dos años después de ese incidente. Ellos me aceptaron con wanted y todo, así que he estado trabajando aquí desde ese momento. – Finalizó con una sonrisa.
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Una pequeña carcajada se escapó de la boca del agente mientras masticaba el pedazo de carne, el último de hecho. Se había comido todo encantado y debía admitir que estaba buenísimo. Al ver que los clientes parecían avestruces con las cabezas enterradas en los manteles, soltó un suspiro. Ocultó sus armas y después se estiró un poco. Con el haki de observación sería suficiente para tener todo controlado. La historia de aquella persona le recordaba bastante a Eichi por el hecho de lugar equivocado. Él entonces mostró una expresión sonriente, demasiado tal vez. El cabrón estaba a punto de hacer de las suyas de nuevo. Se rascó un poco la nariz y puso los codos sobre la mesa. Después empezó a hablarle a él de forma calmada.
- Eichi Tsukasa. Era un cocinero que trabajó en este bar, pero un día montó un verdadero pollo en el Sur. Raptó a la hija de un oficial y tuvo relaciones con ella, consentidas claro. Era una pelirroja hermosa llamada Milena, después mató al primo de ella, se llamaba Kusanagi. Entonces pilló precio. Esta historia la saben pocos, nunca nombres a Eichi aquí, sienta muy mal.
Su habilidad de espía le había hecho en un teatrero de primera. Lo siguiente que hizo fue terminarse la botella de vino y después de unos momentos se colocó en pie. Dejó el dinero en la mesa y entonces mostró una sonrisa hacia el joven que tenía delante de él. Sería gracioso quitarle el precio y al que no tuviera ponérselo. Troy invertía los papeles de la gente con mucha facilidad. Entonces el agente le hizo un gesto al joven para que fuese con él al exterior. Salió por la puerta y se puso a mirar al mar. Empezó a hablar de nuevo.
- Eichi es mi hijo, tiene precio y eso le convierte en criminal. Si sabes algo sobre él por trabajar en este sitio o escuchas algo sobre él, me gustaría que le dijeras que le estoy buscando. Dejando eso a parte, no le digas a nadie que soy agente.
Castor sonrió de forma algo siniestra y después sacó otro cigarro. Le indicó a él con la mano que le dejase de nuevo el mechero y si lo hacía se lo encendería. Miró de forma seria al mar y después de unos momentos se relamió despacio.
- Cuéntame tus sueños, colega. – Dijo de forma amistosa mientras le guiñaba un ojo y después soltaba una enorme calada de humo.
- Eichi Tsukasa. Era un cocinero que trabajó en este bar, pero un día montó un verdadero pollo en el Sur. Raptó a la hija de un oficial y tuvo relaciones con ella, consentidas claro. Era una pelirroja hermosa llamada Milena, después mató al primo de ella, se llamaba Kusanagi. Entonces pilló precio. Esta historia la saben pocos, nunca nombres a Eichi aquí, sienta muy mal.
Su habilidad de espía le había hecho en un teatrero de primera. Lo siguiente que hizo fue terminarse la botella de vino y después de unos momentos se colocó en pie. Dejó el dinero en la mesa y entonces mostró una sonrisa hacia el joven que tenía delante de él. Sería gracioso quitarle el precio y al que no tuviera ponérselo. Troy invertía los papeles de la gente con mucha facilidad. Entonces el agente le hizo un gesto al joven para que fuese con él al exterior. Salió por la puerta y se puso a mirar al mar. Empezó a hablar de nuevo.
- Eichi es mi hijo, tiene precio y eso le convierte en criminal. Si sabes algo sobre él por trabajar en este sitio o escuchas algo sobre él, me gustaría que le dijeras que le estoy buscando. Dejando eso a parte, no le digas a nadie que soy agente.
Castor sonrió de forma algo siniestra y después sacó otro cigarro. Le indicó a él con la mano que le dejase de nuevo el mechero y si lo hacía se lo encendería. Miró de forma seria al mar y después de unos momentos se relamió despacio.
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No le dio importancia al hecho de que se riera de eso, después de todo, no era el primero y no sería el último. Lo vio terminar toda la comida. ”Come como si no hubiera un mañana. Bueno, al menos la disfrutó” – pensó con una suave sonrisa. Se quedó callado, pendiente a si él le pedía más comida, por otro lado, la gente solo miraba de vez en cuando. Muchos eran clientes habituales y confiaban en que Yata lograría mantener todo bajo control. Nada sobre el comportamiento algo extravagante de Castor le indicaba que fuera un tipo malo. Si no… Ya habría empezado a disparar como un loco frente a todos y nadie lo podría detener. Se alegró saber que, de ser verdad eso de que estaba el Gobierno Mundial, hubiera tipos como él y fueran buenos.
Escuchó las palabras de Castor y se quedó helado. No conocía a Eichi, pero si había oído a algunos hablar de él. El viejo no hablaba mucho, pero no se refería mucho a ese tema. ¿Sería por eso? En pocas palabras, ese sujeto si se había ganado su recompensa. No como él, que solo huyó para salvar su vida y, por eso, se le considera, en algún grado, alguien peligroso. Suspiró con calma y se quedó en silencio, prestando atención a todo lo que escuchaba. Era una historia extraña, pero a él le hacía sentido. ¿Quería decir que esa tal Milena también recompensa? ¿O su padre había usado sus influencias para solo atormentar a Eichi? Se encogió de hombros y vio la seña de Castor para salir a la cubierta. Asintió con calma y le indicó a uno de sus nakamas que recogiera los cubiertos.
La noticia de que Castor tuviera un hijo y que ese era Eichi fue… Impactante. Por lo que había escuchado, el cocinero era pelirrojo y el agente no lo era. ¿Significaba que los genes de la madre del criminal encantador de mujeres importantes eran más fuertes? Le quitó importancia a ese hecho y sacó el mechero de uno de sus bolsillos. Él prendió el cigarro y la última pregunta fue bastante… Curiosa. Era uno de los pocos que hacían ese tipo de preguntas, pero… ¿Le creería? ¿Lo tildaría de loco? ¿Le diría que es imposible?
– Mi sueño es encontrar el All Blue – le dijo mientras se apoyaba en la pared. – Por lo otro, no te preocupes… No le diré a nadie que eres agente y le diré a Eichi, si algún día lo encuentro, que su padre lo está buscando. – Finalizó con una suave sonrisa.
Escuchó las palabras de Castor y se quedó helado. No conocía a Eichi, pero si había oído a algunos hablar de él. El viejo no hablaba mucho, pero no se refería mucho a ese tema. ¿Sería por eso? En pocas palabras, ese sujeto si se había ganado su recompensa. No como él, que solo huyó para salvar su vida y, por eso, se le considera, en algún grado, alguien peligroso. Suspiró con calma y se quedó en silencio, prestando atención a todo lo que escuchaba. Era una historia extraña, pero a él le hacía sentido. ¿Quería decir que esa tal Milena también recompensa? ¿O su padre había usado sus influencias para solo atormentar a Eichi? Se encogió de hombros y vio la seña de Castor para salir a la cubierta. Asintió con calma y le indicó a uno de sus nakamas que recogiera los cubiertos.
La noticia de que Castor tuviera un hijo y que ese era Eichi fue… Impactante. Por lo que había escuchado, el cocinero era pelirrojo y el agente no lo era. ¿Significaba que los genes de la madre del criminal encantador de mujeres importantes eran más fuertes? Le quitó importancia a ese hecho y sacó el mechero de uno de sus bolsillos. Él prendió el cigarro y la última pregunta fue bastante… Curiosa. Era uno de los pocos que hacían ese tipo de preguntas, pero… ¿Le creería? ¿Lo tildaría de loco? ¿Le diría que es imposible?
– Mi sueño es encontrar el All Blue – le dijo mientras se apoyaba en la pared. – Por lo otro, no te preocupes… No le diré a nadie que eres agente y le diré a Eichi, si algún día lo encuentro, que su padre lo está buscando. – Finalizó con una suave sonrisa.
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Aquello estaba siendo demasiado bueno, ese sitio no le sonaba para nada, pero era el momento de ejercer un papel importante en la vida del joven. Le gustaba ser el centro de atención y que todos pensaran en él. Castor contuvo una pequeña carcajada y metió la mano derecha en su bolsillo mientras mantenía el cigarro en la izquierda. Podría parecer una putada, pero él siempre tenía un mensaje bueno oculto en sus acciones. Empezó a moldear plata en el bolsillo y después clavó sus azulados ojos en el joven que tenía delante de él. Entonces le habló con un tono bastante calmado y amable.
- Es un buen sueño, Yata. Recuerdo cuando lo vi por primera vez, un sitio hermoso sin duda alguna. Es de los mejores que he visto en este mundo y también soy uno de los que guarda el secreto de como llegar.
Dijo mientras miraba de nuevo al mar con una sonrisa. Quería darse aire de interesante y al cabrón le salía demasiado bien. Justo entonces sacó la mano de su bolsillo, había fabricado una pieza de plata en forma de “X”. La tendió al joven con una sonrisa calmada. Tenía un pequeño agujero por la zona de atrás, por lo que podría usar una cuerda para ponérselo como collar. Soltó el cigarro y lo tiró al mar, lo lamentó en su corazón, pero era un sacrificio para que todo funcionase mejor que nunca. Pensó en algunas cosas tontas y alguna importante y después le habló de nuevo.
- Toma esta pieza, llévala siempre contigo. Cuando hayas encontrado a Eichi y le derrotes, cuando hayas encontrado a una miembro de los Taketo, y cuando te hayas convertido en alguien fuerte y poderoso, entrégame la cruz. Entonces yo te llevaré al All Blue, Yata.
Castor sabía que lo primero era difícil, que lo segundo imposible, pues supo que aquella familia murió hacía unos meses ya y lo tercero podría funcionar. Habría dicho otra mafia, pero que estuvieran extintas y aunque sabía de la existencia del criminal Ban, él era hombre, así que dijo una mujer sabiendo que no habría en el mundo. Entonces le dedicó una sonrisa al chico y estiró su mano hacia él en señal de promesa. Por si acaso, debería estudiar sobre aquello llamado All Blue, estaba seguro de que sería una tienda de tablas de surf o algo así. Igualmente, aquello sonó real y todo ¿El joven aceptaría todo como un buen reto? Se quedó al tanto mientras le miraba.
- Es un buen sueño, Yata. Recuerdo cuando lo vi por primera vez, un sitio hermoso sin duda alguna. Es de los mejores que he visto en este mundo y también soy uno de los que guarda el secreto de como llegar.
Dijo mientras miraba de nuevo al mar con una sonrisa. Quería darse aire de interesante y al cabrón le salía demasiado bien. Justo entonces sacó la mano de su bolsillo, había fabricado una pieza de plata en forma de “X”. La tendió al joven con una sonrisa calmada. Tenía un pequeño agujero por la zona de atrás, por lo que podría usar una cuerda para ponérselo como collar. Soltó el cigarro y lo tiró al mar, lo lamentó en su corazón, pero era un sacrificio para que todo funcionase mejor que nunca. Pensó en algunas cosas tontas y alguna importante y después le habló de nuevo.
- Toma esta pieza, llévala siempre contigo. Cuando hayas encontrado a Eichi y le derrotes, cuando hayas encontrado a una miembro de los Taketo, y cuando te hayas convertido en alguien fuerte y poderoso, entrégame la cruz. Entonces yo te llevaré al All Blue, Yata.
Castor sabía que lo primero era difícil, que lo segundo imposible, pues supo que aquella familia murió hacía unos meses ya y lo tercero podría funcionar. Habría dicho otra mafia, pero que estuvieran extintas y aunque sabía de la existencia del criminal Ban, él era hombre, así que dijo una mujer sabiendo que no habría en el mundo. Entonces le dedicó una sonrisa al chico y estiró su mano hacia él en señal de promesa. Por si acaso, debería estudiar sobre aquello llamado All Blue, estaba seguro de que sería una tienda de tablas de surf o algo así. Igualmente, aquello sonó real y todo ¿El joven aceptaría todo como un buen reto? Se quedó al tanto mientras le miraba.
Kazuo Tanaka
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Lo escuchó con calma. No pudo evitar sorprenderse ante esa gran revelación, incluso estuvo a nada de romperse a llorar. Existía, o eso decía él. Afirmaba ser uno de los que guardaba el secreto de cómo llegar, pero bien que se lo diría si cumplía lo que él le pedía. Hubiera aceptado, pero eran personas que uno; no conocía a esas personas y dos, no era un mandado de nadie. Tampoco iba a perder a personas que bien ya podrían estar mueras cuando él llegara. Suspiró con calma y empezó a negar con la cabeza. Podría ser una oportunidad única, pero de eso se trataba la aventura, ¿no? Afrontar la muerte a cada paso que das, disfrutar del viaje y de cada aventura. Nunca le había gustado el camino fácil y, para él, tener ayuda de alguien era un atajo, una facilitación de las cosas.
– No niego que me impresionaron tus palabras, pero… Me negaré – le empezó a decir mientras empezaba a mirar el horizonte. – Y, además, ¿en serio ayudarías a un tipo que es tu enemigo? Soy un pirata y como pirata que soy, llegaré yo y confirmaré lo que dices – suspiró con calma. Jugó con la cruz de plata en sus manos y luego la lanzó al océano. – No soy un mandado de nadie y no me gusta recibir ayuda de nadie para cumplir mis objetivos. Algún día llegaré y si muero en el intento, significará que mi voluntad no fue lo suficientemente fuerte como para cumplir mis metas – se quedó callado unos segundos. – Aunque gracias, de todos modos. Hiciste de mi día un poco más divertido de lo normal.
Se estiró y golpeó su skate para atraparlo con su mano. Se estiró y se preparó para lo que quedaba de día. Se estiró y sintió como es que los huesos de la columna se reacomodaban. El descanso ya había terminado y Castor no había sido una amenaza, bien pudo empezar a disparar ante cualquier idiota, pero se mantuvo tranquilo y la conversación fue… Más pacífica de lo que esperaba.
– En fin, debo seguir con mi trabajo – le dijo con una suave sonrisa. – Nos veremos pronto, Castor. De eso estoy seguro y cuando nos veamos… Supongo que seremos enemigos. Hasta otra, Castor. – Le dijo mientras volvía a entrar.
– No niego que me impresionaron tus palabras, pero… Me negaré – le empezó a decir mientras empezaba a mirar el horizonte. – Y, además, ¿en serio ayudarías a un tipo que es tu enemigo? Soy un pirata y como pirata que soy, llegaré yo y confirmaré lo que dices – suspiró con calma. Jugó con la cruz de plata en sus manos y luego la lanzó al océano. – No soy un mandado de nadie y no me gusta recibir ayuda de nadie para cumplir mis objetivos. Algún día llegaré y si muero en el intento, significará que mi voluntad no fue lo suficientemente fuerte como para cumplir mis metas – se quedó callado unos segundos. – Aunque gracias, de todos modos. Hiciste de mi día un poco más divertido de lo normal.
Se estiró y golpeó su skate para atraparlo con su mano. Se estiró y se preparó para lo que quedaba de día. Se estiró y sintió como es que los huesos de la columna se reacomodaban. El descanso ya había terminado y Castor no había sido una amenaza, bien pudo empezar a disparar ante cualquier idiota, pero se mantuvo tranquilo y la conversación fue… Más pacífica de lo que esperaba.
– En fin, debo seguir con mi trabajo – le dijo con una suave sonrisa. – Nos veremos pronto, Castor. De eso estoy seguro y cuando nos veamos… Supongo que seremos enemigos. Hasta otra, Castor. – Le dijo mientras volvía a entrar.
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