El Encuentro Que Faltaba. [Milena - Keith] [Privado]

El barco por fin había llegado al jodido cuartel del Sur. Milena debía recoger las pruebas que su compañero Taiga había dejado para ella en una de aquellas habitaciones, la ciento cinco para ser más exactos. En ella debía de haber documentos con información sobre las bestias del Grand Line y sus distintos tipos de veneno. Eso le iba a venir de perlas para una pequeña investigación que tenía planeada para empezar a usar venenos en Eichi. Quería uno que le hiciera sensible y lo paralizase, así sería muy fácil violarlo sin compasión y usar juguetes en su trasero. También les pensaba dar otros usos. No tardó mucho en salir de su camarote. Estaba preparada para entrar en aquel sitio que debía investigar un poco por mera curiosidad. Ya había estado en varios cuarteles, pero aquel no le sonaba de nada y eso que ella era del Sur.

La pelirroja avanzaba con parsimonia por el pasillo del barco y no tardó mucho en salir a cubierta seguida de varios marines que la escoltaban. Ella misma podía terminar con ellos de un chasquido de dedos y por ello frunció un poco el ceño, no necesitaba a nadie. Vestía con una camiseta de tirantes de color negra que dejaba ver sus brazos, un pantalón largo del mismo tono y unas sandalias. A su cintura poseía una funda donde llevaba una espada oculta y a su espalda una mochila de color canela. En ella llevaba agua, comida, agujas y tubos de muestras. La mujer entonces se dio cuenta de que todos la miraban y eso la hizo fruncir el ceño. Llegó a la tablilla que la llevaba al muelle y una vez allí cruzó sola con una calma bastante impresionante.

- No entraré sin permiso al cuartel, solicito un escolta que no muera con mirarlo a los ojos, por favor. – Dijo ella sacando de su mochila una barrita de cereales de chocolate.

Se mantuvo allí quieta mientras mordisqueaba despacio aquel pequeño aperitivo que sabía de una forma increíble. El sabor era muy rico pese a lo pegajosos que resultaban los fragmentos del interior de galleta de aquella cosa y el chocolate no era de mala calidad. Mientras esperaba se cruzó de brazos y se ajustó bien el sujetador que llevaba por dentro. Se le notaba un escote considerable, pero no tan exagerado como para llamar mucho la atención. Soltó un enorme suspiro y estiró sus brazos hacia arriba mientras continuaba esperando a que llegase alguien que mereciese la pena esperar.

- Me empiezo a aburrir… – Dijo mientras se rascaba un poco la ceja.

La pelirroja se mantuvo callada y con los ojos cerrados mientras esperaba de una vez que viniese alguien que pudiese guiarla. Aunque era una estupidez, no había peligro en un jodido cuartel y quitando eso de lado, ella misma podía ocuparse de cualquier problema. Se estiró un poco y lo siguiente que hizo fue soltar un bostezo enorme. Se aburría como una marsopa en el polo Norte. El calor del Sur no era bueno y ella iba en tirantes, pero entonces pudo ver al hombre de la bufanda, había que estar loco. Tal vez ocultaba una barbilla gigante o algo así. Ella se mantuvo quieta mientras esperaba a que se acercase algo más. Tenía toda la pinta del típico marine con todas las reclutas babeando detrás, pero ella permaneció a su bola.

Cuando él habló se mantuvo algo tranquila y estuvo a punto de no darle su nombre, pero supuso que tampoco era nada malo. Ya era conocida por el poder de su fruta que por otra cosa, pues dentro de los científicos tenía poco rango, pero mucho poder. Bostezó de nuevo y entonces estrechó su mano despacio. La joven miró a los ojos del joven y entonces le respondió con un tono bastante neutral.

- Milena Slicerin.

Dijo simplemente mientras le miraba con calma. Observó un poco los alrededores y debía admitir que prefería muchísimo más el cuartel del Norte, pero no podía quejarse, pues ella tan solo estaba buscando los documentos. Aquel hombre debería guiarla hasta el camarote cerrado que Taiga había usado para dejarle sus cosas. Lo que más llamó la atención de la chica fue el cabello, pero ella prefería cien veces el de su pelirrojo. Eichi debía de estar haciendo sus cosas en aquellos momentos y moría de ganas por abrazarlo. Tal vez por eso estaba tan fría y seria con los demás, no era nada justo.

- Un agente del gobierno, Taiga Redfield, ha dejado un paquete para mí. Camarote ciento cinco. Necesito que alguien me guíe hasta esa sala, solo eso.

Mencionó mordiendo de nuevo la barrita de cereales de chocolate y ajustándose bien la espada a la cintura. Aquella preciosidad que siempre llevaba consigo era el arma perfecta para ella en todos los sentidos. Incluso estando fuera de combate le era muy útil. Soltó un bostezo de nuevo, parecía cansada y con tanto trabajo era normal. Entonces ella tranquilamente le miró de nuevo a los ojos.

- Siento las formas, llevo un día y medio sin dormir. – Dijo mientras le miraba con calma.

¿Qué le pasaba a ese idiota? ¿Por qué fruncía el ceño y chasqueaba la lengua? Ella no tardó en clavar sus rojizos ojos en los de él y acariciar su espada despacio. Si quería babear y rogarle por su cuerpo delante de media marina, solo tenía que comportarse así delante de aquella mala bestia. Milena tan solo se mostraba amable y dulce con Eichi, con el resto era la persona arisca de siempre. Esperó a ver lo que ese tipo decía y mostró una expresión seria y bastante fría. Era como si estuviese fulminando con la mirada al marine, tenía la misma forma de observar a los demás que su hermano. Entonces él dijo que no pasaba nada y que la iba a guiar. Dejó de acariciar el mango de su espada y después de aquello asintió con la cabeza. Ella era mucho menos habladora y nada arrogante, su espada hablaba por ella.

Empezó a caminar tras él con una mirada calmada y una expresión fría como el hielo. Fue en ese momento cuando apretó un poco los puños al escuchar sus palabras. Recién había escuchado historias de que su padre realmente no murió y estuvo con otra mujer. De hecho, cuando él dijo el nombre de aquella persona no pudo evitar aumenta la gravedad de la zona. Las lámparas cayeron al suelo de forma violenta y algunos marines de los alrededores se postraron ante ella sin quererlo. No lo hizo con casi potencia, lo mínimo, y se impresionó al ver que el hombre frente a ella no le pasaba lo mismo. Sus ojos mostraron un odio impresionante. La pelirroja sacó su espada y de un movimiento casi invisible para una persona normal partió una pared en dos.

- ¿Qué has dicho? Slicerin D. Venom… No me imaginaba que dicho inútil estuviese en la marina. No quiero saber nada sobre esa persona, ni me la nombres. – Dijo entonces mientras su rostro se oscurecía y las venas de su frente se marcaban.

El odio no era igual que el de la puta rata de Ushio, pero también le tenía ganas a ese tipo. Su mero nombre ya le causaba asco ¿Por qué diablos se llamaba igual que lo que ella investigaba? El veneno. Frunció bastante el ceño de nuevo y ocultó su arma en la funda. Dejó una tarjeta a uno de los reclutas, dando a entender que ese número pagaría las reformas. Corvo tendría algunos contratiempos, pero era su deber como líder. Ella se quedó mirando con rabia al marine que tenía delante de sus ojos y después de unos momentos le volvió a hablar.

- Guíame de una vez a esa sala… – Dijo apretando con fuerza los puños.

Cuando el chico le mostró la habitación no tardó mucho en entrar con el ceño fruncido. Se dio cuenta de que la carpeta estaba sobre la cama y enseguida la cogió. Era de color canela y parecía pesar un poco. Dentro había algunos papeles que podría ver en privado. Entonces la pelirroja salió por la puerta de nuevo y se quedó mirando al marine de cabellos plateados. Mostró una expresión siniestra y después de unos momentos lo analizó con su haki de observación, podía sentir lo justo para saber que era fuerte. De todas formas, él no parecía compararse al poder de algunas personas que ella conocía. No tardó mucho en soltar un pequeño suspiro y después introducir ambas manos en los bolsillos.

- Parece que está todo correcto. Meterme en el barco de nuevo será asfixiante, de modo que me gustaría que me llevases a algún sitio con libros. Si es posible de historias y leyendas sobre bestias venenosas.

Una vez dijo aquello sacó su espada unos momentos. La hoja rojiza brillaba levemente y se notaba que la calidad de aquella cosa era impresionante. La espada legendaria del sexo y la lujuria, Eros. La miró unos momentos y estuvo a punto de ofrecerle al chico darle un leve corte en la mano para probar algo, pero no estaba de humor para jugar un poco. Llevaba ya un tiempo sin ver a Eichi, desde aquel día que se fue rumbo a sus cosas. Le echaba muchísimo de menos y estaba de muy mal humor. Si no lo veía pronto se pondría a dar guantazos a todo el mundo. Estaba deseando tirárselo de una buena vez y después estar con él. Tras aquella batalla que él debía librar, esperaba tenerlo siempre a su lado. Tal vez le proponía entrar de guardián en los científicos, si es que Castor lograba quitar el precio por su cabeza.

- Tengo una pregunta para ti, marine ¿No crees que os estay quedando atrás? No hablo por ti, hueles a poder desde lejos, pero el resto de la marina… Os estáis quedando en la mierda comparados con los cazadores. Incluso yo que soy científica tengo más poder que todos los cuarteles de los mares cardinales. Deberíais empezar a entrenar más en serio. – Dijo de forma seria.

Tan solo Taiga podía ventilarse a media marina él solo, incluido seguramente a algún almirante. Si debía seleccionar un bando ganador, estaba claro que la piratería llevaba la ventaja. Había monstruos capaces de vencer a todo el gobierno ellos solos, pues el gorosei no hacía una mierda. Lo siguiente que hizo fue esperar a que la guiase y después ocultó la espada en su funda.

Los nombres que había dicho el chico le sonaban, el de Xemnas sobre todo, pero solo eran tres y seguía pensando en que Taiga podía con la mayoría. También no había que olvidarse de los del CP superior, esos rangos desconocidos para el mundo, pero que Castor iba por ahí soltando, total, no tenía miedo a que lo echaran. Ella entonces caminó hasta la estantería más grande de aquel sitio y empezó a mirar los títulos despacio. Hubo un par de ellos que llamaron su atención, incluido uno que hablaba sobre una criatura en forma de iguana gigante en el Oeste. Sonrió de forma siniestra y tomó aquella cosa ocultándola en el interior de su camiseta. Lo pensaba tomar prestado sin permiso alguno.

- Puede, pero el número de marines con calidad no llega a cinco. El número de piratas con calidad llega a más de quince, me temo que no es suficiente. Yo me mantendré a mi bola, total, no estoy obligada a participar en guerras. Solo soy una científica inofensiva.

Dijo al mismo tiempo que mostraba una sonrisa siniestra. Sin decir nada más le hizo una inclinación de cabeza respetuosa indicando que no le había caído mal y empezó a caminar hacia el puerto. Podía ser parecida a la serpiente en algunas cosas, pero sabía comportarse como era debido delante de las autoridades y superiores. La joven no tardó mucho en llegar al muelle donde estaba el barco y una vez allí se quedó mirando a uno de los reclutas que la había llevado hasta aquel cuartel.

- Es hora de poner rumbo a Enies.

En cuando dijo aquello abrió la carpeta y se dio cuenta de que había restos de queso. El idiota de Taiga y sus cosas… Había comido mientras cogía los informes y había migas. Ella suspiró y empezó a caminar hacia el interior del barco. Cuando llegó a su camarote se tumbó en la cama y sacó el libro que había cogido de la biblioteca. No pensaba devolverlo y ahora empezó a leer sus páginas con calma. Escuchó su comunicador encenderse, pero decidió no cogerlo. Se hacía una idea de cierto loco plateado y prefirió seguir a lo suyo.