¿No Me Estás Tomando El Pelo? [Krauser - Minako] [Privado] [+18]

El sonido de cristales rompiéndose se hizo presente en aquel pequeño edificio. Una persona había saltado desde el interior a uno de los callejones. Las luces de la casa se encendieron y algunos tiros empezaron a escucharse. La silueta que había roto la ventana corría a toda velocidad por el lugar, mientras era perseguido por una patrulla de algunos marines. Dicha silueta iba vestida con una coraza de titanio que dejaba sus brazos al descubierto, con un pantalón negro y unas botas militares. A su espalda poseía una funda enorme, donde debía de haber un espadón considerable. A la cintura lleva una funda donde ocultaba su machete de kairouseki. En la rodilla una pequeña cartuchera en la que su pistola descansaba. Su rostro estaba tapado por una máscara blanca de zorro. Sus cabellos castaños eran movidos por el viento.

Se trataba del demonio de la niebla, Krauser K. Redfield, oficial del ejército revolucionario y ex almirante de la marina. El traidor más grande que existió según decían, un cabrón sin escrúpulos. El asesino avanzaba a toda velocidad por las calles, hasta que se dio cuenta de que había una especie de cochera cerrándose. Aprovecharía aquel momento para ocultarse de sus perseguidores, pues él no atacaba a los marines. Continuaba siendo uno de ellos en el corazón. Cuando aquella puerta de acero estaba casi bajada, se tiró al suelo y rodó cruzando a tiempo. En cuanto se cerró quedó sentado en una enorme sala oscura, no sabía dónde se había metido. Lo primero que hizo fue coger su comunicador y llamar a un número.

- Richard, tengo los documentos. Prepara el barco, iré en cuanto despiste a las autoridades. Informa al resto del equipo. – En cuanto dijo aquello colgó y se mantuvo calmado en las sombras.

Estaba un poco cansado después de haberse pasado todo el día corriendo. Se quitó la máscara de zorro en la oscuridad. Tenía sus vendajes tapándola la boca y nariz, y una cinta en la frente que le salvaba de que el sudor cayese en sus ojos. Escuchó un ruido acercándose, pero no quería hacer mucho ruido. Se mantuvo allí sentado en la oscuridad y dejó la mano derecha en su pistola, la cual sacó por si acaso.

- Ni un respiro… – Susurró mientras recargaba su arma y entrecerraba los ojos.

Una mujer de largo cabello pelirrojo se adentró en una casa ubicada en medio de una calle vacía. Apretó el botón en el mando que colgaba de su llavero y que cerraba la puerta de la cochera.
Minako esta orgullosa del mecanismo, no solo había ahorrado como una hormiga para instalarlo, si no que ella misma lo había arreglado apenas una semana atrás en su día libre. Sin esperar a que el portal cerrara de todo subió la escalera que llevaba a la entrada de la casa donde residía desde....¿cuánto hacía ya? tanto tiempo que ya no lo recordaba con seguridad.
En cuanto abrió la puerta una enorme bola de pelo blanco y negro se enroscó en sus piernas con un fuerte ronroneo. Se trataba de Haku, su mascota, Un enorme tigre de bengala con complejo de gatito domestico.
Acarició cariñosamente la cabeza del animal.

- ya estoy en casa, bebé, vamos a preparar una rica cena para ti.

Estaba a un segundo de ir a la cocina cuando escuchó un apenas perceptible golpe en la cochera. Frunció el ceño y sin pensarlo, sacó una de sus Sig de la cartuchera. Se movió con sigilo abriendo la puerta muy lentamente. Haku levantó las orejas, poniendose bien alerta por su actitud.
Con un gesto de cabeza le indicó al animal lo que debía hacer. Este entendió sin palabras, estaba acostumbrado a ello. Saltó con un rugido dispuesto darle a cualquiera que se hubiese colado en su casa un buen susto.
Mikky traspasó la puerta apuntando con su arma, sabía bien que el tigre no atacaría realmente hasta que ella le diera la orden. cosa que rara vez hacia, pero empezaba a pensar que debería dejar de ser tan amable, estaba hasta las narices de los pequeños ladronzuelos que se colaban ahí, era el tercero esta semana.

- Seas quien seas...te has metido en la casa equivocada

Dijo quitándole el seguro a la pistola y apuntando a la cabeza de un figura en el suelo.

Krauser escuchó aquel rugido, provocando que la pistola cayese de sus manos debido al susto. Entonces alzó la mirada observando aquella silueta en la oscuridad. No había que ser un genio para saber que le estaban apuntando. Se defendería, pero si era un ciudadano no pensaba atacarle, pues él era el intruso. Entonces notó un escalofrío recorrerle. Aquella bestia que estaba delante daba miedo y sin ver nada la cosa estaba difícil. El asesino entonces activó el haki de observación para ver el poder de aquellos dos. De repente, el revolucionario se calmó. No era posible, era totalmente imposible. Sus ojos se abrieron como platos. Se suponía que ella estaba muerta… ¡Pero era su alma! Podía escuchar la voz de su chica. No podía creerlo, pero deseaba que lo fuese. El demonio tal vez estaba siendo engañado, pero encantado caería en la trampa enemiga.

- Haku, relájate… – Dijo entonces en un tono calmado mirando la silueta del animal, el cual tenía también la misma aura.

Krauser se colocó en pie sin miedo alguno y se deshizo en niebla, en la oscuridad dio el efecto de una especie de humareda haciéndole desaparecer. Trató en ese momento de ponerse a la espalda de la muchacha. Entonces trataría de agarrar la mano con la que sostenía el arma y con la otra la abrazaría con fuerza. Lo siguiente que haría sería pegar su frente a la de ella y hablar en un tono muy bajo, que mostraba una seriedad enorme.

- Dime que eres tú… Necesito una prueba para saber que esto no es una ilusión causada por algún miembro del gobierno o algún cazador. Necesito saber que eres real… – Dijo entonces mientras respiraba sobre los labios de ella con aquellos vendajes puestos.

Krauser se dio cuenta de que el interruptor de la luz estaba pegado a ellos y no tardó en soltar la mano de ella si la había logrado coger y pulsar el botón. Su rostro quedó al descubierto totalmente y sus pardos ojos se clavaron en los de ella. Al verla clavó una rodilla en el suelo y después empezó a respirar de forma agitada. Pensaba que estaba muerta, pero parecía estar delante de sus ojos. La miró entonces desde abajo y el gran asesino se echó abajo, poniendo un tono de voz bastante blando.

- Dime tu nombre…

La pelirroja se sorprendió cuando quien fuera que estaba en el suelo de su cochera le habló calmadamente a su mascota, pero más se sorprendió cuando Haku, su Haku, el animal mas sobreprotector y territorial del planeta. agitó su larga cola mientras se sentaba tranquilamente sobre sus cuartos traseros y luego se tumbaba con la cabeza sobre sus patas delanteras, hasta le pareció escuchar que el muy traidor ronroneaba.

Apuntó con mayor precisión y cerró su ojo durante un segundo, activando la lente ciborg que ocultaba bajo elpárpadoo yquee le permitía ver en la oscuridad. Cuando pudo ver bien, apenas pudo deslumbrar a quien fuera el individuo, porque simplementese convirtió en niebla y se dispersó en el aire.

Su mano tembló y el corazón le dio un vuelco, solo había una persona en el mundo capaz de hacer eso. Era imposible, él no podía estar ahí, estaba lejos, oculto, a salvo en algún lugar.

No tuvo tiempo para pensar nada cuando una mano sostubo la suya con la que sujetaba la pistola, si no fuera por todas las horas de entrenamiento y su casi obsesión por tener sus armas siempre con ella, la habría soltado de puro nerviosismo. Otra mano le sujetó fuerte por la cintura y la respiración se le aceleró al reconocer el tacto inolvidable de aquellas manos.
Cerro los ojos cuando sintió su voz, su aliento apenas perceptible tras los inconfundibles vendajes.  El corazón le latía tan fuerte que se temió que fuera a darle un infarto o algo así.

La luz se encendió,obligándole a cerrar el ojo con la lente cuando el brillo de la bombilla le hizo daño a la vista aumentada con la lente. Para cuando pudo volver a abrirlo solo pudo notar como el hombre frente a ella se dejaba caer sobre una rodilla al suelo.
Le preguntó su nombre, como si no pudiera creer que fuera ella.

-¿tanto he cambiado que dudas reconocerme jefecito? levantate, mi jefecito no se arrodilla ante nadie.

Le tendió la Mano para ayudarle a incorporarse.Quería tirarse sobre él, decirle que le había extrañado y mil babosadas más, Pero no lo haría, no aquí donde cualquiera podría entrar ysorprenderles. Sabia que el precio por la cabeza de su antiguo jefe era tan alto que cualquiera intentaria capturarle y no tenía ganas de tener que abrir un tercer ojo a nadie.

Krauser permaneció callado mientras continuaba sin creerse que aquello era cierto. La carta de Jin, la sangre fría en sus palabras y… No era posible, todo una puta mentira de aquel hijo de puta. Ella estaba viva, esa forma de hablar era suya y nadie podría tener aquel tono tan… Ni siquiera sabía describirlo, lo único que podía hacer era deleitarse con su voz. El demonio tomó su mano colocándose en pie y la miró fijamente a los ojos. Sus palabras hicieron que mostrase una pequeña sonrisa. Cierto era que él no se ponía de rodillas delante de nadie, pero era cierto que ella tenía el poder para eso y más. Incluso las grandes bestias como él tenía ese pequeño punto débil que las hacía vulnerables. Ella era el de él. No tardó mucho en quitarse la coraza y arrojarla, quedando con una camiseta negra de tirantes. La abrazó entonces para sentir el contacto.

- Incluso este demonio se arrodillaría ante ti… Minako… – Dijo cerrando los ojos con fuerza y pegándola a él de forma posesiva, era suya.

El asesino entonces se arrancó los vendajes de la boca de forma violenta y los tiró a un lado. No iba a aguantar más sin poder besar a la mujer que amaba. El criminal y la marine, su pequeña, su vida. Ella estaba frente a él y no era una ilusión. Por un momento notó los ojos un poco húmedos, la miró conteniendo las lágrimas. Era la mirada de un hombre que había sufrido, la mirada de una persona que tenía su único anhelo frente a él, la mirada de un soldado dispuesto a darlo todo por ella. La consideraba su reina, su Diosa, la mitad de su alma. El demonio entonces pasó la mano derecha por su mejilla. Recordó aquel dulce tacto, la piel que podía resistir cualquier ataque suyo. Ella era inmune totalmente a los ataques del diablo de niebla. La miraba como si estuviese viendo al mismísimo Dios de los mares, estaba fascinado. Pegó entonces la cabeza al hombro de ella y enterró su rostro allí.

- Creía que ya no estabas en este mundo… Te he echado de menos, mi vida…

Dijo entonces con un tono roto y sintiendo algunas lágrimas bajar por su rostro. Activó su mantra como acto reflejo abarcando toda la zona, como alguien tuviese cojones a entrar, le pegaría dos tiros en la boca. No permitiría que ella estuviese en peligro nunca. Su enorme cuerpo tembló un poco y finalmente despegó la frente del hombro de ella. La miró a los ojos con algunas lágrimas aun y entonces la besó. Cerró los ojos colocando su mano tras la cabeza de ella, dándole todo su cariño. Estuvo unos veinte segundos más o menos disfrutando de aquella boca tan especial y adicta. Tras aquello la abrazó de nuevo pegándola a él, no quería separarse de ella. Deseaba que el tiempo se parase allí para ellos dos.

Minako Sonrió de medio lado cuando él acepto su mano y le ayudó a incorporarse. Enfundó la pistola que aún mantenía en la mano. No iba a necesitarla estando con él.

Le escuchó hablar perdiéndose en su voz, había pasado tanto tiempo sin escucharla que quiso cerrar los ojos y dejarse envolver por ella por siempre. Le dijo que incluso un demonio como él se arrodillaría ante ella. como si ella fuera una reina o alguien importante. Ella no era más que una recluta más hastiada de la marina podrida, que debía seguir ordenes de superiores corruptos.

En algún punto había amado su trabajo, había amado la organización para la que actuaba.Todavía le gustaba eso de mantener la paz y cuidar de losciviles, incluso en aquel lugar remoto del mar del norte.Todavía creía que la marina era una gran organización que podría mantener la paz y los calles seguras... eran los mandos superiores y algunos lameculos los que convertían algo tan justo y leal en una pantomima vomitiva.
Le devolvió el abrazo, Sabiendo que no debía, pero le importaba un comino, nunca había sido una mujer de seguir las normas cuando no le nacía hacerlo.

El demonio de la niebla se había quitado la coraza y la peliroja rió cuando se arrancó los vendajes que siempre llevaba como si fueran molestos ahora. Se sorprendió cuando le dijo que la creía muerta y ocultó la cara en su hombro, como un niño en busca de consuelo.

Sintió los ojos humedos, pero la tierra se abriría y se la tragaría antes de que ella llorara delante de nadie, menos de aquel hombre al que no solo amaba sino que admiraba.

La besó despacio y ella le siguió el beso, encantada. Había extrañado tanto esto.
Se separó cuando él rompió el beso y le acarició el cabello con cariño sintiendo ganas de calmarlo y protegerlo de todo.

-vamos jefecito, no te me pongas tierno ahora o vas a hacerme llorar. estoy bien, enterita y tan ruda como siempre, yo también te extrañé mucho. pero tenía ojos detrás, no podía ponerme en contacto sin ponerte a ti y todo en riesgo.

Sin duda alguna se trataba de ella. Quería llevársela con él a la revolución, que fuese una de sus demonios y mantenerla en su base, pero aquello sería ponerle un precio a su cabeza. Antes muerto que hacer algo así. Tenía demasiadas cosas que decirle y que contarle, pero muy poco tiempo. No pensaba perder el contacto con ella en ningún momento. No iba a volver a separarse más de su pequeña. Continuó abrazándola sin intención alguna de soltarla. Sus ojos estaban clavados en los de ella y parecía muy serio. Pasó su mano por aquellos hermosos cabellos rojizos como la sangre y después escuchó de nuevo lo que dijo. Sabía que tenía ojos tras ella, o más bien, un ojo. El ojo de un cabrón al que aniquilaría con sus propias manos.

- Ponerme en riesgo no me habría importado para nada. Creo que te enseñé eso cuando estuvimos en la isla de los dinosaurios.

Le dijo mientras sonreía, cosa que quedaba muy rara en él. Aquella vez que sabotearon juntos una base enemiga entera. También recordaba los momentos de La Élite y las misiones del desierto en Arabasta. Eran muy buenos tiempos. Después vino aquel momento en las duchas del cuartel. Cuando ambos marines se unieron por primera vez. No fue vicio, ni nada por el estilo. Él la quería. Se había enamorado de su propia soldado y aquello podía estar muy mal visto, pero nadie podía elegir aquel destino. Ahora que estaba frente a él y no era un marine, podía comportarse como quisiera. Se quitó la camiseta entonces, dejando ver su musculoso cuerpo, pero quería enseñarle otra cosa.

Tenía cicatrices por todo el torso. Quemaduras en la zona abdominal, marcas de disparos en los hombros, heridas que pasaban por ambos pectorales trazando líneas. Parecía un mapa siendo sinceros. El estado del revolucionario podía parecer grave, pero todas aquellas heridas no le detenían y cada día se ganaba un par de ellas. Tenía cicatrices sobre cicatrices.

- Ni todo el daño que he recibido me ha podido parar, todo para poder verte una vez más. Ahora siento que por fin el sentimiento que la gente normal llama felicidad existe de nuevo en mi alma.

Krauser le pasó la mano derecha por la mejilla de nuevo y entonces la tomó en brazos como si de una princesa fuese. Notaba que ella no pesaba nada. Su fuerza había aumentado demasiado. Caminó al interior de la casa entonces, no sin antes silbar un poco para que Haku fuese con ellos si lo deseaba. Nada más hacerlo la tumbó en el sofá y él se quedó en pie mirándola. La respetaba muchísimo.

- ¿Puedo quedarme? – Preguntó entonces mirando a otro lado.

La pelirroja se sintió feliz cuando volvió a abrazarla, la miraba fijamente, pero no le incomodaba. Se sentía tan bien tocarlo despues de tanto tiempo.

Soltó una pequeña risa cuando el le recordó sus viejos tiempos , pero el humor se le fue por la ventana cuando él se quitó la camiseta. había tantas cicatrices que no podría contarlas.

El demonio siempre había tenido heridas y cicatrices propias de su trabajo, la misiones no dejaban de ser siempre peligrosas en mayor o menor medida, pero jamás le había visto de aquella manera.

Estiró la mano y la pasó por la piel marcada con el ceño fruncido. Tenía ganas de arrancar algunas cabezas, sabía que aquello era en cierto modo parte del trabajo y la nueva situación de Krauser, tanbien sabía que quien quiera que hubiera logrado herir al demonio de la nieble, estaría muy por encima de su nivel, Pero no le importaba un comino. Alguien, o más bien muchos alguien por la cantidad de cicatrices, había hecho daño a su jefecito y a ella podían resbalarle muchas cosas, pero que tocaran a su chico no era una de ellas.

Apenas logro procesar las palabras que le dijo, estaba demasiado ensimismada tocandolo y tratando de controlar el mal genio para no estropear aquel improvisado pero anhelado reencuentro.

Se agarró a su cuello cuando la cogió en brazos, llevándola dentro hasta dejarla en el sofá con cuidado, como si fuera delicada e importante.

¿ acaso insinuaba que ella era su felicidad? sonrió de nuevo, conocía esa sensación, él era la suya. No deberían estar allí, juntos y tan tranquilos, si todavía estaba bajo el ojo de la marina y ese tipo loco, podría ser un peligro considerable para Krauser.

Se había mantenido con un bajo perfil, sin tratar siquiera de ponerse en contacto con él o nadie que tuviera relación con él. solo por que sabía que algunos en la marina desconfiaban de ella y su admiración por el ex almirante. además estaba aquel loco psicópata que detestaba a su jefecito.

Ese criminal desquiciado era más retorcido que la cola de un cerdo y ella sabía que la tendría en la mira, solo para poder joder al demonio de la niebla.

Tomó la decisión en ese mismo instante. No le importaba una mierda nada, solo por hoy, solo por esta noche quería tenerlo ahí, llenarse de su presencia y coger fuerza para aguantar otro largo periodo sin él.
Se levantó del sofá y le golpeó ligeramente el hombro con el puño en confianza.

-como si necesitaras preguntar, claro que puedes quedarte ¿quieres tomar algo?

El demonio asintió con la cabeza cuando ella dijo que podía quedarse y que no necesitaba preguntar, pero eso siempre había sido costumbre suya. No quería molestarla de ninguna forma y menos después de verla después de tanto tiempo. Analizó bien su petición en cuanto a tomar algo. Él siempre tomaba lo mismo tanto en los bares, como en las misiones, como en las reuniones de los altos cargos. Le dedicó una mirada calmada y después de unos momentos asintió con la cabeza.

- Una botella de agua fría.

Él no tomaba bebidas con gas, ni té, ni alcohol. Era alguien que se inclinaba por el agua fresca y amaba comer arroz, carne o patatas. Un tipo sencillo sin duda. Dejó sus armas despacio en una esquina de la casa, incluida aquella máscara de zorro blanco que solía llevar para ocultar su rostro. En cuanto lo hizo también se quitó el calzado por educación. Caminó hasta donde estaba el tigre y se agachó despacio. Trató de abrazarlo por su enorme cabeza y darle un leve beso en el pelaje, adoraba a Haku. En cuanto hizo aquello se quedó mirando a su pequeña con calma. No podía dejar de pensar en lo hermosa que era cada vez que clavaba sus ojos en ella. Además, tenía la personalidad perfecta para él.

- ¿Cómo vas de ingresos? Tu sueldo de recluta debe de ser muy bajo. Actualmente dispongo de millones y millones de berries saqueados en la última guerra. Te voy a dar unos cuantos y no los vas a rechazar. – Dijo mientras observaba bien la pequeña casa.

Quería que ella tuviese todas las comodidades posibles, las que él no podía tener. El tigre merecía la mejor comida del mundo también. El demonio de la niebla entonces se quedó mirándola de arriba abajo, pero sin ninguna intención pervertida. Parecía estar buscando heridas en el cuerpo de ella también. Fue entonces cuando se estiró un poco y después señaló el sofá para que fuera hacia allí.

- Camiseta fuera. Mantén el sostén, sujetador o lo que lleves si lo deseas, pequeña. Voy a analizar tu torso y de paso a verificar que tienes todos los huesos bien. – Sus conocimientos de asesino eran bastante buenos y sabría donde tocar para ayudarla con cosas como nudos, estrés y demás.

Él mismo sabía qué puntos presionarse en los brazos cuando estaba dolorido o incluso en las piernas. Esperaría a que ella se tumbase y mientras tanto continuaría usando su haki de observación como un radar a la redonda para tener todo controlado.

La pelirroja sonrió cuando le pidió agua fría, debía haberlo supuesto, Krauser no tomaba otra cosa.

- Enseguida te la traigo.

Fue a la cocina y sacó la botella de agua de la nevera junto a una cerveza para ella. Cuando volvió a la sala le vio descalzo, haciéndole mimos a Haku que ronroneaba felizmente, si hubiera sido otra persona el tigre le habría pegado un buen bocado, pero aquella bola de pelos tamaño XXL siempre había tenido debilidad por el Demonio de la niebla.

Sus palabras le sacaron un gruñido, no le gustaba depender de nadie, y él lo sabía muy bien, su sueldo era bajo, pero estando relegada en aquella pequeña villa no necesitaba mucho, se las arreglaba bien.

-Te lo agradezco, pero realmente no es necesario, sabes que no soy chica de lujos, me las arreglo bien con lo que tengo.

Se sentó en el sofá cuando se lo pidió y sonrió cuando le mandó quitarse la camiseta para revisarla. Si, claro, revisarla, como si ella fuera tonta.

- no es necesario revisar nada, las cosas aquí son bastante tranquilas, peleas de borrachos, algunos rateros...nada que provoque lesiones, solo un profundo aburrimiento. Si quieres que me quite la ropa no deberías buscar excusas.

Sonrió de medio lado, le encantaba provocarlo y sacarle los colores. Se sacó la camiseta negra por la cabeza, tirándola al suelo sin dejar de sonreír.

Se quedó con los shorts negros y el cinturón pero retiró el arnés con las armas, colocándolo en la mesita cuidadosamente. No era una persona ordenada ni mucho menos, pero si había algo que siempre cuidaba y mantenía en perfecto estado y orden eran sus preciadas armas.

Le miró con una ceja levantada y golpeó el asiento a su lado con la palma de la mano, pidiéndole sin palabras que se sentara a su lado.

El demonio tomó aquella botella de agua con una calma increíble. La abrió despacio y después empezó a beber con calma. No estaba muy helada ni tampoco caliente, más bien, le temperatura que le gustaba. No pudo evitar suspirar al verla coger una cerveza. Meterse lúpulo, cebada y no sé qué más en el cuerpo no era de su agrado. De todas formas, él no iba a meterse en las bebidas favoritas de ella. Se rascó un poco la cabeza y dejó aquel pequeño objeto sobre la mesa. Después escuchó sus palabras. Eso de no necesitar nada de lujos le hizo alzar una ceja. Ella era una marine y si no estaba en un puesto superior era para no llamar la atención, por lo que no le parecía nada justo. Negó un poco con la cabeza y después de unos momentos sonrió.

Estuvo a punto de reír cuando ella se quitó la camiseta, dijo aquellas palabras y se sentó indicándole que se sentase. El demonio entonces se cruzó de brazos mostrando una expresión algo seria, pero se notaba que tenía ganas de reírse. Fue en ese momento cuando se acercó a ella y tranquilamente se echó colocando sus manos sobre los hombros de su chica. La dejaría bocarriba y él colocaría cada rodilla a un costado de ella. Se quedó mirándola a los ojos y después de unos momentos le dedicó una sonrisa.

- Soy tu superior, soy el que comprueba tus heridas y te quitarás la ropa cuando yo quiera ¿Entendido, recluta? – Su tono indicaba que trataba de sonar bromista.

Entonces bajó unos segundos para darle un beso en sus labios y lo siguiente que hizo fue empezar a mirarla despacio. Primero colocó sus manos en el abdomen de ella, acariciándolo un poco y comprobando que todo estaba en orden. Después subió un poco por el centro del pecho y finalmente a sus hombros. Vio que todo estaba bien y observó los brazos. Finalmente agarró la cintura de ella con ambas manos y la subió un poco más, para que él quedase más o menos arrodillado a la altura del abdomen de ella y no pareciera algo raro.

- Creo que todo está bien, pero de todas formas voy a tener que examinarte en otros sitios. La espalda será el más acertado y permíteme recomendarte las barritas de cereales “Energi Power” son muy buenas para los huesos.

Dijo entonces tratando de sonar irónico y usando el sarcasmo, pero le encantaba ser así con ella. Krauser a continuación la miró a los ojos con una sonrisa calmada. Estar con ella era un sueño hecho realidad. Acarició sus cabellos lentamente y lo siguiente que hizo fue darse cuenta de que él mismo no tenía la camiseta. Ladeó un poco la cabeza y entonces la miró de nuevo.

- ¿Debería ponerme la camiseta? No quiero que pienses mal. – Dijo riendo un poco, aunque claro, con aquel tono sarcástico que usaba para jugar con ella.

Minako soltó una pequeña carcajada cuando escucho sus palabras, era irónico, pero le hacía recordar los viejos tiempos, cuando el demonio de la niebla era su superior oficial.

-señor, si, señor.

Llevó una mano a la sien, en un sarcástico saludo militar.

Se dejó hacer cuando Krauser comenzó a revisarla en busca de lesiones que ella sabía que no encontraría. Bromeó recomendándole unas barritas energéticas para fortalecer sus huesos.

-no las necesito, prefiero beber leche de vez en cuando, además, mis huesos son más fuertes de lo que parece.

Quiso poner los ojos en blanco cuando le pidió revisar su espalda, era un exagerado, ya había comprobado que estaba en perfecto estado físico.

Su vida en esa isla era bastante aburrida y rutinaria, las pocas heridas que se hacía probenían todas de sus propios entrenamientos y nunca eran graves, ni siquiera dejaban marcas la mayoría de las veces, tal vez una o dos cicatrices en la parte baja de la espalda de aquella vez en que se había caído de un árbol sobre una roca.

Le preguntó si debía ponerse la camiseta, que no quería que pensara mal y ella soltó una pequeña carcajada.

-No es necesario, no voy a pensar nada, te conozco lo suficiente, y si lo hicieras tampoco me importaría y lo sabes, ya deja de revisar, te he dicho que estoy bien, no tengo heridas ni huesos rotos, en vez de perder el tiempo, mejor cuéntame como has estado este tiempo, quise enviarte un mensaje con hawi un montón de veces, pero no podía arriesgarme, todo lo que se es por rumores o informes y no podía fiarme de ellos.

Le acarició la cara con nostalgia, había soñado con esto demasiadas veces, le era difícil creer que de verdad estuviera ahí y no pensaba dejar que se alejara de ella hasta el último segundo.

Krauser sonrió un poco cuando escuchó a su chica hablar de aquella forma, tal y como la recordaba. Eres carácter le volvía loco, por algo se enamoró de ella. Era dura como una piedra y parecía tener una mentalidad incluso superior a la suya. Esa forma de pensar era maravillosa. El demonio entonces aprovechando su fuerza la tomó en brazos y se tumbó él quedando bocarriba. La dejó sobre él y después colocó ambas manos en la cintura de ella mientras la miraba desde abajo. Ella quería que le contase cómo le había ido, y él no le iba a hacer el feo sobre aquello. Tosió un poco y después comenzó a hablarle.

- He formado una cadena de acontecimientos positivos para la rebelión. He estado en guerras, batallas, misiones y demás. He recibido heridas en todas, he ganado en todas y he sacado algo bueno de todas. La cosa por el momento parece ir bien, pero el gobierno continúa siendo más poderoso por ahora. – Dijo mientras la miraba a los ojos con calma.

No tardó en dedicarle una sonrisa mientras la miraba despacio. No podía creerlo todavía. Si aquello era un sueño no quería despertarse. Fue entonces cuando la abrazó con cariño y después miró a otro lado unos segundos. Se quedó callado sin atreverse a decir nada, hasta que finalmente mandó todo a tomar por culo. Se quitó la cinta militar de la frente y dejó todos sus objetos en el suelo de aquel sofá. Se colocó en pie cogiéndola en brazos y después de unos momentos empezó a caminar con ella mientras mostraba una expresión calmada.

- Que le den a todo por ahora, cielo. Estoy deseando de hacerle el amor a mi mujer, qué cojones. – Dijo guiñándole el ojo para después llegar al cuarto.

La depositó sobre la cama con mucha suavidad y tras aquello encendió tan solo una pequeña lámpara que iluminaba tan solo lo justo para ver por donde se andaba. El demonio la miró allí echada con su perfecto cuerpo. Se tumbó a su lado sin pensárselo y después colocó su mano en la mejilla de ella.

- Te quiero…

Tras decirle aquello unió sus labios despacio con su pequeña, trató de echarse sobre ella despacio mientras la besaba con mimo. Rodeó la cintura de ella con sus manos y pegó su cuerpo al de ella mientras cerraba los ojos. Quería aquel momento sobre cualquier cosa del mundo. Era suya y de nadie más, su único punto débil.

Minako se revolvió un poco hasta encontrar una posición cómoda cuando Krauser la colocó sobre él, y apoyó las manos en el pecho marcado, más por mantener el contacto piel con piel que por mantener el equilibrio.

Le escuchó atentamente cuando comenzó a contarle lo que había hecho esos años mientras paseaba los pulgares arriba y abajo por los pectorales distraídamente.

Frunció el ceño por un momento. Solo escuchaba de peleas, batallas y guerras… como si pudiera esperar otra cosa, soltó un suspiro resignado. A veces le daban ganas de salir a la calle y liarse a balazos con cada cerdo corrupto que se encontrara en el camino, pero se controlaba, ella era una mujer de principios y haría las cosas bien y a su manera...al menos hasta el día en que le colmaran la paciencia y mandara las buenas formas por la ventana.

-Como siempre entonces, todo trabajo y nada de diversión, ya te he dicho mil veces que deberías aprender a dividir tu tiempo y relajarte un poco, no todo es arrancar cabezas...aunque por otro lado dependiendo de que cabezas sean eso cuenta como diversión.

Sonrió con malicia, imaginando que tan divertido y agradable sería cortar las cabezas de algunos de sus superiores.

El abrazo del demonio de la niebla la trajo de nuevo a la realidad y se lo devolvió de buena gana. Ella no era muy afín a los gestos de cariño y las cursilerías, pero tratándose de su chico, siempre haría una excepción.

Ahogo un grito que de haber salido la habría avergonzado, Krauser y su manía de cargarla en brazos de la nada, como si fuera una muñeca.

Se emocionó con sus palabras y sonrió con malicia, oh si, ella también le tenia ganas, tres años a palo seco era mucho tiempo.
La dejó en la cama con suavidad y ella correspondió la caricia y el beso con ganas.

-yo también te quiero, jefecito, eso ya lo sabes.

La pelirroja  trató de levantarse para empujar cuidadosamente al tigre que los había seguido e intentaba subirse a la cama con ellos. Lo dejó fuera y con una ultima caricia sobre la cabeza del animal cerró la puerta.

-mejor así, no podemos permitir que la inocente mente de mi bebé se traumatice con todas las cosas que pienso hacerte.

Sonrió de medio lado, pasándose la lengua por los colmillos como siempre que estaba emocionada y excitada, y le dirigió una mirada casi diabólica.

-Preparate cielo, vas a pagarme con creces tres años de abstinencia

- No habrá diversión para mí en este mundo hasta que haya terminado de exterminar toda la mierda de la que está formada el gobierno. De todas formas, ese pensamiento se me va cuando estoy contigo. Supongo que deberé hacerte caso.

Pudo ver a la joven entonces levantarse y echar al pobre animal de la habitación. Tendría que darle un buen masaje después al tigre para que no se molestase mucho. El asesino se mantuvo allí tumbado, ahora solo en la cama. Se colocó bocarriba con ambas manos tras la nuca y mostró una expresión calmada observando a la joven. Entonces mostró una sonrisa impropia de él, sus dientes afilados le daban un aire salvaje, pero joder, Krauser tenía menos de treinta años. Era una persona joven. Cuando llevaba los vendajes parecía mucho más mayor, pero así desvelaba su verdadera apariencia. Lanzó las sandalias a un lado y quedó tan solo con el pantalón puesto.

- No voy a romperme, dame todo lo que tienes. – Mencionó guiñándole el ojo. Fueron las palabras que ella le dijo a él hacía unos años en aquellas duchas del cuartel. Arrojó los machetes a un lado quedando sin ninguna arma y después colocó los brazos en el colchón a punto de saltar. – Ven aquí, amor mío.

Hizo fuerza con sus manos y de un salto con voltereta incluida quedó a su lado derecho. El demonio la miró con una sonrisa calmada y trató de abrazarle y lanzarse con ella a la cama. Sin piedad alguna besó sus labios de nuevo, acariciando de forma sensual su abdomen. El revolucionario dirigió entonces su lengua hacia la de su pequeña. Trató de enroscarla en la de ella, jugar, batallar, perseguir, correr. Todo en aquella bosa tan especial, la única que conocía y la única que deseaba. Tras unos segundos apartó sus labios de los de ella y pasó a morder su cuello de forma calmada, sabía que tenía que tener cuidado con los dientes. Continuó acariciando su cuerpo con la mano hasta el punto de llegar a la zona que impedía el contacto directo con los pechos de su chica.

De un tirón rápido y secó arrancó el sujetador/sostén. La abrazó pegando sus pectorales al pecho de ella y volvió a besarla de forma intensa. Pasó su mano derecha por debajo del muslo derecho de su soldado y lo levantó un poco. Trató de nuevo de morder un poco su cuello para excitarla, aunque de mordisco pasó a lamerlo un poco y de ahí a su hombro. Acto seguido, el demonio abrió sus ojos mirando a su presa.

- Esto no ha hecho más que empezar, pequeña. – Dijo entonces guiñándole el ojo derecho y volviendo a unir los labios con ella.

Lo recorrió de arriba a abajo viéndole tumbado allí, completamente relajado y con esa sonrisa salvaje que tanto le encantaba.

- debería retratarte así para poner la imagen siempre en mi mesita de noche, o mejor aún, debería amarrarte a esa cama y no dejarte ir nunca mas.

Escuchó como le decía aquellas palabras y no pudo evitar echar la cabeza hacia atrás soltando una carcajada. Esas mismas palabras se las había dicho ella hace mucho tiempo.

En aquel entonces ella era una recluta a las ordenes del demonio de la niebla, aún no entendía de donde había sacado el descaro para seducirlo, No se arrepentía, ahí había empezado su historia.

Él se deshizo de sus sandalias y sus armas y de un salto se colocó a su lado y la abrazó y ella se dejo tirar a la cama, devolviéndole el beso de una forma un tanto salvaje.

Trató de pasarle los brazos por el cuello para hundir los dedos en el pelo castaño, tirando de el ligeramente cuando sintió los afilados dientes en su cuello.

El demonio de la niebla le arrancó el sujetador de un tirón brusco, la verdad es que solo utilizaba aquellas cosas cuando entrenaba o salía acorrer por eso de que molestaba horrores cuando las tetas rebotaban sin parar, pero si ponerse una de aquellas cosas iba a convertir a su chico en una fiera, se las compraría al por mayor.

Al retirar la prenda dejó al descubierto su nuevo tatuaje, se lo había hecho hace casi un año, justo debajo del pecho, en la zona de la costilla superior izquierda, las palabras “non est honore sine iustitia, non est iustitia sine fide”

Se había tatuado su lema para recordarlo cada vez que flaqueara.

Los dientes de krauser de nuevo en su cuello la sacaron de sus pensamientos, era momento de disfrutar, no de pensar.
Sabía que cualquier otra persona temería esos dientes afilados en una zona tan sensible, solo una mujer loca podría disfrutarlos, pero al diablo, ella nunca había sido muy cuerda que digamos. Amaba sentirlos raspando la piel sin llegar a romperla.

Krauser siempre había sido delicado con eso, tratando de no hacerle daño o asustarla, pero ella no era ninguna nena, amaba algo de brusquedad de vez en cuando.

- cariño, voy a dejarte para el arrastre esta noche.

Sonrió con malicia y trató de clavar los dientes en su hombro con la intención de dejar una marca bien visible y duradera.

- para cuando acabe contigo, cada persona a menos de cinco metros sabrá que krauser Redfield es terreno conquistado.

- Creía que Krauser Redfield era terreno conquistado desde hacía ya muchos años. Aunque que nadie sepa de tu existencia tendrá algo que ver… Demasiadas revolucionarias tirándome fichas en estos años. No sé ya cuántos corazones he roto. – Mencionó suspirando mientras la miraba a los ojos.

Notó el mordisco de ella marcarle y no tardó en soltar una pequeña carcajada. Llevar marcas de su chica era lo más sabroso del mundo. Lo siguiente que hizo fue dudar un poco, pues mostró una expresión muy siniestra. Ella no sabía que había sido cazada y no tenía oportunidad alguna de librarse de él. Cambiar los papeles no era una opción y debía empezar cuanto antes a hacerla sentir indefensa ante él. Con su enorme resistencia física tendría el duelo más que ganado. Era un súper asesino después de todo. Se relamió despacio y continuó acariciando su cuerpo con la mano derecha.

Bajó su mano muy despacio hasta llegar a la ropa interior de la joven. Introdujo sus dedos muy despacio en el interior de aquella prenda y acarició muy suavemente la intimidad de su pequeña. Lo hacía con mucho cuidado, pero con velocidad. Planeaba hacerla volar y que ella misma suplicase más. Los frotes que hacía empezaron a ser un poco más bruscos. La besó de nuevo en los labios y cerró los ojos mientras continuaba pegando su pecho al de ella. Quería estar siempre en aquel dulce momento con la persona que más amaba del mundo. Minako era su debilidad, su amor. Trató de besarla con algo más de intensidad mientras continuaba moviendo su mano allí abajo.

- Me temo que no sabes dónde has entrado, mi vida. – Dijo entonces sonriendo de forma un poco siniestra.

El demonio introdujo despacio sus dedos índice y corazón en el interior de su mujer. Mordió su cuello de nuevo, pero con algo de fuerza. Sabía bien la presión que podía hacer sin dañarla, demasiado tiempo arrancando alambres con los dientes. Con su mano libre apretó el pecho izquierdo de su pequeña, de esa forma planeaba hacerla soltar un gemido lo antes posible. Escuchar aquella dulce melodía le haría desatarse del todo. Estaba disfrutando de lo lindo con lo que estaba pasando ya. Movió sus dedos algo más rápido de lo normal, buscando los gritos de ella, que se retorciera y pidiera más.

La pelirroja sonrió de medio lado al escucharle hablar de las muchas revolucionarias que intentaban algo con él, no lo dudaba, solo había que mirar el cuerpo que se cargaba su chico, cualquiera con ojos gustaría de darle un mordisquito.

-que lastima por ellas, eres Mio y yo no comparto, tal vez debería arreglármelas para haceros una visita un día de estos y dejárselo bien claro.

Sabía que no era posible, pero le daban ganas de hacerlo, al fin y al cabo había mucha lagarta por el mundo, mira que si una de esas víboras intentaba violarse a su jefecito.

Sintió un cosquilleo subir por su columna cuando sintió sus dedos recorriéndole la piel bajando por su estomago hasta colarse debajo de su ropa interior. ¿así que quería llevar la voz cantante y volverla loca? no se lo pondría fácil.

Llevó su mano al duro pecho y con una sonrisa depredadora comenzó a recorrerlo lentamente, dejando ligeras marcas con las uñas que desaparecían a los pocos segundos.

Le escuchó decir que no sabía donde se había metido y le sonrió de una forma que a cualquiera le habría puesto los pelos de punta, a ella le produjo un placentero calorcillo en la parte baja del abdomen.

El calor se duplicó cuando le sintió introducir un par de dedos en su interior. Echó la cabeza hacia atrás, mordiéndose el labio inferior para no soltar un gemido y llevó la mano que le recorría el pecho hacia su espalda para acercarlo más, clavando un poco las uñas.

Sabía que las marcas no desaparecerían en segundos esta vez, pero también sabía que no le molestarían demasiado.

-No, tu eres quien no sabe donde se ha metido.

Sin ningún tipo de aviso trató de colocar una pierna rodeándole las caderas y girar de forma rápida para quedar sobre él.

-vamos a ver quien cae primero entonces, cariño.

Sonrió con malicia y comenzó a dejarle besos en el cuello y el pecho, bajando lentamente y dejando alguna que otra mordida.

Para cuando acabara con él iba a llevar su marca por todas partes y esas lagartas sabrían a que atenerse si posaban un dedo sobre lo que era suyo.

La situación cada vez estaba poniéndose mucho más intensa. La pelirroja había girado y cambiado el rumbo de la historia. Ahora Krauser estaba debajo de ella, totalmente cómodo y con tan solo los pantalones puestos. Ella estaba encima y tan solo con la ropa inferior. Ahora notaba los mordiscos de la preciosa hembra sobre él, marcándole y arañándole. El demonio por una vez no se defendió y simplemente cerró los ojos despacio dejándose hacer. Notarla a ella tratar de dominarle con aquellos juegos era demasiado delicioso. Soltó un leve suspiro de gusto de la comodidad que su chica le daba. Sentía escalofríos al notar sus uñas en su cuerpo. Una vez ella llegó al abdomen notó un gusto que le hizo estremecerse. Entonces sonrió y de nuevo trató de atacarla de alguna forma.

Con sus grandes brazos estiró su mano y terminó de arrebatar la última prenda que su mujer tenía, dejándola ya a ella totalmente desnuda ante él. Fue entonces cuando la cogió desde abajo y la subió un poco para que ambos estuvieran cara a cara. La miró a los ojos fijamente y sin hacer preguntas volvió a besarla. Sus dientes jugaban en sus delicados labios, su lengua de vez en cuando se adentraba en la boca de su chica sin permiso alguno. Exploraba sus dientes, sus encías, toda su boca. Al mismo tiempo él mismo se quitó el pantalón y la ropa interior con la mano derecha y las lanzó por ahí. Ahora que ambas estaban desnudos todo iría mucho más fácil. Aun besándola y con ella encima empezó a rozar su “espada” contra la entrepierna de su pequeña. Él estaba ya bastante excitado, por lo que ella notaría perfectamente que todo estaba preparado.

- Qué bien sabes… – Susurró en su oído tras separar sus labios de los de ella.

Krauser no podía esperar más. La tomó de la cintura y la fue posicionando lentamente hasta que se dio cuenta de que había alineado bien la cosa. Entró despacio en ella hasta estar totalmente dentro y una vez lo hizo soltó un intenso quejido de placer. Volvió a mover sus manos y las dejó en el trasero de la marina, empezando a mover sus glúteos, acariciarlos y a apretarlos de vez en cuando. El cuerpo de su mujer era un templo y él era su Dios. Comenzó a moverse levemente dentro de ella, pero tan solo para provocarla. También se moría de ganas de empezar fuerte, pero quería escucharla pedirle que aumentase el ritmo. De hecho, la agarró de la cintura y le sonrió. Con su fuerza evitaría que ella se moviera.

- Ya veo lo húmeda que estás, mi vida… ¿Quieres que aumente el ritmo, o nos vamos a dormir? – Se notaba la ironía en sus palabras.

Lo siguiente que hizo el demonio fue dar un único movimiento hacia arriba para adentrarse más en ella. Al mismo tiempo le mordió el cuello para ahogar un quejido en su piel y que no se diera cuenta. Era una sensación demasiado deliciosa y apenas la recordaba. Ahora sí que iba a pasárselo bien con tu amor.