Glotonas al poder (Alice y Hikaru)[Privado]

Alice bostezó un poco mientras estiraba los brazos. Hacía un par de semanas que llegó al cuartel del norte, y no había pasado nada inusual por el momento. Se supone que hasta hace poco hubo una guerra civil por estos mares, pero al parecer ya todo se encontraba medianamente controlado. Al menos, ya no habían tantos heridos como antes, y eso le alegraba. Las guerras sin sentido era horribles, pero a veces necesarias. Lo de Sideros le había dejado en claro aquello, a la mala. A veces era necesario realizar actos deplorables para mantener la paz de un lugar. No tenía porque gustarle, sin embargo. Antes tenía miedo del pensamiento de tener que matar directamente algún día, pero ya se le había pasado. En primeras porque ya perdió su inocencia cuando Jin le obligó a matar a ese inocente civil, y en segunda porque a veces era necesario para proteger a tus seres queridos y mantener la justicia de un lugar.

– Si que he cambiado desde que escapé de casa – pensó la albina con algo de melancolía.

La agente suspiró, recordando viejos tiempos. En aquellos tiempos solo se aferraba a un sueño imposible, y eso incluso ella lo sabía. Su propio deseo por seguir el legado de Irene y su madre, impidieron que no pensara en sí misma y en lo que quería lograr. De cierta manera, en una forma muy distorsionada, debía darle las gracias a Jin por abrirle los ojos. Si no hubiera sido por eso, quizá aún seguiría su camino de auto destrucción. Alice hizo una mueca cuando la imagen de aquel civil se le pasó por su mente y negó con la cabeza. Aquel recuerdo, y el de la señora con sus hijos llorando, se le quedaría grabado en su mente para toda la vida.

– Bueno, suficientes pensamientos deprimentes por hoy – intentó animarse a sí misma.

Se miró en su espejo y asintió para sí misma. Ese día llevaba una blusa blanca con algunos tonos rosados y encima llevaba un suerte azul marino. Debajo llevaba unos pantalones rosados y unas botas negras. Aquel atuendo no era revelador, pero si mostraba sus curvas. Para terminar, su cabello estaba atado con un listón morado en una cola de caballo, dejando que su flequillo cayera libre por su frente. En el norte hacía mucho frío, así que era normal que llevara un atuendo algo invernal. Si por algún motivo empezaba a hacer calor, entonces se quitaría el suéter. Tan sencillo como eso.

Alice salió de su camarote y se dirigió a toda velocidad hacia la cafetería. Había oído que harían postres especiales ese día, y eso ella no se lo perdería por nada del mundo. Al llegar, notó que habían menos personas de lo que ella esperaba. Quizá era por la hora, puesto que ella se había levantado temprano con tal de ser una de las primeras. Bueno, ni importaba. Nadie la sacaría de allí hasta que probara todo lo que el menú tuviera que ofrecer.

Los ojos la albina brillaban con intensidad al ver la larga fila de postres que tenía en frente. Eran demasiados, y la albina no sabía por donde comenzar a atacar. Cheesscake, tartaleta, bizcochos, alfajores, tortas... El solo ver las diversas delicias comunes y raras, hacían que se le hiciera agua la boca. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, se limpió rápidamente la baba con un pañuelo que tenía a mano. Miró hacia los lados y suspiró de alivio al darse cuenta que nadie se había dado cuenta de su pequeño episodio. Hubiera pasado la vergüenza si alguien conseguía verla así. Solo una persona la había visto así en su vida, y Keith le siguió molestando por eso hasta el día en el que su relación se fue a la mierda. La mirada de la albina se tornó algo triste, pero se recuperó rápidamente. Ahora, gracias a Venom, sabía que su hermano se encontraba entro de la marina. Eso le alegraba, pero aún seguía sintiendo algo de miedo por encararlo. De todas formas, ya lo tenía decido. Iba a reencontrarse con él a como de lugar.

Una vez que eligió sus postres iniciales, felizmente se dirigió hacia una de las mesas desocupadas. Dejó la bandeja allí y se dedicó a observar los postres por algunos segundos. Se relamió y, al fin, empezó a degustar los platos. Alice dejó escapar un suspiro en señal de felicidad, sintiendo el sabor del dulce en su boca. Normalmente ella era rápida para comer, pero ahora se estaba tomando su tiempo. Intentaba saborear todo al máximo, puesto que no sabía cuando habría otra oportunidad de tener postres gratis. Así empezó a arrasar con el pasar de los minutos, pero estaba tan concentrada en su actividad, que no notó a cierta persona hasta que ésta colocó una cabeza en su hombro.

"¿Hum?", pensó mientras parpadeaba al sentir también como la abrazaba. Dejó el postre a un lado y miró hacia al lado para ver de quien se trataba. Lo primero que notó fueron sus cabellos rubios, puesto que era la primera vez que veía unos así de intentos. Ni su madre ni Xemnas se acercaban al color único que poseía esta imagen. Además... era muy mona. Los ojos de la albina brillaban, pero era algo que no podía evitar. La agente tenía una notoria debilidad frente a las cosas bonitas y tiernas.

– Mi nombre es Alice – se presentó jovialmente la albina. – ¿Puedo saber tu nombre? –

Sentía curiosidad por saber la identidad de aquella mujer rubia. Por lo mona y porque... su olor le era familiar. Por algunos instantes frunció el ceño, pero luego regresó a su expresión habitual; no debía ser nada malo, la verdad.

Un puchero se formó en su rostro cuando la rubia robó uno de sus postres, pero no dijo nada. En primera porque la albina no conocía de nada a la mujer, por lo que podría parecer un poco ruda si la recriminaba. En cuanto a lo otro, no era como si no le quedaran más dulces para degustar. La cafetería estaba lleno de ellos todavía, y dudaba que fueran a acabarse a corto plazo. Además... le era un poco complicado enojarse con una persona tan mona como la que tenía en frente. Hubiera parecido una perra, de lo contrario. Alice suspiró y negó con la cabeza, al tiempo que tomaba un trago de su agua para luego seguir comiendo. La mujer seguía sin responder, pero supuso que era porque aún seguía comiendo, así que esperaría de momento.

– ...Creo que he oído mal – pensó mientras parpadeaba y miraba de forma inexpresiva a la joven.

Se había presente, sin duda, pero ese nombre... No fue aquello que llamó su atención, sino el apellido más bien. Surfer... el solo escuchar aquello provocaba que un escalofrío recorriera su cuerpo. Solo le había visto una vez, pero Jin ya había hecho un impacto profundo en su personalidad por culpa de lo que la obligo a hacer. Podría haberse negado y simplemente hubiera luchado contra él... pero tenía miedo, miedo de morir y dejar solo a los demás. Así que tuvo que ser una cobarde e ir, por primera vez, por la vía que tuviera la menor cantidad de víctimas posibles. Era algo de lo que se arrepentía, pero ya nada podía hacer. Lo hecho ya estaba, y dejaría que eso le ayudara a crecer como persona. Seguiría recordando a todas las víctimas para que sus muertes no hayan sido en vano.

– Aún así... no me lo esperaba – murmuró mientras veía curiosamente a Hikaru.

Debía ser pariente de ese monstruo, pero... Nunca se esperó que un familiar suyo fuera así. Surfer era un monstruo que solo se dedicaba a propagar el caos por donde se encontrara, mientras que Hikaru era todo lo opuesto a Jin. Era alegre, por lo que veía, además de un poco inocente. Nunca se esperó algo así, la verdad. Alice frunció el ceño y se puso a pensar, al tiempo que ponía una mano en su mentón. No era la primera vez que lo pensaba, pero era demasiado como para dejarlo pasar. ¿Qué le había pasado a Jin para terminar de esa forma? Dudaba que hubiera nacido así, la verdad. La albina suspiró y negó con la cabeza, al tiempo que veía con tranquilidad como la rubia se acercaba con una empanada. No, pensar en algo de lo cual nunca tendría respuesta, era innecesario.

– ¿Un... dragón plateado? – le preguntó, un poco incrédula. Jamás se hubiera esperado una pregunta sí. Alice colocó una mano en su mentón y le sonrío a Hikaru. – Lo siento, pero nunca he visto uno, así que no puedo responder – le dijo mientras acariciaba sus cabellos blancos como la nieve. Colocó una mano en su mentón y se puso a pensar en una cosa, luego suspiró y miró con determinación a la rubia. Como era una marine, no perdía nada con preguntar. – Por casualidad... ¿Conoces a un hombre llamado Keith? –

En un lapso de un minuto entero, la joven se vio incapaz de decir nada. Demasiada sorprendida como para hacerlo. Que justo la persona que tenía en frente fuera la capitana de su hermano lo consideraba una bien placentera coincidencia, a la que vez que sorpresiva. Conocía a su hermano, y sabía que él no era el tipo de persona que se sometiera ante la autoridad de alguien más, menos de alguien con una personalidad como la de Hikaru. ¿Qué había pasado entre ellos dos, para que su hermano siguiera a esta mujer? Fue en eso cuando escuchó lo siguiente. Por algunos instantes se quedó estática, sin capacidad de reaccionar. Era como si su cerebro hubiera tenido un cortocircuito y estuviera en proceso de reinicio.

– ¿Qué mierda... acabo de escuchar? – pensó mientras se limpiaba un poco el oído.

Obviamente, eso no lo dijo en voz alta. La albina no decía palabras ordinarias en voz alta (a no ser que estuviera enojada, cosa que rara vez pasaba), pero en su interior podía manifestarse como quisiera. Seguía escuchando lo que decía la rubia, sin hacer ningún tipo de comentario. Quería esperar a que terminara de hablar para luego decir lo que opinaba. Tan distraída estaba debido a la confesión, que no notó hacia donde iba la mano de Hikaru hasta que fue demasiado tarde. Los ojos de Alice se abrieron de forma exagerada y un pequeño gemido escapó de sus labios. Casi al instante se llevó las manos a la cara tapar su rubor, para luego mirar hacia los lados por si alguien lo había visto. Para su suerte, la gente que se encontraba allí temprano, o estaban en lo suyo, o estaba muy medio dormidos como para darse cuenta de los alrededores.

– Él tiene razón, no es algo con lo que puedas hacer con todo el mundo, solo con la persona que amas – le dijo luego de recuperarse un poco de la sorpresa.

¿Acaso se daba cuenta de lo que decía? O a Hikaru no le importaba lo que dijeran las demás personas... o simplemente era demasiado inocente como para saber de que iba al tema. Con solo conocerla así de poco, se había dado cuenta que la rubia no sabía la diferencia de como trataba a su hermano y a las demás personas. Sabía que no debía pensar así, pero no podía evitar sentir algo de celos hacia la rubia. Era algo cruel, siendo que la sargento solo había sido de lo más amable con ella, pero era algo instintivo. La rubia parecía conocer a su hermano mucho mejor que ella, si hasta se daban besos (iba a tener unas cuantas palabras con Keith después). Eso último también le cayó un poco de mal, y un nudo se formó en su estómago.

– No es problema – le dijo alegremente, ocultando como se sentía. – Me alegro que mi hermano tenga a alguien como tú – y esa parte si iba enserio. Pese a todo, estaba contenta que su hermano no haya terminado como un antisocial.

Alice intentaba procesar todo lo que dijo la rubia. Al parecer ella y su hermano eran cosa seria. Por un lado eso la deprimía un poco, puesto que se sentía un poco sola. Xemnas estaba con Misa, y Keith estaba con Hikaru al parecer. Era algo que no podía dejar de darle vuelta, y le deprimía un poco. El tener más preferencia por los de su mismo sexo, hacía que su búsqueda fuera más difícil. Suspiró un poco, pero no pudo evitar sonreír con algo de alegría. Su hermano había encontrado a alguien que le quería (pese a que la persona en cuestión no tenía idea), lo que aumentaba sus ganas de volver a verle. La albina empezó a comer para calmar un poco sus ánimos, pero en eso escuchó el comentario casamiento y sus ojos se abrieron de forma exagerada. ¿Enserio estaban así de serios? No, eso no podía ser. Si quería serlo, debía enterarse de lo que sentía primero. Ignorando la sensación placentera de las manos de la rubia en sus pechos, se dispuso a responder a sus preguntas.

– Pues... es distinto a como estás con los demás. Con la persona que amas, sientes como si pudieras hacer todo lo que te propones, además de tener como cosas en el estómago... Y no, no hablo de comida. Quieres pasar tiempo con la persona, piensas todo el día en él, te sonrojas en algunas ocasiones cerca de él y te molesta mucho cuando habla con otras mujeres – Alice pausó y se río un poco. – Lo siento, eso es todo lo que sé. Nunca me ha pasado, así que solo te dije lo que dijo mi madre cuando se lo pregunté.–

Alice tomó un trago de su té y meditó en como proseguir. Eso de que el Shichibukai Madara era su hermano, no se lo esperaba, puesto que dicha persona no se apellidaba Surfer. Quizá se lo cambio o algo así. En cuanto al otro... la albina nuevamente se estremeció y miró hacia el otro lado. No iba a juzgar a la rubia por los pecados cometidos por Jin, no sería justo. Sabía de sobra que no todas las personas dentro del gobierno pensarían igual, y quizás hasta podrían hacerle daño por el mero hecho de estar relacionada con él. No, no permitiría eso, no mientras ella tuviera viva. Si Keith vio algo en Hikaru, entonces se aseguraría de protegerla; era lo mínimo que podía hacer en estas circunstancias.

– Claro, acepto ser tu hermana – le dijo alegremente mientras la abrazaba devuelta. – Siempre quise tener una, pero solo eramos yo y Keith, y eso aburría un poco – se explicó.

Ya había perdido toda animosidad que pudiera tener contra la rubia. Simplemente le era imposible, aunque quisiera. Su personalidad era demasiado brillante, básicamente contrastaba a la perfección con la oscura de Jin.

Alice esperaba pacientemente que la rubia reaccionara, al tiempo que se llevaba otro bocado de postre. Arqueó una ceja al ver como Hikaru sacaba un DDM, y miró con curiosidad para ver lo que sucedería. Sus ojos se abrieron de forma exagerada al escuchar el grito de la rubia, y por el rabillo del ojo notó como algunas personas silbaban y aplaudían el coraje de la sargento. La albina salió de su asombro y le aplaudió con ganas, al tiempo que sonreía con alegría. Ahora sabía que la rubia amaba de verdad a su hermana, y podía estar más tranquila. Solo faltaba el reencuentro y al fin podría dejar el pasado atrás, para poder disfrutar el presente de lleno.

Se sonrojó con fuerza cuando volvió a tomar sus pechos, pero esta vez con más ganas que antes. Antes que la rubia pudiera hacer algo, la joven la sujetó con algo de firmeza, la intentó levantar en sus brazos y salió corriendo de allí usando el Soru. Si se dejaba, la llevaría hasta su habitación para hablar más tranquilas... y alejadas de los ojos de aquellos pervertidos. El grito de la rubia había llamado la atención, y cuando agarró sus pechos... Bueno, más de uno se desmayó debido a un derrame nasal. La joven suspiró un poco y le depositó en su cama y ella se sentó a su lado.

– Lo siento por eso – le dijo, aún un poca sonrojada. – Yo... a mi me gustan mas las mujeres que los hombres, así que eso me excitó un poco – le reveló mientras reía nerviosamente.

Era la primera vez que le contaba a alguien acerca de su orientación sexual, ni Xemnas ni Kasai sabían de eso. A Hikaru tuvo que contarle ahora debido a que ella era su nueva "hermana" y porque no le quedaba otra. Esas cosas que hacía le empezaban a afectar, después de todo.

– Amor del de verdad, creo que solo podré llegar a sentir con otra mujer, pese a que a Xemnas lo considero atractivo... pero él tiene a Misa – le dijo mientras suspiraba.

En cuanto a lo otro... Alice se estremeció un poco y se abrazó a sí misma. Buscar a Madara podría ser, pero el otro... No, no iba a acercarse de nuevo a ese monstruo en mucho tiempo. Le había traumatizado ese encuentro, demasiado. Seguía teniendo pesadillas por las noches en las raras ocasiones en las que dormía.

– A Jin no me quiero acercar – le reveló mientras tragaba en seco. – La última vez casi me mata y me obligó a hacer algo horrible. Lo siento, pero no – la albina seguía abrazada a sí misma para probar su punto.

Alice escuchó las palabras de la rubia y ladeó su cabeza hacia un lado, mostrándose un poco confundida. Lo que Hikaru había dicho, y lo que ella conocía de Jin Surfer (personalmente y por palabras de los demás), era como si se estuvieran contradiciendo. Nuevamente pensó en lo que había pensado durante un tiempo, y cada vez su teoría cobraba mucha más fuerza. Era ilógico que Surfer hubiera nacido así, y ahora que la rubia se lo confirmaba, ella no sabía que pensar, la verdad. Por un lado estaba una parte de ella que quería negar todo lo que la hermana del asesino decía, mientras que otra se preguntaba que era lo que le había pasado a Jin para dejarlo así. Debía ser algo realmente malo como para tener una vendetta con el mundo entero y querer matar a todo el mundo, así como provocar caos por donde pisara. De todas formas, aún si tenía la curiosidad, era bastante improbable que lo averiguara, al menos no de la boca del mismo asesino.

– Entiendo – Alice bajó la mirada y suspiró.

Pese a que su propia relación con su hermano era difícil de explicarse, sabía que en el fondo él la quería. A su manera, pero lo hacía. Era por eso que le parecía extraño cuando de la noche a la mañana decidió alejarse de ella, haciendo como si ella no existiera. Fue justo después de la muerte de su madre, cuando ocurrió aquello. Quería creer que era eso, pero sabía que se trataba de algo más profundo. De todas formas, no era algo de lo que fuera a culparlo. Cuando se volviera a encontrar con él, se aseguraría de preguntarle acerca de eso, y ella tendría sus respuestas. De una forma u otra lo haría.

Escuchó lo que dijo y frunció el ceño un poco, al tiempo que se relajaba con el masaje. No, la rubia no tenía porque hacer eso. No era su culpa, sino de ella por no haber sabido manejar la situación. Ella no era sí, que fuera apuntando a todo el mundo con la mano para excusarse de algo que ella misma había hecho.

– No tienes por qué – le dijo mientras negaba con la cabeza y acariciaba sus dorados cabellos. – No te culparé por algo que tu hermano hizo, además... Al y al cabo parte de la culpa recayó en mi por dejarme manipular. –