Encuentro entre dos dragones [Privado/Ushi y Vilya]

Un sol radiante provocaba que aquel día de verano fuera aún más caluroso. Escasas nubes y un mar en calma rodeando isla Nanami. En un pequeño y no muy costoso barco mercante se encontraba uno de los protagonistas de esta historia, un chico de unos seis años de edad  que estaba postrado en la barandilla de la cubierta. Pero lo que sobresalía no era él, sino una estatua gigantesca hecha de piedra que tenía la forma de una de las personas más peligrosa de todos los mares; el shichibukai Madara. Al parecer el chico quería tener contento a su “lacayo”, así que llevaría su estatua a cambio de una bolsa de golosinas, o eso creía. Tenía sumo cuidado ya que tal vez el soporte de madera y ruedas no pudiera del todo con la figura. Al fin el destino finalizó y se encontró en aquella isla gobernada por el Shichibukai. El barco paró, lanzaron las anclas y bajaron la pasarela, haciendo que Ushi bajara con mucho cuidado estirando de unas cuerdas, llevando así a cuestas aquella piedra gigantesca esculpida.

- ¡Grrrr! ¡Um poco mah! ¡Quiero mi xuches! - Comentaba aquel pequeño.

Consiguió desembarcar con todas las cosas; la mochila repleta de provisiones, la estatua y todas sus armas y pertenencias. Llegó a tierra y se tiró al suelo, estirándose y mirando las nubes. Debía descansar, un pequeño como él, a pesar de toda la fuerza y resistencia que poseía, necesitaba tomar una buena siesta. Metió la mano en la mochila y sacó un pastel de crema que comenzó a devorar, manchándose toda la cara en el acto. Poco a poco iba cerrando los ojos sin haber acabado aquel manjar, el cansancio podía con él. Un bostezo salió de su boca al igual que unas lágrimas de sus ojos. Miraba una nube en especial, con forma de un pequeño dragón mientras intentaba descansar. Se giró y se puso de lado, entrando en un  profundo sueño…

Era un mundo mágico que quería visitar, una isla formada por lo más delicioso de aquel planeta. La isla era una tarta gigante con casas de caramelo, el mar era zumo de naranja recién exprimido. Se podía ver que incluso los mismísimos animales estaban hechos de golosinas. Ushi se paseaba por las calles hechas de chocolate sólido, mordiendo las farólas formadas por regaliz roja. Era todo tan hermoso, tan delicioso… Su sueño perfecto del cual un cocodrilo parlante, amigo de Madara, le había hablado. Era la isla en la que él quería estar, pero… ¿Qué pasaría? Estaba durmiendo y había descuidado algo demasiado importante.

El viaje desde isla palmera hasta Nanami fue largo y cansado. Aunque había parado por varias islas y barcos en el camino, no estaba en el mejor de mis momentos. Había ido hasta allí a buscar unas cuantas cosas, tenía pensado entrenar muy duro, y necesitaba aprovisionarme muy bien. Ya tenía el puerto casi a la vista cuando algo llamó mi atención, un Madara gigante de piedra descansaba cerca de la orilla. La curiosidad me pudo y vire ligeramente mientras descendía para ver aquel objeto más de cerca.

Aterricé levantando una buena polvareda, cubriendo casi por completo a un niño recostado cerca de la estatua. Tardé unos segundos en reconocerlo, era mi compañero mercenario, aunque en su edad de niño. Era el tercer dragón de la banda, junto a jefe y a mí, Bleyd era el único sin akuma y no estaba segura de si dudaría demasiado con nosotros. El mercenario solía dormir como un tronco, aunque podía estar gastándome una de sus bromas de niño, por lo que no estaba segura de si estaba o no despierto ya.

-¡Ushi! – Le grité a toda potencia. – Se te escapan las gominolas. – Con eso seguro que se levantaba de un salto. - ¿Qué haces aquí y que es eso que traes?

Pasé a forma humana mientras esperaba una respuesta, acercándome a la estatua para verla mejor. No sabía si la había encargado o alguno de sus otros yo la habría hecho desde cero. No pensaba que el Shichibukai tuviera paciencia suficiente como para posar para algo así, aunque con su gran ego todo era posible. También cabía la posibilidad de que la hubieran fabricado a partir de una imagen, aunque en cualquiera de los casos habría que felicitar al artista.