¿Conoces esta isla? (Gaia / Kasan) [Privado / Pasado]

Acababa de llegar a aquella isla, había bastante movimiento en el barco, pues un gigantesco pulpo, por llamarlo de algún modo, mandaba olas hacía el barco, intentaba hundirnos, no sé con que propósito, nada le hemos hecho.

El barco que me trajo fondeó para dejarme cerca de la orilla, y de la misma manera, se fue, dejándome allí tirada, sin forma de volver a Lavengre si lo necesitase. Le miré de reojo, como echándole un mal de ojo, y me puse a caminar por allí. Miraba a mi alrededor, y me sorprendía de lo que veía, unos cocoteros hermosos, pero más falsos que una moneda de 4 caras.

-Bueno, supongo que no me queda más remedio que pasear un poco -me dije a mi misma, sacudiéndome la arena de la ropa. Era increíble, un sitio no demasiado grande, y todo de plástico, esperaba que hubiese alguna tienda o algo para poder comprar comida, me moría de hambre.

Caminé, y caminé, buscando a alguien que me guiase, solo veía por la orilla algunos anfibios y peces, que lugar más desolador. ¿Cómo pude llegar a dar aquí?, si de hecho diría que ni era aquí donde quería venir.

Me senté en la arena, miré al cielo, e intentaba no reírme pensando que las nubes también podían ser de plástico, o mismo los anfibios y los peces. Si había alguien aquí, ¿de que demonios se alimentaba? Después de eso, me eché sobre la arena, y miré las nubes, buscando formas.

Viajaba en mi pequeño bote por el West Blue, mi intención era alcanzar Lavengre lo más rápido posible pues se había extendido el rumor de que por esas aguas los revolucionarios estaban montando una pequeña base. Hacía bastante viento, cosa que para las velas de mi escueto navío era ideal, al pesar poco, con poco viento podía recorrer grandes distancias en poco tiempo. Había llevado algunas provisiones además de una caña de pesca, nunca se sabe si podía acabarlas antes de llegar a puerto. Mataba el rato lanzando el anzuelo esperando pescar especies de pequeño tamaño, podía permitírmelo, un bote se maneja con una mano prácticamente.

Mas pronto que tarde, divisé un pequeño trozo de tierra en forma de media luna con una montaña en su centro. La isla era jodidamente pequeña en comparación a cualquier otra que hubiera pisado antes, pero me serviría para abastecerme y dormir cubierto del sol. Cuanto más me acercaba a la isla, un extraño sentimiento se apoderaba de mi, como si algo me estuviera vigilando. Puede que viniera de la isla, pero lo sentía mucho más cerca. Activé el Mantra por si acaso, en cosa de segundos, detecté un ser con una fuerza tremenda. Me dio tiempo a coger el bisento, antes de poder agarrar la bolsa de provisiones tuve que ascender en el aire haciendo uso del Geppou. Tuve mucha suerte, un par de segundos más y aquel ser marino me habría tragado junto con el bote... -Mi precioso bote...- Dije apático a la vez que triste pensando en las explicaciones que debería dar a mi jefa para que me diese otro.

El rey marino se volvió a sumergir sin dejar rastro de mi bote, el muy cerdo se lo había tragado entero. Me recompuse de la situación y continué dando saltos en el aire hasta alcanzar la orilla de la isla. Demasiado tiempo utilizando el Geppou tal vez, pero al tocar tierra firme con los pies no pude evitar dejarme caer para descansar del esfuerzo.

Disfrutaba del sol, y el poco viento que había en ese momento, cuando de repente vi de nuevo al ser marino, abalanzarse sobre algo, no veía el que, pero o bien se comió lo que fuese, o fue capaz de salvarse, ¿quién sabe?

Me levanté para mirar bien, y no vi nada, simplemente fruncí el ceño con tristeza por la persona que fuese, excepto si fuese un pirata o un revolucionario, que en ese caso si me daría tristeza.

Me acosté en la arena, con la chaqueta sacada, era hora de coger color de una maldita vez. Estaba un poco blanca, más de lo que suelo estar.

Cuando creía que estaba sola en este lugar, a unos metros de mi avisté a un chico, que parecía que acabase de naufragar. Me levanté, y me acerqué a él, le vi tirado en la arena, pensé que estaría herido.

-Chico, ¿estás bien? -dije intentando darle la vuelta. Era un chico joven, que evidentemente se había acabado de tirar a la arena, pues parecía que aun respiraba.

Al poco de estar en la arena noté a alguien con una preciosa voz que se interesaba por mi bienestar, me volteó para colocarme boca arriba. Quería verle la cara a esa voz femenina, pero el sol me daba de pleno en la cara y no me dejaba diferenciar bien su cara. -Aghh... Asco de sol- Dije mientras me incorporaba para quedarme sentado a la vez que intentaba tapar la luz con una mano. Luego de unos segundos de aturdimiento pude centrar la vista en la chica.

Tenía una cara bonita, sus ojos eran impresionantes de un tono grisáceo, el pelo tenía unos reflejos entre azules y violeta que le hacían destacar muchísimo. Durante unos segundos no podía dejar de mirarla a los ojos hasta que volví al mundo real. - Perdona, el sol me molestaba.- Le dije tratando de disimula que me había quedado embelesado con su mirada. -Estoy bien, gracias por preguntar. Por cierto ¿Por casualidad no sabrás donde estamos?- Le pregunté, el ataque de ese ser marino me había desubicado un poco y necesitaba un poco de información.

Mientras esperaba su respuesta miraba a mi alrededor, aquella isla parecía hecha con plástico, seguramente ni apareciese en los Log Pose, igual era un trozo de tierra creada por alguien pues en una batida se podía ver casi toda la extensión de la isla, forma de media luna con una pequeña montaña en el centro de esta. No parecía haber indicios de población, ni casas, ni campos agrícolas... La isla parecía totalmente desierta. "Ups, se me había olvidado, quizás debería presentarme, al menos se ha preocupado por mi salud." - Me llamo Noa, y tu eres...- Quería entablar una relación con ella, por el momento era la única persona en aquella balsa de isla.

El chico finalmente reaccionó a mi voz, maldiciendo al sol, ¿porqué motivo querría maldecir al sol? Sin prisas, se sentó, pudiendo de una vez mirarme a los ojos, me dejaban atónita, eran unos ojos magnéticos, unos ojos oceánicos me miraban, embobados, de la misma forma que yo a él.

-¿Estás bien?, ¿necesitas algo? -le dije, mientras intentaba despertar de mi bobería. A la vez que pedía perdón, ya que el sol le molestaba. Sonreía, al ver que parecía que estaba bien. Al ser curandera, podría darle algo si le dolía alguna parte de su cuerpo.

Me dijo que estaba bien, y de paso, preguntó dónde estábamos, aunque creía que era evidente.

-Pues, parece ser que en un lugar llamado Plastic Beach, a la apariencia del lugar me remito -digo, señalando a la mayoría de lo que alcanza la vista hecho de plástico. Al final, el mismo miró a su alrededor, dándose cuenta que casi todo en su totalidad era de plástico.

-Me da la sensación de que alguien si hay, y no hablo por el bicho del mar, si no que alguien con mucho aburrimiento y tiempo libre, se tomó la molestia de cubrir todo con cosas de plástico -dije sonriendo, levantándome, al ver que el chico ya estaba bien.

Se presentó como Noa, un nombre precioso, para un chico guapo.

-Gaia, encantada -dije sonriendo aun, mientras le daba la mano para estrecharla.

-Y bien, ¿ahora que hacemos?, tendremos que pasear por todo este lugar en busca de comida, ya que a mí el barco que me trajo me dejo aquí, y con la misma se fue… -dije frunciendo el ceño, por el sol que me daba en los ojos.

Luego de mi presentación, la chica hizo lo propio. Tenía un nombre muy peculiar y me hizo gracia, no me esperaba que alguien con ese aspecto tan destacado tuviera un nombre que resaltase todavía más. Gaia trató de explicarme un poco sobre el lugar, estaba en lo cierto al suponer que todo estaba hecho de plástico. Además, ella pensaba que aquí debía vivir alguien, nadie se molestaría en crear algo así para luego dejarlo a su suerte, ahí tenía toda la razón esta chica. Encima de guapa era bastante lista y racional, en cierto modo se parecía a mi forma de ser.

Gaia propuso que paseáramos por la isla para encontrar algo que comer, eso me recordó que el rey de mar se había tragado mis provisiones. "Que cabrón."Pensé. -Vayamos a ver que encontramos, si alguien vive aquí, algo tendrá que comer digo yo.- Le dije a la joven. Comenzamos el paseo, no tenía esperanzas de encontrar ningún animal ya que al estar plastificada la isla seguramente no hubieran, pero si que era posible que vivieran insectos o incluso aves. - Bueno, cuéntame un poco sobre ti, ¿A que te dedicas? ¿Como has acabado en este trozo de plástico flotante?- Lo cierto es que estaba bastante interesado en saber su historia, igual le había pasado como a mi y era una naufrago por culpa de la criatura.

Seguro que entre los dos podríamos encontrar la manera de seguir cada uno con su camino, si esta isla flotaba seguramente podría hacer una balsa con la que volver al mar para llegar a Lavengre. No me gustaba llegar tarde a las masacres de revolucionarios, pero bueno, era una buena oportunidad para hacer amistades, que nunca viene mal tener amigos hasta en el infierno. Ahora que lo pensaba, igual esta chica era natural de la isla a la que me dirigía, siendo así, podría ayudarme con un pequeño reconocimiento del lugar antes de llegar a tierra y tener algún plan en mente.

Cuando se levantó, vi a un chico altísimo, me pareció curioso, pues sentado no aparentaba tan alto.

-Justo como me gusta -comenté en voz baja al verle, esperando que no me oyese, pero a la vez haciéndolo a propósito para que me oyera. Aceptó mi idea de dar una vuelta para encontrar algo de comida.

Mientras caminábamos me preguntaba cosas, fáciles de contestar, en su totalidad. Miré a sus ojos, teniendo que levantar mi cabeza.

-Bien, soy una cazarecompensas, en eso no creo que tenga mucho más añadir -dije sonriendo, mientras le seguía mirando a los ojos -y acabé en este trozo de plástico por el mero motivo de que un barco pesquero iba de camino a otro lugar, pero… -miré al mar, y luego de nuevo a sus ojos -ese asqueroso… bichejo, atacó el barco de quien me llevaba, pensaron que fue por mí, y digamos que me echaron del barco -dije tocando su mano sin querer al ir andando.

-¿Y tú que? -dije mirándole de nuevo, para luego echar un vistazo al frente. Tenía la sensación de que íbamos a tener que subir aquella montaña, para nuestra desgracia, pues es demasiado empinada, y va a ser complicado de escalarla.

La chica dijo algo en voz baja, juraría que dijo "Justo como me gusta", pero no le dí mayor importancia en ese momento. Gaia me contaba un poco sobre ella, era una cazarecompensas, que por culpa del monstruo marino la habían abandonado del barco en que navegaba. Una pena la verdad, o una suerte según el punto de vista, gracias a él había conocido a esa preciosa chica peliazul. De pronto nuestras manos chocaron, no creía que hubiera sido aposta, aunque algo raro sucedía con ella. Mientras charlamos alcanzamos la montaña del centro de la isla, nada más llegar al montículo, me preguntó por mi vida.

-¿Yo? Bueno...- Antes de seguir hablándole la agarré de la cintura para cargar con ella al igual que lo hacían los recién casados en su luna de miel. -Soy un agente del Gobierno que se dedica a viajar de un lugar a otro.- Mientras le contaba iba dando saltos en el aire utilizando el Geppou. Intentaba que fuese cómoda mientras escalaba para que tampoco se hiciese daño ni nada por el estilo. - Y bueno, también he sido víctima de esa criatura.- Poco a poco nos acercábamos a la cima, de vez en cuando la miraba a los ojos a lo que no podía evitar ponerme colorado, esperaba llegar pronto o tendríamos algún accidente si seguía distrayéndome.

-Pues ya hemos llegado. - Dije dejándola suavemente sobre el suelo. -¿Que bonitas vistas no crees?- Le pregunté con una sonrisa en la cara a la vez que contemplaba las preciosas vistas del mar desde las alturas, era un lugar precioso sin duda.

Cuando comenzó a hablar de sí mismo, me sorprendió el momento en que me agarró de la cintura, me agarré a su cuello con mis brazos, y sonreí.

Escuchaba con atención que era un agente del gobierno, que viajaba de un lado otro. Iba cómoda entre sus brazos, mirándole a los ojos, por momentos notaba que se ponía colorado, eso me gustaba, un chico tímido. Para rematar, me dijo que fue víctima del pulpo.

-Me lo supuse cuando te vi, puesto que momentos antes se abalanzaba sobre algo, en este caso, sobre ti, menos mal que no te hizo daño -dije palpando su cuerpo, en busca de moratones, o de algún tipo de herida, tocando lo más cerca posible de su piel, al tacto, era un chico de piel suave, y musculatura fuerte.

Me sonreí al ver que se ponía totalmente colorado, me parecía un gesto muy tierno por su parte. Finalmente llegamos arriba, y vimos las vistas.

-Si, son preciosas -instintivamente, le cogí de la mano, y le di un pequeño tirón para que me mirase.

-Gracias por subirme, sin tu ayuda quizás hubiéramos tardado mucho -dije mirándole a los ojos profundamente, sondeando sus pensamientos, intentando adivinar que estaría pensando en ese momento.

La muchacha se alegraba a su manera de que no me hubiera pasado nada, creo que ella también, en cierto modo, se dedicaba a la medicina, luego de decirle lo del accidente que había tenido comenzó a palparme por todas partes en busca de heridas. Me daba algo de vergüenza su forma de ser, que me tocase tanto y con tanta libertad como lo estaba haciendo, pero también me gustaba, esa chica me daba buenas vibraciones. De pronto me cogió de la mano para darme un tirón, nos quedamos mirándonos cara a cara a escasos centímetros el uno del otro, en ese momento me agradeció que la hubiese subido subido.

Durante un momento me había quedado atónito sin saber que decir, pero rápidamente reaccioné con una sonrisa pícara a la vez que la miraba hasta lo más profundo de sus ojos. Ese sería el momento en que la agarré nuevamente de la cintura para pegarla totalmente a mi. Me acerqué sutilmente a su oído para susurrarle. -¿Que te parece si primero buscamos comida y luego resolvemos esto?- Dije tratando de enamorarla. La tensión entre ambos ya era palpable en el ambiente, ya le daríamos solución una vez comiésemos.

Me separé de ella despacio para volver a asomarme por el borde de la montaña, no parecía haber nada que llevarnos a la boca, pero si estábamos en lo cierto de que aquí vivía alguien, de algo debía alimentarse. "Una cabaña quizás"- Pensé aunque tenía la cabeza pensando todavía en los ojos de Gaia. Pero en caso de haber un lugar donde refugiarse... ¿Donde está? Lo más parecido a un refugio sería la montaña pero... "¡¡Está hueca!!"- Claro, eso resolvía el enigma. La solución de todo estaba bajo nuestros pies. -¿Y si la montaña estuviese hueca?- Le dije a la bella joven esperando que ella también coincidiese conmigo.

Notaba como bajo mis manos él se notaba vergonzoso, no sabía exactamente si porque era él así, o por que le estaba tocando, o por mí. Deseché esa idea de mi cabeza, pues justo después de darle el tirón se quedó ensimismado mirándome a los ojos, algo que me gustaba, para mí era confianza.

Sonrió de forma picara, hasta diría que sus ojos brillaban de otra forma, y de nuevo me agarró por la cintura, y me acercó a él para susurrarme algo al oído.

-Me parece perfecto buscar comida, tengo un poco de hambre, y resolver… ¿el que? -sonreí haciéndome la inocente, ¿que había que resolver?, éramos dos jóvenes que se estaban gustando, no había que darle muchas más vueltas.

Se separó lentamente de mí, en realidad, no quería que se separase, pero debíamos concentrarnos en lo que estábamos, pues era importante conseguir comida de algún modo, sino podría morir de inanición.

Nos fijábamos que la montaña era hueca, me quedé mirando extrañada hacía Noa, y luego de nuevo miré el hueco.

-¿Qué demonios…? -dije observando el fondo, casi invisible por los árboles.

Entonces comentó que podría ser una montaña hueca.

-Bien, pues habrá que bajar… -dije mirándole a los ojos, sonriendo, porque intuía que iba a ocurrir -¿o prefieres quedarte aquí arriba? -dije echándole la lengua para hacerle reír.

Parece que estaba en lo correcto o al menos Gaia también había llegado a la misma conclusión, la montaña estaba hueca. Además, ahora tenía pinta de niña inocente que no había sido capaz de romper un plato en su vida, me gustaban ese tipo de chicas, dulces, pícaras, inocentes. Un poco más tarde, la joven sugirió que deberíamos bajar al pie de la montaña aunque también dejó caer que estar ahí arriba podía ser también interesante. Me apetecía quedarme un rato más con ella, parece que teníamos algún tipo de conexión o tal vez simplemente era pura atracción, pero aunque necesitábamos comer, algo me decía que tenía que estar ahí en ese momento.

Me volví a acercar a ella para estrecharla entre mis brazos, pero justo cuando la abrazaba, el suelo se desplomó. Caíamos al vacío, había una altura considerable hasta el suelo pero para mi sorpresa mientras nos despeñábamos, no había suelo, si no una especie de manantial bajo la montaña. No sabía si la chica era usuaria de una fruta del diablo, pero yo si lo era y no me hacía mucha ilusión que por algún casual ella también lo fuera y estuviésemos condenados a morir. Nuevamente seguí abusando del Geppou para ralentizar nuestro salto al vacío.

A escasos metros del agua había conseguido estabilizarnos en el aire, para colmo, sin darme cuenta volvía a tener a Gaia en volandas cual novia recién casada. - ¿Estás bien Gaia?- Le pregunté para asegurarme. Aquello parecía ser el refugio del que tanto habíamos hablado, a simple vista allí había todo lo necesario para vivir cómodamente en la isla, comida, agua dulce... Sin grandes lujos pero oye, menos da un cocotero. Descendí hasta el borde del manantial, allí me di cuenta de que apenas cubría realmente, apenas tendría un escaso metro de profundidad. - Seguro que aquí hay comida.- Dije al ver una pequeña cocina con un frigorífico. -¿Que te parece si comemos y luego nos damos un baño? Parece que no cubre mucho.- Le dije guiñándole un ojo.

Como esperaba, Noa volvió a agarrarme por la cintura, sonreía alegre y divertida, pero duro poco, pues el suelo bajo nuestros pies se cayó, dando lugar a una caída, a un tipo de vacío desconocido.

Miré hacia abajo, de nuevo sujeta por Noa, entre sus brazos, me sentía una princesa, hasta que vi que el fondo era agua…

-Oh oh -dije mirando al agua, usuaria de fruta, el probablemente también, quizás fuese nuestro fin. Por suerte, el galán que me tenía en brazos de nuevo, como una pareja recién casada, dio un salto que nos salvó de morir ahogados.

Me miró preguntando si estaba bien.

-Si, un poco despeinada, pero bien, un mal menor respecto a una posible muerte -dije, mirando el agua, detrás de él.

-¿Y tú estás bien? -pregunté, con mis brazos alrededor de su cuello, mirándole a los ojos de forma profunda y cariñosamente tierna.

Según donde estábamos había un refugio, donde había comida, agua, y lo necesario para estar un tiempo, finalmente, un poco de suerte.

-Claro, comamos algo, y si quieres nos damos un baño, aunque a ver cómo -dije mirándole de forma picarona -no tengo ropa de baño -dije sonriendo, mientras mis ojos se tornaban ligeramente lujuriosos y apasionados.

Preparé algo sencillo, una ensalada simple, creo que será suficiente.

-¿Te parece bien?, no tengo muchas ganas de cebarme, y menos si nos vamos a bañar -dije sonriendo, mientras en este caso, era yo quien le guiñaba el ojo de forma picarona.

Ella misma me dijo que se encontraba bien, lo cual me alegró bastante. Se preocupó por mi aunque no había necesidad, no había sido nada para mi, simplemente el contratiempo. Cuando le sugerí que nos diésemos un baño, Gaia dijo que no tenía ropa de baño. "Tampoco creo que sea necesario llevarla."- Pensé, yo tampoco tenía, pero vamos, estaba más claro que el agua del manantial que entre ambos había una irresistible atracción que de seguir así la cosa pasaría a mayores, y que mejor lugar que aquella fuente natural que el destino había interpuesto entre ambos. -Tranquila, yo tampoco tengo.- Le dije con una sonrisa pícara.

En apenas unos minutos, Gaia preparó una ensalada para los dos a la vez que me confirmaba sus intenciones de bañarse conmigo. Antes de darme cuenta ya nos la habíamos comido, había sido una comida ligera, no tenía mucha hambre ya que antes de naufragar había estado picando de las provisiones. Me levanté de la mesa para desperezarme un poco, luego de comer era normal que me entrase un poco de cansancio pero nada deseaba más en ese momento que bañarme con la chica. Mientras me desperezaba, observaba a mi alrededor lo bien decorada que estaba esa guarida, jamás habría dicho que alguien pudiera habitar esa isla hasta que vi lo que de verdad ocultaba.

-Te espero dentro.- Le dije dándole la espalda y acercándome al manantial. Mientras caminaba me desabroche la camisa así como los pantalones. En la orilla, me quité todas y cada uno de las prendas de ropa que tenía puestas dejando ver a Gaia únicamente mi trasero como parte del cuerpo mas pudorosa. Metí un pie despacio, el agua parecía afectarme pero no demasiado, podía moverme bien, luego entré completamente al agua. Para suerte nuestra, el manantial tenía una especie de grada cubierta de agua donde podíamos sentarnos pues solo nos cubría hasta medio abdomen. -¿Que tal vas Gaia?- Le pregunté a la vez que giraba la cabeza para ver como entraba al agua. Si, quería verla desnuda antes de que entrase, quería saber como de pudorosa era en realidad.

Cuando le dije que estaba bien, se veía visiblemente tranquilo, lo cual es normal, si ayudas a una persona, lo suyo es alegrarte de saber que está bien.

Cuando le comenté que no tenía ropa de baño, él me dijo que tampoco, a lo que sonreí también con él.

Acabamos la ensalada, no me pareció que tuviese mucha hambre, así que comí yo lo que faltaba. Se le veía que tenía ganas de bañarse, pues se levantó, y se dirigió hacía el manantial, desperezándose, y quitándose su ropa, le miraba atónita, vaya cuerpazo que tenía, ¿Cómo demonio podía fijarse en mí?

-De acuerdo, ahora voy -dije, mientras recogía los platos, y los lavaba en un momento, no sin antes mirar como entraba al agua.

Después de un par de minutos, salí, y delante de él, sin ningún tipo de vergüenza, me desnude, lentamente, quitándome la chaqueta, luego la camiseta, el pantalón, las botas… en fin, me quedé en bolas.

-Esto es todo lo que puedo ofrecerte -dije, con mis manos en mi cadera, mirándole a los ojos, fui entrando en el agua, lentamente, pues sé que pasa con el agua, y mi akuma. Delante de él, tenía a una chica alta para ser chica, de pechos voluminosos, cintura estrecha, y cadera ligeramente ancha, tonificada por los entrenamientos, con la piel suave, y ligeramente morena. Sentí un pequeño mareo, tan pequeño, que era imperceptible para Noa.

Una vez dentro, me senté a su lado, no quería que sintiese que estaba acosándole. Le miraba a los ojos, notaba una sensación en él, que nunca noté en otro hombre.

-¿Qué tal?, ¿a gusto? -le pregunté sonriendo, sentada con una pierna sobre la otra, mirándole de forma intensa.

Un par de minutos esperando más tarde, Gaia se levantó de la mesa y comenzó a dirigirse al agua. De camino, comenzó a desnudarse hasta quedar totalmente como yo que, sin poder quitarle la mirada de encima, tampoco podía dejar de sonreír al ver que me seguía el juego. Embelesado por ese cuerpazo que tenía me dí cuenta de que no solo era una cara bonita si no que era todo el conjunto lo que me atraía de ella. La joven peliazul se acercaba más y más hasta meterse conmigo en el manantial quedándose sentada a escasos centímetros de mi con las piernas entrecruzadas.

-Lo cierto es que si que estoy bastante bien, cómo no estarlo contigo al lado.-Le dije devolviéndole la sonrisa que me estaba lanzando. - ¿Y tu que tal? Espero que no te sientas incómoda.- Le pregunté a la vez que acercaba mi mano a su pierna hasta dejarla apoyada para, apenas unos segundos después, subirla hasta rozar su ingle. No se si era el agua del manantial, si era ella o si era yo, pero no podía evitar acalorarme y sentir como mis pulsaciones aumentaban por momentos, no podía hacer nada más que dejarme llevar por la situación.

Por puro instinto casi sin quererlo, notaba como mi cuerpo se desplazaba cada vez más cerca de ella, la atracción que sentía por ella hacía mucho que no la había sentido por nadie. Aunque la vida del agente del gobierno era peligrosa, tambien tenía derecho a tener una familia ¿No? Seguramente estaba adelantando acontecimientos que no ocurrirían, pero el baño con Gaia estaba siendo lo más erótico que había tenido en todo este tiempo al servicio del Cipher Pol. Quería que este instante, esta sensación no acabasen nunca.

Miraba su cara de satisfacción, como le gustaba lo que veía, como sonreía al ver mi cuerpo desnudo ante a él. Me sorprendía gratamente, ver que estaba contento de lo que veía, yo también le miré de arriba abajo cuando era el quien entraba en el agua.

-Nunca, si me sintiera incómoda no me habría desnudado, ni habría entrado aquí contigo, estando ambos desnudos -dije sonriendo aun, mirando sus ojos, sus gestos, como no dejaba de sonreír. Su mano iba acercándose a mi pierna, rozándola suave y dulcemente, le seguía mirando a los ojos, sintiendo un pequeño ardor de erotismo en mis entrañas, sentía un calor inmenso, quizás el que desprendíamos los dos.

Sentía en sus ojos, que se le aceleraba el pulso, en mi caso creo que era igual, de la misma forma, comencé a acariciarle con mi mano derecha, su mejilla, pasando mi dedo pulgar por sus labios, luego acariciando su cuello, y más tarde con ambas manos su torso, notando cada musculo.

Poco a poco, nos íbamos acercando un poco más, hasta un punto que ya no sabía si subirme en sus piernas, o simplemente poner mis piernas sobre las suyas. Deseaba de cualquier forma que me mirase, y que no dejase de hacerlo, que siguiese viendo esos ojos que no dejaban de observar los míos.

``Creo que me estoy enamorando´´ -pensé, cuando sentía su mano juguetona acariciándome, y de la misma forma, mientras le acariciaba yo.

Fui acercando mi cara a la suya lentamente, sin dejar de mirarle a los ojos, con intención de besar su mejilla, y ver hasta donde llegaría él.

Me dijo que se sentía muy cómoda a pesar de estar desnuda junto a mi, eso me gustó mucho, no es corriente encontrarte a alguien en una isla desierta hecha de plástico donde hay una chica a la que no le da pudor desnudarse. Bien pensado es algo bastante raro lo mire por donde lo mire, pero oye, ya era hora de tener un golpe de suerte. Comenzó a acariciarme con la misma dulzura con la que yo lo hacía, su mano se deslizaba por mi mejilla con mucha suavidad. Poco a poco nos acercábamos, mas pronto que tarde, sus labios rozaban mis mejillas, quería besarme y no iba a poner el más mínimo impedimento.

No pude evitar que luego de darme ese suave beso con sus labios carnosos, abalanzarme sobre ella para darle un beso en la boca, quedando ella recostada bajo mi enorme cuerpo. Mi cabello albino caía sobre su rostro casi como si este también quisiera rozar sus mejillas. El color de mi cara ya no era rojizo ni mucho menos, Gaia me estaba dando la suficiente confianza para que la vergüenza desapareciese. - Me gusta tu sonrisa.- Le dije mientras no podía dejar de mirarla. No podía resistir más a sus encantos y luego de "declararme", comencé a deslizar mis labios muy lentamente desde sus labios hasta su cuello para luego seguir descendiendo a su pecho para no detenerme ahí y continuar hasta su ombligo.

Luego de llegar al epicentro de su cuerpo, comencé a subir trazando otra ruta por su cuerpo, esta vez ascendería recto hasta sus labios para nuevamente volver a besarlos esta vez con mayor intensidad que la primera. No pude evitar luego del beso acariciar su mejilla y quedar embobado contemplando sus ojos nuevamente, esos ojos grisáceos estaban consiguiendo que perdiese la cabeza, pero nada de eso importaba ahora, solo quería disfrutar el momento con ella y ver a donde nos llevaría esta aventura que estábamos teniendo.

Después de sentir su piel suave bajo mis labios, sentía como prácticamente se tiraba sobre mí para besarme en los labios. Simplemente cerré los ojos, y disfruté su beso, debajo de su cálido cuerpo. Era justo donde quería estar, bajo su cuerpo, y con nuestros labios unidos, me recosté un poco más, para sentirle más. Su pelo rozaba también mi cara, como si tratasen de hacerlo por su propia voluntad, como si tuviesen vida propia.

Finalmente, dejó de tener ese claro rubor en su cara, parecía ya una persona disfrutando de algo tan bonito como un beso con una chica. Sonreía al oírle decir que le gustaba mi sonrisa, algo que suponía cierto, por cómo me miraba.

-Y a mí la tuya, aparte de esto -dije sonriendo de forma sumamente picara y provocativa, sin dejar de mirarle en ningún momento, acariciando cada centímetro de su piel, desde su mejilla, sus labios, sus ojos, su cabello, su cuello, toda esa suave piel que me empezaba a trastornar los sentidos al tacto con mi piel.

Después de decirme que le gustaba mi sonrisa, no dejaba de mirarme, y tampoco quería que lo hiciera, acto seguido, comenzó a besarme de nuevo, pasando en este caso por mi cuello, por mi pecho, y mi ombligo, obligándome a cerrar los ojos, y morderme los labios, soltando un pequeño gemido.

-No me prives de mirarte a los ojos -le dije en tono poco convencido, pues me estaba gustando lo que hacía, en este caso, con mis labios mordidos, pero con una gran sonrisa. Esta vez, subió lentamente, mis manos ahora agarrados a sus brazos. Sentía por mi cuerpo como volvía a subir, dejándome loca por la sensación, para luego atrapar mis labios con los suyos, y besarme apasionadamente. Me dejé llevar, me abracé a su cuello, y sentí sus labios, y su juguetona lengua.

Después del ardiente beso, comenzó a acariciar mi mejilla, al contacto, cerré los ojos, con una sonrisa satisfecha, y apoyé mi cabeza en su mano, acariciando a la vez su mano con la mía, para que no la separase, para sentir más contacto de su mano. Unos segundos después, abrí los ojos, aún con su mano en mi mejilla, mirando mis ojos profundamente.

-¿Qué sientes cuando miras mis ojos?, tengo la sensación de que te enamoran -dije sacándole la lengua, mientras que la pasaba por su cuello, y luego por sus labios, a modo de lametón, solo para picarle, sabía que esos juegos debían de gustarle, pues hasta hace un momento jugaba por mi piel con su lengua como si fuese un helado.

En un momento, me levanté, y me senté en sus piernas, quedando mi pecho a la altura de su cara, con mis manos, agarré su cara, y la puse cerca de la mía, frente con frente, acariciando de nuevo su mejilla, no quería que ese momento acabase nunca.

-Me gustas, si en este momento me tuviese que separar de ti… -hice una pausa, para separarme de su frente, y mirarle a los ojos -no se que pasaría, ni que haría -dije rozando mi dedo pulgar con su labio inferior -de hecho… -hice otra pausa, pues no sabía cómo seguir esto -creo que me estoy enamorando de ti, el tiempo juntos lo dirá con suma certeza -dije besándole, sin dejarle decir nada, abrazándole contra mí.

Luego me separé, y esperé su reacción, quizás se riese de mí, quizás le gustase, quizás muchas cosas… pero la certeza de que me estaba gustando más de lo previsto, era real, sentía algo dentro de mí, que me decía que él era el chico que llevaba buscando tanto tiempo, un chico alto, tal como me gusta, de ojos preciosos, y con un carácter que sé que podría defenderme de cualquier cosa, que seguramente me podría llegar a querer por como soy. Con todas mis ganas, y mi deseo, pedía a Dios que el fuese el chico que buscaba.

A Gaia también le gustaba mi sonrisa o al menos eso decía. No hacía más que acurrucarse entre mis brazos mientras me decía todos aquellos halagos y sentimientos que afloraban de ella en esos momentos, lo hacía entre gemidos a la vez que se mordía los labios para no gritar demasiado. Luego del último beso se sentó encima de mis piernas quedándonos cara a cara, no podía dejar de mirar esos ojos hipnotizadores, acercó sus manos a mi cara para juntar nuestras frentes, en ese momento ocurrió lo que había pensado minutos atrás. Gaia se estaba declarando. Siguió acariciándome mientras me besaba, aquel tórrido momento, ambos húmedos y mojados era totalmente increíble.

Tras su declaración, la chica estaba esperando mi reacción. Me pillaba bastante de nuevas esa situación, nunca me había enamorado y no tenía mucha idea de qué era lo que debía sentir exactamente, pero lo que si sabía era que Gaia me hacía sentir increíblemente bien, de una manera como la que nunca antes había sentido. -Creo que yo también me estoy enamorando.- Le dije sin dejar de mirarla a los ojos. Nada más contestarle nos fundimos en un abrazo sumamente intenso del cual no quería separarme jamás. Aquella chica hacía aflorar sentimientos en mi interior que me daba miedo que surgiesen, nunca había pensado en nada más fuera del trabajo, pero ahora ella estaba descubriéndome un mundo nuevo lleno de luces y colores.

De pronto y sin nada que pudiese presagiar aquello, una de las paredes de la montaña se deslizó de manera grácil, sin apenas hacer ruido pero la luz que penetraba desde el exterior hacía que nos diéramos cuenta de que alguien, posiblemente el dueño de la guarida, estaba tratando de volver a su hogar. -Esto no va a acabar bien.- Le dije a Gaia mientras la desplazaba a un lado con suavidad en la grada del manantial para, seguidamente, ponerme en pie y salir del agua. Totalmente tranquilo, me puse el pantalón para seguidamente comenzar a desperezarme otra vez, también me hacía crujir el cuello centrándome en lo que podía ocurrir ahora que el señor de la casa había vuelto.

Un hombre de avanzada edad entró junto a la deslumbrante luz, tenía el aspecto de ser una persona curtida por muchas batallas y los envites de la vida, de seguro en algún momento de su vida tuvo que ser soldado de alguna organización, y por lo que veo uno muy bueno, no todo el mundo consigue retirarse de esa mala vida. -Disculpe, un enorme ser marino nos ha hecho naufragar.
Por casualidad hemos caído del techo hasta este lugar que imagino será su hogar.- Antes de seguir hablando, el anciano me cortó para ponerse a gritar como un energúmeno. -¡Malditos! ¿Qué le habéis hecho a mi casa?¡Os mataré!- Luego de aquellas palabras se acercó corriendo a una de las paredes donde había colgada una espada bastante peculiar, toda la hoja era de un color blanco resplandeciente con reflejos azulados según le daba la incidencia de la luz.

La casa era pequeña así que no podría utilizar mis armas con soltura, dependía de mis habilidades. Mi manejo con con el Rokushiki era amplio, pero no tenía espacio suficiente aquí dentro, y sobre la akuma mejor ni hablamos, desde que la había comido no había sido capaz ni de invocar sus poderes. "Supongo que esto será a fuerza bruta".- Pensé. El hombre arremetió contra mi pero supongo que no esperaba que yo también fuese diestro en el combate. Lanzó una estocada vertical a la cual solo tuve que desplazarme a un lado para evadir, nada mas esquivarla, utilicé el Tekkai junto con el recubrimiento del Haki en mi puño para lanzar un puñetazo directo al hígado. El impacto fue tan grande que soltó la espada mientras salía propulsado contra la pared. -Creo que me he pasado ¿Estás bien abuelo?- Le pregunté a sabiendas de que eso no era suficiente para derrotarlo, tampoco quería eso, solo hablar.

Sus palabras me encantaron, no esperaba menos. Esperaba de corazón que también se esté hubiese enamorando, y así era. Sentí la necesidad de abrazarle fuerte contra mí.

Me abrazo fuerte, como yo a él, fundiéndonos, casi nos hicimos uno. Pero algo cortó nuestro momento de pasión, y de declaraciones, algo que me molestó un poco. Se cayó una pared de la montaña. Noa me sacó dulce y suavemente de encima suyo, y me sentó a su lado, para acto seguido levantarse, así pudiendo verle entero, se vistió.

Por motivos evidentes, yo hice lo mismo, me levanté, y también me vestí.

-Por el momento vamos a tener que aplazar este momento -dije mirando a Noa, mientras sonreía, y le guiñaba un ojo, mientras le daba una pequeña palmada en el trasero. Una vez me vestí del todo, un anciano venía gritando como un becerro, gritando por la cabaña.

-Pero bueno, ¿Qué hemos hecho?, ¿es que la hemos desmantelado y no me he enterado? -me quedé pensando, con cara extrañada, veía como Noa intentaba disculparse por estar aquí.

Entonces se pelearon, y por supuesto, Noa le dio una pequeña paliza, aunque eso no valió para pararle, o eso parecía. Al ver que se puso como un energúmeno con nosotros, me puse delante de Noa, y con mi Akuma hice un pequeño muro de polvo gris y espeso de aluminio, tapando los costados, y hasta la cabeza de Noa, cubriéndonos a los dos.

-Por favor, tranquilícese, no queremos usar la fuerza ni hacerle daño, caímos aquí por equivocación, no pretendíamos estropear nada, ni molestarle, si deja que nos vayamos, no volveremos aquí -dije, mirando a Noa a los ojos, y después al anciano -se lo prometo -dije como últimas palabras, mientras bajaba mis brazos, quedándose el muro delante de nosotros.

Desde luego que corte de rollo, estábamos ahí tan tranquilos a lo nuestro, y justo coincide que llega la hiena esta enfurecida. Me da lástima, se nota que quiere estar solo, y es muy triste.

-Vámonos Noa, es evidente que debemos buscar la forma de salir de aquí -le dije, llevándome conmigo el muro, mientras nos seguía cubriendo, está vez, haciendo un circulo delante de nosotros.

El hombre de avanzada edad se repuso del golpe, como bien había predicho, no iba a caer solo de un puñetazo por muy poderoso que este fuese. Cargó nuevamente contra mi pero para mi sorpresa, Gaia se puso en medio haciendo uso del poder de su Akuma no mi creando un escudo que nos protegió del golpe. "Interesante."- Pensé, no imaginaba que fuese usuaria de fruta del diablo y menos aún que ésta fuese dedicada a la creación de elemento. Me quedé realmente sorprendido al ver que había sido capaz de crear un escudo de la nada. Parecía ser algún tipo de metal resplandeciente, plata tal vez aunque parecía más solido, sin duda Gaia era una persona sumamente interesante.

Luego de aquello Gaia sugirió que teníamos que encontrar la manera de escapar de la isla, me parecía bien, total, el viejales nos había cortado el rollo de una manera brutal. Me dirigía a la salida que había abierto el anciano cuando recordé a la criatura, dejar la isla era muy bonito, pero seguía habiendo un bicharraco del averno destrozando a todo lo que se acercaba al plástico. Paré en seco para girarme a hablarle, este mientras se estaba reponiendo del batacazo.- Disculpe, ¿Podría decirle a su guardia que nos dejase pasar? No me gustaría dejarle sin compañía.- Le dije con una sonrisa maquiavelica dejando a entender que acabaría con la vida de su protector.

Volví a girarme para salir de la gruta, sin duda debía tener algún tipo de embarcación con la que ir a las islas vecinas para abastecerse, solo necesitaba encontrarla para escapar de este lugar. - Tiene que tener algún bote o algo, hay que encontrarlo.- Le comenté a Gaia, esa era nuestra vía de escape, hasta un poco antes habría intentado evitar acabar con la vida de la criatura, pero ese hombre había agotado mi paciencia, "Yo preso en una isla por un pulpo... Eso no se lo cree ni él."- Pensaba mientras trataba de localizar el lugar donde debía estar amarrada su forma de desplazarse. Luego de unos minutos encontramos su particular embarcadero. -Eso buscaba.- Dije alegrándome de haberla encontrado, a fin de cuentas solo era cuestión de tiempo, la isla era minúscula y no habían mucho lugares donde poder esconderla.

Después de crear el muro, noté como Noa me miraba sorprendido, si, tenía también una akuma. Cuando le dije que debíamos irnos, el asintió, pero no iba a ser tan sencillo, pues debíamos salir también del lugar, y encararnos con el maldito pulpo.

Noa se dirigió al hombre, diciéndole que le pidiese al ``guardia´´ que nos dejase pasar, si no le dejaría sin compañía. Sonreí, y me abracé a su brazo, mirando al hombre, y luego a Noa.

-Venga vamos, ya buscaremos por el camino que hacer -dije, mientras el muro seguía detrás de nosotros, no iba a arriesgarme a sacarlo y que viniera por detrás como una rata asqueroso.

Noa decía que debía de tener algún bote, para poder ir a las islas vecinas.

-Pues venga, a buscarla -dije, dandole una suave palmada en el culo, mientras sonreía, una vez salido de la zona, quité el muro, y continuamos andando, hasta un tiempo después, que encontramos una embarcación.

-Por fin, vámonos de una vez de este lugar, maldigo haber caído aquí -dije, para luego mirar a Noa a los ojos -pero por otro lado lo agradezco -dije, para luego bajar la cabeza de Noa a mi altura, y darle un beso apasionado.

Después de un dulce beso, acompañado de un buen abrazo, me subí al barco, esperando que él hiciese lo mismo para irnos. Ya era hora de partir de aquel lugar, ahora solo nos quedaba decidir a donde ir con este pequeño barco.

Gaia fue a subir al pequeño navío de una sola vela no sin antes volver a darme un beso apasionado de esos que te dejan unos segundos sin aliento. Hice lo propio subiendo también a la embarcación, debido al tamaño de esta, cuando me monté se tambaleó levemente. Con los preparativos del velero ya listos, soltamos las amarras y comenzamos nuestro viaje, se suponía que Lavengre se encontraba cerca de aquí, apenas unas horas pasadas tras pasar por la isla de plástico. Sabía el rumbo a seguir, me había quedado con la última dirección que indicaba el Pose antes de naufragar, solo tenía que llevar la nao por el camino correcto.

Al poco de abandonar la isla, el guardián solitario de la isla hizo acto de presencia justo frente a nosotros para cortarnos el paso. Los tentáculos de aquel esperpento emergían del agua como una plantación de látigos gigantes. Para preservar la seguridad de Gaia, antes de seguir directos a la boca del lobo, salté de la embarcación para acercarme al engendro utilizando el Geppou, así utilizaría ese colchón de espacio entre el yate y yo como el tiempo que tenía para derrotarlo antes de que se acercase demasiado. Activé mi anillo para equiparme la armadura que siempre me había estado acompañando en tantas batallas, mi fiel armadura Zoroo de color azabache junto a las tres armas con las que siempre combatía.

Agarré las dagas de los guanteletes las cuales siempre estaban unidas con cadenas de quince metros de longitud para poder arrojarlas y que luego volviesen a mi. Cuanta menos distancia quedaba entre eso y yo, iba activando mis Hakis, empezando por el Mantra para prevenir sus ataques seguido del Busoshoku con el que recubriría tanto la armadura como las armas, aún me seguía sorprendiendo el aura negra que desprendía al activar este último, no sabía su motivo pero me encantaba. Ya no había más distancia que recortar, comenzaba lo divertido.

La criatura comenzó a lanzarme los tentáculos como de puñetazos se tratase, nada que no pudiese esquivar con el Kenbushoku y los saltos en el aire. Luego de esquivar varios envites, los siguientes ataques aparte de esquivarlos contraatacaba cortando los tentáculos. Uno tras otro caían al agua, hecho que parecía cabrear al leviatán. Sus ataques ahora eran mucho mas furiosos a la vez que mucho mas rápidos, debido a mi constitución era evidente que antes o después me acertaría, así que debía ponerle fin al enfrentamiento cuanto antes. Me alcé un par mas de metros en el aire quedando por segundos fuera de su alcance, acoplé las dagas a los guanteletes para agarrar el mandoble de mi espalda. -Esto acaba aquí.- Dije mientras preparaba el ataque final. Recubrí el espadón con Haki concentrando también gran cantidad de mi energía en el arma. Con todo ya preparado, di una patada en el aire para propulsar mi cuerpo contra el demonio aquel. Ganaba velocidad con cada segundo que pasaba. Volvió nuevamente a lanzarme un golpe al que respondí desviando mi trayectoria con un golpe al aire de manera lateral. A escasos veinte metros de distancia de impactar, liberé la técnica que me caracterizaba, el Ryugetsu. Como si de un Rankyaku se tratase, utilicé al dragón directamente desde la espada. Este emergió con la sensación de que iba a tragar al enorme guardián aunque este era de mayor tamaño que mi técnica. Según se acercaba, iba descuartizando los tentáculos que seguía lanzando, uno tras otro hasta que por fin llegó al cuerpo, el choque le hizo heridas lo suficientemente graves como para que tras el impacto se sumergiese en el mar y volviese a aparecer. Por mi parte simplemente volví a la embarcación mientras desactivaba la armadura. -Ahora si podemos continuar el viaje.- Le dije a Gaia para luego acercarla a mi bruscamente para besarla.