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El sol me ilumina la cara, me he despertado, sin saber en dónde, y, sobre todo, sin saber cómo he llegado aquí. Me palpo los bolsillos y busco si me falta algo. Mis pistolas están, mi katana esta, mi bolsa con dinero está, y mi ropa está donde debe estar. Al menos a primera vista parecía que no me faltaba nada.
Me levanté de… ¿arena?, estaba desconcertada, y al notar arena, aún más. Me toqué la cabeza, la cual me dolía un poco. Me acerqué hasta la orilla, y me eché agua en la cara para espabilarme.
Miré a mi alrededor, cuando vi en el reflejo del agua un cielo completamente despejado, con varios pájaros volando. Aquel lugar era maravilloso, un sitio paradisíaco, un bonito lugar al que venir si me retiro de mayor. Comencé a andar, un poco tambaleante, estaba claro que aún me estaba despertando, y hasta diría que estaba un poco dormida aún.
Caminé intentando mantener un poco la compostura, pues no daba muy buena imagen que me fuese tambaleando por este paraíso, mientras me sacudo la arena de la ropa y del pelo. Pasaba una señora a mi lado, que me miro un poco extrañada, pero haciendo caso omiso de su forma de mirarme le pregunté.
-Disculpe señora, ¿hay algún hostal u hotel donde pueda alojarme por aquí cerca? -le pregunté, con voz de recién levantada, puesto que eso era yo. La mujer siguió mirándome extrañada, pero me contesto educadamente.
-Si, siga este camino, y haciendo esquina a la derecha encontrará el hotel Paradise Beach -me dijo la mujer, que poco a poco se alejaba de mí, después de decirme por dónde ir.
-Gracias -dije casi con voz imperceptible, siguiendo el camino que me dijo la señora. A unos pocos metros, por fin hallaba el hotel, no parecía gran cosa, pero para pasar unos días me servía.
Entré por la puerta, buscando la recepción. Un lugar amplio, limpio, y con gente por doquier. Caminé unos pasos, y a mi derecha estaba la recepción, como no, regentado por un hombre.
-Buenos días señorita, me llamo Cole, ¿en que puedo ayudarla? -se dirige a mí con total educación, lo que me hace sonreír por primera vez en todo el día.
-Buenos días, quería una habitación para unos 3 días aproximadamente -le dije, apoyándome como podía en la recepción, haciendo gala de lo dormida que estaba, evidentemente necesitaba ya mismo una ducha, mi cuerpo lo pedía, y mi mente también.
-Por supuesto, ¿trae alguna maleta o algo? -me separé de la recepción, y me di una vuelta para que me observase.
-No, diría que no -bromee con el tema, cuando finalmente, me dio la lleva de la habitación, dejé el dinero encima de la recepción, a la esperaba de que me dijese cuanto es.
-No señorita, no cobramos la habitación hasta que se va, para no cobrar días de más o de menos -me dijo sonriendo, a la vez que yo cogía la llave de mi cuarto.
-Muchas gracias, discúlpeme, necesito ir a la habitación -le digo mirando el número de la habitación, y situándome delante del ascensor para subir.
-Por supuesto, que tenga buena estancia, el ascensor lo encontrará aquí al lado -me dice, señalando hacía su derecha. Se abre la puerta del ascensor, y sale una mujer, demasiado arreglada para mi gusto. Con un perfume tan fuerte, que se olería desde el otro lado de la calle.
Finalmente entro en el cuarto, y me doy una ducha por fin, mi cuerpo ya lo pedía a gritos. Una vez me he quitado la mierda de encima, me visto de nuevo, y bajo a dar una vuelta, bastante más despierta que antes, buscando una tienda donde comprar una maletita pequeña y algo de ropa, para no ir todo el tiempo con la misma ropa.
Me levanté de… ¿arena?, estaba desconcertada, y al notar arena, aún más. Me toqué la cabeza, la cual me dolía un poco. Me acerqué hasta la orilla, y me eché agua en la cara para espabilarme.
Miré a mi alrededor, cuando vi en el reflejo del agua un cielo completamente despejado, con varios pájaros volando. Aquel lugar era maravilloso, un sitio paradisíaco, un bonito lugar al que venir si me retiro de mayor. Comencé a andar, un poco tambaleante, estaba claro que aún me estaba despertando, y hasta diría que estaba un poco dormida aún.
Caminé intentando mantener un poco la compostura, pues no daba muy buena imagen que me fuese tambaleando por este paraíso, mientras me sacudo la arena de la ropa y del pelo. Pasaba una señora a mi lado, que me miro un poco extrañada, pero haciendo caso omiso de su forma de mirarme le pregunté.
-Disculpe señora, ¿hay algún hostal u hotel donde pueda alojarme por aquí cerca? -le pregunté, con voz de recién levantada, puesto que eso era yo. La mujer siguió mirándome extrañada, pero me contesto educadamente.
-Si, siga este camino, y haciendo esquina a la derecha encontrará el hotel Paradise Beach -me dijo la mujer, que poco a poco se alejaba de mí, después de decirme por dónde ir.
-Gracias -dije casi con voz imperceptible, siguiendo el camino que me dijo la señora. A unos pocos metros, por fin hallaba el hotel, no parecía gran cosa, pero para pasar unos días me servía.
Entré por la puerta, buscando la recepción. Un lugar amplio, limpio, y con gente por doquier. Caminé unos pasos, y a mi derecha estaba la recepción, como no, regentado por un hombre.
-Buenos días señorita, me llamo Cole, ¿en que puedo ayudarla? -se dirige a mí con total educación, lo que me hace sonreír por primera vez en todo el día.
-Buenos días, quería una habitación para unos 3 días aproximadamente -le dije, apoyándome como podía en la recepción, haciendo gala de lo dormida que estaba, evidentemente necesitaba ya mismo una ducha, mi cuerpo lo pedía, y mi mente también.
-Por supuesto, ¿trae alguna maleta o algo? -me separé de la recepción, y me di una vuelta para que me observase.
-No, diría que no -bromee con el tema, cuando finalmente, me dio la lleva de la habitación, dejé el dinero encima de la recepción, a la esperaba de que me dijese cuanto es.
-No señorita, no cobramos la habitación hasta que se va, para no cobrar días de más o de menos -me dijo sonriendo, a la vez que yo cogía la llave de mi cuarto.
-Muchas gracias, discúlpeme, necesito ir a la habitación -le digo mirando el número de la habitación, y situándome delante del ascensor para subir.
-Por supuesto, que tenga buena estancia, el ascensor lo encontrará aquí al lado -me dice, señalando hacía su derecha. Se abre la puerta del ascensor, y sale una mujer, demasiado arreglada para mi gusto. Con un perfume tan fuerte, que se olería desde el otro lado de la calle.
Finalmente entro en el cuarto, y me doy una ducha por fin, mi cuerpo ya lo pedía a gritos. Una vez me he quitado la mierda de encima, me visto de nuevo, y bajo a dar una vuelta, bastante más despierta que antes, buscando una tienda donde comprar una maletita pequeña y algo de ropa, para no ir todo el tiempo con la misma ropa.
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El barco marine había atracado en el muelle de forma rápida y perfecta. Si el objetivo estaba en aquella isla, aquella persona debería darse prisa. Muchos de los reclutas formaron dos filas en la cubierta mientras hacían el típico gesto militar. De las sombras surgió un hombre de estatura media. Tenía los cabellos cortos y rubios. Poseía unos ojos azules como el cielo y parecía bastante serio. Vestía con una chaqueta negra de manga corta, la cual estaba adornada con un par de hombreras plateadas. Sus pantalones eran oscuros y en sus pies podían verse unas botas. A su espalda llevaba una enorme funda donde guardaba su espadón. Ese hombre se trataba del Vice-Almirante Xemnas Death. El joven hizo un gesto militar a sus hombres y después caminó hacia el mástil de forma calmada. En su brazo derecho podía verse una especie de brazalete color ocre.
Cuando avanzó hasta el mástil, tomó lo que parecía una moto de color negro con varias piezas metálicas por ella, las cuales tenía un color amarillo intenso. El chico se montó con calma y se ajustó unas gafas de Sol que portaba consigo. El marine entonces arrancó aquel vehículo y aceleró hasta caer el barco al muelle. La velocidad aumentó de forma considerable. El marine había meses que había perdido la voz en aquel combate mortal con Jin y desde entonces no podía hablar. Por suerte, el ser mitológico que llevaba consigo en el guantelete le decía algunas cosas y además le servía de vez en cuando para comunicarse. El rubio continuó hasta llegar a la entrada de lo que parecía una especie de hotel. No tardó mucho en frenar lentamente para no formar una nube de polvo, lo último que quería hacer allí era molestar a los ciudadanos del lugar.
Xemnas bajó de la moto y la dejó encadenada a la parcela guardando tras aquello la llave en su bolsillo. Caminó despacio viendo a las personas de aquel lugar ir de un lado a otros. Había mujeres con bolsas de la compra, hombres con comida en sus manos y hasta críos con juguetes baratos. Los distinguió ya que él también tenía algunos similares a aquellos de los críos. Se quedó mirando una fuente que había en medio de la entrada, la cual soltaba chorros de agua cristalina, que formaban un pequeño arcoíris al caer. El marine entonces acarició despacio el brazalete que llevaba con él y después de aquello pudo ver un pequeño grupo de personas hablando entre ellas. Se acercó con curiosidad sin decir una palabra y estuvo escuchándolas. Parecían cotillear sobre los chicos guapos del hotel y demás. Él por su parte continuó caminando por algunos puestos que había al aire libre, en la entrada. Fue entonces cuando su brazalete abrió la boca.
- Compañero ¿Ese tipo estará de verdad en esta isla? Me temo que si yo fuera un asesino en serio no andaría por un hotel con cientos de personas.
Xemnas miró su pequeño artilugio y negó con la cabeza de forma inocente. Sirius lo entendió y tan solo pegó un suspiro. Fue entonces cuando el rubio se acercó a una tienda de fruta y vio una especie de manzana naranja tropical de la zona. Con una sonrisa entregó algunos berries y la tomó despacio. Le pegó un pequeño mordisco sintiendo el delicioso sabor recorrer su garganta. Estaba muy bueno, de eso no cabía duda. Continuó masticándola de forma feliz y se quitó las gafas de Sol, dejando ver sus azulados ojos. Fue entonces cuando el marine se sentó en un pequeño banco de madera que se usaba para comer al aire libre.
Cuando avanzó hasta el mástil, tomó lo que parecía una moto de color negro con varias piezas metálicas por ella, las cuales tenía un color amarillo intenso. El chico se montó con calma y se ajustó unas gafas de Sol que portaba consigo. El marine entonces arrancó aquel vehículo y aceleró hasta caer el barco al muelle. La velocidad aumentó de forma considerable. El marine había meses que había perdido la voz en aquel combate mortal con Jin y desde entonces no podía hablar. Por suerte, el ser mitológico que llevaba consigo en el guantelete le decía algunas cosas y además le servía de vez en cuando para comunicarse. El rubio continuó hasta llegar a la entrada de lo que parecía una especie de hotel. No tardó mucho en frenar lentamente para no formar una nube de polvo, lo último que quería hacer allí era molestar a los ciudadanos del lugar.
Xemnas bajó de la moto y la dejó encadenada a la parcela guardando tras aquello la llave en su bolsillo. Caminó despacio viendo a las personas de aquel lugar ir de un lado a otros. Había mujeres con bolsas de la compra, hombres con comida en sus manos y hasta críos con juguetes baratos. Los distinguió ya que él también tenía algunos similares a aquellos de los críos. Se quedó mirando una fuente que había en medio de la entrada, la cual soltaba chorros de agua cristalina, que formaban un pequeño arcoíris al caer. El marine entonces acarició despacio el brazalete que llevaba con él y después de aquello pudo ver un pequeño grupo de personas hablando entre ellas. Se acercó con curiosidad sin decir una palabra y estuvo escuchándolas. Parecían cotillear sobre los chicos guapos del hotel y demás. Él por su parte continuó caminando por algunos puestos que había al aire libre, en la entrada. Fue entonces cuando su brazalete abrió la boca.
- Compañero ¿Ese tipo estará de verdad en esta isla? Me temo que si yo fuera un asesino en serio no andaría por un hotel con cientos de personas.
Xemnas miró su pequeño artilugio y negó con la cabeza de forma inocente. Sirius lo entendió y tan solo pegó un suspiro. Fue entonces cuando el rubio se acercó a una tienda de fruta y vio una especie de manzana naranja tropical de la zona. Con una sonrisa entregó algunos berries y la tomó despacio. Le pegó un pequeño mordisco sintiendo el delicioso sabor recorrer su garganta. Estaba muy bueno, de eso no cabía duda. Continuó masticándola de forma feliz y se quitó las gafas de Sol, dejando ver sus azulados ojos. Fue entonces cuando el marine se sentó en un pequeño banco de madera que se usaba para comer al aire libre.
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Después de caminar un poco, encontré un mercado, era de lo más pintoresco, pues estaba todo mezclado, mercados de comida, ropa y demás cosas, todo en el mismo lugar. Por los mercados de ropa buscaba prendas veraniegas, como por ejemplo pantalones cortos, pantalones militares, camisetas de manga corta… en fin, muchos tipos de prendes. El mismo mercado también tenía bolsas tipo gimnasio, la cual ya me servía. Compré todo lo que necesitaba y quería, y me dispuse a dar una vuelta por el mercado, con la bolsa a la espalda, en modo mochila, ya que se podía llevar o en la mano, o en forma de mochila en la espalda.
Llegué a una frutería, donde había frutas ricas, de muchos colores, y sabores, pero me llamó especialmente la atención, un fruto verde con estrías, el melón, lo más rico que podría comer jamás respecto a la fruta. Compré un melón, y pedí que me lo cortara en trozos. Me lo entregó en una bolsa de plástico, tenía una pinta increíble. Miré a mi alrededor, y había unas mesas que eran para comer.
En una de ellas había un chico rubio de ojos azules, que me llamó enormemente la atención, así que me acerqué hasta su mesa.
- Hola, ¿te importa que me siente aquí? -le dije sonriendo, mientras señalaba el asiento que había frente a él, pero un poco separada, para no molestarle las vistas. Dejé la bolsa sobre la mesa, abierta.
- ¿Quieres? -le pregunté amablemente, acercándole un poco la bolsa, a pesar de que el ya estaba comiendo una fruta anaranjada.
Llegué a una frutería, donde había frutas ricas, de muchos colores, y sabores, pero me llamó especialmente la atención, un fruto verde con estrías, el melón, lo más rico que podría comer jamás respecto a la fruta. Compré un melón, y pedí que me lo cortara en trozos. Me lo entregó en una bolsa de plástico, tenía una pinta increíble. Miré a mi alrededor, y había unas mesas que eran para comer.
En una de ellas había un chico rubio de ojos azules, que me llamó enormemente la atención, así que me acerqué hasta su mesa.
- Hola, ¿te importa que me siente aquí? -le dije sonriendo, mientras señalaba el asiento que había frente a él, pero un poco separada, para no molestarle las vistas. Dejé la bolsa sobre la mesa, abierta.
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El chico masticaba de forma feliz su fruta, de hecho, no tardó mucho en terminarla. El sabor había sido ejemplar y ahora iba a tener que ponerse manos a la obra. Estuvo a punto de levantarse, pero una persona se acercó a él. Los azulados ojos del chico se fijaron en ella y tranquilamente esperó a ver lo que deseaba. No llevaba nada que le identificase como marine y tal vez quería preguntarle por una dirección o algo. Iba a ser difícil contestarle sin poder hablar. Se rascó un poco la cabeza y esperó paciente para ver lo que deseaba.
Ella entonces le dijo que si podía sentarse a su lado. El joven ladeó un poco la cabeza al no entender el motivo. No la conocía de nada, pero no iba a ser maleducado con una ciudadana que simplemente deseaba sentarse. Él entonces le indicó que podía con una sonrisa y asintiendo con la cabeza. Entonces ella le ofreció algo que había en aquella bolsa. Después de sus últimas experiencias no se fiaba mucho de nadie, pero no creía que intentaron asesinarlo en mitad de una isla llena de gente. Se lo pensó unos momentos, pero finalmente asintió tranquilamente con la cabeza.
Xemnas comprobó que se trataba de trozos de melón cortados. Mostró una amigable sonrisa e inclinó la cabeza en señal de agradecimiento. Una desconocida que compartía algo tan rico con él sin motivo alguno. Tal vez la gente estaba volviéndose más amable después de todo. Probó el dulce alimento y amplió su sonrisa en señal de que le había gustado. Se sentía un poco frustrado al no poder responderle, pero era la putada de su vida. Le llamó la atención el cabello de la joven, pues él solo veía marines rubias, pelirrojas y con estilos simples. Aquel mechón que a ella le tapaba el ojo le quedaba bien.
El marine a continuación la miró fijamente de forma calmada. Fue en ese momento cuando señaló su boca y después su cuello negando levemente con la cabeza. Quería darle a entender a aquella persona tan amable que no podía hablar. Lo último que deseaba es que ella pensara mal de él, no le gustaba que la gente creyese cosas raras. Era un buen marine y bastante amable con los ciudadanos, siempre había sido así. Una leve brisa acarició sus cabellos y él en respuesta a eso cerró los ojos despacio y después los abrió mirándola de nuevo con calma.
Ella entonces le dijo que si podía sentarse a su lado. El joven ladeó un poco la cabeza al no entender el motivo. No la conocía de nada, pero no iba a ser maleducado con una ciudadana que simplemente deseaba sentarse. Él entonces le indicó que podía con una sonrisa y asintiendo con la cabeza. Entonces ella le ofreció algo que había en aquella bolsa. Después de sus últimas experiencias no se fiaba mucho de nadie, pero no creía que intentaron asesinarlo en mitad de una isla llena de gente. Se lo pensó unos momentos, pero finalmente asintió tranquilamente con la cabeza.
Xemnas comprobó que se trataba de trozos de melón cortados. Mostró una amigable sonrisa e inclinó la cabeza en señal de agradecimiento. Una desconocida que compartía algo tan rico con él sin motivo alguno. Tal vez la gente estaba volviéndose más amable después de todo. Probó el dulce alimento y amplió su sonrisa en señal de que le había gustado. Se sentía un poco frustrado al no poder responderle, pero era la putada de su vida. Le llamó la atención el cabello de la joven, pues él solo veía marines rubias, pelirrojas y con estilos simples. Aquel mechón que a ella le tapaba el ojo le quedaba bien.
El marine a continuación la miró fijamente de forma calmada. Fue en ese momento cuando señaló su boca y después su cuello negando levemente con la cabeza. Quería darle a entender a aquella persona tan amable que no podía hablar. Lo último que deseaba es que ella pensara mal de él, no le gustaba que la gente creyese cosas raras. Era un buen marine y bastante amable con los ciudadanos, siempre había sido así. Una leve brisa acarició sus cabellos y él en respuesta a eso cerró los ojos despacio y después los abrió mirándola de nuevo con calma.
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El chico accedió de buena manera a que me sentara, no sin antes hacer una mueca de extrañeza, a la que yo sonreí. Me parecía extraño, una persona que o bien casi no hablaba, o no podía, demasiado callado para ser un chico tan amable.
Agradeciéndome con una afirmación de cabeza a mi invitación, puse la bolsa entre los dos, sobre la mesa, para que pudiésemos alcanzarla ambos. Era muy guapo, y me seguía llamando la atención que seguía sin abrir la boca, excepto para comer el melón. Según iba tragando la fruta, sonreía con gusto ante su sabor.
-¿Esta rico eh? -comenté mientras le miraba asombrada, ¿sería tímido?, también podría ser.
-Me llamo Gaia, un placer -dije alzando mi mano para estrecharla con la suya. Ah esto, me fijo que hace unas señas con la mano, en su boca, en su garganta, y que luego niega con la cabeza.
Me lo temía, el chico es mudo, supongo que podré hablar con el de algún modo, si a lo que vamos a hacer se le puede llamar hablar.
-Vaya, perdona, espero no haberte molestado -dije dejando un trozo de melón mordisqueado sobre mi mano, y mi brazo sobre la mesa. Le miraba íntegramente, de arriba abajo, y luego busqué en mis bolsillos un block de notas, y un lápiz.
-Puedes comunicarte conmigo a través de esto, ¿o tienes otro modo de hablar? -le pregunté, dejando el block y el lápiz delante de él. Tenía curiosidad por saber quién era ese chico, que hacía allí, y lo más importante, porque demonios no puede hablar.
Agradeciéndome con una afirmación de cabeza a mi invitación, puse la bolsa entre los dos, sobre la mesa, para que pudiésemos alcanzarla ambos. Era muy guapo, y me seguía llamando la atención que seguía sin abrir la boca, excepto para comer el melón. Según iba tragando la fruta, sonreía con gusto ante su sabor.
-¿Esta rico eh? -comenté mientras le miraba asombrada, ¿sería tímido?, también podría ser.
-Me llamo Gaia, un placer -dije alzando mi mano para estrecharla con la suya. Ah esto, me fijo que hace unas señas con la mano, en su boca, en su garganta, y que luego niega con la cabeza.
Me lo temía, el chico es mudo, supongo que podré hablar con el de algún modo, si a lo que vamos a hacer se le puede llamar hablar.
-Vaya, perdona, espero no haberte molestado -dije dejando un trozo de melón mordisqueado sobre mi mano, y mi brazo sobre la mesa. Le miraba íntegramente, de arriba abajo, y luego busqué en mis bolsillos un block de notas, y un lápiz.
-Puedes comunicarte conmigo a través de esto, ¿o tienes otro modo de hablar? -le pregunté, dejando el block y el lápiz delante de él. Tenía curiosidad por saber quién era ese chico, que hacía allí, y lo más importante, porque demonios no puede hablar.
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El rubio observó aquel papel que la chica le tendió junto al lápiz. Era una buena forma de comunicarse, pero el hecho de tener que ponerse a escribir le daba mucha pereza. Bastante mal lo pasaba haciendo los informes de la marina ya. Soltó un pequeño suspiro y colocó su mano derecha en la mejilla. En cuanto a otro método de cómo hablar, el joven mostró una sonrisa amigable y entonces empezó a darle toquecitos a su guantelete con el dedo índice. Aquel objeto entonces pareció moverse un poco y una extraña voz salió de él. Sirius ya sabía lo que le tocaba, estaba cansado de contar lo mismo mil veces.
- ¿Hay melón para mí? De lo contrario no accederé a preguntas.
Xemnas se quedó unos segundos pensativo y tomó otro trozo ofreciéndoselo de forma calmada. Una especie de pico salió de aquel objeto y tomó la fruta con ganas. El ser que allí habitaba pareció pensarse las cosas durante unos segundos, pero después de unos instantes soltó un suspiro. La culpa de todo era de Al.
- Pues eso, que no puede hablar. Yo suelo hablar por él de vez en cuando, pero nada más. Para más información, depositen más melón. – El pico de nuevo desapareció tras decir aquello.
El marine miraba a su amigo con la boca abierta. Estaba en modo glotón ese día. Igualmente, el rubio metió la mano en su bolsillo y sacó una especie de tarjeta que le identificada. En ella ponía claramente “Xemnas Death” y su rango en la marina. Se dio cuenta de que ponía capitán, cuando se suponía que era Vice-Almirante. Debía renovar aquella cosa cuanto antes, pero supuso que fingir ser un rango más pequeño tampoco estaba mal. Se rascó un momento la nuca y tomó el papel que ella le había dado.
El joven no tardó mucho en escribir unas cuantas palabras, pues tampoco iba a ponerle una biblia. Entonces mostró la libreta hacia ella con un mensaje que podría entender perfectamente.
“Disculpa a mi amigo. Encantado de conocerte y gracias por el melón”
- ¿Hay melón para mí? De lo contrario no accederé a preguntas.
Xemnas se quedó unos segundos pensativo y tomó otro trozo ofreciéndoselo de forma calmada. Una especie de pico salió de aquel objeto y tomó la fruta con ganas. El ser que allí habitaba pareció pensarse las cosas durante unos segundos, pero después de unos instantes soltó un suspiro. La culpa de todo era de Al.
- Pues eso, que no puede hablar. Yo suelo hablar por él de vez en cuando, pero nada más. Para más información, depositen más melón. – El pico de nuevo desapareció tras decir aquello.
El marine miraba a su amigo con la boca abierta. Estaba en modo glotón ese día. Igualmente, el rubio metió la mano en su bolsillo y sacó una especie de tarjeta que le identificada. En ella ponía claramente “Xemnas Death” y su rango en la marina. Se dio cuenta de que ponía capitán, cuando se suponía que era Vice-Almirante. Debía renovar aquella cosa cuanto antes, pero supuso que fingir ser un rango más pequeño tampoco estaba mal. Se rascó un momento la nuca y tomó el papel que ella le había dado.
El joven no tardó mucho en escribir unas cuantas palabras, pues tampoco iba a ponerle una biblia. Entonces mostró la libreta hacia ella con un mensaje que podría entender perfectamente.
“Disculpa a mi amigo. Encantado de conocerte y gracias por el melón”
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Miraba a la libreta como si riese de mi por haberla sacado, entonces sonriendo, puso su guantelete en su mejilla, y luego le dio unos toques. Para mi sorpresa, que no comprendía que estaba intentando hacer, el guantelete comenzó a hablar. Miraba impresionada al guantelete, y de nuevo al rubiales. Básicamente estaba flipando.
-Vaya, así que un guantelete que habla y pide melón, adelante, hay de sobra -dije, mientras el rubiales cogía un trozo, y se lo daba. Del guantelete salió un pico, que agarró con voracidad el trozo, y prácticamente lo engulló. De la misma manera, me dijo que el chico no podía hablar, y que él solía hablar por él, y que, si quería más información, melón a mayores.
-Eres un guantelete un poco pedichón ¿no? -dije sonriendo, mientras el rubio lo miraba con la boca abierta, a lo que me reí abiertamente por su expresión.
Al final, el rubio sacó de su bolsillo una tarjeta, en la cual ponía un nombre, Xemnas Death, capitán de la marina. Vaya, interesante información.
De nuevo dije… -encantada capitán -haciendo con mi mano un movimiento desde mi frente hacía el frente, para saludarle como se merecía. Xemnas cogió la libreta, después de rascarse la nuca, en cierta forma parecía pensativo, escribió algo en la hoja, y luego me lo paso.
``Disculpa a mi amigo. Encantado de conocerte y gracias por el melón´´ -escribió eso de forma rápida.
-No hay de qué, por cierto, no te preocupes, soy una cazarecompensas, no te haré daño -dije sonriendo, mientras miraba sus ojos, y después al glotón de su guantelete.
-¿Qué te paso para no poder hablar?, quiero decir, ¿es de nacimiento, o alguien te hizo algo? -pregunté, sin caer en la cuenta de que quizás fuese mucho para él el tener que escribir todo en una hoja de papel, por lo que agarré un trozo de melón, y lo puse cerca del guantelete.
-Amigo, si me cuentas que le pasó a Xemnas para poder hablar, te daré este trozo de melón, y uno más por ser bueno -dije con la esperanza de que el guantelete lo oyera sin problemas, a fin de cuentas, si le hacía caso a él, por dos trozos de melón dudo que no hablase.
-Vaya, así que un guantelete que habla y pide melón, adelante, hay de sobra -dije, mientras el rubiales cogía un trozo, y se lo daba. Del guantelete salió un pico, que agarró con voracidad el trozo, y prácticamente lo engulló. De la misma manera, me dijo que el chico no podía hablar, y que él solía hablar por él, y que, si quería más información, melón a mayores.
-Eres un guantelete un poco pedichón ¿no? -dije sonriendo, mientras el rubio lo miraba con la boca abierta, a lo que me reí abiertamente por su expresión.
Al final, el rubio sacó de su bolsillo una tarjeta, en la cual ponía un nombre, Xemnas Death, capitán de la marina. Vaya, interesante información.
De nuevo dije… -encantada capitán -haciendo con mi mano un movimiento desde mi frente hacía el frente, para saludarle como se merecía. Xemnas cogió la libreta, después de rascarse la nuca, en cierta forma parecía pensativo, escribió algo en la hoja, y luego me lo paso.
``Disculpa a mi amigo. Encantado de conocerte y gracias por el melón´´ -escribió eso de forma rápida.
-No hay de qué, por cierto, no te preocupes, soy una cazarecompensas, no te haré daño -dije sonriendo, mientras miraba sus ojos, y después al glotón de su guantelete.
-¿Qué te paso para no poder hablar?, quiero decir, ¿es de nacimiento, o alguien te hizo algo? -pregunté, sin caer en la cuenta de que quizás fuese mucho para él el tener que escribir todo en una hoja de papel, por lo que agarré un trozo de melón, y lo puse cerca del guantelete.
-Amigo, si me cuentas que le pasó a Xemnas para poder hablar, te daré este trozo de melón, y uno más por ser bueno -dije con la esperanza de que el guantelete lo oyera sin problemas, a fin de cuentas, si le hacía caso a él, por dos trozos de melón dudo que no hablase.
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Una gota de sudor cayó por la cabeza del chico cuando ella dijo que no le iba a hacer daño. De hecho ¿Ella tenía posibilidades? No, su nivel al lado del joven era demasiado débil. Él mostró una expresión risueña al escuchar aquello. El hecho de que fuese cazadora la había una aliada y no un peligro público. Eso le alegró en el fondo. Se rascó un momento la cabeza de nuevo y se quedó mirando su brazalete, el cual había escuchado a ella y ahora no parecía querer hablar. Eso hizo que el marine simplemente la observase a ella con una expresión calmada en su rostro. Era una verdadera putada no poder comunicarse, pero no lo necesitaba al fin y al cabo.
Cuando ella acercó la comida al guantelete, aquel pico surgió de nuevo y se abrió ingiriendo la fruta al momento. Sirius amaba comer fruta por lo que se veía, siendo algo normal ya que era un pájaro. El ser mitológico se quedó callado por unos momentos. Al rubio le daba igual si lo decía o no, por lo que simplemente se mantuvo a la espera. Aquel capullo se hacía de rogar y esperó unos segundos mientras continuaba degustando el melón. Tras unos momentos empezó a hablar por fin.
- Una pelea brutal, perdió las cuerdas vocales en el acto. Igualmente, tampoco es que a él le interesa mucho eso, solo sonríe todo el tiempo. Dicho esto, dejad de molestarme, humanos. – El pico se ocultó de nuevo.
Xemnas al escucharle se colocó la mano en la boca haciendo el amago de reír. Después le dio unos toquecitos al brazalete con el dedo, lo que hizo que aquel ser gruñese un poco. Al se había dado una obra maestra, aquel pollo era genial. El chico entonces se quedó mirando a la joven directamente a los ojos de forma calmada. Justo en ese momento, el Den den mushi del marine comenzó a sonar. Lo cogió rápidamente y activó el botón entrante.
- Xemnas-san, nos han comunicado que el objetivo no está en la isla. Nos la han jugado, le esperamos en el barco y sin prisa alguna. – El marine mostró una expresión algo seria y colgó.
Era una pena que su presa no estuviese allí, pero ahora tendría el día libre. Ocultó aquel objeto y entonces se quedó mirando a la joven de nuevo. El chico entonces volvió a escribir en el papel con calma y después se lo tendió.
“¿Cuál es tu nombre? Bonito pelo, por cierto.”
Cuando ella acercó la comida al guantelete, aquel pico surgió de nuevo y se abrió ingiriendo la fruta al momento. Sirius amaba comer fruta por lo que se veía, siendo algo normal ya que era un pájaro. El ser mitológico se quedó callado por unos momentos. Al rubio le daba igual si lo decía o no, por lo que simplemente se mantuvo a la espera. Aquel capullo se hacía de rogar y esperó unos segundos mientras continuaba degustando el melón. Tras unos momentos empezó a hablar por fin.
- Una pelea brutal, perdió las cuerdas vocales en el acto. Igualmente, tampoco es que a él le interesa mucho eso, solo sonríe todo el tiempo. Dicho esto, dejad de molestarme, humanos. – El pico se ocultó de nuevo.
Xemnas al escucharle se colocó la mano en la boca haciendo el amago de reír. Después le dio unos toquecitos al brazalete con el dedo, lo que hizo que aquel ser gruñese un poco. Al se había dado una obra maestra, aquel pollo era genial. El chico entonces se quedó mirando a la joven directamente a los ojos de forma calmada. Justo en ese momento, el Den den mushi del marine comenzó a sonar. Lo cogió rápidamente y activó el botón entrante.
- Xemnas-san, nos han comunicado que el objetivo no está en la isla. Nos la han jugado, le esperamos en el barco y sin prisa alguna. – El marine mostró una expresión algo seria y colgó.
Era una pena que su presa no estuviese allí, pero ahora tendría el día libre. Ocultó aquel objeto y entonces se quedó mirando a la joven de nuevo. El chico entonces volvió a escribir en el papel con calma y después se lo tendió.
“¿Cuál es tu nombre? Bonito pelo, por cierto.”
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Vi asomar una gota de sudor por su frente, o bien fue a modo de ``esta puede conmigo´´, o a modo de ``esta no puede ni de coña conmigo´´, después de aquello, le vi sonreír, algo que me gustaba, pues al menos mis comentarios le hacían gracia, fuesen o no en serio, yo me quedé mirándole a los ojos.
El puñetero del brazalete no me hacía ni caso, así que tuve que pasar al plan B, que era sobornarlo para que me hablase de Xemnas. Por lo visto, estaba esperando también con total tranquilidad.
Finalmente, cuando acerqué la comida, empezó a resurgir de nuevo un pico glotón, el muy condenado solo se interesaba si había comida de por medio. Miraba sonriendo, como si se tratase de un ejemplar de una biblioteca, esperando que me contase la historia, entonces comenzó a engullir el melón, y por fin hablo.
-Vaya, una pelea, lo siento, ha debido de ser doloroso -dije apoyando mi cabeza sobre mi mano, la cual hincaba el codo en la mesa. Cuando escuché las últimas palabras del gruñón, me fijaba como Xemnas se tapaba la boca para reírse, a lo cual me sume también.
-Igual te preparo para comer, por tratar así a la gente -dije bromeando, mientras sonreía, y le daba yo ahora un par de toques suaves en el brazalete.
Acto seguido, el chico recibió una llamada por el Den Den Mushi, no quise inmiscuirme mucho en la conversación, así que me alejé un poco del Den Den, solo escuché algo de que un objetivo no se hallaba en la isla. Pobre chico, seguro que vino aquí solo con la intención de cazar a esa persona. De hecho, esta puso una cara un tanto seria, demasiado para lo que estábamos tratando en ese preciso instante.
La pregunta que me hizo después, me tomo por sorpresa.
``¿Cuál es tu nombre?, bonito pelo, por cierto´´
-Creo que tengo en Deja Vu -dije sonriendo -me parece que me presenté cuando me senté, pero de nuevo lo digo, me llamo Gaia -dije sonriendo, de nuevo haciendo la señal con la mano hacía delante.
-Respecto a mi pelo… -hice una pausa mirando mi propio pelo, teniendo largo hasta los hombros -gracias, es así, negro, a veces violeta y otros azulado -dije mirándole de nuevo a los ojos.
-Y bueno, ¿qué hace que rondes por este lugar? -pregunté, apoyando mis brazos en la mesa, y mirándole atentamente.
El puñetero del brazalete no me hacía ni caso, así que tuve que pasar al plan B, que era sobornarlo para que me hablase de Xemnas. Por lo visto, estaba esperando también con total tranquilidad.
Finalmente, cuando acerqué la comida, empezó a resurgir de nuevo un pico glotón, el muy condenado solo se interesaba si había comida de por medio. Miraba sonriendo, como si se tratase de un ejemplar de una biblioteca, esperando que me contase la historia, entonces comenzó a engullir el melón, y por fin hablo.
-Vaya, una pelea, lo siento, ha debido de ser doloroso -dije apoyando mi cabeza sobre mi mano, la cual hincaba el codo en la mesa. Cuando escuché las últimas palabras del gruñón, me fijaba como Xemnas se tapaba la boca para reírse, a lo cual me sume también.
-Igual te preparo para comer, por tratar así a la gente -dije bromeando, mientras sonreía, y le daba yo ahora un par de toques suaves en el brazalete.
Acto seguido, el chico recibió una llamada por el Den Den Mushi, no quise inmiscuirme mucho en la conversación, así que me alejé un poco del Den Den, solo escuché algo de que un objetivo no se hallaba en la isla. Pobre chico, seguro que vino aquí solo con la intención de cazar a esa persona. De hecho, esta puso una cara un tanto seria, demasiado para lo que estábamos tratando en ese preciso instante.
La pregunta que me hizo después, me tomo por sorpresa.
``¿Cuál es tu nombre?, bonito pelo, por cierto´´
-Creo que tengo en Deja Vu -dije sonriendo -me parece que me presenté cuando me senté, pero de nuevo lo digo, me llamo Gaia -dije sonriendo, de nuevo haciendo la señal con la mano hacía delante.
-Respecto a mi pelo… -hice una pausa mirando mi propio pelo, teniendo largo hasta los hombros -gracias, es así, negro, a veces violeta y otros azulado -dije mirándole de nuevo a los ojos.
-Y bueno, ¿qué hace que rondes por este lugar? -pregunté, apoyando mis brazos en la mesa, y mirándole atentamente.
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Xemnas al ver lo que la chica iba a hacer, apartó rápidamente su brazo para que no tocase el brazalete. El pico volvió a surgir y esta vez envuelto en llamas. Si no llega a apartarlo, aquel ser habría arrancado el dedo de la chica. Tragó saliva mientras suspiraba por el susto y colocó su mano sobre aquel objeto. Sirius había pertenecido a un Yonkou y fue pirata muchos años, era normal que tuviese su honor al fin y al cabo. Al ver que todo estaba sucediendo bien, escuchó el nombre de ella. Si lo había nombrado antes no se acordaba, estaba demasiado pendiente al pájaro y al melón para recordar una presentación. Soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos escuchó la explicación sobre su pelo, asintiendo con la cabeza.
Cuando ella preguntó sobre lo que hacía allí se quedó algo confuso. La voz de su recluta había sonado por el comunicador y debió escucharlo. Tal vez no quería meterse en cosas de la marina y él simplemente señaló el caracol. Quería darle a entender que estaba allí por las palabras dichas por su soldado. Los detalles no iba a decirlos a un ciudadano, era una misión asignada para un Vice-Almirante. De todas formas, tenía que tener mucho cuidado con ella o Sirius terminaría liándola. Lo siguiente que hizo fue tomar el papel y darle la vuelta. Empezó a escribir de nuevo a una velocidad bastante lenta. Se notaba que se tiraba horas para hacer el papeleo. Después le mostró de nuevo el papel.
“Ahora mismo tengo el día libre después de la noticia. No sé si debería descansar un poco en una habitación del hotel o comer.”
Tras aquello mostró de nuevo su habitual sonrisa. Xemnas era una persona demasiado feliz. No pudo evitar ver a un hombre acercarse a ellos. Era bastante mayor, ropas sucias y olía algo mal. Dicha persona se puso entre ambos y los miró con la mano extendida y una expresión apenada. El marine entonces se levantó y sin venir a cuento le dio un abrazo, después metió la mano en su bolsillo y le tendió unos cuantos billetes de berries. Adiós a su sueldo de ese mes, pero le daba lo mismo mientras pudiese ayudar.
El hombre se quedó impresionado ante aquello y tras darle las gracias unas diez veces fue corriendo a un puesto de comida. El rubio continuó callado al no poder hablar y de nuevo se quedó mirando a la joven para ver lo que decía. Se ajustó su chaqueta un poco remangándose, sus brazos tenían algunos cortes curvados, pero se notaban fuertes y gruesos. Entonces soltó un pequeño suspiro.
Cuando ella preguntó sobre lo que hacía allí se quedó algo confuso. La voz de su recluta había sonado por el comunicador y debió escucharlo. Tal vez no quería meterse en cosas de la marina y él simplemente señaló el caracol. Quería darle a entender que estaba allí por las palabras dichas por su soldado. Los detalles no iba a decirlos a un ciudadano, era una misión asignada para un Vice-Almirante. De todas formas, tenía que tener mucho cuidado con ella o Sirius terminaría liándola. Lo siguiente que hizo fue tomar el papel y darle la vuelta. Empezó a escribir de nuevo a una velocidad bastante lenta. Se notaba que se tiraba horas para hacer el papeleo. Después le mostró de nuevo el papel.
“Ahora mismo tengo el día libre después de la noticia. No sé si debería descansar un poco en una habitación del hotel o comer.”
Tras aquello mostró de nuevo su habitual sonrisa. Xemnas era una persona demasiado feliz. No pudo evitar ver a un hombre acercarse a ellos. Era bastante mayor, ropas sucias y olía algo mal. Dicha persona se puso entre ambos y los miró con la mano extendida y una expresión apenada. El marine entonces se levantó y sin venir a cuento le dio un abrazo, después metió la mano en su bolsillo y le tendió unos cuantos billetes de berries. Adiós a su sueldo de ese mes, pero le daba lo mismo mientras pudiese ayudar.
El hombre se quedó impresionado ante aquello y tras darle las gracias unas diez veces fue corriendo a un puesto de comida. El rubio continuó callado al no poder hablar y de nuevo se quedó mirando a la joven para ver lo que decía. Se ajustó su chaqueta un poco remangándose, sus brazos tenían algunos cortes curvados, pero se notaban fuertes y gruesos. Entonces soltó un pequeño suspiro.
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Cuando iba a darle los toques, el rubio separó su brazalete, no entendía por que, hasta que vi salir el pico en llamas. Me quedé sorprendida, pues por lo visto el pajarraco se tomó a mal lo que dije.
-Bueno, visto que el Sr. Sirius le ha parecido mal lo que he dicho, sepa que es una broma, y, además, excúsenme vuesas mercedes por decir lo que dije -hice con la cabeza una especie de reverencia, no quería enemistarme con el brazalete. Xemnas tenía una cara de susto increíble.
Mientras le contaba sobre mi pelo, el asentía, algo curioso, pensé que no se interesaría por ello, no es más que el pelo de una chica que acababa de conocer.
Le noté confuso a la siguiente pregunta, apuntando hacía el caracol.
-Si, sé que dijo algo de un objetivo, pero ahora tienes el día libre, estoy un poco dormida, pero aún estoy lúcida -dije sonriendo.
Dicho esto, le dio la vuelta a la hoja, y escribió de forma lenta, algo más.
``Ahora mismo tengo el día libre después de la noticia. No sé si debería descansar un poco en una habitación del hotel o comer´´
Leí lo que escribió. Le miré y dije a continuación…
-¿Ya tienes algún sitio para quedarte?, si te interesa, te invito a comer -dije devolviéndole la libreta, me parece que a este paso tendré que comprar media docena de libretas para hablar con él.
Curiosamente, volvió a enseñar su bonita sonrisa, parecía que se iluminase cada vez que me respondía. En unos momentos después, apareció un hombre mayor, tenía toda la pinta de ser un mendigo. Xemnas, evidentemente sin decir nada (valga la redundancia), se levantó, dejando ver que era un chico alto, aunque tampoco me llevaba mucho, solo 4 centímetros.
Una vez se levantó, le dio un abrazo, y de su bolsillo sacó unos billetes, que le dio íntegramente al mendigo, el hombre iba feliz, dando mil veces las gracias.
-Vaya, que generoso eres, se nota que te gusta ayudar -dije sonriendo, mientras miraba al hombre que corría a un puesto de comida.
De nuevo se sentó, ajustando su chaqueta, remangándose, luciendo unos brazos fuertes, pero marcados por varias batallas, seguramente, me lo hizo pensar el suspiro que dio después, dejándome un poco sorprendida por esas marcas.
-Dios mío, estás marcado por todas partes -dije rozando mis dedos por encima de las cicatrices suavemente, sin intención de molestarle que hiciera eso, y en todo momento evitando tocar el brazalete, no quería que se me llevase un ojo, algo que asustaba al rubio, que pudiera hacer el bueno de Sirius.
-Bueno, visto que el Sr. Sirius le ha parecido mal lo que he dicho, sepa que es una broma, y, además, excúsenme vuesas mercedes por decir lo que dije -hice con la cabeza una especie de reverencia, no quería enemistarme con el brazalete. Xemnas tenía una cara de susto increíble.
Mientras le contaba sobre mi pelo, el asentía, algo curioso, pensé que no se interesaría por ello, no es más que el pelo de una chica que acababa de conocer.
Le noté confuso a la siguiente pregunta, apuntando hacía el caracol.
-Si, sé que dijo algo de un objetivo, pero ahora tienes el día libre, estoy un poco dormida, pero aún estoy lúcida -dije sonriendo.
Dicho esto, le dio la vuelta a la hoja, y escribió de forma lenta, algo más.
``Ahora mismo tengo el día libre después de la noticia. No sé si debería descansar un poco en una habitación del hotel o comer´´
Leí lo que escribió. Le miré y dije a continuación…
-¿Ya tienes algún sitio para quedarte?, si te interesa, te invito a comer -dije devolviéndole la libreta, me parece que a este paso tendré que comprar media docena de libretas para hablar con él.
Curiosamente, volvió a enseñar su bonita sonrisa, parecía que se iluminase cada vez que me respondía. En unos momentos después, apareció un hombre mayor, tenía toda la pinta de ser un mendigo. Xemnas, evidentemente sin decir nada (valga la redundancia), se levantó, dejando ver que era un chico alto, aunque tampoco me llevaba mucho, solo 4 centímetros.
Una vez se levantó, le dio un abrazo, y de su bolsillo sacó unos billetes, que le dio íntegramente al mendigo, el hombre iba feliz, dando mil veces las gracias.
-Vaya, que generoso eres, se nota que te gusta ayudar -dije sonriendo, mientras miraba al hombre que corría a un puesto de comida.
De nuevo se sentó, ajustando su chaqueta, remangándose, luciendo unos brazos fuertes, pero marcados por varias batallas, seguramente, me lo hizo pensar el suspiro que dio después, dejándome un poco sorprendida por esas marcas.
-Dios mío, estás marcado por todas partes -dije rozando mis dedos por encima de las cicatrices suavemente, sin intención de molestarle que hiciera eso, y en todo momento evitando tocar el brazalete, no quería que se me llevase un ojo, algo que asustaba al rubio, que pudiera hacer el bueno de Sirius.
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Invitarle a comer podía ser la ruina para la joven, pues el pájaro se apuntaría seguro y él mismo comía como un maldito condenado. Si veía que era mucho se ocuparía de pagar lo que faltaba, por lo que mostró una sonrisa amable y asintió. Sitio para quedarse no tenía, pero eso le daba lo mismo siempre que quedase alguna libre, pues solo debía entrar y escribir que deseaba una. Se quedó algo pensativo unos segundos y entonces se dio cuenta de que ella estaba tocando sus brazos llenos de cortes. Se quedó quieto mientras se dejaba y tranquilamente la observaba. Él también quería dejarse un mechón de pelo así, le estaba molando aquel estilo. De todas formas, en ese mismo momento parecía que no había nada que hacer, por lo que simplemente se quedó quieto mientras ella tocaba sus cicatrices.
- Chico, no te fíes ni un puto pelo. Esta mujer quiere tu fortuna, estoy seguro de que si fuera una pájara en vez de una humana estaría ahora mismo seduciéndome.
Xemnas pegó un cabezazo entonces en la mesa y quedó con la frente allí pegada. El puto pájaro le hizo morirse de vergüenza con aquel comentario. En mitad del silencio tuvo que saltar diciendo aquello. Sirius era alguien que no podía quedarse callado cuando había demasiado silencio. Si no había nada en lo que cotillear, saltaría siempre con alguna mierda para buscar bronca o conversación entre otras personas. El rubio levantó la cabeza y se llevó la mano a la nuca, haciendo algunas reverencias con la cabeza a la cazadora para pedir disculpas. Algún día el pollo le iba a buscar la ruina.
El joven marine entonces levantó un momento su chaqueta, mostrando la zona abdominal perfectamente fortalecida, pero con algunas quemaduras. Así le dio la razón en lo de estar marcado por todas partes. Bajó de nuevo su prende y después de aquello sonrió como de costumbre. Se colocó en pie unos momentos y se acercó a su moto. Le puso mejor la cadena y comprobó que todo estaba bien. Cuando se dio cuenta de que así era volvió donde la mujer y después de unos instantes se cruzó de brazos.
- El rubiales se pregunta sobre qué hacer ahora. Por cierto, mujer… Dime ¿Qué talla de pecho tienes? Estoy seguro que no son de verdad.
Y de nuevo Xemnas le dio un golpecito al brazalete mientras hinchaba los mofletes. Sirius estaba un poco descontrolado y esa parte no sabría si la aprendió de Al o de Legim.
- Chico, no te fíes ni un puto pelo. Esta mujer quiere tu fortuna, estoy seguro de que si fuera una pájara en vez de una humana estaría ahora mismo seduciéndome.
Xemnas pegó un cabezazo entonces en la mesa y quedó con la frente allí pegada. El puto pájaro le hizo morirse de vergüenza con aquel comentario. En mitad del silencio tuvo que saltar diciendo aquello. Sirius era alguien que no podía quedarse callado cuando había demasiado silencio. Si no había nada en lo que cotillear, saltaría siempre con alguna mierda para buscar bronca o conversación entre otras personas. El rubio levantó la cabeza y se llevó la mano a la nuca, haciendo algunas reverencias con la cabeza a la cazadora para pedir disculpas. Algún día el pollo le iba a buscar la ruina.
El joven marine entonces levantó un momento su chaqueta, mostrando la zona abdominal perfectamente fortalecida, pero con algunas quemaduras. Así le dio la razón en lo de estar marcado por todas partes. Bajó de nuevo su prende y después de aquello sonrió como de costumbre. Se colocó en pie unos momentos y se acercó a su moto. Le puso mejor la cadena y comprobó que todo estaba bien. Cuando se dio cuenta de que así era volvió donde la mujer y después de unos instantes se cruzó de brazos.
- El rubiales se pregunta sobre qué hacer ahora. Por cierto, mujer… Dime ¿Qué talla de pecho tienes? Estoy seguro que no son de verdad.
Y de nuevo Xemnas le dio un golpecito al brazalete mientras hinchaba los mofletes. Sirius estaba un poco descontrolado y esa parte no sabría si la aprendió de Al o de Legim.
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Xemnas no parecía convencido con la idea de que le invitase a comer. Mientras le tocaba los brazos, se dejaba, pensé en un principio que eso le molestaría, pero por la sonrisa que tenía, casi parecía que lo disfrutara.
Cuando menos me lo esperaba, el pajarraco hizo acto de presencia diciendo algo estúpido, pero que al pobre Xemnas lo volvió loco de vergüenza. Hasta el punto que se dio un cabezazo contra la mesa. Me reía de lo que dijo, tapándome la boca, suficiente tenía el pobre Xemnas como para encima reírme de lo que dijo.
-Madre mía, y si yo fuese una pájara, igual era tu quien andaba detrás de mí, mira el listo este -dije mirando al brazalete, y después a Xemnas, que me miraba pidiéndome disculpas por lo que dijo el pajarraco.
-No pasa nada, sé que lo hace para picarme, en parte me hace gracia -dije, mirándole a los ojos, quería mostrarme sincera con él, así que le dediqué una dulce sonrisa.
Sin esperarme en absoluto lo siguiente, el rubio me enseñó su parte abdominal, perfectamente esculpida, haciendo ver que había marcas de quemaduras.
-Dios mío, te preguntaría quien te lo hizo, pero prefiero no hacerte recordar eso, bien te llega con llevar esos recuerdos -dije mirando sus quemaduras, y señalando las mismas.
Acto seguido, se levantó a comprobar que la cadena de una moto, suponía que la suya, estaba bien puesta, y luego volvió, y con él, los devastadores comentarios del maldito pájaro.
-Si eso se lo digo a Xemnas, tu como no podrías disfrutarlos, te quedas sin saberlo, por maleducado -dije sonriendo, mientras le sacaba la lengua, este pájaro me está empezando a caer pesado, pero Xemnas sabía cómo hacer con él, algo tan simple como darle un golpecito.
Me hizo gracia verle con los mofletes hinchados, así que le apreté los mofletes, a ver si le hacía sonreír, el chico a pesar de ser risueño, lo necesitaba.
-Si no sabes que hacer, demos una vuelta, te enseño donde me hospedo, y si quieres vamos a comer, ¿Qué te parece?, y se lo pregunto a Xemnas, no a ti, que te gusta malmeter -le dije mirándole de nuevo a los ojos, y con estas últimas palabras dirigiéndome a Sirius. Esperaba su respuesta… o su no respuesta, según como se mire.
Cuando menos me lo esperaba, el pajarraco hizo acto de presencia diciendo algo estúpido, pero que al pobre Xemnas lo volvió loco de vergüenza. Hasta el punto que se dio un cabezazo contra la mesa. Me reía de lo que dijo, tapándome la boca, suficiente tenía el pobre Xemnas como para encima reírme de lo que dijo.
-Madre mía, y si yo fuese una pájara, igual era tu quien andaba detrás de mí, mira el listo este -dije mirando al brazalete, y después a Xemnas, que me miraba pidiéndome disculpas por lo que dijo el pajarraco.
-No pasa nada, sé que lo hace para picarme, en parte me hace gracia -dije, mirándole a los ojos, quería mostrarme sincera con él, así que le dediqué una dulce sonrisa.
Sin esperarme en absoluto lo siguiente, el rubio me enseñó su parte abdominal, perfectamente esculpida, haciendo ver que había marcas de quemaduras.
-Dios mío, te preguntaría quien te lo hizo, pero prefiero no hacerte recordar eso, bien te llega con llevar esos recuerdos -dije mirando sus quemaduras, y señalando las mismas.
Acto seguido, se levantó a comprobar que la cadena de una moto, suponía que la suya, estaba bien puesta, y luego volvió, y con él, los devastadores comentarios del maldito pájaro.
-Si eso se lo digo a Xemnas, tu como no podrías disfrutarlos, te quedas sin saberlo, por maleducado -dije sonriendo, mientras le sacaba la lengua, este pájaro me está empezando a caer pesado, pero Xemnas sabía cómo hacer con él, algo tan simple como darle un golpecito.
Me hizo gracia verle con los mofletes hinchados, así que le apreté los mofletes, a ver si le hacía sonreír, el chico a pesar de ser risueño, lo necesitaba.
-Si no sabes que hacer, demos una vuelta, te enseño donde me hospedo, y si quieres vamos a comer, ¿Qué te parece?, y se lo pregunto a Xemnas, no a ti, que te gusta malmeter -le dije mirándole de nuevo a los ojos, y con estas últimas palabras dirigiéndome a Sirius. Esperaba su respuesta… o su no respuesta, según como se mire.
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Increíble, el rubio estaba flipando de las conversaciones que tenían el pájaro y aquella chica, la cual había dicho que si eso le decía a él la talla. Una gota de sudor volvió a caer por su cabeza mientras miraba a ella y después al brazalete y así varias veces. Se estaba convirtiendo en todo un espectáculo y eso le hizo reír un poco, sobre todo cuando ella le desinfló los molestes, lo que hizo que se rascase la cabeza y después le sonriera de forma animada. Le estaba cayendo bien la cazadora, se veía bastante buena persona. Sirius por su parte continuaba pensando mal de ella y bueno, de todo el mundo salvo de Misa. El maldito pájaro era demasiado impredecible. Él entonces escuchó las palabras de ella y levantó el pulgar en señal de afirmación.
El rubio empezó a caminar con ella con calma. Supuestamente primero iba a enseñarle donde se hospedaba, por lo que decidió ver el sitio. Estaba seguro de que las habitaciones de aquel hotel serían geniales, no como la suya del cuartel, la cual era un cuchitril. Mientras avanzaban se puso a mirar a su alrededor para observar todo. Hubo un momento en que el pájaro volvió a hablar para responderle a ella.
- Pues yo también quiero comer, y a Xemnas no le interesaría la talla de ninguna mujer. Me han dicho que incluso hace unos cinco años le daban miedo las chicas y huía de ellas como un crío.
La cara del marine se tornó roja como un tomate y algo de humo empezó a salir de su cabeza. Eso era de Al, sin duda. El maldito Sirius tuvo que decir aquello precisamente delante de una mujer. No era su culpa ser la persona más tímida del mundo y haber recibido abuso de las chicas de pequeño. Aunque ahora notaba que no eran malas. Mostró una pequeña sonrisa ladeada y miró a otro sitio para que ella no le viese la cara. El jodido pájaro, iba a tener que ponerle un bozal, aquellas cosas eran privadas.
Cuando entraron en aquel sitio se dejó guíar tranquilamente mientras avanzaba con una expresión calmada en todo momento. Parecía que poco a poco aquella vergüenza que le había dado se largaba. Empezó a pensar sobre lo que iba a pedirse para comer, seguramente algo bastante grande, como arroz o pasta. Entonces el pájaro habló de nuevo.
- Oye, mujer que no dice la talla ¿Falta mucho? Me estoy aburriendo mucho. Quiero ver una película, erótica si es posible. Y si encima salen plumas… sería lo suyo.
El rubio empezó a caminar con ella con calma. Supuestamente primero iba a enseñarle donde se hospedaba, por lo que decidió ver el sitio. Estaba seguro de que las habitaciones de aquel hotel serían geniales, no como la suya del cuartel, la cual era un cuchitril. Mientras avanzaban se puso a mirar a su alrededor para observar todo. Hubo un momento en que el pájaro volvió a hablar para responderle a ella.
- Pues yo también quiero comer, y a Xemnas no le interesaría la talla de ninguna mujer. Me han dicho que incluso hace unos cinco años le daban miedo las chicas y huía de ellas como un crío.
La cara del marine se tornó roja como un tomate y algo de humo empezó a salir de su cabeza. Eso era de Al, sin duda. El maldito Sirius tuvo que decir aquello precisamente delante de una mujer. No era su culpa ser la persona más tímida del mundo y haber recibido abuso de las chicas de pequeño. Aunque ahora notaba que no eran malas. Mostró una pequeña sonrisa ladeada y miró a otro sitio para que ella no le viese la cara. El jodido pájaro, iba a tener que ponerle un bozal, aquellas cosas eran privadas.
Cuando entraron en aquel sitio se dejó guíar tranquilamente mientras avanzaba con una expresión calmada en todo momento. Parecía que poco a poco aquella vergüenza que le había dado se largaba. Empezó a pensar sobre lo que iba a pedirse para comer, seguramente algo bastante grande, como arroz o pasta. Entonces el pájaro habló de nuevo.
- Oye, mujer que no dice la talla ¿Falta mucho? Me estoy aburriendo mucho. Quiero ver una película, erótica si es posible. Y si encima salen plumas… sería lo suyo.
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Bueno, un poco de suerte, finalmente le hice sonreír, eso me gustaba, tenía una sonrisa muy bonita.
-Debes sonreír así más a menudo -dije acariciando su cara y sonriendo yo también. Cuando me escuchó decirle el resto, levantó el pulgar a modo de que le parecía bien.
Nos levantamos y empezamos a caminar, miraba todas las tiendas, yo iba con las manos metidas en los bolsillos, lo que hacía que se me bajase un poco el pantalón, pero por eso mismo siempre llevaba el cinturón puesto. Todo estaba calmado, íbamos caminando en silencio, hasta que, de nuevo, el bueno de Sirius volvió a abrir el pico, literalmente.
Al escucharle decir lo que dijo, miré de reojo a Xemnas, el pobre parecía un tomate andante, de todos modos, un chico tímido tampoco era algo malo.
-¿Y que importa eso?, ahora está acompañando a una chica, y no le veo tímido, problema resulto, bocazas -dije, mirando al frente, y en un momento determinado a Sirius.
-Xemnas, no te pongas rojo, es normal ser un poco tímido, yo lo veo tierno -dije acariciando su brazo, a modo de que no me importaba eso, no me reiría de el por una bobada así.
-No has conseguido lo que quería pajarito -dije mientras seguía mirando al frente.
Poco después de eso, llegamos al lugar, entramos al hotel, un lugar amplio, con la recepción a la derecha, con un par de ascensores a su lado, unas escaleras justo al lado de los ascensores, y a la izquierda, un pequeño recinto con mesas y sofás.
-¿Te gusta el lugar? -le dije, mirándole a los ojos, y rezando de que el pájaro se mantuviese callado, no quería tener que decirle a Xemnas que lo tirase al fondo del mar.
Mis temores eran infundados, ahí estaba de nuevo el bocazas.
-¡Sirius!, ya está bien, avergüenzas a Xemnas, y nos pones en evidencia, estamos en la entrada de un hotel, no en un putiferio, ni un cine, haz el favor de comportarte, si no por mí, que ya sé que no, al menos por Xemnas -le dije al pajarraco, ya me estaba inflando las narices, y eso era difícil.
-Y si quieres ver una película erótica con plumas, te ponemos a ver una erótica gay, más plumas que ahí no las vas a ver -dije sonriendo, sabía que eso sería la gota que colmaría el vaso.
-Debes sonreír así más a menudo -dije acariciando su cara y sonriendo yo también. Cuando me escuchó decirle el resto, levantó el pulgar a modo de que le parecía bien.
Nos levantamos y empezamos a caminar, miraba todas las tiendas, yo iba con las manos metidas en los bolsillos, lo que hacía que se me bajase un poco el pantalón, pero por eso mismo siempre llevaba el cinturón puesto. Todo estaba calmado, íbamos caminando en silencio, hasta que, de nuevo, el bueno de Sirius volvió a abrir el pico, literalmente.
Al escucharle decir lo que dijo, miré de reojo a Xemnas, el pobre parecía un tomate andante, de todos modos, un chico tímido tampoco era algo malo.
-¿Y que importa eso?, ahora está acompañando a una chica, y no le veo tímido, problema resulto, bocazas -dije, mirando al frente, y en un momento determinado a Sirius.
-Xemnas, no te pongas rojo, es normal ser un poco tímido, yo lo veo tierno -dije acariciando su brazo, a modo de que no me importaba eso, no me reiría de el por una bobada así.
-No has conseguido lo que quería pajarito -dije mientras seguía mirando al frente.
Poco después de eso, llegamos al lugar, entramos al hotel, un lugar amplio, con la recepción a la derecha, con un par de ascensores a su lado, unas escaleras justo al lado de los ascensores, y a la izquierda, un pequeño recinto con mesas y sofás.
-¿Te gusta el lugar? -le dije, mirándole a los ojos, y rezando de que el pájaro se mantuviese callado, no quería tener que decirle a Xemnas que lo tirase al fondo del mar.
Mis temores eran infundados, ahí estaba de nuevo el bocazas.
-¡Sirius!, ya está bien, avergüenzas a Xemnas, y nos pones en evidencia, estamos en la entrada de un hotel, no en un putiferio, ni un cine, haz el favor de comportarte, si no por mí, que ya sé que no, al menos por Xemnas -le dije al pajarraco, ya me estaba inflando las narices, y eso era difícil.
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¿Sonreír más a menudo? Xemnas se pasaba la vida sonriendo, era lo único que hacía, se notaba que la chica estaba en su mundo. El rubio la miraba tranquilamente mientras llevaba su mano derecha al brazalete y lo apretaba. Sirius empezaba a enfadarse con aquella chica por sus constantes piques. Cuando el pájaro hablaba lo mejor era callar y seguirle el juego, o se podía liar a picotazos con todo el mundo. El rubio soltó un pequeño suspiro mientras miraba al lugar donde estaba su plumífero amigo y después de unos momentos soltó un pequeño suspiro. Estaba claro que si aquello continuaba así iba a tener que dejar algo de kairouseki sobre aquel pequeño objeto para que no la liase mucho. Estaba claro que podía continuar empeorando la situación.
- ¡A mí tú no me dices como debo portarme, mujer con cara de espinaca! ¡Deberías mostrar respeto y arrodillarte ante tu señor! – Respondió el pájaro de nuevo.
La gente del hotel empezó a mirar hacia ellos y el pobre Xemnas ya no sabía donde meterse. Tan solo quería que las discusiones parasen, pues la gente pensaba que él era el que hablaba. Agachó la cabeza evitando la situación vergonzosa y le indicó a la chica con la cabeza que avanzaran. Debían llegar cuanto antes para que la gente no viera aquello. El brazalete no podía ser callado, el joven se había dejado su equipo especial en el barco al parecer. Continuó andando rápidamente mientras tragaba saliva y rezaba porque se callaran, pero ella nombró lo de las películas eróticas del tipo chico por chico.
- Pues exijo una de esas mismas ¡Pero me gustaría verte a ti suplicando por tu vida ante mí, tu Dios! Vamos, hazme un poco la pelota. Dime que eres una esclava obediente y tráeme un juguete. – Dijo Sirius mientras el brazalete vibraba un poco.
Xemnas abrió la puerta que daba a las escaleras y se quedó esperando a la joven de una vez, que llegasen a la sala. Tragó saliva nervioso por el espectáculo que estaban dando. Si Al se enteraba de aquello tal vez le caía bronca. Un marine no debía ir armando jaleo por los hoteles y menos uno del rango de Death. El marine entonces se cruzó de brazos esperando a llegar y un poco desesperado. Solo era cuestión de tiempo que el pájaro respondiese de nuevo.
- ¡A mí tú no me dices como debo portarme, mujer con cara de espinaca! ¡Deberías mostrar respeto y arrodillarte ante tu señor! – Respondió el pájaro de nuevo.
La gente del hotel empezó a mirar hacia ellos y el pobre Xemnas ya no sabía donde meterse. Tan solo quería que las discusiones parasen, pues la gente pensaba que él era el que hablaba. Agachó la cabeza evitando la situación vergonzosa y le indicó a la chica con la cabeza que avanzaran. Debían llegar cuanto antes para que la gente no viera aquello. El brazalete no podía ser callado, el joven se había dejado su equipo especial en el barco al parecer. Continuó andando rápidamente mientras tragaba saliva y rezaba porque se callaran, pero ella nombró lo de las películas eróticas del tipo chico por chico.
- Pues exijo una de esas mismas ¡Pero me gustaría verte a ti suplicando por tu vida ante mí, tu Dios! Vamos, hazme un poco la pelota. Dime que eres una esclava obediente y tráeme un juguete. – Dijo Sirius mientras el brazalete vibraba un poco.
Xemnas abrió la puerta que daba a las escaleras y se quedó esperando a la joven de una vez, que llegasen a la sala. Tragó saliva nervioso por el espectáculo que estaban dando. Si Al se enteraba de aquello tal vez le caía bronca. Un marine no debía ir armando jaleo por los hoteles y menos uno del rango de Death. El marine entonces se cruzó de brazos esperando a llegar y un poco desesperado. Solo era cuestión de tiempo que el pájaro respondiese de nuevo.
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El rubio me miraba de forma tranquila, supongo que por el comentario de que debía sonreír más a menudo. Debería de tener en cuenta que no le conozco, y que no sé si lleva desde que nació sonriendo.
Me fijé que apretaba el brazalete, no tenía ni idea de por que hacía eso, pero supongo que por lo que decía el pollo loco. El chico suspiró, no sé si por cómo le hablaba a su brazalete, o por lo que decía el pajarraco.
Ante aquello, el maldito pajarraco volvió a hablar, sin más, simplemente le ignoré, no merecía la pena seguir dándole cuerda al pajarito.
-Bueno, ¿qué te parece?, si quieres puedo pedir por ti una habitación, como prefieras -dije, pasando olímpicamente del pájaro, me estaba hinchando los ovarios, y mira que soy una chica simpática, pero si seguía así, iba a tener que pedirle a Xemnas que lo dejase en algún lugar.
Después de lo que dijo ese maldito soplaplumas, la gente se nos quedó mirando, normal, estaba liando una de cuidado con sus graznidos, propio de un pajarraco maleducado. Se notaba a leguas que fue propiedad de otra gente antes que de Xemnas.
El pobre Xemnas agachaba la cabeza con la vergüenza, yo pedía disculpas con las manos juntas a modo asiático. Puto pajarraco, como siempre así, no sé cómo es capaz Xemnas de aguantarlo.
-Madre mía, lo que hay que oír, en fin, ¿qué te apetece hacer?, ¿pedimos una habitación para ti?, ¿vamos a comer?, ¿descansamos aquí un poco?, ¿damos un paseíto?, lo que prefieras -dije saliendo por la puerta, justo después de Xemnas. Le notaba crispado, como si no quisiera estar ahí, quizás le estuviese trayendo problemas el andar por ahí conmigo.
-Espero que puedas perdonar mi comportamiento hacía Sirius, como comprenderás, soy una chica con carácter, y me molesta enormemente que se quieran salir los demás con la suya, y más un artilugio como él -dije señalando su brazalete.
Me fijé que apretaba el brazalete, no tenía ni idea de por que hacía eso, pero supongo que por lo que decía el pollo loco. El chico suspiró, no sé si por cómo le hablaba a su brazalete, o por lo que decía el pajarraco.
Ante aquello, el maldito pajarraco volvió a hablar, sin más, simplemente le ignoré, no merecía la pena seguir dándole cuerda al pajarito.
-Bueno, ¿qué te parece?, si quieres puedo pedir por ti una habitación, como prefieras -dije, pasando olímpicamente del pájaro, me estaba hinchando los ovarios, y mira que soy una chica simpática, pero si seguía así, iba a tener que pedirle a Xemnas que lo dejase en algún lugar.
Después de lo que dijo ese maldito soplaplumas, la gente se nos quedó mirando, normal, estaba liando una de cuidado con sus graznidos, propio de un pajarraco maleducado. Se notaba a leguas que fue propiedad de otra gente antes que de Xemnas.
El pobre Xemnas agachaba la cabeza con la vergüenza, yo pedía disculpas con las manos juntas a modo asiático. Puto pajarraco, como siempre así, no sé cómo es capaz Xemnas de aguantarlo.
-Madre mía, lo que hay que oír, en fin, ¿qué te apetece hacer?, ¿pedimos una habitación para ti?, ¿vamos a comer?, ¿descansamos aquí un poco?, ¿damos un paseíto?, lo que prefieras -dije saliendo por la puerta, justo después de Xemnas. Le notaba crispado, como si no quisiera estar ahí, quizás le estuviese trayendo problemas el andar por ahí conmigo.
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Una pequeña sonrisa se formó en el rostro del rubio cuando la chica dijo todo aquello, lo de pedirle una habitación podía ser una buena idea después de todo. Tenía el día libre y por quedarse un día no se iba a morir. El sitio estaba genial y estaba acompañado con una persona bastante amable, un poco picada con el pájaro, pero muy pocos lograban llevarse bien con Sirius. El rubio entonces levantó el pulgar cuando ella dijo lo de pedir la habitación. Así podría instalarse y dejar sus cosas. A lo mejor accedí a aun cochera y podía dejar también su moto. No le daba buena espina dejarla atada allí.
El sonido de una espada siendo desenvainada llamó su atención. El rubio ni siquiera hizo amago de mirar a ningún lado en concreto. A una velocidad increíble sacó su enorme espadón y giró sobre sí mismo, lanzando un corte al frente. Una persona se hallaba allí. Un tipo vestido con un sombrero de color negro, gabardina del mismo tono y gafas de Sol. Sus cabellos eran largos y rojizos. En su mano portaba una katana que había sido bloqueada por el espadón del rubio. Conocí a ese tipo. Concordaba con el perfil del asesino en serie. Se suponía que no estaba, pero al parecer era así. Sus hombres estaban atontados. El rubio frunció el ceño mientras forcejeaba en aquel duelo de espadas.
- En bonito lío te has metido, pelo tomate. – Dijo el pájaro mientras reía un poco.
El asesino realizó un movimiento bastante rápido con su mano libre, sacando una especie de katana similar a la primera. La sangre salpicó el suelo y la chaqueta de Xemnas fue cortada por esa zona. Una herida considerable en su costado derecho. El rubio abrió los ojos más de la cuenta soltando una pequeño mueca de dolor. Acto seguido, pisó el suelo con fuerza y formó una pequeña onda expansiva que lanzó a aquella persona a volar. Se llevó la mano a la herida y después pudo ver la sangre. Tras un pequeño suspiro alzó el enorme espadón de nuevo y apuntó hacia aquella persona. Ambos se miraban con seriedad.
El pelirrojo corrió de nuevo a por él y trató de lanzarle un corte doble. Al marine le bastó tan solo con un potente movimiento para partir ambas armas de su rival y cortarle en el pecho de forma exagerada. La sangre llenó las paredes de color rojo y un grito de dolor salió de la boca de aquel hombre. El marine entonces impactó la zona ancha de su arma en la cara de aquel cabrón, dejándolo fuera de juego al momento. Tomó entonces el comunicador con dificultad y lo acercó a la boca del brazalete.
- Aquí Vice-Almirante Xemnas Death, el asesino ha sido derrotado. Acudan al primer hotel más cercano al barco cuanto antes y traigan el equipo de médicos.
El rubio apagó el comunicador en cuanto dijo aquello. Se sentó con algo de dificultad en uno de los sillones de aquella sala y tomó un trozo de la manga de su chaqueta. La presionó contra la herida y suspiró un poco. La gente se acercó con curiosidad para ayudar.
El sonido de una espada siendo desenvainada llamó su atención. El rubio ni siquiera hizo amago de mirar a ningún lado en concreto. A una velocidad increíble sacó su enorme espadón y giró sobre sí mismo, lanzando un corte al frente. Una persona se hallaba allí. Un tipo vestido con un sombrero de color negro, gabardina del mismo tono y gafas de Sol. Sus cabellos eran largos y rojizos. En su mano portaba una katana que había sido bloqueada por el espadón del rubio. Conocí a ese tipo. Concordaba con el perfil del asesino en serie. Se suponía que no estaba, pero al parecer era así. Sus hombres estaban atontados. El rubio frunció el ceño mientras forcejeaba en aquel duelo de espadas.
- En bonito lío te has metido, pelo tomate. – Dijo el pájaro mientras reía un poco.
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El pelirrojo corrió de nuevo a por él y trató de lanzarle un corte doble. Al marine le bastó tan solo con un potente movimiento para partir ambas armas de su rival y cortarle en el pecho de forma exagerada. La sangre llenó las paredes de color rojo y un grito de dolor salió de la boca de aquel hombre. El marine entonces impactó la zona ancha de su arma en la cara de aquel cabrón, dejándolo fuera de juego al momento. Tomó entonces el comunicador con dificultad y lo acercó a la boca del brazalete.
- Aquí Vice-Almirante Xemnas Death, el asesino ha sido derrotado. Acudan al primer hotel más cercano al barco cuanto antes y traigan el equipo de médicos.
El rubio apagó el comunicador en cuanto dijo aquello. Se sentó con algo de dificultad en uno de los sillones de aquella sala y tomó un trozo de la manga de su chaqueta. La presionó contra la herida y suspiró un poco. La gente se acercó con curiosidad para ayudar.
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Estaba a punto de pedir habitación para el rubio, cuando de repente escucho un sonido de espadas chocando, miré para atrás, y vi como el rubio había detenido la espada de un hombre de pelo rojo. No sabía si meterme en el medio, o si dejarlos con sus cosas.
Para el caso me quedé mirando, pues parecía que se desenvolvía bien solo. La verdad es que era una gozada verle luchar, con tanto poderío, tenía presencia, y se notaba curtido para luchar, hasta que le hirió.
-Ten cuidado Xemnas -dije para mí, a modo de imploración, aunque lo acababa de conocer, no quería que le lastimasen. Me apoyé en la recepción, alguna gente miraba, otros se iban, y otros corrían despavoridos como pavos descabezados. De un momento a otro fue capaz de acabar con él.
Entonces el pajarraco habló, ¿vice-almirante?, si en la tarjeta ponía capitán…, en fin, no era momento para ese detalle, el chico estaba herido. A su alrededor se estaba formando un revoltijo de gente, que iba a curiosear lo que ocurría.
-Por favor, ¿les importaría irse?, esto no es ningún espectáculo -dije, mientras intentaba alejar de allí a la gente. Una vez estábamos solos, me ocupé de aguantar la tela sobre su herida.
-¿Quieres que pida una habitación y te lleve a ella? -le pregunté, pues no creía que estuviese demasiado cómodo sentado en una silla teniendo un corte en el costado.
Para el caso me quedé mirando, pues parecía que se desenvolvía bien solo. La verdad es que era una gozada verle luchar, con tanto poderío, tenía presencia, y se notaba curtido para luchar, hasta que le hirió.
-Ten cuidado Xemnas -dije para mí, a modo de imploración, aunque lo acababa de conocer, no quería que le lastimasen. Me apoyé en la recepción, alguna gente miraba, otros se iban, y otros corrían despavoridos como pavos descabezados. De un momento a otro fue capaz de acabar con él.
Entonces el pajarraco habló, ¿vice-almirante?, si en la tarjeta ponía capitán…, en fin, no era momento para ese detalle, el chico estaba herido. A su alrededor se estaba formando un revoltijo de gente, que iba a curiosear lo que ocurría.
-Por favor, ¿les importaría irse?, esto no es ningún espectáculo -dije, mientras intentaba alejar de allí a la gente. Una vez estábamos solos, me ocupé de aguantar la tela sobre su herida.
-¿Quieres que pida una habitación y te lleve a ella? -le pregunté, pues no creía que estuviese demasiado cómodo sentado en una silla teniendo un corte en el costado.
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Xemnas jadeaba despacio debido al dolor que notaba en su costado. La sangre había parado un poco y fue entonces cuando el brazalete empezó a brillar despacio. Escuchó las palabras de la chica y estuvo a punto de asentir, pero entonces negó con la cabeza. Se colocó en pie con torpeza y retiró la venda. Su corte se estaba cerrando, dejando un rastro de fuego azulado y humo. Tras unos segundos aquello se curó a la perfección. Siempre olvidaba que tenía consigo al mejor médico que podía haber en el planeta, Sirius. El brazalete se quejó un poco y después de unos momentos alzó la voz.
- Ya estás curado, recuerda que no puedo volver a hacerlo hasta un rato. No te metas en líos, chico.
Una sonrisa se formó en el rostro del marine, el cual asintió. De todas formas, no le hizo el feo a la joven y se dirigió a pedir una habitación. Cuando ella lo hiciese, pues él no podía hablar, empezó a caminar hacia ella. El rubio abrió la puerta con la llave e invitó a Gaia a entrar. Una vez dentro cerró y se quedó mirando aquel sitio. Parecía ser bastante grande y agradable. Acarició los muebles despacio y entonces se fijó en un pequeño detalle. La cama estaba en el salón y la cabrona era gigantesca. Los ojos del rubio se abrieron como platos y su ilusión creció.
Se tiró sobre ella sin pensárselo y rodó un poco. Se quitó el brazalete dejándolo a un lado, también la chaqueta. Quedó con una camiseta negra de tirantes, mostrando algunas heridas más por los brazos y una musculatura considerable. Cargar con aquel espadón le entrenó el grosor de los bíceps durante mucho. Estando tumbado cerró los ojos unos momentos, pero entonces recordó que tenía visita. Los abrió de nuevo y se quedó mirando a la chica. Levantó el dedo pulgar en señal de agradecimiento y después le dedicó una sonrisa amable.
- Ya estás curado, recuerda que no puedo volver a hacerlo hasta un rato. No te metas en líos, chico.
Una sonrisa se formó en el rostro del marine, el cual asintió. De todas formas, no le hizo el feo a la joven y se dirigió a pedir una habitación. Cuando ella lo hiciese, pues él no podía hablar, empezó a caminar hacia ella. El rubio abrió la puerta con la llave e invitó a Gaia a entrar. Una vez dentro cerró y se quedó mirando aquel sitio. Parecía ser bastante grande y agradable. Acarició los muebles despacio y entonces se fijó en un pequeño detalle. La cama estaba en el salón y la cabrona era gigantesca. Los ojos del rubio se abrieron como platos y su ilusión creció.
Se tiró sobre ella sin pensárselo y rodó un poco. Se quitó el brazalete dejándolo a un lado, también la chaqueta. Quedó con una camiseta negra de tirantes, mostrando algunas heridas más por los brazos y una musculatura considerable. Cargar con aquel espadón le entrenó el grosor de los bíceps durante mucho. Estando tumbado cerró los ojos unos momentos, pero entonces recordó que tenía visita. Los abrió de nuevo y se quedó mirando a la chica. Levantó el dedo pulgar en señal de agradecimiento y después le dedicó una sonrisa amable.
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Cuando se negó a que le ayudase, me sorprendió, o bien era un chico demasiado orgulloso como para que le ayudase una chica, o bien algo estaba pasando que yo no entendía.
-¿Estás se… -no acabé la frase, cuando vi que empezaba a levantarse solo, sacándose la venda, vi un pequeño humo y un fuego de color azul. ¿Qué demonios…?
El pajarraco habló, y dijo que ya estaba curado, que no se metiera en líos, pues hasta dentro de un rato no podría volver a hacerlo.
-Vaya -dije mirando lo que era capaz de hacer el pequeño brazalete, ya empezaba a caerme un poco mejor.
-¿Estas mejor? -le pregunté sonriendo, viendo cómo se dirigía hacia la recepción, pedí una habitación para él, y la mujer le dio la llave.
El chico subió las escaleras como si no hubiera ocurrido nada. Abrió la puerta de su habitación, me invitó silenciosamente a entrar en su cuarto. Cerró la puerta y se quedó mirando la misma, que parecía enorme, mientras acariciaba los muebles, ¿manías quizás?, que importaba.
-¿Te gus… -no me dio tiempo a terminar, cuando vi al chico que miraba con ansia aquella enorme cama, parecía que se había enamorado de la cama de sus sueños. Sonreí al ver cómo iba corriendo a la cama, y como se lanzó como si fuera un tigre sobre su presa.
Croqueteó un poco antes de quitarse el brazalete y la chaqueta, dejándome verle en tirantes, con su gran musculatura y sus cicatrices, marcas de la vida. Se quedó tumbado con los ojos cerrados, estaba claro que yo ya estaba de más en aquel cuarto, sonreí al verle tan cómodo y tan feliz. Me disponía incluso a irme, cuando de reojo me fije que me miraba, alzo la mano con un ok en su pulgar y me sonrió.
-No hay de que, si necesitas ayuda o cualquier cosa estoy a dos habitaciones -dije sonriendo, me agradaba verle tan feliz.
-¿Quieres que te deje solo? -le pregunté con curiosidad, sin ánimo de meterle en un compromiso, apoyada contra la pared.
-Por cierto Sirius, buen trabajo, me alegra que seas tan buen médico -dije con la mano en mi cabello, separándome de los ojos un mechón de mi pelo.
-¿Estás se… -no acabé la frase, cuando vi que empezaba a levantarse solo, sacándose la venda, vi un pequeño humo y un fuego de color azul. ¿Qué demonios…?
El pajarraco habló, y dijo que ya estaba curado, que no se metiera en líos, pues hasta dentro de un rato no podría volver a hacerlo.
-Vaya -dije mirando lo que era capaz de hacer el pequeño brazalete, ya empezaba a caerme un poco mejor.
-¿Estas mejor? -le pregunté sonriendo, viendo cómo se dirigía hacia la recepción, pedí una habitación para él, y la mujer le dio la llave.
El chico subió las escaleras como si no hubiera ocurrido nada. Abrió la puerta de su habitación, me invitó silenciosamente a entrar en su cuarto. Cerró la puerta y se quedó mirando la misma, que parecía enorme, mientras acariciaba los muebles, ¿manías quizás?, que importaba.
-¿Te gus… -no me dio tiempo a terminar, cuando vi al chico que miraba con ansia aquella enorme cama, parecía que se había enamorado de la cama de sus sueños. Sonreí al ver cómo iba corriendo a la cama, y como se lanzó como si fuera un tigre sobre su presa.
Croqueteó un poco antes de quitarse el brazalete y la chaqueta, dejándome verle en tirantes, con su gran musculatura y sus cicatrices, marcas de la vida. Se quedó tumbado con los ojos cerrados, estaba claro que yo ya estaba de más en aquel cuarto, sonreí al verle tan cómodo y tan feliz. Me disponía incluso a irme, cuando de reojo me fije que me miraba, alzo la mano con un ok en su pulgar y me sonrió.
-No hay de que, si necesitas ayuda o cualquier cosa estoy a dos habitaciones -dije sonriendo, me agradaba verle tan feliz.
-¿Quieres que te deje solo? -le pregunté con curiosidad, sin ánimo de meterle en un compromiso, apoyada contra la pared.
-Por cierto Sirius, buen trabajo, me alegra que seas tan buen médico -dije con la mano en mi cabello, separándome de los ojos un mechón de mi pelo.
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Los ojos del rubio se cerraron despacio mientras se imaginaba en el mismísimo cielo. La sensación de estar en una cama de nubes era demasiado sabrosa para ser verdad. Sus dedos acariciaron levemente las sábanas con cuidado y después de unos momentos se rascó la cabeza. Escuchó las palabras de ella y simplemente la miró de forma calmada. No molestaba y cierto era que no quería estar solo. Cuando una persona estaba sin nadie más, todo era bastante aburrido. El espadachín entonces se sentó en la cama y simplemente chasqueó los dedos con calma. Era como si hubiese hecho algo distinto, pero no hubo cambio aparente en aquella habitación del hotel.
El brazalete tomó un leve brillo azul y después de unos momentos aquel pico soltó un pequeño suspiro. Le tocaba hablar de nuevo por orden del rubio y le molestaba mucho hacerlo. Al fin y al cabo, hablar cuando otro lo ordena no le gusta a nadie. El pájaro tosió un poco y aclaró la voz, más que nada para hacerse esperar y poder molestar un poco a los dos.
- Dice el rubiales que no molestas. Que estar solo es muy aburrido y que si conoces algún juego divertido que lo digas sin miedo.
El rubio asintió sonriendo. Impresionante, el puto pájaro había averiguado todo aquello con un chasquido de dedos de su dueño. El marine entonces se levantó de la cama con calma y cerró las ventanas debido al calor. Puso el aire acondicionado y después de unos momentos arrojó su camiseta de tirantes a un lado. Quedó sin camiseta del todo y le hizo a la chica un gesto de que esperase.
Tras unos diez minutos salió de la ducha totalmente empapado y vestido con un pantalón de color azul que había encontrado en el armario. Un poco de agua caía desde sus mechones hasta el pecho y en su rostro podía verse aquella sonrisa amigable de siempre. Se sentó en la cama de nuevo y miró a su invitada de forma calmada. De nuevo le levantó el pulgar y esperó a que fuese ella la que dijera algo. Era normal, sobre todo teniendo en cuenta que él no podía decir nada, tan solo escuchar y responder usando a Sirius.
El brazalete tomó un leve brillo azul y después de unos momentos aquel pico soltó un pequeño suspiro. Le tocaba hablar de nuevo por orden del rubio y le molestaba mucho hacerlo. Al fin y al cabo, hablar cuando otro lo ordena no le gusta a nadie. El pájaro tosió un poco y aclaró la voz, más que nada para hacerse esperar y poder molestar un poco a los dos.
- Dice el rubiales que no molestas. Que estar solo es muy aburrido y que si conoces algún juego divertido que lo digas sin miedo.
El rubio asintió sonriendo. Impresionante, el puto pájaro había averiguado todo aquello con un chasquido de dedos de su dueño. El marine entonces se levantó de la cama con calma y cerró las ventanas debido al calor. Puso el aire acondicionado y después de unos momentos arrojó su camiseta de tirantes a un lado. Quedó sin camiseta del todo y le hizo a la chica un gesto de que esperase.
Tras unos diez minutos salió de la ducha totalmente empapado y vestido con un pantalón de color azul que había encontrado en el armario. Un poco de agua caía desde sus mechones hasta el pecho y en su rostro podía verse aquella sonrisa amigable de siempre. Se sentó en la cama de nuevo y miró a su invitada de forma calmada. De nuevo le levantó el pulgar y esperó a que fuese ella la que dijera algo. Era normal, sobre todo teniendo en cuenta que él no podía decir nada, tan solo escuchar y responder usando a Sirius.
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Cuando dije eso, el chico se relajó, casi parecía un ángel rubio en una nube de tela. Lo miré sonriendo, se notaba que estaba disfrutando de aquello, parecía incluso que hacía mucho que no se estiraba así en una cama.
Cuando pensé que podía irme por si molestaba, el chico me miró, y se levantó, se sentó en la cama, y chaqueó los dedos. Miré a mi alrededor, quería saber que tipo de brujería había hecho, me sonreí de nuevo cuando el pajarillo tosió, y volvió a graznar.
-En tal caso… -dije acercándome al rubio. Me senté a su lado, y le miré.
-Bueno, he de decirte que no sé muchos juegos, pero por casualidad tengo aquí un bloc de notas, y unos bolígrafos, ¿sabes jugar al tres en raya? -pregunté, suponía qué si sabía, así que simplemente comencé a hacer el dibujo necesario para poder empezar la partida.
Cuando comenzaba a dibujarlo, el chico se sacó la camiseta, y la tiro, me fijaba en su cuerpo. Desde luego su piel pasó por muchas batallas, pobre chico. En un abrir y cerrar de ojos, el chico cerró las ventanas, puso el aire acondicionado, y se fue directo a la ducha. Salió con un pantalón, el cual no le vi en ningún momento portal hasta la ducha, y se sentó de nuevo, mirándome amablemente.
-Bueno, ¿empezamos? -dije sonriendo, mientras le daba uno de los bolis. De vez en cuando miraba a mi alrededor, miraba al chico, y por supuesto, por la ventana, mirando el paisaje.
Cuando pensé que podía irme por si molestaba, el chico me miró, y se levantó, se sentó en la cama, y chaqueó los dedos. Miré a mi alrededor, quería saber que tipo de brujería había hecho, me sonreí de nuevo cuando el pajarillo tosió, y volvió a graznar.
-En tal caso… -dije acercándome al rubio. Me senté a su lado, y le miré.
-Bueno, he de decirte que no sé muchos juegos, pero por casualidad tengo aquí un bloc de notas, y unos bolígrafos, ¿sabes jugar al tres en raya? -pregunté, suponía qué si sabía, así que simplemente comencé a hacer el dibujo necesario para poder empezar la partida.
Cuando comenzaba a dibujarlo, el chico se sacó la camiseta, y la tiro, me fijaba en su cuerpo. Desde luego su piel pasó por muchas batallas, pobre chico. En un abrir y cerrar de ojos, el chico cerró las ventanas, puso el aire acondicionado, y se fue directo a la ducha. Salió con un pantalón, el cual no le vi en ningún momento portal hasta la ducha, y se sentó de nuevo, mirándome amablemente.
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