Derecho de admisión. [Privado-Pasado]

El aire revolvía mis cabellos de forma frenética haciendo que ondease como una maraña azabache en sintonía con la yukata del mismo color que siempre solía usar. Bamboleaba igual que las banderas que adornaban los mástiles de los navíos que surcaban el mar a unos cuantos metros más abajo en dirección al Cheff Nadador. Desde la vista que disponía podía observar que el negocio funcionaba bien. Incluso me pareció ver una pequeña trifulca entre marineros para ver quien echaba el ancla antes. Al parecer los múltiples panfletos que llevaba no mentían sobre la influencia del lugar. Ahora solo quedaba probar si todo estaba tan rico como también aseguraban.

Por suerte para mí la última parte del trayecto la había realizado por aire montado en mi fiel compañero Azkar. Busqué un lugar con el hueco suficiente para aterrizar sin llevarnos a nadie por delante. Menos mal que era algo que ya habíamos practicado más veces. La gente no tardó en dejar ver sus impresiones al vernos, bueno, más bien al ver al animal. Algunos huyeron temerosos arrastrando a sus ansiosos hijos que querían acercarse a tocarlo, mientras que otros miraban perplejos por la belleza del animal. Incluso me pareció comprobar que el muy vanidoso estiraba el cuello sacando pecho para pavonearse. Menos mal que no tenemos trabajo que hacer.

Tenía la suerte de que por una vez la parte administrativa de mi trabajo me permitiese tomarme unos días de relax. Llevaba conmigo unos documentos codificados que al parecer mis superiores no se podían permitir el lujo de que se extraviasen usando el correo ordinario. Debía personarme en una base de la agencia unas islas más allá, pero durante el transcurso de mi viaje habían llegado a mí aquellos maravillosos panfletos llamando mi curiosidad. ¿Qué problema había si me desviaba un poquitín de mi ruta? Solo tardaría un par de días en llegar. Nadie lo notaría, esperaba.

El chef nadador, nunca estuve en este lugar, vine con unos pesqueros que traían mercancía para este lugar, así que me quedé aquí para comer.

- Muchas gracias por traerme amigos, aquí tienen -les di 1500 berries para que se los repartieran, sé que no era mucho, pero tampoco me quería quedar sin dinero.

Entré por la puerta, intentando no ser estrafalaria, pero no lo conseguí, pues la gente miraba hacía mí. Pensaba que era por mi culpa, pero no, miré a mi derecha, y un chico de pelo largo se bajaba de un ser alado, un hipogrifo parecía. Las mujeres agarraban a sus hijos, pues querían tocarle, la verdad, es que llamaban bastante la atención.

Desviando por un momento la vista de aquel chico, busqué al metre para que me diera una mesa, tenía hambre, y quería comer algo. Se acercó un chico alto, de tez morena, cabello negro y ojos ámbar.

- Buenos días, ¿quiere una mesa? -dijo pasando su mano por delante de él, para darme paso hacía una mesa. Pareciera que me leyese la mente, pues en ningún momento llegué a decir nada.

- Esta es su mesa señorita -dijo, invitándome a sentarme, una mesa pegada a una ventana, perfectas vistas, y seguramente la comida esplendida.

- ¿Qué tomará? -dijo dándole la carta.

- Tomaré… bacalao a la plancha, con wok de verduras, y vino blanco, gracias -dije, devolviéndole la carta, el me miró con una sonrisa. Por un momento me quedé embobada mirando sus ojos.

Pronto, moví mi cabeza, y me fijé en las vistas, mientras me sacaba la chaqueta, y la ponía en la cornisa de la ventana, por la ventana entreabierta se filtraba el olor a mar, pasé por mis labios, mi lengua, los tenía resecos, pero sabían a mar, y eso me gustaba.

Después de un par de minutos, apareció de nuevo el moreno, y me echó un poco de vino en una copa, dejando la botella en la mesa.

-Gracias -dije, mientras daba un sorbo del vino, pues el chico estaba de pie a mi lado, esperando que el vino me gustase.

-Es perfecto -el chico sonrió ampliamente, de forma que se le veían los dientes. Un chico bien guapo desde luego. Miraba el horizonte, mientras pensaba de nuevo en el chico que vino en el hipogrifo, lo empecé a buscar con la mirada, ¿dónde estaría?

Una vez que la gente terminó de apartarse pude llegar a la entrada del restaurante. Por suerte la expectación y temor que el animal creaba entre las personas me ayudó esta vez. La cola se deshizo ante nosotros y pude avanzar más o menos rápido hasta donde se encontraba un chico que se encargaba de colocar a cada uno en las mesas libres, aunque este torció el gesto al vernos y se acercó con paso rápido mientras agitaba las manos de un lado a otro.

- No, no, no. Aquí no puede entrar con eso - dijo con un tono de voz estridente que nos puso nervioso a los dos. El animal resopló mientras erizaba las plumas del pecho, a la vez que yo torcía el gesto.

- ¿Y eso a cuento de qué? Yo no veo que ponga prohibido mascotas por ningún lado. Además, esa señora lleva a su perro ahí - dije malhumorado señalando a una mujer que llevaba uno de esos perros feos en miniatura y con los ojos saltones.

- Pero usted viene con un monstruo. ¿Y si se come a un niño? No quiero que la marina nos cierre el local. ¡Lárguese de aquí ahora mismo o vuelva sin ella¡ - decía con evidente exageración, al menos desde mi punto de vista, llamando la atención de todo el mundo.

- Azkar tiene más educación que tú. Él llama la atención por su porte y no porque esté montando ningún escándalo, así que no pienso mover ni un solo dedo de aquí. He viajado varios kilómetros para que comamos algo y tengo el dinero para ello. Por lo que llama ahora mismo a tu jefe - dije usando un tono serio. No me gusta que se metan con mis mascotas.

El tipo puso una cara de desagrado que juraría que tenía que ensayarla. Nunca había visto a nadie mostrar tanto desprecio con un gesto, por lo que me lo grabé a fuego por si alguna vez debía usarlo antes de que se marchase con el mismo paso airado con el que había llegado. Tardó apenas un par de segundos en volver acompañado... Aunque no parecían para nada el jefe, sino más bien seguratas. Eran tres tipos musculosos y llevaban una especie de tonfa cada uno a la cintura.

- Este es chicos. No para de molestar a la clientela - dijo señalándome como si estuviese dando una orden gestual a sus "perros de presa". Si es que no puedo estar tranquilo.

¡Ah!, ahí está, por lo visto no parece que quieran que esté aquí. Observaba como le decían que no podía estar aquí con el hipogrifo, ¿Qué daño hacía?, llamaba la atención por lo bonito que era, no veía a nadie descuartizado, ni comido, ni desaparecido, solo llamaba la atención.

Como esto siguiese así me iba a tener que meter, aunque no tuviese que ver conmigo. El moreno de pelo largo le dijo que hasta el animal tenía más educación que él, y realmente tenía razón, no estaba haciendo nada malo.

El chico pidió que trajesen al jefe, y lejos de eso, aparecieron 3 guardias con cara de perro junto al chico, y el simpático animalito. ¿Qué ellos molestan a la clientela?, hasta aquí hemos llegado.

Me levanté rápidamente, antes de que hubiese algún problema, y me dirigí a la gente.

-A ver, a ver, el chico tiene razón, el animalito no está haciéndole daño a nadie, está ahí, tranquilo, dejándose acariciar por quien sea, no creo que haga ningún daño -me acerqué al hipogrifo, tragué con un poco de miedo, y puse mi mano sobre una de sus patas, le intentaba mirar de forma cariñosa, para que no me viese como una amenaza.

Sonreí, y luego volví junto a ellos.

-Vamos, dejarles en paz, no están haciendo nada -dije, mientras agarraba al chico y lo llevaba a mi mesa, no iba a dejarle delante de ellos para que se mordieran la yugular con los ojos.

-Ven, siéntate conmigo, olvídate de ellos, son unos majaderos, no se dan cuenta de lo bueno que es… -me quedé en silencio, mirando al chico, y señalando al hipogrifo -¿cómo se llama? -pregunté, esperando que el chico no le pareciese mal que hiciera lo que hice.

Cuando creía que la situación terminaba de torcerse del todo pensé que al final tendría que tirar de rango o incluso usar la fuerza para solucionar el tema, llegó una preciosa joven interviniendo en la discusión. Consiguió apaciguar los ánimos de la gente que había alrededor, pero no así de los trabajadores. A los guardaespaldas se les veía ansiosos por querer realizar su trabajo y el encargado seguía con aquella mueca. Les hubiese dedicado unas cuantas palabras más, pero una vez más la joven se interpuso en mis propósitos requiriendo mi atención. Se había acercado a el hipogrifo y lo acariciaba con evidente temor. En realidad es un animal que con sus garras o pico podría despedazar a un humano corriente sin problemas, pero si mostrabas con él la misma actitud que la chica se mostraba amable. Aún es un espécimen joven e incluso quiere juguetear de vez en cuando, así que no había problema.

- Es mi compañero Azkar. No te preocupes y acércate. Si lo acaricias en el cuello y le das de comer... Tendré que llevármelo a rastras de tu lado - contesté a la chica intentando dejar mi crispación a un lado y usar un tono amable. - Agradezco que hayas mostrado a estas simpáticas personas que no pasa nada, así que acepto tu invitación.

El tipo desagradable y sus acompañantes enseguida quisieron reaccionar al escucharme, pero no les di oportunidad.

- Eso sí, si de verdad queréis crear un problema es cosa vuestra. Pienso entrar a comer tranquilamente sin molestar a nadie, pero si estáis dispuestos lo resolveremos a las malas y luego hablaré con vuestro jefe. Nadie quiere enemistarse por una comida.

Tras mis palabras hice un gesto a la chica para que me guiase hasta su mesa para acompañarla y no volví a mirar al tipo a la cara. Sí que centré mi haki sobre ellos porque no quería recibir un golpe a traición, pero mis pupilas se posaron en mi nueva acompañante que parecía más interesante.

El chico se mostró más amable de lo que me esperaba. Miraba a los majaderos que no le dejaban comer tranquilo, sentí la sensación de ser observados por todos.

-Así que Azkar, es muy bonito, tiene un porte impresionante -comenté, delante de la mesa, para sentarnos, tenía la idea de invitarle a comer. Pero con esos por ahí rondando no íbamos a comer a gusto.

-Discúlpame un momento por favor -dije, levantándome, y yendo hacía los matones.

-A ver, ¿veis que el chico o el animal estén haciendo algo?, dejarles comer tranquilos, os ponéis como unos energúmenos por algo que aún no ha sucedido -les dije, dándome la vuelta, y volviendo a la mesa.

-De nuevo ruego que me disculpes -dije, sentándome, y bebiendo el vino blanco que me habían puesto. Pedí a uno de los camareros que viniese, y así que el chico pidiese lo que quisiera.

-Me llamo Gaia, encantada-dije mostrando una dulce sonrisa, y una mirada cariñosa.

Llegó el camarero un minuto después.

-Hola, ¿Qué va a tomar? -se dirigió directamente al chico, ya que yo ya le había dicho lo que quería. Antes de que el chico respondiera comenté lo siguiente.

-Si quieres podemos compartir el vino, no me tomo la botella entera yo sola ni de broma, y es una lástima que quede media botella perdida -comenté, con la intención de que el chico decidiera eso, o pedir otra bebida.

Acompañé a la joven a su mesa. Muchos de los comensales nos siguió con la mirada, como expectantes a que algo más ocurriese, pero al parecer no fui el único que se percató de ese detalle. La chica se giró una vez más hacia ellos mientras yo cogía asiento y no dudó en dedicarles unas últimas palabra. Vaya carácter. Esta volvió a la mesa y se presentó como Gaia.

-Encantado Gaia. Soy Tobías y a mi compañero ya lo conoces - dije mientras acariciaba al animal que se había sentado a mi lado. – Gracias por dar la cara por nosotros.

Llegó entonces el camarero dispuestos a cogernos el pedido. Esperé unos segundos porque no quería ser descortés y pedir antes que quien me había invitado a su mesa, pero al volver a escuchar a Gaia comprendí que ella ya estaba atendida. Ojeé rápidamente la carta y pedí lo primero que llamó mi atención. Llegados a este punto lo más seguro es que pidiese lo que pidiese estaría escupido.

- Veamos, póngame el chuletón con salsa de queso y un cochinillo entero. Veo que tenéis medio en la carta, por lo que si ya los tenéis preparado así póngame dos. Luego de beber tráigame una jarra de agua con hielo - pedí al camarero a la vez que Azkar soltó un pequeño gorgoteo cuando escuchó la palabra cochinillo.- Te lo agradezco, pero no podré ayudarte a acabar eso. No bebo alcohol - dije esta vez dirigiéndome a la pelirroja.

No quería ser desagradable, pero no iba a cambiar mis hábitos de la noche a la mañana. Aún me quedaba un largo vuelo hasta llegar a mi destino y no quería caerme en mitad del mar.

- Bueno Gaia. ¿Y qué te trae hasta aquí?¿Eres de este Blue? A mí me han atraído un montón de publicidad… aunque en ella no ponía nada de que sirvieran descortesía nada más llegar – dije intentando romper el hielo. Desde luego este tipo de cosas no son lo mío.

Se presentó como Tobías, un precioso nombre, tenía unas pintas un poco… sombrías, pero no iba a juzgar sin conocer, a parte de la obviedad de que estaba siendo agradable conmigo. Acariciaba al animalito mientras me decía su nombre, algo que me llamó la atención, se veía muy manso para ser un animal que puede despedazarte en un momento, era evidente que estaba bien educado.

-No hay de que, me trastoca la personalidad que haya quien juzga sin conocimiento de causa, no estabais haciendo nada malo, y ellos ya se os estaban echando encima, a mayores de echaros de aquí -dije frunciendo el ceño, dedicándoles una mirada no menos que mortal en dirección a aquellas personas.

Llegó el camarero, y Tobías pidió lo que quería, ¿un cochinillo entero?, cuando me di cuenta, miré al pequeño Azkar, que casi podría decirse que se estaba babeando solo con oír el nombre. Cuando le ofrecí si quería compartir conmigo la botella de vino, me sorprendió que dijera que no bebe alcohol, en parte me alegra, significa que es un chico sano, o que tiene responsabilidad para no caerse del hipogrifo.

Una vez el camarero se fue, empezó a tirotearme unas cuantas preguntas, todas ellas con respuestas sinceras y simples.

-Me ha traído hasta aquí un barco que le entrega las mercancías a este restaurante, paramos en varios lugares, pero el que más me atrajo fue este, así que me dejaron aquí, les di unas monedas, y me quedé para comer -dije haciendo una pausa para beber -no, no soy de aquí, soy de West Blue, pero me gusta viajar, y conocer sitios, gente y razas nuevas -me callé, pues me puse melancólica mirando por la ventana, di un suspiro con la cabeza apoyada en mi mano, y volví a mirar al chico -así que la publicidad te trajo aquí, ciertamente no reciben demasiado amigablemente, pero eso con carácter se soluciona, vas a pagar la comida que te han preparado y que vas a comer, y yo no veo que este pobre angelito le haga daño a nadie -digo acariciando le cabeza, y luego el cuello, con total suavidad -así que deberían ser un poco más corteses, que como quien dice les vamos a pagar el pan que comen día a día -terminé de decir, pues ya venía el chico con el agua para Tobías, y con nuestra comida.

-Bueno, que aproveche, espero que te haya merecido la pena el viaje -dije mientras brindaba con mi copa, en su vaso -¿tú a que te dedicas?, ¿qué haces con tu vida? -pregunté, separando una lasca de bacalao y trinchándola con un trozo de esparrago y de seta.

La chica pareció mostrarse confiada y sincera. En su discurso no se notó ningún titubeo, aunque sí que noté algo de nostalgia en su voz cuando mencionó el tema de viajar. Quizás el motivo por el que tanto viajaba es porque buscaba a alguien, pero me pareció algo más personal y no me pareció bien inmiscuirme en sus asuntos. Si ya había preguntado algo era por cortesía. No solía meterme en los asuntos de los demás.

- La verdad es que me costó que fuese así de dócil. Hace un tiempo no se hubiese estado quieto ante ese ambiente de hostilidad. Era mucho más desafiante, aunque ahora no osaría atacar a nadie si no se lo ordeno antes - contesté siguiendo con el tema del animal de forma agradable.

Hablando sobre esto me era mucho más fácil mostrarme relajado. El cuidado de los animales es una de mis pasiones, pero nos vimos interrumpidos por el camarero que trajo nuestra comida.

- Gracias.

La pinta de la comida era espectacular. El cochinillo vino en dos piezas y me pareció que Azkar incluso bizqueó sin saber muy bien cual de los dos trozos mirar, aunque también había que admitir que el chuletón no se quedaba atrás. El olor de la salsa consiguió arrancarme un rugido procedente del estómago, pero aún me tocaría esperar un poco para probarlo. Debía prepararle la comida al hipogrifo para que no montase un escándalo. Saqué una de mis dagas y comencé a trocear la tierna carne del cerdo mientras seguía charlando con Gaia.

- Pues me dedico a hacer un poco de todo. Ahora mismo hago de repartidor - respondí con sinceridad a pesar de que obvié claramente lo más sustancial. No iba contándole por ahí al primero con el que me cruzaba que era miembro del CP. - La verdad es que tardaré un poco más en llegar, pero por la pinta de la comida merecerá la pena.

Cogí uno de los trozos del cochinillo y se lo lancé a Azkar que no tardó en cogerlo al vuelo y ponerse a devorarlo. Tendría que dárselo poco a poco, pero al menos así no lo mancharía todo.

- Y bueno, ¿tú a qué te dedicas? - pregunté intentando seguir la conversación mientras comenzaba yo a comer también.

Así que si él no se lo manda no ataca, es bueno saberlo, al menos al tenerlo bien educado y demás no podrán decir que hiere por que sea así, si no porque por algún motivo se le ordenó.

-Eso está bien, sin duda lo mejor es tenerlos bien educados, y hacer lo posible por calmar lo que sea que pudiese molestarles como para atacar por ellos mismos, ¿Cuánto hace que está contigo?, quiero decir, ¿es un ejemplar joven? -pregunté con curiosidad, mientras le observaba a los ojos.

Antes de que pudiera contarme nada, llegó el camarero, que oportuno, la gente suele interrumpir en las mejores partes, como en las películas. Agradeció Tobías que trajeran su comida.

-Gracias, muy amable -dije cuando dejó mi comida delante de mí.

Tenía una pinta espectacular, el olor entraba por mi nariz, invitándome… no, invitándome no, gritándome para que empezase a engullir. El hipogrifo no sabía a que trozo de cochinillo mirar, me hizo gracia para hacerme sonreír, pero no me hizo más gracia que el rugido de hambre que procedía del estómago de Tobías.

-Corre, tu tripa de reclama -dije bromeando, mientras desmenuzaba en lascas el bacalao.

Me contaba que se dedicaba a un poco de todo, no me tenía esa pinta, pero no iba a cuestionarle, cada uno cuenta lo que quiere, y es libre para hacerlo.

-La verdad es que tiene una pinta increíble, por cierto, ¿tienes idea a donde te dirigirás? -pregunté curiosa, con la intención de ver si me interesaba el lugar, y saber si podrían acercarme.

Al meter un trozo del delicioso bacalao, solté algo así como un gemido de placer, con los ojos cerrados, debo estar haciendo el ridículo, ¿Tobías se habrá sonreído?, ¿o no se habrá enterado?, que importa, esto está de muerte.

Cuando me di cuenta, el chico le había lanzado al aire un trozo del cochinillo al hipogrifo, lo alcanzó al vuelo, y comenzó a devorarlo, todos teníamos bastante hambre me temo.

-Azkar, sé que no soy nadie, pero come despacito, a ver si te va a sentar mal -dije sonriendo, con sincera intención de darle una caricia, pero no me conoce, y quizás si está con comida me ataque.

-Pueees… -dije mirando alrededor -digamos que estoy del lado de la ley -dije sin más -soy una ingeniera ciborg, bioingeniera y herrera, tengo la intención de hacer que las personas tengas una armadura debajo de su piel, y hacer modificaciones que ayuden a tal propósito -dije con sinceridad, pues en realidad a eso me dedicaba. Di un trago del vino, que por cosas de la vida, casi ni había probado, a pesar de estar muy bueno.

- Sí es bastante joven. Lleva unos meses conmigo y ha sido de los más difíciles de enseñar, pero por suerte su carácter es noble y al menos no me picoteó mucho mientras lo enseñaba - contesté sonriendo sin apartar la mirada.

La verdad es que hasta que no me puse a querer entrenarlo no pude comprobar que las habladurías que se comentaban en el círculo de domadores era verdad. Los animales catalogados como mitológicos eran más difíciles de adiestrar si no lo hacías desde pequeño para que se acostumbrasen a la presencia del cuidador. A mí parecer se debía a que estos eran mucho más inteligentes que el resto de los animales y que por ello no podías contentarlos con un chuchería y una visita a la semana, sino que debías de tratarlos con sumo cuidado y cariño.

- Pues al sitio que iré una vez termine mi trabajo actual es incierto. Volveré junto a mis nakamas hasta que tenga otra cosa que hacer - proseguí entre bocado y bocado intentando ser educado y no hablar con la boca llena. - Y puedes tocarlo todo lo que quieras. Una de las primeras cosas a las que los acostumbro es a poder tocar incluso la comida. No se ofenderá, sino que puede que crea que quieres jugar con él y que se lo quieres lanzar. Así hago prácticas de vuelo con él.

Me sentía bastante cómodo hablando de animales con alguien. En los CW ninguno mostraba un interés real en ninguno de mis animales a pesar de que todos los trataban bastante bien. Bizvan incluso había llegado a montar en el propio Azkar y Yoshi pasado unos días con Croc, pero siempre casos puntuales y nunca hablando sobre ellos o sus cuidados.

- Pues sí que tienes un currículum extenso - bromeé al escuchar el tema de las profesiones. - No sé si querría tener una armadura debajo de la piel, pero sí que conozco las ventajas del mundo de la ingeniería. Como funciona escapa de mi comprensión, pero yo mismo tengo un implante - dije señalándome el ojo que el árbol me implantó hace ya un montón, tanto que a veces olvidaba que era artificial.

Tanto mi plato como el de Azkar había ido disminuyendo con la prolongación de la animada conversación. Ya apenas quedaban un par de trozos y mi hambre estaba casi saciada, cuando un jaleo en la zona de entrada llegó hasta mis oídos. Se habían oídos varios gritos de personas haciendo que la gente comenzase a revolverse en sus asientos, pero todo el mundo mantuvo más o menos la compostura hasta que el sonido de un par de disparos ocasionó el caos en la sala. Posé una mano en el cuello del hipogrifo para que se mantuviese quieto y no montase más escándalo, mientras me fijaba detenidamente en tres tipos que aparecieron acompañados de un enorme lobo que olfateaba en nuestra dirección.

- Mierda, rastreadores... - dije en apenas un susurro.

A su comentario me sonreí, parecía un chico agradable y simpático, algo bueno por su parte, si fuese maleducado, o poco agradable me caería un poco peor.

-Eso está bien, algún que otro picotazo te enseña que los mejores animales son los más agradecidos cuando están enseñados, porque te ha llevado tiempo sudor y lágrimas enseñarle en condiciones -dije después de dedicarle una sonrisa, y comer una lasca de bacalao.

Vaya, no he sido capaz de saber a dónde se dirige, podría preguntarle si me llevaría hasta donde vaya, a partir de ahí ya me apañaré yo sola.

-Y… ¿me podrías llevar?, me han dejado aquí tirada y no puedo volver -comenté con cara de pena, mientras bebía un sorbo de vino.

Me dijo que podía tocar todo lo que quisiera a Azkar, así que eso hice. Me puse a la altura del animalito, y le abracé por el cuello, con los ojos cerrados, y una sonrisa, casi notaba que también se apoyaba contra mí para sentirme más.

-Que bonito eres -dije pasando mi mano sobre él. ¿Curriculum extenso?, que exagerado. Sonrío mirándole a los ojos, y acto seguido sigo comiendo, escuchando lo que me tiene que decir.

-Vaya, ¿te funciona bien?, ¿necesitas algún reajuste? -haciendo una pausa, y luego volviendo a dirigirme a él antes de que dijera nada -que tontería de pregunta, si fuese el caso, ya me lo habrías dicho tu -sonreí cerrando los ojos, mientras me pasaba la mano por el pelo.

Cuando estábamos acabando la comida, el chico dijo algo que no me gustaba ni un pelo.

-¿Rastreadores?, ¿Qué puedo hacer?, ¿Qué podemos hacer? -dije mirándole, pues no sabía de quienes hablaba, ni como vencerlos si hubiese una batalla, me fijé que le puso una mano en el cuello a Azkar, supongo que para retenerlo y que no fuese a liarla aún más.

Las respuestas al resto de la conversión se vieron ahogadas en mi garganta por la tensión del momento. Estaba seguro que la visita de aquellos indeseables se debía a mi presencia. En la agencia había oído hablar de ellos más de una vez. Era una banda que disponía de varios hombres que estaban dispuestos a interceptar cualquier mensaje si les pagaban lo suficiente y normalmente atacan a agentes que llevaban mensajes como el que a mí me había tocado llevar. En otra ocasión me hubiese abalanzado contra ellos sin más vacilación que la de qué arma usar, pero como el lugar estaba completo de inocentes tuve que plantearme cuales iban a ser mis siguientes pasos. Llevaban armas de fuego y podían matar a cualquiera que estuviese allí comiendo tan plácidamente.

-¡Seré estúpido! - pensé recriminándome a mí mismo por no haber pensado en tal posibilidad. - Esos vienen a por nosotros. Siento interrumpir la velada así, pero hay que llevarse la trifulca al exterior. No debe de haber más heridos inocentes, así que si no quieres arriesgarte quédate aquí... Pero por otro lado si quieres ayudarme. Espera el momento apropiado - dije a mi acompañante antes de apremiar a Azkar para que corriese detrás mía hacia una de las terrazas que daban al exterior. Tampoco es que quisiera que la joven arriesgase su vida por mi culpa, pero como tampoco quería que hiciese una tontería prefería avisarla para que mantuviese la calma. Si algo había aprendido siendo agente del CP era a ser paciente y aprovechar los momentos claves.

No dudé un segundo y tras apoyarme en la barandilla salté a la zona donde atracaban los barcos. Ya estaba acostumbrado a aquel tipo de caídas, pero aún así disfruté de la vertiginosa sensación antes de terminar esparcido en varios manchurrones marrones en el entablado suelo. Antes de caer había escuchado como un hombre gritaba que siguiesen a eso "perro del gobierno", por lo que rápidamente me recompuse e hice señales a Azkar para que se mantuviese en alto mientras yo me preparaba a que llegasen esos cabrones. Iba a hacer que se arrepintiesen de haber salido en mi busca. Desenfundé las dos dagas que siempre solía llevar y me encaminé hacia la entrada del local, manteniéndome a una buena distancia. No pude evitar fijarme en que el caos comenzaba a extenderse a el exterior… Aunque en parte no me extrañaba. El sonido de los disparos también habría llegado hasta aquí y la gente se apartaba temerosa al ver el brillo del acero en mis manos.

El chico estaba notablemente molesto, esas personas por lo visto vinieron a por él, se me hacía extraño, ¿era bueno, o malo? Eso no importaba, el chico me dijo que, si quería mantenerme con vida, que me quedase dentro, o de lo contrario que esperase su señal. Iba a hacer exactamente lo que me dijo.

Me quedé observando a la gente, esperando a que fuesen tras el chico. Salieron todos, yo con el sigilo de una asesina, salí detrás de ellos, me enganché del marco de la puerta, y de un salto subí a la parte de arriba, me saqué las botas, y las até a la cintura de mi pantalón, subí sin hacer ruido, a una altura donde Tobías pudiese verme, y que no alertase a los rastreadores de que estaba allí.

Sentada en modo flor de loto, preparé mis pistolas, y mi katana, respiré profundamente, y poco a poco de mis manos salía el polvo de aluminio, en color gris, tornándose negro, esperaba usarlos a modo de cuerdas o grilletes para detenerlos si hubiese un ataque. De la misma forma, activé mi propia akuma, por si me disparaban, de esa manera no podrían hacerme daño si lanzaban balas o cualquier otra cosa física.

Una vez lista, miré desde las alturas a Tobías, y le hice una señal de que estaba lista, y también a Azkar, que le miraba con ternura.

-Espero que esto salga bien -pensé para mí, mientras volvía a ponerme las botas, y me ponía con una rodilla al suelo, y la otra alzada, como un francotirador. Estaba lista para ayudarle en lo que hiciera falta.

Los rastreadores no tardaron en salir encabezados por aquella enorme bestia. El cánido no paraba de gruñir y de lanzar dentelladas en mi dirección. Se notaba el ansia del animal por querer destrozarme. Seguramente el cadáver de quien cazaba era su premio por un trabajo bien hecho... Y por como babeaba tenía mucha hambre.

- Perro asqueroso del gobierno. Entréganos el mensaje y prometo que tu muerte será rápida - comenzó a gritar quien sujetaba al lobo de una gruesa cadena. Seguramente el cabecilla. - Si no, te trocearé vivo y alimentaré a la bestia con tus trozos.

No pude evitar lucir una sonrisa cuando centré mi haki de observación sobre ellos. La presencia más imponente provenía del animal y ninguno era una amenaza real.

- Siento decirte que sentaría mal a tu mascota. Mejor que os rindáis y os entreguéis, si no puedo terminar indigestándote - fueron mis palabras mientras comenzaba a caminar lentamente hacia ellos.

Los otros dos, que portaban armas de fuego , se sorprendieron al escuchar mis palabras. Se notaba que sus anteriores presas no se habían mostrado así y estaban un tanto incómodos ante mi seguridad.

- Este trabajo os viene grande. Os doy una última oportunidad - proseguí intentando minimizar los daños.

Por un momento casi consigo mi propósito. Los pistoleros vacilaron durante un segundo. Se notaba la tensión en las miradas que se lanzaban entre ellos, pero el cabecilla no terminó de entrar en razón y con un movimiento de manos liberó al gran lobo que no tardó en salir despedido hacia mí. El haki me avisó de la inminente embestida por parte del animal. Se lanzaría con un potente salto para abalanzarse a mi yugular, así que tras esperar al momento en que el lobo saltó, me moví a una velocidad vertiginosa con el Soru pasando por debajo del animal y colocándome enfrente del cabecilla con una de mis dagas apuntando a su cuello.

- Para a tu animal y dile a tus hombres que suelten las armas. Mejor encerrados y vivos que muertos - dije con tono amenazante mientras apretaba un poco más el arma y dejaba fluir su poder.

Un poco de escarcha comenzó a formarse en la zona herida. El regalo que me hizo el peliblanco me había resultado útil en innumerables veces, aunque esta vez no ocasionó el efecto deseado. El tipo se asustó más de la cuenta y se zafó hacia atrás al notar el frío, haciendo que sus compinches se lo tomasen como una señal y apuntasen sus armas hacia mí. Desde luego sus intenciones eran palpables sin haki, por lo que activé mis poderes antes de verme acribillado por aquellos bastardos. Los proyectiles rasgaron mis vestiduras y me atravesaron completamente. Varios gritos de dolor y sorpresa inundaron el lugar, aunque ninguno era mío. Las balas habían traspasado mi cuerpo de sirope limpiamente y habían impactado en los pistoleros. Uno estaba herido en un brazo y el vientre, mientras que el otro en una pierna y pecho. Los dos estaban tirados en el suelo y me hubiese encantado mofarme de ellos, pero el haki me avisó del ataque proveniente a mis espaldas.

-¡Azkar, ahora! - grité sin ni siquiera mirar atrás.

Sabía que el animal estaba en el cielo esperando mi señal, por lo que no me hacía falta ver como descendería en picado tras activar su ámbito de velocidad para embestir al lobo que había vuelto a las andadas. Me hubiese gustado ver como el animal se desenvolvía en su primer combate de verdad. Un chillido indicaba que el hipogrifo había llegado a tiempo, pero el cabecilla llamó mi atención cuando se echó la mano al cinto y sacó un látigo con un aspecto peculiar. Destellaba con una especie de aura verde que le daba un aspecto temible.

- Vosotros los usuarios os creéis invencibles. Pronto averiguarás que no - soltó tras soltar una risa histérica.

Tenía claro que no era invencible ni mucho menos. Si hubiese sospechado que poseían haki hubiese atacado desde lejos con mi elemento, pero también era cierto que tenía debilidad ante algunos elementos. Aún recordaba a aquel pirata con lanzallamas, por lo que me preparé para lo que fuese que ese arma tenía escondido.

Observaba todo desde el tejado, nadie se dio cuenta de que estaba ahí, ni siquiera el propio Tobías. Desde arriba, escuchaba como hablaban, uno de los rastreadores hablaba sobre algo de un mensaje.

Esa misma persona portaba un perro, de mirada sangrienta, y boca feroz, de un mordisco podría sacarte la mano entera, o eso me parecía a mí.

Seguía esperando con la intención de que el chiquillo me viera, pero estaba claro que estaba atendiendo a otras cosas, cosa lógica por otro lado.

En cuestión de minutos, el perro intenta atacar a Tobías, pero de una forma cuanto menos curiosa, es capaz de esquivarlo, quedándose frente al hombre que soltó al perro.

Miraba curiosa todo el show, Tobías tenía su cuchillo en la garganta del hombre, que empezó a formarse… ¿escarcha?, no lo veía bien, tampoco importaba, el caso era pararle los pies.

El hombre se asustó por algo, que supongo que por eso que pensaba que era escarcha, los hombres con ese gesto comenzaron a dispararle.

-¡Mierda! -pensé para mí, mientras veía como traspasaban el cuerpo de Tobías, ya pensé que me quedaba sin compañero de comida.

Desde arriba seguía observando, cuando el chico llamó a Azkar, no entendía por que, hasta que me fijé que detrás de él volvía el perro hambriento de sangre humana. Azkar se lo llevó por delante limpiamente. Mientras que el otro hombre miraba a Tobías, le decía que los usuarios nos creemos invencibles. Con el arma que portaba, simplemente me puse de pie, y observe a Tobías, estaba lista para atacar cuando hiciera falta, con mis pistolas en la mano.

Al ver la nueva seguridad en el rostro de mi oponente me temí que sí estuviese más preparado de lo que imaginaba, así que dejé de centrar mi haki en el lobo y lo centré en el tipo del látigo. Gracias a este pude comprobar que su ataque iba a ser directo a mi brazo, por lo que me preparé para usar el Kami-e y esquivar su ataque. Ya no me fiaba de dejarme golpear tras haber escuchado sus palabras... Pero entonces fue otra cosa lo que escuché. Un chillido proveniente de mi mascota consiguió que quitase la vista de mi enemigo, consiguiendo que me aunase a él tras pasar un mísero segundo.

Azkar gritaba porque el lobo había conseguido morderle una de las patas traseras y yo lo hice cuando noté que algo se enroscaba en mi brazo causándome un terrible dolor. El arma resultó tener poderes caloríficos y no tardó en comenzar a oler a carne chamuscada. Dada la situación solo me quedaba tirar de artillería pesada, así que sin más dilación activé mi haki armadura en todo su esplendor en todo el brazo atrapado para minimizar daños, mientras que el otro lo extendía apuntando hacia la pelea animal. Activé mi Sweet Shot justo antes de que mi enemigo tirase de mí lanzándome contra el suelo. Los proyectiles de sirope impactaron en el enorme cuerpo del cánido haciendo que se revolviese por el ataque sorpresa, cosa que aprovechó Azkar para clavar su poderoso pico en la espalda de su enemigo. Eso sí que tenía que dolor, pero tampoco pude quedarme anonadado viendo aquel espectacular y temible combate. El rastreador que quedaba en pie se había percatado de que podía atacar a distancia y no dudó en terminar de desequilibrarme para acto seguido volver atacar apuntando a algo más vital. Por suerte mi haki de observación seguía clavado en él y esta vez si pude prevenirlo bien.

Dejé que mi armadura azabache se expandiera por mi cuerpo nada más notar el brazo liberado, por lo que cuando el látigo candente quiso enroscarse en mi cuello este ya estaba protegido. La armadura aguantaba bien el calor, estaba fabricada de kairoseki puro y no cualquier cosa la dañaba, así que sin pensarlo dos veces, agarré con las dos manos el látigo y activé el Geppou para intentar librarme de él. Hubiese sido difícil arrastrar su peso, pero esta vez el arma del enemigo jugó a mi favor y cargó los propulsores que esta tenía en los pies. Para el rastreador hubiese sido más fácil desistir y soltar el arma, pero el muy bastardo era consciente de que sin ella todas sus posibilidades se reducían a cero y se aferró a ella con tantas ganas que comenzó a despegarse del suelo conmigo. No había terminado de decidir cual era la mejor forma de deshacerme de él, cuando de repente me percaté de Gaia estaba subida en el tejado y armada. Quizás ella fuese la solución.

-¡No dudes y dispara! - espeté con todas mis fuerzas. Ya comenzaba a notar que la armadura comenzaba a calentarse.

Observaba cada movimiento de ambos lados, los ataques del chucho fracasados, los ataques hacia Tobías, como lastimó el chucho al bueno de Azkar. Era un ambiente de clara hostilidad, una lucha encarnizada por sobrevivir.

Tenía mis pistolas preparadas para usar cuando hiciese falta, y sabía que en algún momento debería hacerlo, solo esperaba la señal del moreno. Veía que estaba a punto de explotar, no literalmente, así que agarré mis pistolas, y apunté hacía el hombre.

-Ya voy, que chico más ansioso -pensé para mí, poniendo los ojos en blanco, a la vez, que apuntaba al hombre a la cabeza. Disparé una bala a su cabeza, esperaba que cayese desplomado al momento.

Sin mirar si había caído, recogí mis bártulos, y fui abajo junto Tobías.

La joven no dudó en utilizar su arma para acabar con el tipo que aún insistía en tirar de mí para hacerme caer. El sonido del disparo fue como una dulce melodía para mis oídos mientras veía como la bala atravesaba el cráneo del rastreador. De forma automática soltó el mango del látigo y su cuerpo inerte se estampó contra el suelo de madera con un ruido seco. Si hubiese sido yo el tirador habría apuntado a sus brazos o al pecho. Nunca se sabía que tipo de información se le podía sacar a los enemigos. Ya fuesen nombres, lugares o fechas, todo era válido, y de ahí que siempre intentase capturar a mis enemigos vivos, ya que de momento aún no conocía a ningún muerto que hablase... pero tampoco me iba a quejar porque esta escoria hubiese acabado así. Hice que la armadura usase las energías restantes para sanar parte del brazo con sus poderes curativos mientras descendía al suelo para comprobar el estado de la situación.

El lobo gimoteaba mientras se arrastraba alejándose del hipogrifo que aún lo acosaba. Lo llamé a mi lado para que lo dejase y así poder evaluar el estado de sus heridas. -Pequeño, estoy muy orgulloso de ti - dije con tono cariñoso mientras acariciaba su cuello. -Has luchado como un campeón.

No podía evitar sentir un gran orgullo por la valentía del animal en su primer combate de verdad, pero tampoco podía entretenerme en elogiarlo todo lo que querías pues con el rabillo del ojo pude ver que uno de los rastreadores que se habían disparado entre sí aún seguía con vida. Era el que había recibido el balazo en el vientre e intentaba incorporarse de forma inútil. Gaia ya había bajado del tejado, por lo que me dirigí a ella.

-Si puedes, ve a buscar a alguien con nociones de medicina. Yo podría hacerle un vendaje improvisado, pero no quiero que muera. Este se viene conmigo - pedí de forma tranquila mientras hacía que la armadura volviese a su forma de colgante. -Por cierto... Agradezco tu ayuda. No tenías motivos para meterte en algo peligroso por un recién conocido, pero aún así lo hiciste - proseguí con total sinceridad. -Si quieres puedes llevarte el cadáver de esos dos. Cualquier ciudadano puede cobrar recompensas y todos los que pertenecen a su organización tiene recompensa. Te ayudaré a maniatar el lobo también si quieres. Será la prueba concluyente de que pertenecen al grupo.

No sabía si la chica aceptaría nada de eso o ni siquiera si haría el pedido, pero tras aquellas palabras volvería junto a Azkar para recoger la mochila con mis pertenencias y sacar un par de enseres. Conmigo siempre llevaba un pequeño para tratar pequeños contratiempos, así que una vez que encontré los vendajes me puse a vendarle la pata a Azkar. Si Gaia no traía a un médico también vendaría al rastreador con vida.

Por fin, nos habíamos desecho de ese tío. Notaba en la cara de Tobías alivio, pero un poco de desaprobación también. No entendía por que, no le daba tampoco mucha importancia. Atendí a lo que hacía, como usar la armadura para curar su brazo, o atender al bueno del hipogrifo. En realidad, lo había hecho fantásticamente, nunca había visto algo tan bien entrenado.

Después de darle la enhorabuena al hipogrifo, bajé junto a Tobías, el cual me pedía que buscase a alguien que supiera de medicina, para hacerle curas a uno de los hombres, y poder llevárselo.

-De acuerdo, vuelvo en cuanto encuentre a alguien -dije entrando de nuevo al lugar. De camino escuché que me seguía hablando.

-No te preocupes, me gusta ayudar, es algo innato en mí, no soy amiga de dejar a alguien en peligro, además, me has caído bien -dije de forma sincera -respecto a llevarme a estos dos, lo acepto, y lo del lobo también, siempre viene bien el dinero -comenté sonriendo, mientras iba de camino hacía dentro del lugar.

Iba por las mesas pidiendo perdón por la intromisión, y preguntando si alguno de ellos era médico. Casi pierdo las esperanzas, hasta que un hombre de edad avanzada fue capaz de decirme que si era médico.

-Por favor, acompáñeme aquí fuera, necesitan su ayuda -dije guiándole hasta fuera, junto a Tobías, y al hombre que estaba herido.

-Tobías, este hombre ayudará al chico -dije mientras dejaba sitio al hombre para que mirase al muchacho.

-¿Tu estas bien? -le pregunté a Tobias, mientras miraba al hombre.

Gaia optó por ayudarme y la situación se controló una vez volvió con el médico y cada uno se puso con su especialidad. Tras asegurarle que me encontraba bien a la tiradora conseguimos estabilizar a los heridos, aunque a diferencia de Azkar, a quien la gente miraba con admiración, el delincuente era objetivo de varias miradas asesinas. Llegué incluso a escuchar voces de quienes aseguraban que lo mejor era matarlo, así que me apresuré en prepararlo todo antes de la cosa se pusiese aún más tensa.

- Siento que nuestra comida haya terminado de forma tan desastrosa, pero creo que lo mejor es que me lo lleve cuanto antes - dije mientras sacaba un pequeño papel con un número escrito. - Ese es mi número de contacto por den den mushi. Prometo que la próxima invito yo, al igual que puedes llamarme si necesitas algo en un futuro. Con un poco de suerte podrás conocer a alguno de mis otros compañeros.

Una vez escuchase la respuesta de la joven arrastraría al rastreador, que se había quedado inconsciente durante la cura, y con un poco de esfuerzo por el brazo herido lo aupé a la grupa de Azkar. No parecía muy contento por tener que llevarlo, pero como era un animal obediente solo resopló un par de veces a modo de queja y luego se reclinó un poco para ayudarme en mi tarea. Sujeté el paquete con una cuerda que llevaba y ordené que levantase el vuelo sin mí. No quería recargarle la pierna herida sin necesidad, así que me subí en él una vez estuvo suspendido. Usé un par de chorros sirope con los que me pegué e impulsé para subir. Dimos un par de vueltas sobre el Cheff Nadador mientras alzaba la mano a modo de despedida y luego salimos despedidos hacia nuestro destino. En apenas unos minutos el local se transformó en una pequeña mancha en el horizonte... Y entonces recordé algo de sopetón.

-Ostias, se me ha olvidado pagar la cuenta.