La Diosa Pelirroja [Milena-Eichi] [Privado] [Contenido +18]

La ceja de Eichi temblaba con violencia, al tiempo que apretaba los dientes mientras se cubría las orejas con las manos. Había parado en aquella isla solo para descansar por uno o dos días y luego seguir con su travesía hacia Pendragon. Hacía días que no tenía una noche decente, y esperaba que por lo menos hoy fuera la excepción. Sabía que fue demasiado pedir, pero nunca esperó que Shimotsuki fuera tan bulliciosa. Desde música hasta niños cantando, incluso podría jurar que había una pelea en un bar a la lejanía, aunque debían ser ideas suyas, como siempre. Los ojos del pelirrojo se abrieron con violencia y se levantó desde el suelo. Así no podría dormir nunca, así que no había caso que siguiera descansando en el pasto.

– Creo que moriré de cansancio antes poder ser rey – pensó mientras suspiraba.

Eichi hizo sonar su cuello y se paró. Se limpió las ropas de su indumentaria y bostezó un poco. Se refregó un poco los ojos para quitarse la somnolencia y empezó se dedicó a observar por los alrededores. Niños jugando, mujeres comprando cosas, música a todo volumen... realmente este pueblo era bastante prendido, pero no le importaba demasiado. Sabía que cuando volviera a su isla de origen, no tendría tiempo para estas cosas hasta mucho tiempo. Pese a la crisis, se estaba tomando las cosas con una calma increíble. Había madurado este último año, y se notaba demasiado.

– ¿Qué hacer ahora? –

Le dijo a la nada. Realmente no le apetecía volver al barco a seguir con su siesta. Se encogió de hombros y de un salto llegó hasta la calle. Se rascó sus cabellos un poco y empezó a caminar... hacia una dirección aleatoria. A medida que avanzaba, se daba cuenta que el ruido del alboroto se estaba haciendo mayor. Ladeó su cabeza hacia un lado y se fijó en que en verdad había una pelea de bar. Parecía ser que su oído era mucho mejor de lo que esperaba, pero le daba igual. Se colocó las manos en el bolsillo y decidió pasar de todo eso, pero tuvo que parar cuando oyó a dos hombres bastante apaleados hablando entre sí.

– Dioses, esa pelirroja en verdad era buena con esa espada – comentó uno mientras se sobaba un chichón en la cabeza.

– Lo sé, pero con ese cuerpo no me molestaría que me golpeara para siempre – dijo el otro mientras reía perversamente.

El pelirrojo entrecerró sus ojos y chasqueó su lengua. ¿Podía ser...? No, debía ser una coincidencia. Pelirrojas buenas con la espada habían en montones, ¿y que probabilidad había de que justo Milena se encontrara en esta isla? Dudó por algunos segundos, mirando hacia el bar y al frente sucesivamente por algunos minutos. Finalmente suspiró y se dirigió hasta el establecimiento, preparándose mentalmente para lo que venía. Debía ser poco improbable, pero aún así la duda se mantendría hasta que no lo viera con sus propios ojos.

Lo primero que vio al entrar, fue que las sillas y mesas volaban, a la vez que la mayoría de los hombres del local se deban golpes entre ellos. El pelirrojo se puso su capucha para pasar desapercibido, y luego se le ocurrió una idea Debía ser un imbécil como para no habérselo ocurrido antes, pero ya daba igual. Activó su mantra y sus ojos se abrieron de forma exagerada al notar que su pelirroja se encontraba allí. En silencio fue esquivando todo el caos a su alrededor, usando la presencia de Milena para guiarse. Por suerte, tenía su capucha puesta y nadie repararía en él por su cabello. Finalmente la vio, y debía admitir que se veía hermosa con ese kimono... pese a que estaba moviendo una espada de madera de un lado a otro.

– Misma Milena de siempre – pensó mientras sonreí con amabilidad.

Negó con su cabeza e intentó colarse por detrás de la mujer. Si activaba su mantra, era probable que notara la presencia del joven aquí. Sino... pues, consideraba que tenía un buen disfraz (pese a que solo ocultó su cabello para no ser reconocible por eso). Una vez que estuviera allí, intentaría poner su manos en sus ojos para darle una sorpresa.

– ¿Adivina quién? – le susurró en el oído mientras reía con algo de diversión.

Eichi vio como la espada se dirigí hacia él, sin pestañear. Por lógica, cuando uno se encontraba así de cercano a salir herido, debería hacer algo para defenderse, pero el pelirrojo no lo hizo. Conocía bien en Milena y confiaba en ella, así que sabía que se detendría cuando se diera cuenta que se trataba de él... Eso y que, además, su mantra le había avisado. De todas formas, arqueó una ceja cuando escuchó sus palabras, y no pudo evitar sonreír con suavidad. Iba a decir comprometida antes de cortarse, de eso estaba seguro. Que él supiera, solo eran pareja... de momento. De hecho, había pensando en soltar la pregunta más adelante, pero hasta que no se resolviera su situación, sería un poco imposible. Chasqueó un poco su lengua y negó con la cabeza. En verdad quería, pero sabía que no podía hasta que todo se terminara y ya no hubieran más preocupaciones.

– Una motivación más para solucionar todo – pensó mientras suspiraba.

Y tuvo razón, la espada se frenó en seco justo en su rostro. Pese a que sabía que no lo dañaría, no pudo evitar estremecerse un poco. Sabía del poder de Eros, y utilizarla contra él delante de toda esta gente sería un poco... vergonzoso. Podría aguantarse, ¿pero hasta que punto? Negó con la cabeza y esperó la reacción de Milena cuando se fijó que se trataba de él; no tuvo que esperar mucho. La pelirrojo pegó un grito y se lanzo contra él. Sus ojos se abrieron de forma exagerada y un rubor apareció en sus mejillas cuando ésta la beso con tal intensidad delante de todo el mundo. Se debatió durante algunos segundos si corresponder o no por la vergüenza, pero al final venció lo primero. Cerró sus ojos y lo correspondió de igual forma. Terminaron rodando por el piso hasta que se separaron. Cuando vio la expresión de su rostro, no pudo evitar que su sonrojo aumentara. Vale, que la había visto así en ocasiones, pero normalmente mantenía una expresión juguetona, sádica y de felicidad cuando estaba con él. Aún no se acostumbraba del todo a la otra.

– Debo hacerlo, si quiero que esto siga – pensó mientras suspiraba y sonreía.

En eso, escuchó las palabras de más de uno y no pudo evitar bajar la cara. Pese a que cambiaba su semblante a uno más intenso cuando ambos se encontraban a solas, era muy distinto cuando demostraba afecto frente a tantas personas. Había avanzado en el tema de su timidez, pero cosas como las que acababan de suceder lo superaban un poco. La actitud posesiva que tenía ella con él, no ayudaba en lo más mínimo.

– Bueno... así esta bien – pensó mientras sonreía de forma cálida una vez que dejó de sonrojarse... solo para que volviera luego de que la pelirroja lamiera su mejilla. Suspiró un poco y la miró, para luego abrazarla con intensidad. – Te extrañé mucho – le susurró en el oído. El joven se encontraba muy necesitado, pero poco podía hacer hasta que pasaran los dos años.

Un ruborizado Eichi aceptó la mano de Milena para levantarse. Se quitó el polvo de sus ropas y, en eso, escuchó el comentario de la pelirroja. Su sonrojo aumentó aún más debido a como lo llamó. Normalmente no le importaría (secretamente le gustaba), pero viendo que estaba rodeados de personas desconocidas que no entendían su relación... El joven se quejó un poco mentalmente al ver la reacción de todos los que se encontraban allí. Algunos estaban rojos, y otros se encontraban sangrando de la nariz. No eran hermanos, pero ahora toda la gente se llevaría la idea equivocada de su relación y...¿enserio le importaba? Lo meditó por algunos segundos y negó con la cabeza; no, a estas alturas no le molestaba o incomodaba demasiado. Solo consideraba que era un poco vergonzoso.

– Menos mal que fui educado a apoyar el incesto – pensó mientras suspiraba y negaba con la cabeza.

El príncipe ladeó su cabeza hacia un lado, sin entender lo que la pelirroja estaba haciendo. Parecía como si lo estuviera examinando de arriba hacia abajo, por alguna razón que desconocía. Al cabo de unos momentos, la joven hizo una ceña para que la siguiera. Se encogió de hombros y siguió a su pelirroja, preguntándose que era lo que haría ahora. Pese a que sentía curiosidad por saber que quería en esa sala médica, no pudo evitar que una gota de sudor bajara por su sien. ¿Enserio algunos hombres se comportaban de forma tan masoquista? Vale que el no tenía nada que decir, porque saldría un poco hipócrita, pero aún así... Seguía encontrándolo raro. ¿Por qué dejarse pisotear sin razón alguna? Era algo que nunca entendería.

Entraron a la sala médica y la pelirroja le indicó que se tumbara en la camilla. Eichi dudó por algunos segundos, pero luego suspiró y asintió con la cabeza. Una vez allí, miró atentamente los movimientos de Milena. Debía admitir que las gafas le quedaban bien, pese a que no tenía idea para que lo necesitaba. En eso, escuchó sus preguntas y sus ojos se abrieron de forma exagerada. No por las preguntas, porque no tenía ningún problema, sino más bien por la aguja que había sacado. Le tenía absoluto terror a esa cosas. Recordó entonces que Milena seguía esperando respuesta y suspiró, al tiempo que se quitaba la camisa.

– Como tres veces al día, el color favorito es el rojo por tu cabello y mi número favorito es el 19, porque te conocí cuando tenía esa edad – podía sonar meloso, pero así pensaba él. – Mi color principal es el dorado y... – Eichi se sonrojó con violencia y miró hacia el otro lado. Estuvo a punto de decir que no había pensado eso, pero por propia voluntad se dijo que no le mentiría nunca a la pelirroja – Hacerlo contigo en la ducha o afuera cuando este lloviendo y mi tipo es O – le reveló mientras se quejaba un poco. Lo hicieron en la intemperie, en la cama... faltaba la ducha y alguna otra cosa que se le ocurriera. Miró con algo de duda la aguja que tenían en sus manos. – ¿Qué piensas hacer con eso? – le preguntó mientras tragaba en seco.

Eichi ladeó su cabeza hacia un lado, sin entender su timidez repentina. Nunca esperó aquello por parte de ella, la verdad. Pese a que sabía que sus palabras podrían causar tal sensación en una mujer, Milena era distinta. En vez de sonrojarse como colegiala, ella aceptaría sus palabras y se pondría en modo seductor. El joven suspiró un poco; no le importaba mucho en verdad, de hecho le gustaba ver esa faceta suya. Fue en ese momento, que se prometió a sí mismo en hacer que durara varios minutos en ese estado. Ella merecía dejar de lado sus problemas y actuar como una niña de vez en cuando, en verdad. La vida no era justo con él y la pelirroja, y era por eso que haría algo por la pelirroja más adelante para alegrarle la vida.

El joven saltó un poco cuando la pelirroja enterró la aguja en su cuello sin aviso alguno. Por suerte, fue lo suficiente rápido para que no le doliera. Para cuando quiso darse cuenta, Milena ya había retirado esa abominación de allí y puso su sangre en un pequeño tubo de plástico. Eichi suspiró un poco y se llevó la mano al cuello, masajeando un poco la zona afectada. Solo esperaba que eso no dejara marca, porque no quería con un punto rojo por el resto del día y sin tener nada para taparlo. Se estremeció un poco cuando dijo aquellas palabras en su oído, y no pudo evitar palidecer ante lo último. No sabía si iba enserio o no, pero no quería saberlo. Asintió rápidamente, para que la pelirroja abandonara su fachada de demonio.

Una vez que se recuperó la compostura, vio como se acercaba a la ventana. Su respiración se entrecortó un poco y miró hacia el otro lado. Se veía absolutamente hermosa viéndola allí mirando el paisaje, sin cuidado del mundo. Si, valía la pena mantenerla así para siempre. En eso, escuchó sus palabras y no pudo evitar mirar hacia otro lado mientras fruncía el ceño. No le quería decir, pero lo que haría para parar con todo esto... sería arriesgado. Incluso habían posibilidades de que no saliera con vida, pero... No quería que sucediera eso. No moriría y tendría que dejar sola a Milena, se enfrentaría al mismo demonio con tal de que eso no sucediera.

El joven suspiró y se paró de la camilla. Se colocó su camisa nuevamente y se acercó hacia donde se encontraba la pelirroja. Una vez allí colocó las manos en su cintura y puso su cabeza sobre su hombro. Si fuera por él, mandaría todo a la mierda y se iría con ella, pero no podía. Había gente que contaba con él, y no podía dejar que la gente siguiera sufriendo. Plebeyos y nobles por igual, ambas partes lo estaban pasando mal. No solo se encontraba sufriendo la clase baja con todo esto, y eso lo sabía.

– Desearía irme contigo y olvidarme de todo esto, pero no puedo dejar que sigan sufriendo – le dijo mientras ocultaba su mirada un poco. – No moriré, no ahora que te tengo. Aún tengo que decirte algo más adelante, pero de momento – el joven tomó una bocanada de aire y prosiguió. – Cuando todo esto termine... ¿Quieres vivir conmigo? –

Apretó un poco más su cintura con sus brazos, pero no lo suficiente para hacerle daño. Si, definitivamente saldría con vida de todo esto. No dejaría que Milena desperdiciara su vida, no después de todo lo que vivió con el bastardo. Se aseguraría de tratarla bien y que al final viviera como lo merece. Era lo único que podía hacer, luego de todo lo ocurrido. Pese a eso, suspiró de alivio cuando la joven aceptó. Fase uno de su plan ya estaba completado, y solo quedaban las restantes. Se lo tomaba con alma, puesto que quedaban dos años para que se cumpliera el tiempo límite. Iba a ir paso por paso, puesto que todo lo que tenía que hacer debí ser perfecto. Que Milena fuera a vivir con él, cumplía parte de la promesa que se hizo.

En eso, sintió como la joven se echaba encima de él sobre la camilla. Se ruborizó un poco al sentir sus pechos en sobre su torso, pero no dijo nada. Ya se estaba acostumbrando a la sensación, así que no incomodaba como antes. Seguía poniéndolo nervioso, sin embargo. Tragó en seco al escuchar lo que dijo en su oído en su fantasía, y tuvo que usar todo su auto control para evitar que tuviera un derrame nasal allí mismo. Fue complicado, pero lo logró. Eso si hubiera sido vergonzoso para ambas. Aún así, su cara estaba del mismo color que su pelo en este momento. Enserio la pelirroja sabía que botones toca para ponerlo en este estado... En eso, vio que un puño se dirigía hacia él e inconscientemente activó Busoshoku en esa zona.

– Perdón por eso – le dijo mientras tomaba su mano y la acariciaba en caso de que se hubiera lastimado al golpearle en su dura cabeza con armadura. – En mi defensa, podía haberme defendido con otra cosa si hubiera pasado. Tampoco es como si hubiera peleado enserio contra él... y dudo que también lo haya hecho – le dijo mientras un puchero aparecía en su rostro.

Bueno, se hubiera podido defender, pero... hubiera quedado hecho mierda. A penas había usado armamento por primera vez en esa pelea y solo en sus brazos. Hubiera podido hacerlo en su cuerpo entero, pero aquello habría conllevado una fatiga increíble y una siesta que podría durar hasta una semana. Suspiró un poco y abrazó con un poco más de fuerza a la pelirroja. Varios días podría quedarse en esa posición y no le hubiera importar. Chasqueó un poco su lengua entonces y miró hacia abajo con calma.

– Mile... ¿Cuál es tu color favorito? ¿Tu comida favorita? ¿Cuál sería tu regalo perfecto? Y...¿Alguna vez desearías tener una mascota? – le preguntó de golpe. Internamente maldijo su estupidez, y esperaba que solo pensara que eran preguntas aleatorias. Cuando en verdad... la segunda fase de su plan estaba en marcha.

Frunció un poco el ceño al notar la actitud de la pelirroja. No era tan imbécil como para no haberse dado cuenta de lo que había ocurrido, y por algunos segundos se culpó a sí mismo. Lo había pasado realmente mal con Ushio, si hasta este la quemó usando sus espadas. ¿Qué hacía él entonces? Endurecer su cabeza de forma instintiva y herir su mano en el proceso. Sabía que debía doler (ella era espadachín y el luchador, después de todo), pero no pudo evitar defenderse. Era algo que tenía integrado en él, un mecanismo de defensa para protegerse de forma inmediata en caso de peligro. No había nada de aquello con ellos dos allí, pero como buen mecanismo, actuaba por reflejo y sin pensar en sus consecuencias. Cerró sus ojos con algo de dolor y los abrió enseguida. Si no decía nada, la situación empeoraría y no podía dejar que ocurriera eso.

– Lo siento, no debí defenderme. Solo que es algo que hago por reflejo – Eichi pausó un poco y bajó su cabeza un poco. – Sé que no cambia lo que hice, pero no fue adrede. Nunca te haría daño de forma consciente – intentó explicarse, pese a que sonaban como excusa.

Cerró sus ojos por algunos segundos e intentó tomar su mano afectada, para luego acariciarla para intentar apaciguar el dolor; era lo único que podía hacer luego de lo que hizo. Inhaló y exhaló varias veces, para luego centrar su mantra en ella. Inconscientemente, se estremeció un poco y volvió a bajar la mirada. Aún no perfeccionaba por completo el arte de leer emociones, pero estas sensaciones que recibió de parte de la pelirroja... fueron como una puñalada directo al corazón.

– A veces me detesto a mí mismo con ganas – pensó con algo de amargura.

Suspiró un poco, se acomodó y la abrazó con suavidad. No quería verla en ese estado, así que debía hacer algo para solucionarlo de una vez por todas. Cerró sus ojos y empezó a masajear lentamente su espalda, como lo hizo cuando se conocieron. Inconscientemente dejó salir una sonrisa al recordar ese día. Demasiadas cosas sucedieron, y recién ahora se dio cuenta que fue una locura. Muertes, su bipolaridad, el imbécil, un tirador con lengua floja, los hermanos del imbécil... Si, fueron demasiadas cosas. Solo después cuando se encontraron en aquella isla, que se conocieron más a fondo.

– Te amo – le dijo con dulzura. – Y por eso nunca te haré daño a posta como lo hizo ese imbécil. Nunca pasará, porque te amo demasiado como para si quiera pensar en eso – finalizó para luego cerrar los ojos durante algunos segundos.

El joven miró directamente a sus ojos, sin inmutarse. Distraídamente pensó en que se parecían más físicamente de lo que esperaba, y no culpaba a la gente por creer que estaban cometiendo incesto. De todas formas, eso era lo de menos. Seguía esperando respuesta a su confesión, y pese a que no lo demostraba, el joven se encontraba bastante nervioso por saber lo que diría. ¿Le perdonaría por lo que le hizo a su mano? No lo sabía de momento, pero aún así la ansiedad lo estaba matando. Sus ojos no delataban nada, así que no sabía si lo perdonó o no por lo que hizo. Esperaba que sí, porque no sabría que hacer, de lo contrario. Por algunos instantes se esperó lo peor al ver ese suspiro, y ya se preparaba para sus palabras que destruirían su corazón. Fue por eso que casi se puso a bailar cuando la mujer asintió, lo iba a hacer de hecho, pero prefería más abrazarla que hacer el ridículo de esa forma.

– Descuida, no cambiará nunca – le respondió suavemente mientras sonreía.

Sintió como rodeaba su cuello con sus brazos y vio que acercaba su rostro al de él. Sabiendo lo que quería, el príncipe se acercó junto sus labios con los de ella a medio camino. El saber que no podría hacer esto durante dos putos años, era de lo más irritante. Era por eso que se aseguraría de aprovechar el día con ella, puesto que no tenía idea de cuando la volvería a ver (sin en el mundo terrenal o donde iban los muertos). No, iba a vivir y nadie iba a detenerlo. Si tenía que usar la fuerza para parar con todo, que así fuera entonces. Aplastaría quien fuera que osara desafiarlo, solo por la pelirroja que tenía en sus brazos.

Se separaron por algunos segundos, para luego volver a juntarse. Esta vez abrió un poco más e intentó jugar con su lengua usando la suya. Ya se estaba acostumbrando a hacer eso, y sabía donde exactamente tocar para provocar una reacción en ella. Al cabo de unos segundos, se separó de nuevo y se quedó mirando a la belleza que tenía debajo, intentando disimular su sonrojo. Negó con su cabeza por algunos segundos y se acercó nuevamente para juntar sus labios, pero una voz hizo que sus ojos de abrieran de forma horrorizada.

– Ara, creo que me he equivocado de habitación. –

Se trataba de una persona baja, gorda y sin pelos. Miraba a la pareja incestuosa (a su juicio), mientras dejaba que un sangrado nasal se liberara. Entonces recoció a la pelirroja, palideció y salió corriendo como alma en pena. De todas formas, el daño ya estaba hecho. Eichi se encontraba totalmente sonrojado, y parecía como si humo fuera a salir de sus orejas. Que haya sido pillado en pleno acto de intensidad con su pareja fue... vergonzoso. El joven era alguien tímido por naturaleza, así que era normal que se pusiera así.

– Esto... ¿Qué haremos ahora? – le preguntó mientras miraba hacia un lado y jugaba un poco con sus dedos, aún con el sonrojo en su rostro.

El joven se encontraba tan nervioso y avergonzado, que a penas se dio cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Tan solo notó como Milena se paraba y lanzaba una onda hacia una de las paredes. Por lo que pudo ver, el tipo de antes se había desmayado de la impresión. Sabía que no debía sentirse así, pero por dentro sonrío maliciosamente. El hombre se merecía eso y más por interrumpir su diversión, además de ponerlo en un estado catatónico y de timidez extrema. De todas formas, no pudo evitar estremecerse al oír esa risa. Hacía rato que no oía a la pelirroja reírse así, desde que se conocieron en Baterilla, de hecho. Pese a que la lógica dictaba que debía ponerse nervioso (más de lo que ya estaba) y alejarse de allí, no pudo evitar sonreír suavemente. Quería a Milena mucho y no le importaba que su personalidad fuera un poco sádica. Mientras ella fuera feliz, no le importaba demasiado ese detalle.

– De todas formas, ¿como puede cambiar de personalidad tan rápido? – pensó mientras ladeaba confusamente su cabeza.

Era algo insólito, de hecho. El tenía la excusa de tener un poco de bipolaridad por culpa de Akashi, pero lo de la pelirroja era distinto a su caso. Frunció un poco el ceño y se rascó su cabeza, intentando hacer memoria de donde había oído eso. En uno de los libros que leyó, habían unos tipos de personas catalogados como Tsundere, pero aquello no podía ser cierto... ¿No? Su pelirroja no tenía problemas con demostrar sus verdaderos sentimientos delante de él, después de todo. Uno de los rasgos distintivos de esas personas, era que actuaban un poco... duras con las personas que quería. Eichi se encogió de hombros y simplemente pensó que las mujeres eran raras. No pensaba decírselo a su cara, eso sí. Valoraba demasiado su vida como para hacer aquello.

– E-espera – tartamudeó un poco al ver que iba hacer con Eros.

Fue demasiado tarde, y el corte ya estaba echo. El efecto fue instantáneo y un rubor violento cubrió su cara. Su respiración se volvió entrecortada y tuvo que hacer un esfuerzo para no tomar a la pelirroja como suya allí mismo. Escuchó su petición y se estremeció un poco ante la parte del no sexo. Sabía que una relación no era solo eso, pero considerando su estado actual... Sería un poco difícil contenerse. De todas formas, no dejaría que sus instintos carnales lo superaran.

– Está bien – le dijo mientras temblaba un poco.

Se puso encima de ella y empezó a masajear su espalda de arriba hacia abajo, usando la misma técnica de la otra vez. Aún así... sus ojos se volvieron a entrecerrar y una sonrisa algo maliciosa se formó en su rostro. Ahora que no tenía limitaciones por culpa del imbécil espadachín, haría algo un poco distinto. Bajó más allá de la espalda, masajeando su retaguardia y piernas además de eso. Repitió eso varias veces, acariciando toda su parte posterior.

– ¿Cómo está? – preguntó inocentemente el pelirrojo.

Su ceja tembló con violencia al escuchar su comentario y no pudo evitar que un puchero se formara en su rostro. Ahora sabía que lo hacía a propósito, y lo peor era que nada podía hacer de momento, salvo que esperara que el efecto se pasara. Sin decir nada por el momento, y aún respirando de forma entrecortada, siguió masajeando toda su parte de atrás, pensando en que hacer para revertir su situación. ""Piensa, Eichi, piensa. Antes que caigas bajo el control de ella de nuevo", pensó mientras se golpeaba mentalmente para iluminarse, pero se le estaba haciendo difícil pensar con claridad. El efecto de la espada de mierda estaba haciendo estragos en él, notándose en su respiración entrecortada y el enorme sonrojo que portaba en su cara. La única razón por la que no se lanzaba, era porque aún le quedaba un mínimo de control.

– Eres mala – pensó mientras un puchero se formaba en su rostro. – Un día de estos te lo voy a devolver – prometió mientras bufaba, usando todo su auto control por el momento.

Seguía acariciando su espalda, pero... cada vez que su mano entraba en contacto con su piel, su mente se volví mucho más caótica que antes. Pensamientos de como tenerla entre sus brazos, tomarla salvajemente, hacerla suya... Todo mientras ambos de sus cuerpos desnudos se frotaban entre sí. "¡NO!", pensó mientras negaba fuertemente con la cabeza, pero era imposible. Mientras más lo negaba, más cosas pervertidas aparecían en su mente. Normalmente se guiaría por sus instintos carnales y dejaría que todo pasara como debía pasar, pero... "Cielo, hoy no tengo ganas de sexo", las palabras de la pelirroja resonaron en su mente y no pudo evitar mirar hacia el otro lado. Quería que ella fuera feliz, y si decía que no quería... entonces lo aceptaría. Iba a abrir su boca para decir algo, pero en eso vio su espalda y nuevamente volvió a su fantasía.

– Lo siento, se que dijiste que no, pero... No puedo aguantarme – le reveló con un tono de voz quebrado debido a las feromonas.
intentó voltear con suavidad el cuerpo de Milena usando su prodigiosa fuerza. Viendo que era liviano, no le costó nada. Pese a que su mente no le funcionaba como correspondía, aún así trataba a Milena con sumo cuidado y no con agresividad. Estando así, si se dejó, se quedó admirando el cuerpo de la pelirroja, sin dejar de pensar en cosas pervertidas.

Sin decir nada más, se acercó y besó con intensidad a su pelirroja. Si bien seguía manteniendo un poco de su dulzura, predominaba más la lujuria y la pasión. Intentó pasar su lengua por dentro, saboreando todo su interior y bailando con la de Milena en un ritmo frenético. Al cabo de unos segundos, y al tiempo que maldecía la necesidad biológica de respirar, se separó de su pelirroja y levantó la mirada, al tiempo que se limpiaba la saliva con su manga. Se relamió despacio y luego volvió a mirar hacia abajo, clavando sus penetrantes ojos rojizos en los propios de Milena.

– Delicioso – le dijo mientras ronroneaba cual gato un poco y se relamía. Quería guardarse el sabor usando su memoria, después de todo.

Una sonrisa de suficiencia se formó en su rostro al ver que la joven se sonrojaba, al tiempo que suspiraba internamente de alivio por no haber recibido una colleja al faltar a su palabra. Oh, bueno. Debió suponer que no lo decía enserio y solo fue para joderlo. Sabía de sobra que ni la misma pelirroja aguantaría dos años completos sin eso, por lo que tampoco le convenía a ella. Bueno, en su defensa, fue culpa de la mujer por usar esa espada infernal en él, a sabiendas el efecto que tendría en su cuerpo. La única razón por la que no intentaba violarla ahí mismo, era porque tenía estándares y eso sería de muy mal gusto. No, si Milena se resistía, entonces pararía... Pese a que tendría que usar todo auto control para controlarse. Quizá una ducha de agua helada podía funcionar de sustituto, además de... intentar resolver el "pequeño" problema que tenía debajo.

Escuchó sus palabras y no pudo evitar arquear una ceja, al tiempo que una sonrisa maliciosa aparecía en su rostro. Sin que se hubiera dado cuenta, uno de sus ojos se tornó de un color dorado intenso. Al parecer Eros fue tan potente para su personalidad, eso además de que la joven intentaba "resistirse", no como la otra vez, que terminó despertado parte del otro. Aquello era sorprendente, puesto que en verdad pensó que lo tenía bajo control. Al menos, el mismo seguía siendo Eichi. Solo que ciertos rasgos del otro salieron a la superficie, pero estaba seguro que Akashi seguía atrapado en los confines de su mente.

– Oh, de eso no lo dudes. Lo haré con mucho gusto – le respondió mientras se relamía un poco.

Entrecerró sus ojos al ver que se ponía de espaldas nuevamente, y sacó algo de su mochila. Era una especie de caracol, el cual usó para disparar una nube transparente en dirección a Milena (dial de feromonas). Sabía que no sería tan potente como Eros, pero viendo que ella era la más caliente de los dos (aunque lo negara), sabía que su efecto sería importante. Sin decir nada por el momento, gateó en dirección a la joven e intentó aprisionarla con su cuerpo. Sabía de sobra que su fuerza era de considerar, así que debería hacer un esfuerzo para liberarse.

– Y no sé de que me hablas. ¿Dos años? ¿Estás segura que soy la única? Porque no te veo aguantando por ese tiempo – le dijo en su oído mientras lo mordía levemente. Si, el príncipe se había desatado por culpa de la espada de la pelirroja, y nada se podía hacer hasta que pasaran sus efectos.

Eichi bufó con diversión al oír el grito, a sabiendas que pasaría eso si usaba el dial. El rostro de Milena se sonrojó de forma exagerada, estando al mismo estado que el suyo. Aunque, al contrario suyo que tenía una respiración entrecortada y un cambio de personalidad debido a la calentura, los ojos de ellas se enmudecieron debido a las feromonas. Ladeó su cabeza hacia un lado, y la parte que aún quedaba cuerda en su mente, no pudo evitar pensar que era curioso que cada persona reaccionara de forma diferente al estar en una situación así. Algunos se pasaban de imbéciles, otros se golpeaban, otros intentaban pasarse con la mujer, etcétera. En el caso de la pelirroja, al parecer se ponía más sumisa cuando ocurría eso, mientras que con él era lo contrario. Pasaba de ser alguien sumiso ante Milena, a ser el dominante por lo que duraba el dial.

Un olor lo saco de sus pensamientos, provocando que sus ojos se abrieran de forma exagerada, al tiempo que su sonrojo aumentaba y sus ojos brillaran con más intensidad. Olisqueó un poco el ambiente, intentando buscar el origen de aquel delicioso aroma. Al cabo de unos segundos, sus ojos se enfocaron en la entrepierna. Una sonrisa algo maliciosa se formó en su rostro, al tiempo que se relamía un poco. Si estaba en lo correcto, aquel aroma solo podía deberse a un solo motivo. Bueno, no la culpaba. El mismo tenía problemas para contener el dolor que le estaba provocando la pequeña situación que tenía debajo. Si esto seguía así, no le quedaría otra que sacarse todo lo de abajo solo para liberarse.

– Oh, parece que alguien está un poco mojada – dijo con un tono con algo de burla.

Se acercó al rostro de ella al notar la saliva que había en su rostro y sin pudor pasó su lengua por allí. La miró directamente por algunos segundos y luego la besó con intensidad, saboreando su saliva en el proceso con su lengua. Su mano bajaba por su cuerpo y de un leve tirón con sus dedos rompió las vendas que aprisionaban sus pechos. Los trazó delicadamente, como si de un tesoro se tratara. Al cabo de unos segundos, se separó de su rostro para luego atacar su cuello. Su mano seguía bajando, pero no más allá el fin de su estómago. La estaba molestando, y sabía que le saldría caro una vez que pasaran los efectos.

– Vamos, dime que me deseas – le susurró en su oído con un poco de malicia, aunque se notaba que estaba jugando. Una vez que el efecto pasara, volvería a ser el de siempre.