¿Deja Vu? Encima En La Nieve. [Tahiko - Agni] [Privado]

La nieve cubría los alrededores del pequeño campamento. Sin cesar, copos de nieve se precipitaban sobre las copas de los árboles, el suelo, la pequeña cúpula de tela que conformaba la tienda de campaña y los hombros del cazador. El castaño se encontraba envuelto con una gruesa capa que conservaba aquellas tonalidades blancas y grises tan características suyas. Bajo los mismos, varias bolsitas llenas de agua caliente se aseguraban de mantenerle en una sensación térmica agradable. Esto no quitaba el hecho de que, probablemente, cualquier brisa lo suficientemente fuerte pudiera dejarle tiritando, inutilizando su pequeño e improvisado invento.
"Al menos tengo la fogata", pensó, observando las llamas que bailaban al son del viento, haciendo crepitar la madera que consumían. Realmente no se estaba tan mal, aunque estaba claro que el clima de la isla no tenía nada que ver con el de Skyros, mucho menos con el de Chikara. Quizá el karma le estuviera haciendo pagar su osadía al decir que el temporal del norte no era para tanto. Pero, si de verdad tenía que escoger algo como lo más insoportable del día, sería...

- ¿Por qué esa ardilla se ha llevado mi sandía? ¿Y cómo? -murmuró, con cierta molestia palpable en su tono de voz.

La fauna del sitio había demostrado ser de lo más peculiar. Obviando el hecho de la existencia de ardillas con una fuerza exagerada para su tamaño, pudo observar algún que otro oso por los alrededores. El fuego del campamento probablemente fuera lo suficientemente disuasorio como para evitar que se acercasen. Al parecer, los animales norteños eran tan brutales como los propios habitantes de las islas del blue. Tampoco era tan malo. Al fin y al cabo, podría encontrar fuentes mucho más grandes de comida de ser necesario, aunque prefería evitar tener que enfrentarse a una de aquellas montañas peludas. Probablemente se viera en un aprieto si no tenía el suficiente cuidado... ¡Y seguro que le rompía las bolsas! No necesitaba mojarse. No cuando hacía tanto frío.

- Pues... Habrá que moverse.

Agni se puso en pie y se acercó hasta la pequeña fogata, sobre la cual lanzó algo de nieve para apagarla. No desmontaría el campamento, tan solo iba a explorar los alrededores por si encontraba alguna pista de su objetivo. ¡Oh! Cierto, no hemos hablado de esto. El motivo por el que había acudido a Gelum es bastante sencillo, y es que había escuchado rumores sobre un criminal que se escondía en la parte más profunda de sus bosques. Por lo que sabía, le tenían como alguien agresivo y realmente cruel. Si tenía algo de suerte, también sería un rival aceptable. Le valía con que igualara la fuerza de los norteños de Chikara, pese a que supiera que eso podría ponerle en aprietos.
Una vez extinguidas las llamas, el pequeño cazador se puso en marcha, alejándose de la tienda, portando consigo un poco de comida y algo de agua. Esperaba no perderse, pero nunca estaba de más llevar víveres, por si las moscas.

- Estoy realmente emocionado. ¿Cómo de fuerte será? Ojalá tenga que usar mis poderes seriamente -susurraba para sí mismo, esbozando una sonrisa bajo la capucha que le cubría la cabeza y el rostro.

Agni continuaba con su pequeña expedición. El paisaje era monótono en cierto sentido, todo cubierto por un manto níveo, con árboles aquí y allá, algún que otro animal observándole desde la protección que le brindaba estar sobre la rama de un árbol y poco más, obviando el pequeño sendero que iban formando sus pisadas. Si no estaba atento no sería muy complicado perderse, aunque contaba con que podría dar marcha atrás y seguir su propio rastro si la situación lo requería. Las pequeñas bolsitas de agua que había calentado antes de salir continuaban cumpliendo su función, aunque con el frío que hacía no tenía claro hasta qué punto aguantarían. Suspiró. «Espero que el suficiente...», pensó mientras se frotaba las manos, intentando hacerlas entrar en calor.

Sin más detuvo sus pasos, quedándose inmóvil en el sitio. El atronador sonido de un disparo, seguido del de alguna especie de explosión, le hizo ponerse en tensión. Venía del Oeste, si su oído no le estaba traicionando y su sentido de la orientación estaba lo suficientemente afinado. «Podría ser él» concluyó, casi autoconvenciéndose de ello. Estaba emocionado, pero al mismo tiempo preocupado. ¿Le habría hecho algo a alguien? Quizá uno de los habitantes de la isla hubiera tenido un desafortunado encuentro con el criminal. Si ese era el caso, debía darse prisa para acudir en su auxilio.
El cazador retomó la marcha, cambiando la dirección para ir directo al foco del sonido. Correr por la nieve no era especialmente duro, pero estaba claro que el temporal estaba consiguiendo ralentizarle. Algo frustrado, decidió que tendría que hacer gala de «eso». Sus argénteos iris comenzaron a brillar con una tenue luz dorada en el momento en que sus piernas se fortalecían. De un momento a otro la velocidad a la que se desplazaba Agni prácticamente se había duplicado. Sin duda, los poderes de la Zokyo Zokyo no mi eran maravillosos.

- ¡Vamos! -se intentaba motivar a sí mismo, entrando en calor pese al clima.

A medida que se iba acercando comenzaba a escuchar con mayor facilidad los ruidos de la batalla. Parecía que, quien fuera que se hubiese encontrado con su objetivo, le estaba presentando batalla. Agni amagó una sonrisa. La gente del norte era realmente audaz si se trataba de un aldeano, y mucho más fuerte de lo que se esperaba si cabe. Parecían ser huesos duros de roer.
Segundos después llegó hasta el lugar en cuestión y, para su sorpresa, el combate no era entre dos personas, sino entre tres. Un chico pelirrojo al que no conocía de nada se estaba enfrentando a dos hombres, uno significantemente más alto que el otro, al que pudo identificar como el criminal de los carteles. Había dado con él y, en cierto sentido, sentía que el otro chico le había hecho el trabajo sucio.

«Será mejor que le eche una mano». Parecía que no habían reparado en su presencia todavía, absortos en el combate, así que podría aprovechar el momento para alcanzarles por el flanco y pillarles desprevenidos. Sus ojos volvieron a su color natural al tiempo que comenzaba a avanzar con mayor lentitud, ayudándose de los árboles para tomar cobertura y evitar que le vieran. En cuanto vio la ocasión, se aproximó tan rápido como pudo, pegando un pequeño salto.

- ¡¿Dos contra uno?! -rugió, al tiempo que sus ojos volvían a brillar y su brazo duplicaba su fuerza original.

Ambos sujetos ladearon el cuerpo para mirarle, pero cuando se dieron cuenta de lo que se les venía encima ya era demasiado tarde. El puño del cazador se estrelló contra la máscara del de la guadaña, propinándole semejante golpe que incluso logró derribarle, haciéndolo rodar por la nieve, apartándole de su compañero. No se quedó quieto, sino que persiguió al tipo para mantener la presión sobre él y evitar que pudiera ayudar al que tenía la escopeta.

- ¡Yo me ocupo de este! -le gritó al zanahorio, segundos después de soltar un pequeño quejido.

Se había hecho daño en la mano al sobrepasar los límites de sus capacidades físicas, pero el golpe no había sido tan duro como para dejárselo inutilizado. «Tendré que controlarme más a partir de aquí». Sus ojos perdieron el brillo de nuevo. El de la guadaña se había puesto en pie tras tambalearse un poco. Parecía bastante molesto con el pobre Agni.

- Ahora sí, uno contra uno. ¿Qué me dices, bufón?

Arqueó el cuerpo, inclinándose hacia atrás para evitar el filo de la guadaña, tomando algo de distancia al momento. Era un arma realmente extraña, y es que nunca había visto a nadie utilizar ese tipo de herramientas en combate. Sabía que, en situaciones desesperadas, se echaba mano de cualquier cosa, pero... Aquello era diferente. La forma de combatir del enmascarado estaba enfocada al uso de la misma, como lo estaría la de un espadachín o un lancero. Plantar cara a su oponente sin haberse visto en aquella situación antes complicaría las cosas, aunque para el joven cazador tan solo era un reto más que superar.
«Esto será interesante». Sus labios se torcieron en una sonrisa, justo al tiempo en que trataba de activar su Espíritu Sensitivo para predecir los movimientos del contrario. Toda su concentración se enfocó en el misterioso criminal. Sabía que no ganaría un margen de acción demasiado grande, apenas un quinto o cuarto de segundo, pero menos es nada. Flexionó las rodillas, preparándose para responder ante la siguiente arremetida.

- Deberías haberte quedado escondido, chico... Tú y el otro moco pagaréis caro todo esto.

- Eso está por ver -increpó Agni.

El castaño desafió con la mirada al hombre. Aquella máscara le daba una apariencia temible, aterradora. Probablemente se hubiera ido de vientre encima de habérselo encontrado por la noche a solas. Pese a ello, en esos momentos tan solo era un oponente más al que debía batir. No perdería. No podía hacerlo. No era su primera caza, ni tampoco se convertiría en la última. Prevalecería.
El criminal se lanzó a por él a toda velocidad, ante lo que inclinó el cuerpo hacia el frente, casi agachándose. La hoja de acero de la guadaña pasó a escasos centímetros del cabello del chico, quien se apoyó sobre un único pie sobre la nieve para girar sobre sí mismo, lanzando una patada giratoria contra su agresor. Este último fue lo suficientemente rápido como para interponer su arma en la trayectoria del golpe, haciendo que su talón chocase contra el metal de la misma.

- Menudos reflejos -musitó, frunciendo el ceño antes de volver a adoptar una postura de guardia.

Ladeó el cuerpo hacia la derecha, evitando un ataque descendente que resultó con la guadaña impactando contra la nieve, haciendo que la misma saltase y le distrajera por un instante. Sin embargo, ambos sabían que distraerse el más breve lapso de tiempo podía resultar en un desenlace fatal, y aunque no fue el caso, Agni se vio incapaz de responder a tiempo a lo que siguió. El enmascarado giró el arma desde abajo, lanzando nieve al rostro del cazador con su filo y, acto seguido, trazando un nuevo tajo ascendente. El acero recorrió el torso del menor de abajo a arriba, haciendo que su ropa comenzara a humedecerse rápidamente.
Clavó una rodilla en el suelo y se llevó la mano a la camisa rasgada. Justo entonces, el de la máscara comenzó a reír con vehemencia.

- ¿Acaso esperabas otro resultado? Un crío no podría con alguien como tú. Ahora, pórtate bien y quédate ahí perdiendo sangre, debilitándote... Me ocuparé de tu amiguito y luego volveré a divertirme contigo.

- ¡¿C-cómo te atreves?! -exclamó el castaño, mirando con rabia al enmascarado.

Justo entonces, los ojos argénteos del chico comenzaron a brillar con intensidad, más fuerte que veces anteriores. «Saturación» rugió en su mente, al tiempo que sus piernas se fortalecían más allá de sus propios límites. El cazador se impulsó con ambas, saliendo disparado hacia el contrario que fue incapaz de reaccionar a tiempo. Con las palmas de las manos golpeó brutalmente su pecho, haciéndole soltar su arma y cortándole la respiración, así como haciéndole perder el equilibrio. Rápidamente, una vez hizo pie, utilizó la fuerza aumentada de sus piernas para lanzarle una patada directa al vientre, haciendo que se inclinase. Finalmente, con la pierna contraria, encajó una contundente patada en su rostro, quebrando su máscara y lanzándola por los aires, haciendo que se desprendiese de su cara.
El pirata, dejándose llevar por la fuerza del golpe, rodó por la nieve hasta quedar bocabajo, inmóvil.

- Ugh... -Agni soltó un quejido, desactivando la potenciación sobre sus piernas y palpándoselas con cuidado. Se había vuelto a hacer daño al sobrepasar sus límites, pero al menos había servido para dejar al otro fuera de combate. Tras esto se irguió del todo y observó las prendas que cubrían su torso, las cuales estaban chorreando- Tío... Ha rajado las bolsas de agua... Ahora sí que voy a pasar frío -se quejó, haciendo un puchero.

Agni se mantuvo en el sitio mientras observaba al pelinaranja. Por un momento sus músculos se tensaron al ver que parecía dispuesto a ejecutar al criminal que acababa de derrotar, pero pudo relajarse en cuanto le dejó para acercarse hasta él. Quien parecía ser el cabecilla de los dos había muerto por un brutal ataque de su compañero, así que poco se podía hacer por ayudarle. No es que le importase demasiado, pero siempre intentaba evitar la muerte si existía la posibilidad. Al menos el suyo sobreviviría... O eso esperaba.
Sus ojos argénteos se posaron sobre los del contrario mientras este se inclinaba para comprobar el estado de su "herida". No pudo evitar reírse al ver su expresión cuando descubrió que se encontraba ileso. Parecía que le había hecho preocuparse a lo tonto, pero eso estaba bien. Denotaba que era buena persona o, al menos, alguien que le estaba agradecido por la ayuda.

- No hay nada que agradecer, no podría haberme limitado a observar. No va conmigo -le respondió, dedicándole una sonrisa amable.

Tomó la mano del espadachín para ponerse en pie. Sentía sus piernas entumecidas, en parte por el frío, en parte por las potenciaciones anteriores. Al menos los efectos secundarios no eran tan severos como lo fueron en el pasado. De haber sido así, ni siquiera podría mantenerse en píe. Imitó a su compañero y se aproximó hasta el enmascarado, que permanecía inconsciente sobre la nieve. Había llegado el momento de hacer la parte más aburrida de las cacerías: cargar con el criminal hasta el cuartel marine más cercano. Al menos era alguien delgadito, así que no le costaría demasiado llevárselo.
El castaño clavó una rodilla en el suelo y comenzó a rebuscar entre sus cosas, bajo la capa, dentro de una pequeña bolsa. De la misma extrajo un pequeño rollo de vendas. Era con ellas con lo que acostumbraba a cubrir sus brazos, un ritual que seguía casi por instinto a esas alturas. En aquella ocasión le servirían para mantener atado al rubio y que no pudiera darles más problemas si recuperaba el conocimiento. Se aseguró de mantener bien sujetos tanto los brazos como las piernas, cosa que le llevó unos pocos minutos.

- Pain. Un sobrenombre curioso para un cazador. ¿Eres el dolor de los criminales? -inquirió sin mirarle, concentrado en su tarea. Una vez hubo terminado, se puso en pie y encaró a Tahiko- Yo soy Agni. Agni Naayak. La verdad es que no llevo mucho tiempo en los Blues, así que aún no me he ganado mucho renombre por aquí, pero... Supongo que soy al que la gente llama "Suruken" -explicó, señalando las vendas de sus brazos- También soy cazador del gobierno.

Se inclinó y cargó con el enmascarado a hombros con suma facilidad. Pesaba bastante menos de lo que se esperaba, lo cual estaba bastante bien. El cazador se encaró a Pain.

- Y oh, vamos, no seas tan humilde. Estos tipos no eran para tanto, después de todo. Seguro que habrías podido lidiar con ellos sin mi ayuda... Pero mejor asegurarse, ¿verdad? -cada una de sus palabras sonaba inocente y sincera, y es que lo estaba siendo. En cierto modo se sentía decepcionado. Seguía sin encontrar rivales sobresalientes en aquellas aguas- Si quieres podemos ir juntos a buscar a los marines e informarles. ¡Después podemos pagar una merecida comida! ¿Qué te parece el plan?

Y, sin siquiera esperar su respuesta, empezó a caminar con calma por la nieve, dejando un pequeño surco a través de la misma. Más tarde, una vez hubieran concluido con aquello y tras llenar sus estómagos, le tocaría volver al bosque para recoger el campamento. De todos modos, quería llegar a algún sitio donde poder cambiarse o, al menos, poner a secar su ropa. A ese paso pillaría un buen...

- ¡Aaaaaachús!

Resfriado.

Agni se mantuvo expectante mientras su nuevo compañero le amputaba las extremidades al criminal que había matado. Por unos instantes dibujó una mueca en su rostro, quizá porque no se lo esperaba, quizá porque no estaba de acuerdo con aquello. Después de todo, siempre había sido educado como alguien que debe respetar a su oponente, incluso en la muerte. Aquella visión le chocaba un poco, pero era bien sabido que no todos los cazadores eran tan reacios a matar o a ensañarse como lo era él. Supuso que, simplemente, debía tomárselo como que tenían estilos diferentes. Después de todo, no estaba haciendo nada ilegal. "Vivo o muerto" recitaban los carteles, pero nada dictaminaba cómo debían llegar. «Será más fácil cargarlo así, al menos», se dijo a sí mismo, borrando aquella expresión y volviendo a mirar a Tahiko con curiosidad.

- Y que lo digas -comenzó, tratando de obviar la grotesca escena-. Llevo demasiados días sin comer algo decente... En parte debido a la escasez de fondos.

Se rió con cierto nerviosismo. La verdad es que le avergonzaba reconocerlo, pero casi siempre iba por ahí con los bolsillos vacíos. Quizá, si se tomase un poco más en serio su trabajo, podría ponerle remedio. De todos modos, tampoco era algo que le interesase especialmente. Para él, el reconocimiento y la oportunidad de afrontar grandes desafíos y rivales era algo bastante más importante.
Absorto en aquellos pensamientos, cuando el contrario le arrojó la capa le pilló completamente desprevenido, casi haciéndole perder el equilibrio por unos instantes. Era enorme y pesaba un poco, algo lógico teniendo en cuenta la diferencia que había entre sus estaturas. Por otro lado, resultaba bastante cálida. Hacerse con alguna similar más adecuada para su tamaño quizá fuera una buena idea, especialmente cuando iba a obtener algo de dinero gracias a la captura. Se la ajustó como buenamente pudo sin soltar al criminal y prosiguió el camino, mucho más cómodo.

- No creo que yo sea su vendaje. Aunque, desde luego, soy algo más gentil capturándoles que tú -respondió ante su broma-. N-no es que tenga algo en contra, son criminales y todos tenemos nuestro estilo, supongo... ¡No quiero ofenderte! -se apresuró a aclarar. No quería enemistarse con él, y menos de haber descubierto que, en el fondo, era alguien amable y colaborador pese a esa fachada de tipo duro y sanguinario- Supongo que... Simplemente soy un "puño" famoso.

Se encogió de hombros tras esto, fijando su mirada en el horizonte. Las luces del pueblo comenzaban a verse entre las ramas de los árboles, y no tardaron demasiado en divisar la bandera del gobierno mundial. Era todo un alivio, ya se estaba viendo cargando con aquellas sabandijas a lo largo de toda la isla hasta dar con la Marina. Por su parte no habría mucho problema, pero quizá el hecho de ir cargando con un cadáver cercenado no fuera lo más apropiado si querían encontrar algún sitio donde comer.

Pocos minutos después se presentaron ante las puertas del cuartel, adentrándose en el mismo. Agni se adelantó para avisar al oficial encargado de los pagos por las recompensas. El pobre hombre, que parecía ya algo entrado en años, entraba en calor gracias a una serie de mantas que llevaba enrolladas alrededor del cuerpo. Casi no parecía un marine visto así, pues su uniforme se ocultaba bajo aquellas innumerables capas de abrigo. Entre suspiros perezosos y algún que otro rascamiento de culo, revisó los carteles hasta dar con los de aquellos bribones. Algunos de los marines se mantenían alerta. Al parecer, Tahiko les daba algo de impresión... «Quizá deberías haber tapado el cuerpo un poco. Es un tanto chocante» decía el castaño en su mente, mirando a su compañero y riendo con nerviosismo por la reacción de los soldados.
Tras un rato y realizar algunos trámites, les entregaron a cada uno la recompensa correspondiente. Parecían ser dos tipos que habían estado dando problemas en las islas cercanas y que, probablemente, habían establecido su base de operaciones en aquella isla. Debido al clima y al abrupto terreno, las expediciones de los marines para dar con ellos habían sido todas un fracaso, así que les habían quitado un buen peso de encima.

- ¡Bien! -dijo Agni finalmente, ya fuera del cuartel- Busquemos ahora un sitio donde llenar nuestros estómagos. El mío parece estar a punto de devorarse a sí mismo...

Agni se encogió de hombros ante el comentario de su compañero. En parte tenía razón pero, por otro lado, sabía bien que no todo el mundo podía mantenerse impasible ante la visión que les había brindado el pelinaranja. Por mucho que fueran marines, más allá de eso seguían siendo personas. Incluso a él le costaba un poco mantener la entereza, motivo por el cual trató de fijarse lo menos posible en lo que quedaba del criminal.

- No todo el mundo tiene el mismo aguante, supongo -respondió tranquilamente mientras caminaban, buscando con la mirada algún sitio donde poder invertir las ganancias en llenar sus hambrientas tripas-. Diría que ver a un hombre desmembrado no es la visión más agradable que uno puede tener, especialmente con el estómago vacío. Sean criminales o no, hay cosas que es preferible no ver.

El castaño a veces resultaba realmente sincero, aunque tras lo hablado con el cazador supuso que esto no le traería problemas. Al menos, no con él. De todos modos, si se diera el caso, al menos tendría la posibilidad de comparar sus habilidades con las del devastador. Era bastante probable que corriera la misma suerte que el conguito rojo que habían entregado en el cuartel, aunque tal vez pudiera compensar la diferencia de fuerza con una mayor agilidad o velocidad. «A lo mejor podría medirme con él en un entrenamiento algún día». Esbozó una leve sonrisa y negó lentamente, borrando esa idea de su mente por el momento.
Había un buen número de establecimientos donde entrar en calor, especialmente cafeterías, aunque en su mayoría parecían contar con un aforo casi completo. No era de extrañar, hacía demasiado frío como para deambular por la calle. Coincidiendo con la hora del almuerzo, no parecía mala idea reconfortar al cuerpo y al estómago con el calor de una chimenea y la calidez de un buen tazón de sopa.

Finalmente, tras explorar un poco el pueblo, dieron con un local de nombre extraño y mobiliario aún más estrafalario, si cabe. En cuanto se adentraron en el mismo, el olor a comida y el griterío de los comensales fue lo primero que percibió. Tras sentir que su estómago volvía a rugir con desesperación, Agni siguió a su acompañante hasta la barra y se sentó sobre uno de los taburetes sin mayores complicaciones, cruzando los brazos sobre la madera y observando al extraño dependiente.

- Por mi parte... Otro tazón de arroz con pollo y sopa, aunque de postre preferiré unos pasteles de nata, si es que tienen -se apresuró a pedir, ante lo que el enorme cocodrilo asintió, marchándose para dar la comanda en cocina.

El cazador había comenzado a salivar un poco, en parte por pensar en los platos que acababan de pedir, pero especialmente por el olor que llegaba desde la cocina. Frituras, estofados, bollería... Podía identificar los distintos olores como si tuviera la comida ante sus ojos. Impaciente, se inclinó sobre la barra, aún con los brazos cruzados. Volvió a su posición anterior cuando el pelinaranja hizo su oferta.

- ¿Trabajar juntos? -preguntó de forma retórica, observando al grandullón de lado- Para ser sincero... Me gusta trabajar solo. No había pensado en formar ningún equipo de momento... -el chico se encogió de hombros. Sabía la importancia que tenían en el mundo los gremios de cazadores, pero no se sentía preparado por el momento como para participar en uno. Viajar solo y cazar por su cuenta era algo que le agradaba. Además, le era de ayuda para seguir fortaleciéndose- Comprendo, de todos modos, que tener aliados en estos tiempos es importante. Pocas personas llegan a prosperar avanzando por su cuenta. Supongo que no pondría pegas a que viajaras junto a mí... Pero, de momento, diría que formar un equipo, un "gremio", son palabras mayores. Voy por libre, y sería egoísta pedirte que vayas donde yo quiera sin prometerte mucho más.

La expresión de Agni pasó de la modestia y la amabilidad a la más absoluta incredulidad. El cazador acababa de acoplarse a sus planes de una forma tan impredecible que le pilló completamente por sorpresa. De hecho, se quedó en blanco durante unos instantes, no sabiendo cómo reaccionar en esa situación. Encima había hecho que pareciera que fuese él quien estuviera interesado en tenerle a su lado en los viajes venideros. Quizá debiera haberse cabreado... Pero lo cierto es que todo lo que salió del chico fue una sonora carcajada.

─ Bueno, supongo que no me va a quedar más remedio, ¿no? -preguntó con cierto deje sarcástico, acompañando la frase de una leve sonrisa.

Su acompañante continuó hablando y él, mientras tanto, comenzó a comer de su tazón. Era la comida más decente que había saboreado en semanas, aunque también era cierto que llevaba demasiado tiempo vagabundeando. La vida del cazador de recompensas no estaba bien pagada, al menos no tras tan poco tiempo y mucho menos en ese mar. En serio, ¿cómo podían poseer criminales tan enclenques? El Nuevo Mundo era un lugar infinitamente más peligroso que el mar del Norte, no solo por sus criminales, que también, sino porque incluso navegar por sus aguas era una auténtica odisea. La calidez de la comida recién hecha pronto llenó su estómago y su paladar, saciando el hambre que tanto le había estado azotando durante las últimas horas. Una vez concluyó con el arroz y el pollo, cosa que no le llevó mucho tiempo, decidió asaltar los pasteles de nata.

─ Supongo que está decidido entonces. Seremos compañeros, aunque yo decidiré nuestro rumbo. Ese es el trato -inquirió, queriendo dejar clara su postura. No esperaba convertirse en su jefe, ni mucho menos, aquello no le interesaba. Sin embargo, no pensaba desviarse de sus objetivos por ir junto a otra persona. Quiso dejarlo claro.

Pocos segundos después de concluir con la aclaración, la puerta del local se abrió y unos cuantos hombres armados la atravesaron. Por un instante el castaño se sintió más vivo que nunca, pensando que serían delincuentes dispuestos a atracar la taberna. Por desgracia para él, no se trataba de nada más y nada menos que un noble y su guardia personal, o eso explicó el enorme cocodrilo que era el tabernero. Hizo una mueca, decepcionado, y volvió a centrar su atención en la comida.

─ ¿Por qué debería tenerlo? -le preguntó al pelinaranja, mirándole con un pedazo de comida en la boca. Tras tomarse unos segundos para tragar, prosiguió- La nobleza me da bastante igual. Hay cosas con las que no estoy de acuerdo, pero no es asunto mío. Mientras no se conviertan en una molestia para mí, simplemente los ignoraré.
No son mi objetivo... Esa gente no tiende a ser fuerte.

Dicho esto se encogió de hombros y continuó con la comida. Pasaron unas cuantas horas allí, terminando de comer y bebiendo un poco para celebrar la exitosa cacería y su encuentro. Finalmente, el astro rey comenzó a ocultarse en el horizonte, dando paso a la noche. Decidieron que se marcharían de allí a la mañana siguiente y que buscarían algún sitio donde hospedarse hasta entonces. Parecía que sería el inicio de una amistad tan extraña como interesante. Tan solo el tiempo diría cómo se desarrollaría aquella estrafalaria relación.

─ A todo esto... ¿Tienes barco?