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El traslado había sido bastante corto, pero el rubio ya se hallaba al fin en la enfermería del cuartel. Demasiado tiempo pasaba metido en ellas. Había terminado otra de sus misiones y ahora le tocaba revisión en aquel cuartel. Entró a la sala médica con todo su arsenal, siendo este aquella armadura completa y el yelmo. Lentamente fue quitándose cosas despacio y dejándolas a un lado. Cuando estuvo tan solo con su chaqueta negra y el pantalón, se tumbó en la camilla bocarriba. Ahora tan solo faltaba que empezara el tratamiento. En su brazo portaba un brazalete color ocre que parecía estar calmado y es que Sirius era muy reservado. Los azulados ojos del chico se cerraron despacio y después escuchó el sonido de la puerta abrirse. El doctor de siempre, aquel peliblanco de piel morena y ojos dorados. Caminó hasta él y se sentó en la silla de al lado.
- Vamos allá, Xemnas. Abre el ojo derecho lo que puedas.
Dijo el hombre de forma agradable. El rubio asintió y cerró su ojo izquierdo, abriendo el otro todo lo posible. Aquel tipo lo miró de cerca y tras unas leves linternas, unas fotos y unas leves caricias en el parpado terminó. Apuntó algunas cosas en una libreta y después de aquello empezó a hacerle un pequeño análisis en la garganta. Esperaba no encontrar nada peor o algún método para lo de su vista, tal vez un cristal especial que mejorase su visión en ese ojo, pero la cosa estaba complicada. Aquel hombre entonces le dedicó una sonrisa al rubio y se colocó en pie. Miró a su paciente y tras toser un poco le indicó con la mano que no se levantase de la camilla.
- Enseguida viene alguien a verte, parece que ha terminado sus deberes hace poco. Mantente quieto ahí, por favor. – Dijo aquel doctor saliendo de la sala.
Xemnas estaba un poco confuso, pero asintió con la cabeza y simplemente se quedó tumbado. Tal vez se trataba de algún miembro de su banda, aunque él deseaba que fuese otra persona. Soltó un pequeño suspiro y trasteó por el cajón de al lado hasta encontrar algo que le gustó bastante. Parecía una flauta de acero. Mostró una sonrisa animada y entonces empezó a soplar despacio, probándola para ver si funcionaba. Se sorprendió al ver que sí. Sirius entonces soltó un elevado suspiro.
- No sé qué diablos hacemos aquí, me gustaría visitar algún clima ardiente. Hace mucho que no voy a Arabasta, podrías llevarme. – Xemnas sonrió de forma amigable y acarició el brazalete con su mano y asintiendo con la cabeza, pero continuó probando la flauta despacio, aunque sin tocar nada en particular.
Tal vez debía aprenderse una sintonía melancólica para disculparse ante Misa por haber perdido la voz, aunque empezaba a pensar que le había pasado algo. No había narices a encontrarla y se le daba muy mal explicarse con un papel. Chasqueó la lengua algo molesto consigo mismo y esperaba que ella no le odiase al ver que no podía hablar.
- Vamos allá, Xemnas. Abre el ojo derecho lo que puedas.
Dijo el hombre de forma agradable. El rubio asintió y cerró su ojo izquierdo, abriendo el otro todo lo posible. Aquel tipo lo miró de cerca y tras unas leves linternas, unas fotos y unas leves caricias en el parpado terminó. Apuntó algunas cosas en una libreta y después de aquello empezó a hacerle un pequeño análisis en la garganta. Esperaba no encontrar nada peor o algún método para lo de su vista, tal vez un cristal especial que mejorase su visión en ese ojo, pero la cosa estaba complicada. Aquel hombre entonces le dedicó una sonrisa al rubio y se colocó en pie. Miró a su paciente y tras toser un poco le indicó con la mano que no se levantase de la camilla.
- Enseguida viene alguien a verte, parece que ha terminado sus deberes hace poco. Mantente quieto ahí, por favor. – Dijo aquel doctor saliendo de la sala.
Xemnas estaba un poco confuso, pero asintió con la cabeza y simplemente se quedó tumbado. Tal vez se trataba de algún miembro de su banda, aunque él deseaba que fuese otra persona. Soltó un pequeño suspiro y trasteó por el cajón de al lado hasta encontrar algo que le gustó bastante. Parecía una flauta de acero. Mostró una sonrisa animada y entonces empezó a soplar despacio, probándola para ver si funcionaba. Se sorprendió al ver que sí. Sirius entonces soltó un elevado suspiro.
- No sé qué diablos hacemos aquí, me gustaría visitar algún clima ardiente. Hace mucho que no voy a Arabasta, podrías llevarme. – Xemnas sonrió de forma amigable y acarició el brazalete con su mano y asintiendo con la cabeza, pero continuó probando la flauta despacio, aunque sin tocar nada en particular.
Tal vez debía aprenderse una sintonía melancólica para disculparse ante Misa por haber perdido la voz, aunque empezaba a pensar que le había pasado algo. No había narices a encontrarla y se le daba muy mal explicarse con un papel. Chasqueó la lengua algo molesto consigo mismo y esperaba que ella no le odiase al ver que no podía hablar.
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Misa estaba roncando como una osa. Otra noche más en vela, otra noche más haciendo el estúpido papeleo. ¿Acaso nunca iba a terminar? El día anterior se había dormido sobre las siete de la mañana. Estaba en lo que era la oficina… De momento, suya. Estaba decorada a su estilo y, sobre el escritorio, había una foto de ella junto con Xemnas. Desde que se había trasladado al Cuartel y hacer todo lo que tuvo que hacer, todo había sido oleadas de papeleo interminable. Estaba tan dormida, que ni siquiera sintió cuando alguien abrió la puerta. Sintió un ligero toque en su cabeza y, lentamente, empezó a abrir sus ojos. Vio a un joven recluta y, para su mala suerte, solo traía más papeles que debía firmar, leer y esas cosas.
– ¿Es que acaso nadie más puede hacerlo? – Dijo mientras bostezaba y se estiró. Se acomodó las gafas que usaba solo para que su vista no se cansara de más.
– No tiene por qué hacerlo ahora. Además, hay alguien en la enfermería y el doctor me dijo que fuera usted.
El recluta dejó los papeles sobre el escritorio mientras Misa lo miraba confuso. ¿Por qué ella? ¿Por qué le daban todas las responsabilidades a ella? No era justo. No tenía ningún minuto para ella. Su vida, los últimos meses, solo se transformó en: ayudar en entrenamientos, papeleo, no dormir lo suficiente, estar al tanto de las noticias del North Blue, organizar tropas y más papeleo. Suspiró con pesadez y se levantó.
– Se los he dicho a todos, no me gustan que me traten de usted. Me hacen sentir vieja – le dio un suave golpe al recluta y empezó a caminar. – Si alguien me necesita, que solo sea por cosas urgentes. Que sé yo, un ataque pirata o que se está acabando el mundo. – Bromeó y luego salió.
Por el camino se terminó de despertar. Había guardado sus gafas en su gabardina y también se había ordenado su cabello con una simple, pero bien elegante, coleta alta. Vestía con una camiseta y unos pantalones cortos. El camino a la enfermería fue bastante tranquilo y el ambiente, en ese cuartel en especial, lo era. Suspiró con calma y vio al doctor. Le dedicó una suave sonrisa y algo le decía que se traía algo entre manos, quizás esa mirada cómplice o esa sonrisa extraña o el brillo de sus ojos. No le dio importancia y se fue mentalizando para lo que venía. Abrió la puerta con cuidado, por si el paciente estaba durmiendo, y entró con delicadeza.
– Xemnas… – susurró. Sus ojos no tardaron en ponerse vidriosos al verlo. Sabía lo que le había pasado. Su informe médico no tardó en llegar a sus manos y ya tenía algunas ideas en mente para hacer que volviera a hablar. Recorrió la poca distancia con dos simples pasos y, sin dejarle tiempo a reaccionar, le dio un beso. Apasionado, con fuego y con todo el amor que le tenía. Le dio un gran abrazo y luego se separó. – Eres un idiota…. Un verdadero idiota. – Le dijo entre lágrimas, pero estaba feliz… Luego de dos largos años, al fin se habían reencontrado. Al fin.
– ¿Es que acaso nadie más puede hacerlo? – Dijo mientras bostezaba y se estiró. Se acomodó las gafas que usaba solo para que su vista no se cansara de más.
– No tiene por qué hacerlo ahora. Además, hay alguien en la enfermería y el doctor me dijo que fuera usted.
El recluta dejó los papeles sobre el escritorio mientras Misa lo miraba confuso. ¿Por qué ella? ¿Por qué le daban todas las responsabilidades a ella? No era justo. No tenía ningún minuto para ella. Su vida, los últimos meses, solo se transformó en: ayudar en entrenamientos, papeleo, no dormir lo suficiente, estar al tanto de las noticias del North Blue, organizar tropas y más papeleo. Suspiró con pesadez y se levantó.
– Se los he dicho a todos, no me gustan que me traten de usted. Me hacen sentir vieja – le dio un suave golpe al recluta y empezó a caminar. – Si alguien me necesita, que solo sea por cosas urgentes. Que sé yo, un ataque pirata o que se está acabando el mundo. – Bromeó y luego salió.
Por el camino se terminó de despertar. Había guardado sus gafas en su gabardina y también se había ordenado su cabello con una simple, pero bien elegante, coleta alta. Vestía con una camiseta y unos pantalones cortos. El camino a la enfermería fue bastante tranquilo y el ambiente, en ese cuartel en especial, lo era. Suspiró con calma y vio al doctor. Le dedicó una suave sonrisa y algo le decía que se traía algo entre manos, quizás esa mirada cómplice o esa sonrisa extraña o el brillo de sus ojos. No le dio importancia y se fue mentalizando para lo que venía. Abrió la puerta con cuidado, por si el paciente estaba durmiendo, y entró con delicadeza.
– Xemnas… – susurró. Sus ojos no tardaron en ponerse vidriosos al verlo. Sabía lo que le había pasado. Su informe médico no tardó en llegar a sus manos y ya tenía algunas ideas en mente para hacer que volviera a hablar. Recorrió la poca distancia con dos simples pasos y, sin dejarle tiempo a reaccionar, le dio un beso. Apasionado, con fuego y con todo el amor que le tenía. Le dio un gran abrazo y luego se separó. – Eres un idiota…. Un verdadero idiota. – Le dijo entre lágrimas, pero estaba feliz… Luego de dos largos años, al fin se habían reencontrado. Al fin.
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Sin duda el pájaro deseaba irse a una isla de calor y él lo iba a llevar para que se divirtiese volando por su clima. Xemnas no era un opresor y tenía a Sirius como si fuese un compañero más. Mostró una expresión calmada tocando su flauta un poco más y después de unos momentos fue cuando tragó saliva. Notó aquella aura acercarse y por ello abrió los ojos como platos. No podía creérselo para nada. Miró entonces a la puerta con el ceño fruncido y cuando se abrió no pudo evitar abrir la boca de forma exagerada. Se trataba de Misa. El marine no podía creérselo y de hecho, deseaba que aquello fuese verdad. Lo primero que hizo fue verla ir a por él a toda velocidad. Dejó la flauta a un lado y se preparó para recibirla.
La tomó entre sus brazos como si fuera lo más valioso del mundo y la besó con el mismo fuego que ella lo hizo con él, se notaba mucho más serio que antes en aquel tema. Era su mujer y eso iba a ser hasta el final de sus días. Acarició sus cabellos con ternura y se pegó a ella mientras sonreía contra su boca. Estaba muy feliz de verla de una maldita vez. El pobre Sirius al ver aquello empezó a flipar, de hecho, se cayó de repente. Se habría ido a dormir para no quedar traumado. No había pájaros hembra que aguantasen su poderoso miembro de pájaro mitológico. Xemnas escuchó las palabras de ella y no pudo evitar sentirse un poco mal, pero ahora estaba feliz. Separó sus labios de ella y la miró con ilusión y su típica sonrisa, además de su boca abierta.
- “Qué hermosa es…” – Pensó mirando sus lindos ojos color café.
El marine no podía dejar de sonreír y lo siguiente que hizo fue abrazarla de nuevo con fuerza y empezar a darle besos en la mejilla, en la cabeza, en la frente, en todas partes. La abrazaba con posesividad y tomó incluso su mano despacio. No sabía si ella sabría de su problema y entonces la miró algo apenado. Se señaló la garganta con la mano y después sacó la lengua en señal de disculpa. Estaba clarísimo que Jin le había jodido parte de su vida con aquello. Maldita sargento Kaoru, todo fue culpa de ella. Shirosai fue un verdadero idiota al no comprobar el historial de dicha mujer, Kaoru Daiki, tenía cojones la cosa. Soltó un pequeño suspiro y continuó mirando a su amada ilusionado.
La tomó entre sus brazos como si fuera lo más valioso del mundo y la besó con el mismo fuego que ella lo hizo con él, se notaba mucho más serio que antes en aquel tema. Era su mujer y eso iba a ser hasta el final de sus días. Acarició sus cabellos con ternura y se pegó a ella mientras sonreía contra su boca. Estaba muy feliz de verla de una maldita vez. El pobre Sirius al ver aquello empezó a flipar, de hecho, se cayó de repente. Se habría ido a dormir para no quedar traumado. No había pájaros hembra que aguantasen su poderoso miembro de pájaro mitológico. Xemnas escuchó las palabras de ella y no pudo evitar sentirse un poco mal, pero ahora estaba feliz. Separó sus labios de ella y la miró con ilusión y su típica sonrisa, además de su boca abierta.
- “Qué hermosa es…” – Pensó mirando sus lindos ojos color café.
El marine no podía dejar de sonreír y lo siguiente que hizo fue abrazarla de nuevo con fuerza y empezar a darle besos en la mejilla, en la cabeza, en la frente, en todas partes. La abrazaba con posesividad y tomó incluso su mano despacio. No sabía si ella sabría de su problema y entonces la miró algo apenado. Se señaló la garganta con la mano y después sacó la lengua en señal de disculpa. Estaba clarísimo que Jin le había jodido parte de su vida con aquello. Maldita sargento Kaoru, todo fue culpa de ella. Shirosai fue un verdadero idiota al no comprobar el historial de dicha mujer, Kaoru Daiki, tenía cojones la cosa. Soltó un pequeño suspiro y continuó mirando a su amada ilusionado.
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No quería separarse de él nunca más. Lo había pasado fatal sin él a su lado, quería contarle muchas cosas, pero no encontraba que fuera el momento. Tampoco es que fuera su prioridad. Xemnas no tardó en abrazarla… En mucho tiempo, se sintió protegida y acogida. Jugó con sus cabellos mientras sentía los besos en su rostro. Estaba demasiado feliz, como nunca lo había sido en estos dos años. Se quedó callada unos minutos, mirándolo fijamente a sus ojos. Lo notaba un poco cambiado, un poco más maduro… Pero, en el fondo, era el mismo vicealmirante del cual se había enamorado de pies a cabeza. Se separó de él y se sentó a su lado. Suspiró de forma ligera, más que nada para calmar su corazón y también se secó las lágrimas. No había motivo para desperdiciarlas, no ahora.
De forma casi… Normal, esperó que él hablara, que todo lo que decía ese informe era una estúpida mentira o algo, pero no lo hizo. Agachó su cabeza unos minutos, ese insecto de Jin… Negó con la cabeza, no era el momento de pensar en eso. Había estado pensando en varias formas para que él hablara. Desde implantes de cuerdas vocales o algún aparato que reprodujera sus palabras. Estaba segura que más de un médico se lo habría comentado, pero nadie lo conocía mejor que ella. No existía nadie en este mundo que lo hiciera. Se levantó y se sentó en una silla.
– Hay mucho de que hablar, pero hay cosas más importantes – le empezó a decir mientras le mostraba su mano. En su dedo anular, llevaba el anillo de plata que había recibido hace un tiempo. Sabía que él entendería el significado de eso. – Sé lo que te ha pasado en tu batalla contra ese infeliz – su tono era bastante serio. No podía tomarse algo como eso a la ligera. – Sé que perdiste tu voz, que te perforó un pulmón, todo… El informe médico no tardó en llegarme – le agarró las manos con las suyas. – Sé que casi moriste y que te salvó Al, pero… Yo puedo hacer que vuelvas a hablar, que recuperes tu voz. No debe existir nadie más apta que yo para hacerlo, no… Solo yo puedo hacerlo. – Puntualizó. Dejó a un lado de él una pizarra blanca junto con un plumón, de momento, era la única forma de poder comunicarse entre ellos.
– No dejes que tu orgullo me impida ayudarte. No de nuevo… No hay razón como para que te niegues y seré muy insistente en este tema. Sin tu voz no podrás hacer bien tu trabajo y, lentamente, te irás sintiendo aislado – le dolía tener que hablarle en ese tono, pero tenía que ser de ese modo. Si algo había entendido tras dos años, es que no podía permitirse tratar todo con dulzura. Ella también había cambiado. – También sé que no ves bien de uno de tus ojos y también puedo solucionarlo. Solo necesito que me permitas hacerlo. Tengo todo planeado, todo calculado y no es algo difícil… No con mis habilidades actuales – tomó una ligera pausa. – ¿Qué respondes, Xemnas? – Finalizó.
Si se negaba que en el fondo no quitaba esa posibilidad, solo quedaría seguir insistiendo. No había ninguna razón válida como para querer ser mudo, menos conociendo lo que ella podía hacer. Además, sabía que Al la apoyaría en esto. Sus ojos no se separaban de los suyos y esperó pacientemente la respuesta suya. ¿Por qué querría negarse? No tenía sentido, ninguno. Ninguna lógica tras ello. Incluso alguien ciego puede tener oportunidades en un mundo donde existe el kenbunshoku, pero un marine no podía no tener voz y menos un rango tan alto como el suyo.
De forma casi… Normal, esperó que él hablara, que todo lo que decía ese informe era una estúpida mentira o algo, pero no lo hizo. Agachó su cabeza unos minutos, ese insecto de Jin… Negó con la cabeza, no era el momento de pensar en eso. Había estado pensando en varias formas para que él hablara. Desde implantes de cuerdas vocales o algún aparato que reprodujera sus palabras. Estaba segura que más de un médico se lo habría comentado, pero nadie lo conocía mejor que ella. No existía nadie en este mundo que lo hiciera. Se levantó y se sentó en una silla.
– Hay mucho de que hablar, pero hay cosas más importantes – le empezó a decir mientras le mostraba su mano. En su dedo anular, llevaba el anillo de plata que había recibido hace un tiempo. Sabía que él entendería el significado de eso. – Sé lo que te ha pasado en tu batalla contra ese infeliz – su tono era bastante serio. No podía tomarse algo como eso a la ligera. – Sé que perdiste tu voz, que te perforó un pulmón, todo… El informe médico no tardó en llegarme – le agarró las manos con las suyas. – Sé que casi moriste y que te salvó Al, pero… Yo puedo hacer que vuelvas a hablar, que recuperes tu voz. No debe existir nadie más apta que yo para hacerlo, no… Solo yo puedo hacerlo. – Puntualizó. Dejó a un lado de él una pizarra blanca junto con un plumón, de momento, era la única forma de poder comunicarse entre ellos.
– No dejes que tu orgullo me impida ayudarte. No de nuevo… No hay razón como para que te niegues y seré muy insistente en este tema. Sin tu voz no podrás hacer bien tu trabajo y, lentamente, te irás sintiendo aislado – le dolía tener que hablarle en ese tono, pero tenía que ser de ese modo. Si algo había entendido tras dos años, es que no podía permitirse tratar todo con dulzura. Ella también había cambiado. – También sé que no ves bien de uno de tus ojos y también puedo solucionarlo. Solo necesito que me permitas hacerlo. Tengo todo planeado, todo calculado y no es algo difícil… No con mis habilidades actuales – tomó una ligera pausa. – ¿Qué respondes, Xemnas? – Finalizó.
Si se negaba que en el fondo no quitaba esa posibilidad, solo quedaría seguir insistiendo. No había ninguna razón válida como para querer ser mudo, menos conociendo lo que ella podía hacer. Además, sabía que Al la apoyaría en esto. Sus ojos no se separaban de los suyos y esperó pacientemente la respuesta suya. ¿Por qué querría negarse? No tenía sentido, ninguno. Ninguna lógica tras ello. Incluso alguien ciego puede tener oportunidades en un mundo donde existe el kenbunshoku, pero un marine no podía no tener voz y menos un rango tan alto como el suyo.
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Misa parecía saber todo lo que le había ocurrido a Xemnas y eso hizo que el chico agachase entonces la cabeza. Sabía bien lo que le había pasado y que de no ser por Al, habría perdido la vida en aquella isla a manos de aquel asesino. Soltó un pequeño suspiro y entonces cerró los ojos despacio. No tenía excusas para hacer nada, no quería protestarle ni por papel, por lo que retiró entonces lo que ella le había dado. Escribiendo parecería un poco tonto y eso ya no le gustaba. Prefería comunicarse con ella con simples miradas o asintiendo cosas. Se notaba bastante apenado de hecho. No pudo evitar apretar los puños debido a la rabia, pero ante todo sin querer preocupar a la chica que tenía delante, la cual era su amor.
Cuando vio que ella portaba el anillo mostró una sonrisa feliz y tomó su mano mirándola con ilusión. Se notaba que estaba bastante contento después de haber visto aquello. Ella entonces dijo lo de sus cuerdas vocales y su vista para que pudiese hablar. Él entonces tragó un poco de saliva y apartó la mirada despacio. El rubio entonces miró el brazalete y de forma inocente le dio un par de toquecitos. Sirius soltó un suspiro sin gana alguna de hablar, pero al ver la expresión del rubio no pudo evitar comenzar. Se sentía la voz del marine desde que estaba a su cargo y él no le desagradaba tanto como Al.
- Lo siento, señorita. Me temo que el mejor médico de toda la marina está siguiendo el examen curativo de Xemnas. Ni siquiera él da con la solución. La droga que Kaoru Daiki introdujo en su organismo ha dado muy mala reacción y ha dañado varios órganos y zonas de su cuerpo. Por el momento no puede volver a hablar y no hay indicios de lo de su vista. También ha salido que le afectará al corazón, me temo que no puede hacer nada. Yo soy su voz. – Dicho aquello, el pájaro simplemente se cayó, vamos que el brazalete continuó estando allí, pero sin hablar.
Xemnas entonces le dedicó una sonrisa dulce a ella y después colocó la mano derecha en su mejilla, acariciándola despacio. Parecía que le daba un poco igual el no dar órdenes, pues siempre dejaba a Sirius hablar por él. Entonces la tumbó a ella en la cama y la miró con alegría dándole besos en la mejilla, estaba demasiado feliz. Cerró los ojos queriendo decirle algo, pero cayó en la cuenta de que no pudo y se rascó la nuca. La abrazó con cariño uniendo su nariz a la suya y frotándola como un crío. Entonces él sacó su propio anillo de plata y se lo puso, le sonrió de nuevo e inclinó la cabeza hacia ella. Quería darle a entender que ella siempre sería su reina. La amaba demasiado.
Cuando vio que ella portaba el anillo mostró una sonrisa feliz y tomó su mano mirándola con ilusión. Se notaba que estaba bastante contento después de haber visto aquello. Ella entonces dijo lo de sus cuerdas vocales y su vista para que pudiese hablar. Él entonces tragó un poco de saliva y apartó la mirada despacio. El rubio entonces miró el brazalete y de forma inocente le dio un par de toquecitos. Sirius soltó un suspiro sin gana alguna de hablar, pero al ver la expresión del rubio no pudo evitar comenzar. Se sentía la voz del marine desde que estaba a su cargo y él no le desagradaba tanto como Al.
- Lo siento, señorita. Me temo que el mejor médico de toda la marina está siguiendo el examen curativo de Xemnas. Ni siquiera él da con la solución. La droga que Kaoru Daiki introdujo en su organismo ha dado muy mala reacción y ha dañado varios órganos y zonas de su cuerpo. Por el momento no puede volver a hablar y no hay indicios de lo de su vista. También ha salido que le afectará al corazón, me temo que no puede hacer nada. Yo soy su voz. – Dicho aquello, el pájaro simplemente se cayó, vamos que el brazalete continuó estando allí, pero sin hablar.
Xemnas entonces le dedicó una sonrisa dulce a ella y después colocó la mano derecha en su mejilla, acariciándola despacio. Parecía que le daba un poco igual el no dar órdenes, pues siempre dejaba a Sirius hablar por él. Entonces la tumbó a ella en la cama y la miró con alegría dándole besos en la mejilla, estaba demasiado feliz. Cerró los ojos queriendo decirle algo, pero cayó en la cuenta de que no pudo y se rascó la nuca. La abrazó con cariño uniendo su nariz a la suya y frotándola como un crío. Entonces él sacó su propio anillo de plata y se lo puso, le sonrió de nuevo e inclinó la cabeza hacia ella. Quería darle a entender que ella siempre sería su reina. La amaba demasiado.
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Chasqueó con la lengua. ¿En serio no había cura? ¿Tan difícil era? Estaba enojada, no con Xemnas, era imposible enfadarse con él, después de todo, ella hubiera hecho lo mismo si Jin hubiera jugado con alguno de sus amigos. ¿Qué más podía hacer? Suspiró y luego se acomodó un poco en el vicealmirante. Había visto el anillo de plata en su dedo y eso la puso feliz. Se quedó en silencio, sin decir ninguna palabra. Ahora se tendrían que comunicar mediante ese brazalete que a saber de dónde había sacado. No le gustaba esa idea, ¿razón? No era lo mismo o no lo sentiría igual. Aunque bueno, solo sería cosa de que se acostumbrara. Lo vio inclinar la cabeza y ella solo le sonrió. Negó con la cabeza y le levantó la cabeza, aprovechó y le dio un dulce beso en sus labios.
– Antes de irme, me encontré con Al – le dijo con calma. – Quiero saber… ¿Cómo fue que el imbécil de Shirosai te dejó ir? – se volvió a levantar y le hizo una seña. – Vamos a caminar. No quiero estar encerrada. Quiero estirar mis piernas, vamos. Te hará bien a ti también. – Sabía que el médico de antes había hecho todo lo que debía hacer. Además, ella podía cuidarlo demasiado bien.
Se estiró, de pie y escuchó como es que los huesos de su columna se acomodaban. Dormir en una silla era horrible y algo totalmente innecesario. Necesitaba una compañera o compañero que la ayudara a hacer todo el papeleo. Suspiró con pesadez y le estiró la mano a Xemnas. Un rato con él la haría llenarse de energía y, por qué no, distraerse de todo lo que le estaba pasando. Si él aceptaba, ya que no lo pensaba obligar a nada, lo guiaría por el cuartel. Aunque bien sabía que lo conocía bastante mejor que ella. Si no aceptaba, solo se quedaría con él en esa enfermería. No es que le molestaba, pero había un lugar que él quería que viera. Si aceptaba, lo llevaría a la tumba de Noriko.
– Por cierto, ¿tú nuevo amigo tiene nombre o solo será tú voz de ahora en adelante? – le dijo con una sonrisa. – Como ya sabes, soy Misa. La futura esposa de Xemnas. Un gusto en conocerte. – Sus ojos no se separaron de los del vicealmirante. Un ligero rubor apareció en su rostro.
– Antes de irme, me encontré con Al – le dijo con calma. – Quiero saber… ¿Cómo fue que el imbécil de Shirosai te dejó ir? – se volvió a levantar y le hizo una seña. – Vamos a caminar. No quiero estar encerrada. Quiero estirar mis piernas, vamos. Te hará bien a ti también. – Sabía que el médico de antes había hecho todo lo que debía hacer. Además, ella podía cuidarlo demasiado bien.
Se estiró, de pie y escuchó como es que los huesos de su columna se acomodaban. Dormir en una silla era horrible y algo totalmente innecesario. Necesitaba una compañera o compañero que la ayudara a hacer todo el papeleo. Suspiró con pesadez y le estiró la mano a Xemnas. Un rato con él la haría llenarse de energía y, por qué no, distraerse de todo lo que le estaba pasando. Si él aceptaba, ya que no lo pensaba obligar a nada, lo guiaría por el cuartel. Aunque bien sabía que lo conocía bastante mejor que ella. Si no aceptaba, solo se quedaría con él en esa enfermería. No es que le molestaba, pero había un lugar que él quería que viera. Si aceptaba, lo llevaría a la tumba de Noriko.
– Por cierto, ¿tú nuevo amigo tiene nombre o solo será tú voz de ahora en adelante? – le dijo con una sonrisa. – Como ya sabes, soy Misa. La futura esposa de Xemnas. Un gusto en conocerte. – Sus ojos no se separaron de los del vicealmirante. Un ligero rubor apareció en su rostro.
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Xemnas no culpaba a Shirosai de aquello, pues fue él quien le pidió ir por el asesino. Soltó un pequeño suspiro y miró el brazalete, Sirius no parecía estar por la labor. Era normal que después de estar traumado viviendo con un Yonkou no quisiera saber nada del mundo. El rubio entonces escuchó lo que ella dijo de salir de allí. La pereza invadió al chico totalmente, el cual soltó un pequeño suspiro y después rodó por la cama de forma perezosa. Estaba demasiado cómodo allí dentro y no pensaba moverse en un rato. Tumbado, sin hacer nada y mirando las musarañas. Debía encontrar la forma de estar herido muchas más veces sin que doliese tanto. Disfrutaba estar de aquella forma. Encima tenía a la mujer que amaba allí, por lo que la situación era perfecta.
- Encantado, mujer de cabellos dorados. Primero tuve que lidiar con un alcohólico, después con un putero de hielo y ahora con tu futuro subnormal, digo, esposo. – Dijo el pico con un tono arrogante.
Se notaba que dicho pájaro era rencoroso por naturaleza y era un arisco con todo el mundo. Era cuestión de tiempo que también lo fuese con Misa, aunque por el momento parecía que no iba a ser así. Xemnas entonces se colocó en pie y avanzó hacia la rubia. Lo primero que hizo fue estirar su mano derecha hacia ella y agarrarle un seno con toda la confianza del mundo. Lo apretó un poco de forma simple y después se tocó su pectoral. Parecía estar comparando algo. Fue entonces cuando sonrió de forma dulce y asintió. Su teoría secreta estaba funcionando, pero no diría nada. Agarró después el izquierdo de ella y lo apretó un poco también, masajeándolo con mimo. Hizo lo mismo con su otro pectoral y después se cruzó de brazos, todo estaba saliendo bien.
- Yo hablo lo que me da la gana, Misa. Pero suelo comunicar algunas cosas de Tonto Xemnas. Cuando se comunica con un superior por Den den mushi por ejemplo o alguna orden. De todas formas, estás como el pan. Si fueras una pajarilla…Pff…
El puño de Xemnas se estampó en aquella cosa, haciendo que el pájaro soltase un quejido y después empezase a picotearle la mano al rubio. Tras unos segundos de picotazos y golpes, el marine miró con una ceja alzada al brazalete y después tomó la mano de Misa con posesividad. Gruñó incluso un poco, después volvió a mirar a su chica.
- Encantado, mujer de cabellos dorados. Primero tuve que lidiar con un alcohólico, después con un putero de hielo y ahora con tu futuro subnormal, digo, esposo. – Dijo el pico con un tono arrogante.
Se notaba que dicho pájaro era rencoroso por naturaleza y era un arisco con todo el mundo. Era cuestión de tiempo que también lo fuese con Misa, aunque por el momento parecía que no iba a ser así. Xemnas entonces se colocó en pie y avanzó hacia la rubia. Lo primero que hizo fue estirar su mano derecha hacia ella y agarrarle un seno con toda la confianza del mundo. Lo apretó un poco de forma simple y después se tocó su pectoral. Parecía estar comparando algo. Fue entonces cuando sonrió de forma dulce y asintió. Su teoría secreta estaba funcionando, pero no diría nada. Agarró después el izquierdo de ella y lo apretó un poco también, masajeándolo con mimo. Hizo lo mismo con su otro pectoral y después se cruzó de brazos, todo estaba saliendo bien.
- Yo hablo lo que me da la gana, Misa. Pero suelo comunicar algunas cosas de Tonto Xemnas. Cuando se comunica con un superior por Den den mushi por ejemplo o alguna orden. De todas formas, estás como el pan. Si fueras una pajarilla…Pff…
El puño de Xemnas se estampó en aquella cosa, haciendo que el pájaro soltase un quejido y después empezase a picotearle la mano al rubio. Tras unos segundos de picotazos y golpes, el marine miró con una ceja alzada al brazalete y después tomó la mano de Misa con posesividad. Gruñó incluso un poco, después volvió a mirar a su chica.
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Lo vio acomodarse en la cama. No, no lo iba a sacar de ahí ni a rastras. Lo miró con dulzura. Le seguía sin gustar la idea de no poder ayudar a su futuro esposo, pero era algo con lo que tendría aprender a convivir. Además, el… Brazalete, no parecía ser alguien tan pesado. Sus primeras palabras fueron divertidas e incluso ella soltó una ligera risa. Así que Legim, Al y ahora Xemnas eran sus dueños… Debía tener muy mala suerte para terminar con ellos, pero en eso ella no se metía. Sabía que, al menos, su chico lo iba a cuidar muy bien o mejor que los otros. Suspiró con calma y siguió escuchando, lo siguiente le hizo reír de forma nerviosa.
– No es necesario que te pongas así, Xemnas – le dijo con calma. – No es el primero ni será el último que me diga algo así. Estoy acostumbrada – recordó a todos esos pretendientes que tuvo rechazar en su momento. – Yo solo tengo ojos para ti y es lo que importa. – Su tono, como era habitual, era bastante dulce y cálido.
¿Qué debería hacer? De verdad quería caminar. Estar sentada todo el día en esa silla le dejaría el trasero plano. Quizá podía ir a su habitación y dormir un rato, sea lo que sea, pero no quería estar en un lugar tan pequeño… Se sentía ahogada. ¿Cómo lograría sacarlo de ese lugar? Suspiró de forma tranquila y lo siguió viendo. Tenía que acostumbrarse a muchas cosas, pero sobre todo a que ese brazalete sería la voz de Xemnas un tiempo. ¿Qué tan bien se terminarían llevando? Aunque bueno, ahora que se habían reencontrado una vez más, dudaba que se fueran a separar. Misa ya no tenía nada más que hacer y sus objetivos se irían mostrando cuándo ellos decidieran. Cazar fantasmas era una pérdida de tiempo.
– Xe-Xemnas… – dijo en un suave gemido al sentir que, de improviso, el vicealmirante tocaba sus dos pechos. Aunque… ¿Estaba midiendo algo? Su rostro se sonrojó y no pudo evitar mirar a un lado. – No hagas eso tan de repente – suspiró para tranquilizarse. ¿Qué tanto había cambiado él en esos dos años? Lo notaba más maduro y más serio… ¿Solo sería su imaginación? No, lo dudaba bastante. Vivió una experiencia traumática, normal que no sea el mismo chico de siempre. – Por cierto… No tuve tiempo para decirte que me encontré con Kasai. ¿Qué tanto te dijo él? ¿Qué tanto sabes? – Le preguntó algo nerviosa. Dependiendo de lo que él dijera, dependería su respuesta; aunque no pensaba mentirle. Se apoyó en la pared y esperó su respuesta.
– No es necesario que te pongas así, Xemnas – le dijo con calma. – No es el primero ni será el último que me diga algo así. Estoy acostumbrada – recordó a todos esos pretendientes que tuvo rechazar en su momento. – Yo solo tengo ojos para ti y es lo que importa. – Su tono, como era habitual, era bastante dulce y cálido.
¿Qué debería hacer? De verdad quería caminar. Estar sentada todo el día en esa silla le dejaría el trasero plano. Quizá podía ir a su habitación y dormir un rato, sea lo que sea, pero no quería estar en un lugar tan pequeño… Se sentía ahogada. ¿Cómo lograría sacarlo de ese lugar? Suspiró de forma tranquila y lo siguió viendo. Tenía que acostumbrarse a muchas cosas, pero sobre todo a que ese brazalete sería la voz de Xemnas un tiempo. ¿Qué tan bien se terminarían llevando? Aunque bueno, ahora que se habían reencontrado una vez más, dudaba que se fueran a separar. Misa ya no tenía nada más que hacer y sus objetivos se irían mostrando cuándo ellos decidieran. Cazar fantasmas era una pérdida de tiempo.
– Xe-Xemnas… – dijo en un suave gemido al sentir que, de improviso, el vicealmirante tocaba sus dos pechos. Aunque… ¿Estaba midiendo algo? Su rostro se sonrojó y no pudo evitar mirar a un lado. – No hagas eso tan de repente – suspiró para tranquilizarse. ¿Qué tanto había cambiado él en esos dos años? Lo notaba más maduro y más serio… ¿Solo sería su imaginación? No, lo dudaba bastante. Vivió una experiencia traumática, normal que no sea el mismo chico de siempre. – Por cierto… No tuve tiempo para decirte que me encontré con Kasai. ¿Qué tanto te dijo él? ¿Qué tanto sabes? – Le preguntó algo nerviosa. Dependiendo de lo que él dijera, dependería su respuesta; aunque no pensaba mentirle. Se apoyó en la pared y esperó su respuesta.
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Una mirada de felicidad surgió del rostro del rubio cuando ella se sonrojó y miró a otro lado. De hecho, eso provocó que el marine se cruzase de brazos unos leves segundos. El sonido de su gemido le hizo sentirse bien de nuevo. Recordó todas aquellas horas en las sábanas y no pudo evitar mirar a otro lado con algo de nostalgia. Justo en ese momento escuchó las palabras de la rubia y no pudo evitar tragar algo de saliva. La situación que tenía ella era demasiado peligrosa, pero hasta que no intentase nada no sería una criminal. Confiaba en ella totalmente y aunque le había dolido muchísimo tener que enterarse por otro, la perdonó. Era demasiado bueno. No podía responderle y en ese momento el pájaro parecía enfadado, por lo que no iba a hablar. Soltó un pequeño suspiro y se alejó de ella despacio hasta quedar cerca de una mesa, donde cogió un lápiz. En la pared escribió “Todo”. Una sola palabra para indicarle que estaba al tanto de todo.
El rubio entonces la miró una vez más y después agachó la cabeza algo apenado por no haber sido alguien de confianza para ella. Una ligera lágrima bajó desde su ojo izquierdo hasta su mejilla, tenía miedo por ella. No quería que le pasase nada malo nunca. Fue entonces cuando impactó su puño en la pared de la sala, agrietándola con facilidad. Su fuerza había aumentado de una forma considerable. Xemnas empezó a temblar ligeramente mientras una leve aura blanca le rodeaba. Tras unos segundos, un torrente de energía rodeó su cuerpo totalmente. Sus cabellos se erizaron hacia arriba y tomaron un color blanco como la nieve, al igual que la brutal aura que ahora le envolvía. En su rostro podía verse una sonrisa confiable. El Emperador Blanco avanzó hacia ella con una calma brutal. Incluso el pájaro estaba impresionado por aquella habilidad.
- Le duele no haber sabido nada en tanto tiempo, pero pese a eso confía en ti…
Dijo la voz de Sirius. Xemnas entonces la tomó en brazos sin pensárselo y pegó la espalda de ella a la pared. El marine unió sus labios a ella de forma dulce, pero intensa al mismo tiempo. Tras unos diez segundos jugando con ella separó su boca despacio y la miró a los ojos fijamente apenas a unos centímetros. Asintió despacio y después le guiñó el ojo despacio. La tomó de nuevo en brazos y empezó a caminar hacia el exterior en aquella forma que desprendía tanto poder. Estaba deseando volver a enfrentar a Jin con ella, ahora todo había cambiado. No tardó mucho en llegar al exterior y la colocó en el suelo. La miró de nuevo a los ojos de forma calmada y le indicó que la seguiría.
“Hasta el final a tu lado…” - Pensó.
El rubio entonces la miró una vez más y después agachó la cabeza algo apenado por no haber sido alguien de confianza para ella. Una ligera lágrima bajó desde su ojo izquierdo hasta su mejilla, tenía miedo por ella. No quería que le pasase nada malo nunca. Fue entonces cuando impactó su puño en la pared de la sala, agrietándola con facilidad. Su fuerza había aumentado de una forma considerable. Xemnas empezó a temblar ligeramente mientras una leve aura blanca le rodeaba. Tras unos segundos, un torrente de energía rodeó su cuerpo totalmente. Sus cabellos se erizaron hacia arriba y tomaron un color blanco como la nieve, al igual que la brutal aura que ahora le envolvía. En su rostro podía verse una sonrisa confiable. El Emperador Blanco avanzó hacia ella con una calma brutal. Incluso el pájaro estaba impresionado por aquella habilidad.
- Le duele no haber sabido nada en tanto tiempo, pero pese a eso confía en ti…
Dijo la voz de Sirius. Xemnas entonces la tomó en brazos sin pensárselo y pegó la espalda de ella a la pared. El marine unió sus labios a ella de forma dulce, pero intensa al mismo tiempo. Tras unos diez segundos jugando con ella separó su boca despacio y la miró a los ojos fijamente apenas a unos centímetros. Asintió despacio y después le guiñó el ojo despacio. La tomó de nuevo en brazos y empezó a caminar hacia el exterior en aquella forma que desprendía tanto poder. Estaba deseando volver a enfrentar a Jin con ella, ahora todo había cambiado. No tardó mucho en llegar al exterior y la colocó en el suelo. La miró de nuevo a los ojos de forma calmada y le indicó que la seguiría.
“Hasta el final a tu lado…” - Pensó.
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Los momentos en que Xemnas no hacía nada, ni siquiera su brazalete se pronunciaba fueron eternos. La espera la estaba matando y sentía que se estaba ahogando en un vaso de agua. Maldijo el día en que el creyó que, contándole todo a Kasai, lograría recuperar un lazo que ya estaba roto y que nada lograría reparar. Solo había que ahora el vicealmirante se sintiera, según ella, traicionado. Entre ellos, se suponía que no existían secretos… Pero ella no le contó el más importante. Su hermano mayor y causante de todas las desgracias en su isla, pertenecía al Gobierno Mundial. Es decir, un solo paso en falso y todo el mundo sería su enemigo y eso, claramente, incluiría a su rubio.
Lo vio alejarse y tomar un lápiz, en una pared escribió una sola palabra. Una sola palabra que hizo que el mundo se le viniera encima. Sabía todo. Lo vio agrietar la pared de un solo puñetazo y luego lo observó temblar. ”Xemnas…” – pensó mientras lo seguía viendo. ¿Por qué no se lo dijo antes? ¿Por miedo? Era posible… No sabría su reacción o qué tanto le afectaría, pero, claramente, que se enterara por otro no fue la mejor solución. ¿Por qué Kasai tenía que ser tan entrometido? No era su problema… Chasqueó con la lengua. Sintió como es que la presión en la enfermería aumentaba. El vicealmirante estaba liberando su poder, pero… Era diferente al que siempre enfrentó, era mucho más poderoso. ”Incluso con todo eso perdió ante Jin…”
Escuchó la voz del brazalete y fue recibir una puñalada en el corazón. No era eso… Era un intento de querer protegerlo. No quería que él saliera herido por su culpa, solo era eso. Claro que confiaba en él… Agachó la cabeza y no pudo evitar contener las lágrimas. No se merecía a un tipo como él… Era demasiado bueno. Aunque pese a todo lo que le había hecho, él seguía confiando en ella. ¿Por qué? Tenía todo el derecho de dejarla, de hacer como si nunca la conociera. ¡¿Por qué?! Sintió los labios de él en los suyos. Sintió la pasión de ese beso, no pudo evitar seguir con el juego. La tomó en brazos y ambos salieron de la enfermería. Caminó un poco con ella y luego la bajo.
– Lo siento… Xemnas – le dijo mientras se secaba algunas lágrimas. – Te amo y lo siento por no contarte antes. Solo no quería ponerte en peligro por mi culpa. – Finalizó mientras se abrazaba a él.
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Una sonrisa se formó en el rostro del Emperador mientras miraba a la joven con una mirada calmada. Pasó también sus dedos por las mejillas de ella para ayudarla a limpiar sus lágrimas. No le gustaba nada verla llorar y por ello sintió un pinchazo en el pecho. Se notaba bastante seguro de sí mismo en aquella forma y su seriedad aumentaba a puntos en los que nunca llegaría siendo el rubio de siempre. Su aura aumentó de nuevo dándole un aire algo más fuerte. Tras unos segundos cambió su color de pelo al dorado de siempre y la miró de forma animada. Tomó su mano despacio y empezó a caminar con ella hacia el puesto de comida que había fuera. Nada más llegar a él se sentó en la banca, en la que había cinco asientos en total y todos libres. Le ofreció a ella el de al lado.
- Supongo que será lo de siempre ¿Verdad, Xemnas-san? – Dijo la voz de una joven marine de unos veinte años.
Sus cabellos eran castaños y sus ojos verdes como una esmeralda. Tenía un pequeño lunar bajo el ojo derecho y realmente era hermosa. Su pecho no podía competir con el de Misa, pero se acercaba. Parecía tener mucha confianza con el rubio y nada más verle le hizo una pequeña reverencia. Xemnas mostró una expresión dulce y asintió con la cabeza. En poco tiempo aquella chica empezó a prepararle su tazón de ramen de ternera diario. También se quedó mirando a la rubia con amabilidad esperando a ver lo que ella decía para ponérselo. Hubo un momento en que se fijó en el anillo de ella y se le acercó con una mirada amable.
- ¿Al final se lo diste? Me alegro por vosotros. – Dijo observando a Misa.
Ella había sido quien ayudó a Xemnas a elegir el anillo, pues él no entendía de aquellos temas. Ella a continuación esperó la orden de la rubia mientras observaba al rubio de reojo. Desde mucho tiempo, unos dos años, Ryuko (así se llamaba) Estaba en aquel puesto de ramen. Siempre atendí al Vice-Almirante y le ponía lo mismo. Le encantaba que él fuese allí para estar con ella y le gustaba mucho, de hecho, siempre esperaba que a Misa le pasase algo malo. El bueno de Xemnas, no se enteraba de aquellas cosas y simplemente esperaba su plato feliz mientras acariciaba la mano de su chica.
El rubio levantó su pulgar hacia la joven de la barra y acto seguido miró a su pequeña para ver lo que ella elegía para comer. Esperaba que se acordase que ella lo besó en el bosque mientras él comía aquel tipo de ramen, por eso la había llevado hasta aquel sitio.
- Por cierto, Xemnas-san. Estoy terminando mi adiestramiento con la espada, así que pronto me gustaría ir a mi primera misión contigo. – Terminó diciendo.
- Supongo que será lo de siempre ¿Verdad, Xemnas-san? – Dijo la voz de una joven marine de unos veinte años.
Sus cabellos eran castaños y sus ojos verdes como una esmeralda. Tenía un pequeño lunar bajo el ojo derecho y realmente era hermosa. Su pecho no podía competir con el de Misa, pero se acercaba. Parecía tener mucha confianza con el rubio y nada más verle le hizo una pequeña reverencia. Xemnas mostró una expresión dulce y asintió con la cabeza. En poco tiempo aquella chica empezó a prepararle su tazón de ramen de ternera diario. También se quedó mirando a la rubia con amabilidad esperando a ver lo que ella decía para ponérselo. Hubo un momento en que se fijó en el anillo de ella y se le acercó con una mirada amable.
- ¿Al final se lo diste? Me alegro por vosotros. – Dijo observando a Misa.
Ella había sido quien ayudó a Xemnas a elegir el anillo, pues él no entendía de aquellos temas. Ella a continuación esperó la orden de la rubia mientras observaba al rubio de reojo. Desde mucho tiempo, unos dos años, Ryuko (así se llamaba) Estaba en aquel puesto de ramen. Siempre atendí al Vice-Almirante y le ponía lo mismo. Le encantaba que él fuese allí para estar con ella y le gustaba mucho, de hecho, siempre esperaba que a Misa le pasase algo malo. El bueno de Xemnas, no se enteraba de aquellas cosas y simplemente esperaba su plato feliz mientras acariciaba la mano de su chica.
El rubio levantó su pulgar hacia la joven de la barra y acto seguido miró a su pequeña para ver lo que ella elegía para comer. Esperaba que se acordase que ella lo besó en el bosque mientras él comía aquel tipo de ramen, por eso la había llevado hasta aquel sitio.
- Por cierto, Xemnas-san. Estoy terminando mi adiestramiento con la espada, así que pronto me gustaría ir a mi primera misión contigo. – Terminó diciendo.
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El camino fue callado, pero las palabras bastaban. Solo sus sentimientos bastaban en ese momento. Nadie los interrumpió mientras ellos andaban y eso la alegró bastante. ¿Cuál sería el siguiente paso? Ella solo lo seguía a él, pero no estaba del todo familiarizada con el cuartel del North Blue. Después de todo, casi todo lo que había hecho, había pasado en Marineford. No existía nada que conociera mejor que el cuartel general. Los campos de entrenamientos, oficinas de los altos mandos, su habitación, la de Xemnas, la de Mizuki… A ojos cerrados podría recorrerlo entero y no perderse. ¿Cómo serían las cosas de ahora en adelante? Ya no había nada que ocultar, Xemnas ya sabía todo y ahora solo quedaba seguir adelante. Suspiró con pesadez.
La voz de la marine que atendía el local de ramen la sacó de sus pensamientos. La miró con atención, era bastante bonita. Su cabello era castaño y sus ojos verdes esmeralda. Se sentó en la silla junto a Xemnas y escuchó su conversación. Al parecer, ella sabía que lo del anillo, pero había algo que no le gustaba… Quizás porque ya quería irse de misiones con el vicealmirante. No se veía alguien fuerte, y todo indicaba que era una novata. Lo mismo se equivocaba, últimamente, su juicio sobre las personas estaba bastante… Nublado. Suspiró con calma y solo pidió el mismo plato del rubio.
– Es gracioso, me acordé que fue este el plato que estabas comiendo ese día que nos conocimos en aquel bosque – dijo al aire mientras esperaba la orden. – ¿Quién diría que ese tímido chico terminaría siendo vicealmirante, luego mi novio y, finalmente, mi futuro esposo? Es casi un cuento de hadas. – Le mencionó con una enorme sonrisa.
El plato no tardó en llegar ante los dos. Le agradeció con un gesto a la marine y empezó a comer. Se notaba hambrienta y comía rápida. ¿Cuándo fue su última comida? Ayer, cerca de las nueve de la noche. No había comido en, al menos, ocho horas y esta era su primera comida. Bebió un poco de agua y soltó un largo suspiro.
– Por cierto, Xemnas… ¿Ya tienes una idea a quienes invitarás a la boda? ¿O solo seremos nosotros dos? – Le preguntó con una sonrisa.
La voz de la marine que atendía el local de ramen la sacó de sus pensamientos. La miró con atención, era bastante bonita. Su cabello era castaño y sus ojos verdes esmeralda. Se sentó en la silla junto a Xemnas y escuchó su conversación. Al parecer, ella sabía que lo del anillo, pero había algo que no le gustaba… Quizás porque ya quería irse de misiones con el vicealmirante. No se veía alguien fuerte, y todo indicaba que era una novata. Lo mismo se equivocaba, últimamente, su juicio sobre las personas estaba bastante… Nublado. Suspiró con calma y solo pidió el mismo plato del rubio.
– Es gracioso, me acordé que fue este el plato que estabas comiendo ese día que nos conocimos en aquel bosque – dijo al aire mientras esperaba la orden. – ¿Quién diría que ese tímido chico terminaría siendo vicealmirante, luego mi novio y, finalmente, mi futuro esposo? Es casi un cuento de hadas. – Le mencionó con una enorme sonrisa.
El plato no tardó en llegar ante los dos. Le agradeció con un gesto a la marine y empezó a comer. Se notaba hambrienta y comía rápida. ¿Cuándo fue su última comida? Ayer, cerca de las nueve de la noche. No había comido en, al menos, ocho horas y esta era su primera comida. Bebió un poco de agua y soltó un largo suspiro.
– Por cierto, Xemnas… ¿Ya tienes una idea a quienes invitarás a la boda? ¿O solo seremos nosotros dos? – Le preguntó con una sonrisa.
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Xemnas asintió a las palabras de la camarera primero, observándola de forma amable. Iría con él de misiones si lo deseaba, así podría ver de lo que era capaz. Misa a continuación dijo lo del ramen y la vez que se conocieron. Al escuchar lo de novio y esposo el rubio miró a otro lado rápidamente con un leve rubor en su rostro. No se acostumbraba a que ella dijese aquellas cosas en público. Entonces llegó la comida y una expresión de felicidad se mostró en su rostro. Tomó el bol y entonces alzó el puño hacia arriba unos momentos. Sin pensárselo empezó a sorber fideos mientras cerraba los ojos y disfrutaba. Estaban buenísimos y para él eran el mejor alimento de todos. Escuchó de nuevo a la rubia y la miró mostrándole dos dedos, indicando la segunda opción que había dicho. No pensaba arriesgarse con algo como eso.
- Me ha llegado una especia mágica, si se la echas a una persona en su plato se enamora locamente de ti, pero tranquilos, no la eché en los vuestros. – Dijo con una sonrisa maliciosa la joven.
Xemnas ladeó la cabeza mientras comía. Una sustancia que enamoraba, pues menos mal que no la echó en su plato. No quería enamorarse de nadie que no fuera Misa, además, no creía que Ryuko hiciera eso con él. La miró con confianza y la sonrió. La camarera mostraba también una expresión muy dulce y en su mano derecha poseía un botecito de color morado. Supuso que sería aquello. Esperaba que Misa no se lo tomase a mal y no pensara que aquella castaña echaría eso en alguna comida de Xemnas en algún momento. De hecho, no pensaba ni que fuese cierta la historia. Continuó alimentándose sin parar mientras disfrutaba de aquel alimento de los dioses. Fue entonces cuando también se dio cuenta de que la rubia tenía el mismo que él.
- Vaya, Xemnas piensa que Misa envuelta en fideos de ternera sería deliciosa para lamerla durante horas. – Dijo el brazalete de repente.
El marine estuvo a punto de escupir su comida. Eso no lo había pensado él, pero ahora que lo mencionó el pollo no pudo evitar ponerse como un tomate. Miró a su chica moviendo las manos de un lado a otro negando, muerto de vergüenza y con algo de humo saliendo de su cabeza. No podía creerse aquello y entonces agachó la cabeza unas diez veces en cinco segundos disculpándose con Misa. La idea era sin duda excitante, pero él no quería que ella pensase mal.
- Me ha llegado una especia mágica, si se la echas a una persona en su plato se enamora locamente de ti, pero tranquilos, no la eché en los vuestros. – Dijo con una sonrisa maliciosa la joven.
Xemnas ladeó la cabeza mientras comía. Una sustancia que enamoraba, pues menos mal que no la echó en su plato. No quería enamorarse de nadie que no fuera Misa, además, no creía que Ryuko hiciera eso con él. La miró con confianza y la sonrió. La camarera mostraba también una expresión muy dulce y en su mano derecha poseía un botecito de color morado. Supuso que sería aquello. Esperaba que Misa no se lo tomase a mal y no pensara que aquella castaña echaría eso en alguna comida de Xemnas en algún momento. De hecho, no pensaba ni que fuese cierta la historia. Continuó alimentándose sin parar mientras disfrutaba de aquel alimento de los dioses. Fue entonces cuando también se dio cuenta de que la rubia tenía el mismo que él.
- Vaya, Xemnas piensa que Misa envuelta en fideos de ternera sería deliciosa para lamerla durante horas. – Dijo el brazalete de repente.
El marine estuvo a punto de escupir su comida. Eso no lo había pensado él, pero ahora que lo mencionó el pollo no pudo evitar ponerse como un tomate. Miró a su chica moviendo las manos de un lado a otro negando, muerto de vergüenza y con algo de humo saliendo de su cabeza. No podía creerse aquello y entonces agachó la cabeza unas diez veces en cinco segundos disculpándose con Misa. La idea era sin duda excitante, pero él no quería que ella pensase mal.
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Escuchó las palabras de la camarera y no pudo evitar pensar en dos opciones: La primera, que esa tipa si la había echado en sus platos, no entendía la razón detrás de todo eso, pero podía ser. La segunda, que solo se lo había echado a Xemnas y, con esa cosa, hacer que su chico se enamorara de ella. Lo cual sonaba un poco raro, pero en su cabeza, cualquiera quería tirarse a su rubio. Suspiró con calma y siguió comiendo como si nada. Había notado el gesto del vicealmirante y solo asintió con la cabeza, dando a entender que comprendió el mensaje. Solo ellos dos. Podía ser una buena idea, de todos modos, dudaba que Kasai o Taiga quisieran ir. Más por ella que por él.
Bebió un trago de agua de su vaso. Fue entonces que, a mitad de este, escuchó la voz del pájaro. No pudo evitar escupir todo lo que había tragado y ahogarse. Su rostro se puso rojo tal tomate al escuchar eso. No pudo evitar mirar a otro lado y vio al vicealmirante agachar muy rápido la cabeza en muy pocos segundos. Con una seña, intentó que se controlara, que no era para tanto. Incluso la que los estaba atendiendo, se estaba riendo de ese comentario. Tomó agua de nuevo para relajarse y soltó un largo suspiro. ¿Qué más faltaba? Ese brazalete, esperaba, que no tuviera problemas para dormir o sería un problema de aquí en más.
– No mientas, sé que Xemnas no pensaría eso – dijo con calma y una sonrisa suave. – Aunque, buen intento. Fue divertido. – Comentó con una ligera risa.
Vio que a su plato le quedaba poco, así que le pidió a Ryoko que lo rellenara. Suspiró con calma y luego se quedó viendo a su chico. Debía admitirlo… Nunca pensó que alguien la amaría a ella o que ella tuviera la habilidad de amar a otro. No se esperaba ese giro en los acontecimientos, ese hermoso giro en su vida. La llegada de él marcó el inicio de algo nuevo y el fin de su soledad.
– Pese a tu estado… Me alegra que estés vivo. Aunque te conozco, sé que no compartirás nada de lo que hayas descubierto en esa pelea – le dijo con cierto tono de preocupación. – Solo no lo intentes solo. No soportaría esa angustia otra vez… No lo intentes de nuevo. – Finalizó, agachando su cabeza y agarrando las manos del vicealmirante.
Bebió un trago de agua de su vaso. Fue entonces que, a mitad de este, escuchó la voz del pájaro. No pudo evitar escupir todo lo que había tragado y ahogarse. Su rostro se puso rojo tal tomate al escuchar eso. No pudo evitar mirar a otro lado y vio al vicealmirante agachar muy rápido la cabeza en muy pocos segundos. Con una seña, intentó que se controlara, que no era para tanto. Incluso la que los estaba atendiendo, se estaba riendo de ese comentario. Tomó agua de nuevo para relajarse y soltó un largo suspiro. ¿Qué más faltaba? Ese brazalete, esperaba, que no tuviera problemas para dormir o sería un problema de aquí en más.
– No mientas, sé que Xemnas no pensaría eso – dijo con calma y una sonrisa suave. – Aunque, buen intento. Fue divertido. – Comentó con una ligera risa.
Vio que a su plato le quedaba poco, así que le pidió a Ryoko que lo rellenara. Suspiró con calma y luego se quedó viendo a su chico. Debía admitirlo… Nunca pensó que alguien la amaría a ella o que ella tuviera la habilidad de amar a otro. No se esperaba ese giro en los acontecimientos, ese hermoso giro en su vida. La llegada de él marcó el inicio de algo nuevo y el fin de su soledad.
– Pese a tu estado… Me alegra que estés vivo. Aunque te conozco, sé que no compartirás nada de lo que hayas descubierto en esa pelea – le dijo con cierto tono de preocupación. – Solo no lo intentes solo. No soportaría esa angustia otra vez… No lo intentes de nuevo. – Finalizó, agachando su cabeza y agarrando las manos del vicealmirante.
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Cuando Misa dijo que Xemnas nunca pensaría eso, el marine no sabía dónde meterse, ahora si lo quería. Deseaba hacer aquello con ella, meterla en un tazón gigante de salsa y comérsela allí mismo sin parar. El pobre marine había estado a punto de perder la vida y quería disfrutar de todo con su chica antes de que pasase otra cosa peor. La de ideas que se le estaban viniendo a la mente. Nunca antes había pensado de esa forma y el pájaro sin duda era una mala influencia. No tardó mucho en soltar un pequeño suspiro y después notó a la joven tomar sus manos de aquella forma. Escuchó las palabras de ella y asintió con la cabeza. Esta vez parecía estar bastante seguro, no haría nada sin los demás, por lo que ella podría estar calmada. Xemnas entonces le levantó la barbilla y le dio un pequeño pico cariñoso mientras le dedicaba una sonrisa dulce.
Pidió también que le rellenaran el bol y estuvo atento a las manos de la chica, sabía que todo era un cuento, pero por si acaso. Al ver que no hizo nada empezó a comer de nuevo a toda prisa. El sabor de nuevo inundó su boca haciéndole disfrutar como nunca. Amaba comer ramen de ternera, era una sensación maravillosa que le hacía disfrutar de los alimentos como nadie más podía hacerlo. Entonces fue cuando se quedó mirando a su rubia. Sonriente quiso comunicarse con ella. Señaló el tazón de fideos primero, después a ella, empezando a acariciarlas por todas partes. Después empezó a relamerse varias veces indicando que quería lo que dijo el pájaro. Alzó el puño de nuevo de forma feliz y esperando a ver lo que ella iba a decir.
- Y decías que no, Misa-chan. Este tío quiere tumbarte en la bañera, llenarla de ramen, abrirte las piernas despacio y empezar a comer…
El puño de Xemnas se estampó en el brazalete, el cual soltó un quejido de dolor considerable. El marine de nuevo hinchó los mofletes debido a la vulgaridad del pájaro. Soltó un suspiro y tras dejar el dinero cogió a misa en brazos saliendo de allí. Una vez fuera se quedó mirándola a los ojos y empezó a asentir sin parar. Le estaba diciendo que quería probar aquello y su mirada era de súplica y de felicidad al mismo tiempo. Él tenía muchos paquetes de ramen en su cuarto, por lo que la idea era perfecta. Empezó a correr con ella en brazos hacia su habitación. Una vez llegase la echaría en la cama, cerraría la puerta e iría hacia la cocina con toda la felicidad del mundo a cocinar, planeaba devorarla bañada en aquella salsa. Dejó el brazalete al lado de ella.
- Qué pervertida eres humana, seguro que estas más feliz que una lombriz. A ver si me pillas a mí una pajarita en condiciones, es tu debe como mujer de mi dueño.
Pidió también que le rellenaran el bol y estuvo atento a las manos de la chica, sabía que todo era un cuento, pero por si acaso. Al ver que no hizo nada empezó a comer de nuevo a toda prisa. El sabor de nuevo inundó su boca haciéndole disfrutar como nunca. Amaba comer ramen de ternera, era una sensación maravillosa que le hacía disfrutar de los alimentos como nadie más podía hacerlo. Entonces fue cuando se quedó mirando a su rubia. Sonriente quiso comunicarse con ella. Señaló el tazón de fideos primero, después a ella, empezando a acariciarlas por todas partes. Después empezó a relamerse varias veces indicando que quería lo que dijo el pájaro. Alzó el puño de nuevo de forma feliz y esperando a ver lo que ella iba a decir.
- Y decías que no, Misa-chan. Este tío quiere tumbarte en la bañera, llenarla de ramen, abrirte las piernas despacio y empezar a comer…
El puño de Xemnas se estampó en el brazalete, el cual soltó un quejido de dolor considerable. El marine de nuevo hinchó los mofletes debido a la vulgaridad del pájaro. Soltó un suspiro y tras dejar el dinero cogió a misa en brazos saliendo de allí. Una vez fuera se quedó mirándola a los ojos y empezó a asentir sin parar. Le estaba diciendo que quería probar aquello y su mirada era de súplica y de felicidad al mismo tiempo. Él tenía muchos paquetes de ramen en su cuarto, por lo que la idea era perfecta. Empezó a correr con ella en brazos hacia su habitación. Una vez llegase la echaría en la cama, cerraría la puerta e iría hacia la cocina con toda la felicidad del mundo a cocinar, planeaba devorarla bañada en aquella salsa. Dejó el brazalete al lado de ella.
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Misa seguía comiendo con tranquilidad. Vio a su chico asentir y no pudo evitar sentirse más tranquila. Quizás el que no hablara le hacía ser más honesto con su mirada, sus gestos y de cómo afrontar, con la seguridad de siempre, todo lo que pasara de ahora en adelante. No importa qué sucediera, estarían juntos hasta el final. Estar casados era el primer paso para terminar de ser felices. Pensó en cuántos hijos tendrían… ¿Uno? ¿Dos? ¿Tres? No importaba el número, de hecho, solo importaba que el vicealmirante y ella formaran una verdadera familia. A prueba de balas, a prueba de todo.
Los gestos del vicealmirante la hicieron regresar al mundo real. ¿En serio? No pudo evitar ruborizarse una vez entendió el mensaje… Y se puso más roja aun cuando escuchó las palabras del pájaro. Ni siquiera el golpe que este había recibido le hizo soltar una risa o evitar que su enrojecimiento fuera menos notorio. ¿Desde cuándo que Xemnas había perdido esa timidez? Suspiró. Vio como pagaba y luego la tomaba en brazos. Se le notaba bastante feliz, pero también veía en sus ojos un poco de súplica. ¿En serio quería hacer eso? ¿Por qué? Era culpa del pájaro… ¡Él lo estaba mal influenciando!
No tardaron en llegar a la habitación del rubio. Él la dejó en la cama, cerró la puerta y se fue a la cocina. Definitivamente, iba muy en serio con esa estúpida idea de ese estúpido pájaro. Vio como es que dejaba el brazalete en un velador. Escuchó sus palabras y pensó en golpearlo… Pero quizás esa sería la única forma de mantenerlo bajo control. ”¿En que estás pensando? No soy su dueña, eso es deber de Xemnas” – pensó. Se sentó en la cama y dejó la gabardina a un lado. También, aprovechó y cerró las persianas y prendió solo una lámpara. Más privacidad, imposible. Excepto por un curioso.
– Yo que tú… Me voy a dormir o intento largarme de aquí, por, al menos, una o dos horas – le comentó mientras deshacía su coleta alta y dejaba su largo y hermoso cabello libre como el viento. Al quitarse su gabardina, dejaba ver su camiseta de color negro. Era un poco corta y le llegaba, más o menos, a la mitad de su abdomen. Sus pantalones eran cortos también y llegaban un poco más debajo de sus rodillas. – Creo que eres lo suficientemente listo para saber cómo es que va a terminar esto. Y sí, soy pervertida y estoy feliz como una lombriz. – Dijo mientras se volvía a sentar en la cama, esperando a que su chico terminara de hacer lo que sea que estuviera cocinando.
Los gestos del vicealmirante la hicieron regresar al mundo real. ¿En serio? No pudo evitar ruborizarse una vez entendió el mensaje… Y se puso más roja aun cuando escuchó las palabras del pájaro. Ni siquiera el golpe que este había recibido le hizo soltar una risa o evitar que su enrojecimiento fuera menos notorio. ¿Desde cuándo que Xemnas había perdido esa timidez? Suspiró. Vio como pagaba y luego la tomaba en brazos. Se le notaba bastante feliz, pero también veía en sus ojos un poco de súplica. ¿En serio quería hacer eso? ¿Por qué? Era culpa del pájaro… ¡Él lo estaba mal influenciando!
No tardaron en llegar a la habitación del rubio. Él la dejó en la cama, cerró la puerta y se fue a la cocina. Definitivamente, iba muy en serio con esa estúpida idea de ese estúpido pájaro. Vio como es que dejaba el brazalete en un velador. Escuchó sus palabras y pensó en golpearlo… Pero quizás esa sería la única forma de mantenerlo bajo control. ”¿En que estás pensando? No soy su dueña, eso es deber de Xemnas” – pensó. Se sentó en la cama y dejó la gabardina a un lado. También, aprovechó y cerró las persianas y prendió solo una lámpara. Más privacidad, imposible. Excepto por un curioso.
– Yo que tú… Me voy a dormir o intento largarme de aquí, por, al menos, una o dos horas – le comentó mientras deshacía su coleta alta y dejaba su largo y hermoso cabello libre como el viento. Al quitarse su gabardina, dejaba ver su camiseta de color negro. Era un poco corta y le llegaba, más o menos, a la mitad de su abdomen. Sus pantalones eran cortos también y llegaban un poco más debajo de sus rodillas. – Creo que eres lo suficientemente listo para saber cómo es que va a terminar esto. Y sí, soy pervertida y estoy feliz como una lombriz. – Dijo mientras se volvía a sentar en la cama, esperando a que su chico terminara de hacer lo que sea que estuviera cocinando.
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Xemnas cerró los ojos con fuerza al mismo tiempo que cocinaba, un leve mareo vino a su cabeza mientras respiraba de forma un poco agitada. Lentamente se fue llevando la mano al pecho, a la zona del corazón. Un dolor punzante se hizo presente en su cuerpo y no pudo evitar soltar un leve gruñido. Abrió los ojos todo lo que pudo, pero empezó a ver borroso. Trató de girarse para buscar a Misa, pero entonces su visión se puso oscura. Clavó una rodilla en el suelo tratando de hablar, pero le resultaba imposible. Apretó ambos puños con fuerza y notó su cuerpo temblar. Aquello no le había dado tan fuerte desde el combate con Jin. Escupió un poco de sangre a un lado y después cayó del todo al suelo, estando bocabajo. Su frente quedó pegada al suelo y empezó a toser. Su visión obtuvo algo de color pero continuaba viendo borroso.
“– No voy a caer aquí… ¡Tengo que cuidar de Misa! “
Pensó entonces el marine mientras alzaba su mano agarrándose a la mesa. Su ceño se frunció levemente y su aura blanca comenzó a formarse de forma intensa, formando un ruido intenso con el que planeó avisar a la rubia. Aquello duró tan solos unos segundos, pues volvió a caer al suelo y a toser de forma violenta mientras el corazón aumentaba de forma exagerada sus latidos. Notó que le iba a estallar debido a la velocidad y no pudo evitar colocar su mano derecha en el pecho. Le estaba costando respirar y por si fuera poco continuaba sin ver nada. Pegó un violento puñetazo en el suelo para alertarla a ella. Era médica y tal vez podía hacer algo para ayudarle en aquel preciso momento.
- Creo que algo va mal… Deberías ir a la cocina. – Mencionó entonces el brazalete junto a la rubia mientras miraba de forma seria a la sala.
Un quejido salió de la boca de Xemnas en ese momento, el cual se colocó en pie y caminó despacio hacia la sala donde debía estar ella. Al no ver nada iba chocando con todo, incluso tiró algunos fideos al suelo y eso le hizo fruncir el ceño. Su vista se volvió oscura de nuevo y no tardó mucho en resbalar y caer al suelo. Quedó tumbado bocarriba mientras no veía nada y su respiración continuaba aumentando su velocidad. Se retorció un poco de dolor y acto seguido estiró la mano hacia delante sin ver nada. Quería tocarla a ella, sentir que su amor estaba a su lado calmándole. Maldijo no poder hablar y entonces empezó a temblar un poco.
“– Misa… Ayúdame… –“
Pensó al mismo tiempo que se ponía nervioso y comenzaba a temblar. Quedó tumbado bocarriba con los ojos cerrados, sangrando un poco por la boca y con el pecho vibrando de una forma exagerada. Aquella droga fue lo peor que le había pasado. Sus manos temblaban y continuaba sin ver nada y sin poder hablar.
“– No voy a caer aquí… ¡Tengo que cuidar de Misa! “
Pensó entonces el marine mientras alzaba su mano agarrándose a la mesa. Su ceño se frunció levemente y su aura blanca comenzó a formarse de forma intensa, formando un ruido intenso con el que planeó avisar a la rubia. Aquello duró tan solos unos segundos, pues volvió a caer al suelo y a toser de forma violenta mientras el corazón aumentaba de forma exagerada sus latidos. Notó que le iba a estallar debido a la velocidad y no pudo evitar colocar su mano derecha en el pecho. Le estaba costando respirar y por si fuera poco continuaba sin ver nada. Pegó un violento puñetazo en el suelo para alertarla a ella. Era médica y tal vez podía hacer algo para ayudarle en aquel preciso momento.
- Creo que algo va mal… Deberías ir a la cocina. – Mencionó entonces el brazalete junto a la rubia mientras miraba de forma seria a la sala.
Un quejido salió de la boca de Xemnas en ese momento, el cual se colocó en pie y caminó despacio hacia la sala donde debía estar ella. Al no ver nada iba chocando con todo, incluso tiró algunos fideos al suelo y eso le hizo fruncir el ceño. Su vista se volvió oscura de nuevo y no tardó mucho en resbalar y caer al suelo. Quedó tumbado bocarriba mientras no veía nada y su respiración continuaba aumentando su velocidad. Se retorció un poco de dolor y acto seguido estiró la mano hacia delante sin ver nada. Quería tocarla a ella, sentir que su amor estaba a su lado calmándole. Maldijo no poder hablar y entonces empezó a temblar un poco.
“– Misa… Ayúdame… –“
Pensó al mismo tiempo que se ponía nervioso y comenzaba a temblar. Quedó tumbado bocarriba con los ojos cerrados, sangrando un poco por la boca y con el pecho vibrando de una forma exagerada. Aquella droga fue lo peor que le había pasado. Sus manos temblaban y continuaba sin ver nada y sin poder hablar.
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Estaba realmente cómoda en la cama. Hace unos días que dormía en una y, la verdad… Prefería dormir con su chico que hacer lo que sabía que iba a suceder en unos minutos. Estaba totalmente relajada y feliz, que era lo importante. Suspiró con calma y se estiró en la cama. No estaba poniendo atención a lo que estaba haciendo el vicealmirante. Al menos, el pájaro ya no estaba hablando y solo estaba ella y el silencio de la habitación. Cerró sus ojos unos momentos, no lo negaba… Quería descansar un poco, aunque sea unos segundos.
– Que agustito estoy. – Murmuró con toda la calma del mundo, como si la cosa no fuera con ella. Los ruidos de la cocina la alertaron. Se sentó en la cama y se puso más alerta. ¿Qué estaba pasando? Antes de que el brazalete hablara, ella ya estaba en dónde estaba Xemnas.
– ¡Xemnas! – Gritó.
No lo dudó dos veces y se lo cargó a su espalda. Por suerte, no estaba con su equipo habitual, así que eso aligeró la carga. De una patada reventó la puerta y empezó a correr rumbo a la enfermería, vio a un par de enfermeras y estas no se lo pensaron dos veces en empezar a correr a su lado. Había visto la sangre salir de su boca, al igual que había escuchado los latidos rápidos de su corazón. ¿La droga? ¿Tan fuerte era? Las que la iban a ayudar, no tardaron en abrir la puerta de la enfermería. Entró de las primeras y dejó a su chico en una cama, sin pensarlo dos veces, rompió la camiseta de él y dejó su torso al descubierto.
– Va a entrar en paro. No hay tiempo que perder – de forma bastante rápida, se hizo una coleta alta para que su cabello no le molestara. Las enfermeras no perdieron el tiempo, y antes de que ella dijera algo, ya estaban suministrándole nitroglicerina por vía venosa. Eso debería ser suficiente como para prevenir que se fuera en paro. – No te pasará nada. Lo prometo.
Las enfermeras la miraron y le dejaron el paso libre. Tenía que actuar rápido… Si era lo que estaba pasando, no había tiempo que perder. La sangre de su boca le hacía intuir que podía tener alguna hemorragia interna, así que empezó a buscar dicho lugar donde podría estar ocurriendo algo como eso. Buscó por cada lado posible, pero, por suerte, no encontró nada. De todos modos, lo iba a tener vigilado. Miró a sus ayudantes, y ellas no tardaron en salir de ahí. Dejándolos solos. ¿Es que acaso eso podría suceder en cualquier momento? ¿Ya no podría volver a luchar? ¿Qué sería de él de ahora en adelante? Se sentó en una silla, tapó con una manta al vicealmirante y se le quedó mirando. Su vida ahora… Quizás solo fuera pasando de enfermería en enfermería, de hospital en hospital.
– Desgraciado… – murmuró. – Te mataré, Surfer. Lo juro. No dejaré que le pongas una mano encima a nadie más – un par de lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas. – Te odio, te odio… Ojala nunca hubieras nacido, infeliz. – Apretó sus puños con tanta fuerza que incluso sintió que sus uñas traspasaron su carne.
Suspiró para calmarse, no venía a cuento eso ahora. Se quedó mirando al vicealmirante, pendiente a cualquier cambio en su cuerpo. Estaba preparada para afrontar cualquier situación. Tenía, de ser necesario, anestesia a un lado suyo, junto a otros artefactos médicos. Todo a su alcance, todo a su mano… Lista y preparada para todo.
– Que agustito estoy. – Murmuró con toda la calma del mundo, como si la cosa no fuera con ella. Los ruidos de la cocina la alertaron. Se sentó en la cama y se puso más alerta. ¿Qué estaba pasando? Antes de que el brazalete hablara, ella ya estaba en dónde estaba Xemnas.
– ¡Xemnas! – Gritó.
No lo dudó dos veces y se lo cargó a su espalda. Por suerte, no estaba con su equipo habitual, así que eso aligeró la carga. De una patada reventó la puerta y empezó a correr rumbo a la enfermería, vio a un par de enfermeras y estas no se lo pensaron dos veces en empezar a correr a su lado. Había visto la sangre salir de su boca, al igual que había escuchado los latidos rápidos de su corazón. ¿La droga? ¿Tan fuerte era? Las que la iban a ayudar, no tardaron en abrir la puerta de la enfermería. Entró de las primeras y dejó a su chico en una cama, sin pensarlo dos veces, rompió la camiseta de él y dejó su torso al descubierto.
– Va a entrar en paro. No hay tiempo que perder – de forma bastante rápida, se hizo una coleta alta para que su cabello no le molestara. Las enfermeras no perdieron el tiempo, y antes de que ella dijera algo, ya estaban suministrándole nitroglicerina por vía venosa. Eso debería ser suficiente como para prevenir que se fuera en paro. – No te pasará nada. Lo prometo.
Las enfermeras la miraron y le dejaron el paso libre. Tenía que actuar rápido… Si era lo que estaba pasando, no había tiempo que perder. La sangre de su boca le hacía intuir que podía tener alguna hemorragia interna, así que empezó a buscar dicho lugar donde podría estar ocurriendo algo como eso. Buscó por cada lado posible, pero, por suerte, no encontró nada. De todos modos, lo iba a tener vigilado. Miró a sus ayudantes, y ellas no tardaron en salir de ahí. Dejándolos solos. ¿Es que acaso eso podría suceder en cualquier momento? ¿Ya no podría volver a luchar? ¿Qué sería de él de ahora en adelante? Se sentó en una silla, tapó con una manta al vicealmirante y se le quedó mirando. Su vida ahora… Quizás solo fuera pasando de enfermería en enfermería, de hospital en hospital.
– Desgraciado… – murmuró. – Te mataré, Surfer. Lo juro. No dejaré que le pongas una mano encima a nadie más – un par de lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas. – Te odio, te odio… Ojala nunca hubieras nacido, infeliz. – Apretó sus puños con tanta fuerza que incluso sintió que sus uñas traspasaron su carne.
Suspiró para calmarse, no venía a cuento eso ahora. Se quedó mirando al vicealmirante, pendiente a cualquier cambio en su cuerpo. Estaba preparada para afrontar cualquier situación. Tenía, de ser necesario, anestesia a un lado suyo, junto a otros artefactos médicos. Todo a su alcance, todo a su mano… Lista y preparada para todo.
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Dos horas después de aquel momento y tras haber quedado inconsciente, los azulados ojos del marine se abrieron como platos. Se arrancó despacio la máscara de oxígeno y después de aquello buscó con la mirada a su rubia. No tardó en verla allí vigilándole y eso le hizo relajarse. El rubiales apretó el puño derecho con fuerza y después de eso chasqueó la lengua. Su ceño se frunció más de la cuenta al pensar en el maldito enmascarado. Ese asesino le había dejado un regalo cruel y por ello trató de gritar con fuerza. Tan solo salió algo parecido a una especie de gruñido, pero después de eso decidió mirar fijamente a su chica. Después de eso se fue quitando los cables despacio y la miró, estaba muchísimo mejor.
Tras darle un leve pico en los labios miró por una ventana y mostró una mirada seria. Parecía estar bastante cabreado por lo sucedido, demasiado quizás. Apretó sus puños y tras unos leves instantes logró calmarse a tiempo de hacer una locura, como coger un barco por ejemplo. Negó con la cabeza y se sentó en la cama. Lo más sensato sería no hacer el tonto y asegurarse de cuidar a su pequeña lo mejor posible. Estiró su mano hacia ella y acarició su mejilla al mismo tiempo que su ceño se fruncía un poco más. No iba a dejar que una estúpida enfermedad no fuese a permitirle tener su futuro con la chica que tenía delante de sus ojos. Pasaron unos segundos y se tumbó directamente en la cama. Miró hacia el techo sintiéndose impotente y después apretó el puño.
- “Esto no va a quedarse así. Es el momento de comportarse como un maldito Vice-Almirante.” – Pensó entrecerrando sus ojos despacio.
Notó el sonido de un trueno y enseguida cerró sus ojos. Iba a formarse una buena tormenta, pero él no sería el tonto que se quedase fuera. Tosió un poco y después se tapó con la manta. Continuaría dejándose tratar por Misa y después de aquello organizaría unas cuantas cosas. No pensaba dejar su vida en manos de alguien que no fuese la capitana de cabellos rubios. Ella era la única que podía saber perfectamente lo que le pasaba y cuidarle como era debido. No se fiaba mucho del resto de médico y el único que le provocaba confianza no estaba en la isla. Negó con la cabeza y cerró los ojos, debía dormir un poco después de todo.
Tras darle un leve pico en los labios miró por una ventana y mostró una mirada seria. Parecía estar bastante cabreado por lo sucedido, demasiado quizás. Apretó sus puños y tras unos leves instantes logró calmarse a tiempo de hacer una locura, como coger un barco por ejemplo. Negó con la cabeza y se sentó en la cama. Lo más sensato sería no hacer el tonto y asegurarse de cuidar a su pequeña lo mejor posible. Estiró su mano hacia ella y acarició su mejilla al mismo tiempo que su ceño se fruncía un poco más. No iba a dejar que una estúpida enfermedad no fuese a permitirle tener su futuro con la chica que tenía delante de sus ojos. Pasaron unos segundos y se tumbó directamente en la cama. Miró hacia el techo sintiéndose impotente y después apretó el puño.
- “Esto no va a quedarse así. Es el momento de comportarse como un maldito Vice-Almirante.” – Pensó entrecerrando sus ojos despacio.
Notó el sonido de un trueno y enseguida cerró sus ojos. Iba a formarse una buena tormenta, pero él no sería el tonto que se quedase fuera. Tosió un poco y después se tapó con la manta. Continuaría dejándose tratar por Misa y después de aquello organizaría unas cuantas cosas. No pensaba dejar su vida en manos de alguien que no fuese la capitana de cabellos rubios. Ella era la única que podía saber perfectamente lo que le pasaba y cuidarle como era debido. No se fiaba mucho del resto de médico y el único que le provocaba confianza no estaba en la isla. Negó con la cabeza y cerró los ojos, debía dormir un poco después de todo.
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