Descanso Merecido. [Galia - Ryuken] [Privado] [+18]

Ryuken se quejó por lo bajo mientras daba vueltas por la cama, lo que ocasionaba mucho dolor en su cuerpo. Tenía vendajes por todo su cuerpo, pero lo que predominaba era en sus brazos. Aquellas extremidades fueron las que más recibieron daño por culpa del último ataque de Black. No la culpaba, puesto que fue una pelea más o menos seria al fin y al cabo. No recordaba muy bien lo sucedido, puesto que se había ido a dormir en su subconsciente. Pese a eso, tenía los sentimientos del asesino por lo ocurrido, y debía admitir que, fuera lo que hubiera pasado, estaba de acuerdo con sus puntos. Si no podía derrotar a Galia, mucho menos podría hacerle peso a esa escoria llamada Ivan. El solo pensar en esa abominación, lo llenaba de un profundo asco. Nunca pensó que podía llegar a odiar a alguien, hasta que llegó ese malnacido.

El espadachín gruñó por lo bajo y se levantó con mucha dificultad del suelo. Las heridas le dolían a montones, y a penas sí podía caminar. Sabía que Galia lo estaba pasando mejor, puesto que tenía la regeneración de su parte. Suspiró en señal de cansancio y empezó a cojear en dirección hacia la cocina. Hacía rato que no comía algo, y su estómago le estaba pidiendo a gritos que se echara algo. Ryuken estiró sus brazos, ignorando el dolor que le provocaban los cortes y las quemaduras. Al llegar, lo primero que notó fue el aroma al queso fundido y a las migas de pan. Además de... ¿chocolate y leche? El joven entrecerró sus ojos y empezó a seguir el olor. Tal fue su sorpresa al ver a Galia fuera de la cocina, que terminó cayendo al suelo.

– Me cago en... – no alcanzó a terminar, puesto que soltó un quejido de dolor.

Se quedó por algunos instantes en el suelo, para luego suspirar y levantarse como pudiera. El dolor de sus piernas era un poco irritante, pero nada que no pudiera superar. Eso si, tuvo que usar un palo de oro para poder sujetarse. Hacer fuerza e intentar apoyarse con una mano, ocasionaría que las quemaduras empezaran a reaccionar. Ya de pie, se limpió su pijama y miró tranquilamente a la vampiresa, como si nada de lo anterior hubiera pasado.

– Hey – le saludó mientras se acercaba a duras y penas hasta donde se encontraba su pelirrosa.

Ryuken suspiró de alivio al ver que Galia lo ayudaba a ir hacia la silla que se encontraba desocupada. En verdad, a penas se podía las piernas. Si hubiera recibido el mismo daño de sus brazos, probablemente ahora estaría postrado un buen rato en la cama. Al contrario de Yami, el no era un orgulloso. Sabía cuando debía pedir ayuda, y no le molestaba en lo más mínimo hacerlo. La vampiresa era su compañera, después de todo. ¿Por qué debería molestarle? Salvo cuando ponía su vida en peligro, ahí si tenía derecho a enojarse. El rebelde suspiró un poco y dejó sus brazos a un lado, a sabiendas que le ardería un montón si intentaba rozar algo con esas extremidades. En conclusión de todo lo sucedido, debía volverse inmune a la electricidad, porque no valía la pena terminar así cada vez que enfrentaba a un usuario de ese elemento.

– Como si me hubieran rebanado los brazos y pies, para luego meterme en un horno a máxima temperatura – respondió amargamente, pero con un pequeño deje de broma. Ryuken suspiró y luego miró tranquilamente a Galia. – ¿Y tú? Puedo ver que tienes vendas, pero ¿no deberías haberte regenerado ya? – preguntó con preocupación.

La vampiresa se puso de pie, a lo que arqueó una ceja al notar que calentaba más pan. ¿Tan glotona se sentía como para repetirse? Su mirada se suavizó al ver que lo ponía delante de él, indicando que era suyo. Le lanzó una mirada agradecida a su compañera. En verdad lo conocía demasiado como para saber cuando tenía hambre.

– Gracias – le agradeció con serenidad para luego mirar el bocadillo que tenía en frente.

Levantó su mano para tomar el pan, pero inmediatamente la alejó debido al ardor. Una mueca se formó en su rostro, a sabiendas que no podría alimentarse así. Miró a Galia por algunos segundos, para luego volver al plato. Repitió eso mismo por algunos segundos, alternando, para luego suspirar. Se podía apreciar un notorio sonrojo en su rostro, debido a que lo que iba a preguntar era un poco... vergonzoso, al menos para él.

– Esto... – tartamudeó un poco, para luego tragar un poco. – ¿Podrías ayudarme? – le preguntó, al tiempo que ladeaba su cabeza debido a que sus mejillas estaban rojas. ¿A que vino eso? Negó un poco con su cabeza y esperó pacientemente la respuesta de Galia.

Ryuken frunció el ceño al escuchar su explicación y asintió. Había entendido que la plata y las heridas fuego ralentizaban su regeneración, por así decirlo. La electricidad fue lo suficientemente intensa como para provocar quemaduras en su cuerpo, por lo que ahí estaba la razón. De todas formas, tomaría nota de eso. No para aprovecharlo contra Galia y Black, sino para usarlo contra Ivan para cuando llegara el día. Era una ventaja que podía usar, además de la luz del sol. Conociendo al vampiro, seguramente lo atraería a lugares oscuros para poder pelear, o derechamente pelearían de noche. Por lo que leyó, su padre biológico peleó contra Derian estando de noche, por lo que esa fue una de las razones del conocido desenlace.

– Entiendo – murmuró suavemente al cabo de unos momentos.

Aceptó con gusto el trozo de pan y lo saboreó con intensidad. Lo había preparado la pelirrosa, así que quería disfrutarlo lo más que pudiera. Sabía que era algo tonto, pero no podía evitarlo. El amor hacía que la gente se volviera un poco estúpida, después de todo, o al menos eso leyó en alguna parte. A penas había reconocido finalmente sus sentimientos, así que aún tenía mucho que aprender. Por unos instantes le sonrío levemente a la joven. Corrección, ambos tenían mucho por aprender de todo esto, pero lo afrontaría como mejor lo sabían hacer y juntos, que era lo más importante.

No entendió muy bien eso de abrir la boca, pero se encogió de hombros y accedió a su petición. Se ruborizó un poco cuando se sentó en su regazo, y luego sus ojos se abrieron de forma exagerada al ver la técnica que usó para darle leche. El beso salvador, como lo había apodado luego de aquella misión. Ahora sabía como se sentía, y no podía culpar a la pelirrosa luego de lo sucedido. Otro beso salvador más tarde, más del pan y ya se encontraba lleno.

– Ahora entiendo como se siente recibir el beso salvador – le dijo mientras ella lo llevaba en brazos, bromeando un poco acerca de lo sucedido en su primera misión. – Por cierto... ¿donde vamos? – le preguntó, pese a que se sentía avergonzado al ser cargado en los brazos de Galia. Normalmente debía ser al revés, después de todo.

Ryuken seguía ruborizado mientras escondía su rostro en el cuello de Galia. Normalmente no era alguien tímido, pero esta situación lo meritaba. Normalmente era un hombre quien debería cargar estilo princesa a una mujer, pero esto era todo lo contrario. Tampoco podía decirle a Galia que lo soltara para que no pesara tanto, puesto que sabía que tenía una fuerza bestial. Sumando todo eso, no le quedaba otra que esperar a que la pelirrosa decidiera bajarlo, rezando para que nadie los viera en esta posición. Por suerte era de noche, así que no quedaba ninguna persona despierta. La alarma sonaba temprano, pero el podía darse el lujo de dormirse tarde. Con sus heridas, no podría hacer ejercicio durante un par de días, al menos hasta que pudiera mover los brazos y las quemaduras sanaran. Porque puta que dolían cuando rozaba sus extremidades con algo. Era por eso mismo que debía tener los brazos a un lado, evitando tocar el cuerpo de Galia con estos.

– El traje de villano le queda mejor a Black – le comentó, luego de sus palabras, mientras una gota de sudor bajaba por su sien.

La pelirrosa estaba intentando parecer siniestra, pero sinceramente el arquetipo no le quedaba. Su personalidad le impedía, después de todo. Ahora, si se trataba de Black... ahí ya era otra historia. Se estremeció cuando lamió su cuello, pero tuvo que aguantarse las ganas de reírse al ver su rostro. Definitivamente, el acto de quedar como malvada no le funcionaba ni por si acaso. Pese a eso, no pudo evitar bufar con algo de diversión.

– ¿Y que pasa si no quiero que alguien me salve? – le preguntó mientras se estremecía un poco debido al dolor de sus manos. No sabía si lo había olvidado o no, pero con cualquier tipo de roce, las quemaduras dolerían como una perra.

Galia seguía alimentándose de su cuello y sabía que quedaría una "bonita" marca luego. Debería llevar cuello alto o una bufanda para las misiones por culpa de eso ahora. Escuchó el comentario de princesa dorada y su ceja tembló con violencia. Al cabo de unos segundos, suspiró y negó con la cabeza, al tiempo que reía un poco.

– Lo dicho, el papel de mala te queda bastante mal – le dijo al cabo de unos momentos. – Pero... da lo mismo. Te diré lo mismo que le dije a Black: con tal de ser tu única fuente de alimento, el resto me importa una mierda – comentó mientras se encogía de hombros.

Ryuken, pese a las mordidas se su cuello, se relajó visiblemente un poco cuando accedió a su egoísta petición. No era tonto, sabía que cabía la posibilidad que la pelirrosa se perdiera ante sus instintos de chupa sangre con otra persona, por lo que se aseguraría de estar en la mayoría de las misiones con ella. En fin, ahora que se quitó un peso de encima, seguía esperando para ver como seguía el juego de la "villana" Galia... que más que eso, parecía más seductora que eso. No sabía si la joven tenía idea de lo que estaba haciendo, pero tampoco le incomodaba demasiado. Era más bien lo contrario, pero no iba a decirle eso en la cara. Pese a todo, seguía tiendo su orgullo, aunque este hubiera sido aplastado cuando la pelirrosa lo cargó como princesa. Si hubiera estado Yami al poder, ella no hubiera salido indemne, o al menos eso creía.

Se estremeció al sentir las caricias de la vampiresa en su torso, al tiempo que cerraba los ojos de manera instintiva. En eso, escuchó sus palabras y abrió sus orbes azules de golpe. Pese a la sensación que le provocaba, el espadachín miraba tranquilamente a Galia, al tiempo que ladeaba su cabeza hacia un lado.

– ¿Tanto se me nota? – preguntó mientras arqueaba una ceja en su dirección. Suspiró un poco y se encogió de hombros. – Creí que ya había quedado más que demostrado las últimas dos veces – le dijo, haciendo alusión a lo sucedido en Saint Reia luego de Sideros y a lo ocurrido en Banaro... aunque no sabía si contar demasiado esa, la verdad. Si, le había revelado sus sentimientos a la pelirrosa, pero al final fueron Yami y Black los que pasaron el día juntos. ¿Era normal sentir celos de ti mismo? De todas formas, Ryuken y Yami seguían siendo la misma persona, ambos querían la misma cosa a final de cuentas. O sea, la persona que tenían en frente. Ahora que el peliplateado se había dado cuenta de sus sentimientos, no hacía nada para esconderlos. El era alguien franco por naturaleza, después de todo. Se lo volvería a repetir cuantas veces quisiera, si llegaban hasta ese punto.

Apretó sus labios debido al frío y congelamiento en sus manos. Tenía que haber usado eso en sus extremidades quemadas... Al menos, provocaban menos dolor que un simple roce. Era más, refrescaban un poco sus quemaduras. Ryuken no dijo nada más luego de lo anterior, tan solo se limitaba a observar con la ceja arqueada a su compañera.

Ryuken gruñó por lo bajo y suspiró. Vale, la pelirrosa podía ser bastante malvada cuando quería serlo. Casi le da un ataque cuando la vampiresa, presuntamente, lo iba a rechazar. Se quiso golpear en una pared cuando dijo eso último. Ahora se daba cuenta que estaba jugando con él, obligando a que lo dijera por las puras. Bueno, ya no había nada que hacer. Al menos recibió la confirmación de que eran más que amigos y ambos eran del uno al otro. Sintió como otro peso se le fue de sus hombros, pero sabía que no había terminado todo. Aún quedaba que la situación de Yami con Black se resolviera, pese a que su contraparte lo tenía distinto. La vampiresa era mucho más terca y orgullosa que Galia, después de todo. Un simple perdón puede que no fuera lo suficiente, pero su otro yo no perdía nada con intentar explicarle la situación.

Nuevamente se ruborizó debido a la vergüenza de ser cargado como si nada por Galia. El medía metro noventa y aún así, ella podía levantarlo como si nada. Caminaron por los pasillos de la base hasta que llegaron a un cuarto que conocía muy bien. Fue el lugar donde tuvieron relaciones por primera vez, después de todo. Pese a que en ese entonces no tenía claro lo que sentía por ella. Solo la conversación que tuvo con Dranser, y luego el como se comportó con Ed por lo sucedido en la nieve, le hicieron dar cuenta de la verdad. Lástima que había solo un obstáculo para la verdadera felicidad, pero se encargaría el mismo de eliminarlo. Recordó entonces lo sucedido entre Yami y Black y apretó los dientes; aún se encontraba demasiado lejos.

– Debo ser más fuerte – pensó con algo de frustración.

Galia depositó su cuerpo con suavidad en su cama. Al menos no sintió tanto dolor con el roce gracias a su tacto. Entonces sintió como ponía su cabeza en su regazo, y levemente sonrío ante el contacto. Simplemente se dejó ser y dejó que la pelirrosa siguiera con su tratamiento. El tacto con su piel le provocaba estremecimientos, pero no era incómodo. Entonces escuchó a cierta persona hablar dentro de su mente y su mirada se tornó seria. Una cosa era dejarlo salir cuando estaba Black presente, y otra muy distinta era cuando quería decirle algo a la original también.

– Galia – habló con cierto nerviosismo. Había accedido, pero solo si la vampiresa no tenía inconvenientes con aquello. – Yami quiere decirte una cosa, pero no lo dejaré salir si te niegas – considerando la última vez que esos dos se dirigieron la palabra... se hacía una leve idea de como iba a terminar todo esto. Aunque bueno, viendo que no tenía sus brazos funcionando, a lo mejor aceptaba.

Rezaba para que la pelirrosa dijera que no, puesto que su otra parte era tan volátil, que nunca se sabía lo que podía pasar cuando lidiabas con él. Podía pasar todo de una simple charla a una escena directamente de terror en menos de un segundo. Solo Dranser y Black tenían cierto control en él, y no tenía idea si Galia podría mantenerlo a raya por si perdía el control de sus instintos asesinos. Al escuchar que aceptaba, no pudo evitar estremecerse. El siempre cumplía sus promesas, así que no le quedaba otra que dejar al asesino salir para que hablara con ella. De todas formas, se mantendría atento. A la más mínima muestra de agresividad, volvería a tomar el control de forma violenta y lo encerraría en los profundos más rincones de su mente por una temporada. Aún no perdonaba esas palabras en Banaro, así que podía servirle como excusa para llevar a cabo tal acto.

Esperó a que terminara de limpiar sus heridas para cederle el control al otro, además le servía para mentalizarse un poco. Mientras rascaba sus cabellos (que encontraba absolutamente placentero), escuchó sus palabras acerca de querer a alguien con dos personalidades. Bueno, el tenía el mismo dilema, pero había aceptado a la primera a Black cuando se enteró de su existencia. Se lo había dicho en esa ocasión durante el bosque, que las consideraba a cada una como un lado de una misma moneda. Supuso que lo mismo iba para él y Yami, pese a las dudas que su otra parte seguían provocando en su cuerpo.

– Black – pensó cuando vio que sus ojos se tornaban rojizos.

Antes que pudiera decir algo, la vampiresa tomó su rostro y plantó sus labios en los suyos de forma dominante. Duró poco, pero había entendido el punto. Debido al rubor y al sonrojo, asintió distraídamente ante sus palabras. Al ver que volvía a ser Galia, suspiró y le cedió el control a Yami.

Lo primero que hizo el asesino fue parpadear y mirar sus brazos mientras levantaba su cuerpo. Lo movió y se mordió los labios un poco debido al dolor, pero no era nada comparado con lo de antes. Al menos ahora tenía movilidad completa y no tenía que preocuparse por un dolor agonizante con el mero acto del tacto. Una vez que todo estuviera en orden, el joven miró de forma solemne a la pelirrosa. Se mantuvo así durante algunos segundos, para luego suspirar y rascarse sus cabellos.

– Mira, yo... – empezó el joven, para luego mirar hacia el otro lado mientras chasqueaba su lengua. El era alguien orgulloso y consideraba bajo esto. Que el tuviera la iniciativa para esto, era sorprendente. Esto demostraba el control que tenía la vampiresa en las dos personalidades. – Quiero disculparme por las palabras hirientes que dije en Banaro. Pese a quería ayudar, salió más como una burla que eso y sé que estuvo mal... y se que estas escuchado, Black. A ti te debo una explicación y disculpa de lo último que pasó, pero esperaré a que salgas para decírtelo – concluyó el asesino mientras se cruzaba de brazos y mirara directamente a los ojos de la pelirrosa, esperando para ver que era lo que sucedería.

Cerró sus ojos al sentir las caricias de la pelirrosa en su cabello. Una de las razones por la cual toleraba, quería y necesitaba la presencia de la vampiresa en su vida, era porque actos como estos le hacían recordar tiempos cuando todo era mas sencillo. Su madre trató, pero nunca pudo destruir sus instintos que lo determinaban como un asesino. Era curioso, porque ahora se arrepentía un poco de todo el daño que había hecho. Mató a varias personas inocentes y todas debía tener algún familiar que haya llorado su muerte... O peor, haya dejad viuda o viudo a alguien. En el peor de los casos, dejaba a niños huérfanos para saciar su sed de desesperación. Lo peor era, que no volvía a pensar en ellos luego de sus matanzas. No era como su parte blanda, que soñaba todas las noches con sus víctimas, pidiendo misericordia. A el no le iba ni venía eso, simplemente seguía haciendo lo suyo.

Escuchó sus palabras y chasqueó su lengua. Bueno, si quería ponerlo de ese modo... De todas formas hablarían los cuatro más adelante. Más que calentura del momento, fueron sus propias frustraciones e inseguridades que lo llevaron a decir eso. Viendo que el tema había quedado zanjado por el momento, lo dejaría como estaba. Ya saldarían cuentas luego, cuando las cosas siguieran su ritmo natural. Se mostró algo confuso cuando Galia dijo eso, puesto que parecía más un rompecabezas o trabalenguas que una confesión. De todas formas, captó el mensaje luego. Si bien su atracción era más hacia Black, debía admitir que ella también tenía su encanto y podía ver porque Ryuken la amaba tanto. Era su aura, más que nada. Lo calmaba sin siquiera intentarlo, como algo maternal... Y dejó sus pensamientos hasta allí, puesto que sino las cosas se pondrían raras.

Sintió los labios de la vampiresa e instintivamente cerró sus ojos. Al contrario de los de Black, los de ella eran mucho más suaves. Dejó que hiciera de las suyas mientras escuchaba sus palabras. Lo de armonía era... Sus ojos se abrieron de golpe por unos momentos, pensando en cierto suceso que podía darse si las condiciones se cumplían. Lo cierto era que era improbable, pero puede que fuera lo único que le quedara a estas alturas para salvar a Black si es que la pelirrosa volvía a ser humana. Que un orgulloso como él estuviera considerando una opción como esta, quería decir que iba enserio. No era la primera vez que pensaba en esa idea que siempre terminaba descartando, puesto que lo consideraba como una rebaja y sacrificio extremo de su parte.

– No era necesario, pero... por supuesto – le respondió para luego besarla con suavidad por algunos segundos, algo poco visto en él. – Lo cierto es, que puedo darme cuenta porque el otro esta chalado por ti. Eres una genio. Se me ocurrió una idea para salvar a Black y no muera si es que algún día vuelvas a ser humana – le reveló mientras suspiraba. – Sería un sacrificio extremo de mi parte,
pero... Si es para salvarla, entonces no me importa rebajarme de ese modo. La clave esta en eso que dijiste: armonía – le reveló, esperando a ver si hacía la conexión.

Se mostró sorprendido un poco cuando Galia lo besó de repente. En eso se dio cuenta que cierta persona había decido a aparecerse y contestó con gusto. Y él que pensaba que su parte buena duraría más, pero en fin. Sabía que Black no toleraría quedarse mucho tiempo encerrada, más cuando él estaba presente. Debido a que salió sin que Ryuken usara sus instintos asesinos, el espadachín se encontraba extrañamente tranquilo, sin mostrar signos de malicia. Por supuesto, eso era solo porque ambos se encontraban a solas. Si lo ponían en solitario en una base marine para hacer sus tareas... bueno, eso quedaba en la imaginación de uno, pero en solo pensar en la sangre derramada, los cuerpos destrozados y la gente gritando... Si, tal vez debería a ir una misión pronto a solas. Mientras la revolución lo dejara hacer lo que quisiera contra esos tipos, el no mataría a gente inocente. Así de sencillo.

– Pero aún tengo cosas que hacer – pensó mientras suspiraba.

Entrecerró los ojos al ver el aura eléctrica, pero no reaccionó más que eso. Pese a que Black podía ser considerada como sádica y cruel, ni ella se rebajaría a atacar a alguien que no podía defenderse de alguna forma... o al menos eso creía. Escuchó entonces sus palabras y sus cejas de alzaron hacia arriba, mostrándose visiblemente sorprendido. Bueno, había acertado de lleno en eso. Si consiguió averiguarlo solo con sus palabras, entonces se daría cuenta del por qué sería un sacrificio de su parte. Yami era un ser lleno de orgullo y el solo hecho de desaparecer para fusionarse completamente con su contraparte, lo consideraba como una aberración. Solo por el hecho que era lo único que salvaría a Black de su destino si la vampiresa volvía a su estado original.

– Permanente – le asintió, dándole a entender que había dado en el blanco. – Un alma que se ha fusionado con otra, no tiene como desaparecer después de todo. ¿Cómo matas a algo que ya no existe? Pero... sabes lo que pasaría si ocurre una fusión –

Y era ahí donde estaba el problema, porque técnicamente Black igual desaparecería, Galia también ya que estaban. Mismo caso iba para él y Ryuken. Dejarían de existir para dar paso a una nueva persona y no sabía como sentirse respecto a eso. Se estremeció un poco cuando succionó su sangre y escuchó sus palabras. Entrecerró sus ojos y apretó con un poco de fuerza su cuerpo, para luego relajar su agarre un poco. La idea le disgustaba bastante, demasiado diría él.

– Inténtalo y la próxima vez me aseguraré que tu otro lugar tenga bastante más atención – le respondió, sonriendo con un deje de malicia y diversión.

– Je, sabía que responderías con eso. Eres igual de orgullosa que yo, después de todo – le respondió mientras se encogía de hombros.

Era como él en ese sentido y sabía que no aceptaría eso de forma tan sencilla. De todas formas, igual le alegraba. La prefería más como estaba que perder su esencia al fusionarse con la original y lo mismo iba para él. Escuchó sus palabras entonces y se puso rígido, para luego fulminarla con la mirada. No, eso sí que no. No permitiría que nadie jugara con su lugar sagrado, ni aunque se tratara de la pelirrosa. Porque sabía que esas palabras diciendo que tenía permiso, significaban que ella también lo tenía para hacer lo que quisiera con su cuerpo. Quererla mucho podía, pero no para llegar hasta estos extremos. El era Yami Shirou, joder, nadie lo dominaría de esa forma. Entrecerró sus ojos cuando sus sospechas se hicieron realidad y chasqueó su lengua.

Vio como formaba esas... cosas de hielo y entrecerró sus ojos. Pese a que no tenía conocimiento alguno de juguetes como ese, a simple vista esas abominaciones le provocaban nauseas y ganas de vomitar. ¿Acaso le quería meter eso por el culo? No, no dejaría que fuera violado de esa forma. Pese a que era inferior a ella, no dejaría que todo terminara así como así. Se estremeció un poco cuando sintió esos dos objetos en su pecho, puesto que sentían bien un poco. Por supuesto, eso era porque estaba alejado de ese punto suyo. En cuando viera que fuera a dirigir eso a su lugar sagrado, entonces atacaría.

Sin decir palabra alguna, desde si pierna se empezó a formar un charco hecho de oro. Este se fue expandiendo hasta que tuvo una cantidad considerable a su disposición. Esta se deformó y algunos tentáculos de ese metal se fueron formando alrededor de la cama. Pese a todo, no hizo nada más. Aquellas cosas sacadas de pesadillas eróticas, simplemente se quedaron ahí sin hacer movimiento alguno, esperando las órdenes de Yami. Le sonrío con suficiencia a la pelirrosa y silbó un poco por lo bajo.

– Por favor – suplicó el joven, pese a que estaba jugando. Si se atrevía a dirigir esas cosas a su zona prohibida, ahora sí que no tendría piedad con sus tentáculos de oro.

Eso era cierto. Si bien la vampiresa podía crear una cantidad considerable de hielo, el colmillo dorado era amo y señor de su elemento y su límite máximo era mucho mayor a la de Black. Puede que si hielo fuera más poderoso por culpa del haki, pero el tenía la ventaja en cuanto a cantidad se refería. Cada cierto tiempo hacía una prueba de cuanto podía formar de una y los resultados más recientes lo dejaban satisfechos. Así que sí, el tenía las de ganas si osaba a meter esas cosas dentro de su culo. No dejaría que nadie le quitara el orgullo de esa forma, aunque se tratara de ella. El sumiso era su parte buena, no él, después de todo. Tosió un poco y miró directamente a la joven, esperando para ver lo que haría con tal amenaza asechando.

Entrecerró sus ojos al notar los tentáculos de hielo. Sabía que no podía romperlos con fuerza bruta, así que no le quedaba más opción que responder. Lentamente los suyos propios hecho de oro se acercaron hacia la vampiresa, pero se detuvieron cuando el joven dio la orden. ¿Razón? La pelirrosa había sacado esas cosas, por los que su manos quedaron en libertad nuevamente. Bien, así le gustaba. Sonrío con satisfacción al ver que se encontraba dudando ante el peligro. Primera vez que tenía el placer de ver a la gran vampiresa dudar ante la adversidad. Por unos instantes había dudado y pensó que debía usarlos finalmente, pero la joven se estaba tomando su tiempo decidiendo que curso de acción tomar. Fuera lo que fuera, si seguía con todo esto... Bueno, sería una experiencia horrible para los dos.

– Créeme, no quieres saber. Pero involucraría los dos sitios prohibidos tuyos al mismo tiempo – le sonrío con satisfacción, sabiendo que eso lo haría dudar más. Lo siguiente podría ser el último recurso para hacerle desistir del todo, o tal vez no. – En cuanto a lo otro... no lo sé. Puedo a crear hasta veinte metros cúbicos de oro al mismo si me lo propongo, así que supongo que cientos – dijo mientras se encogía de hombros, restando importancia al asunto.

Se calmó al ver que se tumbaba a su lado, por lo que los tentáculos se relajaron un poco. Pese a eso, seguían alerta por si la pelirrosa seguía con la idea de meterle esas dos cosas por el culo. La abrazó cuando ella lo hizo y suspiró con algo de alegría. Seguía siendo un asesino, así que le costaba expresarse. Escuchó sus palabras y arqueó una ceja, para luego empezar acariciar su espalda o cabellos. Al cabo de unos minutos, una sonrisa algo maliciosa se formó en su rostro. Con sus manos, empezó a hacerle cosquillas en cada rincón que pudiera alcanzar desde esa posición. Quería ver si la pelirrosa era cosquillosa o no.