Descanso Merecido. [Galia - Ryuken] [Privado] [+18]

Si hubiera sido otra persona, probablemente hubiera hecho un puchero al ver que Black no tenía cosquillas, pero como se trataba de Yami, tan solo refunfuñó por lo bajo. Bueno, ya abría más oportunidades para tomarla por sorpresa más adelante. Vio su acción y arqueó una ceja al verle la cara. A veces no sabía quien era la verdadera vampiresa, puesto que cambiaba de personalidad cuando quería y no hablaba de su problema con Galia. Todos esos cambios de humor eran exclusivos de Black, pero la verdad no le importaba demasiado. La quería como era y no iba a cambiar. Detuvo sus caricias por algunos instantes al pensar en eso y sus cejas se elevaron al darse cuenta de lo que había pensado. Era la primera vez que lo admitía y no pudo evitar sorprenderse por lo bien que se sentía reconocerlo. ¿Era por eso que sentía que la consciencia de su otro yo estaba más relajada? Porque era como si se hubiera quitado un verdadero peso de encima. Se rascó su cabeza y levemente sonrío. Si, la quería. Algo que era impensado para un asesino cruel como él, pero de algún modo había pasado y no se sentía disgustado en lo más mínimo.

Río un poco al ver sus mofletes inflados y se encogió de hombros, para luego seguir acariciando su cuerpo. Escuchó lo que dijo y sus mejillas se sonrosaron un poco, pese a que su ceja temblaba con violencia. ¿Era necesario lo último? Pese a que era un asesino, no le gustaba que lo trataran con respeto. Que le tuvieran miedo sí, pero nunca eso. Solo hacía lo que hacía para infundir miedo y calmar su sed de sangre y desesperación, no para que lamieran sus pies. Era una de las razones por la cual parecía como si fuera un ser arrogante, pero estaba lejos de la realidad eso. Simplemente era su locura haciendo acto de presente, ignorando cualquier pensamiento racional que pudiera tener. Lo llamaba modo combate y desde que despertó solo lo usó una vez, que fue cuando peleó por primera vez con Black dentro del hotel.

– Bueno, no es como si pudiera culparla por no saber como funciona mi mente – pensó mientras suspiraba. Ella podía entenderlo a él mejor que nadie y viceversa, pero era bastante improbable que pudiera descifrar su humor del momento. Su mente era un caos de los peores y él era una de las personas más volátiles existentes en el mundo. Nunca sabías cuando se encontraba tranquilo o cuando debías correr por tu vida. Había aprendido lo suficiente para ocultar su instinto asesino cuando lo necesitaba, después de todo.

Sonrío un poco cuando vio su transformación y no perdió tiempo en acariciar sus orejas con una mano. Estuvo así durante algunos segundos, ignorando la cola que se encontraba dentro de los pantalones de su piyama de momento. No se detuvo en las orejas, sino que empezó acariciar todo su cuero cabelludo. Quería saber si en ese modo se comportaba como un felino o no. Fue haciendo eso y luego rascó su cuello. Repitió el proceso varias veces entre las orejas, cabello y cuello hasta que se le ocurrió una idea. Creo que ya estaba entendiendo un poco sus cambios de humor y se le ocurrió algo para probarlo. No solo por eso, sino porque quería decirlo ahora que se dio cuenta de lo que sentía.

– Te amo – dijo abruptamente el joven. Si hay algo en lo que coincidían Yami y Ryuken, era que ambos eran franco y no temían decir lo que pensaban o lo que sentían, así de sincero era.

Arqueó una ceja al escuchar sus respuesta, mostrándose algo sorprendido. Viendo lo testaruda que fue en Banaro, pensó que pondría más pegas para aceptar su confesión, pero viendo que sus sospechas cada vez se hacían mas certeras... no lo consideraba tan descabellado. Ahora pudo pillarla desprevenida y por eso respondió sin pensar en lo que decía, en su opinión. Pese a eso, no pudo evitar que un sentimiento de calidez invadiera su cuerpo. Era la segunda vez que alguien le decía te amo directamente. La primera fue su madre, pero el de Black fue muy distinto al familiar de ella. No pudo evitar sonrojarse un poco y rascarse la cabeza, acto que hacía cuando se encontraba nervioso por algo. Compartía ese gesto con Ryuken, pero él rara vez lo usaba puesto que casi nunca se ponía nervioso por algo. Yami siempre controlaba la situación, así que era impensado que sucedieran cosas como estas.

Casi bufó de la diversión al ver su rostro, pese a que lo único que quería era apretar sus mejillas con las suyas propias. Su rostro estaba tan rojo, que parecía un tomate madura. Además contrastaba perfectamente con su cabello rosado. Black mostraba los dientes, intentando parecer amenazante, pero debido a su rostro y a que tenía sus orejas y cola felina, parecía más un gatito queriendo parecer amenazante. Básicamente parecía mucho más tierna que alguien sádica como era la vampiresa y... ¿Era esa su cola que golpeaba sus rodillas? Miró hacia abajo y se dio cuenta que si, su cola estaba tocando esa zona. Una gota de sudor bajó por su sien al ver que también le estaba dando palmadas en su pecho mientras lo llamaba imbécil una y otra vez. Si, sus sospechas eran ciertas. Black entraba en sus cambios de humor cuando la pillaban desprevenida y cuando sucedía algo que se le iba de las manos. O sea, cuando decía cosas melosas hacia ella.

En eso, la vampiresa ocultó su rostro en su pecho y su cola empezó a ahorcarlo con fuerza. Los ojos del asesino se abrieron de forma cómica y llevó sus manos hacia su cuello, tratando de zafarse del agarre. Fue un intento inútil, era como tratar de agarrar un bloque de cemento con las manos. Su rostro fue poniéndose azul, pero por suerte la pelirrosa sabía cuando parar y lo soltó. Lo primero que hizo Yami fue toser con fuerza y llevarse la mano hacia su cuello. Le había quedado completamente marcado y eso quedaría por un rato. Ostias, nunca pensó que avergonzada podría ser capaz de llegar hasta estos extremos. Quizá debería evitar molestarla de ahora en más... No, mejor no. Era muy divertido ver sus reacciones, al menos para él que lo consideraba completamente adorable esa forma de ser suya.

Sus ojos volvieron a abrirse de forma exagerada al sentir hielo y frío en su entrepierna. Tembló con violencia y fulminó con la mirada a la joven, al tiempo que se mordía los labios para evitar dejar salir un sonido extraño. Viendo que se trataba de Yami, sus reacciones no eran de las más convencionales. Finalmente no aguantó más y la miró.

– Bueno... con esto último me has aclarado lo que sospechaba desde un rato. Ya no tengo nada más que decirte... –

Dejó en suspenso por algunos segundos. Quiso darle un susto pequeño, haciendo como si se fuera alejar, para luego cerrar la distancia e intentar besar sus labios con pasión. Encontró su lengua y la entrelazó con la suya propia, moviendo rítmicamente aquello. Finalmente tras dos minutos de aquello, el joven se separó, dejando un pequeño hilo en el camino.

– ¿Qué creías que iba a decir? ¿Qué me he aburrido de ti y que ya no quería nada más contigo? Eso nunca. Tu eres mía y de nadie más. Jamás te alejaría de mi vida, antes muerto que hacer eso – le dijo tranquilamente, esperando su reacción. Por otro lado... sus bolas se estaban congelando completamente.

Sonrío suavemente al escuchar sus palabras, gesto que rara vez se le veía hacer. Por supuesto, solo se mostraría así con la vampiresa que tenía debajo. Con el resto seguiría siendo el asesino cruel e hijo de puta de siempre. Ella solo tenía el derecho de verlo así, nadie más. Quién quiera que lo viera... Debería pagar con su vida. Así también como cualquiera que viera mal o con otros ojos a su pelirrosa. Ella era de él y de nadie más. No de Edward, no de Taito. Mucho menos de ese vampiro de mierda. Si alguno de los mencionados (u otro miembro de la revolución) hacía ojitos... Habría una bestia desatada en Saint Reia en búsqueda de la sangre de quién se haya osado a poner sus ojos en ella. Solo él tenía el permiso. Si no fuera porque todas las marcas desaparecían del cuerpo de ella, hace rato que la hubiera marcado en su cuello con algo... especial.

Y no, no ignoraba lo que sucedía en su entrepierna. Dado que Black movía de arriba hacia abajo su cola, aún con esta enrollada en su intimidad, simulaba perfectamente el acto de la masturbación. Simplemente no sabía en como reaccionar ante el placer repentino e involuntario, así que solo cerró sus ojos y apretó con fuerza sus labios, evitando que algún sonido saliera de allí. Pese a sus esfuerzos, no podía dejar de sentir como ese suave apéndice jalaba de arriba hacia abajo su herramienta. Lo peor era, que por su pelo la sensación era mucho más excitante que de costumbre. Si no fuera porque Black lo hizo durar sus minutos en Banaro, probablemente se hubiera venido hace rato.

– Si no puedes controlar la cola... Desactiva la transformación, Black – consiguió hablar el joven, pese al placer que sentía. – Eso o dale el control a Galia, porque sabes que puedo durar lo mío – no era arrogancia, simplemente era la verdad y ella lo sabía a la perfección.

Pensar en la otra mitad de la vampiresa, no pudo evitar mirar hacia abajo con algo de culpa. Debido a que él y Black salían siempre, sus otras mitades poco y nada tenían tiempo para ello. Siempre eran ellos dos quienes usaban todo el tiempo cuando estaban juntos. ¿Era justo para ellos ser relegados a segundo plano? Sabía que venían siendo las mismas personas, pero igual era distinto dependiendo de quien estuviera en control. Con él y Black se tenía el juego de quien era dominante, así como él intentando que la vampiresa usara su personalidad tímida más a menudo. En cambio, estaba seguro que sus contrapartes tendría una relación mucho más normal, no como la extraña que tenían ambos asesinos.

– Mierda – pensó cuando notó que la pelirrosa aumentaba la velocidad. Ya pensaría luego en lo anterior.

Debido al placer que recorría su cuerpo, perdió momentáneamente el control de los tentáculos y estos iban acercándose lentamente a la vampiresa. Los ojos de Yami se abrieron de forma exagerada e intentó controlar aquello, pero era inútil. Debido a todo lo que sentía, su oro dejó de responder como él quería.

– Black... por favor. Ya no puedo controlarlo más – murmuró, al tiempo que un escalofrío recorría su cuerpo. Lo decía más por su bienestar que por el suyo propio, de todas formas.

Ladeó su cabeza hacia un lado al escuchar eso y sus ojos brillaron con intensidad, sintiendo frustración y confusión. ¿Por quién lo tomaba ella? Había dicho eso simplemente porque pensaba que la otra parte tenía más control sobre sus emociones y podría controlar mejor la situación. Nunca pensó que sus propias palabras podían tomarse de ese modo. "Pero eso es, ¿no? No piensas, Yami", le dijo su contraparte. Entrecerró sus ojos al escuchar a aquella innecesaria voz de la razón y simplemente la ignoró. Tenía muchas ganas de responder a ese comentario, pero su concentración estaba en otro lado ahora. Sabía que tenía que arreglar la situación de alguna forma, puesto que ahora tenía que lidiar con una muy enfadada vampiresa que pensaba que quería a su otra mitad. Si bien aquello era cierto, seguía prefiriendo a su otra mitad. No se entendía muy bien con Galia, era Black quien lo entendía mejor en este mundo.

Luego de que pasó a su forma completa y escapó por la ventana, el joven no perdió el tiempo en seguirla. Un aura rojiza apareció en su cuerpo y corrió a máxima velocidad detrás de ella. Joder, puta mierda. Sentía que sus piernas se iban a desgarrar en cualquier momento por todo el esfuerzo que estaba haciendo, pero la vampiresa era mucho más importante que sus necesidades. Ya lidiaría con el dolor después. Si bien hace rato que no veía a la vampiresa , aún podía seguir sus huellas. Gracias a su amplio conocimiento del bosque, no tardó en seguir las enormes huellas de aquel ser y llegó hasta una cuesta enorme. "Debe ser una broma", pensó el asesino al notar todo el esfuerzo físico que debería hacer. En eso se dio cuenta de algo y casi se golpea debido a su propia idiotez.

Colocó sus manos en el suelo y una enorme cantidad de oro surgió de sus pies. Esta empezó a crecer y a crecer, elevándose el piso con él encima. Finalmente pudo divisar una cueva y por las pisadas de la entrada, se dio cuenta que la vampiresa se encontraba dentro. Dejó de hacer crecer el oro y saltó de allí, ignorando completamente el dolor de sus piernas. Cojeó hacia la entrada y pudo ver a la joven allí tirada. Se acercó con cuidado y sus ojos brillaron de dolor al ver a esos orbes azules. ¿Tan dolida se encontraba que le cedió el control a su otra parte? Por algunos instantes sintió asco de sí mismo, pero luego se le pasó.

– Y a duras a penas puedo sentir mis piernas – murmuró, pero luego negó con la cabeza.

Ya prestaría atención a eso luego, lo importante estaba en frente de él. Miró por algunos instantes a la pelirrosa y bajó la mirada, avergonzado. No sabía que decir, nunca fue bueno con las palabras. A sí mismo, debido a que siempre pensó en matar hasta hace poco, el tema de relaciones lo acomplejaba, lo que podían provocar situaciones como la anterior. "Solo... di lo que piensas. Ya no puedes controlar lo que haga Black, solo te queda esperar un milagro", le dijo Ryuken. Se extrañó ante el apoyo repentino, pero no pondría pegas. ¿Decir lo que pensaba? Cerró los ojos por algunos segundos y luego miró a la vampiresa.

– Sé que fui un idiota y mi propia inhabilidad de saber como relacionarme con alguien me hacen cometer errores como lo anterior. Quise decir otra cosa con eso último, pero no voy a excusarme. Solo yo tengo la culpa y nadie más. Yo dije esas palabras y ahora yo enfrento las consecuencias de mis actos – gruñó por lo bajo y dio un paso hacia adelante, solo para caer al duro suelo debido a que no podía sentir sus piernas. Estaba seguro que estaba sangrando, pero poco importaba. Ese era uno de los castigos por lo que hizo. – Solo quiero decir... No, pedir que me perdones y me des otra oportunidad. Te amo más a ti, tu eres la única persona que puede entenderme y eso no cambiara por nada. Sin ti, no tengo porque seguir existiendo – Yami tenía la mirada hacia abajo, no quería ver a esos ojos juzgándolo o mirándolo con asco. – Por favor... sé que no tengo derecho luego de lo que dije, pero perdóname – esto último lo dijo con voz quebrada y para su sorpresa, algunas lágrimas caían de su rostro. Nunca antes hubiera dejado a alguien verlo en este estado tan lamentable, pero poco le importaba en este momento. Seguía mirando hacia abajo, esperando el veredicto. Si Black no quería volver a verlo, entonces se aseguraría el mismo de desaparecer para siempre dentro del subconsciente de Ryuken para siempre.

Por algunos instantes el asesino no respondió. Tan solo levantó la mirada y miró directamente a los ojos de Galia, sin dar una muestra de lo que sentía actualmente... si es que sentía. La verdad era que aún no terminaba de procesar lo que dijo la rebelde y tan solo atinó a mirar sin decir nada. Fue solo cuando dijo que desapareció para siempre, que terminó aceptando la realidad; Black había desaparecido. Lágrimas empezaron a caer por los ojos del asesino y se llevó sus manos a la cara, ignorando el intento de consolación de Galia. Su preciosa Black se había ido y todo fue por su maldita culpa. Golpeó el suelo con rabia, sin importarle el dolor de sus quemaduras o que estuviera abriéndose los nudillos por golpear algo tan duro como el material de esa cueva. No le importaba nada, solo estaba en modo automático. Ni siquiera pensaba en sus acciones, solo se dejaba guiar por sus instintos.

– ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaah! – gritó el asesino, finalmente dejado de golpear el suelo.

Se llevó las manos a su rostro y lloró, lloró como nunca antes en su maldita vida. Ni cuando murió su madre se había sentido así. Pese a que el asesino era un ser que vivía de la desesperación suya y de los demás, esta vez no sentía nada de eso, por primera vez en su vida. Dolor puro, solo eso. No le gustaba, en lo más mínimo. Tan solo quería desaparecer para siempre y no ver a Galia nunca más, porque pasaría el restos de sus días recordando que por su culpa su querida vampiresa había desaparecido para siempre. Ignoró el hecho que la pelirrosa, así como también que su cuerpo temblaba. Estaba tan atormentado, que aún no se daba cuenta de que sus ojos eran rojizos, significando solo una cosa.

– ¡Quiero a Black! ¡Quiero a Black! ¡Quiero a Black! ¡Quiero a Black! – Yami no paraba de gritar como niño pequeño, expresando su deseo de que la vampiresa dijera que era una broma y volviera.

La mente del asesino había terminado de romperse por completo y se calló de repente. No sentía nada, tan solo culpa y dolor. Ya no le quedaban fuerzas de nada, solo quería hacer una última cosa antes de terminar con todo esto. Sin ella ya no quedaba nada por aferrarse a una existencia mediocre y de asesinatos. Ni matar gente conseguiría calmarlo ahora. Tan solo quería descansar para siempre, pero antes de eso...

– Al menos déjame ver tu rostro una última vez, para ser lo último que recuerde antes de desaparecer – dijo con voz muerta y carente de emociones, solo dolor.

Sin embargo, cuando giró su rostro para dignarse por fin ver a la vampiresa desde que se disculpó, se congeló. Se encontraba cara a cara con ella, mirando unos familiares ojos rojizos que no podría olvidar nunca en su vida. Aquello debía ser una ilusión, sí. Levantó la mano e intentó tomar su mentón para ver más de cerca. Al ver que en verdad sus ojos eran rojos, no pudo evitar que lágrimas volvieran a caer libremente de sus ojos.

– ¡Estas viva! – Yami abrazó con fuerza a la vampiresa, teniendo miedo de dejarla ir y que todo fuera producto de su imaginación. – ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Te amo! ¡Lo siento! ¡Te amo! ¡Te amo! – El pobre asesino no dejaba de repetir eso una y otra vez, intercalando el lo siento y te amo varias veces. Parecía simplemente un niño pequeño, muy diferente al asesino familiar de antes.

Las caricias de Black en su cabeza estaban consiguiendo que el asesino pudiera tranquilizarse un poco, pero estaba lejos de volver a su estado natural. La casi muerte de su vampiresa había dejado destrozada su mente y pasaría un buen rato antes que pudiera recuperarse del todo. Si incluso perdió sus instintos asesinos y sabía que no sería tarea fácil recuperar aquello, pero poco le importaba aquello. No, lo importante era que Black vivía y que no se había ido. Abrazó más fuerte su cuerpo, sintiendo miedo porque fuera un sueño y simplemente era un producto de su imaginación y sus ojos siguieran azules, significando que solo era Galia. Se apartó un poco y suspiró de alivio al ver que eran rojos, por lo que la volvió abrazar. Si, en verdad se trataba de ella.

– Hablo enserio... –  se atrevió a decir, pese que el tono de su voz sería quebrado y carente de emociones, a excepción de alivio y dolor.

Al sentir como bebía de la sangre de sus nudillos, realmente supo que se trataba de Black. Solo ella se alimentaba de forma tan intensa, pese a que ahora lo estaba haciendo por él en vez de saciar su sed. Como no estaba pensando, no se dio cuenta del severo daño que se hizo en sus nudillos al golpear la roca de lo que estaba formado esta cueva. Le daba igual, se lo merecía por lo hijo de puta que fue con su preciosa vampiresa. No merecía nada de lo que estaba haciendo por él, absolutamente nada. Black se levantó de la nada y empezó a cargar de un brazo. Por él que lo dejara pudrirse allí, pero no era justo para su otra parte, que nada tuvo que ver en todo esto. Eso y fijo que nunca podría salir si no recibía atención médica en sus piernas.

Llegaron a la base después de un par de minutos y Black lo dirigió hacia la cama de su cuarto. Se quejó un poco debido al dolor, pero no dijo nada. Aquello no era nada con todo lo que hizo para acabar así. De verdad pensó que lo dejaría allí y luego se sentaría en algún otro lugar, por lo que se sorprendió a ver que ella también se metía debajo de las sábanas. No solo eso, sino que además lo abrazaba con fuerza. Escuchó las palabras de la pelirrosa y accedió de inmediato. Con delicadeza y lentitud fue rodeando su cuerpo hasta aprisionarlo contra el suyo. Pese a que su mente se encontraba aún no se encontraba estable, su corazón latía con fuerza al sentir su cercanía.

– Te amo – esta vez lo dijo sin estar en el episodio de crisis, pero igual era sincero. – Lo siento por todo. –

Algunas lágrimas caían por su rostro, pero no lo quitó. A estas alturas ya le daba igual todo. Mírenlo, ¿dónde quedó ese ser sanguinario que asesinaba casi todo sin piedad alguna? Había sido reducido a una cáscara de lo que era en antaño y todo por culpa de tantas emociones contradictorias que le ocasionaba la joven que tenía en sus brazos. Cerró sus ojos durante algunos segundos y acarició sus cabellos con delicadeza. Para ser un vampiresa con una increíble sed de sangre, casi todo su cuerpo era demasiado suave en vez de duro.

Escuchó sus palabras y no pudo evitar mirar hacia abajo, apenado. Le creía, pero su maldita inseguridad le impedía ver más allá de lo que tenía delante. No solo eso, tenía miedo a cagarla de nuevo, pero que esta vez no hubiera vuelta atrás. Ahora fue una suerte lo que pasó (seguía sin saber porque la vampiresa lo perdonó), pero no la contaba dos veces. Si su lengua floja volvía a dispararse sin que pudiera controlarla, ahí si sería el fin de todo. Tanto para él como para Black. No podía permitirlo, no de nuevo, pero... ¿Quién le decía que no haría las cosas peor si intentaba alejarse? Por primera vez en su vida, el pobre asesino no tenía idea de como actuar o lo que debía hacer para resolver sus dudas. Abrió su boca para decir algo, pero luego la cerró. Por más que lo intentara, parecía como si ninguna palabra fuera a escapar de sus cuerdas bucales hoy.

– ¿Qué es esto? – se preguntó a sí mismo, al tiempo que sus ojos se abrían de par en par.

El canto de Black era... bello. Solo así podría describirlo. Le había llegado hasta lo más profundo de su fracturada mente, volviendo a reconstruirla lentamente desde cero. Lo que la vampiresa no sabía, era que el daño había sido demasiado extenso. Tanto que él no fue el único afectado de todo esto. Por algunos minutos, Ryuken soportó una de las peores torturas que podía existir y casi desaparece por su culpa. A penas siquiera podía sentirlo. Lo cierto era que, pese a lo que dijo en la cueva, si llegaba a cumplir con lo que dijo, probablemente solo hubiera quedado una cáscara vacía sin consciencia. Desapareciendo él, no le hubiera dado ninguna oportunidad a su otra parte de reconstruirse. Ni siquiera podía escuchar su voz, era como si ambas personalidades estuvieran volviendo a renacer.

Vio la sonrisa siniestra y escuchó sus palabras, ocasionando que su corazón diera un vuelco. Pese a eso, ¿enserio él era Yami? Podía sentir parte de él, así como también de Ryuken. El daño fue tan extenso, que ambas personalidades se usaban la una con la otra para poder reconstruirse lo más rápido posible. Porque si hubiera sido Yami, la hubiera tomado como si no hubiera mañana allí mismo. Tampoco hubiera dejado pasar ese comentario de Black llamándose a sí misma dominante. Antes que pudiera seguir pensando en eso, recibió de lleno el beso de la vampiresa. Sus ojos se abrieron de forma exagerada al sentir su lengua con sangre e inconscientemente respondió de vuelta, gimiendo un poco.

– Quiero hacerlo, en verdad. Volver a ser el cabrón de antes y tomarte salvajemente aquí mismo – se ruborizó un poco y negó con la cabeza. – Pero en mi estado actual... Ni siquiera se quien soy. Yami no y Ryuken casi desaparece con lo sucedido por culpa de Yami. Ambas personalidades se apoyan para reconstruirse rápidamente y no desaparecer. Ya ni siquiera escucho sus voces, demasiado débiles para intentar algo así de momento – el cuerpo del joven tembló con violencia. ¿Qué pasaba cuando una personalidad desaparecía? Imaginaba que quedaba un cuesco, pero no quería saberlo la verdad. Sabía que lo de Ryuken podría alarmar a la parte buena de la vampiresa, pero estaba desesperado. Ahora debería agregar crisis de identidad a la larga lista sobre sus problemas. – ¿Qué debería...
deberíamos hacer? – le preguntó temblorosamente a la joven.

Se ruborizó ante sus palabras y el beso, pese a que se estremeció con el comentario de desaparecer. Nunca, ni de joda dejaría que sucediera eso. Eso iba para ambas. Ya estuvo a punto de perder la mente por la casi desaparición de una de ellas, incluso casi muere. Si Black no hubiera vuelto a surgir en ese entonces, probablemente ahora estaría en un coma o peor. Intentaba acelerar la reorganización de sus mentes, pero era más difícil pensarlo que hacerlo. No se iba a dar por vencido, de todas formas. Cerró sus ojos y dejó que su mente divagara por sus recuerdos de todo lo sucedido con ella. Podía tener su mente fracturada después de todo lo ocurrido, pero no iba a olvidarse jamás de todo eso. Eran sus recuerdos lo que consiguieron aferrarlo a esta vida y aguantar tanto luego de la "desaparición" de Black, después de todo. Eran su más preciado tesoro y no dejaría que nadie los tocara, incluso si se trataba de él mismo.

Abrió sus ojos y se dio cuenta que había vuelto a ser Black. Volvió a ruborizarse y estremecerse con el pico de la vampiresa. Debido al caos que eran sus emociones, se le era difícil volver a su semblante impasible, sarcástico y serio de siempre. Por ende, era demasiado sencillo avergonzarlo en su estado actual. Ya había perdido las veces que se ruborizó en esos minutos. Estableció un nuevo record, al menos cuando se trataba de él. Por el amor a todo, no era del tipo de personas que se sonrojaran con facilidad. Inconscientemente un puchero se formó en su rostro, pero rápidamente volvió a su semblante anterior. Deseaba que Black no hubiera visto eso, puesto que ahí si le recordaría para siempre. Ryuken Shirou no hacía pucheros, maldición.

No era necesario eso, lo recordaba perfectamente. Difícilmente, por no decir imposible, se podía olvidar algo así. Como mencionó anteriormente, eran su más preciado tesoro. Cada caricia, cada momento y cada sensación se le quedaría guardado para siempre en su memoria. Su ceja tembló al oír el comentario de Galia y, por algunos segundos, más de Ryuken tomó el control del cuerpo en ese momento.

– Si alguien no hubiera caído en una trampa tan obvia, tal vez no hubiera hecho eso... Pero no me arrepiento de nada. Bueno, si de lo último – su tono era un mezcla rara de sarcasmo, burla y sinceridad. Rasgos que pertenecen a la parte "buena" del rebelde.

Abrió sus ojos exageradamente cuando cuando dijo eso último, pero no salió nada de sus labios. Inconscientemente se imaginó las escenas mencionadas y no pudo evitar cerrar sus puños. Sus ojos se volvieron fríos como el hielo y una vena se podía notar en su frente. El solo hecho de mencionar a esos tres, había hecho que su instinto asesino saliera a flota y se pudiera notar a kilómetros de distancia. La parte de Yami había salido a flote, pero tuvo que controlar su sed de sangre al ver que había vuelto a ser Galia. Sin decir palabra alguna, tomó el rostro de la pelirrosa y posó con fiereza sus labios con los de ella. Jugó con su lengua y succionó por algunos segundos. Tras varios momentos intensos, el peliplateado se separó a regañadientes. Se podía notar un brillo desafiante en su mirada, pese a que era arruinado por el rojo de sus mejillas.

– Nunca vuelvas a decir eso. Tu eres de nosotros y ninguno de esos tres tipos lo va cambiar – para probar su punto, nuevamente la besó con fiereza por algunos segundos mas. Suspiró un poco luego de separarse y la miró con tranquilidad. – Ya estoy mejor... De hecho, creo que mejor que nunca. – ¿Así que así se sentía que sus dos personalidades estuvieran combinadas? Debía admitir que, pese al orgullo de su parte Yami, se sentía bien... Bastante bien. Sabía que no duraría, hasta que sus mentes tuviera auto suficiencia por si mismo nuevamente, pero podría acostumbrarse a la sensación.

Por algunos instantes, una expresión inusual se cruzó en el rostro de Ryuken, pero luego volvió a la anterior. Ver a Galia semi desnuda le había pillado de improvisto y negó con la cabeza. Ya había visto todo de ella, así que eso no debería sorprenderle. De todas formas, no pudo evitar relamerse un poco. El cuerpo de la vampiresa estaba muy bien formado, especialmente en la retaguardia. Sus pechos no eran ni muy grande ni muy pequeño y eso le agradaba. Mucho volumen le hubiera desagradado. En retrospectiva, ella era la viva imagen de su mujer ideal... Si lo tuvo alguna vez. Solo luego de conocer a la pelirrosa empezó a pensar en esos temas. Antes era solo matar, matar, matar, deprimirse... Bueno, se entendía. Realmente, no se arrepentía ni se arrepentirá nunca de haber conocido a su compañera. Le incomodaba un poco que ella era inmortal, pero no pensaría en eso demasiado. Total, quedaban demasiados años por delante hasta que en verdad debiera preocuparse de ese tema.

Cuando se tumbó, inmediatamente rodeó su cuerpo con sus brazos. Se alegró al ver que su vampiresa hizo lo mismo y puso su rostro en su suave cabello por algunos segundos, aprovechado que ella lo tenía en su pecho. Ah, los ruidos de gato. Luego ella era la que de daba el apodo, siendo que la pelirrosa parecía más felino de lo que él era... Además, solo fue una puta vez. Miró con curiosidad al ver que había vuelto a se Black, esperando uno de sus típicos comentarios. Lejos de sonrojarse ahora, simplemente sonrío con suficiencia y acarició un poco su espalda por debajo del piyama.

– No tiene porque quedarse solo con descansar, Galia-chan – le dijo en el oído, para luego alejarse un poco. Esa había sido el atrevimiento de Yami hablando por los dos.

Notó una sensación en su torso y se dio cuenta que se trataba de la cola. Por algunos instantes se tensó al ver esto, puesto que sabía muy bien lo que sucedió la última vez que la vio así. Por bocazas, sus nudillos sufrieron y casi perdió a Black para siempre. De pasada, su mente casi fue destruida de forma irreparable. Al escuchar su broma, no pudo evitar relajarse. Al parecer ya había pasado todo, así que no había riesgo que todo pasara a mayores.

– Estabas jalando en esa parte con una cola esponjosa y suave... ¿Cómo no iba a gustarme? – Fue una de las razones por la que le llevó a decir eso, de hecho. Casi llegaba a su límite y era muy probable que dicha extremidad hubiera terminado manchada por... razones. Sonrío con picardía y besó sus labios nuevamente con intensidad. – Considérate agradecida que no llegué a usar los tentáculos para devolverte el favor – semi bromeó el joven. Puede que hubiera algo de sinceridad en lo que dijo...

No dijo nada con respecto a los tentáculos, tan solo sonrío con suficiencia. Dejaría que ella misma lo averiguara más adelante... si tentaba su suerte, eso sí. Todo lo placentero hecho con algo raro, él también se lo devolvería. Ese era el trato, además de no meterse con el otro agujero. Ese sitio era sagrado para ambos y ninguno se rebajaría a eso... tal vez. Uno se volvía tan intenso en medios de actividades como esas, que terminaban perdiendo el control de sus acciones. No sería raro si ocurriera accidentalmente en medio de la lujuria. Esperaba que no sucediera nunca, porque en verdad quería poder sentarse con normalidad. Pasaría la vergüenza del siglo si caminaba cojeando, sin heridas aparente en su cuerpo. Cualquier ser inteligente sumaría uno mas uno y se convertiría en la burla de toda la revolución. No, protegería ese sitio a toda costa. Aún si debía tomar medidas extremas en contra de la pelirrosa. Nada doloroso... bueno, tal vez. Dependiera de como ella se lo tomara.

Escuchó entonces sus palabras y volvió a sonreír. Aquello estaba bien, puesto que también quería tener momentos con su parte "buena". Desde la noche que pasaron en Saint Reia que no tenían un momento a solas, porque siempre Black y Yami terminaban tomando el relevo, dejando a Ryuken y Galia sin nada. Bueno, ahora él era parte de ambos, pero podía poner más personalidad de Ryu para que la vampiresa se sintiera confortable con él. Eso sí, la parte dominante de la personalidad original se quedaría. Sería muy chistoso usarla contra ella, pese a que no sabía como reaccionaría. Black puede que tuviera uno de sus ataque Tsunderes, pero su contraparte buena era una completa enigma,

– No puedo decir nada. Tengo parte de los dos, así que ni Ryuken ni Yami pueden ser dominante... Al menos hasta que recuperen su propia estabilidad para subsistir sin necesidad del otro – le dijo mientras bostezaba un poco.

En eso se puso rígido y mordió sus labios para evitar gemir. Eso le había tomado por sorpresa, puesto que no pensaba que ella volvería a intentar algo como esto. Ambos sabían lo que sucedió la última vez, después de todo. Dudaba que volviera a repetirse, ya que ahora tenía más de Ryuken que el bocazas de Yami. Se sonrojó e intentó fulminarla con mirada, pese a que parecía totalmente inofensivo así. No iba a dejarlo pasar, esto meritaba venganza. Debajo de la cama se formó un círculo de oro. Lentamente fue moldeándose en la figura de un tubo cilíndrico pequeño... A quién quería engañar, era un tentáculo. Hizo que saliera por el lado de la cama que la pelirrosa se encontraba dándole le espalda, pero que no viera hasta que fuera tarde. Se metió allí y se dirigió sigilosamente hasta quedar debajo del pantalón corto de Galia, pero sin tocar su cuerpo para no alertarla.

– Oh, estoy bien... Pero sí, tengo mucho calor y creo que tu también lo tendrás en unos momentos – respondió inocentemente el asesino.

Sin decir otra palabra, la figura de oro subió por debajo de pantalón de la vampiresa y empezó a acariciar lentamente la zona prohibida de la joven, por encima de sus bragas en primera instancia. Luego lentamente lo pasó por debajo, hasta quedar directamente en contacto. Pero no, aún no era momento de introducirlo. Simplemente jugaría con ella hasta que lo pidiera.

Una sonrisa de suficiencia se formó en su rostro al ver la reacción que tuvo. Realmente, era muy mala simulando. Con el hecho de que se dio la vuelta para quedar boca abajo, ya se había hecho una idea del impacto que tuvo al hacer eso. El no salió impune, sin embargo. Galia había enroscado con fuerza su cola en la intimidad del chico, así que no había forma de librarse. Se estremeció un poco y se mordió el labio nuevamente para evitar gemir. Hubiera preferido que otra parte estuviera allí, pero no se podía tener todo. Pese a eso, aguantaría lo más posible antes de acabar. Si mal no recordaba duró casi cincuenta minutos la vez anterior, así que ahora intentaría superar su record. Sería difícil, pero no imposible. Escuchó sus palabras entonces y arqueó una ceja. Eso... no se lo esperaba, aunque viendo que había lidiado más con Black que con Galia, aún no descifraba por completo su forma de comportarse.

– Alguien esta impaciente, al parecer – rió un poco el asesino. – ¿Pero quien soy para denegar eso? Eso si... aún no haré eso, queda lo mejor para el final – dijo picaramente.

Dejando eso de lado por algunos segundos, la apariencia que tenía ahora debía ser un crimen. Esas orejitas moviéndose de un lado a otro y aquella cola moviéndose sin parar en su entrepierna... Tenía que hacer uso de un enorme auto control para no irse allí mismo. "Paciencia ", pensó mientras suspiraba. Probaría algo ahora. Era la primera vez que lo intentaría y eso que ya lo habían hecho ya dos veces. Supuso que ya era hora de pasar un poco al siguiente nivel. Dio vuelta el cuerpo de la pelirrosa con delicadeza y por algunos segundos contempló la preciosidad que tenía debajo.

– Enserio eres hermosa – le dijo mientras acariciaba su mejilla, al tiempo que se mordía el labio de nuevo; esa cola le estaba haciendo la vida imposible en este momento.

Sin decir otra palabra, la besó nuevamente con intensidad. Aprovechó allí mismo para gemir, puesto que ya no se lo aguantaba. Mientras la mantenía ocupada, el oro dejó de hacer de las suyas y se enroscó en el pantalón corto de la vampiresa... para luego jalar y dejarla solo en bragas. Dejó de besarla para luego atacar con fervor su cuello por algunos segundos. Dulce delicia, lástima que no tuviera poderes de vampiro para poder morder su cuello y alimentarse de su sangre. Oh, bueno. No se podía tener todo en esta vida. Mientras hacía eso, el tentáculo avanzó por el estómago de la mujer, debajo de su camisa rosada. Viendo que eso se estaba encargando de ese sector, pasó su cabeza directamente a la entrepierna.

– Interesante – murmuró al ver lo húmedo que se encontraba el sector.

Curioso, se acercó un poco y colocó un dedo allí. Lo hundió un poco y luego desistió, para luego volver a hacerlo. Repitió eso por algunos sectores hasta que asintió para sí mismo. Lentamente movió la prenda hacia un lado y ladeó su cabeza hacia un lado. ¿Ahí fue donde entraba su herramienta las dos veces anteriores? Interesante. Ryuken se encontraba aprendiendo a la par de actuar. Sin decir nada, lamió un poco su intimidad. Sus ojos se abrieron de forma exagerada y volvió a hacerlo, pero esta vez con más intensidad. Delicioso, absolutamente delicioso. Por otro lado, su oro había llegado hasta la zona del sujetador y se coló lentamente por debajo de aquella prenda. Si mal no recordaba... ah, allí estaba. Ahora el tentáculo debería estar pasando por esos lindos botones rosados.

– Bueno – le dijo luego de un par de minutos, sus mejillas sonrosadas y relamiéndose un poco. Miraba directamente a sus ojos, al tiempo que se estremecía nuevamente por lo que sucedía en su entrepierna. – Tu fuiste la que quiso algo caliente allí – veía tímidamente a su pelirrosa, algo poco característico en él.

Río un poco ante sus palabras, pero se mostró un poco confuso ante sus palabras. Sus ojos se agrandaron un poco al ver que se quitaba el piyama y quedaba solo con ropa interior puesta. Dio un respingo al ver que la vampiresa comenzaba a desnudarlo sin pudor algunos, pero no hizo nada para detenerla. Quería saber cual era su juego, aunque se hacía una leve idea. Pese a eso, estaba algo sorprendido. La primera vez estaba oscuras y recordaba perfectamente, antes que Black tomara el control, que había apagado la luz para que sus cuerpos no se vieran. El hecho que ahora no hubiera nada de eso, le sorprendía un poco. Ni siquiera con Black se pudo ver, puesto que uso sus poderes para convertir el hielo el vapor y se tapara todo... Aunque ni idea porque lo hizo, siendo a ella no le molestaba que la vieran desnuda. Era un misterio más para resolver, pero ese vendría después.

Curiosamente observó como desenroscaba su cola, para luego ponerlo en el torso del chico. Arqueó una ceja, pero no dijo nada. No es como si fuera escapar. Eso ni se le había pasado por la mente. Sus ojos se abrieron de forma exagerada al ver que tomaba su intimidad con su mano esta vez, y tragó en seco al notar la nueva sensación que recorría su cuerpo. "No me digas que va a...", pensó algo sorprendido al ver que acercaba su rostro. Por algunos segundos se mordió el labio para no gemir, pero luego el placer terminó por superarlo y simplemente se dejó ser. La guinda de la torta fue cuando lo introdujo la mitad hasta su boca. Cerró sus ojos y gimió de nuevo, pero hacía uso de un enorme auto control para no irse. Más para aguantar hasta lo principal y porque... La verdad no sabía como se lo tomaría la vampiresa si liberaba súbitamente todo en su rostro y boca.

– ¿Qué si me... ha gustado? Me ha encantado – dijo Ryuken luego de recuperar un poco el control, pese a que tenía un enorme rubor en sus mejillas. Nunca antes se había sentido tan agradecido de tener piel morena, puesto que así no se le notaba tanto.

Cerró sus ojos al sentir sus labios y la abrazó por su cintura. Tenía un mal presentimiento de los próximos días, así que quería pasar todo el tiempo con ella por si las dudas. Estando en esa posición, el joven subió su mano y desabrochó la última prenda de la vampiresa, quedando totalmente desnudos ambos. "Y ya estamos con la cola de nuevo...", pensó mientras reía un poco. Había alcanzado a recuperarse un poco, pero su intimidad seguía sensible por lo de antes.

– Digo lo mismo, sabes realmente bien... Aunque me queda algo – le susurró lentamente en el oído.

Nuevamente besó sus labios, luego su cuello y bajó hasta donde se encontraba su deliciosa delantera. Miró aquellos orbes por algunos segundos y luego las fue moviendo con sus manos. Hacía movimientos circulares de forma suave y pellizcó levemente aquellos seductores botones. Sin poder contenerse más, bajó el rostro y empezó a lamer y succionar como bebé aquellas durezas. Se mantuvo así por algunos segundos, para luego cambiar al otro. Pese a eso, igual se aseguraba de darle atención a la otra con su mano.

– Ahora si, he probado todo – le dijo cuando paró, para luego besar sus labios. En verdad se estaba volviendo adictos a ellos. Por otro lado, no podrían seguir hasta el final hasta que... terminara con su cola. Se estremeció un poco y cerró sus ojos. Auto control, se dijo a sí mismo. Debía resistir...

Su ceja tembló con algo de violencia al escuchar ese comentario. Sabía de sobra que era menos fuerte respecto al tema físico y eso hería profundamente su ego masculino. De todas formas, no le incomodaba mucho. Si se trataba de otra persona, ahí si tendría algo que decir, pero viendo que se trataba de su novia... Ryuken parpadeó al pensar en eso y ladeó su cabeza hacia un lado. ¿Su novia? Si, supuso que ahora eran eso. Si bien ella había dicho que siempre fue de él, aún quedaba el bicho de la duda que le molestaba. No era por nada, simplemente por todo lo ocurrido era que tenía la manía de dudar de todo siempre. No era alguien que confiara por naturaleza. De hecho, era muy difícil que alguien se la ganara. Podía trabajar en equipo y cuidar la espalda de los demás, pero eso ya era muy distinto a abrirse al resto de la Quimera. Solo dos personas tenían tal beneficio y una se encontraba debajo de ella... O lo estaba, puesto que era él quien se encontraba a su merced ahora.

Se mordió el labio y miró de forma desafiante a la pelirrosa. No le iba a dar el placer de verle gemir el voz alta. Aunque los besos... esos si eran bienvenidos. Respondió con la misma intensidad, aprovechando de liberarse al estar sus labios aprisionados por su chica. Se separaron y en eso vio sus colmillos. Suspiró un poco, pero sonrío luego. A estas alturas, ya sabía lo que ella quería cuando le mostraba eso. Sin decir nada, apartó parte de sus cabellos y movió su cabeza hacia un lado, dejando el cuello al descubierto para que ella atacara. No le iba a negar su alimento preferido, después de todo.

Se estremeció al sentir los colmillos. Normalmente no sentiría nada más debido a la costumbre, pero viendo que tenía su cola enroscado en su intimidad... el efecto aumentaba. Más cuando Galia se puso gemir mientras bebía de su sangre. Cada segundo que pasaba, su auto control iba disminuyendo. Hacía todo lo posible para aguantarse, pero era más difícil pensarlo que hacerlo. Sumando al hecho que frotaba su entrepierna en su torso... Ryuken ya se encontraba justo al límite. La guinda del pastel fue cuando terminó y le dijo al oído que se dejara llevar. Realmente, Galia no se diferenciaba mucho con su contraparte maligna. Ambas eran igual de seductoras y atrevidas... Eso o le había ocurrido algo similar a lo que le sucedió a él.

Sin poder aguantarse más, el joven gimió y dejó escapar todo lo que tenía dentro. Una mueca de alivio se formó en su rostro y dejó escapar un suspiro. A decir verdad estaba pasándolo mal, pero ahora que se vino se encontraba mucho mejor. Se secó un poco el sudor y le sonrío a su pelirrosa.

– Realmente sabes como llevarme al límite – le dijo suavemente. – Pero... por eso eres mi novia y te quiero – acarició su mejilla y cerró sus ojos por algunos segundos. No mentía con eso... y con lo que dijo hace un tiempo atrás; no se hacía responsable por haber manchado su felpuda cola.