Descanso Merecido. [Galia - Ryuken] [Privado] [+18]

Por algunos instantes no le respondió a su petición, pese a que aquello lo había excitado de una gran manera. Lo hubiera hecho... pero estaba demasiado ocupado intentando no vomitar. La pelirrosa no halló mas opción que meter su cola dentro de su boca, obligando a que el joven tragara todo lo suyo. Fue una experiencia que no quería repetir nunca en su vida. Pese a eso, acababa de confirmar que era cien por ciento heterosexual. Si le hubiera gustado a penas un poco, estaría ahora dudando de su sexualidad. Cerró sus ojos y se llevó su mano a su cuello, para luego negar con la cabeza. Ahora debía aguantarse el sabor hasta que algo más entrara, además que debería disculparse luego con la vampiresa. Ese asalto le había tomado tan de sorpresa, que accidentalmente se aferró fuertemente a su cola con las manos. No sabía si le había afectado de algo, pero si lo fue, luego tomaría responsabilidad de eso.

Necesitaba algo para capear el sabor, rápido. En eso recordó las excitantes palabras de la vampiresa y la miró fijamente por algunos segundos. ¿Así que quería venirse también? Si mal no recordaba, era difícil hacer que una mujer tuviera el orgasmo. "Piensa, Ryu. Debe haber algo que puedas usar para estimular", pensaba el joven. Estuvo así durante varios segundos hasta que una idea se le ocurrió. En sus estudios de medicina, se había encontrado con cierto dato interesante. No le había dado mayor atención, puesto que eso fue antes de la primera vez que él y Galia consumaron. Ahora aquello le podía ser bastante útil, más viendo que debía conseguir algo difícil como eso.

– Voy a intentarlo, pero será difícil – le respondió finalmente, estremeciéndose un poco ante los sonidos felinos. Joder, Galia iba a terminar matándolo un día de estos.

Sin decir otra cosa, se giró para dejar a la vampiresa debajo suyo. Besó con intensidad sus labios, haciendo lo mismo de siempre. Moviendo su lengua contra la suya propia, para luego retirarse. Se había dado cuenta que el sabor seguía allí, así que la vampiresa experimentaría el como sabía. No en su mayor potencia, pero cercano. Fue bajando y besando lentamente. Pasó por su cuello, pechos, estómago hasta finalmente llegar a su entrepierna. La miró por algunos segundos y luego atacó.

Primero introdujo dos dedos, para probar. Empezó a moverlos lentamente y luego fue aumentando el ritmo. Ese no era su plan, sin embargo. Si mal no recordaba, debía haber algo más arriba... "Perfecto", pensó mientras una sonrisa de suficiencia se formaba en su rostro. Era un botón pequeño, a penas visible. Se encontraba justo en la parte de arriba y era la parte más sensible de la intimidad de una mujer. Así que si hacía el suficiente estímulo, debería poder lograrlo. Sacó sus dedos, solo para volver a meterlos. Esta vez se concentró únicamente en esa zona. Aumentó la velocidad y ritmo, llegando a tener hasta cuatro insertados dentro de ella. Podía sentir como su herramienta se volvía activar al ir escuchando los sonidos de la carne húmeda cuando sus dedos hacían contacto. A este ritmo terminaría el antes nuevamente...

Se mostró algo decepcionado al ver que Galia lo detuvo, pero volvió a su semblante anterior al escuchar lo anterior. La verdad era que, si bien intentó hacerlo, hubo una segunda razón del porque había hecho eso. Básicamente, intentó dejar que el tiempo pasara para poder recuperarse. Aún seguía sensible después de lo anterior y dudaba que pudiera aguantar si hubiera hecho eso de inmediato. Pero bueno, ya se encontraba recuperado... en parte. Ciertamente su herramienta seguía algo sensible, pero nada que no pudiera superar. Esos preciosos minutos que consiguió recuperar lo dejaron casi como nuevo. No duraría tanto como la otra vez, pero si lo suficiente. Además, el mismo se había encargado de dejar la tarea casi lista con sus dedos. Solo necesitaba otro empuje para lograr que se liberara... en el sentido literal. Porque en verdad iba a empujar para lograrlo, solo que esta vez usaría otra cosa.

Se encogió de hombros levemente al escuchar lo que dijo y asintió. Pese a que la petición le parecía algo rara, no iba a insistir con el tema. Si ella no quería, no la iba obligar. De todas formas, no era como si un humano y una vampiresa pudieran procrear... ¿no? Negó levemente con la cabeza y suspiró. Ciertamente las posibilidades estaban de gran manera en contra, pero mientras existiera la mínima posibilidad, entonces no sería imposible. Además, sus constituciones seguían siendo similares. Solo que ella tenía algo que hacía que chupara sangre y... Negó nuevamente con la cabeza. Se estaba pasando un poco de la raya y no era el momento para pensar en esas cosas. Galia había dicho que no y fin. No volvería a tocar el tema.

Frunció el ceño al sentir su cola en el rostro. Pese a que se encontraba limpia, aún podía sentir la sensación fantasmal de lo que había allí. Su mirada se oscureció entonces. Si mal no recordaba, había usado hielo para evitar sentir el sabor, de paso jodiéndole a él. Además, anteriormente había visto algo peculiar cuando tomó su cola de forma accidental. No sabía si fue idea suya o no, pero podría haber jurado que por unos instantes la vampiresa se había mostrado algo débil. Dudo por algunos segundos, pero luego se encogió de hombros. Si algo pasaba, podía decir que era una venganza por lo horrible que le hizo hacer. Sin decir nada más, intentó apretar su cola. No con tanta fuerza para que le doliera, pero si para que lo sintiera. Sus ojos se abrieron de par en par al ver que se debilitaba en verdad.

Por algunos segundo no dijo nada. Demasiado sorprendido como para decir algo. Luego soltó su agarre, haciendo que la pelirrosa volviera la normalidad. Se mostró impasible durante poco tiempo, pero luego una sonrisa se formó en rostro.

– Hehehehehe – río lentamente mientras miraba de forma divertida a su vampiresa. – Interesante, realmente interesante. Quien hubiera pensado que tenías un punto débil como ese... – dijo, pero luego se mostró serio.

Eso... era un problema. Estando en una situación así, no se notaba el peligro. Pero si alguien lo hacía en medio de una pelea o peor... Si cierto bastardo se enteraba de eso, entonces sería un tema aparte. Cerró sus ojos por algunos segundos.

– No le diré a nadie, esto se quedará aquí entre los dos – finalizó seriamente.

Bien, ahora que había pasado ese momento, seguiría con lo otro. Se posicionó dentro de su entrada y entró lentamente. Con esta ya eran tres veces, pero seguía sin acostumbrarse a ese escalofrío que recorría su espalda. No hizo nada por algunos segundos, pero luego empezó a moverse con algo de lentitud. A medida que pasaba el tiempo, también aumentaba el ritmo de sus embestidas. Se mordió el labio para evitar gemir y puso sus manos en sus costados, para impulsarla un poco. Al cabo de varios minutos, había alcanzado la velocidad máxima que podía lograr...

Ah, ese gemido fue música para sus oídos, al igual que los sonidos tiernos que hacía su novia. No pudo evitar estremecerse y aumentar más el ritmo debido a la calentura que traía encima. Si fuera por él, estaría así todo el día. Lástima que su resistencia no fuera lo suficiente para hacerle durar tanto contra una zoan mitológica. Aún así, no dejaría que acabara todo en tan poco tiempo. Aunque tuviera que aguantarse hasta que ella se viniera primero, no cedería. Pese a eso, no recordaba que la vampiresa fuera tan vocal para esto... O puede que se le hubiera olvidado, puesto que la última vez se aseguró más de disfrutar que de percibir los sonidos. Ahora entendía porque Dranser casi lo mata luego de aquello... Frunció un poco el ceño y negó por lo bajo. Rogaba para que no estuviera por aquí. Ahí si les llegaría a ambos el próximo día.

Salió de sus pensamientos al notar que Galia aumentaba el ritmo. Debía andarse con cuidado, puesto que un movimiento en falso y sería el fin para sus caderas. Por suerte, el tampoco era un humano normal. Su fuerza y resistencia podría aguantar esto. Además, tenía sus formas para capear eso y aguantar más el rimo. Bajó sus manos de sus caderas hacia su delicioso trasero. Agarró con suavidad esa parte e intentó controlar sus impulsos para que no fueran tan agresivos. Pese a eso, igual recibió la mayor cantidad del efecto rebote. No pudo evitar gemir, dejándose ceder ante el placer. A la mierda, poco le importaba ahora. Total, eran los dos. No iba a despeinarse por no haber podido mantener su orgullo. De vez en cuando se salía para jugar con sus senos, para luego volver a su retaguardia. Como pensó antes, solo un movimiento en falso y no podría volver a caminar.

Tras veinte minutos, por fin pudo sentir que Galia tenía su orgasmo. A buena hora, porque también podía sentir el suyo propio a punto de salir. Gruñó por lo bajo y usó toda su fuerza de voluntad para retirarse de la intimidad de ella, dejando que todo escapara hacia las sábanas. Jadeó un poco y notó que la vampiresa ponía su cabeza en su cuello. Sonrío al notar el abrazo y pasó su brazo por su espalda, atraiéndola más hacia su cuerpo, mientras usaba su brazo libre para acariciar sus cabellos y orejas felinas. Escuchó entonces su comentario y no dijo nada por algunos segundos. Ladeó su cabeza hacia un lado y miró sin expresión en su rostro, para luego reír un poco.

– Creo... que estas sábanas irán directo a la lavadora – y con eso dejaba más que claro hacia donde había ido a parar lo suyo.

Volvió a reír un poco y cubrió el cuerpo de ambos con la zona limpia. Seguía abrazando a Galia y cerró sus ojos por algunos instantes. Realmente se sentía muy afortunado de haberla conocido. Y pensar que casi se convertía en un robot andante antes de ese encuentro en Lvneel... las vueltas que tenía la vida.

– Me arrepiento de muchas cosas en mi vida, pero nunca me arrepentiré de haberse conocido – besó su frente y luego pegó la suya propia con la de ella. – Te amo mucho – le dijo con suavidad.

Al escuchar las palabras de Black, no pudo evitar que un bufido de diversión escapara de sus labios. Si bien la vampiresa podía considerarse como una pervertida en ocasiones, la verdad era que era muy tímida por dentro. Tal vez más que Galia. Como alguien dijo por ahí; ver para creer. Oh, bueno. Al menos tuvo la oportunidad de ver la cara de la pelirrosa asemejarse al color de un tomate maduro. Volvió a bufar y simplemente continuó abrazándola. Menudo lío habían hecho en su habitación, pero ya estaba. Si el se sentía algo incómodo con el ambiente cargado a post consumación, no quería ni pensar como lo percibía alguien con sentidos tan agudizados como los de Galia. Sintió le beso y simplemente le dedicó una sonrisa. Escuchó sus palabras y arqueó una ceja, al tiempo que acariciaba un poco los cabellos de su chica.

– Lo haría... pero a penas puedo caminar – le dijo mientras arqueaba una ceja.

Se fijó en que no se había percatado de lo que dijo y negó con la cabeza. En ocasiones cuando se le ocurría una idea, la vampiresa tendía a ignorar todo lo demás hasta llevar eso a cabo. Oh, bueno. Otras de las tantas cosas que le gustaba de ella. Al notar que se puso de pie, no pudo evitar mirar fijamente su cuerpo. Debido a su regeneración, no poseía ninguna imperfección. Se tensó un poco y negó con la cabeza. Joder, como le ponía la vampiresa. Acababa de salir de una y ya quería más, pero sabía que su cuerpo estaba al límite. Suspiró un poco y vio que ya había terminado de vestirse. Arqueó una ceja al ver que tomaba de su mano y lo levantaba. Miró confusamente a su amante y ladeó un poco la cabeza, esperando a ver lo que iba a hacer...

Galia dijo algo, pero él se encontraba un poco ocupado sobándose la cabeza. Se había subido encima de sus brazos, pero terminaron cayendo al suelo debido a la condición de sus piernas. Parpadeó y levantó la mirada, encontrándose con la cara de la pelirrosa muy cerca a la suya. Sonrío y negó con la cabeza, al tiempo que aprovechaba para robarle un corto beso. Río un poco y lentamente fue poniéndose de pie. Se concentró por algunos segundos y un bastón de oro se formó en una de sus manos. Suspiró un poco, a sabiendas que así parecería como un anciano por la forma de caminar cojeando.

– Creo que es el plan perfecto... amor – agregó esa parte con algo de duda, pero luego se encogió de hombro.

Movió un poco a Galia y la puso a su costado. Pese a que le costaba un poco, se le hacía muy difícil separarse de ella. Pasó el brazo de ella por su espalda mientras que el pasaba su brazo libre por la cadera de la vampiresa. Asintió para sí mismo y le sonrío a Galia, para luego empezar a caminar con algo de dificultad hacia uno de los campos de entrenamiento. Pensó que podría entrenar. Tal vez mejorar su armadura de oro, pero ya tenía suficiente con eso por el momento. Frunció el ceño por algunos segundos y asintió para sí mismo. Bueno... se hacía una idea de lo que podría aprender ahora. Ya sabía, más o menos, como cambiar la composición del oro. Así que ahora tocaba cambiar su estado...

Uso todo su auto control para que un puchero no se formara en su rostro. Bueno, no se quejaba. Ya se estaba acostumbrado a ser tratado así. Ser el más débil físicamente acarreaba eso, pero aún así era un poco incómodo viendo que él era más alto que ella. En eso escuchó sus palabras y casi se cae de los brazos de Galia debido a la impresión. ¿Había oído bien? Tragó un poco en seco y miró hacia un lado, haciendo lo posible para que no viera su sonrojo. Pese al cómo soltó ese comentario, no pudo evitar sonreír de felicidad. Si... podía verlo en un futuro... Pero en eso recordó el problema que tenían debido a su inmortalidad y frunció el ceño. ¿Podría durar esto? Los primeros años puede que todo estuviera bien, pero... ¿Qué pasaría cuando la triplicara en edad y ella siguiera en sus dieciocho? ¿Seguiría queriéndolo de igual forma? No quería pensar así, pero ese comentario hizo que las dudas que tenía volvieran a resurgir.

Por suerte, el camino fue corto y el rebelde se vio obligado a dejar sus dudas de lado por el momento. Ya cruzaría el puente después, puesto que aún quedaba mucho para que sucediera eso. "Este lugar...", pensó con algo de sorpresa al notar donde habían llegado. Pese a que los residuos habían sido limpiados, recordaría este sitio para toda su vida. Al sentir que se encontraba en el suelo, miró con tranquilidad a su pelirrosa.

– Aquí pelee contra Dranser. Justo cuando tú... – Ryuken paró en seco y negó con la cabeza. Seguía doliéndole pensar en todo lo que sufrió la vampiresa en manos de ese bastardo. Además, sentía que tuvo un poco la culpa en todo eso por dejarla. – Típico, sabía que los residuos de oro no duraría mucho por aquí – bromeó, intentando cambiar el tema.

Aún así, esa pelea le había dejado en claro una cosa: sus reflejos eran una mierda. Ya lo había notado antes, pero esa fue la primera vez que sus falencias quedaban tal al descubierto. Algo le decía que eso no tendría arreglo, así que debería aprovecharse de otra cosa. Un espadachín con una increíble resistencia natural... Si, tal vez podría hacer algo con todo eso. Aguantar y dar. No era la mejor de sus ideas, pero servía. Además si obtenía alguna armadura y aprendía a usar Busoshoku... entonces su defensa sería muy difícil de penetrar. Si se acercaban, entonces se dejaría dar y respondería con un corte. No era la mejor estrategia, pero era una de las pocas personas que podía lograrlo sin recibir tanto daño colateral.

– Yo... creo que intentaré algo – reveló.

Originalmente iba a intentar cambiar el estado de su oro, pasándolo a polvo. Pero recordando la pelea que tuvo con Dranser, se dio cuenta que tenía una habilidad que heredó de él y que no había sacado provecho más de lo que él lo hacía. Su mentor y él formaban viento a partir de sus canalizaciones, cubriendo sus espadas con el elemento y haciendo que sus cortes fueran más letales. Si podía manipular el viento para hacer una cosa que tenía en mente... entonces podría aprender un movimiento letal.

Se estremeció un poco al sentir el hielo, pero lo ignoró. Debía tener total concentración esto. Además, tendría que hacer dos cosas al mismo tiempo: manipular el viento alrededor suyo y manipular la forma de su oro. Cerró sus ojos y colocó su mano en el piso. De inmediato, una gran cantidad del metal salió para que pudiera controlarlo a su disposición. El oro tembló por algunos segundos y empezó a partirse en todos sus sectores. La idea era hacer que quedaran cosas pequeñas y muy finas, pero lo suficiente para cortar con su contorno. Si tuviera que compararlo con algo, serían como pétalos de cerezo, pero letales en vez de suaves.

– Kaze – murmuró, aún con los ojos cerrados.

Inmediatamente canalizó su energía roja en forma de viento. En vez de cubrir el elemento en algo, dejó simplemente que fluyera alrededor suyo. Sus cabellos se movían sin parar, pero no era tan potente para mover su cuerpo. Como Galia se encontraba a su lado, a lo mejor recibía parte de su efecto.

No le pareció raro que la pelirrosa conociera la habilidad que estaba usando. Ambos eran pupilos del mismo mentor, después de todo. Pese a eso, no pudo evitar que la comisura de sus labios se elevara un poco. Había dado en el clavo con el comentario de bruto. Dranser era muy exigente y siempre iba a muerte, aún si se trataban sus alumnos. Pese a la peligrosidad, respetaba eso del pelinegro. Mostraba sus falencias con todo eso para saber como mejorar día a día... Si sobrevivías a un encuentro contra él. No pudo evitar reír un poco y negar con la cabeza ante ese pensamiento. Esperaba llegar un día al punto de poder encadenar tantas ondas como él, pero la distancia entre los dos era muy larga. No se rendiría, sin embargo. Ryuken era una persona muy testaruda y difícilmente se retractaba de algo. Prueba de ello, era que seguía buscando alguna cura para devolver a Galia a la normalidad sin perder a Black en el proceso. Era algo imposible, pero no se rendiría. Aun si debía buscar eso para toda su vida.

Escuchó el comentario de la pelirrosa y una sonrisa de confianza se formó en su rostro. ¿Con que esas tenían? Aceptaba gustoso el reto, pese a que sabía que su forma de usar el viento no era violento... Cosa curiosa, teniendo en cuenta del tipo de persona que era Ryuken. Sabiendo su personalidad, nadie adivinaría que se orientaba más al control que a la fuerza bruta.

– Ya veremos, preciosa – le respondió mientras le guiñaba el ojo.

Ryuken entonces volvió a adoptar una expresión seria y volvió a lo suyo. Había conseguido partir todo el oro en distintas hojas, pero hizo que volvieran a formar aquel bloque. Luego, nuevamente volvió a repetir el mismo proceso. Seguiría así y aumentaría la velocidad. Quería lograr que el metal no se tardara tanto en deformarse, así que ese era un buen entrenamiento. Al pasar los minutos, su control se iba haciendo mucho más impresionante. Podía formar aquellas hojas en menos de cinco segundos, así que quedó satisfecho con todo eso. Lo siguiente era complicado, y sería combinar su poder de Kaze con aquellas hojas filosas que se encontraban en el suelo.

– Tu puedes, Ryu – se dijo a sí mismo, para luego cerrar los ojos y tomar una enorme bocanada de aire.

Usando el viento que estaba controlando antes, lentamente lo dirigió hacia donde se encontraban aquellas pequeñas piezas de metal... Y el efecto fue instantáneo. Pese a su control, no pudo evitar que las hojas salieran despedidas hacia todos lados cuando entraron en contacto con el viento. El rebelde, molesto, chasqueó su lengua. Sería mucho más difícil de lo que creía, así que debería pensar en otra cosa. Formó nuevamente aquellas láminas filosas, pero esta vez hizo otra cosa con Kaze. En vez de mandar todo el viento hacia el oro, primero rodeó en un círculo las hojas. Fue difícil, viendo que su viento no provenía de una fruta, pero no se rendiría. Una vez que el elemento estuviera en la posición correcta, acercaría el círculo y haría levantar el metal en el aire. Por algunos instantes parecía que lo iba a lograr. Esta sucediendo exactamente lo que quería que pasara. Gotas de sudor caía por su frente y finalmente perdió el control del viento, haciendo que las hojas nuevamente salieras despedidas hacia los árboles.

– Mierda – maldijo en voz baja mientras se secaba la frente. Iba a dominar esto a como de lugar.

Mientras lo intentaba nuevamente, por el rabillo del ojo observó el progreso de la pelirrosa. Se había dado cuenta de lo que trataba de hacer hace un rato atrás. Como zoan, solo podía crear su elemento. Eso aventajaba a las paramecias de ese tipo y las logias; directamente podían controlar lo que creaban sin necesidad de entrenarlo. Por supuesto, debían practicar constantemente. Además estaba el tema de la velocidad de creación. No servía de mucho tener esa habilidad por defecto si se tomaban la vida formando figuras, armas, etcétera. De todas formas, lo dejaría así de momento. No tenía apuros para aumentar su velocidad a excepción de lo que se encontraba haciendo ahora. Cuando terminara todo lo que quería, probablemente intentaría mejorar eso de puro ocio. En cuanto a lo que intentaba hacer... se encontraba próximo a conseguirlo. Tan solo necesitaba más control para lograr su objetivo.

Escuchó entonces sus palabras y pausó lo que estaba haciendo. Lentamente dejó las hojas de oro en suelo y desactivó el Kaze. Aquellas palabras le pillaron por sorpresa y tardó un poco en descifrar su significado. Como se encontraba muerta (se estremeció al pensar en esa palabra), su cuerpo no necesitaba alimentarse como el resto de las personas. Solo necesitaba beber sangre para saciar su hambre. Bajó un poco su mirada y chasqueó su lengua. Como odiaba a ese imbécil de Ivan. Si no hubiera manipulado a la pelirrosa, nada de esto hubiera pasado. Cerró por algunos segundos sus ojos, al tiempo que intentaba controlar su respiración. No, no podía culpar de todo a ese vampiro malnacido. También el tuvo algo que ver en eso cuando decidió irse de misión sin ella. Si tan solo no hubiera ido y dejado sola ese día... Nada de esto hubiera sucedido.

Lo siguiente hizo que su cuerpo se tensara y desviara la mirada hacia el otro lado. Ella sufría con todo esto, y cuando ella sufría él también lo hacía. Era algo que nunca pudo entender con todo. Fue como si tuviera un enlace psíquico con ella o algo por el estilo, pero eso no debía ser posible. Era absurdo pensar que algo así se pudiera dar. Chasqueó un poco su lengua y miró hacia el suelo por algunos segundos. Uno de los efectos adversos de volver a tener emociones, era que los sentimientos tristes eran muy intensos. No sabía si agradarle eso o no. Finalmente suspiró y se levantó del suelo. Se estremeció un poco debido al dolor de sus piernas, pero no dejaría que eso lo detuviera.

– Lo siento. Si no me hubiera ido ese día... – se cortó a sí mismo y negó con la cabeza. – Te prometí que te devolvería a la normalidad y voy a cumplir con lo que dije. Aun si es algo imposible... lo conseguiré y eso es una promesa de por vida – finalizó.

Sin decir otra palabra, se acercó hacia donde se encontraban las hojas de oro. Allí activó el Kaze y nuevamente formó el círculo de viento a su alrededor. Concentración, eso debía lograr. Tenía que estar concentrado... Abrió sus ojos de golpe y dio un pequeño grito al cielo. De inmediato las hojas se levantaron del suelo, pero esta vez no salieron despedidas hacia los árboles. No, ahora danzaban al compás del viento alrededor suyo. En cierto modo, era un espectáculo hermoso y digno de ver. Sonrío con suficiencia y usó el viento para lanzar de coordinadamente aquellas hojas parecidas al cerezo. Los árboles recibieron varios cortes, pero aún así... Se sentía satisfecho con el progreso.

– Pronto tu cabeza estará en mi muro, vampiro de mierda – murmuró en voz baja, a sabiendas que la pelirrosa podría oírlo a la perfección con su audición.

El rebelde seguía haciendo de las suyas con las afiladas hojas. Repetía el mismo proceso de siempre: crear, deformar, usar el viento y luego lanzar el oro como pequeñas cuchillas en una dirección usando su elemento. Pese a que dominaba todos los pasos, no se quedaría tranquilo solo con eso. A medida que iba pasando el tiempo, iba aumentando más la potencia y la velocidad con las que impulsaba las delgadas láminas de oro. Cerró sus ojos por algunos segundos y los abrió de golpe, al tiempo que finalmente dejaba salir su intención asesina por el lugar. Imaginaba que esos árboles se trataban del hijo de perra de Ivan y por ello se relamió un poco. Pegó un grito y lanzó con toda su potencia las hojas hacia los árboles. Una siniestra sonrisa se formó en su rostro al ver lo profundo que eran los cortes en los troncos de los árboles. Si se hubiera tratado de una persona (preferentemente cierto vampiro), probablemente estaría agonizando de dolor. En eso recordó la regeneración y suspiró. Debía tratar de alguna manera eso, pero de momento dejaría el entrenamiento hasta aquí.

Trató de controlar su respiración y se dio la vuelta, quedando cara a cara con cierta vampiresa. Una sonrisa sarcástica se formó en sus labios, al tiempo que se dejaba empujar por la joven hacia el suelo. Escuchó entonces sus palabras y resopló, al tiempo que bostezaba un poco. Las amenazas no le afectaban en lo más mínimo, pero bueno.

– Alguien no entendió que estamos unidos, pero bueno – levantó su mirada y le dio una sonrisa. Esa misma mueca de Yami que sabía que a la vampiresa le molestaba. – Hola a ti también, por cierto – replicó sarcásticamente. Yami fue, es y siempre será su personalidad original. Por ende, siempre tendría más facilidad de usarlo a él que a Ryuken pese a el tiempo que estuvo dormido dentro de su mente.

Oh, bueno. Se había contenido debido a que antes estaba Galia, pero ahora que se trataba de Black... no tendría porque hacerlo. La intención asesina seguía impregnando el ambiente, pero poco a poco fue disminuyendo hasta que quedó lo mismo. Quizá se había emocionado mucho, pero no pudo evitarlo. Suspiró un poco y abrió su boca para decir algo, pero justo Black eligió ese momento para morder de su cuello. Frunció un poco el ceño y simplemente dejó que se alimentara. Mientras lo hacía, acarició sus orejas un poco, sintiendo la suavidad en sus dedos. Dado que estaba en "modo" Yami, por así decirlo, usó exactamente los mismos movimientos que la última vez.

Su ceja tembló con violencia al escuchar su comentario y una vena apareció en su frente. ¿Cómo que mascota? Él no lo era de nadie, aún si se trataba de la mujer que amada. Cerró sus ojos y lentamente fue relajándose. Clavó sus gélidos ojos en los de ella y una sonrisa se formó en su rostro.

– Creo que eres tu quien quiere mimos – mencionó con simpleza mientras seguía acariciando sus orejas. – Y en cuanto a lo otro... – sin decir otra palabra, rápidamente bajó su mano libre hacia su cola y la apretó con suavidad. Miró con algo de diversión a la pelirrosa luego de eso y acercó su rostro al de ella. – Es al revés – susurró, para luego atacar con violencia sus labios. Al contrario que con Galia, esta vez lo hizo con un intensidad mucho mayor, además de ponerle más agresividad. Por otro lado, seguía sosteniendo la cola con su mano...

Lentamente el espadachín se alejó, pese a que quería mantener eso por más tiempo. Joder, no podía con esos sonidos. Cerró sus ojos por algunos segundos e intentó calmarse, pero le resultaba completamente imposible. Si ya en Baterilla le resultó adorable, ahora era muchísimo peor. Tal vez fue mala idea tomar su cola y debería soltarla... No, mejor no. Si dejaba que recuperara el control, era probable que se llevara un corte o peor. Eso o le devolvería todo multiplicado por dos. Se estremeció un poco en pensar aquello y negó con la cabeza. No, era mejor mantenerla así por el momento. Pese a que su auto control iba decayendo a medida que pasaban los segundos. Verla así temblando y a su merced... Era demasiado tentador como para dejarlo pasar. ¿Antes la había visto así? Intentó hacer memoria y solo le llegaron dos ocasiones. Cuando la enfrentó como Yami en la habitación y luego cuando intentó confortarla... y luego ella hizo lo mismo cuando casi pierde el control debido a su inestabilidad. Si no hubiera sido tan seria esa ocasión, podría considerarse como algo un poco chistoso.

– O, por el amor a... – pensó mientras sus ojos se abrían de forma exagerada.

No contenta con solo hacer ruidos, había empezado a gatear para poder alejarse. Además del tierno gesto, se enojó debido a la vista que tenía desde ahí. Verla en cuatro lo prendió demasiado, pese a que sabía que no podía abusar del poder que tenía en este momento. Escuchó entonces sus palabras y cerró sus ojos, al tiempo que intentaba controlar su ritmo cardíaco. Hasta su voz se le parecía bonito ahora... Era la única persona en este mundo que podía provocar tales sentimientos en él. Con los demás simplemente era más bien indiferente. Salvo cuando se encontraba en modo homicida. Ahí era un poco más violento y tendía a aguantar menos. Generalmente se ponía así cuando alguien intentaba ligar con la vampiresa delante de él.

– Me temo que, para preservar más mi vida, no podré soltarte – consiguió decir pese a su estado actual.

Con esa carita que le ponía, sumado al sonrojo de sus mejillas y a los sonidos que hacía... Terminó por destruir todo el auto control que pudo tener hasta ese momento. Rápidamente y sin soltar su cola, el rebelde abrazó con fuera a su vampiresa. Juntó sus mejillas con las de ella y empezó a frotarlas con suavidad. Al tiempo que con su mano libre acariciaba sus orejas y cabellos, sin poder contenerse. Realmente las reacciones Tsunderes de Black eran adorables, pero no le diría eso a la cara. Podía ser atrevido para hacer esto, pero no era un puto suicida.

– Tan suave... – murmuró sin poder contenerse. Genial, ahora descubrió que tenía una debilidad por las cosas adorables. Justo cuando creía que su reputación no podía caer más. Pese a eso se sentía feliz y su expresión lo delataba.

Sus ojos se abrieron de forma exagerada, al tiempo que sus mejillas se sonrosaban. Ya de por si le costaba no violarla ahora mismo, pero ahora que se quitó la prenda de arriba y dejaba a la vista su sujetador. Estaba en su punto culmine, pero aún así seguía aguantando como pudiera. El asesino tenía una increíble fuerza de voluntad ante todo. Se alejó un poco al ver que se abría de piernas y dejaba caer saliva de forma exagerada, pero no lo suficiente para soltar la cola. Tragó en seco y se llevó su mano libre a la nariz, pinchándola para que la sangre no se le escapara. El era Ryuken Shirou, no podía dejarse vencer así como así. Tenía una reputación que mantener... bueno, la que quedaba. La vampiresa se encargó sistemáticamente de acabar con todo eso, pero no quería perder ahora. Podía considerarse como un último recurso, pero a estar alturas se encontraba un poco desesperado por dominarla a ella por una puta vez en su vida.

Su ceja tembló con violencia al escuchar su tono de súplica, y de por si no sabía si era cierto o solo lo estaba inventando para dejarla ir. Lo cierto era que apretó un poco más su cola, pero no con tanta fuerza. Lo suficiente para no dañarla. Lo hacía simplemente por si perdía el control y lo soltaba accidentalmente. Su ceja tembló con violencia al ver el hielo y gruñó por lo bajo. ¿Acaso Black sabía lo que le estaba haciendo? Era una pregunta retórica, porque sabía que la vampiresa se encontraba consciente de sus actos. Aun estando siendo dominada, seguía provocando más reacciones de él, a sabiendas de lo que podría suceder.

– Debo admitir que, por un segundo, casi cedo... Pero fue un buen intento – dijo lentamente mientras se acercaba a ella.

Una vez allí, se sentó y gateó hasta quedar justo encima de ella, cortando toda vía de escape. Con su fuerza le sería sencillo salir, pero viendo que tenía agarrada su cola... sería bastante improbable. Acarició su mejilla un poco y la volvió a besar, pero esta vez con más suavidad. Duró tan solo unos segundos, puesto que quería darse cuenta de algo. Una vez que encontró lo que quería, separó su rostro y la volvió a contemplar. Ese sonrojo, el jadeo y esa mirada... Lo admitía, estaba totalmente colado por ella. Y en esta situación, le sería tan sencillo hacerla suya y dominar su cuerpo sin problema alguno...

– Los papeles se han invertido, pero... –

Imágenes de lo sucedido en Banaron vinieron a su mente y frunció el ceño. Cerró sus ojos por algunos segundos e intentó calmarse. Fue la primera vez que vio Black así, pero eso quedaría grabado permanentemente en su memoria. Volvió a acariciar su mejilla y negó con la cabeza. Sin decir nada, se giró tomó a la pelirrosa en brazos, para luego acostarse con ella abrazada. Si, así estaba muchísimo mejor. Por suerte, ya se había calmado del todo.

– Te amo mucho para aprovecharme de un momento de debilidad – le susurró mientras acariciaba sus cabellos y soltaba, finalmente, su cola. – Después puedes hacerme lo que quieras. Ahora... solo estemos así un rato – primera vez que sentía tan paz, y esperaba que no fuera la última.

Se relajó instantáneamente al ver que no la iba a golpear. Tan tenso estaba que se había olvidado que, si bien proyectaba una actitud arrogante y sádica la mayoría de las veces, Black también podría considerarse como la parte más femenina y tierna de las dos, mientras que Galia tenía un poco más de fortaleza que ella... Eso y no era una Tsundere. Suspiró un poco y apretó más el abrazo, pero sin tanta fuerza para no dañarla. Al ver que ponía su cabeza en su hombro, el peliplateado llevó una mano hacia su cabeza y acarició sus suaves cabellos. Realmente se sentía muy a gusto así. Era una tranquilidad y paz que nunca antes había experimentado antes. Levemente sonrío y bajó su mano hacia la cintura, para luego abrazarla por allí. Así sería mucho más cómodo. Pese a que la piel de la pelirrosa era fría por razones obvias, eso no le importaba demasiado. Ella seguía siendo ella y nadie la cambiaría. Ni siquiera es bastardo de Ivan. Una mueva apareció en su rostro y negó con la cabeza. No pensaría en ese imbécil en una situación como esta.

Sintió la mejilla de la vampiresa en la suya e instintivamente cerró sus ojos. Joder, que se quedaría dormido allí mismo debido a tanto relajo. Afectuosamente empezó a frotar son suavidad, sin importarle la frialdad de su piel. Escuchó entonces sus palabras y súbitamente abrió sus ojos. Inconscientemente cerró uno de sus puños, haciendo uso de todo su auto control para no enojarse. No era justo. Primera vez que encontraba la felicidad, solo para que le fuera arrebatada en unos años más. Ella era inmortal y él un humano. Tampoco podría dejar descendientes o disfrutas de cosas así con ella. Todo por culpa de un egoísta y ruin ser que no le importa arruinar vidas con tal de satisfacer sus propios deseos de mierda. Maldecía la existencia de Ivan. Lo odiaba con todo su ser.

– Pese a que me da cierta tristeza no tener un descendiente, me importas más tú que eso. También me gustaría hacer ese tipo de cosas contigo, pero no puedo. Si tan solo no me hubiera ido ese día... No, eso sería lo mismo que negar tu existencia. Por muy horrororo que haya sido todo lo sucedido, tu naciste a partir de esa situación. –

Parpadeó al ver algo líquido bajando por sus mejillas, sin entender por algunos segundos. Luego se dio cuenta que estaba llorando. ¿Él... haciendo eso? Era la primera vez en mucho tiempo que dejaba salir lágrimas. Hacía tiempo que aprendió no llevaría a nada, pero no podía evitarlo. Era mucha tristeza la que estaba sintiendo ahora. Rápidaemente se las secó y junto su frente con la de ella, mirando fijamente a sus hermosos ojos rojizos.

– Eso es cierto. La inmortalidad está lejos de mi alcance y es muy probable que me veas morir – dijo inexpresivamente... para que luego una suave sonrisa se forme en su rostro. – Es una suerte que crea en la reencarnación, entonces. Aún si tengo cinco vidas distintas, en las cinco iría a buscarte y volvería a enamorarme de ti. Es por eso mismo, que no voy a dejarte sola nunca... Y esa es una promesa para toda la eternidad – finalizó para luego besar suavemente sus labios. Al contrario de los anterior, en este intentaba expresar todo el amor que sentía hacia la vampiresa.

Seguía manteniendo su sonrisa amable mientras acariciaba sus cabellos. Conocía muy bien esa reacción para saber que estaba llorando. Era un poco irónico, ahora que lo pensaba. Podía no tener un cuerpo como tal, pero tenía más sentimientos y emociones que cualquier otro humano que conociera... incluso el mismo. La pelirrosa siempre sería una humana para él, a final de cuentas. Aceptó gustosamente el pico y siguió acariciando. Que gusto era estar así. Por él, que se quedaran así hasta mañana. Fue por eso que se quejó mentalmente cuando su vampiresa se levantó. Se sonrojó un poco al ver su mirada, puesto que contrastaba mucho con la que usualmente tenía. Se estremeció al ver como botaba a un árbol de un golpe. El no había tenido el placer de sentir uno de sus puñetazos directamente, pero sabía que podía darse por muerto si alguna vez le alcanzaba.

– Digo lo mismo. Que alguien tiene que cuidar que no hagas locuras – se río un poco. – Pues te ayudaré... a parte que quiero probar mi teoría – le dijo mientras se levantaba con algo de dificultad.

Por algunos instantes, se quedó apreciando la escena de destrucción que estaba protagonizando la vampiresa. Lentamente fue relamiéndose un poco mientras seguía de cerca sus movimientos. Tanta violencia le estaba excitando, pero sabia que eso quedaba para después. Podía sentir los golpes de la pelirrosa que hacían retumbar el suelo, pero eso le daba igual. Haber pasado tanto tiempo con ella, había hecho que se acostumbrando a su fuerza bruta. De modo que sabía exactamente que hacer para no caerse debido a los temblores. De sus pies salieron garras en forma de oro y se incrustaron el el suelo, para luego amarrarse en su tobillos. Rústico, pero servía para su propósito actual.

– Nunca creí que llegaría el día en que pedirías mis tentáculos con tanta urgencia. ¿Seguro que no lo quieres para otra cosa? – preguntó con un tono de broma.

Si su señoría lo quería con tantas ganas, entonces no podía negárselo. Más oro fue saliendo de sus pies hasta que tuvo una cantidad decente para usar. Se separaron en varios trozos hasta que tuvo los tentáculos en su arsenal. Vio como ponía sus brazos al frente y frunció un poco el ceño. Al parecer no iba a defenderse de sus ataques y eso no sabía como tomárselo. Eso y que...dudaba que funcionara si lo hacía normalmente.

– ¿Seguro que funcionará? El oro es muy blando y no sé si su dureza sea suficiente... –

Para probar su punto, impactó uno de los tentáculos en una piedra que había. Sobra decir que, si bien la piedra se hundió un poco, su metal quedó destrozado. Frunció un poco el ceño y cerró sus ojos. Si no funcionaba así... entonces debería aumentar más el nivel. La vez que peleó con Black pudo sentir algo que quiso salir cuando se defendió de sus ataques, así también cuando quería superar su Busoshoku. Fue algo leve e instantáneo, pero debía recordar exactamente como fue. Viendo su naturaleza, el peliplateado tenía una idea de lo que fue y eso lo emocionaba un poco. Voluntad, determinación, hacer someter a los demás... Se imaginó al bastardo en su mente y apretó sus puños. Le iba a mostrar quien era Ryuken Shirou la próxima vez que se vieras las caras. Eso era una promesa. Abrió de golpe sus orbes y pegó un grito, para luego lanzar uno de sus tentáculos hacia la dirección de Black. No se si fue idea suya o no, pero podría jurar el oro tomó un tono morado metálico por algunos instantes, pera luego volver a su coloración original.