Descanso Merecido. [Galia - Ryuken] [Privado] [+18]

– El sentimiento es mutuo, preciosa – respondió Ryuken ante el comentario.

Se notaba que el cabrón estaba entrando aún más en modo Yami. Seguía conservando partes de Ryuken, sin embargo, pero era de esperarse. Yami fue, es y siempre será la personalidad original. Por ende, le era más sencillo usar rasgos de él que su parte "buena"... menos la locura. Ahí usaba parte de la personalidad de Ryuken para estabilizar al original. En retrospectiva, era la primera vez en mucho tiempo desde que tenía algo de paz en su mente. La última vez fue cuando nació la segunda personalidad, que fue más o menos cuando su madre intentó enseñarle que había cosas mejores en la vida que estar asesinando personas. Lástima que al final no lo logró. Él siempre sería un asesino y lo había aceptado. Además, tenía la sospecha que no era coincidencia que el tuviera tanto instinto asesino. Algo no calzaba en todo esto, pero lo averiguaría después.

Se estremeció un poco al ver que su cuerpo salía volando al recibir el impacto. Bueno, al menos ahora sabía que sus sospechas fueron confirmadas. Luego de tanto entrenamiento con Black, había conseguido despertar el Busoshoku. Aun no lo podía usar por instinto, pero  se encargaría de entrenar eso ahora. Escuchó sus palabras y entrecerró un poco sus ojos. Eso fue un golpe bajo. Mira que usar a Ivan en contra de él... Y lo peor era que estaba funcionando. Ver a la vampiresa le hacía recordar la tortura que pasó ella a manos de ese bastardo, ocasionando que su sangre hirviera y su instinto asesino estuviera al máximo.

– No te vayas a enojar por todo esto... – replicó mientras una gota de sudor caía por su sien. Ya podía ver a la pelirrosa desquitándose luego cuando terminara el entrenamiento.

Cuatro tentáculos surgieron entonces a sus espaldas y se dirigieron hacia la pelirrosa. Uno fue hacia su estómago, el otro al antebrazo, el tercero a la rodilla y... Ryuken sonrío con algo de malicia y bajó la potencia del cuarto tentáculo. Ese fue justo dirigido hacia su trasero, impactando con la potencia justa para que ella lo sintiera. Se mostró inocente por algunos segundos, pero luego jadeó y clavó una rodilla en el piso. Solo usó su nuevo haki por dos minutos y ya se encontraba hecho mierda... Nunca pensó que cansaría tanto. Cerró sus ojos por unos momentos y lentamente fue levantándose. No, para eso entrenaba. Cuando terminara este entrenamiento, podría usar el Busoshoku por un tiempo decente.

– Voy allá – advirtió el joven.

Se concentró nuevamente y activó su nuevo. "Recuerda, voluntad", pensó con determinación. Una vez que estuviera listo, el joven crearía un bastón de oro en su mano y saldría despedido hacia ella. Quince golpes físicos servidos, todos en distintas partes de su cuerpo. Por supuesto, evitó todo de la cabeza hacia arriba, la entrepierna y... sus pechos. Se ruborizó un poco y sentía como el haki nuevamente amenazaba con desaparecer. "No", comandó internamente le joven. Usando su fuerza de voluntad, logró que se mantuviera activo de momento.

– ¿Estás bien? – preguntó con preocupación el asesino.

Sonrío con satisfacción al oír su comentario, pero no respondió. Le bastaba y sobraba con eso. Sabía que, pese a su negación, le encantaba que hubiera hecho aquello. No se lo diría a su cara, sin embargo. No quería otro de sus ataques tsunderes, o de lo contrario terminaría con una linda marca en su rostro. No necesitaba otra herida a la larga lista que tenía. A penas si quiera podía caminar y mover sus brazos. Lo que menos quería era ahora perder toda sensación en su rostro. Luego de su asalto, Ryuken escuchó lo que dijo la vampiresa. Entrecerró sus ojos y chasqueó su lengua. Lo cierto era que se estaba conteniendo, pero no podía evitarlo. No quería dañar con seriedad su cuerpo, pese a que este podía regenerarse. No tenía que ver con eso, sin embargo. Simplemente su propia personalidad evitaba eso. Vale, que le hizo lo suyo días atrás, pero eso fue una pelea y ahí heridas no se podían evitar. Este caso era muy distinto, puesto que la atacaba sin que pudiera defenderse... O que le respondiera de vuelta

– Esta bien, lo haré... – le dijo.

Si el no lo hacía, de todas formas se haría daño como lo que acababa de hacer. Cerró sus ojos y esperó durante uno o dos minutos que su Haki se reformara. Una vez hecho eso, nuevamente pensó en imponer su voluntad en el maldito de Ivan y pudo sentir como el Busoshoku cubría su cuerpo. Esta vez lo haría durar mucho más. Si no podía igualar al tiempo anterior de la pelirrosa... Entonces no daría por finalizado su entrenamiento. Inhaló y exhaló varias veces para calmar su respiración, para luego empezar el ataque. Se encontraba demasiado cerca de ella, así que no debía correr hacia ella para poder golpearla. Imbuyó su bastón de oro con Haki y golpeó toda las zonas del cuerpo de la vampiresa, a excepción de su entrepierna. Dijera lo que dijera, pero solo la más ruin y cobarde de las personas osarían atacar ese sector...

Todo golpe que daba, el mismo peliplateado lo sentía y se estaba rompiendo por dentro. Al cabo de unos minutos, la desesperación se había hecho presente en su rostro. Pese a eso, no se detuvo. Sabía que la mujer debía volverse más fuerte para poder protegerse, y era solo eso lo que hacía que siguiera con todo esto. Veintisiete, veintiocho, veintinueve... Solo quedaba uno. Se echó un poco hacia atrás y alzó el bastón al cielo. Pegó un grito y corrió hacia ella para tomar impulso y que el golpe al rostro fuera peor. Sin embargo, antes que pudiera conectar, el joven se detuvo a centímetros de su cara. Su brazo temblaba y angustia se podía apreciar en sus ojos. A final de cuentas, no pudo hacerlo.

– Lo siento, no me veo capaz de hacer eso último... – dijo el joven, para luego desviar la mirada. Lo último que quería, era que la vampiresa se diera cuenta, por su semblante, de lo mal que lo había pasado con todo esto.

Bajó su mirada al escuchar su comentario y, por ende, no vio la miraba que portaba la pelirrosa ahora mismo. Se sorprendió al sentir la fría, y a la vez cálida para él, mano de la vampiresa en su rostro. Levantó su mirada y se estremeció al ver que se encontraba, aparentemente, enfadada. No duró ni un par de horas en lograr eso de nuevo. Pero luego se relajó al ver que sonreía. Al notar el pico, supo que no se encontraba enojada. Suspiró de alivio y vio que Black le estaba dando la espalda. Ladeó su cabeza hacia un lado, sin entender a que vino ese gracias. Al final terminó encogiéndose de hombros y una cálida sonrisa se formó en su rostro. Ella sería la única persona del mundo en tener el placer de ver al gran asesino sonreír de esa forma. Nadie más lo haría... Excepto quizás Dranser, aunque lo dudaba.

Seis días después...

Yami sonreía mientras golpeaba a la pelirrosa con su bastón. Ahora podía usar tanta fuerza como quisiera, puesto que sus golpes no hacían efecto en ella. Incluso con su entrenado Busoshoku. Esa armadura morada era lo próximo que debería lograr. Si mal no recordaba, su oro se tornó de ese color por un segundo hace seis días. Tendría que replicar aquel efecto, pero eso lo haría luego. De momento, estaba satisfecho con todo el progreso que hizo. Había emulado el entrenamiento de la chica y le pidió a algunos reclutas que lo golpearan sin tregua alguna, mientras tenía su haki activo. Al final de estos seis días, había conseguido emular el efecto y tiempo anterior que tenía la joven. Al menos ahora podría tocar a las logias, que bastante mal lo pasó en ese mini enfrentamiento contra la Gran Espada.

Otra cosa que había sucedido, era que al fin su mente había vuelto a la normalidad. Ryuken y Yami volvían a existir como dos entidades distintas, y actualmente el segundo estaba al control del cuerpo. Extrañamente se sentía un poco vacío así. Era como si una parte de él se hubiera esfumado. Negó entonces con la cabeza y dejó de pensar en ello. Debían ser imaginaciones suyas, después de todo. En eso vio que Black se acercaba y la miró con tranquilidad. Antes que pudiera darse cuenta, la vampiresa le había robado un beso, para luego escuchar sus palabras luego. Entrecerró sus ojos y una sonrisa desafiante se formó en su rostro.

Inmediatamente, salió corriendo en su dirección. Vio el hielo que había formado en la playa y frunció un poco el ceño. Instantáneamente, unas botas de oro para hacer patinaje sobre hielo se formaron en sus pies. Fue deslizándose hábilmente por el material, claramente emulando lo que hizo la vampiresa en la pelea que tuvieron en el barco.

– ¡Creo que te equivocas! – gritó al rebelde al ver que acortaba la distancia.