¿Quieres saber mi talla de brasier? [Pri. Pasado][Azumi - Misa] {Jue 6 Jul 2017 - 3:47}

Misa bostezó. Últimamente estaba durmiendo poco… Desde que se separó de Xemnas que no lograba dormir lo suficiente. Tenía unas enormes ojeras y su rostro mostraba su cansancio. Para no pensar en esas cosas, buscaba algo qué hacer, pero Marineford solo era un recuerdo demasiado fuerte del vicealmirante. Después de todo, en algunas oficinas ellos… Se estiró en la cubierta y volvió a bostezar. ¿Dónde se dirigía ahora? Simple, al East Blue. Era el mar más lejano del Grand Line y quizá lograba encontrar algo útil que hacer.

– ¿Qué hará, capitana? – Le preguntó un joven recluta. Notó la mirada lasciva sobre su cuerpo, pero no le dio importancia.

– Solo caminar. Ustedes quédense en el buque, no es necesario que me acompañen – suspiró con calma y empezó a caminar rumbo a la rampa que conectaba el buque a la isla. – No hagan nada raro en mi ausencia. Y tú deberías dejar de mirar así a las mujeres… Das toda la pinta de ser un pervertido. – Le dijo con una suave sonrisa antes de empezar por aquella isla.

El cuartel estaba en el norte, pero ella no iría ahí de no ser necesario. Tampoco es que fuera con algún objetivo en especial. Solo quería tomar un poco de aire, surcar los mares, pasar tiempo con los jóvenes reclutas y compartir sus experiencias. Suspiró con desgana y se cruzó de brazos mientras caminaba. Su gabardina ondeaba con el viento, ella vestía, además, con una camiseta de color rojo y unos pantalones a juego de esta. Además, de una gorra.

– Veamos qué puedo hacer. Que aburrido… – Susurró con calma. ¿Encontraría algo qué hacer?

Aquella silueta avanzaba despacio por el puerto. Las miradas de las personas del puerto iban dirigidas a ella. Parecía ser una persona que vestía con una túnica de color negro, típica de Wano. En su cabeza llevaba un sombrero con tiras de papel a los lados que ocultaban su rostro y cabellos. Podía serse una funda al lado derecho de su cintura, en ella portaba su katana. En sus pies había unas sandalias de madera y también portaba unos calcetines blancos. Sus vestiduras eran parecidas a las de los samuráis. Su estatura era baja, pero aun así caminaba con paso seguro y firme. Dicha persona parecía ser un misterio para las gentes de aquella isla gobernada por la marina. Justo en ese momento, un ruido se escuchó.

Un hombre corría por la zona. Parecía medir dos metros de altura, totalmente calvo y con una musculatura considerable. Vestía solo con un pantalón rojo y parecía llevar un saco de dinero en la mano. Unos tres marines corrían tras él y parecían estar mosqueados. Habría robado o algo. El hombre parecía estar a punto de pasar por su lado. La morena simplemente acarició el rojizo mango de su katana y tras unos momentos desenfundó su arma. El hombre tardó demasiado en darse cuenta y entonces un grito de dolor se escuchó en el puerto. El brazo izquierdo de aquel hombre había sido cortado totalmente, en el rostro tenía una cicatriz que le había dejado casi sin nariz y en la rodilla una herida seria.

- He…

Susurró ella con una suave expresión que mostraba superioridad. Ella ocultó a Sasori de nuevo y esperó a que llegasen los marines, los cuales arrestaron al objetivo rápidamente. Uno de ellos la miró de forma confusa al no saber si se trataba de un hombre o una mujer, pues sombrero no le permitía ver su rostro. Fue entonces cuando ella simplemente continuó caminando en línea recta. El marine fue educado y le dio las gracias inclinando la cabeza. Ella avanzó despacio mirando una última vez sujeto calvo, el cual la observaba aterrado. Muchos pensarían que se trataba de un hombre, pero era un dato que no importaba a la espadachín. No tardó mucho en ver un barco de la marina acercarse y lo miró de forma fría como el hielo. Parecía no tener otra mirada.

- Ya veo… – Susurró entonces mirando después el enorme cuartel que se veía a lo lejos. Había llegado a una isla controlada totalmente por la marina.

Siguió caminando, mirando cada cosa que le llamara un poco su atención. No es que fuera una isla tan problemática y tener una base marine instalada, daba suficiente seguridad y tranquilidad. Así que apenas estaba atenta a lo que le rodeaba. Además, no creía a nadie tan tonto como para hacer algo en contra de la ley. A excepción de ese idiota que iba escapando de los marines… ¿Qué habría hecho? Pensó en intervenir, pero justo en ese momento, vio como un chico espadachín le cortaba el brazo, casi lo deja sin nariz y le había lastimado una rodilla. Su habilidad fue impresionante e incluso notó como es que los reclutas quedaban sorprendidos. Aunque no le agradaba que fuera de esa forma… No era necesario llegar a esos extremos. Suspiró. ¿Acaso nunca podría estar en calma?

– Antes de que hagan nada, llévenlo a la enfermería y curen sus heridas. Pongan ese brazo en hielo, luego yo me haré cargo – dijo, entrometiéndose en el camino de él. Su espada, una túnica negra, sandalias de madera y un sombrero… ¿De dónde era? Claramente, no de esa isla. – Entonces… ¿Qué debería hacer contigo? – Susurró mientras lo analizaba. Los marines, al verla, asintieron y luego se fueron corriendo a la base.

Lo miró de forma… Extraña. Desprendía un aura rara, como si fuera a matar siempre. De todos modos, reconocía su habilidad con su espada. Los cortes fueron pulcros y sus movimientos imperceptibles a la vista de alguien normal. Aunque para ella… Pudo verlos en cámara lenta. El momento en el que desenvainaba, corta y volvía a envainar, para luego seguir caminando como si con él no fuera la cosa. ”Aunque… Creo que es mujer… Creo” – era alguien bajo y el sombrero no le hacía distinguir bien sus rasgos. Suspiró de nuevo.

– No era necesario tener que llegar a esos extremos, ¿sabes? Pudiste usar el lado sin filo de tu espada y evitar heridas mortales – le empezó a decir con un bastante calmado. – Además, ¿no eres un poco joven para ir jugando con una espada? – no esperaba una respuesta, más que nada, no era su madre y tampoco planeaba hacerle nada malo. Solo un regaño y ya. – La fuerza, mal usada, solo trae dolor y lágrimas innecesarias – suspiró de forma desganada. – Si vas matando a todo lo que se te cruce, pronto terminarás muriendo tú y todo por no saber cuándo elegir el momento correcto de cuándo pelear y cuándo no. – Le terminó de decir con la misma sonrisa cálida y dulce de siempre.

La joven espadachín entrecerró los ojos al escuchar a su espalda las palabras de aquella persona. No disponía de aquello que llamaban haki, pero notó algo demasiado molesto en ella ¿Qué diablos pasaba? Su poder debía de ser asombroso. La morena mantuvo ambas manos en los bolsillos y oculta tras su sombrero. Por sus palabras, planeaba hacerse cargo de aquel hombre y tal vez incluso lo curaba. Ella ladeó un momento su cabeza sintiendo decepción. Esa basura debía morir desangrada, pero parecía que los marines no eran tan inútiles como pensaba. Habría dado lo que fuera por ver a la familia de aquella persona llorando frente a la tumba sabiendo quién mandaba allí. Chasqueó la lengua unos leves segundos y entonces se dio cuenta de que la pava con tetas le estaba hablando. Frunció el ceño por debajo de su sombrero y la miró a los ojos fijamente.

- Pretendía que esas heridas fuesen mortales. Un robo a menor escala convierte a una persona en criminal y a partir de ese punto se busca viva o muerta, señorita. – Dijo con un tono frío como el hielo.

Azumi observaba a la mujer hablar. Su dulzura y amabilidad la estaban poniendo de mal humor y por ello cerró sus ojos analizando sus palabras para poder contestarle de forma correcta. Le hicieron gracia sus palabras, debía admitirlo. Finalmente acarició su espada despacio y acto seguido se quitó el sombrero arrojándolo a un lado. Sus azulados ojos se clavaron en ella y una sonrisa cruel se mostró en su rostro.

- ¿Dolor y lágrimas? En ese caso deberé matar a todas mis presas más a menudo, marine-san. – Dijo con un tono infantil y absurdamente cruel, iba con toda su mala leche.

Esa forma de mostrar sus malas intenciones y de respetarle al mismo tiempo le daban carta blanca. Fue entonces cuando se le ocurrió jugar un poco más. Miró sus pechos de forma seria, le desagradaban. Volvió a mirar a la rubia a los ojos entonces de forma engreída y después introdujo ambas manos en los bolsillos. De hecho, las sacó de nuevo e hizo un amago de tomar su katana, pero finalmente estiró ambas muñecas hacia la marine que tenía delante. Su expresión continuó siendo fría en todo momento.

- Eso es cierto. Incluso sus propios seres queridos podrían morir en cualquier momento, marine-san. – Una sonrisa de oreja a oreja se formó en su rostro.

Había sonado lo más amenazante posible, pero tenías las de vencer. Nunca dijo que ella haría nada, solo nombró que el destino podía ser así. Sus manos continuaron estiradas hacia ella y la sonrisa de Azumi fue mucho más amplia mientras contenía las ganas de reír. Tenía todas las de ganar y en ningún momento le había faltado al respeto, es más, le hablaba con mucha educación.

- ¿Va a arrestarme por expresar mi punto de vista? – Su expresión mostraba demasiada diversión. Se lo estaba pasando bomba con la rubia. – Por cierto, soy Azumi Taketo, princesa del reino de Wano, es un placer conocerte. – Nombró con soberbia mientras ahora reía un poco por lo bajo.

Azumi sabía lo divertido que estaba siendo aquel momento y que tal vez aquella poderosa mujer estaría hecha una furia, pero se abrazaba a las leyes. Incluso su protector Ichimura era un miembro del gobierno mundial. Estaba deseando continuar provocándola dentro de lo legal.

- Lo último que a mí me gustaría sería verla a usted arrodillada frente a una tumba de alguien que ame, sintiendo dolor y haciendo caer lágrimas… Oh, justo lo que dijo. Espero que eso nunca pase, me aseguraré de ayudarle si quiere seguir en contacto conmigo… – Terminó diciendo a punto de estallar en risas.

Pensó que había lo correcto al hablarle. Quizá no debió hacerlo, o solo ir a ayudar a aquel pobre hombre. Sus palabras hicieron que apretara con sus puños y chasqueara con la lengua. ¿Qué se creía esa mocosa? Sí, era una mujer. Logró saberlo al ver que se quitaba su sombrero. Había cometido dos errores: El primero, aunque perdonable, la trataba de usted. ¿En serio creía que con eso estaría a salvo? El segundo, notar como es que sus palabras solo eran un juego. ¿En serio creía que iba a provocarla? Suspiró con calma y cerró sus ojos. Faltaba eso y más para hacer que ella hiciera algo tan bajo.

– Azumi, ¿no? – le dijo con una suave sonrisa. – Entonces… ¿Qué tenemos aquí? ¿Una princesa demasiado egocéntrica y arrogante? No eres nada diferente a los millones de personas que habitan en este mundo – volvió a suspirar mientras no separaba sus ojos de los suyos. Ignoró el hecho de que estaba mostrando sus manos en señal de que la arrestara. Dios sabía que ganas no le faltaban de hacerlo, pero… Ante todo, debía comportarse. Tragarse todo y continuar. – Fue tan adorable tú intento de ser mala y cruel, que casi te doy un abrazo.

Ni siquiera veía necesario activar su mantra, ¿para qué? Solo un vistazo y ya sabía lo débil que era. Además, dudaba que fuera alguien tan tonta como para atacar a un capitán frente a todos. ”Aunque muero de ganas qué lo haga” – quizás sería una buena forma de ponerla en su lugar. Si hubiera sido la Misa de antes, hubiera reaccionado de la peor manera ante esas provocaciones. Es verdad, le dolía el hecho de que jugara así con los sentimientos de otra persona, sobre todo porque ella lo perdió todo hace unos años atrás. Le dolía que pensara así de las personas, que se creyera superior a ellos.

– Tu rango poco y nada me importa. ¿Crees que respetaré a alguien como tú? Quizás en tú isla importe, pero en el mundo real, fuera de los límites de esta… No es nada – su tono, pese a todo, seguía siendo bastante tranquilo y amable. – Después de todo, a nadie le importara cuando llegue el momento de que pierdas tú vida, ¿verdad? Solo serás un cadáver más, un resto de historia que algunos recordaran – suspiró con calma y se estiró. – Capitana Amane Misa, el placer es todo mío. Aunque dudo querer el mantener contacto contigo.

El rostro de la espadachín no se inmutaba. Estaba ganando su duelo personal, estaba rebajando a una capitana a insultar a un ciudadano que no había cometido nada ilegal y estaba hablando con educación. Demasiado fácil jugar con ella. Azumi se mantuvo en su postura, fría y seria mientras observaba a aquella persona malhumorada. Estuvo a punto de empezar a reírse, pero pudo contener a tiempo la risa. De hecho, lo siguiente que hizo fue mirar directamente a los ojos de aquella marine de forma intensa. Era como si estuviese desafiándola solo con la mirada. Tenía las palabras perfectas para humillarla después de su comportamiento infantil. De hecho, le sorprendía que esa tía hubiese llegado a ese puesto, a alguien se la tendría que haber comido a base de bien.

- Tengo una pregunta, Marine-san. Yo le he dicho que me gustaría verla bien y ayudarla. Usted me ha insultado sin motivo, tampoco he pedido respeto en ningún momento para que me hable así ¿Qué es esa actitud de insultar a personas que tratan de ayudar? En fin, yo mantengo lo que dije pese a su dolorosa respuesta hacia mi persona… No quiero verte sufrir, ni que a su pareja le corten el cuello ni nada similar, si es que tiene. Y bueno…

Antes de decir nada mostró una expresión siniestra sin dejar de mirarla a los ojos. Sus dos amortiguadores en el pecho le parecían horribles, quería pincharlos con su espada y después de aquello cortarle a ella el cuello. Tosió un poco y después de unos momentos se quedó mirándola de nuevo con una expresión arrogante.

- Le doy la razón, capitana. Cuando yo muera, nadie lo va a lamentar, tampoco quiero que lo lamenten. Pero espero haberme llevado las suficientes vidas por delante antes, de forma legal, claro está. Bueno, estoy terminando mis pruebas para acceder al Cipher Pol, Amane-san. De modo que aunque no quiera mantener contacto, yo lo haré. Es mi deber ayudar a mis compañeros marines ¿No? – Mencionó entonces mostrando una amplia sonrisa de nuevo.

Azumi entonces se quedó mirando como los marines se llevaban el cuerpo. Recordó las leyes entonces y se relamió despacio volviendo a mirar a la rubia.

- Bueno, después de su madura decisión de insultar a un ciudadano mucho menor que usted en edad (cuchillazo) y juzgarme por pertenecer a una familia noble, me gustaría cobrar el diez por ciento del precio del criminal que atrapé. De modo que aprovecho que está usted aquí para eso. – Estiró su mano hacia ella con una sonrisa pícara.

Suspiró. Era imposible. Sí, se había equivocado, pero no se imaginaba que fuera tan… Niña. No esperaba que su tan notorio poco desarrollo, fuera también mental. Aunque le sorprendió el hecho de que iba a ser parte del Cipher Pol. ¿En serio? ¿Ella? Sería solo un problema y ya suficiente tenía con tener que lidiar con su hermano ahí metido. Lamentablemente, algún día iban a trabajar juntas, pero no le importaría. Los marines se llevaron el cuerpo del tipo, sabía que estaba vivo, por suerte lo podría curar luego y, con un poco de su experiencia y habilidad, hacer que no perdiera el brazo.

– Claro, no hay problema. Si quieres dinero, dinero tendrás – le dijo. – Aunque no sé que tanto valía ese tipo. Si quieres, podemos ir a la base y averiguarlo. Aunque lo más probable es que valiera cero – suspiró con calma y volvió a estirar. Últimamente, solo quería descansar, pero fuera al lugar que fuera, no lo lograba. – Pido disculpas si te ofendí, no fue mi intención. – Le comentó.

Quería comentar sobre su intento de entrar en el Cipher Pol, pero tampoco es que tuviera algo que decir. Solo sabía que su primera impresión no fue la correcta y, seguramente, ella tampoco tuvo la mejor de las impresiones de la capitana. Tampoco es que sintiera que se pudieran llevar bien a corto, mediano o largo plazo. Ambas eran diferentes y como el agua y el aceite, no se combinaban. Por lo menos, había algo claro… De las dos, era la marine la más bonita. Suspiró con calma y se quedó viendo cómo es que, lentamente, la gente se iba retirando. Supuso que a nadie le gustaba ver a dos chicas discutiendo y hablando algo sin sentido.

– Solo tengo veintiuno… Aunque bueno, normal que pienses que soy mayor – le dijo manteniendo su sonrisa. – Pero tranquila, algún día te crecerán. – Le respondió con malicia. Sabía que ella entendería a lo que se refería. No era justo que solo ella intentara provocar a la otra.

Esperaría su respuesta y si aceptaba ir a la base, caminaría con ella. Sería un camino algo incómodo, pero solo tendría que soportarle hasta pagarle. Si con eso lograba deshacerse de ella, le pagaría lo que fuera. Solo quería unos minutos para ella, solo descansar. ¿Qué tan difícil era eso? Con lo bien que pintaba esto y terminaba siendo forzada a tener que pagarle a una princesa inmadura, arrogante y egocéntrica. ¿Por qué siempre terminaba metida en algún problema?

– Si entraras al Cipher Pol, siendo honesta, no confiaría en ti. Con esa personalidad, dudo que seas alguien de fiar – añadió. – Aunque, no te preocupes, no soy alguien que confíe fácilmente en otras personas. No confío en nadie que me demuestre que es digno de mi confianza, tan simple como eso. – Puntualizó, para no herir su sensible corazón. ¿No soportaba la verdad cuando ella trataba así a las personas? Bastante creída era.

Esa tía era imbécil. Aunque no tuviese precio, acababa de robar, por lo que ya valía algo. La morena miraba a la rubia de forma sádica mientras esperaba lo suyo, escuchándola en todo momento y mostrando una expresión constante. Cuando recibió las disculpas por parte de ella mostró una expresión relajada. Así le gustaba, que su sierva supiese con quien hablaba. Era sucia perra era solo una mascota, un peón que debía ejecutar sus deseos y que se disculpase la hizo sentir muy bien. Estuvo a punto de pasarle la mano por la cabeza en señal de buena chica, pero entonces la pava continuó hablando. Su comentario hizo que los ojos de Azumi se clavasen en ella de forma fría. Las venas de su frente se hincharon y acto seguido apretó los puños. Maldita zorra. Esa mujer había cometido el mayor de los errores.

Encima decía no confiar en ella, esa maldita ególatra de los cojones. La morena llevó de forma disimulada la mano a su katana Sasori. Miró hacia otro lado haciendo como que escuchaba las palabras de ella con atención, pero era todo lo contrario. La chica entonces lanzó rápidamente un corte con toda la intención de matarla. El filo iba directo a la boca de ella, queriendo así meterle el filo por los labios y sacarlo por la parte de tras de su cabeza. Se notaba bastante furiosa por las palabras que ella había dicho.

- ¡El pecho no lo es todo, maldita vaca! ¡No te atrevas a decir nada más o mataré a todos tus malditos seres queridos frente a tus ojos! – Dijo fuera de sí mientras trataba de cargársela.

Ella usualmente no mataba, pero que nombrasen su pecho era lo peor que podían hacer en la vida. Le diese o no, lanzaría una patada hacia su pecho, buscando tirarla de espaldas al mar con fuerza. Su expresión era seria y bastante escalofriante. Se notaba que tenía un mosqueo como pocos y todo por culpa de esa maldita frase. Ella tenía una debilidad y esa estúpida había tenido que nombrarla. Era un insecto, una maldita foca con grasa que debía callarse la boca. Aunque ahora seguramente lo haría. La princesa confiaba en su capacidad con la espada perfectamente y sabía que aquello estaba ganado, nadie osaba meterse con ella y salir vivo. Era la ley del más fuerte y su mirada mostraba soberbia.

- Adiós, miserable insecto…

Suspiró, pero por dentro, sabía que ella tenía razón. La siguió mirando, sin quitarle un ojo de encima, se notaba relajada y con las guardias bajas, pero… Era todo lo contrario, estaba centrada en ella. Pese a que lo intentaba, logró ver cómo es que llevaba su mano a su espada. Le sacaba bastante experiencia y había enfrentado a cosas peores. Ni siquiera vio necesidad de usar su mantra, vio su movimiento como si estuviera en cámara lenta. Sonrió con delicadeza e interpuso su dedo entre la trayectoria de la espada y su rostro. Un ligero sonido de choque de metales se había escuchado y era por una simple razón. Su cuerpo, desde hace un tiempo, tenía una dureza exagerada. Unos 8 mohs por lo bajo. Parar una espada a alguien tan débil, era sencillo. Es más, quizás lograba hacer que se rompiera o mínimo, tuviera una grieta.

Escuchó sus palabras y no pudo evitar soltar una carcajada. ”Eres tan fácil de leer” – se dijo a sí misma. Sintió la patada en su vientre, pero, al igual que lo otro, apenas sintió un rasguño. De hecho, seguramente, solo ella se habría hecho daño. Había caído en su trampa y ahora podía chantajearla. Quedaban algunos curiosos viendo todo, así que sabrían que ella, dijera lo que dijera, no tendría cómo defenderse. Ella fue la primera en atacar, así que se había condenado.

– ¿En serio? ¿Eso es todo? – dijo, bostezando. – Ahora… Creo que te metiste en un problema. Atacaste a un capitán, así que eso te hace una criminal, ¿no? Aunque bueno, eso ya tú lo sabes, ¿verdad? – tomó una ligera pausa mientras la miraba con soberbia y arrogancia. – Aunque, si te arrodillas y pides disculpas por tu mal comportamiento, haré la vista gorda. – Le dijo sabiendo que no lo haría, sabiendo que alguien como ella nunca lo haría.

¿Debería darle un susto más grande? Quizás imitar un ataque, pero no, no caería tan bajo como ella. Suspiró con calma y se le quedó viendo de la misma manera. Apartaría, de forma suave y tranquila, la espada si es que ella no la había quitado o si es que seguía de una pieza.

– Son quince millones de recompensa si huyes de un capitán, por cierto – añadió con la misma tranquilidad. – Es tu decisión si quieres o no tener recompensa, pecho plano. – Finalizó con una gran sonrisa. Se sentía victoriosa, ya sabía su punto débil, como provocarla.

Los azulados ojos de la joven se abrieron como platos al notar el impacto de su arma en el dedo de la capitana. Un leve temblor la hizo tambalearse, era como golpear un maldito muro y su espada tembló bastante de hecho. Azumi se puso blanca mientras observaba a esa mujer jugar de aquella forma. Era algo imposible, no era una maldita almirante para hacer aquellas cosas. Su poder parecía ser una bestialidad. La morena dio un paso atrás notando una leve molestia en su pie. El ceño de la chica se fue frunciendo despacio mientras apretaba ambos puños. Fue en ese momento cuando escuchó lo de criminal. Azumi tragó saliva cambiando su expresión a una de preocupación. Aquello no entraba en sus planes… ¡Encima quería que se arrodillara! Eso en la vida. Ella la miró seriamente.

- Oye, tampoco seas así. No pienso arrodillarme ante nadie y menos ante ti. – Mencionó dando un par de pasos hacia atrás y mirando el agua de forma disimulada.

Justo entonces ella nombró el precio de quince millones y con aquello no la aceptarían en el gobierno ni de coña. Azumi abrió de nuevo sus ojos mientras agachaba la cabeza, se había metido en un buen lío y debía admitir que estaba nerviosa. Pero entonces aquella maldita idiota tuvo que hablar, no podía callarse. De nuevo la llamó por algo humillante, aquellas palabras que nadie en la vida se atrevió a decirle. La morena se sintió realmente ofendida y cabreada. Sin pensárselo saltó a por la rubia con el ceño fruncido. Estiró su espada hacia atrás y entonces trató de travesarle el filo en la zona del pecho derecho.

- ¡Estilo del caos! ¡Punzada negra! – Gritó al mismo tiempo que trataba de ejecutar su ataque.

Sabía que iba a ser algo en vano, pero estaba realmente mosqueada. Su ceño se frunció y las venitas de su frente se marcaron de forma exagerada. En su rostro no podía verse diversión, más bien una expresión que mostraba algo de temor. No por esa inútil, pero por el precio que podrían ponerle por lo que hizo. Tras su ataque, funcionase o no, la miraría tragando saliva, mezcla de odio y miedo. Entonces daría un paso hacia atrás y después inclinaría un poco la rodilla izquierda, preparándose para cortarla de nuevo si era posible. Entrecerró sus ojos y después gruñó un poco.

- ¡No me pongas precio, joder! No pienso arrodillarme ante nadie… ¡Y no me insultes así! – Gritó cabreada.

No era una elección tan difícil. Ningún tonto se lo pensaría… Bueno, excepto ella. Al fin tenía la situación donde más le acomodaba, en sus manos. Con ella teniendo el control… Igual que en sus noches con Xemnas. Negó con la cabeza, no era el momento para pensar en eso. Se quedó callada, no tenía que decir nada. Ni siquiera se inmutó al verla saltar hacía ella, el resultado sería el mismo, no importaba cuantas veces lo intentara. Siempre sería lo mismo. Sintió la espada en su pecho y, nuevamente, el ligero sonido de un choque entre metales se originó.

– Solo tienes que disculparte y ya – le dijo, encogiéndose de hombros. – Ya son dos ataques consecutivos y no creo que tu espada resista más – su experiencia le decía que ahora diferente. De todos modos, notaba en ella el miedo. – Son tus planes los que se verán arruinados. No los míos, pero tú como veas. Me da igual. – Puntualizó con una sonrisa.

Suspiró con calma. Se estaba divirtiendo al ver que, en una sola palabra, tenía todo bajo su control. Una sola palabra bastó para poner en su lugar a esa princesa de poca monta. Al final, ella sabía que no haría nada de lo que estaba diciendo, pero le estaba gustando ver como se asustaba. Era hasta un poco adorable. No tenía dudas de que ella sería alguien fuerte en un futuro, pero le faltaba controlar esa boca y esa personalidad. En el Gobierno, no muchos la iban a tolerar… Aunque bueno, ni en la Marina lo harían. No veía a ella acatando órdenes o verse obligada a hacer lo que no quisiera. Quizás a la otra, si es que la atacaba de nuevo, se defendía un poco más fuerte y le terminaba por romper aquella espada.

– ¿En serio arruinarás todo lo que planeas por tu orgullo? Por mucho que lo intentes, te falta mucho – bostezó y se le quedó mirando. – Eres débil. Incluso un cazador de este mar podría cobrar tu futura recompensa. Esto es lo que te buscaste, asume las consecuencias – tomó una ligera pausa. Después de todo, por mucho que lo intentara, no había forma de que perdiera el control. No de nuevo. – Pero oye, si no te gusta tu cuerpo, siempre te puedes operar – le mencionó con la misma sonrisa de siempre. – En fin, date prisa. De rodillas y pidiendo disculpas, que se me agota la paciencia. – Finalizó. ”Es por todo lo que dijiste, mocosa” – pensó. No le agradaba ser de esa forma, pero era lo mejor para tratar con gente como ellos. Darles de su propia medicina, pero peor. Mucho peor.

Esa maldita zorra se estaba pasando ya demasiado. Su espada no iba a aguantar algo así de nuevo, su cuerpo parecía ser una coraza, seguro que debía tener una akuma de dureza o algo por el estilo. Entonces tenía la solución, si cortaba el muelle, ambas caerían al agua, pero con la diferencia de que ella se salvaría. Miró hacia el suelo despacio y se dio cuenta de que la madera era bastante gruesa, era un muelle al fin y al cabo. No podría con un solo corte y tardaría un poco. Chasqueó la lengua y se quedó mirándola a los ojos. Encima le había dicho que se operase, no todas eran iguales. La morena no quería tener pecho de goma como ella, maldita foca…

- ¡No hace falta que sea de rodillas! Eres una maldita egoísta. Pero bueno, supongo que si hago eso me iré tan tranquila pues… Tan solo debo fingir que es una obra de teatro ¿Verdad? – Dijo con un tono algo arrogante – En ese caso allá voy, jefa-sama. – Esta vez estaba riendo por lo bajo y burlándose de ella.

La morena entonces se alejó un poco mientras metía la katana en su funda y después de unos momentos la miraba de forma arrogante. Entonces se levantó un poco el kimono para no manchárselo y se puso de rodillas, pero su mirada era demasiado burlesca. Entonces soltó una enorme carcajada y tras unos segundos trató de poner cara seria. No le salió y empezó a reírse de nuevo unos segundos más, acto seguido tragó saliva y trató de hacer bien su papel.

- Perdóneme capitana-sama, no volverá a pasar nunca más, lo siento. – Dicho aquello se colocó en pie rápidamente mostrando una sonrisa canalla en el acto. – Mis esclavos lo hacen con más clase y porque de lo contrario sus familias mueren… Pero es lo que toca, yo soy una noble. Ahora creo que ya me puedo ir ¿Verdad?

Su mirada era bastante siniestra, su sonrisa amplia y demás. Entonces avanzó de nuevo hacia la capitana rubia, pues le daba igual lo que pensase. Una vez delante de ella la miraría a los ojos y trataría de colocarle la mano en la mejilla despacio, si lo lograba mostraría una expresión amable, totalmente fingida.

- En fin, ninguna persona de este mar podría derrotarme, marine-san. Me temo que voy invencible para esas ratas de las calles. – Mencionó de forma arrogante de nuevo dándole la espalda y acto seguido escupiendo a un lado. Se alejó un poco y después se frenó en seco. – Ahora que soy libre quiero que sepas que si llegas a poner un dedo sobre mí, te arrepentirías de por vida ¡Yo soy una noble! ¡Nada tiene derecho a alzarse delante de mí! Yo debo mandar sobre todos y nadie sobre mí. Incluso tú deberías trabajar para mí…

Tras aquello trataría de andar hacia el puerto rápidamente y con una postura orgullosa.

Negó con la cabeza. No, no tenía remedio. Tratar de bajarle los humos con una simple recompensa no sería suficiente… Aunque le cerraría las puertas al Cipher Pol y eso, a largo plazo, podía ser mucho mejor. Suspiró con pesadez mientras se cruzaba de brazos. La vio arrodillarse, pero sabía que era algo totalmente fingido. Hasta un niño de cinco años podría hacerlo mejor y menos actuado. Vio cómo es que ella, de todas formas, guardaba su espada. Alejó su rostro de la mano de ella y escuchó sus siguientes palabras.

La vio dándole la espalda. ”Como la odio” – pensó mientras observaba como es que se disponía a irse del lugar. No, no dejaría que se fuera así como si nada. Ya había pasado todos los límites y, además, tenía que devolverle los dos ataques que ella le había hecho. Sí, era una niña e inmadura, pero incluso ella se consideraba más inteligente que ella. Nadie se haría el invencible frente a un capitán y menos viendo que sus ataques no sirvieron de nada. Ni siquiera se había movido de su ubicación. Dejó que avanzara un par de metros más y cuando estuvo a unos cinco o más, ella se movió con velocidad y se interpuso en su caminar. Su velocidad le permitiría eso y, seguramente, ella no se lo esperaba.

– ¿Noble? ¿Trabajar para ti? No me hagas reír. – Le dijo con notorio enfado.

Sin esperar mucho más, intentó darle un golpe, usando su puño desnudo, en su abdomen. No era lo suficientemente fuerte como para causar mucho daño, pero si lo suficiente como para hacer que se arrodillara y terminara besando el suelo. No pretendía ni siquiera dejarle un moratón. Solo hacer que perdiera la respiración y sus dos rodillas tocaran el suelo. Tenía la ventaja de la sorpresa a su favor, después de todo, estaba bastante segura de que bajaría la guardia en cuanto viera que no la estaba siguiendo.

– Ya te dije, no me importa tu rango o lo que te creas que eres – su tono era despectivo, arrogante y cruel… Como nunca lo había sido. – Vive siempre con la vergüenza de que yo siempre estaré por encima de ti, que nunca podrás superarme – tomó una ligera pausa. Estaba enojada, muy enojada. – A final de cuentas, el único insecto aquí, eres tú – le dio la espalda y soltó un ligero suspiro. – Ahora sí, te puedes ir. Huye con el rabo entre las piernas que es, seguramente, lo mejor que sabes hacer. – Finalizó.

Sus ojos se abrieron totalmente al ver a la rubia colocarse frente a ella. La morena desenvainó su katana lo más rápido que pudo para defenderse de aquella maldita rubia, pero fue demasiado tarde. Notó un impacto en su abdomen que la hizo alzarse unos centímetros del suelo. Sus ojos quedaron en blanco unos segundos y salió disparada hacia tras, quedando de rodillas y mirando hacia la marine. Sus ojos volvieron en sí y una bocanada de sangre surgió de su boca. Azumi quedó unos segundos aturdida con ganas de vomitar y sin poder respirar. Sus brazos no le reaccionaban, seguramente tenía más de una costilla rota y su cuerpo temblaba de forma exagerada. La joven entonces quedó tumbada bocabajo en la madera del muelle, con los ojos cerrados y algo de sangre bajando de sus comisuras al suelo.

La joven respiraba de forma entrecortada. Delante de sus ojos estaba su espada, estiró un poco la mano para cogerla, pero estaba demasiado lejos. Tuvo gracia que la provocase con una mentira. Ella nunca tuvo esclavos, los liberó y se hizo amiga de ellos, teniéndolos como sus guardianes, pero en aquella situación quiso hacerse la mala. De todas formas eso era cosa de ella. Escuchó las palabras de aquella marine y se mantuvo seria, apenas podía hablar. Las palabras de que nunca la superaría eran demasiado inaceptables, si solo se basaba en fuerza física no tardaría en superarla. Entonces escuchó lo de huir y no tardó en colocarse en pie, temblando y viendo borroso.

- ¡No voy a huir! Me temo que estás muy segura de ti misma… Date la vuelta y termina de luchar, cobarde. No voy a salir corriendo… Prefiero morir de pie como hizo mi familia… – Confesó entonces apretando el puño y conteniéndose.

Azumi estaba sola en el mundo. Había renunciado a su vida cómoda saliendo del Nuevo Mundo y ahora no podía volver. Escupió de nuevo algo de sangre y cayó de rodillas al suelo mientras empezaba a ver borroso. Se llevó la mano derecha al costado notándose en un estado bastante malo y después de unos momentos se trató de levantar de nuevo mientras miraba a la rubia con el ceño fruncido.

- He dicho que termines lo que has empezado… ¡No oses dejarme así! – Gritó con furia mientras recogía su espada y avanzaba hacia ella.

Cuando llegó hasta la rubia terminó por caer de nuevo al suelo. Su espada terminó en la madera y ella fue cerrando los ojos despacio, le dolía muchísimo y se veía sin fuerza alguna. Apretó los puños debido a la rabia que sentía, pero no podía hacer nada de momento.

- Vamos… Reúneme con mi padre de una vez. Vosotros los marines lo matasteis, terminad también con su hija… – Añadió al borde del llanto.

– ¿Segura de mí misma? Claro que lo estoy. Soy fuerte y he vivido cosas que a nadie le gustaría vivir – le dijo con calma. Su enfado ya había desaparecido y ahora tendría que convencerla de que aceptara su ayuda. Quizás, lo mejor, era dejarla inconsciente y llevarla a la enfermería y ahorrarse las molestias, pero confiaba en que podría hacerlo sin llegar a esos extremos. – En este mundo viven verdaderos monstruos. Debes agradecer el hecho de que yo te tuve un poco de paciencia, algunos no la tendrán y te matarán apenas bajes la guardia. – Le dijo, a modo de consejo.

Era algo difícil de creer… Azumi no paraba de hacerse la chica fuerte. Pidió que la matara, que la reuniera con su padre que fue asesinado por los marines. Se dio media vuelta y se le quedó mirando. Sus intentos de ponerse de pie eran admirables, debía admitir que tenía una férrea voluntad. Suspiró con calma. Dudó unos momentos, pero la decisión era clara: No podía dejarla ahí tirada, pero tampoco iba a cumplir con sus palabras. Por mucho que la odiara, entendía que su propia personalidad… Solo tendría que tenerla vigilada para que no hiciera cosas raras aprovechándose del poder del Gobierno Mundial. Se agachó y quedó a su altura. Su estado era… Bastante peor de lo que se esperaba. ”Tendré que aprender a medir bien mi fuerza. Debe tener algunas costillas rotas. Maldición.” – esperaba que entendiera que no podía hacer nada.

– ¿Matarte? ¿Por qué? No tendría sentido manchar mis manos con tu sangre – suspiró con calma. – Pero tampoco soy tan mala gente como para dejarte en este sitio. Tú estado es lamentable, así que yo te curaré y te dejaré ir – le tendió la mano, esperando que la cogiera y dejara su orgullo de lado. – Eres libre de, luego curarte, buscar la forma de morir. De reunirte con tu familia, pero yo no lo haré. Nada bueno viene nunca de derramar sangre de forma innecesaria. Eres bastante joven, pero impulsiva – si ella cogía su mano, la ayudaría a levantarse y luego a caminar rumbo a la base. – Además, ¿no es mejor vivir e intentar devolverme ese ataque? No seas terca y solo vive. Mira hacia adelante, al futuro.

Siempre sentía curiosidad por la gente como ella y no podía evitar compararse con Azumi. Ambas habían tenido, quizás, la misma infancia difícil y llena de soledad. No podía no sentir cierta empatía con ella, pero tampoco entendía cómo es que eran tan diferentes. Quizás por la cultura de la isla de Wano o por algo que, en ese momento, no llegaba a comprender. A final de cuentas, cada persona era un mundo diferente. Sabía que su conducta no fue la mejor, pero tampoco podía ignorar sus sentimientos y su corazón. No toleraba a las personas como la princesa, pero tampoco era alguien capaz de no ayudar a alguien. Por mucho odio que le tuviera.

– ¿Vamos? – Le dijo con una sonrisa amable. Si no aceptaba su mano y seguía siendo terca, no le quedaría otra que llevarla a rastras a la enfermería de la base y ahí curarla. Si o si, la iba a ayudar, de una forma u otra. No iba a ceder en ese punto.

La samurái chasqueó la lengua unos momentos antes de mirar a otro lado. Encina no pensaba rematarla, vaya falta de respeto. No tardó mucho en escuchar sus palabras mientras entrecerraba sus ojos despacio. No mancharse con su sangre, más quisiera poder tocar una sola gota de ella. Azumi llevaba bien alto su apellido, pero no el noble. Taketo, el nombre del hombre que fue el líder de una de las mafias más temibles del Este. Escupió un poco de sangre de nuevo y cerró los ojos con la frente pegada al puerto. Veía a través de las rendijas el color azul del mar y sentía ganas de tirarse de cabeza al agua y sentir su fría sensación en su cuerpo. Era uno de los pocos privilegios que le quedaban a la morena. Sintió un leve mareo y terminó de escuchar sus palabras.

Lo de vivir para devolverle el ataque era una buena opción después de todo. Cortarle la cabeza debía de ser un privilegio. Vio que estiró su mano hacia ella y se dio cuenta de que no podía mover el brazo. No podía creerse que quisiera que ella levantase algo que la hacía estar más dolorida. Cerró los ojos con fuerza mientras soltaba un quejido, le costaba bastante respirar y eso se notaba muchísimo.

- No puedo moverme… Me temo que tendrías que curarme aquí o… También llevarme tú misma. – Dijo entonces mirando a otro lado y chasqueando la lengua. Por cada palabra que dijo salió un poco de sangre de sus comisuras.

Una ola algo más grande de lo normal impactó entonces en el muelle, haciendo que algo de agua cayese sobre la morena, la cual pareció no inmutarse. Lejos de eso, miró de nuevo a la rubia con una expresión fría como el hielo. Parecía no mostrar emociones. Entonces esperó a que ella decidiera, pues no podía moverse de ninguna forma. Igualmente estaba molesta con ella. Suspiró un poco y después continuó hablando.

- No te gustan mucho los nobles por lo que veo. Te recuerdo que tú empezaste a humillarme a base de insultos sobre mi procedencia, mucho antes de que yo atacase o me enfadase. – Dijo entonces mirándolo con dificultad y un dolor terrible en la zona del torso. – Debo admitir que me gusta tu pelo – Dijo mirando a otro lado de repente y soltando un suspiro debido al dolor. Esperaba que los métodos de aquella chica no fueran muy dolorosos al menos.

Suspiró. No había otra, tendría que llevarla ella a la base. Agarró su espada y se la puso en el cinto, ya no la iba a necesitar, no por un tiempo. Escuchó sus palabras y no pudo sentirse un poco mal, a fin de cuentas, tenía razón. Por suerte, las cosas ya parecían relajarse un poco y la tensión ya se había ido del lugar. La tomó con delicadeza y se la colocó en su espalda. Sin importarle nada, puso sus dos manos por debajo de los muslos de Azumi. Por suerte para la herida, tuvo bastante cuidado y evitó los movimientos bruscos o complicados. Eran solo unas costillas rotas, dudaba que algún órgano estuviera dañado, así que sería coser y cantar y no se demoraría demasiado. Seguramente, se tardaría más en curar al pobre hombre sin brazo, pero eso ya lo vería. Primero venía la princesa y luego él. Temas de… ¿Complicidad?

– No, no me gustan – le dijo poco antes de empezar a caminar. – No es nada personal contigo, pero mi isla fue arrasada por los actos cobardes de la reina y su hijo. Abusó de su poder y por mero capricho ordenó destruir todo – sus pasos eran suaves, tratando de que sus pisadas no repercutieran en el cuerpo de la joven espadachín. – Tampoco me agradan las personas egocéntricas, arrogantes o que crean que por tener un simple título son intocables. Aplica también para los Tenryubittos – le soltó con bastante calma. – Tú pelo también me gusta. – Finalizó con una suave sonrisa, aunque Azumi, claramente, no la vería.

El camino, pese a que era corto, se hizo un poco más largo debido a su ritmo lento. Entró en la base y los marines no tardaron en hacerle un saludo militar, a lo que ella solo negó con la cabeza. No le agradaban ese tipo de formalidades. La guiaron a la enfermería y no pudo evitar sorprenderse de lo grande que era. Pese a que solo estaban en el East Blue, estaba bastante bien equipada, así como también tenía bastantes camas. En la última de la esquina estaba el hombre que fue atacado por la princesa. La dejó en la primera de la sala y al lado de la cama, dejó su espada.

– Por tus ropas y tu estilo, debes venir de Wano, ¿no? – le preguntó mientras empezaba a buscar lo necesario. Vendas, pastillas para calmar el dolor, un poco de bolsas frías y guantes. – Pero te apellidas como un líder de una mafia del East Blue. ¿Coincidencia o él es tu padre? – cogió una silla y se sentó a su lado. – ¿Te quito yo la ropa o lo puedes hacer tú? No tengo problemas en hacer algo como eso, pero… Eres tú la paciente y tu mandas.

Suspiró con calma y empezó a desvestirla. Quitó el kimono con cuidado, lo dejó a un lado y, no pudo evitar sorprender al notar que no tenía nada más abajo. Como esperaba de alguien en el uso de la espada, su cuerpo no estaba trabajado en exceso, pero estaba bastante más definido. Con sus manos empezó a tocar, con mucho cuidado y delicadeza, la zona de las costillas. Por el lado izquierdo, no había costillas rotas, solo eran en el derecho y eran dos. No era difícil, solo tenía que hacer reposo, no hacer movimientos bruscos, tomar calmantes y… Poco más.

– La buena noticia, solo son dos costillas rotas – comentó. – Con calmantes, reposo por unas tres o cuatro semanas, deberías estar bien – mientras hablaba, puso con cuidado una de las comprensas frías que había sacado en el lugar de las costillas rotas. – El frío te aliviará el dolor. Te podrás mover en unos minutos, quedate en la cama. Cuando sientas mucho dolor, consume los calmantes – tomó una ligera pausa. No le iba colocar el kimono de momento, después de todo, quedaba colocar las vendas para apretar la zona y que esta no se moviera mucho. – Y… Lo siento. Por todo. – Finalizó. Esperaría unos minutos para colocar dichas vendas.

- Tú también eres arrogante, egocéntrica y abusas de tu título de marine para insultar a un ciudadano. Creo que a veces los corruptos son peores que los nobles, aplícate el cuento, capitana aprovechada de su cargo. – Mencionó siendo transportada por la rubia al interior de aquel cuartel. Tan solo esperaba que su espada estuviera a salvo, bastante suerte tenía con no haberse roto durante los cortes que le estuvo lanzando.

Cuando entraron en aquella sala pudo ver también al imbécil al que le había cortado el brazo. La verdad, no quería estar en la misma sala que él, pero no tenía otra elección. Quedó tumbada en la cama y escuchó las palabras de la marine. Cuando le dijo lo de su padre ella asintió con la cabeza despacio, total, él ya estaba muerto. También asintió a lo de su procedencia, pues no quería decir palabras de ese tipo por si aquel imbécil estaba despierto. Cuando escuchó lo que dijo sobre quitarse la ropa ladeó un poco la cabeza. Estaba claro que la pobre no daba para mucho, pero tenía su toque de pija linda, debía admitirlo.

- No puedo moverme…

Dijo chasqueando la lengua y dándole a entender que tendría que ser ella. Entonces la capitana empezó a quitarle la ropa y eso hizo que mirase a otro lado, pero en su rostro no había otro color que no fuese el blanco. No se ruborizó ni nada por el estilo, se notaba que no era persona de tener sentimientos. Era fría como el hielo incluso para quedar desnuda delante de otras personas. Su pecho quedó al descubierto, era de un tamaño muy pequeño, pero tenía algo al menos, lo mínimo. Sintió los tratados que ella le hacía y se quedó callada mientras cerraba los ojos. Justo entonces ignoró los calmantes, aunque le doliera tendría orgullo para no tomarlos de ninguna forma. Cuando ella se disculpó se sintió muchísimo mejor. No pudo evitar mostrar una sonrisa ladeada.

- Te perdono, pero la próxima vez no hagas nada violento contra mí. – Respondió soltando un suspiro mientras continuaba dejándose hacer.

Que otra mujer estuviese tocándola la hacía tragar un poco de saliva, era… No incómodo, pero nunca había pasado. Tal vez la rubia quería hacer cosas raras con ella y por eso la había llevado hasta allí. Fue en ese momento cuando la morena ladeó un poco la cabeza y entonces habló con ella de forma calmada.

- Aquí noto demasiada tensión sexual hacia mi persona. Primero estaría bien que me invitases a un poco de sake y no fueras directa al ajo. Ya sé que mi cuerpo es un templo del pecado, pero por favor, eres una marine, no me hagas nada en mi estado.

Aquello lo dijo en voz alta para que todo el mundo lo escuchase. Entonces mostró una expresión tímida y cerró los ojos con fuerza mientras trataba de tapar su pequeño pecho con las manos, aunque sintiendo mucho dolor en el acto. Clavó su mirada de nuevo en la rubia.

- N-no lo hagas Misa… Me duele…

No pudo evitar sentirse un poco mal por las palabras de Azumi. Era cierto, en ese momento e instante, fue tal como la persona que, supuestamente, menos le agradaba. ¿Culpa de la circunstancia? Era probable. No pudo evitar, de hecho, sentirse peor la darse cuenta que fue fácilmente manipulada por Azumi. ¿Qué clase de mujer era? Ignoró el resto de palabras, después de todo, bien sabía que eso no iba a suceder. Le quitó el hielo y, con mucho cuidado, fue vendando su torso. Dio tres vueltas enteras antes de terminar, cortó el sobrante y le hizo un pequeño nudo para que no se salieran.

– Listo. Con eso debería ser suficiente – le dijo con una sonrisa amable. Le puso el kimono con tranquilidad y botó los guantes que había usado. – Solo espero que hagas caso a las simples indicaciones de un médico. Aunque ya tengo experiencia con gente que no lo hace. Siempre se quejan y siempre vuelven.

No pudo evitar recordar a Xemnas. Él nunca hacía caso a las cosas que ella decía, sobre todo si tenía que ver con calmantes o pastillas. Nunca entendería esa parte de él, pero también era una de las más le gustaba. Esa rebeldía encantadora. No pudo evitar ruborizarse al pensar en su chico. Negó con la cabeza, no quería que las cosas se tergiversaran más de la cuenta. Con Azumi, ya había entendido, que nunca podría esperarse una conducta… Normal. Ella podía salir con cualquier comentario en el momento menos esperado. Suspiró con calma y se le quedó viendo un rato.

– Sabes… Tuvimos un muy mal comienzo – le dijo mientras se estiraba. – Por mi parte, por mi forma de actuar. No corresponde a la de un capitán de la marina y eres libre de quejarte, si lo deseas – tomó una ligera pausa. – Por otro lado, tus palabras fueron… Poco adecuadas y me molestaron. Si quieres, podríamos intentar tener un nuevo comienzo, de cero. Intentar ser amigas, vaya. – Su tono fue, como siempre, bastante animado y dulce. Creía en las segundas oportunidades y por qué no dárselas a Azumi. Después de todo, fue un pésimo comienzo.

Muchas indicaciones de un simple médico, pero esa mujer se había sonrojado delante de la joven. La morena no pudo evitar fruncir un poco el ceño, quería violarla allí mismo sin compasión y aprovechando sus heridas. Azumi tragó saliva mientras negaba un poco asustada, pero vio que iba colocándole el kimono despacio y eso la relajó. Había sido un alivio saber que no iba a hacerle nada raro. No es que ella no fuera bella, pero como que prefería no hacer eso con una mujer, al menos de momento. Soltó un suspiro y después continuó mirando al techo con una expresión seria. A saber los consejos que le iba a dar, no se fiaba ni un pelo. Ahora con los vendajes y demás, tan solo necesitaba descansar un poco del estado tan malo en el que se encontraba allí echada. Soltó un suspiro y chasqueó la lengua.

- Si te molestaron es tu problema. Aunque puede que fuera un poco a dar por culo, me molestó demasiado que me dijeras lo que tenía que hacer con un ladrón. En fin, no he tenido nunca una amistad con otra mujer, supongo que podría intentarlo.

Dijo apartando la mirada y mostrando una expresión orgullosa. Trató entonces de levantarse de la cama con tranquilidad, pero el dolor la hizo soltar un enorme quejido y caer de espaldas al colchón de nuevo. Debía largarse de una vez a continuar explorando la isla, pero se vio que tenía que aguantar el estar allí echada. Al menos estaba vestida, por lo que no tenía un problema muy grande. Echó la cortina de su lado derecho para no tener que ver al criminal que estaba allí tumbado. Necesitaba algo con lo que poder comprar provisiones y demás, o de lo contrario no iba a poder sobrevivir en los siguientes días. En ese momento recordó que supuestamente se había hecho amiga de la rubia.

- Oye ¿Me prestas un millón de berries? Prometo devolvértelos en cuanto pueda. Necesito algo de comida y comprar unas cuantas cosas. Las pruebas del Cipher Pol son duras y sin prepararme adecuadamente no podré pasar.

Una vez dijo aquello no pudo evitar soltar un suspiro y mirarla a los ojos. No pensaba que tuviese tanta suerte, a lo mejor se llevaba el rechazo en su cara, pero por probar no perdía nada. Estaba fatal de dinero y todo por culpa de salir con prisas de su isla. Al menos tenía la ventaja de poder robar disimuladamente en los puestos de frutas, tendría que hacer aquello si la rubia no accedía a dejarle el dinero que le había pedido.

- Eres mi amiga, por lo que también te haré un favor de paso en cuanto nos veamos de nuevo. Te invitaré a comer algo rico y de paso a beber sake, así sellaremos esta amistad.

Suspiró con calma. ¿Cómo es que esa chiquilla no tenía un poco de autocrítica? Le quitó importancia al asunto. Lo de darle un millón de berries… ¿No era demasiado? ¿Qué tanto gastaba? Se quedó callada, no es que ella tuviera un estilo de vida demasiado caro y tampoco es que necesitara mucho para vivir. Además, tenía un sueldo cada mes… ¿Tendría esa cantidad en su gabardina? Normalmente no andaba con tanto dinero en sus bolsillos. De hecho, casi siempre salía con poco o nada. No tenía problemas en darle esa cantidad y tampoco es que le importara. Revisó los bolsillos de su gabardina y, como esperaba, no tenía ni un duro. Había un único lugar donde tendría esa cantidad, en la caja fuerte de su barco. Sacó un den den mushi y marcó a un número que conocía bien.

– Etto… Noriko, ¿puedes traerme un millón de berries del buque? Ya sabes la contraseña de la caja fuerte – tomó una ligera pausa. – Estoy en la base marine, en la enfermería.

– ¿Por qué necesitas tanto? – Le preguntó del otro lado del auricular.

– Luego te explico… Es complicado. Solo tráemelos.

Cortó. Sabía que se lo traería y que no se iba a tardar nada. Se paró y se volvió a estirar. Al parecer, iba completamente en serio en eso de entrar en el Cipher Pol. ¿La podría detener? No, era imposible. Alguien tan terca como ella no le haría caso. Tenía cierto miedo… El Cipher Pol era la agencia secreta del Gobierno encargada de los asesinatos y de cubrir cualquier cosa que dañara su nombre. No le importaba proteger la paz, solo los intereses del Gorosei. Los odiaba… Más que nada por los métodos que ellos hacían.

– Te daré el millón de berries. No es ningún problema – tomó una ligera pausa. – Mi amiga viene en camino con el dinero, por otro lado, también te dejaré mi número de Den Den Mushi. Por si no logras pasar esas pruebas – tenía bastante claro que ella no entendería eso último, pero le daba igual. – Yo te puedo ayudar a que pases. No me termina de agradar la idea de que lo hagas, pero no seré yo la que te ponga trabas. – Puntualizó.

La puerta se abrió y Noriko entró. Ella portaba una maleta y se la pasó a Misa. Le dio un fuerte abrazo y luego se fue. La capitana abrió la maleta y vio que todo estaba ahí. La dejó a un lado de la cama de Azumi y luego le dedicó una sonrisa amable.

– Ahí tienes todo. Si solo quieres hablar o necesitas ayuda de cualquier tipo, no dudes en llamarme. Somos amigas y nos apoyaremos en todo – se dio media vuelta. – En fin, debo curar a ese hombre y luego me iré. Estaré un rato más, así que solo háblame si necesitas algo.

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¿Quieres saber mi talla de brasier? [Pri. Pasado][Azumi - Misa] {Jue 6 Jul 2017 - 3:47}

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