La dama y el vagabundo... ¿O era al revés? (Privado Vyane & Nocturne)

Todavía recordaba las palabras del capitán.

-Ve a Skellige y acaba con los cerdos que están dando problemas a la isla. Infíltrate como uno más y destrúyelos desde dentro, no tendrás problemas teniente-comandante. Creo que se hacen llamar "Los Hunters" o algo así. Ya sabes qué hacer, tal vez consigamos el favor de esa isla y podamos considerar que los habitantes están de nuestro bando.

Más autoritario y claro desde luego no pudo ser. Pero no me convencía ese nombre, no se le veía muy convencido a él diciéndolo. Y eso no era buena señal. ¿Cómo diablos iba yo a lograr infiltrarme en una banda cuyo nombre ni siquiera conocía? Tan solo tenía una opción, y era llamar su atención de alguna forma. Por desgracia el único método que había era ser un capullo como ellos. Esperaba no pasarme demasiado, tampoco quiero causar problemas a las gentes de allí.

Llegué a la isla en un barco mercante, cambié un poco mi atuendo, el sombrero ya no estaba en mi cabeza, y llevaba el pelo suelto, no llevaba ningún identificativo de la marina y en esta ocasión tenía una camisa de un tono más oscurecido, la cota de mallas asomaba un poco por debajo de dicha camisa, la cual era de manga corta. Mostraba un semblante serio y autoritario y tan solo había venido cargado con un par de armas, dejando el resto en mi casa en la isla del cuartel. Llevaba la espada maestra, la hoja del caos, las dagas gemelas y aquellos nunchakus que siempre cargaba y nunca les sacaba partido, tenía una buena ocasión para probarlos, un arma que es más complicado que cause daños mortales, por si tengo problemas con cualquiera no relacionado con la banda.

Fui a la posada que vi más alejada, en el peor barrio que hubiera por la zona. Entré dando un fuerte portazo, lo cual hizo que algunas personas se quedaran en silencio mirándome con mala cara, sentí sus ganas de atacarme con mi kenbunshoku, así como sentí su superioridad moral. No tardarían en venir a mí, sería el momento perfecto para derribar a cualquiera y decirle que ahí ahora mandaba yo. Pronto la banda de maleantes me buscarían, sobretodo si resultaba golpear a uno de sus hombres.