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La morena no pudo evitar sorprenderse cuando la peliblanca realizó aquel cambio tan raro, pero visto aquello podrían darse placer mutuamente al mismo tiempo sin tener que hacer turnos. No pudo evitar mostrar una sonrisa al escuchar sus palabras y entonces continuó alimentándose de ella. Volvió a usar su boca para jugar con la parta íntima de ella. Tal vez incluso debía probar a echar nata y sirope allí dentro o helado… Dejó de pensar en eso y continuó comiendo tranquilamente. Notó lo que la albina empezó a hacer en ella y no tardó mucho en gemir de nuevo mientras sus ojos se entrecerraban. La barbilla de Hinori estaba chorreando literalmente debido a los fluidos y saliva que empleaba para continuar disfrutando de su cena. Continuó así hasta que notó lo que hizo ella cuando entró dentro.
- ¡Alice!
Gritó de forma erótica y gimiendo su nombre mientras su cuerpo entero temblaba. La velocidad de la mano de la joven era ridículamente enorme y ella no pudo evitar querer igualarla. Presionó el cuerpo de ella con sus alas y comenzó a introducir también un par de dedos en ella al mismo tiempo que su lengua. Usó su habilidad vibradora entonces lo más rápido que pudo, pero no podía aguantar más. Sus ojos miraron hacia arriba y su boca se abrió totalmente mientras apenas podía vocalizar. Sus gemidos aumentaron de una forma nunca vista y terminó dando un grito increíble. Sin poder evitarlo se vino totalmente. Era la primera vez que le pasaba aquello, pero en un último acto introdujo incluso cuatro dedos lo más hondo posible. A continuación, la morena quedó con las manos estiradas hacia los lados, las piernas totalmente abiertas, su lengua fuera y su cuerpo temblando entero. Había tenido el orgasmo de su vida y estuvo a punto del desmayo.
- S-sugoi…
Fue lo único que pudo decir antes de que sus alas se abrieran también. Quedó bocarriba como si un Ángel fuese. Sus cabellos largos ocupaban medio colchón y su pálida piel la acercaba más a ese toque. Los fluidos de la persona que amaba resbalaban desde su barbilla hasta el cuello y después hasta el pecho. Había tragado gran parte de ellos, pero no pudo hacer nada más. Sus ojos se entrecerraron despacio y entonces pudo reaccionar un poco. La respiración de la joven morena fue relajándose. Bastante líquido salía de su entrepierna, una cantidad exagerada de hecho. La vergüenza volvió a ella y su rostro se enrojeció totalmente mientras ahora esperaba que su chica estuviese satisfecha. Si no, volvería a comer cada centímetro de su cuerpo. De hecho, si había logrado hacerla terminar, su rostro habría quedado totalmente empapado, cosa que le daba lo mismo sinceramente.
- Alice… Ven…
Pidió un poco suplicante como la pequeña que llamaba a su hermanita mayor, aunque ella no era su hermana y si lo hubiese sido, pues ahora estaba enamorada de ella. Se sentía muy protegida con ella, era como si quisiera permanecer debajo de su sombra siempre. Esperó entonces a que Alice se acercase a ella, quería besarla de nuevo.
- ¡Alice!
Gritó de forma erótica y gimiendo su nombre mientras su cuerpo entero temblaba. La velocidad de la mano de la joven era ridículamente enorme y ella no pudo evitar querer igualarla. Presionó el cuerpo de ella con sus alas y comenzó a introducir también un par de dedos en ella al mismo tiempo que su lengua. Usó su habilidad vibradora entonces lo más rápido que pudo, pero no podía aguantar más. Sus ojos miraron hacia arriba y su boca se abrió totalmente mientras apenas podía vocalizar. Sus gemidos aumentaron de una forma nunca vista y terminó dando un grito increíble. Sin poder evitarlo se vino totalmente. Era la primera vez que le pasaba aquello, pero en un último acto introdujo incluso cuatro dedos lo más hondo posible. A continuación, la morena quedó con las manos estiradas hacia los lados, las piernas totalmente abiertas, su lengua fuera y su cuerpo temblando entero. Había tenido el orgasmo de su vida y estuvo a punto del desmayo.
- S-sugoi…
Fue lo único que pudo decir antes de que sus alas se abrieran también. Quedó bocarriba como si un Ángel fuese. Sus cabellos largos ocupaban medio colchón y su pálida piel la acercaba más a ese toque. Los fluidos de la persona que amaba resbalaban desde su barbilla hasta el cuello y después hasta el pecho. Había tragado gran parte de ellos, pero no pudo hacer nada más. Sus ojos se entrecerraron despacio y entonces pudo reaccionar un poco. La respiración de la joven morena fue relajándose. Bastante líquido salía de su entrepierna, una cantidad exagerada de hecho. La vergüenza volvió a ella y su rostro se enrojeció totalmente mientras ahora esperaba que su chica estuviese satisfecha. Si no, volvería a comer cada centímetro de su cuerpo. De hecho, si había logrado hacerla terminar, su rostro habría quedado totalmente empapado, cosa que le daba lo mismo sinceramente.
- Alice… Ven…
Pidió un poco suplicante como la pequeña que llamaba a su hermanita mayor, aunque ella no era su hermana y si lo hubiese sido, pues ahora estaba enamorada de ella. Se sentía muy protegida con ella, era como si quisiera permanecer debajo de su sombra siempre. Esperó entonces a que Alice se acercase a ella, quería besarla de nuevo.
Alice Branwen
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Una oleada de placer recorrió su cuerpo al escuchar tal grito erótica de la antes inocente Hinori. En respuesta, la joven decidió agregar un cuarto dedo y aumentó la intensidad de su brazos. Entre tanto, ya tampoco estaba en la mejor de las condiciones. Su pelinegra seguía jugando haya abajo, haciéndolo tanto con la lengua como sus dedos. Su poder de vibración provocaba un éxtasis en ella y tuvo que morderse el labio para ahogar el sonoro gemido que amenazaba con salir. Finalmente el placer termino por superarla y dejó que sus gemidos se escaparan libremente, uniéndose a los de Hinori. Francamente, a estas alturas no le importaba nada. Su concentración absoluta era la mujer que tenía al lado de momento y solo tendría ojos para ella. No aguantó más y dio el grito mas grande de su vida, viniéndose al mismo tiempo que su novia.
– A-ah – intentó decir algo la albina, pero solo le salían palabras incoherentes.
Exhausta por todo, se dejó caer un lado y miró hacia arriba. Si alguien la viera ahora, probablemente tendría un fuerte derrame nasal debido al erotismo que transmitía su imagen. Su cuerpo entero sudaba y se mezclaba con los jugos de Hinori. Respiraba con dificultad y líquido caía de su boca. Tragó lo más que pudo, pero el orgasmo de la pelinegra fue demasiado intenso. Tenía las piernas abiertas y pudo ver que ella tampoco se quedaba atrás. Ni cuando se daba placer ella misma, había alcanzado tal intensidad. Su piernas seguían temblando debido a lo sucedido y sus mejillas llevaban ya varios minutos sonrosadas.
– Eso fue... increíble – dijo en voz alta, logrando su primera oración coherente en varios minutos.
Inhaló y exhaló varias veces. Lentamente su respiración fue volviendo a la normalidad y el calor retrocedió un poco. Se dio la vuelta para mirar Hinori y sus ojos se abrieron exageradamente. Nuevamente un sonrojo apareció en sus mejillas, para luego relamerse despacio. Allí, vulnerable y con una gran cantidad de líquido saliendo de allí, sería muy tentador volver a tomarla, pero supuso que bastaba por ahora. Era su primera vez, tampoco podía ponerse tan loca. Escuchó sus palabras y se estremeció, para luego sonreír dulcemente en su dirección. Le hizo una seña con la mano para que esperara, puesto que debía hacer una cosa.
Tomó una toalla y limpió su cuerpo, pasando por su cara que la tenía empapada. Luego por sus senos, estómago, brazos, piernas y finalmente terminaría con su entrepierna. Una vez seca, la joven enrolló aquello y lo tiró hacia un lado. Dudaba que alguien fuera a capaz de lavar eso, pero bienvenido sea el intento. Asintió para sí mismo y tomó las tres últimas toallas. Hinori estaba en un peo estado que ella, así que necesitaría más de una para limpiarla.
– No te muevas, amor – le dijo con suavidad, para luego empezar a limpiar.
Empezó primero por su entrepierna, puesto que era el lugar que más lo necesitaba. Limpió cada rincón de ese sector con una sola toalla. Para cuando terminó, esta se encontraba totalmente empapada, pero ya no salía más líquido de allí. La tiró hacia un lado y prosiguió a sacar la que tenía debajo. Era una suerte que la pelinegra pensó de antemano y puso toallas en la cama, de lo contrario hubieran mojado toda la sábana con sus orgasmos. Con las últimas dos toallas, fue limpiando cada sector de su cuerpo con sumo detalle. Cuidadosamente fue pasando la tela en su cara, limpiando los restos que seguramente ella dejó con lo último que hizo. Una vez finalizado eso, tiró esas dos cosas hacia un lado. Ahora se encontraban moderadamente limpias, pero deberían sacarse el resto un baño luego.
– Creo que eso debería ayudar por el momento – le dijo, dedicándole una sonrisa llena de amor a su novia.
Tomó su cuerpo y la colocó debajo de las sábanas, para luego unirse encima de ella después, quedando sus cuerpos pegados al uno con el otro. Miró directamente a sus ojos y luego la besó con intensidad, jugando con su lengua y saboreando su interior e intercambiado restos de fluidos que quedaran dentro de sus bocas. Se separó, dejando un hilo de saliva en el camino, y colocó su cabeza en sus senos, abrazándola en el proceso. Se sentía... querida y protegida, como nunca antes en la vida.
– Te amo – dijo con simpleza. Si, ya no tenía duda alguna. En un tiempo de casi tres horas, se había enamorado irremediablemente de la joven que abrazaba.
– A-ah – intentó decir algo la albina, pero solo le salían palabras incoherentes.
Exhausta por todo, se dejó caer un lado y miró hacia arriba. Si alguien la viera ahora, probablemente tendría un fuerte derrame nasal debido al erotismo que transmitía su imagen. Su cuerpo entero sudaba y se mezclaba con los jugos de Hinori. Respiraba con dificultad y líquido caía de su boca. Tragó lo más que pudo, pero el orgasmo de la pelinegra fue demasiado intenso. Tenía las piernas abiertas y pudo ver que ella tampoco se quedaba atrás. Ni cuando se daba placer ella misma, había alcanzado tal intensidad. Su piernas seguían temblando debido a lo sucedido y sus mejillas llevaban ya varios minutos sonrosadas.
– Eso fue... increíble – dijo en voz alta, logrando su primera oración coherente en varios minutos.
Inhaló y exhaló varias veces. Lentamente su respiración fue volviendo a la normalidad y el calor retrocedió un poco. Se dio la vuelta para mirar Hinori y sus ojos se abrieron exageradamente. Nuevamente un sonrojo apareció en sus mejillas, para luego relamerse despacio. Allí, vulnerable y con una gran cantidad de líquido saliendo de allí, sería muy tentador volver a tomarla, pero supuso que bastaba por ahora. Era su primera vez, tampoco podía ponerse tan loca. Escuchó sus palabras y se estremeció, para luego sonreír dulcemente en su dirección. Le hizo una seña con la mano para que esperara, puesto que debía hacer una cosa.
Tomó una toalla y limpió su cuerpo, pasando por su cara que la tenía empapada. Luego por sus senos, estómago, brazos, piernas y finalmente terminaría con su entrepierna. Una vez seca, la joven enrolló aquello y lo tiró hacia un lado. Dudaba que alguien fuera a capaz de lavar eso, pero bienvenido sea el intento. Asintió para sí mismo y tomó las tres últimas toallas. Hinori estaba en un peo estado que ella, así que necesitaría más de una para limpiarla.
– No te muevas, amor – le dijo con suavidad, para luego empezar a limpiar.
Empezó primero por su entrepierna, puesto que era el lugar que más lo necesitaba. Limpió cada rincón de ese sector con una sola toalla. Para cuando terminó, esta se encontraba totalmente empapada, pero ya no salía más líquido de allí. La tiró hacia un lado y prosiguió a sacar la que tenía debajo. Era una suerte que la pelinegra pensó de antemano y puso toallas en la cama, de lo contrario hubieran mojado toda la sábana con sus orgasmos. Con las últimas dos toallas, fue limpiando cada sector de su cuerpo con sumo detalle. Cuidadosamente fue pasando la tela en su cara, limpiando los restos que seguramente ella dejó con lo último que hizo. Una vez finalizado eso, tiró esas dos cosas hacia un lado. Ahora se encontraban moderadamente limpias, pero deberían sacarse el resto un baño luego.
– Creo que eso debería ayudar por el momento – le dijo, dedicándole una sonrisa llena de amor a su novia.
Tomó su cuerpo y la colocó debajo de las sábanas, para luego unirse encima de ella después, quedando sus cuerpos pegados al uno con el otro. Miró directamente a sus ojos y luego la besó con intensidad, jugando con su lengua y saboreando su interior e intercambiado restos de fluidos que quedaran dentro de sus bocas. Se separó, dejando un hilo de saliva en el camino, y colocó su cabeza en sus senos, abrazándola en el proceso. Se sentía... querida y protegida, como nunca antes en la vida.
– Te amo – dijo con simpleza. Si, ya no tenía duda alguna. En un tiempo de casi tres horas, se había enamorado irremediablemente de la joven que abrazaba.
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Hinori tenía todo el rostro manchado, pero tampoco le importaba. Estaba feliz de que su chica hubiese terminado también con ella. La había conquistado en tan solo unas horas. Tal vez ahora le hacían bromas que tuviesen que ver con bollos o tortilla, pero le daba lo mismo, estaba enamorada. Viendo el lado bueno de aquello, podría ver a Dexter por fin con otros ojos y tal vez ser menos tímida. Si, en cuanto viese al dragón le daría un golpe en el brazo y montaría ella misma una fiesta en el barco, volvía a ser la Hinori de sus inicios. Sonrisa feliz, humor sarcástico, risas y golpes. Ahora incluso tenía una motivación para hacerse mucho más fuerte y proteger a la persona que amaba. La albina era suya y de nadie más, le partiría las piernas a quien la mirase mal. Le arrancaría el corazón y después reiría, quizás sonaba un poco extremo.
Notó cómo la joven empezaba a limpiarla con una toalla en su zona íntima, después en el resto de su cuerpo. No le habría desagradado que lo hiciera con la lengua, a lo mejor estaba siendo ya demasiado apasionada para el primer día. Hinori se moría de ganas de volver a repetir aquello con ella, pero sin menos vergüenza. Una sonrisa se formó en el rostro de la pirata cuando recibió todos aquellos cuidados. Siempre era ella quien hacía tratados a los demás por ser la médica, pero ser tratada así no estaba mal. Cuando ella se le subió encima rodeó su cintura con las manos y siguió el beso con dulzura. Era muy golosa y tragaba sin problema los sabores de su albina. Cuando terminó el beso y quedó aquel hilo de saliva, estiró la lengua para llevárselo ella. Soltó una pequeña carcajada entonces.
- Yo también a ti. Todo lo que sentía por Dexter ha pasado a admiración. No sabes lo que me alegro de que me haya rechazado, esto no habría sido posible entonces ¡Te quiero! ¡Eres mía! – Gritó emocionada abrazándola contra su pecho.
Esperó no ahogarla entre sus dos pechos, pero tampoco le importaba tenerla allí. De hecho, los movió un poco introduciendo su cara más dentro de ellos para que ella los usase de almohada. La morena cerró los ojos despacio y aprisionó la cintura de ella con sus piernas. El contacto la hizo morderse el labio de nuevo.
- Me muero de ganar de repetir contigo, bueno… Y con nadie más del mundo, solo contigo. No quiero que pienses que esto ha sido un calentón tonto, me has robado el corazón. Me gustaría saber sobre ti ¿Eres del gobierno? Es mucha coincidencia lo de Taiga y Kasai. – De repente abrió los ojos como platos y tomó a la albina de los hombros. La miró a los ojos ilusionada. – ¡Kasai es un ser celestial! ¡Ya tenemos cura! – Gritó emocionada mientras la abrazaba de nuevo aprisionando su cabeza entre los pechos y moviéndose de un lado a otro. – ¡Si quiero, en la salud y la enfermedad! ¡Si!
Ya le había dado su ataque infantil después de todo. Justo entonces tuvo una enorme idea. Hinori se colocó en pie, pero no sin antes darle un beso en los labios a ella. Joder, quería otro. Se lo dio de nuevo. Entonces se colocó en pie y se dirigió a la cocina, a mitad del camino se frenó y corrió de nuevo hacia ella, dándole otro beso. No podía dejar de hacerlo, por lo que se echó sobre ella y empezó a besarla de nuevo con más intensidad. Tras unos dos minutos saboreándola se separó de nuevo mirándola.
- Voy a prepararte algo rico… No me hago responsable como te manches, me ocuparé de limpiarte a mi modo… ¡Después de la cena repetimos, mi vida! – Gritó emocionada dirigiéndose a cocinar, pero dándole otro beso antes.
Notó cómo la joven empezaba a limpiarla con una toalla en su zona íntima, después en el resto de su cuerpo. No le habría desagradado que lo hiciera con la lengua, a lo mejor estaba siendo ya demasiado apasionada para el primer día. Hinori se moría de ganas de volver a repetir aquello con ella, pero sin menos vergüenza. Una sonrisa se formó en el rostro de la pirata cuando recibió todos aquellos cuidados. Siempre era ella quien hacía tratados a los demás por ser la médica, pero ser tratada así no estaba mal. Cuando ella se le subió encima rodeó su cintura con las manos y siguió el beso con dulzura. Era muy golosa y tragaba sin problema los sabores de su albina. Cuando terminó el beso y quedó aquel hilo de saliva, estiró la lengua para llevárselo ella. Soltó una pequeña carcajada entonces.
- Yo también a ti. Todo lo que sentía por Dexter ha pasado a admiración. No sabes lo que me alegro de que me haya rechazado, esto no habría sido posible entonces ¡Te quiero! ¡Eres mía! – Gritó emocionada abrazándola contra su pecho.
Esperó no ahogarla entre sus dos pechos, pero tampoco le importaba tenerla allí. De hecho, los movió un poco introduciendo su cara más dentro de ellos para que ella los usase de almohada. La morena cerró los ojos despacio y aprisionó la cintura de ella con sus piernas. El contacto la hizo morderse el labio de nuevo.
- Me muero de ganar de repetir contigo, bueno… Y con nadie más del mundo, solo contigo. No quiero que pienses que esto ha sido un calentón tonto, me has robado el corazón. Me gustaría saber sobre ti ¿Eres del gobierno? Es mucha coincidencia lo de Taiga y Kasai. – De repente abrió los ojos como platos y tomó a la albina de los hombros. La miró a los ojos ilusionada. – ¡Kasai es un ser celestial! ¡Ya tenemos cura! – Gritó emocionada mientras la abrazaba de nuevo aprisionando su cabeza entre los pechos y moviéndose de un lado a otro. – ¡Si quiero, en la salud y la enfermedad! ¡Si!
Ya le había dado su ataque infantil después de todo. Justo entonces tuvo una enorme idea. Hinori se colocó en pie, pero no sin antes darle un beso en los labios a ella. Joder, quería otro. Se lo dio de nuevo. Entonces se colocó en pie y se dirigió a la cocina, a mitad del camino se frenó y corrió de nuevo hacia ella, dándole otro beso. No podía dejar de hacerlo, por lo que se echó sobre ella y empezó a besarla de nuevo con más intensidad. Tras unos dos minutos saboreándola se separó de nuevo mirándola.
- Voy a prepararte algo rico… No me hago responsable como te manches, me ocuparé de limpiarte a mi modo… ¡Después de la cena repetimos, mi vida! – Gritó emocionada dirigiéndose a cocinar, pero dándole otro beso antes.
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Y con la repuesta de Hinori, el último deje de duda que le iba quedando se esfumó por completo. Pensaba que aún le quedaban sentimientos por su antiguo amor, pero al parecer estos habían pasado de él hacia la albina por completo. Eso la relajó, puesto que ya no tenía que preocuparse por nada, a excepción de los problemas que ocurrirían si alguien llegaba a enterarse de esta relación. Una agente y una pirata juntas... Si, definitivamente lo mejor era guardarlo en secreto por el momento. De todas formas, ambas estarían listas para las represalias por si llegaba a filtrarse, sobre todo Alice. Si en su agencia llegaban a enterarse, no duraría en lo más mínimo en desertar. Consecuencias a la mierda, no dejaría a Hinori sola luego de todo esto. Si tenía que convertirse en una criminal o pirata para ser feliz junto a ella... entonces que así fuera. Por primera vez no pensaría en lo que pensaran los demás y solo se concentraría en la felicidad suya y la de su pelinegra.
Se ahogo un poco con los generosos pechos de la pirata, pero se acomodó para poder respirar bien. Suspiró de felicidad y continuó descansando en sus senos, al tiempo que intentaba captar el olor que desprendía la pelinegra. Mar, ¿pizza? y... miel. Se ruborizó con violencia y ocultó la cara dentro de sus pechos. Sabía exactamente de donde había salido eso último y no pudo evitar recordar lo sucedido hace a penas unos minutos atrás. Pese a todo, no se arrepentía de nada. Finalmente era feliz con alguien y no dejaría que nadie se la arrebatar de sus manos. Aunque fuera su hermano... entonces pelearía de todas formas.
– Digo lo mismo – le dijo luego de descubrirse la cara. – Me he enamorado perdidamente de ti y ahora solo quiero saber cosas de ti. La historia de tu vida, lo que te gusta, tus disgustos... Absolutamente todo. –
Escuchó lo de Kasai y, pese que se estaba mareando con tanto movimiento de Hinori, no pudo evitar sonrojarse con violencia. Su imaginación se perdió y la imaginó a ella con un vestido blanco en un altar... bueno, ambas. Lentamente una sonrisa se fue formando en sus labios y abrazó con más fuerza a su novia. No le molestaría en lo más mínimo si escalaban más en su relación y llegaban hasta ese punto algún día.
Observó con curiosidad al ver que se ponía de pie. Iba a preguntarle lo que iba a hacer, pero ésta la calló con un beso... luego otro. Cuando parecía que ahora si se iba a ir... a donde quiera que fuese, ésta se devolvió y la besó nuevamente. Gimió nuevamente al sentir su lengua dentro suyo, pero igual respondió. Estuvieron así dos minutos hasta que se separaron. Escuchó sus palabras y asintió, para luego dedicarle una enorme sonrisa.
– No tardes, Hime – le dijo, cambiando su apodo. Porque eso es lo que era, su princesa por siempre y para siempre.
Se ahogo un poco con los generosos pechos de la pirata, pero se acomodó para poder respirar bien. Suspiró de felicidad y continuó descansando en sus senos, al tiempo que intentaba captar el olor que desprendía la pelinegra. Mar, ¿pizza? y... miel. Se ruborizó con violencia y ocultó la cara dentro de sus pechos. Sabía exactamente de donde había salido eso último y no pudo evitar recordar lo sucedido hace a penas unos minutos atrás. Pese a todo, no se arrepentía de nada. Finalmente era feliz con alguien y no dejaría que nadie se la arrebatar de sus manos. Aunque fuera su hermano... entonces pelearía de todas formas.
– Digo lo mismo – le dijo luego de descubrirse la cara. – Me he enamorado perdidamente de ti y ahora solo quiero saber cosas de ti. La historia de tu vida, lo que te gusta, tus disgustos... Absolutamente todo. –
Escuchó lo de Kasai y, pese que se estaba mareando con tanto movimiento de Hinori, no pudo evitar sonrojarse con violencia. Su imaginación se perdió y la imaginó a ella con un vestido blanco en un altar... bueno, ambas. Lentamente una sonrisa se fue formando en sus labios y abrazó con más fuerza a su novia. No le molestaría en lo más mínimo si escalaban más en su relación y llegaban hasta ese punto algún día.
Observó con curiosidad al ver que se ponía de pie. Iba a preguntarle lo que iba a hacer, pero ésta la calló con un beso... luego otro. Cuando parecía que ahora si se iba a ir... a donde quiera que fuese, ésta se devolvió y la besó nuevamente. Gimió nuevamente al sentir su lengua dentro suyo, pero igual respondió. Estuvieron así dos minutos hasta que se separaron. Escuchó sus palabras y asintió, para luego dedicarle una enorme sonrisa.
– No tardes, Hime – le dijo, cambiando su apodo. Porque eso es lo que era, su princesa por siempre y para siempre.
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Hinori no pudo evitar sonreír con dulzura cuando escuchó las palabras que le había dicho la preciosa peliblanca. Lo de princesa la había hecho suspirar de alegría, no se esperaba que hubiese alguien tan dulce y amable en el mundo. Cuando llegó a la cocina supo que iba a tardar un poco, por lo que lo mejor era no estar sola. Miró en la nevera lo que había y pudo ver bastantes cosas. Fue entonces cuando decidió que no quería cocinar sola. Se rascó un poco la cabeza y después de unos momentos alzó la voz con calma.
- ¡Alice-chan! No quiero estar aquí sola, ven conmigo.
Pidió entonces sonriendo mientras se ponía a sacar cosas. Seguramente ella acudiría a la llamada de la pirata, era normal que lo hiciera. La chica entonces sacó una especie de empanadillas y empezó a abrirlas despacio aun estando congeladas. Con una cuchara empezó a sacar el atún y el tomate. En su lugar metió mermelada de fresa con algo de nata y harina. Repitió ese proceso al menos en unas veinte y después puso el horno. De esa forma tan sencilla se podía hacer algo bastante bueno. Mientras cocinaba empezó a hablar con ella.
- Yo soy prima del asesinado rey Derian Markov. Desde pequeña fui criada en el feudo de su tierra, pero siendo pequeña murió mi familia. Cuando tuve uso de razón me largué. La vida de noble no me gustaba para nada, yo quería ser libre. Desde hace muchos años soy la cocinera de los Blue Rose. Gané mi primera recompensa cuando evité que un borracho me violase, entonces le golpee y me acusaron de agresión y de huir de la autoridad.
Colocó las empanadillas en una bandeja y después las metió en el horno. Lo siguiente que hizo fue coger los restos del atún y del tomate y empezó a mezclarlos todos. Sacó una tostadora y después preparó varias rebanadas de pan, las cuales metió dentro. Entonces volvió a mirar a la peliblanca de forma dulce.
- Volví a mi tierra para ver cómo iba todo, pero Derian trató de matarme. Casi lo logra y me dejó vivir para ver donde era capaz de llegar… Luego tras la guerra del Norte me enteré de su muerte. Continué con los míos y estuvo en bastantes guerras. La última fue Síderos, donde me dediqué a caminar sola por el bosque… Se ve que yo no pudo ir a la velocidad del sonido, pues me dejaron atrás. Luché con el líder de Zilda junto a mi capitán y después volvimos. Mi precio volvió a aumentar cuando vencí a un marine que trató de matarme mientras acampaba.
Finalmente sonó el horno y sacó las empanadillas, cogiendo una y ofreciéndosela a su chica con una sonrisa. Sacó las tostadas y comenzó a untarlas con el atún y el tomate. Las dejó listas también y las colocó sobre la mesa. Tras aquello caminó hasta Alice con una sonrisa.
- Conocí a Kasai y Taiga en esta misma isla y bueno… Taiga y yo nos dimos nuestro primer beso no consentido, tras una patada en el culo por parte de Kasai, él cayó sobre mí y pasó sin querer. Sabía que era un chico raro y que no parecían gustarla las mujeres, por lo que no me molestó. Me declaré a mi capitán tres veces y dos fui ignorada, la última rechazada. Entonces tras unos días vine aquí y vi la criatura más hermosa del universo, amor a primera vista. Ahora estoy cocinando para ella y esperó que sea mi reina durante toda la vida.
En cuanto terminó de decir aquello le dio un dulce beso en los labios y le ofreció toda la comida que había preparado mientras se sentaba en una silla y esperaba a que ella lo hiciera en la de en frente. Si se sentaba colocaría sus pies sobre las piernas de ella y le sacaría la lengua.
- ¡Alice-chan! No quiero estar aquí sola, ven conmigo.
Pidió entonces sonriendo mientras se ponía a sacar cosas. Seguramente ella acudiría a la llamada de la pirata, era normal que lo hiciera. La chica entonces sacó una especie de empanadillas y empezó a abrirlas despacio aun estando congeladas. Con una cuchara empezó a sacar el atún y el tomate. En su lugar metió mermelada de fresa con algo de nata y harina. Repitió ese proceso al menos en unas veinte y después puso el horno. De esa forma tan sencilla se podía hacer algo bastante bueno. Mientras cocinaba empezó a hablar con ella.
- Yo soy prima del asesinado rey Derian Markov. Desde pequeña fui criada en el feudo de su tierra, pero siendo pequeña murió mi familia. Cuando tuve uso de razón me largué. La vida de noble no me gustaba para nada, yo quería ser libre. Desde hace muchos años soy la cocinera de los Blue Rose. Gané mi primera recompensa cuando evité que un borracho me violase, entonces le golpee y me acusaron de agresión y de huir de la autoridad.
Colocó las empanadillas en una bandeja y después las metió en el horno. Lo siguiente que hizo fue coger los restos del atún y del tomate y empezó a mezclarlos todos. Sacó una tostadora y después preparó varias rebanadas de pan, las cuales metió dentro. Entonces volvió a mirar a la peliblanca de forma dulce.
- Volví a mi tierra para ver cómo iba todo, pero Derian trató de matarme. Casi lo logra y me dejó vivir para ver donde era capaz de llegar… Luego tras la guerra del Norte me enteré de su muerte. Continué con los míos y estuvo en bastantes guerras. La última fue Síderos, donde me dediqué a caminar sola por el bosque… Se ve que yo no pudo ir a la velocidad del sonido, pues me dejaron atrás. Luché con el líder de Zilda junto a mi capitán y después volvimos. Mi precio volvió a aumentar cuando vencí a un marine que trató de matarme mientras acampaba.
Finalmente sonó el horno y sacó las empanadillas, cogiendo una y ofreciéndosela a su chica con una sonrisa. Sacó las tostadas y comenzó a untarlas con el atún y el tomate. Las dejó listas también y las colocó sobre la mesa. Tras aquello caminó hasta Alice con una sonrisa.
- Conocí a Kasai y Taiga en esta misma isla y bueno… Taiga y yo nos dimos nuestro primer beso no consentido, tras una patada en el culo por parte de Kasai, él cayó sobre mí y pasó sin querer. Sabía que era un chico raro y que no parecían gustarla las mujeres, por lo que no me molestó. Me declaré a mi capitán tres veces y dos fui ignorada, la última rechazada. Entonces tras unos días vine aquí y vi la criatura más hermosa del universo, amor a primera vista. Ahora estoy cocinando para ella y esperó que sea mi reina durante toda la vida.
En cuanto terminó de decir aquello le dio un dulce beso en los labios y le ofreció toda la comida que había preparado mientras se sentaba en una silla y esperaba a que ella lo hiciera en la de en frente. Si se sentaba colocaría sus pies sobre las piernas de ella y le sacaría la lengua.
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¿Hinori se había dado cuenta en el estado en la que se encontraba? Al parecer no, porque salio desnuda de la habitación sin pudo alguno. De todas formas, aprovechó para mirar su bien formado trasero y relamerse un poco. Pensar que todo esto ahora de ella... Sabía que tarde o temprano llegaría alguien a su vida, pero nunca pensó que sería de forma tan espontánea y rápida. Suspiró de alegría y se acomodó en la cama para esperar a su princesa, pero no hubo necesidad de ello. Una sonrisa se formó en su rostro al escuchar las palabras que provinieron de la cocina y se levantó perezosamente de la cama. Antes de ir, sin embargo, se colocó sus bragas. Luego puso marcha hacia la cocina. No consideró necesario ponerse el sujetador, puesto que su novia se encontraba desnuda.
Observaba con fascinación como se movía su pelinegra por la cocina. Era sumamente hábil y sus movimientos la hipnotizaban. Escuchó sus palabras y no pudo evitar fruncir el ceño. Ahora que sabia que era la nakama de Dexter Black, no le fue difícil recordar su nombre completo y con quien exactamente se encontraba relacionada. Pese a eso, no pudo evitar llevar una mano a su boca de la impresión. No de que era una noble, sino de que había escapado de esa vida cuando tuvo la oportunidad. Toda su vida se había considerado a sí misma como una cobarde por haber escapado de su vida y ahora resultaba que encontraba a otra persona que eligió el mismo destino. Le hacía sentir mucho mejor, además se trataba de Hinori. Cada vez se convencía a sí misma que este encuentro no fue casualidad. Demasiadas coincidencias, ahora resultaban que tenían un pasado relativamente similares. Obviamente habían sus diferencias, pero la base estaba allí.
Por otro lado, la forma en la que gano recompensa... No pudo evitar estremecerse y cerrar sus puños, sintiendo como la ira la invadía. Oh, no era tonta. Su propio padre era un egoísta y corrupto que solo pensaba en él mismo, pisoteando a cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino. Si, era pirata, pero en ese entonces la pelinegra no tenía recompensa alguna por su cabeza. ¿Era esto por lo cual peleaba? No, se negaba a aceptarlo. Eso de que su propio primo haya intentado matarla...no le sorprendía mucho. Si bien existían familias que se amaban mucho, habían algunas que desbordaban odio puro, como la suya. Nunca nada fue lo mismo desde la muerte de su madre. Sonrío ante sus últimas palabras y sentía como mariposas se revoloteaban dentro de su estómago. Mentalmente agradeció desde el fondo de su alma a Dexter Black, puesto que si no hubiera rechazado a la hermosa mujer que tenía delante, todo lo de hoy nunca hubiera ocurrido.
– Nuestros inicios son parecidos – empezó, al tiempo que se encontraba algo ruborizada por el beso sorpresa y los pies de Hinori en sus piernas. – También pertenecía a un familia de nobles, bueno, a penas alcanzábamos para ostentar ese título. El bastardo de mi padre se casó con mi madre solo para heredar si título. De ese matrimonio nacimos yo y mi hermano. Mi madre murió cuando yo tenía 10 y desde ese entonces mi hermano se distanció de mí. En cambio yo, solo fui entrenada para ser la típica esposa sumisa – Alice se estremeció del solo recordar esos días tortuosos. – Al final recuperé parte de la confianza, lo suficiente para escapar de casa y de esa vida luego de que me comprometieran a la fuerza con Eichi. No podía arruinar su vida más de lo que ya estaba por culpa de unos egoístas. –
Alice tomó una pausa y mordió una de las empanadillas. Sus ojos se abrieron de forma exagerada y en menos de diez segundos ya había desaparecido de sus manos. Tomó una segunda y se repitió lo mismo que lo anterior. Luego se dio cuenta que estaba teniendo uno de sus episodios frente a su novia y se sonrojó a más no poder.
– Esta delicioso – le sonrío la albina para luego darle un dulce beso en la mejilla a Hinori. – Luego de escapar fui recapturada por unos nobles y forzada a trabajar en una de sus minas. Para no explicarme demasiado, la revolución terminó invadiendo ese lugar y fui encontrado por un agente del gobierno. Como pago de gracias, decidí por unirme a ellos para ver si podía lograr algo en este mundo. Luego conocí a Kasai en una isla del este, a Misa en una misión, a Taiga en Sideros y muchas otras personas que han definido lo que soy hoy en día, incluso Jin tiene mención especial – la albina tomó una pausa y le dedicó una mirada de puro amor a su Hinori. – Y hoy conocí a la mujer más hermosa y maravillosa del mundo, la cual me arrebató el corazón para siempre la primera vez que la vi dentro de aquel edificio – Alice colocó una mano en su mejilla y le dio un tierno beso en los labios. Luego le sonrío dulcemente y se echó otra empanadilla a la boca. Realmente, estaban deliciosas.
Observaba con fascinación como se movía su pelinegra por la cocina. Era sumamente hábil y sus movimientos la hipnotizaban. Escuchó sus palabras y no pudo evitar fruncir el ceño. Ahora que sabia que era la nakama de Dexter Black, no le fue difícil recordar su nombre completo y con quien exactamente se encontraba relacionada. Pese a eso, no pudo evitar llevar una mano a su boca de la impresión. No de que era una noble, sino de que había escapado de esa vida cuando tuvo la oportunidad. Toda su vida se había considerado a sí misma como una cobarde por haber escapado de su vida y ahora resultaba que encontraba a otra persona que eligió el mismo destino. Le hacía sentir mucho mejor, además se trataba de Hinori. Cada vez se convencía a sí misma que este encuentro no fue casualidad. Demasiadas coincidencias, ahora resultaban que tenían un pasado relativamente similares. Obviamente habían sus diferencias, pero la base estaba allí.
Por otro lado, la forma en la que gano recompensa... No pudo evitar estremecerse y cerrar sus puños, sintiendo como la ira la invadía. Oh, no era tonta. Su propio padre era un egoísta y corrupto que solo pensaba en él mismo, pisoteando a cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino. Si, era pirata, pero en ese entonces la pelinegra no tenía recompensa alguna por su cabeza. ¿Era esto por lo cual peleaba? No, se negaba a aceptarlo. Eso de que su propio primo haya intentado matarla...no le sorprendía mucho. Si bien existían familias que se amaban mucho, habían algunas que desbordaban odio puro, como la suya. Nunca nada fue lo mismo desde la muerte de su madre. Sonrío ante sus últimas palabras y sentía como mariposas se revoloteaban dentro de su estómago. Mentalmente agradeció desde el fondo de su alma a Dexter Black, puesto que si no hubiera rechazado a la hermosa mujer que tenía delante, todo lo de hoy nunca hubiera ocurrido.
– Nuestros inicios son parecidos – empezó, al tiempo que se encontraba algo ruborizada por el beso sorpresa y los pies de Hinori en sus piernas. – También pertenecía a un familia de nobles, bueno, a penas alcanzábamos para ostentar ese título. El bastardo de mi padre se casó con mi madre solo para heredar si título. De ese matrimonio nacimos yo y mi hermano. Mi madre murió cuando yo tenía 10 y desde ese entonces mi hermano se distanció de mí. En cambio yo, solo fui entrenada para ser la típica esposa sumisa – Alice se estremeció del solo recordar esos días tortuosos. – Al final recuperé parte de la confianza, lo suficiente para escapar de casa y de esa vida luego de que me comprometieran a la fuerza con Eichi. No podía arruinar su vida más de lo que ya estaba por culpa de unos egoístas. –
Alice tomó una pausa y mordió una de las empanadillas. Sus ojos se abrieron de forma exagerada y en menos de diez segundos ya había desaparecido de sus manos. Tomó una segunda y se repitió lo mismo que lo anterior. Luego se dio cuenta que estaba teniendo uno de sus episodios frente a su novia y se sonrojó a más no poder.
– Esta delicioso – le sonrío la albina para luego darle un dulce beso en la mejilla a Hinori. – Luego de escapar fui recapturada por unos nobles y forzada a trabajar en una de sus minas. Para no explicarme demasiado, la revolución terminó invadiendo ese lugar y fui encontrado por un agente del gobierno. Como pago de gracias, decidí por unirme a ellos para ver si podía lograr algo en este mundo. Luego conocí a Kasai en una isla del este, a Misa en una misión, a Taiga en Sideros y muchas otras personas que han definido lo que soy hoy en día, incluso Jin tiene mención especial – la albina tomó una pausa y le dedicó una mirada de puro amor a su Hinori. – Y hoy conocí a la mujer más hermosa y maravillosa del mundo, la cual me arrebató el corazón para siempre la primera vez que la vi dentro de aquel edificio – Alice colocó una mano en su mejilla y le dio un tierno beso en los labios. Luego le sonrío dulcemente y se echó otra empanadilla a la boca. Realmente, estaban deliciosas.
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No tardó en darse cuenta de que su pequeña amante tenía la parte de abajo puesta, así no iba a poder jugar con los dedos de sus pies en aquella zona… O sí, claro que podía. Iba demasiado provocativa con aquella carita de Ángel y la expresión de dulzura. Sentía ganas de darle besos sin parar segundos tras segundos y terminar sobre ella iba a ser una realidad. No tardó en morderse un poco el labio inferior mientras la imaginaba de nuevo apresada en sus alas mientras se alimentaba de ella. Se relamió de forma inconsciente entonces. Alice la estaba pervirtiendo demasiado, pero era una obsesión que tan solo tenía con ella. Necesitaba echarse encima, besarla, comer de su pecho, de su sudor, de su boca. Estaba empezando a ponerse nerviosa de nuevo, pero fue entonces cuando escuchó las palabras de ella. La morena cerró los ojos empezando a escuchar lo que ella decía.
Las historias eran bastante parecida y en más de un momento se enfadó muchísimo por lo que iba contando. Ese malnacido de padre que tenía se merecía la mayor de las palizas. Después pensó en Eichi… Si le cortasen el cuello… ¡No! No debía pensar de esa forma. Alice era solo suya y de nadie más, no permitiría que nadie la tocase por debajo del cuello, ni la mirase de ninguna forma amable. Era su cachorrita, su otra mitad. Apretó los puños con decisión entonces, era lo que más quería. Se alegró muchísimo de verla comer de aquella forma. Que su cocina le gustase la hacía muy feliz. Al recibir el beso se ruborizó un poco y apartó la mirada lentamente. Fue entonces cuando de nuevo la miró con algo de timidez y la sonrió de forma dulce. Se sentía demasiado bien con ella.
- Quiero que estemos juntas toda la semana… ¿Te parece si nos quedamos aquí siete u ocho días? Me gustaría muchísimo, de verdad. – Se notaba muy ilusionada.
Hinori entonces decidió jugar de nuevo con su princesa de nieve. Coló uno de sus pies por ambas piernas de la peliblanca hasta tocar en zona prohibida. Supo que llevaba las bragas puestas, pero empezó a mover sus dedos contra ella de forma disimulada, planeaba mojarla de nuevo. Mientras lo hacía tomó un pedazo de pan tostado con atún y le dio un mordisco. Sonrió ante el delicioso sabor y se relamió mientras continuaba moviendo el pie despacio en aquella zona. Fue en ese momento cuando tragó y siguió hablando con ella.
- Cielo, en las parejas siempre hay alguien que domina un poquito más. Está clarísimo que soy yo, pequeña. Eres mi Uke. – Le dijo ilusionada con intención dulce en todo momento.
Hinori mordió de nuevo un poco la tostada y después de eso trató de colocar de nuevo la mano derecha en la mejilla de la albina. La acariciaría despacio unos segundos y después le dedicaría una mirada un poco pícara y llena de lujuria, imitando de nuevo la muletilla de ella.
- Ara… ¿No estarás incómoda, no? Con el mero hecho de ver tu carita me dan ganas de continuar. – Mencionó moviendo sus dedos contra ella.
Las historias eran bastante parecida y en más de un momento se enfadó muchísimo por lo que iba contando. Ese malnacido de padre que tenía se merecía la mayor de las palizas. Después pensó en Eichi… Si le cortasen el cuello… ¡No! No debía pensar de esa forma. Alice era solo suya y de nadie más, no permitiría que nadie la tocase por debajo del cuello, ni la mirase de ninguna forma amable. Era su cachorrita, su otra mitad. Apretó los puños con decisión entonces, era lo que más quería. Se alegró muchísimo de verla comer de aquella forma. Que su cocina le gustase la hacía muy feliz. Al recibir el beso se ruborizó un poco y apartó la mirada lentamente. Fue entonces cuando de nuevo la miró con algo de timidez y la sonrió de forma dulce. Se sentía demasiado bien con ella.
- Quiero que estemos juntas toda la semana… ¿Te parece si nos quedamos aquí siete u ocho días? Me gustaría muchísimo, de verdad. – Se notaba muy ilusionada.
Hinori entonces decidió jugar de nuevo con su princesa de nieve. Coló uno de sus pies por ambas piernas de la peliblanca hasta tocar en zona prohibida. Supo que llevaba las bragas puestas, pero empezó a mover sus dedos contra ella de forma disimulada, planeaba mojarla de nuevo. Mientras lo hacía tomó un pedazo de pan tostado con atún y le dio un mordisco. Sonrió ante el delicioso sabor y se relamió mientras continuaba moviendo el pie despacio en aquella zona. Fue en ese momento cuando tragó y siguió hablando con ella.
- Cielo, en las parejas siempre hay alguien que domina un poquito más. Está clarísimo que soy yo, pequeña. Eres mi Uke. – Le dijo ilusionada con intención dulce en todo momento.
Hinori mordió de nuevo un poco la tostada y después de eso trató de colocar de nuevo la mano derecha en la mejilla de la albina. La acariciaría despacio unos segundos y después le dedicaría una mirada un poco pícara y llena de lujuria, imitando de nuevo la muletilla de ella.
- Ara… ¿No estarás incómoda, no? Con el mero hecho de ver tu carita me dan ganas de continuar. – Mencionó moviendo sus dedos contra ella.
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Sonrío dulcemente al escuchar sus palabras y asintió. No tenía permitido, pero ya le diría algo a Lorenz cuando volviera a la agencia. Dedicaría toda esta semana a su pequeña ángel y harían muchas cosas... Bueno, lo que se pudiera hacer en una isla invernal como esta. En eso, sintió algo en su entrepierna. Se estremeció y se fijó en que Hinori estaba usando su pie para jugar con su intimidad. No pudo evitar soltar un gemido y estaba segura que sus bragas ahora se encontraban mojadas. Aún se encontraba sensible por lo de antes y al más mínimo estímulo, podría provocar que se viniera de nuevo. No con la intensidad de antes, pero el problema era que no tenía ropa de repuesto. Si no había algunas prendas en el armario de la habitación, entonces tendría que usar su ropa sin ropa interior. Y considerando que solo usaba una simple blusa debajo del suéter... No era la situación más recomendable.
En eso, escuchó lo que dijo la joven. La miró sin expresión alguna en su rostro y su ceja temblaba un poco. No solo la había llamado sumisa... ¿Había osado a usar su propia muletilla en su contra? Insólito, no dejaría pasar eso. Lentamente una sonrisa fue apareciendo en su rostro, pero era distinta a las anteriores. Si bien seguía conteniendo amor hacia su novia, se podía notar un leve deje de sadismo y malicia. Dejó caer completamente su máscara, mostrándose como en verdad era debajo de toda esa dulzura y amabilidad. No solía mostrarle esto al mundo (solo Xemnas y Jin tuvieron el honor de ver destellos), pero viendo que se trataba de su querida amante... Haría una excepción. No quería tener secretos con ella, así que partiría con mostrarle como actuaba la verdadera Alice.
– Ara,ara... Pensar que la tímida de antes se ha convertido en toda una dominadora – su sonrisa se ensanchó más y miró con lujuria contenida a Hinori. – Además de usar mi propia muletilla contra mí, alguien se ha portado muy mal hoy y me temo que merece un castigo, fufufufu – río lentamente la albina, su verdadera faceta completamente en el exterior.
Inesperadamente, la albina se levantó de su asiento y aprisionó los labios de Hinori con los suyos. Metió su lengua con violencia en toda su garganta y dominó con fiereza su lengua, sin darle el lujo de responder ahora. Al cabo de unos minutos, se separó y colocó su rostro cercano a su oreja, susurrándole lenta y seductoramente:
– Me temo que la dominante soy yo, preciosa, pero no te preocupes. Alice es misericordiosa y se asegurará que tu castigo sea completamente placentero para tí. –
Sin decir otra palabra, levantó a la joven en sus brazos y desapareció usando el Soru en dirección a su habitación. Era una lástima, pero debería dejar las empanadillas para mañana. Debía enseñarle a la belleza en sus brazos quien era la verdadera dominante de la relación. A la mañana siguiente, la joven abrió lentamente sus ojos y bostezó. Quiso levantarse, pero un peso se lo impedía. Miro hacia abajo y un sonrisa apareció en su rostro al ver la cabeza de Hinori descansando en sus senos, al tiempo que se ruborizaba por los acontecimientos sucedidos de la noche anterior. Se había dejado llevar por la situación y se pasó de la cuenta con su princesa. Como resultado, la joven pirata de desmayó luego de varios orgasmos en sucesivo. Bueno... al menos había quedado en claro quien era la más dominante de las dos.
– Buenos días, amor – le dijo dulcemente a su pelinegra una vez que despertara de sus sueños.
En eso, escuchó lo que dijo la joven. La miró sin expresión alguna en su rostro y su ceja temblaba un poco. No solo la había llamado sumisa... ¿Había osado a usar su propia muletilla en su contra? Insólito, no dejaría pasar eso. Lentamente una sonrisa fue apareciendo en su rostro, pero era distinta a las anteriores. Si bien seguía conteniendo amor hacia su novia, se podía notar un leve deje de sadismo y malicia. Dejó caer completamente su máscara, mostrándose como en verdad era debajo de toda esa dulzura y amabilidad. No solía mostrarle esto al mundo (solo Xemnas y Jin tuvieron el honor de ver destellos), pero viendo que se trataba de su querida amante... Haría una excepción. No quería tener secretos con ella, así que partiría con mostrarle como actuaba la verdadera Alice.
– Ara,ara... Pensar que la tímida de antes se ha convertido en toda una dominadora – su sonrisa se ensanchó más y miró con lujuria contenida a Hinori. – Además de usar mi propia muletilla contra mí, alguien se ha portado muy mal hoy y me temo que merece un castigo, fufufufu – río lentamente la albina, su verdadera faceta completamente en el exterior.
Inesperadamente, la albina se levantó de su asiento y aprisionó los labios de Hinori con los suyos. Metió su lengua con violencia en toda su garganta y dominó con fiereza su lengua, sin darle el lujo de responder ahora. Al cabo de unos minutos, se separó y colocó su rostro cercano a su oreja, susurrándole lenta y seductoramente:
– Me temo que la dominante soy yo, preciosa, pero no te preocupes. Alice es misericordiosa y se asegurará que tu castigo sea completamente placentero para tí. –
Sin decir otra palabra, levantó a la joven en sus brazos y desapareció usando el Soru en dirección a su habitación. Era una lástima, pero debería dejar las empanadillas para mañana. Debía enseñarle a la belleza en sus brazos quien era la verdadera dominante de la relación. A la mañana siguiente, la joven abrió lentamente sus ojos y bostezó. Quiso levantarse, pero un peso se lo impedía. Miro hacia abajo y un sonrisa apareció en su rostro al ver la cabeza de Hinori descansando en sus senos, al tiempo que se ruborizaba por los acontecimientos sucedidos de la noche anterior. Se había dejado llevar por la situación y se pasó de la cuenta con su princesa. Como resultado, la joven pirata de desmayó luego de varios orgasmos en sucesivo. Bueno... al menos había quedado en claro quien era la más dominante de las dos.
– Buenos días, amor – le dijo dulcemente a su pelinegra una vez que despertara de sus sueños.
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Hinori escuchó las palabras de Alice tragando algo de saliva y mirándola fijamente. El gemido la hizo reír un poco, pero aquella expresión de la peliblanca la hizo temblar un poco. Aunque usara una mirada temible, era su princesa y le dedicó una sonrisa dulce. Cuando recibió el beso de ella abrió los ojos como platos y casi se ahoga. Trató de oponerse y ser la mandante, pero no podía. Ejercer fuerza contra la peliblanca era imposible, era su amor. No iba a emplear su habilidad con ella nunca. Tembló con fuerza moviendo las piernas despacio. Escuchó después lo que la albina dijo en su oído y no pudo evitar abrazarse a ella asintiendo de forma sumisa. Había perdido claramente y ahora tan solo intentaría remontar en mitad de aquel acto. Fue llevada entonces a la cama y allí fue donde empezaría a luchar. Debía hacer que Alice quedara totalmente…
Desmayada, así fue como quedó la morena. Toda la noche había sido sometida por Alice de formas diferentes, en más de una terminó mordiendo la almohada y en otras cuantas suplicándole a su “dueña” que jugase más con ella. Había sido humillada, pero de una forma demasiado excitante que la había hecho pasárselo muy bien. Debía admitir que uno de los mejores días de su vida. Sus ojos lentamente se fueron abriendo. Su frente estaba pegada a algo blandito y su rostro descansaba sobre dos cojines. Se dio cuenta de la realidad al escuchar la voz de ella. Hinori levantó su rostro de los senos de la peliblanca. Sus ojitos blancos estaban entrecerrados, su pequeña boquita un poco abierta, algo de saliva resbalaba de su comisura hasta la barbilla. Estaba un poco despeinada, un leve sonrojo cubría sus mejillas y entonces hizo un pequeño ruidito.
- ¿Nyah…? – Cuando recibió los buenos días mostró una expresión dulce. Rezó mil veces para que no fuera un sueño y no lo era. – Buenos días, ama…
Aquello lo dijo guiñándole un ojo en broma. Sabía que la albina sabría al momento a qué se refería. Se acercó un poco más a ella dándole su beso de buenos días en sus deliciosos labios, húmedos y jugosos. Se relamió tras aquello para saborearle mejor y quedó con su frente unida a la de ella. Pegó sus pechos con los de la albina y entonces juntó su nariz a la de ella, moviéndola despacio y sonriendo. Se le escapó una pequeña carcajada dulce y después volvió a darle otro beso. La felicidad sin duda existía y era ella. Hinori le dio un leve azote en el trasero y después sonrió. La habría tomado de nuevo, pero siendo sinceros, la morena no podía dar ni un paso. Tenía sus dos entradas demasiado… Sería bonito no decir cómo, maldito kami-e. Hinori entonces cayó en una cosa. Había muchos ruidos abajo y eso quería decir que había gente en la sauna y los baños.
- Alice-chan… ¡Mi ropa está abajo! – Gritó entonces ruborizada pegando el rostro de nuevo en los senos de ella. Si algún pervertido se llevaba su pantalón y sudadera no lo perdonaría.
Rápidamente tomó las bragas de Alice y se las puso ella. Le dedicó una mirada mezcla de preocupación y vergüenza y después miró a los lados. Sabía que no eran suyas, pero había perdido también aquella prenda suya y no tenía. De hecho, se desmadrarían demasiado cuando tampoco encontró el sujetador. Se colocó el de Alice también y después de aquello se echó hacia atrás de forma posesiva.
- Míos… Mis tesoros, no osaré devolverlos…
Tras aquello trotó hacia la cocina buscando un sitio donde esconderse.
Desmayada, así fue como quedó la morena. Toda la noche había sido sometida por Alice de formas diferentes, en más de una terminó mordiendo la almohada y en otras cuantas suplicándole a su “dueña” que jugase más con ella. Había sido humillada, pero de una forma demasiado excitante que la había hecho pasárselo muy bien. Debía admitir que uno de los mejores días de su vida. Sus ojos lentamente se fueron abriendo. Su frente estaba pegada a algo blandito y su rostro descansaba sobre dos cojines. Se dio cuenta de la realidad al escuchar la voz de ella. Hinori levantó su rostro de los senos de la peliblanca. Sus ojitos blancos estaban entrecerrados, su pequeña boquita un poco abierta, algo de saliva resbalaba de su comisura hasta la barbilla. Estaba un poco despeinada, un leve sonrojo cubría sus mejillas y entonces hizo un pequeño ruidito.
- ¿Nyah…? – Cuando recibió los buenos días mostró una expresión dulce. Rezó mil veces para que no fuera un sueño y no lo era. – Buenos días, ama…
Aquello lo dijo guiñándole un ojo en broma. Sabía que la albina sabría al momento a qué se refería. Se acercó un poco más a ella dándole su beso de buenos días en sus deliciosos labios, húmedos y jugosos. Se relamió tras aquello para saborearle mejor y quedó con su frente unida a la de ella. Pegó sus pechos con los de la albina y entonces juntó su nariz a la de ella, moviéndola despacio y sonriendo. Se le escapó una pequeña carcajada dulce y después volvió a darle otro beso. La felicidad sin duda existía y era ella. Hinori le dio un leve azote en el trasero y después sonrió. La habría tomado de nuevo, pero siendo sinceros, la morena no podía dar ni un paso. Tenía sus dos entradas demasiado… Sería bonito no decir cómo, maldito kami-e. Hinori entonces cayó en una cosa. Había muchos ruidos abajo y eso quería decir que había gente en la sauna y los baños.
- Alice-chan… ¡Mi ropa está abajo! – Gritó entonces ruborizada pegando el rostro de nuevo en los senos de ella. Si algún pervertido se llevaba su pantalón y sudadera no lo perdonaría.
Rápidamente tomó las bragas de Alice y se las puso ella. Le dedicó una mirada mezcla de preocupación y vergüenza y después miró a los lados. Sabía que no eran suyas, pero había perdido también aquella prenda suya y no tenía. De hecho, se desmadrarían demasiado cuando tampoco encontró el sujetador. Se colocó el de Alice también y después de aquello se echó hacia atrás de forma posesiva.
- Míos… Mis tesoros, no osaré devolverlos…
Tras aquello trotó hacia la cocina buscando un sitio donde esconderse.
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Una sonrisa de satisfacción se formó en su rostro cuando escuchó sus palabras, al tiempo que se ruborizaba un poco debido a lo de ama. Sabía exactamente porque era eso y no le disgustaba en lo más mínimo. Observó el estado en la que se encontraba su amante y no pudo evitar querer tomarla de nuevo allí mismo. Cerró sus ojos al sentir sus labios con los de ella y jugó un poco con su lengua. Se separaron, pegaron sus pechos entre sí y volvieron a repetir lo mismo por algunos segundos. Gimió un poco cuando sintió el azote en su trasero y miró de forma lujuriosa a Hinori. Si no fuera porque ella a penas podía caminar, la hubiera tomado como suya de nuevo sin preguntas, pero la albina igual se sentía cansada por todo lo que hicieron en la noche. Si no fuera porque ambas tenían una buena resistencia, probablemente no sentirían las piernas o el trasero en este momento.
Escuchó sus palabras y sus ojos se abrieron un poco. Lo había olvidado completamente, además ella misma había dejado sus ropas allí. Observó como se ponía sus bragas y sujetador, dejándola sin nada. Se ruborizó al ver que tendría que andar desnuda por la habitación, a no ser que encontrara la ropa interior de Hinori. Eso o podía encontrarla a ella para intentar quitarle las suyas propias. Luego de varios segundos meditándolo, había tomado una decisión.
– Vuelvo en un momento – le gritó a Hinori, para luego salir por la puerta del departamento.
Una vez afuera, pasó a forma completa y salió disparada usando el Soru hacia los saunas. Allí la gente gritó al ver a un enorme oso polar entrar a ese lugar y salieron corriendo como almas en pena. Poco de so le importaba a ella, puesto que estaba buscando las prendas mencionadas anteriormente. Finalmente las vio tiradas en un lugar y sus ojos se iluminaron. Tomó las ropas en su hocico y rápidamente volvió a la habitación, antes que Hinori pensara lo peor por no verla.
Una vez allí, pasó a forma humana y empezó a seguir el olor de la joven. No le fue difícil encontrarlo, puesto que la habitación era pequeña y no habían muchos sitios en donde esconderse.
– Mira lo que encontré – dijo alegremente la albina mientras dejaba las ropas en una de las sillas. – Había mucha gente abajo, pero me las arreglé para que nadie se diera cuenta usando mi fruta. –
Por supuesto, toda esa gente debería estar despavorida ahora, diciendo que había un oso polar dentro del sauna. Para cuando fueran a ver, todos deberían estar extrañados al no ver nada fuera de lo común. Mentalmente se río al imaginarse las caras que pondrían y negó con la cabeza. Se acercó a su novia y le dio un suave beso en los labios, saboreando su interior con delicadeza. Realmente quería repetir lo de la noche anterior, pero se sentía muy cansada. Más aún que tuvo que usar su fruta para aquello, tan solo quería tomar a Hinori y estar encamada con ella todo el día.
– Realmente eres una muy buena cocinera – luego de separarse, había decidido tomar otra de las empanadillas y se la comió toda en menos de cinco segundos. Podría acostumbrarse a alimentarse únicamente de lo que hacía Hinori el resto de sus días... literalmente hablando.
Escuchó sus palabras y sus ojos se abrieron un poco. Lo había olvidado completamente, además ella misma había dejado sus ropas allí. Observó como se ponía sus bragas y sujetador, dejándola sin nada. Se ruborizó al ver que tendría que andar desnuda por la habitación, a no ser que encontrara la ropa interior de Hinori. Eso o podía encontrarla a ella para intentar quitarle las suyas propias. Luego de varios segundos meditándolo, había tomado una decisión.
– Vuelvo en un momento – le gritó a Hinori, para luego salir por la puerta del departamento.
Una vez afuera, pasó a forma completa y salió disparada usando el Soru hacia los saunas. Allí la gente gritó al ver a un enorme oso polar entrar a ese lugar y salieron corriendo como almas en pena. Poco de so le importaba a ella, puesto que estaba buscando las prendas mencionadas anteriormente. Finalmente las vio tiradas en un lugar y sus ojos se iluminaron. Tomó las ropas en su hocico y rápidamente volvió a la habitación, antes que Hinori pensara lo peor por no verla.
Una vez allí, pasó a forma humana y empezó a seguir el olor de la joven. No le fue difícil encontrarlo, puesto que la habitación era pequeña y no habían muchos sitios en donde esconderse.
– Mira lo que encontré – dijo alegremente la albina mientras dejaba las ropas en una de las sillas. – Había mucha gente abajo, pero me las arreglé para que nadie se diera cuenta usando mi fruta. –
Por supuesto, toda esa gente debería estar despavorida ahora, diciendo que había un oso polar dentro del sauna. Para cuando fueran a ver, todos deberían estar extrañados al no ver nada fuera de lo común. Mentalmente se río al imaginarse las caras que pondrían y negó con la cabeza. Se acercó a su novia y le dio un suave beso en los labios, saboreando su interior con delicadeza. Realmente quería repetir lo de la noche anterior, pero se sentía muy cansada. Más aún que tuvo que usar su fruta para aquello, tan solo quería tomar a Hinori y estar encamada con ella todo el día.
– Realmente eres una muy buena cocinera – luego de separarse, había decidido tomar otra de las empanadillas y se la comió toda en menos de cinco segundos. Podría acostumbrarse a alimentarse únicamente de lo que hacía Hinori el resto de sus días... literalmente hablando.
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¿A dónde había ido? Escuchó como salía por la puerta diciendo que enseguida volvía. Estaba desnuda ¡Como algún pervertido la mirase lo golpearía! No iba a consentir que nadie mirase el cuerpo desnudo de su albina, era suya. Podía parecer celosa, pero a nadie le gustaban que le tocasen lo que más amaba. Se sentó en la cama y quedó bocabajo, le molestaba estar bocarriba por su trasero. Por eso mismo había dormido en aquella postura sobre la chica. Se acarició un poco los glúteos y soltó un pequeño quejido. Recordó todo en la noche y se ruborizó como nunca. No pensó que el sexo fuera algo tan bueno. Podía parecer algo obsceno y sucio, pero la experiencia era demasiado deliciosa. Aunque tan solo pensaba en ella, en nadie más.
No tardó en escuchar la puerta abrirse y verla entrar con todo. Mostró una sonrisa amable y la vio acercarse. Su beso fue maravilloso y de nuevo la hizo volar a aquel mundo mágico donde solo había felicidad. Esta vez fue ella quien lamió la húmeda y deliciosa lengua de su peliblanca. No le daba nada de asco, se había vuelto adicta a besarla cada pocos segundos. Lo de tener fruta la hizo tragar saliva. Esperaba que nunca se cayese al agua o algo parecido, ahora no pensaba separarse de ella ni un solo momento. Escuchó lo de ser buena cocinera y asintió con una sonrisa viéndola comer, eso la hizo bastante feliz. Se colocó en pie despacio y caminó lentamente hacia ella.
- Cielo ¿Qué tipo de fruta tienes? Algo me dice que alguna Diosa de la belleza y que ahora estás en tu forma completa, sería imposible que alguien fuese tan hermosa. – Le sacó la lengua buscando ponerla nerviosa y después de aquello cogió otra empanadilla. – Abre la boca…
Si lo hacía metería aquel dulce en ella despacio, después le diría que cerrase y ella misma movería sus mejillas con las manos para que masticase. Quería darle de comer y le hizo bastante ilusión. Ella tomó otra y después a masticarla despacio, le salieron geniales. Fue entonces cuando se puso a recoger un poco los ingredientes que había dejado la otra noche por allí tirados. Soltó un pequeño suspiro y entonces se pasó la mano de nuevo por el trasero.
- Mis piernas están algo cansadas y me duele un poco atrás ¿Es normal? – Le preguntó a ella mientras le sonreía de forma dulce y la miraba de arriba abajo, apartó la mirada entonces en un ataque de timidez y empezó a unir sus propios dedos mientras observaba el suelo.
Se notaba que después de todo lo pasado le daba algo de corte. Ella por naturaleza era muy tímida y no podía evitar sentirse así estando con tan poca ropa delante de la albina. Su ataque de depredadora sexual había pasado. Soltó un pequeño suspiro y entonces la miró de nuevo estando todavía ruborizada.
No tardó en escuchar la puerta abrirse y verla entrar con todo. Mostró una sonrisa amable y la vio acercarse. Su beso fue maravilloso y de nuevo la hizo volar a aquel mundo mágico donde solo había felicidad. Esta vez fue ella quien lamió la húmeda y deliciosa lengua de su peliblanca. No le daba nada de asco, se había vuelto adicta a besarla cada pocos segundos. Lo de tener fruta la hizo tragar saliva. Esperaba que nunca se cayese al agua o algo parecido, ahora no pensaba separarse de ella ni un solo momento. Escuchó lo de ser buena cocinera y asintió con una sonrisa viéndola comer, eso la hizo bastante feliz. Se colocó en pie despacio y caminó lentamente hacia ella.
- Cielo ¿Qué tipo de fruta tienes? Algo me dice que alguna Diosa de la belleza y que ahora estás en tu forma completa, sería imposible que alguien fuese tan hermosa. – Le sacó la lengua buscando ponerla nerviosa y después de aquello cogió otra empanadilla. – Abre la boca…
Si lo hacía metería aquel dulce en ella despacio, después le diría que cerrase y ella misma movería sus mejillas con las manos para que masticase. Quería darle de comer y le hizo bastante ilusión. Ella tomó otra y después a masticarla despacio, le salieron geniales. Fue entonces cuando se puso a recoger un poco los ingredientes que había dejado la otra noche por allí tirados. Soltó un pequeño suspiro y entonces se pasó la mano de nuevo por el trasero.
- Mis piernas están algo cansadas y me duele un poco atrás ¿Es normal? – Le preguntó a ella mientras le sonreía de forma dulce y la miraba de arriba abajo, apartó la mirada entonces en un ataque de timidez y empezó a unir sus propios dedos mientras observaba el suelo.
Se notaba que después de todo lo pasado le daba algo de corte. Ella por naturaleza era muy tímida y no podía evitar sentirse así estando con tan poca ropa delante de la albina. Su ataque de depredadora sexual había pasado. Soltó un pequeño suspiro y entonces la miró de nuevo estando todavía ruborizada.
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Escuchó su pregunta y no pudo evitar desviar su mirada hacia el otro lado. No había perdido el sentido irónico de eso, pero no iba a decírselo a ella, puesto que no entendería el chiste interno. De todas formas, se sentía alagada que pensara eso de ella. Pese a que personas ya la habían alagado con anterioridad, era muy distinto que lo dijera Hinori. ¿Qué era, una de esas adolescentes hormonales? En eso recordó que tenía dieciocho años y suspiró. Cierto, ella podía ser considerada como una de esas típicas adolescentes. Curioso, porque era la primera vez que actuaba como una hormonal. Se alegraba que hubiera esperado, puesto que hacerlo con Hinori fue lo mejor que le hubiera pasado en su aún corta vida. No se arrepentía absolutamente de nada. Lo que si, tenía curiosidad por saber como reaccionarían Kasai y Taiga a todo esto. Porque siendo sinceras, era algo chistoso que las dos protegidas terminaran en una relación amorosa.
Abrió lo más que pudo su boca y tragó la empanadilla que le dio Hinori. Ah, delicioso. Lástima que solo sería así por una semana de momento, pero pensaba tener su número para mantenerse en contacto. Eso sí, deberían tener cuidado. Si llegaba a descubrir su relación prohibida... sería el fin. Al menos para ella. Si llegaba a ocurrir, iba a desertar. Así de simple era. No tendría segundos pensamientos o dudas. Elegía a Hinori por todos: Misa, Xemnas, Kasai, Taiga, Hikaru... Incluso por sobre su hermano y mentor. Así de loca de amor la tenía su princesa.
– Ah, así que solo es así de asertiva en la cama – pensó con algo de diversión al ver que volvía a su faceta tímida.
Su pregunta la descolocó un poco y se ruborizó. Bueno... puede que se le haya ido un poco de las manos todo lo que le hizo durante la noche, pero no podía evitarlo. Inspeccionó todo lo que puso, saciado su curiosidad y lujuria a la vez. Peor combinación no podía existir. Lo más chistoso de todo esto, era que no pudo haber hecho todo lo que quiso. Ne tenía las herramientas actualmente para haber llegado más lejos. Para otro día sería, lástima. Un puchero apareció en su rostro ante eso, pero desapareció a los segundos después. Y eso que ella tenía toda la intensión de seguir...
– Viendo que lo hicimos como conejas, no es raro. Hasta a mí me esta costando un poco caminar – pese a eso, no se atrevió agregar que probablemente estaría postrada a una cama si tenía lo necesario para hacer todo... absolutamente todo. – En cuanto a lo otro, mi fruta es un zoan de oso polar, pero gracias por el cumplido – le dijo, para luego dar un suave beso en la mejilla.
Se llevó una mano al mentón y y chasqueó sus dedos. Se sentía feliz y cuando lo estaba, le daban ganas de cantar algo para expresarse. Esperaba que a Hinori no le importara eso. De todas formas, ella misma se enorgullecía de sus capacidades musicales. Lástima que la guitarra se la dejó en la agencia.
– Por cierto – dijo luego de cantar, algo de rubor en su rostro. No acostumbraba a tener audiencia, pero esperaba que le hubiera gustado. – ¿Cuantos años tienes? Yo acabo de salir de los diecisiete hace poco – bueno, eso no era del todo cierto. Hace dos meses que los cumplió, pero quería ver la reacción de Hinori al ver que tenía de novia a alguien así.
Abrió lo más que pudo su boca y tragó la empanadilla que le dio Hinori. Ah, delicioso. Lástima que solo sería así por una semana de momento, pero pensaba tener su número para mantenerse en contacto. Eso sí, deberían tener cuidado. Si llegaba a descubrir su relación prohibida... sería el fin. Al menos para ella. Si llegaba a ocurrir, iba a desertar. Así de simple era. No tendría segundos pensamientos o dudas. Elegía a Hinori por todos: Misa, Xemnas, Kasai, Taiga, Hikaru... Incluso por sobre su hermano y mentor. Así de loca de amor la tenía su princesa.
– Ah, así que solo es así de asertiva en la cama – pensó con algo de diversión al ver que volvía a su faceta tímida.
Su pregunta la descolocó un poco y se ruborizó. Bueno... puede que se le haya ido un poco de las manos todo lo que le hizo durante la noche, pero no podía evitarlo. Inspeccionó todo lo que puso, saciado su curiosidad y lujuria a la vez. Peor combinación no podía existir. Lo más chistoso de todo esto, era que no pudo haber hecho todo lo que quiso. Ne tenía las herramientas actualmente para haber llegado más lejos. Para otro día sería, lástima. Un puchero apareció en su rostro ante eso, pero desapareció a los segundos después. Y eso que ella tenía toda la intensión de seguir...
– Viendo que lo hicimos como conejas, no es raro. Hasta a mí me esta costando un poco caminar – pese a eso, no se atrevió agregar que probablemente estaría postrada a una cama si tenía lo necesario para hacer todo... absolutamente todo. – En cuanto a lo otro, mi fruta es un zoan de oso polar, pero gracias por el cumplido – le dijo, para luego dar un suave beso en la mejilla.
Se llevó una mano al mentón y y chasqueó sus dedos. Se sentía feliz y cuando lo estaba, le daban ganas de cantar algo para expresarse. Esperaba que a Hinori no le importara eso. De todas formas, ella misma se enorgullecía de sus capacidades musicales. Lástima que la guitarra se la dejó en la agencia.
– Por cierto – dijo luego de cantar, algo de rubor en su rostro. No acostumbraba a tener audiencia, pero esperaba que le hubiera gustado. – ¿Cuantos años tienes? Yo acabo de salir de los diecisiete hace poco – bueno, eso no era del todo cierto. Hace dos meses que los cumplió, pero quería ver la reacción de Hinori al ver que tenía de novia a alguien así.
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Un hermoso osito polar, ahora la iba a llamar osita, se había condenado para siempre. No sonaba nada mal, Alice la osita. Mostró una mirada llena de alegría y entonces se sonrojó al escuchar lo de conejas. La expresión fue algo fuerte para ella y se ruborizó bastante. Tragó saliva en seco y soltó un pequeño suspiro. Le hacía demasiada gracia saber que ella podría haber usado su forma híbrida para hacerle cosas peores, menos mal que no… Qué diablos, ya se lo pediría ella misma. Debía de ser muy bonito ser tomada por un osito blanco… Totalmente desnuda y con el enorme animal sobre ella, le parecía delicioso. Podían acusarla de cosas raras con animales, pero ella era su chica.
Finalmente la joven albina empezó a cantarle y eso la hizo sonrojarse muchísimo, pero continuó escuchándola emocionada. Su voz era digna de un Ángel y por ello se relamió. Debía dejar los deseos de lanzarse sobre ella y suplicarle más como la noche anterior. Escuchó entonces su pregunta y no pudo evitar tragar saliva ¿En serio? Ella creía ser la menor y resultaba ser mayor tres años y además, era la sumisa, o lo fue esa noche. Se murió de vergüenza durante los siguientes segundos.
- Pues recién veintiuno… Esto es gracioso, soy la mayor y la sodomizada. Igualmente eso me da lo mismo, estoy enamorada de ti, osita.
La abrazó sin pensárselo ni un momento y le dio algunos besitos en la mejilla. Después de aquello la cogió en brazos y la sentó en la mesa, sonrió colocando ambas manos en sus hombros y entonces la tumbó despacio dejándola bocarriba. Entonces sin permiso alguno cogió el bote de mermelada que usó en las empanadillas. Lentamente fue derramándolo sobre el estómago de la osita.
- No te muevas…
Dijo al mismo tiempo que la morena restregaba los dedos por su piel. Empezó a dejar restos en los senos de ella y un poco por encima de la entrepierna, la estaba llenando totalmente. También cogió un poco de atún y lo esparció por el abdomen y brazos. Finalmente tomó un trozo de pan, lo aplastó dándole forma redonda y trató de meterlo en la boca de la albina. Después de aquello se relamió despacio y la miró a los ojos. Demasiados años virgen y ahora tras la noche pasada… Hinori iba a estar desatada toda la semana.
- Itakidamasu…
Tranquilamente abrió sus piernas y se metió, dejando los pies de ella aferrados a su cintura. Colocó las manos en sus costados y se relamió de nuevo, pero esta vez de una forma mucho más exagerada. Acercó sus labios a su oído y susurró despacio mientras lamía un poco.
- Dieciocho… Pues exijo dominarte yo ahora y de paso desayunar...
Finalmente la joven albina empezó a cantarle y eso la hizo sonrojarse muchísimo, pero continuó escuchándola emocionada. Su voz era digna de un Ángel y por ello se relamió. Debía dejar los deseos de lanzarse sobre ella y suplicarle más como la noche anterior. Escuchó entonces su pregunta y no pudo evitar tragar saliva ¿En serio? Ella creía ser la menor y resultaba ser mayor tres años y además, era la sumisa, o lo fue esa noche. Se murió de vergüenza durante los siguientes segundos.
- Pues recién veintiuno… Esto es gracioso, soy la mayor y la sodomizada. Igualmente eso me da lo mismo, estoy enamorada de ti, osita.
La abrazó sin pensárselo ni un momento y le dio algunos besitos en la mejilla. Después de aquello la cogió en brazos y la sentó en la mesa, sonrió colocando ambas manos en sus hombros y entonces la tumbó despacio dejándola bocarriba. Entonces sin permiso alguno cogió el bote de mermelada que usó en las empanadillas. Lentamente fue derramándolo sobre el estómago de la osita.
- No te muevas…
Dijo al mismo tiempo que la morena restregaba los dedos por su piel. Empezó a dejar restos en los senos de ella y un poco por encima de la entrepierna, la estaba llenando totalmente. También cogió un poco de atún y lo esparció por el abdomen y brazos. Finalmente tomó un trozo de pan, lo aplastó dándole forma redonda y trató de meterlo en la boca de la albina. Después de aquello se relamió despacio y la miró a los ojos. Demasiados años virgen y ahora tras la noche pasada… Hinori iba a estar desatada toda la semana.
- Itakidamasu…
Tranquilamente abrió sus piernas y se metió, dejando los pies de ella aferrados a su cintura. Colocó las manos en sus costados y se relamió de nuevo, pero esta vez de una forma mucho más exagerada. Acercó sus labios a su oído y susurró despacio mientras lamía un poco.
- Dieciocho… Pues exijo dominarte yo ahora y de paso desayunar...
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Los ojos de la albina se abrieron un poco más de lo normal y ladeó su cabeza hacia un lado. ¿Veintiuno? Bien podría haberla engañado y decirle que tenía dieciséis o diecisiete, puesto que se veía mucho más joven de lo que su edad decía. Ya que estaban en eso, su diosa pelinegra estaba en los comienzos de su veinte, vaya. En cambio, ella recién cumplió la mayoría de edad hace poco. Alice se quedó en silencio por algunos segundos y se encogió de hombros. Poco y nada le importaba ese detalle, Hinori seguía siendo Hinori. La edad era un tema mucho mejor. La distancia podría haber sido de más de cinco años y no abría cambiado nada lo que sentía. Se había enamorado por ella por su personalidad y belleza, nada de eso iba a cambiar. La albina le dedicó una dulce sonrisa y se encogió de hombros, para luego acariciar un poco su mejilla.
– Bueno, no me importa demasiado. No me enamoré por algo tan menor como eso. Aunque la distancia hubiera sido más de cinco años, igualmente nada hubiera cambiado entre nosotros – le dijo, para luego darle un pequeño beso en la mejilla.
Se extrañó al ver lo que hacía, pero no se resistió a los movimientos de la pelinegra. Era alguien curiosa por naturaleza, por lo que se preguntaba con que lo sorprendería ahora Hinori. Sus ojos se abrieron de forma exagerada al ver que botaba la mermelada encima de su estómago. Pese a la rareza, no pudo evitar sonrojarse con violencia. Un estremecimiento recorrió su cuerpo al sentir dicha sustancia en sus senos y justo encima de su entrepierna. Si llegaba hasta el final, ya sabía lo que ocurriría. Pese a eso, no podía evitar que la ansiedad la comiera por dentro. Bueno, supuso que podía dejar que ella hiciera de las suyas ahora. Ella ya tuvo suficiente con todo lo ocurrido a noche, después de todo.
Por otro lado, podía haber vivido sin el atún. Un puchero apareció en su rostro al notar que quedaría impregnada con el olor a pescado. Puede que no fuera una mujer convencional, pero igual quería oler bien. Ya sabía lo que haría después de todo esto; darse una merecida ducha para quitarse el atún. Al menos, la mermelada era dulce y aguantaba eso (si incluso comería su propio cuerpo si pudiera, solo para ver a que sabía eso). Al finalizar, con un pan en la boca, la joven miró con tranquilidad a su amante. Distraídamente pensó, que tal vez había liberado un monstruo perverso. Bueno, no era la única. Ella también duró lo suyo virgen y ahora que se había desatado... nada la pararía. Eso sí, solo Hinori tendría el placer de ver ese lado suyo.
Se estremeció al ver la posición en la que había quedado. Si tuviera un arnés o algo, muy probablemente esta situación era perfecta para usarlo. Lástima que no tenía uno.
– Nadie te detiene, preciosa – le dijo tranquilamente, pero podía notarse un destello de lujuria en sus ojos. – Ven y toma lo que es tuyo. –
– Bueno, no me importa demasiado. No me enamoré por algo tan menor como eso. Aunque la distancia hubiera sido más de cinco años, igualmente nada hubiera cambiado entre nosotros – le dijo, para luego darle un pequeño beso en la mejilla.
Se extrañó al ver lo que hacía, pero no se resistió a los movimientos de la pelinegra. Era alguien curiosa por naturaleza, por lo que se preguntaba con que lo sorprendería ahora Hinori. Sus ojos se abrieron de forma exagerada al ver que botaba la mermelada encima de su estómago. Pese a la rareza, no pudo evitar sonrojarse con violencia. Un estremecimiento recorrió su cuerpo al sentir dicha sustancia en sus senos y justo encima de su entrepierna. Si llegaba hasta el final, ya sabía lo que ocurriría. Pese a eso, no podía evitar que la ansiedad la comiera por dentro. Bueno, supuso que podía dejar que ella hiciera de las suyas ahora. Ella ya tuvo suficiente con todo lo ocurrido a noche, después de todo.
Por otro lado, podía haber vivido sin el atún. Un puchero apareció en su rostro al notar que quedaría impregnada con el olor a pescado. Puede que no fuera una mujer convencional, pero igual quería oler bien. Ya sabía lo que haría después de todo esto; darse una merecida ducha para quitarse el atún. Al menos, la mermelada era dulce y aguantaba eso (si incluso comería su propio cuerpo si pudiera, solo para ver a que sabía eso). Al finalizar, con un pan en la boca, la joven miró con tranquilidad a su amante. Distraídamente pensó, que tal vez había liberado un monstruo perverso. Bueno, no era la única. Ella también duró lo suyo virgen y ahora que se había desatado... nada la pararía. Eso sí, solo Hinori tendría el placer de ver ese lado suyo.
Se estremeció al ver la posición en la que había quedado. Si tuviera un arnés o algo, muy probablemente esta situación era perfecta para usarlo. Lástima que no tenía uno.
– Nadie te detiene, preciosa – le dijo tranquilamente, pero podía notarse un destello de lujuria en sus ojos. – Ven y toma lo que es tuyo. –
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La albina se condenó a sí misma cuando dijo que ella podía ir a por lo que le pertenecía. Una pequeña sonrisa siniestra se formó en el rostro de la morena, la cual empezó a lamer despacio la mermelada del estómago de la joven. Sabía que la sensación de su lengua paseándose por allí funcionaba mejor que nunca. El delicioso sabor la hizo sonreír y entonces no se lo pensó dos veces. Se alimentó de la sustancia roja de los pechos de ella, dejándole un mordisquito de paso en sus pequeños pezones. Acto seguido bajó tranquilamente hasta los brazos y desayunó el atún con calma. El sabor del pescado en el cuerpo de aquella Diosa le supo a gloria. Volvió a bajar y esta vez iba directa a otra zona. Pasó su lengua muy despacio por la rajita de la albina y tras unos segundos pegó sus labios a ella.
Hinori entonces cayó al suelo con los ojos cerrados y con ambas manos en el pecho. Los abrió despacio de nuevo y se levantó con un poco de torpeza. Se relamió los pequeños líquidos de su boca y después miró a su amante apenada. Le hizo una leve reverencia con la cabeza en señal de disculpa por no poder continuar. Fue entonces cuando trató de sentarla en la mesa y quedar ella de pie a su lado. Le colocó la mano derecha en la mejilla y la miró a los ojos con una expresión dulce y amable.
- Alice-chan ¿Podría dormir algunas horas más? Onegai. Mi cuerpo se siente muy cansado y mis ojos me pesan muchísimo.
Dicho aquello le dio un leve beso en los labios y volvió a agachar la cabeza en señal de disculpa. Estando en ropa interior, la morena caminó hacia el cuarto tambaleándose un poco y después de unos segundos se tiró al colchón de cabeza. Quedó bocabajo y pegó su frente a la almohada. La pirata soltó un enorme suspiro y después de aquello empezó a roncar muy despacio. El sonido resultaba incluso adorable, pero estaba totalmente dormida. Estaba hecha polvo y eso se notaba. Sus ojeras estaban un poco más marcadas y tal vez la noche hizo que Alice no se diese cuenta. Era normal después de todo. Tener que vigilar el barco todo el tiempo por miedo a que la cucaracha de Ushio matase a alguien dormido…
Estando despierto incluso un crío de cinco años podría vencerlo, pero cuando la gente dormía no podía defenderse. La joven entonces soltó un pequeño quejido y mostró una expresión que dolor. Se movió un poco y se tapó hasta el cuello.
Hinori entonces cayó al suelo con los ojos cerrados y con ambas manos en el pecho. Los abrió despacio de nuevo y se levantó con un poco de torpeza. Se relamió los pequeños líquidos de su boca y después miró a su amante apenada. Le hizo una leve reverencia con la cabeza en señal de disculpa por no poder continuar. Fue entonces cuando trató de sentarla en la mesa y quedar ella de pie a su lado. Le colocó la mano derecha en la mejilla y la miró a los ojos con una expresión dulce y amable.
- Alice-chan ¿Podría dormir algunas horas más? Onegai. Mi cuerpo se siente muy cansado y mis ojos me pesan muchísimo.
Dicho aquello le dio un leve beso en los labios y volvió a agachar la cabeza en señal de disculpa. Estando en ropa interior, la morena caminó hacia el cuarto tambaleándose un poco y después de unos segundos se tiró al colchón de cabeza. Quedó bocabajo y pegó su frente a la almohada. La pirata soltó un enorme suspiro y después de aquello empezó a roncar muy despacio. El sonido resultaba incluso adorable, pero estaba totalmente dormida. Estaba hecha polvo y eso se notaba. Sus ojeras estaban un poco más marcadas y tal vez la noche hizo que Alice no se diese cuenta. Era normal después de todo. Tener que vigilar el barco todo el tiempo por miedo a que la cucaracha de Ushio matase a alguien dormido…
Estando despierto incluso un crío de cinco años podría vencerlo, pero cuando la gente dormía no podía defenderse. La joven entonces soltó un pequeño quejido y mostró una expresión que dolor. Se movió un poco y se tapó hasta el cuello.
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Pese a su personalidad algo dominante, no pudo evitar estremecerse y relamerse lentamente al ver la mirada siniestra que portaba su ángel negro. Bueno, no había nada malo con dejarse dominar a veces, especialmente por alguien como Hinori. "Ah, perfecto!, pensó mientras su cuerpo temblaba un poco debido al placer. Solo había pasado su lengua por su estómago y la albina ya quería más. Maldecía el hecho de tener piel tan sensible. Eso hacía que quedara como una necesitada de atención. Un puchero se formó en su rostro, para luego gemir de placer al sentir su lengua en sus botones. Le había dado un enamoramiento bastante fuerte, cosa que hasta hoy creía imposible. Al menos ya se había deshecho del pescado, pero no pudo evitar dar otro gemido fuerte al sentir su lengua en su intimidad. Realmente, ya no quedaba rastro de la mujer tímida que conoció hace un par de horas atrás.
Sus ojos se alarmaron al ver que, luego del pequeño beso, la joven se había desplomado. Podría decir cualquier cosa, pero eso no fue una reacción normal. Se relajó un poco al ver que se volvía a poner de pie, pero no del todo. Cerró sus ojos al sentir su suave mano en su mejilla y en eso escuchó sus palabras. Abrió sus orbes color zafiro y le sonrío dulcemente a su amante.
– Dulces sueños, mi Kurohime – le dijo para luego besar sus adictivos labios por algunos segundos.
Era la primera vez que lo notaba, pero habían marcas de ojeras en el rostro de Hinori. ¿Acaso padecía de insomnio? No, sino no podría dormir del todo. Además, siendo alguien que pocas veces dormía, podía notar a pocos metros cuando alguien padecía de eso crónicamente. Lo suyo era otra cosa, pero ya le preguntaría para cuando despertara. Suspiró un poco, se rascó la cabeza y se colocó la ropa interior de la pelinegra... Bueno, solo las bragas. El sujetador le queda un poco grande. Luego se coloco sus ropas encima y se estiró un poco. Ahora, ¿qué podría hacer? Pensó por algunos segundos y chasqueó sus dedos. Aún no conseguía dominar del todo el Kempou del Kami-E, así que se aseguraría de lograrlo ahora. Hacerse ligera y flexible como ella quisiera, no era una tarea fácil de lograr.
Cerró por algunos segundos sus ojos y activó el Kami-E en su cuerpo. Generalmente era usado para esquivar (y para... otras cosas), pero si lograba adaptarlo para aumentar su agilidad, velocidad y ligereza... Podría darle otras utilidades. Lentamente empezó a moverse, primero sus piernas y luego sus brazos. Si bien ya tenía la movilidad memorizada, no había nada malo con volver a repetir los mismos pasos para no perderse. Gradualmente iba aumentando la velocidad y movilidad, hasta que tuvo un ritmo lo suficientemente estable y continuo. Al cabo de varios minutos pausó en su entrenamiento y se decidió por ir a ver a Hinori.
Sus ojos se suavizaron al oír el ronquido. Más que molesto, se le hacía absolutamente adorable. Negó con un poco la cabeza y arropó un poco más a la pelinegra, para luego darle un suave beso en la frente. Al volver al salón, sus ojos adquirieron nuevamente un brillo de determinación y volvió a repetir los mismos pasos de antes. Quería irse de esta isla ya con la técnica dominada por completo. A medida que pasaba el tiempo, iba aumentando más la velocidad y el ritmo. Pese al cansancio, no iba a parar hasta tener un progreso significativo.
No le dio mayor importancia al asunto las primeras horas, pero ya cuando Hinori pasó la barrera de las doce horas... Empezó a alarmarse un poco. Bueno, si no había dormido durante un tiempo, entonces no iba a ponerle más pegas. Eso sí, seguía preocupada por el motivo. Negó con la cabeza y siguió entrenando, dispuesta a esperar un tiempo más para tomar cartas en el asunto. Cuando se cumplieron las veinte horas, decidió hacer algo por ella. No se había bañado desde sus... actividades nocturnas, así que la limpiaría un poco para que no estuviera tan incómoda. Tomó un balde un agua tibia y una esponja, y la llevó hacia la habitación. Allí limpió cuidadosamente con jabón cada sector de su cuerpo. Le tomó mas tiempo de lo esperado, puesto era difícil bañar a esponja a alguien dormida. Además, tenía que tomar precauciones para no despertarla.
– Hime-chan – murmuró con preocupación al ver que no despertaba.
Casi treinta y seis horas habían pasado desde que se durmió y seguía así. Negó con la cabeza y se marchó hacia el salón. Allí volvió a activar el Kami-E, pero hizo algo distinto. Uso la agilidad y flexibilidad que la técnica le proporcionaba, para moverse por el cuarto. Curiosamente, era similar a una danza rítmica. Solo le faltaba que saliera agua de cualquier lado y rodeara su cuerpo, para completar la imagen. Pese a que hacer eso le relajaba, rezaba para que la pelinegra despertara pronto...
Sus ojos se alarmaron al ver que, luego del pequeño beso, la joven se había desplomado. Podría decir cualquier cosa, pero eso no fue una reacción normal. Se relajó un poco al ver que se volvía a poner de pie, pero no del todo. Cerró sus ojos al sentir su suave mano en su mejilla y en eso escuchó sus palabras. Abrió sus orbes color zafiro y le sonrío dulcemente a su amante.
– Dulces sueños, mi Kurohime – le dijo para luego besar sus adictivos labios por algunos segundos.
Era la primera vez que lo notaba, pero habían marcas de ojeras en el rostro de Hinori. ¿Acaso padecía de insomnio? No, sino no podría dormir del todo. Además, siendo alguien que pocas veces dormía, podía notar a pocos metros cuando alguien padecía de eso crónicamente. Lo suyo era otra cosa, pero ya le preguntaría para cuando despertara. Suspiró un poco, se rascó la cabeza y se colocó la ropa interior de la pelinegra... Bueno, solo las bragas. El sujetador le queda un poco grande. Luego se coloco sus ropas encima y se estiró un poco. Ahora, ¿qué podría hacer? Pensó por algunos segundos y chasqueó sus dedos. Aún no conseguía dominar del todo el Kempou del Kami-E, así que se aseguraría de lograrlo ahora. Hacerse ligera y flexible como ella quisiera, no era una tarea fácil de lograr.
Cerró por algunos segundos sus ojos y activó el Kami-E en su cuerpo. Generalmente era usado para esquivar (y para... otras cosas), pero si lograba adaptarlo para aumentar su agilidad, velocidad y ligereza... Podría darle otras utilidades. Lentamente empezó a moverse, primero sus piernas y luego sus brazos. Si bien ya tenía la movilidad memorizada, no había nada malo con volver a repetir los mismos pasos para no perderse. Gradualmente iba aumentando la velocidad y movilidad, hasta que tuvo un ritmo lo suficientemente estable y continuo. Al cabo de varios minutos pausó en su entrenamiento y se decidió por ir a ver a Hinori.
Sus ojos se suavizaron al oír el ronquido. Más que molesto, se le hacía absolutamente adorable. Negó con un poco la cabeza y arropó un poco más a la pelinegra, para luego darle un suave beso en la frente. Al volver al salón, sus ojos adquirieron nuevamente un brillo de determinación y volvió a repetir los mismos pasos de antes. Quería irse de esta isla ya con la técnica dominada por completo. A medida que pasaba el tiempo, iba aumentando más la velocidad y el ritmo. Pese al cansancio, no iba a parar hasta tener un progreso significativo.
No le dio mayor importancia al asunto las primeras horas, pero ya cuando Hinori pasó la barrera de las doce horas... Empezó a alarmarse un poco. Bueno, si no había dormido durante un tiempo, entonces no iba a ponerle más pegas. Eso sí, seguía preocupada por el motivo. Negó con la cabeza y siguió entrenando, dispuesta a esperar un tiempo más para tomar cartas en el asunto. Cuando se cumplieron las veinte horas, decidió hacer algo por ella. No se había bañado desde sus... actividades nocturnas, así que la limpiaría un poco para que no estuviera tan incómoda. Tomó un balde un agua tibia y una esponja, y la llevó hacia la habitación. Allí limpió cuidadosamente con jabón cada sector de su cuerpo. Le tomó mas tiempo de lo esperado, puesto era difícil bañar a esponja a alguien dormida. Además, tenía que tomar precauciones para no despertarla.
– Hime-chan – murmuró con preocupación al ver que no despertaba.
Casi treinta y seis horas habían pasado desde que se durmió y seguía así. Negó con la cabeza y se marchó hacia el salón. Allí volvió a activar el Kami-E, pero hizo algo distinto. Uso la agilidad y flexibilidad que la técnica le proporcionaba, para moverse por el cuarto. Curiosamente, era similar a una danza rítmica. Solo le faltaba que saliera agua de cualquier lado y rodeara su cuerpo, para completar la imagen. Pese a que hacer eso le relajaba, rezaba para que la pelinegra despertara pronto...
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Hinori dormía plácidamente por primera vez en mucho tiempo. En su rostro podía verse una expresión dulce y amable. Después de tanto tiempo estaba conociendo lo que era estar en una buena cama y dormir más de dos horas. Estaba demasiado feliz y se abrazó a las sábanas con fuerza. Ya casi babeaba y a medida que pasaban las horas estaba mucho más feliz. No quería despertarse, pero si es cierto que cada pocos minutos estiraba sus manos a los lados para abrazar a Alice si se tumbaba, peor no tuvo la suerte. Ella estaría haciendo sus cosas y lo entendía perfectamente. Más horas pasaron y ella notó la sensación de la esponja en su cuerpo. De hecho, abrió los ojos lentamente para ver lo sucedido y no pudo evitar sentirse la persona más afortunada del mundo. Tenía a la persona más especial con ella y no pensaba permitir que se fuera nunca.
Al cabo de un total de treinta y seis horas abrió los ojos despacio. Se revolvió un poco en la cama y se levantó despacio soltando un bostezo. Estaba sedienta y necesitaba ir al baño cuanto antes. Las necesidades fisiológicas eran necesarias ante cualquier cosa. Salió del baño tras unos minutos de lavarse la cabeza, peinarse un poco y demás. Cuando lo hizo fue automáticamente a la nevera y sacó una botella de agua fría. Empezó a beber sin parar hasta haberla gastado del todo. Los albinos ojos de la joven entonces se entrecerraron y cogió otra. Empezó a beber también de ella debido a la inmensa sed que tenía. Cuando se la terminó se tomó la tercera y se limpió los labios.
Empezó a caminar despacio hacia el salón algo atontada. Entonces pudo ver aquellos cabellos blancos como la nieve y no pudo evitar caminar hacia ellos como una zombi. Estaba totalmente hipnotizada por ella. Se sentó a su lado sin decir nada y entonces la abrazó con cariño. Pegó su cabeza al hombro de ella y después acarició sus manos. Nunca le mentiría a su princesa y por ello empezó a hablarle con cariño.
- Siento haberte preocupado. En mi banda hay cierto traidor llamado Ushio. Me abandonó en un barco marine medio muerta en una batalla y… Cada día estoy despierta veintidós horas por miedo a que dañe a alguien mientras duerme. Es por eso que duermo dos horas al día y estaba agotada.
Una vez dijo aquello se abrazó más a ella dándole mimos a sus manos mediante caricias y pequeños pellizcos juguetones. Se sentó sobre ella con confianza, dejó una pierna a cada lado de su cintura. Mirándola desde arriba juntó su frente con la de la albina y le dedicó una mirada llena de cariño. Acarició la nariz de ella usando la suya propia y después de unos momentos le dedicó una sonrisa llena de agradecimiento.
- Nunca nadie me había cuidado como has hecho tú. Incluso has estado en mis sueños esta noche. Eres un ángel venido del cielo… No te vayas nunca de mi lado, Shirohime. – Una vez le dijo aquello le dio un suave beso en los labios y después la abrazó con cariño.
Al cabo de un total de treinta y seis horas abrió los ojos despacio. Se revolvió un poco en la cama y se levantó despacio soltando un bostezo. Estaba sedienta y necesitaba ir al baño cuanto antes. Las necesidades fisiológicas eran necesarias ante cualquier cosa. Salió del baño tras unos minutos de lavarse la cabeza, peinarse un poco y demás. Cuando lo hizo fue automáticamente a la nevera y sacó una botella de agua fría. Empezó a beber sin parar hasta haberla gastado del todo. Los albinos ojos de la joven entonces se entrecerraron y cogió otra. Empezó a beber también de ella debido a la inmensa sed que tenía. Cuando se la terminó se tomó la tercera y se limpió los labios.
Empezó a caminar despacio hacia el salón algo atontada. Entonces pudo ver aquellos cabellos blancos como la nieve y no pudo evitar caminar hacia ellos como una zombi. Estaba totalmente hipnotizada por ella. Se sentó a su lado sin decir nada y entonces la abrazó con cariño. Pegó su cabeza al hombro de ella y después acarició sus manos. Nunca le mentiría a su princesa y por ello empezó a hablarle con cariño.
- Siento haberte preocupado. En mi banda hay cierto traidor llamado Ushio. Me abandonó en un barco marine medio muerta en una batalla y… Cada día estoy despierta veintidós horas por miedo a que dañe a alguien mientras duerme. Es por eso que duermo dos horas al día y estaba agotada.
Una vez dijo aquello se abrazó más a ella dándole mimos a sus manos mediante caricias y pequeños pellizcos juguetones. Se sentó sobre ella con confianza, dejó una pierna a cada lado de su cintura. Mirándola desde arriba juntó su frente con la de la albina y le dedicó una mirada llena de cariño. Acarició la nariz de ella usando la suya propia y después de unos momentos le dedicó una sonrisa llena de agradecimiento.
- Nunca nadie me había cuidado como has hecho tú. Incluso has estado en mis sueños esta noche. Eres un ángel venido del cielo… No te vayas nunca de mi lado, Shirohime. – Una vez le dijo aquello le dio un suave beso en los labios y después la abrazó con cariño.
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Seguía bailando a su propio ritmo, haciendo varios movimientos con las manos y pies. Todo esto, sin desactivar el Kami-E. Cada vez se le estaba dando mejor la técnica y podía aguantar por mucho más tiempo. Luego de algunos minutos, desistió con su baile y empezó a pegar al aire tanto puños como patadas. Inicialmente eran lentos, pero a cada minuto iba aumentando el ritmo de aquello. Al cabo de varios minutos, solo se podía ver borrones donde antes estaban sus extremidades. A ese nivel había llegado, pero sabía que podía ir más allá de sus propios límites. Eso si, tendría que aumentar su resistencia para que no se cansara con el ritmo, pero eso ya vendría después. Suspiró y dejó de golpear, para luego estirar sus brazos. Le había dejado un poco exhausta todo el ejercicio que hizo, pero eso no le importaba demasiado. Ya tenía dominado más o menos la parte de velocidad y flexibilidad. Solo faltaba la aplicación a lo de moverse sin hacer ruido. Técnicamente era algo que podía hacer ya debido a sus dotes de espía, así que si llegaba a dominar aquello, le sería de mucha utilidad.
Se sentó en una silla y cerró sus ojos. Para hacer su cuerpo más ligero... Bueno, era usar el Kami-E y aplicar en más profundidad el concepto del Seimei Kikan, o al menos así lo veía ella. Relajó su cuerpo e intentó llevar a la práctica lo pensó. Por supuesto, era más difícil hacerlo que pensarlo. De vez en cuanto iba moviendo sus brazos, para ver si le pesaba más o no. Notaba, con algo de satisfacción, que su teoría estaba en lo correcta. Solo debía profundizar más el Seimei y mantener un ritmo consistente en la modificación temporal de su cuerpo. Era una suerte que cada CP aprendía los conocimientos de aquella técnica, puesto que era la base para todo lo demás. Sin eso, sería difícil plantearse el cómo modificar el cuerpo para usarlo con más eficacia.
Tan relajada se encontraba haciendo eso, que no notó que su novia se acercaba hasta que puso su cabeza en su hombro. Algo sorprendida, perdió el control de la técnica y su cuerpo volvió a la normalidad. En parte se alegraba que por fin hubiera despertado, pero seguía preocupada del por qué tuvo que dormir tanto, no lo entendía. En eso escuchó su explicación y mirada se ensombreció, al tiempo que apretaba un poco la mano de Hinori, pero sin dañar su extremidad. Había oído de ese bastardo por parte de Taiga acerca de como abandonó a su novia, estando ella embarazada. Si antes lo consideraba como un basura, ahora era peor que un insecto a sus ojos. No, compararlos sería un insulto a esos pequeños bichos. A ese nivel llegaba su disgusto ahora.
– Ese... ¡Ese bastardo! No solo le bastó con abandonar a su mujer embarazada en medio de una guerra, ¿sino que además te abandonó medio muerta en medio de una batalla? Que hijo de perra malnacido, ojalá se pudra en el infierno – por unos instantes, Alice bajó su máscara de señorita y dejó que su rabia hablara por ella. Generalmente no insultaba, a no ser que tuviera mucho disgusto por alguien. En cierto modo era un poco chistoso ver a alguien tan refinada como la albina insultando como alguien de la calle.
Por suerte para los oídos de la pelinegra, Alice consiguió tranquilizarse gracias al beso y sus palabras. Su mirada se relajó y abrazó de vuelta a su amante.
– Tranquila, no dejaré que ese tipo de toque y no me marcharé de tu lado, mi Kurohime – le habló con suavidad. Suspiró un poco y acarició sus cabellos. – Y ahora que lo pienso, ¿no había una forma de tener mantra activado siempre y tener las presencias vigiladas, aún estando durmiendo? – No sería verdaderamente dormir, puesto que igual estaría uno pendiente, pero era mejor que simplemente pasar de largo.
Se sentó en una silla y cerró sus ojos. Para hacer su cuerpo más ligero... Bueno, era usar el Kami-E y aplicar en más profundidad el concepto del Seimei Kikan, o al menos así lo veía ella. Relajó su cuerpo e intentó llevar a la práctica lo pensó. Por supuesto, era más difícil hacerlo que pensarlo. De vez en cuanto iba moviendo sus brazos, para ver si le pesaba más o no. Notaba, con algo de satisfacción, que su teoría estaba en lo correcta. Solo debía profundizar más el Seimei y mantener un ritmo consistente en la modificación temporal de su cuerpo. Era una suerte que cada CP aprendía los conocimientos de aquella técnica, puesto que era la base para todo lo demás. Sin eso, sería difícil plantearse el cómo modificar el cuerpo para usarlo con más eficacia.
Tan relajada se encontraba haciendo eso, que no notó que su novia se acercaba hasta que puso su cabeza en su hombro. Algo sorprendida, perdió el control de la técnica y su cuerpo volvió a la normalidad. En parte se alegraba que por fin hubiera despertado, pero seguía preocupada del por qué tuvo que dormir tanto, no lo entendía. En eso escuchó su explicación y mirada se ensombreció, al tiempo que apretaba un poco la mano de Hinori, pero sin dañar su extremidad. Había oído de ese bastardo por parte de Taiga acerca de como abandonó a su novia, estando ella embarazada. Si antes lo consideraba como un basura, ahora era peor que un insecto a sus ojos. No, compararlos sería un insulto a esos pequeños bichos. A ese nivel llegaba su disgusto ahora.
– Ese... ¡Ese bastardo! No solo le bastó con abandonar a su mujer embarazada en medio de una guerra, ¿sino que además te abandonó medio muerta en medio de una batalla? Que hijo de perra malnacido, ojalá se pudra en el infierno – por unos instantes, Alice bajó su máscara de señorita y dejó que su rabia hablara por ella. Generalmente no insultaba, a no ser que tuviera mucho disgusto por alguien. En cierto modo era un poco chistoso ver a alguien tan refinada como la albina insultando como alguien de la calle.
Por suerte para los oídos de la pelinegra, Alice consiguió tranquilizarse gracias al beso y sus palabras. Su mirada se relajó y abrazó de vuelta a su amante.
– Tranquila, no dejaré que ese tipo de toque y no me marcharé de tu lado, mi Kurohime – le habló con suavidad. Suspiró un poco y acarició sus cabellos. – Y ahora que lo pienso, ¿no había una forma de tener mantra activado siempre y tener las presencias vigiladas, aún estando durmiendo? – No sería verdaderamente dormir, puesto que igual estaría uno pendiente, pero era mejor que simplemente pasar de largo.
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Hinori escuchó el modo mosqueado de la albina y no tardó en abrazarla con algo más de fuerza para relajarla. No es que le molestase, amaba a su alma gemela con todo su corazón, pero no quería verla sufrir de esa forma. Continuó echada en ella con una expresión calmada y dándole mimos para que se tranquilizase. No merecía la pena pensar en una basura como el intento de espadachín. El capullo parecía un mono pulgoso en busca de traiciones frescas. Un perezoso con piernas sin duda, un payaso con espadas. La peor de las sanguijuelas, un Derian de los grandes. Era la peste negra hecho persona y no entendía cómo el aire permitía que él lo respirase. Era capaz de traicionar al oxígeno en cualquier momento. El mote de rata se quedaba corto. La culebra sin testículos tal vez era adecuado, o quizá la escoria con patas. Bueno, negó con la cabeza para no seguir pensando en el cobarde.
- No puede tocarme, Alice-chan. Es una persona muy débil y solo podría dañarme dormida. En cuanto a ese poder que dices, yo soy experta en el haki armadura, mi mente no es capaz de seguir desarrollando el mantra. Tampoco me fio mucho de una habilidad mental, sinceramente, prefiero estar despierta. – Mencionó mirándola a los ojos con ilusión.
Desvió enseguida la mirada un poco ruborizada. Estaba demasiado colada por su chica y mirarla fijamente más de tres segundos la ponía nerviosa. Encima, ella conocía la faceta violadora de su chica y por ello recordaba aquella noche y temblaba. El temblor no era malo, más bien todo lo contrario. Se sentía dominada, vigilada, pero también muy protegida. Era como si fuera su dueña. La morena entonces la abrazó de nuevo de forma mimosa y cerró los ojos pegando la frente al cuello de ella. No iba a seguir durmiendo, pero echarse sobre su peliblanca la hacía estar demasiado feliz.
- Estoy al tanto de lo que hizo la cucaracha, pero no hablemos de eso. Esta semana es nuestra y apenas ha comenzado. Solo quiero pensar en ti y en nada más.
Un leve brillo invadió a la morena y entonces aquellas alas blancas de energía surgieron de su espalda. Se cerraron dejándolas a ellas dos metidas en el interior y protegiéndolas. Se había encerrado con ella y eso tal vez resultado algo erótico, pero también bonito. Le dio un par de besos en el cuello y después un leve lametón en su mejilla. Después quedó totalmente pegada a ella. Pechos contra pechos, frente contra frente y con sus piernas enroscadas en la cintura de la albina. La miró a los ojos con cariño y le volvió a hablar despacio.
- Nee quiero hacerte un masaje ¿Qué te parece? Soy médica y sé bastantes técnicas que dejaran tus huesos y músculos mejor que nunca.
Si ella aceptaba, le daría un beso en los labios y se levantaría señalando que se tumbase bocabajo para comenzar. Tenía mucha ilusión y ganar de hacerlo.
- No puede tocarme, Alice-chan. Es una persona muy débil y solo podría dañarme dormida. En cuanto a ese poder que dices, yo soy experta en el haki armadura, mi mente no es capaz de seguir desarrollando el mantra. Tampoco me fio mucho de una habilidad mental, sinceramente, prefiero estar despierta. – Mencionó mirándola a los ojos con ilusión.
Desvió enseguida la mirada un poco ruborizada. Estaba demasiado colada por su chica y mirarla fijamente más de tres segundos la ponía nerviosa. Encima, ella conocía la faceta violadora de su chica y por ello recordaba aquella noche y temblaba. El temblor no era malo, más bien todo lo contrario. Se sentía dominada, vigilada, pero también muy protegida. Era como si fuera su dueña. La morena entonces la abrazó de nuevo de forma mimosa y cerró los ojos pegando la frente al cuello de ella. No iba a seguir durmiendo, pero echarse sobre su peliblanca la hacía estar demasiado feliz.
- Estoy al tanto de lo que hizo la cucaracha, pero no hablemos de eso. Esta semana es nuestra y apenas ha comenzado. Solo quiero pensar en ti y en nada más.
Un leve brillo invadió a la morena y entonces aquellas alas blancas de energía surgieron de su espalda. Se cerraron dejándolas a ellas dos metidas en el interior y protegiéndolas. Se había encerrado con ella y eso tal vez resultado algo erótico, pero también bonito. Le dio un par de besos en el cuello y después un leve lametón en su mejilla. Después quedó totalmente pegada a ella. Pechos contra pechos, frente contra frente y con sus piernas enroscadas en la cintura de la albina. La miró a los ojos con cariño y le volvió a hablar despacio.
- Nee quiero hacerte un masaje ¿Qué te parece? Soy médica y sé bastantes técnicas que dejaran tus huesos y músculos mejor que nunca.
Si ella aceptaba, le daría un beso en los labios y se levantaría señalando que se tumbase bocabajo para comenzar. Tenía mucha ilusión y ganar de hacerlo.
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Y hablando de ese tema, ella no sabía a que Haki tendía más. Si bien dominaba de mejor manera el Busoshoku, eso no quería decir que esa fuera su afinidad. No subía el otro simplemente porque no tenía tiempo para entrenarlo, pero ya se aseguraría de hacerlo más adelante. De todas formas, le causó risa el comentario acerca de la basura andante. Si era débil, entonces no debería preocuparse por la vida de su princesa, aunque le gustaría que durmiera más. Un puchero se formó en su rostro y desvió la mirada hacia un lado. Bueno, sería algo un poco hipócrita. Ni ella misma podía dormir la mayoría de las veces por culpa de sus pesadillas. Las dos noches anteriores fueron una excepción, porque la presencia de Hinori la tranquilizaba demasiado. Espantaba todo mal sueño que pudiera tener. De hecho, en las noches aparecía ella en su mundo feliz en vez de momentos ocurridos en aquella prisión. Realmente era alguien muy afortunada.
Sonrío dulcemente al escuchar sus palabras acerca de que esta semana era de las dos y asintió. Ella pensaba igual, pese que querría salir de aquí para ir hacia otro lugar un día de estos. Le molaba bastante el lugar, pero quería salir para no estar encerrada durante tan tiempo. Si la pelinegra no quería, entonces no pasaba nada. No se moriría por pasar todo el rato aquí con ella, de hecho querría hacerlo. En eso vio sus dos alas surgir y miró maravillada el espectáculo. Era un poco chistoso, puesto que le puso Kurohime de apodo, o sea ángel negro. Irónico, considerando que sus alas eran blancas. Se estremeció un poco al sentir los besos en su cuello y río un poco al sentir la lamida en su mejilla. Le dio un poco de cosquillas eso.
Definitivamente, quien entrara en ese momento se llevaría un espectáculo. Ambas mujeres se encontraban muy enroscadas, a tal punto que sus pechos y frentes se presionaran entre sí. Ya se había acostumbrado luego de lo sucedido el día anterior, así que tan solo miró a su novia con tranquilidad y cariño. Escuchó sus palabras y sus ojos brillaron con intensidad. Tanto por sus palabras como por el saber que tenían algo más en común. Eso no se lo esperaba, pero se alegraba muchísimo.
– Curioso, yo también soy médica. También conozco técnicas, así que puedo devolverte el favor después – le dijo alegremente.
Sin decir otra palabra se paro y se dio la vuelta. Se quitó la parte superior de sus ropas, quedando desnuda de la cintura para arriba. Debido a que cierta persona llevaba puesto su sujetados (que por cierto no ocultaba casi nada debido a la diferencia de talla), tuvo que quedarse sin parte superior, ya que la de Hinori no le quedaba. Se tumbó en el suelo, esperando que sus manos empezaran a masajear.
– Por cierto, quiero mi sujetador después, cariño. El tuyo no me quedó, lamentablemente – bromeó la joven.
Sonrío dulcemente al escuchar sus palabras acerca de que esta semana era de las dos y asintió. Ella pensaba igual, pese que querría salir de aquí para ir hacia otro lugar un día de estos. Le molaba bastante el lugar, pero quería salir para no estar encerrada durante tan tiempo. Si la pelinegra no quería, entonces no pasaba nada. No se moriría por pasar todo el rato aquí con ella, de hecho querría hacerlo. En eso vio sus dos alas surgir y miró maravillada el espectáculo. Era un poco chistoso, puesto que le puso Kurohime de apodo, o sea ángel negro. Irónico, considerando que sus alas eran blancas. Se estremeció un poco al sentir los besos en su cuello y río un poco al sentir la lamida en su mejilla. Le dio un poco de cosquillas eso.
Definitivamente, quien entrara en ese momento se llevaría un espectáculo. Ambas mujeres se encontraban muy enroscadas, a tal punto que sus pechos y frentes se presionaran entre sí. Ya se había acostumbrado luego de lo sucedido el día anterior, así que tan solo miró a su novia con tranquilidad y cariño. Escuchó sus palabras y sus ojos brillaron con intensidad. Tanto por sus palabras como por el saber que tenían algo más en común. Eso no se lo esperaba, pero se alegraba muchísimo.
– Curioso, yo también soy médica. También conozco técnicas, así que puedo devolverte el favor después – le dijo alegremente.
Sin decir otra palabra se paro y se dio la vuelta. Se quitó la parte superior de sus ropas, quedando desnuda de la cintura para arriba. Debido a que cierta persona llevaba puesto su sujetados (que por cierto no ocultaba casi nada debido a la diferencia de talla), tuvo que quedarse sin parte superior, ya que la de Hinori no le quedaba. Se tumbó en el suelo, esperando que sus manos empezaran a masajear.
– Por cierto, quiero mi sujetador después, cariño. El tuyo no me quedó, lamentablemente – bromeó la joven.
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La morena no pudo evitar mostrar una sonrisa amable cuando vio a la albina tumbarse bocabajo. Era el momento de hacerle uno de los mejores masajes del mundo, uno que nunca olvidaría. Fue entonces cuando escuchó lo que dijo del sujetador. Era cierto que no le cubría mucho a ella, pero lo justo para que no se vieran aquellas zonas rosadas. Decidió sobre si dárselo, pero finalmente decidió quedárselo para ella. La peliblanca debería comprarse otro, aquel se lo pensaba quedar ella. Mostró una sonrisa amable y después de unos momentos colocó su pie derecho sobre la espalda de ella. Parecía una conquistadora sobre su presa, pero le hacía ilusión hacer aquello. Puso entonces un tono de voz bastante orgulloso y se cruzó de brazos entrecerrando los ojos despacio.
- Ahora es mío, mortal. Tu diosa lo ha obtenido como sacrificio. Ahora siente el cariño de tu deidad hacia ti, mi pequeña osita dulce.
La voz intimidante no le salía para nada. De todas formas, se echó sobre ella y quedó con una rodilla a cada lado de su espalda. Apoyó el trasero en la parte baja de la espalda de ella y llevó sus manos a los hombros. Supo de inmediato qué fuerza ejercer y como si estuviese amasando un poco de harina con las manos, comenzó a moldear tranquilamente. Clavaba sus dedos de forma suave y apretaba lo justo. Realizaba movimientos suaves, pero bruscos y otros agresivos, pero con suavidad. Combinaba muy bien aquel arte con la fuerza y la velocidad. Fue bajando despacio hasta la espalda y allí comenzó a dar leves golpecitos. Fue entonces cuando se le ocurrió una buena idea. Pasó las manos por debajo y acarició sus costados despacio.
- Estás muy tensa, cielo, has estado entrenando por lo que veo. Déjame hacerte sentir mejor en todas las zonas de tu cuerpo…
Tras decirle aquello agarró sin peidad alguna los pechos de ella. Los apretó un poco y empezó a moverlos despacio. Estando ella bocabajo apenas podría defenderse. La joven mientras tanto dio algunos besitos en su cuello. Pellizcó sus zonas sensibles y después continuó masajeándolos con fuerza. Los giraba como si balones fuesen y los apretaba como almohadas. Al mismo tiempo comenzó a lamer despacio su cuello. Tras unos momentos incluso aspiró con fuerza empezando a marcarla. Movía su cintura de arriba abajo para frotarla con su abdomen en el trasero. Después de unos segundos dejó sus pechos tranquilos y volvió a masajear la espalda quitando la diversión.
- Pfff ahora una hora entera la espalda, duérmete si quieres. – Dijo de forma pícara para ver su reacción. Si la había provocado lo suficiente, algo le decía que no iba a tardar en pedir algo más.
- Ahora es mío, mortal. Tu diosa lo ha obtenido como sacrificio. Ahora siente el cariño de tu deidad hacia ti, mi pequeña osita dulce.
La voz intimidante no le salía para nada. De todas formas, se echó sobre ella y quedó con una rodilla a cada lado de su espalda. Apoyó el trasero en la parte baja de la espalda de ella y llevó sus manos a los hombros. Supo de inmediato qué fuerza ejercer y como si estuviese amasando un poco de harina con las manos, comenzó a moldear tranquilamente. Clavaba sus dedos de forma suave y apretaba lo justo. Realizaba movimientos suaves, pero bruscos y otros agresivos, pero con suavidad. Combinaba muy bien aquel arte con la fuerza y la velocidad. Fue bajando despacio hasta la espalda y allí comenzó a dar leves golpecitos. Fue entonces cuando se le ocurrió una buena idea. Pasó las manos por debajo y acarició sus costados despacio.
- Estás muy tensa, cielo, has estado entrenando por lo que veo. Déjame hacerte sentir mejor en todas las zonas de tu cuerpo…
Tras decirle aquello agarró sin peidad alguna los pechos de ella. Los apretó un poco y empezó a moverlos despacio. Estando ella bocabajo apenas podría defenderse. La joven mientras tanto dio algunos besitos en su cuello. Pellizcó sus zonas sensibles y después continuó masajeándolos con fuerza. Los giraba como si balones fuesen y los apretaba como almohadas. Al mismo tiempo comenzó a lamer despacio su cuello. Tras unos momentos incluso aspiró con fuerza empezando a marcarla. Movía su cintura de arriba abajo para frotarla con su abdomen en el trasero. Después de unos segundos dejó sus pechos tranquilos y volvió a masajear la espalda quitando la diversión.
- Pfff ahora una hora entera la espalda, duérmete si quieres. – Dijo de forma pícara para ver su reacción. Si la había provocado lo suficiente, algo le decía que no iba a tardar en pedir algo más.
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Un puchero se formó en su rostro al escuchar sus palabras y asintió. Esperaba que se hubiera dado cuenta que, sin sujetados, su atuendo revelaba mucho. Si salía a comprarse otro, debería aguantarse las miradas del resto además de Hinori. Así que la pelinegra debería aguantarse o... que ella misma saliera a comprar un par nuevo. Oh, bueno. Ya cruzaría el puente luego. De momento disfrutaría de este momento íntimo con su novia, que era lo que más quería. Rió un poco ante su intento de parecer alguien siniestra. Por lo que había podido observar, Hinori era alguien dulce por naturaleza. El acto de villana no le salía ni por si acaso. Salvo que toda su personalidad cambiara, sería imposible emular a alguien así. Y aunque pudiera... la joven difícilmente se aterraría. No por ofender a su preciosa, sino más bien porque luego de Jin, difícilmente conocería a alguien que lo superara en asustar. Por no decir completamente imposible.
– Hime-chan, el acto no te sale – dijo dulcemente, mientras seguía riendo un poco.
Se estremeció un poco al sentir su delicioso trasero en su espalda, pero no dijo nada. Sabía muy bien que en esta pose tenía casi nulas posibilidades de escapar si la pelinegra se ponía traviesa, pero francamente no le importaba mucho. Cerró sus ojo al sentir el contacto con sus manos y soltaba pequeños quejidos. Combinaba brusquedad con suavidad y eso le agradaba. Además hacía poco no más que dejó de entrenar, así que el masaje tenía un notable efecto en su cuerpo. "Ah, que relajacion", pensó mientras suspiraba de placer. Ya de por si le agradaba, pero viendo que era Hinori quien lo hacía, eso hacía que la experiencia fuera mucho más notable. Si fuera por ella, se quedaría allí toda la semana, pero sabía que la pelinegra se cansaría tarde o temprano.
– ¡Kyaaa! – gritó de forma tierna la joven.
¿Razón de ello? Su ángel hacía dicho aquellas palabras y decidió tomarse como literal eso de que todo su cuerpo necesitaba atención. No entendió lo que dijo y por eso la agarrada le tomó por sorpresa. Gimió al sentir como la pelinegra movía sus pechos de un lado a otro, pero no hizo nada para detenerla. Era más, cerró sus ojos y empezó a ronronear un poco. Se notaba que lo pasaba bien con ella, además que sabía donde tocar exactamente para darle placer. Una de las ventajas de tener una médico como pareja, era que sabía que puntos tocar. Oh, bueno. No se quejaba, además ya tendría su venganza más adelante.
Luego de varios minutos estremeciéndose de placer, la joven hizo un puchero al ver que la pelinegra paraba un poco. Y eso que se lo estaba pasando muy bien. Escuchó entonces sus palabras y entrecerró un poco sus ojos. Ladeó su cabeza hacia un lado y miró directamente al rostro de su amante.
– Más – demandó a Alice. Lo cierto era que se había vuelto muy necesitada en estas casi cuarenta horas, pero era Hinori quien la puso así. Aunque como dijo antes, no se quejaba.
– Hime-chan, el acto no te sale – dijo dulcemente, mientras seguía riendo un poco.
Se estremeció un poco al sentir su delicioso trasero en su espalda, pero no dijo nada. Sabía muy bien que en esta pose tenía casi nulas posibilidades de escapar si la pelinegra se ponía traviesa, pero francamente no le importaba mucho. Cerró sus ojo al sentir el contacto con sus manos y soltaba pequeños quejidos. Combinaba brusquedad con suavidad y eso le agradaba. Además hacía poco no más que dejó de entrenar, así que el masaje tenía un notable efecto en su cuerpo. "Ah, que relajacion", pensó mientras suspiraba de placer. Ya de por si le agradaba, pero viendo que era Hinori quien lo hacía, eso hacía que la experiencia fuera mucho más notable. Si fuera por ella, se quedaría allí toda la semana, pero sabía que la pelinegra se cansaría tarde o temprano.
– ¡Kyaaa! – gritó de forma tierna la joven.
¿Razón de ello? Su ángel hacía dicho aquellas palabras y decidió tomarse como literal eso de que todo su cuerpo necesitaba atención. No entendió lo que dijo y por eso la agarrada le tomó por sorpresa. Gimió al sentir como la pelinegra movía sus pechos de un lado a otro, pero no hizo nada para detenerla. Era más, cerró sus ojos y empezó a ronronear un poco. Se notaba que lo pasaba bien con ella, además que sabía donde tocar exactamente para darle placer. Una de las ventajas de tener una médico como pareja, era que sabía que puntos tocar. Oh, bueno. No se quejaba, además ya tendría su venganza más adelante.
Luego de varios minutos estremeciéndose de placer, la joven hizo un puchero al ver que la pelinegra paraba un poco. Y eso que se lo estaba pasando muy bien. Escuchó entonces sus palabras y entrecerró un poco sus ojos. Ladeó su cabeza hacia un lado y miró directamente al rostro de su amante.
– Más – demandó a Alice. Lo cierto era que se había vuelto muy necesitada en estas casi cuarenta horas, pero era Hinori quien la puso así. Aunque como dijo antes, no se quejaba.
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Hinori sin duda se lo estaba pasando en grande con aquello que estaba haciendo. Acariciar cada centímetro de la piel de la albina era algo delicioso que no podía evitar hacer. Continuó el masaje de la mejor forma posible, haciendo a su pequeña disfrutar de todo. Apretó los costados de nuevo, seguidamente los hombres y finalmente el cuello un poco. En su rostro podía verse una expresión amable como nunca. Entonces fue cuando escuchó a la peliblanca pedir más, pero con una sola palabras. Aquello hizo que Hinori juntase las manos de la emoción y sus ojos se abrieron como platos. Aquella mirada junto a la petición, teniendo también en cuenta la situación y demás.
- ¡Kawaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaai! – Gritó la chica sin poder remediarlo.
Entendió de sobra la razón de haberse enamorado de ella. Era demasiado genial para ser verdad, no se lo creía. Asintió con la cabeza indicando que le iba a dar mimos de ese tipo. De nuevo agarró sus pechos mientras continuaba con la barbilla en la espalda de ella. Apretó despacio los globos de su pequeña albina y empezó a moverlos de nuevo en un dulce masaje. Sus dedos presionaban por orden para hundirse lentamente. Continuó dándole dulces besos en la mejilla, seguidamente en el cuello y continuó por los hombros. Sacó la lengua de forma feliz y continuó apretando sus pechos.
- Espero que te esté gustando, Alice-chan. Me estoy esforzando al máximo. – Dijo entonces mientras continuaba realizando aquellos movimientos pervertidos.
Técnicamente lo estaba haciendo desde el punto de vista médico, aunque debía admitir que había lujuria en sus actos. Pellizcó de nuevo las zonas sensibles de la osita mientras volvía después a los temas principales. Los giró de nuevo en sentido de las agujas del reloj. Finalmente le dio la vuelta dejándola bocarriba. Se sentó en su abdomen y dejó las manos de nuevo en sus senos. Le dedicó una dulce sonrisa y ahora empezó a masajearlos con más fuerza mientras la miraba directamente a los ojos. Presionó un momento en su hombro y pasó una mano por su mejilla, después volvió al tema. Mientras continuaba jugando con ella la miró a los ojos con mucha ilusión.
- Voy a dejarte tan relajada que no tendrás fuerzas para moverte cielo, y creo que eso significa una cosa. Tu relajación será tu perdición. – Mencionó guiñándole un ojo mientras se inclinaba hacia ella. Estuvo a nada de besarla, pero entonces rio un poco a milímetros de su boca y se separó. Apretó sus pechos y la miró de forma juguetona.
- ¡Kawaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaai! – Gritó la chica sin poder remediarlo.
Entendió de sobra la razón de haberse enamorado de ella. Era demasiado genial para ser verdad, no se lo creía. Asintió con la cabeza indicando que le iba a dar mimos de ese tipo. De nuevo agarró sus pechos mientras continuaba con la barbilla en la espalda de ella. Apretó despacio los globos de su pequeña albina y empezó a moverlos de nuevo en un dulce masaje. Sus dedos presionaban por orden para hundirse lentamente. Continuó dándole dulces besos en la mejilla, seguidamente en el cuello y continuó por los hombros. Sacó la lengua de forma feliz y continuó apretando sus pechos.
- Espero que te esté gustando, Alice-chan. Me estoy esforzando al máximo. – Dijo entonces mientras continuaba realizando aquellos movimientos pervertidos.
Técnicamente lo estaba haciendo desde el punto de vista médico, aunque debía admitir que había lujuria en sus actos. Pellizcó de nuevo las zonas sensibles de la osita mientras volvía después a los temas principales. Los giró de nuevo en sentido de las agujas del reloj. Finalmente le dio la vuelta dejándola bocarriba. Se sentó en su abdomen y dejó las manos de nuevo en sus senos. Le dedicó una dulce sonrisa y ahora empezó a masajearlos con más fuerza mientras la miraba directamente a los ojos. Presionó un momento en su hombro y pasó una mano por su mejilla, después volvió al tema. Mientras continuaba jugando con ella la miró a los ojos con mucha ilusión.
- Voy a dejarte tan relajada que no tendrás fuerzas para moverte cielo, y creo que eso significa una cosa. Tu relajación será tu perdición. – Mencionó guiñándole un ojo mientras se inclinaba hacia ella. Estuvo a nada de besarla, pero entonces rio un poco a milímetros de su boca y se separó. Apretó sus pechos y la miró de forma juguetona.
Alice Branwen
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En retrospectiva, puede que la pelinegra haya tenido un poco de culpa, pero no le iba a culpar. A lo mejor se le olvido y todo, pero culpa ella no lo tenía. Con el grito que pegó, pese que fue bien recibido por la albina, no pudo evitar llevarse las manos a los oídos por algunos segundos. Si bien ser una zoan tenías sus ventajas, para otras cosas no lo era. En esta ocasión, tener un oído más desarrollado que el resto le pasó un poco la cuenta. Al cabo de unos segundos, suspiró y sacó sus manos de allí. Aún oía algo parecido a un pitido (reacción normal cuando el tímpano recibía mucho), pero ya se iba en retirada. Luego de un minutos aproximadamente, su audición había vuelto a la normalidad. Algo más sensible que antes, aunque no le afectaría mucho. Salvo si alguien se decidiera por grita de nuevo... Ahí si ya sería mucho. Dependiendo del volumen, podía incluso llegar a sangrar de allí. A veces tener los cinco sentidos aumentados, no era tan beneficioso como uno creía.
Por suerte, aquello fue anulado cuando su novia empezó a manosear sus senos de nuevo. Ya acostumbrada a la sensación, tan solo se ruborizó y río un poco. Le daba algo de cosquillas esos movimientos que hacía Hinori con su mano. El placer venía cuando los hundía y tocaba sus botones rosados, ahí si ya no podía evitar gemir. Escuchó entonces sus palabras, movió su cuello para poder mirarla y le dedicó una dulce sonrisa... Pese a que tan solo quería tomarla allí mismo. Se veía demasiado tentadora encima suya, más viendo que tan solo se encontraba en ropa interior. Además, dicha ropa le quedaba pequeña. De milagro no se le veía todo.
– No te preocupes. Me está gustando, Hime-chan – le respondió.
Hinori le dio la vuelta y ahí si tenía visión de la perfección hecha persona. Inconscientemente se relamió y sus ojos tomaron un brillo especial que solo se noto la noche anterior en medio de sus... actividades. Escuchó sus palabras y arqueó una ceja. La pelinegra se estaba metiendo en un territorio peligroso, sabiendo muy bien lo que sucedió la última vez. Chasqueó un poco su lengua y sonrío con algo de malicia. Ambas sabían que era un juego, de todas formas.
– Ara, al parecer alguien no aprendió la lección la última vez – dijo dulcemente, que se podía notar un deje de peligro en su tono.
Sin decir nada más, aprovechó la posición para subir sus manos hasta su espalda. Allí, de un movimiento, desabrochó la prenda y dejó que cayera al no tener soporte. Se mostró inocente y luego empezó a jugar un rato con su delicioso trasero. Viendo la posición, eso era algo que la pelinegra no podía hacer. Masajeó todo lo que pudo, usando sus conocimientos médicos para aquello. Luego subió por las costillas hasta llegar a sus pechos. Allí sin piedad empezó a atacar, repitiendo los mismos movimientos que usó su novia. Moldeaba, presionaba y acariciaba, mezclando dureza con suavidad...
Por suerte, aquello fue anulado cuando su novia empezó a manosear sus senos de nuevo. Ya acostumbrada a la sensación, tan solo se ruborizó y río un poco. Le daba algo de cosquillas esos movimientos que hacía Hinori con su mano. El placer venía cuando los hundía y tocaba sus botones rosados, ahí si ya no podía evitar gemir. Escuchó entonces sus palabras, movió su cuello para poder mirarla y le dedicó una dulce sonrisa... Pese a que tan solo quería tomarla allí mismo. Se veía demasiado tentadora encima suya, más viendo que tan solo se encontraba en ropa interior. Además, dicha ropa le quedaba pequeña. De milagro no se le veía todo.
– No te preocupes. Me está gustando, Hime-chan – le respondió.
Hinori le dio la vuelta y ahí si tenía visión de la perfección hecha persona. Inconscientemente se relamió y sus ojos tomaron un brillo especial que solo se noto la noche anterior en medio de sus... actividades. Escuchó sus palabras y arqueó una ceja. La pelinegra se estaba metiendo en un territorio peligroso, sabiendo muy bien lo que sucedió la última vez. Chasqueó un poco su lengua y sonrío con algo de malicia. Ambas sabían que era un juego, de todas formas.
– Ara, al parecer alguien no aprendió la lección la última vez – dijo dulcemente, que se podía notar un deje de peligro en su tono.
Sin decir nada más, aprovechó la posición para subir sus manos hasta su espalda. Allí, de un movimiento, desabrochó la prenda y dejó que cayera al no tener soporte. Se mostró inocente y luego empezó a jugar un rato con su delicioso trasero. Viendo la posición, eso era algo que la pelinegra no podía hacer. Masajeó todo lo que pudo, usando sus conocimientos médicos para aquello. Luego subió por las costillas hasta llegar a sus pechos. Allí sin piedad empezó a atacar, repitiendo los mismos movimientos que usó su novia. Moldeaba, presionaba y acariciaba, mezclando dureza con suavidad...
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Las palabras de la albina hicieron a la morena tragar un poco de saliva, pero esta vez mantuvo la mirada al mismo tiempo que sonreía de forma juguetona. Esta vez no iba a permitir que la albina se saliese con la suya de ninguna forma. Sus perlados ojos observaban a su presa bajo ella y sabía de sobra que ella planearía algo. La pequeña tenía ansias de dominación, pero no podía permitir que esta vez quedase ella esclavizada bajo los senos de su amante. Remontaría el combate y lograría que esta vez fuese ella la que suplicase todo el tiempo que no parase. Hinori lo tenía decidido y por ello empezó a planear su siguiente jugada. Pensó unos segundos, pero entonces la agente fue algo más rápida que ella.
Notó el sujetador caer y eso provocó que quedara desprotegida de cintura para arriba. Tenía las braguitas de ella puestas, por lo que esa zona estaría a salvo. Notó entonces sus manos masajearle los glúteos y por ello no pudo evitar morderse el labio inferior. Siguió incluso hasta subir a sus pechos y notó la imitación de lo que ella hizo. Se sentía demasiado bien y por unos momentos se dejó caer sobre ella rindiéndose ante su dueña. Soltó un quejido de gusto y pidió más mimos mientras ronroneaba. Entonces recordó que iba a caer en las garras de la dominante… Abrió los ojos como pudo y la miró de nuevo de forma dulce.
- Se ve que el castigo no ha conseguido domarme del todo, osita… Me temo que ahora eres tú la que va a caer en mis garras, amor mío.
Hinori estaba totalmente descansada. Activó sus alas y tomó a la joven de la cintura en peso. Colocó la espalda de ella contra la pared y sin pensárselo unió sus labios a los de ella. Empezó a besarla con ganas mientras colocaba sus manos en el trasero de ella y la alzaba. Su lengua trató de enredarse con la suya mientras pegaba la entrepierna a la de su amante. Con apenas unas braguitas, haría un contacto bastante excitante con ella. La pudo sostener con una sola mano debido a su fuerza. Con la otra azotó su culito varias veces y buscando provocarla al máximo. La envolvió con sus alas mientras la besaba para que no escapase y después susurró contra su boca.
- Olvídate de dominar, osita… Ahora eres mi sumisa…
Notó el sujetador caer y eso provocó que quedara desprotegida de cintura para arriba. Tenía las braguitas de ella puestas, por lo que esa zona estaría a salvo. Notó entonces sus manos masajearle los glúteos y por ello no pudo evitar morderse el labio inferior. Siguió incluso hasta subir a sus pechos y notó la imitación de lo que ella hizo. Se sentía demasiado bien y por unos momentos se dejó caer sobre ella rindiéndose ante su dueña. Soltó un quejido de gusto y pidió más mimos mientras ronroneaba. Entonces recordó que iba a caer en las garras de la dominante… Abrió los ojos como pudo y la miró de nuevo de forma dulce.
- Se ve que el castigo no ha conseguido domarme del todo, osita… Me temo que ahora eres tú la que va a caer en mis garras, amor mío.
Hinori estaba totalmente descansada. Activó sus alas y tomó a la joven de la cintura en peso. Colocó la espalda de ella contra la pared y sin pensárselo unió sus labios a los de ella. Empezó a besarla con ganas mientras colocaba sus manos en el trasero de ella y la alzaba. Su lengua trató de enredarse con la suya mientras pegaba la entrepierna a la de su amante. Con apenas unas braguitas, haría un contacto bastante excitante con ella. La pudo sostener con una sola mano debido a su fuerza. Con la otra azotó su culito varias veces y buscando provocarla al máximo. La envolvió con sus alas mientras la besaba para que no escapase y después susurró contra su boca.
- Olvídate de dominar, osita… Ahora eres mi sumisa…
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