Winter Days [Pasado](Alice-Hinori)[+18]

Al final no iba a poder tener las riendas ni una sola vez. La joven empezó a sentir los intensos besos y caricias de la joven, lo que provocó que ella misma cerrase los ojos de forma violenta. Soltó un par de suspiros de gusto y después la aprisionó un poco más con sus alas. Debía tener a su chica bien atendida. Trató de imponer su lengua sobre la de la peliblanca y entonces notó aquellas caricias tan rápidas. Ella no podía defenderse al tener disponible solo una mano y encima la velocidad de la joven era enorme. No pudo evitar gemir un poco en su boca y después notó la caricia del pie en su zona íntima y no pudo evitar gritar un poco contra la lengua de la albina. Algo de saliva se le escapó y no tardó en abrazarla con fuerza.

Por unos momentos se dejó hacer por ella y sonrió de forma un poco sumisa, pero finalmente negó un poco. La morena se apartó saltando hacia atrás y quedó a cuatro patas sobre la mesa. Sus alas se extendieron y su mirada se tornó seria sobre la peliblanca. Estando tan solo con una prenda, parecía una escena demasiado erótica. Como una Ángel bajadas de los cielos a tomar al elegido entre sus pechos, elegida en este caso. La luchadora miraba a la peliblanca desde la mesa y un sonrojo increíble tornaba su rostro. Tragó saliva y finalmente apretó los puños tomándose aquello como una especie de batalla con su amorcito.

- N-no voy a caer… Ha sido un buen truco, pero esta vez la victoria es mía, Shirohime. Vas a sucumbir ante tu domadora… Osita…

Hinori entrecerró los ojos y sin pleno aviso se lanzó a toda velocidad hacia ella. Trató de abrazarla y besarla de nuevo, pero esta vez intentaría agarrar las manos de ella usando las suyas propias. Si lo lograba la tendría de nuevo contra la pared y esta vez sin poder hacer de las suyas. Sus alas se movieron de forma que trataría de mantener las piernas de la albina quietas. Entonces ella separaría su rostro de su chica y la miraría a los ojos de forma algo sonriente.

- Suplica por tu domesticación y te prometo que te haré babear del gusto.

Ella trató entonces de pasar al cuello de la albina. Empezaría a succionar de la mejor forma posible y mantenerla agarrada al mismo tiempo. Entonces empezaría a formar una marca enorme en el cuello de su pequeña, también intercalaría mordiscos algo intensos para hacerla sentir mejor. Había bajado la guardia y casi se vio dominada, pero esta vez la victoria sería suya a cualquier precio.

La batalla estaba siendo bastante complicada. La albina sabía jugar sus cartas bastante bien y la morena por mucho que se esforzase, lo estaba teniendo demasiado difícil. La tenía arrinconada y continuaba mordiéndola y marcándola como suya. Estaba dejando claro que la peliblanca era su terreno de caza y que aplastaría a todo aquel que entrase allí sin permiso. Aquello iba tanto para mujeres como para hombres, incluso metía a los okamas en el saco. Alice era tan solo para ella y no pensaba dejar que nadie la tocase nunca, al menos no en ciertas zonas. Sus labios le pertenecían a ella, su pecho, sus manos, aquella zona… Vamos, que era suya totalmente. Tampoco dejaría que nadie le echase piropos si no era ella. Pobre del que la llamara tía buena en su presencia.

Se distrajo un poco con sus pensamientos y no pudo darse cuenta de lo que pasaba. Alice a besó de nuevo, pero esta vez estaba ocurriendo algo distinto ¿Qué tenía en su boca? La velocidad de la lengua de la albina era sorprendente. Trató de luchar con ella lo mejor que pudo, pero le estaba resultando imposible. Seguir aquella velocidad era una proeza que no podía hacer. Incluso notó su propia saliva ser tragada sin poder echarla en la boca de ella. Se ruborizó de golpe sin poder hacer nada y cerró los ojos de forma inocente mientras escuchaba sus palabras. Podía dominar la zona de arriba, pero ella estaba retenida de manos y piernas. Hinori entonces trató de hablar contra su boca.

- Te recuerdo que yo puedo usar mis piernas…

Las alas de la morena se extendieron un poco mientras presionaban las piernas de Alice. De esa forma, abriría un poco a la joven y la dejaría “abierta”. Justo en ese momento, la luchadora estiraría su rodilla hacia arriba y dejaría los dedos sobre la prenda de su amante. Ser una luchadora centrada en velocidad y fuerza la hacía muy ágil. Trató de enganchar la prende la peliblanca con los dedos de los pies y entonces bajarla. Si lo lograba empezaría a frotar su rodilla contra aquella zona mientras una sonrisa se formaba en su rostro.

- Mmmm… Has perdido, cielo… No creo que puedas hacer nada para someterme en este estado…

La morena continuó usando su lengua de forma torpe contra ella. Frotaba la rodilla lo mejor posible, pero debido a la lucha en la boca no pudo evitar suavizar el agarre de las manos de ella e hizo mucha menos fuerza. Tampoco quería hacer daño y se lo estaba pasando realmente bien en aquella batalla por ver quién era capaz de vencer a la otra en dominaciones. Si había logrado que Alice no se escapase, la miraría a los ojos separando su boca de la de ella y juntaría ambas frentes mientras mostraba una expresión dulce, pero un poco siniestra.

- Ara… ¿Has aceptado ya tu destino? Uke-chan…

La morena no pudo evitar sonreír de forma victoriosa. La pelea sexual estaba llegando a su fin y ella tenía a la peliblanca contra las cuerdas. Sus alas le estaban sirviendo de una forma que no había imaginado antes y eso la hizo ponerse bastante contenta. Al fin le devolvería a ella lo que pasó hacía ya dos noches, o una… Con el tiempo que estuvo durmiendo no se dio cuenta. Escuchó el gemido de ella, el cual fue música para sus oídos. La miraba de forma dulce, pero al mismo tiempo con malicia. Quería mostrarle que esta vez la presa era ella. Le dio algunas caricias en el pelo y después algunos besos en la mejilla. Ante todo la trataba con cariño. Estuvo a punto de agacharse a hacer de las suyas allí abajo, pero entonces el grito de ella la hizo ladear la cabeza de forma confusa.

El tamaño de su amante empezó a ser tremendo. No tardó en soltar sus manos y mirarla asombrada. La morena no podía creer lo que estaba pasando. Aquel enorme oso blanco era hermoso cuanto menos, pero se quedó algo pensativa ¿Por qué? Eso era trampa. Hinchó un poco los mofletes y entonces cayó de espaldas, quedando las patas de la osita a su lado. La miró a los ojos con una sonrisa amable y no pudo evitar estirar la mano hacia ella. Sintió la lamida y no pudo evitar reír un poco, aunque se encontraba todavía confusa. Entonces fue cuando pasó aquello. Observó la nueva forma de la albina y quedó asombrada. Era muchísimo más juguetona y además se veía bastante sexy. Entonces notó sus manos ser aprisionadas. Al ver que las partes intimidas estaban tapadas, supuso que el juego había terminado. Ella continuaba con sus pechos al descubierto. Ella se disculpó y continuó lamiéndole, parecía muy feliz.

Hinori empezó a reír con ella de forma dulce y le acarició la nariz con la suya propia. Después de unos momentos le pidió permiso para mover sus manos, no creía que ella se negase. Cuando lo hizo le acarició la cabeza muy despacio. Era como si estuviera haciéndole un pequeño masaje. La morena entonces notó una extraña sensación. Se había quedado con todo el calentón. Tal vez necesitaba meter el rostro en la nieve para que se le pasase. Tragó un poco de saliva y tras darle un pico a la osita se colocó en pie. Sus alas desaparecieron despacio y ella avanzó despacio hasta el cuarto. Se colocó su sujetador, su pantalón y su sudadera. Después de aquello llegó de nuevo a la sala y miró a la albina con dulzura. Agachó la cabeza en señal de disculpa y después le habló.

- Quería disculparme cielo. Ya me di cuenta de que no te gusta ser dominada. El haberte convertido para evitar que te controlase, las lamidas juguetonas y el cambio de ambiente. Perdóname, por favor. Tú sumisa no volverá a ser mala.

Lo dijo con un tono sincero, realmente estaba arrepentida. Lo último que deseaba era que Alice se molestase con ella. También estaba un poco apenada por no haber podido pasarlo bien con ella ahora que estaba descansada y podía disfrutarlo. La joven le hizo de nuevo una reverencia y después la miró con cariño. Si tenía que someterse siempre así sería. Cuando estuvo a punto… Esa transformación… Fue algo de trampa, pero le daba lo mismo, la quería. Abrió la puerta que daba al exterior y entonces la miró de nuevo.

- Voy a ir a hacer la compra. Tan solo hay galletas y quiero prepararte algo rico. No tardaré mucho en volver, espera que vuelva. Te amo, y discúlpame de nuevo. – Dijo avergonzada y agachando la cabeza antes de salir.

Finalmente, la morena salió por la puerta y empezó a caminar despacio hacia las escaleras con la cabeza un poco agachada y en silencio.

La pirata notó una extraña sensación. Era como si la hubiesen cogido en peso a una velocidad que ni ella misma pudo percibir. Se dio cuenta de que se trataba de la albina. Sus ojos se abrieron algo más de la cuenta al ver que la secuestraba de nuevo hacia dentro. Notó su cuerpo caer contra la cama y cuando estuvo allí, la chica se le echó encima de una forma asombrosa. La morena tragó saliva sin saber lo que estaba pasando. Tan solo podía esperar a ver lo que ocurría. Su rostro era inocente como de costumbre. Esperaba que no quisiera tomarla, no le apetecía y no podría decirle que no. Entonces Hinori abrió la boca y los ojos más de la cuenta ¿Lágrimas? La furia de la luchadora había estallado. Su mirada dulce mostraba una seriedad desmesurada. Era como si se hubiese convertido en una persona distinta.

La morena escuchó las palabras de ella en silencio, continuaba cabreada al verla llorar. No sabía que iba a tener esa reacción y por unos momentos sus ojos se volvieron fríos como el hielo. Era una Markov después de todo. Su instinto asesino había surgido por primera vez. Incluso la cama tembló un poco cuando se puso así. Notó el beso y las caricias en su mejilla. Lo había sentido y se había quedado bastante a gusto con él. Después de unos momentos fue ella quien habló, pero su tono parecía demasiado serio.

- No tienes la culpa de nada. Los juegos son muy buenos entre las parejas, pero hay que saber cuándo perder y cuando no. Dejando ese estúpido tema a parte…

Los ojos de la morena la miraron sin compasión. Era como si estuviese ardiendo por dentro y no pudiera decir nada. Escuchó los gruñidos de su boca y entonces fue cuando pegó su frente a la de ella. Cerró los ojos despacio y acarició sus cabellos con cariño. Sus uñas rascaron un poco su cabeza de forma calmada y después fue cuando tomó aire. Lo soltó después como si un ejercicio de relajación fuese y acto seguido abrió sus ojos de nuevo. La frialdad se había ido, pero continuaban siendo bastante serios. Tomó las mejillas de ella con ambas manos y la miró al mismo tiempo que movía su nariz contra la de ella.

- Solo te pediré una cosa… No quiero verte llorar por pena nunca más. He sentido el dolor más grande de mi vida hace apenas cinco segundos. Las lágrimas de la persona más bella del mundo no deben derramarse por lástima. – Hinori juntó sus labios con los de ella y después de unos momentos la abrazó de forma posesiva. Jugó con la lengua de la albina, pero parecía hacerlo de forma salvaje.

Lo siguiente que hizo fue tratar de rodar y quedar sobre ella. Colocaría cada mano a un lado de su cabeza y la miraría con seriedad. Sus cabellos cayeron sobre el rostro de la albina y la pirata se mantuvo en aquella faceta. Era como si se hubiese convertido en una persona totalmente distinta. No estaba tratando de dominarla ni nada por el estilo, estaba en su modo serio.

- Aplastaré a todo aquel que te haga llorar, incluida a mí misma. Te amo, Alice. Te has convertido en menos de dos días en la razón por la que continúo respirando. Si algún día he de morir, será porque a ti te pase algo e iré contigo a ese sitio que nos espere. Pero mientras ambos continuemos vivas, voy a hacerte olvidar todo tu pasado y tus problemas. Voy a luchar porque cada día te levantes con una sonrisa verdadera y termines durmiendo con otra similar. Tu felicidad es la mía y voy a luchar por eso con todas mis fuerzas.

Ella misma sabía lo cruel que era el mundo y que cualquiera podía morir de un momento a otro. Pero ella no dejaría nunca sola a su osita de ninguna forma. La terminó abrazando con suavidad, acariciando su pálido cuello con las manos y besándola de nuevo. Esta vez fue un beso algo más dulce y suave. Ni si quiera usó la lengua. Se dedicó a dar besos sobre sus labios una y otra vez, mordiendo de vez en cuando el inferior de ella. Tras unos momentos rodeó su cintura empezando a hacer los besos más profundos. Esta vez sí usó su lengua, pero no para luchar. Trató de acariciar la de ella con mucha suavidad, para después continuar abrazándola y dejarla debajo de ella. Al fin y al cabo, era la mayor y además, más alta. Sus alas blancas surgieron de nuevo y la envolvieron. Se metieron por debajo de la espalda de la osita y la arroparon, pegándola un poco más a la morena.

- Espero haberlo dejado claro… Mí Shirohime…

Clavó sus perlados ojos de nuevo en ella, sintiendo unas ganas sobrenaturales de querer protegerla de cualquier cosa. Miró con desconfianza hacia los lados. Ella era la más apasionada y sádica en temas sexuales, no iba a negarlo nunca. También sabía ser la que más destacaba. Su sola belleza era prueba de ello. Pero, incluso Hinori guardaba un poder oculto. Se convertiría en la guardaespaldas de su amor si hacía falta. La luchadora era muy protectora y no le importaba que ella fuese una agente del gobierno. Algo le decía que en fuerza podía vences, sobre todo usando todas sus canalizaciones. Le dio un pico suave y de nuevo la abrazó mientras sus alas la envolvían como si de una capullo de mariposa fuese.

- Siempre mía…

Dejando de lado sus palabras por el momento, no pudo evitar querer echarse para atrás y al mismo tiempo, acercarse más a Hinori. Su mirada era seria y no podía ver las emociones que sentía su ángel ahora. Una parte de ella le decía que tuviera miedo de la pelinegra, pero otra la impulsaba acercarse a ella y no despegarse nunca. Eran sensaciones raras y contradictorias entre sí, pero de algo estaba segura. Por algún motivo, la pirata no representaba un peligro... al menos no para ella. Era más, solo sentía que quería protegerla. Se acercó un poco más y en eso su novia pegó su frente con la de ella. Sentía las caricias en su cabeza y no pudo evitar que cerrar sus ojos, al tiempo que sus orejas se movían sin poder controlarlas. Al estar con sus instintos, sentía cada caricia como si de un animal se tratara. Es decir, placenteras y queriendo recibirlas todo el rato. Lentamente una sonrisa se formó en su rostro, pero luego frunció un poco el ceño cuando se separó. Y tanto que lo estaba disfrutando...

Escuchó entonces sus palabras y no pudo evitar bajar un poco su cabeza. No quería hacerla sentir mal, pero su sensibilidad estaba a tope hoy, por alguna razón. No pudo evitar seguir pensando en eso, de todas formas. Sintió los labios de la pelinegra en los suyos, su lengua entrando y jugando con la suya propia de forma salvaje. Inconscientemente respondió de igual forma, dejándose guiar por sus instintos animales. No quería dominarla ni mucho menos. Tan solo quería recibir amor por parte de ella y responderle de igual forma. ¿Era esto de lo que hablaban su madre e Irene? Si era así... se alegraba entonces de haber esperado todos estos años. Tan solo debía encontrar a su media naranja, a su otra mitad. Y ahora por fin la había encontrado.

Escuchó entonces sus palabras y no dijo nada por algunos segundos. Fue como si de un segundo para otro hubiera perdido todas sus emociones y tan solo quedaba con un semblante vacío, blanco. Lentamente lágrimas volvieron a caer de sus ojos y no pudo evitar mirar hacia abajo por algunos segundos. A simple vista parecía como si eso la hubiera vuelto a poner triste, cuando era todo lo contrario. Eran las palabras más bellas que alguien le había dicho en su vida. Ni siquiera Irene y su madre, que en paz descansen, la habían tratado de forma similar. Su mente era un mar de emociones, tanto que su transformación terminó por desaparecer al no poder controlarla. Recibió entonces el beso de Hinori e instintivamente pasó sus manos por su cuello. Notó su lengua al cabo de unos segundos, pero no con agresividad. Alice respondió de igual forma, dejándose llevar por el momento.

Por el rabillo del ojo vio como las alas aparecían de nuevo, pero le daba igual ahora. Se sentía protegida así y no quería que la sensación desapareciera. Se estremeció al sentir las alas de energía en su cuerpo. Si, en verdad no quería perder todo esto que se encontraba sintiendo. Se separaron y ambas se vieron directamente a los ojos. Sus orbes se abrieron un poco al ver que tenía lágrimas todavía en sus ojos por sus palabras, pero su propia sonrisa dejaba en claro que no eran de tristeza.

– No te preocupes – le dijo suavemente le sonría tímidamente. – Esta vez son de alegría – clarificó por si volvía a poner el semblante serio de antes.

Negó un poco con la cabeza y atrajo más el cuerpo de Hinori hacia el suyo. Se encontraban abrazadas el una con la otra, y Alice tenía sus ojos cerrados. Con su mano acariciaba los cabellos de su novia, mientras intentaba relajarse.

Hinori mostró una sonrisa algo calmada cuando la vio llorar de alegría esta vez. La abrazó con cariño y cerró sus ojos mientras se acomodaba en ella. Siempre de ella, era de su propiedad. La morena se quedó unos minutos echada sobre ella mientras disfrutaba de su cuerpo. Era maravilloso poder acariciarlo y sentirlo así. Con la suavidad de su sudadera y el contacto de Alice, se sentía en el cielo. Sus alas acariciaban a la agente de forma dulce y protectora. Pasados unos segundos desaparecieron totalmente. Le dio unos cuantos besos más asintiendo a sus palabras y finalmente la besó con cariño en su boca. Se separó despacio después de unos segundos y se colocó en pie. La joven entonces la miró allí echada y sintió ganas de echarse sobre ella.

- Mi pequeña…

Pudo decir mientras sonreía de forma dulce. La morena entonces recordó algo y metió la mano en su bolsillo. Era una suerte que nadie había robado aquello mientras dejó su ropa en los balnearios. Sacó una especie de tarjeta plastificada con algo de agua por encima. El calor había formado vapor y ahora éste se había enfriado y quedado así. Lo retiró despacio y miró con cuidado. Se trataba de una nueva receta que estaba aprendiendo a hacer. En ella estaban los ingredientes solamente, pues la explicación continuaba en la cabeza de la luchadora. Mostró una expresión calmada y después se quedó mirando tranquilamente a su chica. Le sacó la lengua a modo de broma y le habló.

- Como iba diciendo antes de tu secuestro, voy a ir a comprar. Quiero prepararte una cena especial esta noche antes de que tú seas mi postre ¿Te apetece venir conmigo? – Preguntó al mismo tiempo que le guiñaba el ojo despacio.

Entre los ingredientes iba a coger nata, sirope de chocolate y demás cosas eróticas aunque no estuviesen en la receta. Aquello era para su postre personal, que iba a ser la chica de cabellos blancos. Pensó un momento todo lo que iba a lograr y después esperó la respuesta de su chica. La miró a los ojos con calma esperando a que ella dijese algo. Entonces la morena se llevó el dedo índice a la boca y lo lamió unos segundos. Después de aquello la volvió a mirar con una calma asombrosa y sonrió.

- Si vienes te compraré los mejores dulces que haya en el mercado…

Una sonrisa maliciosa se formó en su rostro cuando dijo aquello. Por lo que había notado, a su amorcito le encantaban aquellas cosas y estaba segura de que se moriría de ganas de comerlos todos sin compasión alguna.

Justo cuando Hinori iba a quitarse la sudadera para dársela, ella se fue y apareció lista. Mostró una expresión dulce y asintió con la cabeza. No pudo evitar ruborizarse un poco cuando ella enroscó su brazo con el suyo. No quiso atravesar la puerta. Se frenó en seco y la miró a los ojos con una sonrisa. Quería admirar su belleza un poco antes de salir. Sus ojos azulados fue lo primero de todo, lindos como el cielo. Sus cabellos lo siguiente, hermosos como la nieve. Admiró su nariz, sus labios, su barbilla y finalmente el cuerpo. No pudo evitar suspirar como una colegiala admirando al amor de su vida. Tras unos momentos salió por la puerta junto a su pequeña. Era suya, de su propiedad y por ello la pegó más hacia su cuerpo.

Por el camino estuvo fijándose en las hermosas vistas que daba el reino de la nieve. Era sin duda un espectáculo. Disfrutándolo con ella a su lado era mucho más hermoso. Sus perlados ojos pegaban mucho con la nieve. Tras unos cinco minutos paseando con ella del brazo, acaparó muchísimas miradas. Los hombres sonreían más de la cuenta, pero las mujeres fruncían el ceño como si estuviesen haciendo algo mal. De hecho, en la puerta del supermercado, una mujer de unos cuarenta años las observó con asco. Hinori apartó el brazo de la albina entonces y miró a otro lado ¿Miedo? Los cojones. La puso contra la pared del edificio y le metió el mayor morreo que la había dado nunca. La mantendría así unos diez segundos. Intensos, bestias, pero con mucho amor.

- ¡Es mi novia!

Le gritó de forma orgullosa a la mujer, la cual se fue mosqueada. La morena miró de nuevo a la albina y le guiñó el ojo, tomando de nuevo su brazo y pegándola a ella. Entró en el enorme local con una sonrisa de oreja a oreja y después separó su mano de ella muy suavemente. Le acarició la mejilla con mucho cariño y después la miró.

- Si nos dividimos terminaremos mucho antes. Coge todos los postres que desees, no te cortes. Yo iré por los ingredientes de la cena y por unas cosas para lo que tú elijas. Recuerda coger mucha harina, sabores y azúcar. Nos reuniremos aquí en quince minutos.

En cuanto le dijo aquello le dio un leve pico en los labios y comenzó a caminar por otro pasillo. Activó su haki de observación y lo fijó en ella. La amaba tanto que incluso la quería tener vigilada, podía ser egoísta, pero era por protección. Ella empezó a meter en el carro varios tipos de carnes, de verduras y algunos ingredientes. Cogió la nata, el sirope y algo que tal vez usaría tras la cena. Mostró una sonrisa maliciosa y tomó algunos afrodisiacos. Un momento ¿Aquellas cosas se vendían allí? Bueno, le dio lo mismo. Pensaba torturarla un poco y después hacerle el amor como nunca. Pasados los quince minutos, fue hacia la zona en la que habían quedado.

- ¡Amor mío! – Gritó en mitad de todo el mundo sin importarle nada.

La morena sonrió al ver a la albina aparecer con su carro. Justo entonces pensó en salir corriendo con todo en brazos, pero no quería meterla a ella en problemas. Usó el dinero que tenía y después salió a fuera con las bolsas. Debido a las riquezas de los Blue, estaba forrada, pero como nunca usaba dinero…

- En cuanto lleguemos a casa y soltemos todo podemos hacer algo divertido. – Mencionó al mismo tiempo que le devolvía una sonrisa amigable.

La morena entonces estuvo todo el camino mirando al frente junto a su chica. Las bolsas no pesaban para ella y sabiendo que su amante era una osa, tampoco. A los osos les gustaba mucho la miel y eso hizo que Hinori sonriese de forma un poco siniestra. Tenía pensado mezclarla con los afrodisiacos y encima meter unas cuantas cosas para anular el olor. Dejaría uno mucho más intenso para cancelar el magnífico olfato de ella. Así lo hacía con Dexter al cocinar. Continuó disimulando y lo siguiente que hizo fue estirarse un poco. Finalmente, pudo ver frente a sus ojos el sito donde se estaban alojando. Sonrió de forma dulce y entró junto a ella.

Dentro de la casa dejó las bolsas sobre la mesa y después se fue un momento al dormitorio. Se quedó mirando la cama, la cual estaba deshecha. Miró un poco hacia la albina y después de nuevo al colchón. Hizo aquello repetidas veces y finalmente se relamió un poco. Tenía que dejar de pensar en montárselo con Alice cada cinco minutos. Se estaba volviendo adicta a ella sin saberlo. Volvió a activar sus alas blancas y estas se movieron un poco. Las estaba usando bastante para adaptarse mejor a ellas. La energía poder solidificarse a voluntad y eso le gustaba bastante. Tal vez podía lanzar sus ondas de choque por ellas.

- Alice-chan… Voy a prepararte algo rico ahora, me han dado ganas ¿Me esperas en el salón? Quiero que sea una sorpresa. – Mencionó con un tono de voz dulce.

Pensaba violarla de nuevo, no podía evitarlo. Le dirigió una mirada amable y después caminó hacia ella. Le acarició la mejilla despacio con su mano y después de aquello le dio un suave beso en los labios. Este fue distinto a los anteriores. Se quedó unida apenas dos segundos, pero lo suficiente para poder morderle a ella el labio inferior y susurrar.

- Adictiva…

Cruzó al otro lado de la cocina con una sonrisa. Su tono cuando lo dijo fue algo más serio, como si hubiese planeado excitarla con la voz, pero eso para ella era imposible. Hinori finalmente empezó a sacar ingredientes y dejó la puerta entornada. Se remangó la sudadera y sacó los cuchillos de cocina. Tenía muchísimo manejo con ellos y era el momento de demostrarlo. Los lanzó al aire y cuando bajaron los tomó con una gracia increíble. Empezó a cortar trozos de pollo enseguida. Mientras tanto puso el honor y preparó la hornilla. Sus alas estaban todo el tiempo activadas, las cuales se movían muy suavemente de un lado a otro.

Los movimientos de la morena con el cuchillo podían dar incluso un poco de miedo. Lo manejaba de una forma increíble y su sonrisa de calma podía poner los pelos de punta a quien estuviese allí con ella. Cortaba cada ingrediente con una precisión increíble. No tardó mucho en tener todo preparado. Sus alas habían estado extendidas todo el tiempo por si alguien trataba de mirar por detrás de la puerta o algo así. No tenía muchas ganas de usar su haki de observación en aquellos precisos momentos. Se relamió despacio y lo siguiente que hizo fue colocarlo todo en un carrito con especial cuidado. Finalmente, notó algo incómodo en la espalda. Sus alas desaparecieron en un pequeño resplandor de energía y sintió el cansancio acumulado. Chasqueó un poco la lengua al sentirse de aquella forma y lo siguiente que hizo fue suspirar un poco. Ya arreglaría aquello en un futuro.

El tiempo de formación de sus alas había terminado. Era normal teniendo en cuenta el tiempo que había pasado desde que las formó. Ahora tendría que apañárselas sin ella para llegar hasta el fondo de la domesticación de su osita. Salió por la puerta despacio y se quedó mirándola de forma dulce. Llegó hasta la mesa del salón y empezó a colocar los platos sobre ella. Había un enorme pollo asado, un poco de marisco, algunas entrantes como gambas y queso… También había hecho algo de pulpo y calamares. Finalmente dejó varios platos cerca de ella, en los cuales había pasteles de chocolate, nata y limón. Por último, un enorme bandeja de arroz con trozos de ternera y salsa de almendras. La joven preparó una silla para su amante frente a ella y después tomó asiento.

- La cena está servida, amor mío. – Dijo de forma dulce.

Cada pastel y la mitad del pollo que apuntaba hacia ella habían sido rociados con los ingredientes sexuales. Debido a la combinación que usó de aromas y demás, sería imposible distinguirlos, pues el marico se llevaba el olor más fuerte. También echó un poco en la parte de ella del arroz, pues por algo eligió el sitio y el orden en que los colocó. Ella no sentiría los efectos hasta media hora después, así podría disfrutar de la cena. Hinori estaba emocionada. Quería que ella dijese su opinión. Era una suerte que ella sabía anular sabores y por ello Alice no podría detectar nada raro de los afrodisiacos.

La pirata mordió un trozo de pollo y después se sonrojó debido a lo bueno que estaba. Amaba cocinar y probar sus platos. El humo saliendo de su boca debido a la temperatura, la textura de la carne y la salsa… Tuvo que parar un momento para acariciarse las mejillas. Estaba muy orgullosa de aquello y ahora miraba a su chica. Tomó dos vasos y los llenó de agua fresca, pues no sabía si su pequeña le gustaba el alcohol.

- Que rico…

La sonrisa de la morena se amplió cuando ella dijo aquellas palabras. Se dio por satisfecha entonces. Continuó comiendo arroz y trozos de pollo mientras sonreía todo el tiempo y disfrutaba de lo deliciosa que estaba siendo la cena. Cuando hubo terminado, pudo ver a la albina ir por los postres. Una sonrisa maliciosa se formó en su rostro mientras observaba a su presa. Era el momento, es más, debido a la hora, Alice estaría a punto de sentir los efectos. Debía estar a nada de empezar a humedecerse y estar muy excitada. Ella se relamió despacio y entonces mostró una expresión siniestra. Fue entonces cuando vio a la chica acercarse despacio hacia ella con los pasteles en el plato.

- “No jodas…” – Pensó ella al ver lo que planeaba su novia.

Los ojos de Hinori se abrieron como platos al escuchar sus palabras. Fue una mezcla de felicidad y miedo. Un sonrojo enorme apareció en su rostro al escuchar sus intenciones y ella entonces asintió feliz. Abrió la boca como una niña pequeña y se dejó dar de comer. Sabía de sobra que el efecto iba a tardar mucho en funcionar y a ella ya debía de estar haciéndolo. Por ese motivo, a ella la pillaría en mitad del polvo y se libraría. Ahora Alice estaba perdida, pues había comido de todo. Fue entonces cuando la luchadora terminó que su amante le diese de comer y se puso en pie.

- Bueno, creo que voy a irme un rato a limpiar todo esto… Puedes descansar mientras, cielo. – Mencionó de forma dulce dándole un beso en los labios.

Se dirigió entonces a la cocina con una sonrisa maliciosa. Se quitó la sudadera por el camino para estar más provocativa, quedando tan solo con el pantalón y un sujetador negro. Una vez estuvo en la cocina se puso a mirar la nata montada y el sirope. Se puso a leerlos muy despacio para ver unas cuantas cosas. Dio la espalda entonces a la albina y se entretuvo con aquello. Le gustaba saber las propiedades que tenía cada comida e ingrediente.

- “Alice debe de estar retorciéndose en el salón o en la habitación. Creo que debería dirigirme hacia allí y tomarla como mi pequeña…” – Pensaba con una expresión dulce.

Mejor decidió hacerse de rogar. Esperaría unos minutos más. Cogió algunos platos del carro y los metió despacio en el agua. Tras aplicar el jabón se puso tranquilamente a limpiar los platos de la mejor forma posible. Tenía que dejarlo todo bien limpio para por la mañana que se despertasen sin preocuparse por limpiar. Así dejaba todo hecho para poder ver una película mañanera o algo de aquel estilo. Era una buena idea y por ello sacó la lengua mientras continuaba pensando en cómo estaría la albina.

El sudor caía por la frente de la morena. Ya tan solo le quedaban dos platos por limpiar y todo estaría listo. El piso reluciente y podrían hacer lo que desearan con la casa limpia y todo oliendo a flores. Mostró una expresión dulce olvidándose totalmente de Alice. No recordaba lo de las pastillas y continuó a lo suyo. Terminó al fin con lo último y se pasó la mano por la frente. El calor la estaba agobiando un poco, pero ahora podría descansar por fin y… Oh, Alice. Era el momento de dominarla con todo su poder. Se relamió pensando en la escena de su chica postrada ante ella suplicando más y entonces rio por lo bajo. Era una idea demasiado tentadora y por ello en su rostro se formó aquella sonrisa siniestra.

Cuando se vio la vuelta se encontró de cara con la osita. Miró a su amante con una sonrisa maliciosa y entonces empezó a andar hacia ella de forma disimulada. Ella habría ido a pedir guerra y se la iba a dar. Ahora era su prisionera. Estiró la mano hacia la peliblanca y entonces ella disparó una sustancia gaseosa contra ella. Hinori abrió los ojos más de la cuenta y retrocedió un par de pasos. Cayó de culo al suelo y quedó con la espalda pegada al armario. Aquel olor lo había podido sentir antes en alguna tienda especial… Un maldito dial. Hinori entonces notó un rubor enorme subir por sus mejillas. Miró a la albina y después tragó saliva.

- No puede ser… Un dial es mucho más potente que unos simples medicamentos… Alice-chan, perdóname, yo no quería violarte ni nada parecido…

Tal vez decir aquello la delató por completo, pero ahora no podía pensar. Cerró las piernas con fuerza y después se quedó mirándola. Encima había tardado en venir, por lo que el efecto de los postres se había acumulado y ahora era algo mucho peor. Estaba en demasiada desventaja. Se colocó en pie como pudo y entonces abrazó a la albina. Le pegó de nuevo contra la pared, pero esta vez unió su frente a la de ella y empezó a jadear con fuerza. Cerró los ojos y acarició su cintura muy despacio.

- Ya no puedo seguir luchando… Te deseo demasiado, Alice-chan. Quiero estar toda la vida en una cama contigo, amándote y dándote mimos. No soy tonta, vamos a terminar desatándonos de nuevo ahora, pero antes de que eso pase déjame decirte que… Te amo.

Tras decirle aquellas palabras trató de cogerla en brazos y caminar hacia el cuarto. Entonces la arrojaría despacio a la cama y ella saltaría sobre su albina. Intentaría tomarla por las manos y entonces susurraría en su oído de forma siniestra.

- Esta vez me toca a mí ¿Vale? Tan solo di “Sí, Hinori-sama” – Entonces sin saber lo que ella diría, sacaría de su pantalón el bote de nata montada. Lo roció en su propia boca echándose una cantidad enorme y trató de besarla.

Estaba demasiado cómoda para abrir los ojos. Estaba soñando con un hermoso pastel con forma de Alice, el cual se comía de forma ansiosa. Luego ella llegaba a casa y se comía otro pastel, pero con forma de rata bailando. Ambas se convertían en caballos rosas y corrían por los campos cantando que eran ballenas con ojos. El sueño era demasiado raro, pero era lo que había. La noche anterior había domado a su princesa con éxito usando para ello su fuerza y encantos, pero sin pasarse. Recordó los gemidos tan dulces y aquellas súplicas. La hicieron sentir la mejor amante del mundo. Abrazó a la albina despacio y después de unos momentos sacó su lengua para lamerle la mejilla queriendo comerse otro pastel. Estaba demasiado rico y no dejaría que huyese de ninguna forma.

Abrió sus ojos despacio cuando escuchó su voz diciéndole que despertase, debido a que había amanecido. La joven de cabellos oscuros la miró a los ojos y por unos momentos asintió. De nuevo hundió su cabeza en el pecho de ella y continuó durmiendo en sus almohadas personales. Pasaron unas dos horas más en las que no hizo caso a nada. Finalmente, abrió sus ojos de nuevo y se encontró con su princesa allí. Se colocó en pie y después de unos momentos la miró allí tirada en la cama. Estaba desnuda como era normal y ella también. Cerró las piernas algo avergonzada por lo pasado y después le guiñó el ojo despacio. Lo siguiente que hizo fue mirar el reloj. Las once de la mañana.

- Yo creía que los osos dormían más, supongo que mi osita es especial. Hora de tu gemido mañanero, preciosa. – Mencionó antes de lanzarse hacia ella.

cuarenta minutos después…

- Bakka…

Susurró Hinori arrastrándose por el colchón hasta llegar a los pies de la cama y caer al suelo. Se veía que dominarla dos veces seguidas no fue fácil y de nuevo terminó sometida. Se limpió las comisuras de los labios de… ¿Saliva? A saber… La pobre miró a su chica ya en pie y jadeó un poco más. Después le sonrió de forma dulce.

- Voy a ducharme, después te preparé el desayuno, Shirohime-chan. – Le dijo sacándole la lengua.

Hinori se dio una ducha de las buenas. Había gastado dos botes enteros de gel en su cuerpo y uno de champú para su cabeza. Cuando salió se secó adecuadamente y se colocó el sujetador. Se puso su sudadera tras darle un rápido lavado y rociarla de colonia de coco. Se la puso remangándose para quedar en manga corta y en la parte inferior las braguitas azules. Al quedarle un poco grande la prenda superior, tapaba lo de abajo. Ella entonces salió bastante a gusto y después de unos momentos se dirigió a la cocina con una sonrisa.

- ¡Tu turno, cielo! – Gritó con ilusión.

Una gota de sudor bajó por su sien al ver que se volvía a dormir. Bueno... la dejaría descansar. Era lo mínimo que podía hacer luego de haber escuchado su relato de por qué no podía descansar bien. Por algunos instantes su mirada se ensombreció al pensar en esa rata, pero luego volvió a la normalidad. No, pensar en esa mierda contaminaría su mente y no quería eso. Un insecto así no merecía ninguna mención por parte de las personas. De hecho, era muy probable que su nombre fuera gafe y trajera desastres con el mero hecho de mencionar la mitad de su nombre. Pero bueno, ya no pensaría más. Tenía a una hermosa persona a su lado descansando y ella si merecía ser el receptor de todos sus pensamientos. Suspiró de alegría y rodeó su cuerpo con sus brazos, atraiéndola más hacia ella. Luego cerró los ojos y cayó nuevamente al mundo de morfeo. Viendo que no harían nada, descansaría un poco más en los brazos de su amante.

Al cabo de unas horas más, volvió a despertarse. Bostezó un poco y se dio cuenta que su princesa también esta volviendo en sí. Miraba tranquilamente, esperando a que estuviera completamente lúcida. Escuchó entonces sus palabras y arqueó una ceja, para luego sonreír de forma seductora. Ahora que los afrodisíacos no nublaban su mente, podía pensar y hacer cosas con mayor claridad. No iba a dejarse dominar dos veces seguidas. Sería un golpe directo a su orgullo...

Luego de cuarenta minutos, una victoriosa albina sonreía con suficiencia. Había ganado el tercer duelo y estaba relamiéndose par disfrutar del sabor de la pelinegra. Delicioso, realmente delicioso. Escuchó entonces sus palabras y sonrío. Descaradamente miró su cuerpo mientras ella se dirigía al baño. Si incluso un puchero se formó en su rostro cuando la perdió de vista. Bueno, ya tendría otra ocasión... Evidentemente. Literalmente parecía conejas de tantas veces que habían tirado. Cuatro veces y una quinta frustrada en tan solo dos días, casi tres. Al cabo de unos pocos minutos, su Kurohime salió del baño. Bufó por lo bajo e infló sus mofletes al ver que salí vestida. Oh, bueno. Ya no había nada que hacer.

Cuando pasó por su lado, una sonrisa maliciosa se formó en su rostro. Le dio una suave palmada a su trasero y rápidamente entró al baño. Vale, se dio cuenta que no era bisexual. Si tenía que ponerle un nombre, entonces sería hinorisexual. Se río un poco al pensar en ese nombre y entró en la ducha. Se lavó el cabello con delicadeza al igual que su cuerpo... Mientras pensaba en cuanto demoraría en volver a ensuciarse.

– Entonces, ¿qué hay para desayunar, cariño? – preguntó "inocentemente" mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba en el umbral de la puerta.

El porque su forma de actuar... fue más bien por su apariencia. Había decido abandonar su estilo conservador para darle un pequeño gusto a su novia con uno de los dos atuendos que compró. Sobraba decir que su atuendo no dejaba nada para la imaginación. Además de eso, se lizo un poco el cabello. Ya no era tan ondulado y se dio cuenta que era más largo de lo que aparentaba al estar lizo. Razón suficiente para amarrarlo en una cola de caballo con un listón morado.

Apariencia de Alice:

Hinori no pudo evitar tensarse cuando sintió aquella palmada en su trasero. Tragó saliva y después abrió los ojos como platos. Se mordió un momento el labio y después la vio entrar al baño. No era justo. Era demasiado perfecta para ser verdad. Suspiró deseando entrar con ella, pero no era plan de estar de nuevo… Bueno, luego repetiría. Estando en la cocina se quedó mirando la nevera y la abrió. Al haber ido a comprar con ella tenía allí los ingredientes. Mostró una sonrisa dulce y sacó los cartones de leche. También sacó arroz, atún, zumos, pan, mantequilla y tomate. Se relamió despacio y comenzó a cocinar de forma calmada. Se notaba muy ilusionada mientras lo hacía. Quería dar su mejor esfuerzo para que Alice pudiese disfrutar de un buen desayuno y empezase bien el día.

- ¡Allá vamos!

Al cabo de unos minutos tenía sobre la mesa algunos cuencos de arroz, las tostadas con mermelada y manquilla, el tomate picado con aceite y sal, vasos de leche y de zumo. Se limpió el sudor de la frente y se lavó las manos. Entonces notó una voz a su espalda. Cuando se giró pudo ver a la albina vestida de aquella forma y con aquel cabello tan mono. Hinori abrió la boca bastante y no tardó en ruborizarse por las pintas. Esperaba que solo se hubiese puesto así por ella, o le echaría la bronca. No la dejaría nunca salir a la calle de esa forma. Era suya y nadie más tenía derecho a ver aquel cuerpo tan perfecto. La morena se clavó de rodillas en el suelo y se quedó mirándola a los ojos fijamente mientras quedaba “hipnotizada”

- Alice-chan… E-estas preciosa…

No podía reaccionar. El hecho de ver así al amor de su vida le causaba extraños dolores en el estómago y sensaciones raras en el pecho. Estaba locamente enamorada de Alice. No le quitaba el ojo de encima y se hallaba arrodillada a sus pies. Era curioso que una pirata se sintiese amaestrada por una agente. La miraba embobada con una sonrisa feliz. Incluso se llevó las manos a la nariz creyendo que iba a sangrar y todo. Se levantó tímidamente y retiró una silla para que ella pudiese sentarse a desayunar. Le hizo una reverencia y después habló con un tono dulce.

- He preparado esto para ti ¡Espero que te guste mucho! – Gritó alzando el puño y mostrándole una sonrisa muy amplia.

Antes de que ella se sentase se acercó y colocó la mano en su mejilla. La acarició un poco y después pasó la mano por sus cabellos. Si, antes de fijarse en su cuerpo estaba embobada con su carita dulce y el peinado. Sus senos ya le daban más nota, pero ella era perfecta solo con su forma de ser. Pegó su frente a ella y sonrió como una cría.

- Kawaaaai… Me siento demasiado afortunada… ¡Kawaaaaaaaaaaaaiiiiiiiiiiiiii! – Exclamó de nuevo dándole besos en las mejillas repetidamente y por último uno en los labios. Después de aquello se sentó en frente sonriendo.