Aetiel
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Solo hay dos entradas, dos puertos, para entrar a la isla de Johota. Lugar antaño regido por la opresión y la diferencia de clases y que ahora se jacta de poseer un nuevo gobierno más justo con sus gentes, ¿pero será eso verdad?. El pelinegro ha sido enviado para comprobar el estado del reino y el motivo por el cual los encargos hacia la organización habían disminuido.
Ciudad Índigo, ese era el primer destino para Aetiel. Como su mismo nombre indica es una ciudad bañada en su mayoría por las aguas del mar, además de por los tonos azules de los diferentes edificios comerciales que componen la ciudad junto a las casas de los trabajadores y residentes. Aetial avanza observando cuidadosamente todos estos detalles y otros muchos, como la abundancia de negocios relacionados con la joyería. Aparentemente la diferencia de clases ha desaparecido en la ciudad o al menos eso es lo que percibe el pelinegro en sus primeros pasos entre la multitud que corre de lado a lado en el puerto, como si de una marabunta se tratase.
- Perdone, ¿me puede decir si hay algún servicio de transporte que me lleve a la capital y donde encontrarlo? - La pregunta va dirigida a una anciana que se encuentra sentada en un banco en la zona portuaria mientras vigila a los que Aetiel supone son sus nietos.
- ¿Eh? Perdona joven, ¿puedes repetir lo que has dicho?, esta anciana ya no es lo que era - Al parecer la mujer de cabellos canosos y aspecto débil tenía problemas de audición.
- Disculpa yo puedo ayudarte si lo que buscas es transporte hacia la capital, trabajo en una empresa de transportes en carruaje que cubre esa ruta - Un joven vestido con unos estrafalarios ropajes interviene en la conversación para ofrecerse a llevar al pelinegro, quién lo mira con cara de pocos amigos en un primer momento ya que no le gusta la gente que se entromete en los asuntos de los demás.
- Está bien - A regañadientes acepta la oferta de ese muchacho quien lo invita a seguirlo. Aetiel lo hace no sin antes agradecer a la anciana por tratar de ayudarlo. Por poco tiempo caminan por las calles de la ciudad, rodeados de comercios de joyería y edificios azulados hasta que al final se desvían a una especie de plaza. En el extremo opuesto al que se encuentran parece hallarse el lugar desde donde parten los viajes hacia la capital.
- Si no le importa compartir el viaje con otros pasajeros estaremos encantados de llevarle hasta la capital - Acaba la frase realizando una reverencia mientras con ambas manos señala uno de los carruajes.
Ciudad Índigo, ese era el primer destino para Aetiel. Como su mismo nombre indica es una ciudad bañada en su mayoría por las aguas del mar, además de por los tonos azules de los diferentes edificios comerciales que componen la ciudad junto a las casas de los trabajadores y residentes. Aetial avanza observando cuidadosamente todos estos detalles y otros muchos, como la abundancia de negocios relacionados con la joyería. Aparentemente la diferencia de clases ha desaparecido en la ciudad o al menos eso es lo que percibe el pelinegro en sus primeros pasos entre la multitud que corre de lado a lado en el puerto, como si de una marabunta se tratase.
- Perdone, ¿me puede decir si hay algún servicio de transporte que me lleve a la capital y donde encontrarlo? - La pregunta va dirigida a una anciana que se encuentra sentada en un banco en la zona portuaria mientras vigila a los que Aetiel supone son sus nietos.
- ¿Eh? Perdona joven, ¿puedes repetir lo que has dicho?, esta anciana ya no es lo que era - Al parecer la mujer de cabellos canosos y aspecto débil tenía problemas de audición.
- Disculpa yo puedo ayudarte si lo que buscas es transporte hacia la capital, trabajo en una empresa de transportes en carruaje que cubre esa ruta - Un joven vestido con unos estrafalarios ropajes interviene en la conversación para ofrecerse a llevar al pelinegro, quién lo mira con cara de pocos amigos en un primer momento ya que no le gusta la gente que se entromete en los asuntos de los demás.
- Está bien - A regañadientes acepta la oferta de ese muchacho quien lo invita a seguirlo. Aetiel lo hace no sin antes agradecer a la anciana por tratar de ayudarlo. Por poco tiempo caminan por las calles de la ciudad, rodeados de comercios de joyería y edificios azulados hasta que al final se desvían a una especie de plaza. En el extremo opuesto al que se encuentran parece hallarse el lugar desde donde parten los viajes hacia la capital.
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Drakon, el pirata novato, está tumbado en su pequeño bote, mientras observa el cielo azul , con ganas de ver una isla ( ya que no ha visto ninguna isla desde que se empezó su aventura como pirata).
De repente, el hombre mira a su derecha y ve una isla muy cerca de él. Aunque Drakon no entiende cómo demonios no a visto algo tan grande estando tan cerca, se llena de felicidad, pensando que en aquella isla podría vivir una gran aventura.
Drakon no es el tipo de persona que le gusta tener todo planeado, normalmente, él hace lo que se le ocurre al momento. Así pues, el hombre convierte su emoción en energía y empieza a remar con las manos, hasta llegar al puerto más cercano de la isla.
Una vez dejado su bote en una esquina, Drakon se sube por las escaleras, que llevan a una ancha y larga calle. Allí, Drakon observa las diferentes tiendas, todas llenas de gente, y con sólo verlo, sabe que ese lugar es una zona muy turística. También había tiendas del tipo que le gustan a Drakon, con espadas, tesoros, objetos antiguos y muchas otras cosas, pero como Drakon estaba con las manos totalmente vacías solo dio un vistazo a aquellas tiendas.
Cuando cruza toda la calle, llega a una gran plaza, donde hay un montón de gente. Allí mismo en la plaza, ve un carruaje con gente dentro, y Drakon se interesa por esto, y se acerca para hablar con el cochero.
-Buenos días señor, me podría decir a donde lleva el carruaje? -le pregunta Drakon al cochero de aquel carruaje.
- A la capital. -contesta el cochero en modo antipático.
Drakon no tiene la menor idea de qué hay en la capital de la ciudad ( la verdad es que no sabe ni en qué isla está), pero sin pensar demasiado, se sube al carruaje, pensando qué en la capital habrá algo divertido que hacer.
De repente, el hombre mira a su derecha y ve una isla muy cerca de él. Aunque Drakon no entiende cómo demonios no a visto algo tan grande estando tan cerca, se llena de felicidad, pensando que en aquella isla podría vivir una gran aventura.
Drakon no es el tipo de persona que le gusta tener todo planeado, normalmente, él hace lo que se le ocurre al momento. Así pues, el hombre convierte su emoción en energía y empieza a remar con las manos, hasta llegar al puerto más cercano de la isla.
Una vez dejado su bote en una esquina, Drakon se sube por las escaleras, que llevan a una ancha y larga calle. Allí, Drakon observa las diferentes tiendas, todas llenas de gente, y con sólo verlo, sabe que ese lugar es una zona muy turística. También había tiendas del tipo que le gustan a Drakon, con espadas, tesoros, objetos antiguos y muchas otras cosas, pero como Drakon estaba con las manos totalmente vacías solo dio un vistazo a aquellas tiendas.
Cuando cruza toda la calle, llega a una gran plaza, donde hay un montón de gente. Allí mismo en la plaza, ve un carruaje con gente dentro, y Drakon se interesa por esto, y se acerca para hablar con el cochero.
-Buenos días señor, me podría decir a donde lleva el carruaje? -le pregunta Drakon al cochero de aquel carruaje.
- A la capital. -contesta el cochero en modo antipático.
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La reverencia junto con la actitud servicial por parte de aquel individuo tan solo irritaban cada vez más al pelinegro que sin pensarlo demasiado entró en el primero de los carruajes que vio. En un primer momento se encuentra solo, pero pronto entran otras dos personas. Primero alguien que parece ser un comerciante, más que nada por sus vestimentas y la gran cantidad de papeles que sobresalen de un bolso que lleva colgado al hombro, mientras que el segundo viste algo más normal y destartalado.
- Parece que solo serán ustedes tres, si no les importa, deberán darme la cantidad estipulada en nuestras tarifas de viaje - Vuelve de nuevo el cochero y con ese tono servicial que tan poco le gusta al pelinegro les pide a los tres el pago por el viaje.
- ¿y cuál es esa cantidad? - Tratando de no mostrar su enojo Aetiel pregunta por la cantidad que debe pagar para llegar hasta la capital.
- Espere un momento... Índigo a capital son... diez berries, diez berries señores - Después de unos segundos el malhumorado pelinegro recibe la respuesta del cochero acompañada de un gesto con la mano abierta en señal de que ahí es donde se debe depositar el dinero. Sin decir una sola palabra Aetiel deposita la cantidad de diez berries en la palma de la mano del cochero, junto a él lo hace el que parece ser un comerciante o al menos alguien que vino por negocios, ya solo falta que lo haga el tercero en discordia.
- Parece que solo serán ustedes tres, si no les importa, deberán darme la cantidad estipulada en nuestras tarifas de viaje - Vuelve de nuevo el cochero y con ese tono servicial que tan poco le gusta al pelinegro les pide a los tres el pago por el viaje.
- ¿y cuál es esa cantidad? - Tratando de no mostrar su enojo Aetiel pregunta por la cantidad que debe pagar para llegar hasta la capital.
- Espere un momento... Índigo a capital son... diez berries, diez berries señores - Después de unos segundos el malhumorado pelinegro recibe la respuesta del cochero acompañada de un gesto con la mano abierta en señal de que ahí es donde se debe depositar el dinero. Sin decir una sola palabra Aetiel deposita la cantidad de diez berries en la palma de la mano del cochero, junto a él lo hace el que parece ser un comerciante o al menos alguien que vino por negocios, ya solo falta que lo haga el tercero en discordia.
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Cuando Drakon vio que el cochero estaba cobrando el dinero de las otras 2 personas, solo quiso no haber entrado a aquel carruaje, ya que se le había olvidado por completo que tenía que pagar, y no podía hacerlo, ya que no tenía nada de dinero.
Llegó el momento de que Drakon pagara diez berries al cochero, pero el viajero estaba más rojo que un tomate, y cuando el cochero le pidió el dinero al hombre, este no respondió.
- ¿Oye viajero, pagas o qué? - dijo el cochero rudamente.
- Es que no tengo dinero, se me había olvidado que tenía que pagar. - contestó Drakon, muy bajo, ya que estaba muy nervioso.
El cochero no era una persona con mucha paciencia y estuvo a punto de sacar al hombre del carruaje, pero entonces clavó su mirada en algo que tenía el hombre de las manos vacías, y aprovechó el nerviosismo del hombre para timarlo.
- Tú tranquilo, aquí normalmente a la gente que entra en el carruaje sin dinero, le echamos del carro a patadas, pero a ti te haremos una oferta especial. Es muy fácil, solo dame la espada que tienes ahí, y te dejaremos ir a la capital en el carruaje. - dijo el cochero cambiando su rudo tono a un tono mucho más amigable, sólo para conseguir aquella espada.
- Lo siento mucho, pero esta espada es muy especial para mí, y no la vendería ni por un millón de berries.- dijo Drakon en un tono serio, queriendo ocultar su nerviosismo.
El cochero intentó varias veces comprar la espada del hombre, pero al final vio que sería imposible convencer al hombre para que le vendiera. Entonces, el cochero le dejó ir a la capital sin pagar, pero en realidad su idea era robar la espada del hombre.
Llegó el momento de que Drakon pagara diez berries al cochero, pero el viajero estaba más rojo que un tomate, y cuando el cochero le pidió el dinero al hombre, este no respondió.
- ¿Oye viajero, pagas o qué? - dijo el cochero rudamente.
- Es que no tengo dinero, se me había olvidado que tenía que pagar. - contestó Drakon, muy bajo, ya que estaba muy nervioso.
El cochero no era una persona con mucha paciencia y estuvo a punto de sacar al hombre del carruaje, pero entonces clavó su mirada en algo que tenía el hombre de las manos vacías, y aprovechó el nerviosismo del hombre para timarlo.
- Tú tranquilo, aquí normalmente a la gente que entra en el carruaje sin dinero, le echamos del carro a patadas, pero a ti te haremos una oferta especial. Es muy fácil, solo dame la espada que tienes ahí, y te dejaremos ir a la capital en el carruaje. - dijo el cochero cambiando su rudo tono a un tono mucho más amigable, sólo para conseguir aquella espada.
- Lo siento mucho, pero esta espada es muy especial para mí, y no la vendería ni por un millón de berries.- dijo Drakon en un tono serio, queriendo ocultar su nerviosismo.
El cochero intentó varias veces comprar la espada del hombre, pero al final vio que sería imposible convencer al hombre para que le vendiera. Entonces, el cochero le dejó ir a la capital sin pagar, pero en realidad su idea era robar la espada del hombre.
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Ambos habían pagado, Aetiel y el tipo bien vestido, mientras que el que vestía algo más desaliñado parecía tener algún tipo de problema de audición o no entendía la lengua en que el cochero hablaba ya que tardaba demasiado en pagar esa mísera cantidad de dinero. Los segundos pasaban y el cochero insistía mientras que ese hombre se ponía cada vez más y más rojo, llegado el momento en que el rostro de ese tipo tenía el color de un tomate bien maduro la conversación cambió y el pago pareció pasar a tener menos importancia. Como parecía que la negociación iba para largo Aetiel aprovechó para bajar del transporte y encenderse un cigarrillo.
- ¿Ya os habéis puesto de acuerdo? - Mientras expulsaba humo por su boca el pelinegro preguntaba al cochero que había abandonado el transporte, éste pronto se gira para responder.
- No señor, marchaba ahora a llamar a la seguridad para que lo se lleven ya que parece que no tiene intención de abandonar el transporte - Sus palabras daban a entender que se sentía frustrado por no haber conseguido llegar a un acuerdo, Aetiel había podido escuchar vagamente fragmentos de la conversación y lo que quería el cochero como pago parecía ser la espada que su acompañante portaba.
- Por favor no quiero perder más tiempo, toma y vayámonos de aquí - Aetiel pagaba otros diez berries al cochero y volvía al interior del transporte donde retomaba su asiento. A los pocos segundos el viaje comenzaba. Pronto el bullicio de la plaza y el puerto dio paso al silencio de las afueras de la ciudad. La pobreza y la suciedad campaban a sus anchas por estas calles teniendo lugar un increíble contraste con la rica zona portuaria y central de la ciudad.
- ¿Ustedes no son de por aquí cierto? sus ropas los delatan - Ahora era el que parecía un hombre de negocios el que preguntaba a sus acompañantes, Aetiel tenía claro que no tenía por que darle ninguna clase de explicación a ese hombre y no se molestó ni en mirarlo a la cara ni en responder a su pregunta.
- ¿Ya os habéis puesto de acuerdo? - Mientras expulsaba humo por su boca el pelinegro preguntaba al cochero que había abandonado el transporte, éste pronto se gira para responder.
- No señor, marchaba ahora a llamar a la seguridad para que lo se lleven ya que parece que no tiene intención de abandonar el transporte - Sus palabras daban a entender que se sentía frustrado por no haber conseguido llegar a un acuerdo, Aetiel había podido escuchar vagamente fragmentos de la conversación y lo que quería el cochero como pago parecía ser la espada que su acompañante portaba.
- Por favor no quiero perder más tiempo, toma y vayámonos de aquí - Aetiel pagaba otros diez berries al cochero y volvía al interior del transporte donde retomaba su asiento. A los pocos segundos el viaje comenzaba. Pronto el bullicio de la plaza y el puerto dio paso al silencio de las afueras de la ciudad. La pobreza y la suciedad campaban a sus anchas por estas calles teniendo lugar un increíble contraste con la rica zona portuaria y central de la ciudad.
- ¿Ustedes no son de por aquí cierto? sus ropas los delatan - Ahora era el que parecía un hombre de negocios el que preguntaba a sus acompañantes, Aetiel tenía claro que no tenía por que darle ninguna clase de explicación a ese hombre y no se molestó ni en mirarlo a la cara ni en responder a su pregunta.
- off:
- Como consejo, en un rol isla quizás no le den mucha importancia pero cuando rolees con alguien que haga de narrador no pongas cosas como lo que has puesto. Me refiero a la parte que dices que el cochero te quiere comprar tu espada y como no se la vendes te deja ir gratis, eso no tendría sentido, si no pagas te echan y punto. Yo sospechaba que no pagarías y tenía pensada ya la escena de pagarte el viaje pero hazme caso trata de que lo hagas tenga cierto sentido o alguna vez te lo dirán y te darán baja puntuación.
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Drakon no se sentía muy bien por utilizar el carruaje sin haber pagado, pero al fin y al cabo saía ganando, o eso pensaba él.
Ahora era hora de disfrutar del viaje, pero en la zona que iba el carruaje, todo era pobre. Las pocas casas que habían parecían estar destrozadas por la suciedad y antigüedad. La gente de esa zona sufría, mientras que los que vivían en la rica zona de la ciudad vivían como reyes. La injusticia era clara en aquella ciudad.
De repente, rompiendo el silencio que había allí, el viajero que parecía ser un comerciante les dijo al joven pelinegro y a Drakon que no parecían ser de allí.
- No, se puede decir que he venido aquí...de viaje - dijo Drakon, viendo que el pelinegro no contestaba.
- ¿Y ustedes a qué habéis venido aquí ? - Esta vez fue el de las manos vacías quien querió seguir con la conversación.
- Yo he venido por un tema de negocios, nada especial. - dijo el hombre bien vestido. Pero eso estaba más que claro, sólo viendo su ropa. Lo que Drakon quería conseguir es que el pelinegro contestara, y así saber más de él, ya que parecía una persona interesante.
Ahora era hora de disfrutar del viaje, pero en la zona que iba el carruaje, todo era pobre. Las pocas casas que habían parecían estar destrozadas por la suciedad y antigüedad. La gente de esa zona sufría, mientras que los que vivían en la rica zona de la ciudad vivían como reyes. La injusticia era clara en aquella ciudad.
De repente, rompiendo el silencio que había allí, el viajero que parecía ser un comerciante les dijo al joven pelinegro y a Drakon que no parecían ser de allí.
- No, se puede decir que he venido aquí...de viaje - dijo Drakon, viendo que el pelinegro no contestaba.
- ¿Y ustedes a qué habéis venido aquí ? - Esta vez fue el de las manos vacías quien querió seguir con la conversación.
- Yo he venido por un tema de negocios, nada especial. - dijo el hombre bien vestido. Pero eso estaba más que claro, sólo viendo su ropa. Lo que Drakon quería conseguir es que el pelinegro contestara, y así saber más de él, ya que parecía una persona interesante.
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Esos dos entablaron una pequeña conversación bastante rápido lo que confirmaba las sospechas del pelinegro sobre que aquel a quién le había pagado el viaje era alguien bastante extrovertido y despreocupado. No es que eso le molestase, pero tampoco era algo que le agradara. Aetiel trataba de ignorar la conversación de sus acompañantes ya que no le importaba nada lo que pudieran decir esos dos pero entonces se fijó en que ambos lo miraba como si estuvieran esperando que interviniera.
Primero de todo sacaría un cigarrillo y lo encendería para dar una larga calada, después de eso ya tomaría su turno de hablar - Simplemente de paso, estoy de viaje por todo el North Blue, nada especial - Y otra larga calada al cigarrillo para que éste acabara por consumirse.
Mientras los tres "charlaban" ya habían dejado atrás Ciudad Índigo y ahora recorrían un amplio camino por el que fácilmente podían circular cinco carros como el que los llevaba, uno al lado del otro. El paisaje había cambiado, atrás quedaban las feas y humildes viviendas de las afueras de la ciudad para ahora dar paso a grandes extensiones de terreno donde el ganado pastaba, los cultivos abundaban y los campesinos aguardaban el fin de su jornada.
- Pronto llegaremos a las montañas, les aconsejo que se pongan el cinturón por su propia seguridad - El cochero era el que intervenía esta vez y rompía así el silencio.
- He escuchado sobre ataques cada vez más habituales en esta zona, ¿saben algo? - Sorprendentemente era el pelinegro el que formulaba la pregunta esta vez.
Primero de todo sacaría un cigarrillo y lo encendería para dar una larga calada, después de eso ya tomaría su turno de hablar - Simplemente de paso, estoy de viaje por todo el North Blue, nada especial - Y otra larga calada al cigarrillo para que éste acabara por consumirse.
Mientras los tres "charlaban" ya habían dejado atrás Ciudad Índigo y ahora recorrían un amplio camino por el que fácilmente podían circular cinco carros como el que los llevaba, uno al lado del otro. El paisaje había cambiado, atrás quedaban las feas y humildes viviendas de las afueras de la ciudad para ahora dar paso a grandes extensiones de terreno donde el ganado pastaba, los cultivos abundaban y los campesinos aguardaban el fin de su jornada.
- Pronto llegaremos a las montañas, les aconsejo que se pongan el cinturón por su propia seguridad - El cochero era el que intervenía esta vez y rompía así el silencio.
- He escuchado sobre ataques cada vez más habituales en esta zona, ¿saben algo? - Sorprendentemente era el pelinegro el que formulaba la pregunta esta vez.
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Al escuchar al joven pelinegro haciendo una pregunta, Drakon y el comerciante se sorprendieron bastante, ya que no parecía tener muchas ganas de hablar. El comerciante dijo que él también había escuchado algo sobre ataques en la caminata de las montañas, pero no sabía nada más. Drakon se quedó un poco callado, pues sin saber muy bien a donde iba, no podía sabar nada de aquel lugar.
El cochero se quedó un poco callado, como queriendo no contestar, pero al ver que los tres viajeros estaban esperando a su respuesta, tuvo que hablar.
- Pues yo tampoco se mucho sobre el tema, pero es verdad que en esta zona hay algunas bandas de bandidos, que atacan a los viajeros para robarles. Pero no os preocupeis, en este carruaje estais muy seguros. - contestó finalmente el cochero con cara alegre.
Aunque el cochero intentó relajar a los tres viajeros, el comerciante se asustó más todavía, ya que el cochero no parecía de fiar. Al contrario, Drakon y el pelinegro parecían estar relajados, pero muy interesados en el tema.
El carruaje cruzó el ancho camino de los campos y llegó al un estrecho camino de montaña. Allí no vivía casi nadie, sólo unos pocos granjeros. Alrededor de la caminata todo era verde: se podían ver bosques que parecían no acabar nunca, con árboles enormes de unos 80 metros de altura.
Todo parecía ir muy bien; demasiado bien para ser una zona de ataques. Pero entonces, de repente se escucharon tiros muy cerca de ellos y el cochero se puso tan nervioso que paró el carro.
El cochero se quedó un poco callado, como queriendo no contestar, pero al ver que los tres viajeros estaban esperando a su respuesta, tuvo que hablar.
- Pues yo tampoco se mucho sobre el tema, pero es verdad que en esta zona hay algunas bandas de bandidos, que atacan a los viajeros para robarles. Pero no os preocupeis, en este carruaje estais muy seguros. - contestó finalmente el cochero con cara alegre.
Aunque el cochero intentó relajar a los tres viajeros, el comerciante se asustó más todavía, ya que el cochero no parecía de fiar. Al contrario, Drakon y el pelinegro parecían estar relajados, pero muy interesados en el tema.
El carruaje cruzó el ancho camino de los campos y llegó al un estrecho camino de montaña. Allí no vivía casi nadie, sólo unos pocos granjeros. Alrededor de la caminata todo era verde: se podían ver bosques que parecían no acabar nunca, con árboles enormes de unos 80 metros de altura.
Todo parecía ir muy bien; demasiado bien para ser una zona de ataques. Pero entonces, de repente se escucharon tiros muy cerca de ellos y el cochero se puso tan nervioso que paró el carro.
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