[Genji & Nailah] Una inundación, un espadachín casi narcolépsico y una mujer de escasa moralidad. Aventuras en Shimotsuki.

Era una tarde tonta y caliente, de esas que te quema el sol en la frente. Nailah caminó por las angostas calles Shimotsuki jadeando. Estaba cansada, tenía calor y necesitaba ir al baño. Aquel día eran todo quejas, pero a ella le gustaba quejarse de todo. Después de aquella tormenta en la que tuvo que refugiarse durante un buen rato en un portal cualquiera las nubes del cielo desaparecieron para dar paso a un sol brillante. La morena pasó su mano por la frente, liberándose del sudor. No tenía un objetivo fijo en la pequeña villa, simplemente el barco en el que viajaba se había ido sin avisar. ¡Desagradecidos! Pensó mosqueada mientras apretaba los puños con fuerza.

Pasaría una noche en Shimotsuki y al día siguiente encontraría a alguien para viajar. Lo importante era continuar su trayecto. Si no avanzaba, jamás conseguiría sus añoradas riquezas y fama. Llegó a una posada cuyo nombre en el letrero que colgaba de la pared era ilegible. Empujó la puerta con fuerza haciendo que chirriasen las bisagras y miró todo lo que había a su alrededor. Era un lugar poco acogedor, frío e incluso mal rollero, pero para pasar la noche era más que suficiente.

Nailah se coló entre las descolocadas mesas hasta llegar a la barra, en donde se encontraba una mujer de grandes protuberancias limpiando unos vasos. La tabernera no se inmutó al verla en frente. Simplemente le preguntó si quería algo.

-¿Podría pasar la noche aquí?

-Seh, pero solo dispongo de habitaciones compartidas. Tengo hueco en una.

Se lo pensó durante un buen rato, pero ¿por qué no? En peores condiciones había dormido desde que abandonó la taberna del viejo Vic. Aceptó la habitación y subió corriendo hacia arriba, siguiendo las indicaciones que le había dado la tabernera. Cuando entró se encontró a tres personas: una mujer con dos niñas y un hombre desarrapado. Nailah estuvo un buen rato colocando sus armas encima de la cama y, después, fue al baño. En cuestión de segundos todo se torció. Nada más sentarse la puerta se abrió de par en par. Había otra persona nueva en la habitación. El muchacho enseguida pidió perdón, pero para ella no fue suficiente.

Se subió el pantalón y cogió lo primero que tenía a mano. Un bote en el que había peines y cepillos. Los vació de golpe y salió del baño tirándoselo a la cabeza.

-¿Es qué no sabes llamar o qué? - Inquirió alzando la voz malhumorada.

¡Pero qué maleducado! Puede que ella no tuviera los mejores modales del mundo, pero sabía como había que comportarse y, siempre antes de entrar a un baño se llama a la puerta. Al parecer no le aprendieron esos detalles al hombre. Nailah se cruzó de brazos enfurruñada mientras el hombre se metía en el baño. ¡Descarado! Gritaba en su interior. Se giró y vio a la gente de la habitación mirarles con la boca abierta. Supuso que tendrían miedo de que se formara una pelea en la habitación.

-¡Ugh! - Hizo una mueca con la cara y abandonó la habitación dando un portazo.

Al menos en la taberna no tendría a nadie que la molestara. Colocó su cabello hacia atrás y bajó las escaleras haciendo resonar la madera gastada. Se sentó en uno de los taburetes que estaban al lado de la barra y esperó a que el posadero la atendiera. Le pidió una copa del alcohol menos fuerte, no era plan de emborracharse tan temprano.

En cuanto dio un trago bajó la cabeza, observando la barra. Bostezó. En el fondo estaba cansada, deseaba que llegase la noche para poder dormir un buen rato y estar más despejada al día siguiente. El cansancio le hacía parecer una amargada, pero realmente no era una. Simplemente se ponía de mal humor y borde, ella solía ser todo lo contrario. Dio otro trago y miró hacia el lado.

¿Cuándo había llegado el tío de arriba? Pensó arqueando las cejas. Lo peor es que la miraba de manera descarada. Nailah inclinó la cabeza y dejó la boca entreabierta.

-¿Qué miras? ¿Has perdido algo en mí? - Inquirió bebiendo otro trago.

El comentario del moreno hizo que Nailah bajase la cabeza rápidamente para darse cuenta de qué tenía razón. Definitivamente hoy no era un buen día. Arrastró el pie contra la silla y el papel higiénico cayó al suelo. Después se cruzó de brazos. Al chico le trajeron su comida enseguida y para qué mentir, tenía muy buena pinta. A ella se le hacía la boca agua pues el aroma que emanaba del plato era delicioso incluso se podría escuchar como su estómago rugía cual león hambriento.

Acabó la bebida y, cuando estaba dispuesta a volver a la habitación algo irrumpió en la taberna. Nailah parpadeó varias veces para comprobar que era aquello. Un... ¿hombre? Tenía toda la pinta, pero ¿cómo era capaz de estamparse así? El comentario que hizo el chico sobre su comida hizo que ella soltase una sonora carcajada. Probablemente eso lo provocase ya que no parecía muy contento con el espectáculo montado en cuestión de segundos.

Bajó del taburete y, posando las manos en la cadera, miró el boquete que había hecho el hombre-proyectil. Desde luego había traído una potencia increíble. Sin embargo, su compañero de habitación no dudó en ir tras el hombre-proyectil con la katana en mano. Estaba a punto de cometer una locura.

Nailah salió corriendo detrás de él con la mano apoyada en su pistola, por si las cosas se ponían mal. Lo que menos quería era ganarse problemas el primer día que pisaba Shimotsuki.

-¡Espera! - Le gritó entre jadeos -. ¿Estás loco? No puedes ir solo tras alguien sin saber nada sobre él. ¿Es qué no te han enseñado nada en la escuela?

Ella sacó la pistola y miró en todas direcciones. Las personas estaban boquiabiertas ante tal espectáculo. Al final siempre acababa dando la nota.

Al parecer el muchacho decidió calmarse, ya iban siendo horas. Nailah se rascó la sien con la pistola, pensando en qué hacer. La verdad es que ella era de las que actuaba sin pensar, rara vez paraba a alguien en una de sus locuras, pero la que ella planeaba era mucho mejor. Se giró, esbozando una sonrisa y estiró la mano hacia el hombre que se marchaba corriendo una bolsa. Sospechoso, la verdad. Sin embargo, la gente estaba demasiado aterrada como para querer hablar así que ellos dos tendrían que encargarse de todo.

-¡Vayamos a por él!  

Nailah echó a correr, lo más rápido que sus piernas le permitían. Y en cuanto emprendió la marcha agarró la mano del chico. Poco a poco iban abandonando la muchedumbre y llegando a zonas tranquilas. Aquel hombre iba tirando cosas para entorpecer su paso, pero ella lograba esquivarlas saltándolas con facilidad. Aun así, tenía mucha más potencia de lo que creía. Enseguida comenzó a cansarse hasta que se detuvo y, entre jadeos, se soltó.

-No tengo ni idea de como es esta villa, solo sé que va hacia arriba. ¿Alguna idea? Podríamos intentar rodearlo...

Apoyó las manos en las rodillas para tomar aire y luego recobró fuerzas de nuevo.

La morena cogió aire y, después de escuchar que el muchacho se llamaba Genji se tomó un par de segundos para responderle. Pronunció Nailah entre jadeos. Ya iba siendo hora de una presentación. Sin comerlo ni beberlo se habían adentrado en la búsqueda del criminal que había estropeado la comida y no sabían nada el uno del otro. Sin embargo, lo que le molestó era que alguien tan desconocido la llamase "chiquita". ¿Quién se creía? Ella no estaba acostumbrada a apodos así, por lo que le parecía extraño recibirlos de personas cercanas tanto como de extraños.

Ella tan solo le dedicó una mirada asesina y después hizo lo que le mandó. El hombre continuaba en línea recta. No sería problema perderlo de vista, ya que Nailah era experta en perderse gracias a su nula orientación. Echó a correr de nuevo, pisándole los talones. Desde la espalda era capaz de deducir que se trataba de un hombre de mediana edad, con bastante energía al parecer. Este giró su cara y la morena apreció su rostro. Tenía cicatrices en la cara y la tez mucho más morena que la suya.

Nailah miró hacia los laterales y Genji no aparecía por ninguna parte. ¿Qué estará haciendo? Pensó preocupada. No podía correr eternamente detrás del maleante.

Por suerte, la persecución terminó, pero no de la manera que se esperaba. El maleante se giró y sacó una pistola. La morena se detuvo frenando en seco y, sin tiempo de sacar su arma, la bala rozó su hombro. Parte del tirante del chaleco se había rasgado. Apenas brotó sangre, pero la herida escocía mucho. Nailah se llevó la mano al hombro. Delante de su cara pasaron mil imágenes, por un momento creía que la bala la habría atravesado. Ni siquiera se dio cuenta de que Genji había llegado.

El maleante había conseguido enfilarlos a los dos con su arma. La rozadura de la bala le seguía escociendo. Ese tío se las iba a pagar. Deseaba abalanzarse contra él y demostrarle lo mala que podía llegar a ser, pero un movimiento en falso y ambos acabarían tiroteados. Genji aceptó darle su espada al criminal, no tenía ninguna otra opción, pero para la sorpresa de Nailah consiguió dispararle en un abrir y cerrar de ojos.

No estaba muerto, no había sangre. Simplemente tenía espasmos en el suelo. ¿Qué clase de balas poseía el chico? La morena parpadeó varias veces perpleja ante la situación. Se acercó hasta el cuerpo inconsciente y clavó la rodilla en el suelo. Era rencorosa, muy rencorosa y ese hombre había conseguido hacerle daño, pero eso no iba a quedar así.

- Interesante... - Murmuró.

Se levantó y sacó su pistola de nuevo. Miró que no hubiera nadie a su alrededor aparte de Genji y, con el arma baja, apuntó hacia el pectoral izquierdo. No moriría directamente, pero necesitaría mucha atención adecuada si quería sobrevivir. Pero estando solo, nadie iba a conseguir salvarlo de una muerte segura. Disparó. El sonido del revólver resonó con eco. El criminal solo pudo emitir quejidos en voz baja.

Guardó la pistola y después recogió la katana del moreno, la cual se la entregó con una sonrisa.

- Este ya no volverá a molestarte en tu hora de la comida - rio.

Sin embargo, no todo acababa bien. Un ruido estridente provenía hacia sus espaldas. Con la persecución habían llegado hasta lo alto de la villa y la bala del criminal había ido a parar a un gran tanque de agua que suplía las necesidades del pueblo. Nailah abrió los ojos como platos. El tanque estaba hecho de metal, pero no parecía muy bien construido y en cuestión de segundos parecía que iba a reventar por la presión.

-¡Corre! - Exclamó ella agarrando a Genji y tirando de el cuesta abajo.

Finalmente, el tanque no aguantó tanta presión y acabó por reventar. Una gran avalancha de agua se cernía sobre ellos.

Nailah tiraba con fuerza de Genji. Ninguno de los dos se detuvo. El agua le pisaba los talones y el ruido que causaba al llevar todo por delante no hacía más que llamar la atención de los habitantes del pueblo. Escuchó la voz del chico, pero en ningún momento se giró. Según él, debía subirse a un árbol para evitar que el agua los arrastrase.

La morena asintió y se soltó. Al no tener que tirar de nadie su paso aligeró el doble y enseguida llegó hasta un roble. Solamente había escalado dos veces en su vida: la primera vez cuando escapó de su casa y regresó de nuevo sabiendo de la enorme estupidez que había cometido y la segunda en el archipiélago Shabaody, donde hizo varias apuestas con Zane sobre quien era mejor escalando, obviamente ganó, pero el viejo Vic le echó una buena reprimenda por ser una inconsciente.

Estiró las manos y apoyó el pie en el árbol, después subió el otro y poco a poco fue trepando hasta alcanzar una gran rama en la cual se quedó de cuclillas. Miró hacia los lados jadeando y tomando aire. El agua había inundado la calle unos cuantos palmos. Cierto era que el tanque era enorme, pero nunca se le pasaría por la cabeza que tendría tanta agua.

-¡Genji! ¿Qué se supone que haces? - Inquirió vociferando.