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Yarmin Prince
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Lo cierto es que nunca había estado en Hallstat. Mi interés en la guerra era nulo, por lo que evité presentarme cuando se me requirió y Fudge, muy amablemente, aceptó que me quedase haciendo el papeleo de Arabasta. Sin embargo habían pasado ya cuatro años desde que Derian desafiara al mundo y cayera aplastado bajo su megalomanía, toneladas de tierra y el pene del Rey de los Cazadores, Byakuro. Los campos volvían a estar arados y las casas sobresalían del suelo, al contrario de lo que las imágenes tomadas durante la guerra representaban. Iliana era una reina terrible, y daba igual donde mirase el culto a la personalidad de su padre. Una estatua por aquí, un monumento por allá, buzones... Para enviar pruebas de paternidad, no buzones normales. Al parecer, el vigor sexual del Gran Rey Derian Markov era uno de los mitos de Hallstat.
-¿Ves, Derian? Eres importante- le dije a mi gato, que contemplaba con displicencia el espectáculo. La isla era un yermo cultural carente de vida inteligente, como demostraban los pueblerinos con sus "manda truco" o juegos tan estúpidos como la brisca, llamada "birisca" por la fauna local-. La gente de por aquí aclama a tu tocayo como a un dios, aunque tú tienes más esperanza de vida.
Derian sonrió y yo comencé a caminar. A cada rato me detenía intentando descifrar su primitivo lenguaje, pero no conseguí saber qué era una "ghaliña" ni un "repoludo". "Ghato" fue fácil averiguar que se refería al pequeño felino en mi cartera, echando su séptima siesta del día ya, y yo conseguí llegar hasta una de las regiones más abruptas de la isla, "O Xurés". Esta zona estaba coronada por una pequeña "vila" a la que los locales llamaban "A Xermania Profunda", aunque su nombre oficial era Villa Derian 619. Cualquiera esperaría que una mujer con todo el tiempo del mundo para poner nombres a los pueblos sería más original, pero no.
-¡Alto, ¿Quén carallo vai?!- dijo un guardia cuando estuve cerca de la entrada amurallada. Apenas entendía su dialecto, pero iba a esforzarme.
-¿Quén preghunta?- respondí con seriedad.
-Coñece a contrasinal- anotó algo en su libretita-. Pase e teña bo día.
Entré tranquilamente, sonriendo. Estúpida gente de Hallstat, esto era muy sencillo.
-¿Ves, Derian? Eres importante- le dije a mi gato, que contemplaba con displicencia el espectáculo. La isla era un yermo cultural carente de vida inteligente, como demostraban los pueblerinos con sus "manda truco" o juegos tan estúpidos como la brisca, llamada "birisca" por la fauna local-. La gente de por aquí aclama a tu tocayo como a un dios, aunque tú tienes más esperanza de vida.
Derian sonrió y yo comencé a caminar. A cada rato me detenía intentando descifrar su primitivo lenguaje, pero no conseguí saber qué era una "ghaliña" ni un "repoludo". "Ghato" fue fácil averiguar que se refería al pequeño felino en mi cartera, echando su séptima siesta del día ya, y yo conseguí llegar hasta una de las regiones más abruptas de la isla, "O Xurés". Esta zona estaba coronada por una pequeña "vila" a la que los locales llamaban "A Xermania Profunda", aunque su nombre oficial era Villa Derian 619. Cualquiera esperaría que una mujer con todo el tiempo del mundo para poner nombres a los pueblos sería más original, pero no.
-¡Alto, ¿Quén carallo vai?!- dijo un guardia cuando estuve cerca de la entrada amurallada. Apenas entendía su dialecto, pero iba a esforzarme.
-¿Quén preghunta?- respondí con seriedad.
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La siguiente isla Norteña que Azumi estaba visitando después de parar su ruta durante dos años, fue aquella. Sus entrenamientos habían finalizado y todos los problemas para entrar al gobierno habían pasado. Tan solo tenía que presentarse como agente en seis días, pero las pruebas ya las tenía hechas. Iba a ser una novata y eso le jodía bastante. Esperaba que los demás miembros más experimentados no se metieran con ella o tendría que partirles la boca. Se veía en el calabozo muchas veces, era lo que tenía ser una persona conflictiva. Ella no toleraba las faltas de respeto hacia su persona, los insultos humillantes o menciones a su pecho. Aunque teniendo en cuenta que le había crecido algo más, tampoco era para tanto ahora que se daba cuenta.
La joven caminaba por el lugar con la cabeza bien alta. Se había deshecho de su kimono viejo y ahora vestía con una chaqueta negra de manga larga, una camiseta negra de tirantes, un pantalón y unas sandalias. El atuendo no pegaba mucho, pero tampoco le importaba. A su lado derecho de la cintura poseía una funda color granate en la que llevaba su katana, Sasori. Su cabello había crecido bastante. Llevaba una parte suelto y otra amarrada en una cola. Algunos mechones caían sobre su frente y otros sobre sus mejillas. Su expresión era bastante seria, no hasta el punto de parecer que estaba de mala leche, pero sí para tenerlo en cuanta a la hora de hablarle. La chica llegó hasta una especie de puerta en la que había un joven vestido con traje en la entrada. Debía admitir que era bastante mono y vestía de forma muy elegante. Ella se acercó con algo de curiosidad para ver si se trataba de alguien importante o tan solo un paisano más. Si aquel sitio requería algún documento para entrar, estaría bastante jodida.
Cuando ella fue a cruzar, aquel tipo le habló en aquel dialecto que no entendió. La joven ladeó un poco la cabeza y permaneció en silencio unos momentos ¿Cómo debía desenvolverse? Incluso si ese tipo sabía su idioma, no tendría lo que pedía. Chasqueó la lengua de mala gana e hizo un amago de darse la vuelta. Entonces realizó un rápido movimiento y se agachó, pasando por debajo del brazo derecho del guardia. Aquel hombre se puso a gritar algo enfadado, pero ella rápidamente se pegó al hombre rubio. No hizo contacto físico, pues molestar era lo que menos quería. Se quedó cerca y después habló con un tono bastante serio, aunque debido a su tono de voz, que podía catalogarse como “dulce” no le salía bien.
- Él ya te ha dado lo que querías ¿Qué problema tienes? ¡Venimos juntos!
El guardia ladeó un poco la cabeza y se quedó dudando por algunos momentos. La joven entonces llevó la mano derecha hacia Sasori y la acarició despacio mientras clavaba sus azulados ojos en su enemigo. Unos cuantos guardias más la miraron de forma seria y eso hizo que la morena frunciese el ceño. Tal vez si la liaba se arriesgaba a salir mal parada. Pensaba entrar en el gobierno mundial en tres días, no podía liarla. Justo entonces ella miró al hombre rubio con una expresión algo “suplicante”
- Hemos venido juntos ¿Verdad? Vamos Oni-san… Díselo tú…
La joven caminaba por el lugar con la cabeza bien alta. Se había deshecho de su kimono viejo y ahora vestía con una chaqueta negra de manga larga, una camiseta negra de tirantes, un pantalón y unas sandalias. El atuendo no pegaba mucho, pero tampoco le importaba. A su lado derecho de la cintura poseía una funda color granate en la que llevaba su katana, Sasori. Su cabello había crecido bastante. Llevaba una parte suelto y otra amarrada en una cola. Algunos mechones caían sobre su frente y otros sobre sus mejillas. Su expresión era bastante seria, no hasta el punto de parecer que estaba de mala leche, pero sí para tenerlo en cuanta a la hora de hablarle. La chica llegó hasta una especie de puerta en la que había un joven vestido con traje en la entrada. Debía admitir que era bastante mono y vestía de forma muy elegante. Ella se acercó con algo de curiosidad para ver si se trataba de alguien importante o tan solo un paisano más. Si aquel sitio requería algún documento para entrar, estaría bastante jodida.
Cuando ella fue a cruzar, aquel tipo le habló en aquel dialecto que no entendió. La joven ladeó un poco la cabeza y permaneció en silencio unos momentos ¿Cómo debía desenvolverse? Incluso si ese tipo sabía su idioma, no tendría lo que pedía. Chasqueó la lengua de mala gana e hizo un amago de darse la vuelta. Entonces realizó un rápido movimiento y se agachó, pasando por debajo del brazo derecho del guardia. Aquel hombre se puso a gritar algo enfadado, pero ella rápidamente se pegó al hombre rubio. No hizo contacto físico, pues molestar era lo que menos quería. Se quedó cerca y después habló con un tono bastante serio, aunque debido a su tono de voz, que podía catalogarse como “dulce” no le salía bien.
- Él ya te ha dado lo que querías ¿Qué problema tienes? ¡Venimos juntos!
El guardia ladeó un poco la cabeza y se quedó dudando por algunos momentos. La joven entonces llevó la mano derecha hacia Sasori y la acarició despacio mientras clavaba sus azulados ojos en su enemigo. Unos cuantos guardias más la miraron de forma seria y eso hizo que la morena frunciese el ceño. Tal vez si la liaba se arriesgaba a salir mal parada. Pensaba entrar en el gobierno mundial en tres días, no podía liarla. Justo entonces ella miró al hombre rubio con una expresión algo “suplicante”
- Hemos venido juntos ¿Verdad? Vamos Oni-san… Díselo tú…
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Estaba pasando sin ninguna clase de dificultad, pero no todo podía ser tan sencillo. A mi espalda, una chica gritaba que venía conmigo, y no tardó en refugiarse detrás de mí, aunque sin tocarme. Buen punto, no quería incomodarme. Comprendía lo delicado de su situación, lo fácil que podría ser para mí decir una palabra y que los siete guardias que nos rodeaban, amén de los tres arqueros que se escondían en las torres, se lanzasen sobre ella.
La miré a los ojos detenidamente, clavando mis pupilas rojas en ella. Era apenas una niña, pero tenía una buena espada y mantenía una postura muy aceptable. Había intentado aprovecharse de la bondad de un desconocido y sabía cómo tratar con ello. Estaba colándose en una ciudad del interior de uno de los reinos más xenófobos de todo el North Blue, por no hablar de una de las culturas más misóginas que había llegado a conocer. Iliana era una de las mayores muestras de la cultura de Hallstat, una mujer cuyo único propósito en la vida era llevar al Imperio la gloria de Derian en nombre del fallecido monarca, el hombre que sojuzgó los mares y probablemente abusara de ella alguna que otra vez.
-No la conozco de nada- dije, dedicándole una sonrisa.
Antes de esperar una reacción, lancé una bolsa llena de oro al guardia de la puerta, que me miraba sin comprender. No sabía si lo estaba sobornando para atraparla o dejarla pasar, y los arqueros tensaban los arcos con sumo cuidado. El sonido de la cuerda era muy delicado y suave, un contraste con el ceño fruncido y la tez bruta que imperaba en aquellos gorilas.
-Pero dejadla venir conmigo, por favor.
Las armas dejaron de apuntarles y todo volvió a la normalidad mientras el portón se levantaba. Hice un gesto a la chica para que me siguiera y empecé a caminar, sin prestar mucha atención. El paisaje agreste de villa Derian nosecuánto era lo que menos me importaba, yo sólo quería llegar a aquella ciudad porque se iba a representar la "Danza de los Dragones" en honor a la emperatriz y a su magnánimo y humilde padre, el hombre cuyas estatuas decoraban cada rincón de Hallstat. "Su modestísima Majestad" también habría sido un buen título, ya que estaban, pero eso no era asunto mío. Yo, de momento, tenía que llegar hasta una taberna.
-Y tú, ¿Quién eres, onee-chan?-pregunté mientras me acercaba a un local. Me venía bien una guardaespaldas, y si sabía hacer las cosas bien tal vez pudiese fiarme de ella.
La miré a los ojos detenidamente, clavando mis pupilas rojas en ella. Era apenas una niña, pero tenía una buena espada y mantenía una postura muy aceptable. Había intentado aprovecharse de la bondad de un desconocido y sabía cómo tratar con ello. Estaba colándose en una ciudad del interior de uno de los reinos más xenófobos de todo el North Blue, por no hablar de una de las culturas más misóginas que había llegado a conocer. Iliana era una de las mayores muestras de la cultura de Hallstat, una mujer cuyo único propósito en la vida era llevar al Imperio la gloria de Derian en nombre del fallecido monarca, el hombre que sojuzgó los mares y probablemente abusara de ella alguna que otra vez.
-No la conozco de nada- dije, dedicándole una sonrisa.
Antes de esperar una reacción, lancé una bolsa llena de oro al guardia de la puerta, que me miraba sin comprender. No sabía si lo estaba sobornando para atraparla o dejarla pasar, y los arqueros tensaban los arcos con sumo cuidado. El sonido de la cuerda era muy delicado y suave, un contraste con el ceño fruncido y la tez bruta que imperaba en aquellos gorilas.
-Pero dejadla venir conmigo, por favor.
Las armas dejaron de apuntarles y todo volvió a la normalidad mientras el portón se levantaba. Hice un gesto a la chica para que me siguiera y empecé a caminar, sin prestar mucha atención. El paisaje agreste de villa Derian nosecuánto era lo que menos me importaba, yo sólo quería llegar a aquella ciudad porque se iba a representar la "Danza de los Dragones" en honor a la emperatriz y a su magnánimo y humilde padre, el hombre cuyas estatuas decoraban cada rincón de Hallstat. "Su modestísima Majestad" también habría sido un buen título, ya que estaban, pero eso no era asunto mío. Yo, de momento, tenía que llegar hasta una taberna.
-Y tú, ¿Quién eres, onee-chan?-pregunté mientras me acercaba a un local. Me venía bien una guardaespaldas, y si sabía hacer las cosas bien tal vez pudiese fiarme de ella.
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Cuando dijo que no la conocía de nada, los ojos de la morena se abrieron algo más de la cuenta. Tragó saliva en seco y notó las miradas de los guardias sobre ella. Su plan no había funcionado por lo que estaba viendo. Estuvo a nada de llevar la mano a su katana, pero si lo hacía era posible que disparasen todos contra ella. No había forma de evadir tanto rifle. Frunció el ceño unos momentos y las venas de su frente se marcaron. La frialdad que se formó en su mirada fue similar a recibir un escalofrío, al menos, eso sintió el guardia de la puerta. La joven empezó a pensar sus alternativas de escape. Tal vez si levantabas las manos y después se iba a la entrada la dejaban, pero no pasaría esa humillación. Chasqueó la lengua unos momentos y entonces el rubio volvió a hablar.
La chica quedó asombrada ante lo que hizo ¿Tan amable era? ¡Genial! La morena mostró una sonrisa animada. Cambió enseguida de tener una mirada llena de frialdad a esa. Se notaba que no controlaba muy bien sus impulsos, pero ante todo mantuvo la sangre fría. Ahora tenía mucha curiosidad sobre aquella persona que la había sacado del apuro. Escuchó la pregunta de él y no tardó en mostrar una sonrisa calmada. No iba por ahí ocultando su identidad, por lo que no le importaría contárselo.
- Taketo K. Azumi. Soy la princesa de la zona Norte del Pais de Wano. Semigyojin de raza y heredera la mafia de los Taketo, pero eso no importa. Actualmente he terminado las pruebas para entrar al gobierno mundial como agente novata, en tres días empiezo.
Una vez dijo aquello, la chica se fijó en los edificios de aquel sitio. Debía admitir que era un sitio bastante bonito, pero prefería su tierra. Los cerezos rosados, los hermosos lagos, los osos panda recorriendo la zona y el ambiente. No tardó en cerrar los ojos debido a una pequeña brisa que se formó. Entonces se dio cuenta que en lugar de irse por su lado, estaba caminando al lado de él. Incluso sentía curiosidad de forma indirecta. Fue entonces cuando le habló en un tono bastante tranquilo.
- ¿Puedo saber sobre ti? No me esperaba que me ayudases. Supongo que no debo ir por ahí desconfiando de todo el mundo ¡Te ves alguien de fiar! – Exclamó mientras sonreía un poco.
Azumi se llevaba a matar con las mujeres, pero se veía que con los hombres tenía mucha confianza. Haberse criado con samuráis había sido una ventaja en ese tema. También se dio cuenta que tal vez él no quería ser seguido.
- ¡Oh! Espero que no te moleste estar caminando contigo. – Su tono pasó a ser algo más serio durante esa frase.
La chica quedó asombrada ante lo que hizo ¿Tan amable era? ¡Genial! La morena mostró una sonrisa animada. Cambió enseguida de tener una mirada llena de frialdad a esa. Se notaba que no controlaba muy bien sus impulsos, pero ante todo mantuvo la sangre fría. Ahora tenía mucha curiosidad sobre aquella persona que la había sacado del apuro. Escuchó la pregunta de él y no tardó en mostrar una sonrisa calmada. No iba por ahí ocultando su identidad, por lo que no le importaría contárselo.
- Taketo K. Azumi. Soy la princesa de la zona Norte del Pais de Wano. Semigyojin de raza y heredera la mafia de los Taketo, pero eso no importa. Actualmente he terminado las pruebas para entrar al gobierno mundial como agente novata, en tres días empiezo.
Una vez dijo aquello, la chica se fijó en los edificios de aquel sitio. Debía admitir que era un sitio bastante bonito, pero prefería su tierra. Los cerezos rosados, los hermosos lagos, los osos panda recorriendo la zona y el ambiente. No tardó en cerrar los ojos debido a una pequeña brisa que se formó. Entonces se dio cuenta que en lugar de irse por su lado, estaba caminando al lado de él. Incluso sentía curiosidad de forma indirecta. Fue entonces cuando le habló en un tono bastante tranquilo.
- ¿Puedo saber sobre ti? No me esperaba que me ayudases. Supongo que no debo ir por ahí desconfiando de todo el mundo ¡Te ves alguien de fiar! – Exclamó mientras sonreía un poco.
Azumi se llevaba a matar con las mujeres, pero se veía que con los hombres tenía mucha confianza. Haberse criado con samuráis había sido una ventaja en ese tema. También se dio cuenta que tal vez él no quería ser seguido.
- ¡Oh! Espero que no te moleste estar caminando contigo. – Su tono pasó a ser algo más serio durante esa frase.
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-Princesa de la zona Norte- mascullé. Sonaba a algo del estilo "reina de mi barrio", aunque lo que dijo a continuación sonaba interesante. Su raza me importaba poco y no entendí por qué me lo dijo, tal vez por imponer, pero ese detalle de "heredera de una mafia" me hizo por un momento arquear una ceja. Los Taketo eran una familia de relativa importancia en el Nuevo Mundo, y aunque ni de lejos la más boyante, eran peces gordos en un océano infinito.
Seguí caminando mientras escuchaba lo que me contaba y me dejé caer por una taberna. Había escuchado que en Offen existía una taberna llamada "Tita Aubi", aunque me tuve que conformar con la "Abradolf Linkler", un lugar poco acogedor y bastante atípico. La decoración oscilaba entre el culto a la personalidad del monarca y el completo odio a su hija, hasta el punto de que en una diana con la cara de Iliana como centro se lanzaban réplicas a escala del falo de Derian. Una imagen perturbadora, la verdad, pero me senté en una de las mesas con forma de pecho desnudo de Deri... Qué asco. Me levanté y me fui a otra, sin hacer caso del rótulo.
-Ésta un poco mejor, ¿No te parece?- comenté, entrando a una que en letras metálicas sobre una pared de madera resaltaba la grandeza del predecesor de los Markov, un hombre de paz cuyas mayores acciones fueron llevar la industria a Hallstat, logro del que un pérfido Derian se aprovechó para hipertrofiar la maquinaria burocrática y afianzar su dominio sobre cualquiera que se le opusiese.
Me senté a una mesa bastante hogareña de caoba, recostado sobre un sillón burdeos y con la bella vista de una camarera atractiva. Aunque ya entrada en años, las pocas arrugas de su rostro no podían eclipsar el cuerpo perfecto que poseía. Tal vez luego pudiera divertirme un rato.
-Así que Agente del Cipher Pol- dije, finalmente. Esperaba que recordase de qué estábamos hablando. Tal vez incluso que entendiese por qué abandoné abruptamente aquella taberna, aunque me era irrelevante-. Curiosamente hace un tiempo que formo parte de una de las ocho agencias. Mi nombre es Yarmin Prince, pequeña. Tal vez te suene mi nombre, o tal vez no- hice una pausa, sonriendo-. Pero no hablemos tanto de mí, ¿Qué es de ti? ¿Qué puede pretender una criminal entrando al Gobierno?
Me había contado alegremente sobre su mafia como herencia, y le importaba lo más mínimo. O estaba muy convencida de que sus habilidades harían que los jefazos ignorasen sus relaciones poco lícitas o no se había dado cuenta de la contradicción y no me interesaba mantenerla a mi lado. O, por otro lado, tal vez fuera una espía de Issei. Tantas cosas por averiguar...
Seguí caminando mientras escuchaba lo que me contaba y me dejé caer por una taberna. Había escuchado que en Offen existía una taberna llamada "Tita Aubi", aunque me tuve que conformar con la "Abradolf Linkler", un lugar poco acogedor y bastante atípico. La decoración oscilaba entre el culto a la personalidad del monarca y el completo odio a su hija, hasta el punto de que en una diana con la cara de Iliana como centro se lanzaban réplicas a escala del falo de Derian. Una imagen perturbadora, la verdad, pero me senté en una de las mesas con forma de pecho desnudo de Deri... Qué asco. Me levanté y me fui a otra, sin hacer caso del rótulo.
-Ésta un poco mejor, ¿No te parece?- comenté, entrando a una que en letras metálicas sobre una pared de madera resaltaba la grandeza del predecesor de los Markov, un hombre de paz cuyas mayores acciones fueron llevar la industria a Hallstat, logro del que un pérfido Derian se aprovechó para hipertrofiar la maquinaria burocrática y afianzar su dominio sobre cualquiera que se le opusiese.
Me senté a una mesa bastante hogareña de caoba, recostado sobre un sillón burdeos y con la bella vista de una camarera atractiva. Aunque ya entrada en años, las pocas arrugas de su rostro no podían eclipsar el cuerpo perfecto que poseía. Tal vez luego pudiera divertirme un rato.
-Así que Agente del Cipher Pol- dije, finalmente. Esperaba que recordase de qué estábamos hablando. Tal vez incluso que entendiese por qué abandoné abruptamente aquella taberna, aunque me era irrelevante-. Curiosamente hace un tiempo que formo parte de una de las ocho agencias. Mi nombre es Yarmin Prince, pequeña. Tal vez te suene mi nombre, o tal vez no- hice una pausa, sonriendo-. Pero no hablemos tanto de mí, ¿Qué es de ti? ¿Qué puede pretender una criminal entrando al Gobierno?
Me había contado alegremente sobre su mafia como herencia, y le importaba lo más mínimo. O estaba muy convencida de que sus habilidades harían que los jefazos ignorasen sus relaciones poco lícitas o no se había dado cuenta de la contradicción y no me interesaba mantenerla a mi lado. O, por otro lado, tal vez fuera una espía de Issei. Tantas cosas por averiguar...
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¿Qué diablos era aquel sitio? Una diana con una foto de una joven de cabellos oscuros… Penes lanzados sobre ella y extrañas mesas. Cuando el rubio se sentó en aquel asiento, ella estuvo a punto de pedirle que buscaran otro sitio, pero él recapacitó a tiempo. Menos mal que eligió un sitio algo más normalito. Ella se sentó en el sillón de al lado y mostró una mueca de comodidad. Aquel sitio agradaba a la morena, la cual colocó ambas manos en la nuca. Miró al techo unos segundos y después de nuevo a él ¿Tendría dinero para tomar algo? Metió la mano en el bolsillo y se dio cuenta de que su bolsa estaba algo llena. Estaba de suerte y por ello soltó un suspiro de alivio. Encima de haberse presentado como princesa, solo faltaba que no llevase ni una gorda encima, sería horrible.
- ¿En serio? ¡Vaya, eso no me lo esperaba! – Dijo ella en voz alta, pero sin decir ninguna palabra que nadie pudiese relacionar con la conversación.
Últimamente tan solo se encontraba con gente del gobierno o de la marina. Tal vez era una casualidad del destino, o tan solo suerte. Escuchó las palabras de aquella persona y después de unos momentos ladeó la cabeza ¿Quería saber más de ella? No parecía ser el típico hombre que se interesaba por una noble y su fortuna. Empezaba a caerle bastante bien, no era un creído y tampoco le hablaba con borderías. Tosió un poco y se rascó un poco la nuca. Lo de criminal no iba con ella, aunque estuvo a punto de serlo. Menos mal que la rubia de la marina entró en razón, oh, pensaba vengarse de esa guarra.
- Pues verá, Yarmin… ¿San? ¿Kun? San por el momento, a menos que diga lo contrario. – Dijo antes de nada sonriendo de forma algo engreída. – No me considero una criminal. Es cierto que mi padre, Emishi Taketo, era uno de los mafiosos más poderosos del mundo. Tras su muerte a manos de un topo y de los marines, los Taketo fueron aniquilados. El noventa por ciento. Incluso me atrevo a decir que el noventa y cinco.
Ella hizo una pequeña pausa para recordar los que quedaban. Se puso a pensar unos momentos, pero se dio cuenta que había menos de siete personas. Eso la hizo fruncir el ceño por unos momentos, incluso apretó los puños.
- Cuando me enteré de la noticia, traté de contactar con ellos por simple curiosidad. Mi hermano adoptivo, Ban Midou, el criminal de lava. Ese idiota asumió el liderazgo y el resto de miembros lo aceptó como líder. Admito que si llegaba a aceptar el cargo me hubiese convertido en una criminal, pero no llegó a suceder. Entonces ya había salido de viaje y no pensaba volver, tuve una fuerte discusión.
De nuevo hizo una pequeña pausa y se llevó ambas manos a las mejillas. No sabía lo que decir a continuación. Tal vez aquel hombre se reía de ella por considerar muy infantiles sus objetivos. Tampoco perdía nada por intentarlo. Tomó un poco de aire y terminó de hablarle.
- Decidí vivir la vida por mí misma como una samurái, pero no logré nada. También probé como mercenaria, pero nadie me contrataba. Mi personalidad suele repeler un poco. Entonces conocí a un agente llamado Hachiro. Él me tuvo algunos días en su casa y viendo su trabajo, me interesó el Cipher Pol. Entonces decidí entrar en la agencia y destacar, llegar muy arriba, que mi nombre fuese temido en muchas zonas del mundo. Encontrar gente con la que me sienta cómoda y tener una vida donde pueda ganarme el pan por mí misma… Además, no quiero estar sola !Oh! !También seré una maestra del Karate Gyojin! – En cuanto dijo aquello se dio cuenta que se había enrollado demasiado y agachó un poco la cabeza en señal de disculpa.
Se estiró un poco y soltó un quejido de gustito. Aquel sillón era demasiado cómodo para ser cierto. Se quedó mirando directamente a los ojos de aquel agente. Yarmin Prince. En aquellos dos años escuchó hablar de… ¿El príncipe encantador? ¿El Lobo del CP? ¿El agente plateado? ¿La llama del Oeste? Si, tal vez entre aquellos apodos podía estar él. Fueron cosas que escuchó mientras hacía las pruebas. Se quedó un poco pensativa y después de unos momentos habló de nuevo.
- ¿Por qué no me cuentas algo sobre ti? Yo también tengo muchísima curiosidad sobre ti. Sobre todo me gustaría saber ¿Por qué entraste al gobierno?
- ¿En serio? ¡Vaya, eso no me lo esperaba! – Dijo ella en voz alta, pero sin decir ninguna palabra que nadie pudiese relacionar con la conversación.
Últimamente tan solo se encontraba con gente del gobierno o de la marina. Tal vez era una casualidad del destino, o tan solo suerte. Escuchó las palabras de aquella persona y después de unos momentos ladeó la cabeza ¿Quería saber más de ella? No parecía ser el típico hombre que se interesaba por una noble y su fortuna. Empezaba a caerle bastante bien, no era un creído y tampoco le hablaba con borderías. Tosió un poco y se rascó un poco la nuca. Lo de criminal no iba con ella, aunque estuvo a punto de serlo. Menos mal que la rubia de la marina entró en razón, oh, pensaba vengarse de esa guarra.
- Pues verá, Yarmin… ¿San? ¿Kun? San por el momento, a menos que diga lo contrario. – Dijo antes de nada sonriendo de forma algo engreída. – No me considero una criminal. Es cierto que mi padre, Emishi Taketo, era uno de los mafiosos más poderosos del mundo. Tras su muerte a manos de un topo y de los marines, los Taketo fueron aniquilados. El noventa por ciento. Incluso me atrevo a decir que el noventa y cinco.
Ella hizo una pequeña pausa para recordar los que quedaban. Se puso a pensar unos momentos, pero se dio cuenta que había menos de siete personas. Eso la hizo fruncir el ceño por unos momentos, incluso apretó los puños.
- Cuando me enteré de la noticia, traté de contactar con ellos por simple curiosidad. Mi hermano adoptivo, Ban Midou, el criminal de lava. Ese idiota asumió el liderazgo y el resto de miembros lo aceptó como líder. Admito que si llegaba a aceptar el cargo me hubiese convertido en una criminal, pero no llegó a suceder. Entonces ya había salido de viaje y no pensaba volver, tuve una fuerte discusión.
De nuevo hizo una pequeña pausa y se llevó ambas manos a las mejillas. No sabía lo que decir a continuación. Tal vez aquel hombre se reía de ella por considerar muy infantiles sus objetivos. Tampoco perdía nada por intentarlo. Tomó un poco de aire y terminó de hablarle.
- Decidí vivir la vida por mí misma como una samurái, pero no logré nada. También probé como mercenaria, pero nadie me contrataba. Mi personalidad suele repeler un poco. Entonces conocí a un agente llamado Hachiro. Él me tuvo algunos días en su casa y viendo su trabajo, me interesó el Cipher Pol. Entonces decidí entrar en la agencia y destacar, llegar muy arriba, que mi nombre fuese temido en muchas zonas del mundo. Encontrar gente con la que me sienta cómoda y tener una vida donde pueda ganarme el pan por mí misma… Además, no quiero estar sola !Oh! !También seré una maestra del Karate Gyojin! – En cuanto dijo aquello se dio cuenta que se había enrollado demasiado y agachó un poco la cabeza en señal de disculpa.
Se estiró un poco y soltó un quejido de gustito. Aquel sillón era demasiado cómodo para ser cierto. Se quedó mirando directamente a los ojos de aquel agente. Yarmin Prince. En aquellos dos años escuchó hablar de… ¿El príncipe encantador? ¿El Lobo del CP? ¿El agente plateado? ¿La llama del Oeste? Si, tal vez entre aquellos apodos podía estar él. Fueron cosas que escuchó mientras hacía las pruebas. Se quedó un poco pensativa y después de unos momentos habló de nuevo.
- ¿Por qué no me cuentas algo sobre ti? Yo también tengo muchísima curiosidad sobre ti. Sobre todo me gustaría saber ¿Por qué entraste al gobierno?
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Hermana adoptiva de Ban Midou... Pero no se llevaban bien. Una verdadera lástima, habría sido bastante satisfactorio hacer negocios con él. Un hombre que había entrado al servicio del Cipher Pol y había abandonado con una carta recomendando que no le pusieran recompensa ya que "le daba igual". No pude evitar reírme recordando la cara de Cornelius mientras leía el informe, y más aún cuando se unió a la flota de Meneror, ese albino imitador de Sir Crocodile, uno de los hombres más poderosos e inteligentes de su tiempo. Un simple golpe de suerte acabó con él, pero su legado perduraba tras tantos años desde su muerte en el Nuevo Mundo.
-Ichimura Hachiro es sólo un imitador barato y un asesino- comenté. Todavía recordaba cuando Adam Smith estaba vivo y me había presentado a mis compañeros de tablero. El señor Clesete poseía la Akuma no mi que más tarde había usurpado él, y aunque nunca contacté personalmente con él, Hachiro había matado a un compañero mío. Nadie tocaba mis cosas-. El Cipher Pol en general es una cuna de delincuentes, todos salen de él. Jin Surfer, Azumi Kento, Jalial Reezek... Aunque este último fue irrelevante. Sus miembros se alían con piratas allá donde van, desde Kasan, amigo de Legim y un miembro honorario de la extinta Sons of Anarchy hasta Fried Lanxerot, que todos sabemos fue el segundo al mando de los Red Demons. Si quieres servir a la justicia deberías ir a la Marina.
¿Por qué le decía todo aquello? ¿Por qué destruía mi propio tejado a ojos de la joven mujer? Sonreí, cruzando las manos sobre la mesa mientras me apoyaba en ella con los brazos, apartándome ligeramente del respaldo. La miré a los ojos y mi semblante cambió, mucho más serio. Tenía que entender cómo funcionaban las cosas en la Agencia. Además, me había preguntado por mí.
-Yo entré al Cipher Pol por una amiga. Se metió en un lío y necesitaba ayuda- dije. No era mentira, al fin y al cabo Bella había sido quien tuvo la brillante idea-. En vez de sacarla de él, me metí yo a fondo, pero apareció un reclutador de la Agencia. Nos ofreció una vida nueva y aceptamos, pero no hay futuro para los justos.
Mi cara se iba amargando poco a poco mientras volvía a hundirme en el sillón, con los hombros caídos. Cualquiera podría notar lo que me dolía la situación. Yarmin Prince, un hombre justo y de nobles principios, hundido por las vicisitudes del destino y una serie de corruptelas que impedían una simple mejora.
-Sin embargo, el Cipher Pol siempre es una oportunidad de negocio. Se paga bien, y cuando tenga suficiente dinero podré cumplir mi sueño. Sólo necesito tiempo, paciencia y un poco de suerte.
Cebo echado. ¿Picaría? A ver hasta qué punto podía seducir su joven mente.
-Ichimura Hachiro es sólo un imitador barato y un asesino- comenté. Todavía recordaba cuando Adam Smith estaba vivo y me había presentado a mis compañeros de tablero. El señor Clesete poseía la Akuma no mi que más tarde había usurpado él, y aunque nunca contacté personalmente con él, Hachiro había matado a un compañero mío. Nadie tocaba mis cosas-. El Cipher Pol en general es una cuna de delincuentes, todos salen de él. Jin Surfer, Azumi Kento, Jalial Reezek... Aunque este último fue irrelevante. Sus miembros se alían con piratas allá donde van, desde Kasan, amigo de Legim y un miembro honorario de la extinta Sons of Anarchy hasta Fried Lanxerot, que todos sabemos fue el segundo al mando de los Red Demons. Si quieres servir a la justicia deberías ir a la Marina.
¿Por qué le decía todo aquello? ¿Por qué destruía mi propio tejado a ojos de la joven mujer? Sonreí, cruzando las manos sobre la mesa mientras me apoyaba en ella con los brazos, apartándome ligeramente del respaldo. La miré a los ojos y mi semblante cambió, mucho más serio. Tenía que entender cómo funcionaban las cosas en la Agencia. Además, me había preguntado por mí.
-Yo entré al Cipher Pol por una amiga. Se metió en un lío y necesitaba ayuda- dije. No era mentira, al fin y al cabo Bella había sido quien tuvo la brillante idea-. En vez de sacarla de él, me metí yo a fondo, pero apareció un reclutador de la Agencia. Nos ofreció una vida nueva y aceptamos, pero no hay futuro para los justos.
Mi cara se iba amargando poco a poco mientras volvía a hundirme en el sillón, con los hombros caídos. Cualquiera podría notar lo que me dolía la situación. Yarmin Prince, un hombre justo y de nobles principios, hundido por las vicisitudes del destino y una serie de corruptelas que impedían una simple mejora.
-Sin embargo, el Cipher Pol siempre es una oportunidad de negocio. Se paga bien, y cuando tenga suficiente dinero podré cumplir mi sueño. Sólo necesito tiempo, paciencia y un poco de suerte.
Cebo echado. ¿Picaría? A ver hasta qué punto podía seducir su joven mente.
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Azumi dirigió una mirada seria hacia aquel hombre cuando dijo aquellas palabras sobre Hachiro. Lo de imitador no lo entendió muy bien, pero nunca le vio matar a nadie. Tal vez ellos tenían sus cuentas pendientes, pero no pensaba entrar en ese trapo. Mantenerse en el bando de todo el mundo siempre era productivo, al menos mientras se viajaba en solitario. Se abrochó un poco su chaqueta al sentir un poco de frío. Estaba acostumbrada a su cómodo kimono, pero tras sus entrenamientos lo había dejado. Para pasar más desapercibida era más normal vestir de la forma que ahora. Pensaba presentarse así en la entrada del gobierno, vamos, Enies Lobby. No veía nada malo en su atuendo y no tendría problema por usar un traje. Ella se adaptaba a aquellas cosas con facilidad.
- Nunca dije que me interesase la justicia, Yarmin-san. Si debe matar a quién se me diga, lo haré sin preguntar. No voy a llegar lejos siendo una hermanita de la caridad. – Su tono pese a ser inocente, mostraba una parte algo sádica.
La morena se fijó en el cambio de expresión que tuvo aquel hombre ¿Dijo algo indebido? Escuchó sus siguientes palabras y no pudo evitar mostrarse algo seria. Al parecer, aquel tipo tenía un sueño que cumplir y para ello quería dinero. Justamente, ella huyó por exceso de dinero. Quería ganarse la vida por ella misma. No quería molestar a aquel tipo. Para una persona con la que había entablado conversación sin liarla… Entonces fue cuando por primera vez trató de colocar la mano en el hombro de él, haciendo contacto de esa forma. Le mostró una sonrisa un tanto siniestra.
- Oye, alegra esa cara. Yo tan solo quiero un sitio en el mundo, tú deseas dinero. Ya que voy a entrar el gobierno mundial… ¡Creo que puedo ayudarte!
Azumi alzó la mano y cuando llegó aquella mujer, le pidió una jarra de sake y un par de platillos. Adoraba aquella bebida desde que tenía doce años. Estaba segura de que Yarmin conocía las costumbres de Wano sobre aquel licor. Compartir un trago con alguien era un vínculo bastante fuerte. Cuando la mujer hubo traído todo, ella llenó ambos platillos y le ofreció uno al rubio mientras mostraba su típica sonrisa engreída.
- Brindemos como colegas. Estoy segura de que vamos a ser grandes amigos ¿Verdad? – Mostró sus dientes al mismo tiempo que entrecerraba sus ojos.
Las expresiones de Azumi parecían ser algo raras, pero no era algo que pudiese cambiar. En las situaciones donde se divertía solía mostrar su faceta rebelde. Tenía veinte años al fin y al cabo, debía ser un poco salvaje en aquellos temas. Se estiró un poco más y esperó a ver si el rubio brindaba con ella.
- Nunca dije que me interesase la justicia, Yarmin-san. Si debe matar a quién se me diga, lo haré sin preguntar. No voy a llegar lejos siendo una hermanita de la caridad. – Su tono pese a ser inocente, mostraba una parte algo sádica.
La morena se fijó en el cambio de expresión que tuvo aquel hombre ¿Dijo algo indebido? Escuchó sus siguientes palabras y no pudo evitar mostrarse algo seria. Al parecer, aquel tipo tenía un sueño que cumplir y para ello quería dinero. Justamente, ella huyó por exceso de dinero. Quería ganarse la vida por ella misma. No quería molestar a aquel tipo. Para una persona con la que había entablado conversación sin liarla… Entonces fue cuando por primera vez trató de colocar la mano en el hombro de él, haciendo contacto de esa forma. Le mostró una sonrisa un tanto siniestra.
- Oye, alegra esa cara. Yo tan solo quiero un sitio en el mundo, tú deseas dinero. Ya que voy a entrar el gobierno mundial… ¡Creo que puedo ayudarte!
Azumi alzó la mano y cuando llegó aquella mujer, le pidió una jarra de sake y un par de platillos. Adoraba aquella bebida desde que tenía doce años. Estaba segura de que Yarmin conocía las costumbres de Wano sobre aquel licor. Compartir un trago con alguien era un vínculo bastante fuerte. Cuando la mujer hubo traído todo, ella llenó ambos platillos y le ofreció uno al rubio mientras mostraba su típica sonrisa engreída.
- Brindemos como colegas. Estoy segura de que vamos a ser grandes amigos ¿Verdad? – Mostró sus dientes al mismo tiempo que entrecerraba sus ojos.
Las expresiones de Azumi parecían ser algo raras, pero no era algo que pudiese cambiar. En las situaciones donde se divertía solía mostrar su faceta rebelde. Tenía veinte años al fin y al cabo, debía ser un poco salvaje en aquellos temas. Se estiró un poco más y esperó a ver si el rubio brindaba con ella.
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-No creo que puedas ayudarme, Azumi- dije mientras ella ponía su mano sobre mi hombro. Me mostró una sonrisa atípica, casi incómoda, siniestra. Por un momento tal vez me hubiera sentido nervioso, pero lo cierto era que no sentía ningún miedo acerca de lo que una niña pudiese hacerme, y por el momento todo estaba bajo control. Relajé mi rostro lentamente, dejando que una sonrisa naciera en mis labios, y fruncí ligeramente el ceño mientras bajaba el mentón, sin dejar de mirarla.
En mi cara se formó lentamente una expresión macabra mientras Azumi pedía sake. Si mis conocimientos de historia no flaqueaban, tomar esa bebida con una persona te hacía algo así como su "hermano", un ser muy cercano por quien matarías o morirías. Siempre odié esa clase de juramentos, sobre todo porque no me gustaba nada el momento en que debía romperlos, pero el vino de arroz podía significar muchas cosas.
-Brindaré, pero... ¿Con qué fin?- pregunté, con cierta candidez. No sabía qué esperaba ella de mí, ni qué me ofrecía-. Eres una mercenaria bocazas, hija de un hombre pez y pretendes entrar en el Cipher Pol no buscando justicia, sino con cierto fervor asesino. Tienes problemas de autocontrol, deduzco- ojeé detalles de su rostro en busca de más datos-. No tienes ninguna clase de autocontrol, y te encanta la bebida. Puedo verlo en el mínimo temblor de las aletillas de tu nariz al oler el sake, o en el muy sutil y gradual acercamiento a la mesa. Me sonríes como si pretendieras desvelarme una verdad incómoda, pero tú no guardas realmente una verdad que pueda incomodarme, ¿Verdad?
Cualquiera podría haber dicho que me equivocaba, pero no. Aun errando algunas cosas, consciente de que me equivocaba, sabía que podría causar cierto nerviosismo en ella si por un momento la turbaba, e incluso hacerla dudar sobre su propia personalidad por un momento si lo había hecho bien, que así esperaba. Alcé el sake con ambas manos, y lo acerqué a ella lentamente.
-¿No sueñas con un mundo mejor? Porque yo sí, Azumi- dije, finalmente, y me mantuve callado durante unos segundos, esperando hacerla reflexionar. Cuando mi voz volvió a sonar, empecé a acercar lentamente el sake a mis labios-. Tomaré esto contigo, en señal de amistad. Pero, hasta que me demuestres tu valía, no puedo ofrecerte más que eso.
Bebí, sin esperar su respuesta. Aceptara o no, aquello olía bien.
En mi cara se formó lentamente una expresión macabra mientras Azumi pedía sake. Si mis conocimientos de historia no flaqueaban, tomar esa bebida con una persona te hacía algo así como su "hermano", un ser muy cercano por quien matarías o morirías. Siempre odié esa clase de juramentos, sobre todo porque no me gustaba nada el momento en que debía romperlos, pero el vino de arroz podía significar muchas cosas.
-Brindaré, pero... ¿Con qué fin?- pregunté, con cierta candidez. No sabía qué esperaba ella de mí, ni qué me ofrecía-. Eres una mercenaria bocazas, hija de un hombre pez y pretendes entrar en el Cipher Pol no buscando justicia, sino con cierto fervor asesino. Tienes problemas de autocontrol, deduzco- ojeé detalles de su rostro en busca de más datos-. No tienes ninguna clase de autocontrol, y te encanta la bebida. Puedo verlo en el mínimo temblor de las aletillas de tu nariz al oler el sake, o en el muy sutil y gradual acercamiento a la mesa. Me sonríes como si pretendieras desvelarme una verdad incómoda, pero tú no guardas realmente una verdad que pueda incomodarme, ¿Verdad?
Cualquiera podría haber dicho que me equivocaba, pero no. Aun errando algunas cosas, consciente de que me equivocaba, sabía que podría causar cierto nerviosismo en ella si por un momento la turbaba, e incluso hacerla dudar sobre su propia personalidad por un momento si lo había hecho bien, que así esperaba. Alcé el sake con ambas manos, y lo acerqué a ella lentamente.
-¿No sueñas con un mundo mejor? Porque yo sí, Azumi- dije, finalmente, y me mantuve callado durante unos segundos, esperando hacerla reflexionar. Cuando mi voz volvió a sonar, empecé a acercar lentamente el sake a mis labios-. Tomaré esto contigo, en señal de amistad. Pero, hasta que me demuestres tu valía, no puedo ofrecerte más que eso.
Bebí, sin esperar su respuesta. Aceptara o no, aquello olía bien.
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Las venas de la frente de la joven empezaron a marcarse muy lentamente, sobre todo una que había sobre la ceja derecha. Cerró los ojos escuchándole y mostrándose impasible, pero se estaba mosqueando bastante. Era como si ese hombre tuviese algún tipo de habilidad para leer la mente ¿Cómo sabía todo aquello? Lo de bocazas la hizo chasquear la lengua. Solía ser una persona callada, pero si alguien le caía bien hablaba. Miró unos momentos su katana, sobre todo cuando él dijo lo de fervor asesino. No se equivocó en nada, pero no esperaba que acertase aquella parte. Ella sonrió entonces de forma algo más siniestra por así decirlo. Clavó su mirada en la de él y empezó a pensar un poco en lo que estaba ocurriendo.
Azumi alzó el sake junto al de él, pero su mano tembló un poco, hasta el instante en que unas gotas fueron derramadas sobre la mesa. El rostro de ella ya no era sádico, era serio, mostraba furia, ira, rabia. No estaba enfadada, pero las expresiones de la joven eran así. Incluso para mucha gente era imposible saber cuándo estaba feliz, pero algo le decía que ese tipo sería uno de los pocos. Algo iba mal y no sabía qué. Se mantuvo entonces callada, no quería hablar en ese momento. Bebió de su bebida al mismo tiempo que lo hizo él, pero no le sentó como siempre. Dejó el platillo vacío en lo alto de la mesa y entonces se quedó mirándole fijamente. La tensión del ambiente había aumentado.
- No sueño con un mundo mejor, Yarmin. No sé cómo lo has hecho, pero has acertado en demasiadas cosas. Me has pedido que te muestre mi valía, me preguntaste qué esperaba y me has ofrecido tu amistad.
Dejó de hablar por unos momentos y trató de estirar su mano hacia la botella para servirse más. Entonces cayó en la cuenta, le estaba dando la razón en lo de gustarle la bebida. Frunció el ceño nos momentos y se dio cuenta de que su mano derecha estaba temblando. No podía controlarlo, incluso por unos momentos sintió un leve mareo. Maldito… ¿Cómo lo hizo? Estaba demasiado pensativa como para prestar atención a la realidad ¿Tan buen conocimiento de la mente tenía? Tal vez él la había estado siguiendo durante meses. No, no debía empezar a alucinar. Negó un poco con la cabeza y después de unos momentos se mordió la mano. Se hizo algo de sangre, pero logró que el temblor parase. Volvió a clavar sus ojos en los de aquella persona y trató de sonreírle a su manera, sádicamente.
- Esperaba poder tener alguien en quien confiar dentro de donde voy a meterme. Con tu amistad me vale de sobra, pero soy ambiciosa. Quiero ver hasta dónde puedo llegar a tus ojos, Yarmin-san ¿Cómo pudo mostrar mi valía? – Las últimas palabras las dijo llevando su mano al mango de su katana.
Al hacerlo, un grito de puro terror se escuchó en todo el lugar. Era como si alguien a punto de morir hubiese liberado su voz pidiendo socorro. La gente miró confusa a todas partes, pero nadie pudo saber el motivo. Había sido ella. Su boca no se había movido, pero era como si al desenvainar un poco la espada hubiese pasado aquello. Una especie de aura negra apareció por un segundo, pero desapareció al instante. Se relajó y soltó su arma. No quería que él lo tomase a malas, pero sí como algo a tener en cuenta. El semblante de Azumi volvió a ser algo siniestro y su sonrisa asomó de nuevo.
- Vamos, dejaré que me guíes, Yarmin… Estoy lista para superar tus pruebas y mostrarte mi valía, señor. – La joven alzó una ceja y se llevó la mano derecha a la boca.
¿Señor por qué? Ella no había sido así de respetuosa con nadie. Le miró de nuevo con fiereza a los ojos buscando algún tipo de respuesta. Tal vez el hecho de que hubiese adivinado todo estaba mareándola un poco y haciéndole tener comportamientos algo distintos. Trató de relajarse y de nuevo le miró. Por un lado deseaba que le contestase, por otro dudaba.
Azumi alzó el sake junto al de él, pero su mano tembló un poco, hasta el instante en que unas gotas fueron derramadas sobre la mesa. El rostro de ella ya no era sádico, era serio, mostraba furia, ira, rabia. No estaba enfadada, pero las expresiones de la joven eran así. Incluso para mucha gente era imposible saber cuándo estaba feliz, pero algo le decía que ese tipo sería uno de los pocos. Algo iba mal y no sabía qué. Se mantuvo entonces callada, no quería hablar en ese momento. Bebió de su bebida al mismo tiempo que lo hizo él, pero no le sentó como siempre. Dejó el platillo vacío en lo alto de la mesa y entonces se quedó mirándole fijamente. La tensión del ambiente había aumentado.
- No sueño con un mundo mejor, Yarmin. No sé cómo lo has hecho, pero has acertado en demasiadas cosas. Me has pedido que te muestre mi valía, me preguntaste qué esperaba y me has ofrecido tu amistad.
Dejó de hablar por unos momentos y trató de estirar su mano hacia la botella para servirse más. Entonces cayó en la cuenta, le estaba dando la razón en lo de gustarle la bebida. Frunció el ceño nos momentos y se dio cuenta de que su mano derecha estaba temblando. No podía controlarlo, incluso por unos momentos sintió un leve mareo. Maldito… ¿Cómo lo hizo? Estaba demasiado pensativa como para prestar atención a la realidad ¿Tan buen conocimiento de la mente tenía? Tal vez él la había estado siguiendo durante meses. No, no debía empezar a alucinar. Negó un poco con la cabeza y después de unos momentos se mordió la mano. Se hizo algo de sangre, pero logró que el temblor parase. Volvió a clavar sus ojos en los de aquella persona y trató de sonreírle a su manera, sádicamente.
- Esperaba poder tener alguien en quien confiar dentro de donde voy a meterme. Con tu amistad me vale de sobra, pero soy ambiciosa. Quiero ver hasta dónde puedo llegar a tus ojos, Yarmin-san ¿Cómo pudo mostrar mi valía? – Las últimas palabras las dijo llevando su mano al mango de su katana.
Al hacerlo, un grito de puro terror se escuchó en todo el lugar. Era como si alguien a punto de morir hubiese liberado su voz pidiendo socorro. La gente miró confusa a todas partes, pero nadie pudo saber el motivo. Había sido ella. Su boca no se había movido, pero era como si al desenvainar un poco la espada hubiese pasado aquello. Una especie de aura negra apareció por un segundo, pero desapareció al instante. Se relajó y soltó su arma. No quería que él lo tomase a malas, pero sí como algo a tener en cuenta. El semblante de Azumi volvió a ser algo siniestro y su sonrisa asomó de nuevo.
- Vamos, dejaré que me guíes, Yarmin… Estoy lista para superar tus pruebas y mostrarte mi valía, señor. – La joven alzó una ceja y se llevó la mano derecha a la boca.
¿Señor por qué? Ella no había sido así de respetuosa con nadie. Le miró de nuevo con fiereza a los ojos buscando algún tipo de respuesta. Tal vez el hecho de que hubiese adivinado todo estaba mareándola un poco y haciéndole tener comportamientos algo distintos. Trató de relajarse y de nuevo le miró. Por un lado deseaba que le contestase, por otro dudaba.
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-Llevo muchos años estudiando la mente humana, Azumi- respondí, haciendo en mis manos algún que otro gesto tratando de representar un cerebro-. Todos tenemos cosas que nos delatan. Gestos, expresiones, hasta ciertas palabras como "estimulante" en lugar de "edificante" marcan a ojos del mundo la clase de persona que eres, hasta dónde puedes llegar y, a ojos de un buen lector, casi cada detalle de ti. Como que te gusta dormir más de lo necesario.
Poco a poco, como un martillo, tallando la mente de Azumi. ¿Por qué seguía ahora que la curiosidad y el nerviosismo combatían? Era una pregunta compleja, pero su respuesta muy sencilla: Quería alimentar sus temores, deseaba que sintiera el miedo a perder la máscara social que todos llevamos. Cuando una persona se veía en la necesidad de elegir una o la otra, podía aceptar que no existía una máscara infalible o autoconvencerse de lo contrario. Si ganaba en desventaja la curiosidad, sabría que podía confiar en ella. Mis planes sólo eran aptos para gente sin miedo.
-Ahora quieres mostrar tu valía. ¿Ves? Ansiosa de nuevo.
No pasó desapercibido el fulgor negro que por un instante rodeó su katana, ni la sangre en su mano, pero decidí ignorarlo por el momento. Me levanté, dejando quinientos berries encima de la mesa, haciendo un gesto a la espadachina para que me siguiese. Sin embargo no logré llegar a la salida, pues la tabernera me frenó en seco. ¿Habría pagado de menos? Qué atenta estaba a too lo que sucedía en su local, vaya.
-Tome, señor. Su cambio- me dijo, devolviendo cuatrocientos noventa berries. ¿Tanto se había devaluado la moneda en Hallstat?
-Puedes quedártelo todo. Sólo recuerda una cosa- las siguientes palabras las dije en voz baja, a su oído-. Krakov vive.
Me abrazó, y por fin pude irme. Krakov era una pequeña rama de la vieja familia real, tan pobre en tierras y soldados que había permanecido neutral. Tras el triunfo de Derian, era la única casa del antiguo régimen que conservaba sus privilegios, algo que a muchos hacía conservar la esperanza. Algún día, el viejo Igor Krakov saldría de su escondrijo y permitiría a sus hijos luchar por una nueva era dorada de Hallstat, y no la etapa de misticismo y tiranía que estaba obligada a soportar.
Caminé hacia un punto alejado de oídos indiscretos, esperando que Azumi me siguiera. Si llegaba, empezaría a contarle una pequeña historia.
-Ésta es una mala isla para ser mujer, ¿Sabes?- comenté, mirando hacia la plaza donde se celebraría la representación de quién sabe qué-. Te considerarían una máquina de hacer hijos, ¿Nunca te preguntaste por qué hay tanto Markov suelto? Sólo se reproducen. Mantienen esta isla como una cuna de soldados mientras parasitan las demás, y un par de burócratas corruptos aceptaron una alianza muy beneficiosa para la reina, y un pozo sin fondo para el Gobierno Mundial. Por eso me he desplazado aquí. Alguien tiene que dar una excusa al Cipher Pol y a la Marina para entrar por la fuerza en el país y anexionarlo al Gobierno Mundial- respiré hondo. Ni siquiera estábamos en Markovia, pero la falta de seguridad del lugar lo hacía perfecto. A río revuelto ganancia de pescadores, y si la guerra iniciaba aparecerían traficantes de armas, un negocio en constante crecimiento al que no me importaría acoplarme-. Por eso, consigue que hoy, durante la representación, los cónsules del Gobierno Mundial mueran. Y hazlo pasar por un atentado de la casa Markov.
Sonreí. Ésa iba a ser su prueba. Si la cumplía, perfecto. Si por el contrario, no... Bueno, yo mismo la acusaría de intentar estropear las relaciones con Hallstat y sus gentes, aplicando el castigo pertinente de inmediato.
Poco a poco, como un martillo, tallando la mente de Azumi. ¿Por qué seguía ahora que la curiosidad y el nerviosismo combatían? Era una pregunta compleja, pero su respuesta muy sencilla: Quería alimentar sus temores, deseaba que sintiera el miedo a perder la máscara social que todos llevamos. Cuando una persona se veía en la necesidad de elegir una o la otra, podía aceptar que no existía una máscara infalible o autoconvencerse de lo contrario. Si ganaba en desventaja la curiosidad, sabría que podía confiar en ella. Mis planes sólo eran aptos para gente sin miedo.
-Ahora quieres mostrar tu valía. ¿Ves? Ansiosa de nuevo.
No pasó desapercibido el fulgor negro que por un instante rodeó su katana, ni la sangre en su mano, pero decidí ignorarlo por el momento. Me levanté, dejando quinientos berries encima de la mesa, haciendo un gesto a la espadachina para que me siguiese. Sin embargo no logré llegar a la salida, pues la tabernera me frenó en seco. ¿Habría pagado de menos? Qué atenta estaba a too lo que sucedía en su local, vaya.
-Tome, señor. Su cambio- me dijo, devolviendo cuatrocientos noventa berries. ¿Tanto se había devaluado la moneda en Hallstat?
-Puedes quedártelo todo. Sólo recuerda una cosa- las siguientes palabras las dije en voz baja, a su oído-. Krakov vive.
Me abrazó, y por fin pude irme. Krakov era una pequeña rama de la vieja familia real, tan pobre en tierras y soldados que había permanecido neutral. Tras el triunfo de Derian, era la única casa del antiguo régimen que conservaba sus privilegios, algo que a muchos hacía conservar la esperanza. Algún día, el viejo Igor Krakov saldría de su escondrijo y permitiría a sus hijos luchar por una nueva era dorada de Hallstat, y no la etapa de misticismo y tiranía que estaba obligada a soportar.
Caminé hacia un punto alejado de oídos indiscretos, esperando que Azumi me siguiera. Si llegaba, empezaría a contarle una pequeña historia.
-Ésta es una mala isla para ser mujer, ¿Sabes?- comenté, mirando hacia la plaza donde se celebraría la representación de quién sabe qué-. Te considerarían una máquina de hacer hijos, ¿Nunca te preguntaste por qué hay tanto Markov suelto? Sólo se reproducen. Mantienen esta isla como una cuna de soldados mientras parasitan las demás, y un par de burócratas corruptos aceptaron una alianza muy beneficiosa para la reina, y un pozo sin fondo para el Gobierno Mundial. Por eso me he desplazado aquí. Alguien tiene que dar una excusa al Cipher Pol y a la Marina para entrar por la fuerza en el país y anexionarlo al Gobierno Mundial- respiré hondo. Ni siquiera estábamos en Markovia, pero la falta de seguridad del lugar lo hacía perfecto. A río revuelto ganancia de pescadores, y si la guerra iniciaba aparecerían traficantes de armas, un negocio en constante crecimiento al que no me importaría acoplarme-. Por eso, consigue que hoy, durante la representación, los cónsules del Gobierno Mundial mueran. Y hazlo pasar por un atentado de la casa Markov.
Sonreí. Ésa iba a ser su prueba. Si la cumplía, perfecto. Si por el contrario, no... Bueno, yo mismo la acusaría de intentar estropear las relaciones con Hallstat y sus gentes, aplicando el castigo pertinente de inmediato.
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Claro que deseaba mostrar su valía y estaba ansiosa. Llevaba mucho tiempo preparándose para aquel día de ingreso y estaba a menos de setenta horas. Encima, había descubierto a un tipo de lo más interesante que no paraba de sacarla de sus casillas. No era en el tema del enfado, más bien venía de lo nerviosa que la ponía. Fue en ese momento cuando él le dijo a la joven que le siguiese. Azumi se colocó en pie ignorando la botella de sake y empezó a caminar tras él con una expresión más seria de lo normal. Pensaba hacer lo que fuera para ganarse la confianza de aquel hombre. Iba a demostrar hasta donde podían llegar sus habilidades en el tema que le pusiese. Estaba lista para realizar el trabajo, si es que podía considerarse así.
- Conejos andantes, asesinatos, cónsules, teatro. Todo esto tiene podas las piezas para formar un puzle interesante. Igualmente, reúnase conmigo en la entrada de aquella catedral tras veinte minutos del “otro espectáculo”. – Dijo señalando el edificio mencionado con el dedo índice.
Azumi le dedicó una sonrisa un tanto inquietante a su acompañante y tras unos momentos se despidió con la mano. La morena no había tardado mucho en trazar un plan un poco simple. Era algo arriesgado y podía tener daños colaterales, pero jugaría muy bien sus cartas. Aquella isla estaba bien vigilada por guardias que avanzaban por las calles en pequeños grupos. Incluso a veces podían verse algunos en solitario con sus armaduras y espadas. De todas formas, la pista definitiva la había dado Yarmin “Máquina de hacer hijos”. Esas palabras le dieron la solución a la espadachín de Wano. Se relamió despacio mostrando una expresión algo sádica y trazó su plan.
- Un servicio gratis, hoy es mi día de suerte. Espero que no te importe que no me quite el casco, así evito problemas si pasa algo.
Aquella voz pertenecía a un guardia del imperio. No había sido difícil hacerse pasar por prostituta borracha y ese tipo había caído en la trampa. El callejón era oscuro y tenía una pequeña trampilla que llevaba directamente a las cloacas. Azumi se encontraba tan solo con la camiseta de tirantes, riéndose un poco y tambaleándose. Su papel era poco creíble, pero esa gente no era muy lista. El guardia terminó de bajarse los pantalones, pero cuando quiso mirar a la chica con la que se iba a divertir, su vista se nubló. En la zona del cuello tenía una apertura, como la mayoría de armaduras. El filo de Sasori estaba clavado en dicha zona. Los ojos del hombre se abrieron más de la cuenta y la asesina aprovechó para hinchar el arma con más agresividad. Sacó su katana de su sucio cuello y lo vio caer al suelo.
- Humanos…
Mostró una expresión algo más sádica y tras haberle quitado sus pertenencias, cortó el cuerpo en trozos. Le llevó unos diez minutos más o menos. Se deshizo de los cachos tirándolos en intervalos de quince segundos a las aguas de la cloaca y después miró la armadura. Estaba manchada de sangre por dentro, pero por suerte no se notaría por fuera. Se colocó aquellas prendas y miró que la espada tenía el símbolo de la casa Markov en la hoja. Tenía todo listo.
Unos minutos más tarde, la joven acechaba la obra de teatro desde un tejado. Tenía ya su arma desenvainada para no hacer ruido en el proceso. El yelmo tapaba su rostro y tan solo tendría que buscar una ruta de escape hacia la catedral cuando terminase. Detectó a los cónsules tras unos minutos buscando y sonrió al ver que estaban junto. Sin ningún tipo de sigilo, la joven caminó hasta la gente. Algunos guardias de la zona la miraron unos segundos, pero no le dieron importancia al ser una de ellos. En cuando llegó a la fila donde los cuatro hombres estaban sentados, simplemente realizó un rápido movimiento. La sangre salpicó el suelo. Dos cabezas habían caído. Antes de que nadie pudiese reaccionar, la morena atravesó el cráneo del tercero con una punzada de aquella arma. Debía admitir que no le gustaba tanto como su katana. El cuarto hombre gritó de terror al ver aquello, pero un corta rápido directo a su cuello lo dejó fuera de combate.
- ¡Matadla!
Los arqueros de la zona centraron sus arcos en ella, pero debido a la enorme cantidad de gente que había en medio no pudieron disparar por el momento. La chica salió disparada hacia uno de los callejones a toda velocidad. Cuando se separó de la gente, las flechas volaron hacia ella. Una de las ráfagas parecía que iba a alcanzarla, pero entonces dos tentáculos negros como la noche surgieron de su espalda. Estos repelieron los proyectiles y además colocaron sus extremos pegados al suelo. La chica los usó como trampolín y saltó el muro, haciendo caer “sin querer” su espada. Hizo el amago de darse la vuelta para que tuviese más realismo, pero finalmente salió corriendo sin decir nada. Tras unos minutos logró despistar a la guardia y lanzarse a un río de la zona. Allí ella mandaba.
La entrada de la catedral, un banco, una joven sentada en él y una sonrisa en su rostro. Habían pasado unos minutos y los guardias continuaban buscando por la zona. La joven se había deshecho de la armadura dejando que la corriente se la llevase. Vestía con su ropa habitual y su cabello estaba un poco mojado. Tan solo esperaba al rubio con una expresión bastante dulce. No estaba hecha a poner aquella cara, pero era necesaria para no llamar la atención. La espada con el símbolo de los Markov habrá sido la prueba necesaria.
- Conejos andantes, asesinatos, cónsules, teatro. Todo esto tiene podas las piezas para formar un puzle interesante. Igualmente, reúnase conmigo en la entrada de aquella catedral tras veinte minutos del “otro espectáculo”. – Dijo señalando el edificio mencionado con el dedo índice.
Azumi le dedicó una sonrisa un tanto inquietante a su acompañante y tras unos momentos se despidió con la mano. La morena no había tardado mucho en trazar un plan un poco simple. Era algo arriesgado y podía tener daños colaterales, pero jugaría muy bien sus cartas. Aquella isla estaba bien vigilada por guardias que avanzaban por las calles en pequeños grupos. Incluso a veces podían verse algunos en solitario con sus armaduras y espadas. De todas formas, la pista definitiva la había dado Yarmin “Máquina de hacer hijos”. Esas palabras le dieron la solución a la espadachín de Wano. Se relamió despacio mostrando una expresión algo sádica y trazó su plan.
*****
- Un servicio gratis, hoy es mi día de suerte. Espero que no te importe que no me quite el casco, así evito problemas si pasa algo.
Aquella voz pertenecía a un guardia del imperio. No había sido difícil hacerse pasar por prostituta borracha y ese tipo había caído en la trampa. El callejón era oscuro y tenía una pequeña trampilla que llevaba directamente a las cloacas. Azumi se encontraba tan solo con la camiseta de tirantes, riéndose un poco y tambaleándose. Su papel era poco creíble, pero esa gente no era muy lista. El guardia terminó de bajarse los pantalones, pero cuando quiso mirar a la chica con la que se iba a divertir, su vista se nubló. En la zona del cuello tenía una apertura, como la mayoría de armaduras. El filo de Sasori estaba clavado en dicha zona. Los ojos del hombre se abrieron más de la cuenta y la asesina aprovechó para hinchar el arma con más agresividad. Sacó su katana de su sucio cuello y lo vio caer al suelo.
- Humanos…
Mostró una expresión algo más sádica y tras haberle quitado sus pertenencias, cortó el cuerpo en trozos. Le llevó unos diez minutos más o menos. Se deshizo de los cachos tirándolos en intervalos de quince segundos a las aguas de la cloaca y después miró la armadura. Estaba manchada de sangre por dentro, pero por suerte no se notaría por fuera. Se colocó aquellas prendas y miró que la espada tenía el símbolo de la casa Markov en la hoja. Tenía todo listo.
Unos minutos más tarde, la joven acechaba la obra de teatro desde un tejado. Tenía ya su arma desenvainada para no hacer ruido en el proceso. El yelmo tapaba su rostro y tan solo tendría que buscar una ruta de escape hacia la catedral cuando terminase. Detectó a los cónsules tras unos minutos buscando y sonrió al ver que estaban junto. Sin ningún tipo de sigilo, la joven caminó hasta la gente. Algunos guardias de la zona la miraron unos segundos, pero no le dieron importancia al ser una de ellos. En cuando llegó a la fila donde los cuatro hombres estaban sentados, simplemente realizó un rápido movimiento. La sangre salpicó el suelo. Dos cabezas habían caído. Antes de que nadie pudiese reaccionar, la morena atravesó el cráneo del tercero con una punzada de aquella arma. Debía admitir que no le gustaba tanto como su katana. El cuarto hombre gritó de terror al ver aquello, pero un corta rápido directo a su cuello lo dejó fuera de combate.
- ¡Matadla!
Los arqueros de la zona centraron sus arcos en ella, pero debido a la enorme cantidad de gente que había en medio no pudieron disparar por el momento. La chica salió disparada hacia uno de los callejones a toda velocidad. Cuando se separó de la gente, las flechas volaron hacia ella. Una de las ráfagas parecía que iba a alcanzarla, pero entonces dos tentáculos negros como la noche surgieron de su espalda. Estos repelieron los proyectiles y además colocaron sus extremos pegados al suelo. La chica los usó como trampolín y saltó el muro, haciendo caer “sin querer” su espada. Hizo el amago de darse la vuelta para que tuviese más realismo, pero finalmente salió corriendo sin decir nada. Tras unos minutos logró despistar a la guardia y lanzarse a un río de la zona. Allí ella mandaba.
*****
La entrada de la catedral, un banco, una joven sentada en él y una sonrisa en su rostro. Habían pasado unos minutos y los guardias continuaban buscando por la zona. La joven se había deshecho de la armadura dejando que la corriente se la llevase. Vestía con su ropa habitual y su cabello estaba un poco mojado. Tan solo esperaba al rubio con una expresión bastante dulce. No estaba hecha a poner aquella cara, pero era necesaria para no llamar la atención. La espada con el símbolo de los Markov habrá sido la prueba necesaria.
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Fantástico. Simplemente perfecto. En unos minutos, y sin haber utilizado mi poder sobre ella, ya estaba bajo mi control. Estaba dispuesta a ejecutar la misión, una tarea que de tener éxito podría abocar a una guerra del Gobierno Mundial contra Hallstat. Azumi estaba como una puta cabra, y aunque lo cierto era que se trataba de mi idea, yo tenía mucho que ganar. Desde inmiscuirme en el negocio del tráfico hasta llevar la droga al Norte, cada pequeño cúmulo de entropía en la isla me beneficiaba enormemente. Además, siempre era divertido ver aquella clase de espectáculos, sin olvidar en ningún momento que de salirme bien la jugada, la chiquilla podría convertirse en una de mis mejores piezas.
Su sonrisa al despedirse había sido inquietante, pero no le di importancia. Decidí que lo mejor que podía hacer por el momento era ir a comprar unas garrapiñadas a alguna tienducha de ese pueblo, y luego sentarme tranquilamente para ver un espectáculo que nadie jamás se atrevería a olvidar. Conociendo a la señorita no dejaría títere con cabeza, pero tenía además que asegurarme de su éxito, no sólo en el asesinato, sino en la huida. Lo cierto es que sentía mucha curiosidad por ella.
-Déjeme llevarlas gratis, por favor- dije al tendero. No iba a pagar cien berries por unas almendras, era diez veces más de lo que me habían costado las copas en la taberna. ¡Juntas!
El tiempo pasó y yo me acomodé tranquilamente en una silla, al borde del improvisado teatrillo y casi paralelo a la representación, pero con un ángulo perfecto para ver a los cónsules. Desde mi asiento, con mucha calma, empecé a comer las chucherías mientras todo se iba llenando. La compañía teatral "Magno Derian" iba a representar, cómo no, "La concordia de Su Majestad". Básicamente así era como se hacía llamar el momento en que el rey había declarado el golpe de Estado y su sublevación contra una monarquía débil. Un juego muy sucio, pero propio de los Markov.
Cuando la representación comenzó una música tenue acompañaba. Era como gotas de lluvia, pero poco a poco se amontonaban y fortalecían, repiqueteaban en el suelo y las nubes se movían. El ambiente estaba cargado de tensión y un guardia se salió del que debía ser su puesto. Pude ver cómo alguno giraba la cabeza, pero no le dieron importancia. Yo sí. Sólo si tenía un objetivo se dirigiría con tanto ímpetu hacia un funcionario del Gobierno Mundial, y con la espada desenvainada sólo podía ser uno. Mantuve la mirada en la obra, y justo cuando Derian estaba dándole el poco pan que tenía a un moribundo, Azumi dio acero a los orondos burócratas.
Las gradas se sumieron en el pánico más absoluto, y tuve que hacer uso del kami-e para no perderme entre la marea de gente, controlando la huida de la espadachina y acercándome lo que pude a ella. Me fijé también en que los guardias de Hallstat la seguían, sí, pero ni de lejos con tanto ahínco como los Marines que ejercían de custodio. Normal, al fin y al cabo, podrían ser degradados por eso. De hecho, creo que uno de los cuatro llevaba una de esas estúpidas pompas. Los Dragones Celestiales no perdonarían.
Cuando se sentó en el banco, caí a su lado. El mejor lugar para una persona capaz de esconderse era a simple vista, y apoyado en las gárgolas nadie se fijó en mí. Simplemente me relajé y pasé mi brazo alrededor de ella, abrazándola.
-¿Qué tal, cielo?- dije, acercando mis labios a su oído-. Espero que nadie reconozca esos zarcillos- mi voz era más baja de lo habitual, y me separé ligeramente tras besarle la mejilla-. ¿Te parece si vamos a un sitio más tranquilo? He reservado una habitación para los dos- una sonrisa pícara mientras todos los soldados, Marines y Hallstatianos, buscaban al asesino-. Tenemos tantas cosas de las que ponernos al día...
Su sonrisa al despedirse había sido inquietante, pero no le di importancia. Decidí que lo mejor que podía hacer por el momento era ir a comprar unas garrapiñadas a alguna tienducha de ese pueblo, y luego sentarme tranquilamente para ver un espectáculo que nadie jamás se atrevería a olvidar. Conociendo a la señorita no dejaría títere con cabeza, pero tenía además que asegurarme de su éxito, no sólo en el asesinato, sino en la huida. Lo cierto es que sentía mucha curiosidad por ella.
-Déjeme llevarlas gratis, por favor- dije al tendero. No iba a pagar cien berries por unas almendras, era diez veces más de lo que me habían costado las copas en la taberna. ¡Juntas!
El tiempo pasó y yo me acomodé tranquilamente en una silla, al borde del improvisado teatrillo y casi paralelo a la representación, pero con un ángulo perfecto para ver a los cónsules. Desde mi asiento, con mucha calma, empecé a comer las chucherías mientras todo se iba llenando. La compañía teatral "Magno Derian" iba a representar, cómo no, "La concordia de Su Majestad". Básicamente así era como se hacía llamar el momento en que el rey había declarado el golpe de Estado y su sublevación contra una monarquía débil. Un juego muy sucio, pero propio de los Markov.
Cuando la representación comenzó una música tenue acompañaba. Era como gotas de lluvia, pero poco a poco se amontonaban y fortalecían, repiqueteaban en el suelo y las nubes se movían. El ambiente estaba cargado de tensión y un guardia se salió del que debía ser su puesto. Pude ver cómo alguno giraba la cabeza, pero no le dieron importancia. Yo sí. Sólo si tenía un objetivo se dirigiría con tanto ímpetu hacia un funcionario del Gobierno Mundial, y con la espada desenvainada sólo podía ser uno. Mantuve la mirada en la obra, y justo cuando Derian estaba dándole el poco pan que tenía a un moribundo, Azumi dio acero a los orondos burócratas.
Las gradas se sumieron en el pánico más absoluto, y tuve que hacer uso del kami-e para no perderme entre la marea de gente, controlando la huida de la espadachina y acercándome lo que pude a ella. Me fijé también en que los guardias de Hallstat la seguían, sí, pero ni de lejos con tanto ahínco como los Marines que ejercían de custodio. Normal, al fin y al cabo, podrían ser degradados por eso. De hecho, creo que uno de los cuatro llevaba una de esas estúpidas pompas. Los Dragones Celestiales no perdonarían.
Cuando se sentó en el banco, caí a su lado. El mejor lugar para una persona capaz de esconderse era a simple vista, y apoyado en las gárgolas nadie se fijó en mí. Simplemente me relajé y pasé mi brazo alrededor de ella, abrazándola.
-¿Qué tal, cielo?- dije, acercando mis labios a su oído-. Espero que nadie reconozca esos zarcillos- mi voz era más baja de lo habitual, y me separé ligeramente tras besarle la mejilla-. ¿Te parece si vamos a un sitio más tranquilo? He reservado una habitación para los dos- una sonrisa pícara mientras todos los soldados, Marines y Hallstatianos, buscaban al asesino-. Tenemos tantas cosas de las que ponernos al día...
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El rostro de la morena no cambió ni un ápice cuando notó aquella mano en su cuerpo. Una sonrisa algo “maligna” se formó en su rostro. Esperaba haber podido cumplir las expectativas de Yarmin. No tuvo que ser muy lista para saber que se trataba de él, sin ni siquiera mirarlo. Nadie la abrazaría, mucho menos cuando no tenía ninguna persona querida fuera de Wano. Si hubiese sido alguien que sospechase de ella la habría tratado de otra forma. Notó una leve brisa agitar sus cabellos oscuros y después entrecerró los ojos despacio. No tardó mucho en sentir el beso en la mejilla y aquellas palabras en su oído. Ella mostró una sonrisa algo engreída, pues estaba muy orgullosa de haber completado aquella misión ella sola y por su propio pie. Giró su rostro levemente para mirarle.
- Bastante bien. Estaba rezando un poco, pero tras marearme un poco salí a tomar el aire. Es una sorpresa verte por aquí. – Su tono de voz fue bastante normal.
Azumi era una persona que no conocía la vergüenza. Podía estar en cualquier situación sin ponerse nerviosa y sin mostrar ápice de que le importase. Tal vez por eso se interesó por aquel hombre de su lado, fue el único capaz de mostrarle aquella sensación. Miró sus ojos con calma y continuó escuchando sus palabras. Una habitación para hablar, aunque esa sonrisa que puso la hizo a ella tragar un poco de saliva. Era imposible saber lo que pensaba aquella persona. Desvió la mirada unos segundos hacia lo que estaba pasando. Guardias, marines, ciudadanos… Todos corrían de un lado para otro. Justo entonces ella le miró de nuevo a él con una expresión de niña buena.
- ¿Qué ha pasado? Está el ambiente muy revuelto. Será mejor que vayamos pues a esa habitación. Esto empieza a asustarme un poco y debes contarme que tal te ha ido en el trabajo. – Su rostro cambió por unos leves segundos a uno bastante tétrico.
Volvió a mostrar su faceta fingida y le dedicó una sonrisa al rubio. Lo siguiente que hizo fue colocarse en pie y subir la cremallera de su chaqueta. Parte de su camiseta interior estaba llena con un poco de sangre. Eran algunas gotas por la zona abdominal, pero no podían verse. Estiró su mano sin permiso alguno y tomó la de él. Si quería que la situación fuese creíble, ella no iba a ser menos. Mostraría que su valía, como Yarmin dijo, estaba a la altura. No dio un paso hasta que él lo dio. No sabía dónde estaba ese sitio y no tenía sentido ir en una dirección al azar. A medida que avanzaban, la joven fue cambiando su expresión de niña buena a la seria de siempre.
- ¿Qué opinas del trabajo que me ofrecieron ayer? Es bastante divertido si te soy sincera, creo que debería acostumbrarme más. – Dijo entonces hablándole en clave mientras no apartaba su mirada del frente.
- Bastante bien. Estaba rezando un poco, pero tras marearme un poco salí a tomar el aire. Es una sorpresa verte por aquí. – Su tono de voz fue bastante normal.
Azumi era una persona que no conocía la vergüenza. Podía estar en cualquier situación sin ponerse nerviosa y sin mostrar ápice de que le importase. Tal vez por eso se interesó por aquel hombre de su lado, fue el único capaz de mostrarle aquella sensación. Miró sus ojos con calma y continuó escuchando sus palabras. Una habitación para hablar, aunque esa sonrisa que puso la hizo a ella tragar un poco de saliva. Era imposible saber lo que pensaba aquella persona. Desvió la mirada unos segundos hacia lo que estaba pasando. Guardias, marines, ciudadanos… Todos corrían de un lado para otro. Justo entonces ella le miró de nuevo a él con una expresión de niña buena.
- ¿Qué ha pasado? Está el ambiente muy revuelto. Será mejor que vayamos pues a esa habitación. Esto empieza a asustarme un poco y debes contarme que tal te ha ido en el trabajo. – Su rostro cambió por unos leves segundos a uno bastante tétrico.
Volvió a mostrar su faceta fingida y le dedicó una sonrisa al rubio. Lo siguiente que hizo fue colocarse en pie y subir la cremallera de su chaqueta. Parte de su camiseta interior estaba llena con un poco de sangre. Eran algunas gotas por la zona abdominal, pero no podían verse. Estiró su mano sin permiso alguno y tomó la de él. Si quería que la situación fuese creíble, ella no iba a ser menos. Mostraría que su valía, como Yarmin dijo, estaba a la altura. No dio un paso hasta que él lo dio. No sabía dónde estaba ese sitio y no tenía sentido ir en una dirección al azar. A medida que avanzaban, la joven fue cambiando su expresión de niña buena a la seria de siempre.
- ¿Qué opinas del trabajo que me ofrecieron ayer? Es bastante divertido si te soy sincera, creo que debería acostumbrarme más. – Dijo entonces hablándole en clave mientras no apartaba su mirada del frente.
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-Me alegro de que estés bien- dije, tomando su mano cuando fue a por ella. Era suave y delicada, aunque tenía callos por el uso continuo de la espada-. La situación está que arde, han matado a unos jefazos del Gobierno Mundial. Entre ellos un tenryubito- mi rostro se iba haciendo cada vez más serio. La situación era terrible, y poco a poco mi voz se iba haciendo más baja-. Por el momento van a hacerle la autopsia. Aunque no sé qué coño van a ver, si su cabeza se separó de los hombros. no hay necesidad ninguna.
Empezamos a caminar rítmicamente. Yo guiaba mientras le explicaba con cierto detalle y con bastante invención lo sucedido, como si yo hubiera estado allí. Porque claro, yo no había estado en ese lugar, sino compartiendo unas copas con la dueña de esa taberna tan simpática. Pero eso no podía interesar a nadie. Habían sido al menos tres personas, le iba comentando, y consiguieron escapar ayudadas por hombres de la Emperatriz, las archiconocidas Tropas del Terror, los tetes.
-Y supongo que vendrá algún alto cargo de la Marina, que como entienda que la culpa es de la Emperatriz... Otra guerra, qué desastre.
Agaché la cabeza cuando entramos por la puerta del hotel. Era el más lujoso del pueblo, uno que pese a no superar las tres estrellas era el único que contaba con el lujo de tener baño individual en cada habitación. "E logo, ¿Para qué carallo o queren?", habían dicho en tres de los que había mirado antes, y además en el Hotel Real Gran Derian daban un desayuno al más puro estilo Markovia. Me tentó preguntar si eran hambre y ostias, pero insultar a la figura de Derian era delito castigado con la muerte, y no me apetecía meterme en esos líos nacionalistas. No de frente, al menos.
-Muchas gracias. Salud y Markov- saludó tras recoger su llave. Menuda panda de gilipollas movidos nada más que por la costumbre y el culto a un rey que sólo sumió Hallstat en el desorden. Bueno, en realidad el desorden vino provocado por sus ansias de guerra, pero yo iba a devolver los tambores al sonido.
Subí los escalones rápidamente y con cuidado. Me había gastado una pequeña fortuna en la habitación, aunque era la única insonorizada de todo el lugar. Tras decirle que era mi noche de bodas hizo algún que otro chascarrillo y me ofreció la suit real, la habitación destinada a los monarcas en el pueblo... Y yo sonreí.
-En fin, aquí podemos hablar- dije, tras asegurarme de que nada podía escucharnos allí-. Creo que tenemos que hablar de otros asuntos además de tu tarea, ¿No crees? Has iniciado un negocio a mi lado.
Empezamos a caminar rítmicamente. Yo guiaba mientras le explicaba con cierto detalle y con bastante invención lo sucedido, como si yo hubiera estado allí. Porque claro, yo no había estado en ese lugar, sino compartiendo unas copas con la dueña de esa taberna tan simpática. Pero eso no podía interesar a nadie. Habían sido al menos tres personas, le iba comentando, y consiguieron escapar ayudadas por hombres de la Emperatriz, las archiconocidas Tropas del Terror, los tetes.
-Y supongo que vendrá algún alto cargo de la Marina, que como entienda que la culpa es de la Emperatriz... Otra guerra, qué desastre.
Agaché la cabeza cuando entramos por la puerta del hotel. Era el más lujoso del pueblo, uno que pese a no superar las tres estrellas era el único que contaba con el lujo de tener baño individual en cada habitación. "E logo, ¿Para qué carallo o queren?", habían dicho en tres de los que había mirado antes, y además en el Hotel Real Gran Derian daban un desayuno al más puro estilo Markovia. Me tentó preguntar si eran hambre y ostias, pero insultar a la figura de Derian era delito castigado con la muerte, y no me apetecía meterme en esos líos nacionalistas. No de frente, al menos.
-Muchas gracias. Salud y Markov- saludó tras recoger su llave. Menuda panda de gilipollas movidos nada más que por la costumbre y el culto a un rey que sólo sumió Hallstat en el desorden. Bueno, en realidad el desorden vino provocado por sus ansias de guerra, pero yo iba a devolver los tambores al sonido.
Subí los escalones rápidamente y con cuidado. Me había gastado una pequeña fortuna en la habitación, aunque era la única insonorizada de todo el lugar. Tras decirle que era mi noche de bodas hizo algún que otro chascarrillo y me ofreció la suit real, la habitación destinada a los monarcas en el pueblo... Y yo sonreí.
-En fin, aquí podemos hablar- dije, tras asegurarme de que nada podía escucharnos allí-. Creo que tenemos que hablar de otros asuntos además de tu tarea, ¿No crees? Has iniciado un negocio a mi lado.
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¿Un Tenryubito? Azumi hizo un esfuerzo sobrehumano para que su rostro no cambiase de expresión. Por algunos segundos notó un profundo miedo dominarla, pero tras unos momentos pudo controlarse. No podía ser posible. Había cometido el mayor crimen del mundo y eso sabía que no iba a ser perdonado. Esperaba por todo lo que amaba que no la pillasen, un momento… Todo lo que amaba…. ¡Esperaba por todo el sake que amaba que no la pillasen! Esa era la frase correcta. Igualmente, continuó haciendo el papel mientras caminaba con Yarmin. Su naturalidad al hablar era admirable sin duda. Si así eran los agentes del gobierno, iba a tener que currarse mucho aquello para destacar también. Ah, genial. Encima había sido uno de los que cortó en primer lugar. El dúo que se quedó sin cabeza. Los más fáciles, pero los más satisfactorios.
Tras unas cuantas cosas raras más, como las palabras que Yarmin empleaba o los idiomas usados por los hombres de la zona, llegaron a la habitación. Ella estaba un poco confusa, pues no sabía nada sobre el tipo ese de los Markov. Tenía entendido por lo visto que era una familia poderosa, además de lo que explicó el rubio en la taberna. No conocía el aspecto de ninguno de ellos ni nada. Aunque si se lo hubieran dicho, lo habría olvidado al no interesarle. Tampoco es que le importase mucho el teme político de una isla del Norte. Cuando entraron no pudo evitar escuchar las palabras del agente. Lo primero que hizo fue caminar hacia la nevera y sacar una botella de agua. Derramó un poco en un trapo y después miró al rubio directamente a los ojos.
- ¿Qué negocio es ese? He mostrado mi valía con la misión que me encargaste. Supongo que ahora que no me han pillado, todo está bien. Maldita sea…
La morena se quitó la chaqueta enseguida, quedando con la camiseta negra de tirantes. Chasqueó la lengua y cogió el trapo mojado en agua. Empezó a frotarlo contra su abdomen para tratar de quitar la sangre que allí había debido a haberse puesto la armadura del muerto. Por muy fuerte que diese, no lograba quitas el líquido rojizo impregnado en la camiseta. Algo le decía que tendría que tirarla en cuanto tuviese más ropa. Ella soltó un suspiro al poco tiempo y entonces se volvió a colocar la chaqueta, pero subiendo la cremallera solo hasta un poco antes del pecho. Lo justo para ocultar la mancha de sangre. Se quitó las botas para más comodidad y se sentó en uno de los sofás. Dirigió su mirada de nuevo a su compañero y después trató de relajarse un poco. La noticia de que había matado a un jodido dragón celestial la puso alterada.
- Siento mi tono, me he alterado un poco al saber el cargo de uno de esos idiotas. Dime todo lo que tengas que decirme. Háblame de ese negocio y de lo que quieras. Antes de que me comentes nada, te diré que no me arrepiento.
Una vez dijo aquello llevó la mano derecha a su mejilla y mostró una expresión algo más relajada. La morena estaba deseando saber de qué estaba hablando aquella persona ¿Era de verdad un agente? Sí, se fiaba de él.
Tras unas cuantas cosas raras más, como las palabras que Yarmin empleaba o los idiomas usados por los hombres de la zona, llegaron a la habitación. Ella estaba un poco confusa, pues no sabía nada sobre el tipo ese de los Markov. Tenía entendido por lo visto que era una familia poderosa, además de lo que explicó el rubio en la taberna. No conocía el aspecto de ninguno de ellos ni nada. Aunque si se lo hubieran dicho, lo habría olvidado al no interesarle. Tampoco es que le importase mucho el teme político de una isla del Norte. Cuando entraron no pudo evitar escuchar las palabras del agente. Lo primero que hizo fue caminar hacia la nevera y sacar una botella de agua. Derramó un poco en un trapo y después miró al rubio directamente a los ojos.
- ¿Qué negocio es ese? He mostrado mi valía con la misión que me encargaste. Supongo que ahora que no me han pillado, todo está bien. Maldita sea…
La morena se quitó la chaqueta enseguida, quedando con la camiseta negra de tirantes. Chasqueó la lengua y cogió el trapo mojado en agua. Empezó a frotarlo contra su abdomen para tratar de quitar la sangre que allí había debido a haberse puesto la armadura del muerto. Por muy fuerte que diese, no lograba quitas el líquido rojizo impregnado en la camiseta. Algo le decía que tendría que tirarla en cuanto tuviese más ropa. Ella soltó un suspiro al poco tiempo y entonces se volvió a colocar la chaqueta, pero subiendo la cremallera solo hasta un poco antes del pecho. Lo justo para ocultar la mancha de sangre. Se quitó las botas para más comodidad y se sentó en uno de los sofás. Dirigió su mirada de nuevo a su compañero y después trató de relajarse un poco. La noticia de que había matado a un jodido dragón celestial la puso alterada.
- Siento mi tono, me he alterado un poco al saber el cargo de uno de esos idiotas. Dime todo lo que tengas que decirme. Háblame de ese negocio y de lo que quieras. Antes de que me comentes nada, te diré que no me arrepiento.
Una vez dijo aquello llevó la mano derecha a su mejilla y mostró una expresión algo más relajada. La morena estaba deseando saber de qué estaba hablando aquella persona ¿Era de verdad un agente? Sí, se fiaba de él.
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Se estaba poniendo nerviosa, más y más cada vez. No pude evitar que la situación me divirtiese, al fin y al cabo había tenido el suficiente poco juicio para hacerlo sin siquiera preguntarme si estaba a favor o en contra del Gobierno Mundial y ni había investigado antes de acometer el crimen. Sin embargo, habiéndole dado igual a quién mataba, era conocer su identidad lo que la hacía subirse por las paredes. Y era normal, al fin y al cabo. Si una sola persona tirase de la manta ella terminaría muerta por un crimen antinatural, probablemente a mis manos. Sin embargo, no había forma de que ella supiese aquello. Sonreí.
-Buscabas tu lugar en el mundo, ¿Verdad?- dije maliciosamente. Dejé la bandolera sobre la cama y aparté a un dormido Derian de mis cosas, dejándolo sobre un cojín. Los cachorros dormían una barbaridad, y a los gatos les importaba poco o nada el ruido si querían dormir. Eran pequeñas bolas de pelo salvajemente egocéntricas-. Ya lo has encontrado. Asesina de Dragones Celestiales, ¿No te parece bonito?
Rebusqué por mi bolso, estaba seguro de que tenía algo. La bolsa había sido preparada hacía tiempo, por lo que llevaba una muda en tallaje de Claire encima. Le sentaría bien, aunque tal vez le sobrase algo de tela en el pecho. Sin embargo, no era nada que no pudiera arreglarse con un par de pinzas o imperdibles. Y ahí estaba, unos shorts de cuero negro, blusa roja con un pequeño escote en pico y chaqueta a juego de la falda. Tal vez no fuese del estilo de Azumi, pero tendría que conformarse.
-Ponte esto y dame tu ropa sucia. No me gustan los cabos sueltos.
Me senté en un sillón, con la vana esperanza de que se cambiase delante de mí, aunque sabía que eso era casi imposible. Me deleité esperando unos instantes, hasta que finalmente volví a hablar.
-Lo cierto es que en el Cipher Pol me siento muy solo, Azumi- dije, con un gran deje melodramático, echando mi cabeza atrás y la mano hacia delante-. Tantos años en la Agencia y no he conocido a nadie con quien compartir una charla, un verdadero amigo, alguien que tenga mis mismos intereses- Derian terminó por despertarse, y saltó sobre mí con la agilidad propia de un bebé gato. Empecé a acariciarlo, bajando ligeramente el tono para no molestar al peludo-. Puedo darte un lugar en el mundo. Puedo darte riquezas que no serías capaz de soñar y tanto poder que jamás nadie osaría oponérsete. Pero tengo que poder confiar en ti.
La sombra sobre mis pómulos me ensombrecía el rostro, dándole a mis ojos rojos un aire siniestro. Estaban clavados en ella, mientras con una mano tendida la invitaba a acercarse.
-¿Cómo vas a demostrarme que puedo confiar en ti?- yo sabía que podía hacerlo, pero, ¿Lo sabría ella?
-Buscabas tu lugar en el mundo, ¿Verdad?- dije maliciosamente. Dejé la bandolera sobre la cama y aparté a un dormido Derian de mis cosas, dejándolo sobre un cojín. Los cachorros dormían una barbaridad, y a los gatos les importaba poco o nada el ruido si querían dormir. Eran pequeñas bolas de pelo salvajemente egocéntricas-. Ya lo has encontrado. Asesina de Dragones Celestiales, ¿No te parece bonito?
Rebusqué por mi bolso, estaba seguro de que tenía algo. La bolsa había sido preparada hacía tiempo, por lo que llevaba una muda en tallaje de Claire encima. Le sentaría bien, aunque tal vez le sobrase algo de tela en el pecho. Sin embargo, no era nada que no pudiera arreglarse con un par de pinzas o imperdibles. Y ahí estaba, unos shorts de cuero negro, blusa roja con un pequeño escote en pico y chaqueta a juego de la falda. Tal vez no fuese del estilo de Azumi, pero tendría que conformarse.
-Ponte esto y dame tu ropa sucia. No me gustan los cabos sueltos.
Me senté en un sillón, con la vana esperanza de que se cambiase delante de mí, aunque sabía que eso era casi imposible. Me deleité esperando unos instantes, hasta que finalmente volví a hablar.
-Lo cierto es que en el Cipher Pol me siento muy solo, Azumi- dije, con un gran deje melodramático, echando mi cabeza atrás y la mano hacia delante-. Tantos años en la Agencia y no he conocido a nadie con quien compartir una charla, un verdadero amigo, alguien que tenga mis mismos intereses- Derian terminó por despertarse, y saltó sobre mí con la agilidad propia de un bebé gato. Empecé a acariciarlo, bajando ligeramente el tono para no molestar al peludo-. Puedo darte un lugar en el mundo. Puedo darte riquezas que no serías capaz de soñar y tanto poder que jamás nadie osaría oponérsete. Pero tengo que poder confiar en ti.
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Asesina de dragones celestiales… El título no era algo de lo que se sentía prácticamente orgullosa, pero en fin, lo hecho no se podía cancelar. Soltó un suspiro mientras se cruzaba de brazos unos momentos y quedaba pensativa. Fue en ese momento cuando el rubio le ofreció algo de ropa. La joven miró las prendas y alzó una ceja. No veía nada agradable el color rosa, lo veía demasiado cursi para su gusto. Chasqueó la lengua en señal de que no le gustaba y tras unos momentos lo cogió. Ir con una prenda llena de sangre podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. Dirigió de nuevo su mirada hacia aquella persona y negó un poco con la cabeza.
- No me gusta este estilo para nada, pero supongo que he de agradecértelo.
La joven se quitó su chaqueta y acto seguido alzó la camiseta de tirantes, pero dándole la espalda al rubio. Tenía un sostén negro cubriendo sus pechos, pero igualmente le daba igual. Aquel hombre tan solo vería su… Un enorme tatuaje cubría toda la espalda de la chica. Eran dos alas negras emplumadas semi abiertas. Desde su hombro izquierda hasta unos centímetros hacia la espalda, tenía una cicatriz bastante considerable. Quedaba incluso fea con el resto de su piel, pues estaba algo enrojecida y deformada. Mantenía la cabeza agachada debido a que no le gustaba que nadie viese eso. Problemas de pequeña. Se colocó aquella blusa rosada que tanto le estaba desagradando y después llegó la prenda inferior.
Tiró la mesa de madera al suelo dejándola de lado. El tablón tapaba desde su abdomen hasta los pies, por lo que le dedicó una sonrisa engreída al rubio. Se colocó rápidamente los shorts negros y volvió a colocar la mesa en pie. Puso las prendas manchadas a un lado y después se miró un poco así misma. Chasqueó de nuevo la lengua. Vaya cursilada de blusa. Se sentía incómoda y prefería prendas oscuras. Volvió a caminar despacio hasta donde se hallaba el agente y entonces empezó a escuchar lo que decía. Tras que él dejase de hablar, la morena agachó la cabeza y se rascó un poco la nuca. Eso de que estaba solo y no tenía amigos… No pudo evitar sentir algo de rabia, no era justo. Ella caminó hasta él y cuando estuvo a su lado tomó su mano. Clavó una rodilla en el suelo para estar algo a su altura, aunque él era más grande sentado que ella así.
- He compartido sake contigo, he matado a los cónsules y además, estoy aquí. Creo que puedes confiar de sobra en mí. Creo que una persona que no es tu amiga no ofrecería esto…
Una sonrisa siniestra se formó en el rostro de la joven, la cual desenvainó su katana Sasori de su funda. El sonido del grito de terror volvió a resonar con fuerza. Ella dejó el arma sobre las rodillas del rubio y después de aquello se remangó el brazo izquierdo. Lo extendió hacia un lado y después le dedicó una mirada llena de confianza.
- Como prueba puedes cortar este brazo si no te lo crees. Cuando yo entrego mi confianza es sagrada. Soy una persona de palabra, Yarmin. Además, yo ya te considero un amigo. – Finalizó mostrando una sonrisa algo más “alegre”.
- No me gusta este estilo para nada, pero supongo que he de agradecértelo.
La joven se quitó su chaqueta y acto seguido alzó la camiseta de tirantes, pero dándole la espalda al rubio. Tenía un sostén negro cubriendo sus pechos, pero igualmente le daba igual. Aquel hombre tan solo vería su… Un enorme tatuaje cubría toda la espalda de la chica. Eran dos alas negras emplumadas semi abiertas. Desde su hombro izquierda hasta unos centímetros hacia la espalda, tenía una cicatriz bastante considerable. Quedaba incluso fea con el resto de su piel, pues estaba algo enrojecida y deformada. Mantenía la cabeza agachada debido a que no le gustaba que nadie viese eso. Problemas de pequeña. Se colocó aquella blusa rosada que tanto le estaba desagradando y después llegó la prenda inferior.
Tiró la mesa de madera al suelo dejándola de lado. El tablón tapaba desde su abdomen hasta los pies, por lo que le dedicó una sonrisa engreída al rubio. Se colocó rápidamente los shorts negros y volvió a colocar la mesa en pie. Puso las prendas manchadas a un lado y después se miró un poco así misma. Chasqueó de nuevo la lengua. Vaya cursilada de blusa. Se sentía incómoda y prefería prendas oscuras. Volvió a caminar despacio hasta donde se hallaba el agente y entonces empezó a escuchar lo que decía. Tras que él dejase de hablar, la morena agachó la cabeza y se rascó un poco la nuca. Eso de que estaba solo y no tenía amigos… No pudo evitar sentir algo de rabia, no era justo. Ella caminó hasta él y cuando estuvo a su lado tomó su mano. Clavó una rodilla en el suelo para estar algo a su altura, aunque él era más grande sentado que ella así.
- He compartido sake contigo, he matado a los cónsules y además, estoy aquí. Creo que puedes confiar de sobra en mí. Creo que una persona que no es tu amiga no ofrecería esto…
Una sonrisa siniestra se formó en el rostro de la joven, la cual desenvainó su katana Sasori de su funda. El sonido del grito de terror volvió a resonar con fuerza. Ella dejó el arma sobre las rodillas del rubio y después de aquello se remangó el brazo izquierdo. Lo extendió hacia un lado y después le dedicó una mirada llena de confianza.
- Como prueba puedes cortar este brazo si no te lo crees. Cuando yo entrego mi confianza es sagrada. Soy una persona de palabra, Yarmin. Además, yo ya te considero un amigo. – Finalizó mostrando una sonrisa algo más “alegre”.
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Se había cambiado con bastante sigilo, dentro de lo que cabe. Incluso se cubrió el culo con una mesa, aunque si hubiera querido vérselo, no me habría resultado difícil simplemente levantarme o pedirle que me dejase echar una mirada. Llegaba a ser muy convincente en ocasiones, y aunque no pretendía nada con ella ese celo por su intimidad no terminaba de gustarme. No por desearla, sino porque me ocultaba algo. La mejor forma de conocer a una persona siempre fue, al fin y al cabo, mediante su cuerpo. Un cuerpo que ella tapaba. Tendríamos que trabajar en ello.
-Impresionante- fue lo único que pude decir antes de que Derian pegase un salto sobre mí, asustado por el grito. Tras corretear un poco por las alfombras con las uñas en ristre volvió a mis pies, pidiendo aposentarse otra vez sobre mis piernas.
Mientras cogía del pescuezo al gato, Azumi depositó sobre mis rodillas la misma hoja que había provocado semejante alboroto, y me ofreció cortarle el brazo. No pude evitar sonreír, no sabía lo que acababa de hacer. Empuñé con seguridad la katana, pasando su filo por mi dedo muy lentamente, rompiendo la capa más superficial de la piel. Estaba afilada, perfecto. La lancé a la cama, y muy lentamente empecé a desabrocharme la chaqueta. En el costado derecho, opuesto a una pistola de diseño antiguo pero sumamente útil, una larga rama tallada. La cogí con parsimonia y se la mostré. Poco a poco la cabeza de una serpiente se fue formando en la punta, y el cuerpo alargándose hasta que rozó su brazo, y empezó a rodearlo.
-Verás, esto es el Fragmento del Edén. Un pequeño palo de madera con bastante, bastante mal genio- dije, sonriendo-. Cortarte un brazo sería muy sencillo, al fin y al cabo te podrías curar la herida y seguir viva- poco a poco la víbora avanzaba hacia su cuello, casi lamiéndolo, y se detuvo a escasos milímetros de la piel, lista para morder-. No me gusta la perspectiva, por otro lado, de tener que amputarte algo que me será tan útil en el futuro. Si superas la prueba, claro. Sent.
Un pequeño ardor debería extenderse por todo el cuerpo de Azumi. Inocuo por el momento, pero mi sonrisa empezó a ensancharse malévolamente. Podía verse la mezquindad en mi mirada, así como un total desapego por su vida.
-Si fallas mueres. Si aciertas, quién sabe. ¿Confías en mí?- pregunté- Un sí haría que el ardor se transformase en cierta molestia, y con un no la serpiente se abalanzaría a su cuello.
Tras observar su reacción, de ser positiva, seguiría.
-¿Confías en mí?- otra vez. La molestia en dolor, y la siguiente vez un dolor más intenso. Un puñetazo en el útero, un parto, todos los huesos rotos a una... Y así hasta que dijese no o mi imaginación flaquease, aunque dudaba seriamente la segunda. Si caía inconsciente me daría por satisfecho.
-Impresionante- fue lo único que pude decir antes de que Derian pegase un salto sobre mí, asustado por el grito. Tras corretear un poco por las alfombras con las uñas en ristre volvió a mis pies, pidiendo aposentarse otra vez sobre mis piernas.
Mientras cogía del pescuezo al gato, Azumi depositó sobre mis rodillas la misma hoja que había provocado semejante alboroto, y me ofreció cortarle el brazo. No pude evitar sonreír, no sabía lo que acababa de hacer. Empuñé con seguridad la katana, pasando su filo por mi dedo muy lentamente, rompiendo la capa más superficial de la piel. Estaba afilada, perfecto. La lancé a la cama, y muy lentamente empecé a desabrocharme la chaqueta. En el costado derecho, opuesto a una pistola de diseño antiguo pero sumamente útil, una larga rama tallada. La cogí con parsimonia y se la mostré. Poco a poco la cabeza de una serpiente se fue formando en la punta, y el cuerpo alargándose hasta que rozó su brazo, y empezó a rodearlo.
-Verás, esto es el Fragmento del Edén. Un pequeño palo de madera con bastante, bastante mal genio- dije, sonriendo-. Cortarte un brazo sería muy sencillo, al fin y al cabo te podrías curar la herida y seguir viva- poco a poco la víbora avanzaba hacia su cuello, casi lamiéndolo, y se detuvo a escasos milímetros de la piel, lista para morder-. No me gusta la perspectiva, por otro lado, de tener que amputarte algo que me será tan útil en el futuro. Si superas la prueba, claro. Sent.
Un pequeño ardor debería extenderse por todo el cuerpo de Azumi. Inocuo por el momento, pero mi sonrisa empezó a ensancharse malévolamente. Podía verse la mezquindad en mi mirada, así como un total desapego por su vida.
-Si fallas mueres. Si aciertas, quién sabe. ¿Confías en mí?- pregunté- Un sí haría que el ardor se transformase en cierta molestia, y con un no la serpiente se abalanzaría a su cuello.
Tras observar su reacción, de ser positiva, seguiría.
-¿Confías en mí?- otra vez. La molestia en dolor, y la siguiente vez un dolor más intenso. Un puñetazo en el útero, un parto, todos los huesos rotos a una... Y así hasta que dijese no o mi imaginación flaquease, aunque dudaba seriamente la segunda. Si caía inconsciente me daría por satisfecho.
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La joven continuaba con el brazo extendido mientras esperaba la decisión del rubio. Ella lo miraba con algo de amabilidad dentro de lo que cabía, pues empezaba a pensar que tan poco era para tanto. Había provocado que ella matase a un Dragón Celestial, pero todo estaba en orden y fuera de peligro. La espadachín cerró los ojos mientras esperaba que él tomase una decisión, aunque algo le decía que no la cortaría. Tal vez lo hizo sabiendo que en parte estaba a salvo. Lo vio arrojar su arma hacia la cama y quitarse después la chaqueta. Observó aquella arma sin importancia y después se fijó en la vara. No entendía qué planeaba hacer con ella. Entonces empezó a convertirse en una especie de serpiente ¿Brujería? Sabía de sobra lo peligrosos que eran aquellos animales junto con los escorpiones.
Cuando aquella cosa empezó a enroscarse en su brazo, ella tembló un poco y tragó saliva en seco. La sensación de perder la vida allí mismo era demasiado terrible y empezó a tener algo de miedo. Entonces notó aquella cosa cada vez más cerca de su cuello, hasta el punto que sintió la lengua. El rostro de ella era de seriedad, pero demasiada esta vez. Estaba haciendo un esfuerzo enorme por no pedirle que parase con aquello. Notó su pulso acelerarse un poco y después de unos momentos trató de relajarse. No era posible que él le hiciera daño. Se suponía que eran colegas tras lo del sake, ella se aferraba mucho a aquellas leyes de su país. Le miró a los ojos y esperó a ver lo que ocurría.
- Confío…
Fue lo único que dijo la joven antes de ignorar el pequeño ardor que sufría su cuerpo. Cuando él fue diciendo aquellas palabras, la joven frunció el ceño y dijo que si de nuevo. El dolor fue mucho más intenso, pero ella seguía en las suyas. El orgullo que tenía Azumi era algo increíble a fin de cuentas y antes muerta que rendirse en su palabra. La siguiente vez que respondió que sí, notó un inmenso dolor en la barriga que la hizo caer al suelo. Pegó su frente al piso y soltó un enorme quejido. Se llevó ambas manos al estómago mientras se contenía.
- S-soy una noble… ¡He dicho que confío en ti! – Gritó levantando la cabeza y mirándole a los ojos con agresividad. En su mirada se notaba la furia, pero también su testarudez.
La siguiente sensación la hizo gritar mucho más que la anterior. Cayó a la cama de espaldas y estiró los brazos a los lados mientras algunas lágrimas salían de sus ojos. Apretó los dientes con fuerza mientras se retorcía un poco y jadeaba con fuerza. Notó estar a punto de desmayarse más de una vez. Una de ellas cerró los ojos y entonces en un arrebato se mordió con fuerza una pared del interior de la boca. Empezó a sangrar entonces mientras fruncía el ceño ¿Qué tipo de persona era Yamin? Se negaba a pensar que su amigo era así. Su fuerza de voluntad empezaba a debilitarse bastante, pero no iba a ceder por el momento.
- C-confío en ti… ¿E-esto es t-todo lo que t-tienes…? – Mencionó a duras penas mientras tartamudeaba y sentía el temblor.
El miedo a la serpiente incluso ya había desaparecido. Los ojos de Azumi hicieron el amago de cerrarse, pero de nuevo los abrió una y otra vez mientras temblaba y lloraba un poco por el dolor. Se mantenía orgullosa y eso sería así hasta que físicamente fuese imposible que siguiera aguantando.
Cuando aquella cosa empezó a enroscarse en su brazo, ella tembló un poco y tragó saliva en seco. La sensación de perder la vida allí mismo era demasiado terrible y empezó a tener algo de miedo. Entonces notó aquella cosa cada vez más cerca de su cuello, hasta el punto que sintió la lengua. El rostro de ella era de seriedad, pero demasiada esta vez. Estaba haciendo un esfuerzo enorme por no pedirle que parase con aquello. Notó su pulso acelerarse un poco y después de unos momentos trató de relajarse. No era posible que él le hiciera daño. Se suponía que eran colegas tras lo del sake, ella se aferraba mucho a aquellas leyes de su país. Le miró a los ojos y esperó a ver lo que ocurría.
- Confío…
Fue lo único que dijo la joven antes de ignorar el pequeño ardor que sufría su cuerpo. Cuando él fue diciendo aquellas palabras, la joven frunció el ceño y dijo que si de nuevo. El dolor fue mucho más intenso, pero ella seguía en las suyas. El orgullo que tenía Azumi era algo increíble a fin de cuentas y antes muerta que rendirse en su palabra. La siguiente vez que respondió que sí, notó un inmenso dolor en la barriga que la hizo caer al suelo. Pegó su frente al piso y soltó un enorme quejido. Se llevó ambas manos al estómago mientras se contenía.
- S-soy una noble… ¡He dicho que confío en ti! – Gritó levantando la cabeza y mirándole a los ojos con agresividad. En su mirada se notaba la furia, pero también su testarudez.
La siguiente sensación la hizo gritar mucho más que la anterior. Cayó a la cama de espaldas y estiró los brazos a los lados mientras algunas lágrimas salían de sus ojos. Apretó los dientes con fuerza mientras se retorcía un poco y jadeaba con fuerza. Notó estar a punto de desmayarse más de una vez. Una de ellas cerró los ojos y entonces en un arrebato se mordió con fuerza una pared del interior de la boca. Empezó a sangrar entonces mientras fruncía el ceño ¿Qué tipo de persona era Yamin? Se negaba a pensar que su amigo era así. Su fuerza de voluntad empezaba a debilitarse bastante, pero no iba a ceder por el momento.
- C-confío en ti… ¿E-esto es t-todo lo que t-tienes…? – Mencionó a duras penas mientras tartamudeaba y sentía el temblor.
El miedo a la serpiente incluso ya había desaparecido. Los ojos de Azumi hicieron el amago de cerrarse, pero de nuevo los abrió una y otra vez mientras temblaba y lloraba un poco por el dolor. Se mantenía orgullosa y eso sería así hasta que físicamente fuese imposible que siguiera aguantando.
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Casi pude oler su miedo. Su respiración entrecortada, los latidos cada vez más desbocados de su corazón... El simple hecho de tener los dientes de la pequeña Eddie cerca la aterraban, pero no dejó de confiar. No cedió cuando fue el de mil cortes de papel, ni cuando sintió su cuerpo partirse en dos. Tampoco la sensación de ser descuartizada la detuvo. Lametones de una cabra en los pies, condón de esparto... Daba igual a qué la enfrentara, ella se resistía. Y, finalmente, tras más de una hora y setecientas ochenta y cuatro sensaciones de dolor creciente, ella había aguantado.
-Pues, lo cierto es que sí, es todo lo que tengo- dije, mientras la serpiente retrocedía, siseante. Con su ceño fruncido, le dedicó un silbo amenazante antes de volver a ser una pequeña vara de madera-. De todos modos, tengo que felicitarte. Tienes una resistencia al dolor increíble, la verdad.
Me levanté, guardando la varita, y traté de coger en brazos a la espadachina. Si se dejaba, la tumbaría en la cama con delicadeza. Ahora que había visto que sería fiel hasta el final tenía derecho a un merecido descanso. Yo, por mi parte, cogí a Derian y lo dejé en el sillón, durmiendo. Era un bebé al fin y al cabo, no quería que llorase o estuviera de mal humor. También cogí la espada de Azumi y la dejé sobre la mesa, descansando.
-Hola, ¿Servicio de habitaciones?- dije, levantando el interfono-. Me gustaría que trajesen a la suit real sus veinte mejores platos, uno de cada, y una botella de sake. Pero no lo añada a la factura, por favor.
Tras eso terminé de quitarme la chaqueta y me dejé caer sobre la cama, colocando las armas sobre la mesita de noche. Nunca sabía cuándo las podría necesitar, y en el peor de los casos eso podía ser cuando el camarero llegase, aunque lo dudaba seriamente. Tan sólo me estiré y acomodé, mirando al techo. Tal vez en un rato encendiese el proyector de televisión.
-Azumi, yo no trabajo para el Gobierno Mundial- dije, girando la cabeza hacia ella-. Trabajo contra él, y necesito alguien como tú para cubrirme las espaldas- hice una pausa, intentando ver cómo podía hacerle comprender todo lo demás-. La muerte de un tenryubito provocará guerra del Gobierno Mundial contra Hallstat, pero lo único que me interesa de eso es que si cunde el caos y la barbarie las drogas y el mercado negro se harán fuertes en esta isla, y lo que quiero es adueñarme de ello. Del bajo mundo, y luego subir hasta la cima de Mariejoa. ¿Quieres lograrlo a mi lado?
-Pues, lo cierto es que sí, es todo lo que tengo- dije, mientras la serpiente retrocedía, siseante. Con su ceño fruncido, le dedicó un silbo amenazante antes de volver a ser una pequeña vara de madera-. De todos modos, tengo que felicitarte. Tienes una resistencia al dolor increíble, la verdad.
Me levanté, guardando la varita, y traté de coger en brazos a la espadachina. Si se dejaba, la tumbaría en la cama con delicadeza. Ahora que había visto que sería fiel hasta el final tenía derecho a un merecido descanso. Yo, por mi parte, cogí a Derian y lo dejé en el sillón, durmiendo. Era un bebé al fin y al cabo, no quería que llorase o estuviera de mal humor. También cogí la espada de Azumi y la dejé sobre la mesa, descansando.
-Hola, ¿Servicio de habitaciones?- dije, levantando el interfono-. Me gustaría que trajesen a la suit real sus veinte mejores platos, uno de cada, y una botella de sake. Pero no lo añada a la factura, por favor.
Tras eso terminé de quitarme la chaqueta y me dejé caer sobre la cama, colocando las armas sobre la mesita de noche. Nunca sabía cuándo las podría necesitar, y en el peor de los casos eso podía ser cuando el camarero llegase, aunque lo dudaba seriamente. Tan sólo me estiré y acomodé, mirando al techo. Tal vez en un rato encendiese el proyector de televisión.
-Azumi, yo no trabajo para el Gobierno Mundial- dije, girando la cabeza hacia ella-. Trabajo contra él, y necesito alguien como tú para cubrirme las espaldas- hice una pausa, intentando ver cómo podía hacerle comprender todo lo demás-. La muerte de un tenryubito provocará guerra del Gobierno Mundial contra Hallstat, pero lo único que me interesa de eso es que si cunde el caos y la barbarie las drogas y el mercado negro se harán fuertes en esta isla, y lo que quiero es adueñarme de ello. Del bajo mundo, y luego subir hasta la cima de Mariejoa. ¿Quieres lograrlo a mi lado?
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Un milagro debió haber pasado para que la joven continuase viva. Aunque debía admitir que le costaba incluso pensar, como si eso fuera posible. El dolor de cabeza era enorme y apenas quería continuar hablando. Se limpió despacio la saliva de las comisuras, pues hubo momentos en los que ni pudo tragar. El temblor en sus manos todavía podía notarse y su respiración era bastante agitada. El sabor de la sangre en su boca la hizo incluso sonreír de forma irónica. Parecía que todo había terminado ¿Tanto había hecho un por un desconocido? Ni ella misma se creía lo que había pasado. Miró unos momentos al agente y cerró los ojos. Menos mal que no quedaba nada más… Un momento ¿Cómo diablos hizo todo aquello? Su poder era a tener en cuenta. Se levantó, al tercer intento. Los otros dos cayó al suelo.
Azumi no quería descansar en la cama, pese a que Yarmin la llevó, quería estar en el salón. Quería mostrar una imagen fuerte y pese a que estaba reventada y necesitaba descansar, su orgullo no la dejaba. Apenas podía tenerse en pie, pero tras ver que el rubio llamaba por el comunicador al servicio, se dejó caer de nuevo en la cama. Así tenía la excusa de decir que estaba descansando para no dejarlo solo, viva su lógica. Aunque él puso la pantalla de la televisión, ella apartó la mirada. Le mareaban aquellas cosas desde hacía mucho tiempo. Cerró los ojos notando un alivio enorme al dejar de resistirse de una vez. El gusto de poder descansar, nunca lo había apreciado tanto. Se estiró incluso un poco mostrando un rostro de relajación enorme.
Cuando él le habló no hizo preguntas, tampoco pensó en la situación. No había que ser muy listo para saber que si le ordenó matar cónsules del gobierno fue por algo. Ella nunca dijo nada de ser legal, por lo que le dio exactamente igual. Lo de cubrirle las espaldas podría hacerlo. De hecho, asintió con la cabeza de forma obediente y sin decir nada. La experiencia que había pasado había sido demasiado dura y no sentía fuerzas para hablar ni siquiera. Cuando él le hizo aquella pregunta, la morena permaneció callada. Estaba confusa e impresionada al mismo tiempo. Le meta que tenía era impresionante, no se lo creía. Igualmente, no sería ella quien juzgase a los demás por sus sueños. La espadachina notó de nuevo un ligero temblor, pero sacó fuerzas de la nada para poder contestarle.
- Lo haré…
Por unos momentos colocó su mano despacio sobre la blusa roja. Joder, era horrible. Los colores que no fueran oscuros, muy muy oscuros, no le agradaban. Se la quitó de un tirón quedando son el sostén negro. Los shorts los dejaría, pues esos al menos no eran feos. Soltó un pequeño suspiro y llevó la mano al corte que tenía en el hombro. Acarició levemente su cicatriz y después de unos momentos miró de nuevo hacia el rubio. Su maldita altura intimidaba un poco, pero al estar tumbados se disimulaba bastante.
- Pensaba prepararte yo algo de comer, pero ya que te has tomado la molestia… Arigato. – Dijo únicamente con un tono de voz algo serio, pero manteniendo aquella sonrisa engreída que tanto la caracterizaba a ella. – Soy buena cocinera…
Nada más decir aquello tosió un poco y colocó ambas manos sobre la nuca. Miró hacia el techo y cerró los ojos despacio acomodándose.
- Conmigo aquí, nadie podrá tocarte. – Terminó de decir.
Azumi no quería descansar en la cama, pese a que Yarmin la llevó, quería estar en el salón. Quería mostrar una imagen fuerte y pese a que estaba reventada y necesitaba descansar, su orgullo no la dejaba. Apenas podía tenerse en pie, pero tras ver que el rubio llamaba por el comunicador al servicio, se dejó caer de nuevo en la cama. Así tenía la excusa de decir que estaba descansando para no dejarlo solo, viva su lógica. Aunque él puso la pantalla de la televisión, ella apartó la mirada. Le mareaban aquellas cosas desde hacía mucho tiempo. Cerró los ojos notando un alivio enorme al dejar de resistirse de una vez. El gusto de poder descansar, nunca lo había apreciado tanto. Se estiró incluso un poco mostrando un rostro de relajación enorme.
Cuando él le habló no hizo preguntas, tampoco pensó en la situación. No había que ser muy listo para saber que si le ordenó matar cónsules del gobierno fue por algo. Ella nunca dijo nada de ser legal, por lo que le dio exactamente igual. Lo de cubrirle las espaldas podría hacerlo. De hecho, asintió con la cabeza de forma obediente y sin decir nada. La experiencia que había pasado había sido demasiado dura y no sentía fuerzas para hablar ni siquiera. Cuando él le hizo aquella pregunta, la morena permaneció callada. Estaba confusa e impresionada al mismo tiempo. Le meta que tenía era impresionante, no se lo creía. Igualmente, no sería ella quien juzgase a los demás por sus sueños. La espadachina notó de nuevo un ligero temblor, pero sacó fuerzas de la nada para poder contestarle.
- Lo haré…
Por unos momentos colocó su mano despacio sobre la blusa roja. Joder, era horrible. Los colores que no fueran oscuros, muy muy oscuros, no le agradaban. Se la quitó de un tirón quedando son el sostén negro. Los shorts los dejaría, pues esos al menos no eran feos. Soltó un pequeño suspiro y llevó la mano al corte que tenía en el hombro. Acarició levemente su cicatriz y después de unos momentos miró de nuevo hacia el rubio. Su maldita altura intimidaba un poco, pero al estar tumbados se disimulaba bastante.
- Pensaba prepararte yo algo de comer, pero ya que te has tomado la molestia… Arigato. – Dijo únicamente con un tono de voz algo serio, pero manteniendo aquella sonrisa engreída que tanto la caracterizaba a ella. – Soy buena cocinera…
Nada más decir aquello tosió un poco y colocó ambas manos sobre la nuca. Miró hacia el techo y cerró los ojos despacio acomodándose.
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Si no hubiera estado tan hecha polvo, estaría seguro de que se me insinuaba, pero sólo se estaba desnudando. Rápidamente, y de un tirón, lanzó la blusa contra una de las orejas del sillón, demasiado al alcance de Derian. Por suerte para la blusa, él se encontraba completamente dormido, a veces revolviéndose, con una sonrisa holgazana en la cara. No pude evitar sentir cierta ternura al verlo, y me quedé ensimismado con él hasta que alguien llamó a la puerta de la habitación.
-Servicio de habitaciones- se oyó desde el otro lado.
-Déjelo ahí, gracias. Estamos desnudos.
-No me importa mirar- respondió con cierta picardía. Era la voz de una mujer joven, casi atractiva. Me habría planteado invitarla si de verdad estuviésemos haciendo algo, pero no era el caso.
-En serio, deje las cosas ahí, por favor.
-Una pena...
El sonido de los tacones ensordecido por la mullida alfombra resonó levemente cuando abrí la puerta, y rápidamente empujé la larga mesita con ruedas hacia el interior. Entre otras delicias, un perfecto solomillo de buey que hizo a Derian abrir un ojo, y perezosamente se acercó a mi pierna a pedirme un poco, hasta que destapé el salmón, que casi se volvió loco. Habría incluso escalado por mi ropa de no ser porque sabía que le iba a dar, y cuando le di unas cuantas migas de pescado en un plato para él solo pude ver la felicidad en sus felinos ojos.
-Si vas a trabajar para mí- dije, cogiendo la botella de sake y dos pequeños cuencos-, y también vas a entrar en el Cipher Pol, tengo que advertirte de una persona.
Serví la bebida y traté de poner una copa en su mano, quedándome yo la otra. Olía mucho mejor que el de la taberna, aunque no tenía el encanto hogareño de las hierbas caseras.
-Issei Hayate es un interrogador. Concretamente, el mejor interrogador del Cipher Pol. Y eso se debe a que puede leer la mente- comenté, como si me importase un bledo-. Y no vas a salir de esta habitación hasta que seas capaz de ocultar tus pensamientos.
Habría podido decir que la tortura inicial era para dar comienzo a la práctica, pero había un componente de placer muy serio en todo aquello.
-Si deseas compartir el sake conmigo, Azumi, yo comparto esta bebida contigo para hacernos hermanos.
Bebí, sin esparar respuesta.
-Servicio de habitaciones- se oyó desde el otro lado.
-Déjelo ahí, gracias. Estamos desnudos.
-No me importa mirar- respondió con cierta picardía. Era la voz de una mujer joven, casi atractiva. Me habría planteado invitarla si de verdad estuviésemos haciendo algo, pero no era el caso.
-En serio, deje las cosas ahí, por favor.
-Una pena...
El sonido de los tacones ensordecido por la mullida alfombra resonó levemente cuando abrí la puerta, y rápidamente empujé la larga mesita con ruedas hacia el interior. Entre otras delicias, un perfecto solomillo de buey que hizo a Derian abrir un ojo, y perezosamente se acercó a mi pierna a pedirme un poco, hasta que destapé el salmón, que casi se volvió loco. Habría incluso escalado por mi ropa de no ser porque sabía que le iba a dar, y cuando le di unas cuantas migas de pescado en un plato para él solo pude ver la felicidad en sus felinos ojos.
-Si vas a trabajar para mí- dije, cogiendo la botella de sake y dos pequeños cuencos-, y también vas a entrar en el Cipher Pol, tengo que advertirte de una persona.
Serví la bebida y traté de poner una copa en su mano, quedándome yo la otra. Olía mucho mejor que el de la taberna, aunque no tenía el encanto hogareño de las hierbas caseras.
-Issei Hayate es un interrogador. Concretamente, el mejor interrogador del Cipher Pol. Y eso se debe a que puede leer la mente- comenté, como si me importase un bledo-. Y no vas a salir de esta habitación hasta que seas capaz de ocultar tus pensamientos.
Habría podido decir que la tortura inicial era para dar comienzo a la práctica, pero había un componente de placer muy serio en todo aquello.
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La ceja derecha de la morena tembló un poco cuando escuchó a aquella persona decir que no le importaba mirar. ¿Qué insinuaba? Hubo un momento en que la morena hizo que algo de energía de sombras rodease sus brazos despacio. Frunció el ceño y tras unos momentos anuló aquel poder. No tenía energía suficiente y debía controlar su ira. ¿Verla desnuda? ¿Otra mujer? Bastante había tenido con la payasa de Misa, a la que pretendía matar en cuando pudiese. Ella creía que era su amiguita, triste estupidez. Mostró una expresión algo más relajada cuando al final se fue alejando. Azumi no solía llevarse muy bien con mujeres. Desde pequeña siempre se juntó con los samuráis del castillo y nadie más. Se acostumbró a una vida algo más masculina.
La morena miró la comida algo impresionada. No había visto semejante manjar desde hacía años en el palacio. Tragó saliva recordando que ella apenas comía por el poco dinero que siempre lograba obtener. Se reincorporó enseguida y miró todo sin hacer ninguna mueca. Tras unos segundos su estómago rugió un poco. Se quedó mirando al rubio tras aquello y tragó saliva.
- ¿Puedo…?
Cuando él afirmó ella agachó la cabeza dándole las gracias. Se cortó un poco de pollo y pescado junto al arroz. Lo dejó en un plato todo y lo acercó a ella. Cogió dos palillos en lugar de un tenedor y se puso a comer a una velocidad enorme. Se notaba muy hambrienta. Estuvo unos momentos tragando y tragando con una expresión bastante infantil en lugar de la típica de siempre. Entonces fue cuando escuchó las palabras del rubio. Cogió la copa despacio y después alzó una ceja. Si ese tipo podía leer la mente había un serio problema en todo aquello. Podían descubrir que ella había asesinado al tenryubito. Chasqueó la lengua despacio y después le miró con una sonrisa.
- Que así sea, Oni-san. – Dijo dándole un enorme trago a la copa.
El sabor le agradó bastante y volvió a darle otro trago después de aquello. Ahora que había superado todo aquello que pasó se sentía mucho más segura de sí misma. Por unos segundos pensó que aquel hombre estaba como una cabra, pero ahora empezaba a pensar otra cosa. Se rascó un poco la cabeza y se quedó pensativa.
- En ese caso estaré encantada de que me enseñes a hacerlo. Aunque, antes quiero saber algo si no es mucho pedir, oni. ¿Issei es una molestia para ti? – Mencionó con un tono muy dulce, pero al mismo tiempo acariciando el mango de su katana.
Entonces tomó otro poco de pescado y empezó a comérselo mientras lo disfrutaba. El sabor le encantaba. Se colocó en pie un momento sintiéndose mejor y después de unos momentos se miró las manos. Las apretó un poco y acto seguido desvió su mirada hacia Yarmin.
- Ahora que he encontrado mi sitio, me ocuparé de que nada ni nadie te moleste. Tocar a un hermano mío es el mayor pecado que alguien puede hacer. Aunque está claro que no pienso actuar sin seguir tus órdenes. – Terminó de decir volviendo a poner su expresión de siempre y sentándose de nuevo.
Miró unos momentos a aquel pequeño gato de color negro. Parecía estar feliz mientras comía pescado. Ella se quedó observándolo por unos momentos y después terminó de beberse su copa de sake. Debía admitir que era la mejor bebida del mundo.
La morena miró la comida algo impresionada. No había visto semejante manjar desde hacía años en el palacio. Tragó saliva recordando que ella apenas comía por el poco dinero que siempre lograba obtener. Se reincorporó enseguida y miró todo sin hacer ninguna mueca. Tras unos segundos su estómago rugió un poco. Se quedó mirando al rubio tras aquello y tragó saliva.
- ¿Puedo…?
Cuando él afirmó ella agachó la cabeza dándole las gracias. Se cortó un poco de pollo y pescado junto al arroz. Lo dejó en un plato todo y lo acercó a ella. Cogió dos palillos en lugar de un tenedor y se puso a comer a una velocidad enorme. Se notaba muy hambrienta. Estuvo unos momentos tragando y tragando con una expresión bastante infantil en lugar de la típica de siempre. Entonces fue cuando escuchó las palabras del rubio. Cogió la copa despacio y después alzó una ceja. Si ese tipo podía leer la mente había un serio problema en todo aquello. Podían descubrir que ella había asesinado al tenryubito. Chasqueó la lengua despacio y después le miró con una sonrisa.
- Que así sea, Oni-san. – Dijo dándole un enorme trago a la copa.
El sabor le agradó bastante y volvió a darle otro trago después de aquello. Ahora que había superado todo aquello que pasó se sentía mucho más segura de sí misma. Por unos segundos pensó que aquel hombre estaba como una cabra, pero ahora empezaba a pensar otra cosa. Se rascó un poco la cabeza y se quedó pensativa.
- En ese caso estaré encantada de que me enseñes a hacerlo. Aunque, antes quiero saber algo si no es mucho pedir, oni. ¿Issei es una molestia para ti? – Mencionó con un tono muy dulce, pero al mismo tiempo acariciando el mango de su katana.
Entonces tomó otro poco de pescado y empezó a comérselo mientras lo disfrutaba. El sabor le encantaba. Se colocó en pie un momento sintiéndose mejor y después de unos momentos se miró las manos. Las apretó un poco y acto seguido desvió su mirada hacia Yarmin.
- Ahora que he encontrado mi sitio, me ocuparé de que nada ni nadie te moleste. Tocar a un hermano mío es el mayor pecado que alguien puede hacer. Aunque está claro que no pienso actuar sin seguir tus órdenes. – Terminó de decir volviendo a poner su expresión de siempre y sentándose de nuevo.
Miró unos momentos a aquel pequeño gato de color negro. Parecía estar feliz mientras comía pescado. Ella se quedó observándolo por unos momentos y después terminó de beberse su copa de sake. Debía admitir que era la mejor bebida del mundo.
Yarmin Prince
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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-Por supuesto. Mientras no toques el plato de Derian coge lo que quieras- respondí, sin dejar de ir quitando cosas de la mesa para acercarlas al animal. Él parecía saber qué le gustaba y qué no, rechazando, por regla general, lo barato. Atacaba al pescado con furia, y al solomillo. Sin embargo, la verdura parecía resultarle bastante poco satisfactoria e incluso hacía muecas despectivas ante ella.
Cuando aceptó ser mi "hermana" no pude evitar sonreír. Nunca tuve hermanos, y lo más parecido que encontré fue Bellatrix. El por qué sólo me relacionaba con mujeres es algo que nunca terminaría de comprender, pero resultaba bastante agradable. Sin embargo, mientras Bella era una chica llena de vida y siempre sonriente, aunque algo borde a veces, Azumi era casi lo contrario. Resuelta y decidida, llena de vigor, era un samurai con vagina. Y, pese a todos los problemas que podía traer eso, la perspectiva era casi perfecta.
-Issei es un grano en el culo, pero vivo me es más útil- dije-. Si por alguna razón ese robot muere seguramente todos empiecen a sospechar de la gente, y aunque suelo esquivar con soltura esas cosas alguien podría señalarme sin saberlo- la vida del agente 42 era tan útil como cualquier otra susceptible de ser utilizada en su contra. Era un fiestero irresponsable, interrogador profesional y además confiado, la santísima trinidad del criminal-. No obstante, mientras viva puede dar prueba fehaciente de que soy perfecta y totalmente honrado mientras nuestras raíces van más y más profundo.
Cogí un pequeño plato con unas tostadas de pan y algo de salmón. Derian empezó a mirarme celoso, a pesar de que en el suyo aún quedaba más de la mitad. Le saqué la lengua y me metí el pedazo en la boca, saboreándolo casi tanto como el gato cuando siguió devorando. Al parecer sólo quería jugar sucio poniéndome ojitos, pero era consciente de todo lo que iba a zampar esa noche.
Cuando terminé de comer me giré hacia ella, dispuesto a conseguir que su mente fuese inaccesible. No tenía ninguna clase de droga a mano para hacerla más susceptible, pero no obstante había algo que podía hacer.
-Bien, Azumi. Esto es muy importante, así que no me mientas, por favor- mi voz sonó calmada, y mi rostro se volvió algo más serio-. Lo cierto es que voy a hacerte una serie de preguntas incómodas, todas las que se me ocurran, y tú no puedes mentir. Una vez tengamos todo anotado, te volveré a hacer las mismas preguntas hasta que seas capaz de mentirme. ¿Te parece fácil? Perfecto, pues vamos allá: ¿A qué edad perdiste la virginidad?
Y tras esa preguntaría otras quinientas, apuntando con máximo detalle cada respuesta.
Cuando aceptó ser mi "hermana" no pude evitar sonreír. Nunca tuve hermanos, y lo más parecido que encontré fue Bellatrix. El por qué sólo me relacionaba con mujeres es algo que nunca terminaría de comprender, pero resultaba bastante agradable. Sin embargo, mientras Bella era una chica llena de vida y siempre sonriente, aunque algo borde a veces, Azumi era casi lo contrario. Resuelta y decidida, llena de vigor, era un samurai con vagina. Y, pese a todos los problemas que podía traer eso, la perspectiva era casi perfecta.
-Issei es un grano en el culo, pero vivo me es más útil- dije-. Si por alguna razón ese robot muere seguramente todos empiecen a sospechar de la gente, y aunque suelo esquivar con soltura esas cosas alguien podría señalarme sin saberlo- la vida del agente 42 era tan útil como cualquier otra susceptible de ser utilizada en su contra. Era un fiestero irresponsable, interrogador profesional y además confiado, la santísima trinidad del criminal-. No obstante, mientras viva puede dar prueba fehaciente de que soy perfecta y totalmente honrado mientras nuestras raíces van más y más profundo.
Cogí un pequeño plato con unas tostadas de pan y algo de salmón. Derian empezó a mirarme celoso, a pesar de que en el suyo aún quedaba más de la mitad. Le saqué la lengua y me metí el pedazo en la boca, saboreándolo casi tanto como el gato cuando siguió devorando. Al parecer sólo quería jugar sucio poniéndome ojitos, pero era consciente de todo lo que iba a zampar esa noche.
Cuando terminé de comer me giré hacia ella, dispuesto a conseguir que su mente fuese inaccesible. No tenía ninguna clase de droga a mano para hacerla más susceptible, pero no obstante había algo que podía hacer.
-Bien, Azumi. Esto es muy importante, así que no me mientas, por favor- mi voz sonó calmada, y mi rostro se volvió algo más serio-. Lo cierto es que voy a hacerte una serie de preguntas incómodas, todas las que se me ocurran, y tú no puedes mentir. Una vez tengamos todo anotado, te volveré a hacer las mismas preguntas hasta que seas capaz de mentirme. ¿Te parece fácil? Perfecto, pues vamos allá: ¿A qué edad perdiste la virginidad?
Y tras esa preguntaría otras quinientas, apuntando con máximo detalle cada respuesta.
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