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Era una verdadera lástima que el rubio no quisiese deshacerse de aquella persona que tantos problemas podía dar. Iba a tener que cuidarse de sus juntas para que nunca supieran nada malo sobre ella. Una sonrisa siniestra se formó en su rostro después de unos segundos. Cogió una pata entera de pulpo y tras mojarlo en la salsa de soja se lo llevó a la boca. Empezó a masticarlo despacio mientras escuchaba las palabras de aquella persona. Se veía que sabía lo que hacía y ahora quería ayudarla con aquella habilidad. De nuevo tomó un poco de sake que se echó de nuevo en la copa y finalmente se comió un trozo de solomillo. Se relamió las comisuras y entonces se centró en Yarmin. Pegó su espalda al respaldo de la cama y cerró los ojos despacio, para así poder concentrarse más.
- No la he perdido. – Dijo entonces con un tono calmado.
La ventaja de no sentir vergüenza sería muy útil para aquello. No sentía necesidad alguna de mentirle por vergonzosas que fuesen las preguntas, por lo que empezó a contestar sin problema alguno. Sus respuestas eran simples, cortas, pero sinceras ante todo.
- No tengo postura favorita al no saber nada de eso, prefiero los chicos, me gustan bien interesantes, si, daría la vida por alguien que me importe sin pensármelo, fidelidad al máximo. – Así continuó contestando a las preguntas con una facilidad increíble.
Se notaba que Azumi no era una persona muy alegre o que hubiese vivido muchas cosas. Tan solo podía decir cosas que sabía desde su infancia, pues apenas había visto mundo. Sabía los principios básicos que desde pequeña vio. Cuando terminaron las preguntas volvió a responder tratando de mentirle como le había pedido.
- A los dieciséis, el perrito, las chicas, me gustan los tontos, no, no daría la vida por nadie que no fuera yo, ojos que no ven, corazón que no siente.
Sin duda sus respuestas fueron todo lo contrario. La siguiente vez respondió de nuevo, pero empleando un tono más serio, como si estuviese enfadada. Tras varias veces más continuó mintiendo e intentado que la cosa saliera bien. No quería defraudarle y en cuanto pudiese hacer que su mente fuese una caja fuerte, sería bastante feliz. Estiró la mano en mitad de la sesión y cogió un trozo de sushi con gambas. Lo metió en su boca y lo masticó con ganas. Después de unos momentos volvió a intentarlo. Cuando pasó un buen rato se quedó mirándole a los ojos.
- ¿Cómo vamos? – Le preguntó con un tono calmado mientras se cruzaba de piernas, quedando sentada sobre el colchón sobre él. Se notaba muy a su bola por así decirlo, su expresión en esos momentos era de persona que estaba pensando en otra cosa. Tal vez de esa forma lograba mejorar la credibilidad que Yarmin deseaba.
- No la he perdido. – Dijo entonces con un tono calmado.
La ventaja de no sentir vergüenza sería muy útil para aquello. No sentía necesidad alguna de mentirle por vergonzosas que fuesen las preguntas, por lo que empezó a contestar sin problema alguno. Sus respuestas eran simples, cortas, pero sinceras ante todo.
- No tengo postura favorita al no saber nada de eso, prefiero los chicos, me gustan bien interesantes, si, daría la vida por alguien que me importe sin pensármelo, fidelidad al máximo. – Así continuó contestando a las preguntas con una facilidad increíble.
Se notaba que Azumi no era una persona muy alegre o que hubiese vivido muchas cosas. Tan solo podía decir cosas que sabía desde su infancia, pues apenas había visto mundo. Sabía los principios básicos que desde pequeña vio. Cuando terminaron las preguntas volvió a responder tratando de mentirle como le había pedido.
- A los dieciséis, el perrito, las chicas, me gustan los tontos, no, no daría la vida por nadie que no fuera yo, ojos que no ven, corazón que no siente.
Sin duda sus respuestas fueron todo lo contrario. La siguiente vez respondió de nuevo, pero empleando un tono más serio, como si estuviese enfadada. Tras varias veces más continuó mintiendo e intentado que la cosa saliera bien. No quería defraudarle y en cuanto pudiese hacer que su mente fuese una caja fuerte, sería bastante feliz. Estiró la mano en mitad de la sesión y cogió un trozo de sushi con gambas. Lo metió en su boca y lo masticó con ganas. Después de unos momentos volvió a intentarlo. Cuando pasó un buen rato se quedó mirándole a los ojos.
- ¿Cómo vamos? – Le preguntó con un tono calmado mientras se cruzaba de piernas, quedando sentada sobre el colchón sobre él. Se notaba muy a su bola por así decirlo, su expresión en esos momentos era de persona que estaba pensando en otra cosa. Tal vez de esa forma lograba mejorar la credibilidad que Yarmin deseaba.
Yarmin Prince
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La primera vez, las respuestas fueron sinceras. Al menos esperaba que lo fuesen. Sin embargo, la segunda no podrían haber sido más dispares. Opuestas a las anteriores, estaba claro que de en una decir la verdad, la otra era mentira. Por la naturaleza de mi fruta yo sabía, o esperaba tener todavía control sobre ello, que la primera vez me había dicho la verdad. Eso significaba que de forma normal era capaz de mentir. Sin embargo, lo más difícil no era eso. Por mucho que su voz no temblara y su pulso no se alterase, a Issei le importaba una mierda. Él veía más allá.
-Bien. Y... sobre tu virginidad ya hablaremos más tarde- lo cierto es que Azumi resultaba bastante atractiva, no me importaría acostarme con ella. Al fin y al cabo...-. El placer y los negocios mejoran si van de la mano.
Revisé todas sus respuestas. Quería memorizarlas e interiorizarlas, tanto para conocerla mejor como para no tener que hacer el correoso proceso constantemente; con una pregunta al azar me serviría igual de bien si poco a poco me las iba aprendiendo, y para ello de vez en cuando hacía una pregunta, aunque tenía pocas esperanzas de que fuera la verdad. No obstante, finalmente clavé mis ojos en los suyos, mirándola con calma.
-Verás, el secreto de esta técnica reside en creerte lo que dices- hice una pausa, señalando mi cabeza con la pluma que usaba para tomar notas-. Tu mente tiene que creerlo. Es fácil engañar a una persona, muy sencillo. Pero necesito mucho más de ti, Azumi. Si te atrapan, al fin y al cabo, y descubren algo que nos delate, estamos muertos.
Di un paseo por la habitación. Era enorme, y casi costaba un minuto cubrir la distancia completa del cuarto dividido en tres estancias de despacho, salita y dormitorio, conectadas entre ellas. ¿Cómo podía explicarle lo que tenía que hacer? Ella tenía que ser consciente del engaño, pero al mismo tiempo no serlo. Ella debía ser capaz de engañar a su propia mente, tenía que ser capaz de pensar con las dos mitades de su cerebro a la vez... Cosas distintas.
-A ver cómo lo explico- empecé, sentándome en una silla frente a la cama-. Tienes que anclarte a un sentimiento. Cada recuerdo evoca una sensación, una emoción muy fuerte y a partir de ahí se desarrolla. No vas a poder cambiar ese sentimiento, por lo que tu historia debe construirse en torno a él. Por ejemplo, cuando hablas de tu virginidad, ¿Qué sientes al respecto?- no me importaba demasiado, pero era la primera pregunta-. ¿Qué te sugiere pensar que aún no has probado varón? Indiferencia, vergüenza, un pequeño asomo de ira, nostalgia de un amor perdido... Sea lo que sea, tendrás que construir tu mentira a partir de ello. Así que ahora quiero que, según te vaya haciendo cada pregunta, me contestes qué emoción te sugiere. ¿Está bien?
Me preparé para apuntar mientras leía la primera pregunta en voz alta, esperando una respuesta.
-Bien. Y... sobre tu virginidad ya hablaremos más tarde- lo cierto es que Azumi resultaba bastante atractiva, no me importaría acostarme con ella. Al fin y al cabo...-. El placer y los negocios mejoran si van de la mano.
Revisé todas sus respuestas. Quería memorizarlas e interiorizarlas, tanto para conocerla mejor como para no tener que hacer el correoso proceso constantemente; con una pregunta al azar me serviría igual de bien si poco a poco me las iba aprendiendo, y para ello de vez en cuando hacía una pregunta, aunque tenía pocas esperanzas de que fuera la verdad. No obstante, finalmente clavé mis ojos en los suyos, mirándola con calma.
-Verás, el secreto de esta técnica reside en creerte lo que dices- hice una pausa, señalando mi cabeza con la pluma que usaba para tomar notas-. Tu mente tiene que creerlo. Es fácil engañar a una persona, muy sencillo. Pero necesito mucho más de ti, Azumi. Si te atrapan, al fin y al cabo, y descubren algo que nos delate, estamos muertos.
Di un paseo por la habitación. Era enorme, y casi costaba un minuto cubrir la distancia completa del cuarto dividido en tres estancias de despacho, salita y dormitorio, conectadas entre ellas. ¿Cómo podía explicarle lo que tenía que hacer? Ella tenía que ser consciente del engaño, pero al mismo tiempo no serlo. Ella debía ser capaz de engañar a su propia mente, tenía que ser capaz de pensar con las dos mitades de su cerebro a la vez... Cosas distintas.
-A ver cómo lo explico- empecé, sentándome en una silla frente a la cama-. Tienes que anclarte a un sentimiento. Cada recuerdo evoca una sensación, una emoción muy fuerte y a partir de ahí se desarrolla. No vas a poder cambiar ese sentimiento, por lo que tu historia debe construirse en torno a él. Por ejemplo, cuando hablas de tu virginidad, ¿Qué sientes al respecto?- no me importaba demasiado, pero era la primera pregunta-. ¿Qué te sugiere pensar que aún no has probado varón? Indiferencia, vergüenza, un pequeño asomo de ira, nostalgia de un amor perdido... Sea lo que sea, tendrás que construir tu mentira a partir de ello. Así que ahora quiero que, según te vaya haciendo cada pregunta, me contestes qué emoción te sugiere. ¿Está bien?
Me preparé para apuntar mientras leía la primera pregunta en voz alta, esperando una respuesta.
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La joven se tensó un poco ante las primeras palabras del agente. No pudo evitar sentir un leve escalofrío por la espalda. Vergüenza no tenía ninguna, pero hablar precisamente de aquello tal vez a la larga llegaba a hacerla sentir rara. Negó con la cabeza tratando de tomarse las cosas con más sangre fría. Le miraba caminar por la habitación, analizaba su forma de moverse y todo lo posible de él. Era una persona que amaba los combates y si iba a ser su compañera, debería saber cómo reaccionar en combates cooperativos con él. Aunque esperaba bastarse sola antes de que él entrase en batalla. Se mantuvo relajada y de nuevo escuchó sus plabras con tranquilidad.
- Indiferencia, indiferencia, seguridad, seguridad, indiferencia, seguridad, seguridad. – Ella misma se dio cuenta de que pasaba de todo. Tan solo sabía lo que hacía y se mosqueaba cuando se metían con los suyos o con ella.
Ladeó un poco la cabeza pensando un poco y tras unos momentos chasqueó la lengua. Sonrió después de una forma algo arrogante y se cruzó de brazos. Era más fría de lo que ella misma pensaba, por lo que debería cambiar un poco en algunas cosas.
- No me está gustando mi propia imagen, pero pocas sensaciones conozco. Tal vez la ira en ciertas ocasiones, pero la mayoría de cosas me dan igual. Aunque la diversión también es algo que siento de vez en cuando. – Mencionó mientras cerraba los ojos.
Entonces se mantuvo unos minutos totalmente callada. Cuando escuchó lo de formar una historia con todos los factores recordó lo anterior. Debería hacer que su mente recordase sus mentiras como algo que pasó de verdad. Entonces trataría de formar una historia en su mente y convencerse así misma de que era cierta. Lo intentaría al menos. Le pidió a Yarmin un par de minutos más y se mantuvo en silencio. Cuando faltaban cinco segundos para que el tiempo se terminase, ella abrió los ojos y miró a su hermano con una sonrisa arrogante.
- Perdí mi virginidad hace un año. Fui derrotada en combate por una esgrimista y me dejó a manos de sus chicos durante dos días. Desde pequeña siempre me llevé mucho mejor con los chicos y mal con las mujeres. Cuando atentaron contra mi mejor amigo, Keilor, casi sacrifico mi vida interponiéndome entre él y las flechas. Me uní a un grupo de cazadores que luchaban por la justicia durante una época y allí aprendí a ser fiel a mi grupo siempre debido a sus tratados.
Todo había sido mentira, pero había inventado nombres, aspectos en su mente, lugares, fechas. Las recordaba todas y por unos momentos pensó que era verdad… No, creería que era verdad. Entonces mostró una sonrisa confiada hacia el rubio y después se cruzó de brazos al mismo tiempo que dejaba su pierna derecha sobre la izquierda.
- Y creo que eso es todo por ahora. Después aquel gremio fue exterminado por unos piratas y yo terminé por hacer las pruebas para el gobierno. Mi deber es ayudar a la gente inocente contra los criminales para que cosas como las de mi gremio no vuelvan a pasar. – Terminó de mentir con una sonrisa pícara.
- Indiferencia, indiferencia, seguridad, seguridad, indiferencia, seguridad, seguridad. – Ella misma se dio cuenta de que pasaba de todo. Tan solo sabía lo que hacía y se mosqueaba cuando se metían con los suyos o con ella.
Ladeó un poco la cabeza pensando un poco y tras unos momentos chasqueó la lengua. Sonrió después de una forma algo arrogante y se cruzó de brazos. Era más fría de lo que ella misma pensaba, por lo que debería cambiar un poco en algunas cosas.
- No me está gustando mi propia imagen, pero pocas sensaciones conozco. Tal vez la ira en ciertas ocasiones, pero la mayoría de cosas me dan igual. Aunque la diversión también es algo que siento de vez en cuando. – Mencionó mientras cerraba los ojos.
Entonces se mantuvo unos minutos totalmente callada. Cuando escuchó lo de formar una historia con todos los factores recordó lo anterior. Debería hacer que su mente recordase sus mentiras como algo que pasó de verdad. Entonces trataría de formar una historia en su mente y convencerse así misma de que era cierta. Lo intentaría al menos. Le pidió a Yarmin un par de minutos más y se mantuvo en silencio. Cuando faltaban cinco segundos para que el tiempo se terminase, ella abrió los ojos y miró a su hermano con una sonrisa arrogante.
- Perdí mi virginidad hace un año. Fui derrotada en combate por una esgrimista y me dejó a manos de sus chicos durante dos días. Desde pequeña siempre me llevé mucho mejor con los chicos y mal con las mujeres. Cuando atentaron contra mi mejor amigo, Keilor, casi sacrifico mi vida interponiéndome entre él y las flechas. Me uní a un grupo de cazadores que luchaban por la justicia durante una época y allí aprendí a ser fiel a mi grupo siempre debido a sus tratados.
Todo había sido mentira, pero había inventado nombres, aspectos en su mente, lugares, fechas. Las recordaba todas y por unos momentos pensó que era verdad… No, creería que era verdad. Entonces mostró una sonrisa confiada hacia el rubio y después se cruzó de brazos al mismo tiempo que dejaba su pierna derecha sobre la izquierda.
- Y creo que eso es todo por ahora. Después aquel gremio fue exterminado por unos piratas y yo terminé por hacer las pruebas para el gobierno. Mi deber es ayudar a la gente inocente contra los criminales para que cosas como las de mi gremio no vuelvan a pasar. – Terminó de mentir con una sonrisa pícara.
Yarmin Prince
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No podía ser que conociese sólo dos sensaciones. Me revolví incómodo en mi asiento, esperando que se hubiera dado algo de cuenta respecto a ello, pero siguió hablando como si nada. Tal vez era que pasaba de todo realmente, pero ya la había visto perder la seguridad de su burbuja una vez, sólo tenía que forzarla. Sin embargo, si quería que trabajase conmigo no podía hacer uso de mi fruta contra ella, aunque... Al terminar creería que todo había sido por su propia cuenta. No, no podía hacerlo. Demasiado bizarro.
-No, no, no. Lo has hecho mal- dije, golpeando la colcha con el cuaderno-. Tienes que crear el relato desde la sensación, no crear un relato y juntarlo con la sensación. Es imposible que te de igual que el aprendiz de un espadachín te forzara. Podría ser el hijo de un labriego que era tu amigo, hace años, y no te dio placer. Pudo ser con una amiga, una pareja, lo que sea, pero algo que te provocara indiferencia... Si es que es eso lo que de verdad sientes. Intenta explorar más a fondo. Seguro que hay algo más, como curiosidad, deseo, miedo... Lo que sea. Algo que no sea neutro. Tienes que conocerte perfectamente, autoexplorarte, para poder mentirte.
Empecé a tachar sus emociones, como si fuese un error haberlas apuntado. Había respondido muy deprisa, sin pararse a pensar en qué había dicho, y estaba seguro de que había algo debajo. Tenía que haberlo, al fin y al cabo. Todos tenemos algo que ocultar, todos tenemos algo más allá de lo que nosotros mismos queremos ver. Azumi no era diferente.
-Quiero que explores bien tu mente. Tómate tu tiempo para indagar qué te hace sentir cada cosa. Piensa que hasta lo más tonto sirve, aunque sea un pequeño ápice de miedo, curiosidad o lo que sea. Si sigue siendo indiferencia después de eso, cuéntame una historia que te deje indiferente- sonreí, sin dejar de mirarla-. Puedo asegurarte que ninguna violación deja indiferente a una mujer.
Derian volvió a su sillón. Ya había terminado de comer y tras dejar apenas las raspas del pescado que acababa de zampar se había tirado a dormir, no sin dar antes un eructo gatuno. Casi le reí la gracia mientras contemplaba el torso semidesnudo de Azumi. Tal vez no fuera tan mala idea convencerla de eso, aunque primero quería que aprendiese a mentir.
-Bien, segundo intento. ¿Qué me puedes contar de cuando perdiste la virginidad?- y de nuevo, íbamos con las preguntas.
-No, no, no. Lo has hecho mal- dije, golpeando la colcha con el cuaderno-. Tienes que crear el relato desde la sensación, no crear un relato y juntarlo con la sensación. Es imposible que te de igual que el aprendiz de un espadachín te forzara. Podría ser el hijo de un labriego que era tu amigo, hace años, y no te dio placer. Pudo ser con una amiga, una pareja, lo que sea, pero algo que te provocara indiferencia... Si es que es eso lo que de verdad sientes. Intenta explorar más a fondo. Seguro que hay algo más, como curiosidad, deseo, miedo... Lo que sea. Algo que no sea neutro. Tienes que conocerte perfectamente, autoexplorarte, para poder mentirte.
Empecé a tachar sus emociones, como si fuese un error haberlas apuntado. Había respondido muy deprisa, sin pararse a pensar en qué había dicho, y estaba seguro de que había algo debajo. Tenía que haberlo, al fin y al cabo. Todos tenemos algo que ocultar, todos tenemos algo más allá de lo que nosotros mismos queremos ver. Azumi no era diferente.
-Quiero que explores bien tu mente. Tómate tu tiempo para indagar qué te hace sentir cada cosa. Piensa que hasta lo más tonto sirve, aunque sea un pequeño ápice de miedo, curiosidad o lo que sea. Si sigue siendo indiferencia después de eso, cuéntame una historia que te deje indiferente- sonreí, sin dejar de mirarla-. Puedo asegurarte que ninguna violación deja indiferente a una mujer.
Derian volvió a su sillón. Ya había terminado de comer y tras dejar apenas las raspas del pescado que acababa de zampar se había tirado a dormir, no sin dar antes un eructo gatuno. Casi le reí la gracia mientras contemplaba el torso semidesnudo de Azumi. Tal vez no fuera tan mala idea convencerla de eso, aunque primero quería que aprendiese a mentir.
-Bien, segundo intento. ¿Qué me puedes contar de cuando perdiste la virginidad?- y de nuevo, íbamos con las preguntas.
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Azumi frunció el ceño unos segundos al ver que no lo había hecho bien. Al parecer la parte donde la lio fue en el comienzo. Se rascó la cabeza y pensó un poco en la sensación. No había tenido relaciones, era normal que no supiera como se sentía. Para ella era tan solo una estupidez y por ello sentía indiferencia. Tal vez podía crear una sensación de odio o de dolor. Algo muy difícil, pero que podía intentar al menos. Recordó las sensaciones que tuvo hacía unos momentos. Las torturas que sintió por parte de Yarmin. Toda esa agonía tal vez podía ser enviada directamente al recuerdo falso que estaba creando. Soltó un pequeño suspiro y después trató de pensarlo bien. El mero hecho de que sintiese odio y dolor por relaciones… No, no parecía ser la solución. Entonces pensó en lo primero que dijo él.
Se mantuvo unos minutos en silencio de nuevo, dejando la historia como estaba, pero dejando odio cuando asesinaron a sus supuestos compañeros. El truco parecía ser enlazar cada sentimiento con lo ocurrido en el momento preciso. Apretó los puños con fuerza mientras mezclaba aquella escena inventada en su mente. Mostró una pequeña sonrisa y entonces abrió sus ojos despacio.
- Quince años. Uno de los samuráis más jóvenes del castillo y yo mantuvimos relaciones. Éramos bastante amigos y siempre estábamos juntos. Fue muy aburrido, no sentí nada especial que no pudiese hacer yo misma. Cuando él terminó, me quedé decepcionada. Por lo que no es algo que me llame mucho.
El resto de la historia lo contó exactamente igual, pero cambiando mínimos detalles, como sintiendo odio cuando perdió a sus compañeros. Aquella parte la contó con el ceño fruncido. Tras unos momentos más añadiendo detalles, terminó de responder de nuevo la lista de sentimientos.
- Indiferencia. – Volvió a responder en primer lugar, pero esta vez con la historia cambiada para más acorde y que tuviese más sentido.
Continuó nombrando elementos a la lista, pero más especificador y el motivo de cada uno. Incluso sintió rabia cuando casi matan a su compañero y ella se metió en medio. Espera… ¿Eso pasó? Sí, claro que sí. Después de unos momentos se quedó mirándole a los ojos y finalmente le habló de nuevo con una calma increíble.
- Hoy también he conocido el miedo cuando me enteré quién era mi presa. Supongo que esa una nueva sensación que añadir. – Tras unos segundos cerró los ojos y se cruzó de brazos. Trató de convencerse de que esta vez lo había hecho bien.
Al cabo de un minuto en silencio abrió los ojos y miró al gato despacio. Volvió a dirigir su mirada hacia Yarmin y finalmente mostró su típico rostro serio. Esperaba que esta vez la cosa hubiese salido bien y no mal.
Se mantuvo unos minutos en silencio de nuevo, dejando la historia como estaba, pero dejando odio cuando asesinaron a sus supuestos compañeros. El truco parecía ser enlazar cada sentimiento con lo ocurrido en el momento preciso. Apretó los puños con fuerza mientras mezclaba aquella escena inventada en su mente. Mostró una pequeña sonrisa y entonces abrió sus ojos despacio.
- Quince años. Uno de los samuráis más jóvenes del castillo y yo mantuvimos relaciones. Éramos bastante amigos y siempre estábamos juntos. Fue muy aburrido, no sentí nada especial que no pudiese hacer yo misma. Cuando él terminó, me quedé decepcionada. Por lo que no es algo que me llame mucho.
El resto de la historia lo contó exactamente igual, pero cambiando mínimos detalles, como sintiendo odio cuando perdió a sus compañeros. Aquella parte la contó con el ceño fruncido. Tras unos momentos más añadiendo detalles, terminó de responder de nuevo la lista de sentimientos.
- Indiferencia. – Volvió a responder en primer lugar, pero esta vez con la historia cambiada para más acorde y que tuviese más sentido.
Continuó nombrando elementos a la lista, pero más especificador y el motivo de cada uno. Incluso sintió rabia cuando casi matan a su compañero y ella se metió en medio. Espera… ¿Eso pasó? Sí, claro que sí. Después de unos momentos se quedó mirándole a los ojos y finalmente le habló de nuevo con una calma increíble.
- Hoy también he conocido el miedo cuando me enteré quién era mi presa. Supongo que esa una nueva sensación que añadir. – Tras unos segundos cerró los ojos y se cruzó de brazos. Trató de convencerse de que esta vez lo había hecho bien.
Al cabo de un minuto en silencio abrió los ojos y miró al gato despacio. Volvió a dirigir su mirada hacia Yarmin y finalmente mostró su típico rostro serio. Esperaba que esta vez la cosa hubiese salido bien y no mal.
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Escuché de nuevo su relato. Le seguía resultando indiferente, por lo que simplemente anoté de nuevo lo que iba diciendo. Eran buenas mentiras, tal vez excesivamente detalladas en algunos puntos, pero buenas al fin y al cabo. Ella tenía que inventarse una historia, por lo que al contarla podía caer en el error de hablar demasiado. No obstante, mientras no se contradijese todo iba perfectamente. Issei no sería capaz de cazar a mi nueva guardaespaldas en un renuncio, no lo iba a consentir.
-Vale, está mejor- terminé diciendo, sin llegar a sonreír. Aún no me parecía una actuación convincente, al fin y al cabo, pero guiada por mi conocimiento de la mente humana y oponiéndose a mi poder, podía conseguir que aprendiese mucho más deprisa de lo que lo hice yo. Puede que incluso algunas drogas me pudiera agenciar para mantener el juego igualado e ir dificultándoselo gradualmente... Pero de momento, íbamos con lo importante-. Sin embargo, tienes que creértelo. ¿Te lo crees?
Mientras esperaba respuesta, la cual en realidad me resultaba indiferente, tomé un pequeño pedazo de pichón. Tras un par de horas todo iba quedando frío, pero conservaba un sabor excepcional al que no quise resistirme. Estaba caramelizado por fuera, mientras que por dentro la carne se deshacía en mi boca sin apenas morderla, explotando en mi boca de forma sensacional, indescriptible. Creo que incluso vi a Derian abrir un ojo por si era más pescado, pero volvió a cerrarlo rápidamente al verme observarlo. Menudo glotón.
-Bien, vamos a comprobar la firmeza de tus creencias.
Di un último bocado y me limpié las manos, masticando lentamente mientras disfrutaba de cada fibra deshilacharse en mi boca, deshacerse en mi saliva antes de llegar a mi boca quedando poco más que el espectacular sabor que poseía. Incluso me arrepentí de no haberle prestado más atención, dado que caliente debía ser todavía mejor. De hecho, era mucho mejor. Ya conocía los estofados bastante bien y, a juzgar por éste, seguramente se debía a los materiales y no a la mano del cocinero. Seguro que cualquiera podría preparar algo mejor.
-En fin, como te decía, quiero que juguemos a lo mismo. Sin embargo te advierto que ahora no podrás mentirme, así que tu mente deberá creer que dices la verdad- miré el reloj-. En cuanto consigas hacerlo una sola vez, podemos irnos a dormir sin ningún problema, y así mañana seguimos. ¿Te parece bien?- no esperé una respuesta-. No me mientas, por favor...
Y, otra vez, empecé a preguntar.
-Vale, está mejor- terminé diciendo, sin llegar a sonreír. Aún no me parecía una actuación convincente, al fin y al cabo, pero guiada por mi conocimiento de la mente humana y oponiéndose a mi poder, podía conseguir que aprendiese mucho más deprisa de lo que lo hice yo. Puede que incluso algunas drogas me pudiera agenciar para mantener el juego igualado e ir dificultándoselo gradualmente... Pero de momento, íbamos con lo importante-. Sin embargo, tienes que creértelo. ¿Te lo crees?
Mientras esperaba respuesta, la cual en realidad me resultaba indiferente, tomé un pequeño pedazo de pichón. Tras un par de horas todo iba quedando frío, pero conservaba un sabor excepcional al que no quise resistirme. Estaba caramelizado por fuera, mientras que por dentro la carne se deshacía en mi boca sin apenas morderla, explotando en mi boca de forma sensacional, indescriptible. Creo que incluso vi a Derian abrir un ojo por si era más pescado, pero volvió a cerrarlo rápidamente al verme observarlo. Menudo glotón.
-Bien, vamos a comprobar la firmeza de tus creencias.
Di un último bocado y me limpié las manos, masticando lentamente mientras disfrutaba de cada fibra deshilacharse en mi boca, deshacerse en mi saliva antes de llegar a mi boca quedando poco más que el espectacular sabor que poseía. Incluso me arrepentí de no haberle prestado más atención, dado que caliente debía ser todavía mejor. De hecho, era mucho mejor. Ya conocía los estofados bastante bien y, a juzgar por éste, seguramente se debía a los materiales y no a la mano del cocinero. Seguro que cualquiera podría preparar algo mejor.
-En fin, como te decía, quiero que juguemos a lo mismo. Sin embargo te advierto que ahora no podrás mentirme, así que tu mente deberá creer que dices la verdad- miré el reloj-. En cuanto consigas hacerlo una sola vez, podemos irnos a dormir sin ningún problema, y así mañana seguimos. ¿Te parece bien?- no esperé una respuesta-. No me mientas, por favor...
Y, otra vez, empecé a preguntar.
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- Me lo creo, ya que es la verdad. – Dijo con una sonrisa calmada y muy relajada.
Sabía que estaba en lo cierto, había pasado todo aquello. Sonrió entonces y después lo vio volver a ponerse a comer, cosa que le hizo sentir envidia. Se incorporó al sentir hambre de nuevo y cogió otro tazón de arroz con pescado. Se lo llevó hasta la cama y empezó a comérselo cómodamente mientras seguía mirándole con una calma increíble. Era como si ella estuviese sola y en sus cosas. Su don de pasar del resto del mundo era bueno para eso. Soltó un suspiro y cuando se lo comió enteró lo dejó en la mesa. Lo había disfrutado bastante. De nuevo volvió a mirar al rubio con tranquilidad. Empezó a responder de nuevo, pero esta vez dijo la verdad. Que era virgen y demás. No entendió la razón, pero sintió la necesidad de decirle todo lo correcto. Tragó saliva y frunció el ceño.
- Perdón, empecemos de nuevo.
Algunas horas pasaron, en las que Azumi trataba de inyectar su mentira, pero por alguna razón le estaba costando. Se encabezonó y comenzó a crear más recuerdos alrededor de los contados. No podía evitarlo. Cada vez continuaba metiendo más caras, lugares, fechas y rostros. Se disculpaba después de cada intento fallido. Le estaba siendo muy frustrante aquella forma de entrenar su mente. Al cabo de un buen rato más la joven ya había montado una historia buena y de tanto repetirla y memorizarla había llegado a creerse incluso la mayoría de cosas. En otro de los intentos contestó todo, pero esta vez no falló. Dijo su invención pese a que el rubio le dijo que no mintiese. Entonces fue cuando soltó un suspiro y pegó su espalda al colchón, quedando tumbada.
- Y eso es todo. Creo que no me he dejado nada.
Cerró los ojos debido al cansancio. No físico, pero tanto pensar y hablar de lo mismo la había dejado agotada mentalmente. Aquel entrenamiento estaba siendo bastante duro y esperaba haberlo logrado, pues para ella dijo la verdad. Se cruzó de brazos unos segundos y después soltó un enorme suspiro. Entonces hinchó los mofletes en un pequeño acto infantil. Le venían muy de vez en cuando y solo con gente que apreciaba.
- Oni-san, esto está siendo agotador ¿Todo bien ahora? He dicho la verdad. Ahora relájate también y túmbate aquí. – Terminó de decir mientras se estiraba como una marmota.
Después de haberse comido el tazón se había quedado muy cómoda. Cerró los ojos despacio y lentamente se fue acomodando demasiado. Le había dejado sitio a su hermanito al lado también, por lo que no había problema.
Sabía que estaba en lo cierto, había pasado todo aquello. Sonrió entonces y después lo vio volver a ponerse a comer, cosa que le hizo sentir envidia. Se incorporó al sentir hambre de nuevo y cogió otro tazón de arroz con pescado. Se lo llevó hasta la cama y empezó a comérselo cómodamente mientras seguía mirándole con una calma increíble. Era como si ella estuviese sola y en sus cosas. Su don de pasar del resto del mundo era bueno para eso. Soltó un suspiro y cuando se lo comió enteró lo dejó en la mesa. Lo había disfrutado bastante. De nuevo volvió a mirar al rubio con tranquilidad. Empezó a responder de nuevo, pero esta vez dijo la verdad. Que era virgen y demás. No entendió la razón, pero sintió la necesidad de decirle todo lo correcto. Tragó saliva y frunció el ceño.
- Perdón, empecemos de nuevo.
Algunas horas pasaron, en las que Azumi trataba de inyectar su mentira, pero por alguna razón le estaba costando. Se encabezonó y comenzó a crear más recuerdos alrededor de los contados. No podía evitarlo. Cada vez continuaba metiendo más caras, lugares, fechas y rostros. Se disculpaba después de cada intento fallido. Le estaba siendo muy frustrante aquella forma de entrenar su mente. Al cabo de un buen rato más la joven ya había montado una historia buena y de tanto repetirla y memorizarla había llegado a creerse incluso la mayoría de cosas. En otro de los intentos contestó todo, pero esta vez no falló. Dijo su invención pese a que el rubio le dijo que no mintiese. Entonces fue cuando soltó un suspiro y pegó su espalda al colchón, quedando tumbada.
- Y eso es todo. Creo que no me he dejado nada.
Cerró los ojos debido al cansancio. No físico, pero tanto pensar y hablar de lo mismo la había dejado agotada mentalmente. Aquel entrenamiento estaba siendo bastante duro y esperaba haberlo logrado, pues para ella dijo la verdad. Se cruzó de brazos unos segundos y después soltó un enorme suspiro. Entonces hinchó los mofletes en un pequeño acto infantil. Le venían muy de vez en cuando y solo con gente que apreciaba.
- Oni-san, esto está siendo agotador ¿Todo bien ahora? He dicho la verdad. Ahora relájate también y túmbate aquí. – Terminó de decir mientras se estiraba como una marmota.
Después de haberse comido el tazón se había quedado muy cómoda. Cerró los ojos despacio y lentamente se fue acomodando demasiado. Le había dejado sitio a su hermanito al lado también, por lo que no había problema.
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Horas. ¡Horas! Casi tres hasta que por fin empezó a creerse sus propias mentiras. Detalles que bailaban una y otra vez, pero que no terminaba de ser capaz de engañarme con ellos y terminaba confesando, hasta que por fin fue capaz de decirlo una vez. Y luego otra, y otra más. Por un momento sonreí, alegre, pero estaba agotado. Además, Azumi me invitaba a unirme a ella en la cama y lo cierto es que tenía bastantes ganas de tirarme a descansar.
-Vale, sí. Es hora de dormir.
Me aflojé la corbata lentamente, desanudando con cuidado para que no saltara ni una sola de sus hebras. Le tenía mucho cariño a aquella corbata, era la mejor de mi armario, aunque no tanto como la camisa que siguió tras ella o los pantalones que fueron después. Semidesnudo ante la cansada joven terminé de quitarme los calcetines y coloqué cuidadosamente la ropa en el armario, pulcramente doblada, para ponérmela al día siguiente.
Lo cierto es que debíamos de llevar ya casi medio día allí, pero por suerte había pagado lo suficiente como para estar una semana en el cuarto, asegurándome de tener una buena coartada cuando fuese necesario. Una coartada que, por otro lado, aún no me había asegurado de que fuese cierta.
-¿Sabes? Me sorprende que todavía seas virgen- comenté, tirándome sobre la cama como un plomo, con los brazos estirados hacia arriba, listos para lentamente ponerse muy cerca de ella-. Si yo te hubiera conocido en Wano me habría asegurado de que pudieses decir algo divertido en esa pregunta.
Me giré hacia ella, pretendiendo rodearla desde arriba y apoyar la mano en su abdomen. De conseguirlo, me deslizaría por su vientre en lentos y suaves círculos. Si no se incomodaba, cada vez más amplios, llegando a rozar la tela del pantalón y los aros del sostén.
-¿De verdad nunca has sentido curiosidad?- pregunté-. Podrías saciarla hoy mismo, y otras cosas también.
Traté de rozar su oreja con la punta de la lengua, pretendiendo dar rienda suelta a mis macabras fantasías. Sí, lo sé. Soy un hijo de la gran puta.
-Vale, sí. Es hora de dormir.
Me aflojé la corbata lentamente, desanudando con cuidado para que no saltara ni una sola de sus hebras. Le tenía mucho cariño a aquella corbata, era la mejor de mi armario, aunque no tanto como la camisa que siguió tras ella o los pantalones que fueron después. Semidesnudo ante la cansada joven terminé de quitarme los calcetines y coloqué cuidadosamente la ropa en el armario, pulcramente doblada, para ponérmela al día siguiente.
Lo cierto es que debíamos de llevar ya casi medio día allí, pero por suerte había pagado lo suficiente como para estar una semana en el cuarto, asegurándome de tener una buena coartada cuando fuese necesario. Una coartada que, por otro lado, aún no me había asegurado de que fuese cierta.
-¿Sabes? Me sorprende que todavía seas virgen- comenté, tirándome sobre la cama como un plomo, con los brazos estirados hacia arriba, listos para lentamente ponerse muy cerca de ella-. Si yo te hubiera conocido en Wano me habría asegurado de que pudieses decir algo divertido en esa pregunta.
Me giré hacia ella, pretendiendo rodearla desde arriba y apoyar la mano en su abdomen. De conseguirlo, me deslizaría por su vientre en lentos y suaves círculos. Si no se incomodaba, cada vez más amplios, llegando a rozar la tela del pantalón y los aros del sostén.
-¿De verdad nunca has sentido curiosidad?- pregunté-. Podrías saciarla hoy mismo, y otras cosas también.
Traté de rozar su oreja con la punta de la lengua, pretendiendo dar rienda suelta a mis macabras fantasías. Sí, lo sé. Soy un hijo de la gran puta.
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Hora de dormir, ya iba siendo el momento. Al fin la morena iba a tomar el descanso que tenía merecido. Cerró los ojos despacio y después se relajó todo lo que pudo. Era una sensación de paz enorme y no se inmutó por nada. Ni si quiera cuando el agente se tumbó a su lado haciendo que el colchón vibrase un momento por el peso. La cama era cómoda con narices. Aunque ella prefería la suya del palacio, bueno, la que tenía hacía ya dos años. Suspiró lentamente debido al gusto que estaba sintiendo en su cuerpo. Su espalda lo agradecía bastante y todo aquello después de haberse cargado un puto tenryubito. No diría nada nunca, eso se lo iba a llevar a la tumba. A no ser que sirviese para algo de utilidad en los planes futuros de ambos.
La joven no tardó en escuchar lo que dijo el rubio y por ello su ceja empezó a temblar un poco. Si él hubiese estado en Wano… Habría sido muy gracioso verle de samurái. Continuó a lo suyo haciéndose la tonta e ignorando por completo sus palabras. Vale que no sentía vergüenza por nada, pero todo tenía cierto límite. Giró un poco la cabeza hacia el lado contrario haciéndose la dormida en un intento tonto. Cuando parecía que todo había finalizado notó los malditos toqueteos en el estómago. Continuó haciéndose la tonta y después de unos momentos sintió que iban a más. La ceja de ella no paraba de temblar, como si de un tic. Apretó incluso los puños en alguna ocasión. No sentía rabia ni nada parecido, nervios más bien. Las últimas palabras y la sensación en su oreja la hicieron sentir un escalofrío. Se retorció un poco y después se quedó en postura sentada.
- Oe oe… Se supone que somos…
Se quedó mirándolo fijamente sin terminar la frase. Su ceño estaba bastante fruncido y mostraba una expresión bastante seria. Era como si se hubiese cabreado bastante o algo por el estilo, o al menos eso parecía por la forma que tenía de mirarle.
Estuvo en ese plan durante algunos segundos más, hasta que finalmente tomó la funda de su espada. La miró por unos momentos y negó. Tomó un cuchillo de la mesa y cortó algo de tela del sillón. Se fue hasta la puerta y la abrió. Clavó el trozo de tela con el cuchillo y cerró. Eran las tradiciones que su madre enseñó en el castillo. Caminó de nuevo hasta la cama y finalmente soltó un suspiro.
- No tienes remedio.
Mencionó mostrando finalmente una sonrisa para después lanzarse sobre él.
La joven no tardó en escuchar lo que dijo el rubio y por ello su ceja empezó a temblar un poco. Si él hubiese estado en Wano… Habría sido muy gracioso verle de samurái. Continuó a lo suyo haciéndose la tonta e ignorando por completo sus palabras. Vale que no sentía vergüenza por nada, pero todo tenía cierto límite. Giró un poco la cabeza hacia el lado contrario haciéndose la dormida en un intento tonto. Cuando parecía que todo había finalizado notó los malditos toqueteos en el estómago. Continuó haciéndose la tonta y después de unos momentos sintió que iban a más. La ceja de ella no paraba de temblar, como si de un tic. Apretó incluso los puños en alguna ocasión. No sentía rabia ni nada parecido, nervios más bien. Las últimas palabras y la sensación en su oreja la hicieron sentir un escalofrío. Se retorció un poco y después se quedó en postura sentada.
- Oe oe… Se supone que somos…
Se quedó mirándolo fijamente sin terminar la frase. Su ceño estaba bastante fruncido y mostraba una expresión bastante seria. Era como si se hubiese cabreado bastante o algo por el estilo, o al menos eso parecía por la forma que tenía de mirarle.
- Spoiler:
Estuvo en ese plan durante algunos segundos más, hasta que finalmente tomó la funda de su espada. La miró por unos momentos y negó. Tomó un cuchillo de la mesa y cortó algo de tela del sillón. Se fue hasta la puerta y la abrió. Clavó el trozo de tela con el cuchillo y cerró. Eran las tradiciones que su madre enseñó en el castillo. Caminó de nuevo hasta la cama y finalmente soltó un suspiro.
- No tienes remedio.
Mencionó mostrando finalmente una sonrisa para después lanzarse sobre él.
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