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Liliana Shirou
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Cierta albina miraba con frialdad las calles de Valston. Donde quiera que posara sus ojos, siempre vería lo mismo. Lo que antes fue un lugar próspero, ahora no era ni la sombra de aquello. Todo era lúgubre y sombrío, y la pobreza abundaba por el lugar. Un pequeño bufido escapó de sus labios, al tiempo que emprendió rumbo hacia algún lugar donde pudiera sentarse. Poco y nada le importaba lo que sucedía. Solo se encontraba de pasada y a menos que recibiera algún beneficio de todo esto, no metería sus narices en algo que no pintaba con ella. Culpen al creador de todo por hacer que nacieran en la miseria. Una brisa salió de la nada, agitando levemente su corto cabello. Cerró sus ojos por algunos instantes y negó con la cabeza. Estar mucho tiempo en la calle haría que empezara a divagar en cosas sin sentido. Pese a todo, no podía evitar envidiar un poco a los que estuvieron hace cincuenta años aquí. La guerra que se libró debió ser impresionante, y era una lástima que ella no hubiera podido estar para pintar sus cuchillos de rojo. El tener tanta libertad para matar debió ser gratificante. Para su mala fortuna, ella estaba atada a los asesinatos legales... Aunque nadie decía que no pudiera hacer nada ilegal. Tan solo... debía tener cuidado cuando quisiera hacer algo como eso.
– Si no valorara tanto a mi familia, juro que los mataría con mis propias manos – murmuró sin expresión alguna su rostro.
Pese a que no le tenía cariño a la mayoría de sus familiares, les tenía cierto respeto. Lo suficiente para dejarlos con vida por el momento. Una vez que terminaran su uso y fuera más fuerte que ellos... Una sonrisa maliciosa se formó en sus labios por algunos segundos, pero luego volvió a la normalidad. Bueno, no todos sufrirían el mismo destino. Su hermano era lo bastante afortunado como para estar en su agenda personal. Eso y que... le tomó algo de aprecio esos dos años que pasaron juntos. ¿Acaso empezaba a sentir hermandad hacia él? Podría que ser así, o simplemente se puso algo blando luego de tanto convivir con el. Fuera lo que fuera, Ryuken sería el afortunado que lograría llevar a los Shirou a lo más alto. Lástima que fuera un revolucionario; podría haber sido una pieza fundamental en su tablero. De momento lo dejaría como un comodín.
Finalmente llegó a un local lo suficientemente decente para sus estándares. Lo miró por algunos segundos y se encogió de hombros, para luego entrar. No tenía nada que perder. Además, le estaba dando sed y quería algo de beber.
– Bienvenida a nuestro humilde restaurante – se presentó educadamente un señor de avanzada edad.
Liliana miró fríamente al hombre. Este se puso algo incómodo al ser el receptor de tal mirada penetrante. El hecho que fueran parecidos a los de un halcón, hacía que la experiencia fuera peor. Tras lo que parecieron ser varios minutos, la mujer desvió la mirada y se dirigió al asiento más alejado de la humanidad. Se sentó con gracia y le dirigió una mirada al camarero.
– Tráeme el mejor té que tengan – le dijo, para luego ignorarlo por completo. El pobre hombre asintió con nerviosismo y se fue. Esa albina provocaba un aura de frialdad, que repelía a la mayoría que intentara acercarse...
– Si no valorara tanto a mi familia, juro que los mataría con mis propias manos – murmuró sin expresión alguna su rostro.
Pese a que no le tenía cariño a la mayoría de sus familiares, les tenía cierto respeto. Lo suficiente para dejarlos con vida por el momento. Una vez que terminaran su uso y fuera más fuerte que ellos... Una sonrisa maliciosa se formó en sus labios por algunos segundos, pero luego volvió a la normalidad. Bueno, no todos sufrirían el mismo destino. Su hermano era lo bastante afortunado como para estar en su agenda personal. Eso y que... le tomó algo de aprecio esos dos años que pasaron juntos. ¿Acaso empezaba a sentir hermandad hacia él? Podría que ser así, o simplemente se puso algo blando luego de tanto convivir con el. Fuera lo que fuera, Ryuken sería el afortunado que lograría llevar a los Shirou a lo más alto. Lástima que fuera un revolucionario; podría haber sido una pieza fundamental en su tablero. De momento lo dejaría como un comodín.
Finalmente llegó a un local lo suficientemente decente para sus estándares. Lo miró por algunos segundos y se encogió de hombros, para luego entrar. No tenía nada que perder. Además, le estaba dando sed y quería algo de beber.
– Bienvenida a nuestro humilde restaurante – se presentó educadamente un señor de avanzada edad.
Liliana miró fríamente al hombre. Este se puso algo incómodo al ser el receptor de tal mirada penetrante. El hecho que fueran parecidos a los de un halcón, hacía que la experiencia fuera peor. Tras lo que parecieron ser varios minutos, la mujer desvió la mirada y se dirigió al asiento más alejado de la humanidad. Se sentó con gracia y le dirigió una mirada al camarero.
– Tráeme el mejor té que tengan – le dijo, para luego ignorarlo por completo. El pobre hombre asintió con nerviosismo y se fue. Esa albina provocaba un aura de frialdad, que repelía a la mayoría que intentara acercarse...
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Los ojos del dragón fueron abriéndose muy despacio. Los cerró de nuevo para seguir durmiendo un poco más, pero no quería desperdiciar los miles de años que le quedaban de vida. Soltó un pequeño suspiro y se colocó en pie despacio. Se fijó en que la cama en la que estaba era bastante grande, lo suficiente para poder entrar él sin problema. Miró sus cosas tiradas por la habitación, las cuales consistían en unas armas enormes, su armadura y una mochila con dinero. El moreno se dirigió al baño despacio y nada más entrar se echó algo de agua en la cara. No tenía la camiseta puesta, dejando ver de esa forma un cuerpo musculoso y bien curtido. Se dio unos cuantos toquecitos en las mejillas y después decidió bajar a desayunar algo rico. Tal vez no era ni por la mañana, pero le daba lo mismo.
Bajó por las escaleras haciendo un ruido enorme, el cual mantuvo alerta a todo el mundo. Cuando bajó del todo, fliparon por su altura. Casi tres metros de hombre, se iba a chocar con el techo. Miró a la gente del bar con una expresión perezosa y empezó a controlar su cuerpo. Su altura bajó de golpes hasta 1,85cm. Estando en aquel tamaño notó que las miradas volvían a la normalidad. Ya no era tan grande. Lo siguiente que hizo fue ver al camarero, el cual llevaba en una bandeja un té recién hecho. Una sonrisa se formó en su rostro y en un avaro movimiento lo cogió sin permiso. Le dio un sorbo y estuvo a punto de escupirlo debido a lo caliente que estaba. Logró relajarse por el sabor y después de unos momentos agitó la cabeza. Le sopló un poco y después continuó bebiéndoselo.
- Perdone, señor Uchiha. El té era para la joven que hay allí sentada. – Dijo en voz alta el idiota y señalando hacia la chica.
El dragón desvió su mirada hacia ella y pudo ver una joven de hermosos cabellos rubios… Blancos… Estaba medio dormido para fijarse. Sus ojos penetrantes le encantaron y su expresión… Joder, que mala leche debía tener. Hermosa era y estaba buenísima. Lejos de sonreírle, se dio la vuelta haciéndose el despistado. Se había bebido el té de ella después de todo, pero debía dejar de pensar mal de los demás. Seguro que era una persona generosa, amable y que lo entendería. Sí, la sociedad no podía ser tan cruel. El dragón entonces volvió a girarse y esta vez se sentó en la barra, dándole la espalda al camarero y mirando el bar entero. Se había sentado de al revés. Le daba igual vestir tan solo un pantalón. Ojeó un momento la zona y después de unos momentos alzó la voz.
- No hay muchas jóvenes hoy por el lugar por lo que veo ¿Dónde están las hermanas, Luka? – Preguntó Madara.
El camarero le miró algo confuso. Entonces se dio cuenta de que no era la persona que buscaba. El dragón ladeó la cabeza y miró por la ventana.
- ¡Esto no es Galuna! ¿Dónde diablos estoy? – Tenía cojones la cosa.
Bajó por las escaleras haciendo un ruido enorme, el cual mantuvo alerta a todo el mundo. Cuando bajó del todo, fliparon por su altura. Casi tres metros de hombre, se iba a chocar con el techo. Miró a la gente del bar con una expresión perezosa y empezó a controlar su cuerpo. Su altura bajó de golpes hasta 1,85cm. Estando en aquel tamaño notó que las miradas volvían a la normalidad. Ya no era tan grande. Lo siguiente que hizo fue ver al camarero, el cual llevaba en una bandeja un té recién hecho. Una sonrisa se formó en su rostro y en un avaro movimiento lo cogió sin permiso. Le dio un sorbo y estuvo a punto de escupirlo debido a lo caliente que estaba. Logró relajarse por el sabor y después de unos momentos agitó la cabeza. Le sopló un poco y después continuó bebiéndoselo.
- Perdone, señor Uchiha. El té era para la joven que hay allí sentada. – Dijo en voz alta el idiota y señalando hacia la chica.
El dragón desvió su mirada hacia ella y pudo ver una joven de hermosos cabellos rubios… Blancos… Estaba medio dormido para fijarse. Sus ojos penetrantes le encantaron y su expresión… Joder, que mala leche debía tener. Hermosa era y estaba buenísima. Lejos de sonreírle, se dio la vuelta haciéndose el despistado. Se había bebido el té de ella después de todo, pero debía dejar de pensar mal de los demás. Seguro que era una persona generosa, amable y que lo entendería. Sí, la sociedad no podía ser tan cruel. El dragón entonces volvió a girarse y esta vez se sentó en la barra, dándole la espalda al camarero y mirando el bar entero. Se había sentado de al revés. Le daba igual vestir tan solo un pantalón. Ojeó un momento la zona y después de unos momentos alzó la voz.
- No hay muchas jóvenes hoy por el lugar por lo que veo ¿Dónde están las hermanas, Luka? – Preguntó Madara.
El camarero le miró algo confuso. Entonces se dio cuenta de que no era la persona que buscaba. El dragón ladeó la cabeza y miró por la ventana.
- ¡Esto no es Galuna! ¿Dónde diablos estoy? – Tenía cojones la cosa.
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Mientras esperaba a que su té llegara, Liliana seguía pensando en lo ocurrido estos últimos dos años. Reencontrarse con su hermano fue sorpresivo, pero no puso quejas. Esa fue una de las razones por la cual decidió abandonar la mansión Shirou. La otra era que se encontraba muy limitada dentro de su familia, así que decidió independizarse de ellos. Seguían en contacto, pero su orgullo no la dejaba pedir ayuda. Todo lo que conseguiría sería bajo su propio esfuerzo y dedicación. La pregunta era, ¿cómo debía empezar? Con su objetivo de educar a Ryuken ya logrado, se encontraba en un impasse. Podría cazar a criminales como hobby, pero eso llegaría aburrir luego de algún tiempo. No, quería algo más excitante. Que le hiciera que su sangre hirviera de la emoción y no se aburriera nunca. ¿Cómo podría lograr eso? Se le estaba haciendo complicado, más cuando lo que hacía no era exactamente legar. La albina chasqueó su lengua y decidió dejar el tema de lado por el momento. A estas alturas tomaría cualquier situación beneficiosa que se le cruzara por el camino, pero dudaba que eso fuera aparecer así como así...
– O no... – murmuró mientras clavaba sus dorados ojos en la persona que hizo acto de presencia.
Madara Uchiha, Shichibukai. Liliana entrecerró sus ojos y apoyó sus cabezas en una de sus manos. Cuando se levantó este día, jamás se imaginó encontrarse con una persona de su estatura, y no lo decía literal. Pese a eso, los rumores acerca de su estatura no le hacían justicia. Ladeó su cabeza hacia un lado y arqueó una ceja, único gesto que delataba su sorpresa. Eso no se lo esperaba, pero supuso que debía ser alguna técnica para controlar su cuerpo. Lo miró por algunos segundos, lo suficiente para ver que se bebía su té. Su ceja tembló con violencia y su mirada se tornó más gélida, si es que eso era posible. Esperó tantos minutos... ¿Y ahora esta lagartija se atrevía a bebérselo frente a ella? Imperdonable.
Furiosa, pese a que su rostro no lo demostraba, la albina se acercó hacia donde se encontraba el dragón. Cada paso que daba, provocaba que las personas se alejaran un poco. La mera presencia de ella hacía que la gente se alejara de su persona, pero poco y nada le importaba eso. Ella lo prefería así, además así no se armarían líos si alguien lograba enojarla lo suficiente. Al cabo de unos segundos, ya se encontraba ante el pelinegro. Pese a que imponía presencia, eso no le importaba. Lo única que quería ahora, era retribución.
– Ese era mi té – habló fríamente la joven. – Y ahora quiero que me lo pagues... y con intereses por hacer perder varios minutos de mi tiempo – agregó para luego fulminarlo con su mirada.
– O no... – murmuró mientras clavaba sus dorados ojos en la persona que hizo acto de presencia.
Madara Uchiha, Shichibukai. Liliana entrecerró sus ojos y apoyó sus cabezas en una de sus manos. Cuando se levantó este día, jamás se imaginó encontrarse con una persona de su estatura, y no lo decía literal. Pese a eso, los rumores acerca de su estatura no le hacían justicia. Ladeó su cabeza hacia un lado y arqueó una ceja, único gesto que delataba su sorpresa. Eso no se lo esperaba, pero supuso que debía ser alguna técnica para controlar su cuerpo. Lo miró por algunos segundos, lo suficiente para ver que se bebía su té. Su ceja tembló con violencia y su mirada se tornó más gélida, si es que eso era posible. Esperó tantos minutos... ¿Y ahora esta lagartija se atrevía a bebérselo frente a ella? Imperdonable.
Furiosa, pese a que su rostro no lo demostraba, la albina se acercó hacia donde se encontraba el dragón. Cada paso que daba, provocaba que las personas se alejaran un poco. La mera presencia de ella hacía que la gente se alejara de su persona, pero poco y nada le importaba eso. Ella lo prefería así, además así no se armarían líos si alguien lograba enojarla lo suficiente. Al cabo de unos segundos, ya se encontraba ante el pelinegro. Pese a que imponía presencia, eso no le importaba. Lo única que quería ahora, era retribución.
– Ese era mi té – habló fríamente la joven. – Y ahora quiero que me lo pagues... y con intereses por hacer perder varios minutos de mi tiempo – agregó para luego fulminarlo con su mirada.
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Maldita sea… Aquello no era Galuna ¿Dónde diablos se había metido el moreno? No podía creerse nada. Trató de recordar lo pasado la noche anterior. No había bebido nada, por lo que era imposible que estuviese borracho o algo por el estilo. Negó un par de veces con la cabeza y entonces se cruzó de brazos. La posada era igual y las calles lo mismo. La culpa era de la persona que hizo la isla, eran iguales. Soltó un pequeño suspiro y se rascó la cabeza. Debía de estar en algún sitio perdido de la mano de Dios. Al menos, la gente no imponía mucho y solo su aura desentonaba sobre las demás. Seguro que estaba en un blue. Se rascó ahora la mandíbula y después bostezó mientras se estiraba un poco para relajar los músculos. No iba a alterarse. El té que se había bebido no le haría efecto.
Justo entonces pudo notar el miedo en la gente. Unos pasos suaves, pero que a él le parecieron de un gigante. Desvió su mirada hacia el origen del ruido y pudo ver a la albina de antes. Aquellos ojos de nuevo. Se fijó en ellos como si de un tesoro fuesen, le encantaba ese color, eran como berries. Oh, el dinero en los ojos de una mujer era genial. Se mantuvo callado totalmente y entonces dejó que se acercase.
- No puedo concederte una cita, lo sient…
Antes de terminar la frase fue cortado por las palabras de ella. Quedó impresionado cuando le pidió que le desvolviera el té y además… ¡Pedía intereses! Los cojones. Esa niña era como él en ese tema. No pudo evitar llevar la mano al bolsillo como acto reflejo para proteger su dinero, pero se dio cuenta de que lo había dejado en la cama antes de bajar. Soltó un pequeño suspiro y después observó aquella mirada de ella. Le impresionaba que siendo un shichibukai tuviese el valor de hablarle de aquella forma, como si ella fuese la reina del mundo. Soltó una enorme carcajada y después se quedó mirándola fijamente a los ojos.
- Lo primero de todo, vaya ojazos, me gustan. Dejando eso de lado, creo que no. El tiempo no es nada valioso, es aburrido a fin de cuentas. Pídete otro té si lo deseas y déjalo a mi nombre, pero de intereses nada. Esto no es un contrato, Taka-chan.
Mencionó con un tono algo sádico. Se quedó observándola de nuevo, fijamente miraba sus ojos sin parar, pero después cambió a sus… Dejémoslo ahí. Abrió los ojos un poco más de la cuenta y finalmente volvió a su rostro. Era mirada también era fantástica.
- Oe ¿Por qué ese carácter? Una chica como tú no debería enfadarse. Debería estar haciendo sus funciones de Diosa en algún templo. – La halagó mientras admiraba su figura.
Suspiró incluso deseando tocarla, comprobar cómo eran sus mejillas, sentir el tacto de su pelo. Era increíble sin lugar a dudas. Se quedó mirándola de nuevo con una sonrisa calmada que inspiraba algo de diversión, pero se notaba que había captado su atención. Madara entonces se giró y miró al camarero con una expresión calmada.
- Oye, ponle a esta chica el té que había pedido. Además, invítala a un pastel de mi parte, el más barato eso sí. – Dijo en un arrebato de avaricia mientras volvía a mirarla a ella.
Justo entonces pudo notar el miedo en la gente. Unos pasos suaves, pero que a él le parecieron de un gigante. Desvió su mirada hacia el origen del ruido y pudo ver a la albina de antes. Aquellos ojos de nuevo. Se fijó en ellos como si de un tesoro fuesen, le encantaba ese color, eran como berries. Oh, el dinero en los ojos de una mujer era genial. Se mantuvo callado totalmente y entonces dejó que se acercase.
- No puedo concederte una cita, lo sient…
Antes de terminar la frase fue cortado por las palabras de ella. Quedó impresionado cuando le pidió que le desvolviera el té y además… ¡Pedía intereses! Los cojones. Esa niña era como él en ese tema. No pudo evitar llevar la mano al bolsillo como acto reflejo para proteger su dinero, pero se dio cuenta de que lo había dejado en la cama antes de bajar. Soltó un pequeño suspiro y después observó aquella mirada de ella. Le impresionaba que siendo un shichibukai tuviese el valor de hablarle de aquella forma, como si ella fuese la reina del mundo. Soltó una enorme carcajada y después se quedó mirándola fijamente a los ojos.
- Lo primero de todo, vaya ojazos, me gustan. Dejando eso de lado, creo que no. El tiempo no es nada valioso, es aburrido a fin de cuentas. Pídete otro té si lo deseas y déjalo a mi nombre, pero de intereses nada. Esto no es un contrato, Taka-chan.
Mencionó con un tono algo sádico. Se quedó observándola de nuevo, fijamente miraba sus ojos sin parar, pero después cambió a sus… Dejémoslo ahí. Abrió los ojos un poco más de la cuenta y finalmente volvió a su rostro. Era mirada también era fantástica.
- Oe ¿Por qué ese carácter? Una chica como tú no debería enfadarse. Debería estar haciendo sus funciones de Diosa en algún templo. – La halagó mientras admiraba su figura.
Suspiró incluso deseando tocarla, comprobar cómo eran sus mejillas, sentir el tacto de su pelo. Era increíble sin lugar a dudas. Se quedó mirándola de nuevo con una sonrisa calmada que inspiraba algo de diversión, pero se notaba que había captado su atención. Madara entonces se giró y miró al camarero con una expresión calmada.
- Oye, ponle a esta chica el té que había pedido. Además, invítala a un pastel de mi parte, el más barato eso sí. – Dijo en un arrebato de avaricia mientras volvía a mirarla a ella.
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– Algunos somos simples humanos que podemos morir en cualquier momento. No como otros, dragón negro – se burló la joven, aún fulminándolo con la mirada.
¿Y enserio había intentado coquetear con ella? Si no fuera porque no se trataba de la primera persona que lo intentaba, probablemente hubiera echo más drama. Simplemente aumentó la intensidad de su mirada hacia él. Pese a eso, estaba empezando a sentir cierto respeto hacia él. Pocas personas podían aguantar tanto bajo su frialdad. La mayoría terminaba huyendo o siendo, literalmente, petrificados en su lugar. Razón suficiente para ganarse un apodo de perra, pero eso poco le importaba. Podrían darle cualquier apodo y a ella le traería sin cuidado. Perro que ladra no muere, al fin y al cabo. Mientras ellos se divertían hablando a sus espaldas, ella seguiría con su ascenso... Pese a que nadie lo sabría. Ante todo, era una asesina profesional. Y como profesional que era, se aseguraba de no dejar huellas que la vincularan hacia ella. A final de cuentas, ella sería una asesina en las sombras, pero esa era su meta. No quería ni fama ni prestigio, solo hacer honor a su apellido.
– Y es Liliana Shirou, no Taka-chan – le dijo mientras ponía sus manos en las caderas.
El pelinegro ya la estaba sacando de quicio, pero no se dejaría caer ante el enojo. Sobre todo porque le sería difícil calmar su ánimo si no mataba a nadie, por lo que solo le quedaría una opción. Seducir a alguien y usarlo para liberar tensión... Aunque, hacía tiempo que no se acostaba con una mujer. Seguramente sería una ella en vez de un él. Si de algo estaba segura, era que el dragón estaba descartado. No porque no sería un buen calienta camas, sino porque tenía la política de no tirarse a quien la enojara. Más por protección de él (o ella), que por otra cosa. Ya de por si era una mujer bastante agresiva y dominante con aquellas personas. Llegaba a usar al receptor de su enojo, y podría considerarse como un asesinato.
– Los piropos no funcionan conmigo, Uchiha – replicó antes que pudiera decir otro, al tiempo que rodaba sus ojos. Ahora entendía porque Madara tenía fama de mujeriego.
En eso escuchó sus palabras y arqueó una ceja, al tiempo que se relajaba visiblemente. Al menos había aceptado a devolverle el té, pero lo del pastel... Chasqueó su lengua y le dirigió una gélida mirada al camarero, asustatándolo.
– Ignora lo que dijo, quiero el más caro – el pobre hombre asintió y rápidamente fue a prepararlo.
Liliana era una mujer muy fina y que venía de un familia adinerada, a final de cuentas. Y como buena persona de su calaña, a Liliana le gustaba siempre beber o comer lo más caro que había, así como comprar toda la ropa posible. Era una muchacha bastante femenina, a final de cuentas. Que solo fuera así cuando se encontraba sola, era tema aparte. En público tenía una reputación que mantener.
¿Y enserio había intentado coquetear con ella? Si no fuera porque no se trataba de la primera persona que lo intentaba, probablemente hubiera echo más drama. Simplemente aumentó la intensidad de su mirada hacia él. Pese a eso, estaba empezando a sentir cierto respeto hacia él. Pocas personas podían aguantar tanto bajo su frialdad. La mayoría terminaba huyendo o siendo, literalmente, petrificados en su lugar. Razón suficiente para ganarse un apodo de perra, pero eso poco le importaba. Podrían darle cualquier apodo y a ella le traería sin cuidado. Perro que ladra no muere, al fin y al cabo. Mientras ellos se divertían hablando a sus espaldas, ella seguiría con su ascenso... Pese a que nadie lo sabría. Ante todo, era una asesina profesional. Y como profesional que era, se aseguraba de no dejar huellas que la vincularan hacia ella. A final de cuentas, ella sería una asesina en las sombras, pero esa era su meta. No quería ni fama ni prestigio, solo hacer honor a su apellido.
– Y es Liliana Shirou, no Taka-chan – le dijo mientras ponía sus manos en las caderas.
El pelinegro ya la estaba sacando de quicio, pero no se dejaría caer ante el enojo. Sobre todo porque le sería difícil calmar su ánimo si no mataba a nadie, por lo que solo le quedaría una opción. Seducir a alguien y usarlo para liberar tensión... Aunque, hacía tiempo que no se acostaba con una mujer. Seguramente sería una ella en vez de un él. Si de algo estaba segura, era que el dragón estaba descartado. No porque no sería un buen calienta camas, sino porque tenía la política de no tirarse a quien la enojara. Más por protección de él (o ella), que por otra cosa. Ya de por si era una mujer bastante agresiva y dominante con aquellas personas. Llegaba a usar al receptor de su enojo, y podría considerarse como un asesinato.
– Los piropos no funcionan conmigo, Uchiha – replicó antes que pudiera decir otro, al tiempo que rodaba sus ojos. Ahora entendía porque Madara tenía fama de mujeriego.
En eso escuchó sus palabras y arqueó una ceja, al tiempo que se relajaba visiblemente. Al menos había aceptado a devolverle el té, pero lo del pastel... Chasqueó su lengua y le dirigió una gélida mirada al camarero, asustatándolo.
– Ignora lo que dijo, quiero el más caro – el pobre hombre asintió y rápidamente fue a prepararlo.
Liliana era una mujer muy fina y que venía de un familia adinerada, a final de cuentas. Y como buena persona de su calaña, a Liliana le gustaba siempre beber o comer lo más caro que había, así como comprar toda la ropa posible. Era una muchacha bastante femenina, a final de cuentas. Que solo fuera así cuando se encontraba sola, era tema aparte. En público tenía una reputación que mantener.
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En menos de un minuto la chica de los sermones se había lucido. Nadie osaba hablarle de aquella forma a él. No solo lo llamó por su apellido, que ya era algo para la gente desconocida, también afirmó saber que era un dragón y encima le recriminó lo del tiempo. La cosa se estaba poniendo tensa y la chica tenía un aura débil. Podía lanzarla a volar con una mano, pero ese no era su estilo. La miró con una sonrisa amable y entonces empezó a reírse en voz alta. Su nombre le pareció gracioso. Se notaba bastante de la realeza. Le recordaba a Iliana, la emperatriz de Hallstat. Sonrió sabiendo que Galuna estaba en el Norte y que como la mujer tratase de controlar aquella pequeña zona, se la comería. Su isla era totalmente sagrada. Soltó un suspiro y volvió a mirar a la joven.
- Mis piropos no van con segundas intenciones. Me pareces muy linda, eso es todo. No quiero que lo tomes como un pervertido intento de lograr algo, por favor. – Mencionó al mismo tiempo que la observaba.
Justo entonces ella pidió el pastel más caro. Una gota de sudor bajó por la cabeza del dragón. Incluso el jodido camarero aceptó. Pues por tonto y por ignorar la orden del moreno se iba a ir sin pagar. Ale, de un pastel barato a no cobrar nada, error suyo. El mercenario entonces soltó un pequeño quejido y después de eso se cruzó de brazos. Continuó mirando a la chica con calma y después de unos momentos fijó su mirada en ella. De nuevo se quedó mirando sus ojos fijamente. Ese color, la forma, su expresión. No entendía mucho sobre sentimientos de mujeres, pero sin duda alguna, quería verla de otra forma.
- Oye, podrías sonreír un poco. Admito que tus ojos me están cautivando, pero te verías mucho más bonita con una sonrisa, aunque tumbada en una cama y abrazadita a mí también. Eres… ¡Kawai! – Gritó el dragón colocándose en pie. – ¡Me encantan tus ojos! Oye oye ¿A qué te dedicas? – Le preguntó colocándose a su lado.
Era una ventaja poder cambiar su tamaño y por ello ahora no era un enorme monstruo. Se fijó de nuevo en sus ojos y entonces estiró sin permiso la mano hacia su rostro. A mitad del camino la frenó. Justo entonces el dragón negro agachó un momento la cabeza. Su sonrisa se mantenía, pero lentamente fue apagándose. Entonces se giró y miró al camarero despacio.
- Ponle todo lo que desee. Lo pagaré yo antes de irme. Tratad bien a la señorita o bajaré a daros una colleja. – Una vez dijo aquello inclinó la cabeza hacia ella. – Mis disculpas…
El shichibukai se giró y empezó a subir de nuevo las escaleras. Su expresión cambió a una bastante seria. Debía recordar que él no podía emocionarse tanto con las mujeres. La última vez hacía ya meses y… El cuerpo de ella terminó quemado. Frunció el ceño sabiendo quien era el autor. Por un momento sintió algo de felicidad cerca de aquella joven que osaba hablarle así. Aquellos ojos eran demasiado hermosos. El devastador sonrió con pesadez y continuó subiendo las escaleras.
- Mis piropos no van con segundas intenciones. Me pareces muy linda, eso es todo. No quiero que lo tomes como un pervertido intento de lograr algo, por favor. – Mencionó al mismo tiempo que la observaba.
Justo entonces ella pidió el pastel más caro. Una gota de sudor bajó por la cabeza del dragón. Incluso el jodido camarero aceptó. Pues por tonto y por ignorar la orden del moreno se iba a ir sin pagar. Ale, de un pastel barato a no cobrar nada, error suyo. El mercenario entonces soltó un pequeño quejido y después de eso se cruzó de brazos. Continuó mirando a la chica con calma y después de unos momentos fijó su mirada en ella. De nuevo se quedó mirando sus ojos fijamente. Ese color, la forma, su expresión. No entendía mucho sobre sentimientos de mujeres, pero sin duda alguna, quería verla de otra forma.
- Oye, podrías sonreír un poco. Admito que tus ojos me están cautivando, pero te verías mucho más bonita con una sonrisa, aunque tumbada en una cama y abrazadita a mí también. Eres… ¡Kawai! – Gritó el dragón colocándose en pie. – ¡Me encantan tus ojos! Oye oye ¿A qué te dedicas? – Le preguntó colocándose a su lado.
Era una ventaja poder cambiar su tamaño y por ello ahora no era un enorme monstruo. Se fijó de nuevo en sus ojos y entonces estiró sin permiso la mano hacia su rostro. A mitad del camino la frenó. Justo entonces el dragón negro agachó un momento la cabeza. Su sonrisa se mantenía, pero lentamente fue apagándose. Entonces se giró y miró al camarero despacio.
- Ponle todo lo que desee. Lo pagaré yo antes de irme. Tratad bien a la señorita o bajaré a daros una colleja. – Una vez dijo aquello inclinó la cabeza hacia ella. – Mis disculpas…
El shichibukai se giró y empezó a subir de nuevo las escaleras. Su expresión cambió a una bastante seria. Debía recordar que él no podía emocionarse tanto con las mujeres. La última vez hacía ya meses y… El cuerpo de ella terminó quemado. Frunció el ceño sabiendo quien era el autor. Por un momento sintió algo de felicidad cerca de aquella joven que osaba hablarle así. Aquellos ojos eran demasiado hermosos. El devastador sonrió con pesadez y continuó subiendo las escaleras.
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Arqueó una ceja al escuchar eso y ladeó su cabeza hacia un lado. Para ser un mujeriego, el pelinegro sonaba bastante sincero. Si no fuera porque le suelta piropos a diestra y siniestra, probablemente hubiera activado cierto "mecanismo" dentro de ella. Se estremeció un poco y cerró un ojo al recordar la última vez que alguien la alagó sincera e inocentemente. Hasta el día de hoy, Ryuken no dejaba de reírse de su desgracia. Fue uno de los momentos más humillantes de su vida, pero le sirvió para darse cuenta que no tenía tanto control de su lado femenino como ella esperaba. Si volvía a ocurrir de nuevo ante la vista de todos, prefería pegarse un tiro que dejar que la vergüenza. Un Shirou no se comportaba así, pero... Era lo único que le iba quedando. Sus manías le hacían recordar que aún no perdía por completo su humanidad. Mientras mantuviera eso, entonces sabría que no se convirtió en un monstruo asesino. Ya de por si era mala, no necesitaba volverse el mal encarnado. Para eso ya estaba Jin Surfer.
Escuchó entonces sus palabras y bajó la mirada un poco al suelo. ¿Sonreír? Eso era de débiles. Nunca más se daría el lujo de hacer ese gesto, aún si era por arrogancia o ironía. Luego de todo lo sucedido, simplemente ya no tenía las fuerzas o motivo suficiente para hacerlo. Suspiró un poco y negó con la cabeza, para luego clavar sus dorados ojos en los rojos del mercenario. Ladeó su cabeza al oír que podía pedir todo lo que quisiera. No iba a aceptar eso. En primera porque no era una glotona y en segunda... porque su orgullo no la dejaba. Lo de antes fue porque el dragón estaba endeudada con ella por el té y malgastar su tiempo de esa forma. Ahora que no tenía nada, no le encontraba la lógica a lo que hizo. ¿A lo mejor quería endeudarla a ella hacia él ahora? No, absolutamente no. No recibiría ningún beneficio por eso, así que no lo haría.
– No es necesario, puedo pagarme el resto yo. Y en cuanto a lo otro, soy una... mercenaria – dijo finalmente.
Realmente era una fachada para ocultar su profesión de asesino, pero era bastante útil. Como mercenaria tenía una gama más abierta de misiones, incluidas algunas de asesinatos. Debía mantenerse en el lado legal, eso sí, porque sería un verdadero coñazo tener al gobierno detrás de ella. Lo último que quería era tener precio por algún error suyo, así que de momento mantendría un perfil bajo y tomaría misiones que no fueran tan difíciles.
Liliana ladeó su cabeza al ver que Madara se ponía serio. ¿Acaso había dicho algo malo? Bueno, no le extrañaría. Le daba créditos al dragón por haberla aguantado más que el resto, pero a final de cuentas su actitud de perra terminó por repelerlo. Se encogió de hombros y le dio la espalda, para luego caminar hacia la salida. Ya no tenía nada más que hacer aquí, pero... Liliana se quejó por lo bajo y se dio la vuelta para mirar como subía por las escaleras. ¿Por qué le molestaba tanto que cambiara así como así? No lo entendía, y no le agradaba cuando no entendía algo. Se llevó una mano al mentón y se le ocurrió una idea. No solía tenderse ante nadie, pero en esta ocasión sería algo de acuerdo mutuo si aceptaba.
– Oe, Uchiha. Tengo un oferta... petición... Llámalo como quieras – negó con la cabeza y miró directamente a sus ojos. – Deja que me una a tu banda – sugirió mientras se cruzaba de brazos.
El dragón era un mercenario famoso, al igual que su banda. Si bien los miembros eran desconocidos, aun así mantenía su fama. El anonimato le llamó su atención, además que así tendría una fuente de donde sacar más trabajo. Podía considerarse que estaba manipulando al pelinegro para beneficio propio si la dejaba, pero en verdad el acuerdo sería por los dos lados. Y se lo probaría...
Escuchó entonces sus palabras y bajó la mirada un poco al suelo. ¿Sonreír? Eso era de débiles. Nunca más se daría el lujo de hacer ese gesto, aún si era por arrogancia o ironía. Luego de todo lo sucedido, simplemente ya no tenía las fuerzas o motivo suficiente para hacerlo. Suspiró un poco y negó con la cabeza, para luego clavar sus dorados ojos en los rojos del mercenario. Ladeó su cabeza al oír que podía pedir todo lo que quisiera. No iba a aceptar eso. En primera porque no era una glotona y en segunda... porque su orgullo no la dejaba. Lo de antes fue porque el dragón estaba endeudada con ella por el té y malgastar su tiempo de esa forma. Ahora que no tenía nada, no le encontraba la lógica a lo que hizo. ¿A lo mejor quería endeudarla a ella hacia él ahora? No, absolutamente no. No recibiría ningún beneficio por eso, así que no lo haría.
– No es necesario, puedo pagarme el resto yo. Y en cuanto a lo otro, soy una... mercenaria – dijo finalmente.
Realmente era una fachada para ocultar su profesión de asesino, pero era bastante útil. Como mercenaria tenía una gama más abierta de misiones, incluidas algunas de asesinatos. Debía mantenerse en el lado legal, eso sí, porque sería un verdadero coñazo tener al gobierno detrás de ella. Lo último que quería era tener precio por algún error suyo, así que de momento mantendría un perfil bajo y tomaría misiones que no fueran tan difíciles.
Liliana ladeó su cabeza al ver que Madara se ponía serio. ¿Acaso había dicho algo malo? Bueno, no le extrañaría. Le daba créditos al dragón por haberla aguantado más que el resto, pero a final de cuentas su actitud de perra terminó por repelerlo. Se encogió de hombros y le dio la espalda, para luego caminar hacia la salida. Ya no tenía nada más que hacer aquí, pero... Liliana se quejó por lo bajo y se dio la vuelta para mirar como subía por las escaleras. ¿Por qué le molestaba tanto que cambiara así como así? No lo entendía, y no le agradaba cuando no entendía algo. Se llevó una mano al mentón y se le ocurrió una idea. No solía tenderse ante nadie, pero en esta ocasión sería algo de acuerdo mutuo si aceptaba.
– Oe, Uchiha. Tengo un oferta... petición... Llámalo como quieras – negó con la cabeza y miró directamente a sus ojos. – Deja que me una a tu banda – sugirió mientras se cruzaba de brazos.
El dragón era un mercenario famoso, al igual que su banda. Si bien los miembros eran desconocidos, aun así mantenía su fama. El anonimato le llamó su atención, además que así tendría una fuente de donde sacar más trabajo. Podía considerarse que estaba manipulando al pelinegro para beneficio propio si la dejaba, pero en verdad el acuerdo sería por los dos lados. Y se lo probaría...
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Una mercenaria, curioso sin duda alguna. Una sonrisa se formó en el rostro del moreno. Había pocas mujeres en aquel negocio que consideraba peligroso. A diferencia de tener un bando, traicionabas y ayudabas a ambos, por lo que era fácil tener a todo el mundo de enemigo. Cerró los ojos despacio y centró su haki de observación en ella. Se estaba alejando. Ya era un problema menos y lo mejor sería que se echase una buena siesta. La joven había podido hacerle encontrar algo hermoso dejando aparte el cuerpo. Aquellos ojos le encantaron, le hicieron sentir ganas de mirarlos más de cerca. Aunque la chica era muy hermosa también. Debía quitarse la idea de ligar con ella de la cabeza. No quería ver morir a otra persona más. Soltó un suspiro y continuó avanzando despacio.
- Cierra la puerta cuando pases a la habitación. – Respondió en voz alta.
El dragón entró a su cuarto y se sentó en la silla que había pegada a la ventana, así ella podría acomodarse en la enorme cama, en la que estaba su enorme espadón de kairouseki. El moreno esperó a que ella entrase y cuando cerrara la puerta la miraría fijamente. Su expresion continuaba siendo bastante seria. No tenía inconveniente por tener un soldado más, pues también tenía a Valya. Había logrado ocultar a la dragona por el momento. Podría hacer lo mismo con otra chica si no levantaba sospechas de nada raro entre ellos. Negó con la cabeza, debía dejar de pensar en sus cosas pervertidas. Soltó un suspiro y entonces se cruzó de brazos.
- Ayame, Crok, Sawaki, Nokotori, Qui Gon, Ragerock, Etsu. Una corta parte de todos los hombres que han pasado por mi grupo. Todos traidores en potencia que desaparecieron sin dejar rastro. Algunos fuertes, otros débiles. El trabajo de mercenario tiene muchos riesgos, sobre todo para el líder ¿Qué te hace pensar que podrías entrar? Tu aura es incluso similar a la de mucha gente de esta pequeña isla.
En cuanto dijo aquello mostró una mirada seria. Miraba sus ojos fijamente, esos malditos e hipnóticos ojos. Quería ver su reacción. Él mismo sabía que tan solo tenía inútiles en su equipo. Tal vez el único que daba la talla era… Sí, Valya era la única seria que trabajaba bien. El resto eran inútiles, pero Madara tenía el deber de cuidar de ellos. El moreno entonces hizo surgir una larga cola reptiliana de la parte baja de su espalda. Aquella extensión se dirigió hacia la joven rápidamente y trató de enroscarse en su brazo. Los rojizos ojos del dragón se clavaron de nuevo en ella y habló de nuevo.
- No es una vida fácil. Es posible incluso que ya lo hayas pasado mal, pero lo que te espera en Kyofu es algo horrible. Lo primero de todo, vivirás por algo tan corrupto como el dinero. Trabajarás para un jefe capullo que intentará ligar contigo de vez en cuando. Tendrás que aguantar peleas a muerte y por supuesto, estarás en las listas de mucha gente poderosa. Eso sí, si entras bajo mi tutela, pasas a formar parte de mi familia… Y nadie toca a mi familia.
Una vez dijo aquello esperó su respuesta y trató de hacer que la cola se moviese un poco sobre su brazo. La mirada del dragón había pasado a ser una bastante seria. Ahora tan solo faltaba ver la respuesta de aquella joven a la que no dejaba de mirar a los ojos.
- Cierra la puerta cuando pases a la habitación. – Respondió en voz alta.
El dragón entró a su cuarto y se sentó en la silla que había pegada a la ventana, así ella podría acomodarse en la enorme cama, en la que estaba su enorme espadón de kairouseki. El moreno esperó a que ella entrase y cuando cerrara la puerta la miraría fijamente. Su expresion continuaba siendo bastante seria. No tenía inconveniente por tener un soldado más, pues también tenía a Valya. Había logrado ocultar a la dragona por el momento. Podría hacer lo mismo con otra chica si no levantaba sospechas de nada raro entre ellos. Negó con la cabeza, debía dejar de pensar en sus cosas pervertidas. Soltó un suspiro y entonces se cruzó de brazos.
- Ayame, Crok, Sawaki, Nokotori, Qui Gon, Ragerock, Etsu. Una corta parte de todos los hombres que han pasado por mi grupo. Todos traidores en potencia que desaparecieron sin dejar rastro. Algunos fuertes, otros débiles. El trabajo de mercenario tiene muchos riesgos, sobre todo para el líder ¿Qué te hace pensar que podrías entrar? Tu aura es incluso similar a la de mucha gente de esta pequeña isla.
En cuanto dijo aquello mostró una mirada seria. Miraba sus ojos fijamente, esos malditos e hipnóticos ojos. Quería ver su reacción. Él mismo sabía que tan solo tenía inútiles en su equipo. Tal vez el único que daba la talla era… Sí, Valya era la única seria que trabajaba bien. El resto eran inútiles, pero Madara tenía el deber de cuidar de ellos. El moreno entonces hizo surgir una larga cola reptiliana de la parte baja de su espalda. Aquella extensión se dirigió hacia la joven rápidamente y trató de enroscarse en su brazo. Los rojizos ojos del dragón se clavaron de nuevo en ella y habló de nuevo.
- No es una vida fácil. Es posible incluso que ya lo hayas pasado mal, pero lo que te espera en Kyofu es algo horrible. Lo primero de todo, vivirás por algo tan corrupto como el dinero. Trabajarás para un jefe capullo que intentará ligar contigo de vez en cuando. Tendrás que aguantar peleas a muerte y por supuesto, estarás en las listas de mucha gente poderosa. Eso sí, si entras bajo mi tutela, pasas a formar parte de mi familia… Y nadie toca a mi familia.
Una vez dijo aquello esperó su respuesta y trató de hacer que la cola se moviese un poco sobre su brazo. La mirada del dragón había pasado a ser una bastante seria. Ahora tan solo faltaba ver la respuesta de aquella joven a la que no dejaba de mirar a los ojos.
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Liliana cerró la puerta detrás de ella y se sentó en la cama del dragón. Cruzó su pierna por la otra y miró expectante al dragón. Normalmente una pose así sería un poco sugerente, pero las ropas de ella eran bastante conservativas. Si hubiera algo revelador en su atuendo, era que dejaba a la vista parte de su pierna, desde el muslo hasta las rodillas. Podría usar pantalones, pero le desagradaba un poco. Ni siquiera cuando entrenaba lo hacía. Era la única vez que se permitía a usar algo como pantalones cortos, aunque más por necesidad que otra cosa. Escuchó sus palabras entonces y frunció el ceño. Si había entendido bien, quería decir que hubieron muchos traidores en su banda. Una de las cosas que más odiaba era eso. Si bien ella pensaba en acabar con su propia familia algún día, tenía razones de sobra para hacerlo. Razones perfectamente legales, y que podrían ocasionar un dolor de cabeza para muchos inocentes si se llevaban a cabo. No le importaba demasiado eso, pero quería ahorrarse un problema mayor cortándolo de raíz antes que floreciera.
– ¿Qué me hace poder entrar? Ahí esta la cosa; mi respuesta es nada. Soy una sombra que no resplandece y simplemente acecha desde la oscuridad. Podría mentir y exagerar, pero eso no va conmigo. Soy la primera en decir que soy débil físicamente, pero lo compenso con mi inteligencia y capacidad de reacción. Y desde que soy una niña que camino con la muerte, no importa si aumenta baja más el porcentaje de mi esperanza de vida. Es algo que tengo asumido desde hace cuatro años ya. Si llego a una muerte tempranera, eso significa que no tuve lo suficiente para poder sobrevivir – le respondió mientras se encogía de hombros.
Sus ojos se dirigieron a la cola de reptil que apareció detrás del pelinegro. Antes que pudiera decir o hacer algo, esta ya se encontraba enroscada en su brazo. En eso escuchó sus palabras y cerró sus ojos por algunos segundos, para luego mirar directamente a los rojizos del dragón. No buscaba a una familia, ella quería aliados. Si Madara le daría eso bajo la falsa imagen de una familia feliz... entonces bienvenido sea. A estas alturas le importaba poco y nada eso. Mientras pudiera seguir con sus planes, el resto podía joderse.
– Creo que no has entendido. Desde hace mucho tiempo que estoy corrupta. Degradarme aún más por dinero es algo simple para mi.
Me deshice de casi todos mis pecados. Solo me queda la codicia y la ira, y un poco de orgullo. Esto último ya esta pronto a desaparecer – cerró sus ojos por algunos segundos y prosiguió. – Y aquí esta la verdad; mentí. Mercenaria es solo la fachada que uso para ocultar lo que en verdad hago... Soy una asesina profesional. Por supuesto, me mantengo al margen de lo legal – mintió. – Camino con la muerte siempre, por ende no me queda casi ningún tipo de sentimiento – finalizó mientras se cruzaba de brazos.
En cierta forma, le gustó liberarse de aquella forma. Fue relajante, por lo que ya no tendría que usar a una persona para calmar su estrés. Lástima, y eso que tenía ganas por tener un nuevo juguete.
– Entonces, aun sabiendo parte de la verdad sobre lo que soy... ¿Me admites en tu banda? –
– ¿Qué me hace poder entrar? Ahí esta la cosa; mi respuesta es nada. Soy una sombra que no resplandece y simplemente acecha desde la oscuridad. Podría mentir y exagerar, pero eso no va conmigo. Soy la primera en decir que soy débil físicamente, pero lo compenso con mi inteligencia y capacidad de reacción. Y desde que soy una niña que camino con la muerte, no importa si aumenta baja más el porcentaje de mi esperanza de vida. Es algo que tengo asumido desde hace cuatro años ya. Si llego a una muerte tempranera, eso significa que no tuve lo suficiente para poder sobrevivir – le respondió mientras se encogía de hombros.
Sus ojos se dirigieron a la cola de reptil que apareció detrás del pelinegro. Antes que pudiera decir o hacer algo, esta ya se encontraba enroscada en su brazo. En eso escuchó sus palabras y cerró sus ojos por algunos segundos, para luego mirar directamente a los rojizos del dragón. No buscaba a una familia, ella quería aliados. Si Madara le daría eso bajo la falsa imagen de una familia feliz... entonces bienvenido sea. A estas alturas le importaba poco y nada eso. Mientras pudiera seguir con sus planes, el resto podía joderse.
– Creo que no has entendido. Desde hace mucho tiempo que estoy corrupta. Degradarme aún más por dinero es algo simple para mi.
Me deshice de casi todos mis pecados. Solo me queda la codicia y la ira, y un poco de orgullo. Esto último ya esta pronto a desaparecer – cerró sus ojos por algunos segundos y prosiguió. – Y aquí esta la verdad; mentí. Mercenaria es solo la fachada que uso para ocultar lo que en verdad hago... Soy una asesina profesional. Por supuesto, me mantengo al margen de lo legal – mintió. – Camino con la muerte siempre, por ende no me queda casi ningún tipo de sentimiento – finalizó mientras se cruzaba de brazos.
En cierta forma, le gustó liberarse de aquella forma. Fue relajante, por lo que ya no tendría que usar a una persona para calmar su estrés. Lástima, y eso que tenía ganas por tener un nuevo juguete.
– Entonces, aun sabiendo parte de la verdad sobre lo que soy... ¿Me admites en tu banda? –
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El ceño del dragón se frunció muy lentamente. ¿Esperanza de vida rebajada? Esperaba que no fuese alguna de esas enfermedades chungas. Se mantuvo serio escuchándola, aunque algo molesto por lo que dijo. Se notó su cambió de humor cuando alzó un poco la cabeza. Mostró una expresión similar a la de un jefe militar enfadado a la hora de una batalla. Relajó su cuerpo como pudo y pudo controlarse. Soltó entonces un bostezo para fingir que no le interesaba mucho y continuó escuchándola. La agilidad era algo que faltaba en su equipo tal vez. No contaba al niño vaca ni por asomo. Eso era algo que siempre tendría en mente. El puto Ushi no movía un dedo para hacer nada y eso solía molestarle. Pero luego el cabrón le miraba con aquellos ojitos y no podía evitar dejarlo estar.
- Puedo decir que yo vivo con los pecados y así será. Tal vez la envidia no me vaya mucho, pero poseo el resto. Lujuria es de hecho mi favorito. – Dijo alzando la voz y riéndose de nuevo con un tono siniestro.
La cola de dragón entonces trató de enroscarse en la cintura de ella. No haría ningún tipo de fuerza. El mercenario estaba ocupándose de medir más o menos sus partes del cuerpo. Tendría que ver las construcciones que haría para ella. Las capsulas marinas que estaba creando por ejemplo, debía ir acorde al tamaño del usuario. Se relamió por unos momentos y después alzó una ceja.
- Esperanza de vida, asesina, ira… No es un historial del que estar orgulloso, pero me vale. Estás dentro de los Kyofu. No te voy a obligar a llevarte a besos y abrazos con todo el mundo, pero intenta tener algo de sociabilidad.
El devastador se colocó en pie y después se sentó a su lado en la cama. Desenroscaría la cola y volvería hacerla desaparecer. Después de aquello se quedó mirándola a los ojos de cerca. Una mirada seria se formó en su rostro y trató de tomar por la barbilla a la joven con su otra mano. Entonces seguiría mirándola un poco confuso.
- No entiendo la forma de tus ojos, me sigue fascinando. En cuanto a lo de tu vida, no sé si posees alguna enfermedad o maldición, pero te aseguro una cosa… Ya que has entrado en mi hogar por así decirlo, trataré de hacer que sea lo más satisfactorio posible para ti. – Una vez dijo aquello se tumbó.
Estando allí echado la miró. Se puso ambas manos sobre la nuca para alzar un poco la cabeza y de esa forma mirar sus ojos de nuevo. Le continuaban atrayendo muchísimo. Era increíble el color, la forma y la mirada que usaba.
- Oe, pareces la típica niña buena que nunca ha jugado con los mayores. Me gusta ese rollo tuyo. Ropas bastantes abrigadas y carácter en bastante cantidad. Que sepas que… Y sin ánimo de ofender, me molan las chicas como tú. Ya solo falta que me des con una fusta en la espalda. – Bromeó.
- Puedo decir que yo vivo con los pecados y así será. Tal vez la envidia no me vaya mucho, pero poseo el resto. Lujuria es de hecho mi favorito. – Dijo alzando la voz y riéndose de nuevo con un tono siniestro.
La cola de dragón entonces trató de enroscarse en la cintura de ella. No haría ningún tipo de fuerza. El mercenario estaba ocupándose de medir más o menos sus partes del cuerpo. Tendría que ver las construcciones que haría para ella. Las capsulas marinas que estaba creando por ejemplo, debía ir acorde al tamaño del usuario. Se relamió por unos momentos y después alzó una ceja.
- Esperanza de vida, asesina, ira… No es un historial del que estar orgulloso, pero me vale. Estás dentro de los Kyofu. No te voy a obligar a llevarte a besos y abrazos con todo el mundo, pero intenta tener algo de sociabilidad.
El devastador se colocó en pie y después se sentó a su lado en la cama. Desenroscaría la cola y volvería hacerla desaparecer. Después de aquello se quedó mirándola a los ojos de cerca. Una mirada seria se formó en su rostro y trató de tomar por la barbilla a la joven con su otra mano. Entonces seguiría mirándola un poco confuso.
- No entiendo la forma de tus ojos, me sigue fascinando. En cuanto a lo de tu vida, no sé si posees alguna enfermedad o maldición, pero te aseguro una cosa… Ya que has entrado en mi hogar por así decirlo, trataré de hacer que sea lo más satisfactorio posible para ti. – Una vez dijo aquello se tumbó.
Estando allí echado la miró. Se puso ambas manos sobre la nuca para alzar un poco la cabeza y de esa forma mirar sus ojos de nuevo. Le continuaban atrayendo muchísimo. Era increíble el color, la forma y la mirada que usaba.
- Oe, pareces la típica niña buena que nunca ha jugado con los mayores. Me gusta ese rollo tuyo. Ropas bastantes abrigadas y carácter en bastante cantidad. Que sepas que… Y sin ánimo de ofender, me molan las chicas como tú. Ya solo falta que me des con una fusta en la espalda. – Bromeó.
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No pudo evitar bufar con algo de diversión al oír acerca de sus pecados. Si, podía ver de donde salía lo de lujuria. El dragón tenía fama de ser mujeriego, después de todo. Aun así... podía notar que había algo más con el dragón de lo que la gente veía a simple vista. Fue por solo unos instantes, pero lo notó algo... ¿Melancólico? O algo así. Lo conocía de hace poco, pero notaba que una mirada así no iba con un mujeriego como Madara. Al cabo de unos segundos, Liliana se encogió de hombros. A final de cuentas no le incumbía demasiado. El pelinegro era su nuevo jefe y ya está. No tenía razón alguna para meterse en su vida personal, y esperaba la misma cortesía... Pese a que sería hipócrita de su parte y no sería beneficioso para sus objetivos a la larga. No, debía ganarse la confianza del dragón a como de lugar. Mientras más confianza le tuviera el pelinegro, más misiones tendría y más cerca estaría de su meta final.
– He notado lo de donde viene lujuria – comentó mientras rodaba un poco sus ojos.
En eso notó que la cola del dragón se enroscaba en su cintura. Entrecerró sus ojos, pero no hizo nada para detenerlo. En parte, porque no tenía la fuerza suficiente para alejar a una persona como él. Al ser un portador de una zoan mitológica, debía imaginar que su poder debía ser absurdo. Eso, sumándole al hecho que pertenecía al Ouka Shichibukai... No, aunque quisiera, no podría liberarse de su agarre. De momento dejarías las cosas así y que siguieran su curso natural. Escuchó entonces sus palabras y se encogió de hombros. Podía aceptar eso, en parte. Ya bastante tenía con que el mercenario dejara a alguien como ella unirse a la banda. Aun así, no pudo evitar relajarse visiblemente. Por algunos instantes pensó que el pelinegro la iba a rechazar.
– Si eso es lo único, entonces lo puedo hacer – le respondió.
Sintió su cola desaparecer y suspiró. En eso vio que el pelinegro tomó su barbilla y la obligaba a mirar hacia sus ojos. Por algunos instantes su ceja tembló con violencia, pero se calmó. Al ver que no se pasaría con ella (y no podía apreciar lujuria en ellos... salvo el común), le daría el beneficio de la duda. Escuchó entonces sus palabras y ladeó su cabeza hacia un lado. Al parecer había entendido un poco mal sus palabras, pese a que apreciaba un poco el comentario hacia sus ojos. Liliana consideraba eso como una maldición, porque cada vez que se veía el espejo recordaba todo lo que la llevó a ser como era ahora.
– Gracias... supongo. Y no, no es nada de eso. Simplemente, por mi trabajo, siempre estoy caminando al lado de la muerte. Un movimiento mal calculado y soy historia – reveló mientras se encogía de hombros. Hasta ahora solo había fallado una sola vez... Y hubiera preferido más la muerte en esa ocasión.
Escuchó entonces sus palabras y sus ojos se pusieron más fríos de lo que ya eran. No era eso, simplemente su forma de vestir era parte de ella. Pero claro, no esperaba que un mujeriego lo entendiera.
– No soy virgen, si eso es lo que quieres decir. La perdí al ser violada durante mi primera misión – reveló sin ninguna clase de tacto. A estas alturas le daba igual la opinión de la gente. – Y lo otro... simplemente me visto así porque no tolero a las mujeres que se pasean vestidas como putas. Le dan un mal nombre al sexo femenino y no se hacen respetar. Son unas sumisas que no merecen mi respeto... Y eso último se puede arreglar – agregó mientras sonreía siniestramente.
Suspiró un poco y se paró de la cama. Estiró un poco sus brazos y dirigió su atención hacia el dragón. Lo miró durante algunos segundos y se encogió de hombros.
– Creo que tomaré la opción de comer todo lo que desee – por supuesto, aquello no lo decía enserio. No pecaba de gula, después de todo.
– He notado lo de donde viene lujuria – comentó mientras rodaba un poco sus ojos.
En eso notó que la cola del dragón se enroscaba en su cintura. Entrecerró sus ojos, pero no hizo nada para detenerlo. En parte, porque no tenía la fuerza suficiente para alejar a una persona como él. Al ser un portador de una zoan mitológica, debía imaginar que su poder debía ser absurdo. Eso, sumándole al hecho que pertenecía al Ouka Shichibukai... No, aunque quisiera, no podría liberarse de su agarre. De momento dejarías las cosas así y que siguieran su curso natural. Escuchó entonces sus palabras y se encogió de hombros. Podía aceptar eso, en parte. Ya bastante tenía con que el mercenario dejara a alguien como ella unirse a la banda. Aun así, no pudo evitar relajarse visiblemente. Por algunos instantes pensó que el pelinegro la iba a rechazar.
– Si eso es lo único, entonces lo puedo hacer – le respondió.
Sintió su cola desaparecer y suspiró. En eso vio que el pelinegro tomó su barbilla y la obligaba a mirar hacia sus ojos. Por algunos instantes su ceja tembló con violencia, pero se calmó. Al ver que no se pasaría con ella (y no podía apreciar lujuria en ellos... salvo el común), le daría el beneficio de la duda. Escuchó entonces sus palabras y ladeó su cabeza hacia un lado. Al parecer había entendido un poco mal sus palabras, pese a que apreciaba un poco el comentario hacia sus ojos. Liliana consideraba eso como una maldición, porque cada vez que se veía el espejo recordaba todo lo que la llevó a ser como era ahora.
– Gracias... supongo. Y no, no es nada de eso. Simplemente, por mi trabajo, siempre estoy caminando al lado de la muerte. Un movimiento mal calculado y soy historia – reveló mientras se encogía de hombros. Hasta ahora solo había fallado una sola vez... Y hubiera preferido más la muerte en esa ocasión.
Escuchó entonces sus palabras y sus ojos se pusieron más fríos de lo que ya eran. No era eso, simplemente su forma de vestir era parte de ella. Pero claro, no esperaba que un mujeriego lo entendiera.
– No soy virgen, si eso es lo que quieres decir. La perdí al ser violada durante mi primera misión – reveló sin ninguna clase de tacto. A estas alturas le daba igual la opinión de la gente. – Y lo otro... simplemente me visto así porque no tolero a las mujeres que se pasean vestidas como putas. Le dan un mal nombre al sexo femenino y no se hacen respetar. Son unas sumisas que no merecen mi respeto... Y eso último se puede arreglar – agregó mientras sonreía siniestramente.
Suspiró un poco y se paró de la cama. Estiró un poco sus brazos y dirigió su atención hacia el dragón. Lo miró durante algunos segundos y se encogió de hombros.
– Creo que tomaré la opción de comer todo lo que desee – por supuesto, aquello no lo decía enserio. No pecaba de gula, después de todo.
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Los ojos del dragón se abrieron un poco más de lo normal cuando ella fue hablando. Escuchó sus palabras y algunas le parecieron algo ridículas, bueno, solo las primeras. Soltó una carcajada y después le respondió con una tranquilidad enorme.
- Entonces no estás caminando por la muerte, eso lo hemos hecho todos al empezar. Yo también fui un mercenario debilucho que se metía en temas de asesinato, de modo que eso no es así de chungo.
Continuó escuchándola allí tumbado y después de unos momentos se relamió. Se estiró como pudo y después analizó lo que dijo lentamente. De modo que había sido violada. Eso hizo al moreno apretar un poco los puños de forma disimulada. Fue entonces cuando se colocó en pie y se puso frente a ella. Sus rojizos ojos brillaron un poco y después formó una mirada sádica en su rostro mientras ponía una voz grave.
- ¿Están muertos los causantes verdad? – Entonces bajó el tono a uno menos amenazante. – Bueno, cielo. Tenemos a una mercenaria que es parte de los comandantes. Suele ir con un sujetador por la vida y el encanta provocar. Ella creo que entra en tu lista mala, pero intenta no llevar mal con ella. No solo es otro dragón, también es una persona valiosa para Kyofu y buena amiga.
Una vez dijo aquello continuó mirándola a los ojos directamente y estando frente a ella. El color dorado continuaba atrayéndole y él lo miraba de forma descarada sin cortarse un pelo. Entonces fue cuando escuchó lo último y alzó una ceja. Si ella tenía ganas de comer no veía el motivo por el que no podía darse lo que deseaba. No solo era hermosa, también le caía genial y ahora formaba parte del grupo. El líder mercenario entonces se quedó un poco pensativo y después de unos momentos suspiró.
- Tu opción está aprobada, preciosa. Puedes comer tanto como gustes. Haría un comentario sexual, pero no quiero un guantazo. Me atraes demasiado como para enfadarte por una tontería. De modo que si así lo deseas…
El dragón se colocó en pie y después le hizo un gesto para que le siguiera. Salió por la puerta y le indicó que cerrase tras salir. Caminó hasta el piso de debajo de nuevo con una sonrisa calmada y cuando llegó pudo ver a toda la gente mirándolos. Habían subido a la habitación unos momentos y eso podía dar que mal pensar. Encima él estaba sin camiseta. Se sentó en la barra y escuchó silbidos por todas partes. Ignorando aquel hecho y mirando a la chica, le ofreció un sitio a su lado, después alzó la voz para que el camarero pudiese escucharle.
- Ponle a Lily-chan todo lo que desee comer. No se preocupe por el precio, amigo. – Tras decir aquello él simplemente se pidió una olla entera de arroz con pollo, gambas, tortilla, pasta, pescado, dos barras de pan y seis latas de atún. Soltó un bostezo tras su pedido y de nuevo miró a la hermosa joven. – Como ves, yo no suelo comer mucho.
- Entonces no estás caminando por la muerte, eso lo hemos hecho todos al empezar. Yo también fui un mercenario debilucho que se metía en temas de asesinato, de modo que eso no es así de chungo.
Continuó escuchándola allí tumbado y después de unos momentos se relamió. Se estiró como pudo y después analizó lo que dijo lentamente. De modo que había sido violada. Eso hizo al moreno apretar un poco los puños de forma disimulada. Fue entonces cuando se colocó en pie y se puso frente a ella. Sus rojizos ojos brillaron un poco y después formó una mirada sádica en su rostro mientras ponía una voz grave.
- ¿Están muertos los causantes verdad? – Entonces bajó el tono a uno menos amenazante. – Bueno, cielo. Tenemos a una mercenaria que es parte de los comandantes. Suele ir con un sujetador por la vida y el encanta provocar. Ella creo que entra en tu lista mala, pero intenta no llevar mal con ella. No solo es otro dragón, también es una persona valiosa para Kyofu y buena amiga.
Una vez dijo aquello continuó mirándola a los ojos directamente y estando frente a ella. El color dorado continuaba atrayéndole y él lo miraba de forma descarada sin cortarse un pelo. Entonces fue cuando escuchó lo último y alzó una ceja. Si ella tenía ganas de comer no veía el motivo por el que no podía darse lo que deseaba. No solo era hermosa, también le caía genial y ahora formaba parte del grupo. El líder mercenario entonces se quedó un poco pensativo y después de unos momentos suspiró.
- Tu opción está aprobada, preciosa. Puedes comer tanto como gustes. Haría un comentario sexual, pero no quiero un guantazo. Me atraes demasiado como para enfadarte por una tontería. De modo que si así lo deseas…
El dragón se colocó en pie y después le hizo un gesto para que le siguiera. Salió por la puerta y le indicó que cerrase tras salir. Caminó hasta el piso de debajo de nuevo con una sonrisa calmada y cuando llegó pudo ver a toda la gente mirándolos. Habían subido a la habitación unos momentos y eso podía dar que mal pensar. Encima él estaba sin camiseta. Se sentó en la barra y escuchó silbidos por todas partes. Ignorando aquel hecho y mirando a la chica, le ofreció un sitio a su lado, después alzó la voz para que el camarero pudiese escucharle.
- Ponle a Lily-chan todo lo que desee comer. No se preocupe por el precio, amigo. – Tras decir aquello él simplemente se pidió una olla entera de arroz con pollo, gambas, tortilla, pasta, pescado, dos barras de pan y seis latas de atún. Soltó un bostezo tras su pedido y de nuevo miró a la hermosa joven. – Como ves, yo no suelo comer mucho.
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Podía ser, pero su familia no era exactamente normal, a final de cuentas. Vivían del asesinato, así que eso podía considerarse un poco distinto a algo que hubiera vivido el pelinegro. De todas formas, no le diría nada. Tan solo se encogió de hombros y fingió que la conversación anterior no había pasado. Puede que no tuviera tacto y contara cosas como su violación, pero nunca hablaría de los Shirou a no ser que fuera con un familiar o su futuro esposo(sa)... Si conseguía tener. A la albina no le iban temas como esos, después de todo. Si llegaba a suceder en un futuro, sería estrictamente contractual. Ella no sentía amor, o eso quería convencerse. Sabía muy bien que, como todo Shirou, tenía esa maldita maldición. No le daba segundos pensamientos, puesto que era improbable que ella se enamorara así como así. Además, si tenían en cuenta su personalidad... "Eso no detuvo a mi hermano", pensó mientras una mueca de disgusto aparecía en su rostro. Ryuken era mucho más estoico que ella, y aun así cayó bajo la maldición. De todas formas, no seguiría pensando en eso por el momento. Si llegaba a suceder, aunque improbable, ahí si estudiaría más a fondo el tema.
Escuchó entonces sus palabras y sonrío. No era una sincera o de alegría. Mas bien, era una que denotaba malicia pura. Lentamente fue levantando su mano en dirección al pelinegro. Con sus manos, formó algo parecido a una pistola e hizo un sonido semejante al de una bala saliendo del cañón. Eso explicaba todo, a menos que fueras idiota. De todas formas, igual lo diría.
– Siete balas. En las cuatro extremidades, su torso, su cabeza... y su entrepierna – agregó mientras reía levemente con un deje siniestro.
Frunció el ceño al enterarse de ellos y chasqueó su lengua. Sería difícil, pero no imposible. Además, si tenía que tragarse su orgullo (que poco le estaba quedando) para cumplir su objetivo... Entonces lo haría.
– Si es trabajadora, entonces con gusto la trataré bien. De lo contrario... bueno, simplemente la ignoraré lo más que pueda. De todas formas, igual puedo hacer equipo con ella si la situación lo demanda. Soy una profesional, después de todo – le dijo mientras se encogía de hombros.
No respondió ante el próximo comentario. Tan solo frunció el ceño y siguió al pelinegro por las escaleras. Una gota de sudor bajó por su sien al escuchar su pedido, y simplemente se encogió de hombros mientras ignoraba la mirada del resto. Ahora entendía de donde venía la gula. Ella, por su parte, pidió otro té y un pastel de fresas para acompañar. No hablaba enserio con lo que dijo antes. Ella no pecaba de gula, después de todo. Esperó su pedido y, entonces sintió un tiró en polera. Se dio la vuelta y trató de fulminar con la mirada a quien haya osado hacer eso, pero instantáneamente se calmó al ver que se trataba de una niña.
– Señorita, usted tiene unos bonitos ojos – mencionó la pequeña con una sonrisa, para luego volver con su madre.
Liliana se mantuvo inexpresiva por algunos segundos, intentando asimilar lo que dijo la niña. Una vez realizado eso, el efecto fue instantáneo. Su rostro se tornó rojizo y empezó a jugar con los dedos, pero detuvo eso último al darse cuenta de lo que hacía. Intentó fulminar con la mirada a la niña y su madre, pero debido a su situación actual, se asemejaba más a un cachorro de perro que intentaba parecer violento.
– C-cállate. No son hermosos... !Y no es como si me hubiera gustado ese comentario o algo así! – gritó.
En eso se dio cuenta del tono de su voz y decidió quedarse callada. Había olvidado que el tono su voz se tornaba más femenino cuando entraba en uno de sus episodios. Suspiró un poco y le dio su mirada más fría que pudiera hacer al pelinegro, una vez que el sonrojo hubiera desaparecido.
– [i]Ni una sola palabra – dijo tajantemente la asesina.
Escuchó entonces sus palabras y sonrío. No era una sincera o de alegría. Mas bien, era una que denotaba malicia pura. Lentamente fue levantando su mano en dirección al pelinegro. Con sus manos, formó algo parecido a una pistola e hizo un sonido semejante al de una bala saliendo del cañón. Eso explicaba todo, a menos que fueras idiota. De todas formas, igual lo diría.
– Siete balas. En las cuatro extremidades, su torso, su cabeza... y su entrepierna – agregó mientras reía levemente con un deje siniestro.
Frunció el ceño al enterarse de ellos y chasqueó su lengua. Sería difícil, pero no imposible. Además, si tenía que tragarse su orgullo (que poco le estaba quedando) para cumplir su objetivo... Entonces lo haría.
– Si es trabajadora, entonces con gusto la trataré bien. De lo contrario... bueno, simplemente la ignoraré lo más que pueda. De todas formas, igual puedo hacer equipo con ella si la situación lo demanda. Soy una profesional, después de todo – le dijo mientras se encogía de hombros.
No respondió ante el próximo comentario. Tan solo frunció el ceño y siguió al pelinegro por las escaleras. Una gota de sudor bajó por su sien al escuchar su pedido, y simplemente se encogió de hombros mientras ignoraba la mirada del resto. Ahora entendía de donde venía la gula. Ella, por su parte, pidió otro té y un pastel de fresas para acompañar. No hablaba enserio con lo que dijo antes. Ella no pecaba de gula, después de todo. Esperó su pedido y, entonces sintió un tiró en polera. Se dio la vuelta y trató de fulminar con la mirada a quien haya osado hacer eso, pero instantáneamente se calmó al ver que se trataba de una niña.
– Señorita, usted tiene unos bonitos ojos – mencionó la pequeña con una sonrisa, para luego volver con su madre.
Liliana se mantuvo inexpresiva por algunos segundos, intentando asimilar lo que dijo la niña. Una vez realizado eso, el efecto fue instantáneo. Su rostro se tornó rojizo y empezó a jugar con los dedos, pero detuvo eso último al darse cuenta de lo que hacía. Intentó fulminar con la mirada a la niña y su madre, pero debido a su situación actual, se asemejaba más a un cachorro de perro que intentaba parecer violento.
– C-cállate. No son hermosos... !Y no es como si me hubiera gustado ese comentario o algo así! – gritó.
En eso se dio cuenta del tono de su voz y decidió quedarse callada. Había olvidado que el tono su voz se tornaba más femenino cuando entraba en uno de sus episodios. Suspiró un poco y le dio su mirada más fría que pudiera hacer al pelinegro, una vez que el sonrojo hubiera desaparecido.
– [i]Ni una sola palabra – dijo tajantemente la asesina.
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Cuando la chica se giró para decir aquellas palabras, el moreno ya no estaba. Madara se había desplazado a una velocidad ridículamente grande hacia la otra punta del baro. Se hallaba de rodillas y con la cabeza pegada a la pared. La habitual postura de una persona castigada en clase. Agachó la cabeza mostrando un aura oscura medio emo y medio penosa en la que acariciaba despacio la pared con su mano. La gente miraba al dragón con lástima y después observaban a la rubia como si fuese la culpable. El pobre mercenario hacía círculos con los dedos de la otra mano mientras sentía el mayor de los despechos en sus propias carnes.
- Llevo todo el día halagando sus ojos… Conmigo no se pone tan mona y tan dulce… No es nada justo… Mi vida es una mierda…
El mercenario se colocó en pie como pudo y se sentó en la barra de nuevo junto a la albina. En lugar de mirarla continuó observando al frente. Apartó la comida como si ya no la quisiera y simplemente pidió una botella entera del licor más potente que tuviesen. Cuando se la dieron la abrió despacio y se llevó la boquilla a los labios. Empezó a beber sin pensárselo terminó con un cuarto de la botella en un momento. Pegó la frente a la barra y continuó quejándose para sí mismo en modo lastimero.
- Encima le ha salido la voz más hermosa que he escuchado en mi vida… Malditos críos pequeños, maldita vida… Yo también quiero una sonrisa de esas…
Pedía en voz alta a modo de indirecta mientras continuaba quejándose y de vez en cuando dándole sorbos a la botella de vino. A saber cuántas hacían falta para que se pusiera a tono, unas cinco quizás. El pobre dragón entonces terminó de bebérsela del tirón y agachó la cabeza. El sonido de unos violines empezó a escucharse. Había unos músicos tocando y encima era una melodía triste. El moreno entonces cogió la olla de comida mezclada y empezó a comer como un dragón. Los alimentos eran devorados al momento mientras él continuaba con su penosa expresión. Entonces cerró los ojos unos leves segundos. Vio aquella maldita máscara naranja y enseguida volvió a abrirlos. Su expresión se puso algo más seria entonces.
- Son hermosos, pero tranquila. Te prometo que no diré ni una sola palabra. Ahora será mejor que termines de comer. Hay mucho camino hasta la base y necesitas fuerzas, Lily-san. – Dijo respetuosamente de repente. – Si no te importa, iré a recoger mis cosas.
El dragón la miró de forma seria y tras dedicarle una sonrisa calmada empezó a subir. Cuando llegó al cuarto dejó la puerta abierta y empezó a meter todas las cosas en sus bolsillos. También comprobó que el estado de sus armas era el correcto. Sus rojizos ojos no expresaban emoción alguna. Chasqueó la lengua unos segundos y después empezó a reírse.
- ¡Hahahahahahahahaha! ¡Hahahahahahaha! ¡Hahahahahahaha! – Parecía estar loco, pero no paraba de hacerlo.
Tras unos momentos impactó su puño en la pares abriendo un agujero importante. Su ceño estaba fruncido, pero sus risas no dejaban de salir. Terminó por relajarse y se colocó su armadura de placas. Metió el espadón en su funda y se amarró la guadaña a la espalda. Ya estaba listo. Soltó un suspiro y se quedó mirando unos momentos por la ventana.
- Llevo todo el día halagando sus ojos… Conmigo no se pone tan mona y tan dulce… No es nada justo… Mi vida es una mierda…
El mercenario se colocó en pie como pudo y se sentó en la barra de nuevo junto a la albina. En lugar de mirarla continuó observando al frente. Apartó la comida como si ya no la quisiera y simplemente pidió una botella entera del licor más potente que tuviesen. Cuando se la dieron la abrió despacio y se llevó la boquilla a los labios. Empezó a beber sin pensárselo terminó con un cuarto de la botella en un momento. Pegó la frente a la barra y continuó quejándose para sí mismo en modo lastimero.
- Encima le ha salido la voz más hermosa que he escuchado en mi vida… Malditos críos pequeños, maldita vida… Yo también quiero una sonrisa de esas…
Pedía en voz alta a modo de indirecta mientras continuaba quejándose y de vez en cuando dándole sorbos a la botella de vino. A saber cuántas hacían falta para que se pusiera a tono, unas cinco quizás. El pobre dragón entonces terminó de bebérsela del tirón y agachó la cabeza. El sonido de unos violines empezó a escucharse. Había unos músicos tocando y encima era una melodía triste. El moreno entonces cogió la olla de comida mezclada y empezó a comer como un dragón. Los alimentos eran devorados al momento mientras él continuaba con su penosa expresión. Entonces cerró los ojos unos leves segundos. Vio aquella maldita máscara naranja y enseguida volvió a abrirlos. Su expresión se puso algo más seria entonces.
- Son hermosos, pero tranquila. Te prometo que no diré ni una sola palabra. Ahora será mejor que termines de comer. Hay mucho camino hasta la base y necesitas fuerzas, Lily-san. – Dijo respetuosamente de repente. – Si no te importa, iré a recoger mis cosas.
El dragón la miró de forma seria y tras dedicarle una sonrisa calmada empezó a subir. Cuando llegó al cuarto dejó la puerta abierta y empezó a meter todas las cosas en sus bolsillos. También comprobó que el estado de sus armas era el correcto. Sus rojizos ojos no expresaban emoción alguna. Chasqueó la lengua unos segundos y después empezó a reírse.
- ¡Hahahahahahahahaha! ¡Hahahahahahaha! ¡Hahahahahahaha! – Parecía estar loco, pero no paraba de hacerlo.
Tras unos momentos impactó su puño en la pares abriendo un agujero importante. Su ceño estaba fruncido, pero sus risas no dejaban de salir. Terminó por relajarse y se colocó su armadura de placas. Metió el espadón en su funda y se amarró la guadaña a la espalda. Ya estaba listo. Soltó un suspiro y se quedó mirando unos momentos por la ventana.
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Lily se llevó una mano a la frente y no pudo evitar rodar sus ojos. Además de mujeriego, ahora era el rey del drama. No solo eso, sino que además la gente la miraba mal por todo el episodio montado. ¿Qué culpa tenía ella de todo esto? Resopló y levantó su cara, para luego fulminar intensamente con la mirada a todo el local. El efecto fue instantáneo. Algunos llegaron incluso a gritar del miedo debido a la frialdad de esos ojos de halcón. Esas ocurrencias suyas ocurrían en contadas ocasiones... o tal vez no. Los niños eran bastante inocentes, después de todo. No distinguían cuando debían evitar a una persona potencialmente peligrosa. Sintió que se sentaba de nuevo a su lado y ladeó su cabeza hacia un lado. ¿Tanto le había afectado como para no probar la comida? Se encogió de hombros y comió del pastel que le había traído. Fue justo en eso, cuando escuchó el comentario hacer de su voz.
Se congeló mientras levantaba su taza y sus ojos se abrieron de forma exagerada. Normalmente, un halago no hubiera funcionado si lo decía él. Sin embargo, tres condiciones se cumplieron que le impidieron tener una reacción normal. Una, tuvo uno de sus episodios tsundere hace tan solo unos momentos atrás y el efecto aún no se pasaba. Dos, fue un halago a un aspecto suyo del que nadie se había fijado antes. Y tres... el puto estaba demasiado deprimido como para no decirlo con sinceridad. Instantáneamente sus mejillas se sonrosaron y tembló levemente, al tiempo que una mueca adorable se formaba en su rostro. Quería reacción, ahí tenía su reacción.
– ¡Mi voz no es adorable, es intimidante! – le gritó mientras lo fulminaba con la mirada, pese a que no servía de mucho con su estado actual.
De inmediato cerró sus ojos e intentó calmar su estúpido corazón. ¿Por qué no podía dejar ir su lado extremo femenino? Ah... cierto. Porque no quería perder lo poco que le quedaba de humanidad. Ignoraba la pequeña parte de ella que deseaba volver a tener su personalidad de antaño, pero sabía que era imposible. Esa parte de ella había muerto y solo quedaban vestigios que salían en ocasiones especiales... Como las de ahora o cuando estaba en la soledad de su cuarto. Escuchó entonces su comentario y su boca cayó un poco. Para cuando quiso reaccionar, el dragón ya se había ido. Frunció el ceño y lo siguió a paso lento. Desafortunadamente, tuvo el placer de oír el grito desquiciado del dragón. Y pensaba que ella era la que tenía problemas de locura...
– En primer lugar, no me importa si haces comentarios o no – le dijo mientras lo fulminaba con la mirada, pese a que aún habían rastros leves de sonrojo. – Segundo... puedes llamarme cualquier cosa que no sea degradante...pero ¡nunca uses honoríficos respetuosos. No me gustan – finalizó mientras se cruzaba de brazos.
Se congeló mientras levantaba su taza y sus ojos se abrieron de forma exagerada. Normalmente, un halago no hubiera funcionado si lo decía él. Sin embargo, tres condiciones se cumplieron que le impidieron tener una reacción normal. Una, tuvo uno de sus episodios tsundere hace tan solo unos momentos atrás y el efecto aún no se pasaba. Dos, fue un halago a un aspecto suyo del que nadie se había fijado antes. Y tres... el puto estaba demasiado deprimido como para no decirlo con sinceridad. Instantáneamente sus mejillas se sonrosaron y tembló levemente, al tiempo que una mueca adorable se formaba en su rostro. Quería reacción, ahí tenía su reacción.
– ¡Mi voz no es adorable, es intimidante! – le gritó mientras lo fulminaba con la mirada, pese a que no servía de mucho con su estado actual.
De inmediato cerró sus ojos e intentó calmar su estúpido corazón. ¿Por qué no podía dejar ir su lado extremo femenino? Ah... cierto. Porque no quería perder lo poco que le quedaba de humanidad. Ignoraba la pequeña parte de ella que deseaba volver a tener su personalidad de antaño, pero sabía que era imposible. Esa parte de ella había muerto y solo quedaban vestigios que salían en ocasiones especiales... Como las de ahora o cuando estaba en la soledad de su cuarto. Escuchó entonces su comentario y su boca cayó un poco. Para cuando quiso reaccionar, el dragón ya se había ido. Frunció el ceño y lo siguió a paso lento. Desafortunadamente, tuvo el placer de oír el grito desquiciado del dragón. Y pensaba que ella era la que tenía problemas de locura...
– En primer lugar, no me importa si haces comentarios o no – le dijo mientras lo fulminaba con la mirada, pese a que aún habían rastros leves de sonrojo. – Segundo... puedes llamarme cualquier cosa que no sea degradante...pero ¡nunca uses honoríficos respetuosos. No me gustan – finalizó mientras se cruzaba de brazos.
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- El problema es que encuentro miles de formas de llamarte, pero ninguna me convence para ser la definitiva. – Mencionó mirando por la ventana todavía.
Sus rojizos ojos analizaban a la gente ir de un lado a otro. Notaba el caluroso clima, el cual no le gustaba para nada. Echaba de menos el Norte. Si conseguía una base que no fuese Nanami, sería en una isla nevada del Grand Line. Sakura le parecía demasiado grande. Él mismo se ocuparía de buscar una personalmente. Soltó un pequeño suspiro y recordó el grito que había dado la joven a su espalda. Aquella queja diciendo que su voz intimidaba. Rio por lo bajo unos segundos y después se giró. La miró a los ojos despacio y caminó hacia ella. Una vez en frente la encaró.
- Relájate, pequeña. Las chicas hermosas y dulces como tú soléis perder la compostura. Puede que ese carisma tuyo tan… Llamémoslo agresivo, me vuelva loco, pero dentro de ti hay bondad. Sin embargo, te llamaré de las formas que se me ocurran, verte gritarme y mirarme de esa forma fulminante me hace sentir feliz. – Terminó de decir con sinceridad mientras trataba de acariciarle la cabeza de forma cariñosa.
Después de aquello le indicó que le siguiera. Era el momento de volver, pero les quedaba algo de camino hasta el puerto. Confiaba en que habría dejado el enorme barco allí. Su súper base, el barco más poderoso del Norte. Avanzó despacio bajando las escaleras y una vez en la taberna lanzó unos cuantos billetes a la barra. Tampoco había sido para tanto.
- Me largo, queridos desconocidos. Puede que esto no os guste, pero me llevo a la princesa conmigo. – Indicó señalando a la preciosa joven.
Aquellas palabras hicieron deprimirse a mucha gente. El dragón empezó a caminar despacio por las calles del pueblo y esperando a que la chica le siguiese. Iría a su lado con calma y mirando al frente. Se estiró un poco y después soltó un bostezo. Estaba claro que era un vago de primeras para aquel tipo de cosas. El sonido de los pájaros le desagradaba mucho. Prefería escuchar los grillos en la noche.
- Lily-chan, recuerda que si tienes peticiones puedes pedirlas. No te cortes y no te pongas en plan orgullosa diciendo que no necesitas nada. Cualquier cosa estoy a tu servicio, el pago será una de tus miradas fulminantes. – Terminó de decir mirándola a los ojos y esperando ver aquella deliciosa mirada. Esperaba que ella se picase y frunciese el ceño, disfrutaba con ello.
Mientras la miraba chocó contra una farola, lo que hizo a la pobre caer al suelo y a él llevarse un buen golpe. Se llevó las manos a la nariz y después soltó un quejido mientras clavaba una rodilla en el suelo y se quejaba un poco. No había nada de sangre en el rostro del dragón, eso no le iba a dañar. Igualmente le había escocido.
- Lily, esto es por tu culpa… Me distraías con tu belleza y me he hecho daño. – Dijo quejándose mientras la miraba con expresión “triste” buscando darle pena a ver si lograba un piropo o algo.
Sus rojizos ojos analizaban a la gente ir de un lado a otro. Notaba el caluroso clima, el cual no le gustaba para nada. Echaba de menos el Norte. Si conseguía una base que no fuese Nanami, sería en una isla nevada del Grand Line. Sakura le parecía demasiado grande. Él mismo se ocuparía de buscar una personalmente. Soltó un pequeño suspiro y recordó el grito que había dado la joven a su espalda. Aquella queja diciendo que su voz intimidaba. Rio por lo bajo unos segundos y después se giró. La miró a los ojos despacio y caminó hacia ella. Una vez en frente la encaró.
- Relájate, pequeña. Las chicas hermosas y dulces como tú soléis perder la compostura. Puede que ese carisma tuyo tan… Llamémoslo agresivo, me vuelva loco, pero dentro de ti hay bondad. Sin embargo, te llamaré de las formas que se me ocurran, verte gritarme y mirarme de esa forma fulminante me hace sentir feliz. – Terminó de decir con sinceridad mientras trataba de acariciarle la cabeza de forma cariñosa.
Después de aquello le indicó que le siguiera. Era el momento de volver, pero les quedaba algo de camino hasta el puerto. Confiaba en que habría dejado el enorme barco allí. Su súper base, el barco más poderoso del Norte. Avanzó despacio bajando las escaleras y una vez en la taberna lanzó unos cuantos billetes a la barra. Tampoco había sido para tanto.
- Me largo, queridos desconocidos. Puede que esto no os guste, pero me llevo a la princesa conmigo. – Indicó señalando a la preciosa joven.
Aquellas palabras hicieron deprimirse a mucha gente. El dragón empezó a caminar despacio por las calles del pueblo y esperando a que la chica le siguiese. Iría a su lado con calma y mirando al frente. Se estiró un poco y después soltó un bostezo. Estaba claro que era un vago de primeras para aquel tipo de cosas. El sonido de los pájaros le desagradaba mucho. Prefería escuchar los grillos en la noche.
- Lily-chan, recuerda que si tienes peticiones puedes pedirlas. No te cortes y no te pongas en plan orgullosa diciendo que no necesitas nada. Cualquier cosa estoy a tu servicio, el pago será una de tus miradas fulminantes. – Terminó de decir mirándola a los ojos y esperando ver aquella deliciosa mirada. Esperaba que ella se picase y frunciese el ceño, disfrutaba con ello.
Mientras la miraba chocó contra una farola, lo que hizo a la pobre caer al suelo y a él llevarse un buen golpe. Se llevó las manos a la nariz y después soltó un quejido mientras clavaba una rodilla en el suelo y se quejaba un poco. No había nada de sangre en el rostro del dragón, eso no le iba a dañar. Igualmente le había escocido.
- Lily, esto es por tu culpa… Me distraías con tu belleza y me he hecho daño. – Dijo quejándose mientras la miraba con expresión “triste” buscando darle pena a ver si lograba un piropo o algo.
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¿Cómo se le decía a este tipo de personas? Intento hacer memoria por algunos segundos y, luego, chasqueó los dedos. Claro, se les llamaba masoquistas. De lo contrario, no encontraba otra explicación alguna del por qué al dragón le gustaba que le gritara... además de que le atraía a Madara, al parecer. Simplemente se encogió de hombros y no dijo nada. Personalmente no sabía porque le gustaba al Shichibukai. Si bien se consideraba a sí mismo como hermosa (y no era vanidad, simplemente era un hecho), su personalidad dejaba bastante que desear. Repelía a la mayoría de los que intentaban acercarse a ella, después de todo. Bueno, vale. Aquello era mentira. Era experta en cambiar emocionas y usarlas de ventaja en alguna de sus misiones, pero no solía hacerlo en su tiempo libre. Bueno, solo los más pervertidos y valientes se atrevían a hacer algo... y por lo general no terminaba bien. Las pocas ocasiones en las que se enfadaba de verdad, terminaban no siendo espectáculos muy bonitos... Para los involucrados, claro estaba.
– Me aseguraré de hacerlo siempre, entonces – respondió mientras resoplaba una vez que se calmó.
Vio la ceña y siguió obedientemente al pelinegro. Pasaron por el bar y arqueó una ceja al ver que dejaba dinero en la barra. Sinceramente, no esperaba que el mercenario en verdad fuera a pagar. Cuando lo encaró por lo del té, le pareció un poco tacaño, después de todo. Escuchó sus palabras y sonrío con algo de malicia al ver la reacción de las personas. No era ciega. Notó como la miraban cuando entró al local. Aquello fue algo de escarmiento para los pobres ilusos que creía que tenían oportunidad. Caminaron tranquilamente por las calles y la albina frunció el ceño un poco. Realmente no le gustaba el maldito sol. Además del calor, le hacía mal a su sensible piel.
Escuchó entonces sus palabras y lo miró tranquilamente. Lo hubiera hecho, encantada, pero lo que sucedió después fue hilarante. El imbécil no vio por donde iba, y terminó chocando con uno de los postes. No le tomó en cuenta a lo que dijo. No, tan decidió dejar su dignidad de lado y se río con ganas. Joder, hacía años que no se liberaba de esa forma. Al cabo de unos segundos consiguió calmarse lo suficiente y le sonrío con algo de malicia al dragón. En retrospectiva, se lo tenía merecido por ver el camino.
– Pues espero que no manejes el barco... o en donde nos vayamos. Porque no quiero hundirme – declaró de forma amarga, para luego sonreír con algo de malicia nuevamente. – Y aceptaré gustosamente la oferta cuando se me ocurra algo – accedió mientras se reía tétricamente.
– Me aseguraré de hacerlo siempre, entonces – respondió mientras resoplaba una vez que se calmó.
Vio la ceña y siguió obedientemente al pelinegro. Pasaron por el bar y arqueó una ceja al ver que dejaba dinero en la barra. Sinceramente, no esperaba que el mercenario en verdad fuera a pagar. Cuando lo encaró por lo del té, le pareció un poco tacaño, después de todo. Escuchó sus palabras y sonrío con algo de malicia al ver la reacción de las personas. No era ciega. Notó como la miraban cuando entró al local. Aquello fue algo de escarmiento para los pobres ilusos que creía que tenían oportunidad. Caminaron tranquilamente por las calles y la albina frunció el ceño un poco. Realmente no le gustaba el maldito sol. Además del calor, le hacía mal a su sensible piel.
Escuchó entonces sus palabras y lo miró tranquilamente. Lo hubiera hecho, encantada, pero lo que sucedió después fue hilarante. El imbécil no vio por donde iba, y terminó chocando con uno de los postes. No le tomó en cuenta a lo que dijo. No, tan decidió dejar su dignidad de lado y se río con ganas. Joder, hacía años que no se liberaba de esa forma. Al cabo de unos segundos consiguió calmarse lo suficiente y le sonrío con algo de malicia al dragón. En retrospectiva, se lo tenía merecido por ver el camino.
– Pues espero que no manejes el barco... o en donde nos vayamos. Porque no quiero hundirme – declaró de forma amarga, para luego sonreír con algo de malicia nuevamente. – Y aceptaré gustosamente la oferta cuando se me ocurra algo – accedió mientras se reía tétricamente.
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- Cada vez me enamora más tu comportamiento, princesa. Esas miradas tan malvadas hacen a mi corazón babear como un caracol. – Mencionó sonriendo de forma similar a la de ella y colocándose después en pie.
El dragón entonces la miró a los ojos escuchando el comentario sobre el barco. Era una suerte que tuviese una IA inteligente con piloto automático, por lo que no había problema alguno en ello. Avanzó despacio mientras notaba el Sol en la cabeza. Echó una ligera mirada hacia la rubia y pudo ver una expresión algo rara, ¿le molestaba el clima? Eso hizo que el dragón negro sonriera de forma algo engreída. Se relamió despacio y finalmente se frenó en seco. Lo siguiente que hizo fue dirigir su mirada hacia la joven que tenía a su lado. Esta vez trataría de hacerla estar bien.
- Te dije que pidieras todo lo que deseases, princesa. El calor es algo horrible… Debería eliminarlo para ti ¿verdad? – Sonrió como si fuese algo imposible, y de hecho, lo era para la humanidad.
Madara alzó su mano hacia arriba y empezó a reírse de forme macabra. Las nubes de los alrededores empezaron a moverse a toda velocidad. Taparon el Sol y encima todo el cielo en aquella isla se oscureció. Era como si ya fuese de noche, o casi. Ahora la temperatura había bajado bastante y eso hizo al mercenario sonreír satisfecho. Lo siguiente que hizo fue dirigir su mirada de nuevo hacia la rubia. Estiró su mano hasta dejarla sobre el hombro de ella y después de eso mostró sus afilados dientes.
- ¿Te gusta así? Puedo volverlo a la normalidad si das la orden, Queen. – Dicho aquello comenzó a caminar de nuevo hacia el puerto con una calma sobrenatural.
Cuando llegaron al muelle pudieron ver un barco gigantesco. La cubierta parecía un enorme campo de futbol y mucha gente miraba de vez en cuando admirándolo. El dragón activó sus alas en la espalda y trató de subir cargando a la joven en brazos. La dejaría en la cubierta si se había dejado, pues solo se podía acceder volando. Una vez allí admiró sus cañones triples, las armas de energía pesadas y la entrada al interior. Aquel barco era en realidad un arsenal viviente, pues había incluso bombas dentro capaces de reventar la isla.
- Dentro es enorme, por lo que procura no perderte. Puedes ir a donde te dé la gana y escoger el camarote que más te guste. Voy a hacer esta maravilla moverse y después iré a buscarte. Seguiré tu olor. – Mencionó de forma calmada para después clavar una rodilla en el suelo.
Le hizo una reverencia sabiendo que aquello posiblemente la picaría y después señaló la entrada. Ella era libre de explorar, pues la única sala peligrosa estaba sellada y no podría entrar sin la voz, ojo y contraseña de Madara. Ahora solo quedaban el viaje a casa y sería largo. Mientras trataría de conocerla mejor.
El dragón entonces la miró a los ojos escuchando el comentario sobre el barco. Era una suerte que tuviese una IA inteligente con piloto automático, por lo que no había problema alguno en ello. Avanzó despacio mientras notaba el Sol en la cabeza. Echó una ligera mirada hacia la rubia y pudo ver una expresión algo rara, ¿le molestaba el clima? Eso hizo que el dragón negro sonriera de forma algo engreída. Se relamió despacio y finalmente se frenó en seco. Lo siguiente que hizo fue dirigir su mirada hacia la joven que tenía a su lado. Esta vez trataría de hacerla estar bien.
- Te dije que pidieras todo lo que deseases, princesa. El calor es algo horrible… Debería eliminarlo para ti ¿verdad? – Sonrió como si fuese algo imposible, y de hecho, lo era para la humanidad.
Madara alzó su mano hacia arriba y empezó a reírse de forme macabra. Las nubes de los alrededores empezaron a moverse a toda velocidad. Taparon el Sol y encima todo el cielo en aquella isla se oscureció. Era como si ya fuese de noche, o casi. Ahora la temperatura había bajado bastante y eso hizo al mercenario sonreír satisfecho. Lo siguiente que hizo fue dirigir su mirada de nuevo hacia la rubia. Estiró su mano hasta dejarla sobre el hombro de ella y después de eso mostró sus afilados dientes.
- ¿Te gusta así? Puedo volverlo a la normalidad si das la orden, Queen. – Dicho aquello comenzó a caminar de nuevo hacia el puerto con una calma sobrenatural.
Cuando llegaron al muelle pudieron ver un barco gigantesco. La cubierta parecía un enorme campo de futbol y mucha gente miraba de vez en cuando admirándolo. El dragón activó sus alas en la espalda y trató de subir cargando a la joven en brazos. La dejaría en la cubierta si se había dejado, pues solo se podía acceder volando. Una vez allí admiró sus cañones triples, las armas de energía pesadas y la entrada al interior. Aquel barco era en realidad un arsenal viviente, pues había incluso bombas dentro capaces de reventar la isla.
- Dentro es enorme, por lo que procura no perderte. Puedes ir a donde te dé la gana y escoger el camarote que más te guste. Voy a hacer esta maravilla moverse y después iré a buscarte. Seguiré tu olor. – Mencionó de forma calmada para después clavar una rodilla en el suelo.
Le hizo una reverencia sabiendo que aquello posiblemente la picaría y después señaló la entrada. Ella era libre de explorar, pues la única sala peligrosa estaba sellada y no podría entrar sin la voz, ojo y contraseña de Madara. Ahora solo quedaban el viaje a casa y sería largo. Mientras trataría de conocerla mejor.
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Si, realmente era un masoquista de los que no hay. Rodó un poco sus ojos con algo de molesta, pero no hizo ningún comentario al respecto. Ladeó su cabeza hacia un lado y arqueó una ceja, sin entender del todo a lo que se refería. Si bien era cierto detestaba el sol por lo que le hacía a su sensible piel, no era como si pudiera apagar el astro o invocar un día nuboso de la nada. Era imposible que pudiera hacerlo... ¿no? Lo siguiente que hizo fue echarse un poco para atrás al ver que todo el cielo se iba oscureciendo de la nada. Algunos segundos más tarde, toda la isla se encontraba a oscuras. Por el rabillo del ojo notó que las personas se encontraban asustadas y confusas, pero poco le importaba aquello. Seguía intentando procesar lo que sus ojos habían visto. ¿Cómo mierda había hecho todo esto? Debería ser imposible... Ah, ya se dio cuenta. Madara era un dragón negro, uno de esos seres con poderes fuera de toda norma. Si se tenía eso en cuenta, entonces todo esto no debería ser sorprendente. Aun así, era algo que no pudo evitar. Pensar que existían personas con poderes... No sabía si asustarse o dejarlo pasar, así que simplemente decidió adoptar una expresión impasible.
– Bueno... eso no lo vi venir – reveló de forma relajada la joven.
Oh, bueno. Al menos el sol ya no dañaba su piel y la temperatura había descendido, por lo que ya no hacía tanto calor. Pese a eso, se negaba a agradecerle lo que había hecho. Más por orgullo propio que por otra cosa. Así no podría desprenderse de aquel pecado en mucho tiempo. Suspiró un poco y siguió al pelinegro hacia el puerto.
– Déjalo así... No es que me guste ni nada de eso. Simplemente es una perdida de tiempo – se defendió de forma sospechosa.
Arqueó una ceja al ver el barco y silbó con algo de admiración. Debía admitirlo, no se esperaba un navío de tal colosal tamaño. Si incluso la sola cubierta imponía, ya se imaginaba como sería por dentro. Dejó que el dragón la cargara hacia arriba, puesto que así se ahorraba la molestia de subir por su cuenta. Miraba con curiosidad todo el arsenal que disponía el dragón, y no pudo evitar relamerse. La cantidad de muertes que se podría lograr con solo uno de estos cañones debía ser impresionante, pero debía aguantarse las ganas. Era una asesina profesional y tenía su sed de sangre controlada. No podía dejar que sus tendencias de niña la controlaran. Escuchó lo que dijo el pelinegro y asintió. Caminó hacia la entrada y se dispuso a explorar, pero antes tenía que soltar un comentario.
– Enorme y colosal barco... ¿Acaso estas compensando por algo? – Y con esa indirecta al aire, la joven entró para familiarizarse con el navío.
Lo primero que hizo, fue dejar sus cosas en el lugar donde dormiría. Por supuesto, no eligió uno cualquiera. Alguien de su linaje solo podía tener la habitación más grande, fuera del líder, y nadie lo evitaría. Una vez que hizo eso, empezó con su pequeña excursión. Una vez que terminó, exhausta, se echó en uno de los sillones. No pudo evitar cerrar sus ojos y esperar a que Madara viniera. Una siesta rápida no le haría mal a nadie.
– Bueno... eso no lo vi venir – reveló de forma relajada la joven.
Oh, bueno. Al menos el sol ya no dañaba su piel y la temperatura había descendido, por lo que ya no hacía tanto calor. Pese a eso, se negaba a agradecerle lo que había hecho. Más por orgullo propio que por otra cosa. Así no podría desprenderse de aquel pecado en mucho tiempo. Suspiró un poco y siguió al pelinegro hacia el puerto.
– Déjalo así... No es que me guste ni nada de eso. Simplemente es una perdida de tiempo – se defendió de forma sospechosa.
Arqueó una ceja al ver el barco y silbó con algo de admiración. Debía admitirlo, no se esperaba un navío de tal colosal tamaño. Si incluso la sola cubierta imponía, ya se imaginaba como sería por dentro. Dejó que el dragón la cargara hacia arriba, puesto que así se ahorraba la molestia de subir por su cuenta. Miraba con curiosidad todo el arsenal que disponía el dragón, y no pudo evitar relamerse. La cantidad de muertes que se podría lograr con solo uno de estos cañones debía ser impresionante, pero debía aguantarse las ganas. Era una asesina profesional y tenía su sed de sangre controlada. No podía dejar que sus tendencias de niña la controlaran. Escuchó lo que dijo el pelinegro y asintió. Caminó hacia la entrada y se dispuso a explorar, pero antes tenía que soltar un comentario.
– Enorme y colosal barco... ¿Acaso estas compensando por algo? – Y con esa indirecta al aire, la joven entró para familiarizarse con el navío.
Lo primero que hizo, fue dejar sus cosas en el lugar donde dormiría. Por supuesto, no eligió uno cualquiera. Alguien de su linaje solo podía tener la habitación más grande, fuera del líder, y nadie lo evitaría. Una vez que hizo eso, empezó con su pequeña excursión. Una vez que terminó, exhausta, se echó en uno de los sillones. No pudo evitar cerrar sus ojos y esperar a que Madara viniera. Una siesta rápida no le haría mal a nadie.
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Las malditas indirectas de la chica hicieron al dragón sonreír de forma arrogante. Compensar algo decía… Si usase su aspecto original de tamaño y no aquel, iba a flipar. Igualmente le daría su merecido después. Se quedó callado observándola entrar en aquel sitio y después de unos momentos fue directamente a la sala de máquinas. Una vez estuvo allí puso el barco en marcha. Hizo que fuera dirección a Nanami y después de aquello sonrió. Se quitó la armadura y la dejó allí mismo. Lo siguiente que hizo fue caminar por el barco siguiendo el olor de la joven de cabellos dorados. Ese delicioso aroma que tan solo podía ser de ella. Sus ojos se iluminaron un poco y no tardó en soltar una pequeña carcajada mientras avanzaba. Era el momento de mostrarle que estaba equivocada.
No tardó mucho en verla sentada en uno de los sillones. Se mantuvo serio observándola despacio. Su rostro era tan hermoso que hacía al dragón relajarse. Miró su figura detenidamente por unos segundos y pensó que aquello no era normal. Era injusto que el destino hubiese traído una Diosa ante él. Negó con la cabeza, había miles de mujeres que estaban buenísimas esperándole. De nuevo ladeó su cabeza y la miró a ella. Todas las mujeres ahora tenían su cara o qué… Madara soltó un suspiro. Le gustaba muchísimo. Se acercó despacio a ella y se quedó mirándola de forma calmada. Sus ojos brillaron un poco y después de unos momentos se bajó los pantalones junto a la ropa interior, quedando totalmente desnudo frente a ella. Sonrió de forma arrogante y después se cruzó de brazos.
- Mira cuanto intento compensar, monada. No vuelvas a hacer comentarios de ese tipo ¡O te mostraré el rabo del dragón supremo! – Dicho aquello se subió los pantalones. – Ahora que ha quedado claro, ¿qué haces?
El moreno se sentó a su lado derecho con calma y se quedó mirándola a los ojos. Tal vez ella estaba descansando. Ahora que el barco se había puesto en marcha iban a tardar algunas horas en viajar hasta el Este, tal vez un día entero. Colocó su pierna derecha por encima de la izquierda y se quitó la camiseta. El dragón concentró su energía y rompió el sello. Su cuerpo alcanzó una altura de dos metros y medio. Su musculatura aumentó bastante y sus brazos tomaron más grosor. Se quedó mirando a la joven y después sonrió.
- Esta es mi verdadera forma, no quiero tener secretos para ti. Es mi cuerpo real y el otro tan solo un sello espiritual que me pongo para no intimidar. De esta manera resulta ser incómodo abrazar a alguien o entrar a sitios.
Una vez dijo aquello disminuyó su tamaño hasta el metro con ochenta y cinco. Su cuerpo de nuevo pasó a tener menos masa muscular. Miró a los ojos de la albina y sonrió. El encantaban demasiado. Lo siguiente que hizo fue dedicarle una sonrisa.
- Ahora que eres de los míos… No voy a permitir que nadie te toque o te trate mal. Conmigo siempre tendrás a alguien con quien hablar, que te defenderá hasta la muerte, que te ayudará con todos tus problemas… Y que te ayudará a cumplir tus sueños. – Dicho aquello cerró los ojos.
No tardó mucho en verla sentada en uno de los sillones. Se mantuvo serio observándola despacio. Su rostro era tan hermoso que hacía al dragón relajarse. Miró su figura detenidamente por unos segundos y pensó que aquello no era normal. Era injusto que el destino hubiese traído una Diosa ante él. Negó con la cabeza, había miles de mujeres que estaban buenísimas esperándole. De nuevo ladeó su cabeza y la miró a ella. Todas las mujeres ahora tenían su cara o qué… Madara soltó un suspiro. Le gustaba muchísimo. Se acercó despacio a ella y se quedó mirándola de forma calmada. Sus ojos brillaron un poco y después de unos momentos se bajó los pantalones junto a la ropa interior, quedando totalmente desnudo frente a ella. Sonrió de forma arrogante y después se cruzó de brazos.
- Mira cuanto intento compensar, monada. No vuelvas a hacer comentarios de ese tipo ¡O te mostraré el rabo del dragón supremo! – Dicho aquello se subió los pantalones. – Ahora que ha quedado claro, ¿qué haces?
El moreno se sentó a su lado derecho con calma y se quedó mirándola a los ojos. Tal vez ella estaba descansando. Ahora que el barco se había puesto en marcha iban a tardar algunas horas en viajar hasta el Este, tal vez un día entero. Colocó su pierna derecha por encima de la izquierda y se quitó la camiseta. El dragón concentró su energía y rompió el sello. Su cuerpo alcanzó una altura de dos metros y medio. Su musculatura aumentó bastante y sus brazos tomaron más grosor. Se quedó mirando a la joven y después sonrió.
- Esta es mi verdadera forma, no quiero tener secretos para ti. Es mi cuerpo real y el otro tan solo un sello espiritual que me pongo para no intimidar. De esta manera resulta ser incómodo abrazar a alguien o entrar a sitios.
Una vez dijo aquello disminuyó su tamaño hasta el metro con ochenta y cinco. Su cuerpo de nuevo pasó a tener menos masa muscular. Miró a los ojos de la albina y sonrió. El encantaban demasiado. Lo siguiente que hizo fue dedicarle una sonrisa.
- Ahora que eres de los míos… No voy a permitir que nadie te toque o te trate mal. Conmigo siempre tendrás a alguien con quien hablar, que te defenderá hasta la muerte, que te ayudará con todos tus problemas… Y que te ayudará a cumplir tus sueños. – Dicho aquello cerró los ojos.
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"¿Acaso el bastardo hizo lo que creo que hizo?", pensó mientras su ceja temblaba con violencia. Al escuchar sus palabras, tuvo la involuntaria reacción de abrir sus ojos... y eso terminó siendo algo dañino para ella. Bueno, no tanto. Si no fuera una persona estoica por naturaleza, probablemente se hubiera asustado y sonrojado a más no poder, pero Lily no era una persona normal. Su única reacción, fue la de un tenue sonrojo y el temblor de antes, al tiempo que sus ojos delataban lo furiosa que se encontraba. Estaba a punto de ir por sus pistolas, pero sabía que aquello no funcionaría. El dragón la superaba por lejos y solo sería un mal gasto de balas. Aun así, un día de estos le haría pagar por faltarle el respeto de aquella forma. Escuchó su pregunta entonces y bufó por lo bajo, para luego guardar sus armas. Se estiró para despertar sus extremidades y miró fijamente al pelinegro. Ladeó su cabeza hacia un lado y bostezó. Ahora que tuvo el placer de cerrar los ojos por algunos minutos, le había entrado todo el sueño de lleno.
– Descansando mientras te esperaba – respondió, para luego bostezar nuevamente.
Arqueó una ceja al ver como Madara crecía hasta una altura considerable. Ya lo había notado en el bar de antes, pero parecía ser que el dragón podía controlar su tamaño corporal. En un principio no le tomó importancia, pero ahora lo encontraba curioso. Escuchó con atención sus palabras y frunció un poco el ceño. Se cruzó de piernas y meditó lo último que oyó. Cuando lo ponía de esa forma, la joven debía darle la razón. Si bien un cuerpo así resultaba bastante útil para lo bélico, fuera de combate era un poco molesto. Comer, hacer cosas en la vida cotidiana... Si, realmente era un poco molesto.
– Creo que entiendo lo que quieres decir – finalmente dijo.
Escuchó sus palabras y cerró momentáneamente sus ojos. Bueno, al menos coincidía en algo con su personalidad. Lilliana podía ser muchas cosas. Manipuladora, fría, sarcástica... En resumen, una completa perra. Aun así, la albina se preocupaba de los suyos a su manera. Eran las únicas personas que tenían el placer de ver a una Shirou más calmada y cálida... Lo cual era mucho decir, si se tenía en cuenta su personalidad. Finalmente abrió sus orbes y miró fijamente al dragón. Estuvo así durante un par de segundos y asintió para sí misma, mostrándose satisfecha por lo que vio. Se levantó del sillón y le hizo una pequeña reverencia al mercenario.
– Digo lo mismo. Al momento de unirme a esta banda, te considero como parte de los míos... y al resto de mis futuros compañeros, supongo – agregó con algo de duda. – De todas formas, si algo que valoro es la lealtad. Así que mientras te mantengas en el mismo rumbo y no te pierdas en el camino, considérame como alguien completamente fiel a ti – declaró firmemente la albina.
Volvió a estirarse y miró al dragón. Una sonrisa se formó en su rostro. No era una cálida, sin embargo. Era una que denotaba completo dolor para el pelinegro en algún futuro. Sacó una de las pistolas de su retaguardia y apuntó al Shichibukai con esta.
– Por cierto... Vuelves a mostrarme eso sin mi permiso, y juro que crearé una bala que pueda hacerte daño – amenazó, para luego guardar su arma.
– Descansando mientras te esperaba – respondió, para luego bostezar nuevamente.
Arqueó una ceja al ver como Madara crecía hasta una altura considerable. Ya lo había notado en el bar de antes, pero parecía ser que el dragón podía controlar su tamaño corporal. En un principio no le tomó importancia, pero ahora lo encontraba curioso. Escuchó con atención sus palabras y frunció un poco el ceño. Se cruzó de piernas y meditó lo último que oyó. Cuando lo ponía de esa forma, la joven debía darle la razón. Si bien un cuerpo así resultaba bastante útil para lo bélico, fuera de combate era un poco molesto. Comer, hacer cosas en la vida cotidiana... Si, realmente era un poco molesto.
– Creo que entiendo lo que quieres decir – finalmente dijo.
Escuchó sus palabras y cerró momentáneamente sus ojos. Bueno, al menos coincidía en algo con su personalidad. Lilliana podía ser muchas cosas. Manipuladora, fría, sarcástica... En resumen, una completa perra. Aun así, la albina se preocupaba de los suyos a su manera. Eran las únicas personas que tenían el placer de ver a una Shirou más calmada y cálida... Lo cual era mucho decir, si se tenía en cuenta su personalidad. Finalmente abrió sus orbes y miró fijamente al dragón. Estuvo así durante un par de segundos y asintió para sí misma, mostrándose satisfecha por lo que vio. Se levantó del sillón y le hizo una pequeña reverencia al mercenario.
– Digo lo mismo. Al momento de unirme a esta banda, te considero como parte de los míos... y al resto de mis futuros compañeros, supongo – agregó con algo de duda. – De todas formas, si algo que valoro es la lealtad. Así que mientras te mantengas en el mismo rumbo y no te pierdas en el camino, considérame como alguien completamente fiel a ti – declaró firmemente la albina.
Volvió a estirarse y miró al dragón. Una sonrisa se formó en su rostro. No era una cálida, sin embargo. Era una que denotaba completo dolor para el pelinegro en algún futuro. Sacó una de las pistolas de su retaguardia y apuntó al Shichibukai con esta.
– Por cierto... Vuelves a mostrarme eso sin mi permiso, y juro que crearé una bala que pueda hacerte daño – amenazó, para luego guardar su arma.
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El sonido de un movimiento en el aire hizo al dragón mantenerse calmado. En su rostro podía verse una sonrisa engreída, aunque le estaba dando la espalda a la chica, sabía gracias a su haki que estaba siendo apuntado por una pistola. Los ojos del dragón brillaron en ojo y su cuerpo se erizó entero. Era una sensación hermosa y magnifica. Sentía la emoción en sus huesos y lentamente incluso pareció excitarse. Miró su mano derecha, la cual temblaba de emoción. Un arma de fuego que le hiciese daño en manos de ella. Estaba sin camiseta, por lo que ella lo tenía muy fácil. Clavó las rodillas en el suelo y levantó las manos en señal de rendición. Su sonrisa no había desaparecido en ningún momento.
- ¿Sin tu permiso? Eso quiere decir que vas a ordenarlo tarde o temprano… Tranquila, mi reina tendrá el placer de que sus órdenes sean cumplidas. – Mencionó de forma irónica.
El dragón se mantuvo en aquella posición. Fue entonces cuando de un rápido movimiento trató de colocar a la joven contra una de las paredes. Si lo lograba trataría de pegar su frente a la de ella. La miró a los ojos fijamente y una sonrisa siniestra se formó en su rostro. Era como si estuviese a punto de hacer algo malo con ella, pero entonces le guiñó el ojo.
- Si me desvío de mi rumbo, si me tuerzo en mi camino, si dejo de ser quien soy… Tienes mi permiso de volarme la cabeza por la espalda. Es más, es una orden. Tú serás la que me haga no perderme, Taka-chan. – Mencionó entonces apartándose de ella.
Caminó hacia una de las ventanas y se asomó por ella. Pudo ver el poderoso mar revuelto debido al temporal oscuro que había formado y aquello le hizo mostrar una sonrisa siniestra. Se relamió despacio y volvió a sentarse en el sofá después de unos momentos. La miró de nuevo mientras se estiraba un poco y sus dientes volvían a afilarse como los de un dragón. El devastador entonces se cruzó de brazos observando a la hermosa joven.
- Soy el rey de los Surfer, Lily. Ese es uno de los mayores secretos que tengo. Ahora solo quedamos cuatro, pero lograré fundar de nuevo mi imperio. Necesito todo el dinero posible para ello y por supuesto, necesito una mano derecha. Alguien en quien confiar. Ahora… ¿Tendría el honor de poner mi rumbo en tus manos? Estoy seguro de que serías capaz de hacer de consejera, de mano derecha y de ejecutora de mis tonterías al mismo tiempo.
En cuando dijo aquello estiró su mano hacia ella, esperando una respuesta. No era una proposición sexual ni nada parecido, simplemente deseaba aquello de ella. Sus ojos, ellos lo habían hechizado.
- Fueron tus ojos… – Susurró sonriendo.
- ¿Sin tu permiso? Eso quiere decir que vas a ordenarlo tarde o temprano… Tranquila, mi reina tendrá el placer de que sus órdenes sean cumplidas. – Mencionó de forma irónica.
El dragón se mantuvo en aquella posición. Fue entonces cuando de un rápido movimiento trató de colocar a la joven contra una de las paredes. Si lo lograba trataría de pegar su frente a la de ella. La miró a los ojos fijamente y una sonrisa siniestra se formó en su rostro. Era como si estuviese a punto de hacer algo malo con ella, pero entonces le guiñó el ojo.
- Si me desvío de mi rumbo, si me tuerzo en mi camino, si dejo de ser quien soy… Tienes mi permiso de volarme la cabeza por la espalda. Es más, es una orden. Tú serás la que me haga no perderme, Taka-chan. – Mencionó entonces apartándose de ella.
Caminó hacia una de las ventanas y se asomó por ella. Pudo ver el poderoso mar revuelto debido al temporal oscuro que había formado y aquello le hizo mostrar una sonrisa siniestra. Se relamió despacio y volvió a sentarse en el sofá después de unos momentos. La miró de nuevo mientras se estiraba un poco y sus dientes volvían a afilarse como los de un dragón. El devastador entonces se cruzó de brazos observando a la hermosa joven.
- Soy el rey de los Surfer, Lily. Ese es uno de los mayores secretos que tengo. Ahora solo quedamos cuatro, pero lograré fundar de nuevo mi imperio. Necesito todo el dinero posible para ello y por supuesto, necesito una mano derecha. Alguien en quien confiar. Ahora… ¿Tendría el honor de poner mi rumbo en tus manos? Estoy seguro de que serías capaz de hacer de consejera, de mano derecha y de ejecutora de mis tonterías al mismo tiempo.
En cuando dijo aquello estiró su mano hacia ella, esperando una respuesta. No era una proposición sexual ni nada parecido, simplemente deseaba aquello de ella. Sus ojos, ellos lo habían hechizado.
- Fueron tus ojos… – Susurró sonriendo.
Liliana Shirou
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Ladeó su cabeza hacia un lado y guardó el arma. No pensó que se rendiría tan rápido, pero daba igual. Escuchó su comentario y arqueó una ceja, para luego encogerse de hombros. El dragón podía tomar lo que dijo como quisiera, a ella le daba exactamente lo mismo. De todas formas, si en verdad Madara accedería todas sus órdenes... Tal vez podría sacar provecho de ello más adelante, pero de momento lo dejaría así. Tantas cosas en un solo día terminaría por sobrecargar su analítica y manipuladora mente. En eso, sus ojos se abrieron de forma exagerada al ver el movimiento del dragón, para luego entrecerrarlos. Esperaba que tuviera una explicación del por qué la tenía aprisionada contra la pared. De lo contrario, el pelinegro se encontraría en un mundo de dolor. A la joven le disgustaban pocas cosas, y una de ellas era verse sometida por otro. Más si se trata de alguien del sexo opuesto. Luego de lo ocurrido en su adolescencia, Lily tenía cierto trastorno con eso. No lo dejaba salir a menudo, pero cuando su sadismo se apoderaba de ella, podía resultar muy perturbador todo.
– ¿Qué se supone que haces? – el gélido tono se podía notar a kilómetros de distancia.
Escuchó sus palabras entonces y cerró sus ojos de forma momentánea. La verdad, no se esperaba aquello. Veía venir algo que lo denotara como un mujeriego, no algo tan serio como esto. Chasqueó su lengua entonces y miró fijamente al pelinegro. Por alguna razón esos rojizos ojos la incomodaban un poco, y no en el mal sentido... O eso creía, al menos. Realmente, Liliana no sabía como describir aquello. Simplemente no era del todo malo, aunque seguiría molestándola hasta que lo averiguara.
– Muy bien. Yo, Liliana Shirou, acepto ser quien termine con tu vida si te desvías de tu camino – prometió de forma aristócrata. Pese a todo, se notaba que venía de una familia rica, aunque no eran nobles.
¿Rey de los Surfer? Eso era algo que no se veía venir. Nunca esperaba que el dragón negro fuera pariente de ese asesino psicótico... Además que no se parecían en nada (pese a que, si los rumores eran ciertos, pocas personas conocía el rostro de Jin). Entonces... tenía un objetivo en mente además de ser un avaro. Muy bien, eso reafirmaba su decisión de unirse a su banda. Por otro lado, ¿enserio le estaba dando la posición de segunda al mando así como así? Intentó ver si había un truco, pero sus ojos solo denotaba sinceridad.
– ¡Termina con los ojos! – gritó, mientras un leve rubor cubría sus mejillas. Estúpida niña. Si no fuera por ella, ahora no estaría tan sensible por sus ojos. Tosió un poco y prosiguió. – Pese a que una parte de mí duda de aceptar una oferta así, siendo que soy una desconocida... Acepto gustosamente el cargo – declaró.
– ¿Qué se supone que haces? – el gélido tono se podía notar a kilómetros de distancia.
Escuchó sus palabras entonces y cerró sus ojos de forma momentánea. La verdad, no se esperaba aquello. Veía venir algo que lo denotara como un mujeriego, no algo tan serio como esto. Chasqueó su lengua entonces y miró fijamente al pelinegro. Por alguna razón esos rojizos ojos la incomodaban un poco, y no en el mal sentido... O eso creía, al menos. Realmente, Liliana no sabía como describir aquello. Simplemente no era del todo malo, aunque seguiría molestándola hasta que lo averiguara.
– Muy bien. Yo, Liliana Shirou, acepto ser quien termine con tu vida si te desvías de tu camino – prometió de forma aristócrata. Pese a todo, se notaba que venía de una familia rica, aunque no eran nobles.
¿Rey de los Surfer? Eso era algo que no se veía venir. Nunca esperaba que el dragón negro fuera pariente de ese asesino psicótico... Además que no se parecían en nada (pese a que, si los rumores eran ciertos, pocas personas conocía el rostro de Jin). Entonces... tenía un objetivo en mente además de ser un avaro. Muy bien, eso reafirmaba su decisión de unirse a su banda. Por otro lado, ¿enserio le estaba dando la posición de segunda al mando así como así? Intentó ver si había un truco, pero sus ojos solo denotaba sinceridad.
– ¡Termina con los ojos! – gritó, mientras un leve rubor cubría sus mejillas. Estúpida niña. Si no fuera por ella, ahora no estaría tan sensible por sus ojos. Tosió un poco y prosiguió. – Pese a que una parte de mí duda de aceptar una oferta así, siendo que soy una desconocida... Acepto gustosamente el cargo – declaró.
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El dragón tomó la mano de la joven entonces y le dedicó una sádica sonrisa. El tacto de ella era bastante suave y frágil. Un solo movimiento y rompería todos los huesos de aquella mano. La acarició despacio y después de unos segundos la soltó. No pudo evitar reír cuando dijo de los ojos y negó un poco, pues le gustaban demasiado. Continuó mirándola unos segundos alegrándose de que hubiese aceptado la proposición que él le hizo. Continuó mirándola durante unos segundos y fue entonces cuando empezó a reír por lo bajo. Le hizo gracia aquella mirada gélida cuando la puso contra la pared. A saber lo que estaba pasando por la cabeza de la joven en aquellos momentos. Con la fama que tenía, tal vez pensó algo que terminaría en algo de placer para ambos. Se relamió de nuevo y se quedó observándola.
Los rojizos ojos del dragón se cerraron unos segundos y después colocó ambas manos tras la nuca. Sus dientes salieron a la luz y aquella cola surgió de la parte baja de su espalda. La enorme extremidad empezó a moverse por la sala, hasta que intentó colocarse frente a la chica y apuntarle. Entonces el moreno alzó una ceja y le respondió a sus palabras con una calma sobrenatural.
- En este mundo todos somos desconocidos. Tú ahora eres mi familia, mi segunda y por supuesto, la reina de mi tablero. – Su tono fue bastante serio.
Entonces el moreno se colocó en pie y tranquilamente empezó a caminar hacia una de las neveras que tenía repartidas por el barco, pues si amaba comer, también amaba beber de vez en cuando. Ahora con una señorita con él dejaría el alcohol como algo inexistente. No pensaba quedar en mal lugar pese a sus juegas personales. Abrió aquella puerta y se quedó mirando todo lo que había. Cogió dos latas de refresco de limón con gas y lanzó suavemente una a la joven. Lo siguiente que hizo fue cerrar la nevera y acercarse a ella. Volvió a colocarse frente a ella y le sonrió de forma sádica.
- No voy a dejar tus ojos, Lily-chan. Ya he dicho que me tienen loco, su color, su forma, su significado… Siento la necesidad de cuidarte y hacerte feliz, aunque te acabe de conocer. Llámalo instinto de dragón negro, pues al fin y al cabo, los dragones amamos los tesoros. – Terminó de decir guiñándole el ojo e indicando que ella era un tesoro.
Era más hermosa que cualquier joya que hubiese visto. El enorme devastador entonces se estiró un poco y bebió de su bebida. Lo siguiente que hizo fue hacerle un gesto para que le siguiera hasta arriba. Por el camino comenzó a hablarle de nuevo con un tono bastante calmado.
- Dime, Taka-chan… ¿Quieres mostrarme tus habilidades en cubierta? Te prometo no atacarte. – Dijo ocultando su cola y saliendo finalmente a al cubierta.
Los rojizos ojos del dragón se cerraron unos segundos y después colocó ambas manos tras la nuca. Sus dientes salieron a la luz y aquella cola surgió de la parte baja de su espalda. La enorme extremidad empezó a moverse por la sala, hasta que intentó colocarse frente a la chica y apuntarle. Entonces el moreno alzó una ceja y le respondió a sus palabras con una calma sobrenatural.
- En este mundo todos somos desconocidos. Tú ahora eres mi familia, mi segunda y por supuesto, la reina de mi tablero. – Su tono fue bastante serio.
Entonces el moreno se colocó en pie y tranquilamente empezó a caminar hacia una de las neveras que tenía repartidas por el barco, pues si amaba comer, también amaba beber de vez en cuando. Ahora con una señorita con él dejaría el alcohol como algo inexistente. No pensaba quedar en mal lugar pese a sus juegas personales. Abrió aquella puerta y se quedó mirando todo lo que había. Cogió dos latas de refresco de limón con gas y lanzó suavemente una a la joven. Lo siguiente que hizo fue cerrar la nevera y acercarse a ella. Volvió a colocarse frente a ella y le sonrió de forma sádica.
- No voy a dejar tus ojos, Lily-chan. Ya he dicho que me tienen loco, su color, su forma, su significado… Siento la necesidad de cuidarte y hacerte feliz, aunque te acabe de conocer. Llámalo instinto de dragón negro, pues al fin y al cabo, los dragones amamos los tesoros. – Terminó de decir guiñándole el ojo e indicando que ella era un tesoro.
Era más hermosa que cualquier joya que hubiese visto. El enorme devastador entonces se estiró un poco y bebió de su bebida. Lo siguiente que hizo fue hacerle un gesto para que le siguiera hasta arriba. Por el camino comenzó a hablarle de nuevo con un tono bastante calmado.
- Dime, Taka-chan… ¿Quieres mostrarme tus habilidades en cubierta? Te prometo no atacarte. – Dijo ocultando su cola y saliendo finalmente a al cubierta.
Liliana Shirou
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fuerza
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Akuma no mi
Varios
¿Tablero? A alguien le gustaba el ajedrez, al parecer. Liliana se encogió de hombros y esperó lo que haría el dragón ahora. Ya habían hablado de todo lo necesario, incluso se gano el puesto de segunda por alguna razón que desconocía. Vio que le lanzaba una lata de algo y, gracias a sus reflejos, consiguió capturar eso en el aire. Arqueó una ceja al ver que se trataba de una soda de limón. No era su favorita, pero igual era pasable. Esperó a que el gas no estuviera tan agitado y abrió el tarro. Sin decir una palabra, la asesina tomó un enorme trago de aquel refresco. Ah, que delicioso era sentir aquel frío y delicioso líquido bajando por su garganta. Era refrescante y revitalizador. Cuando ya iba por la mitad, la joven dejó de beber y colocó la lata a un lado. Ya se había refrescado lo suficiente y no necesitaba más. Escuchó el comentario del dragón e instintivamente se dio la vuelta para que no viera el leve rubor de su rostro. "Estúpido dragón, pensó con algo de frustración. Los comentarios ahora le afectaba una vez que se dio cuenta que era sincero cuando hablaba de sus ojos y eso le molestaba un poco.
– ¿Comprobar? –
Se había dado la vuelta de nuevo para verlo. Ya logró controlar el sonrojo, de todas formas. No veía el caso hacer algo como eso. No le llegaba ni a los talones del dragón. Todo lo que hiciera, Madara no sentiría efecto alguno. Simplemente, cualquiera de sus ataques eran inútiles contra su cuerpo. Chasqueó un poco su lengua y negó con la cabeza. Bueno, el pelinegro no iba a atacar. Tan solo tenía que demostrar lo que sabía y podría irse a descansar un rato. El problema era que... el orgullo que le quedaba le impediría dar por concluido eso sino conseguía, por lo menos, hacerse un pequeño rasguño. Apretó con fuerza sus puños y miró con determinación al Shichibukai, sus ojos brillando con intensidad.
– Dudo que pueda hacer algo, pero no pierdo nada con intentarlo. Vamos – declaró la asesina.
Llegaron a cubierta y Lily nuevamente miró con asombro la cubierta. Era realmente espacioso, lo suficiente para albergar una pelea de proporciones altas. Eso si, dudaba que el pelinegro quisiera que arruinaran su barco. Se encogió de hombros y miró con tranquilidad al dragón. Saco su desert eagle de su funda, al igual que su katana corta. Normalmente solo usaba la primera arma, pero sabía que debería ir con todo si quería, al menos, dejar una marca... Y en verdad quería. Esos comentarios la ponían un poco incómoda. Era distinto a su ataques de "mujer" y no sabía porque.
– Entonces... ¿Cómo haremos esto? –
– ¿Comprobar? –
Se había dado la vuelta de nuevo para verlo. Ya logró controlar el sonrojo, de todas formas. No veía el caso hacer algo como eso. No le llegaba ni a los talones del dragón. Todo lo que hiciera, Madara no sentiría efecto alguno. Simplemente, cualquiera de sus ataques eran inútiles contra su cuerpo. Chasqueó un poco su lengua y negó con la cabeza. Bueno, el pelinegro no iba a atacar. Tan solo tenía que demostrar lo que sabía y podría irse a descansar un rato. El problema era que... el orgullo que le quedaba le impediría dar por concluido eso sino conseguía, por lo menos, hacerse un pequeño rasguño. Apretó con fuerza sus puños y miró con determinación al Shichibukai, sus ojos brillando con intensidad.
– Dudo que pueda hacer algo, pero no pierdo nada con intentarlo. Vamos – declaró la asesina.
Llegaron a cubierta y Lily nuevamente miró con asombro la cubierta. Era realmente espacioso, lo suficiente para albergar una pelea de proporciones altas. Eso si, dudaba que el pelinegro quisiera que arruinaran su barco. Se encogió de hombros y miró con tranquilidad al dragón. Saco su desert eagle de su funda, al igual que su katana corta. Normalmente solo usaba la primera arma, pero sabía que debería ir con todo si quería, al menos, dejar una marca... Y en verdad quería. Esos comentarios la ponían un poco incómoda. Era distinto a su ataques de "mujer" y no sabía porque.
– Entonces... ¿Cómo haremos esto? –
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