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Arkadian Dardock
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La arquera seguía relatando la batalla, incluso la escenificaba con gestos y tirándose al suelo. Eso hizo que provocara algunas risas entre los allí reunidos. A mí personalmente me sacó alguna carcajada provocándome un dolor terrible, pero era inevitable no reírse con la escena que estaba presenciando.
Al acabar de escuchar todo lo sucedido, el padre de Iloura nos ofreció unos presentes como agradecimiento por todo lo que habíamos hecho. No iba a aceptar un “no” por respuesta, así que aceptamos con gusto las piedras preciosas que tenía en las manos.
La chica peliazul y sus padres se despidieron y le dieron las gracias al viejo por su hospitalidad. No pasó mucho tiempo hasta que Yumiko me preguntó por el tatuaje que tenía en la espalda. Ella pensaba que era una marca, algo relacionado con esclavos, pero nada más lejos.
-Así que lo has visto, debí de imaginármelo cuando desperté con la capa puesta -respondí con voz seria- Te doy las gracias por haber esperado a que se marcharan. Siendo ellos de Sabaody, es muy probable que conocieran el significado de Dardock.
El viejo seguía sentado al lado de mi compañera y pude ver como se le dibujaba una sonrisa en la cara mientras yo hablaba. Imagino que debe ser porque es a la primera persona a la que le voy a contar mi historia, exceptuando a él mismo.
-Ponte cómoda, vas a oír la historia de mi vida y por desgracia no es tan divertida como la escenificación que acabas de hacer -dije poniéndome serio-. Empecemos por el principio, Dardock es el apellido de una familia normal y corriente que vivía hace unos años en la zona segura del Archipiélago Sabaody. Al poco de estar casados tuvieron un bebé y estaban muy contentos con su nuevo hijo -hice una pausa mientras mi mirada se perdía en el horizonte-. Una buena mañana iban caminando por unos de los manglares seguros, disfrutando de un día soleado como otro cualquiera hasta que se cruzaron con una Nobles Mundiales. Éstos habían llegado a la isla por motivos que desconozco, pero uno de los Nobles, el más joven, miró al bebé de los Dardock y le dijo a su padre que se lo quería llevar como mascota. El Noble se paró y le dijo al Sr. Dardock que quería hablar con él más tarde y que se reunirían en una casa a las afueras del manglar en unas horas -hice una pausa para encenderme un nuevo cigarro-. Más tarde fueron a reunirse con los Nobles Mundiales, llegaron a la casa y entraron. Los acomodaron en un salón y les propusieron una oferta. Ésta era qué a cambio de su bebé, los Nobles los cubrirían de riquezas y pasarían a ser protegidos de la marina de por vida. El Sr. Dardock se negó en rotundo, no podía aceptar tal trato. Antes de que se fueran de la casa, un Noble les advirtió sobre las consecuencias de no aceptar la oferta, pero aun así se fueron sin ni siquiera mirar a los Nobles -me fijé en qué la capa que portaba emanaba un brillo extraño-. Nicolai, que así es como se llamaba el padre, decidió llevarse a su hijo a la otra punta del archipiélago a un orfanato. Allí dejó a su bebé con un colgante con dos chapitas con su nombre y apellido para que no olvidara sus raíces. Al poco tiempo los Nobles hicieron circular la noticia de que los Dardock habían intentado robar en la casa en la que se hospedaban y qué si no se les encontraba, todo Sabaody sería destruido. Desde ese momento todo el archipiélago empezó a buscarlos y a odiarlos, puesto que los Nobles empezaron a destruir algunas casas para que supieran que iban en serio. Finalmente, el matrimonio Dardock fue capturado y por supuesto nadie creyó su historia. Fueron ejecutados y se notificó a todo Sabaody asegurándose de que ese apellido fuera una deshonra en toda la isla -suspiré mientras una lágrima caía por mi mejilla.
Tuve que levantarme un beber un vaso de agua antes de poder continuar. No quedaba mucho que contar, pero volver a vivir esas palabras era duro.
-Tranquilo amigo mío -dijo el anciano-. Continúa, esta jovencita te ha salvado la vida y merece saber el resto.
-Como ya has debido de imaginar Yumiko, ese niño era yo -resoplé y volví a coger el cigarro que había dejado en el cenicero-. Mi vida en el orfanato fue un infierno, los niños me pegaban y las mujeres que regentaban el lugar me hacían la vida imposible. Allí comenzaron a llamarme Wasure (El Olvidado). Unos años después escapé de aquel lugar y me encontró el viejo inconsciente delante de un viejo tablón donde había unos carteles antiguos con los nombres de mis padres. Hasta ese momento yo creía que era un simple niño abandonado y no entendía nada, pero el anciano me contó la historia real que te acabo de contar. En ese momento decidí limpiar el apellido de mi familia y me lo tatué en la espalda para qué llegado el momento, todo el mundo lo conozca.
Quedé agotado después de contar la historia. No sé cómo se lo tomaría la rubita, pero también es verdad que no le he contado todo.
-Yumiko, confío en muy pocas personas. Pero desde hoy tú eres una de ellas -cogí aire para acabar la frase-. Por esa razón te digo que para conseguir mi propósito he entrado en los Revolucionarios, tengo muchos planes para el futuro. Tú eres una cazarrecompensas y tu deber es cazar a gente como yo. Solo espero que me des algún tiempo para intentar ser más poderoso y ponértelo un poco difícil -esbocé una pequeña sonrisa-. Te dejaré tiempo para pensártelo y depende de lo que digas te contaré lo que tengo en mente para mi futuro próximo. Después de todo he disfrutado con esta alianza que hemos hecho.
Al acabar de escuchar todo lo sucedido, el padre de Iloura nos ofreció unos presentes como agradecimiento por todo lo que habíamos hecho. No iba a aceptar un “no” por respuesta, así que aceptamos con gusto las piedras preciosas que tenía en las manos.
La chica peliazul y sus padres se despidieron y le dieron las gracias al viejo por su hospitalidad. No pasó mucho tiempo hasta que Yumiko me preguntó por el tatuaje que tenía en la espalda. Ella pensaba que era una marca, algo relacionado con esclavos, pero nada más lejos.
-Así que lo has visto, debí de imaginármelo cuando desperté con la capa puesta -respondí con voz seria- Te doy las gracias por haber esperado a que se marcharan. Siendo ellos de Sabaody, es muy probable que conocieran el significado de Dardock.
El viejo seguía sentado al lado de mi compañera y pude ver como se le dibujaba una sonrisa en la cara mientras yo hablaba. Imagino que debe ser porque es a la primera persona a la que le voy a contar mi historia, exceptuando a él mismo.
-Ponte cómoda, vas a oír la historia de mi vida y por desgracia no es tan divertida como la escenificación que acabas de hacer -dije poniéndome serio-. Empecemos por el principio, Dardock es el apellido de una familia normal y corriente que vivía hace unos años en la zona segura del Archipiélago Sabaody. Al poco de estar casados tuvieron un bebé y estaban muy contentos con su nuevo hijo -hice una pausa mientras mi mirada se perdía en el horizonte-. Una buena mañana iban caminando por unos de los manglares seguros, disfrutando de un día soleado como otro cualquiera hasta que se cruzaron con una Nobles Mundiales. Éstos habían llegado a la isla por motivos que desconozco, pero uno de los Nobles, el más joven, miró al bebé de los Dardock y le dijo a su padre que se lo quería llevar como mascota. El Noble se paró y le dijo al Sr. Dardock que quería hablar con él más tarde y que se reunirían en una casa a las afueras del manglar en unas horas -hice una pausa para encenderme un nuevo cigarro-. Más tarde fueron a reunirse con los Nobles Mundiales, llegaron a la casa y entraron. Los acomodaron en un salón y les propusieron una oferta. Ésta era qué a cambio de su bebé, los Nobles los cubrirían de riquezas y pasarían a ser protegidos de la marina de por vida. El Sr. Dardock se negó en rotundo, no podía aceptar tal trato. Antes de que se fueran de la casa, un Noble les advirtió sobre las consecuencias de no aceptar la oferta, pero aun así se fueron sin ni siquiera mirar a los Nobles -me fijé en qué la capa que portaba emanaba un brillo extraño-. Nicolai, que así es como se llamaba el padre, decidió llevarse a su hijo a la otra punta del archipiélago a un orfanato. Allí dejó a su bebé con un colgante con dos chapitas con su nombre y apellido para que no olvidara sus raíces. Al poco tiempo los Nobles hicieron circular la noticia de que los Dardock habían intentado robar en la casa en la que se hospedaban y qué si no se les encontraba, todo Sabaody sería destruido. Desde ese momento todo el archipiélago empezó a buscarlos y a odiarlos, puesto que los Nobles empezaron a destruir algunas casas para que supieran que iban en serio. Finalmente, el matrimonio Dardock fue capturado y por supuesto nadie creyó su historia. Fueron ejecutados y se notificó a todo Sabaody asegurándose de que ese apellido fuera una deshonra en toda la isla -suspiré mientras una lágrima caía por mi mejilla.
Tuve que levantarme un beber un vaso de agua antes de poder continuar. No quedaba mucho que contar, pero volver a vivir esas palabras era duro.
-Tranquilo amigo mío -dijo el anciano-. Continúa, esta jovencita te ha salvado la vida y merece saber el resto.
-Como ya has debido de imaginar Yumiko, ese niño era yo -resoplé y volví a coger el cigarro que había dejado en el cenicero-. Mi vida en el orfanato fue un infierno, los niños me pegaban y las mujeres que regentaban el lugar me hacían la vida imposible. Allí comenzaron a llamarme Wasure (El Olvidado). Unos años después escapé de aquel lugar y me encontró el viejo inconsciente delante de un viejo tablón donde había unos carteles antiguos con los nombres de mis padres. Hasta ese momento yo creía que era un simple niño abandonado y no entendía nada, pero el anciano me contó la historia real que te acabo de contar. En ese momento decidí limpiar el apellido de mi familia y me lo tatué en la espalda para qué llegado el momento, todo el mundo lo conozca.
Quedé agotado después de contar la historia. No sé cómo se lo tomaría la rubita, pero también es verdad que no le he contado todo.
-Yumiko, confío en muy pocas personas. Pero desde hoy tú eres una de ellas -cogí aire para acabar la frase-. Por esa razón te digo que para conseguir mi propósito he entrado en los Revolucionarios, tengo muchos planes para el futuro. Tú eres una cazarrecompensas y tu deber es cazar a gente como yo. Solo espero que me des algún tiempo para intentar ser más poderoso y ponértelo un poco difícil -esbocé una pequeña sonrisa-. Te dejaré tiempo para pensártelo y depende de lo que digas te contaré lo que tengo en mente para mi futuro próximo. Después de todo he disfrutado con esta alianza que hemos hecho.
Yumiko Mei
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Después de que la familia de Iloura se fuese, me puse cómoda y comencé a escuchar la historia de Arkadian. Al parecer iba a ser mucho más seria de lo que esperaba, pues su mueca cambió cuando hablé de "Dardock". El anciano mostró una sonrisa sin embargo, como si ya hubiese escuchado o conocido la historia.
Contaba la historia de una familia apellidada Dardock, que vivía felizmente en Sabaody, para después de un tiempo casados tener un hijo. Hasta ahí todo normal, pensé. Después llegaron los Nobles Mundiales y le hicieron una oferta a la familia, querían usar al bebé de mascota. Entonces sentí de nuevo cierto odio en mi interior hacia el gobierno, pero lo peor vino cuando el padre rechazó la oferta, llevó al niño a un orfanato y acabaron siendo perseguidos por toda la isla. El apellido Dardock fue tratado con odio, todo el que formase parte de la familia sería perseguido y matado. Era la primera vez que escuchaba una de estas historias de primera mano.
Tras eso, el joven mencionó que el anciano que le había acogido y que ya sabía de su historia. Eso era increíble y ese hombre tenía un corazón enorme si fue capaz de hacer tal cosa, pensé. Tras eso se tatuó el nombre para que si caía en batalla todo el mundo supiese de él, eso era muy atrevido y quizás le llevase a más problemas de los que quisiera, pero tampoco podía borrar su nombre de la historia como si nada, pensé enfadada con esos nobles.
-Y yo estaba sorprendida por los marines, esto es mucho peor de lo que pensaba, el mundo entero es un desastre. Después de escuchar esta historia solo puedo decir que no me sorprende tu actitud fría hacia todo el mundo, lo entiendo perfectamente. El mundo parece estar conducido por personas malvadas. Aunque de momento no puedo luchar contra ellos, porque tengo que salvar a mi familia, te aseguro que en cuanto termine con mis recados me uniré al bando contrario, pero esto debe quedar entre nosotros. - Dije de forma seria, pues esta vez no mostraba mi sonrisa habitual.
Seguidamente el joven habló de su relación con la Revolución, se había unido al ejército Revolucionario y tenía muchos planes para el futuro, sin embargo no quería escuchar esos planes, si lo hacía solo traería problemas a él y al mundo, pues si en algún momento me cazarían y sonsacasen esa información, él estaría en un grave peligro. Aunque al parecer estaba más preocupado por que yo lo atacase siendo una cazarrecompensas, eso no iría a pasar pronto, no atacaba a la gente correcta y que consideraba buena, había criminales que vivían su vida sin hacer el mal, personas con precio por su cabeza por haberse cruzado con un Tenryuubito e incluso niños que habían nacido en familias marcadas como criminales. Prefería encargarme de las personas malvadas, las que se dedicaban a saquear islas, matar a personas sin ninguna razón, destruir familias y lazos que costaron años crear, yo no atacaría a alguien como Arkadian, al menos no sabiendo que no ha hecho nada malo al mundo.
-Que formes parte de los Revolucionarios y seas fichado por el Gobierno Mundial no significa que para mí seas un criminal. Por mis viajes por el mundo he conocido todo tipo de personas, muchas de ellas criminales, algunas eran malvadas por naturaleza y querían hacer el mal, saqueando poblados, rompiendo familias y matando sin rechistar. Por otro lado, había criminales fichados por el gobierno que eran buenas personas, conocí revolucionarios, piratas e incluso ciudadanos que no querían el mal en el mundo, por todos sus medios intentaban traer el bien y sabían que si seguían con el gobierno no lo conseguirían. Respeto a las buenas personas y castigo a las malas, pero no ataco a las personas por ser un peligro para el gobierno, las ataco por ser un peligro para los civiles y las buenas personas, me aseguro antes de que son malvadas.- Dije mientras sonreía con cierta inocencia. - Tu eres una buena persona, has demostrado que tu propósito no es hacer el mal, todo lo que deseas es un bien para todos. Un mundo en el que a uno no se le juzgue por rechazar una oferta y menos aún que se le persiga como si fuese un criminal. Aunque no sea capaz de imaginarme en tu piel, pues no he sido perseguida por nadie, veo tu sufrimiento y te ayudaré en lo que pueda.- Añadí sonriendo de forma sincera
-Aún es de noche, deberías ir a descansar, las heridas se podrían abrir en cualquier momento. Mañana a la mañana iremos a tomar algo si te parece, preferiblemente sin que me ataquen por sorpresa. - Ironicé mirando al malherido pelinegro. - ¿Podría quedarme a dormir aquí esta noche? Si hace falta me quedaré en el suelo. El hotel está bastante lejos y estoy agotada. - Dije mirando al anciano que se encontraba sentado
Si la respuesta del anciano era un si, me quedaría a dormir en el sofá, en la cama de los huéspedes o en el suelo, dependiendo de donde pudiese. A mi lado tendría mis cosas, aunque no tenía miedo a que me las robasen, pues sabía las buenas intenciones de los ahí presentes. A diferencia de los miembros del gobierno, en la Revolución había muchísimas personas de buen corazón, muchos de ellos fueron ciudadanos que querían el bien para los demás. Y además, sobre todo había menos espías que en el gobierno.
-Buenas noches...- Susurré justo antes de quedarme dormida. Me despertaría con los primeros rayos de sol, como era de costumbre.
Contaba la historia de una familia apellidada Dardock, que vivía felizmente en Sabaody, para después de un tiempo casados tener un hijo. Hasta ahí todo normal, pensé. Después llegaron los Nobles Mundiales y le hicieron una oferta a la familia, querían usar al bebé de mascota. Entonces sentí de nuevo cierto odio en mi interior hacia el gobierno, pero lo peor vino cuando el padre rechazó la oferta, llevó al niño a un orfanato y acabaron siendo perseguidos por toda la isla. El apellido Dardock fue tratado con odio, todo el que formase parte de la familia sería perseguido y matado. Era la primera vez que escuchaba una de estas historias de primera mano.
Tras eso, el joven mencionó que el anciano que le había acogido y que ya sabía de su historia. Eso era increíble y ese hombre tenía un corazón enorme si fue capaz de hacer tal cosa, pensé. Tras eso se tatuó el nombre para que si caía en batalla todo el mundo supiese de él, eso era muy atrevido y quizás le llevase a más problemas de los que quisiera, pero tampoco podía borrar su nombre de la historia como si nada, pensé enfadada con esos nobles.
-Y yo estaba sorprendida por los marines, esto es mucho peor de lo que pensaba, el mundo entero es un desastre. Después de escuchar esta historia solo puedo decir que no me sorprende tu actitud fría hacia todo el mundo, lo entiendo perfectamente. El mundo parece estar conducido por personas malvadas. Aunque de momento no puedo luchar contra ellos, porque tengo que salvar a mi familia, te aseguro que en cuanto termine con mis recados me uniré al bando contrario, pero esto debe quedar entre nosotros. - Dije de forma seria, pues esta vez no mostraba mi sonrisa habitual.
Seguidamente el joven habló de su relación con la Revolución, se había unido al ejército Revolucionario y tenía muchos planes para el futuro, sin embargo no quería escuchar esos planes, si lo hacía solo traería problemas a él y al mundo, pues si en algún momento me cazarían y sonsacasen esa información, él estaría en un grave peligro. Aunque al parecer estaba más preocupado por que yo lo atacase siendo una cazarrecompensas, eso no iría a pasar pronto, no atacaba a la gente correcta y que consideraba buena, había criminales que vivían su vida sin hacer el mal, personas con precio por su cabeza por haberse cruzado con un Tenryuubito e incluso niños que habían nacido en familias marcadas como criminales. Prefería encargarme de las personas malvadas, las que se dedicaban a saquear islas, matar a personas sin ninguna razón, destruir familias y lazos que costaron años crear, yo no atacaría a alguien como Arkadian, al menos no sabiendo que no ha hecho nada malo al mundo.
-Que formes parte de los Revolucionarios y seas fichado por el Gobierno Mundial no significa que para mí seas un criminal. Por mis viajes por el mundo he conocido todo tipo de personas, muchas de ellas criminales, algunas eran malvadas por naturaleza y querían hacer el mal, saqueando poblados, rompiendo familias y matando sin rechistar. Por otro lado, había criminales fichados por el gobierno que eran buenas personas, conocí revolucionarios, piratas e incluso ciudadanos que no querían el mal en el mundo, por todos sus medios intentaban traer el bien y sabían que si seguían con el gobierno no lo conseguirían. Respeto a las buenas personas y castigo a las malas, pero no ataco a las personas por ser un peligro para el gobierno, las ataco por ser un peligro para los civiles y las buenas personas, me aseguro antes de que son malvadas.- Dije mientras sonreía con cierta inocencia. - Tu eres una buena persona, has demostrado que tu propósito no es hacer el mal, todo lo que deseas es un bien para todos. Un mundo en el que a uno no se le juzgue por rechazar una oferta y menos aún que se le persiga como si fuese un criminal. Aunque no sea capaz de imaginarme en tu piel, pues no he sido perseguida por nadie, veo tu sufrimiento y te ayudaré en lo que pueda.- Añadí sonriendo de forma sincera
-Aún es de noche, deberías ir a descansar, las heridas se podrían abrir en cualquier momento. Mañana a la mañana iremos a tomar algo si te parece, preferiblemente sin que me ataquen por sorpresa. - Ironicé mirando al malherido pelinegro. - ¿Podría quedarme a dormir aquí esta noche? Si hace falta me quedaré en el suelo. El hotel está bastante lejos y estoy agotada. - Dije mirando al anciano que se encontraba sentado
Si la respuesta del anciano era un si, me quedaría a dormir en el sofá, en la cama de los huéspedes o en el suelo, dependiendo de donde pudiese. A mi lado tendría mis cosas, aunque no tenía miedo a que me las robasen, pues sabía las buenas intenciones de los ahí presentes. A diferencia de los miembros del gobierno, en la Revolución había muchísimas personas de buen corazón, muchos de ellos fueron ciudadanos que querían el bien para los demás. Y además, sobre todo había menos espías que en el gobierno.
-Buenas noches...- Susurré justo antes de quedarme dormida. Me despertaría con los primeros rayos de sol, como era de costumbre.
Arkadian Dardock
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La joven arquera se quedó bastante impactaba con la historia que acababa de contarle, era de esperar, puesto que algo así no se escucha todos los días. Me explicó lo mucho que odiaba a la gente malvada y que aprovecha su cargo o nivel social para hacer barbaridades. Poco a poco ella sentía como la actitud del gobierno se estaba corrompiendo y que puede que algún día, después de resolver algunos asuntos, se pasaría al bando contrario. La verdad es que esa idea me gustó. Tener una aliada con su poder y sus habilidades sería una gran ventaja.
Al parecer no se interesó demasiado por mis planes de futuro, aunque podría participar en ellos, pero lo entendía perfectamente. Por un lado, sería un riesgo para los dos por si nos atrapan e intentan torturar para sacarnos información. Por otro, tampoco tenemos una confianza como para saber los planes que tenemos entre manos, nunca se sabe cuándo podrían chocar unos con otros.
-Claro que si jovencita, puedes quedarte en el sofá. En otra ocasión le diría a Arkadian que te dejase la habitación, pero sus heridas necesitan reposar como es debido. -respondió el anciano a la pregunta que hizo la rubita con una sonrisa.
-Vale, mañana si me he mejorado podemos ir a tomar algo -le dije a Yumiko antes de entrar en mí dormitorio-. También tengo que acabar los recados que estaba haciendo antes de que nos encontráramos. Buenas noches.
Antes de dormirme me enciendo el último cigarro del día mientras estoy tumbado en la cama. Hoy ha sido un día muy intenso, he conocido alguien nuevo que ha hecho que cambien cosas a la hora de interactuar con otras personas, he estado en una batalla contra una banda pirata de la que he salido con vida de milagro y he ayudado a una familia a poder seguir con su vida sin temor a que cualquier día los maten. Definitivamente esto marcará un antes y un después en mi vida.
No hace mucho que ha amanecido, mis heridas han mejorado notablemente, esas hierbas que me dio la rubita son increíbles. Al otro lado de la puerta de mi habitación se pueden escuchar murmullos. Supongo que el viejo y la arquera ya estarán despiertos. Salí de la habitación y efectivamente allí estaban sentados a la mesa los dos desayunando y hablando.
-¿Cómo te encuentras amigo mío? -preguntó el viejo-. Espero que hayas descansado.
-Estoy mejor viejo, las hierbas que Yumiko me dio han hecho que las heridas se curen más rápido de lo habitual -respondí señalando los vendajes-. Pero aún estoy algo débil, espero que hoy no nos metamos en ningún lío -bromeé mientras miraba a la rubita.
Me asomé por la ventana y pude ver que había salido un día soleado sin ninguna nube en el cielo. La temperatura no era muy elevada, pero la humedad de Sabaody hacia que pareciera lo contrario. La idea para esta mañana era volver al manglar donde conocí a la arquera, tomar algo y comprar las espadas que buscaba cuando todo esto comenzó. No estaba muy seguro de como actuaría la marina al vernos, pero no creo que pase nada ya que Yumiko se identificó como Cazarrecompensas al ir a cobrar por las cabezas de los piratas.
-Rubita, cuando estés lista nos vamos -dije mirándola con una sonrisa-. Hay un largo paseo de aquí hasta la zona comercial y yo no puedo andar muy rápido todavía. Además, debería comprarme ropa, ya que la chaqueta quedó agujereada por flechas y la camisa completamente destrozada -ese día iba vestido con una simple camiseta y unos pantalones negros.
Poco después nos pusimos en camino, la joven tenía dibujada una sonrisa en su rostro como ya era de costumbre. Mientras que yo iba con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha, a la vez que sostenía un cigarro con los labios. Era raro para mí aquella situación, pues siempre habíamos estado en una situación tensa o de peligro, pero en ese momento todo era paz y tranquilidad. No sabía muy bien cómo comportarme.
Al parecer no se interesó demasiado por mis planes de futuro, aunque podría participar en ellos, pero lo entendía perfectamente. Por un lado, sería un riesgo para los dos por si nos atrapan e intentan torturar para sacarnos información. Por otro, tampoco tenemos una confianza como para saber los planes que tenemos entre manos, nunca se sabe cuándo podrían chocar unos con otros.
-Claro que si jovencita, puedes quedarte en el sofá. En otra ocasión le diría a Arkadian que te dejase la habitación, pero sus heridas necesitan reposar como es debido. -respondió el anciano a la pregunta que hizo la rubita con una sonrisa.
-Vale, mañana si me he mejorado podemos ir a tomar algo -le dije a Yumiko antes de entrar en mí dormitorio-. También tengo que acabar los recados que estaba haciendo antes de que nos encontráramos. Buenas noches.
Antes de dormirme me enciendo el último cigarro del día mientras estoy tumbado en la cama. Hoy ha sido un día muy intenso, he conocido alguien nuevo que ha hecho que cambien cosas a la hora de interactuar con otras personas, he estado en una batalla contra una banda pirata de la que he salido con vida de milagro y he ayudado a una familia a poder seguir con su vida sin temor a que cualquier día los maten. Definitivamente esto marcará un antes y un después en mi vida.
No hace mucho que ha amanecido, mis heridas han mejorado notablemente, esas hierbas que me dio la rubita son increíbles. Al otro lado de la puerta de mi habitación se pueden escuchar murmullos. Supongo que el viejo y la arquera ya estarán despiertos. Salí de la habitación y efectivamente allí estaban sentados a la mesa los dos desayunando y hablando.
-¿Cómo te encuentras amigo mío? -preguntó el viejo-. Espero que hayas descansado.
-Estoy mejor viejo, las hierbas que Yumiko me dio han hecho que las heridas se curen más rápido de lo habitual -respondí señalando los vendajes-. Pero aún estoy algo débil, espero que hoy no nos metamos en ningún lío -bromeé mientras miraba a la rubita.
Me asomé por la ventana y pude ver que había salido un día soleado sin ninguna nube en el cielo. La temperatura no era muy elevada, pero la humedad de Sabaody hacia que pareciera lo contrario. La idea para esta mañana era volver al manglar donde conocí a la arquera, tomar algo y comprar las espadas que buscaba cuando todo esto comenzó. No estaba muy seguro de como actuaría la marina al vernos, pero no creo que pase nada ya que Yumiko se identificó como Cazarrecompensas al ir a cobrar por las cabezas de los piratas.
-Rubita, cuando estés lista nos vamos -dije mirándola con una sonrisa-. Hay un largo paseo de aquí hasta la zona comercial y yo no puedo andar muy rápido todavía. Además, debería comprarme ropa, ya que la chaqueta quedó agujereada por flechas y la camisa completamente destrozada -ese día iba vestido con una simple camiseta y unos pantalones negros.
Poco después nos pusimos en camino, la joven tenía dibujada una sonrisa en su rostro como ya era de costumbre. Mientras que yo iba con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha, a la vez que sostenía un cigarro con los labios. Era raro para mí aquella situación, pues siempre habíamos estado en una situación tensa o de peligro, pero en ese momento todo era paz y tranquilidad. No sabía muy bien cómo comportarme.
Yumiko Mei
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Al final me tocó el sofá, no tenían más que una cama y la del anciano, así que me pareció correcto que se quedase durmiendo en la cama el más herido. Tampoco me importaba mucho, al fin y al cabo era solo una invitada en la casa.
Podía ver un campo lleno de flores, en medio una anciana pelirroja estaba recogiendo amapolas, de vez en cuando una mariposa se posaba en su hombro, era muy extraño, pues el viento aunque soplaba suavemente parecía una situación tensa. Me acerqué a la mujer con curiosidad, la mujer me miró tranquila, en su cara tenía algunas arrugas pero estaba sonriendo con mucha felicidad.
-¿Para quién serán estas flores, abuela? - Pregunté casi sin pensar en lo que estaba diciendo
-Para mi nieto. El rojo le encantará, ¿no lo crees? - Dijo la anciana mientras seguía recogiendo las flores
-Estoy segura de que sí. - Respondí, seguía sin saber si esas era de verdad lo que pensaba, pero mis palabras salían solas.
Después de recoger unas veinte amapolas muy bonitas avanzamos hacia una casita no muy lejos del campo. La casa parecía humilde, ahí la abuela tocó la puerta y un anciano abrió la puerta, con la misma sonrisa que la anciana. Poco después el anciano puso la mesa para comer, yo me senté en la mesa y comí junto a los abuelos. En el centro de la mesa había un ramo de amapolas dentro de una vasija de plata. La comida no sabía a nada, eso era la parte más extraña, pero seguía comiendo con ganas, muchísimas ganas.
-Come hija, tienes que crecer grande.- Dijo la abuela sonriendo, el abuelo respondió con la misma sonrisa.
De repente se escucharon unos golpes muy fuertes en la puerta - Padre, abra rápido, no tenemos mucho tiempo. - decía la voz de un hombre con prisa. El abuelo abrió la puerta y entró un hombre con un niño en los brazos, no tenía muchos años.
Poco después todo se tornó negro, el niño se transformó en adulto y salió corriendo junto al anciano. La abuela y el hombre de la puerta empezaron a sangrar por la zona del corazón y mientras se deshacían como si de cera caliente se tratase. Detrás de estos se podía vislumbrar acercándose el símbolo del gobierno mundial en forma de bandera. En ese momento me desperté de golpe.
-Tranquila hija, no hay nadie de lo que preocuparse. - Dijo el anciano que vivía con Arkadian intentando calmar mi brusco despertar.
-He tenido un sueño muy extraño, todo iba bien hasta que todo el mundo murió.- Respondí con el corazón acelerado. Poco a poco me fui calmando.
-Después de tantos combates, es normal que tus sueños más bonitos se conviertan en pesadillas. El mundo es oscuro y alberga horrores.- Dijo el abuelo.
No estaba del todo segura si lo que me había dicho iba enserio o era otro sueño, pero no me quedé pensando demasiado en sus frases, fui directamente a la mesa a desayunar. Ahí me encontré con un café y unas galletas, no supe como agradecer, pues no sabía si tenían suficiente dinero para vivir y si me daban la poca comida que tenían. Tomé una galleta y la dejé reposar un poquito en el café.
-No estoy del todo segura si estoy haciendo lo correcto, llevo toda mi vida intentando hacer que mi familia esté segura, pero no he ayudado al resto en casi nada. Además, no sé si conseguiré que estén seguros con todo el mal que hay en este mundo.- Comenté, poco después tomé la galleta y le dí un mordisco, sabía muy fuerte a café pero estaba deliciosa.
-Nunca tendrás respuesta a esa pregunta si no la buscas. Nadie te dará una respuesta, el mundo es malvado por culpa de los pecados de los humanos. Arrogancia, lujuria, esclavitud entre otras cosas, son las que hacen de este mundo un lugar horrible. Tendrás que encontrar la respuesta en tu interior.- Dijo el anciano, era muy filosófico para ser las 8 de la mañana, pensé.
Me quedé pensativa en esas palabras mientras tomaba mi delicioso desayuno. El anciano tenía una forma de pensar peculiar, nadie me había hecho tanto dudar de mis propias palabras, pensé con una sonrisa y a pesar de ser la mañana y estar llena de energía, no encontraba una respuesta a todas esas preguntas. Necesito tomar algo de aire para sentirme mejor, pensé. Segundos después salió el joven pelinegro de su habitación, parecía haber descansado muy bien, pero su cara de dormido me hizo tanta gracia que no pude sonreír sin soltar una pequeña risilla.
-Me alegro de que hayas descansado bien. Deja que mire tus heridas, debería cambiar el vendaje. - Dije con una sonrisa acercándome al joven, el cual se había quedado al lado de la ventana.
Le quité el vendaje y la herida había cicatrizado bastante, pero necesitaría al menos una semana más hasta cerrarse completamente. Tomé un poco de la crema cicatrizante y la froté sobre su herida, dolería un poco pero nada del otro mundo. Después de eso, le puse nuevas vendas y las até a la espalda. Después de eso, quité el vendaje de su brazo, esa herida ya había cicatrizado completamente, eso me dejó bastante sorprendida la verdad, pues se había curado con una rapidez inesperada. Tras eso, sonreí hacia el joven y tomé mis cosas, el chico dijo que cuando estuviese lista nos iríamos. Al parecer tenía que hacer un par de cosas el día anterior, pero después de lo que tuvimos que hacer, no tuvo la oportunidad.
-Vayámonos pues, yo ya estoy lista. Muchas gracias por la hospitalidad y sobre todo por el desayuno anciano.- Dije sonriendo hacia el anciano que se encontraba sentado aún en la mesa.
Esperé la frase del anciano y salí de la casa siguiendo al joven pelinegro. Ese día el joven iba vestido con una camiseta y un pantalón negros. Ya se le había quitado la cara de dormido y era hora de hacer el largo paseo hasta la zona comercial. Por el camino el joven llevaba sus manos en los bolsillos, la cabeza bajada y un cigarrillo entre sus labios. Su alma se veía más cálida que antes, quizás había conseguido algo de su confianza igual que el había conseguido parte de la mía, pensé.
-Levanta la cabeza y sonríe.- Dije mirando al joven y mostrando una sonrisa. - La vida es difícil, pero con una sonrisa se puede conseguir cualquier cosa. - Añadí mientras caminábamos por las calles, no sabía como se tomaría esas palabras, pero esperaba una sonrisa de su parte, aunque fuese por un corto periodo de tiempo.
Caminamos un buen rato hasta alcanzar el puerto, ahí había algunos marines vigilando. Ninguno de ellos se nos quedó mirando, parecían ya tranquilos, había algún que otro grupo andando de aquí para allá vigilando, pero no estaban tensos. Se podían ver más civiles que cuando había venido aquí el día anterior y además no podía ver ningún encapuchado. Todo era como si la tormenta ya hubiese pasado. Niños jugando en la calle y vendedores ambulantes era algo que no había visto mucho el día anterior y ahora parecía algo normal.
Andamos un poco más y dimos con una tienda de ropa, en el escaparate había varios vestidos, un traje y un maniquí desnudo. Detrás del maniquí se podía vislumbrar a un hombre de unos treinta años atendiendo a una clienta. Estaba tomando sus medidas con unas reglas de sastre. Entramos dentro y una pequeña campana sonó al abrir la puerta, como la mayoría de las tiendas. El hombre nos miró con una sonrisa y señaló un sofá en un rincón, supuse que era para esperar a que terminase con su clienta actual.
-Tomen un asiento, enseguida los atiendo.- Dijo con una sonrisa el joven sastre.
Tomé el periódico que había sobre el sofá negro y me senté. En la portada se podía ver una imagen con dos carteles de se busca tachados y el titular diciendo "Los hemanos piratas Dante y Garfin encarcelados". Eso fue suficiente para hacerme esbozar una sonrisa de felicidad, para después leer más abajo que todo fue obra de los marines. Tras ver eso último le mostré a Arkadian el periódico con cara de enfadada, pero sin decir ninguna palabra. Unos minutos después el dependiente terminó con la clienta, que salió por la puerta con una bolsa y una sonrisa en la cara.
-Díganme señor y señorita, ¿qué desean?- Preguntó el dependiente sonriendo, mirando primero al joven pelinegro y después a mí.
Podía ver un campo lleno de flores, en medio una anciana pelirroja estaba recogiendo amapolas, de vez en cuando una mariposa se posaba en su hombro, era muy extraño, pues el viento aunque soplaba suavemente parecía una situación tensa. Me acerqué a la mujer con curiosidad, la mujer me miró tranquila, en su cara tenía algunas arrugas pero estaba sonriendo con mucha felicidad.
-¿Para quién serán estas flores, abuela? - Pregunté casi sin pensar en lo que estaba diciendo
-Para mi nieto. El rojo le encantará, ¿no lo crees? - Dijo la anciana mientras seguía recogiendo las flores
-Estoy segura de que sí. - Respondí, seguía sin saber si esas era de verdad lo que pensaba, pero mis palabras salían solas.
Después de recoger unas veinte amapolas muy bonitas avanzamos hacia una casita no muy lejos del campo. La casa parecía humilde, ahí la abuela tocó la puerta y un anciano abrió la puerta, con la misma sonrisa que la anciana. Poco después el anciano puso la mesa para comer, yo me senté en la mesa y comí junto a los abuelos. En el centro de la mesa había un ramo de amapolas dentro de una vasija de plata. La comida no sabía a nada, eso era la parte más extraña, pero seguía comiendo con ganas, muchísimas ganas.
-Come hija, tienes que crecer grande.- Dijo la abuela sonriendo, el abuelo respondió con la misma sonrisa.
De repente se escucharon unos golpes muy fuertes en la puerta - Padre, abra rápido, no tenemos mucho tiempo. - decía la voz de un hombre con prisa. El abuelo abrió la puerta y entró un hombre con un niño en los brazos, no tenía muchos años.
Poco después todo se tornó negro, el niño se transformó en adulto y salió corriendo junto al anciano. La abuela y el hombre de la puerta empezaron a sangrar por la zona del corazón y mientras se deshacían como si de cera caliente se tratase. Detrás de estos se podía vislumbrar acercándose el símbolo del gobierno mundial en forma de bandera. En ese momento me desperté de golpe.
-Tranquila hija, no hay nadie de lo que preocuparse. - Dijo el anciano que vivía con Arkadian intentando calmar mi brusco despertar.
-He tenido un sueño muy extraño, todo iba bien hasta que todo el mundo murió.- Respondí con el corazón acelerado. Poco a poco me fui calmando.
-Después de tantos combates, es normal que tus sueños más bonitos se conviertan en pesadillas. El mundo es oscuro y alberga horrores.- Dijo el abuelo.
No estaba del todo segura si lo que me había dicho iba enserio o era otro sueño, pero no me quedé pensando demasiado en sus frases, fui directamente a la mesa a desayunar. Ahí me encontré con un café y unas galletas, no supe como agradecer, pues no sabía si tenían suficiente dinero para vivir y si me daban la poca comida que tenían. Tomé una galleta y la dejé reposar un poquito en el café.
-No estoy del todo segura si estoy haciendo lo correcto, llevo toda mi vida intentando hacer que mi familia esté segura, pero no he ayudado al resto en casi nada. Además, no sé si conseguiré que estén seguros con todo el mal que hay en este mundo.- Comenté, poco después tomé la galleta y le dí un mordisco, sabía muy fuerte a café pero estaba deliciosa.
-Nunca tendrás respuesta a esa pregunta si no la buscas. Nadie te dará una respuesta, el mundo es malvado por culpa de los pecados de los humanos. Arrogancia, lujuria, esclavitud entre otras cosas, son las que hacen de este mundo un lugar horrible. Tendrás que encontrar la respuesta en tu interior.- Dijo el anciano, era muy filosófico para ser las 8 de la mañana, pensé.
Me quedé pensativa en esas palabras mientras tomaba mi delicioso desayuno. El anciano tenía una forma de pensar peculiar, nadie me había hecho tanto dudar de mis propias palabras, pensé con una sonrisa y a pesar de ser la mañana y estar llena de energía, no encontraba una respuesta a todas esas preguntas. Necesito tomar algo de aire para sentirme mejor, pensé. Segundos después salió el joven pelinegro de su habitación, parecía haber descansado muy bien, pero su cara de dormido me hizo tanta gracia que no pude sonreír sin soltar una pequeña risilla.
-Me alegro de que hayas descansado bien. Deja que mire tus heridas, debería cambiar el vendaje. - Dije con una sonrisa acercándome al joven, el cual se había quedado al lado de la ventana.
Le quité el vendaje y la herida había cicatrizado bastante, pero necesitaría al menos una semana más hasta cerrarse completamente. Tomé un poco de la crema cicatrizante y la froté sobre su herida, dolería un poco pero nada del otro mundo. Después de eso, le puse nuevas vendas y las até a la espalda. Después de eso, quité el vendaje de su brazo, esa herida ya había cicatrizado completamente, eso me dejó bastante sorprendida la verdad, pues se había curado con una rapidez inesperada. Tras eso, sonreí hacia el joven y tomé mis cosas, el chico dijo que cuando estuviese lista nos iríamos. Al parecer tenía que hacer un par de cosas el día anterior, pero después de lo que tuvimos que hacer, no tuvo la oportunidad.
-Vayámonos pues, yo ya estoy lista. Muchas gracias por la hospitalidad y sobre todo por el desayuno anciano.- Dije sonriendo hacia el anciano que se encontraba sentado aún en la mesa.
Esperé la frase del anciano y salí de la casa siguiendo al joven pelinegro. Ese día el joven iba vestido con una camiseta y un pantalón negros. Ya se le había quitado la cara de dormido y era hora de hacer el largo paseo hasta la zona comercial. Por el camino el joven llevaba sus manos en los bolsillos, la cabeza bajada y un cigarrillo entre sus labios. Su alma se veía más cálida que antes, quizás había conseguido algo de su confianza igual que el había conseguido parte de la mía, pensé.
-Levanta la cabeza y sonríe.- Dije mirando al joven y mostrando una sonrisa. - La vida es difícil, pero con una sonrisa se puede conseguir cualquier cosa. - Añadí mientras caminábamos por las calles, no sabía como se tomaría esas palabras, pero esperaba una sonrisa de su parte, aunque fuese por un corto periodo de tiempo.
Caminamos un buen rato hasta alcanzar el puerto, ahí había algunos marines vigilando. Ninguno de ellos se nos quedó mirando, parecían ya tranquilos, había algún que otro grupo andando de aquí para allá vigilando, pero no estaban tensos. Se podían ver más civiles que cuando había venido aquí el día anterior y además no podía ver ningún encapuchado. Todo era como si la tormenta ya hubiese pasado. Niños jugando en la calle y vendedores ambulantes era algo que no había visto mucho el día anterior y ahora parecía algo normal.
Andamos un poco más y dimos con una tienda de ropa, en el escaparate había varios vestidos, un traje y un maniquí desnudo. Detrás del maniquí se podía vislumbrar a un hombre de unos treinta años atendiendo a una clienta. Estaba tomando sus medidas con unas reglas de sastre. Entramos dentro y una pequeña campana sonó al abrir la puerta, como la mayoría de las tiendas. El hombre nos miró con una sonrisa y señaló un sofá en un rincón, supuse que era para esperar a que terminase con su clienta actual.
-Tomen un asiento, enseguida los atiendo.- Dijo con una sonrisa el joven sastre.
Tomé el periódico que había sobre el sofá negro y me senté. En la portada se podía ver una imagen con dos carteles de se busca tachados y el titular diciendo "Los hemanos piratas Dante y Garfin encarcelados". Eso fue suficiente para hacerme esbozar una sonrisa de felicidad, para después leer más abajo que todo fue obra de los marines. Tras ver eso último le mostré a Arkadian el periódico con cara de enfadada, pero sin decir ninguna palabra. Unos minutos después el dependiente terminó con la clienta, que salió por la puerta con una bolsa y una sonrisa en la cara.
-Díganme señor y señorita, ¿qué desean?- Preguntó el dependiente sonriendo, mirando primero al joven pelinegro y después a mí.
Arkadian Dardock
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Akuma no mi
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El paseo hacia la zona comercial fue tranquilo, la rubita intentó animarme con alguna carantoña y diciendo que sonriera, que la vida era difícil, pero que había que ser feliz. Eso hizo que una mueca de felicidad saliera de mi rostro sin que pudiera evitarlo. Tenía que admitir que la compañía de Yumiko hacía que todo fuera más llevadero.
Durante la ruta que seguimos hacia la zona comercial, pasamos por el puerto. Todo estaba tranquilo, algunos hombres de la marina, pero ninguno se giró al vernos y tampoco parecía haber mucho alboroto. No creo que los ciudadanos que hay ahora mismo por aquí se puedan imaginar lo que pasó aquí ayer mismo, ni yo mismo puedo creer que estuviera a punto de morir a escasos metros de donde me encontraba ahora mismo.
No tardamos en llegar a una de las tiendas que buscábamos. Era una sastrería que pintaba bastante bien, ya que había ganado algunos berries me merecía un caprichito y necesitaba un traje nuevo, así que era la mejor excusa para comprármelo. Entramos a la tienda y el dependiente nos hace sentarnos mientras acaba con otro cliente. La sastrería tenía dos largos pasillos con trajes y chaquetas colgadas de perchas, a parte había una zona donde el dependiente tomaba medidas a los clientes para hacer los trajes a su gusto.
Mientras esperábamos nuestro turno la rubita, con cara de enfado, me mostró un periódico que estaba leyendo. En él se podían ver dos carteles de “se busca” tachados con los rostros de Dante y Garfin, más abajo citaba como los marines habían conseguido darles caza. Ahora entendía el enfado de Yumiko, como era de esperar la marina se había llevado todo el mérito de la derrota de esos dos tipos cuando lo más probable era que tramasen algo conjuntamente.
-¿También pone que a la marina le han desaparecido más de veinte millones de berries? -dije de forma irónica para quitarle importancia al asunto-. Ahora en serio, no me sorprende nada, era de esperar.
-Perdón por la interrupción, pero es su turno -se dirigió a nosotros el dependiente con amabilidad-. Sígame caballero si es usted tan amable.
-En seguida -le respondí.
-¿Qué es exactamente lo que busca? -me pregunto con mirada de extrañado, ya que la ropa que llevaba no pegaba mucho con el sitio.
-Quiero un traje negro a medida, una camisa blanca, una corbata negra y unos zapatos que combinen -dije con confianza-. No se preocupe por el precio.
-Por supuesto, voy a tomarle medidas y veré que tengo para usted -le cambió la cara al verme tan confiado y sin importarme el dinero.
El hombre no tardó mucho en tomarme las medidas y sacarme algunos que me podían sentar bien. Finalmente me decidí por uno de tela fina, cómodo para el combate y que no me diera mucho calor. Salí del probador con la camisa, la corbata, los zapatos y el traje puesto hacia la rubita esperando su aprobación.
-¿Qué te parece, me queda bien? -me dirigí a ella con una pequeña sonrisa.
Esperé su contestación, aunque fuera negativa me lo iba a quedar igualmente, me sentía muy cómodo, mucho más que con el antiguo. Fui hacia el mostrados para pagar.
-¿Se lo llevará usted puesto, caballero? -me preguntó el dependiente-. Serán 18.000 Berries, por favor.
-Si, me lo llevaré puesto -dije mientras sacaba el dinero y metía la ropa que había traído puesta en una bolsa- Aquí puedo guardar mejor el tabaco sin que se me rompan los cigarros, no como en los pantalones.
Salimos de la tienda mientras el hombre que nos había atendido nos despedía con cara de felicidad, había hecho una buena venta. Saqué un cigarro y me lo encendí. La verdad es que ahora me sentía mucho mejor.
-Yumiko, ¿qué te apetece hacer ahora, ir a tomar algo o ir antes a una armería para comprarle unas espadas al viejo? -le pregunté a la rubita-. Hay que hacer las dos cosas, pero me da igual el orden.
Durante la ruta que seguimos hacia la zona comercial, pasamos por el puerto. Todo estaba tranquilo, algunos hombres de la marina, pero ninguno se giró al vernos y tampoco parecía haber mucho alboroto. No creo que los ciudadanos que hay ahora mismo por aquí se puedan imaginar lo que pasó aquí ayer mismo, ni yo mismo puedo creer que estuviera a punto de morir a escasos metros de donde me encontraba ahora mismo.
No tardamos en llegar a una de las tiendas que buscábamos. Era una sastrería que pintaba bastante bien, ya que había ganado algunos berries me merecía un caprichito y necesitaba un traje nuevo, así que era la mejor excusa para comprármelo. Entramos a la tienda y el dependiente nos hace sentarnos mientras acaba con otro cliente. La sastrería tenía dos largos pasillos con trajes y chaquetas colgadas de perchas, a parte había una zona donde el dependiente tomaba medidas a los clientes para hacer los trajes a su gusto.
Mientras esperábamos nuestro turno la rubita, con cara de enfado, me mostró un periódico que estaba leyendo. En él se podían ver dos carteles de “se busca” tachados con los rostros de Dante y Garfin, más abajo citaba como los marines habían conseguido darles caza. Ahora entendía el enfado de Yumiko, como era de esperar la marina se había llevado todo el mérito de la derrota de esos dos tipos cuando lo más probable era que tramasen algo conjuntamente.
-¿También pone que a la marina le han desaparecido más de veinte millones de berries? -dije de forma irónica para quitarle importancia al asunto-. Ahora en serio, no me sorprende nada, era de esperar.
-Perdón por la interrupción, pero es su turno -se dirigió a nosotros el dependiente con amabilidad-. Sígame caballero si es usted tan amable.
-En seguida -le respondí.
-¿Qué es exactamente lo que busca? -me pregunto con mirada de extrañado, ya que la ropa que llevaba no pegaba mucho con el sitio.
-Quiero un traje negro a medida, una camisa blanca, una corbata negra y unos zapatos que combinen -dije con confianza-. No se preocupe por el precio.
-Por supuesto, voy a tomarle medidas y veré que tengo para usted -le cambió la cara al verme tan confiado y sin importarme el dinero.
El hombre no tardó mucho en tomarme las medidas y sacarme algunos que me podían sentar bien. Finalmente me decidí por uno de tela fina, cómodo para el combate y que no me diera mucho calor. Salí del probador con la camisa, la corbata, los zapatos y el traje puesto hacia la rubita esperando su aprobación.
-¿Qué te parece, me queda bien? -me dirigí a ella con una pequeña sonrisa.
Esperé su contestación, aunque fuera negativa me lo iba a quedar igualmente, me sentía muy cómodo, mucho más que con el antiguo. Fui hacia el mostrados para pagar.
-¿Se lo llevará usted puesto, caballero? -me preguntó el dependiente-. Serán 18.000 Berries, por favor.
-Si, me lo llevaré puesto -dije mientras sacaba el dinero y metía la ropa que había traído puesta en una bolsa- Aquí puedo guardar mejor el tabaco sin que se me rompan los cigarros, no como en los pantalones.
Salimos de la tienda mientras el hombre que nos había atendido nos despedía con cara de felicidad, había hecho una buena venta. Saqué un cigarro y me lo encendí. La verdad es que ahora me sentía mucho mejor.
-Yumiko, ¿qué te apetece hacer ahora, ir a tomar algo o ir antes a una armería para comprarle unas espadas al viejo? -le pregunté a la rubita-. Hay que hacer las dos cosas, pero me da igual el orden.
Yumiko Mei
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El sastre atendió al joven pelinegro, le hizo un traje negro a medida. Camisa blanca, corbata y zapatos negros, bastante simple pero le quedaba perfecto. Parecía un caballero, a pesar de que el día anterior se encontraba en la peor situación que un hombre habría imaginado, después de ponerse el traje estaba estupendo, pensé irónicamente. Me miró y pidió mi aprobación, la cuál le dí haciendo un gesto con la cabeza y sonriendo. Le quedaba perfecto, era una pena que no estuviese interesado en ningún hombre en ese momento, pues él era un buen partido, sonreí internamente a medida que pensaba en ello. El dependiente le cobró 18.000 berries y nos fuimos de la tienda.
-Podríamos ir a tomar algo, pues tu no has desayunado y yo aún tengo hambre. - Dije señalando la tienda cercana, era el mismo restaurante del día anterior, aunque me sintiese con pocas ganas de volver a visitarlo, no pude ver nada más alrededor para comer.- ¿Te parece si le volvemos a pegar una visita al restaurante? Quizás una segunda oportunidad no le haga tan mal, después de lo que pasó ayer.- Ironicé a medida que caminaba en esa dirección.
A mitad de camino pude sentir una fuerte brisa, esta arrastró un papel que se quedó sujeto de mi pierna. Lo cogí, se trataba del mismo cartel que vi al venir a este manglar la última vez, el cartel del restaurante, con una foto en tono sepia del mismo. Sonreí ante tal deja-vu y seguí caminando. Una vez delante, miré por los alrededores y todo estaba calmado, dentro había un par de borrachos en una esquina, una familia comiendo cangrejos en otra y un hombre joven haciendo las labores de camarero. En la barra estaba el mismo hombre del día anterior, pero tenía un ojo morado y una reciente cicatriz en la mejilla derecha. Solo pude pensar en que a los marines no les gustó el trato, pero tampoco era momento de sacar conclusiones precipitadas. Había un intenso aroma a paella, pero era muy pronto para tomarse una, quizás no eran más de las 11, así que me iría a pedir un desayuno ligero.
-Un colacao y dos cruasáns por favor.- Dije mientras me sentaba en la barra, el hombre se quedó mirando un rato pensativo y recordó mi cara. Entonces me dirigió una mirada borde, para poco después ponerse a preparar el desayuno que le había pedido. - Veo que ya han arreglado el techo, y además han tapizado las paredes con flores, no les ha faltado dinero al parecer.- Añadí sarcásticamente mientras miraba las paredes, el tapiz era de terciopelo con pescaditos, mientras en el techo no había ni rastro del agujero del día anterior.
-Todo gracias a la marina, una vez os fuisteis me dieron una oferta y acepté, arreglar el local por un bufé libre. Cuando les dije que parasen de comer... Digamos que no se lo tomaron muy bien... Ahora tengo un ojo morado y dos costillas casi rotas.-Dijo el hombre dejando ver su moratón.- Al día siguiente ni rastro de ellos, tuve que contratar un carpintero y este además de arreglar la parte de arriba tapizó el local.- Añadió intentando hacerse la víctima, pero eso no funcionaría con Yumiko, no después de hacerle pagar por daños que no iban con ella.
Tras esa corta discusión, el camarero dejó el colacao y los cruasáns sobre la barra, los tomé y me fui a una mesa en una de las esquinas, que por cierto también habían renovado. El local parecía de otro nivel, mucho más rico que el día anterior, no podía creerme que hubiesen usado todo el dinero para esa estupidez.
-Marines dando palizas a civiles, suena muy correcto, ¿no?- Dije sarcásticamente en dirección al joven trajeado que ya esperaba estuviese sentado delante mía. Eso parecía una cita, pero no lo era, al menos no había pensado en que lo fuese, pero quizás si lo era. Me estaba haciendo un lío mental la verdad, solo de pensar que estaba con otro hombre en una mesa tomando un desayuno y no se trataba de mi difunto novio, Byakuro.
Sonreí y empecé a tomar mi desayuno, mojé un cruasán en el colacao y lo mordí, estaba delicioso. Por otro lado, pude ver como la familia que se encontraba comiendo cangrejos, eran servidos con una enorme paella, tenía unos cuantos trozos de pollo y un arroz dorado, al punto. Se me hacía la boca agua, quizás para la hora de comer volviésemos a pasar por aquí, pues eso tenía muy buena pinta. No por cualquier cosa se trataba de uno de los mejores restaurantes de la isla, al menos en cuanto a comida. El servicio no tenía tanto prestigio, al menos no de mi parte, no después de lo que me hicieron pagar, pensé.
En el centro de la mesa había un ramo de flores, unas cuantas rosas y varias amapolas, había comenzado hace poco la época de estas últimas y quedaban espectaculares en el centro de la mesa. Combinaba con el tapizado rojo del local y con el ambiente. Sentí la necesidad de olerlas y así hice. Tras eso sonreí al joven pelinegro y seguí comiendo mi desayuno, menos mal que habíamos parado para tomar algo, eso estaba perfecto, pensé. Cada vez sentía que se parecía más a una cita y me ponía más nerviosa, no me solía pasar a menudo, pero cuanto más tiempo pasaba con alguien a solas en silencio, más sentía la necesidad de romperlo. En este caso como en muchos otros, no sabía como romper ese incómodo silencio y mi cara se ponía cada vez más roja.
-Podríamos ir a tomar algo, pues tu no has desayunado y yo aún tengo hambre. - Dije señalando la tienda cercana, era el mismo restaurante del día anterior, aunque me sintiese con pocas ganas de volver a visitarlo, no pude ver nada más alrededor para comer.- ¿Te parece si le volvemos a pegar una visita al restaurante? Quizás una segunda oportunidad no le haga tan mal, después de lo que pasó ayer.- Ironicé a medida que caminaba en esa dirección.
A mitad de camino pude sentir una fuerte brisa, esta arrastró un papel que se quedó sujeto de mi pierna. Lo cogí, se trataba del mismo cartel que vi al venir a este manglar la última vez, el cartel del restaurante, con una foto en tono sepia del mismo. Sonreí ante tal deja-vu y seguí caminando. Una vez delante, miré por los alrededores y todo estaba calmado, dentro había un par de borrachos en una esquina, una familia comiendo cangrejos en otra y un hombre joven haciendo las labores de camarero. En la barra estaba el mismo hombre del día anterior, pero tenía un ojo morado y una reciente cicatriz en la mejilla derecha. Solo pude pensar en que a los marines no les gustó el trato, pero tampoco era momento de sacar conclusiones precipitadas. Había un intenso aroma a paella, pero era muy pronto para tomarse una, quizás no eran más de las 11, así que me iría a pedir un desayuno ligero.
-Un colacao y dos cruasáns por favor.- Dije mientras me sentaba en la barra, el hombre se quedó mirando un rato pensativo y recordó mi cara. Entonces me dirigió una mirada borde, para poco después ponerse a preparar el desayuno que le había pedido. - Veo que ya han arreglado el techo, y además han tapizado las paredes con flores, no les ha faltado dinero al parecer.- Añadí sarcásticamente mientras miraba las paredes, el tapiz era de terciopelo con pescaditos, mientras en el techo no había ni rastro del agujero del día anterior.
-Todo gracias a la marina, una vez os fuisteis me dieron una oferta y acepté, arreglar el local por un bufé libre. Cuando les dije que parasen de comer... Digamos que no se lo tomaron muy bien... Ahora tengo un ojo morado y dos costillas casi rotas.-Dijo el hombre dejando ver su moratón.- Al día siguiente ni rastro de ellos, tuve que contratar un carpintero y este además de arreglar la parte de arriba tapizó el local.- Añadió intentando hacerse la víctima, pero eso no funcionaría con Yumiko, no después de hacerle pagar por daños que no iban con ella.
Tras esa corta discusión, el camarero dejó el colacao y los cruasáns sobre la barra, los tomé y me fui a una mesa en una de las esquinas, que por cierto también habían renovado. El local parecía de otro nivel, mucho más rico que el día anterior, no podía creerme que hubiesen usado todo el dinero para esa estupidez.
-Marines dando palizas a civiles, suena muy correcto, ¿no?- Dije sarcásticamente en dirección al joven trajeado que ya esperaba estuviese sentado delante mía. Eso parecía una cita, pero no lo era, al menos no había pensado en que lo fuese, pero quizás si lo era. Me estaba haciendo un lío mental la verdad, solo de pensar que estaba con otro hombre en una mesa tomando un desayuno y no se trataba de mi difunto novio, Byakuro.
Sonreí y empecé a tomar mi desayuno, mojé un cruasán en el colacao y lo mordí, estaba delicioso. Por otro lado, pude ver como la familia que se encontraba comiendo cangrejos, eran servidos con una enorme paella, tenía unos cuantos trozos de pollo y un arroz dorado, al punto. Se me hacía la boca agua, quizás para la hora de comer volviésemos a pasar por aquí, pues eso tenía muy buena pinta. No por cualquier cosa se trataba de uno de los mejores restaurantes de la isla, al menos en cuanto a comida. El servicio no tenía tanto prestigio, al menos no de mi parte, no después de lo que me hicieron pagar, pensé.
En el centro de la mesa había un ramo de flores, unas cuantas rosas y varias amapolas, había comenzado hace poco la época de estas últimas y quedaban espectaculares en el centro de la mesa. Combinaba con el tapizado rojo del local y con el ambiente. Sentí la necesidad de olerlas y así hice. Tras eso sonreí al joven pelinegro y seguí comiendo mi desayuno, menos mal que habíamos parado para tomar algo, eso estaba perfecto, pensé. Cada vez sentía que se parecía más a una cita y me ponía más nerviosa, no me solía pasar a menudo, pero cuanto más tiempo pasaba con alguien a solas en silencio, más sentía la necesidad de romperlo. En este caso como en muchos otros, no sabía como romper ese incómodo silencio y mi cara se ponía cada vez más roja.
Arkadian Dardock
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Intelecto
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Al salir de la sastrería, Yumiko sugirió que fuéramos a tomar algo. La verdad que mi estómago lo necesitaba, puesto que no había comido nada desde que me levanté hace unas horas. Nos dirigimos al restaurante del día anterior, ya que no había otro más por la zona.
-La verdad es que no me vendría mal comer algo -dije aprobando la sugerencia de mi compañera-. Mi estómago lo está pidiendo a gritos.
Entramos en el restaurante. Dentro se encontraban unos borrachos, una familia y el encargado algo magullado. Seguro que los marines que entraron el día anterior tienen algo que ver con eso. La rubita fue a pedir a la barra, yo me senté en una mesa vacía y pedí un café con tostadas de jamón a una camarera que había por allí limpiando. Mientras esperaba pude ver como la arquera hablaba con el hombre magullado. La verdad es que está chica podría ponerse a hablar con cualquier persona que se encontrase.
La camarera no tardó en traer mi pedido y poco después Yumiko se sentó delante de mí con su desayuno. Traía un colacao y unos croissants. Al ver esa bebida no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa, era un desayuno que le pegaba mucho. En la mesa de al lado trajeron una paella que tenía muy buen color, pude ver como a la rubita se le iban los ojos mientras se la comían nuestros vecinos de mesa.
Los minutos pasaban y en nuestra mesa se hacía un silencio al que yo, la verdad estaba totalmente acostumbrado, pero viniendo de la arquera me extrañó, sin embargo, no lo di demasiada importancia, estará pensando en que hacer cuando nuestros caminos se separen. Acabé mis tostadas y comencé a beber mi café. No podía bebérmelo sin acompañarlo con un cigarro, así que saqué uno de mi bolsillo de la nueva chaqueta y me lo encendí.
-¿En qué piensas rubita? -pregunté rompiendo el silencio-. Te veo muy callada y eso es raro en ti. A decir verdad, me da pena que nuestra alianza acabe -dije con la cabeza apoyada en mi brazo-. Me lo he pasado muy bien, aunque haya estado a punto de morir.
No sabía muy bien que decir en estas situaciones de silencio, pero si algo me caracteriza es decir lo que pienso. Así que no tuve que pensar mucho en como empezar una conversación. La arquera se estaba empezando a sonrojar y no entendía muy bien por qué. Tal vez el desayuno no le esté sentando muy bien, pero me extrañaba.
-Después de desayunar iremos a una armería, tengo que comprarle unas espadas al viejo, que las suyas me las regaló y quería darle unas como agradecimiento y también para que no esté indefenso por si pasase algo -Continué hablando esperando alguna contestación.
Mi cigarro se iba consumiendo poco a poco y el estar disfrutando de él sin ninguna preocupación era de agradecer. Esa tranquilidad no duró demasiado, ya que tres marines entraron al restaurante. No tenía nada por lo que ocultarme, pero la presencia de la marina siempre hacía que me tensara. Pasaron al lado nuestro, nos miraron, se sentaron a la barra y comenzaron a hablar con el encargado. Uno de ellos no nos quitaba el ojo de encima. Yo hice caso omiso a su mirada y seguí disfrutando del café y del cigarro.
-Mira, uno de tus amigos no deja de mirarnos -bromeé sobre la situación.
-La verdad es que no me vendría mal comer algo -dije aprobando la sugerencia de mi compañera-. Mi estómago lo está pidiendo a gritos.
Entramos en el restaurante. Dentro se encontraban unos borrachos, una familia y el encargado algo magullado. Seguro que los marines que entraron el día anterior tienen algo que ver con eso. La rubita fue a pedir a la barra, yo me senté en una mesa vacía y pedí un café con tostadas de jamón a una camarera que había por allí limpiando. Mientras esperaba pude ver como la arquera hablaba con el hombre magullado. La verdad es que está chica podría ponerse a hablar con cualquier persona que se encontrase.
La camarera no tardó en traer mi pedido y poco después Yumiko se sentó delante de mí con su desayuno. Traía un colacao y unos croissants. Al ver esa bebida no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa, era un desayuno que le pegaba mucho. En la mesa de al lado trajeron una paella que tenía muy buen color, pude ver como a la rubita se le iban los ojos mientras se la comían nuestros vecinos de mesa.
Los minutos pasaban y en nuestra mesa se hacía un silencio al que yo, la verdad estaba totalmente acostumbrado, pero viniendo de la arquera me extrañó, sin embargo, no lo di demasiada importancia, estará pensando en que hacer cuando nuestros caminos se separen. Acabé mis tostadas y comencé a beber mi café. No podía bebérmelo sin acompañarlo con un cigarro, así que saqué uno de mi bolsillo de la nueva chaqueta y me lo encendí.
-¿En qué piensas rubita? -pregunté rompiendo el silencio-. Te veo muy callada y eso es raro en ti. A decir verdad, me da pena que nuestra alianza acabe -dije con la cabeza apoyada en mi brazo-. Me lo he pasado muy bien, aunque haya estado a punto de morir.
No sabía muy bien que decir en estas situaciones de silencio, pero si algo me caracteriza es decir lo que pienso. Así que no tuve que pensar mucho en como empezar una conversación. La arquera se estaba empezando a sonrojar y no entendía muy bien por qué. Tal vez el desayuno no le esté sentando muy bien, pero me extrañaba.
-Después de desayunar iremos a una armería, tengo que comprarle unas espadas al viejo, que las suyas me las regaló y quería darle unas como agradecimiento y también para que no esté indefenso por si pasase algo -Continué hablando esperando alguna contestación.
Mi cigarro se iba consumiendo poco a poco y el estar disfrutando de él sin ninguna preocupación era de agradecer. Esa tranquilidad no duró demasiado, ya que tres marines entraron al restaurante. No tenía nada por lo que ocultarme, pero la presencia de la marina siempre hacía que me tensara. Pasaron al lado nuestro, nos miraron, se sentaron a la barra y comenzaron a hablar con el encargado. Uno de ellos no nos quitaba el ojo de encima. Yo hice caso omiso a su mirada y seguí disfrutando del café y del cigarro.
-Mira, uno de tus amigos no deja de mirarnos -bromeé sobre la situación.
Yumiko Mei
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El joven pelinegro también tenía hambre, pero solo se había pedido un café y tostadas con jamón, bastante poquito para un desayuno, pero no le iba a decir nada al respecto. Por otro lado, el trajeado se quedó sorprendido ante mi silencio y preguntó sobre mis pensamientos, y la verdad es que no sabía que contestar en un principio. Pero luego el joven mencionó que le daba pena que nuestra alianza terminase, y era justo lo que pensaba y no sabía como decir.
-A mí también me da pena que se acabe, ha sido increíble. Aunque no te quise haber metido entre tantos problemas y en un principio pensase que no me irías a ayudar, me sorprendí cuando casi moriste por mi culpa.- Dije con una sincera sonrisa. - Te agradezco mucho todo lo que has hecho por mí y por la chica, tienes un corazón muy bondadoso.- Añadí sonrojada
El joven dijo que iríamos a la armería después, ahí compraríamos espadas para el anciano. Al parecer, las que él tenía habían sido regaladas y necesitaba devolverle el favor. A decir verdad, parecían espadas usadas, pero de calidad. En mis años por el mundo había visto muchas armas y sabía distinguir su calidad y fuerza, la de esas armas era más de la que aparentaban. Quizás en este momento no estuviesen en todo su potencial, pero estaba segura que en un futuro se volverían muy poderosas, lo presentía.
-No lo mencioné antes, pero tienes unas espadas muy poderosas. Espero no tener que cruzarme con ellas.- Dije con una sonrisa señalando las armas que llevaba el joven en la espalda.
Tras esas palabras, entró un grupo de marines. Eran tres nada más, pero uno de ellos no dejó de mirarnos, y eso me estaba enfadando bastante, sobre todo porque reconocí su aura de entre los marines que habíamos visto entrar el día anterior al restaurante. Estaba a punto de cometer un crimen y dispararle si no apartaba su vista de nosotros, pero entonces Arkadian hizo un chiste y me calmé.
-Vayámonos. Al parecer aquí no somos bien recibidos.- Dije con una sonrisa mientras me levantaba de la mesa. Dejé 2.000 berries en la mesa y me fui, la propina era para el camarero que tenía cierta decencia, no como el hombre de la barra, el cual no se lo merecía.
Salí por la puerta del sitio, no sin antes mirar de nuevo al grupo de marines, que ya estaban gritándole al hombre de la barra. No tenía ganas de ponerme a discutir o salvar la situación, pues no quería acabar en problemas con el gobierno, pero si yo hubiese sido alguien de la marina, esos hombres llevarían ya tiempo despedidos. Cada vez sentía más impotencia por mi posición frente al gobierno y la marina y más necesidad de mostrar que lo que estaban haciendo no era justicia, pero no era mi hora aún, tenía que entrenar mucho más.
Seguí caminando junto al joven hasta que diésemos con la armería, yo le seguía a él, pues no sabía donde se encontraba esa armería. Después de un rato caminando, unos trescientos metros, dimos con lo que parecía ser una tienda de armas y armaduras, la mayoría parecían antiguas, algunas eran de la edad medieval y otras nuevas. Había algunas pistolas y rifles a la vista en el escaparate que daba a la calle, pero nada llamaba mi atención aunque al joven podría gustarle. Poco después abrí la puerta y oí el sonido de la misma campanilla que en la sastrería, esta invitaba a un ambiente bastante bruto, el hombre de la tienda tenía unos cincuenta años, parecía muy anciano y mostraba un rostro lleno de arrugas, sin mencionar las canas, las cuales tenía más que pelos castaños.
Dentro de la armería se podían ver escudos medievales colgados en la pared, varias espadas cruzadas sobre estos, algunos mostradores llenos de pistolas, dagas y otro tipo de armas más exóticas, como shurikens y katanas. Detrás del hombre del mostrador había una puerta y al lado de esta una armadura de placas de acero completa, como la de los caballeros, entre sus manos sujetaba un mandoble que medía casi metro y medio. La verdad es que la tienda estaba muy bien, las armas parecían de calidad, las espadas estaban afiladas, las armaduras limpias y las mesas enceradas. Me quedé fisgoneando mientras el joven escogía lo que quería comprar.
-A mí también me da pena que se acabe, ha sido increíble. Aunque no te quise haber metido entre tantos problemas y en un principio pensase que no me irías a ayudar, me sorprendí cuando casi moriste por mi culpa.- Dije con una sincera sonrisa. - Te agradezco mucho todo lo que has hecho por mí y por la chica, tienes un corazón muy bondadoso.- Añadí sonrojada
El joven dijo que iríamos a la armería después, ahí compraríamos espadas para el anciano. Al parecer, las que él tenía habían sido regaladas y necesitaba devolverle el favor. A decir verdad, parecían espadas usadas, pero de calidad. En mis años por el mundo había visto muchas armas y sabía distinguir su calidad y fuerza, la de esas armas era más de la que aparentaban. Quizás en este momento no estuviesen en todo su potencial, pero estaba segura que en un futuro se volverían muy poderosas, lo presentía.
-No lo mencioné antes, pero tienes unas espadas muy poderosas. Espero no tener que cruzarme con ellas.- Dije con una sonrisa señalando las armas que llevaba el joven en la espalda.
Tras esas palabras, entró un grupo de marines. Eran tres nada más, pero uno de ellos no dejó de mirarnos, y eso me estaba enfadando bastante, sobre todo porque reconocí su aura de entre los marines que habíamos visto entrar el día anterior al restaurante. Estaba a punto de cometer un crimen y dispararle si no apartaba su vista de nosotros, pero entonces Arkadian hizo un chiste y me calmé.
-Vayámonos. Al parecer aquí no somos bien recibidos.- Dije con una sonrisa mientras me levantaba de la mesa. Dejé 2.000 berries en la mesa y me fui, la propina era para el camarero que tenía cierta decencia, no como el hombre de la barra, el cual no se lo merecía.
Salí por la puerta del sitio, no sin antes mirar de nuevo al grupo de marines, que ya estaban gritándole al hombre de la barra. No tenía ganas de ponerme a discutir o salvar la situación, pues no quería acabar en problemas con el gobierno, pero si yo hubiese sido alguien de la marina, esos hombres llevarían ya tiempo despedidos. Cada vez sentía más impotencia por mi posición frente al gobierno y la marina y más necesidad de mostrar que lo que estaban haciendo no era justicia, pero no era mi hora aún, tenía que entrenar mucho más.
Seguí caminando junto al joven hasta que diésemos con la armería, yo le seguía a él, pues no sabía donde se encontraba esa armería. Después de un rato caminando, unos trescientos metros, dimos con lo que parecía ser una tienda de armas y armaduras, la mayoría parecían antiguas, algunas eran de la edad medieval y otras nuevas. Había algunas pistolas y rifles a la vista en el escaparate que daba a la calle, pero nada llamaba mi atención aunque al joven podría gustarle. Poco después abrí la puerta y oí el sonido de la misma campanilla que en la sastrería, esta invitaba a un ambiente bastante bruto, el hombre de la tienda tenía unos cincuenta años, parecía muy anciano y mostraba un rostro lleno de arrugas, sin mencionar las canas, las cuales tenía más que pelos castaños.
Dentro de la armería se podían ver escudos medievales colgados en la pared, varias espadas cruzadas sobre estos, algunos mostradores llenos de pistolas, dagas y otro tipo de armas más exóticas, como shurikens y katanas. Detrás del hombre del mostrador había una puerta y al lado de esta una armadura de placas de acero completa, como la de los caballeros, entre sus manos sujetaba un mandoble que medía casi metro y medio. La verdad es que la tienda estaba muy bien, las armas parecían de calidad, las espadas estaban afiladas, las armaduras limpias y las mesas enceradas. Me quedé fisgoneando mientras el joven escogía lo que quería comprar.
Arkadian Dardock
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Poco después de que los marines entraran en el restaurante, la cara de Yumiko fue tornándose de felicidad a odio, debido a la mirada penetrante de uno de los marines. Me miró y decidió que era hora de irse, sin duda alguna era la decisión más sensata puesto que nos estábamos poniendo algo tensos y si nos llegaban a molestar, no nos haríamos cargo de nuestros actos. Dejó el dinero de los desayunos y salimos por la puerta del restaurante a un ritmo tranquilo.
Antes de eso la rubita había mencionado que mis espadas parecían poderosas y así pensaba yo también, aunque bien es cierto que todavía no les había sacado todo el potencial que eran capaz de soportar. Me alagó mucho el cumplido hacia mis armas viniendo de ella, una guerrera poderosa con muchas habilidades bien desarrolladas.
Nos pusimos rumbo a la armería, pues la rubita había accedido a venir. Por el camino nada me resultó extraño, la gente paseaba tranquilamente, se respiraba paz y tranquilidad, pero aun así prefería vivir en la zona sin ley, me sentía más cómodo y andar con las espadas al hombro no era raro. Aquí había personas que miraban mis armas extrañadas e incluso atemorizadas. Si realmente supieran que están en manos de un gobierno caprichoso y sanguinario, no sería a mí a quien miraran con miedo.
-Ya hemos llegado -dije a mi compañera-. Echa un vistazo mientras hablo con el dueño. No tardaré mucho.
Al entrar pude ver que había armas y armaduras de todo tipo, desde espadas clásicas y escudos simples hasta katanas y wakizashis. Buscaba un buen par de espadas que remplazaras a estas, sabía que unas iguales no iba a encontrar, pero algo que se le pareciese.
-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? -me dijo el tendero con una sonrisa-. Tenemos una gran variedad de espadas y equipamiento.
-Estaba buscando dos espadas que se complementasen bien entre ellas, pero no veo ninguna por aquí con esas cualidades -señale la tienda en general.
-Veo que tiene buen ojo, espere un momento que le saco unas que tengo guardadas para aventureros como ustedes -dijo mientras pasaba a una habitación trasera.
Me acerqué a la rubita mientras esperaba al tendero. Ella estaba mirando unos guantes de tela especial del mismo color que su atuendo. La verdad es que le quedarían muy bien, pensé mientras me la imaginaba con ellos puestos. No sé si tendrán alguna característica peculiar, puesto que todas las prendas de la arquera poseían algún rasgo que las hacían únicas.
-Acérquese caballero -se dirigió a mí el dueño de la armería-. Creo que esto le será más de su agrado.
Las espadas que me estaba mostrando eran dos katanas gemelas, en los cantos se podían ver unos dragones plasmados que al juntarlos hacían uno solo con dos cabezas. Las cogí para medir su peso y manejo. El tendero no mentía, eran dos buenas espadas que combinaban muy bien entre ellas, eran ligeras y su acabado era casi perfecto.
-Me las quedo -le dije con tono satisfactorio-. Son de gran calidad.
-Perfecto, se lleva usted unas de las mejores piezas de mi tienda -respondió mientras me las envolvía-. Serán 60.000 Berries.
-Le doy 70.000 si incluye los guantes que está mirando esa jovencita -dije intentando regatear al tendero-. Creo que es un buen precio.
-Esos guantes están valorados en 25.000, no puedo aceptar esa cifra -respondió a mi oferta-. Podríamos dejarlo en 75.000, pero no puedo bajar más.
-Me los llevo, aquí tiene el dinero -dije poniendo lo berries encima de la mesa.
El tendero se dirigió a los guantes que estaban enfrente de la arquera, provocando así que Yumiko pusiera una cara de sorpresa, haciendo ver que no sabía muy bien lo que estaba pasando.
-Nos vamos -afirmé mientras miraba a mi compañera-. Por cierto rubita, te he comprado esto como agradecimiento por salvarme la vida -le dije mientras le daba una bolsita con los guantes dentro.
Antes de eso la rubita había mencionado que mis espadas parecían poderosas y así pensaba yo también, aunque bien es cierto que todavía no les había sacado todo el potencial que eran capaz de soportar. Me alagó mucho el cumplido hacia mis armas viniendo de ella, una guerrera poderosa con muchas habilidades bien desarrolladas.
Nos pusimos rumbo a la armería, pues la rubita había accedido a venir. Por el camino nada me resultó extraño, la gente paseaba tranquilamente, se respiraba paz y tranquilidad, pero aun así prefería vivir en la zona sin ley, me sentía más cómodo y andar con las espadas al hombro no era raro. Aquí había personas que miraban mis armas extrañadas e incluso atemorizadas. Si realmente supieran que están en manos de un gobierno caprichoso y sanguinario, no sería a mí a quien miraran con miedo.
-Ya hemos llegado -dije a mi compañera-. Echa un vistazo mientras hablo con el dueño. No tardaré mucho.
Al entrar pude ver que había armas y armaduras de todo tipo, desde espadas clásicas y escudos simples hasta katanas y wakizashis. Buscaba un buen par de espadas que remplazaras a estas, sabía que unas iguales no iba a encontrar, pero algo que se le pareciese.
-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? -me dijo el tendero con una sonrisa-. Tenemos una gran variedad de espadas y equipamiento.
-Estaba buscando dos espadas que se complementasen bien entre ellas, pero no veo ninguna por aquí con esas cualidades -señale la tienda en general.
-Veo que tiene buen ojo, espere un momento que le saco unas que tengo guardadas para aventureros como ustedes -dijo mientras pasaba a una habitación trasera.
Me acerqué a la rubita mientras esperaba al tendero. Ella estaba mirando unos guantes de tela especial del mismo color que su atuendo. La verdad es que le quedarían muy bien, pensé mientras me la imaginaba con ellos puestos. No sé si tendrán alguna característica peculiar, puesto que todas las prendas de la arquera poseían algún rasgo que las hacían únicas.
-Acérquese caballero -se dirigió a mí el dueño de la armería-. Creo que esto le será más de su agrado.
Las espadas que me estaba mostrando eran dos katanas gemelas, en los cantos se podían ver unos dragones plasmados que al juntarlos hacían uno solo con dos cabezas. Las cogí para medir su peso y manejo. El tendero no mentía, eran dos buenas espadas que combinaban muy bien entre ellas, eran ligeras y su acabado era casi perfecto.
-Me las quedo -le dije con tono satisfactorio-. Son de gran calidad.
-Perfecto, se lleva usted unas de las mejores piezas de mi tienda -respondió mientras me las envolvía-. Serán 60.000 Berries.
-Le doy 70.000 si incluye los guantes que está mirando esa jovencita -dije intentando regatear al tendero-. Creo que es un buen precio.
-Esos guantes están valorados en 25.000, no puedo aceptar esa cifra -respondió a mi oferta-. Podríamos dejarlo en 75.000, pero no puedo bajar más.
-Me los llevo, aquí tiene el dinero -dije poniendo lo berries encima de la mesa.
El tendero se dirigió a los guantes que estaban enfrente de la arquera, provocando así que Yumiko pusiera una cara de sorpresa, haciendo ver que no sabía muy bien lo que estaba pasando.
-Nos vamos -afirmé mientras miraba a mi compañera-. Por cierto rubita, te he comprado esto como agradecimiento por salvarme la vida -le dije mientras le daba una bolsita con los guantes dentro.
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Mientras Arkadian escogía sus espadas, me quedé mirando las diferentes vitrinas. En una de ellas pude ver unos guantes bastante bonitos, eran de color verde oscuro y con unas vendas por encima. Parecían de gran calidad y sin estrenar. Estaba a punto de comprarlas, cuando el joven pelinegro las cogió y las puso sobre el mostrador, comprándolas. Me quedé sorprendida, no esperaba que me las comprase, ni siquiera yo sabía si las compraría antes de probarlas. Seguí el dicho de "a caballo regalado no se le mira el diente" y acepté ese regalo sin rechistar.
-¡Muchas gracias!- Dije sonriendo ante el regalo. Al parecer me lo había regalado por salvarle la vida.- Veamos si me van bien. - Añadí mientras me ponía los guantes. Estaban un poquito apretados, pero se irían soltando con el tiempo, pensé a medida que probaba a dar un par de puñetazos al aire.
Después hice un par de movimientos con los dedos, simulé coger una flecha y dispararla. Todo correcto, los guantes eran muy cómodos de llevar y me permitían maniobrar con facilidad, justo lo que quería. Cogí el cuchillo seguidamente e intenté cortarme la palma, esperaba que no pareciese muy raro, pues ya estábamos fuera y había gente caminando. Al intentar cortar el guante el cuchillo se deslizaba y eso que era bastante afilado. Guantes de calidad resistentes a los cortes y a las rozaduras, perfectos para el uso que les iría a dar. Tras eso guardé el cuchillo en su funda y los guantes en el bolso que llevaba siempre sujeto a la cintura.
-Me encantan estos guantes, probablemente les de un buen uso.- Dije mientras caminábamos en dirección a la casa del anciano, había que darle las espadas y despedirse, pues yo necesitaba ya pensar en una nueva isla, había llamado demasiado la atención aquí y los criminales probablemente estarían espantados por mi presencia.
Por el camino me quedé mirando con atención las espadas que había comprado Arkadian, esperaba que me las dejase ver, pero no quería preguntar sobre ellas, pues no sabía como se lo tomaría. Al final, según había entendido salió a 75.000 berries todo lo que compramos, dos espadas y los guantes. Un precio bastante decente teniendo en cuenta la calidad de las espadas, era parecida a las que llevaba el joven, pero no estaban usadas. Quizás no fuesen igual de fuertes, pero de seguro el anciano sabía usarlas, al fin y al cabo su aura era fuerte.
-¿Qué piensas hacer después de que yo me vaya?- Pregunté curiosa, no sabía que tenía en mente el joven y la verdad es que deseaba pasar más tiempo con él después de todo el lío del día anterior, pero no podía, había más cosas que hacer en el mundo y no mucho tiempo para resolverlas.
Me quedé escuchando su respuesta, si la daba y seguimos a ritmo normal hasta alcanzar el puente que cruzaba el agua entre los manglares. Desde encima, ahora que estábamos más calmados me quedé mirando el agua, se podían ver peces nadando sin preocupación y algún que otro pez comiendo restos de pan, tirados por una mujer anciana desde uno de los manglares. Era una vista muy bonita, teniendo en cuenta todo lo que habíamos sufrido, era la típica escena final de un cuento de héroes, no pude evitar esbozar una sonrisa mientras miraba al horizonte, con el sol en lo más alto del cielo.
-Esta vista es hermosa.- Susurré intentando no romper el flujo de sonidos de la naturaleza. Se escuchaban pajaritos cantar, el agua fluir, algún pez saltando de vez en cuando y el viento atravesar las hojas de los árboles. De vez en cuando una pompa explotaba, dejando un fuerte sonido y volviendo al mismo ambiente natural en cuestión de instantes.
Tras esa parada, seguí caminando junto al joven hasta la casa del anciano. Se había comportado de forma muy amable conmigo, así que para agradecérselo, le dejé una bolsita con pétalos de Sakura que solía llevar para mis medicinas. No iba a regalarle flores, me parecía demasiado feo para un abuelo y no tenía tampoco una floristería a mano de donde comprar. Esperaba que le gustase el gesto y tras despedirme salí de la casa. Era hora de buscar un barco para salir de la isla, no sabía si Arkadian quería irse también o se iría a quedar.
-Tengo que buscar un barco para salir de aquí, porque he llamado demasiado la atención de la gente y no creo que los criminales se muestren sabiendo que ando por aquí.- Comenté mientras me despedía de la casa de Arkadian, la estancia estuvo bien y de estar en otra situación probablemente me hubiese quedado más.- ¿Me acompañas hasta el puerto?- Pregunté con una sonrisa inocente, la verdad es que no sabía como decirlo, pero quería pasar más tiempo con el joven y las despedidas no eran lo mío.
-¡Muchas gracias!- Dije sonriendo ante el regalo. Al parecer me lo había regalado por salvarle la vida.- Veamos si me van bien. - Añadí mientras me ponía los guantes. Estaban un poquito apretados, pero se irían soltando con el tiempo, pensé a medida que probaba a dar un par de puñetazos al aire.
Después hice un par de movimientos con los dedos, simulé coger una flecha y dispararla. Todo correcto, los guantes eran muy cómodos de llevar y me permitían maniobrar con facilidad, justo lo que quería. Cogí el cuchillo seguidamente e intenté cortarme la palma, esperaba que no pareciese muy raro, pues ya estábamos fuera y había gente caminando. Al intentar cortar el guante el cuchillo se deslizaba y eso que era bastante afilado. Guantes de calidad resistentes a los cortes y a las rozaduras, perfectos para el uso que les iría a dar. Tras eso guardé el cuchillo en su funda y los guantes en el bolso que llevaba siempre sujeto a la cintura.
-Me encantan estos guantes, probablemente les de un buen uso.- Dije mientras caminábamos en dirección a la casa del anciano, había que darle las espadas y despedirse, pues yo necesitaba ya pensar en una nueva isla, había llamado demasiado la atención aquí y los criminales probablemente estarían espantados por mi presencia.
Por el camino me quedé mirando con atención las espadas que había comprado Arkadian, esperaba que me las dejase ver, pero no quería preguntar sobre ellas, pues no sabía como se lo tomaría. Al final, según había entendido salió a 75.000 berries todo lo que compramos, dos espadas y los guantes. Un precio bastante decente teniendo en cuenta la calidad de las espadas, era parecida a las que llevaba el joven, pero no estaban usadas. Quizás no fuesen igual de fuertes, pero de seguro el anciano sabía usarlas, al fin y al cabo su aura era fuerte.
-¿Qué piensas hacer después de que yo me vaya?- Pregunté curiosa, no sabía que tenía en mente el joven y la verdad es que deseaba pasar más tiempo con él después de todo el lío del día anterior, pero no podía, había más cosas que hacer en el mundo y no mucho tiempo para resolverlas.
Me quedé escuchando su respuesta, si la daba y seguimos a ritmo normal hasta alcanzar el puente que cruzaba el agua entre los manglares. Desde encima, ahora que estábamos más calmados me quedé mirando el agua, se podían ver peces nadando sin preocupación y algún que otro pez comiendo restos de pan, tirados por una mujer anciana desde uno de los manglares. Era una vista muy bonita, teniendo en cuenta todo lo que habíamos sufrido, era la típica escena final de un cuento de héroes, no pude evitar esbozar una sonrisa mientras miraba al horizonte, con el sol en lo más alto del cielo.
-Esta vista es hermosa.- Susurré intentando no romper el flujo de sonidos de la naturaleza. Se escuchaban pajaritos cantar, el agua fluir, algún pez saltando de vez en cuando y el viento atravesar las hojas de los árboles. De vez en cuando una pompa explotaba, dejando un fuerte sonido y volviendo al mismo ambiente natural en cuestión de instantes.
Tras esa parada, seguí caminando junto al joven hasta la casa del anciano. Se había comportado de forma muy amable conmigo, así que para agradecérselo, le dejé una bolsita con pétalos de Sakura que solía llevar para mis medicinas. No iba a regalarle flores, me parecía demasiado feo para un abuelo y no tenía tampoco una floristería a mano de donde comprar. Esperaba que le gustase el gesto y tras despedirme salí de la casa. Era hora de buscar un barco para salir de la isla, no sabía si Arkadian quería irse también o se iría a quedar.
-Tengo que buscar un barco para salir de aquí, porque he llamado demasiado la atención de la gente y no creo que los criminales se muestren sabiendo que ando por aquí.- Comenté mientras me despedía de la casa de Arkadian, la estancia estuvo bien y de estar en otra situación probablemente me hubiese quedado más.- ¿Me acompañas hasta el puerto?- Pregunté con una sonrisa inocente, la verdad es que no sabía como decirlo, pero quería pasar más tiempo con el joven y las despedidas no eran lo mío.
Arkadian Dardock
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La rubita aceptó gustosamente el regalo y me propinó una amable sonrisa como agradecimiento. Los sacó de la bolsa para probárselos, la verdad que le quedaban muy bien. Sacó un cuchillo e hizo algunas pruebas para ver la resistencia de éstos, para concluir con algunos puñetazos al aire midiendo así su comodidad. Como los rompa con el cuchillo me niego a comprarle otros, pensé mientras observaba la escena.
Al terminar con las pruebas, me dijo que le encantaban y que les daría buen uso. Eso hizo que una sonrisa apareciera en mi rostro, si puedo ayudar en algo a una guerrera como ella, bienvenido sea.
Comenzamos a andar hacia la casa del viejo, había que darle las espadas y despedirnos. Yumiko se iría rumbo a una nueva aventura, pues aquí poco más podía hacer. Los delincuentes ya se habrían percatado de su presencia y no creo que se dejaran ver para ser capturados. Yo en cambio, no sabía muy bien lo que hacer. La Revolución tenía algo preparado en Water Seven, no era una maniobra muy arriesgada, así que podría ser una buena oportunidad para empezar. Por otra parte, dejar Sabaody me daba un poco de pena, ya que nunca he salido de aquí y estar con el viejo me hacía sentirme seguro de alguna manera.
-Lo más probable es que salga de este archipiélago, me ha llegado cierta información y creo que es momento de actuar -respondí a la pregunta que me hizo la arquera sin desvelar demasiado-. ¿Tú a dónde te diriges?, si se me permite la pregunta -pregunté esperando respuesta. Era una posibilidad remota que nos dirigiésemos al mismo sitio, pero había que probar.
Durante el camino de regreso, se podían observar vistas maravillosas. Las burbujas de ese manglar tenían una consistencia diferente que las hacía únicas. Si miraba hacia la izquierda podía ver a unos niños jugando con una cuerda sin dejar de saltarla, se les veía muy felices. Por un momento, me vino una imagen de mi pasado. Yo no tuve la suerte de disfrutar de esos detalles de la infancia que la hacen tan inocente. Al otro lado de la calle, en una pequeña cafetería, había una pareja sentada disfrutando sus bebidas, se les veía muy enamorados el uno del otro, tenían las manos entrelazadas y se miraban como tontos. Supongo que debe ser una sensación extraña el sentirse tan atraído por alguien y viceversa, pues yo nunca había tenido dicha sensación o por lo menos no me había percatado. Suelo ser bastante despistado con esas cosas.
Mientras cambiábamos de manglar, la rubita se detuvo en el puente apoyándose en una de las barandillas, observando como una mujer daba de comer a los peces. Era interesante ver como una persona con unas cualidades de batalla como ella disfrutaba de cosas tan simples como esa. Siempre había algo en el ambiente que la asombraba o simplemente la embelesaba, ya podía ser una mujer dando de comer a los animales de la zona, unas burbujas diferentes o unas simples flores en estado de crecimiento. Tenía que aprender de ella en ese aspecto, sino mi propio objetivo me absorbería, debía aprender a admirar los pequeños detalles que el mundo nos regala en cada instante.
No tardamos en llegar a casa, entramos por la puerta y saqué las espadas que llevaba envueltas para dárselas al anciano. Aproveché para enseñárselas a la arquera, pues no había tenido la oportunidad de verlas. Ella sacó una bolsita con pétalos para él como agradecimiento por lo bien que se había portado con ella, no tenía muy claro lo que era, pero se lo explicó con todo detalle. Yumiko, nos contó que debía irse, pues su trabajo aquí ya había concluido y era hora de poner rumbo a otra isla. Se dirigió a mí con una sonrisa preguntándome si la acompañaría al puerto. Mi respuesta fue afirmativa, aunque no decidiera salir hoy de Sabaody, la acompañaría igualmente, pues me apetecía pasar más tiempo con ella.
-Si, te acompañaré al puerto -dije devolviéndole la sonrisa-. Deja que coja unas cosas y nos ponemos en marcha.
-¿Te vas a ir sin despedirte, amigo mío? -preguntó el viejo irónicamente.
-No anciano, ahora me iba a despedir de ti -le dije mientras guardaba algunas cosas en una mochila-. Sabes de sobra que debo emprender mi camino y creo que ya sé por dónde empezar. Espero que nos volvamos a ver viejo amigo, no hay forma de que te agradezca todo lo que has hecho por mí.
-No te preocupes Arkadian, con que no mueras me vale -dijo sonriendo-. Y si consigues alcanzar tus objetivos en la vida, me sentiré más que recompensado.
-Tomo nota, seguro que nos veremos antes de que eso ocurra -dije guiñándole un ojo-. Y ya sabes, que no te maten -añadí, como él siempre hacía cada vez que yo salía de la casa hacia otro manglar.
Al terminar con las pruebas, me dijo que le encantaban y que les daría buen uso. Eso hizo que una sonrisa apareciera en mi rostro, si puedo ayudar en algo a una guerrera como ella, bienvenido sea.
Comenzamos a andar hacia la casa del viejo, había que darle las espadas y despedirnos. Yumiko se iría rumbo a una nueva aventura, pues aquí poco más podía hacer. Los delincuentes ya se habrían percatado de su presencia y no creo que se dejaran ver para ser capturados. Yo en cambio, no sabía muy bien lo que hacer. La Revolución tenía algo preparado en Water Seven, no era una maniobra muy arriesgada, así que podría ser una buena oportunidad para empezar. Por otra parte, dejar Sabaody me daba un poco de pena, ya que nunca he salido de aquí y estar con el viejo me hacía sentirme seguro de alguna manera.
-Lo más probable es que salga de este archipiélago, me ha llegado cierta información y creo que es momento de actuar -respondí a la pregunta que me hizo la arquera sin desvelar demasiado-. ¿Tú a dónde te diriges?, si se me permite la pregunta -pregunté esperando respuesta. Era una posibilidad remota que nos dirigiésemos al mismo sitio, pero había que probar.
Durante el camino de regreso, se podían observar vistas maravillosas. Las burbujas de ese manglar tenían una consistencia diferente que las hacía únicas. Si miraba hacia la izquierda podía ver a unos niños jugando con una cuerda sin dejar de saltarla, se les veía muy felices. Por un momento, me vino una imagen de mi pasado. Yo no tuve la suerte de disfrutar de esos detalles de la infancia que la hacen tan inocente. Al otro lado de la calle, en una pequeña cafetería, había una pareja sentada disfrutando sus bebidas, se les veía muy enamorados el uno del otro, tenían las manos entrelazadas y se miraban como tontos. Supongo que debe ser una sensación extraña el sentirse tan atraído por alguien y viceversa, pues yo nunca había tenido dicha sensación o por lo menos no me había percatado. Suelo ser bastante despistado con esas cosas.
Mientras cambiábamos de manglar, la rubita se detuvo en el puente apoyándose en una de las barandillas, observando como una mujer daba de comer a los peces. Era interesante ver como una persona con unas cualidades de batalla como ella disfrutaba de cosas tan simples como esa. Siempre había algo en el ambiente que la asombraba o simplemente la embelesaba, ya podía ser una mujer dando de comer a los animales de la zona, unas burbujas diferentes o unas simples flores en estado de crecimiento. Tenía que aprender de ella en ese aspecto, sino mi propio objetivo me absorbería, debía aprender a admirar los pequeños detalles que el mundo nos regala en cada instante.
No tardamos en llegar a casa, entramos por la puerta y saqué las espadas que llevaba envueltas para dárselas al anciano. Aproveché para enseñárselas a la arquera, pues no había tenido la oportunidad de verlas. Ella sacó una bolsita con pétalos para él como agradecimiento por lo bien que se había portado con ella, no tenía muy claro lo que era, pero se lo explicó con todo detalle. Yumiko, nos contó que debía irse, pues su trabajo aquí ya había concluido y era hora de poner rumbo a otra isla. Se dirigió a mí con una sonrisa preguntándome si la acompañaría al puerto. Mi respuesta fue afirmativa, aunque no decidiera salir hoy de Sabaody, la acompañaría igualmente, pues me apetecía pasar más tiempo con ella.
-Si, te acompañaré al puerto -dije devolviéndole la sonrisa-. Deja que coja unas cosas y nos ponemos en marcha.
-¿Te vas a ir sin despedirte, amigo mío? -preguntó el viejo irónicamente.
-No anciano, ahora me iba a despedir de ti -le dije mientras guardaba algunas cosas en una mochila-. Sabes de sobra que debo emprender mi camino y creo que ya sé por dónde empezar. Espero que nos volvamos a ver viejo amigo, no hay forma de que te agradezca todo lo que has hecho por mí.
-No te preocupes Arkadian, con que no mueras me vale -dijo sonriendo-. Y si consigues alcanzar tus objetivos en la vida, me sentiré más que recompensado.
-Tomo nota, seguro que nos veremos antes de que eso ocurra -dije guiñándole un ojo-. Y ya sabes, que no te maten -añadí, como él siempre hacía cada vez que yo salía de la casa hacia otro manglar.
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-Me dirijo al nuevo mundo, pero para ello necesitaré conseguir algunas provisiones de Water Seven, pues este sitio no me inspira tanta confianza como para comprar.- Dije con una sonrisa ante la pregunta del espadachín.
Al preguntar al pelinegro si me quería acompañar, me respondió con un sí. Eso era justo lo que esperaba, así que con una sonrisa, salí de la casa y le esperé fuera. No tardó mucho en recoger sus cosas y despedirse del anciano. Sentía cierta nostalgia, aunque solo hubiese pasado ahí dos días, no quería irme tan de repente, pero era lo mejor que podía hacer.
-Cogeré el primer barco hacia Water Seven, si quieres puedes acompañarme, viajaré como turista lo más posible.- Dije con una sonrisa mientras volvíamos a hacer el mismo camino de nuevo hacia el puerto, ya habíamos hecho este camino unas cuatro veces en solo dos días.
Volvimos a cruzar el puente y fue entonces cuando una burbuja de tamaño bastante grande se posó sombre ambos. En vez de explotar al tocarnos, nos cubrió y tras unos segundos explotó. Cuando explotó reí durante unos 20 segundos, eso era lo más raro que me había pasado en la isla. Después miré al joven pelinegro y seguí caminando hacia el puerto, el cual ya estaba a unos escasos pasos de nosotros.
Tras andar un poquito más lo alcanzamos y pude observar como la actividad había aumentado enormemente, no había marines tensos mirando a un barco pirata en el puerto. Lo que había eran mercaderes, vendedores de pescado, cruceros anclados y un sin fin de puestos de comida y bebida alrededor de la zona marítima. Por otro lado, donde el día anterior había un barco pirata, ahora lo que había era una grúa recogiendo restos, al parecer se había quedado hundido en el fondo.
-Al menos están recogiendo los restos.- Ironicé mirando a los restos levantados por la grúa. Se sentía bien ver que estaban trabajando por lo menos, aunque se hubiesen quedado con todos los méritos.
Avancé un poquito más, hasta lo que parecía una oficina de turismo y pregunté por el primer barco hacia Water Seven. La oficinista señaló uno de los cruceros anclados, era bastante alto, de quizás 15 pisos de altura. Después me comentó que se trataba de un barco que hacia todo el trayecto desde Sabaody hasta el principio del paraíso y de vuelta, así que no pararía solo en Water Seven.
-¿A cuánto sale un viaje entonces, si solo quiero llegar hasta Water Seven?- Pregunté con curiosidad.
-75.000 berries. El viaje se paga entero, es decir, si viajas a Water Seven o al final del trayecto el precio es el mismo.- Respondió la señorita señalándome un papel con las tarifas.
-Vaya estupidez, pues nada, habrá que pagar un viaje entero. ¿Cuánto tardan las paradas en cada isla?- Pregunté después de suspirar, yo solo quería ir hasta Water Seven, no hasta el final de la línea.
-Para dos días en cada isla, lo suficiente para acomodarse, ver las zonas turísticas y tomarse algo. Después el barco sale sin preguntar por nadie, así que debe darse prisa en volver.- Dijo con una sonrisa.
-Aquí tiene el dinero para un billete.- Dije mientras le ofrecía el dinero, la verdad es que no me gustaba darle tanto dinero para un viaje que no iba a aprovechar al completo. Menos mal que habíamos cazado esos piratas, de lo contrario probablemente no hubiese aceptado ese viaje al precio al que nos lo ponía.
-El barco sale en una hora. ¡Que tenga un buen viaje señorita!- Dijo la mujer después de darme un papel a modo de billete y un folleto con información que me parecía totalmente irrelevante.
Tras recoger el billete me senté en un banco esperando a Arkadian, no sabía que estaba haciendo el joven, así que no tendría prisa. Si el barco salía del puerto llegaría de un salto, pensé. Cuando el joven se sentase le hablaría sobre lo mal que me parecían los precios.
-Yo solo quería un viaje hasta Water Seven, pero estoy pagando un viaje hacia el principio del paraíso, vaya desastre.- Dije algo enfadada con el tema de los billetes. - ¿Qué piensas hacer ahora? - Pregunté cambiando mi mueca a una sonrisa, pues el joven inspiraba confianza, cosa que no muchas personas hacían. Me sentía segura en su compañía y sabía que podría dejar fluir mis pensamientos sin sentir remordimientos.
Al preguntar al pelinegro si me quería acompañar, me respondió con un sí. Eso era justo lo que esperaba, así que con una sonrisa, salí de la casa y le esperé fuera. No tardó mucho en recoger sus cosas y despedirse del anciano. Sentía cierta nostalgia, aunque solo hubiese pasado ahí dos días, no quería irme tan de repente, pero era lo mejor que podía hacer.
-Cogeré el primer barco hacia Water Seven, si quieres puedes acompañarme, viajaré como turista lo más posible.- Dije con una sonrisa mientras volvíamos a hacer el mismo camino de nuevo hacia el puerto, ya habíamos hecho este camino unas cuatro veces en solo dos días.
Volvimos a cruzar el puente y fue entonces cuando una burbuja de tamaño bastante grande se posó sombre ambos. En vez de explotar al tocarnos, nos cubrió y tras unos segundos explotó. Cuando explotó reí durante unos 20 segundos, eso era lo más raro que me había pasado en la isla. Después miré al joven pelinegro y seguí caminando hacia el puerto, el cual ya estaba a unos escasos pasos de nosotros.
Tras andar un poquito más lo alcanzamos y pude observar como la actividad había aumentado enormemente, no había marines tensos mirando a un barco pirata en el puerto. Lo que había eran mercaderes, vendedores de pescado, cruceros anclados y un sin fin de puestos de comida y bebida alrededor de la zona marítima. Por otro lado, donde el día anterior había un barco pirata, ahora lo que había era una grúa recogiendo restos, al parecer se había quedado hundido en el fondo.
-Al menos están recogiendo los restos.- Ironicé mirando a los restos levantados por la grúa. Se sentía bien ver que estaban trabajando por lo menos, aunque se hubiesen quedado con todos los méritos.
Avancé un poquito más, hasta lo que parecía una oficina de turismo y pregunté por el primer barco hacia Water Seven. La oficinista señaló uno de los cruceros anclados, era bastante alto, de quizás 15 pisos de altura. Después me comentó que se trataba de un barco que hacia todo el trayecto desde Sabaody hasta el principio del paraíso y de vuelta, así que no pararía solo en Water Seven.
-¿A cuánto sale un viaje entonces, si solo quiero llegar hasta Water Seven?- Pregunté con curiosidad.
-75.000 berries. El viaje se paga entero, es decir, si viajas a Water Seven o al final del trayecto el precio es el mismo.- Respondió la señorita señalándome un papel con las tarifas.
-Vaya estupidez, pues nada, habrá que pagar un viaje entero. ¿Cuánto tardan las paradas en cada isla?- Pregunté después de suspirar, yo solo quería ir hasta Water Seven, no hasta el final de la línea.
-Para dos días en cada isla, lo suficiente para acomodarse, ver las zonas turísticas y tomarse algo. Después el barco sale sin preguntar por nadie, así que debe darse prisa en volver.- Dijo con una sonrisa.
-Aquí tiene el dinero para un billete.- Dije mientras le ofrecía el dinero, la verdad es que no me gustaba darle tanto dinero para un viaje que no iba a aprovechar al completo. Menos mal que habíamos cazado esos piratas, de lo contrario probablemente no hubiese aceptado ese viaje al precio al que nos lo ponía.
-El barco sale en una hora. ¡Que tenga un buen viaje señorita!- Dijo la mujer después de darme un papel a modo de billete y un folleto con información que me parecía totalmente irrelevante.
Tras recoger el billete me senté en un banco esperando a Arkadian, no sabía que estaba haciendo el joven, así que no tendría prisa. Si el barco salía del puerto llegaría de un salto, pensé. Cuando el joven se sentase le hablaría sobre lo mal que me parecían los precios.
-Yo solo quería un viaje hasta Water Seven, pero estoy pagando un viaje hacia el principio del paraíso, vaya desastre.- Dije algo enfadada con el tema de los billetes. - ¿Qué piensas hacer ahora? - Pregunté cambiando mi mueca a una sonrisa, pues el joven inspiraba confianza, cosa que no muchas personas hacían. Me sentía segura en su compañía y sabía que podría dejar fluir mis pensamientos sin sentir remordimientos.
Arkadian Dardock
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La respuesta de Yumiko hizo que una sonrisa apareciera en mi rostro. Me respondió que debía ir a Water Seven para comprar algunas cosas, que le parecía más seguro comprar allí que en Sabaody. Puesto que yo también me dirigía hacia aquella isla, no veía inconveniente para ir juntos, aunque esperaría para decírselo, puede que no le guste la idea.
Durante el camino hacia el puerto, lugar que conocíamos bastante bien, pasó algo muy curioso. De repente una burbuja se plantó encima nuestra cubriéndonos y poco después explotó. Eso hizo que la rubita estuviera un buen rato riendo, cosa que yo no pude evitar hacer también, pues verla te contagiaba por completo. Cuando conseguimos parar las carcajadas, nos miramos con sonrisas cómplices y seguimos nuestro camino.
Al llegar al puerto me separé de la arquera, pues quería investigar un poco lo sucedido el día anterior. Además, quería ver hacia donde se dirigían los mercantes, con un poco de suerte me llevarían hasta mi próximo destino, no sin antes consultarlo con mi compañera.
-Voy a mirar unas cosas, ahora nos vemos -le dije haciendo un gesto con la mano.
Me acerqué a los restos del barco pirata que estaban sacando del agua. Había unos niños mirando como la grúa trabajaba.
-Ey chavales, ¿sabéis lo que ha pasado aquí? -pregunté haciéndome el despistado.
-Al parecer unos marines pelearon aquí ayer por la noche contra unos sanguinarios piratas y consiguieron derrotarlos -me respondieron alborotados-. La marina es increíble.
-Entiendo, muchas gracias enano -dije guiñándoles un ojo mientras pensaba en las mentiras que contaban los marines-. No os metáis en líos.
Seguí mi camino y me dirigí hacia un barco de mercancías que había cerca del lugar. Mejor me guardo la conversación que he tenido con los niños, pensé, sino a Yumiko le puede dar algo.
-¿Qué tal, buen hombre? -pregunté al mercante-. ¿Hacia dónde se dirige su barco?
-Hola joven -me respondió-. Pues, a decir verdad, no zarparemos hasta mañana por la tarde, nos dirigimos a Jaya. Si está interesado en viajar con nosotros no le costará mucho.
-Muchas gracias, pero tenía la idea de zarpar hoy y Jaya no es mi destino, aunque agradezco mucho su oferta -negué con la cabeza a la vez que rechazaba el viaje.
No tuve suerte a la hora de encontrar transporte barato, así que me dirigí hacía las taquillas de los barcos turísticos. Al llegar allí observé como la rubita se sentaba en un banco cercano con un billete de barco en la mano. No tardé en encontrarme el primero en la fila y compré un billete rumbo a Water Seven, la pega era que había que pagar todo el trayecto que hacía el crucero, por suerte habíamos cobrado una buena suma de dinero.
Después de hacerme con mi ticket, me senté junto a la arquera, la que me contó que era un robo que tuviera que pagar todo el trayecto para bajarse mucho antes. Tenía razón, pagar 75.000 berries por el viaje me parecía algo excesivo, pero puede que el crucero esté lleno de lujo, al menos eso quería creer yo.
-Pues mi idea es ir a Water Seven rubita, acabo de comprar un pase para el crucero del que estabas hablando -sonreí esperando su sorpresa-. Allí solo tengo que estar una noche, así que puede que continúe el trayecto del viaje alguna isla más. No estoy seguro, tengo que pensarlo aún.
Me encendí un cigarro mientras esperaba la llamada para subir al barco. Un viaje con Yumiko puede ser interesante, seguro que aprendo muchas cosas. La verdad tenía ganas de viajar con ella.
Durante el camino hacia el puerto, lugar que conocíamos bastante bien, pasó algo muy curioso. De repente una burbuja se plantó encima nuestra cubriéndonos y poco después explotó. Eso hizo que la rubita estuviera un buen rato riendo, cosa que yo no pude evitar hacer también, pues verla te contagiaba por completo. Cuando conseguimos parar las carcajadas, nos miramos con sonrisas cómplices y seguimos nuestro camino.
Al llegar al puerto me separé de la arquera, pues quería investigar un poco lo sucedido el día anterior. Además, quería ver hacia donde se dirigían los mercantes, con un poco de suerte me llevarían hasta mi próximo destino, no sin antes consultarlo con mi compañera.
-Voy a mirar unas cosas, ahora nos vemos -le dije haciendo un gesto con la mano.
Me acerqué a los restos del barco pirata que estaban sacando del agua. Había unos niños mirando como la grúa trabajaba.
-Ey chavales, ¿sabéis lo que ha pasado aquí? -pregunté haciéndome el despistado.
-Al parecer unos marines pelearon aquí ayer por la noche contra unos sanguinarios piratas y consiguieron derrotarlos -me respondieron alborotados-. La marina es increíble.
-Entiendo, muchas gracias enano -dije guiñándoles un ojo mientras pensaba en las mentiras que contaban los marines-. No os metáis en líos.
Seguí mi camino y me dirigí hacia un barco de mercancías que había cerca del lugar. Mejor me guardo la conversación que he tenido con los niños, pensé, sino a Yumiko le puede dar algo.
-¿Qué tal, buen hombre? -pregunté al mercante-. ¿Hacia dónde se dirige su barco?
-Hola joven -me respondió-. Pues, a decir verdad, no zarparemos hasta mañana por la tarde, nos dirigimos a Jaya. Si está interesado en viajar con nosotros no le costará mucho.
-Muchas gracias, pero tenía la idea de zarpar hoy y Jaya no es mi destino, aunque agradezco mucho su oferta -negué con la cabeza a la vez que rechazaba el viaje.
No tuve suerte a la hora de encontrar transporte barato, así que me dirigí hacía las taquillas de los barcos turísticos. Al llegar allí observé como la rubita se sentaba en un banco cercano con un billete de barco en la mano. No tardé en encontrarme el primero en la fila y compré un billete rumbo a Water Seven, la pega era que había que pagar todo el trayecto que hacía el crucero, por suerte habíamos cobrado una buena suma de dinero.
Después de hacerme con mi ticket, me senté junto a la arquera, la que me contó que era un robo que tuviera que pagar todo el trayecto para bajarse mucho antes. Tenía razón, pagar 75.000 berries por el viaje me parecía algo excesivo, pero puede que el crucero esté lleno de lujo, al menos eso quería creer yo.
-Pues mi idea es ir a Water Seven rubita, acabo de comprar un pase para el crucero del que estabas hablando -sonreí esperando su sorpresa-. Allí solo tengo que estar una noche, así que puede que continúe el trayecto del viaje alguna isla más. No estoy seguro, tengo que pensarlo aún.
Me encendí un cigarro mientras esperaba la llamada para subir al barco. Un viaje con Yumiko puede ser interesante, seguro que aprendo muchas cosas. La verdad tenía ganas de viajar con ella.
Yumiko Mei
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Arkadian se había ido a mirar algunas cosas y después vino al banco en el que me encontraba sentada. Vino con una sonrisa y después de quejarme de los precios dijo que su idea era ir a Water Seven y que había comprado un pase para el mismo crucero que yo. Me sorprendí y no pude evitar darle un abrazo, salió solo. Me quedé unos segundos abrazado a él, sin ninguna otra intención, pues era un abrazo amistoso. La verdad es que no sabía como decirle que no quería irme de la isla y que me acompañase, así que fue una sorpresa inesperada, pero muy bienvenida.
-Entonces viajaremos juntos hasta ahí, me alegra no tener que separar nuestros caminos tan de repente. Ya me había asustado, pues se me dan muy mal las despedidas.- Dije con una sonrisa sincera a medida que soltaba al pelinegro.
Tras ese abrazo, esperaba no haberle espantado y comencé a subir al crucero. Había sonado la campana, así que era la hora de partir de la isla. Usé las escaleras normales, aunque tenía ganas de subir de un salto, no era buena idea hacer sospechar a la tripulación del barco que no eramos del todo turistas. Al principio de la escalera había un hombre trajeado, de casi dos metros de altura y otro metro y medio de ancho que recogía los tickets de las personas. Tomó mi ticket y le hizo un agujero en una esquina. Fue entonces cuando me dí cuenta que tenía diez cuadrados delimitados con un nombre de isla, el primero era Sabaody y los siguientes eran todas las islas hasta el principio del paraíso. Supuse que así era como marcaban el trayecto de las personas.
-Pase con cuidado señorita. Sujetese a la barandilla, la escalera no es muy estable.- Dijo el hombre con una sonrisa tras verificar el billete. Me había tendido la mano para ayudarme a subir al barco y acepté gustosamente. Tampoco se movía tanto como había supuesto, la escalera era más estable que muchos otros puentes por los que había pasado.
Una vez subida al crucero, una señorita con un nombre bordado en su camiseta me dijo por donde estaba mi habitación. Seguí sus indicaciones y la alcancé, camarote número 34, tercer piso del crucero. El crucero tiene 10 pisos, de los cuales 7 son para los turistas y 3 para la tripulación, despensas y almacenamiento de comida, bebida y otros objetos, recordé haber leído en uno de los folletos. La bajada al camarote era rápida, pues había 4 ascensores a lo largo del barco, que más que barco parecía una ciudad flotante. Anteriormente había viajado en cruceros, pero este era mucho más grande que cualquiera de ellos, era inmenso.
-Así que esta es mi habitación.- Dije nada más entrar en el pequeño pero lujoso camarote que me correspondía. Tenía una mesita, un baño, una cama y una pequeña despensa cargada.
Abrí la puerta de la despensa y encontré unas cuantas bebidas, tomé la que parecía ser zumo de naranja y salí de la habitación en busca de Arkadian, después de encontrarlo si es que lo encontraba, saldría a cubierta. En cubierta había muchas personas, pues el navío podía llevar hasta dos mil personas. Avancé hasta la proa desde donde se podía ver el inmenso mar y el gran viaje que se avecinaba. Me quedé mirando el mar, hasta que el astro sol dejó de verse, al ser engullido por esa inmensa masa de agua. El anochecer me resultaba siempre encantador, aunque lo hubiese visto cientos de veces, no me cansaba de verlo otra vez, era maravilloso.
-El viaje será largo, pero en compañía estoy segura que será más ameno.- Dije sonriendo al joven tras el anochecer.
Después de esa frase, esperaría la respuesta del joven y me iría a dormir, pues fue un día largo, pasaron muchas cosas y estaba muy cansada. Esperaba que no sospechasen de nosotros en el barco, pues a pesar de que eran casi dos mil personas las que viajaban con nosotros, probablemente habría agentes del gobierno, marines e incluso piratas. Había que andarse con cuidado y no llamar demasiado la atención, pues en medio del mar, no había muchos otros barcos a los que huir a parte de este crucero, pensé a medida que me quedaba dormida. Una vez en la cama, me quedé dormida como un tronco.
-Entonces viajaremos juntos hasta ahí, me alegra no tener que separar nuestros caminos tan de repente. Ya me había asustado, pues se me dan muy mal las despedidas.- Dije con una sonrisa sincera a medida que soltaba al pelinegro.
Tras ese abrazo, esperaba no haberle espantado y comencé a subir al crucero. Había sonado la campana, así que era la hora de partir de la isla. Usé las escaleras normales, aunque tenía ganas de subir de un salto, no era buena idea hacer sospechar a la tripulación del barco que no eramos del todo turistas. Al principio de la escalera había un hombre trajeado, de casi dos metros de altura y otro metro y medio de ancho que recogía los tickets de las personas. Tomó mi ticket y le hizo un agujero en una esquina. Fue entonces cuando me dí cuenta que tenía diez cuadrados delimitados con un nombre de isla, el primero era Sabaody y los siguientes eran todas las islas hasta el principio del paraíso. Supuse que así era como marcaban el trayecto de las personas.
-Pase con cuidado señorita. Sujetese a la barandilla, la escalera no es muy estable.- Dijo el hombre con una sonrisa tras verificar el billete. Me había tendido la mano para ayudarme a subir al barco y acepté gustosamente. Tampoco se movía tanto como había supuesto, la escalera era más estable que muchos otros puentes por los que había pasado.
Una vez subida al crucero, una señorita con un nombre bordado en su camiseta me dijo por donde estaba mi habitación. Seguí sus indicaciones y la alcancé, camarote número 34, tercer piso del crucero. El crucero tiene 10 pisos, de los cuales 7 son para los turistas y 3 para la tripulación, despensas y almacenamiento de comida, bebida y otros objetos, recordé haber leído en uno de los folletos. La bajada al camarote era rápida, pues había 4 ascensores a lo largo del barco, que más que barco parecía una ciudad flotante. Anteriormente había viajado en cruceros, pero este era mucho más grande que cualquiera de ellos, era inmenso.
-Así que esta es mi habitación.- Dije nada más entrar en el pequeño pero lujoso camarote que me correspondía. Tenía una mesita, un baño, una cama y una pequeña despensa cargada.
Abrí la puerta de la despensa y encontré unas cuantas bebidas, tomé la que parecía ser zumo de naranja y salí de la habitación en busca de Arkadian, después de encontrarlo si es que lo encontraba, saldría a cubierta. En cubierta había muchas personas, pues el navío podía llevar hasta dos mil personas. Avancé hasta la proa desde donde se podía ver el inmenso mar y el gran viaje que se avecinaba. Me quedé mirando el mar, hasta que el astro sol dejó de verse, al ser engullido por esa inmensa masa de agua. El anochecer me resultaba siempre encantador, aunque lo hubiese visto cientos de veces, no me cansaba de verlo otra vez, era maravilloso.
-El viaje será largo, pero en compañía estoy segura que será más ameno.- Dije sonriendo al joven tras el anochecer.
Después de esa frase, esperaría la respuesta del joven y me iría a dormir, pues fue un día largo, pasaron muchas cosas y estaba muy cansada. Esperaba que no sospechasen de nosotros en el barco, pues a pesar de que eran casi dos mil personas las que viajaban con nosotros, probablemente habría agentes del gobierno, marines e incluso piratas. Había que andarse con cuidado y no llamar demasiado la atención, pues en medio del mar, no había muchos otros barcos a los que huir a parte de este crucero, pensé a medida que me quedaba dormida. Una vez en la cama, me quedé dormida como un tronco.
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Estábamos sentados en el banco esperando para subir al crucero que nos llevaría a Water Seven, cuando Yumiko me dio un abrazo resultado de haber dicho que iría en el mismo barco que ella. Al principio sentí rechazo al abrazo, ya que los actos de afecto no eran lo mío, pero conforme pasaban los segundos comenzó a agradarme, ya que significaba que la rubita confiaba en mí y estaba feliz de poder estar más tiempo conmigo. A decir verdad, era el primer abrazo sincero que recibía desde que tengo uso de razón y puedo decir que fue una sensación muy agradable.
-A mí también me alegra que viajemos juntos rubita -dije con una sonrisa-. Me daba pena tener que despedirnos tan pronto.
No tardaron en avisarnos de que era hora de subir al crucero. Conforme iba subiendo por la pasarela, podía ver como el barco se hacía más y más grande. Nunca imaginé que me vería subido en una embarcación de este tamaño, la gente se veía cada vez más pequeña a la vez que caminaba en dirección al hombre que comprobaba los billetes.
Una vez a bordo, me dirigí hacía mi camarote. Era el número 15 en el tercer piso, pero antes me gustaría echar un vistazo a lo que crucero podría ofrecerme. Pude observar cómo había a disposición de los turistas un gimnasio con muy buenas máquinas, una piscina bastante grande, la cual no creo que pruebe, y varias tiendas donde comprar todo tipo de cosas.
Al entrar en el camarote me sentía satisfecho, pues los 75.000 berries gastados parecían una buena inversión. Había una mesita al lado de la cama, la cual se veía realmente cómoda; un armario de gran capacidad y un baño muy completo. Lo único que no me gustaba de mi habitación era un cartel que decía “No Fumar”. Eso me haría pasar la mayor parte del tiempo en el exterior, pues no iba a privarme de fumar varios cigarros en este lujoso viaje.
Decidí dejar las espadas en el armario, pues no quería llamar la atención. Quién sabe el tipo de gente que puede haber en este sitio, tenía entendido que habría alrededor de 2000 personas viajando con nosotros. Podría haber desde marines hasta piratas y la verdad que lo que más me apetecía era disfrutar del viaje tranquilamente.
Salí del camarote en dirección a la cubierta para encenderme un pitillito y con suerte encontrarme con la arquera y ver que le estaba pareciendo la embarcación. Subí las últimas escaleras y me encontré con ella apoyada en la barandilla del barco. Se la veía radiante en ese lugar con la puesta de sol al fondo. Seguro que estaba feliz después de todo, aunque para ello hubiera tenido que gastarse tanto dinero en el pasaje.
-Será largo, pero seguro que con todo lo que nos ofrece el crucero se nos pasará volando -dije gesticulando con la mano-. Además, nos tenemos el uno al otro y tendrás muchas historias increíbles de tus viajes para contarme.
No tardó en caer el sol por completo. El cielo estaba totalmente despejado y en él se podían ver cantidad de estrellas brillando al unísono. Me quedé un rato observándolas para más tarde irme a mi camarote a descansar. Ese día habíamos andado mucho y tenía los pies molidos. Aproveché para fumarme el último cigarro antes de irme a dormir y ordenar un poco las ideas, estos dos días habían pasado muchas cosas, por lo cual tenía que encajarlo todo como era debido.
Ya en la habitación me puse una camiseta, un pantalón cómodo y me dispuse a quedarme dormido. El sueño no tardó en envolverme y mientras pensaba en el viaje que tenía por delante me quedé totalmente dormido.
-A mí también me alegra que viajemos juntos rubita -dije con una sonrisa-. Me daba pena tener que despedirnos tan pronto.
No tardaron en avisarnos de que era hora de subir al crucero. Conforme iba subiendo por la pasarela, podía ver como el barco se hacía más y más grande. Nunca imaginé que me vería subido en una embarcación de este tamaño, la gente se veía cada vez más pequeña a la vez que caminaba en dirección al hombre que comprobaba los billetes.
Una vez a bordo, me dirigí hacía mi camarote. Era el número 15 en el tercer piso, pero antes me gustaría echar un vistazo a lo que crucero podría ofrecerme. Pude observar cómo había a disposición de los turistas un gimnasio con muy buenas máquinas, una piscina bastante grande, la cual no creo que pruebe, y varias tiendas donde comprar todo tipo de cosas.
Al entrar en el camarote me sentía satisfecho, pues los 75.000 berries gastados parecían una buena inversión. Había una mesita al lado de la cama, la cual se veía realmente cómoda; un armario de gran capacidad y un baño muy completo. Lo único que no me gustaba de mi habitación era un cartel que decía “No Fumar”. Eso me haría pasar la mayor parte del tiempo en el exterior, pues no iba a privarme de fumar varios cigarros en este lujoso viaje.
Decidí dejar las espadas en el armario, pues no quería llamar la atención. Quién sabe el tipo de gente que puede haber en este sitio, tenía entendido que habría alrededor de 2000 personas viajando con nosotros. Podría haber desde marines hasta piratas y la verdad que lo que más me apetecía era disfrutar del viaje tranquilamente.
Salí del camarote en dirección a la cubierta para encenderme un pitillito y con suerte encontrarme con la arquera y ver que le estaba pareciendo la embarcación. Subí las últimas escaleras y me encontré con ella apoyada en la barandilla del barco. Se la veía radiante en ese lugar con la puesta de sol al fondo. Seguro que estaba feliz después de todo, aunque para ello hubiera tenido que gastarse tanto dinero en el pasaje.
-Será largo, pero seguro que con todo lo que nos ofrece el crucero se nos pasará volando -dije gesticulando con la mano-. Además, nos tenemos el uno al otro y tendrás muchas historias increíbles de tus viajes para contarme.
No tardó en caer el sol por completo. El cielo estaba totalmente despejado y en él se podían ver cantidad de estrellas brillando al unísono. Me quedé un rato observándolas para más tarde irme a mi camarote a descansar. Ese día habíamos andado mucho y tenía los pies molidos. Aproveché para fumarme el último cigarro antes de irme a dormir y ordenar un poco las ideas, estos dos días habían pasado muchas cosas, por lo cual tenía que encajarlo todo como era debido.
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