William White
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fuerza
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Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No hacía más de una semana de que aquella interesante mujer pasara por el bar, aquello había animado al chico a continuar trabajando en aquel bar. Aunque ya se estaba a empezar a arrepentir, por fortuna había acordado con el anciano que aquella sería su última jornada de trabajo. Tras ello cobraría lo poco que le correspondía y marcharía a Goa, buscando el espejo o bien a un conocido de Shelby, del cual había oído hablar. El chico aun así estaba dispuesto a dar un último servicio en aquella agradable y pacifica taberna de villa. Aquella noche el cielo estaba nublado y hacía una ligera brisa, como siempre. A William le gustaba aquella sensación, respirar aquello era tan diferente de Loguetown, aquí el aire era limpio renovador, no como el cargado y hedor que había acostumbrado allí.
La taberna estaba vacía, algo raro ya que generalmente a esas horas servían cenas, pero supuso que la gente se encontraría en sus casas para aparecer por allí después de cenar, entonces el silencio daría paso al jolgorio y a la verbena que solía haber todas las noches.
El jefe entró por la puerta y se dirigió hacia donde estaba el chico, sentándose en uno de los taburetes de madera de la barra. -Bueno chico, he accedido a firmarte esa recomendación, dudo que te sirva de mucho más que para pasar a dentro de la ciudad, pero supongo que eso es lo que querías- finalizó el viejo.
-Simplemente necesito pasar la muralla, encontrar trabajo una vez dentro no será problema- respondió el chico, tras afirmar con rotundidad la pregunta del tabernero.
-Si logras de ser la mitad de convincente de lo que fuiste conmigo no tendrás problema, chico- afirmó el tabernero con una sonrisa de oreja a oreja.
El chico se quedó observando como el tabernero redactaba la recomendación por la cual los guardias de la puerta de Grey Terminal no tendrían más remedio que dejarle pasar. Había sido toda una fortuna que el tabernero hubiera sido un intelectual de Goa en su día, aunque tal vez hubiera sido el destino el que le hizo llegar hasta allí. El chico quedó impresionado por el tiento y el pulso de la caligrafía del bohemio, el hombre no había perdido ni un ápice de sus aptitudes -Quien tubo retuvo- pensó White para sus adentros, mientras miraba como hipnotizado la maestría al hacer la firma.
Hubo un momento de silencio, algo tenso, a ambos no se les daban bien las despedidas y pese a que aún le quedaba un último servicio ambos sabían que seguramente ese sería el último rato libre que tendrían para hablar ellos dos.
-Bueno, la verdad es que me gustaría darte una cosa más- arrancó el tabernero -Me gustaría que te quedaras con este libro, fue una de mis primeras novelas, una de las que jamás llegué a publicar, la verdad es que me gustaría que te quedaras- finalizó el hombre, a la vez que le extendía el libro firmado con el sobre de la recomendación guardado entre sus páginas.
-No sé cómo podré agradecértelo- musitó William con la voz entrecortada.
-Con un último buen servicio- finalizó el escritor retirado.
La taberna estaba vacía, algo raro ya que generalmente a esas horas servían cenas, pero supuso que la gente se encontraría en sus casas para aparecer por allí después de cenar, entonces el silencio daría paso al jolgorio y a la verbena que solía haber todas las noches.
El jefe entró por la puerta y se dirigió hacia donde estaba el chico, sentándose en uno de los taburetes de madera de la barra. -Bueno chico, he accedido a firmarte esa recomendación, dudo que te sirva de mucho más que para pasar a dentro de la ciudad, pero supongo que eso es lo que querías- finalizó el viejo.
-Simplemente necesito pasar la muralla, encontrar trabajo una vez dentro no será problema- respondió el chico, tras afirmar con rotundidad la pregunta del tabernero.
-Si logras de ser la mitad de convincente de lo que fuiste conmigo no tendrás problema, chico- afirmó el tabernero con una sonrisa de oreja a oreja.
El chico se quedó observando como el tabernero redactaba la recomendación por la cual los guardias de la puerta de Grey Terminal no tendrían más remedio que dejarle pasar. Había sido toda una fortuna que el tabernero hubiera sido un intelectual de Goa en su día, aunque tal vez hubiera sido el destino el que le hizo llegar hasta allí. El chico quedó impresionado por el tiento y el pulso de la caligrafía del bohemio, el hombre no había perdido ni un ápice de sus aptitudes -Quien tubo retuvo- pensó White para sus adentros, mientras miraba como hipnotizado la maestría al hacer la firma.
Hubo un momento de silencio, algo tenso, a ambos no se les daban bien las despedidas y pese a que aún le quedaba un último servicio ambos sabían que seguramente ese sería el último rato libre que tendrían para hablar ellos dos.
-Bueno, la verdad es que me gustaría darte una cosa más- arrancó el tabernero -Me gustaría que te quedaras con este libro, fue una de mis primeras novelas, una de las que jamás llegué a publicar, la verdad es que me gustaría que te quedaras- finalizó el hombre, a la vez que le extendía el libro firmado con el sobre de la recomendación guardado entre sus páginas.
-No sé cómo podré agradecértelo- musitó William con la voz entrecortada.
-Con un último buen servicio- finalizó el escritor retirado.
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